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SUBSIDIADOS ¿POR QUÉ HACER PERIODISMO DE BARRIO EN CUBA HOY? pág 02 pág 22 pág 52 ESCOMBROS EL TERCER PROBLEMA pág 04 EL ALBERGUE: UN TRÁNSITO INMÓVIL MICROBRIGADAS CARMEN 106 pág 06 pág 34 pág 42 ENERO 2016 NO. 3

Periodismo de Barrio

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Número 3 de la revista digital cubana "Periodismo de Barrio"

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Page 1: Periodismo de Barrio

SUBSIDIADOS

¿POR QUÉ HACER PERIODISMO DE BARRIO EN CUBA HOY?pág 02

pág 22

pág 52

ESCOMBROS

EL TERCER PROBLEMApág 04

EL ALBERGUE: UN TRÁNSITO INMÓVIL MICROBRIGADAS

CARMEN 106pág 06

pág 34

pág 42

e n e r o 2016no. 3

Page 2: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

El periodismo es una

promesa implícita de

cambio. Presentarte co-

mo periodista es casi

como predicar a favor

de la esperanza. Cuando

pides a alguien que te cuente su histo-

ria, no solo le estás pidiendo que confíe

en ti, sino también que crea que compar-

tir su relato puede ayudar a cambiar algo.

Si en San Felipe, Pueblo Nuevo, Cerro

y Diez de Octubre no hubiera esperan-

za, este primer número de Periodismo

de Barrio no existiría. En esas comuni-

dades habaneras vive buena parte de

los 10.089 damnificados por las súbitas

inundaciones del pasado 29 de abril de

2015. A más de seis meses de aquellas

torrenciales lluvias, nuestra publicación

sale a la luz para contar qué ha pasado

con esas personas.

Periodismo de Barrio nace con el

objetivo de llevar al público las histo-

rias de comunidades afectadas por

desastres naturales o especialmente

vulnerables ante fenómenos como hu-

racanes, inundaciones, sequías, fuegos,

deslizamientos de tierra, u otros oca-

sionados por la incidencia del hombre.

Consideramos que este es un asunto de

la mayor importancia, toda vez que, en

un contexto global marcado por el pe-

ligro del cambio climático, Cuba se en-

cuentra en una de las principales zonas

de riesgo.

Por eso pretendemos actuar a favor de

un grupo en desventaja que forma parte

de la sociedad cubana: los damnificados.

El damnificado, en Cuba, por lo general

es resultado de un desastre natural que

muchas veces no puede ser evitado,

pero también de una situación de ries-

go prexistente –y sabemos que señalar-

lo levantará ronchas, pero precisamente

ahí está la utilidad de nuestra profesión.

El barrio, para este proyecto, es el sitio

donde reposan nuestras lealtades. No

supone superficialidad, ni limita territo-

rialmente el alcance de la publicación.

En la localidad se expresan cuestiones

nacionales y también globales, y mu-

chas de las problemáticas que la afectan

provienen de malas decisiones tomadas

en otro lugar y de dinámicas ajenas a él.

Periodismo de Barrio quiere ser tam-

bién un experimento en otro sentido.

Somos una organización periodística

cubana sin fines de lucro. Nuestro mo-

delo de financiamiento futuro incluye

la solicitud de fondos a entidades pú-

blicas y privadas en diferentes países

del mundo, incluido Estados Unidos.

Muchas organizaciones de ese país

promueven actualmente el desarrollo

de un periodismo de calidad y los ai-

res de progresiva normalización entre

ambas naciones hacen de este un mo-

mento ideal para el acercamiento. Pero

queremos ser claros: no aceptaremos

donaciones de ninguna institución que

¿por qué hacer periodismo de barrio en cuba hoy?Enero, 2016

busque –o haya buscado– la subver-

sión del sistema político cubano, ni de

nadie que pretenda incidir en nuestra

agenda. Y vamos a publicar el nombre

del donante y el monto de las dona-

ciones que recibamos. Adoptaremos un

modelo donde las finanzas serán com-

pletamente públicas y estarán disponi-

bles en nuestro sitio web y en reportes

periódicos. Hacemos esto porque que-

remos predicar con el ejemplo a favor

de una mayor transparencia en Cuba.

Periodismo de Barrio nace con licen-

cia Creative Commons, pero quienes re-

pliquen sus contenidos deberán atribuir

el crédito debidamente a los autores,

y los textos, las imágenes o cualquier

otro contenido no pueden ser transfor-

mados ni usados con fines comerciales

o fuera de contexto.

Apostamos por un periodismo crea-

tivo, justo y capaz de insertarse de

manera armoniosa en las propuestas

comunicativas actualmente existentes

en Cuba. Intentaremos ser el medio

donde las comunidades vulnerables

vean reflejadas sus inquietudes sin to-

ques sensacionalistas e irresponsables.

Soñamos con que nuestra labor pueda

ayudar a los órganos de gobierno local

en la toma de decisiones. Porque Pe-

riodismo de Barrio es también un re-

conocimiento al enorme esfuerzo que

realiza nuestro país ante situaciones de

desastre.

EN ESTA EDICIÓN TRABAJARON

dirección y edición

elaine díaz

consejo editorial y redacción

geisy guia , julio batista , mónica baró, tomás ernesto pérez

diseño y maquetación

liván valdés

coordinación versión offline

paola cabrera

¿Por qué hacer Periodismo de Barrio en Cuba hoy?Razones para una nueva organización periodística

por periodismo de barrio

Page 3: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

el tercer problema

Enero, 2016

Estos son los temas que

aparecen en el tercer

número de Periodismo

de Barrio. Con sus ma-

tices. Relatos de algunas

de las más de 132.000

personas que actualmente viven en co-

munidades de tránsito en La Habana.

Testimonios de quienes remiendan sus

hogares después de haber sido benefi-

ciados con subsidios, una política social

para la cual se han destinado cerca de

2.000 millones de pesos en los últimos

cuatro años. La historia de las micro-

brigadas, ese legado de los 70 que ha

dejado sus averías humanas, económi-

cas, arquitectónicas y también más de

100.000 viviendas. Una gata. Una gata

que cuida a quienes duermen en un

edificio de Los Sitios que se sostiene de

puro milagro. Por último, están los es-

combros. Los residuos de construcción

y demolición como lo posible.

En resumen: un mosaico todavía in-

completo del tercer problema.

Afirma Fidel Castro, en una edición

nacional de La Historia me absolverá (La

Habana, 1974), que la vivienda era

uno de los seis problemas fundamen-

tales que enfrentaba Cuba en 1953. El

tercero, para ser exactos. La vivienda es,

asimismo, uno de los problemas funda-

mentales que enfrenta Cuba en 2016. Se

deben reconocer las distancias tempo-

rales y políticas entre ambas fechas, la

reforma urbana de 1960 que otorgó el

derecho a la propiedad de la vivienda

a quienes la ocupaban, el crecimiento

poblacional, la emigración hacia zo-

nas urbanas, la escasez de recursos

materiales y humanos para construir

al mismo ritmo en que se reproducía

biológicamente un pueblo, la estela

de corrupción asociada a la compra y

venta de materiales de la construcción.

Pero también hay que reconocer que el

derecho a un techo digno, ese elemen-

to básico para la vida de cualquier ser

humano, continúa siendo una deuda

no saldada. La deuda del país con su

gente.

Gente que de tanto vivir entre tablas

mal acomodadas, techos con tejas de

fibrocemento que se parten y paredes

que se filtran son los más frágiles a la

hora de enfrentar lo inevitable: el mal

genio de la naturaleza. Individuos que

cuando se agrupan son catalogados

por las oenegés bajo esa suerte de ca-

lificativo impersonal llamado “comuni-

dades vulnerables”. Y que, justamente

por eso, no solo por lo que ya les ha

pasado, que no es poco, sino por lo que

les podría pasar, que no es poco, for-

man parte de la agenda de Periodismo

de Barrio.

Albergados. Subsidiados. Microbriga-

distas. Estáticas milagrosas. Escombros.

En resumen: gente.

De eso va el tercer número.

El tercer problemaAlbergados. Microbrigadistas. Subsidiados. Estáticas milagrosas. Escombros

por periodismo de barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Carmen 106Esta no es la historia de un único edificio inhabitable

por mónica baró

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

carmen 106Enero, 2016

A Oyá Yansa

Septiembre 23, 1987. Carmen

entre Campanario y Tenerife.

Centro Habana.

El pueblo se amontona en la

calle.

Esas noticias nunca ocurren en Car-

men. Por ahí no pisan botas ilustres

que atraigan prensa.

Los balcones se desbordan de gen-

te que quiere ver, que quiere ser vista

en esos balcones. Balcones que son un

truco, una baranda que sirve para aso-

marse, luz y aire, nada más.

Carmen es una de las tantas várices

de una ciudad cansada. En pie. Milagro-

samente en pie.

Al barrio lo acicalaron para la oca-

sión. Maquillaron edificios demacra-

dos: despojaron sus fealdades con

brochazos súbitos de pintura, como

mimos compensatorios por falta de

atención.

Hay que evitar desagradar con viejas

verdades.

Los vecinos se ilusionan con la visi-

ta. Saben que nos les vienen a ver pero

aprovechan. Viven en un lugar que será

noticia y se cuelan en la noticia. Aun-

que luego no salgan en la prensa. Qué

importa.

Una delegación ecuatoriana se en-

cuentra presente. Una mujer que diri-

ge el Instituto Nacional de la Niñez y la

Familia de ese país. Vilma Espín, presi-

denta de la Federación de Mujeres Cu-

banas, la acompaña.

En esa cuadra se inaugurará un cír-

culo infantil por todo lo alto.

“El segundo de los 50 círculos infan-

tiles que deben concluirse en la Ciudad

de La Habana en lo que resta del año”,

reportará un periódico.

Se llamará El Obrerito y será un sím-

bolo. La inauguración será casi un exor-

cismo.

El periódico no lo dirá, pero el lugar

donde se alza la instalación se conocía

antes como Pueblo Embrujado.

Pueblo Embrujado fue una aldea

paupérrima que heredó el gobierno

revolucionario en 1959. Cuchitriles

de tablas, cartones, puertas de tela y

saco. Niños con barrigas infladas de

parásitos. Un inframundo que subsis-

tía traficando drogas, sexo y mercan-

cías robadas. Atajo que empataba dos

“...el lugar donde se alza la instala-ción se conocía antes como Pueblo

Embrujado”

calles paralelas por donde nadie ajeno

que se quería la vida cruzaba.

Hasta que un operativo de policías y

tropas especiales desbarató todo aque-

llo a finales de los setenta y dispersó

a las familias en viviendas apartadas

entre sí.

El terreno quedó desolado. Se puso

un busto del General Antonio Maceo.

Se celebraron actividades cederistas. Se

sembraron árboles. Luego, un parque.

Recorte de perió-dico de septiem-bre de 1987.

f o t o : m ó n i c a b a r ó

Casi una década más tarde: El

Obrerito. Sanación espiritual definiti-

va. Por donde se veían salir personas

destrozadas a machetazos, ahora se

verán salir párvulos con sus madres

trabajadoras.

“[…] un ejemplo de cómo puede

darse una mejor utilización a aquellas

áreas ocupadas por viviendas o ciuda-

delas en mal estado”.

Y la presencia mística del hombre,

como bendición de padre.

La ceremonia comienza.

Aparece el uniforme verde olivo gi-

gante. Perfil rectangular inconfundible.

Frente poderosa. Una nariz tosca entre

dos ojos menguantes. Una barba hir-

suta: 5.500 minutos ahorrados al año,

según sus propios cálculos.

La gran masa irredenta aclama. Se so-

brecoge sin entibiarse. Hace saber que

sus techos le caerán encima. Quizás sin

decirlo. La algarabía puede ser un dis-

curso muy elocuente. El suceso deviene

en audiencia espontánea.

—La prensa se atendrá al programa.

El hombre se voltea y mira hacia el

otro lado de la calle.

Una mujer asegurará que él se

acordó de cuando visitaba Carmen

106, mucho antes de asaltar el Cuartel

Moncada, alzarse en la Sierra Maestra,

hacerse comandante. Que se acordó y

por eso se volteó a mirar.

Mira y elogia el edificio tan bien pin-

tado, para entonces preguntar: “¿Y de-

trás de la fachada qué?”.

Tampoco nadie lo escuchó, pero to-

dos contarán lo que supusieron que

dijo y lo imitarán como si lo hubieran

escuchado.

La pregunta equivale a orden.

Dos trajes con corbatas entran a

Carmen 106.

El uniforme verde olivo gigante en-

tra a El Obrerito. Dos niños le regalan

flores y globos. Recorre locales. Le aga-

sajan con rosas. Él agasaja con las mis-

mas rosas a varias mujeres. Habla y sus

palabras se anotan.

El solar se torna un avispero revuelto.

Realizan un levantamiento. ¿Cuántos

núcleos? ¿Cuántos menores? ¿Cuáles

afectaciones? ¿Cuántos años?

El jefe de la microbrigada construc-

tora obsequia al círculo un martillo que

el hombre utilizó durante una visita a

la obra. Y dos clavos que tomó en sus

manos. Se guardan en cajita de madera

con tapa de cristal.

Ahora sí, se piensa. Ahora sí repararán

lo que se tenga que reparar o sacarán a

quienes tengan que sacar.

La firma del uniforme verde olivo

gigante estrena el libro de visita. Vilma

deja una dedicatoria.

Page 6: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Al día siguiente retornan más trajes

con corbatas. Ladas con antenas par-

queados en Carmen. Piden papeles.

Más preguntas. Apuntes. Expectativas.

Un titular: “Inauguró Fidel Círculo In-

fantil El Obrerito”.

Roxana tiene 18 años. Su hermana

Laura, 12. Son las hijas de Clara, presi-

denta del CDR “Antonio Maceo”. Clara

hace 20 años que vive en Carmen 106.

Aquí crió a sus hijas y sufrió tres infartos.

La casa de Clara es un entrisale per-

manente. Un hormiguero cauteloso de

gente que no se anuncia. Gente cotidia-

na, que usa el teléfono, recibe llamadas,

presta o pide prestado, cuenta algo.

