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Número 3 de la revista digital cubana "Periodismo de Barrio"
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SUBSIDIADOS
¿POR QUÉ HACER PERIODISMO DE BARRIO EN CUBA HOY?pág 02
pág 22
pág 52
ESCOMBROS
EL TERCER PROBLEMApág 04
EL ALBERGUE: UN TRÁNSITO INMÓVIL MICROBRIGADAS
CARMEN 106pág 06
pág 34
pág 42
e n e r o 2016no. 3
2 3
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
El periodismo es una
promesa implícita de
cambio. Presentarte co-
mo periodista es casi
como predicar a favor
de la esperanza. Cuando
pides a alguien que te cuente su histo-
ria, no solo le estás pidiendo que confíe
en ti, sino también que crea que compar-
tir su relato puede ayudar a cambiar algo.
Si en San Felipe, Pueblo Nuevo, Cerro
y Diez de Octubre no hubiera esperan-
za, este primer número de Periodismo
de Barrio no existiría. En esas comuni-
dades habaneras vive buena parte de
los 10.089 damnificados por las súbitas
inundaciones del pasado 29 de abril de
2015. A más de seis meses de aquellas
torrenciales lluvias, nuestra publicación
sale a la luz para contar qué ha pasado
con esas personas.
Periodismo de Barrio nace con el
objetivo de llevar al público las histo-
rias de comunidades afectadas por
desastres naturales o especialmente
vulnerables ante fenómenos como hu-
racanes, inundaciones, sequías, fuegos,
deslizamientos de tierra, u otros oca-
sionados por la incidencia del hombre.
Consideramos que este es un asunto de
la mayor importancia, toda vez que, en
un contexto global marcado por el pe-
ligro del cambio climático, Cuba se en-
cuentra en una de las principales zonas
de riesgo.
Por eso pretendemos actuar a favor de
un grupo en desventaja que forma parte
de la sociedad cubana: los damnificados.
El damnificado, en Cuba, por lo general
es resultado de un desastre natural que
muchas veces no puede ser evitado,
pero también de una situación de ries-
go prexistente –y sabemos que señalar-
lo levantará ronchas, pero precisamente
ahí está la utilidad de nuestra profesión.
El barrio, para este proyecto, es el sitio
donde reposan nuestras lealtades. No
supone superficialidad, ni limita territo-
rialmente el alcance de la publicación.
En la localidad se expresan cuestiones
nacionales y también globales, y mu-
chas de las problemáticas que la afectan
provienen de malas decisiones tomadas
en otro lugar y de dinámicas ajenas a él.
Periodismo de Barrio quiere ser tam-
bién un experimento en otro sentido.
Somos una organización periodística
cubana sin fines de lucro. Nuestro mo-
delo de financiamiento futuro incluye
la solicitud de fondos a entidades pú-
blicas y privadas en diferentes países
del mundo, incluido Estados Unidos.
Muchas organizaciones de ese país
promueven actualmente el desarrollo
de un periodismo de calidad y los ai-
res de progresiva normalización entre
ambas naciones hacen de este un mo-
mento ideal para el acercamiento. Pero
queremos ser claros: no aceptaremos
donaciones de ninguna institución que
¿por qué hacer periodismo de barrio en cuba hoy?Enero, 2016
busque –o haya buscado– la subver-
sión del sistema político cubano, ni de
nadie que pretenda incidir en nuestra
agenda. Y vamos a publicar el nombre
del donante y el monto de las dona-
ciones que recibamos. Adoptaremos un
modelo donde las finanzas serán com-
pletamente públicas y estarán disponi-
bles en nuestro sitio web y en reportes
periódicos. Hacemos esto porque que-
remos predicar con el ejemplo a favor
de una mayor transparencia en Cuba.
Periodismo de Barrio nace con licen-
cia Creative Commons, pero quienes re-
pliquen sus contenidos deberán atribuir
el crédito debidamente a los autores,
y los textos, las imágenes o cualquier
otro contenido no pueden ser transfor-
mados ni usados con fines comerciales
o fuera de contexto.
Apostamos por un periodismo crea-
tivo, justo y capaz de insertarse de
manera armoniosa en las propuestas
comunicativas actualmente existentes
en Cuba. Intentaremos ser el medio
donde las comunidades vulnerables
vean reflejadas sus inquietudes sin to-
ques sensacionalistas e irresponsables.
Soñamos con que nuestra labor pueda
ayudar a los órganos de gobierno local
en la toma de decisiones. Porque Pe-
riodismo de Barrio es también un re-
conocimiento al enorme esfuerzo que
realiza nuestro país ante situaciones de
desastre.
EN ESTA EDICIÓN TRABAJARON
dirección y edición
elaine díaz
consejo editorial y redacción
geisy guia , julio batista , mónica baró, tomás ernesto pérez
diseño y maquetación
liván valdés
coordinación versión offline
paola cabrera
¿Por qué hacer Periodismo de Barrio en Cuba hoy?Razones para una nueva organización periodística
por periodismo de barrio
4 5
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
el tercer problema
Enero, 2016
Estos son los temas que
aparecen en el tercer
número de Periodismo
de Barrio. Con sus ma-
tices. Relatos de algunas
de las más de 132.000
personas que actualmente viven en co-
munidades de tránsito en La Habana.
Testimonios de quienes remiendan sus
hogares después de haber sido benefi-
ciados con subsidios, una política social
para la cual se han destinado cerca de
2.000 millones de pesos en los últimos
cuatro años. La historia de las micro-
brigadas, ese legado de los 70 que ha
dejado sus averías humanas, económi-
cas, arquitectónicas y también más de
100.000 viviendas. Una gata. Una gata
que cuida a quienes duermen en un
edificio de Los Sitios que se sostiene de
puro milagro. Por último, están los es-
combros. Los residuos de construcción
y demolición como lo posible.
En resumen: un mosaico todavía in-
completo del tercer problema.
Afirma Fidel Castro, en una edición
nacional de La Historia me absolverá (La
Habana, 1974), que la vivienda era
uno de los seis problemas fundamen-
tales que enfrentaba Cuba en 1953. El
tercero, para ser exactos. La vivienda es,
asimismo, uno de los problemas funda-
mentales que enfrenta Cuba en 2016. Se
deben reconocer las distancias tempo-
rales y políticas entre ambas fechas, la
reforma urbana de 1960 que otorgó el
derecho a la propiedad de la vivienda
a quienes la ocupaban, el crecimiento
poblacional, la emigración hacia zo-
nas urbanas, la escasez de recursos
materiales y humanos para construir
al mismo ritmo en que se reproducía
biológicamente un pueblo, la estela
de corrupción asociada a la compra y
venta de materiales de la construcción.
Pero también hay que reconocer que el
derecho a un techo digno, ese elemen-
to básico para la vida de cualquier ser
humano, continúa siendo una deuda
no saldada. La deuda del país con su
gente.
Gente que de tanto vivir entre tablas
mal acomodadas, techos con tejas de
fibrocemento que se parten y paredes
que se filtran son los más frágiles a la
hora de enfrentar lo inevitable: el mal
genio de la naturaleza. Individuos que
cuando se agrupan son catalogados
por las oenegés bajo esa suerte de ca-
lificativo impersonal llamado “comuni-
dades vulnerables”. Y que, justamente
por eso, no solo por lo que ya les ha
pasado, que no es poco, sino por lo que
les podría pasar, que no es poco, for-
man parte de la agenda de Periodismo
de Barrio.
Albergados. Subsidiados. Microbriga-
distas. Estáticas milagrosas. Escombros.
En resumen: gente.
De eso va el tercer número.
El tercer problemaAlbergados. Microbrigadistas. Subsidiados. Estáticas milagrosas. Escombros
por periodismo de barrio
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Carmen 106Esta no es la historia de un único edificio inhabitable
por mónica baró
8 9
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
carmen 106Enero, 2016
A Oyá Yansa
Septiembre 23, 1987. Carmen
entre Campanario y Tenerife.
Centro Habana.
El pueblo se amontona en la
calle.
Esas noticias nunca ocurren en Car-
men. Por ahí no pisan botas ilustres
que atraigan prensa.
Los balcones se desbordan de gen-
te que quiere ver, que quiere ser vista
en esos balcones. Balcones que son un
truco, una baranda que sirve para aso-
marse, luz y aire, nada más.
Carmen es una de las tantas várices
de una ciudad cansada. En pie. Milagro-
samente en pie.
Al barrio lo acicalaron para la oca-
sión. Maquillaron edificios demacra-
dos: despojaron sus fealdades con
brochazos súbitos de pintura, como
mimos compensatorios por falta de
atención.
Hay que evitar desagradar con viejas
verdades.
Los vecinos se ilusionan con la visi-
ta. Saben que nos les vienen a ver pero
aprovechan. Viven en un lugar que será
noticia y se cuelan en la noticia. Aun-
que luego no salgan en la prensa. Qué
importa.
Una delegación ecuatoriana se en-
cuentra presente. Una mujer que diri-
ge el Instituto Nacional de la Niñez y la
Familia de ese país. Vilma Espín, presi-
denta de la Federación de Mujeres Cu-
banas, la acompaña.
En esa cuadra se inaugurará un cír-
culo infantil por todo lo alto.
“El segundo de los 50 círculos infan-
tiles que deben concluirse en la Ciudad
de La Habana en lo que resta del año”,
reportará un periódico.
Se llamará El Obrerito y será un sím-
bolo. La inauguración será casi un exor-
cismo.
El periódico no lo dirá, pero el lugar
donde se alza la instalación se conocía
antes como Pueblo Embrujado.
Pueblo Embrujado fue una aldea
paupérrima que heredó el gobierno
revolucionario en 1959. Cuchitriles
de tablas, cartones, puertas de tela y
saco. Niños con barrigas infladas de
parásitos. Un inframundo que subsis-
tía traficando drogas, sexo y mercan-
cías robadas. Atajo que empataba dos
“...el lugar donde se alza la instala-ción se conocía antes como Pueblo
Embrujado”
calles paralelas por donde nadie ajeno
que se quería la vida cruzaba.
Hasta que un operativo de policías y
tropas especiales desbarató todo aque-
llo a finales de los setenta y dispersó
a las familias en viviendas apartadas
entre sí.
El terreno quedó desolado. Se puso
un busto del General Antonio Maceo.
Se celebraron actividades cederistas. Se
sembraron árboles. Luego, un parque.
Recorte de perió-dico de septiem-bre de 1987.
f o t o : m ó n i c a b a r ó
Casi una década más tarde: El
Obrerito. Sanación espiritual definiti-
va. Por donde se veían salir personas
destrozadas a machetazos, ahora se
verán salir párvulos con sus madres
trabajadoras.
“[…] un ejemplo de cómo puede
darse una mejor utilización a aquellas
áreas ocupadas por viviendas o ciuda-
delas en mal estado”.
Y la presencia mística del hombre,
como bendición de padre.
La ceremonia comienza.
Aparece el uniforme verde olivo gi-
gante. Perfil rectangular inconfundible.
Frente poderosa. Una nariz tosca entre
dos ojos menguantes. Una barba hir-
suta: 5.500 minutos ahorrados al año,
según sus propios cálculos.
La gran masa irredenta aclama. Se so-
brecoge sin entibiarse. Hace saber que
sus techos le caerán encima. Quizás sin
decirlo. La algarabía puede ser un dis-
curso muy elocuente. El suceso deviene
en audiencia espontánea.
—La prensa se atendrá al programa.
El hombre se voltea y mira hacia el
otro lado de la calle.
Una mujer asegurará que él se
acordó de cuando visitaba Carmen
106, mucho antes de asaltar el Cuartel
Moncada, alzarse en la Sierra Maestra,
hacerse comandante. Que se acordó y
por eso se volteó a mirar.
Mira y elogia el edificio tan bien pin-
tado, para entonces preguntar: “¿Y de-
trás de la fachada qué?”.
Tampoco nadie lo escuchó, pero to-
dos contarán lo que supusieron que
dijo y lo imitarán como si lo hubieran
escuchado.
La pregunta equivale a orden.
Dos trajes con corbatas entran a
Carmen 106.
El uniforme verde olivo gigante en-
tra a El Obrerito. Dos niños le regalan
flores y globos. Recorre locales. Le aga-
sajan con rosas. Él agasaja con las mis-
mas rosas a varias mujeres. Habla y sus
palabras se anotan.
El solar se torna un avispero revuelto.
Realizan un levantamiento. ¿Cuántos
núcleos? ¿Cuántos menores? ¿Cuáles
afectaciones? ¿Cuántos años?
El jefe de la microbrigada construc-
tora obsequia al círculo un martillo que
el hombre utilizó durante una visita a
la obra. Y dos clavos que tomó en sus
manos. Se guardan en cajita de madera
con tapa de cristal.
Ahora sí, se piensa. Ahora sí repararán
lo que se tenga que reparar o sacarán a
quienes tengan que sacar.
La firma del uniforme verde olivo
gigante estrena el libro de visita. Vilma
deja una dedicatoria.
10 11
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Al día siguiente retornan más trajes
con corbatas. Ladas con antenas par-
queados en Carmen. Piden papeles.
Más preguntas. Apuntes. Expectativas.
Un titular: “Inauguró Fidel Círculo In-
fantil El Obrerito”.
Roxana tiene 18 años. Su hermana
Laura, 12. Son las hijas de Clara, presi-
denta del CDR “Antonio Maceo”. Clara
hace 20 años que vive en Carmen 106.
Aquí crió a sus hijas y sufrió tres infartos.
La casa de Clara es un entrisale per-
manente. Un hormiguero cauteloso de
gente que no se anuncia. Gente cotidia-
na, que usa el teléfono, recibe llamadas,
presta o pide prestado, cuenta algo.
Y con cada paso, el piso que retum-
ba. El techo de otros. Pasa un automó-
vil y con mis zapatos puestos siento un
cosquilleo en la planta de los pies.
—En cualquier momento esto se
va para abajo –me dice Clara–. Aquí
cuando caminas normal, se siente así
como que está temblando. ¿Ya lo sen-
tiste?
—Sí.
—Ah, bueno.
Alguien pone Los Van Van: Temba,
Tumba, Timba. Volumen cordial. Toco
una pared y parece que vive. La música
circula por dentro como si fuera sangre.
—Todo el mundo tiene miedo de que
se caiga esto –explica Roxana–. Hay
que vivir con un salto en el estómago
y dormir con ropa, porque no se sabe
si se puede caer por la noche. No se
puede vivir confiada.
Laura cuenta que una vez estuvo a
punto de irse por el hueco del pasillo
que conduce a su casa. Hay un tramo
de dos metros salvado con tablas. Y
una tabla se corrió y se le fue un pie.
Quedó atascada. Casi colgando. Tenía
diez años.
—Tuvieron que ir a sacarte –le recuer-
da su madre y Laura sonríe tímida.
La casa donde viven es una de las
más sanas del solar. Son dos cuartos
unidos: 25 m² que permitieron a Clara
cambiar su estatus de usufructuaria a
propietaria de la vivienda. Un solo cuar-
to no clasifica para recibir título de pro-
piedad. Le falta tamaño.
Edificio en estáti-ca milagrosa: inmueble que
matemáticamen-te no debería
existir
Carmen es una de las tantas várices de una ciudad cansada. Milagro-samente en pie.
f o t o : m ó n i c a b a r ó
—Gestiones hemos hecho miles. In-
cluso hemos escrito al Consejo de Es-
tado, al Comité Central, pero no hay
solución por ninguna parte. Dirigen las
cartas para vivienda, que las manda
para arquitectura, que las manda para no
sé quién que no tiene recursos. Y la
vida sigue igual.
De repente empiezan a juntarse
vecinos: Ernesto, Roberto, Idalmis,
Jorgelina, Leandro. La carga en la sala
aumenta. Los retumbos calan más
hondo. Como una punzada.
—¿Cuándo fue la última vez que vino
una institución del Gobierno?
—Hace dos o tres años –precisa la
presidenta–. Pasaron y tiraron fotos.
“Que si esto está malo, que si hay que
demolerlo”. Pero no resolvieron nada.
Y el delegado viene, ¿pero qué puede
hacer el delegado? ¿Qué le dan al de-
legado? Nada. Lo que le buscan es un
problema porque todos van a verlo. Y
lo que hay que resolver no depende del
delegado. Depende del Estado.
Los vecinos van asintiendo. Se les ven
las bocas cargadas de palabras. Dispa-
ran algunas desafiantes. Hablan de de-
rrumbe y muerte. Azuzan el diálogo.
—Si usted no resuelve por sus propios
medios –continúa–, nada se resuelve.
Por mucho que camines, es el peloteo
para aquí, para allá. Ve a arquitectura, a
la Vivienda, a ver a no sé quién. A todos
los jefes. ¿Para qué? Perder el tiempo.
Nada se resuelve.
Quien ha podido, ha hecho sus arre-
glos. Clara tumbó un techo que estaba
desmoronándose. Hizo uno nuevo con
madera que recuperó de la basura, lo
aseguró con tres vigas de hierro, lo pin-
tó de azul.
Reforzó otro techo que filtraba. Consi-
guió unas cajas plásticas transparentes,
de las que se usan para transportar dul-
ces, y las claveteó por las esquinas para
revestir este otro techo: función decorativa.
La música perdura. Un salsero que
improvisa. Habla entonado. Le canta a
Yemayá.
—Yo lo estoy diciendo: se va a caer y
va a haber muchos muertos –dice Ro-
berto–. Porque esto no avisa. Desgracia-
damente, todos los derrumbes son de
madrugada, cuando la gente duerme.
La calle es un alboroto de canciones.
Los volúmenes subieron. Nadie se mo-
lesta. Es la víspera de Santa Bárbara y se
alaba a Changó. No es una ley escrita, ni
siquiera se dice, pero se entiende que la
música bajita es señal de poca fe.
* * *
El Departamento de Diagnósti-
cos de la Dirección Municipal
de la Vivienda utiliza seis ca-
tegorías y dos subcategorías
para clasificar el estado constructivo de
En la cocina, puso tejas de fibroce-
mento. Y los entresijos que le quedaron
los cubrió con poliespuma para prote-
gerse del frío. La mayoría en el solar ha
resuelto con esas tejas.
Sin embargo, cualquier arreglo es
pan para hoy y hambre para mañana.
—Por ejemplo –comenta Idalmis–, tú
arreglas ahora un pedacito, y cuando
pasa el tiempo, ya ves que el piso se
hunde, que si pasas cae un pedazo de
piedra, que si hay un aire cae arenilla.
—El solar no se ha caído porque no está
pa’ que nos matemos –asevera Jorgelina.
