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“Los perritos son la esencia de mi
vivir”: Nohelia Castro
Doña Nohelia es una mujer de 61 años y vive con 78 perros en la vereda “Aldana Abajo”
del municipio de El Santuario. Afirma que es la mujer más feliz porque alberga en su
hogar muchas criaturas desamparadas.
POR: ALEJANDRA DUQUE GIRALDO
COMUNICACIÓN SOCIAL UCO, [email protected]
FOTO ARCHIVO.
Doña Nohelia cuenta que siempre había tenido el sueño de acoger muchos perritos que no tenían hogar.
Aquí se encuentra con Sandy, quien llegó al refugio el 12 de diciembre del 2012
Un camino de piedras enterradas en el pantano conduce a la vereda Aldana Abajo del
municipio de El Santuario. A siente Kilómetros del casco urbano, se encuentra la casa más
habitada del sector. Dos mujeres y 78 perros avisan que se ha llegado al Centro de
Adopción y Bienestar Animal “LOS ÁNGELES” un lugar que parece normal sólo cuando
se ve desde afuera.
“Elvis, Coca-Colo, Mongo, Manuel, Negro, Bruno… vengan a comer” son los llamados
que doña Nohelia hace todos los días a sus hijos de cuatro patas. Los platos no son servidos
sobre la mesa; esta vez son puestos en el suelo en una ponchera amarilla. Amontonados uno
sobre otro, están los trozos de cuido que doña Nohelia logra conseguir para darles de comer
a sus hijos.
“No siempre tengo cuido, me toca arreglármelas como pueda para que no pasen hambre
mis criaturas. A veces me quito el pan de la boca y les digo: denme pues de la comida de
ustedes así como yo les doy de la mía”.
Doña Nohelia recibe el cuido que le brindan voluntariamente y pocas veces tiene dinero
para comprarlo, por eso lo multiplica y trata de repartirlo equitativamente. Algunos buscan
los alimentos con su hocico húmedo; otros, por el contrario, prefieren el juego y la
diversión, tal vez otros se sientan a esperar la vida mientras algunos corretean por la grama,
libres sin atadura alguna.
Duermen en la cocina, en el baño, en la sala, en el cuarto de doña Nohelia y en dos perreras
que fueron construidas en la parte trasera de la casa. Las paredes verdes hacen contraste con
la grama y las ventanas blancas juegan con los rostros tranquilos de perros, visitantes y
amigos. Las flores adornan la finca y dan otro ambiente, mientras se siente en el aire la
esencia de un perro.
“Esta es mi vida”
“Yo nací en Medellín pero
hace ocho años vivo en El
Santuario. Soy feliz desde que
puedo cuidar a mis criaturas”,
cuenta doña Nohelia.
La afición por tener perros
empezó en ella cuando era tan
solo una niña; en ese entonces
tenía 4 cachorritos hoy son 78.
“Yo me levanto a las 5:30 de la mañana y estoy al cuidado de
ellos todo el día. A las 12:00 de la noche me acuesto
normalmente”. Manifiesta doña Nohelia
FOTO ARCHIVO
“Fuimos ocho hermanos y a todos nos gusta los animalitos. Cada uno tiene su mascota,
pero nadie tiene la cantidad que yo tengo porque el amor por los perros no crece, nace con
uno y esta es mi vida” comenta doña Nohelia.
Los años se han reposado sobre ella, el agotamiento físico se puede notar mientras su
caminar es lento. Doña Nohelia sufre de artritis, hipertensión y diabetes, pero aún así,
conserva las mismas energías para luchar día tras día por sus angelitos -como los llama
comúnmente-.
Todos corren detrás de ella y mueven sus colas en son de agradecimiento; los ojos rasgados
de algunos intentan decir algo, y otros con un simple ladrido captan la atención de quien
habita en la casa. Algunos se sientan en los muebles y duermen como niños mientras se
dejan tocar por la brisa. Otros alzan sus paticas y orinan en cada rincón; entretanto, doña
Nohelia limpia con paciencia lo que sus hijos han derramado.
Y entre los perritos está ella, sus brazos se extienden para acariciarlos, para brindarles
comida, para amarlos. Les habla como a cualquier humano. “A ver Bruno no venga a
molestar a Elvis, córrase pa’lla, espere y verá que ahora arreglamos negro grosero”. Y
comenta, “sin ellos no sería nada, no podría vivir”.
