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Cuando en 1859 se publicó “El origen de las especies”, de Charles Darwin, fue un éxito editorial. Las causas hay que buscarlas en ámbitos diferentes a los del saber y el conocimiento veraz, pues una lectura exigente y ligeramente escéptica, como debe ser, del libro muestra que nada sustantivo aporta en relación con lo que promete en el título. Éste es una proeza de mercadotecnia, o si se desea de manipulación de las mentes, pero resulta ajeno a los contenidos, confusos, alusivos, insustanciales y, sobre todo, sin apoyaturas fácticas vastas, sistemáticas, significativas y cada una de ellas bien analizada.
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5/12/2018 Pensando la evolución - slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/pensando-la-evolucion 1/3
“Pensando la evolución, pensando la vida. La biología
más allá del darwinismo”
Máximo Sandín – Cauac Editorial Nativa 2010
Cuando en 1859 se publicó “El origen de las especies”, de Charles Darwin, fue un éxito
editorial. Las causas hay que buscarlas en ámbitos diferentes a los del saber y el conocimiento veraz,
pues una lectura exigente y ligeramente escéptica, como debe ser, del libro muestra que nada
sustantivo aporta en relación con lo que promete en el título. Éste es una proeza de mercadotecnia,
o si se desea de manipulación de las mentes, pero resulta ajeno a los contenidos, confusos, alusivos,
insustanciales y, sobre todo, sin apoyaturas fácticas vastas, sistemáticas, significativas y cada una de
ellas bien analizada.
Lo que aquél arguye es un mero producto de la mente, una especulación, una lucubración,
una literaturización de la biología. Se admite por voluntad de creer y por esa necesidad tan moderna
de ser engañados y asentir ciegamente, pero nada más.
Ha pasado más de siglo y medio y seguimos donde estábamos pero con muchísima más carga
verbalista, como se manifiesta en ese inquietante acto de fe a colosal escala llamado neodarwinismo.
De poco han servido hasta el momento las investigaciones que han ido aportando cada vez más
datos indudables y más reflexiones particulares bien fundamentadas, que ponen en cuestión de una
manera creciente (aunque excesivamente cautelosa) el darwinismo, las de N. Eldredge, S.J. Gould, R.
Chauvin, M. Behe y algunas más, por citar las más actuales. Esto parece indicar que lo que hoy sellama ciencia es, en su gran mayoría si bien no toda, creencias útiles al statu quo y dogmatismos
institucionales pero no verdad fundada.
Ése es el marco en que llega al público el libro de Máximo Sandín, un trabajo de calidad no
sólo porque da un paso más en la dirección de poner en evidencia la provechosa impostura
organizada en base a la obra de Darwin sino también porque permite conocer un poco mejor la
cuestión en litigio, el origen de las especies. Esto se agradece porque sería penoso que con tanta
controversia olvidásemos lo importante, investigar el origen de las especies. A mi juicio eso es hoy
casi tan poco y tal mal conocido como en 1859.
El libro cumple además otra función útil y buena, difundir la bibliografía heterodoxa en esta
cuestión, ya abundante, por más que el sector oficial, confortablemente instalado en sus cátedras y
demás sinecuras, haga como que no existe.
Hay una frase de Sandín perentoria para entender el asunto, la que señala que el darwinismo
es “una versión deformada que convierte hechos ocasionales, incluso intranscendentes, en
fundamentales”. No menos cierto es que el embeleco se fundamenta en “un predominio absoluto de
las convicciones sobre las observaciones”. Sí, Darwin tiene un sistema de ideas fabricado a priori que
ha de imponer al público. En ello no hay nada nuevo, es el método de la metafísica aristotélica, a
saber: se sienta el axioma, a base de ingenio verbal y desparpajo, y se hacen luego las deducciones,
seleccionando los hechos que se tengan a mano para “vestir” lo más atractivamente el producto.
5/12/2018 Pensando la evolución - slidepdf.com
http://slidepdf.com/reader/full/pensando-la-evolucion 2/3
La ciencia moderna es un retorno a Aristóteles, a pesar de que ya en el siglo XVII J. Webster
dijo que “el Filósofo” debía ser olvidado si se deseaba alcanzar un saber razonablemente cierto.
Aristóteles es política y sólo política, y de la peor. Cuando los árabes le reintrodujeron en Occidente,
tras su salvífico “olvido” en la Alta Edad Media, hicieron un flaco favor a la humanidad, aunque su
intención era justificar el propio régimen asombrosamente tiránico y sin libertad valiéndose de él.
Luego vinieron los majaderos de turno a otorgar significación cognoscitiva a lo que era ante todo
politiquería. Lo mismo con Darwin.
Prejuicios ideológicos como el gradualismo (tan rotundamente negado por el registro fósil),
el evolucionismo (del que no hay evidencias creíbles aplicables a la especiación), la visión simplista y
reduccionista hasta lo pueril, el desprecio por los hechos, la observación y la experiencia, la
verborrea ambigua y hábilmente indefinida, que sugiere sin decir y dice sin comprometerse para
dejar abiertas todas las posibilidades, es el meollo del darwinismo como superchería y pseudosaber.
Claro que lo ambiental, lo externo a los organismos vivos, no es el todo y probablemente no
sea ni tan sólo lo principal. Hay que investigar en las contradicciones interiores a las especies, hayque atender a las antinomias inmanentes a lo viviente, para comprender la evolución y la especiación
como automovimiento de la materia orgánica.
La verdad es útil porque es verdad, y eso es lo principal. Pero la verdad no se nos ofrece en
grandes cantidades sino en reducidas expresiones. Las causas son las limitaciones inherentes a la
mente humana, lo finito de nuestra condición a la par que la infinitud e hiper-complejidad de lo real.
La lectura de “Ensayo sobre el entendimiento humano”, de J. Locke, es esclarecedora, lo mismo que
Sexto Empírico, en “Esbozos pirrónicos”. Frente a esa realista y modesta manera de comprender el
conocimiento está la ciencia contemporánea, con sus pretensiones de omnisapiencia, su arrogancia y
fatuidad. Quienes la elaboran parecen estar en comunicación directa y permanente con la Divinidad,de manera que todo lo explican, todo lo conocen y todo lo dictaminan. Son dioses -o al menos
diosecillos- ellos mismos, según parece.
He de confesar que me sentí escandalizado, a la par que liberado y radiante, cuando leí “Las
mentiras de la ciencia” de F. di Trocchio, o “De Arquímedes a Einstein. Las caras ocultas de la
invención científica”, de P. Thuillier. En particular me regocijó saber que Galileo, el pretendido
inventor del método experimental, nunca realizó el grueso de los experimentos que describe en sus
escritos y que éstos, en realidad, son irrealizables o inconcluyentes. No menos euforizante es saber
que Newton “retocaba” (otros dicen “manipulaba” o incluso “falsificaba”) las observaciones para
adaptarlas a sus concepciones previas. De manera que la ciencia, por ellos inventada, que se dice
experimental, en lo sustancial es verbalista, especulativa, deductiva, apriorista, conjetural, vale decir,
insegura y dubitable. Ahora bien, el único conocimiento cierto es el experiencial y Darwin es, por
tanto, uno más de la larga saga.
Eso sí, cuando el libro cita el aserto de P. Ball, “los biólogos van a tener que construir una nueva
biología” diré que no creo que tal suceda. Es el pueblo quien puede hacerlo, no los biólogos, por
medio de la autogestión del saber y el conocimiento.
Mis felicitaciones a Sandín y a la editorial Cauac. Y que se repita.
Félix Rodrigo.
5/12/2018 Pensando la evolución - slidepdf.com
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