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Pensar América Latina. El Desarrollo de la sociología latinoamericana. Marcos Roitman Rosenmann

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ISBN 978-987-1183-86-9 Buenos Aires: CLACSO, abril de 2008 (23 x 16 cm) 224 páginashttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/roitman/

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    EXISTE UN PATRN para explicar el desarrollo de la teora social lati-noamericana. Su diseo responde a pautas donde se relacionan de ma-nera causal hechos histricos, propuestas tericas y categoras sociales.Sus principios se hallan inmersos en la razn cultural de Occidente,forman parte de su devenir y responden a su racionalidad. Somos unasingularidad ms all de la colonialidad del saber y del poder. Slo lospueblos indios han sido conquistados, sometidos, explotados y domina-dos. Nosotros, los blancos, mestizos y ladinos, participamos del mundode los conquistadores. En esta dinmica, las propuestas de interpreta-

    cin social de la realidad latinoamericana resultan fundamentales paracomprender, explicar y generar proyectos de cambio social en las es-tructuras sociales y de poder. Sus ciencias sociales ocupan un espaciovital en la lucha terica por apropiarse de la realidad y direccionar elespacio de lo poltico. Su lenguaje, sus conceptos y categoras son armasde grueso calibre, una manera de construir el futuro y disear el cambiosocial. Pensar en un patrn de anlisis es vestir con uno u otro traje alcontinente. Es darle un relato histrico para legitimar o pensar cul hasido y cul debe ser la direccin que deben tomar los debates polticos

    y la agenda de las ciencias sociales.Si pensamos en la lgica dominante, prima el concepto de ser

    Amrica Latina un receptculo de las principales corrientes de las cien-

    INTRODUCCIN

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    cias sociales en los aos cuarenta del siglo XX. Tiempo de mayor fertili-dad intelectual extensible al primer lustro de los aos setenta, entrandoen crisis con el advenimiento de las tiranas que, salvo repuntes, sigue

    imperando hasta nuestros das, sin olvidar que todo se estudia bajo lacubierta de las megatendencias. Ni buenas ni malas, la realidad se enca-silla en los postulados del neoliberalismo, el socialismo del siglo XXI, laglobalizacin, el pensamiento nico, el fin de la historia, el choque de lascivilizaciones, la gobernanza o cualquier otro paradigma y principio de feemergente. Modas, doctrinas, pensamientos, propuestas, realidades?

    Ciertamente en ellos hay mucho de historia, pero tambin decontingencia, de coyuntura y, por qu no decirlo, de improvisacinideolgica y ms an de propuesta poltica. No se trata de inventar larealidad. Para recrear las categoras de anlisis social y romper patro-nes del colonialismo cultural, del saber y del poder no hace falta tirarel agua sucia con el nio dentro. Negar nuestros orgenes es propio deuna maldicin que recorre nuestra Amrica Latina. Maldicin que seasienta en el criterio de inferioridad, de pueblos sin historia, de estadossin nacin, de racionalidades inconclusas, de modernizaciones sin mo-dernidad, de dficits y excesos, de rechazar lo propio y pensarnos comoun accidente. Cuando no es as, queremos imitar y vivir siendo un calcode otras experiencias y realidades, una mala copia. Pero en el extremode esta maldicin se sitan aquellos para los cuales la novedad, lo re-volucionario y lo transformador radica en rechazar, romper, hacer ai-cos Occidente y renunciar a l por corrupto. Pero ellos mismos hablancastellano, ingls, alemn, francs e italiano y sus categoras de anlisislas obtienen de Kant, Aristteles, Platn, Spinoza, Descartes, Hobbes,Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, Voltaire, Marx, Hume o Ricardo! Es elsinsentido de una razn extraviada.

    Cmo entender el realismo mgico, la concepcin centro-peri-feria, la teora de la dependencia o el colonialismo interno? Ellos sonejemplos de originalidad intelectual y no por ello han dejado de recurrir

    ni de utilizar los aportes de los clsicos, y cualquier clsico, para acotary mostrar los vnculos entre desarrollo histrico y realidad concreta enel marco de un mundo donde hay mltiples racionalidades y maneras deconstruirla, no un patrn ni una racionalidad inmanentes. El rechazo dela razn cultural de Occidente por dominante no es lo mismo que criti-car la racionalidad del capitalismo, su instrumentalizacin y su controlpor la lgica de la modernidad. Hacerlo es caer en lo criticado y muestrade una falsa erudicin, propia de un mundo posmoderno que imponeagendas, define temas y se apodera del discurso. Ese es el autntico

    colonialismo cultural. Por ello, es necesario reabrir el estudio de las es-cuelas, tendencias y corrientes del pensamiento social latinoamericano.El problema consiste en establecer las prioridades a la hora de construir

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    la agenda y no de descartar conocimientos. En ello reside el valor heurs-tico de la teora y el desarrollo democrtico del conocimiento.

    Las rupturas en las formas de actuar y pensar deben articular

    nuevos principios de explicacin. No puede ser de otra manera. La crea-cin de las vanguardias, los movimientos arquitectnicos, pictricos, li-terarios, de las ciencias de la vida, de la materia o sociales de una razncultural impregnan el manto donde actan. Los valores, las formas deconcebir el mundo, el idioma dominante, por ejemplo el castellano y sugramtica, articulan una manera de controlar y dirigir el mundo. As,Amrica Latina participa del proceso, lo define, reorienta y transformaproponiendo opciones y proyectos capaces de revolucionarlo. Su hori-zonte histrico ubica el cambio social dentro de dichos marcos concep-tuales. El mejor ejemplo lo constituye el Ejrcito Zapatista de LiberacinNacional (EZLN). Por una parte, reivindica en su lucha especfica lanza-da el 1 de enero de 1994 en su conocido Ya basta! el trabajo, la tierra,el techo, la alimentacin, la salud, la educacin, la independencia, lalibertad, la democracia, la justicia y la paz en una batalla por la dignidady el reconocimiento de los derechos histricos, sociales, polticos, cultu-rales y tnicos de los pueblos indios de Mxico. Pero, al mismo tiempo,se compromete con la crtica y lucha por evitar la crisis del planeta, elproceso de deshumanizacin y la explotacin mundial del capitalismotransnacional. Su propuesta es anticapitalista y su prctica une ambosfactores, hoy reconocidos en su forma de hacer otra poltica.

    Recrear la teora social en Amrica Latina se ubica en dicho ar-gumento. Parafraseando a Jos Mart, es tan necesario saber la historiade Grecia y Roma como lo es estudiar la de los pueblos maya, azteca,inca o mapuche si se aspira a alcanzar una cabal comprensin de lasestructuras sociales, de la realidad histrica y de las formas del poder ennuestra Amrica. Se trata de lograr la interseccin y conexin entre lossaberes y las formas que han dado lugar al desarrollo del pensamientosocial latinoamericano en su lucha por enfrentar tericamente su cen-

    sura. Rescatar los referentes del pensamiento crtico e incorporar losdiferentes autores estadounidenses, asiticos, africanos, europeos quehan aportado al debate latinoamericano. En esta lgica, se ha intentadoreconducir los debates sin encasillar a los autores; lo contrario sera ti-rar piedras sobre el propio tejado. Se trata de recuperar y proponer unalectura para enfrentar nuevos retos y resolver viejas preguntas.

    Los trabajos incluidos son parte del Curso de Formacin Conti-nua dictado en el Campus Virtual del Consejo Latinoamericano de Cien-cias Sociales (CLACSO) durante tres cursos acadmicos (2001-2004), a

    peticin de su Secretara Ejecutiva, en ese momento dirigida por AtilioBoron, bajo el ttulo genrico deEstructuras sociales y de poder.Fue-ron diez clases de las cuales se recogen ocho para la presente edicin.

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    Durante estos aos las clases permanecieron intactas y casi sin modi-ficacin, pero la recepcin favorable de los estudiantes y la peticin detransformarlas en un libro hizo que fueran cambiando de formato hasta

    mutar en captulos de libro. As, lo que el lector tiene en sus manos es lapuesta al da del Curso y las clases, divididas en dos secciones: la espe-cfica de la teora social y la correspondiente al anlisis de la estructurasocial y de poder en la sociedad oligrquica. Sabedor que siempre essuperable, la segunda parte muestra ms dficits que la primera, porello tiene ms apoyo de bibliografa y un llamado a lecturas colaterales,misma dinmica que se sigui durante el tiempo que se dict el Curso.

    Ahora, como siempre, no quiero dejar de mencionar que esta pu-blicacin no habra sido posible sin el esfuerzo intelectual de quien meacompa durante ese tiempo, hoy fuera del mbito universitario, peroen aquellos das una apasionada de la sociologa y las ciencias sociales(que espero no abandone aunque la vida la lleve por otros derroteros),Sara Martnez Cuadrado, de quien conservo su amistad y su tesis doc-toral, an inconclusa. Tampoco puedo dejar pasar la oportunidad paramanifestar una deuda de gratitud ahora transformada en amistad conGabriela Amenta, coordinadora del Campus Virtual de CLACSO, apoyopermanente y estmulo constante, quien hizo posible superar escollos ylogr que las clases fueran un xito. Nunca vi tanto amor por su labor ypor la docencia, smbolo de una persona ntegra. Gracias a ella este libroes posible; su tesn y aliento me llevaron a reescribirlo en tiempo detormentas internas. Me queda una persona que me apoya con su crticamadura y recordatorio tico, y en esta ocasin solventa la parte tcnicade la edicin que present a CLACSO para su publicacin: Tala, mi hija.Prxima a culminar sus estudios de derecho y ciencias polticas, dedicparte de su tiempo a transformar clases en captulos y me llam igno-rante informtico, cosa que soy. Como tampoco espera que la mencione,mis reconocimientos para mi compaera que sigue aportndome esatranquilidad necesaria para el estudio y la reflexin. Queda por ltimo

    la dedicatoria. Esta es para los estudiantes. Todos quienes participaronactivamente durante tres aos de las lecturas, los correos electrnicos ylos debates. Ellos reciban mi agradecimiento por sus crticas y por lossilencios tediosos a los cuales los someta por largos tiempos. Seguroque si leen esta introduccin se sentirn identificados. Gracias a todos.

