32
in vocación Ant únez Antúnez Piña Crangle Criollo Homero Krauss Martínez Gómez Rodríguez Villalvazo Segundo Toriz Edición conmemorativa del VII aniversario Performance 29 de marzo de 2012 v oc es de Performance

Performance Revista del Séptimo Aniversario

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Versión digital de la edición impresa del periódico Performance número del VII aniversario, correspondiente al 29 de marzo de 2012. Quincenario de divulgación y crítica cultural de actividades artísticas de la ciudad de Xalapa. Publicado en Xalapa por Editorial Graffiti. Tiraje de 5,000 ejemplares distribuidos de forma gratuita en la zona Xalapa, Coatepec y Veracruz. Dirigido por José Homero

Citation preview

Page 1: Performance Revista del Séptimo Aniversario

invocación

Antúnez

Antúnez Piña

Crangle

Criollo

Homero

Krauss

Martínez Gómez

Rodríguez Villalvazo

Segundo

Toriz

Edición conmemorativa del VII aniversario Performance 29 de marzo de 2012

voces de Performance

Page 2: Performance Revista del Séptimo Aniversario
Page 3: Performance Revista del Séptimo Aniversario

Director general: José Homero

Consejo de Edición: Rafael Antúnez,

Nina Crangle, Juan Carlos García,

Raciel D. Martínez, José Luis Martínez

Suárez, Juan Javier Mora-Rivera

Diseño: Jobanni Díaz Arenas

Logotipo: Carlos Torralba

Portada: Jobanni Díaz Arenas

Imagen de portada: Rocío Caballero

Formación: Jobanni Díaz Arenas

Jefa de redacción: Nina Crangle

Secretario: Carlos Romero

Corrección: Juan Pablo Hernández Vázquez

Asistente administrativo: Víctor Benítez

Distribución: Jonathan Flores Lira

Correspondencia:Av. Murillo vidal 506, tercer piso

C.P. 91060, Fracc. Ensueño, Xalapa, Ver.

Tel. : (01228) 8 178535

Dir. elect.: [email protected]

Web: www.periodicoperformance.com

Performance, especial de aniversario es una

publicación única, editada por José Homero

Hernández Alvarado.

Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No.

04-2011-020410374900-101, ISSN: en trámite;

ambos otorgados por la Comisión Calificadora de

Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría

de Gobernación.

Impreso en los talleres de

Castellanos Editores

Tel. ; 0155 57408786

México, DF.

Este número se terminó de imprimir el 29

de marzo de 2012 con un tiraje de 5,000

ejemplares.

Prohibida la reproducción total o parcial de

los contenidos e imágenes de la publicación sin

previa autorización de Editorial Graffiti.

El siete es considerado un número santo. Compues-to del Tres sagrado y del Cuatro terrenal articula la unión de Dios y la tierra. Escribe Banzhaf: “Como símbolo de lo absoluto y la perfección alcanza un gra-

do de importancia tan alto, que recorre como ningún otro nú-mero mitos y cuentos, hábitos y tradiciones, religión y magia.”

Con el número 158, el periódico cultural gratuito Performance cumple siete años de circulación ininterrumpida. No es poco mé-rito. En este lapso grandes transformaciones ocurrieron. Se con-solidó el espacio virtual y el entorno digital ha sustituido paulatina e inexorablemente al ambiente cotidiano. Mientras la red expan-de su trama, los medios impresos decrecen. En estos siete años los espacios periodísticos para la cultura, entendida no como registro super!cial de actividades o difusión acrítica, han desaparecido. Otrora baluartes de la crítica y la difusión cultural, espacios de formación del gusto, los suplementos se transformaron o desaparecieron. Las propias revistas han replanteado su concepción. Por ello la persisten-cia de un medio como Performance, que siendo un periódico, y por lo tanto se ocupa de la actualidad y la condición líquida, es también una propuesta de interpretación cultural, merece ser recordada. Y celebrada.

Performance registra la variopinta actividad cultural de Xalapa, una de las ciudades con mayor número de actividades artísticas y de cultura del país. Su registro no transcribe boletines ni se limita a difundir me-diante cartelera la oferta de los diversos actores de la cultura. No. Aunque contamos con la cartelera más completa de Xalapa, sin por ello limitarnos a la transcripción de agendas, somos un medio de re"exión, análisis, creación y sobre todo encuentro. Hay en Performance una idea viva de la cultura y sobre todo el ci-miento de que sólo a través de la crítica y el análisis podemos transformar la vida. En una época en que la crítica se observa con recelo y donde la sospecha y la super!cialidad relevan argumentos y posturas estéti-

cas, Performance se a!anza y se erige como un bastión, acaso de una noción de cultura agónica pero no por ello menos agonista.

Para celebrar estos siete años de resonancia simbólica ofre-cemos a nuestros lectores, siempre el horizonte y puerto que di-rigen nuestra travesía, una edición conmemorativa. Registro de las voces de los colaboradores de Performance –habitualmente críticos, reporteros o articulistas–, esta edición especial mues-tran y demuestra su talento literario y también la variedad de sus estilos. Una lectura super!cial detectaría el predominio de la violencia en Veracruz. Otra, más mesurada, acaso sólo en-cuentre cómo en la diversidad de voces y tendencias se puede crear una comunión mediante el diálogo. No otro es el sentido de nuestra invocación: encontrar tu voz.

EDIT

ORI

AL

JOSÉ HOMERO

Page 4: Performance Revista del Séptimo Aniversario

3La escritura de los cisnes

Rafael Antúnez

7Mi padre. Un cuento

Nina Crangle

18Glorieta de los sauces

Camila Krauss

15Los privilegios del pecado

Rafael Toriz

23Legitimación del

débil como auténtico poetaMarco Antúnez

25No contaban con mi astucia

Juan Palo II

5Una brisa

José Homero

9Vasca y cantabria

Raciel D. Martínez Gómez

12La noche en que el leopardo durmió

con el babuinoLuis Enrique Rodríguez

Villalvazo

19La barba de Samanta

Raúl Criollo

ÍNDIC

E

Carlos Torralba

Page 5: Performance Revista del Séptimo Aniversario

3

Séptimo aniversario7

oco antes de abordar el camión los vi. Hacía tiempo, en realidad un par de años, que ni siquiera pensaba en ellos. Durante un tiempo estuve enamorado de Mercedes y verla acompañada de Roberto resultaba una tortura cotidiana que trataba de evitar a toda costa. Tra-

bajábamos en el mismo edificio. La conocí antes que a Roberto, pero si hay que decir la verdad, nunca hice gran cosa para acer-carme a ella. Coincidimos algunas veces en el elevador y ante el reloj checador. Empe-zamos a intercambiar saludos. Pero las co-sas nunca fueron más lejos de eso. Al poco tiempo me encargaron buscar un diseñador y fue así que alguien me recomendó a Ro-berto. Muy poco después lo empecé a ver cerca de Mercedes. No tardó mucho en salir con ella. Y así, el verlos llegar o salir juntos del edificio se volvió algo común (aunque doloroso) para mí.

Al terminar ese año fiscal gran parte del personal sería despedido y no me costó nin-gún trabajo incluir a Roberto en la lista de los que se tenían que ir. Ignoraba que al-guien en el departamento donde trabajaba Mercedes estaba haciendo lo mismo con ella y, lo peor de todo, también lo habían hecho conmigo. Así que nos enteramos casi por las mismas fechas que al terminar el año sería-mos despedidos. A partir de ese día Roberto empezó a buscarme y a platicar conmigo. Para mi sorpresa era un tipo bastante agra-dable con el que compartía el gusto por la música de Gershwin y las películas de Harol Loyd. Poco a poco empecé a sentir cierta es-tima por él, aunque siempre evité salir con ellos como me lo proponía constantemen-

LA ESCRITURA DE LOS CISNES

RA

FAEL

AN

NEZ

te. Argumentaba compromisos inevitables o trabajos extras.

Fuimos despedidos y les perdí la pista por completo hasta esa noche en que me fue imposible evitarlos. Intercambiamos al-gunas frases comunes. Los dejé subir pri-mero y cedí el paso a dos personas más. Cuando subí vi que ocupaban los asientos delanteros, así que opté por sentarme en la parte trasera del camión. El viejo malestar se había apoderado de mí.

No parecían muy contentos pues Rober-to iba muy serio y, para mí sorpresa, se bajó un par de cuadras adelante. En la misma esquina en que él bajó, una mujer de unos cuarenta años, rostro delgado y ojos peque-ños y brillantes, vestida con pulcra humil-dad: una falda negra y una blusa vieja, pero impoluta, subió y se sentó a mi lado. Una cuadra más adelante, pareció recordar algo y bajó apresuradamente. Poco a poco el ca-mión se fue vaciando y tras unas cuantas paradas sólo quedábamos nosotros dos. Por un momento me sentí tentado a cambiar-me de lugar y hacerle plática. Pero com-prendí que era algo que carecía de sentido.

