Pensarse y Ser Parte

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    Lzaro Israel Rodrguez Oliva

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    no. 41-42: 184-192, enero-junio de 2005.

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    PPPPPensarse y ser parte:ensarse y ser parte:ensarse y ser parte:ensarse y ser parte:ensarse y ser parte:sitios tcticossitios tcticossitios tcticossitios tcticossitios tcticos

    para un debatepara un debatepara un debatepara un debatepara un debate

    Con la tinta an fresca de imprenta, aparece en elcampo intelectual cubano otro libro ahora,

    proponiendo dilogo y debate sobre el tema de laparticipacin, compilado por Cecilia Linares, PedroE. Moras y Yisel Rivero. Se trata de dieciocho textosde especialistas que, de una u otra forma, se hanacercado no solo a los referentes tericos, filosficos yticos de la participacin, sino a sus expresiones en elcontexto cubano.

    No estn todos los que, en Cuba, han investigadosobre este tema en los ltimos aos, ni todas lasposiciones que podran formar parte en una discusinsobre este particular.1Pero si un mrito tiene esta

    iniciativa editorial, es el de redefinir posiciones en eldebate. La idea de incluir estas visiones tendra que ver,en principio, con una continuacin de aquella primerapropuesta de socializar los resultados de lasinvestigaciones del equipo del Centro de Investigaciny Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello y delos talleres a los que convoc; pero, al mismo tiempo,con un inters manifiesto de implicar a otrosprofesionales relacionados con el tema, invitando a lamesa de debate a especialistas del Centro de

    Investigador. Centro de Investigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.

    Investigaciones Psicolgicas y Sociolgicas y del Institutode Filosofa, pertenecientes al CITMA; la Universidadde La Habana; el Instituto Superior Pedaggico EnriqueJos Varona; el Centro Nacional de Superacin para laCultura y el Centro de Investigacin Memoria PopularLatinoamericana.2

    La participacin. Dilogo y debate en el contexto cubano3

    propicia un lugar para las preguntas, al tiempo queconsigue informarnos algunas de las posiciones que sobreeste tema se desarrollan en Cuba, cuyo impacto ennuestras maneras de convivir es ms esencial de lo quea veces sospechamos.

    Recuperar lo complejo

    Mayra Espina fija una coordenada en la cartografaterica del conocimiento. Su brjula es la nocin dedesarrollo, la que explica desde el humanismo, en latotalidad de su expresin y relaciones. Su trabajo sepropone romper con las barreras disciplinarias dentrode la ciencias sociales en tanto reas particulares deproduccin de saber.4Segn el artculo, la evolucin de

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    las ciencias sociales asistira a un corrimiento de inerciaa lo complejo, no exento de meandros y altibajos enla construccin y sentido de los objetos. Espina logralo que podramos llamar una indagacin defundamento, una evaluacin de principios en torno alhecho de que solo pueden comprenderse los procesos

    sociales, a partir de la asuncin de la categora totalidadcomo estrategia. No parece casual que esta compilacinhaya situado el trabajo de Espina al inicio: su lugar es elde las seales, es una introduccin y un posicionamientoque facilita la comprensin del fenmeno.

    Si bien en este texto la alusin a la participacin esmnima, la apertura que propicia su lectura comportauna toma de posicin compleja, tanto alrededor deese tema, como de otros asociados a l comosubjetividad, comunidad y cultura, sin los cualesdifcilmente podra concebirse aquel. Desde laparticipacin, las ideas de Espina sobre el desarrolloamplan nuestros referentes gnoseolgicos para

    evaluarla, como son la centralidad misma de los sujetossociales, su ubicacin en el vrtice de su accionar, supotencialidad como seres reflexivos y productos de sumedio social.

    No libres de tensiones e intereses contrapuestos, losprocesos de desarrollo participativo plantean lanecesidad de lograr puntos de articulacin e integracinde sujetos discordes. El lugar de lo local en este aspectoes muy rico, teniendo en cuenta el peso que podratener la dimensin cultural de ese desarrollo para hacerconfluir proyectos individuales y metas afines. Solocomprendiendo las mltiples relaciones de laparticipacin, vinculadas tanto con el desarrollo, como

    con las subjetividades, se hace posible al decir de laautora una planificacin y concertacin de estrategiasque acierten en la construccin de agendas comunesentre sujetos diversos en sus condiciones locales deexistencia.