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    LA REALIDAD LATINOAMERICANA est maldita porque form partedel capitalismo colonial. Nostalgia de no ser pases imperialistas. Nega-mos la historia de los pueblos y comunidades indgenas y los devolvemosa la vida para corroborar las tesis racistas que recalcan su incapacidadpara apoyar las fuerzas del progreso. En el mejor de los casos, los pre-sentamos como subculturas o imperios que explotaban y sojuzgaban asus iguales. Pueblos guerreros y despticos. Con este mito, la sociedadblanca mestiza ladina colonial y los estados-nacin del siglo XIX reali-zan su proyecto de dominacin y explotacin. Su legitimidad deviene

    de imponer un orden fundado en la civilizacin occidental cuyos valo-res son las libertades individuales y el progreso cientfico-tcnico. As,explicamos el capitalismo colonial como un mal menor que fue capazde poner la primera piedra para la construccin de un edificio dondeasentar los valores de la civilizacin catlica, apostlica y romana. Deesa manera, se deja intacto el proceso de destruccin y expoliacin alque fueron sometidos los pueblos indios por el poder regio y el posteriororden republicano.

    La frustracin de no ser europeos, de no compartir sus virtudes y

    grandezas, nos carcome. No hemos sido capaces de construir historia,por ello repetimos y reproducimos la de otros. Amrica Latina existecomo apndice de los cambios y transformaciones que se suceden a ni-

    Captulo I

    LAS MALDICIONES DE PENSAR

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    vel mundial. Es esta maldicin la que se encuentra presente en la formade construccin del pensamiento social latinoamericano.

    Cada cierto tiempo nos apegamos a nuevos paradigmas que sue-

    len reinterpretar nuestra historia, y son muchos los que se regocijan enello. Primero al liberalismo poltico del siglo XIX, luego al keynesianis-mo y ahora a la posmodernidad, la globalizacin y el liberalismo socialde nuevo cuo. Tambin le cabe un lugar al debate sobre el socialismo yla revolucin social. Todo emerge como una mala copia de los procesosimpulsados en el Primer Mundo. No hay tiempo para digerir los pro-cesos, para separar el polvo de la paja, para establecer y pensar en lasdiferencias histricas. Todo parece un despropsito. Se quiere tener unLenin y revivir la Revolucin Rusa, crear un partido a imagen y semejan-za del bolchevique, as no queda tiempo para comprender la historia dela Revolucin Mexicana, la guerra hispano-cubano-norteamericana o lahistoria de las luchas de Sandino, salvo cuando triunfa cuarenta aosms tarde un Frente de Liberacin que lleva su nombre.

    Todo ello somete la realidad latinoamericana a discusiones quehan derivado acerca de la condicin subalterna en la que existimos. Sifusemos ms inteligentes, estaramos en condiciones de romper el sub-desarrollo. La tensin del pensamiento se pone en verificar hasta qupunto realizamos las reformas necesarias para no perder el tren del pro-greso y estar por fin a las puertas del ansiado crecimiento econmico quenos lleve a la gloria de la modernizacin y transformacin tecnolgica.

    Lo anterior requiere ser baado en un discurso pragmtico y co-herente que recuerde el dficit de modernidad en que se encuentra elcontinente. Pecados y maldiciones que impiden una rpida ubicacinen el nuevo mundo globalizado. Continuamente se llama la atencin ano repetir las experiencias que se han mostrado esquivas y reticentesa la marcha del universo. Ni populismo, ni desarrollismo, ni locurasizquierdistas, ni pensamiento crtico, ni siquiera pensar. Slo actuar enla lgica racional de Occidente y su proceso de transnacionalizacin del

    capital. Somos pecadores y debemos vivir como tales. Las oportunida-des para salir del pozo en que nos han dejado sumidos las viejas ideasde un proyecto propio deben dejar paso a una visin amplia capaz derecoger lo mejor de las transformaciones que presenta la globalizacinproductiva. En este orden, el pensamiento reaccionario propone unproyecto social sin un contenido tico y moral limitado a la economade mercado. Los aprendices de brujo se transforman en vendedores deperfumes que acaban por dormir la conciencia y el juicio crtico. Porconsiguiente, los intentos por romper esta visin son puestos en el esca-

    parate de las propuestas utpicas.De tal guisa, pensar alternativamente se menosprecia y se reduce

    a un esfuerzo intelectual de academia sin operatividad poltica. A partir

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    de ese instante, emerge una especie de sincretismo terico donde seunen pensadores y pensamientos dismiles sin conexin posible. En unmismo saco caben positivistas, liberales, conservadores, nacionalistas,

    antiimperialistas y tambin socialistas, demcratas, radicales, comu-nistas y anticapitalistas. Bolvar, Sarmiento, Mart, Maritegui, Allende,Che Guevara, Torrijos, Sandino, Pern, Velasco, Fidel Castro, Crdenas,Arbenz, Goulart o Vargas son presentados sin vnculos con su realidad.Todo da igual. As surgen debates y discusiones tericas que empiezan yterminan en lugares comunes, y los problemas no se superan. Las cien-cias sociales entran en un impasseque transmuta el conocimiento por labsqueda de datos empricos que sustituyen el argumento o, peor an,son los datos la expresin de las ciencias sociales. El Latinobarmetrose ha convertido en el santo grial de la ciencia poltica; ya no es unaherramienta, es la ciencia en s misma. Lo que no se puede medir no esconocimiento y por ende debe ser desechado. Aqu radica la maldicinde la sociologa latinoamericana. Buscar una relacin que determineque un 2% de Estado ms un 70% de participacin electoral y un 45%de libertades individuales hacen un 90% de gobernabilidad es el resul-tado esperpntico que hoy presenta la sociologa y la ciencia poltica enAmrica Latina. Cuestin que, no hay que olvidarlo, tambin provienedel nuevo pensamiento dbil.

    Quizs lo ms inmediato sea recuperar la sensatez, abrir la puertay dejar salir el imperialismo cultural que ha impuesto un pensamientodbil sobre lo que Anbal Quijano denomin seeramente la coloniali-dad del saber. Se trata de no confundir la capacidad explicativa de losconceptos y categoras de las ciencias sociales, de sus tericos, de suhistoricidad, de los procesos histricos donde se desarrollan y la ideo-loga que los contiene, como de los valores en los cuales se encuentraninmersos. No es un problema de neutralidad valorativa de las ciencias,ms bien es de articulacin de un lenguaje y de una semntica desde lacual comprender los fenmenos histricos, separando mtodo, coyun-

    tura, sentido y contexto.Un ejemplo de esta maldicin, si la proyectamos en Amrica

    Latina sobre la ley de gravitacin universal, presupondra discutir acer-ca del color, tamao y forma de la manzana que le cay a Newton en lacabeza. Distincin que ubicara a la manzana latinoamericana, sin decirpor qu, en una situacin de inferioridad por diferencia cualitativa. Lamanzana de Newton era roja y no verde, no pesaba 100 sino 150 gramosy su forma no era del todo redonda. Diferencias que permiten concluirque la ley de gravitacin universal no funciona bien en nuestro conti-

    nente. En cualquier caso, no se podra establecer una relacin entreprincipio explicativo y conocimiento terico. Para que la ley se cumplahay que producir manzanas newtonianas, de lo contrario la ley de gra-

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    vitacin se cumplir a medias y seremos un apndice del conocimientoproveniente de la mecnica clsica imperial.

    Este ejemplo, llevado al campo de las ciencias sociales en Amrica

    Latina, tiene un correlato: Amrica Latina no cre los conceptos y cate-goras fundacionales en las ciencias sociales; por ello, el conocimientode su realidad debe primero reproducir las condiciones sobre las cualesse asienta la Revolucin Industrial, el proceso de modernizacin y decambio social.

    La maldicin emerge. La sociologa en Amrica Latina se com-prende como una recepcin del cuadro de mando que ubica la historiaen una direccin que hay que venerar y desde la cual ofrecer una res-puesta adecuada. La capacidad crtica, fuente de todo pensamiento, esmarginada como factor relevante en el mbito terico de discusin enlas ciencias sociales. De aqu que la dificultad de acercarse a compren-der nuestras estructuras provenga del rechazo a la explicacin de unmtodo selectivo capaz de incorporar aquellos conceptos previamenteelaborados y validados por la ciencia.

    El obstculo sistemtico de una sociedad atrasada se radicaen un momento esencial: su propio conjunto de determina-ciones la hace incapaz de volverse sobre s misma, las propiasevasiones y fragmentaciones cognoscitivas aqu son como una

    prolongacin del desconocimiento de esas determinaciones,las compensaciones son el principio y el fin de todos sus mo-dos de conciencia y, en general, se puede decir que es unasociedad que carece de capacidad de autoconocimiento, queno tiene los datos ms pobres de base como para describirse.Con relacin a su propio ojo terico esta sociedad se vuelve unnomeno (Zavaleta Mercado, 1979).

    El conocimiento de la realidad social es visto como un pndulo que os-cila entre la sociologa emprica y la sociologa crtica, pasando por la

    sociologa de la praxis o posmoderna. Es decir, todo cabe en una expli-cacin que hace coincidir los tiempos de oscilacin del pndulo con losmomentos de velocidad del mismo. La interpretacin queda subsumidaa aceptar mecnicamente el movimiento sugerido por el pndulo. No esposible una ruptura, slo cabe acortar o ampliar el tiempo del movimien-to que mecnicamente realiza la bola pendular. Plantearse su ubicacin,su capacidad de oscilacin, las determinaciones que hacen posible expli-car su especificidad no entra en el campo de condiciones sobre las cualesdebe iniciarse la discusin para explicar su funcionamiento.

    El pensar que las ciencias sociales y en concreto la sociologa, enAmrica Latina, se inician cuando se recibe el cuadro terico-metodo-lgico que le proporciona el estatus de ciencia es tener una concepcin

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    estrecha. Fue Durkheim quien afirm que Aristteles era el primer so-cilogo, estableciendo una lnea argumental donde no hay distanciasentre ensayistas y socilogos profesionales. De seguir la propuesta ins-

    titucional, se termina por excluir a Marx, quien no posea ttulo. Resultaindudable que hacer ciencias sociales y sociologa va ms all de poseerun ttulo universitario, y no puede caerse en un reduccionismo academi-cista. Pero la visin de hacer sociologa desde la racionalidad capitalistade la sociedad occidental est presente en el conjunto de las cienciassociales en Amrica Latina. Jos Mart o Jos Carlos Maritegui no eransocilogos, por tanto sus anlisis, aunque posean una gran capacidadde explicacin de la realidad social latinoamericana, no se fundamentanen un conocimiento racional propio del mtodo cientfico. La sociologacomo ciencia social concreta comienza con Max Weber.