Y con cada paso, el piso que retum-

ba. El techo de otros. Pasa un automó-

vil y con mis zapatos puestos siento un

cosquilleo en la planta de los pies.

—En cualquier momento esto se

va para abajo –me dice Clara–. Aquí

cuando caminas normal, se siente así

como que está temblando. ¿Ya lo sen-

tiste?

—Sí.

—Ah, bueno.

Alguien pone Los Van Van: Temba,

Tumba, Timba. Volumen cordial. Toco

una pared y parece que vive. La música

circula por dentro como si fuera sangre.

—Todo el mundo tiene miedo de que

se caiga esto –explica Roxana–. Hay

que vivir con un salto en el estómago

y dormir con ropa, porque no se sabe

si se puede caer por la noche. No se

puede vivir confiada.

Laura cuenta que una vez estuvo a

punto de irse por el hueco del pasillo

que conduce a su casa. Hay un tramo

de dos metros salvado con tablas. Y

una tabla se corrió y se le fue un pie.

Quedó atascada. Casi colgando. Tenía

diez años.

—Tuvieron que ir a sacarte –le recuer-

da su madre y Laura sonríe tímida.

La casa donde viven es una de las

más sanas del solar. Son dos cuartos

unidos: 25 m² que permitieron a Clara

cambiar su estatus de usufructuaria a

propietaria de la vivienda. Un solo cuar-

to no clasifica para recibir título de pro-

piedad. Le falta tamaño.

Edificio en estáti-ca milagrosa: inmueble que

matemáticamen-te no debería

existir

Carmen es una de las tantas várices de una ciudad cansada. Milagro-samente en pie.

f o t o : m ó n i c a b a r ó

—Gestiones hemos hecho miles. In-

cluso hemos escrito al Consejo de Es-

tado, al Comité Central, pero no hay

solución por ninguna parte. Dirigen las

cartas para vivienda, que las manda

para arquitectura, que las manda para no

sé quién que no tiene recursos. Y la

vida sigue igual.

De repente empiezan a juntarse

vecinos: Ernesto, Roberto, Idalmis,

Jorgelina, Leandro. La carga en la sala

aumenta. Los retumbos calan más

hondo. Como una punzada.

—¿Cuándo fue la última vez que vino

una institución del Gobierno?

—Hace dos o tres años –precisa la

presidenta–. Pasaron y tiraron fotos.

“Que si esto está malo, que si hay que

demolerlo”. Pero no resolvieron nada.

Y el delegado viene, ¿pero qué puede

hacer el delegado? ¿Qué le dan al de-

legado? Nada. Lo que le buscan es un

problema porque todos van a verlo. Y

lo que hay que resolver no depende del

delegado. Depende del Estado.

Los vecinos van asintiendo. Se les ven

las bocas cargadas de palabras. Dispa-

ran algunas desafiantes. Hablan de de-

rrumbe y muerte. Azuzan el diálogo.

—Si usted no resuelve por sus propios

medios –continúa–, nada se resuelve.

Por mucho que camines, es el peloteo

para aquí, para allá. Ve a arquitectura, a

la Vivienda, a ver a no sé quién. A todos

los jefes. ¿Para qué? Perder el tiempo.

Nada se resuelve.

Quien ha podido, ha hecho sus arre-

glos. Clara tumbó un techo que estaba

desmoronándose. Hizo uno nuevo con

madera que recuperó de la basura, lo

aseguró con tres vigas de hierro, lo pin-

tó de azul.

Reforzó otro techo que filtraba. Consi-

guió unas cajas plásticas transparentes,

de las que se usan para transportar dul-

ces, y las claveteó por las esquinas para

revestir este otro techo: función decorativa.

La música perdura. Un salsero que

improvisa. Habla entonado. Le canta a

Yemayá.

—Yo lo estoy diciendo: se va a caer y

va a haber muchos muertos –dice Ro-

berto–. Porque esto no avisa. Desgracia-

damente, todos los derrumbes son de

madrugada, cuando la gente duerme.

La calle es un alboroto de canciones.

Los volúmenes subieron. Nadie se mo-

lesta. Es la víspera de Santa Bárbara y se

alaba a Changó. No es una ley escrita, ni

siquiera se dice, pero se entiende que la

música bajita es señal de poca fe.

* * *

El Departamento de Diagnósti-

cos de la Dirección Municipal

de la Vivienda utiliza seis ca-

tegorías y dos subcategorías

para clasificar el estado constructivo de

En la cocina, puso tejas de fibroce-

mento. Y los entresijos que le quedaron

los cubrió con poliespuma para prote-

gerse del frío. La mayoría en el solar ha

resuelto con esas tejas.

Sin embargo, cualquier arreglo es

pan para hoy y hambre para mañana.

—Por ejemplo –comenta Idalmis–, tú

arreglas ahora un pedacito, y cuando

pasa el tiempo, ya ves que el piso se

hunde, que si pasas cae un pedazo de

piedra, que si hay un aire cae arenilla.

—El solar no se ha caído porque no está

pa’ que nos matemos –asevera Jorgelina.

El entrisale continúa. Afuera alguien

discute, se altera, grita. Nadie le contes-

ta. La gente se asoma enseguida. No

pasa nada. Vuelve a su tema.

—Y las personas están con sus situa-

ciones –argumenta Clara–. Hay quien

no tiene ni para comprarse un huevo.

Yo misma soy una mujer jubilada, ope-

rada del corazón.

Clara, tres infartos, apenas descansa.

f o t o : m ó n i c a b a r ó

Page 7: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

una edificación: Bueno, Bueno a Regu-

lar, Regular, Regular a Malo, Malo e In-

habitable (reparable o irreparable).

Los inhabitables irreparables, ade-

más, pueden clasificarse en críticos y

muy críticos. Los inhabitables irrepara-

bles muy críticos serían los edificios en

estática milagrosa: fósiles que sobrevi-

ven su extinción.

Estática milagrosa es un recurso

desesperado. Intenta explicar lo que

la ciencia no puede: por qué existe un

inmueble que matemáticamente no

debería existir.

Calcular el pronóstico de vida de

una estática milagrosa es imposible.

La estática milagrosa en sí es ya una

imposibilidad. Un inmueble con ese

diagnóstico puede derrumbarse en

este minuto o en diez años.

Sin embargo, como la diferencia

entre crítico y muy crítico es minúscula,

casi apreciativa, más vale no confiarse.

Al final, todos los inhabitables irrepa-

rables comparten la misma sentencia:

demolición.

En el caso de los inhabitables irrepa-

rables críticos la demolición sería parcial:

solo el nivel o niveles superiores, y a ve-

ces parte de la planta baja; mientras, en

el caso de los muy críticos, sería total.

Ninguna vivienda de un inhabitable

irreparable con orden de demolición,

por tanto, puede recibir subsidio del Es-

tado para reparación constructiva.

Según registros de los delegados a la

Asamblea Municipal del Poder Popular

de Centro Habana, en los Consejos Po-

pulares (Dragones, Cayo Hueso, Colón,

Pueblo Nuevo y Los Sitios) que integran

el territorio, hay 14.277 personas habi-

tando en 459 inhabitables irreparables.

Centro Habana es el municipio con

mayor deterioro del fondo habitacional

del país. Y también, el más pequeño y

densamente poblado. En sus 3.42 km²

residen cerca de 140 mil personas.

Los Sitios, a su vez, es el Consejo de

Centro Habana con mayor deterioro del

fondo habitacional, al ser el que más

ciudadelas (solares) reúne: 432. En sus

0.68 km², hay 75 inhabitables irrepara-

bles muy críticos y 16 críticos.

Y de esos 75, hay 19 muy, muy, muy

críticos.

—Que si tú los tocas, se van a caer

–me explica Jorge Hernández, presi-

dente del Consejo Popular Los Sitios–.

Esos son los primeros que evacuamos

en caso de eventos meteorológicos.

carmen 106Enero, 2016

En los 91 inhabitables irreparables de

Los Sitios habitan 3.841 personas: 1.879

mujeres, 1.140 hombres y 822 niñas y

niños.

—Y a esas personas, ¿por qué no las

albergan?

—¿Dónde les vas a dar albergue? Si

no hay capacidad de albergue.

* * *

A Carmen 106 nadie le sabe

la edad. En la entrada cons-

taban sus años, pero tal in-

discreción desapareció en

el tiempo. Los inquilinos más antiguos

ubican su origen a finales del siglo xix.

Recuerdan haber visto un mil ochocien-

tos y tantos.

Los dictámenes técnicos que le han

hecho, calculan que 1900.

En sus inicios, Carmen 106 era una

posada de 28 cuartos. Patio interior an-

cho. Lavaderos al fondo. Cuatro baños

con duchas: dos en planta baja, dos en

primer piso. Pasillos firmes. Barandas

seguras donde apoyarse.

En el frente, a la izquierda, una bodega,

y a la derecha, la vivienda del encargado.

Hay fondos bonitos donde sacarse

fotos en ocasiones especiales.

Los niños mataperrean sin peligro.

Vuelan por la escalera. Montan carriola

en los pasillos.

Ignacio y Francisca son de las prime-

ras familias en llegar a principios del xx.

Ocupan el cuarto nueve y pagan nueve

pesos semanales de alquiler. Tienen hi-

jos: Héctor, Concepción, Alfredo, María

Luisa. Nacen nietos.

Se complican en política.

En casa del sastre Chelín, el cuarto

uno, detrás de la puerta cuelgan dos

escobitas cruzadas. Alegoría del Partido

del Pueblo Cubano Ortodoxos. Finales

de los cuarenta. Consigna: vergüenza

contra dinero.

Todo el solar sabe que en casa de

Chelín se conspira. Han visto entrar y

salir a Eduardo Chibás, líder de la Orto-

doxia, piedra en zapatos de corruptos.

También asisten jóvenes. Está Fidel,

un estudiante de Derecho, que va con

su hermano Raúl.

Alfredo tendrá que esconder a Fidel

de la policía en la bodega. Alfredo se lo

contará a sus hijos.

En el solar muy poco queda sin con-

tar. Cuida sus historias.

1952. El militar Fulgencio Batista

tumba el Estado constitucional. Proli-

feran los matarifes. El coronel Esteban

Ventura, traje blanco impoluto, depre-

da la ciudad.

Muy cerca de ahí, la Quinta Estación

de Policía de La Habana. Madriguera

donde Ventura martiriza a sus presas.

En la avenida Belascoaín, por las no-

ches, hay gritos de horror que rajan el

silencio.

Alfredo y Amparo se casan. Se que-

dan con el cuarto nueve. Ignacio y

Francisca irán para el once.

Un hijo crecido que Amparo tenía

se involucra con el Movimiento 26 de

Julio.

Ángel Luis vive en Santa Clara y en

La Habana hace dinero vendiendo bo-

nos. Compra pistolas, granadas. Oculta

el armamento con banderas rojinegras

en la habitación de su familia. Sus her-

manas, niñas, se impresionan.

El matrimonio canta tangos en el pa-

tio interior. Amparo se monta en el per-

sonaje de Libertad Lamarque y Alfredo

es una voz igualitica a Carlos Gardel.

Volver, con la frente marchita

las nieves del tiempo

platearon mi sien.

Una parienta acompaña con su acor-

deón.

Sentir, que es un soplo la vida,

que veinte años no es nada,

que febril la mirada

errante en las sombras

te busca y te nombra.

Hacen un dúo fenomenal. Él al prin-

cipio se tranca, padece miedo escénico.

Pero ella se engrandece y él gana con-

fianza.

Vivir con el alma aferrada

a un dulce recuerdo,

que lloro otra vez.

Un registro. La madre encierra el

cuarto y quema propaganda subversiva

en una palangana. El humo sofoca a las

hijas. Aguantan.

Al fondo del solar la boda de María Luisa, nieta de una de las prime-ras familias que llegó a Carmen 106.

Page 8: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Tampoco falta su majestad la rumba.

Y en el solar contiguo, un tal Luis que

interpreta canciones de Sindo Garay.

Agarran al hijo revoltoso en Santa

Clara. Lo muelen a golpes. Le des-

prenden dos vértebras de la columna.

Tienen que traerlo a la capital y en un

hospital lo operan clandestinamente.

Vuelve a ponerle el cuerpo a la causa.

Alfredo continúa escondiendo revo-

lucionarios. Luego los traslada a la Em-

bajada de México o los encamina para

la Sierra.

Fin de año. La Revolución triunfa.

1968: primera orden de albergue.

Un año más tarde, a Ignacio y Fran-

cisca se les derrumba un trozo de

cuarto.

* * *—Sufriendo lo mismo que todo el mun-

do –dice Jorgelina–. Yo vine para acá

jovencitica. En el año 83. Y ahora vivo

aquí con mi esposo y mi hermana.

Lo suyo son dos cuartos juntos con

barbacoa.

—Mi casa no está de lujo pero puede

ver que está un poquitico remendada.

Jorgelina también derribó techos por

precaución. No se libró de las goteras,

tiene que andar vigilando el cielo, colo-

car cubetas, pero al menos impidió que

le cayeran encima. Respecto al techo

de sus vecinos de abajo, sí no pudo

hacer mucho.

—Este piso está hundido. –Y señala–.

Tú no puedes estar parada aquí, porque

cae arena allá abajo. Para sentarme a la

mesa, yo tengo que correr la silla, y eso

molesta. Porque parece que al correr la

silla, les cae arena.

Hay losas despegadas, ranuras in-

sondables, baches y tropiezos. Hasta

que te entrenas en ese miedo que en-

seña a andar tan leve.

Cualquier desprendimiento que re-

viente contra el suelo de noche se in-

terpreta como un aviso. Un ultimátum.

El preludio de lo que más se teme.

En esas circunstancias, lo recomen-

dable es abandonar la edificación.

Esperar unas horas a ver si se vuelve

un montón de escombros o aguanta un

poco más. Sin embargo, la mayoría de

las veces, las personas deciden perma-

necer dentro. Recuperan el sueño, jue-

gan con el insomio y rezan a las once

mil vírgenes.

Aquí, en 2009, todos permanecieron

dentro.

* * *

Carmen 106 es un inhabitable

irreparable crítico con suerte.

Lo habitan apenas 20 núcleos:

51 personas. No queda al mar-

—Aquí no se puede echar una gota

de agua. Si yo echo un cubo de agua,

Michel empieza a gritar.