Abrí un libro y empecé a leer. Poco des-pués una fuerte sacudida y el estruendo del metal y los cristales rotos. Durante unos se-gundos perdí la noción de dónde me encon-traba. Cuando abrí de nuevo los ojos todo era oscuridad a mi alrededor. Me arrastraba por el pasillo del camión buscando la salida. En ese momento empecé a oír sus gritos. Eran verdaderos alaridos. Pedía ayuda y gritaba de dolor. Como pude, me puse de pie y me acerqué hasta donde ella estaba. Era terri-ble. Yacía entre un nudo de fierros retorcidos

Page 6: Performance Revista del Séptimo Aniversario

4

con las manos aferradas al vientre. Uno de los crista-les del parabrisas se le había incrustado y la sangre manaba en abundancia. Del chofer no vi más que un zapato. Quise mover los tubos que la rodeaban pero estaba totalmente prensada entre ellos. Y no cesaba de gritar. Suplicaba y lloraba con una voz lastime-ra y desesperada. Y yo no era capaz de hacer nada. Me aferraba a los tubos pero era imposible moverlos.

Poco a poco sus gritos se fueron haciendo más y más desesperados, hasta que una bocanada de san-gre la hizo guardar silencio. Me quité la camisa y le limpié la boca mientras le decía que todo iba a salir bien, que no se preocupara, que la ambulancia estaba por llegar. Oía mis propias palabras como quien oye una voz ajena y remota. Poco a poco la voz de Mer-cedes empezó a hacerse más y más baja hasta que se convirtió en un ronco susurro. Una y otra vez repetía que no deseaba morir. Había muerto para cuando los socorristas llegaron. Me ayudaron a salir del camión y me acostaron en una camilla. No recuerdo nada de lo que sucedió después.

Cuando abrí los ojos estaba en el cuarto de un hospital. Salvo unas cuantas contusiones, no me ha-bía pasado nada.

El funeral se llevó a cabo dos días después. No sé por qué acudí. Era un día radiante. El sol caía a plomo. El prado del panteón parecía una alfom-

bra y los pequeños monumentos funerarios lucían inmaculados.

Sin darme cuenta me descubrí llorando. Fue cuando ya habían cubierto el ataúd. Roberto se me acercó y me dio un largo abrazo. La gente empezó a alejarse del lugar. Seguíamos de pie, abrazados a pocos metros de la tumba.

Roberto se secó las lágrimas y me empezó a decir que él también hubiera muerto en el accidente, pero habían discutido fuertemente. De hecho habían ter-minado. Por eso él había bajado antes del camión.

–¿Es cierto que sufrió?No sabía qué responderle. Empecé a caminar sin

saber a dónde me dirigía. Roberto me siguió, y cuando estábamos frente al lago artificial que habían puesto en el centro del panteón, volvió a preguntarme:

–No –balbuceé–, no sufrió.–¿Qué te dijo?–Ella dijo que te amaba. Oí cómo empezaba a sollozar nuevamente pero era

incapaz de mirarlo a la cara. La tarde caía y yo me en-tretuve viendo la escritura efímera e indescifrable que dos cisnes trazaban en la oscura superficie del lago.

ANTÚNEZ: NARRADOR Y EDITOR.LIBRO INMINENTE: NOSTALGIAS DE UN FUMADOR, COLECCIÓN VOLADORES, IVEC-CONACULTA.

Jobanni Octavio Díaz Arenas

Page 7: Performance Revista del Séptimo Aniversario

5

Séptimo aniversario7

El viento no se detieneNo tiene rasgos

tiene manos de niño parvadas de manos de niños [saludando en el andén

al día siguiente del armisticiono tiene labios

farfulla entre las frondas de los liquidámbares mientras se llena [la boca con la luz

asperjándola a buches en las fuentes

El viento es un espíritu familiarLos discos y las vértebras dorsales se estremecen

campanillas japonesasde las briznas frotando arco

contra el laqueado cuerpo de la tardeEl viento es más redondo cuando toca tus nalgasy más vasto el cielo y más circular el tiempo

Por eso regresay de nuevo tus nalgas golpea con seco sonido como cuando gritas en un

[jarrón que se ha embocado

el viento nada en la alberca sus largos dedos abren surcos en el agua niña

engendrando vivívulas creaturasel viento hiende el ojete del horizonte

introduce su vergano sin antes escupir sobre el orificio alrevesada cabeza de champignon que los

cúmulos dejanTrae el viento un aroma nuevo

una brisa

JOSÉ

HO

MER

O

Page 8: Performance Revista del Séptimo Aniversario

6

Las violetas sacudidas de los techosy los más gruesos árboles indican

la magnitud de su venida

El viento está viniendoEl viento se está yendo

el viento vientoquiere una niña linda

El viento preña las nubes que se precipitan contra nuestros rostros como [niños sobre la colación de la piñata

en las azoteas donde las mujeres destienden la coladaen las láminas convulsas

el sol no está aquí

es el viento quien lo simulatiene rayos tiene luces tiene sombrastiene pañoletas de hojas secas y guirnaldas de flores en botón

podría sacar los objetos todos de su chisterael mundo estero es viento

no existimosapenas trazo

malabares con que se entretieneantes de perderse

y abandonarnoseco a la fijezla gravedaddonde cada forma parte sombra de los cuerpos

el pasado y el futuro se separany los amantes regresan a sus casasvadeando ateridos la tibiezque los cuerpos dejan al marchar

otra vez tienen nombre

otra voz

otra vez

HOMERO: POETA, ESCRITOR Y EDITOR. LIBRO INMINENTE: LA CIUDAD DE LOS MUERTOS.

Page 9: Performance Revista del Séptimo Aniversario

7

Séptimo aniversario7

MI PADREUn cuento

NIN

A C

RA

NG

LEstá muerto. Hace varios años de eso.

Un pasaje de Escrito en el tiempo lo trajo a mi memoria sin valerse de la llave del amor.

Mi amigo Antúnez, sin importar cuándo, consideró oportuno acudir a la mesa del café con su ejemplar su-

brayado para mí. Con un sobrecito de azú-car ya vacío, marcó una página, la 109. Al instante supe que no se trataba de una coincidencia.

Él, que sus razones tendría, me estaba diciendo de esta muy discreta y delicada manera que debía empezar por leer el entra-ñable texto de Bárbara Jacobs sobre la visita de Susan Cheever a la tumba de su padre, el narrador norteamericano John Cheever.

Yo, que nunca he visitado la tumba de mi padre y que tampoco aguardé junto a su lecho cuando finalmente llegó el final, y que nunca he leído a John Cheever, quise al ins-tante, al igual que Susan, haber sido el único ser vivo que su corazón se llevara antes de dete-nerse, y en esto todos somos iguales.

Susan Cheever, camino al cementerio, pensó que si no fuera especial para él, no tendría derecho a visitarlo. Ahora sé lo que mi amigo deseaba que yo supiera antes que otra cosa de este libro. Y cuando a una le ha sido revelado algo así, ya no se tiene ne-cesidad de visitar tumba alguna.

El padre es el tema. Pues bien, Jacobs nos ha dado además Las hojas muertas, una de las más hermosas novelas que yo re-cuerde, quizá porque trata sin parecerlo de la relación entre un padre y su hija.

Tengo una razón más para no olvidar-la: el protagonista es un migrante de origen libanés que un día decide marcharse de los Estados Unidos, su patria de nacimiento, para refugiarse en México, dejando atrás padres y hermanos, y fundar una familia mexicana.

Refugiarse de qué, pienso ahora. De los recuerdos, de cuando peleó como volunta-rio en la Brigada Lincoln en la Guerra Ci-vil española y de cuando fue soldado raso del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial.

La recuerdo con cierta frecuencia porque el protagonista de mi historia, es decir mi padre, también fue un migrante, neoyorki-no de origen irlandés, piloto voluntario de la Fuerza Real de Canadá en la Segunda Gue-rra Mundial. Odiaba el comunismo y a los comunistas, pero mucho más a las huestes del macartismo.

Huyó a México cuando ya no quiso sa-ber nunca más nada de aviones ni de gue-rras ni de ideales, y se hizo de una familia mexicana. Pero, ¿de qué huía? Seguro que también de los recuerdos.

Al igual que el personaje de Jacobs, mi padre empezó a tener aspecto de huérfano

Page 10: Performance Revista del Séptimo Aniversario

8

y de desterrado o de hombre sin familia y sin país y se sumía en sus lecturas y en su whisky y a nadie le comentaba nada.

Monólogo en retazos.El papá libanés, quien entonaba junto con sus

amigos exiliados el himno del batallón dedicado al Valle de Jarama y que leía además de libros la revista The Nation, llegada su hora decidió morir en México, cercano a su nueva y amada familia, bajo un puente ubicado al final de su casa y cubierto de hojas muertas.

El papá irlandés, quien cantaba Danny Boy en la compañía espectral de sus amigos abatidos por el odio, y que leía además de libros las revistas Time y American Fields, por el contrario, olvidando todo sen-timiento del deber, decidió morir solo, en algún pun-to de Nueva York impenetrable por la nieve, aunque para ello dejara atrás a su familia mexicana.

Y en esto no todos somos iguales. De tal modo que si esos dos ancianos caballeros

hubieran coincidido alguna vez, pongamos por caso en la banca de un parque olvidado, habrían charlado mucho más de derrotas que de glorias, incluso por encima de los libros y de aquellas revistas que leían de cabo a rabo, como una novela.