El entrisale continúa. Afuera alguien
discute, se altera, grita. Nadie le contes-
ta. La gente se asoma enseguida. No
pasa nada. Vuelve a su tema.
—Y las personas están con sus situa-
ciones –argumenta Clara–. Hay quien
no tiene ni para comprarse un huevo.
Yo misma soy una mujer jubilada, ope-
rada del corazón.
Clara, tres infartos, apenas descansa.
f o t o : m ó n i c a b a r ó
12 13
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
una edificación: Bueno, Bueno a Regu-
lar, Regular, Regular a Malo, Malo e In-
habitable (reparable o irreparable).
Los inhabitables irreparables, ade-
más, pueden clasificarse en críticos y
muy críticos. Los inhabitables irrepara-
bles muy críticos serían los edificios en
estática milagrosa: fósiles que sobrevi-
ven su extinción.
Estática milagrosa es un recurso
desesperado. Intenta explicar lo que
la ciencia no puede: por qué existe un
inmueble que matemáticamente no
debería existir.
Calcular el pronóstico de vida de
una estática milagrosa es imposible.
La estática milagrosa en sí es ya una
imposibilidad. Un inmueble con ese
diagnóstico puede derrumbarse en
este minuto o en diez años.
Sin embargo, como la diferencia
entre crítico y muy crítico es minúscula,
casi apreciativa, más vale no confiarse.
Al final, todos los inhabitables irrepa-
rables comparten la misma sentencia:
demolición.
En el caso de los inhabitables irrepa-
rables críticos la demolición sería parcial:
solo el nivel o niveles superiores, y a ve-
ces parte de la planta baja; mientras, en
el caso de los muy críticos, sería total.
Ninguna vivienda de un inhabitable
irreparable con orden de demolición,
por tanto, puede recibir subsidio del Es-
tado para reparación constructiva.
Según registros de los delegados a la
Asamblea Municipal del Poder Popular
de Centro Habana, en los Consejos Po-
pulares (Dragones, Cayo Hueso, Colón,
Pueblo Nuevo y Los Sitios) que integran
el territorio, hay 14.277 personas habi-
tando en 459 inhabitables irreparables.
Centro Habana es el municipio con
mayor deterioro del fondo habitacional
del país. Y también, el más pequeño y
densamente poblado. En sus 3.42 km²
residen cerca de 140 mil personas.
Los Sitios, a su vez, es el Consejo de
Centro Habana con mayor deterioro del
fondo habitacional, al ser el que más
ciudadelas (solares) reúne: 432. En sus
0.68 km², hay 75 inhabitables irrepara-
bles muy críticos y 16 críticos.
Y de esos 75, hay 19 muy, muy, muy
críticos.
—Que si tú los tocas, se van a caer
–me explica Jorge Hernández, presi-
dente del Consejo Popular Los Sitios–.
Esos son los primeros que evacuamos
en caso de eventos meteorológicos.
carmen 106Enero, 2016
En los 91 inhabitables irreparables de
Los Sitios habitan 3.841 personas: 1.879
mujeres, 1.140 hombres y 822 niñas y
niños.
—Y a esas personas, ¿por qué no las
albergan?
—¿Dónde les vas a dar albergue? Si
no hay capacidad de albergue.
* * *
A Carmen 106 nadie le sabe
la edad. En la entrada cons-
taban sus años, pero tal in-
discreción desapareció en
el tiempo. Los inquilinos más antiguos
ubican su origen a finales del siglo xix.
Recuerdan haber visto un mil ochocien-
tos y tantos.
Los dictámenes técnicos que le han
hecho, calculan que 1900.
En sus inicios, Carmen 106 era una
posada de 28 cuartos. Patio interior an-
cho. Lavaderos al fondo. Cuatro baños
con duchas: dos en planta baja, dos en
primer piso. Pasillos firmes. Barandas
seguras donde apoyarse.
En el frente, a la izquierda, una bodega,
y a la derecha, la vivienda del encargado.
Hay fondos bonitos donde sacarse
fotos en ocasiones especiales.
Los niños mataperrean sin peligro.
Vuelan por la escalera. Montan carriola
en los pasillos.
Ignacio y Francisca son de las prime-
ras familias en llegar a principios del xx.
Ocupan el cuarto nueve y pagan nueve
pesos semanales de alquiler. Tienen hi-
jos: Héctor, Concepción, Alfredo, María
Luisa. Nacen nietos.
Se complican en política.
En casa del sastre Chelín, el cuarto
uno, detrás de la puerta cuelgan dos
escobitas cruzadas. Alegoría del Partido
del Pueblo Cubano Ortodoxos. Finales
de los cuarenta. Consigna: vergüenza
contra dinero.
Todo el solar sabe que en casa de
Chelín se conspira. Han visto entrar y
salir a Eduardo Chibás, líder de la Orto-
doxia, piedra en zapatos de corruptos.
También asisten jóvenes. Está Fidel,
un estudiante de Derecho, que va con
su hermano Raúl.
Alfredo tendrá que esconder a Fidel
de la policía en la bodega. Alfredo se lo
contará a sus hijos.
En el solar muy poco queda sin con-
tar. Cuida sus historias.
1952. El militar Fulgencio Batista
tumba el Estado constitucional. Proli-
feran los matarifes. El coronel Esteban
Ventura, traje blanco impoluto, depre-
da la ciudad.
Muy cerca de ahí, la Quinta Estación
de Policía de La Habana. Madriguera
donde Ventura martiriza a sus presas.
En la avenida Belascoaín, por las no-
ches, hay gritos de horror que rajan el
silencio.
Alfredo y Amparo se casan. Se que-
dan con el cuarto nueve. Ignacio y
Francisca irán para el once.
Un hijo crecido que Amparo tenía
se involucra con el Movimiento 26 de
Julio.
Ángel Luis vive en Santa Clara y en
La Habana hace dinero vendiendo bo-
nos. Compra pistolas, granadas. Oculta
el armamento con banderas rojinegras
en la habitación de su familia. Sus her-
manas, niñas, se impresionan.
El matrimonio canta tangos en el pa-
tio interior. Amparo se monta en el per-
sonaje de Libertad Lamarque y Alfredo
es una voz igualitica a Carlos Gardel.
Volver, con la frente marchita
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Una parienta acompaña con su acor-
deón.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Hacen un dúo fenomenal. Él al prin-
cipio se tranca, padece miedo escénico.
Pero ella se engrandece y él gana con-
fianza.
Vivir con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Un registro. La madre encierra el
cuarto y quema propaganda subversiva
en una palangana. El humo sofoca a las
hijas. Aguantan.
Al fondo del solar la boda de María Luisa, nieta de una de las prime-ras familias que llegó a Carmen 106.
14 15
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Tampoco falta su majestad la rumba.
Y en el solar contiguo, un tal Luis que
interpreta canciones de Sindo Garay.
Agarran al hijo revoltoso en Santa
Clara. Lo muelen a golpes. Le des-
prenden dos vértebras de la columna.
Tienen que traerlo a la capital y en un
hospital lo operan clandestinamente.
Vuelve a ponerle el cuerpo a la causa.
Alfredo continúa escondiendo revo-
lucionarios. Luego los traslada a la Em-
bajada de México o los encamina para
la Sierra.
Fin de año. La Revolución triunfa.
1968: primera orden de albergue.
Un año más tarde, a Ignacio y Fran-
cisca se les derrumba un trozo de
cuarto.
* * *—Sufriendo lo mismo que todo el mun-
do –dice Jorgelina–. Yo vine para acá
jovencitica. En el año 83. Y ahora vivo
aquí con mi esposo y mi hermana.
Lo suyo son dos cuartos juntos con
barbacoa.
—Mi casa no está de lujo pero puede
ver que está un poquitico remendada.
Jorgelina también derribó techos por
precaución. No se libró de las goteras,
tiene que andar vigilando el cielo, colo-
car cubetas, pero al menos impidió que
le cayeran encima. Respecto al techo
de sus vecinos de abajo, sí no pudo
hacer mucho.
—Este piso está hundido. –Y señala–.
Tú no puedes estar parada aquí, porque
cae arena allá abajo. Para sentarme a la
mesa, yo tengo que correr la silla, y eso
molesta. Porque parece que al correr la
silla, les cae arena.
Hay losas despegadas, ranuras in-
sondables, baches y tropiezos. Hasta
que te entrenas en ese miedo que en-
seña a andar tan leve.
Cualquier desprendimiento que re-
viente contra el suelo de noche se in-
terpreta como un aviso. Un ultimátum.
El preludio de lo que más se teme.
En esas circunstancias, lo recomen-
dable es abandonar la edificación.
Esperar unas horas a ver si se vuelve
un montón de escombros o aguanta un
poco más. Sin embargo, la mayoría de
las veces, las personas deciden perma-
necer dentro. Recuperan el sueño, jue-
gan con el insomio y rezan a las once
mil vírgenes.
Aquí, en 2009, todos permanecieron
dentro.
* * *
Carmen 106 es un inhabitable
irreparable crítico con suerte.
Lo habitan apenas 20 núcleos:
51 personas. No queda al mar-
—Aquí no se puede echar una gota
de agua. Si yo echo un cubo de agua,
Michel empieza a gritar.
—¿Y cómo hace para limpiar?
—La frazada húmeda. Los de aquí
arriba no podemos tirar agua.
—Pero si viene un aguacero no hay
remedio.
—Entonces tengo que estar fajada
con el haragán para que el vecino no
proteste.
Fue justo en la puerta de Jorgelina
donde ocurrió el último derrumbe, que
una madrugada despertó a todo el
solar por el estruendo. Otro trecho de
pasillo común que no aguantó más y
colapsó. La familia quedó acorralada
por el vacío.
—¡Muchacha…! No quieras saber cómo
fue eso. ¡Tremendo susto! A esa hora no
sabíamos por dónde íbamos a salir. En-
tonces empezaron los vecinos a poner
tablas para que pudiéramos pasar.
carmen 106Enero, 2016
gen de una avenida tupida de tráfico.
Sus inquilinos, prudentes, subsanan las
roturas.
Si Carmen 106 quedara al margen
de una avenida tupida de tráfico, nada
compensaría esa fatalidad.
Cerca de aquí, en la misma circuns-
cripción cinco, se encuentran Carmen
161, Rastro 111 y Belascoaín 1101, que
integran la lista de los 19 muy, muy,
muy críticos. Todos sufren sacudimien-
tos por causa de la circulación de óm-
nibus, camiones, automóviles.
Belascoaín 1101 (20 núcleos: 56 per-
sonas) es un simulador de terremotos
muy verosímil. Se tambalea a cualquier
hora. Los adornos encimados amena-
zan con caerse. El edificio parece un ár-
bol mal sembrado en un hueco de poca
tierra y en medio de un vendaval. Hay
visitas que no regresan de la impresión.
Pero las conversaciones, los juegos,
los estudios, continúan durante los
temblores como si en vez de rodar un
vehículo monstruoso, hubiera aleteado
un colibrí.
—Es bueno que tiemble, lo malo es si
deja de temblar –me dicen.
No es que se acostumbren a habitar
lo inhabitable. No hablé con una sola
persona que durmiera bien de noche.
La gente resiste como aconseja cierto
refrán: preparándose para lo peor y es-
perando lo mejor.
Carmen 106 cuenta con la bendición
de una calle tranquila. Pero enfrenta
una fatalidad más sigilosa: el tiempo.
* * *—Inhabitable irreparable no: ruinoso.
Estado ruinoso –aclara Ernesto.
Ernesto ha vivido siempre en el solar.
Nació en 1968, un año antes de que sus
bisabuelos Ignacio y Francisca enfren-
taran el derrumbe. Su esposa es Raisa.
Leandro, el hijo.
—Si tú observas el piso del patio, vas
a ver las inclinaciones donde se acu-
mula agua: síntomas de que las pare-
des están hundiéndose.
Se presenta como compositor de mú-
sica. Compone balada, guaguancó, salsa,
son, flamenco. Lo que su musa dicte.
Nunca estudió música. Nunca ha gra-
bado una canción. Nunca ha interpreta-
do una canción. Él no canta ni conoce el
idioma de las partituras.
—Hay una columna abajo en la casa
de Roberto casi partida a la mitad, que
lo que falta es que se caiga. Y esa es
la parte de los baños. Puede estar la
gente bañándose. Ellos mismos abajo.
Cualquiera.
Ernesto estudió artillería terrestre.
Fue militar. Estuvo en la guerra de An-
gola dos años. Actualmente, trabaja en
una paladar en Centro Habana.
—Y nunca nos han propuesto nada.
Ni un albergue. Ni un local. Ni un terre-
no. Nada.
Sin embargo, dice que nació artista.
—Prácticamente estamos aquí au-
toalbergados.
A sus mejores canciones, les busca
un músico estudiado que traduzca en
notas las melodías con que resuenan
en su cabeza y luego las registra a su
nombre: Ernesto Zaballa Domínguez.
—Cuénteme cómo compone –le pido.
—Eso viene solo. Yo tengo un don.
Tengo trascendencia de músicos. Mi
bisabuelo paterno era trovador del Dúo
Flora y Miguel y una tía mía que ya fa-
lleció tocaba todos los instrumentos.
—Y sus abuelos maternos cantaban
tango –digo.
—Sí, Amparo y Alfredo. Parece que
eso lo heredé yo.
Su obra no pone pan a su mesa, pero
no abandona la música. La música es
otro sustento tan esencial como el pan.
* * *
De pronto, algo cayéndose.
—¡Cuidado!
Un estrépito. La adrenalina
que inhibe el entendimien-
to. La mente nula. No racionalizas. Las
rodillas se aflojan. Te afincas. Buscas
equilibrio.
“ Es bueno que
tiemble, lo malo es si deja de tem-
blar”
Los pasillos de circulación son cuerdas flojas engañosas.
f o t o : m ó n i c a b a r ó
16 17
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
—¿Qué pasó?
La gente sale de los cuartos. Se queda
inmóvil en la puerta. Se mira con terror.
—¡Fue la antena…! ¡La antena de Raúl
que se cayó!
La garganta traga una bola seca de
miedo. Rebota en el estómago. Recuer-
das el aire.
Jorgelina intenta poner la antena: una
vara de hierro como de cuatro metros.
Está anocheciendo.
—¡No, mejor no la pongas! Mañana
se arregla –le ordena un grito.
* * *
El promedio de derrumbes en
Centro Habana es tres dia-
rios. Olga Miller, vicedirectora
de Construcción del Consejo
de la Administración Municipal, calcula
que en 2015 ocurrieron más de mil. Se
reportaron al puesto de mando más de
mil.
Algunos derrumbes no se reportan.
Si nadie se mata ni se lastima, la vida
continúa sin interrupciones. Se recoge
el destrozo y se arroja a la basura, como
si botar escombros fuera barrer hoja-
rasca inofensiva.
Por supuesto, la mayoría de los de-
rrumbes reportados son parciales: un
balcón, un techo, una pared, un pasillo.
O una parte de cualquier parte.
—Y están los derrumbes parciales con
peligro para la vida –especifica Olga
Miller–, que aunque no se haya caído
toda la vivienda, se emite un dictamen
de reubicación de núcleo y derrumbe
total. Pero eso lleva una acción emer-
gente, que es el apuntalamiento. Cuando
ya se hace el apuntalamiento, usted tiene
un margen de tiempo para ubicar ese
núcleo en una capacidad de albergue.
—¿Todos los edificios inhabitables
irreparables tienen que apuntalarse?
—Si tienen la orden sí. Porque hay al-
gunos que ya están apuntalados, que
llevan diez, 15, 20 años apuntalados, y
lo que se rectifica el apuntalamiento.
En temporada de lluvias intensas, de
lluvias, la cifra de derrumbes estalla.
Hasta 18 pueden registrarse en un día.
Lo peor, no obstante, no es el bom-
bardeo de la lluvia. Lo peor es el sol
después de la lluvia. Un inhabitable
irreparable que se va secando suena
como una vieja rechinando las muelas.
La primera semana es determinante.
Si no colapsa, entonces es posible que
sobreviva.
* * *
La Unidad Municipal de Aten-
ción a Comunidades de Trán-
sito (UMACT) cerró 2015 con
7.691 expedientes de albergue.
Esos 7.691 expedientes se traducen
en núcleos y esos núcleos se traducen
en 25.122 personas.
De esos 7.691 núcleos, 697 se en-
cuentran “haciendo uso de capacidad
de albergue”.
Y de esos 697, 580 radican en comuni-
dades de tránsito de la periferia y 117 en
comunidades de tránsito del municipio.
El resto, 6.994 núcleos, habitan en
inhabitables reparables e irreparables.
Les toca esperar a que se desocupen
las capacidades existentes, para enton-
ces pasar a hacer uso de capacidad de
albergue. No son prioridad en el otor-
gamiento de viviendas.
Olga Miller explica que en Centro
Habana hay edificaciones declaradas
inhabitables y con “anuencia de alber-
gue” desde el 70.
—Que muchas han desaparecido,
pero otras están ahí. Milagrosamente. Se
les cae un pedazo, pero se mantienen
carmen 106Enero, 2016
Lo único sólido en esa casa son ellos dos.
f o t o : m ó n i c a b a r ó
como decimos nosotros: en estática
milagrosa.
Y asegura que si hay núcleos en in-
habitables es porque en los setenta, los
ochenta, rechazaron ofertas de alber-
gue que les hicieron.
—Esas personas no aceptaron lo que
les dio el Estado en ese momento para
su solución. No salieron del lugar.
—¿Pero no deberían priorizar ahora
a quienes están en inhabitables irre-
parables, porque están en peligro de
derrumbe?
—¿Y el que está haciendo uso de ca-
pacidad desde hace 20 años, que cuan-
do le dijeron que tenía que salir se fue
para un albergue? Y ahí nació la prime-
ra generación, la segunda y la tercera.
¿Cuál tú priorizas?
—Es complicado.
—Desde el punto de vista social sí.
Pero yo vacío capacidad para salvarles
la vida a otros. Yo no los estoy dejando
desprotegidos. Como Estado estoy dán-
dole solución a un caso, donde en un
albergue nacieron primera, segunda y
tercera generación. Pero tú no aceptas-
te. Tú te quedaste en Centro Habana.
Y después no le pasaste la mano a tu
casa. Que ese es un problema social
que tenemos: la población hoy prefie-
re vestirse, que arreglar la casa. No hay
conciencia. La conciencia es que el Es-
tado tiene que resolverme el problema.
Y si te das cuenta, es la única parte del
programa del Moncada que la Revolu-
ción no ha podido cumplir al cien por
ciento.
—¿Y no se podrían demoler las edi-
ficaciones irreparables y ahí mismo
construir otras?