—¿Y cómo hace para limpiar?

—La frazada húmeda. Los de aquí

arriba no podemos tirar agua.

—Pero si viene un aguacero no hay

remedio.

—Entonces tengo que estar fajada

con el haragán para que el vecino no

proteste.

Fue justo en la puerta de Jorgelina

donde ocurrió el último derrumbe, que

una madrugada despertó a todo el

solar por el estruendo. Otro trecho de

pasillo común que no aguantó más y

colapsó. La familia quedó acorralada

por el vacío.

—¡Muchacha…! No quieras saber cómo

fue eso. ¡Tremendo susto! A esa hora no

sabíamos por dónde íbamos a salir. En-

tonces empezaron los vecinos a poner

tablas para que pudiéramos pasar.

carmen 106Enero, 2016

gen de una avenida tupida de tráfico.

Sus inquilinos, prudentes, subsanan las

roturas.

Si Carmen 106 quedara al margen

de una avenida tupida de tráfico, nada

compensaría esa fatalidad.

Cerca de aquí, en la misma circuns-

cripción cinco, se encuentran Carmen

161, Rastro 111 y Belascoaín 1101, que

integran la lista de los 19 muy, muy,

muy críticos. Todos sufren sacudimien-

tos por causa de la circulación de óm-

nibus, camiones, automóviles.

Belascoaín 1101 (20 núcleos: 56 per-

sonas) es un simulador de terremotos

muy verosímil. Se tambalea a cualquier

hora. Los adornos encimados amena-

zan con caerse. El edificio parece un ár-

bol mal sembrado en un hueco de poca

tierra y en medio de un vendaval. Hay

visitas que no regresan de la impresión.

Pero las conversaciones, los juegos,

los estudios, continúan durante los

temblores como si en vez de rodar un

vehículo monstruoso, hubiera aleteado

un colibrí.

—Es bueno que tiemble, lo malo es si

deja de temblar –me dicen.

No es que se acostumbren a habitar

lo inhabitable. No hablé con una sola

persona que durmiera bien de noche.

La gente resiste como aconseja cierto

refrán: preparándose para lo peor y es-

perando lo mejor.

Carmen 106 cuenta con la bendición

de una calle tranquila. Pero enfrenta

una fatalidad más sigilosa: el tiempo.

* * *—Inhabitable irreparable no: ruinoso.

Estado ruinoso –aclara Ernesto.

Ernesto ha vivido siempre en el solar.

Nació en 1968, un año antes de que sus

bisabuelos Ignacio y Francisca enfren-

taran el derrumbe. Su esposa es Raisa.

Leandro, el hijo.

—Si tú observas el piso del patio, vas

a ver las inclinaciones donde se acu-

mula agua: síntomas de que las pare-

des están hundiéndose.

Se presenta como compositor de mú-

sica. Compone balada, guaguancó, salsa,

son, flamenco. Lo que su musa dicte.

Nunca estudió música. Nunca ha gra-

bado una canción. Nunca ha interpreta-

do una canción. Él no canta ni conoce el

idioma de las partituras.

—Hay una columna abajo en la casa

de Roberto casi partida a la mitad, que

lo que falta es que se caiga. Y esa es

la parte de los baños. Puede estar la

gente bañándose. Ellos mismos abajo.

Cualquiera.

Ernesto estudió artillería terrestre.

Fue militar. Estuvo en la guerra de An-

gola dos años. Actualmente, trabaja en

una paladar en Centro Habana.

—Y nunca nos han propuesto nada.

Ni un albergue. Ni un local. Ni un terre-

no. Nada.

Sin embargo, dice que nació artista.

—Prácticamente estamos aquí au-

toalbergados.

A sus mejores canciones, les busca

un músico estudiado que traduzca en

notas las melodías con que resuenan

en su cabeza y luego las registra a su

nombre: Ernesto Zaballa Domínguez.

—Cuénteme cómo compone –le pido.

—Eso viene solo. Yo tengo un don.

Tengo trascendencia de músicos. Mi

bisabuelo paterno era trovador del Dúo

Flora y Miguel y una tía mía que ya fa-

lleció tocaba todos los instrumentos.

—Y sus abuelos maternos cantaban

tango –digo.

—Sí, Amparo y Alfredo. Parece que

eso lo heredé yo.

Su obra no pone pan a su mesa, pero

no abandona la música. La música es

otro sustento tan esencial como el pan.

* * *

De pronto, algo cayéndose.

—¡Cuidado!

Un estrépito. La adrenalina

que inhibe el entendimien-

to. La mente nula. No racionalizas. Las

rodillas se aflojan. Te afincas. Buscas

equilibrio.

“ Es bueno que

tiemble, lo malo es si deja de tem-

blar”

Los pasillos de circulación son cuerdas flojas engañosas.

f o t o : m ó n i c a b a r ó

Page 9: Periodismo de Barrio

16 17

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

—¿Qué pasó?

La gente sale de los cuartos. Se queda

inmóvil en la puerta. Se mira con terror.

—¡Fue la antena…! ¡La antena de Raúl

que se cayó!

La garganta traga una bola seca de

miedo. Rebota en el estómago. Recuer-

das el aire.

Jorgelina intenta poner la antena: una

vara de hierro como de cuatro metros.

Está anocheciendo.

—¡No, mejor no la pongas! Mañana

se arregla –le ordena un grito.

* * *

El promedio de derrumbes en

Centro Habana es tres dia-

rios. Olga Miller, vicedirectora

de Construcción del Consejo

de la Administración Municipal, calcula

que en 2015 ocurrieron más de mil. Se

reportaron al puesto de mando más de

mil.

Algunos derrumbes no se reportan.

Si nadie se mata ni se lastima, la vida

continúa sin interrupciones. Se recoge

el destrozo y se arroja a la basura, como

si botar escombros fuera barrer hoja-

rasca inofensiva.

Por supuesto, la mayoría de los de-

rrumbes reportados son parciales: un

balcón, un techo, una pared, un pasillo.

O una parte de cualquier parte.

—Y están los derrumbes parciales con

peligro para la vida –especifica Olga

Miller–, que aunque no se haya caído

toda la vivienda, se emite un dictamen

de reubicación de núcleo y derrumbe

total. Pero eso lleva una acción emer-

gente, que es el apuntalamiento. Cuando

ya se hace el apuntalamiento, usted tiene

un margen de tiempo para ubicar ese

núcleo en una capacidad de albergue.

—¿Todos los edificios inhabitables

irreparables tienen que apuntalarse?

—Si tienen la orden sí. Porque hay al-

gunos que ya están apuntalados, que

llevan diez, 15, 20 años apuntalados, y

lo que se rectifica el apuntalamiento.

En temporada de lluvias intensas, de

lluvias, la cifra de derrumbes estalla.

Hasta 18 pueden registrarse en un día.

Lo peor, no obstante, no es el bom-

bardeo de la lluvia. Lo peor es el sol

después de la lluvia. Un inhabitable

irreparable que se va secando suena

como una vieja rechinando las muelas.

La primera semana es determinante.

Si no colapsa, entonces es posible que

sobreviva.

* * *

La Unidad Municipal de Aten-

ción a Comunidades de Trán-

sito (UMACT) cerró 2015 con

7.691 expedientes de albergue.

Esos 7.691 expedientes se traducen

en núcleos y esos núcleos se traducen

en 25.122 personas.

De esos 7.691 núcleos, 697 se en-

cuentran “haciendo uso de capacidad

de albergue”.

Y de esos 697, 580 radican en comuni-

dades de tránsito de la periferia y 117 en

comunidades de tránsito del municipio.

El resto, 6.994 núcleos, habitan en

inhabitables reparables e irreparables.

Les toca esperar a que se desocupen

las capacidades existentes, para enton-

ces pasar a hacer uso de capacidad de

albergue. No son prioridad en el otor-

gamiento de viviendas.

Olga Miller explica que en Centro

Habana hay edificaciones declaradas

inhabitables y con “anuencia de alber-

gue” desde el 70.

—Que muchas han desaparecido,

pero otras están ahí. Milagrosamente. Se

les cae un pedazo, pero se mantienen

carmen 106Enero, 2016

Lo único sólido en esa casa son ellos dos.

f o t o : m ó n i c a b a r ó

como decimos nosotros: en estática

milagrosa.

Y asegura que si hay núcleos en in-

habitables es porque en los setenta, los

ochenta, rechazaron ofertas de alber-

gue que les hicieron.

—Esas personas no aceptaron lo que

les dio el Estado en ese momento para

su solución. No salieron del lugar.

—¿Pero no deberían priorizar ahora

a quienes están en inhabitables irre-

parables, porque están en peligro de

derrumbe?

—¿Y el que está haciendo uso de ca-

pacidad desde hace 20 años, que cuan-

do le dijeron que tenía que salir se fue

para un albergue? Y ahí nació la prime-

ra generación, la segunda y la tercera.

¿Cuál tú priorizas?

—Es complicado.

—Desde el punto de vista social sí.

Pero yo vacío capacidad para salvarles

la vida a otros. Yo no los estoy dejando

desprotegidos. Como Estado estoy dán-

dole solución a un caso, donde en un

albergue nacieron primera, segunda y

tercera generación. Pero tú no aceptas-

te. Tú te quedaste en Centro Habana.

Y después no le pasaste la mano a tu

casa. Que ese es un problema social

que tenemos: la población hoy prefie-

re vestirse, que arreglar la casa. No hay

conciencia. La conciencia es que el Es-

tado tiene que resolverme el problema.

Y si te das cuenta, es la única parte del

programa del Moncada que la Revolu-

ción no ha podido cumplir al cien por

ciento.

—¿Y no se podrían demoler las edi-

ficaciones irreparables y ahí mismo

construir otras?

—A medida que vamos reubicando.

¿Pero cuántos parques tiene Centro

Habana? ¿Dónde juegan los niños de

Centro Habana? Si no haces parques,

siguen en la calle. Y el problema social

¿cómo lo resuelves? Entonces tienes

que hacer un reordenamiento urba-

nístico. Necesitas consultorios médicos,

farmacias, panaderías. Si lo destinas

todo para viviendas, entonces, el viejito,

porque la población está envejeciendo,

¿cuántas cuadras tiene que caminar

para buscar el pan?

Marisela Sánchez, jefa del Departa-

mento de Atención Social de la UMACT,

informa que en estos momentos están

dando solución definitiva –léase vivien-

da– a las personas que llevan en alber-

gue entre 15 y 20 años.

En 2015, 68 núcleos que estaban ha-

ciendo uso de capacidad fueron bene-

ficiados con solución definitiva.

No obstante, hay inhabitables irre-

parables con los que han debido ha-

cer concesiones, porque han burlado

las escalas ordinarias de lo crítico:

Oquendo 308, Zanja 668, San Miguel

1011. Ciudadelas todas de Cayo Hueso,

que es el Consejo que más inhabita-

bles irreparables aporta a las estadís-

ticas.

* * *

María Cristina se pone tan

nerviosa con mi presencia

en su casa que rompe a

llorar. Es un llanto conte-

nido, de labios apretados. Se le traba

la voz.

—No ya. Mira la pared. De allá arriba

me cae cantidad de arena. Cualquier

gesto que hagas. Cantidad. Como todo.

Completa.

Vive con su esposo. Se conocieron en

un círculo infantil donde ella era auxi-

liar de limpieza y él custodio.

—¿Hace cuánto que vive aquí?

—Ya tengo once años. Porque la pe-

queña mía tiene once años de muerta.

Se me fue con 29: grasa en el corazón.

Page 10: Periodismo de Barrio

18 19

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Eso se llama colesterol alto. Engordó

demasiado.

—Su hija era la que vivía aquí –expli-

ca Idalmis, que me espera en la puerta.

—Entonces yo pasé para acá y mira

cómo tengo esto ahora –dice María Cris-

tina–. Este es el peor cuarto del solar.

Queda en planta baja y sus paredes

son fracturas, paisajes húmedos. No

muy distintas a las de arriba.

—Ustedes no tienen baño –digo por-

que solo veo una escalera hacia la bar-

bacoa.

—Yo lo hago en un cubo y enseguida

lo boto.

—¿Y para bañarse?

—Me paro allí mismo –apunta a la es-

quina donde está el fogón– y me baño.

Por la orilla se va el agua.

—Aquí las ratas caminan por dentro

de las columnas –acota Idalmis–. Tú las

sientes como chillan. Y esta columna es

de carga.

La columna de carga es una mole

gangrenosa, con orificios donde ca-

brían mis dos puños.

—Yo sueño con que me dicen recoge

y vete.

* * *

A Marilú le puso el nombre

Raúl, el de la antena que se

cayó. Esa gata merecía un

nombre. Es cazadora. Y a

Raúl le gustó Marilú.

Marilú, negra impecable, ojos verdo-

sos, siempre en el mismo lugar. Acecha

un agujero en el concreto, la boca semia-

bierta de una cañería. Por ahí salen ratas,

ratones. Nada más que se asoma uno:

¡zas! Le atrapa la cabeza, muerde, zaran-

dea, desgarra, asfixia. Y cuando no siente

en su presa un solo nervio aferrándose a

la vida, deja su cadáver en medio de al-

guna parte, para que limpien su trabajo.

Cuando único Marilú no está en su trin-

chera es cuando amamanta a los dálma-

tas. A los dálmatas los parió hace poco.

En el solar les pusieron así porque son

manchados de blanco y negro. Nacieron

seis, pero unos malcriados de la cuadra

entraron y arrojaron tres en la basura.

Los tres dálmatas sobrevivientes ha-

bitan en las ruinas de los baños de la

planta baja. Ahí hay chatarras y escom-

bros muy acogedores.

Los vecinos los cuidan, los alimentan.

Los respetan.

—Una vez botamos a los gatos y las

ratas se pusieron… ¡Hacían danza! –

cuenta Idalmis.

Vista bien, la gente de aquí se parece

a sus gatos. Se desplaza con el mismo

sigilo por alturas inestables, olfatea el

peligro y lo desprecia, se salva constan-

temente la vida.

* * *

La Vicedirección de Inversiones

de la Dirección Municipal de la

Vivienda impulsa dos planes

constructivos: Conservación y

rehabilitación y Obras nuevas.