Caminando de un lado para otro,
con un rostro enmarcado de sudor
va doña Nohelia sujetando entre
sus brazos una escoba y una
trapera. En el rincón la espera un
charco y en el otro el excremento
de uno de sus hijos y mientras
limpia, le pone quizá la misma
fuerza que tienen sus años.
Se nota cuando su rostro mira con firmeza, cuando su cuerpo no se queja, cuando sus pies
no paran de moverse, allí está ella con una sonrisa entre cortada pero siempre trasparente.
“¡Ay mija aquí lo que hay que hacer es mucho!” dice mientras lleva a su rostro las manos
para secarse el esfuerzo que cae lentamente cuando se sienta.
Doña Nohelia limpia todos los días la perrera que está en la
parte trasera de la casa. Barrer, trapear y lavar con jabón
son sus labores diarias
Está observando desde el corredor. Sus hijos se alzan en un mismo coro, los 78 ladridos
que se escuchan resonar entre las paredes, trasmiten algo. Habrá quienes estén protestando,
otros estarán pidiendo más comida y no faltará quien simplemente se una al canto porque
sus demás compañeros también lo hacen.
“En mi vida trabajé mucho, ayudé a niños de la calle pero me pagaron muy mal. A raíz de
esto me incliné mejor hacia los animales, ellos no me pagan monetariamente pero sí me dan
mucho cariño. ¿Qué más que me dan un amor incondicional? Eso de los humanos ni lo
podemos decir” afirma doña Nohelia.
Hace varios años doña Nohelia trabajó en la Feria de Ganado de Medellín. En este lugar
veía como sobre un piso estaban tendidos los niños, que a su corta edad, rondaban por las
calles de la ciudad. “Cuando me daba cuenta que ellos estaban tiraditos por ahí, sentía que
debía hacer algo por ellos y fue así como los empecé a ayudar”
-¿Y Por qué siente que le pagaron mal?
- Porque creo que fueron ingratos. Yo recogí a cuatro hombres y a dos mujeres y de algunos
de ellos no he vuelto a saber nada. ¡Ah pero ahora en Marzo me encontré con Daniel
Mondragón! A él lo recogí en la Plaza Minorista, lo tenía un hombre vicioso que estaba
durmiendo debajo de un puente. En ese entonces yo tenía una casita en Bello y me lo llevé
para allá. Él no quería estudiar pero lo interné en don Bosco, se hizo un hombre y se fue y
ahora después de 24 años volvió a mí.
- ¿Cómo fue ese encuentro con él?
-Él fue a buscarme a una casa que tenía en Medellín. Allá le dieron todos mis datos y mi
muchacho llegó acá. En este momento está trabajando en Puerto Boyacá y está un hombre
hecho y derecho. Mejor dicho todavía no me la creo, porque volver a saber de él después de
24 años fue muy bonito.
También me recogí a Jairo, Alonso, Martica y a Gloria que tenía ocho años. A su corta edad
ya tenía enfermedades venéreas. A todos los ayudaba, pero algunos se iban y no volvían. Sé
que algunos ya están casados y otros están muertos. ¡Qué pesar de mis muchachos!
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“Comería pasto antes de sacarlos
a ellos a la calle”
Sus ojos se inclinan para mirar a
Coca-Colo que se encuentra
jugando entre sus piernas. Él la
besa y le pone las patas en su
rostro. Ella lo abraza, le da un beso
grande y le dice “ya mijo, ya”. Y
continúa diciendo:
“Yo estudié hasta tercero de primaria porque mi papá decía que las mujeres no
necesitábamos estudiar para organizar la casa y cuidar los hijos. En esa época yo lo veía
normal, ahora las cosas han cambiado. Además creo que nadie me soportaría con mis
criaturas y yo a ellos no los dejo ni por nada en la vida. Por eso jamás los sacaré a la calle
así nos falte de comer; si me toca aprender a comer pasto como las vaquitas, lo haré”
Doña Nohelia se casó cuando tenía catorce años y del matrimonio salieron 7 hijos, uno
murió, dos están radicados en Alemania, tres en Medellín y la hija menor vive con ella.
Doña Nohelia afirma que algunos de sus hijos le colaboran pero no puede decir que
constantemente. La finca donde vive es de un hijo y agradece porque no tiene que pagar
arriendo pero aún así expresa:
“Por ejemplo mi hija Carolina vive conmigo pero no ayuda mucho con las labores del
albergue. Esta semana me fui para Medellín y cuando volví, la casa estaba igual, ella se
mantiene acostada”.