—A medida que vamos reubicando.
¿Pero cuántos parques tiene Centro
Habana? ¿Dónde juegan los niños de
Centro Habana? Si no haces parques,
siguen en la calle. Y el problema social
¿cómo lo resuelves? Entonces tienes
que hacer un reordenamiento urba-
nístico. Necesitas consultorios médicos,
farmacias, panaderías. Si lo destinas
todo para viviendas, entonces, el viejito,
porque la población está envejeciendo,
¿cuántas cuadras tiene que caminar
para buscar el pan?
Marisela Sánchez, jefa del Departa-
mento de Atención Social de la UMACT,
informa que en estos momentos están
dando solución definitiva –léase vivien-
da– a las personas que llevan en alber-
gue entre 15 y 20 años.
En 2015, 68 núcleos que estaban ha-
ciendo uso de capacidad fueron bene-
ficiados con solución definitiva.
No obstante, hay inhabitables irre-
parables con los que han debido ha-
cer concesiones, porque han burlado
las escalas ordinarias de lo crítico:
Oquendo 308, Zanja 668, San Miguel
1011. Ciudadelas todas de Cayo Hueso,
que es el Consejo que más inhabita-
bles irreparables aporta a las estadís-
ticas.
* * *
María Cristina se pone tan
nerviosa con mi presencia
en su casa que rompe a
llorar. Es un llanto conte-
nido, de labios apretados. Se le traba
la voz.
—No ya. Mira la pared. De allá arriba
me cae cantidad de arena. Cualquier
gesto que hagas. Cantidad. Como todo.
Completa.
Vive con su esposo. Se conocieron en
un círculo infantil donde ella era auxi-
liar de limpieza y él custodio.
—¿Hace cuánto que vive aquí?
—Ya tengo once años. Porque la pe-
queña mía tiene once años de muerta.
Se me fue con 29: grasa en el corazón.
18 19
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Eso se llama colesterol alto. Engordó
demasiado.
—Su hija era la que vivía aquí –expli-
ca Idalmis, que me espera en la puerta.
—Entonces yo pasé para acá y mira
cómo tengo esto ahora –dice María Cris-
tina–. Este es el peor cuarto del solar.
Queda en planta baja y sus paredes
son fracturas, paisajes húmedos. No
muy distintas a las de arriba.
—Ustedes no tienen baño –digo por-
que solo veo una escalera hacia la bar-
bacoa.
—Yo lo hago en un cubo y enseguida
lo boto.
—¿Y para bañarse?
—Me paro allí mismo –apunta a la es-
quina donde está el fogón– y me baño.
Por la orilla se va el agua.
—Aquí las ratas caminan por dentro
de las columnas –acota Idalmis–. Tú las
sientes como chillan. Y esta columna es
de carga.
La columna de carga es una mole
gangrenosa, con orificios donde ca-
brían mis dos puños.
—Yo sueño con que me dicen recoge
y vete.
* * *
A Marilú le puso el nombre
Raúl, el de la antena que se
cayó. Esa gata merecía un
nombre. Es cazadora. Y a
Raúl le gustó Marilú.
Marilú, negra impecable, ojos verdo-
sos, siempre en el mismo lugar. Acecha
un agujero en el concreto, la boca semia-
bierta de una cañería. Por ahí salen ratas,
ratones. Nada más que se asoma uno:
¡zas! Le atrapa la cabeza, muerde, zaran-
dea, desgarra, asfixia. Y cuando no siente
en su presa un solo nervio aferrándose a
la vida, deja su cadáver en medio de al-
guna parte, para que limpien su trabajo.
Cuando único Marilú no está en su trin-
chera es cuando amamanta a los dálma-
tas. A los dálmatas los parió hace poco.
En el solar les pusieron así porque son
manchados de blanco y negro. Nacieron
seis, pero unos malcriados de la cuadra
entraron y arrojaron tres en la basura.
Los tres dálmatas sobrevivientes ha-
bitan en las ruinas de los baños de la
planta baja. Ahí hay chatarras y escom-
bros muy acogedores.
Los vecinos los cuidan, los alimentan.
Los respetan.
—Una vez botamos a los gatos y las
ratas se pusieron… ¡Hacían danza! –
cuenta Idalmis.
Vista bien, la gente de aquí se parece
a sus gatos. Se desplaza con el mismo
sigilo por alturas inestables, olfatea el
peligro y lo desprecia, se salva constan-
temente la vida.
* * *
La Vicedirección de Inversiones
de la Dirección Municipal de la
Vivienda impulsa dos planes
constructivos: Conservación y
rehabilitación y Obras nuevas.
Conservación y rehabilitación: demo-
liciones totales y parciales, rehabilitacio-
nes, impermeabilizaciones, reparaciones
de fosas, cisternas, balcones.
Obras nuevas: construcción de vi-
viendas y erradicación de ciudadelas.
Erradicar una ciudadela significa
construir baño, cocina y entrepiso a
cada cuarto de un solar para que me-
rezca un título de propiedad.
En 2015, el presupuesto que asig-
nó el Consejo de la Administración
Provincial al municipio para impulsar
esos dos planes ascendió a 13.212.000
carmen 106Enero, 2016
pesos, que se distribuyeron de la si-
guiente manera: 8.912.000 para Con-
servación y rehabilitación, 4.300.000
para Obras nuevas.
En septiembre, ya el presupuesto de
Conservación y rehabilitación se había
acabado, mientras que el de Obras
nuevas había sufrido un recorte de
1.200.000 por inejecución.
Con esos 3.100.000 pesos que que-
daron se construyeron 26 viviendas y
se erradicaron tres ciudadelas.
Julio Álvarez, subdirector de Inver-
siones, explica que si ese dinero no se
estaba ejecutando con el ritmo reque-
rido, fue por falta de fuerza constructi-
va. La empresa estatal que se contrata
para emprender los proyectos no pue-
de cumplir en tiempo sus encargos. Las
emergencias (derrumbes) ocupan de-
masiado su agenda.
En Centro Habana, el 70 por ciento
del presupuesto destinado al programa
de demoliciones, que incluye apuntala-
mientos, reforzamientos con vigas de
hierro y escombreo, se destina a emer-
gencias.
El año pasado, de las 97 demoliciones
realizadas, solo 29 fueron planificadas.
Las otras 68 fueron apenas correccio-
nes a derrumbes naturales a los que
hubo que quitarles los peligros del mal
acabado.
Y demoliciones totales fueron tres.
Iban a ser cuatro, pero se paralizó In-
dustria 410 por falta de equipamiento.
Sin embargo, entre julio y agosto, la
provincia decidió otorgar más capital:
4.500.000 de pesos.
Enseguida, se emprendieron los pro-
yectos Imagen de Reina e Imagen de
Marina. Brigadas infatigables arremetieron
contra el deterioro estético de esas aveni-
das y en pocas semanas repararon facha-
das, aceras, portales, tumbaron balcones
colgantes, asfaltaron, pintaron inmuebles.
Cuando el domingo 20 de septiem-
bre el Sumo Pontífice Francisco recorrió
la avenida Reina, y legiones de perio-
distas de todas partes del mundo cu-
brieron el recorrido, la ciudad estaba
lista para las cámaras.
* * *
Caruca vive orgullosa de su pa-
dre Alfredo.
—Hombre más honrado que
mi padre, creo que ni Fidel. Y
que Dios me perdone porque Fidel es
lo máximo.
La primera lección de honradez Ca-
ruca la recibió en 1953. Tenía seis años
y se impresionó de una manera, que el
episodio lo retuvo intacto:
Me cuenta que Alfredo trabajaba
en una fábrica de mariscos, y que el
dueño era su padrino: Indalecio Fer-
nández, un español. Pero Indalecio no
pagaba lo justo a sus trabajadores y
Alfredo armó una huelga que viró la
fábrica al revés.
Era Navidad.
En respuesta a la huelga, el padrino
mandó a Santa Claus a persuadir a su
ahijado: un chófer en un Cadillac negro
atiborrado de juguetes, bicicleta y todo,
hasta una cena.
A los hijos de Alfredo se les desor-
bitaron los ojos con semejante prodi-
gio parqueado afuera del solar. Pero
el padre rompió el hechizo sin vaci-
laciones:
—Dígale a mi padrino Indalecio Fer-
nández, que a Alfredo Domínguez no lo
compra nadie.
Y se quedó sin juguetes, sin cena y
sin trabajo.
La gente de aquí se parece a sus gatos. Se des-plaza con sigilo, olfatea el peligro y lo desprecia. f o t o : m ó n i c a b a r ó
20 21
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—Fíjate si mi papá era revolucionario,
que en 1960 un primo mío le dijo: “Va-
mos que te consigo una casa”. Y él le
respondió: “Tú no eres quién para dar-
me una casa porque tienes un puesto.
A mí me la tiene que dar la Revolución”.
Alfredo fue la clase de hombre que
medía el valor de una persona por la
firmeza de sus principios. Y después del
59, su principal principio fue la lealtad a
la Revolución.
El trabajo fue su bastión. Trabajó sin
descanso en el puerto pesquero de La
Habana cargando carretillas de pesca-
dos, hasta que un día echó el estómago
por la boca.
—Mi papá se salvó de milagro. ¡Nue-
ve úlceras perforadas! Pero se arregló,
se operó y siguió trabajando.
A finales de los sesenta le reconstru-
yeron con artificios parte del estómago
y el esófago y pudo continuar acumu-
lando diplomas de vanguardia.
—Entonces el jefe, que lo quería mu-
cho, le dijo: “No me vas a cargar ni un
pescado más. Tú vienes a trabajar con-
migo a la oficina”. Entonces mi papá
le llevaba el café, le limpiaba el buró,
agua fría. Pero mi papá qué decía: “Si el
jefe tiene café y agua fría, mis compa-
ñeros que se han metido toda la noche
trabajando, tienen que tomar agua fría
y café”. Y cogía una jarra y les llevaba
a sus compañeros que se habían que-
dado de guardia. “Así hacemos los re-
volucionarios”, decía. Todo lo de él era
la Revolución.
Y si Caruca fue a alfabetizar a Las Tu-
nas con 14 años en 1961, y su herma-
na María Eugenia fue a recoger café a
Guantánamo al año siguiente, fue por
inspiración del padre.
—A mí por poco me matan en Oriente.
—¿Qué le pasó?
—Unos alzados que estaban ahí nos
cayeron a tiros a mí y a cuatro briga-
distas más. Tuvimos que correr… Pero
yo era delgadita y chiquitica y no pude
correr como los demás. Me tuve que es-
conder en una zanja hasta que se fue-
ron. Así que yo hubiera sido mártir de
la alfabetización.
Después de alfabetizar, Caruca ingre-
só a una escuela de enfermería. Pero
nunca se graduó. Cuando cursaba el
segundo año, a su madre le dio el pri-
mer infarto y ella se deprimió tanto que
enfermó de los nervios y tuvo que dejar
los estudios.
El papá de Caru-ca medía el valor de una persona por la firmeza de sus principios
carmen 106Enero, 2016
—¿Y qué pasó con usted después de
dejar la carrera?
—Yo siempre hice algo. Trabajé en
la terminal de trenes, en salud pública,
hasta que me cogió la vejez y el enfi-
sema pulmonar –resume Caruca veloz,
como si su vida fuera una posdata a la
de sus padres.
—Pero yo soy la enfermera del solar
–me advierte–. Aquí al que le duele un
pie, me llama. Una cura. Un dolor, la in-
yección. La presión. Yo presto servicio a
todo el pasillo y a la cuadra. Sin haber-
me graduado. Hay quien se gradúa y
no tiene esa voluntad de ayudar.
Caridad Olimpia es la única hija de
Alfredo y Amparo que queda en el edifi-
cio. Ocupa el cuarto 26 con su hija María
Elena. De sus cuatro hermanos: Ángel
Luis y Concha murieron, Ignacio y María
Eugenia emigraron a Estados Unidos.
—Y yo estoy destruida. Ahora estoy
esperando que la Revolución se acuer-
de de nosotros, como nosotros nos
acordamos de ella cuando hizo falta. Ya
te digo: si no me tiro para una zanja no
estuviera haciendo el cuento.
—Mi madre Amparo era una mujer
fuertísima, alta. Medía como cinco
pies. Pero era hipertensa y con cual-
quier cosa se asustaba. Esa misma
fortaleza fue la que la mató. Dema-
siada sangre.
Amparo murió al noveno infarto, tras
nueve paros respiratorios y a las nueve
de la mañana.
—A las 12:05 de la noche le dio el
primer paro en el elevador del hos-
pital –precisa Caruca– y a las 9:00, el
último.
Alfredo quedó como gorrión al que
le estorban las alas. Su voz igualitica
a Gardel enlutó. Luego, se jubiló del
puerto por enfermedad. Y a los siete
años, se le terminó de acabar el mundo.
—Murió con 62 años, en 1985, sin
volver a cantar.
Caruca es como la enfermera del solar. f o t o : m ó n i c a b a r ó
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SubsidiadosEn 2016 Cuba dispondrá de 867.3 millones de pesos para la entrega de subsidios para la construcción
por julio batista rodríguez
24 25
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Aún la sala del apartamento
semeja un campo de batalla:
la ausencia de muebles, pa-
redes a medio pintar, algu-
nos sacos de materiales para retoques
finales y el andamio en el centro de la
pieza le recuerdan a Odalys Guzmán
que en los últimos seis meses la casa
dejó de ser suya y se convirtió en un
hervidero de gente, en frenética obra
de construcción cuyo legado es un te-
cho de placa que desentona con el res-
to del edificio, construido en 1917.
Hoy, en el espacio que siempre fue
el corazón del apartamento situado en
el número 160 interior de la calle Amis-
tad, en Centro Habana, solo hay un ar-
mario pequeño que no cabe en otro sitio,
el refrigerador, una mesita, cuatro sillas
y las camas personales de Lazarito
y Adriana, los dos hijos de Odalys.
El resto quedó en cajas, o en la habi-
tación continua, escondido del cemen-
to y a resguardo de la demolición del
techo. Primero empacaron los adornos,
la Santa Bárbara grande y el San Lázaro,
el televisor y el reproductor de DVD,
hasta que solo quedó espacio para
herramientas y mezcla, para tablas de
encofrado y puntales de apoyo.
En 2013 Odalys solicitó un subsidio
para la reparación del techo de su casa y
desde entonces pasó a ser el expedien-
te 2996/13. El suyo era un caso com-
plejo: la cubierta había sido certificada
como derrumbe parcial y el dictamen
final, incluido en el proyecto confeccio-
nado por la arquitecta Yeney Quevedo
Alfaro, indicó su demolición total y sus-
titución de las viejas y ya podridas vigas
de madera que la sostenían.
“Aquí llovía más dentro que fuera,
había partes del techo por donde
levantabas la vista y podías ver el cielo.
En eso se me echaron a perder la mesa,
mi cómoda y un escaparate de Lazarito
que no sirvió para más nada”, cuenta.
subsidiados
Enero, 2016
La respuesta llegaría el 30 de di-
ciembre de 2014, cuando le avisaron
que por el Acuerdo número 1.881 del
Consejo de la Administración Munici-
pal (CAM), le habían sido otorgados
30.800 pesos para la adquisición de
materiales de la construcción, contra-
tación de fuerza de trabajo y alquiler
de transporte.
El contrato de servicios y apertura de
la cuenta corriente en la Sucursal 257
del Banco Metropolitano lo firmaría el
12 de enero de 2015, fecha a partir de
la cual Odalys dispondría de 14 meses
para completar la obra, según había
pactado en el documento firmado con
la Dependencia Interna del CAM.
Una vez depositado el dinero en
la cuenta, el desglose quedó de la si-
guiente manera: 28.300 CUP para gas-
tos de obra y 2.500 destinados a la
transportación de materiales.
Así, con el proyecto establecido por
la oficina de Arquitectos de la Comu-
nidad, la Licencia de Construcción y su
cuenta bancaria, todo parecía listo para
echar a andar. Sin embargo, los traba-
jos no comenzarían hasta cinco meses
después. Fue el 25 de mayo de 2015,
Adriana lo recuerda perfectamente. Ese
día comenzó la demolición.
* * *
El proceso para el otorgamien-
to de subsidios está pautado
en el Acuerdo 7.387 del Con-
sejo Ejecutivo del Consejo
de Ministros, publicado el 6 de mayo de
2013 en la Gaceta Oficial Extraordinaria
número 12. Dicho documento tuvo su
antecedente el 4 de enero del año an-
terior, cuando se hizo pública la primera
versión del mecanismo, avalado en las
disposiciones y acuerdos del Consejo
de Ministros, el Instituto Nacional de la
Vivienda y los ministerios de Comercio
Interior, de Trabajo y Seguridad Social,
y de Finanzas y Precios.
En un momento inicial, la política
priorizó a las “familias afectadas por
catástrofes cuyo daño se clasifica como
pérdida total o parcial de vivienda,
los casos sociales críticos, de manera
particular aquellos encaminados a la
erradicación de condiciones habitacio-
nales vulnerables”. También incluyó a
las familias y personas, protegidos o
no por la Asistencia Social, que no tu-
viesen recursos pero con la disposición
Odalys Guzmán, subsidiada.
f o t o : j u l i o b a t i s t a
26 27
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subsidiados
Enero, 2016
para afrontar individualmente el pro-
ceso constructivo; así como a quienes
viviesen en “condiciones habitaciona-
les vulnerables, carecieran de vivienda
o estuviesen necesitados de construir,
ampliar, reparar o conservar su vivien-
da, y tengan disposición a solucionar
su problema habitacional por esfuerzo
propio”.
Las diferencias entre los documentos
publicados en 2012 y 2013 son míni-
mas, pues en esencia se mantuvieron
los grupos destinatarios, las responsa-
bilidades contractuales y los mecanis-
mos de otorgamiento y control de los
subsidios. Asimismo, quedaron fijados
los montos de dinero a otorgar en cada
caso y se amplió la posibilidad de acce-
der a algunos productos en la red re-
caudadora de divisas como el cemento
P350, muebles sanitarios, entre otros.
También se incluyeron como prioridad
las familias o personas que necesitaran
solucionar obstrucciones y fugas hidro-
sanitarias.
Para solventar estos subsidios se
dedicaría el 48.5 por ciento de los im-
puestos sobre la venta de materiales
de la construcción en cada una de las
provincias, desglosado de la siguiente
manera: “el 40 por ciento se destinará
a los Consejos de la Administración
Provinciales y del municipio especial
Isla de la Juventud; y el 8.5 por cien-
to se utilizará en la creación de una
reserva central del Presupuesto del
Estado”.