Pero ya lo dije: mi padre está muerto. Y yo no presencié el momento solemne.

Tal vez porque solía darnos la misma atención que nos merecen los niños imaginarios, como los que aparecen en los libros.

Aunque no nos pareciéramos en nada.

Para Rafael Antúnez

NINA: ESCRITORA Y EDITORA.

Omar Gasca, Ensayo parcial sobre el individualismo contemporáneo

Page 11: Performance Revista del Séptimo Aniversario

9

Séptimo aniversario7

ntenté fusilarme; tenía un cuento inédito que escribí en 1997, que emulaba por completo a American psycho, pero me pareció too much Bret Easton Ellis para los parámetros de la actuali-dad. O no too much, simplemente ¿a quién podía interesarle un cuento donde un vampiro mata a una xalapeña de familia famosa, cuando el mito

romántico cruza hoy en día por una estética tipo Crepúsculo?

Pensé inclusive que el propio Easton ya parodia a sus monstruos juveniles en Imperial bedrooms, por lo que se me hizo inútil emular a Less than zero y los crímenes de Patrick Bateman. Y menos, pensé, que el cuento abusara de descripciones frías en donde el vampiro –llamado Huilam, ja– cortara el pezón de sus víctimas con unas tijeras negras de acero, que eran como las de mi abuela y que siempre estaban en una máquina de coser Singer.

También quise parafrasear –como idea– un cuen-to de Rodrigo Fresán, estupendo, que fue motivo de una ponencia en un grisáceo congreso que asistí en la ciudad de Santander, España. El cuento de Fresán es agudo, trata sobre la guerra de Las Malvinas, y era incorrectísimo para las ideologías conservadoras en los planos políticos y en el tópico de la identidad. Sin embargo, no daba el juego de espejos; no obstante, sigo tentado a citarlo.

En fin, no se me ocurrió nada nuevo, más que intentar un texto sobre un congreso, que es a lo que me dedico.

*Impostadamente, quise retomar el sentir de los docen-tes españoles, pero lo advertí mega forzado. Noté un clima docente incierto, no lo niego, los profesores se sentían muy molestos por lo que ocurre en España. No hay oportunidades, decían, se quejan del burocra-tismo y algunos acusan nepotismo. A los académicos de prestigiosas universidades de Estados Unidos, por ejemplo, les cuesta mucho insertarse en el modelo

VASCA Y CANTABRIA

RA

CIE

L D

.MA

RTÍN

EZ G

ÓM

EZ

español. Me platicaron el deseo de regresar con sus padres, otros para hacer familia, para vivir en Castro Urdiales –”y ya está, sin tanta alharaca”. Inclusive, aseguran que hay un caldo de cultivo para un surgimiento fa-cho, local, de gente que le carga las tintas a los migrantes como causa principal de todos los males. Empero, la verdad, tampoco no me daba para tanto.

Y así estaba en un simposio sobre ideo-logía y manifestaciones culturales en San-tander, al norte del país, en el corazón de la Cantabria, recorriendo primero Barcelona y después Bilbao.

Sí, Bilbao, 06/07/11. Los vascos son un pueblo que danza y canta al pie de los Piri-neos, según frase que se le atribuye a Vol-taire, cuando los definió como un tópico en el cuento “La princesa de Babilonia”. Concu-rrida, repleta de líneas como un bosque de cemento, Bilbao es un gran molusco, es la misma sensación que cuando veo el muro de Berlín en la cinta Posesión de Andrzej zu!awski. La entrada a la ciudad desde el aeropuerto es espectacular por el sino oscu-ro. Un puente pasa al ras del Museo Gugg-enheim de Frank Gehry y se aglutina todo, como si los edificios fuesen pliegues orgáni-camente conectados, parece un póster es-tridentista o una mala pasada de Giger. La combinación de las bocas del metro de Nor-man Foster, las Torres Isozaki y las tasquitas junto al Teatro Arriaga son proporciones ca-prichosas sujetas a un ser maligno, muy en la onda del expresionismo alemán.

No sé, pero evoco a Fernando Savater, al que le escuché que él no se quita nunca sus calcetines para hacer el amor; vaya hábito. Y aquí entrena El Loco Bielsa, ¡maestro!

Page 12: Performance Revista del Séptimo Aniversario

10

Pierre de Lancre decía que los vascos eran glo-tones, lujuriosos y fornicaban como el diablo. La estación de autobuses en Bilbao es horrenda, so-litaria, poco le falta para ser como la de Papantla... muy poco.

La salida en carretera de Bilbao a Santander, de noche, es impresionante. Pasando diez minutos de lado izquierdo hay una zona industrial imponente. Tengo que decir: entre las cuevas de Altamira –las que filmó Werner Herzog– y el expresionismo postindus-trial de Bilbao, gana la metrópoli vasca que me asustó con sus mecheros gigantescos.

*No tomé vermut para picotear el marisco; fue sufi-ciente una caña de la casa para acompañar las rabas fritas en aceite de oliva extra virgen. El restaurante se llama El Machachito, una taberna marinera estu-penda. En la Plaza de la Cerveza me bebí una cerve-za belga, la Grumbergerh, o algo así, negra, vendida como la caña de la casa.

Todo me recuerda al restaurante Cantábrico que se encontraba ubicado en la avenida Ávila Camacho. Atendía El Maño y tenía un rico sazón, sobre todo para cenar. En el Hotel Chachalacas de niño me die-ron a probar el campari y no sé por qué el campari me recuerda tanto al Cantábrico –el restaurante.

*Y un consejo: Los topes, en el avión, con tequila Cuervo reposado, no se sienten.

*Hablaron de Todas las almas de Javier Marías, de El jinete polaco de Antonio Muñoz Molina y de Las edades de Lulú de Almudena Grandes, también se mencionó El invierno en Lisboa. No supe liar el narcisismo pos-mo con los discursos de los escritores. El ponente no se enteró que me he leído a Muñoz Molina.

Descubrí al español Ignacio Aldecoa. La po-nente inició con un recorrido tipo wikipedia, pero me agradó la relación entre este novelista bur-gués olvidado y gente como William Faulkner. En este contexto me salta el dictador Harold Bloom y su noción de la influencia, sobre y ante todo Shakes-peare. Para el fanático de los Yankees de Nueva York, todo el resto de la literatura son enemigos transpa-rentes y oscuros de William. Se salvan Milton, Flau-bert y sus poetas ingleses y estadounidenses que le gustan. Shakespeare está en todos lados, su omnipre-

sencia a través de la influencia se halla en Un mundo feliz de Aldous Huxley o en Tierra baldía de Eliot, am-bos derivados de La tempestad.

*El día siete comenzó el evento mientras en Bilbao se presentaban Blondie y Coldplay.

La sátira de euzkera en televisión: se burlan de un asalto bancario en lengua vasca, que por supues-to nadie entiende –no la sátira sino la lengua. Es extraordinaria.

Javier Barbero fue original en su propuesta lúdi-ca para entender el nuevo lenguaje de los jóvenes y recordarnos que la literatura ya se había adelantado a esta síntesis bárbara: el newspeak en1984 de Geor-ge Orwell, el nadsat en Naranja mecánica de Anthony Burguess y el houyhnhnms en Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift (esto B4 lo checo).

Comí percebes en Gambitas, quizás el restauran-te de mariscos más rico de la ciudad. Está El Machi, que es el de moda.

*Los raqueros son personajes típicos de Santander –niños pobres sin hogar–, frecuentaban las machinas y acostumbraban echarse de clavados, buceando en la bahía para recoger las monedas que les lanzaban.

Un tipo, impecablemente vestido con pants y te-nis Adidas, pesca a la una con 45 minutos de la ma-drugada. Me emociona.

En la estación marítima aparca un yate, el Regina Doce, es fiesta en petit comité, y escuchan a Luis Mi-guel. Dicen que la distancia es el olvido... Dos quin-ce. Caspa.

2.30 am. Un santanderino pelea fuerte con su no-via negra –creo que es su novia. El español le dice que le dé la mano, joder, que me des la mano, y la negra avanza más de cincuenta metros y no le da la mano.

Unos chamacos discuten sobre Neymar. A mí me interesa un libro de Alex de la Iglesia, ojalá me dé tiempo de comprarlo, por vía de mientras sigo en-ganchado a Solar de Ian Mc Ewan, novela adecuada para un congreso –de hecho, muy in.

*En el capitalismo salvaje sí que hay una diferencia. Mientras en España los domingos son días práctica-mente muertos, en México está abierto casi todo. Va-mos, se extrañan los Oxxo.

Page 13: Performance Revista del Séptimo Aniversario

11

Séptimo aniversario7

*Quiero forzar más citas. No sé cómo aludir lecturas que me han impresionado mucho. Me provocó un cisma Nada que temer de Julian Barnes, ensayo-no-vela sobre la muerte; El mapa y el territorio de Michel Houellebecq parece la ironía mejor cuajada en años, y me deslumbró la descarnada caída y gracia de Ja-mes Ellroy en A la caza de una mujer.