    En el mismo volumen, Ernel Gonzlez Mastrapa yJordi de Cambra se detienen en los conceptos dedesarrollo sostenible, desarrollo humano y desarrollocultural. Recalcan la necesidad de asumir los cambiosrevolucionarios inherentes a todo proceso de desarrollo,que se traducen en elementos innovadores yestabilizadores.5

    La pregunta que me interesara plantearme, a partirde su reflexin, sera si el desarrollo implica laparticipacin como proceso esencial. Su respuestapodra encontrarse, de alguna manera, en la intencinde ambos autores de retomar la dimensin cultural deldesarrollo all donde parece ms fructfera: en sucarcter endgeno y autodirigido, como expresin deuna democracia cultural y de una real participacin social,conceptos ya trabajados por Linares y otros6 y queahora estos autores traen a colacin relacionndolos

    con su objeto: la participacin se convierte en elprerrequisito de un verdadero proceso de desarrollo yhay que entenderla como medio y como fin de este, ascomo una de las principales necesidades humanas. Esun acto democrtico y un proceso de autoaprendizajeindividual y colectivo que transcurre en el propio

    proceso de toma de decisiones y que implica elcompromiso activo de quienes deciden intervenir.7

    Ms o menos con las mismas premisas sobre laautogestin en el desarrollo, Aymara Hernndezinvestiga la cuestin de lo local, partiendo de su relacincon el neoliberalismo como estrategia hegemnica dedesarrollo. Hernndez asocia la promocin de polticasde desarrollo con nfasis en la localidad al auge delneoliberalismo y a la crisis de los Estados de bienestar.8

    Pone en dilogo las experiencias cubanas de desarrollolocal con los presupuestos del neoliberalismo,preguntndose si lo local es solo recuperable desde estepunto de vista. Su inters declarado es rescatar la nocin

    de desarrollo local del discurso neoliberal y potenciarlas alternativas de su utilizacin en contextos diferentes,como el nuestro, por ejemplo. La autora no demonizael ambiente neoliberal, lo calcula en su expresin yreconoce sus aportes en el tema del desarrollo local,siempre y cuando la regin que lo potencie genere unaalternativa de desarrollo que supere los rasgosestructurales del propio neoliberalismo. Por fortuna,en este punto no se nos ofrecen frmulas, aunque s sesugieren premisas.

    El escenario social de Cuba hoy, segn la sociloga,da cuenta de que existen an muchos obstculos paraimplementar formas de autogestin local. Ahora bien,

    cmo lograr que el modelo de gobernabilidad cubanoreplantee las concepciones sobre el potencial de lo localcomo estrategia? Incentiva el socialismo el modelo degestin local? Qu factores afectan, desde el modeloactual, la emergencia de dinmicas participativas en eldesarrollo local? Cules son las implicacionesparticipativas del retorno a lo local?

    Cuando se piensa la participacin en su configuracinmultidimensional y plurirrelacional, tal como se trazaen esta reciente compilacin del Centro Juan Marinello,otras reflexiones que leemos con frecuencia sobreprocesos participativos locales no parecen suficientespara dar cuenta de las condiciones de posibilidad, deexistencia y de reproduccin de lo participativo en suextensin y complejidad. Se desarrolla, al parecer, otrasuerte de dinmicas participativas que dan cuenta de lapresencia de la participacin en otros espacios socialesms amplios.

    Pedro Sotolongo, por ejemplo, desde la perspectivade la complejidad se detiene en uno de esos espaciosel ms internacional que supone la globalizacin.La insercin de este texto en este volumen se explica

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    por la intencin de sus compiladores de lograr unamayor escala de la participacin.9 Si bien el registroespecializado de Sotolongo dificulta la comprensinde sus ideas, es vlida la disposicin de entender losnuevos procesos sociales emergentes en susproyecciones participativas, como estrategias de

    transicin. Los movimientos antiglobalizacin post-Seattle se han organizado valindose de formasparticipativas horizontales, demostrando otrasestrategias de asociacin que llevan un nuevo formatode relaciones sociales y recurren a otros mecanismosde convocatoria distintos a los tradicionales. Laparticipacin a gran escala, con dinmicas que sorteanlos mecanismos hegemnicos de la dominacin y elaislamiento en los actuales marcos de la globalizacin,es un tema pertinente til para poder comprender elescenario en el que se insertara cualquier accin oreflexin sobre la participacin en los ambientes locales,muy especialmente en Cuba.

    Una tilde sobre la i

    Qu define el proceso participativo cubano hoy?Cmo se percibe la participacin popular en latradicin de concentraciones, marchas y tribunas,trabajos voluntarios y reuniones convocadas pororganizaciones polticas y de masa? Cunto departicipacin sustantiva tienen estos formatosinstitucionalizados en el proceso revolucionario? Cmoentrever, desde la produccin de subjetividades socialesalternativas orgnicas, los mecanismos y manifestacionesde la participacin ciudadana en Cuba de hoy? OvidioDAngelo no ensaya la respuesta, pero s puntea lainquietud. Establece un eje de anlisis evaluativo dela situacin social donde cuajan las expresiones yconsecuencias de los procesos participativos y deconstruccin de la subjetividad social en estosmomentos, desde un posicionamiento comprometidoy, sobre todo, sincero.