Bajo tal premisa, se suprimieron los
productos subsidiados y se redujeron
los precios de 122 artículos de mate-
riales para la construcción. También se
impulsó una nueva política de créditos
bancarios con el fin de insuflar vida al
mercado interno relacionado con este
renglón económico. Estas decisiones
acompañaron la primera fase de la
implementación de los Lineamientos
de la Política Económica y Social, en la
cual también quedaron abolidos “las
gratuidades indebidas y los subsidios
excesivos”.
Por entonces, Miguel Limia –miem-
bro de la Comisión Permanente de
Implementación y Desarrollo de los
Lineamientos– aseguró que “esta es la
primera medida que se toma para, una
vez eliminado el subsidio a los produc-
tos en general, comenzar a subsidiar
puntualmente a las personas que ver-
daderamente lo necesiten”.
Actualmente los topes de entrega de
recursos financieros establecidos están
basados en el costo estimado de cons-
trucción de una célula básica habitacio-
nal –vivienda de 25 metros cuadrados
de superficie útil– cuyo valor no exceda
los 85.000 pesos.
Tomando dicho parámetro como re-
ferencia, el total de dinero a entregar se
calcula a través de los dictámenes técni-
cos de las unidades municipales inver-
sionistas de Vivienda, y se adecuan al
nivel de complejidad de la obra. Así, en-
contramos que existen dos distinciones:
acciones de conservación menor (hasta
5.000 pesos) y de conservación mayor y
otros trabajos de más complejidad.
En enero de 2015, y luego de haber
sido otorgados 63.000 subsidios en casi
tres años, verían la luz nuevas políticas
aprobadas por el Consejo de Ministros,
encaminadas a perfeccionar el meca-
nismo ya creado y que en ningún caso
contradecían lo enunciado en 2013. Así,
entre otros temas, quedaba establecido
que los Consejos de Administración
Municipal deberían realizar dos con-
vocatorias anuales para la solicitud de
subsidios, garantizar la transparencia
en el proceso de otorgamiento, y fijó en
70 días hábiles el plazo para responder
las peticiones realizadas.
* * *
Para solicitar un subsidio se
debe presentar la petición
ante las direcciones munici-
pales de Vivienda, tras lo cual
dichas instancias confeccionan el expe-
diente, y adjuntan la evaluación técni-
co-económica –en la que se determina
el monto a subsidiar para la compra de
materiales de construcción, el pago
de la mano de obra, la documentación
técnica, el transporte y el derecho per-
petuo de superficie si lo requiere– y la
evaluación socio-económica, esta últi-
ma a cargo de la Dirección de Trabajo
Municipal.
Más tarde –15 días hábiles como
máximo– el expediente es sometido a
la aprobación del CAM, donde se realiza
una evaluación individual de cada caso
y se guardan los no aprobados hasta la
fecha de la próxima convocatoria. Aque-
llos que sean admitidos pasan a manos
de la presidencia del CAM, la cual los so-
mete a la aprobación del Consejo.
El tope de entre-ga de recursos financieros se basa en el cos-to estimado de
construcción de una célula básica
habitacional
Durante la Asamblea Municipal del
Poder Popular (AMPP) de Centro Ha-
bana, celebrada el 19 de diciembre de
2015, la Comisión Permanente de Tra-
bajo de Construcción, Vivienda y Redes
Técnicas presentó un informe sobre el
comportamiento de la política de la en-
trega de subsidios a la población donde
se abordó la “lentitud en la presenta-
ción, aprobación y otorgamiento de
subsidios”. Hasta noviembre de 2015,
restaban por evaluar 1.068 solicitudes
de subsidios realizadas en 2014, sin
que se tomaran en cuenta las entrega-
das en el último año.
Ello está relacionado esencialmen-
te con que, en 2015, no se eviden-
Una parte considerable del monto total entregado a los beneficiados es hoy destinado exclusivamente a la contratación de mano de obra.
f o t o : j u l i o b a t i s t a
28 29
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
ció sistematicidad en las reuniones de
subsidios –de frecuencia semanal–,
lo cual creó en los solicitantes “malas
expectativas, desespero y un estado de
opinión desfavorable por la falta de una
respuesta en los términos establecidos en
el Consejo de Administración Provincial”.
Desde mayo de 2012, Centro Haba-
na ha destinado 29 millones de pesos
a este renglón, confirma Olga Miller,
vicepresidenta de la Construcción del
CAM. Dicha cifra tuvo su punto más
importante durante 2014, cuando fue
asignado y ejecutado en su totalidad
un presupuesto de 10.402.100 pesos.
Según datos presentados por el
delegado Joel Almenares ante la Asam-
blea, en 2015 la asignación de recur-
sos se redujo hasta $6.350.700, de los
cuales, al cierre de noviembre, solo se
habían ejecutado el 53.8 por ciento
($3.419.500). Según fue posible verificar
con Olga, los $2.931.200 no ejecutados
hasta ese momento correspondían a la
disponibilidad bancaria del CAM para
la entrega de recursos financieros que
aún no habían sido asignados, a lo cual
también debería sumarse la inactividad
de algunos beneficiados, morosos en la
terminación de las obras proyectadas
para sus viviendas.
El 17 de diciembre, dos días antes
de celebrarse la Asamblea, el CAM de
Centro Habana recibió por parte del
organismo provincial un incremento
superior al millón de pesos para en-
tregar a los solicitantes de subsidios
que cumpliesen con los requisitos es-
tablecidos. Días más tarde, el 24 de di-
ciembre, Olga aseguraba que el monto
de dinero no ejecutado en concepto
de subsidios para la construcción por
esfuerzo propio se había reducido mu-
cho, pues los niveles y sobre todo el
ritmo de aprobación aumentaron con-
siderablemente en el último mes de
trabajo y pensaban cerrar 2015 con la
total ejecución del presupuesto destina-
do a este sector. Algo que, hasta el 19
de diciembre, parecía una quimera. Tal
afirmación fue respaldada por Jaqueline
Rodríguez y Willy Fernández, secretaria
del CAM y presidente de la AMPP, res-
pectivamente.
* * *
Odalys no encontró problemas
con la brigada enviada por la
Dirección Municipal de Vivien-
da para demoler el viejo te-
cho, única autorizada a realizar ese tipo
Así luce la azotea de Odalys luego de seis meses de trabajo.
f o t o : j u l i o b a t i s t a
de trabajo. Pero antes de comenzar
a destruirlo, ya las acciones iban con un
retraso importante.
La principal causa, explica Jesús –es-
poso de Odalys–, fue que en el proyec-
to estaba previsto utilizar el sistema de
vigas y bovedillas, que es más simple y
mucho más rápido pues su ejecución
es con piezas prefabricadas unidas
al estilo de un puzzle, aunque posee
gran durabilidad y firmeza. La primera
respuesta que recibieron fue que no te-
nían esos materiales en el rastro (punto
de venta de materiales de construc-
ción), único sitio donde pueden com-
prar a través de cheques las personas
subsidiadas.
“Imagínate, cuando finalmente tuvi-
mos el subsidio las vigas de ferrocemen-
to que necesitábamos no se estaban
fabricando porque llevan unos alam-
brones en el centro, y no había esos
alambrones en el país”, cuenta Jesús.
“Esperando eso estuvimos cinco meses
y al final igual tuvimos que cambiar de
planes”.
De una estructura que pudo comple-
tarse en algo más de un mes de traba-
jo, pasaron a programar la construcción
de una placa convencional que demoró
seis. Las viguetas y poliespuma proyec-
tadas al inicio fueron olvidadas, y en su
lugar fue necesario comprar materiales
para fundir, al viejo estilo de puntales
y tablas de encofrado, 374 metros cua-
drados de cubierta.
La imposibilidad de concretar el plan
inicial no solo alargó el tiempo de cons-
trucción, sino que también supuso un
reajuste de los materiales. El cemen-
to adecuado para realizar los trabajos
en las placas es el P-350, pero no lo
venden en los rastros, aunque sí está
disponible en la red de divisas. “Si hu-
biésemos comprado las bolsas de ese
tipo en las tiendas en CUC el dinero no
hubiese alcanzado, por eso los albañiles
nos propusieron como variante emplear
más cemento PP-250 para darle la con-
sistencia que necesitaba el techo”, ase-
gura Odalys.
Virgilio Gutiérrez Sosa proviene de
una familia relacionada con la cons-
trucción. Su padre fue inspector de este
sector desde antes de 1959 y el mismo
Virgilio es albañil, con patente inclui-
da. Explica que “las placas y cualquier
otro sitio en el que se tenga una arma-
zón de acero (cabillas) hay que usar el
P-350, porque es el que se amarra bien
a la cabilla. El PP-250 puede usarse, en
Cuba usamos cualquier cosa, pero ese
no es recomendable y menos para las
placas que pueden recibir carga”.
Virgilio añade que el PP-250 puede
emplearse en muchas otras cosas den-
tro de las casas: repellar, levantar pare-
des, dar fino, hacer clósets, poner lozas,
enchapar cocinas y plaquitas pequeñas
que no reciban pesos excesivos. Pero
jamás en placas exteriores, eso –repite
con énfasis mientras mueve la cabeza
negativamente– “es un error”.
Por su parte, la ingeniera civil Dairys
Chávez explica que la diferencia en-
tre un cemento y otro está centrada
en la resistencia que ofrecen, pues
con el PP-250 se soporta 250 kg/cm²
y con el P-350 dicha variable aumenta
hasta 350 kg/cm². Confirma que para
construir una placa es posible emplear
cualquiera de los dos, aunque reconoce
que el ideal es el P-350 ya que permite
desencofrar más rápido por ser menor
el tiempo de secado que requiere. “Una
placa normal se diseña para una car-
ga de 175 kg/cm² y en ello el elemento
más importante es el acero que ofre-
ce flexión a la placa, pues el hormigón
es un gran elemento de compresión
al ser muy rígido, pero tiene muy
poco coeficiente de flexión. La di-
ferencia en el empleo entre un tipo u
otro es en esencia el tiempo de secado,
y que el 250 requiere tener más cuida-
do para desencofrar y hay que darle los
21 días que precisa”.
Sobre el uso del P-350 la ingenie-
ra entiende las preferencias de Virgi-
lio. “Son mañas de los albañiles, ellos
saben que es el ideal, pero eso no
significa que no pueda hacerse con
PP-250, siempre y cuando se vele
rigurosamente por la calidad de los ma-
teriales a emplear, las proporciones de
la mezcla –debe ser lo más homogénea
posible– y el proceso constructivo”. Eso
sí, Dairys enfatiza que en ningún caso es
recomendable desfasar las proporciones
El tiempo de construcción se alargó y hubo
que reajustar los materiales
de áridos finos y gruesos. “No es bueno
saturar la mezcla con un elemento fino,
porque en este caso el cemento seca muy
rápido y favorece la aparición de fisuras”.
La Tienda Especializada en Materia-
les para la Construcción No. 2 de Cen-
tro Habana está a pocos metros de la
casa de Odalys y su familia, por lo que
bastaba con salir a la puerta para moni-
torear cada vez que abastecían el sitio.
Sin embargo, no siempre lo que necesi-
taban estaba disponible.
“Ahí no venden el cemento en bol-
sas. Por suerte, con este tema del subsi-
dio, puedes moverte por varios rastros
y comprar en cualquiera de ellos. Para el
cemento, casi siempre íbamos a buscarlo
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subsidiados
Enero, 2016
al rastro de Zulueta donde hay sellado
a $112 el saco. Luego había que traerlo
desde allá”, asegura Jesús.
Según la pareja, en los rastros se en-
cuentran con relativa facilidad –y si se es
ágil– los áridos. Estar atento a la llegada
de los camiones era esencial, pero en
la casa Jesús y Odalys trabajan, Adria-
na estudia en el preuniversitario y La-
zarito está en medio del Servicio Militar
Activo.
En el informe presentado ante la
AMPP de Centro Habana en diciembre
de 2015, relacionado con el otorga-
miento, ejecución y control de subsi-
dios, la Comisión Permanente a cargo
de seguir el tema realizó una pesqui-
sa por cinco Consejos Populares del
Municipio (Pueblo Nuevo, Cayo Hueso,
Colón, Los Sitios y Dragones) y detectó
como uno de los principales proble-
mas el desabastecimiento de algunos
rastros, lo cual incide en el tiempo
empleado para completar las obras
constructivas aprobadas.
Otros elementos como los cables, ca-
jas, tomacorrientes y tuberías plásticas
para realizar la instalación eléctrica no
se encuentran en estos puntos de ven-
ta. “Eso también atrasa, porque hasta
que no consigues todo no puedes lan-
zarte a terminar la placa y dar el fino”,
comenta Jesús.
A ello se suma que los materiales –a
veces disponibles en la red comercial de
los mercados industriales– solo pueden
ser adquiridos mediante cheques en los
rastros o tiendas recaudadoras de divi-
sa. El resto de la red únicamente acepta
los pagos en efectivo, como fue posible
constatar en establecimientos de comer-
cio interior dedicados a la venta de estos
insumos ubicados en Ayestarán y 19 de
Mayo y Ayestarán entre General Suárez
y Pedro Suárez, entre otros.
En Cuba se han destinado cerca de
2.000 millones de pesos en cuatro años
a la entrega de subsidios desde que se
iniciara la implementación de la política
en 2012, según confirmó el ministro de
la Construcción René Mesa Villafaña el
pasado 27 de diciembre ante la Comi-
sión de Industria, Construcciones y Ener-
gía de la Asamblea Nacional del Poder
Popular (ANPP). El Anteproyecto de Ley
del Presupuesto del Estado para 2016
prevé que la disponibilidad monetaria
en los Consejos de la Administración
Provincial descenderá de 981.1 millones
estimados en 2015, hasta los 867.3 mi-
llones de pesos proyectados para 2016.
industria productora de materiales, ex-
plicaron funcionarias del Ministerio de
Economía y Planificación durante el tra-
bajo en comisiones de la ANPP.
* * *
Odalys tuvo que ir seis veces al
banco para hacer extracciones.
“El dinero no lo ves nunca,
pues se mueve en cheques
desde la cuenta hasta el rastro o la tien-
da en CUC donde haces la compra, y
eso mismo pasa con los albañiles que
En el subsidio no entran, por ejem-plo, la alimenta-
ción diaria de los trabajadores de la construcción
La disminución está causada por el
descenso previsto en la venta de los
materiales de la construcción para el
venidero año. Para atenuar esta situa-
ción, en 2016 se destinará el 60 por
ciento del impuesto de las ventas a su-
fragar la política (51.5 por ciento para
los beneficiados y 8.5 para la reserva
central). Esta medida representa un in-
cremento considerable con respecto al
48.5 por ciento aprobado hasta el mo-
mento, y responde a la decisión estatal
de no afectar la ejecución de la política
y a los beneficiados por ella, a pesar
de las condiciones desfavorables de la
contratas y es obligatorio que tengan
licencia para cobrar el cheque”.
El procedimiento es estándar. Los
constructores calculan y piden lo que
necesitan, el subsidiado recorre los ras-
tros y separa los materiales que precisa,
va al banco con la factura y este expide
un cheque. Luego el subsidiado regresa
al rastro, entrega el cheque y se lleva
lo que compró. El mecanismo es similar
para pagar la mano de obra.
En resumen, Odalys está segura
de que gastó 11.000 pesos en mano de
obra, 2.500 en transporte de materiales
y el resto lo distribuyó en más de 50
sacos de cemento, varios metros cúbi-
cos de arena, gravilla, polvo de piedra y
cabillas. La precisión en esos casos dis-
minuye. Sin embargo, todos en la casa
saben que la nueva placa costó más
que 30.800 pesos.
“Hay muchas cosas que no están
dentro del subsidio, pero son gastos
que se van haciendo. Por ejemplo, aquí
la placa la hicieron entre cinco albañi-
les, y esos son cinco almuerzos diarios,
diez meriendas, café… No son gastos de
construcción, pero no se puede tener
hombres trabajando sin algunas condi-
ciones”, dice Jesús.
Aun así, una parte considerable del
monto total entregado a los beneficia-
dos es hoy destinado exclusivamente
a la contratación de mano de obra, la
cual no siempre se ajusta al 30 por
ciento estipulado en el contrato inicial
firmado entre el subsidiado y la Depen-
dencia Interna del CAM.
De hecho, una de las deficiencias
encontradas por la Comisión Perma-
nente de Centro Habana resultó ser la
discrepancia entre las cifras declaradas
por las fuerzas empleadoras y por los
albañiles a cargo de ejecutar el trabajo.
Eso se refuerza con los criterios del
En Cuba se han destinado cerca de 2.000 millones de pesos en cuatro años a la entrega de subsidios.
f o t o : j u l i o b a t i s t a
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subsidiados
Enero, 2016
aumento del precio de la mano de obra,
señalado durante la presentación del in-
forme por el delegado Joel Almenares.
El otorgamiento de subsidios ha
sido una de las políticas sociales me-
jor acogidas por la ciudadanía cuba-
na, aunque dista de ser la solución a
la compleja situación de vivienda que
vive el país, donde cuatro de cada 10
casas se encuentra en regular o mal
estado. “Sin este dinero nunca hubié-
semos podido comenzar el trabajo. Es
verdad que no siempre alcanza por los
precios que tienen hoy las brigadas,
pero el subsidio fue una ayuda fun-
damental para nosotros”, confirma Je-
sús mientras me explica que en estos
días espera resanar los huecos en los
muros de la sala, recuerdo que dejó la
demolición del techo.
En cerca de cuatro años, se han bene-
ficiado a más de 3.000 núcleos familiares
en Centro Habana, confirma Olga Miller.
“El subsidio no puede verse como
una camisa de fuerza”, señaló Villafaña
durante el VI Periodo Ordinario de Se-
siones de la VIII Legislatura de la ANPP.
El empleo de materiales de construc-
ción provenientes de la industria local
consigue abaratar entre un 25 y un 30
por ciento los gastos por este concepto.
“Entonces, si se usan materiales locales
para ejecutar un subsidio de 85.000 pe-
sos destinados a una célula básica de
25 m², es mejor que se construyan 30 o
35 m² y que las personas hagan mejo-
res casas, porque eso incrementa la ca-
lidad de vida de la población y detiene
el deterioro de las viviendas”.
* * *
Nadie dijo que construir fuera
simple. O limpio. O cómodo.
Pero seis meses de trabajo
ponen a prueba la resisten-
cia mental, y eso lo aprendieron bien
Odalys y su familia. “Aquí no se podía
caminar. Había un horcón cada medio
metro para soportar el encofrado, y
cada una de las tres partes del techo
tenía que estar 21 días así para que el
cemento fraguara bien”.