*En las caricaturas hay un perrito que se encuentra a otro perrito y no lo suelta. A donde quiera que va lo sigue. Pues bueno a mí me pasó con un intrépi-do paisano de Almería, básico, rural, que no sabía ni qué onda con el aeropuerto. Me dijo que nunca se había subido al Metro –el de Madrid–, que iba duro, y como podía se sujetaba a los fierros. Me lo qui-se sacudir al intentar comprarme una bolsa pija de Calvin Klein, pero acepto que me ganó y lo llevé a pasear por las tiendas de Barajas y hasta le termi-né invitando dos cervezas San Miguel –insípidas, por cierto. Luego lo llevé al puesto de revistas y me vio las negras intenciones de comprar unos relatos de la guerra de Vietnam de Tim O’Brien –de Anagrama, claro está. Me dijo que estaba muy gordote el libro,

finalmente no me compré nada y nos fuimos a seguir alegando con los argentinos varados tras las cenizas que arrojó el volcán chileno sobre el aeropuerto de Buenos Aires.

*¿Se enojará Rodrigo Fresán si cito en extenso un frag-mento de su cuento “La soberanía nacional”?, “Cuan-do reciba mi primera carta desde Londres se va a volver loca. Porque este es el plan: apenas salgamos a patrullar y la cosa se ponga densa, yo me voy para un costado, me hago el herido y me entrego. Así de corta, loco. Se los digo en inglés. Meic lov not uar y ya pueden irme arrean-do. Porque la idea es que me lleven prisionero a Londres, esperar que se acabe el tema éste de la uar y entonces sí, pase para concierto de los Rolling y la gloria, man. ¿Cómo no iba a aprovechar ésta? ¿Cómo los iba a ver a Mic y a Keit si no era así? Y te juro que después de los bises yo me mando para el fondo y hasta no hablar con Keit no paro. (...) ¿Te imaginás?, plomo de los Estóns.” Bien cul, man; por mi parte no, no hay fusil.

RACO: CRÍTICO DE CINE Y ENSAYISTA. LIBRO INMINENTE: CINE DE GÉNEROS: ENTRE ADÁN Y GUERRA, COLECCIÓN VOLADORES, IVEC-CONACULTA.

Manuel Velázquez, Urdimbre

Page 14: Performance Revista del Séptimo Aniversario

12

los antecedentes de Juvenal Costilla, El Ca-raemuela pa’ los cuates. Lo conoció en sus buenos tiempos, cuando lograba colocar en Laredo, cargas de dos o tres toneladas de cocaína. No como ahora, que debía perma-necer la mayor parte del tiempo acostado boca abajo, magullado como estaba por las várices en el recto.

Costilla sabía que la tenía sentenciada. Por eso le agradeció al comandante Uribe por no haberlo jubilado de otro modo. “Qué bueno que sea usted. Estoy seguro que otros comandantes, ahora, hubieran querido te-nerme cerca para matarme’’. Corría el día 14 del mes de enero de 1996 cuando el barón de Matamoros decidió no hacer el menor intento por evitar su aprehensión.

Los GAFES lo atoraron cuando intentaba escabullirse por una puerta falsa que daba a un pequeño túnel excavado debajo del pa-tio de la casa contigua a donde permaneció oculto los seis meses previos a su captura. La estrategia diseñada consistía en salir por esa puerta, disimulada por un muro de pla-fón, y permanecer en el socavón mientras que desde el interior de la casa se le sumi-nistraban los alimentos necesarios.

Cuando escuchó la corredera era de-masiado tarde. La inflamación del vientre producto de días de estreñimiento le impi-dió moverse, aunado al cansancio mental y físico; los avisos sobre la presencia de los militares nunca llegaron. Previamente fue desmantelada su red de informadores. No había de otra, alguien lo había puesto.

Lo siento por aquellos que murieron y por los que todavía van a morir…Ellos vienen sin misericordia, no tienen amor ¿Dónde está

el amor?Sus corazones están en la planta de sus pies…

LA NOCHE EN QUE EL LEOPARDO DURMIÓ CON EL BABUINO*

LUIS

EN

RIQ

UE

RO

DR

ÍGU

EZ V

ILLA

LVA

ZO

e ti sí me voy a acordar hijo de la chingada¡ La frase quedó en el aire como el epílogo de un capítulo que parecía cerrarse junto con la puer-ta del avión Gruman de la PGR que lo trasladaría al Paso, Texas, donde dos agentes del FBI lo esta-ban esperando para internarlo en

la prisión estatal de Colorado bajo diversos cargos relacionados con el tráfico de droga.

La sentencia estaba dirigida contra Ja-vier Uribe, comandante de la Policía Judicial Federal, herencia de la desaparecida Direc-ción General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), prototipo del agente que entronizaran las películas de los hermanos Almada hasta hacerlo un referente: lentes oscuros Ray Ban de gota amplia; abundan-cia en abdomen y joyería, ésta prolijamente distribuida en dedos, muñecas y dorso, y el símbolo que marcaba la violencia irracional de la cual solían hacer gala, la insepara-ble Beretta, regalo del halcón mayor de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Dos cargadores de 32 tiros cada uno, hacían las veces de chambelanes de aquella negra pavonada.

Una ligera descarga eléctrica que lo re-corrió, desde la nuca y a lo largo de la co-lumna en forma de intervalos, le recordó

Page 15: Performance Revista del Séptimo Aniversario

13

Séptimo aniversario7

Por eso su sorpresa al verse rodeado de encapuchados: “¿Qué quieren? ¿De qué guerrilla son? ¿Son del EZLN?”, la respuesta lo tranquilizó, “Easy, Costilla, easy, estás entre amigos, vienen conmi-go”, era Uribe que se regodeaba de su captura.

Juvenal siempre se caracterizó por no dejar sin castigo a los “fal-tones”. Los mantenía con vida du-rante periodos que podían alcan-zar hasta un mes, sometiéndolos a golpizas y torturas constantes. Los dejaba reposar, que se recupe-raran, permitía que alguna espe-ranza de sobrevivencia germinara en el pecho de aquellos incautos y entonces se reanudaba el trata-miento, hasta reventarlos no sólo en lo físico, sino en lo mental.

Uribe y Juvenal mantenían buenas relaciones de negocios, las mismas que con todo agente que llegaba a la plaza. Pero algo había en Uribe que Juvenal no acababa de digerir del todo, en particular la forma que tenía de llamarlo “pa-trón”; su recelo creció al presen-tarse Uribe de improviso en sus oficinas. No era día de pago. El ju-dicial se excusó, pero arriba esta-ban inquietos por la desaparición de un elemento de inteligencia mi-litar que realizaba trabajos en su zona de influencia y tenía curiosi-dad por saber si acaso no conocía del asunto…

(Los ojos de Juvenal… luego ne-gro. De golpe, luz brillante sobre la cara. Un cuerpo pende de las manos atadas a una cadena, sujeta a su vez de una de viga metálica que conforma el esqueleto de aquella estructura. No se distinguen facciones, sólo la silueta del cuerpo que se sacude en diminutos estertores. El ambiente se llena con

el sonido del golpe del agua sobre el perfil que se recorta en la semipenum-bra, lo reanima. La visión se dificul-ta por la hinchazón de los ojos. Re-gresa afuera. Luz ilumina el cuerpo. Exhibe surcos en brazos y costados, plagados de moscas que empiezan a disfrutar su increíble buena suerte. Donde hubo una piel cetrina, palpita carne viva, sollozantemente carmesí. Llora… muy quedito… un fogonazo y algo estalla salpicando la lámina. La mirada se concentra en cómo se desli-za, exhalando lo último vital, se pier-de contra el piso. De nuevo negro.)

Juvenal se ofreció solícito a que recorrieran juntos algunas de

las casas donde mantenían a sus huéspedes para que se cerciorara él mismo de que no había nadie ahí con esas características. “No es necesario, patrón, yo le creo”. “Entonces, ¿en qué otra cosa puedo ayudarte?”, señaló Costilla quien nunca llegó a simpatizar del todo con los federales, pero que sabía un mal necesario para el sosteni-miento de la empresa. Los consi-deraba indeseables, zopilotes que aguardaban en la sombra la caí-da del jodido para hacerse de un buen filete, aunque no desprecia-ban el tasajo por ínfimo que fuera.

Alejandro Flores

Page 16: Performance Revista del Séptimo Aniversario

14

“Pues no sé quién vaya a ayudar a quién”, res-pondió Uribe en un tono soberbio, “vengo llegando del DF, me imagino que ya sabes que me acaban de nombrar Yanqui1 y entiendes lo que eso representa en nuestra sociedad”. Costilla acomodó la última pieza en el pequeño rompecabezas que desde la llegada de Uribe había ido ensamblando con cada gesto y las actitudes del judicial. Esta nueva posición implica-ba un significativo pago en dólares para que la plaza permaneciera congelada, de lo contrario los peque-ños decomisos y el olvido a la llegada de operativos sorpresa del Ejército comenzarían a ser una constan-te. Además de que la puerta para el arribo de otros con mayor interés en preservar el terreno comenzaría a entornarse.