    DAngelo se sita en el umbral epistemolgico dela transdisciplinaridad, procurando una visin de conjunto,frtil para un anlisis que se plantee

    revelar nudos contradictorios de las expresiones de la

    subjetividad social, al nivel de lo psicolgico cotidiano y dela construccin de los sentido vitales; las diferencias yaproximaciones de los discursos sobre las preocupacionesesenciales, explcitas y latentes, de los grupos y los actoressociales; los costos y los riesgos de la poltica social en sums amplia expresin; las situaciones que llevan a losindividuos en determinadas coyunturas sociales s ypersonales- a la pasividad destructiva, a la sumisin, a noasumir la responsabilidad de su autonoma, lo que lesimpide la realizacin de s mismos y el empleo productivode sus potencialidades constructivas sociales.10

    La explicacin que propone DAngelo sobre laparticipacin emancipatoria situndola desde la subjetividad,la tradicin, las normas restrictivas y la compulsinsocial, parece muy interesante en estos marcos decomprensin. Desde esta ptica de la indagacin y lapropuesta, el autor consigue relacionar la poltica,

    la subjetividad social y la tica de corte emancipatoriopara el desarrollo humano. Las identidades sociales, laidiosincrasia del cubano, sus recursos a mano parasortear causas y azares no se le escapan tampoco aDAngelo a la hora de plantear algunas rutas dediscusin, para lo que l mismo llama una cultura deldilogo, empoderadora, reflexiva y creativa. Dnderadica el vaco y dnde la posibilidad de la polticapara sintonizar las manifestaciones de la subjetividadsocial en la conformacin-confirmacin de escenariosconsensuados y comprometidos? Cmo puedenformar parte, al calor de unparadigma tico emancipatorio dela inclusin dentro de la Revolucin,los nuevos sujetos sociales

    y las nuevas subjetividades colectivas tras los 90?Con un afn similar al de DAngelo por situar una

    perspectiva terica y metodolgica afn con la vertienteparticipativa, Pedro Moras contina el tema de lassubjetividades y enfatiza la relacin entre participacine investigacin cualitativa: La metodologa de lainvestigacin cualitativa emerge as como uncomplemento necesario para el estudio de losfenmenos subjetivos que se manifiestan y dan matriza la participacin social, en tanto se trata de estudiarrealidades contextuadas y dotadas de significacin, enla bsqueda de alternativas interpretativas para suexplicacin.11

    La investigacin accin participativa nos ha llegadocon el sello de la investigacin cualitativa y con lanaturaleza sustantiva de la participacin como estrategia.Plantea una particular posicin cognoscente, una actitudperceptiva desde y hacia el otro, una relacin donde elproceso de conocimiento es, en realidad, una smosismutua sin momentos de cristalizacin ni puntos finales.

    En un mismo eje de doble explicacin heurstica yemprica, y con apunte para debate incluido, Jos LuisMartin se adentra en el tema de la participacin en elmultiestratificado escenario de la economa cubanacontempornea. Un anlisis de las condiciones realesde una participacin social en la realidad laboral denuestro pas, que advierte sobre posibles caminos paradesarrollar los mecanismos de decisin popular a partirde estructuras como el sindicato. La participacin aqutendra que ver con el acceso del sujeto popular (lostrabajadores) a la toma de decisiones en aquellos espaciossociales (fbricas, centros de trabajo, etc.) y en aquellosaspectos de naturaleza pblica o de inters colectivo(asuntos de la produccin, los servicios, la polticaeconmica, la comercializacin, las condiciones de

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    trabajo, la estimulacin, etc.) que estn en sucompetencia.12

    Sera la participacin una categora para pensarlaen trminos de competencia? O sea, hasta qu puntopodra afirmarse, con Martin, que la participacinmoviliza una competencia que la valida o la anula? En

    este caso, la competencia se explica a la luz de laparticipacin, en la capacidad que desarrolle el sujetomismo para precisar su idea de qu es participar, conreferentes empricos concretos. Toda participacinincompetente es simulada y contraproducente para laemancipacin, dice Martin y no le falta razn.

    Martin logra algunas reflexiones que son premisaspara un debate, como bien los acota, partiendo, enrigor, de precisar de qu participacin en la economapodra hablarse, de qu tipo de economa, en qu estadiode desarrollo, en medio de qu tensiones, y con qudinmicas internas y externas determinndola.Esto lo lleva a un esbozo de las manifestaciones de la

    multiespacialidad econmica en la isla en los das quecorren, determinante de todo proceso participativo enel mbito laboral, del que es cauce y matriz. Segn estaperspectiva, la multiespacialidad vendra a atravesarcon filos de navaja, segn nos dice, la participacinde los trabajadores en la toma de decisiones.