Claro, 21 días como mínimo, por-
que la última habitación estuvo re-
vestida en madera cerca de 40. En
total, fueron más de tres meses du-
rante los cuales solo pudieron esperar
mientras la nueva cubierta se endure-
cía lo suficiente como para desarmar
el esqueleto que la moldeaba. En esas
condiciones vivieron por medio año,
mudándose de un cuarto a otro con
las camas y bártulos cada vez que era
necesario demoler el techo de una ha-
bitación y luego montar el andamiaje
de horcones y tablas para fundir la
próxima sección.
En una ocasión, recuerda, los vecinos
paralizaron la demolición del techo du-
rante seis días y fueron a buscar a la
policía. El incidente duró poco, Odalys
mostró sus documentos y permisos y
la brigada especializada –y estatal– a
cargo de las demoliciones continuó su
trabajo sin más contratiempos.
Ahora puede descansar un poco. “Por
suerte la última compra la hice en no-
viembre para cerrar la cuenta del banco
y pagar completa la mano de obra, así
que en los primeros días de enero voy a
liquidar el subsidio para que vengan a
inspeccionar la obra, ya lo han hecho dos
veces en estos meses para ver si tenía al-
gún problema o necesitaba más tiempo,
pero no fue necesario ampliar el plazo”.
Aún falta por hacer: el fino y el derre-
tido de la azotea, retoques en los ale-
ros y los muros, y la impermeabilización
del techo; pero eso ya está pagado. La
demolición del techo desmanteló la di-
visión intermedia (barbacoa) que sopor-
taba las habitaciones de la familia, pero
ese tipo de construcciones no están
contempladas dentro del subsidio. Dice
Odalys que ahora han visto viguetas en
los rastros, “seguro por las quejas de la
gente”, pero para ellos ya es tarde. “Si yo
tuviera las viguetas esas ahora, en tres
días tengo hecha la plaquita intermedia
y con eso tendríamos casa para toda la
vida, pero ya veremos qué se hace”.
Medio apartamento se mantiene aún
embalado en cajas y solo se ve en las
habitaciones lo imprescindible para el
uso diario. La Santa Bárbara y el San
Lázaro este año no tuvieron las velas de
siempre, pero la demolición ni siquiera
los manchó de polvo. Odalys ha pin-
tado las paredes de la sala y el techo,
pero desde una esquina el último saco
de cemento anuncia que la construc-
ción no termina.
Si se usan ma-teriales locales para ejecutar
un subsidio de 85.000 pesos
destinados a una célula básica de 25 m², es mejor que se
construyan las viviendas
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El albergue: un tránsito inmóvilMás de 132.000 personas se encontraban en anuencia de albergue en La Habana a finales de 2014
por geisy guia delis
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Seis pasos son los que se necesi-
tan para recorrer de un extremo
a otro el cubículo de Marisol
Rojas. En la sala, un sofá de
vinil muestra las huellas de la espalda
de uno de sus hijos, quien usa cons-
tantemente el mueble para dormir. La
cama doble y una cuna ocupan todo el
cuarto. La ropa, acomodada en cajones
y percheros, cuelga en el único lugar
que queda disponible, el baño.
Son diez las personas registradas
en este núcleo familiar que acaba de
aumentar a once con la recién naci-
da Asihanna. No todos viven juntos,
aunque quisieran; el cubículo es muy
estrecho para acogerlos. Hace apenas
tres años y unos meses que a Marisol la
trajeron con su familia al albergue de
140 y 33, en Marianao, después de que
su casa en la calle 71 entre 132 y 134
se derrumbó. Esta vivienda había sido
declarada previamente en mal estado,
condición que se agravó con las lluvias.
Más de 132.000 personas se encon-
traban en anuencia de albergue en La
Habana a finales de 2014, según datos
publicados por el periódico Granma.
Actualmente, quienes residen en la ca-
pital cubana bajo ese estatus, en princi-
pio transitorio, deben esperar entre 15
y 20 años para obtener una vivienda,
lo cual hace prácticamente permanente
su estancia en los albergues.
Marisol acaba de comenzar el ‘tránsito’.
* * *
El Programa de las Naciones
Unidas para los Asentamien-
tos Humanos (ONU-Hábitat),
en la versión ejecutiva del
perfil de la vivienda de Cuba publicada
en 2014, define una vivienda de trán-
sito como una instalación de carácter
provisional atendida por el Estado, que
aloja a personas que han perdido sus
casas por fenómenos hidrometeoroló-
gicos, derrumbes, peligro estructural u
otras causas, hasta que se consiga la
solución definitiva de sus hogares.
El doce por ciento de las más de
700.000 viviendas existentes en la ca-
pital se encuentran en mal estado, de
acuerdo con los datos ofrecidos en el
Censo de 2012. Cualquiera de las fa-
milias residentes en estas viviendas
podría ser la próxima que necesitara
albergue.
En Marianao viven actualmente
135.844 personas y tiene una densi-
dad poblacional de 5.862 habitantes
por cada kilómetro cuadrado. Existen,
además, 1.096 personas con expe-
diente de albergados, dice Mirthea Che
Ferrer, directora de la Unidad Munici-
pal de Atención a las Comunidades de
Tránsito (UMACT). De ellas, 216 están
ubicadas en las comunidades de trán-
sito y el resto permanece en viviendas
que han sido declaradas inhabitables,
debido a la falta de capacidad de al-
bergue.
Marta Martínez, jefa del Departamen-
to de Control de Fondos de la Vivienda
del municipio, señala que en diciembre
de 2015 se reportaron alrededor de
3.464 viviendas en estado técnico malo
y unas 5.684 en estado regular, lo cual
representa cerca del 20,7 por ciento del
fondo habitacional de la localidad, que
está compuesto por unas 44.135 edifi-
caciones y 479 ciudadelas.
La arquitecta Martha Garcilaso de la
Vega advierte en su investigación doc-
toral que las comunidades de tránsito
en Cuba “congregan ciudadanos con
menos posibilidades económicas y que
presentan con mayor frecuencia condi-
ciones socio-culturales y de conducta
con disfunciones notorias. Todo lo cual
genera, aun sin intención, una segrega-
ción social en crecimiento”.
Garcilaso añade que los albergues,
desde sus orígenes, fueron pensados
como soluciones temporales, por eso
tenían las condiciones mínimas de ha-
bitabilidad; entre ellas, sanitarios y
habitaciones colectivas. El derrumbe
del campo socialista afectó considera-
blemente el sector de la construcción
en Cuba. Sin casas nuevas que entregar,
se prolongó el periodo de estancia en
los albergues hasta casi hacerlo perma-
nente. Los cubículos fueron divididos y
se construyeron baños nuevos para dar
un poco de privacidad a las familias.
La austeridad económica demandó
nuevos recursos, mano de obra y pre-
supuesto en una inversión que, según el
arquitecto Miguel Coyula, no se recupe-
ra, pues “ocupa suelo urbano pero no lo
el albergue: un tránsito inmóvil
Enero, 2016
Hace cinco años que Alberto vive allí. f o t o : g e i s y g u i a
urbaniza, y además sustrae recursos que
podrían emplearse en el mantenimiento
y reparación del fondo construido”.
Patricia Batista, profesora de la fa-
cultad de Psicología de la Universidad
de La Habana, considera que en el al-
bergue, de cierto modo, se reproducen
a pequeña escala, de modo compacto,
las desigualdades sociales.
* * *
El asentamiento en el que vive
Marisol es considerado un
albergue de referencia en el
municipio. Mirthea afirma que
“comparado con otros albergues, ese es
de los mejores, incluso a nivel provin-
cial”. Para otorgarle esa categoría, han
tenido en cuenta que los cubículos son
amplios, están en buen estado cons-
tructivo, y se han mejorado los servicios
residuales y sanitarios.
Un banco, un teléfono público que no
funciona y la caseta solitaria de la Ad-
ministración ocupan el área común del
albergue de 140 y 33. Desde afuera se
ven tres naves pintadas uniformemen-
te de un verde azul que ya comienza a
palidecer, cubiertas de fibrocemento y
puertas de aluminio que permanecen
cerradas. Son escasos los elementos
distintivos en el exterior de los 31 cu-
bículos: alguna que otra maceta con
helechos o malanguetas y rejas en las
ventanas. En tres paneles eléctricos se
apiñan numerosos metrocontadores.
“Este es un albergue tranquilo, por
lo general. Los problemas ocurren en
el interior de las familias. Todos los
cubículos tienen sus afectaciones, en
algunos el patio está tupido o hay
huecos por los que entran ratones.
Otros tienen filtraciones en el baño
o cuando llueve se llenan de agua”,
explica Marisol.
A ella le preocupan especialmente
los ratones, porque una de sus hijas
acaba de parir, y “el olor de los bebés
“El albergue ubi-
cado en 140 y 33 es considerado de referencia en Marianao
”
es algo que buscan mucho esos ani-
males”. En 2015 una de las brigadas
que la UMACT designó para hacer re-
paraciones en el albergue selló algunos
de los patios que estaban en peores
condiciones. Sin embargo, en el de
Marisol quedaron varios agujeros por
los cuales asoman las ratas. Para con-
tener un poco la situación ha llenado
ese espacio con botellas rotas y vidrios.
El presupuesto otorgado a la UMACT
de Marianao en 2015 fue de 136.000
pesos para reparaciones, mantenimien-
to y gastos de este albergue. Otros
200.000 están destinados para la repa-
ración de la comunidad El Pescaíto, e
igual cantidad se asigna para imprevis-
tos. Las acciones constructivas en esos
asentamientos han sido ejecutadas por
38 39
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brigadas de albañiles por cuenta propia
y estatales. Algunos residentes no estu-
vieron satisfechos con esa labor pese a
la firma del acta de conformidad con el
trabajo de los obreros.
“Esa es su casa mientras estén allí”,
dice Mirthea sobre los albergados. “Sin
embargo, hay quienes rompen o no
cuidan las cosas nuevas que les coloca-
mos en los cubículos, por ejemplo los
baños y las tejas. Otras veces se resisten
incluso a las reparaciones”.
Alberto Argudín tiene 46 años, cobra
250 pesos y trabaja como custodio en
las noches para poder atender a su ma-
dre de 71 años en las mañanas, quien
tiene el lado derecho del cuerpo para-
lizado a consecuencia de una isquemia
cerebral. Desde agosto, el piso de su
cubículo se moja durante las lluvias
debido a que un vecino del albergue
se subió al techo a coger un mango y
le partió dos tejas. La dirección de la
UMACT se las facilitó, pero hoy están
superpuestas porque no fueron fijadas
con cemento. Alberto lleva viviendo
cinco años allí.
Patricia Batista aclara que a las per-
sonas que viven en las comunidades de
tránsito les pasa algo llamado expro-
piación y el no sentido de pertenencia
hacia el lugar en el que se está. “Cuan-
do las personas no son partícipes del
proceso de adquisición y no ven en el
objeto final el esfuerzo de su trabajo,
no lo sienten propio”. Lo más común es
encontrar en ellos un desapego por lo
temporal y lo que se les ha dicho que
no les pertenece.
Desde hace más de tres años, 140 y
33 presenta inestabilidad con los admi-
nistradores. El promedio de duración
del responsable del albergue es de cin-
co a seis meses. Todos los que entran
se van, o son trasladados y a decir de
muchos no llegan a empezar, ni a ter-
minar nada.
teger a unos miembros también deja a
otros desfavorecidos y, a la larga, esa
estructura familiar se daña y se vuelve
disfuncional.
En el albergue las líneas del tiempo
son difusas, no corren las horas, ni los
minutos. Los segundos no existen, toda
acción importante, todo hecho relevan-
te, solo cuenta en años. Así lo percibe
Yutclaidy Pol Rojas, de 21 años, hija de
Marisol. Es la madre de la nueva nieta en
la familia y de otra pequeña de dos años,
llamada Ainoa, quien “desgraciadamen-
te” también le nació en el albergue.
“Yo llegué aquí con 17, y no sé cuánto
el albergue: un tránsito inmóvil
Enero, 2016
Durante ese periodo, más o menos,
los residentes de allí no han sabido con
exactitud sus posiciones en el escalafón
que se conforma para el otorgamien-
to de viviendas, pues este documento
permanece encerrado en la deshabi-
tada oficina de Administración. Una
copia, al menos, está colocada en el
mural de la UMACT en la calle 59 en-
tre 100 y 102.
* * *
Entre los núcleos que llevan
más tiempo en 140 y 33, está
el de Librada Rivas. Reciente-
mente, uno de los cubículos
quedó disponible porque a un médico
le otorgaron una vivienda; Librada le
solicitó a Mirthea que la trasladara del
cuarto 16 para ese que había queda-
do vacío y tenía mejores condiciones.
Como esta señora de 67 años padece
una enfermedad cardíaca, los funciona-
rios aceptaron la mudanza. En su apar-
tamento ubicaron a otros miembros
de una de las familias del albergue
que desde hace algunos años estaban
esperando por una capacidad que les
permitiera salir del inhabitable en el
que vivían.
“Cuando se nos cayó la casa, hace 18
años, mis hijos decidieron que yo vinie-
ra para el albergue porque era la que
estaba en peor estado”, explica Librada.
“Los que cupieron en el cuarto vinieron
conmigo, los demás se quedaron vi-
viendo en el derrumbe y allí tengo aún
a algunos de mis nietos. Yo solo quiero
que salgan de allí, porque esa casa está
irreparable”.
Patricia Batista refiere que estas es-
trategias de supervivencia que desarro-
llan las familias conlleva, en la mayoría
de los casos, un costo a nivel de víncu-
los. La lógica que les hace decidir pro-
tiempo más me falta ¿Morirnos aquí? Yo
no quería que me cogiera el año de mi
hija aquí, pero ya voy por el segundo y
si todo sigue igual habrá un tercero, un
cuarto y hasta un quinto años”.
“Las personas necesitan cosas que
les brinden estabilidad”, resalta Patricia
Batista, “especialmente las que suplen
necesidades básicas, por ejemplo la
tranquilidad de tener un techo propio,
para procrear y legar esa seguridad a
otras generaciones. La incertidumbre
y el no saber también imposibilitan el
desarrollo de metas de superación per-
sonal y profesional”.
* * *
Entre noviembre y diciembre
de 2015 ascendieron a 30 los
derrumbes totales y parciales
en Marianao. Según Greta
Rodríguez, subdirectora técnica de la
Vivienda en el territorio, “más de 18 nú-
cleos familiares se vieron afectados”. El
edificio de 108 entre 45 y 47, declara-
do previamente en estática milagrosa,
sufrió un derrumbe parcial.
Mirthea explica que el gobierno muni-
cipal y las instituciones implicadas toma-
ron como medida emergente albergar
a esas personas en la escuela de arte
Eduardo García, debido a que no existían
en la provincia capacidades de albergue
ni fondo habitacional disponible.
“Desde la aprobación del Decreto Ley
288 en 2012, que les da a las personas
el derecho de vender o donar su casa,
ya no se ingresan viviendas al fondo
del municipio”, comenta Marta Martí-
nez. “Tampoco hacemos confiscaciones
por ningún concepto. Lo que incorpora-
mos son las nuevas construcciones que
hace el Estado”.
En el Acuerdo 107 de 2012, que esta-
blece las normas para la construcción y
asignación de viviendas en La Habana,
el Consejo de la Administración Pro-
vincial refiere que “la disminución de
traspasos de viviendas al fondo estatal
por otros conceptos obliga a garantizar
el régimen de distribución y asignación
de viviendas disponibles”.
Para ello toman como canteras el to-
tal de las viviendas que se construyen
anualmente a partir del financiamiento
asignado por el Ministerio de Economía
y Planificación; el 50 por ciento de las
viviendas que se construyan con finan-
ciamiento propio en Moneda Nacional
y Libremente Convertible de cualquier
organismo, cuando no se destine a es-
tabilizar la fuerza laboral, y el 100 por
ciento de las viviendas recuperadas
por reconstrucción y/o rehabilitación de
edificios financiados por las UMIV.
Varios funcionarios de la vivienda en
el municipio afirman que el segundo
acuerdo no se ha cumplido a cabali-
dad, pues las empresas entregan cuo-
tas muy inferiores a las pactadas. De
igual modo, las brigadas constructoras
que antes recibían un porciento de vi-
viendas para los microbrigadistas que
reparaban esos edificios han manifes-
tado inconformidad con el primer y ter-
cer acuerdos, razón por la cual se hace
más difícil pactar convenios de trabajo.
Parte trasera de una vivienda que consta como solu-ción definitiva en 110 y 37.
f o t o : g e i s y g u i a
40 41
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Ante este panorama y la urgencia
de ubicar a las familias damnificadas,
el gobierno de Marianao decidió que
varias entidades del municipio cedie-
ran tres locales de poco uso, que ya se
habían considerado para hacer cons-
trucciones en 2016. Greta explica que
hubo que accionar con rapidez y se
hicieron proyectos para adecuar esos
centros a las necesidades de una fa-
milia de tránsito.
Al presupuesto de la UMACT se
adicionó un suplemento de más de
71.000 pesos que se destinó para la
construcción emergente de cubículos.
Mirthea agrega que para 2016 se pro-
yecta la nueva comunidad de tránsito
Estrella Roja, en uno de los espacios
cedidos en el municipio, que puede
albergar varias familias.
Bárbara Mercedes León es la jefa
del Departamento de Atención a la
Población de la Dirección de la Vi-
vienda en Marianao. Desde hace más
de diez años se encarga de cuestio-
nes asociadas a los albergados y los
casos sociales. “Hemos insistido en
que aquellas personas que no tengan
recursos para reparar su vivienda se
acojan a un subsidio porque no hay
capacidad de albergue en la provin-
cia”, dice. “Muchos prefieren esperar
a que les den una vivienda nueva a
intentar reparar su casa”. “¿Alguien
que se albergó antes de que saliera
la posibilidad de acogerse a un subsi-
dio o crédito, puede hacerlo ahora?”,
le pregunto. “Si la vivienda de esa
persona está declarada como inha-
bitable reparable, puede hacerlo. De
hecho, nos ha pasado que al darle
una solución definitiva a una familia
del albergue, le hemos cedido la casa
de esta que estaba en mal estado a
un caso social y la han reparado con un
subsidio y con su esfuerzo, sin tener que
albergarse”.