Doscientos mil fue el precio puesto en la mesa por Uribe. Costilla no mostró signo alguno. Ante el silen-cio, Uribe argumentó volviendo al tono de melindre: “Entiende, tú por cada viaje te llevas treinta millones mínimo, además tengo que salpicar pa’rriba”. Juvenal seguía mudo, clavado en la textura del hielo que se disolvía en el vaso con whisky mientras el otro hablaba; es-peraba a que su mutismo fuera com-prensible para el nuevo subdelegado en la plaza y entendiera que era un buen negociante y no un estúpido que se dejara sorprender, estaba dispues-to a pagar, pero lo mínimo posible.

Uribe tampoco era un improvi-sado. Fogueado en los sótanos de la DGIPS, sabía cuándo aflojar y en qué momento apretar, pero sobre todo sabía ser cooperador cuando ya no había alternativa, pero ahora, por pri-mera vez desde su llegada a Tamauli-pas tenía los huevos de Juvenal en las manos. Esperó algunos segundos an-tes de que anunciara que se retiraba. Sus movimientos fueron seguidos por Costilla desde el mirador en que se había convertido el vaso sudado que

1 Concepto utilizado en la jerga policiaca para de-nominar a los subdelegados de la extinta Policía Judi-cial Federal designados en las distintas entidades, cuya función era coordinar las tareas operativas y de investi-gación de los agentes a su mando, representando para quien era designado en el cargo un gran poder e in-fluencia por el control que ejercía en la plaza.

deformaba el cuerpo de aquel sujeto, corcovado por las concavidades acuosas.

“Te dejo para que lo pienses”, advirtió Uribe, “tengo a lo mucho un par de semanas para empe-zar a dar resultados… de cualquier tipo… ya sabes, el procurador tiene mucha confianza en mi trabajo… así que… se hace lo que se puede”.

“Sí… seguro… lo que se puede…”, reafirmó Cos-tilla sin dejar de ver su vaso. “Bueno, pues entonces ya veremos”, rubricó la plática Uribe; “veremos”, re-pitió ensimismado Costilla tras escuchar cómo el ju-dicial cerraba la puerta de golpe.

“¡Tiburón… Tiburón!…”

*Fragmento de la novela con tal título, Capítulo I.

VILLALVAZO: ESCRITOR. LIBRO INMINENTE: UN DÍA COMÚN, CO-LECCIÓN MANOS A LA LETRA, IVEC-CONACULTA.

Page 17: Performance Revista del Séptimo Aniversario

15

Séptimo aniversario7

Pocas cosas nos consuelan porque pocas cosas nos afligen.

PASCAL

i tuviéramos que escribir la historia del ser humano atendiendo al testimonio de nuestros excesos, fatigas y fracasos, podríamos concluir que nada nos sedu-ce tanto como lo prohibido, ese incen-dio diminuto que vive para devorarnos,

consumiendo lo que encuentra en su cami-no. Consumándolo todo.

Dar rienda suelta a la voluntad del hom-bre, como han querido desde hace mucho tiempo reyes, filósofos y tiranos, ha sido una experiencia conflictiva porque la po-testad absoluta del deseo individual, por fuerza, acaba por tropezar con los deseos de los otros, embajadores del infierno. Si a ello le agregamos la necesidad de coerción que ciertos individuos han implementado para dominar a sus semejantes tenemos el caldo de cultivo perfecto para la aparición del pecado.

La contradictoria historia del pecado –al margen de los griegos y los arameos, que consideraban la hamartia un “fallo en el blanco” o lo vivían como el olvido de algo que “tendría que tenerse presente”– encar-na la historia del cristianismo en Occidente. Nadie, con la excepción hecha de los judíos, las madres y Woody Allen, ha usufructuado

LOS PRIVILEGIOS DEL PECADO

tan devotamente el monopolio de chantajes, extorsiones e infortunios de manera tan fe-cunda como la Iglesia católica. Nuestra idea del pecado en el presente, como desde hace dos mil años, es la de un delito moral: la transgresión voluntaria de un precepto re-ligioso. Sólo hay pecado donde hay censu-ra, o para decirlo con las palabras de San Pablo, “el pecado no se imputa cuando no hay ley. Se dicta la ley y la ofensa abunda”, que es más o menos como decir que todo lo sabroso de la vida, luego de un examen es-crupuloso, peca, engorda o embaraza.

Pecar, para un individuo lúcido y cohe-rente, más que un derecho acaba por impo-nerse como una cívica obligación.

RA

FAEL

TO

RIZ

Jorge Castillo

Page 18: Performance Revista del Séptimo Aniversario

16

Breve cronología de un conocido tormento

PARA LA TRADICIÓN judeocristiana, pecar es alejarse de la voluntad de Dios. Cuando Adán y Eva prueban el fruto del árbol prohibido, desobedecen al Señor y por ello son desterrados del paraíso y condenados a tra-bajar (tragedia que perpetuarán, por los siglos de los siglos, sus descendientes). Con el advenimiento de Je-sús se infiere que el ser humano sólo podrá salvarse por su fe en el Mesías, enviado del cielo para redimir nuestra esencia pecaminosa (lo que mueve a pensar, luego de su sacrificio, que si uno no peca entonces el hijo del Hombre habrá muerto para nada).

De acuerdo con la enciclopedia, hacia el siglo VI el papa Gregorio Magno habría enlistado los siete pe-cados capitales: lujuria, pereza, ira, gula, envidia, va-

nidad, avaricia y soberbia. Siglos después Dante, en el “Purgatorio” de su Comedia, enlistará las mismas faltas, lo que dará una idea muy precisa del pecado a la consciencia del Renacimiento (autores anteriores, como Cipriano de Cartago, Juan Casiano y Columba-no de Lexehuil, hablaban de ocho pecados capitales. Ese pecado era la tristeza en su forma melancólica –el demonio meridiano– y se trataba de una falta im-perdonable porque el hecho de estar triste era una agresión directa contra la creación de Dios).

De acuerdo con el obispo alemán Peter Binsfeld, a cada pecado correspondía un demonio: lujuria: Asmodeo, Gula: Belcebú, Avaricia: Mammon, Pe-reza: Belfegor, Ira: Amon, Envidia: Leviatán, Sober-bia: Lucifer. Y en este punto conviene detenerse un poco, puesto que nada es tan humano, tan luciferino, como el hecho de contrariar a Dios.

En la película Lugares comunes (2002) de Adolfo

Robin Matus

Page 19: Performance Revista del Séptimo Aniversario

17

Séptimo aniversario7

Aristarain, Federico Luppi, en uno de sus mejores papeles –un can-sado y elocuente profesor de lite-ratura– arranca la película dicien-do: “lúcido viene de Lucifer, el Ar-cángel rebelde, el Demonio; pero también se llama Lucifer el lucero del alba, la primera estrella, la más brillante, la última en apagarse…lucifer viene de Lux y de Ferous, que quiere decir el que tiene luz, el que genera luz… El bien y el mal, todo junto. La lucidez es dolor, y el único placer que uno puede co-nocer será el de ser consciente de la propia lucidez”. A mi manera de ver, el pecador, por miserable, es un iluminado.

Y es que ejercer el pensamien-to por cuenta propia es la oca-sión para que se cometa el peca-do. De ahí que Sade y toda suerte de espíritus disolutos (Rimbaud, Baudelaire, y tantos otros) encar-nen de manera tan precisa el ar-quetipo del malhechor: los que nadan a contracorriente y lle-van la contra, ejerciendo el sobe-rano privilegio de desobedecer.

Para Aldous Huxley, como para León Bloy –quien pensaba que po-día llegarse a Dios a través del mal absoluto–, el pecador se encuentra muy cerca del santo. Escribe el au-tor de Un mundo feliz: “Sólo un cre-yente en la bondad absoluta puede perseguir a conciencia el mal ab-soluto; no se puede ser un maldito sin ser al mismo tiempo, en po-tencia o de hecho, un creyente en Dios. Baudelaire era un cristiano de pies a cabeza, el negativo foto-gráfico de un padre de la iglesia”. Por mi parte, encuentro en las pa-labras del poeta español Leopoldo María Panero la quintaesencia del pecado, su raíz primigenia: “No es tu sexo lo que en tu sexo busco / sino ensuciar tu alma: / desflorar / con todo el barro de la vida / lo

Rocío Caballero, Lección 7 Templanza

que aún no ha vivido”.Hoy en día, dado que la normalización de las conductas pecami-

nosas ya no escandaliza a nadie –toda vez que valores como la usura y la vileza son moneda corriente en sociedades como las nuestras–, la Iglesia ha relanzado una versión de las conductas que considera peca-minosas; lo que dice mucho de una institución que ha dejado, desde hace tiempo, de dialogar con la realidad. Es pecado realizar manipula-ciones genéticas (incluidos embriones), contaminar el medio ambien-te, provocar injusticia social, causar pobreza, enriquecerse de manera obscena y consumir drogas.

Como habitante del siglo XXI y pecador de tiempo completo, sólo puedo pensar que la necesidad de transgredir los límites es una vo-cación que algunos espíritus estamos llamados a cumplir, pero no a la manera de un hedonismo narcisista y enajenante, sino como una vocación que permite gritar, revolviendo las brasas que arden en el pe-cho, lo vivos que estamos ante la noche sideral.

TORIZ: ESCRITOR. LIBRO INMINENTE: SERENATA, COLECCIÓN VOLADORES DEL IVEC-CONACULTA.