Conservación y rehabilitación: demo-

liciones totales y parciales, rehabilitacio-

nes, impermeabilizaciones, reparaciones

de fosas, cisternas, balcones.

Obras nuevas: construcción de vi-

viendas y erradicación de ciudadelas.

Erradicar una ciudadela significa

construir baño, cocina y entrepiso a

cada cuarto de un solar para que me-

rezca un título de propiedad.

En 2015, el presupuesto que asig-

nó el Consejo de la Administración

Provincial al municipio para impulsar

esos dos planes ascendió a 13.212.000

carmen 106Enero, 2016

pesos, que se distribuyeron de la si-

guiente manera: 8.912.000 para Con-

servación y rehabilitación, 4.300.000

para Obras nuevas.

En septiembre, ya el presupuesto de

Conservación y rehabilitación se había

acabado, mientras que el de Obras

nuevas había sufrido un recorte de

1.200.000 por inejecución.

Con esos 3.100.000 pesos que que-

daron se construyeron 26 viviendas y

se erradicaron tres ciudadelas.

Julio Álvarez, subdirector de Inver-

siones, explica que si ese dinero no se

estaba ejecutando con el ritmo reque-

rido, fue por falta de fuerza constructi-

va. La empresa estatal que se contrata

para emprender los proyectos no pue-

de cumplir en tiempo sus encargos. Las

emergencias (derrumbes) ocupan de-

masiado su agenda.

En Centro Habana, el 70 por ciento

del presupuesto destinado al programa

de demoliciones, que incluye apuntala-

mientos, reforzamientos con vigas de

hierro y escombreo, se destina a emer-

gencias.

El año pasado, de las 97 demoliciones

realizadas, solo 29 fueron planificadas.

Las otras 68 fueron apenas correccio-

nes a derrumbes naturales a los que

hubo que quitarles los peligros del mal

acabado.

Y demoliciones totales fueron tres.

Iban a ser cuatro, pero se paralizó In-

dustria 410 por falta de equipamiento.

Sin embargo, entre julio y agosto, la

provincia decidió otorgar más capital:

4.500.000 de pesos.

Enseguida, se emprendieron los pro-

yectos Imagen de Reina e Imagen de

Marina. Brigadas infatigables arremetieron

contra el deterioro estético de esas aveni-

das y en pocas semanas repararon facha-

das, aceras, portales, tumbaron balcones

colgantes, asfaltaron, pintaron inmuebles.

Cuando el domingo 20 de septiem-

bre el Sumo Pontífice Francisco recorrió

la avenida Reina, y legiones de perio-

distas de todas partes del mundo cu-

brieron el recorrido, la ciudad estaba

lista para las cámaras.

* * *

Caruca vive orgullosa de su pa-

dre Alfredo.

—Hombre más honrado que

mi padre, creo que ni Fidel. Y

que Dios me perdone porque Fidel es

lo máximo.

La primera lección de honradez Ca-

ruca la recibió en 1953. Tenía seis años

y se impresionó de una manera, que el

episodio lo retuvo intacto:

Me cuenta que Alfredo trabajaba

en una fábrica de mariscos, y que el

dueño era su padrino: Indalecio Fer-

nández, un español. Pero Indalecio no

pagaba lo justo a sus trabajadores y

Alfredo armó una huelga que viró la

fábrica al revés.

Era Navidad.

En respuesta a la huelga, el padrino

mandó a Santa Claus a persuadir a su

ahijado: un chófer en un Cadillac negro

atiborrado de juguetes, bicicleta y todo,

hasta una cena.

A los hijos de Alfredo se les desor-

bitaron los ojos con semejante prodi-

gio parqueado afuera del solar. Pero

el padre rompió el hechizo sin vaci-

laciones:

—Dígale a mi padrino Indalecio Fer-

nández, que a Alfredo Domínguez no lo

compra nadie.

Y se quedó sin juguetes, sin cena y

sin trabajo.

La gente de aquí se parece a sus gatos. Se des-plaza con sigilo, olfatea el peligro y lo desprecia. f o t o : m ó n i c a b a r ó

Page 11: Periodismo de Barrio

20 21

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

—Fíjate si mi papá era revolucionario,

que en 1960 un primo mío le dijo: “Va-

mos que te consigo una casa”. Y él le

respondió: “Tú no eres quién para dar-

me una casa porque tienes un puesto.

A mí me la tiene que dar la Revolución”.

Alfredo fue la clase de hombre que

medía el valor de una persona por la

firmeza de sus principios. Y después del

59, su principal principio fue la lealtad a

la Revolución.

El trabajo fue su bastión. Trabajó sin

descanso en el puerto pesquero de La

Habana cargando carretillas de pesca-

dos, hasta que un día echó el estómago

por la boca.

—Mi papá se salvó de milagro. ¡Nue-

ve úlceras perforadas! Pero se arregló,

se operó y siguió trabajando.

A finales de los sesenta le reconstru-

yeron con artificios parte del estómago

y el esófago y pudo continuar acumu-

lando diplomas de vanguardia.

—Entonces el jefe, que lo quería mu-

cho, le dijo: “No me vas a cargar ni un

pescado más. Tú vienes a trabajar con-

migo a la oficina”. Entonces mi papá

le llevaba el café, le limpiaba el buró,

agua fría. Pero mi papá qué decía: “Si el

jefe tiene café y agua fría, mis compa-

ñeros que se han metido toda la noche

trabajando, tienen que tomar agua fría

y café”. Y cogía una jarra y les llevaba

a sus compañeros que se habían que-

dado de guardia. “Así hacemos los re-

volucionarios”, decía. Todo lo de él era

la Revolución.

Y si Caruca fue a alfabetizar a Las Tu-

nas con 14 años en 1961, y su herma-

na María Eugenia fue a recoger café a

Guantánamo al año siguiente, fue por

inspiración del padre.

—A mí por poco me matan en Oriente.

—¿Qué le pasó?

—Unos alzados que estaban ahí nos

cayeron a tiros a mí y a cuatro briga-

distas más. Tuvimos que correr… Pero

yo era delgadita y chiquitica y no pude

correr como los demás. Me tuve que es-

conder en una zanja hasta que se fue-

ron. Así que yo hubiera sido mártir de

la alfabetización.

Después de alfabetizar, Caruca ingre-

só a una escuela de enfermería. Pero

nunca se graduó. Cuando cursaba el

segundo año, a su madre le dio el pri-

mer infarto y ella se deprimió tanto que

enfermó de los nervios y tuvo que dejar

los estudios.

El papá de Caru-ca medía el valor de una persona por la firmeza de sus principios

carmen 106Enero, 2016

—¿Y qué pasó con usted después de

dejar la carrera?

—Yo siempre hice algo. Trabajé en

la terminal de trenes, en salud pública,

hasta que me cogió la vejez y el enfi-

sema pulmonar –resume Caruca veloz,

como si su vida fuera una posdata a la

de sus padres.

—Pero yo soy la enfermera del solar

–me advierte–. Aquí al que le duele un

pie, me llama. Una cura. Un dolor, la in-

yección. La presión. Yo presto servicio a

todo el pasillo y a la cuadra. Sin haber-

me graduado. Hay quien se gradúa y

no tiene esa voluntad de ayudar.

Caridad Olimpia es la única hija de

Alfredo y Amparo que queda en el edifi-

cio. Ocupa el cuarto 26 con su hija María

Elena. De sus cuatro hermanos: Ángel

Luis y Concha murieron, Ignacio y María

Eugenia emigraron a Estados Unidos.

—Y yo estoy destruida. Ahora estoy

esperando que la Revolución se acuer-

de de nosotros, como nosotros nos

acordamos de ella cuando hizo falta. Ya

te digo: si no me tiro para una zanja no

estuviera haciendo el cuento.

—Mi madre Amparo era una mujer

fuertísima, alta. Medía como cinco

pies. Pero era hipertensa y con cual-

quier cosa se asustaba. Esa misma

fortaleza fue la que la mató. Dema-

siada sangre.

Amparo murió al noveno infarto, tras

nueve paros respiratorios y a las nueve

de la mañana.

—A las 12:05 de la noche le dio el

primer paro en el elevador del hos-

pital –precisa Caruca– y a las 9:00, el

último.

Alfredo quedó como gorrión al que

le estorban las alas. Su voz igualitica

a Gardel enlutó. Luego, se jubiló del

puerto por enfermedad. Y a los siete

años, se le terminó de acabar el mundo.

—Murió con 62 años, en 1985, sin

volver a cantar.

Caruca es como la enfermera del solar. f o t o : m ó n i c a b a r ó

Page 12: Periodismo de Barrio

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SubsidiadosEn 2016 Cuba dispondrá de 867.3 millones de pesos para la entrega de subsidios para la construcción

por julio batista rodríguez

Page 13: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Aún la sala del apartamento

semeja un campo de batalla:

la ausencia de muebles, pa-

redes a medio pintar, algu-

nos sacos de materiales para retoques

finales y el andamio en el centro de la

pieza le recuerdan a Odalys Guzmán

que en los últimos seis meses la casa

dejó de ser suya y se convirtió en un

hervidero de gente, en frenética obra

de construcción cuyo legado es un te-

cho de placa que desentona con el res-

to del edificio, construido en 1917.

Hoy, en el espacio que siempre fue

el corazón del apartamento situado en

el número 160 interior de la calle Amis-

tad, en Centro Habana, solo hay un ar-

mario pequeño que no cabe en otro sitio,

el refrigerador, una mesita, cuatro sillas

y las camas personales de Lazarito

y Adriana, los dos hijos de Odalys.

El resto quedó en cajas, o en la habi-

tación continua, escondido del cemen-

to y a resguardo de la demolición del

techo. Primero empacaron los adornos,

la Santa Bárbara grande y el San Lázaro,

el televisor y el reproductor de DVD,

hasta que solo quedó espacio para

herramientas y mezcla, para tablas de

encofrado y puntales de apoyo.

En 2013 Odalys solicitó un subsidio

para la reparación del techo de su casa y

desde entonces pasó a ser el expedien-

te 2996/13. El suyo era un caso com-

plejo: la cubierta había sido certificada

como derrumbe parcial y el dictamen

final, incluido en el proyecto confeccio-

nado por la arquitecta Yeney Quevedo

Alfaro, indicó su demolición total y sus-

titución de las viejas y ya podridas vigas

de madera que la sostenían.

“Aquí llovía más dentro que fuera,

había partes del techo por donde

levantabas la vista y podías ver el cielo.

En eso se me echaron a perder la mesa,

mi cómoda y un escaparate de Lazarito

que no sirvió para más nada”, cuenta.

subsidiados

Enero, 2016

La respuesta llegaría el 30 de di-

ciembre de 2014, cuando le avisaron

que por el Acuerdo número 1.881 del

Consejo de la Administración Munici-

pal (CAM), le habían sido otorgados

30.800 pesos para la adquisición de

materiales de la construcción, contra-

tación de fuerza de trabajo y alquiler

de transporte.

El contrato de servicios y apertura de

la cuenta corriente en la Sucursal 257

del Banco Metropolitano lo firmaría el

12 de enero de 2015, fecha a partir de

la cual Odalys dispondría de 14 meses

para completar la obra, según había

pactado en el documento firmado con

la Dependencia Interna del CAM.

Una vez depositado el dinero en

la cuenta, el desglose quedó de la si-

guiente manera: 28.300 CUP para gas-

tos de obra y 2.500 destinados a la

transportación de materiales.

Así, con el proyecto establecido por

la oficina de Arquitectos de la Comu-

nidad, la Licencia de Construcción y su

cuenta bancaria, todo parecía listo para

echar a andar. Sin embargo, los traba-

jos no comenzarían hasta cinco meses

después. Fue el 25 de mayo de 2015,

Adriana lo recuerda perfectamente. Ese

día comenzó la demolición.

* * *

El proceso para el otorgamien-

to de subsidios está pautado

en el Acuerdo 7.387 del Con-

sejo Ejecutivo del Consejo

de Ministros, publicado el 6 de mayo de

2013 en la Gaceta Oficial Extraordinaria

número 12. Dicho documento tuvo su

antecedente el 4 de enero del año an-

terior, cuando se hizo pública la primera

versión del mecanismo, avalado en las

disposiciones y acuerdos del Consejo

de Ministros, el Instituto Nacional de la

Vivienda y los ministerios de Comercio

Interior, de Trabajo y Seguridad Social,

y de Finanzas y Precios.

En un momento inicial, la política

priorizó a las “familias afectadas por

catástrofes cuyo daño se clasifica como

pérdida total o parcial de vivienda,

los casos sociales críticos, de manera

particular aquellos encaminados a la

erradicación de condiciones habitacio-

nales vulnerables”. También incluyó a

las familias y personas, protegidos o

no por la Asistencia Social, que no tu-

viesen recursos pero con la disposición

Odalys Guzmán, subsidiada.

f o t o : j u l i o b a t i s t a

Page 14: Periodismo de Barrio

26 27

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subsidiados

Enero, 2016

para afrontar individualmente el pro-

ceso constructivo; así como a quienes

viviesen en “condiciones habitaciona-

les vulnerables, carecieran de vivienda

o estuviesen necesitados de construir,

ampliar, reparar o conservar su vivien-

da, y tengan disposición a solucionar

su problema habitacional por esfuerzo

propio”.

Las diferencias entre los documentos

publicados en 2012 y 2013 son míni-

mas, pues en esencia se mantuvieron

los grupos destinatarios, las responsa-

bilidades contractuales y los mecanis-

mos de otorgamiento y control de los

subsidios. Asimismo, quedaron fijados

los montos de dinero a otorgar en cada

caso y se amplió la posibilidad de acce-

der a algunos productos en la red re-

caudadora de divisas como el cemento

P350, muebles sanitarios, entre otros.

También se incluyeron como prioridad

las familias o personas que necesitaran

solucionar obstrucciones y fugas hidro-

sanitarias.

Para solventar estos subsidios se

dedicaría el 48.5 por ciento de los im-

puestos sobre la venta de materiales

de la construcción en cada una de las

provincias, desglosado de la siguiente

manera: “el 40 por ciento se destinará

a los Consejos de la Administración

Provinciales y del municipio especial

Isla de la Juventud; y el 8.5 por cien-

to se utilizará en la creación de una

reserva central del Presupuesto del

Estado”.