    La pasin por la integracin de la sociedad y la idea de quesu integracin es fundamentalmente efecto de un proceso in-telectual, un hecho de conciencia y de ciencia, ha sido el hiloconductor de la sociologa. No obstante sus variaciones deperspectivas heursticas, nfasis conceptuales, construccio-nes metodolgicas, intereses ideolgicos, posturas polticas,la constante de la integracin social es propia de sus padresfundadores franceses: Saint-Simn, Comte, Durkheim. Per-

    manece en su fundador alemn Max Weber y en su fundadornorteamericano, Talcott Parsons. Se repite en Mxico, desde loscientficos Gabino Becerra y Justo Sierra, hasta su cultivo sis-

    temtico a partir de los aos cuarenta, marcado terica y meto-dolgicamente por la recepcin que los socilogos mexicanoshacen del positivismo francs, el materialismo histrico mar-xista y el estructural-funcionalismo norteamericano (AguilarVillanueva, 1987: 132).

    La sociologa, transformada en un anlisis del poder, del cambio social,

    de la racionalidad del orden y de las formas como sociologa comprensi-va de la accin social no mir hacia Amrica Latina como una anomala.Pero sus hacedores empiristas y del marxismo vulgar la transformaronen caricatura. En la regin, sus categoras eran una parte del problema.Las ciencias sociales no eran ciencias sociales, fueron vistas con receloy se consideraron parte de un sistema de dominacin poltica. Se estig-matiz a Weber y se demoniz a Marx; en definitiva, se intent mataro encarcelar al mensajero. La sociologa se redujo a una sociologa delcambio social, del orden, del poder o del desarrollo. Esta es otra de las

    maldiciones que recae sobre el pensamiento social latinoamericano.En este sentido, se han reproducido esquemticamente debates,

    problemas e interpretaciones originales posmodernas de la ciencia so-

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    cial inglesa, americana, francesa y alemana. Se trata de una situacinincomprensible. Se fundamentan anlisis sin realidad, que impiden veraquello que constituye conocimiento formativo. A partir de aqu surge

    un dogma que slo genera productos de moda en funcin de autores. Noexiste un intento de rescatar el pensamiento terico de los autores clsi-cos y situarlos en el contexto latinoamericano; el resultado es grotesco.La realidad social en Amrica Latina se construye como una realidadinconclusa. Es deficitaria. Nos sobran dictaduras y nos faltan demo-cracias. Hay ausencia de modernizacin y exceso de tradicionalismo.Existimos por dficit o por exceso, no como somos.

    No existe una verdadera clase dirigente en Amrica Latina, nisiquiera en Monterrey o en So Paulo. La nica figura verda-

    deramente modernizadora en el continente es la de las grandesempresas industriales o financieras pblicas: Nacional Finan-ciera, Petrobras, Corfo, por dar slo unos cuantos ejemplosdel ms alto nivel. Toda Amrica Latina sigue careciendo deempresarios nacionales, de la investigacin tecnolgica y dela inversin productiva en general. Por su parte los elementosrevolucionarios son ms dbiles de lo que parece indicar suinmensa popularidad. Las acciones del Che no tuvieron ma-yor influencia porque eran desesperadas y no provocaron ms

    que fracasos en el continente. El modelo cubano, cualquieraque sea el juicio que se aplique, de hecho sigue siendo exte-rior a Amrica Latina, mientras que el movimiento sandinistaestuvo casi constantemente dividido entre un leninismo detipo castrista y un populismo muy radical que ha terminado,con Ortega, por integrarse al modelo latinoamericano, aunqueslo despus de un espectacular fracaso econmico e inclusopoltico (Touraine, 1993: 36).

    Y en otro trabajo:

    En Amrica Latina, la poltica precede a las realidades eco-nmicas y a las fuerzas sociales. Esto aproxima a los paseslatinoamericanos con los pases eurolatinos, como Francia,Italia y Espaa. Pero lo que ms asombra en Amrica Latinaes la gran desarticulacin de la vida intelectual y de la vidasocial o hasta poltica [] Adems de la dualizacin y la desar-ticulacin, el rasgo ms importante de la vida poltica y socialdel continente es la ausencia de separacin entre vida pblica

    y vida privada. Lo que opone claramente a la Amrica Latinafrente a la Europa occidental y Amrica del Norte industriali-zadas (Touraine, 1989).

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    Es decir, cuando no nos parecemos a Japn o Indonesia, a Francia oItalia, o a Estados Unidos, o se es la Suiza de Centroamrica o la Sue-cia del Cono Sur, no somos nada. Nuestras burguesas son lumpem-

    burguesas; nuestro proletariado es lumpemproletariado; el desarrollo,subdesarrollo; la Revolucin Industrial, proceso de industrializacin;la Revolucin Burguesa, modernizacin poltica. Todo encaja como laspiezas de un puzzle.

    En ser buenos imitadores, en calcar los procesos histricos deconocimiento y de globalizacin productiva, radica el xito. Cuandono se reproduce, surge lo imprevisto, la anomala de Amrica Latina. Ytan anmala resulta ser la Revolucin Mexicana, como la RevolucinCubana, la Unidad Popular en Chile, Lula en Brasil, el sandinismo enNicaragua, el EZLN en Mxico, el MAS en Bolivia, Correa en Ecuadoro Hugo Chvez en Venezuela. En otros trminos, lo que sucede a partirde las condiciones estructurales sobre las que se asientan el desarrolloy la configuracin del sistema de explotacin y dominacin en AmricaLatina es un exceso o un dficit. As se apostilla; es mejor dejar de lado lahistoria, la memoria, la trayectoria poltica, social, econmica y culturalpropia. No tienen razn de ser en tiempos de globalizacin; son un las-tre. Constituyen el pasado, hay que insertarse en las grandes tendenciasdel cambio social y la modernidad, ahora precedida del post.

    La maldicin sugiere una interpretacin donde la especificidadde las estructuras de explotacin y de dominio no termine por cues-tionar el orden imperante. Las formas de anlisis han buscado dejarintacto un sistema de explicacin y argumentacin sustentado en lafalacia de ser las ciencias sociales y la sociologa el resultado de unainstitucionalizacin acadmica del conocimiento social.

    As, las ciencias sociales seran una suma de tcnicas y mtodosde investigacin cuya finalidad se encuentra en solventar los procesosde racionalidad poltica, cambio social y modernizacin econmica. Alos problemas de pensar una sociologa disminuida y postrada en silla

    de ruedas, necesitando alguien que la empuje o de mandos para movi-lizarse, se le une la direccin del esfuerzo. Amrica Latina se ha con-vertido en un laboratorio de pruebas de aprendices de brujo que hacensus primeros trucos donde obtienen fama y xito a base de encandilarcon interpretaciones que luego descartan o rectifican y que nunca pro-ponen en sus respectivos escenarios naturales. Me estoy refiriendo a larecepcin de socilogos.

    Los inicios de la sociologa coinciden con el surgimiento de soci-logos cuyas propuestas se realizan a partir de establecer lneas de compa-

    racin negativa con sus sociedades de procedencia. Sociedades duales,etapas de crecimiento, feudalismo. Surge un doble problema. Es precisoluchar contra tpicos y simplificaciones que derivan, la ms de las veces,

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    de concepciones donde la historia de Amrica Latina apenas est presen-te y, cuando lo est, es para corroborar tesis acerca de la inferioridad, lafalta de racionalidad, la inacabada construccin del orden, etc. Somos

    productores de defectos sociolgicos y monstruos polticos.La afirmacin anterior no intenta negar las aportaciones de ordenterico que supone el desarrollo del conocimiento y la teora sociolgi-ca. Por el contrario, busca separar aquello que pertenece al acervo delas ciencias sociales de las interpretaciones producidas por cientficossociales que hacen de Amrica Latina un campo para elaborar un tipode conocimiento que guarda relacin con sus fantasmas tericos.

    Lo ms negativo es que se pierde tiempo discutiendo. Una guerrade propuestas acompaada de una recepcin de lecturas que no se sabepor qu razn hay que realizar o a qu motivo responden. La formacindel pensamiento sociolgico se transforma en un acumular datos, citasy textos cuya lectura slo tiene como objetivo el hacer ms fuerte la eru-dicin del ensayista y producir una mejor y mayor cantidad de trabajospara su carrera acadmica. A una cita le sigue otra hasta el infinito.Cmulo de citas que pierden efectividad al ser separadas del contextoen el cual cobraron vida.

    En ltima instancia, la ciencia socialest constituida por doselementos: un mtodo de investigacin, de anlisis, de orde-

    namiento, de interpretacin y unos resultadosde la aplica-cin del mtodo. Uno de los ms graves errores cometidos enel mbito de diversas corrientes de pensamiento ha consistidoen no ver y comprender estos elementos como expresiones deuna realidad histrica (tiempo y espacio), asignndoles unos

    valores absolutos. El mtodo aparece as como un recetarioartificial y abstracto de las formas del conocimiento social, y los

    resultados de su aplicacincomo una dogmtica [] El libera-lismo lleg a la Amrica Latina como una dogmtica [] pero

    el marxismo tambin. Sin una capacidad de comprensin delmarxismo como mtodo crtico de pensamiento, la inteligen-cia hertica de la Amrica Latina, despus de la primerapost-guerra, slo poda tomar el marxismo como un cuerpointangible de dogmas,resultado de la aplicacin del mtodoen las formaciones capitalistas ms desarrolladas. As secon-figur el fenmeno de la transfiguracin, de un pensamientocrtico en una escolstica de izquierda (Garca, 1972: 5).

    Esta forma maldita que nos acompaa no ha dejado de mostrar su per-

    durabilidad en el tiempo. Hemos estado discutiendo con gigantes debarro que al desmoronarse nos dejan sin enemigo visible. Pero la mal-dicin tiene su lgica. Por inercia, produce nuevos gigantes y ms gran-

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    des. No son molinos de viento, son nuestras propias formas de articularel debate lo que trae consigo el xito de la maldicin.

    Sin embargo, ser dentro de la corriente intelectual, concep-

    tualizada por Antonio Garca como escolstica de izquierda, donde lamaldicin se hace ms firme. Ellos radican fuera del continente y suexperiencia latinoamericana ha servido para su mejor ubicacin en susrespectivos escalafones administrativos de los organigramas de las ca-rreras profesionales individuales. No por ello dejan de hacer visitas parapresentarnos las ltimas novedades sobre las cuales estn investigandoo desarrollando sus virtuosos trucos de magia.