Page 20: Performance Revista del Séptimo Aniversario

18

porque no me recupero del recuerdode ver a un policía abriendo fuegoun domingo en la glorieta del mercadoasisto a una sesión de reiki con una muchachita rubia, suecapor efectos de la digitopresióno de la psique irreflexivasurge de mí la mayor de los primatesla gorila es una suerte de avatar o de síntoma

uh uh uh

tiene su graciaponerse en manos de una extrañay convertirse en formidable animal en la dimensión desconocidamamá gorila está contentaes la hembra, es feroz, sabe más que cualquier policía

uh uh uh

todos al pisomamá gorilalos disparos no terminan

quédate conmigo mientras estallan esquirlas.

CAMILA: LIBRO RECIENTE: EL ÁBACO DE LOS ACENTOS, EDICIONES SIN NOMBRE-FLM, 2008.

Glorieta de los sauces

CA

MIL

A K

RA

USS

Page 21: Performance Revista del Séptimo Aniversario

19

Séptimo aniversario7

Para Óscar Galván. Espíritu libre

“Would you lie with me and just forget the world?”SNOW PATROL, “CHASING CARS”

e parecía la mujer más fácil de odiar. Un día, en uno de los movimientos repeti-dos e innecesarios de su coreografía en el aire, ella decidió seguir lo imposible, y eso la transformó en una criatura inolvidable.

En la calle hay muchas más guapas que ella. No es la clase de chica que atra-pa tu atención cuando recorres el espacio

contraído de una reunión. Los aspectos presumibles de la belleza que codificaron los rígidos marcos de su entorno adolescente la hicieron separarse del mundo por un rato.

No tenía la condición social, el peinado fresco, los aditamentos tecnológicos en la bolsa de neopreno, ni mucho menos portaba la moda textil para envolver sus curvas discretas como indicaba la doctrina invi-sible pero letal de su colegio. Era lo que los fraseos globales posmodernos han definido como unadapted.

Con un atractivo que le venía de adentro, de ese núcleo pródigo más cercano de la tempestad que de la refinación espontánea con que nos aleccionan los comerciales de shampoo, la mujer de las desidias in-finitas fue pronto paradigma y desazón.

En su último año de universidad hacía un periódi-co de grotescos infortunios letrados. Un puñado, los de siempre, lo leían al paso. La mayoría lo repasaba sin gana, preocupados por no leerse entre los nom-bres de alumnos ejemplares, con dos becas en su porvenir. Las fotos eran simples, los poemas extravia-dos, las efemérides inciertas en su cosmogonía intra-table de carga intelectual. Era el relleno de un tablero infinito; el mural fantasma entre la colisión visceral de alumnos superdotados y adefesios concentrados en la cuadrícula del abdomen y el cutis perfecto.

Pero desde esa desventura seminal de su desdi-

LA BARBA DE SAMANTA

RA

ÚL

CR

IOLL

O

cha literaria se propulsó su personaje. Y el espectro invisible se convirtió en monstruo amenazante. El paso no fue mortal pero sí temerario: cansada, con una tristeza que le escurría manchas negras en la cara jamás inocente, caminó con la calma y la fuer-za de un ente opuesto a su vida entera. Se despojó de falda y calzón para fotografiar su vagina inviolada. Mácula de extrañeza distinguible entre contemporáneas que le aventajaban dos años de cópulas.

El timbre aturdió a los últimos alum-nos de ingreso al colegio. Esa maqueta mo-numental de paredes hechas con ladrillos opacos. Y la música marcial que inducía el ingreso a las aulas se detuvo en el grito fu-ribundo del director y su apetito de espan-to. La vagina de Samanta en retador blanco y negro era la única pieza que ostentaba el periódico en sus corchos perforados.

Descartando inmediatos motes sin inge-nio, la anécdota se cifraría en la frase insul-sa: “La barba de Samanta”. Por esas aveni-das de la discusión y el contraargumento, entre el alojo de los defensores de libertades sin líneas firmes, con el apego a estatutos con demasiados incisos… Samanta no pudo ser expulsada. Los alumnos decidieron que era “una mujer” atractiva en su descaro. Alguien capaz de defender creencias de al-guna materia que no se encontraría en los modelajes efímeros de sus compañeras; las que veían una pasarela retadora en cada andar por la cancha de basquetbol.

Su opinión fue escuchada en consejo de alumnos, en encuentros de debate, en ex-presiones poéticas, en la columna de 500 caracteres que se abrió para ella en el se-manario local. No era feminista; no tenía una ideología política contestataria; no pro-

Page 22: Performance Revista del Séptimo Aniversario

20

permite a las celebridades efímeras llenarse de corte-jos abrumadores.

Los ensayos fueron lo más cercano a los princi-pios básicos de la histeria colectiva. Los bailarines se comportaron como profesionales de gran compañía hasta que hicimos la prueba de vestuario. El concep-to de dragones humanoides, además con aletas en los dorsales, no podía atentar de manera más franca contra una coreografía que los obligaba a rodar por el suelo al menos en seis momentos. Las máscaras de látex eran extraordinarias en su estética de vanguar-dia, pero los orificios de los ojos eran muy estrechos y el sudor se quedaba en el borde provocando un ar-dor insoportable.

Ensayamos de la manera más experimental y es-túpida que se tuviera memoria entre las guerreras compañías independientes, es decir, sin programa y sin espacio fijo. Un día ensayábamos en un parque y al siguiente la cita era en alguna bodega.

Una noche, demasiado ebrio para coordinar tres pasos, llamé a todos para citarlos a la mañana si-guiente en un campo frente a la zona de hangares posteriores a la terminal 2 del aeropuerto. No era po-sible escucharse a dos metros, con aterrizajes y tur-binas encaminándose a pistas de despegue. Saman-ta gritaba frenética y me golpeaba cada vez que me tenía al alcance con una energía incendiaria. Yo me comportaba como un alma flotando en el limbo y ella atacaba a todos los actores como si hubiera tomado turbosina.En mi demencia de pretensiones revolucio-narias fui subiendo el tono de nuestros encuentros, cambiando los papeles de los actores, inventando números musicales, introduciendo fragmentos de poesía, obligando a cada miembro de la compañía a tomarse cuatro expresos mientras montábamos el trágico último acto en que las tres actrices tenían que arrojar sangre de pollo a la primera fila. Como mu-chos que no buscan la trascendencia del arte, a mi me interesaba la cumbre inmediata del escándalo. Samanta era mi oportunidad de oro. Pero ella estaba consciente de sus propios alcances, más de lo que cualquiera suponía. Su vagina aún era capital perio-dístico para los ensayos que trataban de comprender la volatilidad ideológica de los universitarios. Saman-

testaba por calles y plazas con pancartas de acuare-la; no creía en el sexo seguro ni en la fiscalización de los deseos; no era una exhibicionista de peligro; no era el escupitajo inquietante contra las autoridades escolares… pero era el arrebato con un nombre pro-pio de referencia: “La barba de Samanta”.

Ella no podía graduarse sin dejar un imprimátur legendario: su fotografía censurada firmada con cari-ño para el señor director.

Cuando llegó conmigo yo ya guardaba un poema de su modesta inventiva. No era oro pero era nostal-gia en muchos acentos de su evocación mortuoria. Lo recorté de su columna y lo enmiqué como un sepa-rador que en cada lectura tenía algo que recordarme. Evité que lo viera cuando se presentó a la entrevista. La ofendí de inmediato: “Tengo quien escriba. Nece-sito una actriz.”

Con el aplomo de quien ganó fama de enfant te-rrible demasiado pronto, Samanta se quitó las gafas ligeras, se soltó su pelo brumoso como noche de nie-bla xalapeña, hizo una serie de respiraciones muy necesarias para quien nadará 200 metros mariposa y después hizo uno de los peores monólogos que yo hu-biera visto en 20 años de carrera en el teatro y el cine.

Me encantó.La obra que yo montaba era una broma abusiva

de mal gusto que podíamos cómodamente encajar en la categoría de “dark performance”. Era lo de menos. Yo había adelantado una serie de crónicas favorables para colocar en la prensa que se dejara, y que tenía exaltaciones sin fundamento pero que podían deslum-brar a los despistados. “Elocuente montaje que denota el avistamiento embrionario de la nueva fenomenolo-gía de las fuerzas bastardas del mal”… Era lo suave…

Samanta cerró su audición destruyendo mi tritu-radora de papel. Plasmó así la imagen que le pare-cía su mejor definición: acabar con bestialidad a las fuerzas opresivas de la censura.

La contraté de inmediato. Ignoro las referencias que tuviera de las artes escénicas pero aclaró: “No puedes cogerme aunque me des el protagónico”. Pero yo no tenía ni siquiera la clase de interés desprendi-do de la sustancia erótica del “cómo sería”, que les

Page 23: Performance Revista del Séptimo Aniversario

21

Séptimo aniversario7

ta se hizo una actriz de decoro. Cubierta de bailarines en desparpajo, iluminación que trazaba sus pasos y un seguidor en la cabeza que le daba un destello de ángel en ópera rock, podía incluso tener una actua-ción sobresaliente.