    Los agentes y los espaciosde una participacin concreta

    Los mapas son siempre recursos tiles a la hora derecorrer itinerarios tan imprecisos como los de la

    participacin. Y este que propone Cecilia Linaresconfirma su utilidad para situar algunos elementosdirectores de las dinmicas socioculturales, que sirvende marco a la participacin de los distintos actoreslocales en el desarrollo cultural.13

    Particularmente, desde sus propsitos y alcances alEstado, la autora va a ubicar los grupos comunitariosorganizados y las instituciones civiles (asociaciones yorganizaciones no gubernamentales) siempre en unmbito municipal. Vale aclarar que el municipio seasume ac en su generalidad, como tipo administrativo,si se quiere. Este artculo podra pensarse como unode esos mapas de escalas generales, que nos remiten aotros que aumentan en tamao y precisin lo que enaquel se esboz y anunci. La descripcin de Linaresse detiene, sobre todo, en las esferas de actuacin ycompetencia de estos actores en la formulacin y elanlisis de las estrategias de intervencin en la cultura.

    As, en el mbito cultural cubano, el Estado se perfilacomo el actor principal. Linares precisa el encargo delas instituciones estatales de la cultura a todos los niveles(nacional, provincial, y municipal) ajustando sus

    estructuras y formas de accin a las necesidades de lasociedad actual. Cabra preguntarnos en este punto aqu tipo de ajustes se refiere, y tambin cmo y quindefine las necesidades actuales. Es cierto que el trabajode la investigadora, segn se indica, fija su atencin enlos propsitos de estos actores del proceso cultural. No

    puedo, pensando desde el alcance real de estas estructurasestatales, dejar de dialogar con el texto de Linares. Eneste sentido, me parece que, una vez que se haya delimitadoel campo y los mtodos de actuacin del Estado,debemos preguntarnos si realmente concilia, como sededuce del anlisis, las realidades y objetivos particularesde los territorios e instituciones para lograr una integracinarmnica con los objetivos de desarrollos nacionales; osi, efectivamente, en estos momentos se interpreta lacultura como un proceso nico y totalizador, el cualtrasciende lmites institucionales y alcanza la vida cotidianay convoca, por tanto, a los sujetos receptores de esaspolticas estatales a formulacin, concepcin y evaluacin.

    Por otra parte, en lo que respecta a las organizacionescomunitarias y las asociaciones pertenecientes a la sociedadcivil, coincido con Linares en que los espacios en los quese desempean ofrecen un marco muy propicio para laemergencia de procesos autnticos de participacinpopular, en el sentido de lo que comporta el hechomismo de la comunin para la expresin de susidentidades colectivas. Pensemos en nuevos sujetos visiblescomo los roqueros de la Calle G habanera o los itinerantesgrupos gays de La Rampa capitalina. Por lo que estaidea de las nuevas proyecciones de lo social apura supertinencia en un debate.

    Es cierto que el mapa de Linares da cuenta de aquellos

    actores que, como bien declara, tienen una importanciadecisiva por su participacin en la elaboracin deestrategias de desarrollo cultural. Pero si seguimos lapostura de inicio, que entendera tanto la participacincomo el desarrollo en su explicacin procesual y relacionaly no estrictamente institucional, entonces la participacinde otras redes sociales menos formales, tambingeneradoras de identidades tributarias al paradigmamartiano de nacin con todos y para el bien de todos,no puede ser negadas de un mapa de sujetos, si pensamosen que una explicacin compleja del fenmeno no solose explica por las estrategias de desarrollo,sino tambin portcticasde ese mismo desarrollo, en las que la participacindebe ser un elemento constituyente.

    Educacin para la participacino la educacin como prctica de la libertad

    La educacin tiene un incuestionable peso en lacultura, en tanto uno de los mbitos protagnicos en elproceso subjetivo de incorporacin de normas, valores

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    y puntos de referencia para la comprensin delmundo. No hay cultura de participacin sin unaeducacin para la participacin. A la bsqueda deexplicaciones sobre la participacin docente seencamina Yisel Rivero y la enmarca en este permetrosocial como un mtodo de trabajo, desde la

    dimensin didctica que le es inherente.14

    Y lo haceen el sentido de aprovechar su capacidad paraorganizar las instituciones y su rol en la creacin dembitos atractivos para disentir, discutir, evaluar,confluir. Cmo participan los docentes en lasinstituciones escolares cubanas? Una pregunta departida que lleva a Rivero a estudiar las dinmicasde los procesos participativos en la institucin escolara partir de sus manifestaciones concretas y particulares,basada en su investigacin etnogrfica realizada en dosescuelas de nivel primario de la educacin general.