A esto responde Carolina. “Yo no sé si es por la edad, pero a mí me da pereza hacer tantas
cosas. Es que cuando nos venimos para El Santuario eran 20 perros pero ahora son 78. Yo
admiro lo que hace mi mamá ella es una verraca”
Mientras tanto está doña Nohelia sentada en un sofá roto por los perros. Con una mano
sostiene a Coca-Colo que tiene una herida en el cuello, y con la otra mano le aplica
Rifamicina, un líquido blanco y acuoso que ayuda a sanar las infecciones. Coca-Colo se
“No es lo mismo cuidar un perro que 78 y siempre he llevado
esta cruz yo sola” dice doña Nohelia
mueve inquieto y llora. “Ya mi vida quédese quietesito, que esto es por su bien” dice doña
Nohelia, mientras lo abraza.
“Nunca he tenido un punto de apoyo definitivo, ni siquiera de mis hijos porque cuando
ellos crecen la vida es otro paseo. Tampoco puedo decir que el señor de la tienda me da
cada mes diez mil pesitos; no me da ni cinco, ni uno, ni nada”
Desde hace cuatro meses doña Nohelia ha recibido la ayuda de jóvenes animalistas, estos
van todos los domingos a jugar con los perritos, otras veces van a bañarlos y a darles de
comer. Tal vez no alcanzan a remediar las dificultades por las que pasa doña Nohelia y sus
ángelitos, pero cada vez que ven en sus rostros una gratitud, ellos aseguran que tienen que
volver.
“A doña Nohelia la conocí al unirme a una marcha en repudio al asesinato cruel y
sangriento de una perrita que pertenecía al albergue que ella maneja. Me partió ver tantas
lágrimas solo por una perrita cuando tenía 70 en casa... Sentí su dolor y me comprometí con
la causa. Desde entonces, asisto cada 8 días sin falta a ayudarle con baños, curaciones, y a
entregar donaciones que recibo para ella. Su amor y entrega hacia ellos es absoluta y pura.
Ella sola, con sus años ya encima, problemas de salud, y faltas económicas saca adelante
cada día a todos estos peluditos... Para mí es un ejemplo de lucha, de esperanza, de bondad
y de compromiso” manifiesta Andrea Guerrero, animalista Santuariana.
Manuel, un perro sin ilusiones
Atado a una cadena de metal, se encuentra
Manuel. Sus ojos rasgados se pierden desde
lo alto. Allí en una esquina de la finca está
él observando con ilusión o sin ilusión
mientras la vida pasa.
Los ladridos que emite son de quererse
liberar, se mueve desesperado al ver a sus
amigos corretear por la grama. Él no puede
bajar porque su peso y tamaño pueden
ocasionar daños, aunque por días lo dejan
libre mientras él se une a sus compañeros y
sus patas se sienten trotar.
FOTO ARCHIVO
Manuel llegó al refugio en Noviembre y mide
aproximadamente 80 centímetros
“Yo llamé al perrito así porque tengo un vecino
que es alto, flaco y sin ilusiones y se llama
Manuel. Creo que así es esta criatura siempre
esperando algo”, comenta doña Nohelia.
Como Manuel, está Elvis, él también se
encuentra encerrado tras una reja de metal.
Todos son inquietos y se mueven
constantemente. Debido a los diferentes perritos
que se encuentran en el albergue deben
separarlos porque entre algunos de ellos existen
rivalidades.
“A Elvis lo llamé así porque cuando lo encontré en la calle tenía un ojito lastimado y le
decíamos “el bizco”, entonces lo dejamos mejor con el nombre junto. Ese es un perro bravo
y se mantiene peleando con los perros pequeños, entonces mejor lo dejamos en la perrera
con algunos de su tamaño”.
Lo que hay detrás de ellos
Elvis fue encontrado en la calle junto a un
basurero
Toby fue recogido en la calle, por la jornada de
esterilización que se hizo en el municipio
Lupe fue llevada al albergue porque su dueña tenía
cáncer
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Todos son ángeles para doña Nohelia, y afirma que cada uno lleva consigo una historia no
muy buena. Unos fueron lastimados por sus amos, otros fueron llevados al refugio y los
dejaron en la puerta, algunos fueron recogidos en la calle, pero aún así cada uno llega al
albergue esperando reparar lo que la vida les arrebató.
“Yo pienso que la labor de doña Nohelia es muy brava ¡eaa, tener tanta paciencia con esos
perros, es muy admirable! Yo la traje a la finca en una jaula y cuando eso tenía 28 perritos
pero ahora son más” cuenta Narces Aristizabal, vecino y amigo de doña Nohelia.