Bajo tal premisa, se suprimieron los

productos subsidiados y se redujeron

los precios de 122 artículos de mate-

riales para la construcción. También se

impulsó una nueva política de créditos

bancarios con el fin de insuflar vida al

mercado interno relacionado con este

renglón económico. Estas decisiones

acompañaron la primera fase de la

implementación de los Lineamientos

de la Política Económica y Social, en la

cual también quedaron abolidos “las

gratuidades indebidas y los subsidios

excesivos”.

Por entonces, Miguel Limia –miem-

bro de la Comisión Permanente de

Implementación y Desarrollo de los

Lineamientos– aseguró que “esta es la

primera medida que se toma para, una

vez eliminado el subsidio a los produc-

tos en general, comenzar a subsidiar

puntualmente a las personas que ver-

daderamente lo necesiten”.

Actualmente los topes de entrega de

recursos financieros establecidos están

basados en el costo estimado de cons-

trucción de una célula básica habitacio-

nal –vivienda de 25 metros cuadrados

de superficie útil– cuyo valor no exceda

los 85.000 pesos.

Tomando dicho parámetro como re-

ferencia, el total de dinero a entregar se

calcula a través de los dictámenes técni-

cos de las unidades municipales inver-

sionistas de Vivienda, y se adecuan al

nivel de complejidad de la obra. Así, en-

contramos que existen dos distinciones:

acciones de conservación menor (hasta

5.000 pesos) y de conservación mayor y

otros trabajos de más complejidad.

En enero de 2015, y luego de haber

sido otorgados 63.000 subsidios en casi

tres años, verían la luz nuevas políticas

aprobadas por el Consejo de Ministros,

encaminadas a perfeccionar el meca-

nismo ya creado y que en ningún caso

contradecían lo enunciado en 2013. Así,

entre otros temas, quedaba establecido

que los Consejos de Administración

Municipal deberían realizar dos con-

vocatorias anuales para la solicitud de

subsidios, garantizar la transparencia

en el proceso de otorgamiento, y fijó en

70 días hábiles el plazo para responder

las peticiones realizadas.

* * *

Para solicitar un subsidio se

debe presentar la petición

ante las direcciones munici-

pales de Vivienda, tras lo cual

dichas instancias confeccionan el expe-

diente, y adjuntan la evaluación técni-

co-económica –en la que se determina

el monto a subsidiar para la compra de

materiales de construcción, el pago

de la mano de obra, la documentación

técnica, el transporte y el derecho per-

petuo de superficie si lo requiere– y la

evaluación socio-económica, esta últi-

ma a cargo de la Dirección de Trabajo

Municipal.

Más tarde –15 días hábiles como

máximo– el expediente es sometido a

la aprobación del CAM, donde se realiza

una evaluación individual de cada caso

y se guardan los no aprobados hasta la

fecha de la próxima convocatoria. Aque-

llos que sean admitidos pasan a manos

de la presidencia del CAM, la cual los so-

mete a la aprobación del Consejo.

El tope de entre-ga de recursos financieros se basa en el cos-to estimado de

construcción de una célula básica

habitacional

Durante la Asamblea Municipal del

Poder Popular (AMPP) de Centro Ha-

bana, celebrada el 19 de diciembre de

2015, la Comisión Permanente de Tra-

bajo de Construcción, Vivienda y Redes

Técnicas presentó un informe sobre el

comportamiento de la política de la en-

trega de subsidios a la población donde

se abordó la “lentitud en la presenta-

ción, aprobación y otorgamiento de

subsidios”. Hasta noviembre de 2015,

restaban por evaluar 1.068 solicitudes

de subsidios realizadas en 2014, sin

que se tomaran en cuenta las entrega-

das en el último año.

Ello está relacionado esencialmen-

te con que, en 2015, no se eviden-

Una parte considerable del monto total entregado a los beneficiados es hoy destinado exclusivamente a la contratación de mano de obra.

f o t o : j u l i o b a t i s t a

Page 15: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

ció sistematicidad en las reuniones de

subsidios –de frecuencia semanal–,

lo cual creó en los solicitantes “malas

expectativas, desespero y un estado de

opinión desfavorable por la falta de una

respuesta en los términos establecidos en

el Consejo de Administración Provincial”.

Desde mayo de 2012, Centro Haba-

na ha destinado 29 millones de pesos

a este renglón, confirma Olga Miller,

vicepresidenta de la Construcción del

CAM. Dicha cifra tuvo su punto más

importante durante 2014, cuando fue

asignado y ejecutado en su totalidad

un presupuesto de 10.402.100 pesos.

Según datos presentados por el

delegado Joel Almenares ante la Asam-

blea, en 2015 la asignación de recur-

sos se redujo hasta $6.350.700, de los

cuales, al cierre de noviembre, solo se

habían ejecutado el 53.8 por ciento

($3.419.500). Según fue posible verificar

con Olga, los $2.931.200 no ejecutados

hasta ese momento correspondían a la

disponibilidad bancaria del CAM para

la entrega de recursos financieros que

aún no habían sido asignados, a lo cual

también debería sumarse la inactividad

de algunos beneficiados, morosos en la

terminación de las obras proyectadas

para sus viviendas.

El 17 de diciembre, dos días antes

de celebrarse la Asamblea, el CAM de

Centro Habana recibió por parte del

organismo provincial un incremento

superior al millón de pesos para en-

tregar a los solicitantes de subsidios

que cumpliesen con los requisitos es-

tablecidos. Días más tarde, el 24 de di-

ciembre, Olga aseguraba que el monto

de dinero no ejecutado en concepto

de subsidios para la construcción por

esfuerzo propio se había reducido mu-

cho, pues los niveles y sobre todo el

ritmo de aprobación aumentaron con-

siderablemente en el último mes de

trabajo y pensaban cerrar 2015 con la

total ejecución del presupuesto destina-

do a este sector. Algo que, hasta el 19

de diciembre, parecía una quimera. Tal

afirmación fue respaldada por Jaqueline

Rodríguez y Willy Fernández, secretaria

del CAM y presidente de la AMPP, res-

pectivamente.

* * *

Odalys no encontró problemas

con la brigada enviada por la

Dirección Municipal de Vivien-

da para demoler el viejo te-

cho, única autorizada a realizar ese tipo

Así luce la azotea de Odalys luego de seis meses de trabajo.

f o t o : j u l i o b a t i s t a

de trabajo. Pero antes de comenzar

a destruirlo, ya las acciones iban con un

retraso importante.

La principal causa, explica Jesús –es-

poso de Odalys–, fue que en el proyec-

to estaba previsto utilizar el sistema de

vigas y bovedillas, que es más simple y

mucho más rápido pues su ejecución

es con piezas prefabricadas unidas

al estilo de un puzzle, aunque posee

gran durabilidad y firmeza. La primera

respuesta que recibieron fue que no te-

nían esos materiales en el rastro (punto

de venta de materiales de construc-

ción), único sitio donde pueden com-

prar a través de cheques las personas

subsidiadas.

“Imagínate, cuando finalmente tuvi-

mos el subsidio las vigas de ferrocemen-

to que necesitábamos no se estaban

fabricando porque llevan unos alam-

brones en el centro, y no había esos

alambrones en el país”, cuenta Jesús.

“Esperando eso estuvimos cinco meses

y al final igual tuvimos que cambiar de

planes”.

De una estructura que pudo comple-

tarse en algo más de un mes de traba-

jo, pasaron a programar la construcción

de una placa convencional que demoró

seis. Las viguetas y poliespuma proyec-

tadas al inicio fueron olvidadas, y en su

lugar fue necesario comprar materiales

para fundir, al viejo estilo de puntales

y tablas de encofrado, 374 metros cua-

drados de cubierta.

La imposibilidad de concretar el plan

inicial no solo alargó el tiempo de cons-

trucción, sino que también supuso un

reajuste de los materiales. El cemen-

to adecuado para realizar los trabajos

en las placas es el P-350, pero no lo

venden en los rastros, aunque sí está

disponible en la red de divisas. “Si hu-

biésemos comprado las bolsas de ese

tipo en las tiendas en CUC el dinero no

hubiese alcanzado, por eso los albañiles

nos propusieron como variante emplear

más cemento PP-250 para darle la con-

sistencia que necesitaba el techo”, ase-

gura Odalys.

Virgilio Gutiérrez Sosa proviene de

una familia relacionada con la cons-

trucción. Su padre fue inspector de este

sector desde antes de 1959 y el mismo

Virgilio es albañil, con patente inclui-

da. Explica que “las placas y cualquier

otro sitio en el que se tenga una arma-

zón de acero (cabillas) hay que usar el

P-350, porque es el que se amarra bien

a la cabilla. El PP-250 puede usarse, en

Cuba usamos cualquier cosa, pero ese

no es recomendable y menos para las

placas que pueden recibir carga”.

Virgilio añade que el PP-250 puede

emplearse en muchas otras cosas den-

tro de las casas: repellar, levantar pare-

des, dar fino, hacer clósets, poner lozas,

enchapar cocinas y plaquitas pequeñas

que no reciban pesos excesivos. Pero

jamás en placas exteriores, eso –repite

con énfasis mientras mueve la cabeza

negativamente– “es un error”.

Por su parte, la ingeniera civil Dairys

Chávez explica que la diferencia en-

tre un cemento y otro está centrada

en la resistencia que ofrecen, pues

con el PP-250 se soporta 250 kg/cm²

y con el P-350 dicha variable aumenta

hasta 350 kg/cm². Confirma que para

construir una placa es posible emplear

cualquiera de los dos, aunque reconoce

que el ideal es el P-350 ya que permite

desencofrar más rápido por ser menor

el tiempo de secado que requiere. “Una

placa normal se diseña para una car-

ga de 175 kg/cm² y en ello el elemento

más importante es el acero que ofre-

ce flexión a la placa, pues el hormigón

es un gran elemento de compresión

al ser muy rígido, pero tiene muy

poco coeficiente de flexión. La di-

ferencia en el empleo entre un tipo u

otro es en esencia el tiempo de secado,

y que el 250 requiere tener más cuida-

do para desencofrar y hay que darle los

21 días que precisa”.

Sobre el uso del P-350 la ingenie-

ra entiende las preferencias de Virgi-

lio. “Son mañas de los albañiles, ellos

saben que es el ideal, pero eso no

significa que no pueda hacerse con

PP-250, siempre y cuando se vele

rigurosamente por la calidad de los ma-

teriales a emplear, las proporciones de

la mezcla –debe ser lo más homogénea

posible– y el proceso constructivo”. Eso

sí, Dairys enfatiza que en ningún caso es

recomendable desfasar las proporciones

El tiempo de construcción se alargó y hubo

que reajustar los materiales

de áridos finos y gruesos. “No es bueno

saturar la mezcla con un elemento fino,

porque en este caso el cemento seca muy

rápido y favorece la aparición de fisuras”.

La Tienda Especializada en Materia-

les para la Construcción No. 2 de Cen-

tro Habana está a pocos metros de la

casa de Odalys y su familia, por lo que

bastaba con salir a la puerta para moni-

torear cada vez que abastecían el sitio.

Sin embargo, no siempre lo que necesi-

taban estaba disponible.

“Ahí no venden el cemento en bol-

sas. Por suerte, con este tema del subsi-

dio, puedes moverte por varios rastros

y comprar en cualquiera de ellos. Para el

cemento, casi siempre íbamos a buscarlo

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subsidiados

Enero, 2016

al rastro de Zulueta donde hay sellado

a $112 el saco. Luego había que traerlo

desde allá”, asegura Jesús.

Según la pareja, en los rastros se en-

cuentran con relativa facilidad –y si se es

ágil– los áridos. Estar atento a la llegada

de los camiones era esencial, pero en

la casa Jesús y Odalys trabajan, Adria-

na estudia en el preuniversitario y La-

zarito está en medio del Servicio Militar

Activo.

En el informe presentado ante la

AMPP de Centro Habana en diciembre

de 2015, relacionado con el otorga-

miento, ejecución y control de subsi-

dios, la Comisión Permanente a cargo

de seguir el tema realizó una pesqui-

sa por cinco Consejos Populares del

Municipio (Pueblo Nuevo, Cayo Hueso,

Colón, Los Sitios y Dragones) y detectó

como uno de los principales proble-

mas el desabastecimiento de algunos

rastros, lo cual incide en el tiempo

empleado para completar las obras

constructivas aprobadas.

Otros elementos como los cables, ca-

jas, tomacorrientes y tuberías plásticas

para realizar la instalación eléctrica no

se encuentran en estos puntos de ven-

ta. “Eso también atrasa, porque hasta

que no consigues todo no puedes lan-

zarte a terminar la placa y dar el fino”,

comenta Jesús.

A ello se suma que los materiales –a

veces disponibles en la red comercial de

los mercados industriales– solo pueden

ser adquiridos mediante cheques en los

rastros o tiendas recaudadoras de divi-

sa. El resto de la red únicamente acepta

los pagos en efectivo, como fue posible

constatar en establecimientos de comer-

cio interior dedicados a la venta de estos

insumos ubicados en Ayestarán y 19 de

Mayo y Ayestarán entre General Suárez

y Pedro Suárez, entre otros.

En Cuba se han destinado cerca de

2.000 millones de pesos en cuatro años

a la entrega de subsidios desde que se

iniciara la implementación de la política

en 2012, según confirmó el ministro de

la Construcción René Mesa Villafaña el

pasado 27 de diciembre ante la Comi-

sión de Industria, Construcciones y Ener-

gía de la Asamblea Nacional del Poder

Popular (ANPP). El Anteproyecto de Ley

del Presupuesto del Estado para 2016

prevé que la disponibilidad monetaria

en los Consejos de la Administración

Provincial descenderá de 981.1 millones

estimados en 2015, hasta los 867.3 mi-

llones de pesos proyectados para 2016.

industria productora de materiales, ex-

plicaron funcionarias del Ministerio de

Economía y Planificación durante el tra-

bajo en comisiones de la ANPP.

* * *

Odalys tuvo que ir seis veces al

banco para hacer extracciones.