* * *
Al verla supe que le había
caído todo junto, como si su
sangre clamara fatalidad y
hubiese venido a purgar el
karma, para quienes creen en él. Porque
Cecilia Valdés anda muy atolondrada
como para andar buscando justifica-
ciones cósmicas a su mala suerte. No
es la Cecilia de Cirilo, ya sabemos. Su
segundo apellido es Estrada. Tiene 42
años, mulata con más de negro que de
blanco. Atiende Vigilancia en el CDR y
desde 1987 vive en el albergue de 110
y 37, cuando allí solo se permitían a
mujeres y niños. Desde 1987 también
vive mojándose porque el agua le entra
por los arquitrabes.
Llegó como el resto; ese año su casa,
que ya estaba deteriorada, se derrumbó.
A partir de entonces ha visto desfilar bri-
gadas de mantenimiento. Le cambiaron
la puerta y las ventanas por unas de alu-
minio, le levantaron una pared interior
y le dejaron el baño a medio terminar.
Les ha escrito a los tres periódicos
nacionales Granma, Juventud Rebelde y
Trabajadores explicando que hace casi
29 años está en la misma situación y
que solo quiere la legalización de su
vivienda. “Soy un caso social crítico.
Tengo una niña (de 23 años) con re-
traso mental agravado por un trastorno
psiquiátrico y es epiléptica. Viven con-
migo dos lactantes en riesgo social por
estas condiciones. Uno de ellos ha teni-
do once ingresos, incluso ha estado en
terapia intensiva”.
La Comunidad de Tránsito de 110 y
37 aparece en los registros de la Vivien-
da como solución definitiva desde el 23
de mayo de 2012, en un documento fir-
mado por Ana María Nápoles, directora
de la Unidad Provincial de la Atención a
las Comunidades de Tránsito. Para que
una capacidad de albergue adquiera
esa condición, debe tener la habitabi-
lidad, es decir los espacios y condicio-
nes imprescindibles como baño, cocina
o un techo. Además, debe medir más
de 25 m²; y el futuro propietario debe
firmar un acta de conformidad con el
acuerdo.
A pesar de que esta decisión se adop-
tó hace más de tres años, la mayoría de
quienes hoy viven en los once núcleos
del albergue afirman que desde 1999,
fecha en la que llegaron, se les prometió
la propiedad de sus viviendas. Al menos
así lo recuerda Yaité Ganzó, de 41 años.
“A mí me trasladaron del albergue El
Chico para darme mi vivienda aquí en
Marianao. Que el techo se mojaba y la
meseta de la cocina no estaba enchapa-
da, eran las excusas que nos ponían en
la UMACT para no darnos la propiedad.
Luego, quien estaba de directora de ese
organismo en ese periodo nos dijo que
si reparábamos la casa por nuestros
propios medios, entonces sí nos daría
el título”.
Yaité le tomó la palabra e hizo una
placa, dividió la casa para tener otro
cuarto. Construyó una red sanitaria in-
dependiente, porque las tuberías que
estaban colocadas en el desagüe eran
de electricidad, y puso el piso nuevo.
En esos trámites andaba cuando cam-
biaron a quien estaba al frente de la
UMACT. La nueva jefa les declaró como
ilegal todos los cambios realizados en el
albergue y hoy sigue sin la propiedad.
Mirthea hace un año que dirige la
UMACT de Marianao y aclara que estas
viviendas no constan como albergues,
pero que se siguen reportando hasta
tanto no tengan propiedad; que las ca-
sas de esa comunidad están en proceso
de legalización, y que sus expedientes
están en el Departamento de Control
de Fondos del municipio. En este de-
partamento lo que se hace es “tramitar
la documentación oficial y la conforma-
el albergue: un tránsito inmóvil
Enero, 2016
ción del expediente de habitabilidad.
Pero a algunos no se les va a poder
tramitar porque violaron regulaciones
urbanas e hicieron ampliaciones”, dice
Marta Martínez.
—En los casos que no pueden ser tra-
mitados, ¿quién se encarga de analizar
integralmente todo el proceso?
—Supongo que la UMACT –responde
Marta, que trabaja en Control de Fon-
dos desde 1999–, porque yo no visito
las comunidades, ni veo el lugar, ni me
encargo de revisar el proceso anterior,
solo me encargo de la legalización.
Al hacerle la misma pregunta, Greta
contesta:
—Esas viviendas forman parte de un
proyecto de albergue. La UMACT tiene
un presupuesto asignado para reparacio-
nes y el pago a brigadas que se encargan
de crear las condiciones en las comunida-
des. Eso no pueden hacerlo las personas.
La comisión de distribución sesio-
na cada 15 días o una vez al mes y se
encarga de discutir, revisar y analizar
las propuestas de entrega de vivien-
das para albergados o de excepcionali-
dad por casos sociales. Está compuesta
por el vicepresidente de la Asamblea
Municipal del Poder Popular, la directo-
ra de la UMACT, el director de Vivienda,
la jefa del Departamento de Atención
a la Población, la jefa del Departamento
de Control de Fondo y un representan-
te de Trabajo y Seguridad Social. Todos
integran el voto colegiado, que aprue-
ba o no los casos analizados. El proble-
ma de 110 y 37 ha sido discutido varias
veces en esa comisión.
“Llevo tanto tiempo viviendo aquí
con mi madre, mis hermanos y mis
cinco muchachos que lo que quiero
es que me den la propiedad de esta
casa para pedir un subsidio y tratar de
vivir como las personas”, dice Cecilia
Valdés.
A nivel provincial, existe también una
comisión de distribución y el voto cole-
giado. Greta Rodríguez estuvo en la co-
misión provincial que en 2015 aprobó
la propiedad para los casos que en 110
y 37 no habían cometido violaciones
urbanas. Cecilia Valdés es uno de ellos,
pero aún no lo sabe.
La comunidad de 110 y 37 desde 2012 consta como solución defini-tiva.
f o t o : g e i s y g u i a
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MicrobrigadasLa historia de las microbrigadas
por tomás ernesto pérez rodríguez
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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
El 26 de julio de 1970, Fidel
Castro admitía: “Sí, seño-
res imperialistas: es difícil la
construcción del socialismo”.
Tan difícil que todavía hoy, 45 años
después, andamos buscando la mane-
ra. Pero la construcción del socialismo no
era lo único que nos desvelaba. Tam-
bién estaba el problema de la cons-
trucción, a secas. Tan difícil que todavía
hoy, 45 años después.
Según el libro Arquitectura y urbanismo
de la Revolución Cubana (1989), de Rober-
to Segre, entre 1965 y 1970 “se produ-
ce una disminución considerable de las
viviendas construidas por el Estado; de
más de 10.000 realizadas en 1967, se
baja a 4.000 en 1970”.
Aquel 26 de julio de 1970, Fidel Cas-
tro aventuraba una salida: “Nosotros,
tomando decenas de miles de obreros
a poner ladrillos, no resolvemos. Pue-
den los propios usuarios en muchos
lugares, bajo alguna dirección técnica,
participar en la solución de estos pro-
blemas”.
En un país de grandes contradiccio-
nes, a nadie extraña que el nombre
de una de las orquestas más exitosas,
los Van Van, aluda a un fracaso. Antes
que una prueba de incompetencia, la
zafra del 70 –alentada por la consigna
“los diez millones van”– fue una mues-
tra de insensatez. La cohesión de todos
los cubanos en la disparatada epope-
ya del azúcar sirvió para endulzar la
derrota. En diciembre de ese año se
crearon las Microbrigadas, en primera
instancia, como respuesta a la situación
de la vivienda. El restablecimiento de la
confianza perdida podía llegar a ser un
deseable efecto secundario.
Las Microbrigadas estaban compues-
tas por hombres y mujeres que aban-
donaban sus trabajos habituales a fin
de construir viviendas para ellos y sus
compañeros, quienes debían quedarse
cubriendo sus funciones –el llamado
plustrabajo– con el objetivo de que la
producción no se afectara. En 1978, Fi-
del tendría que reconocer que “muchos
centros […] lo hicieron efectivamente
con plustrabajo, y otros porque les so-
braba personal, lo que tenían era plus-
trabajadores”.
Una vez concluidas las viviendas,
el 20 por ciento de ellas se entrega-
ba al Estado y el resto se asignaba en
asambleas de trabajadores, donde se
consideraban –por orden de priori-
dad– méritos y necesidades. En teoría,
el haber participado directamente en la
construcción no otorgaba derechos es-
peciales.
Los microbrigadistas continuaban
cobrando en el centro laboral al que
pertenecían. En septiembre de 1987,
Fidel lo explicaba así: “No nos cuesta
virtualmente un centavo más en sala-
rio, porque con el salario que le pagan
en la fábrica trabaja allí. El Estado le
reintegra a la fábrica ese salario para
que la fábrica sea más eficiente en sus
cálculos, en sus resultados”.
El total de obreros que integraban
una brigada era 33, los imprescindi-
bles para construir, en nueve meses, un
edificio de cinco plantas con 30 aparta-
mentos de dos o tres dormitorios cada
uno. Una parte del equipo se solía des-
tinar a obras sociales: escuelas, círculos
infantiles, alcantarillado. Se trabajaba
de 8 a.m. a 6 p.m., de lunes a sábado.
Los domingos, toda la mañana.
Humberto Ramírez, presidente de la
Sociedad de Arquitectura de La Haba-
na, asegura que no puede hablarse del
Movimiento de Microbrigadas sin men-
cionar a Máximo Andión, administrador
de la fábrica metalúrgica Vanguardia
Socialista. “Aquella era una de las po-
cas fábricas que tenía una producción
–si lo veíamos en una gráfica– ascen-
dente”, dice Ramírez, “mientras que las
demás estaban subiendo y bajando, o
solo bajando. Fidel reparó en eso y fue
a verlo. Entonces se dio cuenta de que
Máximo era una persona extraordina-
ria, por encima de la media”.
La excepcionalidad le valió a Máximo
que Fidel lo colocara al frente del Plan
Alamar. Este reparto habanero, identifi-
cado con el Movimiento de Microbriga-
das, es el mayor conjunto de vivienda
social en Cuba, pero no el mejor. El pre-
mio, en cuanto a calidad, se lo lleva la
Unidad Vecinal no. 1 de la Habana del
Este, actual reparto Camilo Cienfuegos,
realizada entre 1959 y 1961, una etapa
–diría el arquitecto Mario Coyula– en la
que “los constructores todavía no ha-
bían aprendido a construir mal”.
Alamar contaba con un puñado de
casas de antes de 1959 y con unas 400
construidas a comienzos de los 60. Era
ya una zona urbanizada. Había calles,
aceras, electricidad, alumbrado público
“…en cada pue-
blo hay su modo de fabricar, se-gún haya frío o calor, o sean de
una raza o de otra…
”josé martí, “la historia del
hombre contada por sus casas”
microbrigadas
Enero, 2016
y un acueducto de agua salobre que
hacía de la distracción un hábito peli-
groso. El más leve descuido podía echar
a perder una colada de café.
El nuevo proyecto urbano, a cargo de
la Dirección de Viviendas del Ministe-
rio de la Construcción (MICONS) de La
Habana, fue concebido para 130.000
habitantes. La directiva –apunta Co-
yula– era precisa: recurrir “al modelo
reduccionista de bloques iguales repe-
tidos hasta el infinito […] para que cada
centro de trabajo tuviese el suyo”. De
ahí que Alamar semeje una gigantesca
ofrenda a la monotonía. En este paraíso
del déjà-vu, todos los caminos conducen
al aburrimiento.
Los primeros edificios eran de cuatro
plantas. En una de sus visitas diarias a
Alamar, Fidel sugirió elevarlos a cin-
co. “No fue una buena solución”, dice
Humberto Ramírez, “porque subir cinco
pisos no es fácil”.
Cuando en 1972 le propusieron que
se incorporara al Movimiento, Ramírez
tenía 28 años y era profesor en la Es-
cuela de Arquitectura. “Las zonas uno y
dos de Alamar ya se habían terminado”,
recuerda. “Las zonas tres y cuatro esta-
ban en construcción, la cinco comple-
ta estaba en ejecución y la seis estaba
bastante adelantada”. En ese punto –de
acuerdo con Segre– existían 444 briga-
das, que aglutinaban a 12.715 obreros.
Sin renunciar a sus clases, Ramírez
asumió la dirección del departamento
técnico en Alamar, al que se sumaron
otros profesores y aun estudiantes. A lo
largo de nuestro encuentro, insiste en
que se tomaron las precauciones téc-
nicas que exigían las obras. “Durante
aquellos años, en las Microbrigadas ha-
bía un control técnico riguroso. En pri-
mer lugar, había el deseo de hacer las
cosas bien, que en muchos lugares se
ha perdido. Era parte del ego. Cuando
las personas no saben y quieren hacer
el trabajo, si tú les dices cómo debe
ser, lo hacen bien. Cuando empieza la
autosuficiencia, o cuando a la gente le
importa poco el trabajo, aunque sepa
Alamar semeja una gigantesca ofrenda a la monotonía.
f o t o : t o m á s e r n e s t o p é r e z
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hacerlo, es que vienen las complicacio-
nes”.
Ramírez no olvidará el día en que
propuso que los edificios de las zonas
uno y dos se pintaran del mismo color.
“A mí se me ocurre que debían pintarse
de blanco, y los balcones, las escale-
ras, de otro color, para identificarlos”,
dice. “Aquello fue tremendo con los
microbrigadistas. La gente me decía:
‘¡No, arquitecto, qué va!’. Uno lo quería
rosado, el otro verde, el otro azul. Su
sentido de pertenencia era muy fuerte
y te discutían, porque, claro, se habían
metido un año entero trabajando allí ”.
Ya por esas fechas las visitas de Fidel
habían comenzado a ser semanales. En
una de ellas, Máximo le comentó: “El ar-
quitecto nuevo quiere pintar todo esto
de blanco”. A Fidel la iniciativa le pareció
genial. A los microbrigadistas también.
El rigor y el entusiasmo esbozados
por Ramírez habría que atribuírselos
además al momento en que todo esto
acontecía. Él lo reconoce. “Esa, por su-
puesto, es la efervescencia de una Re-
volución”, dice. “En verdad, había un
ambiente extraordinario”.
Sin embargo, lo que para algunos
fue una época de esplendor, para otros
–artistas, escritores, homosexuales–
fueron años dolorosamente opacos.
Eduardo Heras León, premio nacional
de literatura, los resumió en una frase:
“Aquellos días fueron una fábrica de
miedo”.
Luego de publicarse el volumen de
cuentos Los pasos en la hierba, al que ta-
charon de contrarrevolucionario, Heras
León fue reubicado en Vanguardia So-
cialista. Alguien pensó que una fábrica
metalúrgica tenía potencial como re-
formatorio. Aquella experiencia motivó
un libro cuyo título, más que referirse
al trabajo en la fábrica, hacía alusión
al temple necesario para afrontar un
castigo irrazonable: Acero. En aquel sitio,
vinculado al origen de las Microbriga-
das, se dio la infeliz confluencia de lo
innovador y lo retrógrado. Vanguardia
Socialista se convirtió en el instrumento
microbrigadas
Enero, 2016
Excavación de una cisterna en Alamar.
f o t o : c o r t e s í a d e h u m b e r t o r a m í r e z
de unas ideas que refutaban su nom-
bre.
Hacia el final de la entrevista, con-
forme avanza en el tiempo, el relato
de Ramírez cede al desencanto. “Un
problema que siempre hemos tenido
es que empezamos bien, pero no nos
mantenemos”, dice. Lo que vino des-
pués confirmó este criterio.
“Vivimos bajo el imperio de la cifra”, es-
cribe Martín Caparrós en ese prodigio que
es El hambre. En una época fascinada por
los números, parece imposible resistirse a
la tentación de implantar un récord. Fidel
Castro, que ya tenía en su haber el dis-
curso más largo pronunciado en la ONU,
se empeñó en construir el campamento
de pioneros más grande del mundo, con
capacidad para 10.000 niños en periodo
de clases y 20.000 niños en verano. “En
el de los soviéticos, que era el mayor en-
tonces, solo había capacidad para 6.000
niños”, dice Ramírez.
La Ciudad de los Pioneros “José Mar-
tí” de Tarará significó un duro golpe
para el Movimiento. “El MICONS casi
no tenía fuerza de trabajo para hacer
una cosa así y se cogió a la gente de
las Microbrigadas, que fue lo que suce-
dió siempre y siempre fue un fallo. Ya
no era solamente el mercado, el círculo
infantil, el acueducto, el alcantarillado
o la planta de tratamiento de agua,
sino algo extra que nada tenía que ver
con Alamar. Y ahí hubo un problema.
A veces pasaban tres, cuatro, cinco me-
ses y el edificio no caminaba porque la
gente estaba trabajando en Tarará. Las
escuelas, el policlínico, el centro comer-
cial, todo eso se hacía con mucho entu-
siasmo porque las personas sabían que
era para ellas, pero Tarará era otra cosa.
Seguía habiendo el mismo espíritu del
principio, que durante muchos años no
se perdió, pero ya no era igual”.
Según el libro de Segre, para 1975
llegó a haber más de 30.000 obreros,
organizados en 1.150 microbrigadas.
Ese año, el Movimiento Popular para
la Liberación de Angola solicitó con ur-
gencia la cooperación militar de Cuba.
El 21 de agosto, tras un contacto en
Luanda ese mismo mes, el primer co-
mandante Díaz Argüelles regresó a
Angola como jefe de la Misión Militar
cubana. Se enviaron instructores, fusi-
les, cañones antitanque, uniformes, ali-
mento. El año próximo, hacia finales de
marzo, el número de efectivos cubanos
en tierra africana ascendía a 36.000.
“Lamentablemente”, dice Ramírez,
“Máximo quiso hacer una misión inter-
nacionalista y se fue para Angola. Por él
se quedó una compañera que, aunque
trabajó bien, no tenía su personalidad”.
A partir de ahí, las desgracias se fue-
ron acumulando. Ramírez las enumera
con el tono sombrío de quien repasa
las bajas sufridas en un combate. “Al
irse Máximo, yo perdí un poco de in-
terés y acabé yéndome también”, dice.
“Cuando yo me fui se quedó otro arqui-
tecto por mí, que trabajaba conmigo al
principio, y se cambió completamente
el proyecto urbanístico. Fue una por-
quería lo que se hizo. Los edificios te-
nían problemas. Las calles se hicieron
por detrás de los edificios, en vez de
ir por delante, como en cualquier lugar
del mundo. Tú vas caminando y lo que
ves son los patios, las tendederas. Ya
no se sembró una mata ni se hicieron
jardines. La urbanización es espantosa,
horrible. Empezaron a fallar los ma-
teriales y, por otra parte, cuando los
economistas se pusieron a calcular, la
cuenta no les daba”.
Los detractores de las Microbrigadas
se aferraron al argumento económico.