    Andr Gunder Frank se convirti en el terico del desarrollo delsubdesarrollo para hacerse un mea culpay terminar en el desarrollo po-sible; Regis Debray hizo la revolucin en la revolucin y luego la crticade las armas; Jaques Lambert dualiz las sociedades latinoamericanasy luego las transform en feudales; Alain Touraine pas de ser tericodependentista en Brasil y Chile con un texto cuyo ttulo se inicia conlas voces Las sociedades dependientes... a concluir lacnicamente en1992 que el dependentismo haba sido el insumo ms nefasto de lasideologas de las diferentes luchas armadas (Touraine, 1993). ManuelCastells beatific los movimientos sociales, los hizo revolucionarios yluego desde Berkeley desconoce su etapa marxista para negar el anli-sis de clases sociales. Hoy, son los tigres asiticos y las nuevas tecnologassu preocupacin intelectual. La nueva izquierda es pues el resultado dela vieja escolstica dogmtica que vive, an hoy, a costa de sus trabajosque ahora desconocen como parte de su historia intelectual.

    La descripcin es un sntoma de cmo se articula la maldicinen Amrica Latina. No se trata, como bien sealara Agustn Cueva, dehacer culminar nuestra crtica con la creencia chovinista-populista deque para conocer la realidad latinoamericana es necesario inventar unateora propia, rompiendo lanzas contra todos los conceptos tildados deeurocentristas (Cueva, 1979a: 77). Afirmacin a la que aadira que

    tampoco se busca eliminar las aportaciones tericas de cientficos so-ciales no latinoamericanos con el fin de potenciar de manera pueril a loscientficos sociales del continente. Se procura poner en evidencia, comolo hace Florestn Fernandes, los lmites de una sociologa que se realizacomo tema y no como problema terico a resolver.

    El seguidismo intelectual de las corrientes en boga es uno de loslmites que tienen que superar las nuevas generaciones de cientficos so-ciales latinoamericanos que se ven enfrentadas a resolver problemticasque son ms un ejercicio de malabarismo intelectual que expresin de

    preguntas realizadas desde la realidad que los configura.Otro de los graves problemas del que somos vctimas es que las

    ciencias sociales han sido realizadas, la ms de las veces, por quienes

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    han tenido un doble vnculo con la academia y el quehacer terico. Estedoble vnculo es otra de las peculiaridades que mantiene viva la maldi-cin sobre el pensamiento social latinoamericano. As, se radicalizan en

    la academia y se domestican en la poltica. En ocasiones hablan desde elplpito de la poltica contingente, y en otras, desde el silln de escritoriode los despachos de las universidades. De esta forma, el resultado es uncontinuo vaivn de dimes y diretes que responden a coyunturas polticasms que a cambios sociales de las estructuras de poder y explotacin.Mltiples ejemplos hay que corroboran lo afirmado.

    Si comenzamos por el final del camino, podemos tomar el casode Brasil. Fernando Henrique Cardoso, ex presidente de ese pas, fueuno de los creadores de la teora de la dependencia: su crtico msmordaz, Francisco Weffort, se convirti en su ministro de Cultura. Perotambin Luciano Martins o Helio Jaguaribe han participado de gobier-nos socialdemcratas, liberales, neoconservadores en Brasil. Lo comnes que se renuncia a la elaboracin terica o se reniega de lo producidointelectualmente en los perodos de receso poltico. As, la sociologalatinoamericana se hace a retales y en situaciones que son el resultadode golpes de Estado, exilios o depresiones personales por no ser pre-sidente o ministro. Chile es otro caso singular. Quienes ms desarro-llaron las crticas al proceso de refundacin del orden realizado por ladictadura militar en el terreno poltico, econmico, cultural y social nohan dejado de alabar el fin del tradicionalismo en la poltica en Chile.Los ms destacados socilogos antiliberales en la poca de Pinochetse han transformado en sus mximos defensores a tiro pasado. Valgancomo ejemplo Ricardo Lagos, lvaro Briones, Alejandro Foxley, CarlosOminami o Jos Miguel Insulza, actual secretario general de la OEA.Desde demcratacristianos hasta socialistas y comunistas han variadosu crtica terica a la hora de ocupar puestos de responsabilidad polti-ca en los gobiernos de Patricio Alwyn, Eduardo Frei o Ricardo Lagos.Argentina, Uruguay o Per no se quedan atrs. De tericos a diputados

    y asesores presidenciales.Las ciencias sociales resultan ser un momento que permite situar-

    se acadmicamente en tanto que se est fuera de la arena poltica. Perocuando surge la opcin de ejercer polticamente una responsabilidadpblica se renuncia, quin sabe por qu, a los anlisis que se realizaron.Esta situacin crea un vaco terico que es llenado por discursos aleato-rios que tienden a negar lo dicho y a afirmar todo lo contrario. Dondedije digo, digo Diego. Esta situacin, que en principio no debera sernegativa si aceptamos que no hay por qu renunciar a la accin poltica

    como ciudadano y miembro activo de la sociedad nacional, s resultaun contrasentido cuando ello se produce a expensas de renunciar a loplanteado desde la razn crtica.

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    Un caso tpico en este sentido lo constituye Jorge Castaeda, quepas de ser un ferviente leninista y dependentista a un ardiente defen-sor del neoliberalismo social como ministro de Asuntos Exteriores de

    Vicente Fox. As escriba en 1978 en un ensayo compartido con EnriqueHett,El economismo dependentista.

    Que tericos de izquierda asignen a una produccin capita-lista la nacionalidad de primitivo es una prueba ms de supermeabilidad al derecho burgus y de su respeto por la pro-piedad privada. Si las compaas extranjeras repatran bene-ficios, no es gracias a un supuesto Derecho que les dara suinversin primitiva sino al dominio de las transnacionales so-bre sus propias inversiones (Castaeda y Hett, 1978: 19).

    En un alarde de crtica leninista a Gunder Frank y a los tericos depen-dentistas, apuntan:

    Los efectos de la dependencia en Lenin no son los mismosque en las teoras de la dependencia: esta diferencia rige paratodas las dems. Sus efectos en el caso de Lenin son efectos dedominacin sectorial y coyuntural. Para los dependentistas, ladependencia es constitutiva; para nuestro autor no slo no esconstitutiva sino que es efecto de la existencia de relaciones

    capitalistas, de flujos capitalistas cuyos efectos son el desarro-llo (desigual, contradictorio) del capitalismo cualesquiera quesean sus repercusiones en la competencia capitalista y en elaspecto de dominacin que conlleva [] Para quien ha ledocon atencin los textos de Lenin es imposible confundir estasdos nociones de dependencia (Castaeda y Hett, 1978: 67).

    Pero la cosa no termina aqu:

    En un rgimen capitalista, si no hay relaciones sociales de pro-

    duccin, si no hay clases sociales, los conflictos se reducen aconflictos entre hombres. La explotacin es as un robo; el po-der, una usurpacin. Se combaten los abusos originados por lasituacin histrica de la propiedad privada y de la dependencia,desaparecidas estas y con ellas abusos, usurpacin y despojo,nada se interpone entre los hombres. Estn desnudos frente ala naturaleza. No se enfrentan ms que a los problemas tcni-cos que plantea su explotacin. La exclusin de la poltica es lairrupcin de la tecnocracia. La afirmacin del humanismo intro-

    duce el socialismo como imperio del economicismo. La esenciadel socialismo de la dependencia es el desarrollo de la economapara el bien de la humanidad (Castaeda y Hett, 1978: 84-85).

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    Con estas crticas no se salva ni el socialismo, ni Lenin ni Marx. Pero losautores se convierten en los ms frreos defensores de la ortodoxia te-rica. Las interpretaciones correctas son las suyas. Quince aos despus,

    en 1993, ya en solitario, Castaeda escribe otro trabajo con las mismaspautas descalificadoras que en el anteriormente descripto: La utopadesarmada. Cundo hay que creerle? Hoy es un poltico afincado en lostiempos del liberalismo social y se maldice a s mismo, con una nota apie de pgina, donde se reconoce pecador marxista-leninista. La luz leha llegado y la revelacin le pertenece.

    Los ejemplos pueden repetirse, pero basta sealar el del actualministro de Asuntos Exteriores de Chile del gobierno de la socialistaMichelle Bachelet, el demcratacristiano Alejandro Foxley:

    Pinochet realiz una transformacin, sobre todo en la economachilena, la ms importante que ha habido en este siglo. Tuvo elmrito de anticiparse al proceso de globalizacin que ocurriuna dcada despus, al cual estn tratando de encaramarse to-dos los pases del mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa esuna contribucin histrica que va a perdurar por muchas dca-das en Chile y que, quienes fuimos crticos con algunos aspectosde ese proceso es su momento, hoy lo reconocemos como unproceso de importancia histrica para Chile, que ha terminado

    siendo aceptado prcticamente por todos los sectores. Ademsha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues termincambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, nopara mal. Eso es lo que yo creo, y eso sita a Pinochet en la his-toria de Chile en un alto lugar (Foxley en Portales, 2000).

    Como observamos, los debates tienen nombres y apellidos, cuestin quedificulta an ms la crtica terica, ya que en este sentido amistades yvnculos afectivos terminan por evitar cualquier tipo de quiebre en lasrelaciones personales. Las crticas se realizan en pequeos comits y

    no salen a la luz; quienes lo intentan se transforman en malditos y sonapartados de la discusin. El discurso se hace plano. La responsabilidadterica da paso a un conformismo que acaba por hacer de las cienciassociales una charla de cafs y tertulias periodsticas y televisivas.

    Desde luego, la maldicin ha tenido pensadores herejes. No tantopor ser despreciados, sino porque sus trabajos no han formado parte dela discusin y formulacin de la sociologa hegemnica. Tericos que alromper la maldicin ponen en evidencia los lmites estrechos sobre loscuales se han ido tejiendo las argumentaciones que sostienen y hacen

    posible que la maldicin se reproduzca. Son cientficos sociales que notransitan ni deambulan de las ciencias sociales a la poltica y de esta alos despachos de ministerios. Su pensamiento est ligado a la actividad

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    docente o de investigacin sin pretender un espacio distinto de aquelque constituye la tica del compromiso y la responsabilidad terica conlos principios defendidos. No importa que su saber sea adscripto a la

    escuela conservadora, marxista, neomarxista, anarquista, estructuralis-ta o posmoderna. Los identifica su continua dedicacin a la formacindel conocimiento social latinoamericano. As, sus debates se insertan enuna dinmica ms profunda e independiente de su adscripcin poltica,manteniendo una honestidad intelectual sobre la cual fundamentan susproposiciones tericas. En algunos casos han participado polticamenteen sus respectivos pases, pero han abandonado el espacio poltico encuanto que sus contradicciones los han hecho decidir entre interesesinmediatos y su razn tica.