    Hay, en este trabajo, una intencin latente dedistanciarse del criterio de que el marco normativo

    de la institucionalidad frena, en s, la emergencia deprocesos participativos de reflexin, decisin yevaluacin en torno al hacer de la propia institucin,sin explicar el tratamiento subjetivo desde elsentido que los docentes hacen de todas esasregulaciones y normativas. Otro ngulo destacable dela aproximacin de esta investigadora es su simpatacon la idea citada de Fernndez Soria de que participarno significa sustituir las competencias de otrasinstancias.15En el mbito educativo, los niveles y formasde la participacin pueden ser diversos. De hecho,Rivero expone un grupo de tareas en las que los

    maestros reconocen que participan de la organizacinde horarios, la evaluacin de sus alumnos, laelaboracin y aprobacin del reglamento interno,la organizacin de actividades extradocentes, laconfeccin del sistema de trabajo de la escuela para elao, as como de la seleccin de los temas para trataren los encuentros con los padres, de las estrategiasdidcticas y metodolgicas que utilizan con losalumnos, entre otras. Lo interesante en este punto seraconocer el grado de esa participacin.

    La conveniencia de tipos de estudio como estosse confirma en la necesidad de valorar la congruenciaentre poltica educativa y los procesos reales de

    participacin. Es la real expresin de lo dichoen lo hecho,y viceversa. No parecera suficiente un cuerpo jurdicoy propiciador de procesos participativos que dote dederechos a los maestros en la institucin educativaestatal, como tampoco la definicin de mbitos, nivelesy estructura. Ms bien, se precisa que los sujetos sesiten en su universo de posibilidades e incorporen sulugar en sus instituciones haciendo, decidiendo,participando.

    Ser joven y participar en el intento

    Los jvenes, desde su proyeccin contestatariareinventan formas de relacionarse. Esto es, reinterpretandesde su cultura, los canales de participacin y dinamizanuna socializad propia. En Cuba, las maneras de formar

    parte estn permeadas de lo poltico en un gradosuperior quizs a otras sociedades, por razones hartoconocidas y, an ms, comprensibles. Cmo, entonces,valorar las percepciones que tienen los jvenes cubanossobre su integracin a la sociedad sin entender lacompleja trama poltica que le dan forma y sentido?Desire Cristbal y Mara Isabel Domnguez tocan eltema de la participacin sociopoltica de los jvenescubanos.16Asumen la participacin como el acceso y lapresencia real de los sujetos en las instituciones yorganizaciones econmicas, sociales, y polticas de lanacin, y la posibilidad de intervenir en las decisionesque les conciernen, no solo como beneficiarios, sino

    tambin como formuladores de esas decisiones.Estas autoras trazan un itinerario histrico del

    protagonismo juvenil entre los sujetos que hicieron ycontinuaron la ltima Revolucin cubana, para llegar a ladcada de los 90, lo que contribuye a comprender cmola participacin fue cargndose de un contenidodensamente poltico en Cuba. El reconocimiento de losnuevos rostros, de la heterogeneidad social tras esa dcadatrajo consigo un nivel bastante alto y sostenido departicipacin juvenil en la esfera econmica y social, perotambin en la direccin del Estado y la poltica. Elindicador fundamental de esa participacin, que sedesprende de su anlisis, es la pertenencia a organizaciones

    polticas, algo patente dada la naturaleza del sistemapoltico cubano, a pesar de que, como ellas mismasaclaran, la pertenencia a organizaciones es solo una premisapara la participacin y no un indicador de su magnitud eintensidad.La investigacin de la que parten estos criteriosconfirma que existe una visin bastante generalizada deque la participacin se traduce en el cumplimiento detareas y la asistencia a actividades convocadas.

    Acertando, Cristbal y Domnguez hablan de lanecesidad de emprender reajustes y balances en elcampo de la participacin juvenil que, en principio, llevea los jvenes a ampliar sus referentes sobre lapotencialidad de ella y los haga pensar en sus prcticasparticipativas, a partir, precisamente, de que susexpectativas, intereses y motivaciones individuales sereconozcan en las proyecciones sociales.

    La estructura no basta

    Que no hay estructura que garantice, por s misma,participacin y dilogo parece ser la premisa de partida

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    de Elena Socarrs para reflexionar sobre participacin,cultura y comunidad.17Socarrs se acerca al tema desdeuna aproximacin vivencial al trabajo comunitario,y acenta un aspecto frtil de los contenidos ypotencialidades de la participacin: su capacidad paraformular y evaluar, en tanto proceso activo donde seplanifica y se organiza, pero tambin se decide sobrelo que se va a hacer, y se constituye en una forma deredistribucin del poder.