Hice traer a un primo de Monclova para que me agrediera en la conferencia de prensa. Nadie podía relacionarlo conmigo y el capítulo pasó íntegro como una verdad. Pronto pude publicar alegatos en los que me victimizaba como blanco de los grupos de ultra-derecha que le cerraban el espacio a las nuevas for-mas de expresión artística. Me costó un coñac de 30 años tener una prolongada entrevista en un programa de televisión. Llevé a dos encueradas en falso body painting. En sus pechos destacaban garabatos que hablaban de paz y libertad de expresión. Su imagen era demasiado agresiva, pero mientras yo hablaba de las bondades de la apertura en los medios culturales, nadie se atrevía a sacarlas de cuadro.

Fue una delicia que Samanta citara a su pro-pia conferencia de prensa. Decía que estaba hasta la madre de mí y de las falsedades del teatro. Que cualquiera podía ser actriz si transmitía su verdade-ro sentir, en lugar de usar “técnicas leprosas” donde se emplean fórmulas vacuas y anodinas para llorar y gemir sin ningún sentimiento implícito. “El histrio-nismo se vive o la obra no sirve como vehículo de comunicación con Dios”. Colado con una máscara de Neutrón entre los universitarios que la colmaban de elogios y le gritaban “¡Tú eres la neta”, empecé con un alarido que debió acarrearme una golpiza, pero que en cambio levantó un coro salvaje: “¡Vagina! ¡Va-gina!”: Creían elogiarla, pero pasó lo que esperaba: Samanta pateó la mesa y salió fúrica.

Me fui a celebrar al café donde podían verme to-dos los necesarios. Me dije ofendido por sus pala-bras. Manotee en la mesa y cuando me sentí seguro centro de atención, declaré: “Si tengo que matarla, lo haré en el estreno”. Que no la corriera y ella se ne-gara a abandonar un montaje que detestaba fue otra pequeña victoria. En una sociedad tan inmediata y soluble, con los equipos técnicos capaces de almace-nar millones de datos, pero con humanos incapaces de hacer una suma sin calculadora, que dos persona-

jes tan prescindibles como Samanta y yo colmáramos los periódicos era un honor, un triunfo sobre la so-berbia ciberpunk.

El día del estreno tomé suficiente vodka para lle-gar a mitad de carrera al teatro. Me alarmó la poca presencia policiaca. Yo quería una fila de azules por sección y dos tanques antimotines afuera. Pero, a pe-sar de todo lo dicho en las semanas previas, los en-cargados de la seguridad pública no esperaban más de unos cuantos censores con letreros obtusos y un grupo de jóvenes ávidos de desmadre. Nada que no resolvieran una valla de diez metros y un puñado de miembros de la montada. Para remediarlo hice alar-mantes advertencias anónimas diciendo que se espe-raban enfrentamientos de pandillas y degollamientos de animales. Llegaron los antimotines.

Samanta me miró con todo el odio que podía ca-ber en su histrionismo legítimo. Cuando nos cruza-mos en camerinos sumó otra medalla a sus pasos impredecibles: metió la mano en mi pantalón y me sujetó los testículos. “Hoy ya puedes cogerme porque me retiro como actriz”.

El telón no bajaba con la tramoya, sino que dos acróbatas lo desgarraban desde lo alto y bajaban con los jirones mientras un estrobo filtrado en rojo multi-plicaba los espectros de sus evoluciones. La obra me pareció menos mala que en todos los ensayos, pero fue decepcionante que el público no se inmutara en acciones y diálogos que se habían insertado para que la gente maldijera. La aceptación sumisa del público era la negación de nuestro mensaje. Había una quie-tud adiestrada. Quizá demasiados videojuegos, exce-so de aditamentos en telefonía celular, asentamiento de las grasas que no consumían los pasos para ir al supermercado. Una obra de lenguaje visceral con-templada como la concentración que genera la admi-ración de un cactus.

Asco.Pero no hay leyenda sin grandes finales. Una de

las máscaras de dragón se rompió desde el cuello en un recorrido por el suelo plastificado. Samanta, con su habitual aplomo de hielo, se puso la máscara en-tre las piernas como si un decapitado le besara la en-trepierna. Por fin el público reaccionó. Mi deseo era

Page 24: Performance Revista del Séptimo Aniversario

22

que alguien subiera al escenario para iniciar una gol-piza campal que reemplazara las palmas. Al menos en el clímax ella tuvo algo parecido a un orgasmo (aún me preguntan si lo sintió de verdad). Pero cuan-do tenía que decir las últimas líneas, esas que revela-ban al traidor de los cielos eternos que impulsaría al regreso salvaje de la humanidad, Samanta calló por completo.

Por fin algunos insultos. Ella permaneció calla-da. Di la orden de apagar todas las luces del esce-nario para concentrar los tres seguidores blancos en su erótica carnalidad humeante. Sorpresivamente me encontró con la mirada. Me dirigió una de esas son-risas maléficas que uno sólo ha visto en el cine de horror. Volvió a enfrentar al público.

Como de ella podía esperarse lo que fuera, no me sorprendió que los espectadores del frente empe-zaran a comportarse como animales de granja bus-cando el escape del corral. Caminó como la doncella andando al abismo en el cenote sagrado, con la ma-jestuosidad de un espíritu libre en su paso al cadalso, pero también con la fiereza de quien puede retar a to-dos los monstruos de la noche… y hasta podía ganar.

Como las aguas que se separan para el andar de los fieles, como la vagina de Samanta abierta para el placer desgarrado de un deseo inconcebible, como las fobias que se repegan a todos los peligros para escapar de la nada... mujeres y hombres permitie-ron la ruta de la mujer peligro pisoteando las butacas para llegar… a alguna parte.

Las luces la buscaban en el zarzal de brazos que la ayudaban y la tocaban como una loca en la cuer-da floja. Y Samanta no se detuvo, no dijo el final que sentenciaba la obra, no hizo el epílogo de un perfor-mance maldito. Sólo se fue.

Sin dar tiempo a que la gente saliera de la sor-presa, advertí a dos asistentes de tramoya para que tomaran los extinguidores dispuestos en las piernas inmediatas al proscenio. Levanté del suelo la másca-ra que Samanta se frotó en el sexo y salí gritando que nunca uno de mis personajes abandonaría el esce-nario o yo moriría. “Abrazo al fuego que es la vida”, sentencié diciéndome al instante que por esa frase

me lapidarían mis críticos. Prendí fuego a la más-cara y levanté los brazos para ponérmela. Los gritos multiplicados eran mi gran ovación. Mis hombres me apagaron en un segundo. Yo me convulsionaba en el suelo como si estuviera recién salido del sartén.

Samanta apareció dos semanas después en Tijua-na con una moto vieja y un remolque porta rampas. Pretendía elevarse veinticinco metros para salvar la frontera como una declaración simbólica de la liber-tad que ninguna barrera podría destruir. Salió volan-do de lado y cayó en contorsión contra la pared para romperse cinco costillas y el radio del brazo izquierdo.

Me llamó exigiéndome su pago por la obra que nunca terminó. Cuando le dije que podía demandarla por incumplimiento de contrato y que no había orga-nización sindical que pudiera defenderla, aclaró que si ella quería prenderme fuego no habría extinguidor que me salvara.

Desde luego, el pago que le envié especificaba el descuento de mi trituradora de papel. Compré un ca-mión de helados. Lo pinté de negro y le coloqué en los costados la fotografía maldita de Samanta que, estú-pidamente, jamás había registrado ante derechos de autor. Me sentía un padrote resentido explotando un sexo ajeno. La nueva gira nos obliga a solicitar apoyo policiaco porque hacemos que una pitón mate a un ratón en vivo. Yo salgo vestido de monja y trato de exorcizar al animal, pidiéndole cuentas por los estra-gos que viene causando desde la creación de la Tierra.

Samanta escribe todos los días en mis páginas de internet. Yo entinto pergaminos y publico mi respuesta en el poste de nuestro teatro base en la colonia Nar-varte, como los edictos monárquicos de otro tiempo.

No hemos cambiado las ideas de nadie, pero al menos por una vez pusimos su mente en un estrato distinto de los controles de siempre. Y, ¿quién puede decirlo?, tal vez vuelva a encontrarme con Samanta y ahora sí lo logremos, y compartamos un mutuo éxta-sis en el baño de fuego.

CRIOLLO: ESCRITOR, GUIONISTA Y HOMBRE DE CINE. LIBRO RE-CIENTE: ¡QUIERO VER SANGRE!, HISTORIA ILUSTRADA DEL CINE DE LUCHADORES, EN COAUTORÍA CON JOSÉ XAVIER NÁVAR Y RAFAEL AVIÑA, EDITADO POR LA UNAM.