Pandora iba a hacer envenenada por sus vecinos
porque era muy inquieta y fue rescatada
Torci, fue abandonada porque no caminaba bien.
Hoy gracias al albergue lo hace sin problema
alguno
Alicia fue abandonada por la virgen del Carmen.
Después de esto la llevaron al albergue Enrique iba a ser sacrificado en el municipio porque
estaba enfermo. Hoy está en el albergue pero quedó
con un tic en su cuerpo debido al moquillo que le dio
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Ellos y otros más, rondan por las calles de El Santuario. Algunos van perdidos esperando
que alguien les dé algo de comer, mientras algunos son golpeados y excluidos de los
locales, prefieren no observarlos y rara vez alguien les tiende la mano para ayudarlos. Doña
Nohelia no recibe dinero ni donaciones por parte del municipio, el trabajo brota de su alma,
esa es su recompensa.
Como el problema de los perros callejeros ha crecido en el municipio, últimamente se han
preocupado para que ellos tengan una mejor vida. Por esta razón se construirá un albergue
en la vereda “El Carmelo” y un habitante de ésta será el encargado de cuidar a los animales,
esto con el fin de iniciar después un proceso de adopción.
“Los perros también van al cielo”
Mientras unos se dejan tocar por el sol,
la lluvia o unas manos trajinadas por el
tiempo, a otros su corazón ya les ha
dejado de latir.
Tal vez el peso de los años se recostó
sobre sus cuerpos, o tal vez el pasado
fue tan fuerte que prefirieron callar sus
ladridos. Algunos mueren enfermos
debido a la tos de perrera, otros porque
no pudieron resistir algún tratamiento.
“Aquí en la finca se abre un fosa y se entierran los perritos cuando se mueren y cuando
estoy sepultando una criatura de esas lloro igual como si estuviera enterrando a un ser
humano. Mi llanto es por mucho tiempo; pueden pasar cinco meses o más y todavía los
recuerdo y me lleno de sentimiento y de nuevo empiezo a llorar pero trato de confortarme y
no es fácil”.
El 28 de marzo murió Ana. Se presume que fue porque no toleró un medicamento que se
inyectó en su cuerpo llamado Tranquilan, esto era necesario para poder realizarle una
profilaxis que es el uso de antibacterianos para prevenir el desarrollo de una infección.
Los animales son la esencia de doña Nohelia y ella afirma
que siempre va a luchar por ellos
Los ojos de doña Nohelia se nublaron, las
lágrimas rodaron por sus mejillas y cubrieron
sus arrugas. Ella perdió otra hija suya y sintió
que le habían arrancado de su ser un pedazo
de vida.
“No sólo mis ojos lloran cuando paso por esta
situación; también lo hace mi corazón, pero sé
que mis criaturas también van al cielo”.
El silencio no se siente en la casa, pero sí en
doña Nohelia. Cuando muere algún angelito
siente que la vida se le parte en dos. Se
extiende sobre el suelo y deja que el llanto
recaiga sobre ella.
No alcanza a comprender la magnitud de la noticia ni
el porqué sucede esto por eso, advierte que ellos no
tienen valor comercial sino sentimental y se percibe
cuando a ella se dirigen queriéndola abrazar.
“Gracias, señor, por este día que me diste de compartir
con tus y mis criaturas nuestro señor, favorécenos a mí
y a mis seres, cúbrenos de todo mal y peligro; yo los
cuido, pero son tuyos señor tú los pusiste en la tierra
para que yo los amara. Bendícenos siempre, Señor, amén” oración que siempre realiza doña
Nohelia al abrir y cerrar sus ojos.
Son 78 respiros los que motivan a doña Nohelia para vivir, son 78 ladridos los que
acompañan el ambiente del hogar, son 78 criaturas que se levantan siempre con la
esperanza de encontrar comida, amor y comprensión y son 78 hijos de una mujer que posa
sus esperanzas en los ángeles que hoy cuida y que alguna vez ellos cuidarán, al fin y al
cabo todos reposarán algún día en el cielo.
ALEJANDRA DUQUE GIRALDO
COMUNICACIÓN SOCIAL UCO
FOTO ARCHIVO
Ella es Ana y fue encontrada sin vida en el
kiosko del albergue
“Podemos juzgar el
corazón de un
hombre según como
trata los animales”
Kant.