    No hablamos de pureza de raza terica, eruditos o cientficos lo-cos desconectados del mundo. Por el contrario, se encuentran apegadosa un compromiso social con el anlisis de su realidad y su problemticaconcreta. Su ortodoxia se expresa en la articulacin de propuestas quese adhieren a principios de explicacin cuyas causas no se hallan fuerade Amrica Latina o en el seguimiento de modas acadmicas. Su hete-rodoxia responde a un continuo reexamen de sus propuestas y a una ca-pacidad crtica capaz de lograr un avance en el conocimiento social noapegndose a crticas ideolgicas dependientes de propuestas polticas.

    Sus textos se recuperan como expresin acabada de un pensamientotico no pragmtico. Su lectura no se recomienda y, si por algn motivose realiza, es para mostrar que altos niveles de teora llevan a una diso-lucin prctica de la capacidad de actuacin poltica.

    El pensamiento hereje en las ciencias sociales latinoamericanasse encuentra en todas las disciplinas y es el verdadero artfice del desa-rrollo del conocimiento social de la realidad latinoamericana. Ms quepadres fundadores, son cientficos sociales apegados a la terquedad deun pensamiento fundamentado en sus convicciones y no a desarrollar

    una lgica apegada a los designios y apetencias del poder.Baste como ejemplo los casos de los ya desaparecidos AgustnCueva, Ren Zavaleta Mercado, Pedro Vuskovic, Silva Michelena, SergioBag, Gerard Pierre Charles, Julio Csar Jobet, Celso Furtado, OctavioIanni, Gregorio Selser, Alberto Flores Galindo, Florestn Fernandes,Ricaurte Soler, Ral Prebisch o Jos Aric, por slo citar aquellos demayor presencia acadmica. Sirva como demostracin de lo apuntadola cita de un cientfico social proveniente de la economa, Ral Prebisch,quien sin renunciar a sus principios e ideas-fuerza, concepcin centro-

    periferia, termina sealando en su ltimo libro, hoy ya olvidado:Tras larga observacin de los hechos y mucha reflexin, me heconvencido de que las grandes fallas del desarrollo latinoame-

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    ricano carecen de solucin dentro del sistema prevaleciente.Hay que transformarlo. Muy serias son las contradicciones queall se presentan: prosperidad, y a veces opulencia, en un extre-

    mo; pobreza en el otro. Es un sistema excluyente. Difcilmentepudo haberse imaginado hace algunos decenios el impulso no-table de la industrializacin, la capacidad, iniciativa y empujede muchos empresarios y las crecientes aptitudes de la fuerzade trabajo. Se han alcanzado elevadas tasas de desarrollo y seest aprendiendo a exportar manufacturas contra obstculosinternos y externos que antes parecan muy difciles de superar.Y est penetrando el progreso tcnico donde tardaba en llegar,especialmente en la agricultura tradicional. Pero el desarrollo

    se ha extraviado desde un punto de vista social y gran parte deesas energas vitales del sistema se malogran para el bienes-tar colectivo. Trtese de fallas de un capitalismo imitativo. Seest desvaneciendo el mito de que podramos desarrollarnosa imagen y semejanza de los centros. Y tambin el mito de laexpansin espontnea del capitalismo en la rbita planetaria.El capitalismo desarrollado es esencialmente centrpeto, ab-sorbente y dominante. Se expande para aprovechar la perife-ria. Pero no para desarrollarla. Muy seria contradiccin en el

    sistema mundial. Y muy seria tambin en el desarrollo internode la periferia. Contradiccin entre proceso econmico y pro-ceso democrtico. Porque el primero tiende a circunscribir losfrutos del desarrollo a un mbito limitado de la sociedad. Entanto que la democratizacin tiende a difundirlos socialmente.Y esta contradiccin, esta tendencia conflictiva del sistema,tiende fatalmente a su crisis (Prebisch, 1981: 14).

    Prebisch, quien durante muchos aos fuera criticado, muestra con estareflexin un ejemplo de unidad de principios, tica y compromiso teri-

    co, exigencia mnima que se debe poseer para el quehacer de las cienciassociales latinoamericanas. Ms all de salvar su prestigio, Prebisch lla-ma a repensar desde sus categoras y conceptos las contradicciones delcapitalismo perifrico. Si se observan sus primeros trabajos, nos damoscuenta de que su mayor conocimiento y su capacidad de debatir e inter-cambiar proposiciones sin dogmatismo es lo que abre la propuesta a unreplanteamiento para explicar las transformaciones que se han operadodesde su primera formulacin hasta su visin ltima.

    Pero a Ral Prebisch lo maldijeron y a su obra tambin. Quienes

    antes lo alabaron, formando parte de su corte, se apresuraron a exco-mulgarlo. Ahora se lo recuerda como un heterodoxo de la economa queno supo o quiso adaptarse al cambio de los tiempos posmodernos. Qui-

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    zs si hubiese renegado y abdicado de toda su vida intelectual sealandolos errores profundos de su concepcin del desarrollo latinoamericano,compartira pedestal con los aprendices de brujo que se presentan como

    grandes transformistas y creadores de ilusiones para el maana.Lo que hay que dejar patente es que el proceso de creacin inte-lectual que ha dado vida a las ciencias sociales latinoamericanas provie-ne de todos los mbitos ideolgicos sin excepcin. Ni el ser marxista essmbolo de buen razonar, ni el no serlo supone la incapacidad para crearpensamiento. El problema surge cuando las crisis polticas o las trans-formaciones del sistema social de explotacin y dominio intentan hacercoincidir crisis personales con crisis en el pensamiento sociolgico. Lasociologa en Amrica Latina se debate entre una necesaria renovacin

    en las formas del pensamiento pero tambin de pensadores. Renova-cin terica que no supone un tirar por la borda todo el conocimientoacumulado y que debe servir para fortalecer la capacidad de juicio, elsentido de la historia y la accin propedutica.

    Pues el sano sentido comn, llamado tambin entendi-miento comn, se caracteriza de hecho de una manera deci-siva por la capacidad de juzgar. Lo que constituye la diferenciaentre el idiota y el discreto es que aquel carece de la capacidadde juicio, esto es, no est en condiciones de subsumir correc-

    tamente ni en consecuencia de aplicar correctamente lo queha aprendido y lo que sabe (Gadamer, 1979: 61).

    Es en la bsqueda por recuperar la capacidad de juicio extraviada en losavatares de luchas intestinas donde se sita el problema. No se trata deser el ms rpido en abandonar los principios de la razn crtica paracaer en los brazos del poder donde est la solucin, menos an en sea-lar que hay crisis de teoras; ms bien existe crisis de tericos. Bajo estecampo de condiciones, y en un esfuerzo por buscar una explicacin a la

    falta de tica poltica y terica, se impone aclarar:La tarea poltica del investigador social que acepta los idealesde libertad y razn es, creo yo, dedicar su trabajo a cada unode los tres tipos de hombre que yo he distinguido en rela-cin con el poder y la sabidura. A los que tienen el poder ylo saben, les imputa grados variables de responsabilidad porlas consecuencias estructurales que descubre por su trabajoque estn decisivamente influidas por sus decisiones o por susomisiones. A aquellos cuyas acciones tienen esas consecuen-

    cias, pero que parecen no saberlo, les atribuye todo lo que hadescubierto acerca de aquellas consecuencias. Intenta educary despus, de nuevo, imputa una responsabilidad. A quienes

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    regularmente carecen de tal poder y cuyo conocimiento se li-mita a su ambiente cotidiano, les revela con su trabajo el senti-do de las tendencias y decisiones estructurales en relacin con

    dicho ambiente y los modos como las inquietudes personalesestn conectadas con problemas pblicos; en el curso de esosesfuerzos, dice lo que ha descubierto concerniente a las ac-ciones de los ms poderosos. Estas son sus principales tareaseducativas, y son sus principales tareas pblicas cuando hablaa grandes auditorios (Wright Mills, 1977: 196-197).

    El preguntarse qu piensan y cmo piensan las nuevas generacionesde cientficos sociales en Amrica Latina es algo que no inquieta dema-siado a quienes, desde su pedestal y fama, se preocupan por avanzar

    posiciones de poder abandonando definitivamente el campo del saberterico. Hoy nos encontramos en una disyuntiva que no es generacionalo de cambio de paradigmas, sino de educar y formar cientficos socialescon capacidad de razonar y pensar abiertamente ms all de falsas crisisde paradigmas y de teoras. Es hora de comenzar a romper las maldicio-nes del pensamiento social latinoamericano.

    Si la sociologa y las ciencias sociales se han desarrollado enAmrica Latina, ha sido por esta relacin que los maestros formadoresimpriman a sus clases investigaciones, obligando a leer y sobre todo a

    pensar. Hoy se dan recetas para no reflexionar. Se ensea a no pensar.Usted no piense, otros ya lo han hecho por usted. Su nueva funcin esser ejecutivo del pensamiento, vender en el mercado, saber qu es loque demandan las instituciones, los centros privados, las agencias gu-bernamentales y no gubernamentales. Convirtase en un mercader deoficio. No es necesario aprehender sociologa. Maneje datos, mucha in-formacin periodstica, consuma teoras de usar y tirar y mucha basurainformtica. Lo dems es sobrante o en el mejor de los casos floriturastericas que no aportan. Lea manuales y haga resmenes. Proteste si le

    mandan leer a los clsicos.As, el cientfico social se transforma en una persona que pue-de hablar de todo sin saber de nada. Ahora se requieren dotes de per-suasin, no conocimientos. Este es el mensaje que se extiende, salvoexcepciones que se asimilan a los herejes y malditos que an creen enla posibilidad de un conocer humanista y formador de conciencias cr-ticas. Entre ms pronto se desvelen las maldiciones que recaen sobre lasociologa latinoamericana, ms temprano se estar en condiciones deromper el hechizo.