“El dinero no lo ves nunca,

pues se mueve en cheques

desde la cuenta hasta el rastro o la tien-

da en CUC donde haces la compra, y

eso mismo pasa con los albañiles que

En el subsidio no entran, por ejem-plo, la alimenta-

ción diaria de los trabajadores de la construcción

La disminución está causada por el

descenso previsto en la venta de los

materiales de la construcción para el

venidero año. Para atenuar esta situa-

ción, en 2016 se destinará el 60 por

ciento del impuesto de las ventas a su-

fragar la política (51.5 por ciento para

los beneficiados y 8.5 para la reserva

central). Esta medida representa un in-

cremento considerable con respecto al

48.5 por ciento aprobado hasta el mo-

mento, y responde a la decisión estatal

de no afectar la ejecución de la política

y a los beneficiados por ella, a pesar

de las condiciones desfavorables de la

contratas y es obligatorio que tengan

licencia para cobrar el cheque”.

El procedimiento es estándar. Los

constructores calculan y piden lo que

necesitan, el subsidiado recorre los ras-

tros y separa los materiales que precisa,

va al banco con la factura y este expide

un cheque. Luego el subsidiado regresa

al rastro, entrega el cheque y se lleva

lo que compró. El mecanismo es similar

para pagar la mano de obra.

En resumen, Odalys está segura

de que gastó 11.000 pesos en mano de

obra, 2.500 en transporte de materiales

y el resto lo distribuyó en más de 50

sacos de cemento, varios metros cúbi-

cos de arena, gravilla, polvo de piedra y

cabillas. La precisión en esos casos dis-

minuye. Sin embargo, todos en la casa

saben que la nueva placa costó más

que 30.800 pesos.

“Hay muchas cosas que no están

dentro del subsidio, pero son gastos

que se van haciendo. Por ejemplo, aquí

la placa la hicieron entre cinco albañi-

les, y esos son cinco almuerzos diarios,

diez meriendas, café… No son gastos de

construcción, pero no se puede tener

hombres trabajando sin algunas condi-

ciones”, dice Jesús.

Aun así, una parte considerable del

monto total entregado a los beneficia-

dos es hoy destinado exclusivamente

a la contratación de mano de obra, la

cual no siempre se ajusta al 30 por

ciento estipulado en el contrato inicial

firmado entre el subsidiado y la Depen-

dencia Interna del CAM.

De hecho, una de las deficiencias

encontradas por la Comisión Perma-

nente de Centro Habana resultó ser la

discrepancia entre las cifras declaradas

por las fuerzas empleadoras y por los

albañiles a cargo de ejecutar el trabajo.

Eso se refuerza con los criterios del

En Cuba se han destinado cerca de 2.000 millones de pesos en cuatro años a la entrega de subsidios.

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Page 17: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

subsidiados

Enero, 2016

aumento del precio de la mano de obra,

señalado durante la presentación del in-

forme por el delegado Joel Almenares.

El otorgamiento de subsidios ha

sido una de las políticas sociales me-

jor acogidas por la ciudadanía cuba-

na, aunque dista de ser la solución a

la compleja situación de vivienda que

vive el país, donde cuatro de cada 10

casas se encuentra en regular o mal

estado. “Sin este dinero nunca hubié-

semos podido comenzar el trabajo. Es

verdad que no siempre alcanza por los

precios que tienen hoy las brigadas,

pero el subsidio fue una ayuda fun-

damental para nosotros”, confirma Je-

sús mientras me explica que en estos

días espera resanar los huecos en los

muros de la sala, recuerdo que dejó la

demolición del techo.

En cerca de cuatro años, se han bene-

ficiado a más de 3.000 núcleos familiares

en Centro Habana, confirma Olga Miller.

“El subsidio no puede verse como

una camisa de fuerza”, señaló Villafaña

durante el VI Periodo Ordinario de Se-

siones de la VIII Legislatura de la ANPP.

El empleo de materiales de construc-

ción provenientes de la industria local

consigue abaratar entre un 25 y un 30

por ciento los gastos por este concepto.

“Entonces, si se usan materiales locales

para ejecutar un subsidio de 85.000 pe-

sos destinados a una célula básica de

25 m², es mejor que se construyan 30 o

35 m² y que las personas hagan mejo-

res casas, porque eso incrementa la ca-

lidad de vida de la población y detiene

el deterioro de las viviendas”.

* * *

Nadie dijo que construir fuera

simple. O limpio. O cómodo.

Pero seis meses de trabajo

ponen a prueba la resisten-

cia mental, y eso lo aprendieron bien

Odalys y su familia. “Aquí no se podía

caminar. Había un horcón cada medio

metro para soportar el encofrado, y

cada una de las tres partes del techo

tenía que estar 21 días así para que el

cemento fraguara bien”.

Claro, 21 días como mínimo, por-

que la última habitación estuvo re-

vestida en madera cerca de 40. En

total, fueron más de tres meses du-

rante los cuales solo pudieron esperar

mientras la nueva cubierta se endure-

cía lo suficiente como para desarmar

el esqueleto que la moldeaba. En esas

condiciones vivieron por medio año,

mudándose de un cuarto a otro con

las camas y bártulos cada vez que era

necesario demoler el techo de una ha-

bitación y luego montar el andamiaje

de horcones y tablas para fundir la

próxima sección.

En una ocasión, recuerda, los vecinos

paralizaron la demolición del techo du-

rante seis días y fueron a buscar a la

policía. El incidente duró poco, Odalys

mostró sus documentos y permisos y

la brigada especializada –y estatal– a

cargo de las demoliciones continuó su

trabajo sin más contratiempos.

Ahora puede descansar un poco. “Por

suerte la última compra la hice en no-

viembre para cerrar la cuenta del banco

y pagar completa la mano de obra, así

que en los primeros días de enero voy a

liquidar el subsidio para que vengan a

inspeccionar la obra, ya lo han hecho dos

veces en estos meses para ver si tenía al-

gún problema o necesitaba más tiempo,

pero no fue necesario ampliar el plazo”.

Aún falta por hacer: el fino y el derre-

tido de la azotea, retoques en los ale-

ros y los muros, y la impermeabilización

del techo; pero eso ya está pagado. La

demolición del techo desmanteló la di-

visión intermedia (barbacoa) que sopor-

taba las habitaciones de la familia, pero

ese tipo de construcciones no están

contempladas dentro del subsidio. Dice

Odalys que ahora han visto viguetas en

los rastros, “seguro por las quejas de la

gente”, pero para ellos ya es tarde. “Si yo

tuviera las viguetas esas ahora, en tres

días tengo hecha la plaquita intermedia

y con eso tendríamos casa para toda la

vida, pero ya veremos qué se hace”.

Medio apartamento se mantiene aún

embalado en cajas y solo se ve en las

habitaciones lo imprescindible para el

uso diario. La Santa Bárbara y el San

Lázaro este año no tuvieron las velas de

siempre, pero la demolición ni siquiera

los manchó de polvo. Odalys ha pin-

tado las paredes de la sala y el techo,

pero desde una esquina el último saco

de cemento anuncia que la construc-

ción no termina.

Si se usan ma-teriales locales para ejecutar

un subsidio de 85.000 pesos

destinados a una célula básica de 25 m², es mejor que se

construyan las viviendas

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Page 18: Periodismo de Barrio

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El albergue: un tránsito inmóvilMás de 132.000 personas se encontraban en anuencia de albergue en La Habana a finales de 2014

por geisy guia delis

Page 19: Periodismo de Barrio

36 37

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Seis pasos son los que se necesi-

tan para recorrer de un extremo

a otro el cubículo de Marisol

Rojas. En la sala, un sofá de

vinil muestra las huellas de la espalda

de uno de sus hijos, quien usa cons-

tantemente el mueble para dormir. La

cama doble y una cuna ocupan todo el

cuarto. La ropa, acomodada en cajones

y percheros, cuelga en el único lugar

que queda disponible, el baño.

Son diez las personas registradas

en este núcleo familiar que acaba de

aumentar a once con la recién naci-

da Asihanna. No todos viven juntos,

aunque quisieran; el cubículo es muy

estrecho para acogerlos. Hace apenas

tres años y unos meses que a Marisol la

trajeron con su familia al albergue de

140 y 33, en Marianao, después de que

su casa en la calle 71 entre 132 y 134

se derrumbó. Esta vivienda había sido

declarada previamente en mal estado,

condición que se agravó con las lluvias.

Más de 132.000 personas se encon-

traban en anuencia de albergue en La

Habana a finales de 2014, según datos

publicados por el periódico Granma.

Actualmente, quienes residen en la ca-

pital cubana bajo ese estatus, en princi-

pio transitorio, deben esperar entre 15

y 20 años para obtener una vivienda,

lo cual hace prácticamente permanente

su estancia en los albergues.

Marisol acaba de comenzar el ‘tránsito’.

* * *

El Programa de las Naciones

Unidas para los Asentamien-

tos Humanos (ONU-Hábitat),

en la versión ejecutiva del

perfil de la vivienda de Cuba publicada

en 2014, define una vivienda de trán-

sito como una instalación de carácter

provisional atendida por el Estado, que

aloja a personas que han perdido sus

casas por fenómenos hidrometeoroló-

gicos, derrumbes, peligro estructural u

otras causas, hasta que se consiga la

solución definitiva de sus hogares.

El doce por ciento de las más de

700.000 viviendas existentes en la ca-

pital se encuentran en mal estado, de

acuerdo con los datos ofrecidos en el

Censo de 2012. Cualquiera de las fa-

milias residentes en estas viviendas

podría ser la próxima que necesitara

albergue.

En Marianao viven actualmente

135.844 personas y tiene una densi-

dad poblacional de 5.862 habitantes

por cada kilómetro cuadrado. Existen,

además, 1.096 personas con expe-

diente de albergados, dice Mirthea Che

Ferrer, directora de la Unidad Munici-

pal de Atención a las Comunidades de

Tránsito (UMACT). De ellas, 216 están

ubicadas en las comunidades de trán-

sito y el resto permanece en viviendas

que han sido declaradas inhabitables,

debido a la falta de capacidad de al-

bergue.

Marta Martínez, jefa del Departamen-

to de Control de Fondos de la Vivienda

del municipio, señala que en diciembre

de 2015 se reportaron alrededor de

3.464 viviendas en estado técnico malo

y unas 5.684 en estado regular, lo cual

representa cerca del 20,7 por ciento del

fondo habitacional de la localidad, que

está compuesto por unas 44.135 edifi-

caciones y 479 ciudadelas.

La arquitecta Martha Garcilaso de la

Vega advierte en su investigación doc-

toral que las comunidades de tránsito

en Cuba “congregan ciudadanos con

menos posibilidades económicas y que

presentan con mayor frecuencia condi-

ciones socio-culturales y de conducta

con disfunciones notorias. Todo lo cual

genera, aun sin intención, una segrega-

ción social en crecimiento”.

Garcilaso añade que los albergues,

desde sus orígenes, fueron pensados

como soluciones temporales, por eso

tenían las condiciones mínimas de ha-

bitabilidad; entre ellas, sanitarios y

habitaciones colectivas. El derrumbe

del campo socialista afectó considera-

blemente el sector de la construcción

en Cuba. Sin casas nuevas que entregar,

se prolongó el periodo de estancia en

los albergues hasta casi hacerlo perma-

nente. Los cubículos fueron divididos y

se construyeron baños nuevos para dar

un poco de privacidad a las familias.

La austeridad económica demandó

nuevos recursos, mano de obra y pre-

supuesto en una inversión que, según el

arquitecto Miguel Coyula, no se recupe-

ra, pues “ocupa suelo urbano pero no lo

el albergue: un tránsito inmóvil

Enero, 2016

Hace cinco años que Alberto vive allí. f o t o : g e i s y g u i a

urbaniza, y además sustrae recursos que

podrían emplearse en el mantenimiento

y reparación del fondo construido”.

Patricia Batista, profesora de la fa-

cultad de Psicología de la Universidad

de La Habana, considera que en el al-

bergue, de cierto modo, se reproducen

a pequeña escala, de modo compacto,

las desigualdades sociales.

* * *

El asentamiento en el que vive

Marisol es considerado un

albergue de referencia en el

municipio. Mirthea afirma que

“comparado con otros albergues, ese es

de los mejores, incluso a nivel provin-

cial”. Para otorgarle esa categoría, han

tenido en cuenta que los cubículos son

amplios, están en buen estado cons-

tructivo, y se han mejorado los servicios

residuales y sanitarios.

Un banco, un teléfono público que no

funciona y la caseta solitaria de la Ad-

ministración ocupan el área común del

albergue de 140 y 33. Desde afuera se

ven tres naves pintadas uniformemen-

te de un verde azul que ya comienza a

palidecer, cubiertas de fibrocemento y

puertas de aluminio que permanecen

cerradas. Son escasos los elementos

distintivos en el exterior de los 31 cu-

bículos: alguna que otra maceta con

helechos o malanguetas y rejas en las

ventanas. En tres paneles eléctricos se

apiñan numerosos metrocontadores.

“Este es un albergue tranquilo, por

lo general. Los problemas ocurren en

el interior de las familias. Todos los

cubículos tienen sus afectaciones, en

algunos el patio está tupido o hay

huecos por los que entran ratones.

Otros tienen filtraciones en el baño

o cuando llueve se llenan de agua”,

explica Marisol.

A ella le preocupan especialmente

los ratones, porque una de sus hijas

acaba de parir, y “el olor de los bebés

“El albergue ubi-

cado en 140 y 33 es considerado de referencia en Marianao

es algo que buscan mucho esos ani-

males”. En 2015 una de las brigadas

que la UMACT designó para hacer re-

paraciones en el albergue selló algunos

de los patios que estaban en peores

condiciones. Sin embargo, en el de

Marisol quedaron varios agujeros por

los cuales asoman las ratas. Para con-

tener un poco la situación ha llenado

ese espacio con botellas rotas y vidrios.

El presupuesto otorgado a la UMACT

de Marianao en 2015 fue de 136.000

pesos para reparaciones, mantenimien-

to y gastos de este albergue. Otros

200.000 están destinados para la repa-

ración de la comunidad El Pescaíto, e

igual cantidad se asigna para imprevis-

tos. Las acciones constructivas en esos

asentamientos han sido ejecutadas por

Page 20: Periodismo de Barrio

38 39

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

brigadas de albañiles por cuenta propia

y estatales. Algunos residentes no estu-

vieron satisfechos con esa labor pese a

la firma del acta de conformidad con el

trabajo de los obreros.