    La participacin, desde esta ptica, como la materia

    si se me permite la comparacin, ni se crea ni sedestruye, solo se transforma.Y como aquella serpiente quese muerde la cola, se nutre de s misma de sus formatosy expresiones matrices, no solo a partir de la intervencinde actores o procesos externos, sin desmeritar lainfluencia que estos puedan tener en sus proyecciones.Socarrs se pregunta, con razn, qu supone y en dndese coloca quien convoca la participacin en su relacincon los convocados. Y con esto llama al anlisis tico,donde el hombre se hace carne y deja de ser unaconstruccin abstracta, para ser un sujetode relacionescon todo aquello que lo rodea. Al recuperarse al hombre,se explica la carga emotiva que tienen los procesos

    sociales y se puntualiza que no debe hablarse de laparticipacin como si existiera solamente una maneraparadigmtica de su ejercicio.

    Cmo explicar y propiciar el consenso para laaccin participativa, si no se parte del reconocimientode la diversidad de visiones del mundo de los sujetosque se implican en cualquier tarea comunitaria? Cmonutrirse de todo el universo de reinterpretaciones delmundo del autntico sujeto popular cubano? Cmocrear una participacin genuinamente sustantiva ycoherente con un sentido dialctico de la comunin?

    Por otra parte, el trabajo de Argelia Fernndez Dazrelaciona la escuela, la familia y la comunidad, desde unprisma participativo, partiendo de su experiencia comocoordinadora de programas educativos.18Este materialrecoge las experiencias en tres sitios de la capital. Elcarcter vivencial y descriptivo de este artculo no noslleva, como el de Rivero, a una evaluacin de losprocesos educativos en una clave constructiva y crtica,expresin de una voluntad de sortear la descripcin delos hechos. Fernndez, pese a la referenciada experienciaen la ctedra Comunidad-Escuela, del Instituto Superior

    Pedaggico Enrique Jos Varona, se conforma conlos prosy los contras salidos de la reflexin colectivade sucesivos talleres de evaluacin de los respectivosprogramas y proyectos, sin que se sienta un mnimo denegatividad, necesaria para la crtica si lo que se proponeel investigador es encontrar lugares estratgicos parapotenciar la participacin, como sospecho que sea elpropsito que la anima en estas iniciativas. La confianzade la autora en el mtodo y los programas decapacitacin huelen, una vez ms, a que la participacin

    se nos vuelve medio justificado atendiendo a un finpreciso. Ya tanto Socarrs, como Rivero y DAngelohaban sugerido seales para pensar, desde otro lugara lo Freire, la educacin para la participacincomo una prctica de la libertad.

    Discurso y prctica

    Yamil Deriche, otra de las autoras que participa eneste volumen, destaca que la construccin y el desarrollode una cultura de la convivencia no solo debe ser partede nuestros discursos, sino serlo de nuestras prcticas.19

    Esta autora subraya el sentido estratgico ydeterminante que se le confiere al desarrollo local, enespecial en nuestro pas, donde hay una fuerte voluntadpoltica de apoyo al trabajo comunitario. En este punto,la autora introduce un criterio diferente de lo quepiensan y han demostrado otras investigaciones incluidasen esta compilacin como la de Linares, DAngelo ySocarrs. Existen condiciones objetivas y subjetivas quepropicien el trabajo comunitario ms all, incluso, de lanormativa propiciatoria del derecho a congregarse porintereses comunes que, por cierto, tiene excepcionesen las actuales leyes vigentes y de la voluntad porfomentar una prctica que necesita desarrollarse tantopor sus fuerzas propias, como por la intencin deagentes externos? Hasta qu punto se han generalizadoestas iniciativas en Cuba con frutos visibles?

    Esta autora, una vez y otra, exhorta a entender eltrabajo comunitario como un movimiento de masas,algo rebatible, si vamos a la esencia de los conceptosque vincula. Por lo general, algunas de las ms fructferasexperiencias de desarrollo comunitario han partido delugares donde la institucionalidad vigente no consigue

    La participacin. Dilogo y debate en el contexto cubanopropicia un lugar para las preguntas, al tiempo que consigueinformarnos algunas de las posiciones que sobre este tema sedesarrollan en Cuba, cuyo impacto en nuestras maneras deconvivir es ms esencial de lo que a veces sospechamos.

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    hacinamiento, que se vali del saber popular de sushabitantes para proyectar una iniciativa detransformacin integral, como se gusta decir por estapoca.

    Leyendo la experiencia de La Manzana, se valida elpapel de la cultura en todo el proceso de desarrollo

    local, No es que no haya otros caminos. Los hay, perocasi siempre resultan ms costosos, ms largos y llenosde obstculos. No quiero decir que en un trabajocomunitario de base participativa no se produzcantensiones, desencuentros y tropiezos: los hay y no pocos.Pero s me gustara precisar algo que no por obvio secomprende siempre en las estrategias de desarrollolocal: no hay participacin sin motivacin, y muchomenos participacin sin implicacin.