Page 25: Performance Revista del Séptimo Aniversario

23

Séptimo aniversario7

Para las ardillas que siguen socavando en balde…

la verdad yo te escribo estos versitos para que te enamores de mí conmigoconvencerte de casarte con este sentimental y con la calma recuperes la fe en la rebelión de los poetas sabiosque despotrican contra todos elevando imágenes confusas de animales absurdosay sí muy malos con sus borracherascalcas narcóticas de una película a la Felliniensamblan año tras año el mito del malditocon el típico séquito de saquitos menores de edad y corduraque dicen que sí a cuanto recita el escritor con fruición de efebos cuyas grandes mentesse llenan de serviciales papas donde localizaríamossi por un azar fortuito florecieran un amanecerla razón las ideas y la chamarra negra de los Ramones

y es que sucede en estos tiempos dominados por la palabra institución que ya no basta ser el mejor en la cama el más fuerte o el que mejor se la rifapara garantizar el dominio real a la naturalezaevadiendo el pillaje de las mentiras la simulación del sortilegioo nuestras secretas inferioridades disfrazadasahora hay que inventar la imposturala Ilusión Significante en su punto cumbrela significación máxima que las elimine a todas que vacíe de fuerza los hechos

Legitimación del débil como auténtico poeta

MA

RC

O A

NT

ÚN

EZ P

IÑA

Page 26: Performance Revista del Séptimo Aniversario

24

y garantice con justicia de contrabando mercantilnuestra posición más alta en el escalafón de los varonesla tensión del mundo compilada en unas cuantas palabras enchuladas por el bríofalso del chico banda y raspa que se rodea de aplausos en lecturas públicascomo si la región capital de nuestro pene

creciera o angostara por la cantidad de páginas que logremos mantener con la falsedad de la pluma

esto es un disfraz malo y ajado por artistas grises

UQDTG�VQFQ�GPVTG�HQTOWNCTKQU�ITCHÍOCPQU�UKP�ITCOÍHQPQU�CğPCFQU�avalados por las deficiencias críticas de los lectores regionalesque se ruborizan al descubrirse por la calle junto al escribidoren grado proporcional a la cantidad de preseas que pendan de su cuelloo de jueces perezosos que otorgan premios sin rigor ni vergüenzalo sé

tú no eres ingenuapero nunca pierdo la esperanzaque por esta validación jerárquicapermitas habitar a tu cada día en mis humildes aposentossin levantarte durante un momento lúcido una fatal madrugadaextrañando aquello irrevocable de tu pasado

que definitivamente no soy yo

MARCO: POETA Y EDITOR. LIBRO INMINENTE: DEL AURA ESTRELLA, COLECCIÓN BRAZOS DE MAR,IVEC-CONACULTA.

Page 27: Performance Revista del Séptimo Aniversario

25

Séptimo aniversario7

eñor Homero, lamento mi ausencia de sus páginas. Sé que hay quien pide a gritos las andanzas de JP II. Aun-que es evidente que son días de guar-dar por el tiempo nublado. De todos modos no quiero desaprovechar la ocasión para felicitarle por su de-

nodado esfuerzo en favor de la cultura. Siete años no son fáciles de resistir en un contexto donde las instituciones no invier-ten. Poco sé de eso, pero cuando recorro el centro histórico, veo claramente que a la gente le importa jota la cultura. Esta ciudad es de churros y papas con salsa Valentina.

Bueno, lo distraigo un momento para relatarle mi última –la más reciente pues–, incursión por los antros xalapeños.

Déjeme comenzar con un manifies-to: el table no ha muerto, Señor Homero. Sólo vive un responso. El otro día escu-ché en la radio de los fresas a una confe-rencista experta en parejas, llamada La química del amor, quien afirmaba que la ternura se da porque la pasión está des-cansando. ¡En efecto, sabiduría chemestry! ¡Hay una siesta en Xalapa!, eso sí, un poco prolongada, donde la libido capitalina se conforma con eventos de buffet incluido.

El asunto es que me topé con el es-pectáculo más grande del mundo. Sí, en el recinto donde apareció La Tortuguita –¿se acuerda de su chamarra de globo?–, el Pri-vator, se llevó a cabo una noche temática. Nadie lo advirtió, habían pasado los ósca-

NO CONTABAN CON MI ASTUCIA

JUA

N P

ALO

II

res y el homenaje a Roberto Gómez Bolaños –por cierto, sus colaboradores tendrían pre-texto para leer Los detectives salvajes, sobrino o no de Roberto grande [ay, parece que se me chispoteo una “s”].

Se trató de una noche en domingo, in-olvidable, donde el Privator tuv(b)o el tino de ofrecer una noche temática. Sí Señor Ho-mero, ¡adivinó! Privator se unió al reclamo mexicano y rindió homenaje precisamente a don Roberto, idiosincrasia reciente que rele-va cualquier antepasado prehispánico –me-nos El Tajín, por supuesto.

Chespirito fue el pretexto ideal para que el table se cubriera de gloria y de paso lo rasurara del mal gusto. Antes, tildado como el thunderdome donde una imaginaria Tina Turner de Cardel había dejado muestra de su pericia con unas pelotas de ping pong, dejó atrás la guarrez característica para dar paso al Tema: al Tema de Temas.

Al principio parecía la cantina de Stars war, donde concurrían los adefesios más bi-zarros del planeta Xalapa: albañiles, frane-leros y periodistas de quinta. Luego semejó también al Tokio destruido donde a Ultra-mán se le enciende el foquito en su pecho para acabar con los monstruos –¿remember a Estrellita, la queen de Chacaltianguis?

Sin embargo, la noche temática eclip-só incluso el rating del infame progra-ma de dobles de TV Azteca. De pron-to todo se tornó de rojo y amarillo.

Page 28: Performance Revista del Séptimo Aniversario

26

Resulta que todas las bailarinas habían sido dis-frazadas de personajes tanto del Chapulín Colorado como de El Chavo del Ocho –el mero mero del bar era ni más ni menos que El Doctor Chapatín, con todo y su bolsita de papel estraza.

“¡No contaban con mi astucia!” “¡Fue sin querer queriendo!” “¡Cállate, cállate que me desesperas!” “¡E inicia el show con el que rinde homenaje, nuestro humilde lupanar, al más grande de los dramaturgos de la pantalla chica!” “¡C-h-e-s-p-i-r-i-i-i-t-o!”

El locutor hizo gala de su enciclopedia. No sabía quién era Beethoven –bueno, sí, un perro–, pero qué tal presentaba a las exóticas de Rinconada, Medellín y extranjeras de León y San Luis Potosí.

Señor Homero, decía más adelante el animador con su gorrito del Chavo, “con ustedes, ¡Ramona!”, en evidente alusión extrapolada de Don Ramón. Ra-mona salió con sus patillas pintadas –bueno, yo digo que eran pintadas–, y un mostacho tipo Cachirulo; lo que le ayudaba entonces a la nativa de Cosoleacaque era su complexión huesuda y el ceño fruncido, aun-que la vencía la risa chiveadilla cuando daba vueltas al tubo.

También apareció Quica, una recién ascendida bachiller cuyas mejillas le facilitaban la encarnación del chamaco lloretas. Lo fascinante del asunto eran sus rodillas, metidas hacia dentro, dato que resaltaba las calcetotas amarillas que patrocinó Deportes Hui-ro en honor al equipo del Piojo –equipo del que he visto que usted, Señor Homero, se pone la casaca los sábados cuando va a la cantina Los Álamos.

La Chilindrina fue muy simple escenificar-la. Las cortas de estatura sobran y no había más que ponerles trenzas y comprar un sué-ter rabón usado en el tianguis del Parque Colón. Hubo entonces el clima propicio para que, en medio

de falsas nubecillas, se anunciara al ¡Chapulín Colo-rado! Sí, era ni más ni menos que Malena, la misma que otrora vendía delfines de chuchería en el male-cón del puerto jarocho, quien, decidida, sacrificó la imagen –como Charlize Theron en Monster– para sa-car el chipote chillón y posar con tremendo equilibrio sus antenitas de vinil. Fue hilarante, Señor Homero, cómo se balanceaba con sus enormes botas color pollo asoleado.

¿Se acuerda de la crónica que hice del Extrava-gance, cuando en medio de la tragedia de la inunda-ción se presentó un show surrealista de la botarga con figura de pene? Pues bueno, el table se redime frente a aquellas situaciones grotescas, con la afa-ble interpretación de Malena en el papel del(a) Chapulín(a).

Sano como nunca, extravagante como jamás, el Privator ofreció el performance más aplaudido en la historia de los bajos fondos atenienses. Todos los comensales –porque hubo garbanzo y haba gratis, ¡y rifas de tortas de jamón of course!– cambiaron aunque sea por una noche su camiseta futbolera por una donde subyace un amor infantil con los colores ya citados de rojo y amarillo con su CH en el corazón.

Señor Homero, “¡chusma chusma, brrrrrrr!”. No hay parangón.

Más vida al proyecto editorial.Un abrazo para usted y saludos para sus

colaboradores, sobre todo al Conde.

http://twitter.com/CarteleraPFMhttp://twitter.com/performance_http://twitter.com/josehomero_

Cartelera Performancehttp://www.facebook.com/CarteleraPerformance

Performance. Interpretaciones sobre Interpretacioneshttp://www.facebook.com/periodicoPerformance

Page 29: Performance Revista del Séptimo Aniversario

27

Séptimo aniversario7

Gerardo Vargas

Page 30: Performance Revista del Séptimo Aniversario

28

IVEC

Page 31: Performance Revista del Séptimo Aniversario

29

Séptimo aniversario7

SECTUR

Page 32: Performance Revista del Séptimo Aniversario

30