Varios años más tarde, en 1989, Fidel
recordaría: “Habíamos encontrado una
buena solución, pero no pararon en su
guerra para liquidarlas, en nombre del
marxismo-leninismo, eso es lo peor; en
nombre de los libros de texto y de las
teorías de los libros de economía”.
La debilidad del Movimiento –que,
según Coyula, para 1983 ya había
construido 100.000 viviendas en todo
el país– no dejó de crecer. Su muerte
parecía impostergable. No obstante, en
1986, como parte del Proceso de Recti-
ficación de Errores y Tendencias Nega-
tivas, fue revitalizado.
El microbrigadis-ta abandonaba su trabajo con
tal de construir viviendas para sus familias y compañeros
Prácticamente, hubo que empezar
desde cero. “[N]o tenía nada”, diría Fi-
del en 1989, “ni un camión, ni un yipi, ni
una concretera, hubo que hacerlo todo
nuevo; no tenía personal calificado, no
tenía profesionales universitarios, no te-
nía técnicos medios de la construcción”.
Al contrario de otros, Máximo sobre-
vivió a la guerra. Fidel lo llamó, habló
con él. La historia, en apariencia, se
repetía, y digo en apariencia porque no
fue igual y porque no todos la vivieron
igual. “Las Microbrigadas de los 80 no
se parecen en nada a las de los 70”,
dice Ramírez. “La gente ya no trabajaba
con el amor del principio”.
Lucía Mirurgia Alie, microbrigadista
de la nueva hornada, discrepa con él.
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“Se trabajaba con entusiasmo”, dice.
“Cada obra se tomaba como lo que era:
una tarea política”.
En esta segunda etapa, el objetivo
no era construir viviendas en la peri-
feria, como en los 70 –Alamar, Altaha-
bana, San Agustín–, sino aprovechar la
infraestructura urbana existente. “Se
suponía que iban a realizarse proyectos
atípicos en parcelas que quedaban en
zonas consolidadas de la ciudad, lo cual
es una buenísima idea. Pero no fueron
tan atípicos, por la premura con que
se hizo todo”, dice la arquitecta Dania
González.
Por la misma época se crearon las
microbrigadas sociales, enfocadas prin-
cipalmente en la reparación de ciuda-
delas. Estas, a diferencia de las otras,
no estaban organizadas por centros de
trabajo, sino por lugares de residencia.
En 1987, Máximo le preguntó a Ra-
mírez si le interesaba hacer el proyecto
de un centro de exposiciones que Fidel
quería construir. Ramírez dijo que sí. De
este modo, se convirtió en el proyectis-
ta de Expocuba.
Ese mismo año, se creó el Contingen-
te “Blas Roca”, inspirado en las Micro-
brigadas. En junio, Mirurgia se incorporó
al Movimiento luego de haber tenido
su primer hijo. En septiembre, Fidel dio
a conocer en un discurso que ya había
alrededor de 18.000 microbrigadistas.
En febrero de 1989, entró en vigor
la Ley General de la Vivienda, no. 65.
Las microbrigadas, según el artículo 8,
podían estar subordinadas a los órga-
nos locales del Poder Popular y a una
entidad constructora decidida por el
Gobierno.
No solo se construyeron viviendas.
“Hicimos círculos infantiles, postas
médicas, mercados concentradores”,
dice Mirurgia. “Todas las obras de
choque que se realizaron en el país a
partir de la creación de las Microbriga-
das fueron acometidas por nosotros”.
En junio de 1989, solo en la capital
había ya 35.000 microbrigadistas. En
septiembre, las viviendas construidas
por el Movimiento –desde 1986– supe-
raban las 15.500 y se habían termina-
do más de 1.550 consultorios médicos,
111 círculos infantiles y 22 panaderías.
Hay que añadir, además, su presencia
en Expocuba, en las obras de los Pana-
mericanos, y la realización de escuelas,
terminales de ómnibus, policlínicos.
En noviembre de 1989, cuando mi-
les de cubanos se afanaban en levantar
paredes, los berlineses echaron abajo el
Muro que separaba Alemania. Las con-
secuencias fueron devastadoras para
Cuba. En 1992, Fidel decía: “Sí, sufrimos
enormemente por todos los programas
que hemos tenido que reducir muchísi-
mo, sufrimos enormemente por todas
las cosas que nos proponíamos hacer,
sobre todo para el bienestar directo de la
población, como los programas de vi-
viendas, que no podemos mantenerlos
en este momento”.
Muchos obreros de la construcción, in-
cluidos los microbrigadistas, terminaron
en la agricultura o en “otros frentes”. “En
temporada ciclónica”, dice Mirurgia, “a
nosotros incluso nos cogían para hacer
el trabajo de Comunales”.
En el Periodo Especial, un porcien-
to considerable de los edificios que se
habían empezado a construir se detu-
vieron y muchos centros de trabajo re-
tiraron a sus microbrigadistas, aun en
contra de la dirección del Movimiento.
Mirurgia, que durante más de 25 años
fue secretaria del Buró Sindical a nivel
de Base en el Movimiento de Micro-
brigadas, explica: “En 2006 o 2008, no
recuerdo bien, nos propusimos volver
a levantar las Microbrigadas para te-
ner fuerza de trabajo y poder terminar
los edificios que se habían quedado en
cimentación, primera, segunda y terce-
ra plantas. Citamos a los directores, al
sindicato y al PCC de los centros que
habían retirado a sus fuerzas, para ver
si no querían las posiciones que les ha-
bía otorgado el Movimiento y dárselas
entonces a otros centros a fin de traer
fuerza nueva”.
A propósito de los edificios que
demoran cuatro, siete, diez y hasta
veinte años en construirse, Dania
González, autora del libro Economía y
calidad en la vivienda. Un enfoque cubano
(1997), dice: “Esos muros, esos cerra-
mentos, expuestos a la intemperie, a
la lluvia y todo lo demás, están ab-
sorbiendo y acumulando en su masa
la humedad. Cuando se termina al
cabo de los años, el edificio nace con
un cáncer”. La Habana –tan llena de
edificios viejos roídos por la metás-
tasis y de edificios nuevos que nacie-
ron enfermos– es un enorme salón
de oncología.
Por motivos de salud, Fidel delegó en
Raúl Castro la dirección del país el 31
de julio de 2006, y en febrero de 2008,
“En el Periodo Especial, un
porciento con-siderable de los edificios que se habían empeza-
do a construir se detuvieron
”
microbrigadas
Enero, 2016
por las mismas razones, renunció a la
presidencia de Cuba. El 24 de ese mes,
en la VII Legislatura de la Asamblea
Nacional del Poder Popular, Raúl fue
elegido presidente de los Consejos de
Estado y de Ministros.
El sexto Congreso del Partido Co-
munista de Cuba aprobó en abril de
2011 los Lineamientos de la Políti-
ca Económica y Social del Partido y
la Revolución. El 21 de septiembre, la
sección “Acuse de recibo” de Juventud
Rebelde dio a conocer las funciones
del Grupo Empresarial Constructor de
la Administración Local de La Habana
(GECAL), una “nueva estructura que
asume la actividad constructiva del
Poder Popular” y que surgió “a par-
tir de la fusión de las antes llamadas
micros sociales, el Movimiento de Mi-
crobrigadas y varios contingentes, con
vistas a imprimirles a esas fuerzas un
diseño empresarial”.
La fusión que dio origen a GECAL,
entidad a la que se subordinan varias
empresas, fue el tiro de gracia a las
Microbrigadas, pero no implicó que
desaparecieran los microbrigadistas.
Aquí había un problema. En la nueva
estructura, los microbrigadistas son un
lastre, algo que sobra, que está pero no
debería. No son, estrictamente, obre-
ros de la construcción, sino personas
que construyen para obtener una casa,
hasta que la obtengan. “Somos como
un niño de teta al que soltaron y nadie
quiere cargar. Como un hijo adoptivo”,
dice Mirurgia. En GECAL, esa suerte de
hospicio, se rehusaron a concedernos
una entrevista.
La deuda contraída con los microbri-
gadistas se ha ido saldando paulatina-
mente. Sin embargo, aún quedan per-
sonas como Jorge Dinza, Carlos Rojas y
Diana Diago, quienes siguen esperan-
do por su vivienda.
El 28 de junio de 2014, bajo el título
“Cumplieron, y…”, la sección “Acuse de re-
cibo” de Juventud Rebelde exponía el caso
de esos tres microbrigadistas, junto con
el de Lucía Mirurgia. El artículo termi-
naba diciendo: “¿Cuánta más atención
se debe prestar a casos excepcionales
como estos, cuánta delicadeza para
pulsar una solución más cercana a lo
que esperan quienes entregaron tan-
to? Lucía, sin muchas alternativas, y
En enero de 2014, a Mirurgia le asignaron una vivienda en 33 y 44, municipio Playa, pero todavía no la ha ocupado.
f o t o : t o m á s e r n e s t o p é r e z
50
Jorge Dinza, Carlos Rojas y Diana Dia-
go, sin una vivienda: ese no debía ser el
tratamiento”.
En enero de 2014, a Mirurgia le
asignaron una vivienda en 33 y 44,
municipio Playa, pero todavía no la
ha ocupado. El apartamento no cum-
ple sus expectativas. Primero, porque
tiene solo dos cuartos, insuficientes para
un núcleo de siete personas. Segundo,
porque las condiciones constructivas
son pésimas: problemas de plome-
ría, ventanas de aluminio pandeadas,
instalación eléctrica deficiente, piso
con desnivel. Ante la falta de alterna-
tivas, está dispuesta a aceptar los dos
cuartos, aunque se niega a asumir la
reparación que demanda el aparta-
mento. No ocuparlo es su manera de
presionar para que el Contingente 26
de Julio, a cargo de la construcción del
edificio, realice el trabajo.
“No me parece que, después de
tantos años, deba meterme en un
apartamento donde es necesario se-
guir construyendo, cuando yo, que no
soy constructora, lo que he hecho toda
mi vida es construir”, dice. “Además, yo
no tengo los materiales ni la capacidad
económica que requieren esos materia-
les, ni dinero para pagarles a un albañil,
a un electricista, a un plomero”.
Las imperfecciones no son exclusivas
de su apartamento. El edificio com-
pleto –un ala más que otra– es una
obra maestra de la chapucería. Virgilio
Eduardo Jiménez trabajó en su cons-
trucción desde el comienzo, en 2004,
hasta que se terminó, en 2014. “La falta
de organización influyó muchísimo. La
despreocupación. Cuando hay que ter-
minar en dos días una cosa que real-
mente se lleva una semana caemos en
la falta de control de la calidad”, dice.
“Por otro lado, nunca entendí por qué
trajeron brigadas cuentapropistas a tra-
bajar aquí”.
Virgilio, que vive en el edificio, tampo-
co entiende por qué la mayoría de los
tanques de agua eran de uso, ni el hecho
de que a solo un mes de haber ocupado
su vivienda la humedad tiñera las pare-
des. En una esquina de la azotea nunca
pusieron la manta impermeabilizante. El
techo del apartamento que está debajo,
salpicado de grietas y manchas verdes,
parece el mapa de un país ignoto.
Allí, todos se encuentran a la espe-
ra de que el Contingente 26 de Julio, o
quien sea, solucione al menos una par-
te de los problemas. Por las fechas en
que venía el Papa –no faltaba más– sí
se encargaron de pintar el edificio.
“Mi centro de trabajo ya no tiene res-
paldo para pagarme, porque mi con-
dición de microbrigadista desapareció
en el momento en que me ‘dieron’ una
vivienda”, dice Mirurgia, que aparece en
la plantilla de la Dirección Provincial de
Bufetes Colectivos, pero trabaja en la
UEB no. 2, subordinada a la Empresa
Provincial de Construcción de Vivien-
das Contingente 26 de Julio. “Cuando
me reincorpore, la guerra para que me
reparen aquello será peor”.
“Si le asignaron una vivienda y no
la ha ocupado, es porque en realidad
no la necesita”, dice Antonia Céspe-
des, vecina del edificio. Mirurgia, que
vive en Guanabacoa, en una casita
con techo de tejas y algunas paredes
interiores de madera, opina que, ante
todo, uno debe respetarse. “Yo estuve
muchísimos años en las Microbrigadas
para mejorar, no para meterme en una
vivienda donde tengo que seguir des-
gastándome”, dice. “Bastante sacrifiqué
a mi familia, mi capacitación, mi salud,
para irme al final con la de trapo. Si he
vivido casi 40 años en malas condicio-
nes, ¿no puedo esperar 40 o 41? ¿Cuál
es la diferencia?”.
Un defecto que se les acostumbra
señalar a las Microbrigadas es que los
microbrigadistas, cuando empezaban,
no sabían construir. Al cabo del tiem-
po, cuando por fin habían aprendido
un poco, recibían su vivienda y aban-
donaban el Movimiento. “Fue siempre
un proceso de aprendizaje”, dice Dania
González.
Otro problema, según Coyula, “era
que las viviendas construidas no con-
tribuían a resolver el problema del de-
terioro y pérdida del fondo, sino el de
la cohabitación”. Las microbrigadas so-
ciales, encargadas de restaurar, jamás
tuvieron la fuerza del Movimiento.
En “Lo feo es como un cáncer”, el
narrador y guionista de cine Arturo
Arango escribe: “Lo único más feo que
un edificio de microbrigadas son dos
o tres edificios de microbrigadas”. De
acuerdo con Dania González, no había
argumentos de peso para desdeñar
la estética. “La rapidez no puede ser la
justificación para hacer las cosas mal”,
dice. “En mi opinión, en Cuba le hemos
dado poca importancia a la arquitectu-
ra. Se habla de cifras, de metas, y la vi-
vienda es cuatro paredes y un techo. Se
ha tratado de minimizar la importancia
“Dentro de unos
20 años, los edifi-cios construidos en la década del 70 estarán lle-gando al fin de
su vida útil”
microbrigadas
Enero, 2016
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
del proyecto, que es donde se gana la
batalla, porque pensar cuesta menos
que los recursos materiales que se vier-
ten en la construcción. La única mane-
ra de hacer algo que cueste lo menos
posible y con la mayor calidad posible
es pensando, y ese es el proceso de di-
seño. El proyecto cuesta apenas el 10
por ciento de la ejecución de una obra”.
Dentro de unos 20 años, los edificios
construidos en la década del 70 esta-
rán llegando al fin de su vida útil. Dania
González asegura que un edificio de
hormigón armado tiene una vida útil
que oscila entre 60 y 100 años, pero ya
a los 60 está arribando al límite. “Los
edificios de microbrigada, aunque sean
de bloques, tienen el entrepiso de hor-
migón armado”, explica. “Lo primero
que colapsan son las instalaciones hi-
dráulicas, sanitarias, que se empotran
dentro de la masa de la construcción.
Está científicamente demostrado que
duran 25 años. Sin embargo, como no
se les da el mantenimiento requerido
y no se reparan a tiempo, comienzan a
filtrarse, el agua se esparce por la losa
de hormigón armado y oxida el acero,
se explota la losa, el acero se separa del
hormigón y se destruye el material”.
Su larga experiencia como microbri-
gadista despierta en Mirurgia emociones
contradictorias. “Las Microbrigadas me
han lacerado la vida”, dice. “Todas las
patologías que tengo hoy –bursitis, os-
teocondritis, hernia umbilical, problemas
circulatorios– se las debo al Movimien-
to”. Sin embargo, esta mujer adolorida
también encuentra motivos para decir:
“Nosotros recordamos con nostalgia la
historia de las Microbrigadas. Quedamos
poquitos, pero a veces nos ponemos a
recordar y decimos: ‘¿Te acuerdas? Esto
no se parece en nada a aquello’”.
En enero de 2016, luego de 29 años
en la construcción, Mirurgia se reincor-
porará a su centro de trabajo.
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EscombrosNo botar. Reciclar
por elaine díaz
54 55
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Las Minas es un pequeño pue-
blo del municipio Guanabacoa.
Hasta allá se llega en la 464,
que va desde el Parque de
Guanabacoa hasta el paradero de Gua-
nabo, en Habana del Este. Como todos
los pueblos pequeños tiene un parque,
una escuela, una farmacia, una bo-
dega, una tienda de ropa en moneda
nacional, el consultorio médico, algu-
nos pequeñísimos negocios, una iglesia
y la vida lenta de los sitios remotos. Tie-
ne, también, una cantera de producción
de áridos a un kilómetro del centro del
pueblo. Alguien me dice que la cantera
se agotó, que todo está parado, que se
quedó sin piedra. Por eso estoy yendo
a Las Minas.
Pierdo de vista los sitios donde abun-
dan las viviendas, cruzo la línea del tren,
y llego hasta la caseta vetusta donde
hay un hombre y un perro. Al hombre,
con una gorra de custodio, le pregun-
to por la cantera. Al perro, que parece
hambriento, le echo unos mendrugos
de pan que acabo de comprar.
“Aquí no se ha agotado ninguna
cantera”, dice Gaspar Reyes. “Estás
hablando con el molinero y hay pie-
dra para moler por lo menos durante
20 años”. Trabaja aquí desde 2002,
pero tiene entendido que la cantera
se explota desde 1941, quizás 1942.
“Nosotros teníamos una producción de
120 m³ diarios de rajón, de áridos,
de polvo de piedra que iban para dis-
tintos organismos, para Berroa, para
la fábrica de losas, para Güines, Pinar
del Río”.
Y cuando dice nosotros se refiere a
otros doce trabajadores que actual-
mente están reubicados en diferentes
canteras. Algunos por Arango; otros en
San José de las Lajas. Él se quedó cui-
dando los motores de la planta que se
guardan en la caseta vetusta. Y así ha
estado durante dos años: “día por día,
hasta los domingos, desde las seis de la
mañana hasta las seis de la tarde”.
La cantera se paró el 5 de noviem-
bre de 2013 por falta de equipos y
para darle mantenimiento a la planta.
El mantenimiento se le dio, pero los
equipos nunca llegaron. Un rompepie-
dra, un cargador y un camión es todo
lo que se necesita para arrancar, según
Gaspar. Le dijeron que a principios de
2016 empezaban a producir de nuevo.
En enero. O en febrero.
Cuando pregunto que quién, respon-
de que “la gente del gobierno de Gua-
nabacoa, que incluso quieren moler un
poco de los escombros de La Habana
Vieja acá cuando arranquemos”.