    Del objeto y los caminos

    Si algo bueno tienen las compilaciones, adems delas mltiples aunque no necesariamente divergentesvisiones sobre un mismo aspecto que, por lo general,nos interesa, es que facilitan, por su estructura misma,el trazado de itinerarios de lecturas distintos de los quese sugieren en los ndices. Hasta aqu he seguido comocamino estratgico el de los compiladores. Casi herespetado el orden del libro, con el objeto de seguiruna lgica de este conjunto de artculos en torno a laparticipacin. El dilogo que he intentado con la obraen su conjunto, desde mis preguntas, est orientado delo general a lo particular, desde aquella situacin enepistemecompleja hasta la manifestacin puntual de un

    tipo de dinmica participativa en una manzanaholguinera, pasando por espacios donde la participacinse va cargando de claridad en su puesta en relacin conotros fenmenos como son los de la subjetividad, eldesarrollo, los mbitos locales y comunitarios, losespacios educativos, laborales, econmicos, etc. Perohay otros ndices posibles. Voy a seguir un poco laestrategia ldicra que inmortalizara Julio Cortzar ensu Rayuela,para sugerir otras rutas de lecturas. Estosseran caminos sospechados, un croquis ms que todode preferencias y asociaciones.

    Un camino cuyo eje sea el de la construccin crtica dela participacin sealara como puntos del trayecto, eldiseo urbano participativo de La Manzana, de CarlosGarca Pleyn; pasando por las experiencias docentesque analizan Yisel Rivero y Argelia Fernndezrespectivamente; as como por los apuntes de Jos LuisMartin sobre la participacin en los espacios laboralesy econmicos. No dejara de incluir la propuesta deDesire Cristbal y Maria Isabel Domnguez de pensarlos jvenes desde la participacin que logran en elentramado de la sociedad de la que son y se sienten

    parte. Un poco ms distante, pero oportuno en algunosaspectos sera Complejidad, globalizacin y estrategiasde transicin, de Pedro Sotolongo, en el sentido deque se anota dinmicas emergentes de este fenmenoa escala global que sealan un tipo de construccin de laparticipacinde acuerdo con los tiempos que corren.

    Otro caminoque podra llamarse del desarrollo local,sera aquel que se traza partiendo del artculo de ErnelGonzlez Mastrapa y Jordi de Cambra, atentos aldesarrollo humano, la cultura y la participacin. Unmapa del desarrollo orientado a la cultura es esbozadopor Cecilia Linares, en la escena del contexto municipalcubano y podra colocarse en este recorrido, que seguiracon el anlisis que haban hecho Alina Casanova y AnaIris Carcass, sobre la participacin en la gestininstitucional de la cultura, el cual, aunque no se proponede forma temtica el desarrollo, su presencia se adviertea partir de los referentes empricos que aporta paradialogar como ya intent hacer con el otro trabajo

    que s lo trata de manera explcita, firmado por YamilDeriche, interesada en la coordinacin y la integracinen el desarrollo comunitario.

    Finalmente, propondra un tercer camino, queconcebira desde la lgica de Paulo Freire en lostrminos del sentido del hombre participando.Sera aquelque aporta el contenido humanista de la participacin,donde se situara Socarrs apostando por lo que podradenominarse una tica para la participacin. De algunamanera, para esta ruta tendramos que pensar en lapropuesta de Espina, por su utilidad orientadora desdela perspectiva humanista. Tampoco podra faltar en esterecorrido la proyeccin emancipatoria que DAngelo

    consigue relacionando la participacin con los procesossubjetivos de reproduccin de los sujetos. La perspectivade la investigacin accin-participacin, por elreacomodo de las posiciones del investigador-investigado, tambin entrara en este zig-zag de lecturas.

    El nuevo libro del Centro de Investigacin yDesarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, Laparticipacin. Dilogo y debate en el contexto cubano, noconsigue socializar un debate, como s lo hacen otrascompilaciones, frutos de eventos realizados en esa sede.Los artculos no acusan una intertextualidad necesariapara que se produjera ese sentido dialgico pretendido.Tampoco incluye un apartado de debates, comotambin es hbito. El propsito, la estrategia latente, ses formular el debate, tanto desde el punto de vistaexpositivo con esto me refiero a la lgica de loscompiladores de ir de lo general a lo particular, comodesde la misma intencin de incluir posiciones diversas,matizadas por particulares miradas y cargadas de muydiversos, y a veces incompatibles, posicionamientostericos. Su valor es, ante todo, heurstico, por sucapacidad de generar nuevas preguntas, de llevar a

  • 7/26/2019 Pensarse y Ser Parte

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    Lzaro Israel Rodrguez Oliva

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    nuevas formulaciones del problema, y de actualizar lavieja polmica trunca muchas veces por razonesdiscutibles sobre la participacin en el contextocubano. La de los autores es ya la toma o retoma de unsitioenun debatesobre la participacin, alentadora desdela inquietud que suscita. Es una invitacin a pensar la

    participacin, y a participar. Este libro, que hoy nosllega como mapa de esas posiciones, estara siendo laprimera parte de otro texto, fruto de otro encuentro,por convocar, por debatir, por publicar.