“Esa es su casa mientras estén allí”,

dice Mirthea sobre los albergados. “Sin

embargo, hay quienes rompen o no

cuidan las cosas nuevas que les coloca-

mos en los cubículos, por ejemplo los

baños y las tejas. Otras veces se resisten

incluso a las reparaciones”.

Alberto Argudín tiene 46 años, cobra

250 pesos y trabaja como custodio en

las noches para poder atender a su ma-

dre de 71 años en las mañanas, quien

tiene el lado derecho del cuerpo para-

lizado a consecuencia de una isquemia

cerebral. Desde agosto, el piso de su

cubículo se moja durante las lluvias

debido a que un vecino del albergue

se subió al techo a coger un mango y

le partió dos tejas. La dirección de la

UMACT se las facilitó, pero hoy están

superpuestas porque no fueron fijadas

con cemento. Alberto lleva viviendo

cinco años allí.

Patricia Batista aclara que a las per-

sonas que viven en las comunidades de

tránsito les pasa algo llamado expro-

piación y el no sentido de pertenencia

hacia el lugar en el que se está. “Cuan-

do las personas no son partícipes del

proceso de adquisición y no ven en el

objeto final el esfuerzo de su trabajo,

no lo sienten propio”. Lo más común es

encontrar en ellos un desapego por lo

temporal y lo que se les ha dicho que

no les pertenece.

Desde hace más de tres años, 140 y

33 presenta inestabilidad con los admi-

nistradores. El promedio de duración

del responsable del albergue es de cin-

co a seis meses. Todos los que entran

se van, o son trasladados y a decir de

muchos no llegan a empezar, ni a ter-

minar nada.

teger a unos miembros también deja a

otros desfavorecidos y, a la larga, esa

estructura familiar se daña y se vuelve

disfuncional.

En el albergue las líneas del tiempo

son difusas, no corren las horas, ni los

minutos. Los segundos no existen, toda

acción importante, todo hecho relevan-

te, solo cuenta en años. Así lo percibe

Yutclaidy Pol Rojas, de 21 años, hija de

Marisol. Es la madre de la nueva nieta en

la familia y de otra pequeña de dos años,

llamada Ainoa, quien “desgraciadamen-

te” también le nació en el albergue.

“Yo llegué aquí con 17, y no sé cuánto

el albergue: un tránsito inmóvil

Enero, 2016

Durante ese periodo, más o menos,

los residentes de allí no han sabido con

exactitud sus posiciones en el escalafón

que se conforma para el otorgamien-

to de viviendas, pues este documento

permanece encerrado en la deshabi-

tada oficina de Administración. Una

copia, al menos, está colocada en el

mural de la UMACT en la calle 59 en-

tre 100 y 102.

* * *

Entre los núcleos que llevan

más tiempo en 140 y 33, está

el de Librada Rivas. Reciente-

mente, uno de los cubículos

quedó disponible porque a un médico

le otorgaron una vivienda; Librada le

solicitó a Mirthea que la trasladara del

cuarto 16 para ese que había queda-

do vacío y tenía mejores condiciones.

Como esta señora de 67 años padece

una enfermedad cardíaca, los funciona-

rios aceptaron la mudanza. En su apar-

tamento ubicaron a otros miembros

de una de las familias del albergue

que desde hace algunos años estaban

esperando por una capacidad que les

permitiera salir del inhabitable en el

que vivían.

“Cuando se nos cayó la casa, hace 18

años, mis hijos decidieron que yo vinie-

ra para el albergue porque era la que

estaba en peor estado”, explica Librada.

“Los que cupieron en el cuarto vinieron

conmigo, los demás se quedaron vi-

viendo en el derrumbe y allí tengo aún

a algunos de mis nietos. Yo solo quiero

que salgan de allí, porque esa casa está

irreparable”.

Patricia Batista refiere que estas es-

trategias de supervivencia que desarro-

llan las familias conlleva, en la mayoría

de los casos, un costo a nivel de víncu-

los. La lógica que les hace decidir pro-

tiempo más me falta ¿Morirnos aquí? Yo

no quería que me cogiera el año de mi

hija aquí, pero ya voy por el segundo y

si todo sigue igual habrá un tercero, un

cuarto y hasta un quinto años”.

“Las personas necesitan cosas que

les brinden estabilidad”, resalta Patricia

Batista, “especialmente las que suplen

necesidades básicas, por ejemplo la

tranquilidad de tener un techo propio,

para procrear y legar esa seguridad a

otras generaciones. La incertidumbre

y el no saber también imposibilitan el

desarrollo de metas de superación per-

sonal y profesional”.

* * *

Entre noviembre y diciembre

de 2015 ascendieron a 30 los

derrumbes totales y parciales

en Marianao. Según Greta

Rodríguez, subdirectora técnica de la

Vivienda en el territorio, “más de 18 nú-

cleos familiares se vieron afectados”. El

edificio de 108 entre 45 y 47, declara-

do previamente en estática milagrosa,

sufrió un derrumbe parcial.

Mirthea explica que el gobierno muni-

cipal y las instituciones implicadas toma-

ron como medida emergente albergar

a esas personas en la escuela de arte

Eduardo García, debido a que no existían

en la provincia capacidades de albergue

ni fondo habitacional disponible.

“Desde la aprobación del Decreto Ley

288 en 2012, que les da a las personas

el derecho de vender o donar su casa,

ya no se ingresan viviendas al fondo

del municipio”, comenta Marta Martí-

nez. “Tampoco hacemos confiscaciones

por ningún concepto. Lo que incorpora-

mos son las nuevas construcciones que

hace el Estado”.

En el Acuerdo 107 de 2012, que esta-

blece las normas para la construcción y

asignación de viviendas en La Habana,

el Consejo de la Administración Pro-

vincial refiere que “la disminución de

traspasos de viviendas al fondo estatal

por otros conceptos obliga a garantizar

el régimen de distribución y asignación

de viviendas disponibles”.

Para ello toman como canteras el to-

tal de las viviendas que se construyen

anualmente a partir del financiamiento

asignado por el Ministerio de Economía

y Planificación; el 50 por ciento de las

viviendas que se construyan con finan-

ciamiento propio en Moneda Nacional

y Libremente Convertible de cualquier

organismo, cuando no se destine a es-

tabilizar la fuerza laboral, y el 100 por

ciento de las viviendas recuperadas

por reconstrucción y/o rehabilitación de

edificios financiados por las UMIV.

Varios funcionarios de la vivienda en

el municipio afirman que el segundo

acuerdo no se ha cumplido a cabali-

dad, pues las empresas entregan cuo-

tas muy inferiores a las pactadas. De

igual modo, las brigadas constructoras

que antes recibían un porciento de vi-

viendas para los microbrigadistas que

reparaban esos edificios han manifes-

tado inconformidad con el primer y ter-

cer acuerdos, razón por la cual se hace

más difícil pactar convenios de trabajo.

Parte trasera de una vivienda que consta como solu-ción definitiva en 110 y 37.

f o t o : g e i s y g u i a

Page 21: Periodismo de Barrio

40 41

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Ante este panorama y la urgencia

de ubicar a las familias damnificadas,

el gobierno de Marianao decidió que

varias entidades del municipio cedie-

ran tres locales de poco uso, que ya se

habían considerado para hacer cons-

trucciones en 2016. Greta explica que

hubo que accionar con rapidez y se

hicieron proyectos para adecuar esos

centros a las necesidades de una fa-

milia de tránsito.

Al presupuesto de la UMACT se

adicionó un suplemento de más de

71.000 pesos que se destinó para la

construcción emergente de cubículos.

Mirthea agrega que para 2016 se pro-

yecta la nueva comunidad de tránsito

Estrella Roja, en uno de los espacios

cedidos en el municipio, que puede

albergar varias familias.

Bárbara Mercedes León es la jefa

del Departamento de Atención a la

Población de la Dirección de la Vi-

vienda en Marianao. Desde hace más

de diez años se encarga de cuestio-

nes asociadas a los albergados y los

casos sociales. “Hemos insistido en

que aquellas personas que no tengan

recursos para reparar su vivienda se

acojan a un subsidio porque no hay

capacidad de albergue en la provin-

cia”, dice. “Muchos prefieren esperar

a que les den una vivienda nueva a

intentar reparar su casa”. “¿Alguien

que se albergó antes de que saliera

la posibilidad de acogerse a un subsi-

dio o crédito, puede hacerlo ahora?”,

le pregunto. “Si la vivienda de esa

persona está declarada como inha-

bitable reparable, puede hacerlo. De

hecho, nos ha pasado que al darle

una solución definitiva a una familia

del albergue, le hemos cedido la casa

de esta que estaba en mal estado a

un caso social y la han reparado con un

subsidio y con su esfuerzo, sin tener que

albergarse”.

* * *

Al verla supe que le había

caído todo junto, como si su

sangre clamara fatalidad y

hubiese venido a purgar el

karma, para quienes creen en él. Porque

Cecilia Valdés anda muy atolondrada

como para andar buscando justifica-

ciones cósmicas a su mala suerte. No

es la Cecilia de Cirilo, ya sabemos. Su

segundo apellido es Estrada. Tiene 42

años, mulata con más de negro que de

blanco. Atiende Vigilancia en el CDR y

desde 1987 vive en el albergue de 110

y 37, cuando allí solo se permitían a

mujeres y niños. Desde 1987 también

vive mojándose porque el agua le entra

por los arquitrabes.

Llegó como el resto; ese año su casa,

que ya estaba deteriorada, se derrumbó.

A partir de entonces ha visto desfilar bri-

gadas de mantenimiento. Le cambiaron

la puerta y las ventanas por unas de alu-

minio, le levantaron una pared interior

y le dejaron el baño a medio terminar.

Les ha escrito a los tres periódicos

nacionales Granma, Juventud Rebelde y

Trabajadores explicando que hace casi

29 años está en la misma situación y

que solo quiere la legalización de su

vivienda. “Soy un caso social crítico.

Tengo una niña (de 23 años) con re-

traso mental agravado por un trastorno

psiquiátrico y es epiléptica. Viven con-

migo dos lactantes en riesgo social por

estas condiciones. Uno de ellos ha teni-

do once ingresos, incluso ha estado en

terapia intensiva”.

La Comunidad de Tránsito de 110 y

37 aparece en los registros de la Vivien-

da como solución definitiva desde el 23

de mayo de 2012, en un documento fir-

mado por Ana María Nápoles, directora

de la Unidad Provincial de la Atención a

las Comunidades de Tránsito. Para que

una capacidad de albergue adquiera

esa condición, debe tener la habitabi-

lidad, es decir los espacios y condicio-

nes imprescindibles como baño, cocina

o un techo. Además, debe medir más

de 25 m²; y el futuro propietario debe

firmar un acta de conformidad con el

acuerdo.

A pesar de que esta decisión se adop-

tó hace más de tres años, la mayoría de

quienes hoy viven en los once núcleos

del albergue afirman que desde 1999,

fecha en la que llegaron, se les prometió

la propiedad de sus viviendas. Al menos

así lo recuerda Yaité Ganzó, de 41 años.

“A mí me trasladaron del albergue El

Chico para darme mi vivienda aquí en

Marianao. Que el techo se mojaba y la

meseta de la cocina no estaba enchapa-

da, eran las excusas que nos ponían en

la UMACT para no darnos la propiedad.

Luego, quien estaba de directora de ese

organismo en ese periodo nos dijo que

si reparábamos la casa por nuestros

propios medios, entonces sí nos daría

el título”.

Yaité le tomó la palabra e hizo una

placa, dividió la casa para tener otro

cuarto. Construyó una red sanitaria in-

dependiente, porque las tuberías que

estaban colocadas en el desagüe eran

de electricidad, y puso el piso nuevo.

En esos trámites andaba cuando cam-

biaron a quien estaba al frente de la

UMACT. La nueva jefa les declaró como

ilegal todos los cambios realizados en el

albergue y hoy sigue sin la propiedad.

Mirthea hace un año que dirige la

UMACT de Marianao y aclara que estas

viviendas no constan como albergues,

pero que se siguen reportando hasta

tanto no tengan propiedad; que las ca-

sas de esa comunidad están en proceso

de legalización, y que sus expedientes

están en el Departamento de Control

de Fondos del municipio. En este de-

partamento lo que se hace es “tramitar

la documentación oficial y la conforma-

el albergue: un tránsito inmóvil

Enero, 2016

ción del expediente de habitabilidad.

Pero a algunos no se les va a poder

tramitar porque violaron regulaciones

urbanas e hicieron ampliaciones”, dice

Marta Martínez.

—En los casos que no pueden ser tra-

mitados, ¿quién se encarga de analizar

integralmente todo el proceso?

—Supongo que la UMACT –responde

Marta, que trabaja en Control de Fon-

dos desde 1999–, porque yo no visito

las comunidades, ni veo el lugar, ni me

encargo de revisar el proceso anterior,

solo me encargo de la legalización.

Al hacerle la misma pregunta, Greta

contesta:

—Esas viviendas forman parte de un

proyecto de albergue. La UMACT tiene

un presupuesto asignado para reparacio-

nes y el pago a brigadas que se encargan

de crear las condiciones en las comunida-

des. Eso no pueden hacerlo las personas.

La comisión de distribución sesio-

na cada 15 días o una vez al mes y se

encarga de discutir, revisar y analizar

las propuestas de entrega de vivien-

das para albergados o de excepcionali-

dad por casos sociales. Está compuesta

por el vicepresidente de la Asamblea

Municipal del Poder Popular, la directo-

ra de la UMACT, el director de Vivienda,

la jefa del Departamento de Atención

a la Población, la jefa del Departamento

de Control de Fondo y un representan-

te de Trabajo y Seguridad Social. Todos

integran el voto colegiado, que aprue-

ba o no los casos analizados. El proble-

ma de 110 y 37 ha sido discutido varias

veces en esa comisión.

“Llevo tanto tiempo viviendo aquí

con mi madre, mis hermanos y mis

cinco muchachos que lo que quiero

es que me den la propiedad de esta

casa para pedir un subsidio y tratar de

vivir como las personas”, dice Cecilia

Valdés.