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    UNA MALDICIN SE CIERNE SOBRE AMRICA LATINA: ha llegadotarde a la historia. Estados sin nacin, ciudadanos sin derechos, clasessociales sin proyectos, modernizaciones sin modernidad, industriali-zaciones sin Revolucin Industrial. Maldicin que ha impregnado elpensamiento social latinoamericano hasta el extremo de provocar unacierta parlisis cuya caracterstica ms burda es el complejo de inferio-ridad en la produccin de conocimientos. Cada vez es mayor el recursoa la literatura de origen anglosajn, autores de medio pelo, como avalde teoras sociales para interpretar la realidad latinoamericana. Este

    colonialismo cultural, cuando no dependencia cultural, acaba por en-quistarse en las universidades, en los centros de produccin del conoci-miento y los institutos de investigacin. El resultado es el alejamiento decategoras del pensar y el actuar para comprender e interpretar nuestrotiempo histrico, y conceptos como colonialismo interno, dependencia,centro-periferia, heterogeneidad estructural, estilos de desarrollo, entreotros, resultado del estudio especfico de las estructuras sociales y depoder de Amrica Latina, son marginales en los anlisis de las mismas.El colonialismo cultural conlleva una maldicin cuyo poder radica en

    frenar el desarrollo de las ciencias sociales en Amrica Latina.La lucha entre fuerzas centrpetas y centrfugas por diluir o agru-

    par el pensamiento social latinoamericano la encontramos en la recep-

    Captulo II

    EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGALATINOAMERICANA

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    cin de la sociologa de Durkheim, Simmel y Weber. Lo anterior ubicalos problemas de interpretacin de la realidad social latinoamericana enlas formas de construccin de una racionalidad poltica inherente a los

    mecanismos de constitucin de un orden social asentado en los valoresde la sociedad industrial. Pensar en el futuro era visualizar un horizon-te capitalista sometido a sus leyes de acumulacin y de secularizacinpoltica y social. Pero no distinguir entre cuadro terico y metdico yracionalidad capitalista hizo que sus defensores cayeran en una totaladopcin de los valores culturales e histricos contenidos en el desarro-llo de sus argumentos.

    La recepcin del cuadro terico sin este distingo vici las apor-taciones de la sociologa, fundamentalmente la weberiana, e introdujouna lgica perversa de argumentacin en la cual primaran las compa-raciones entre el desarrollo originario del capitalismo y su asentamientoen el continente. De tal guisa, el capitalismo latinoamericano pas aformar parte de un proceso histrico cuya caracterstica ms relevanteera su escasa implantacin en tanto modo de produccin. Considera-do un proceso histrico anmalo, donde tardaba en arraigar, AmricaLatina dej de ser estudiada por s. Los anlisis buscaban hacer calzarcategoras para defender las tesis de un orden feudal. Un zapato cuyonmero no corresponda al pie. Pero no importaba, el sujeto en cuestindeba caminar aunque el zapato no fuera de su talle ni respondiera a susnecesidades. Lo importante, por el contrario, era que responda a losfabricantes de zapatos. En ello consisti la maldicin. Amrica Latinafue feudal y una anomala dentro del capitalismo. No extraa que lascategoras de anlisis y los conceptos de la sociologa comprensiva we-beriana fueran las herramientas utilizadas para explicar, interpretar ycomprender las formas que adoptaba el proceso de racionalidad y socia-lizacin en tanto debate adscripto a los tipos de dominacin. Igualmen-te, se propuso una caracterizacin de las clases sociales, las elites, losgrupos de presin y de poder acorde al grado de racionalidad alcanzado

    en sus comportamientos y actitudes. A ms racionalidad, ms capitalis-tas; a menos racionalidad, ms feudales. Los polos tradicional-modernoo feudal-capitalista se presentaron como el principio articulador desdeel cual proyectar las polticas de cambio social.

    Pensar la realidad social latinoamericana dividida en capitalista yfeudal facilit presentar las clases sociales segn su patrn de insercinen esta estructura dual. Los estudios nacidos en esta perspectiva ten-dieron a producir una sociologa del desarrollo donde lo fundamentalfue determinar cules y qu sectores sociales se aproximaban a un tipo

    ideal caracterizado por la contradiccin oligrquico-burguesa. Por unlado una oligarqua, feudal y terrateniente contraria al cambio social.Y por otro, una burguesa emergente, emprendedora, dinmica, demo-

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    crtica y liberal. El resto de las contradicciones sociales de la estructurasocial y de poder podan soslayarse. El esfuerzo deba canalizarse haciael descubrimiento de los sujetos y actores sociales capaces de liderar el

    cambio social modernizador y antioligrquico.Sin embargo, estas investigaciones mostraron una debilidad es-tructural, su incapacidad para diferenciar el contenido histrico de unconcepto social de su apropiacin como herramienta terica para expli-car procesos sociales no incluidos en su conceptualizacin. Bajo estospatrones, la maldicin se propaga. Es decir, comienza a dibujarse un cua-dro donde se subrayan por comparacin aquellas virtudes de las cualescarecen las clases sociales en Amrica Latina respecto a sus homlogaseuropeas o estadounidenses. Los anlisis se hacen por dficit o por exce-so. Con cierto pesar se descubra que nuestras burguesas no asuman niatributos ni valores burgueses. Que nuestras oligarquas eran demasia-do feudales, y as afirmaciones cuyo denominador comn remarcaba loanmalo de nuestra realidad. Llegamos tarde a la historia y con ello a laconstruccin del mundo. De tal manera que el desarrollo de las cienciassociales en Amrica Latina se ve sometido igualmente a esta maldicin.

    Ser en las dcadas del cincuenta y sesenta cuando se luche porromper esta interpretacin. La emergencia de este proceso dio comoresultado el nacimiento de un pensamiento propio cuyo reconocimientointernacional est hoy fuera de duda. Sin embargo, los primeros em-bates estuvieron marcados por el lastre de la maldicin que subsiste yrenace bajo nuevas formas. Romper con ella sigue siendo un trabajocolectivo lleno de vicisitudes.

    En esta batalla, la maldicin se entiende como una parte constitu-yente del pensamiento y, en especial, de la sociologa latinoamericanos.En sus inicios, luchar contra ella signific aceptar el carcter y el lmitede la sociologa como una ciencia social nacida en y para explicar eldesarrollo del progreso industrial del capitalismo. Es decir, una cienciahistrico-cultural cuyos valores y significados estn destinados a com-

    prender y legitimar un proceso histrico, la sociedad capitalista, comoel fin ltimo de su racionalidad poltica.

    Fue esta corroboracin, sealar a la sociologa como una parteconstituyente del orden burgus, lo que destap el frasco de las esencias.Qu cambio social?; qu racionalidad poltica?; era la sociologa unaciencia social burguesa?, y si lo era, poda cambiar de orientacin?;exista una ciencia social alternativa?, y de no existir, haba que recha-zar la sociologa y construir otro tipo de ciencias sociales acordes con lasdemandas de las clases sociales explotadas y dominadas, es decir, unas

    ciencias sociales de la liberacin? Y si lo enunciado tiene sentido, qupapel juega el debate sobre subjetividad y objetividad en las cienciassociales? Era la sociologa una ciencia o mera ideologa?

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    Todas estas preguntas muestran el largo camino recorrido por lasociologa y las ciencias sociales latinoamericanas. En cincuenta aos seha sobrepuesto a su maldicin. Por ello es an ms necesario iniciar los

    estudios de las estructuras sociales y de poder, reconstruyendo en sus or-genes y fuentes la direccin terica del debate sobre el cual se crearon, enlos aos sesenta, las dos grandes escuelas de pensamiento sociolgico entoda Amrica Latina. La llamada sociologa cientfica o neutral-valorativay la sociologa crtica. Escuelas hoy inexistentes en tanto cuerpo acad-mico doctrinal y tanques de produccin de conocimientos. La disporade sus miembros, sobre todo dentro del pensamiento crtico derivado delos golpes de Estado y el asentamiento de las dictaduras militares en elCono Sur en los aos setenta, afect al desarrollo de las ciencias sociales.Asimismo, el advenimiento del neoliberalismo se tradujo por quienes pro-fesaban su doctrina en un menosprecio del pensamiento social y el debatede las ideas. Quienes eran los ms ardientes defensores del paradigmaneutral-valorativo de las ciencias acabaron por ser tambin excluidos deldebate terico. Sin embargo, su fragmentacin y disolucin responden aotro contexto histrico no dependiente de la recepcin de la sociologaen Amrica Latina.

    La sociologa cientfica se fund en los paradigmas de la neutra-lidad-valorativa de las ciencias, y la sociologa crtica se hallar ligadaa la tradicin del pensamiento marxiano. Ambos constituirn el puntode referencia del debate latinoamericano durante casi veinticinco aos.El problema consista en dnde y desde dnde se interpretaba el cam-bio social. La centralidad gir en torno de la pretendida objetividad ysubjetividad de las ciencias sociales. Se busc, segn la pertenencia aescuelas, esclarecer el rol del socilogo y asentar la relacin entre so-ciologa, planeacin del desarrollo y accin poltica. Los conceptos fue-ron tomando cuerpo y las ciencias sociales se institucionalizaron dandolugar a la emergencia de centros como el Instituto Latinoamericanode Planificacin Econmico y Social (ILPES), la Facultad Latinoame-

    ricana de Ciencias sociales (FLACSO) o el Consejo Latinoamericano deCiencias Sociales (CLACSO).

    EL ORIGEN DEL DEBATELos socilogos del cambio social asentados en la teora de la moderni-zacin centraron sus esfuerzos en explicar cmo el desarrollo industrialcapitalista presupone la articulacin de una sociedad democrtica y li-beral, identificando las actitudes antimodernizadoras y las resistenciasal cambio social con un orden arcaico y tradicional. Sin demasiadas

    diferencias, tres concepciones fueron desarrolladas como parte de lavisin del cambio social modernizador: el folk-urbano; el cambio socialde la sociedad feudal a la sociedad democrtica de las clases medias; y el

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    modelo de cambio social de una sociedad rural oligrquica tradicionala la sociedad urbana industrial.

    Fueron estas tres concepciones las que se disputaron la hegemo-

    na terica. La primera corresponde a la visin antropolgica impuestapor la escuela de Chicago en los aos treinta, destacando la obra deRobert Redfield, cuya teora del continuo folk-urbano mantuvo fuerzahasta los aos cincuenta. La segunda concepcin se desarrolla a par-tir de dicha dcada y precede al declive de la visin antropolgica delcontinuo folk-urbano. Para sus tericos, el cambio social ser obra delos sectores medios urbanos, cuyos valores modernos y democrticosse contraponen con la existencia de clases dominantes, y cuyos valoressociales se enquistan en la herencia tradicional propia de las oligarquasterratenientes. La emergencia de los sectores medios sera fuente delegitimidad para la creacin de un Estado de Derecho asentado en losprincipios y valores democrticos inherentes a una sociedad industrialy participativa de masas. Ello explicara la necesidad de apoyar su de-sarrollo, adems de comprender la cohesin poltica y su relevancia enla modernizacin de Amrica Latina.