Guanabacoa cuenta con más de 56
millones de metros cúbicos de mate-
rias minerales para la producción de
áridos o agregados –piedra y arena–,
de acuerdo con un estudio presentado
en 2013 en el Congreso Cubano de
Geología. Pero la producción en los ya-
cimientos que se explotan actualmente
responde a intereses empresariales, y
su aprovechamiento por parte del go-
bierno municipal es limitado. En otros
casos, los yacimientos se encuentran
abandonados.
A la cantera de Gaspar, llamémosle
la cantera de Gaspar, le quedan algu-
nos años más de explotación. Aun así,
va a morir. Un día, en diez, o quince,
o veinte años, se preguntará cómo la
vida le arrebató aquellas montañas de
piedra que parecían infinitas. Pero no lo
son. Se agotan. Las canteras de áridos
naturales no duran para siempre.
* * *
Un estudio publicado en la
revista Minería y Geología
en marzo de 2014 identifi-
có 377 canteras de materia-
les para la construcción existentes en
la provincia de Matanzas. De estas,
250 estaban abandonadas. “Por cada
escombros
Enero, 2016
“Se agotan.
Las canteras de áridos naturales no duran para
siempre”
Gaspar trabaja aquí desde 2002.
f o t o : e l a i n e d í a z
cantera que se explota, existen dos
abandonadas, sin que se hayan rea-
lizado en ellas acciones de rehabilita-
ción”, coinciden los autores, Reinaldo
Fuentes y Arlene Hernández, ambos
especialistas de la Empresa de Inves-
tigaciones, Proyectos e Ingeniería de
Matanzas.
Generalmente, los límites de ex-
plotación responden a factores tales
como la dureza de la roca, las posibi-
lidades tecnológicas de explotación, la
demanda del material; pero no toman
en cuenta indicadores geológicos y
medioambientales como la contamina-
ción atmosférica por partículas sólidas
de polvo, la creación de escombreras,
la destrucción de la flora autóctona del
área y la eliminación del hábitat de al-
gunas especies.
En el 17 por ciento de los casos anali-
zados por Fuentes y Hernández afloraba
agua subterránea. Esto significa que los
niveles de fondo de la cantera llegaban
a profundidades más allá de los límites y
regulaciones permisibles y dejaban vías
abiertas que podían conectar las aguas
subterráneas con residuos de materia
orgánica en descomposición ocasiona-
dos por el vertimiento de desechos.
Las canteras que se encuentran en
explotación tampoco ofrecen un pano-
rama alentador.
En diciembre de 2014, la Comisión
permanente de Industria, Construcción
y Energía de la Asamblea Nacional del
Poder Popular presentó en su periodo
de sesiones los resultados de una visita a
diez canteras ubicadas en seis provincias.
En ese momento, El Purio, en Villa
Clara, tenía una capacidad tecnoló-
gica de 38.400 m³ al mes, pero
solo contaba con una línea de pro-
ducción con capacidad real de 30.775 m³.
En Los Guaos, Santiago de Cuba, los
molinos recibidos habían llegado con
la documentación incompleta para el
montaje y la manipulación de la tec-
nología y los operarios se quejaban de
que para su compra no se tuvieron en
cuenta los criterios de la empresa y las
características del mineral.
“La tecnología sueca se comporta
bien en el procesamiento de la materia
56 57
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
prima”, cita el informe divulgado, “pero
la China parece más débil y sufre mayor
desgaste en sus accesorios por la dure-
za del mineral de dicha cantera”.
El plan de producción de El Cacao,
en Granma, también se había afecta-
do debido a la falta de equipos y en
Luis Raposo, de Guantánamo, los que
habían se encontraban en mal estado.
La cantera de Coliseo, en Matanzas, su-
fría por las constantes afectaciones de
la energía eléctrica. “Había una plan-
ta de tecnología china adquirida hace
tres años que estaba paralizada por
falta del banco de transformadores; a
la misma se le quitó el molino auxiliar
y se colocó en la línea que actualmente
funciona”. En la arenera de Guáimaro,
Camagüey, el proceso de carga demo-
raba pues contaban con un solo car-
gador.
Algunas de las reservas de áridos
que abastecían a la capital se han
agotado. La Habana, debido a su de-
manda y al propio crecimiento de la
ciudad, actualmente trae áridos de Pi-
nar del Río, Cienfuegos, Matanzas. Sin
embargo, este debería ser un material
de uso local con bajos costos de trans-
portación.
* * *
Los áridos son recursos natu-
rales finitos. Y si no sale en
las noticias, como debiera, es
porque no se entiende de ma-
nera dramática. Pongámoslo así: cada
vez que se sobreexplota un yacimiento
se aparta más la solución al déficit de
viviendas que enfrenta nuestro país. Se
escombros
Enero, 2016
alarga también el tiempo de espera
de las personas ubicadas en las co-
munidades de tránsito –eufemismo
que se usa para denominar a los al-
bergues.
Mientras las regulaciones estata-
les intentan incentivar la construcción
por esfuerzo propio, y se amplían los
sitios de comercialización de materiales
–conocidos popularmente como Ras-
tros–, los áridos necesarios no lle-
gan. Desaparecen, conquistan precios
astronómicos en el mercado negro, son
vendidos a individuos de dudosa pro-
cedencia que siempre ocupan los pri-
meros lugares en las colas.
Más de una docena de investiga-
ciones realizadas en la Facultad de
Ingeniería Civil de la CUJAE proponen
producir morteros de albañilería –co-
nocidos como mezcla–para su empleo
en la construcción y reparación de vi-
viendas en Cuba a partir del uso de ári-
dos reciclados procedentes de residuos
de construcción y demolición. Además,
se emplearía la escoria blanca como
filler en sustitución del hidrato de cal.
El filler es un material fino que ocupa
los huecos dejados por las partículas
de arena. La norma cubana fija como
aglomerante el hidrato de cal para me-
jorar las propiedades del mortero, pero
debido a su difícil acceso se comenzó a
usar un filler calizo –recebo–. La escoria,
además de usarse como sustituto del
hidrato de cal y del recebo, tiene po-
der aglomerante y permite equilibrar la
pérdida de las propiedades del mortero
provocadas por el uso de áridos reci-
clados.
* * *
En La Habana se vierten anual-
mente más de 6 millones de
metros cúbicos de residuos
sólidos, dice el Anuario Esta-
dístico de Cuba de 2014. Dieciséis mil
cuatrocientos metros cúbicos de basura
por día. A nivel individual parece me-
nos. Tres metros cúbicos por persona.
Cuba carece de una política integral
de reciclaje que incluya la fase inicial
del proceso y que requiere de fuertes
inversiones. Una política que tome en
cuenta, por ejemplo, la clasificación por
parte de los usuarios e implemente un
sistema de recolección selectiva.
Mientras tanto, está la Unión de Em-
presas de Recuperación de Materias
Primas. Están las cooperativas aprobadas
para recobrar materiales desechables.
Están los “recuperadores”, cuentapro-
pistas que pagan impuestos y a los
que antes –sin impuestos ni licencias
mediante– denominábamos simple-
mente “buzos”. Están los proyectos
para extraer biogás. Pero generalmente
se echa la poda por aquí, la cosa con
peste por este otro sitio, tierra encima y
vengan los 16.421 m³ del día siguiente.
Una parte de los residuos sólidos
urbanos está compuesta por escom-
bros. La Habana genera 1.174 m³ de
residuos de construcción y demolición
(RCD) a diario. 428.510 m³ por año, re-
fieren varias investigaciones realizadas
en la Facultad de Ingeniería Civil de la
CUJAE a partir de cálculos de las ofici-
nas de Comunales municipales.
Los RCD provienen generalmente de
derrumbes y demoliciones. Los prime-
ros son impredecibles; los segundos,
programados. Los primeros son obra
de la mala fortuna, de la desidia, de la
irresponsabilidad, de la falta de man-
tenimiento, del sol del día siguiente –así
le llaman cuando le sigue a una lluvia
intensa–; los segundos, de la mano del
hombre, alentados por la desidia, la irres-
ponsabilidad, la falta de mantenimiento,
el sol del día siguiente o, en el menos
dramático de los casos, de las nuevas
inversiones, de las reparaciones. Los RCD
van a parar al vertedero casi siempre.
La Habana Vieja y Regla lideran las
estadísticas de producción de RCD,
cada municipio a su manera. El pri-
mero genera alrededor de 45.000 m³
anualmente; el segundo, menos de
10.000 m³. Al resto de los municipios los
podemos ubicar en ese rango que va
desde “menos grave que la Habana
Vieja” hasta “peor que Regla”.
Diez de Octubre, por ejemplo, ocupa
el segundo lugar, con aproximadamen-
te 40.000 m³.
Una parte de los residuos sólidos urbanos está compuesta por escombros.
f o t o : e l a i n e d í a z
58 59
periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
Bajando desde Acosta hasta la Es-
quina de Tejas, por la calzada de Diez
de Octubre, uno se topa con 70 lato-
nes de basura. Nunca están solos, esa
sería una broma cruel para los usua-
rios del servicio. Casi siempre hacen
dúos, o tríos, y escasamente aparecen
de a cuatro. Tienen cicatrices: las de la
gente, que los vuelca, los raja, los pin-
ta. Hay quien los marca. Los del Cerro
dicen el nombre del municipio. Los de
Diez de Octubre, el de la zona. Algunos
están atrofiados. Carecen de ruedas,
de tapas.
En los contenedores, no obstante,
no se deben depositar los escombros:
se tiran fuera, bordeándolos. Cuando
llueve, el agua los arrastra, los empu-
ja a los tragantes, y terminan tupién-
dolos. A veces, los escombros pasan
a formar parte del paisaje urbano.
Hay barrios que tienen escombros
tras derrumbes ocurridos hace más
de una década, como en Zapotes y
Durege, Diez de Octubre, o en la cir-
cunscripción 19 de Los Sitios, Centro
Habana.
Está, además, la escoria, que no
procede de un derrumbe o una de-
molición, ni tampoco es basura co-
mún. Se puede encontrar escoria al
por mayor en las inmediaciones de
la Industria Siderúrgica José Martí,
en el Cotorro. Una pasa frente a las
montañas de polvo negro y blanco y
piensa “que se vaya la escoria, que se
vaya la escoria”. Pero no se va. La in-
dustria de acero ya no sabe qué va
a hacer con los molestos desechos.
La producción anual en 2014 fue de
62.327 toneladas de barras de acero
y 113.106 toneladas de palanqui-
llas de acero según el Anuario Esta-
dístico del Cotorro de ese año. Unos
130 kg de escoria negra y 25 kg de es-
coria blanca se generan por cada tone-
lada de acero producida.
* * *—Cuando los escombros y la basura se
mezclan ya no sirven los escombros.
Se contaminan. Para reutilizarlos ha-
bría que eliminar la contaminación. Ese
proceso sería muy costoso y, por tanto,
inviable. Dejarían de ser competitivos.
Si no se mezclan con la basura común,
si el latón no se llena y la gente no tira
residuos encima de los escombros, qui-
zás se pudieran recoger los RCD que
hay en las esquinas. Nosotros siempre
tratamos de enfocar la recogida de es-
combros como un negocio. Para que
funcione, vemos dos escenarios. El pri-
mero es cobrar por el servicio –alguien
viene a tu casa a buscar el residuo y
pagas solo los gastos de transporte,
bien barato–. La otra opción es dar el
servicio gratis, lo que dispararía la de-
manda. La ganancia, en ese caso, esta-
ría netamente en la producción de los
áridos reciclados.
Iván Martínez es graduado de Inge-
niería Civil desde 2009. Trabajó durante
cinco años en el Departamento de Ma-
teriales de la Construcción de la CUJAE
y actualmente realiza su maestría en
Ingeniería Ambiental en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
Cuando dice “nosotros”, se refiere a
los profesores de su departamento,
a los tesistas que han seguido esta
línea de investigación durante los últi-
mos diez años, en resumen, a más de
una docena de ingenieros civiles.
—¿Y cómo se hacen esos morteros de
albañilería a partir del uso de áridos re-
ciclados? Cuéntamelo de manera visual,
como si fuera una receta de cocina.
Iván me dice rotundamente que no,
que los morteros de albañilería reali-
zados con áridos naturales –conocidos
como ‘mezcla’– no se pueden con-
tar como si fuera una receta de coci-
na porque “no lo son”, que “cada caso
tiene sus particularidades dentro del
procedimiento general” y me envía un
documento de diez páginas: la Norma
Cubana con las especificaciones para
la fabricación de morteros de albañi-
lería.
“En el caso del uso de áridos recicla-
dos, cambiarían las dosificaciones, pero
se mantienen los requisitos a cumplir”,
especifica.
—Cada caso de aplicación de mor-
tero puede ser diferente, como mismo
existen varias formas de hacer el pollo,
por ejemplo. No haces nada ponien-
do una receta, debes publicar un libro.
Pero, a diferencia del pollo, con la re-
ceta del mortero es posible que hagas
algo mal, pues es una labor para es-
pecialistas.
escombros
Enero, 2016
La cocina está definitivamente infra-
valorada.
Iván me indica que mire la página
cinco de la norma cubana, dice que ahí
podría estar la receta que quiero. Hay
cinco tipos de morteros y tres tipos de
cemento en el documento, lo que da-
ría un total de 15 “recetas de pollo”.
—Muchos de los que construyen en
Cuba nunca han leído la norma, ni sa-
ben que existe. En la calle, un morte-
ro se hace con una parte de cemento
y tres de arena. A veces, por la mala
calidad del árido, le añaden otra parte
de recebo. El hormigón es más de lo
mismo, una parte de cemento, dos de
arena y tres de piedra. Listo.
Lo anterior sería como el pollo hervi-
do. Tirado al agua sin sazón, sin cuida-
do, sin quitar la piel que sube el coles-
terol, sin sal.
El American Concrete Institute defi-
ne nueve pasos a seguir para obtener
una dosificación de concreto donde
se incluye el tamaño máximo del ári-
do grueso, el asentamiento, la relación
agua/cemento, la absorción y hume-
dad de los áridos gruesos y finos, entre
otros indicadores.
—Los hormigones que se hacen en
la calle no tienen en cuenta ninguno
de esos aspectos. Muchos de los que se
hacen en las plantas de hormigón estata-
les tampoco. ¿Cómo se hace una placa
de hormigón? Cargando cubos, du-
rante seis horas, bajo el sol del Caribe
que seca el hormigón, que lo calienta
y acelera el fraguado del cemento, que
Estamos botando cosas
para los basureros
que podrían servir para
hacer materiales
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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org
escombros
Enero, 2016
es el proceso que provoca el endureci-
miento del hormigón. Luego la placa se
filtra, queda pandeada. Por eso existen
las grúas, por eso existen las bombas
de hormigón, pero solo se usan en las
obras estatales. La gente común debe
mezclar el hormigón a mano y subirlo
con cubos. El pollo que yo hago leyen-
do una receta seguramente va a quedar
malo, pero me lo como en diez minutos
y listo. La placa que construyas leyendo
una receta de hormigón también va a
quedar mal. Así puede estar lo mismo
una semana que 40 años.
* * *
En Lagueruela, entre Avellane-
da y Gelabert, Diez de Octu-
bre, hay un cartel escrito con
letra de molde verde junto a
dos latones de basura: “Recogida de es-
combros a domicilio”. Y a continuación
lista tres teléfonos. Todos pertenecen a
distintos departamentos de Comunales
en el municipio.
Miguel Ángel Moré, vicedirector co-
mercial de Comunales, explica que el
proyecto comenzó en agosto de 2015
y actualmente tienen asignados cuatro
ampiroles, de los 23 con que cuenta el
municipio. Cada uno tiene capacidad
para 15 m³ y la tarifa es de $17.50 por
cada metro cúbico. “Si se llena comple-
to, lo máximo que paga un cliente es
$262.50”, dice. Se sitúan los lunes y los
jueves en las residencias de los clientes
luego de hacer los contratos y se dejan
durante 72 horas.
“En realidad se necesitan más ampiro-
les, ojalá tuviera seis o siete”, dice Miguel
Ángel. “También hay un solo camión es-
pecializado, que es el que los pone y los
quita de los lugares designados”.
Cuando hay un brote de cólera o den-
gue, se retiran los ampiroles dedicados
a este servicio. “Y hemos tenido como
cuatro brotes desde agosto”.
Los residuos de construcción y de-
molición recogidos generalmente van
a parar al vertedero de 100, conoci-
do como El Bote. Pero desde hace
algunos meses, un grupo de cuen-
tapropistas trabaja en el reciclaje de
escombros en el municipio. “Nosotros
les llevamos el camión, ellos muelen
los escombros y venden el polvo de
piedra al Ministerio de Comercio Inte-
rior, que a su vez lo pone en los Ras-
tros”.
Hasta la fecha, se han realizado alre-
dedor de 25 contratos.
* * *
Lo llaman el Batchingplan, pero
es oficialmente la Planta de
Hormigón de la Oficina del
Historiador. Está en Fábrica
y Línea de Ferrocarril. Ha produci-
do los áridos reciclados que se han
empleado en más de 80 obras del
Centro Histórico: Amargura 56, Café
A veces, los escombros pasan a formar parte del paisaje ur-bano.
f o t o : e l a i n e d í a z
participan en los proyectos de reha-
bilitación de la Habana Vieja. Reduc-
ción de la dependencia a la industria
nacional entre un 15 y un 20 por
ciento. La Habana Vieja, no obstante,
representa lo posible. Ese intento de
articulación armoniosa entre acade-
mia, gobiernos locales, cooperación
internacional e industria para intentar
responder a las demandas de un mu-
nicipio con un fondo habitacional que
olvidó su fecha de caducidad y con
sobrepeso de historia.
Pero no es suficiente. Todavía.
Habana, Parque Cristo, Muralla 408,
Palacio del Segundo Cabo, Sarrá 19,
las redes eléctricas soterradas, entre
otras.
El proyecto comenzó en 2005, como
parte de un acuerdo con el gobierno
vasco, dice Amaury Sosa Gutiérrez, in-
geniero civil y especialista en la Plan-
ta de Hormigón. En 2006, se usaba
menos del siete por ciento de áridos
reciclados en las obras y en 2013 se
aumentó al 42 por ciento. Entre 2009
y 2010 se amplió la inversión para
el reciclaje de RCD, se construyeron
nuevos laboratorios y una fábrica de
bloques que actualmente produce 500
unidades diarias.
“En 2013 se introdujo la línea de re-
ciclaje de escoria negra resultante del
proceso de producción del acero en
Antillana Siderúrgica José Martí. Esta
la empleamos como filler y como árido
en la confección de bloques”, añade
Amaury.
Treinta y seis puestos de trabajo
creados. Alrededor del 10 por ciento
de la fuerza laboral son mujeres. Es-
cuelas de taller y escuelas de oficios
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