    Notas

    1. Recurdese la poco difundida La participacin en Cuba y los retosdel futuro (1996), compilacin de Haroldo Dilla, que de algunamanera fue de las primeras iniciativas socializadoras de los debatessobre la participacin en la Isla, en plena reforma econmica. Eneste volumen toman parte no pocos de los investigadores que luegose dedicaran y mantendran la lnea desde sus objetos particulares

    como Miguel Limia, Juan Valds Paz, Rafael Hernndez, y MaraIsabel Domnguez.

    2. Cecilia Linares y Pedro Moras, junto a Sonia Correa habanpublicado, tambin en 1996, otro texto, La participacin, solucin o

    problema?, aparecido con el sello del Centro Juan Marinello.

    3. Cecilia Linares, Pedro E. Moras y Yisel Rivero (comps.), Lapar tic ipaci n. Di logo y debat e en el con tex to cubano , Centro deInvestigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,2004.

    4. Mayra Espina, Humanismo, totalidad y complejidad. El giroepistemolgico en el pensamiento social y la conceptualizacin deldesarrollo, pp. 13-40. Cuando no se indica lo contrario, lasreferencias se refieren a los artculos de la edicin que se resea.

    5. Ernel Gonzlez Mastrapa y Jordi de Cambra, Desarrollo humano,cultura y participacin. Notas para el debate, pp. 51-70.

    6. Cecilia Linares y otros, ob. cit., pp. 48-63.

    7. Ernel Gonzlez Mastrapa y Jordi de Cambra, ob. cit., p. 64.

    8. Aymara Hernndez, Neoliberalismo y localismo, una asociacinposible de desmentir? Respuesta desde la experiencia cubana, pp.71-85.

    9. Pedro Sotolongo, Complejidad, globalizacin y estrategias detransicin, pp. 41-50.

    10. E. Fromm citado en Ovidio DAngelo, Participacin yconstruccin de la subjetividad social para una proyeccinemancipatoria, pp. 88-104.

    11. Pedro Moras, Participacin, subjetividad e investigacincualitativa, pp. 105-11.

    12. Jos Luis Martin, La participacin en la economa. Algunasreflexiones para el debate, pp. 116-28.

    13. Cecilia Linares, Desarrollo cultural y participacin en elcontexto municipal cubano, pp. 129-42.

    14. Yisel Rivero, Participacin docente: acercamiento desde lainvestigacin, pp. 143-58.

    15. Juan M. Fernndez Soria, Descentralizacin y participacin de lospadres y madres en los sistemas educativos,Ediciones Pomares-Corredor,Barcelona, 1996. Citado por Yisel Rivero, ob. cit., p. 146.

    16. Domnguez ya escriba, desde 1996, sobre el tema de lasgeneraciones y la participacin en Cuba. Confrntese su artculohomnimo de este tema, aparecido en la compilacin de HaroldoDilla, ob. cit. Desire Cristbal y Mara Isabel Domnguez, Laparticipacin social desde la perspectiva de la juventud cubana,pp. 159-172.

    17. Elena Socarrs,Participacin, cultura y comunidad,pp., 173-180. La autora trabaj en el Centro de Estudios de la Juventud, elCentro de Cultura Comunitaria y actualmente se desempea en elCentro de Investigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana JuanMarinello. Ha colaborado en varias compilaciones sobre el temapreparadas por la Editorial Caminos del Centro Memorial Dr. MartinLuther King, Jr.

    18. Argelia Fernndez, La participacin en algunas experiencias enla interrelacin de los centros docentes con la comunidad. Aciertosy desaciertos, pp. 181-92.

    19. Yamil Deriche, Desarrollo comunitario: de la coordinacin ala integracin, pp. 193-200.

    20. Alina Casanovas y Ana I. Carcass, La participacin en lagestin institucional de la cultura, pp. 201-09.

    21. Alina Casanovas y Ana I. Carcass,Qu piensan y hacen los directoresmunicipales de cultura con respecto a la participacin en sus territorios,

    Centro de Investigacin y Desarrollo de la Cultura Cubana JuanMarinello. Informe de investigacin, 1999.

    22. Alina Casanovas y Ana I. Carcass, La participacin,ob. cit, p. 201.

    23. Ibdem, pp. 204-06.

    24. Carlos Garca Pleyn, Diseo urbano participativo en unamanzana de Holgun, pp. 209-24.

    , 2005.