    Dentro del grado de cohesin poltica y de la continuidad deintereses comunes que tuvieron los sectores medios, esa cohe-sin y esa continuidad se debieron, al parecer, a la presencia de

    seis caractersticas comunes que posean. Eran predominante-mente urbanos. No solamente tenan una educacin bastantesuperior a la media sino adems eran partidarios de la educa-cin pblica universal, tenan la conviccin de que el porvenirde sus patrias estaba inseparablemente unido a su industria-lizacin. Eran nacionalistas. Crean que el Estado deba inter-

    venir activamente en los campos social y econmico mientrascumpla normalmente sus funciones de gobierno. Reconocanque la familia se haba debilitado como unidad poltica en los

    centros urbanos y por consiguiente apoyaban la formacin departidos polticos organizados (Johnson, 1961: 28-29).

    Concepcin dual: oligarquas versus sectores medios. Feudalismo versussociedad industrial de la que no escapar tampoco la tercera interpreta-cin modernizadora del cambio social. Fundada en criterios inclusivos delas clases populares a ciertos niveles de participacin poltica, se muestracomplementaria de la concepcin de las clases medias. Su diferencia es-triba en subrayar como causantes del atraso a la oligarqua terratenientey por ende a una sociedad rural cuya estructura social se caracteriza por

    el escaso nivel de movilidad social y racionalidad electiva.Siempre bajo la gida de la racionalidad como punto de partida

    para explicar la dinmica y los contenidos del cambio social, su estu-

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    dio se torn bsico en la dinmica de la sociologa latinoamericana. Elproceso de secularizacin y el proceso de transicin que sufre el mundotras la Segunda Guerra Mundial sern vistos bajo su lente. La maldicin

    contina ejerciendo su poder. La modernizacin y el desarrollo debenser los objetivos bsicos del cambio y para ello nada ms adecuado queconjugar los valores del desarrollo y de la democracia con la emergenciade una burguesa nacional antioligrquica. El cambio social es una di-mensin estratgica de enfrentamiento entre feudalismo y capitalismo.Subdesarrollo o modernizacin. Las alternativas de cambio social anti-sistmicas no forman parte de esta concepcin modernizadora. Por elcontrario son excluidas por principio de definicin. No hay lugar para elcambio social afincado en una crtica al capitalismo. Su crtica posterior

    es el resultado del fracaso de las polticas de cambio social desarrollistasimplementadas en los aos sesenta.La propuesta de Redfield proveniente de la antropologa no tuvo

    gran repercusin en el debate sociolgico, pero manifest su influenciaen la polmica discusin acerca de las sociedades duales. Duramentecuestionados y criticados metdica y tericamente, sus postulados aca-baron por constituir la esencia de las posiciones etnocntricas. Su crisisno se hizo esperar. Dado el actual desconocimiento de sus principalesejes, reproduzco un extenso prrafo de Juan Marsal, quien visualiza con

    claridad la propuesta de Robert Redfield (1930):En Tepoztln encontramos los elementos estticos y din-micos de la teora de Redfield. Primero este afirma que enTepoztln y en Mxico, existen tres tipos de pueblos: estosrestos aborgenes de la minora sofisticada de la capital re-presentan los dos extremos de la cultura mexicana: el uno decarcter urbano y de origen europeo, y el otro indio y tribal.Pero el vasto terreno intermedio es ocupado por personas cuyacultura no es tribal ni cosmopolita. Su sencilla forma de vida

    natural es el producto de la antigua fusin de las costumbresindias y espaolas. Esta divisin se encuentra tambin en elplano local, en dos capas psicolgicas. Por una parte tenemoslos tontos que viven a pesar de las revoluciones, en el mismoestado mundo mental, nico de la cultura folk. Por otra parte,los correctos desarrollan su intelecto que vive en dos mun-dos, en dos culturas, la ciudadana y la folk y que, por tanto,son inquietos y a menudo desdichados. El anlisis expresadoen trminos psicolgicos no se trata de una divisin de clases o

    capas de acuerdo a criterios de riqueza, poder o prestigio, queRedfield rechazaba. Esta divisin en pueblos folk y urbanos esutilizada por Redfield en forma generalizada, como divisin

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    que afecta a la sociedad internacional de naciones. Por unaparte hay pueblos con cultura o cultura folk; por otra, pue-blos con civilizacin (Marsal, 1979: 55).

    Si la visin folk-urbana del cambio social se cuestion y termin por serabandonada, la institucionalizacin de las ciencias sociales en la reginabre el debate a los problemas de la metodologa y el rigor de los anlisisempricos. Con ello comienza otra polmica: cul es el papel del cientfi-co social y qu lugar ocupan las tcnicas de investigacin. La sociologacobra protagonismo. La elaboracin de encuestas y cuadros estadsticosfacilit la percepcin de ser la sociologa una ciencia social concreta yemprica cuya objetividad radica en el mtodo estadstico de los datosobtenidos a partir de las encuestas. Gino Germani, Torcuato Di Tella

    y Jorge Graciarena son pioneros en esta direccin. Su obra Argentina,sociedad de masas(1965) constituye un referente obligado para quienesdeseen interiorizarse en la concepcin estructural-organicista del estu-dio de las estructuras sociales del cambio social.

    A medida que el debate terico avanza, la estratgica fue cen-trndose en los contenidos y alcances del cambio social. Los conceptosde desarrollo y subdesarrollo son relevantes. Igualmente lo harn cate-goras como transicin, reforma, insurreccin, revolucin, socialismoo dependencia. El paradigma weberiano y el marxista se disputan la

    hegemona terica. El debate intelectual y poltico es global. La socio-loga del cambio social es una sociologa del desarrollo, ni asptica nineutral. La discusin terica se traspasa a las estructuras de poder. Lasuniversidades, los centros de investigacin, los institutos privados y p-blicos del quehacer poltico se incorporan financiando o produciendoconocimientos.

    En el marco de la Guerra Fra cualquier opcin de cambio so-cial anticapitalista y antiimperialista fue tildada de procomunista ysubversiva. No puede resultar extrao que el Departamento de Estado

    norteamericano impulsara y financiase la creacin de centros para elestudio de polticas y estilos de desarrollo modernizadores tanto en Es-tados Unidos como en Amrica Latina. Uno de las primeros esfuerzosestratgicos fue el Proyecto Camelot (1964). Por su importancia, eldocumento se reproduce completo. La versin utilizada pertenece a laRevista Latinoamericana de Sociologa de Argentina(1966) y aparece enla seccin de cartas al director. Fue denunciado por David Canton, OscarCornblit, Alejandro Dehollain, Torcuato Di Tella, Ezequiel Gallo, JohanGaltung, Jorge Garca-Bouza, Jorge Graciarena, Francis Korn, Manuel

    Mora y Araujo, Silvia Sigal, Francisco Surez y Eliseo Vern. Todosdirigan y representaban centros de investigacin y docencia tanto enArgentina como en EE.UU.

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    Ha llegado a conocimiento de los firmantes el texto de unacomunicacin emanada de The American University, Spe-cial Operations Research Office, Office of the Director, con

    fecha 4 de diciembre de 1964 y bajo el ttulo de ProyectoCamelot. La comunicacin dice lo siguiente: El Proyecto Ca-melot es un estudio que tiene por objetivo determinar la po-sibilidad de elaborar un modelo general de sistemas socialesque permita predecir aspectos polticamente significativosdel cambio social en los pases en vas de desarrollo, e influiren ellos [] En forma un poco ms especfica sus objetivosson: primero, proyectar procedimientos para evaluar las si-tuaciones potenciales de guerra interna en sociedades nacio-nales; segundo, identificar con mayor precisin las medidasque un gobierno pueda tomar para mitigar las condicionesque se juzguen favorecedoras de la guerra interna; y terce-ro, evaluar la posibilidad de establecer las caractersticas deun sistema destinado a obtener y utilizar la informacin b-sica necesaria para hacer las dos cosas necesarias [] Laduracin del Proyecto se calcula como un esfuerzo de treso cuatro aos con una inversin de un milln a un milln ymedio de dlares por ao. Es financiado por el Ejrcito y elDepartamento de Defensa y ser realizado con la coopera-cin de otros organismos del Gobierno. Se proyecta recogeruna gran cantidad de datos primarios sobre el terreno, ascomo una amplia utilizacin de los datos ya existentes sobrelas funciones sociales, econmicas y polticas. Hasta el mo-mento, es probable que la investigacin est geogrficamenteubicada en los pases de Amrica Latina. Los planes actualesexigen la instalacin de un centro para el trabajo de campoen dicha regin. A manera de antecedentes: el Proyecto Ca-melot es el resultado de la interaccin de muchos factores y

    fuerzas. Entre ellos se cuenta el hecho de que, en los ltimosaos, se ha acentuado mucho el papel desempeado por elEjercito de los Estados Unidos en la tarea de estimular eldesarrollo y el cambio rpidos en los pases menos desarro-llados del mundo. Los muchos programas del Gobierno delos Estados Unidos dirigidos hacia este objetivo se agrupana menudo bajo el rtulo a veces engaador de accin an-tiinsurreccional (un trmino pronunciable que significaseprofilaxis de la insurreccin sera mejor). Esto otorga gran

    importancia a las acciones positivas destinadas a reducir lasfuentes de descontento que a menudo llevan a actividadesms notorias y violentas, de naturaleza disruptiva. El Ejr-

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    cito de los Estados Unidos tiene una importante misin quecumplir en relacin con los aspectos positivos y constructi-

    vos del desenvolvimiento de las naciones, as como tambin

    responsabilidad de asistir a los gobiernos amigos que hacenfrente a los problemas de las actividades insurreccionales.Otro factor importante es el reconocimiento en los nivelesms altos de las instituciones de defensa del hecho de quees relativamente poco lo que se sabe con certeza acerca de losprocesos sociales que es necesario comprender a fin de hacerfrente de manera efectiva a los problemas de la insurrec-cin. En el Ejrcito existe la conviccin de que es necesariomejorar la comprensin general de los procesos de cambiosocial, de modo que el Ejrcito pueda cumplir con sus res-ponsabilidades dentro del programa general de accin an-tiinsurreccional del Gobierno de los Estados Unidos. Tienenaqu particular importancia una serie de informes recientesque se ocupan del problema de la seguridad nacional y delas contribuciones potenciales que la ciencia social podraaportar a la solucin de estos problemas. Uno de estos infor-mes fue publicado por un comit del grupo de investigacinde la Smithsonian Institution bajo el ttulo Social ScienceResearch and National Security editado por Ithiel de SolaPool. Otro es un volumen de los trabajos presentados a unsimposio The U.S. Army Limited-War Mission and SocialScience Research que public en 1962 la Special OperationsResearch Office de la American University. El Proyecto Ca-melot ser un esfuerzo multidisciplinario. Ser dirigido porla organizacin SORO en estrecha colaboracin con uni-

    versidades y otras instituciones de investigacin dentro delos Estados Unidos y en el exterior. Los primeros meses detrabajo estarn dedicados al refinamiento del diseo de in-

    vestigacin y a la identificacin de los problemas tanto me-todolgicos como sustantivos. Esto contribuir a la debidaarticulacin de todos los estudios que componen el Proyecto,a los fines de obtener los objetivos enunciados. Los prime-ros participantes en el Proyecto tendrn pues la oportunidadpoco frecuente de contribuir al proceso de formulacin delprograma de investigacin y tambin de tomar parte en unseminario planeado para el verano de 1965. Este seminario,al que asistirn destacados cientficos sociales del pas, se

    ocupar de revisar los planes para el futuro inmediato y ana-lizar adems los objetivos y planes de largo alcance.

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    De esta manera, quienes firmaban denunciando la injerencia de losEE.UU. en las ciencias sociales de Amrica Latina y expresaban su re-pulsa por los mtodos de cooptacin de los cientficos sociales terminan

    exponiendo los factores ms perversos del Proyecto Camelot:En este sentido creemos nuestro deber manifestar que la na-turaleza del Proyecto lesiona, en forma directa, los principiosde la moral profesional, en tanto afecta la autonoma terica yemprica del investigador [] La formulacin de un proyectode este gnero afecta muy seriamente los objetivos de muchossocilogos deseosos de institucionalizar en Amrica Latinauna tradicin cientfica seria, rigurosa y profesionalmente res-ponsable, que incluya una amplia y rica colaboracin a nivel

    internacional, y abre serias dudas acerca de la objetividad yel valor cientfico de dicha cooperacin. Para una concienciaprofesional clara, el Proyecto Camelot no admite vacilaciones:los propsitos polticos estn enunciados en forma explcita ysin ambigedades.

    La protesta por esta frmula grosera de intervencin se generaliz entodo el continente, desde Chile hasta Mxico y el Caribe. Hubo otrosproyectos Camelot pero encubiertos bajo nuevas estrategias de pene-tracin en los equipos de cientficos sociales. Se consider ms pti-mo proponer teoras ad hocpara interpretar el desarrollo de AmricaLatina. Se trataba no slo de diagnsticos y proyectos de cambio social,de combatir la insurreccin, sino de crear una cosmovisin para disearel futuro, controlar los tiempos y planificar sus contenidos. La difusinde estrategias e interpretaciones eurocntricas y anticomunistas del de-sarrollo fue tomando cuerpo en los aos sesenta a travs de la obra deW.W. Rostow,Las etapas del crecimiento econmico. Unmanifiesto nocomunista(1993)1.

    Ha sido este eurocentrismo, definido por Anbal Quijano como co-

    lonialidad del poder a principios de los aos noventa, el ncleo del deba-te de los setenta. En este sentido, Quijano apunta a sus fundamentos:

    Los dominadores tendieron a percibir las relaciones entre loscentros del mundo colonial capitalista y las sociedades co-loniales exclusivamente en el nivel de sus propios interesessociales. Esto es, como si esas relaciones ocurriesen entreunidades histricamente homogneas no obstante la radicalheterogeneidad histrico-estructural entre las sociedades de

    1 La mejor edicin en lengua castellana sustituye deliberadamente el concepto de de-sarrollo por progreso.

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    ambas partes del mundo del capitalismo y dentro de cada unade ellas. La colonialidad del poder y la dependencia histrico-estructural implican ambas la hegemona del eurocentrismo

    como perspectiva del conocimiento (Quijano, 1998: 32).Por ello resulta lgico que Rostow inicie las etapas del crecimiento eco-nmico contraponiendo sociedades tradicionales y sociedades moder-nas, incorporando la idea de racionalidad, de ciencia y conocimientoen dicha lgica:

    Una sociedad tradicional es aquella cuya estructura se de-sarrolla dentro de unas funciones de produccin limitadas,basadas en la ciencia y en la tecnologa prenewtonianas y enlas actitudes prenewtonianas hacia el mundo fsico. Aqu uti-lizamos a Newton como smbolo del momento de la historiaen el que el hombre empez a creer en que el mundo exteriorestaba sujeto a cuantas leyes que podan conocerse y que eraposible manipularlo sistemticamente de una manera produc-tiva (Rostow, 1993: 57).

    Modernidad y Occidente se unen una sola visin del desarrollo unilinealy articulado a la idea de progreso tcnico. El eurocentrismo genera suscategoras de anlisis econmico-social y poltico hasta el extremo de

    permear el discurso acadmico. Los efectos son mucho ms devastadoresque el Proyecto Camelot. Conceptos como pases en vas de desarrollo,despegue econmico, etapas de crecimiento, ayuda del 0,7% se enquistany perduran en el lenguaje de cientficos sociales como categoras neutra-les. La colonialidad del poder se transforma en colonialidad del saber.

    Se entiende que la Modernidad de Europa ser el despliegue delas posibilidades que se abren desde su centralidad en la histo-ria mundial, y la constitucin de todas las otras culturas comosu periferia podr comprenderse el que, aunque toda cultura

    es etnocntrica, el etnocentrismo europeo moderno es el nicoque puede pretender identificarse con la universalidad-mun-dialidad. El eurocentrismo de la Modernidad es exactamenteel haber confundido la universalidad abstracta con la mundia-lidad concreta hegemonizada por Europa como centro. El

    ego cogitomoderno fue antecedido en ms de un siglo por elego conquiro(yo conquisto) prctico del hispano-lusitano queimpuso su voluntad, la primera voluntad de poder moderna alindio americano [] La Modernidad, como un nuevo para-

    digma de vida cotidiana, de comprensin de la historia, de laciencia, de la religin, surge a final del siglo XV y con el dominiodel Atlntico. El siglo XVII es ya fruto del siglo XVI; Holanda,

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    Francia e Inglaterra son ya desarrollo posterior en el horizonteabierto por Portugal y Espaa. Amrica Latina entra en la Mo-dernidad (mucho antes que Norteamrica), como la otra cara

    dominada, explotada, encubierta (Dussel, 2000: 48).El modelo rostowiano se impone en los aos sesenta y con ello unavisin de Amrica Latina. Seala Antonio Garca:

    Lo esencial del modelo rostowiano es su interpretacin delsubdesarrollo como la existencia de estadios histricos porlos que atraviesan, necesariamente, todos los pases del mun-do [] y que define el desarrollo como un simple efecto deunos procesos naturales o de unas polticas convencionales

    que tienden a elevar los niveles de ahorro, inversin, produc-tividad y producto por habitante, sin cambios profundos y sinnecesidad de alterar las relaciones de dominacin y dependen-cia. El desarrollo es, en s mismo, intrnsecamente, enfocadoen trminos formales, un cambio y un trnsito de un estadiohistrico a otro. El ncleo de la teora es que el problemaoperacional ms importante en los pases subdesarrollados esel de escasa disponibilidad absoluta de recursos de ahorro, in-

    versin y de tecnologa, pudiendo acelerarse el despegue en el

    sentido rostowiano por medio de transferencias convencio-nales y misionales desde la nacin metropolitana, o mediantela elevacin de los niveles de ahorro interno (Garca, 1972).

    Establecido como paradigma dominante, el cambio social pas a consi-derarse un proceso de transicin desde una sociedad feudal, tradicionaly rural a otra urbana, industrial, desarrollada y capitalista. Los proble-mas del subdesarrollo y el desarrollo fueron asimilados como estadiosdentro de sociedades duales, llegndose a homologar los conceptos dedesarrollo y crecimiento econmico. Con ello se sentaron las bases para

    definir una teora, a decir de Antonio Garca, formalista del desarrollo.Teora considerada parte de una estrategia para el advenimiento delprogreso cientfico-tcnico. La visin formalista del desarrollo puedesintetizarse en la necesidad de construir un dique terico-poltico yeconmico-cultural para frenar los intentos de cambio social antiimpe-rialistas, anticapitalistas y nacionalistas en Amrica Latina.

    Las luchas democrticas irn transformando las estructuras socia-les y de poder. Sin embargo, las reformas afincadas en las teoras de lamodernizacin llegaban a sus lmites. Bajo este postulado los cambios so-

    ciales ms radicalmente democrticos fueron reprimidos o destruidos po-lticamente. Guatemala, Bolivia, Brasil, Honduras, Nicaragua, RepblicaDominicana, entre otros, sufrieron procesos de involucin poltica bajo la

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    necesidad de contener las propuestas de democratizacin antioligrquicasms all de los lmites de una modernizacin capitalista-dependiente.

    Las crticas a los modelos de cambio social sistmico no se hicieron

    esperar y emergieron en todos los frentes. Rostow fue el ms vilipendia-do2, pero durante su reinado ocuparon un lugar privilegiado en los cen-tros docentes como asesores gubernamentales y consejeros polticos.

    Sin embargo, las maldiciones del pensamiento social se repro-ducen hoy en da. Falsos debates con falsos dilemas. Las dificultadesque acompaan el desarrollo de las ciencias sociales latinoamericanasdeben soportar el peso de una epistemologa que ha logrado imponersu propio patrn de conocimiento. La ideologa de la globalizacin y eleurocentrismo bajo otras caras acompaa discursos y relatos donde semantiene el mito de la razn cultural de Occidente. El progreso ligado aluso de las tecnociencias se despliega bajo la ideologa de la sociedad dela informacin. La necesidad de romperlo supone liberar el pensamien-to latinoamericano de la colonialidad del saber y del poder.

    No obstante, otra maldicin se cierne en el horizonte. La bsque-da de la originalidad en el