A nivel provincial, existe también una

comisión de distribución y el voto cole-

giado. Greta Rodríguez estuvo en la co-

misión provincial que en 2015 aprobó

la propiedad para los casos que en 110

y 37 no habían cometido violaciones

urbanas. Cecilia Valdés es uno de ellos,

pero aún no lo sabe.

La comunidad de 110 y 37 desde 2012 consta como solución defini-tiva.

f o t o : g e i s y g u i a

Page 22: Periodismo de Barrio

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

MicrobrigadasLa historia de las microbrigadas

por tomás ernesto pérez rodríguez

Page 23: Periodismo de Barrio

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

El 26 de julio de 1970, Fidel

Castro admitía: “Sí, seño-

res imperialistas: es difícil la

construcción del socialismo”.

Tan difícil que todavía hoy, 45 años

después, andamos buscando la mane-

ra. Pero la construcción del socialismo no

era lo único que nos desvelaba. Tam-

bién estaba el problema de la cons-

trucción, a secas. Tan difícil que todavía

hoy, 45 años después.

Según el libro Arquitectura y urbanismo

de la Revolución Cubana (1989), de Rober-

to Segre, entre 1965 y 1970 “se produ-

ce una disminución considerable de las

viviendas construidas por el Estado; de

más de 10.000 realizadas en 1967, se

baja a 4.000 en 1970”.

Aquel 26 de julio de 1970, Fidel Cas-

tro aventuraba una salida: “Nosotros,

tomando decenas de miles de obreros

a poner ladrillos, no resolvemos. Pue-

den los propios usuarios en muchos

lugares, bajo alguna dirección técnica,

participar en la solución de estos pro-

blemas”.

En un país de grandes contradiccio-

nes, a nadie extraña que el nombre

de una de las orquestas más exitosas,

los Van Van, aluda a un fracaso. Antes

que una prueba de incompetencia, la

zafra del 70 –alentada por la consigna

“los diez millones van”– fue una mues-

tra de insensatez. La cohesión de todos

los cubanos en la disparatada epope-

ya del azúcar sirvió para endulzar la

derrota. En diciembre de ese año se

crearon las Microbrigadas, en primera

instancia, como respuesta a la situación

de la vivienda. El restablecimiento de la

confianza perdida podía llegar a ser un

deseable efecto secundario.

Las Microbrigadas estaban compues-

tas por hombres y mujeres que aban-

donaban sus trabajos habituales a fin

de construir viviendas para ellos y sus

compañeros, quienes debían quedarse

cubriendo sus funciones –el llamado

plustrabajo– con el objetivo de que la

producción no se afectara. En 1978, Fi-

del tendría que reconocer que “muchos

centros […] lo hicieron efectivamente

con plustrabajo, y otros porque les so-

braba personal, lo que tenían era plus-

trabajadores”.

Una vez concluidas las viviendas,

el 20 por ciento de ellas se entrega-

ba al Estado y el resto se asignaba en

asambleas de trabajadores, donde se

consideraban –por orden de priori-

dad– méritos y necesidades. En teoría,

el haber participado directamente en la

construcción no otorgaba derechos es-

peciales.

Los microbrigadistas continuaban

cobrando en el centro laboral al que

pertenecían. En septiembre de 1987,

Fidel lo explicaba así: “No nos cuesta

virtualmente un centavo más en sala-

rio, porque con el salario que le pagan

en la fábrica trabaja allí. El Estado le

reintegra a la fábrica ese salario para

que la fábrica sea más eficiente en sus

cálculos, en sus resultados”.

El total de obreros que integraban

una brigada era 33, los imprescindi-

bles para construir, en nueve meses, un

edificio de cinco plantas con 30 aparta-

mentos de dos o tres dormitorios cada

uno. Una parte del equipo se solía des-

tinar a obras sociales: escuelas, círculos

infantiles, alcantarillado. Se trabajaba

de 8 a.m. a 6 p.m., de lunes a sábado.

Los domingos, toda la mañana.

Humberto Ramírez, presidente de la

Sociedad de Arquitectura de La Haba-

na, asegura que no puede hablarse del

Movimiento de Microbrigadas sin men-

cionar a Máximo Andión, administrador

de la fábrica metalúrgica Vanguardia

Socialista. “Aquella era una de las po-

cas fábricas que tenía una producción

–si lo veíamos en una gráfica– ascen-

dente”, dice Ramírez, “mientras que las

demás estaban subiendo y bajando, o

solo bajando. Fidel reparó en eso y fue

a verlo. Entonces se dio cuenta de que

Máximo era una persona extraordina-

ria, por encima de la media”.

La excepcionalidad le valió a Máximo

que Fidel lo colocara al frente del Plan

Alamar. Este reparto habanero, identifi-

cado con el Movimiento de Microbriga-

das, es el mayor conjunto de vivienda

social en Cuba, pero no el mejor. El pre-

mio, en cuanto a calidad, se lo lleva la

Unidad Vecinal no. 1 de la Habana del

Este, actual reparto Camilo Cienfuegos,

realizada entre 1959 y 1961, una etapa

–diría el arquitecto Mario Coyula– en la

que “los constructores todavía no ha-

bían aprendido a construir mal”.

Alamar contaba con un puñado de

casas de antes de 1959 y con unas 400

construidas a comienzos de los 60. Era

ya una zona urbanizada. Había calles,

aceras, electricidad, alumbrado público

“…en cada pue-

blo hay su modo de fabricar, se-gún haya frío o calor, o sean de

una raza o de otra…

”josé martí, “la historia del

hombre contada por sus casas”

microbrigadas

Enero, 2016

y un acueducto de agua salobre que

hacía de la distracción un hábito peli-

groso. El más leve descuido podía echar

a perder una colada de café.

El nuevo proyecto urbano, a cargo de

la Dirección de Viviendas del Ministe-

rio de la Construcción (MICONS) de La

Habana, fue concebido para 130.000

habitantes. La directiva –apunta Co-

yula– era precisa: recurrir “al modelo

reduccionista de bloques iguales repe-

tidos hasta el infinito […] para que cada

centro de trabajo tuviese el suyo”. De

ahí que Alamar semeje una gigantesca

ofrenda a la monotonía. En este paraíso

del déjà-vu, todos los caminos conducen

al aburrimiento.

Los primeros edificios eran de cuatro

plantas. En una de sus visitas diarias a

Alamar, Fidel sugirió elevarlos a cin-

co. “No fue una buena solución”, dice

Humberto Ramírez, “porque subir cinco

pisos no es fácil”.

Cuando en 1972 le propusieron que

se incorporara al Movimiento, Ramírez

tenía 28 años y era profesor en la Es-

cuela de Arquitectura. “Las zonas uno y

dos de Alamar ya se habían terminado”,

recuerda. “Las zonas tres y cuatro esta-

ban en construcción, la cinco comple-

ta estaba en ejecución y la seis estaba

bastante adelantada”. En ese punto –de

acuerdo con Segre– existían 444 briga-

das, que aglutinaban a 12.715 obreros.

Sin renunciar a sus clases, Ramírez

asumió la dirección del departamento

técnico en Alamar, al que se sumaron

otros profesores y aun estudiantes. A lo

largo de nuestro encuentro, insiste en

que se tomaron las precauciones téc-

nicas que exigían las obras. “Durante

aquellos años, en las Microbrigadas ha-

bía un control técnico riguroso. En pri-

mer lugar, había el deseo de hacer las

cosas bien, que en muchos lugares se

ha perdido. Era parte del ego. Cuando

las personas no saben y quieren hacer

el trabajo, si tú les dices cómo debe

ser, lo hacen bien. Cuando empieza la

autosuficiencia, o cuando a la gente le

importa poco el trabajo, aunque sepa

Alamar semeja una gigantesca ofrenda a la monotonía.

f o t o : t o m á s e r n e s t o p é r e z

Page 24: Periodismo de Barrio

46 47

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

hacerlo, es que vienen las complicacio-

nes”.

Ramírez no olvidará el día en que

propuso que los edificios de las zonas

uno y dos se pintaran del mismo color.

“A mí se me ocurre que debían pintarse

de blanco, y los balcones, las escale-

ras, de otro color, para identificarlos”,

dice. “Aquello fue tremendo con los

microbrigadistas. La gente me decía:

‘¡No, arquitecto, qué va!’. Uno lo quería

rosado, el otro verde, el otro azul. Su

sentido de pertenencia era muy fuerte

y te discutían, porque, claro, se habían

metido un año entero trabajando allí ”.

Ya por esas fechas las visitas de Fidel

habían comenzado a ser semanales. En

una de ellas, Máximo le comentó: “El ar-

quitecto nuevo quiere pintar todo esto

de blanco”. A Fidel la iniciativa le pareció

genial. A los microbrigadistas también.

El rigor y el entusiasmo esbozados

por Ramírez habría que atribuírselos

además al momento en que todo esto

acontecía. Él lo reconoce. “Esa, por su-

puesto, es la efervescencia de una Re-

volución”, dice. “En verdad, había un

ambiente extraordinario”.

Sin embargo, lo que para algunos

fue una época de esplendor, para otros

–artistas, escritores, homosexuales–

fueron años dolorosamente opacos.

Eduardo Heras León, premio nacional

de literatura, los resumió en una frase:

“Aquellos días fueron una fábrica de

miedo”.

Luego de publicarse el volumen de

cuentos Los pasos en la hierba, al que ta-

charon de contrarrevolucionario, Heras

León fue reubicado en Vanguardia So-

cialista. Alguien pensó que una fábrica

metalúrgica tenía potencial como re-

formatorio. Aquella experiencia motivó

un libro cuyo título, más que referirse

al trabajo en la fábrica, hacía alusión

al temple necesario para afrontar un

castigo irrazonable: Acero. En aquel sitio,

vinculado al origen de las Microbriga-

das, se dio la infeliz confluencia de lo

innovador y lo retrógrado. Vanguardia

Socialista se convirtió en el instrumento

microbrigadas

Enero, 2016

Excavación de una cisterna en Alamar.

f o t o : c o r t e s í a d e h u m b e r t o r a m í r e z

de unas ideas que refutaban su nom-

bre.

Hacia el final de la entrevista, con-

forme avanza en el tiempo, el relato

de Ramírez cede al desencanto. “Un

problema que siempre hemos tenido

es que empezamos bien, pero no nos

mantenemos”, dice. Lo que vino des-

pués confirmó este criterio.

“Vivimos bajo el imperio de la cifra”, es-

cribe Martín Caparrós en ese prodigio que

es El hambre. En una época fascinada por

los números, parece imposible resistirse a

la tentación de implantar un récord. Fidel

Castro, que ya tenía en su haber el dis-

curso más largo pronunciado en la ONU,

se empeñó en construir el campamento

de pioneros más grande del mundo, con

capacidad para 10.000 niños en periodo

de clases y 20.000 niños en verano. “En

el de los soviéticos, que era el mayor en-

tonces, solo había capacidad para 6.000

niños”, dice Ramírez.

La Ciudad de los Pioneros “José Mar-

tí” de Tarará significó un duro golpe

para el Movimiento. “El MICONS casi

no tenía fuerza de trabajo para hacer

una cosa así y se cogió a la gente de

las Microbrigadas, que fue lo que suce-

dió siempre y siempre fue un fallo. Ya

no era solamente el mercado, el círculo

infantil, el acueducto, el alcantarillado

o la planta de tratamiento de agua,

sino algo extra que nada tenía que ver

con Alamar. Y ahí hubo un problema.

A veces pasaban tres, cuatro, cinco me-

ses y el edificio no caminaba porque la

gente estaba trabajando en Tarará. Las

escuelas, el policlínico, el centro comer-

cial, todo eso se hacía con mucho entu-

siasmo porque las personas sabían que

era para ellas, pero Tarará era otra cosa.

Seguía habiendo el mismo espíritu del

principio, que durante muchos años no

se perdió, pero ya no era igual”.

Según el libro de Segre, para 1975

llegó a haber más de 30.000 obreros,

organizados en 1.150 microbrigadas.

Ese año, el Movimiento Popular para

la Liberación de Angola solicitó con ur-

gencia la cooperación militar de Cuba.

El 21 de agosto, tras un contacto en

Luanda ese mismo mes, el primer co-

mandante Díaz Argüelles regresó a

Angola como jefe de la Misión Militar

cubana. Se enviaron instructores, fusi-

les, cañones antitanque, uniformes, ali-

mento. El año próximo, hacia finales de

marzo, el número de efectivos cubanos

en tierra africana ascendía a 36.000.

“Lamentablemente”, dice Ramírez,

“Máximo quiso hacer una misión inter-

nacionalista y se fue para Angola. Por él

se quedó una compañera que, aunque

trabajó bien, no tenía su personalidad”.

A partir de ahí, las desgracias se fue-

ron acumulando. Ramírez las enumera

con el tono sombrío de quien repasa

las bajas sufridas en un combate. “Al

irse Máximo, yo perdí un poco de in-

terés y acabé yéndome también”, dice.

“Cuando yo me fui se quedó otro arqui-

tecto por mí, que trabajaba conmigo al

principio, y se cambió completamente

el proyecto urbanístico. Fue una por-

quería lo que se hizo. Los edificios te-

nían problemas. Las calles se hicieron

por detrás de los edificios, en vez de

ir por delante, como en cualquier lugar

del mundo. Tú vas caminando y lo que

ves son los patios, las tendederas. Ya

no se sembró una mata ni se hicieron

jardines. La urbanización es espantosa,

horrible. Empezaron a fallar los ma-

teriales y, por otra parte, cuando los

economistas se pusieron a calcular, la

cuenta no les daba”.

Los detractores de las Microbrigadas

se aferraron al argumento económico.

Varios años más tarde, en 1989, Fidel

recordaría: “Habíamos encontrado una

buena solución, pero no pararon en su

guerra para liquidarlas, en nombre del

marxismo-leninismo, eso es lo peor; en

nombre de los libros de texto y de las

teorías de los libros de economía”.

La debilidad del Movimiento –que,

según Coyula, para 1983 ya había

construido 100.000 viviendas en todo

el país– no dejó de crecer. Su muerte

parecía impostergable. No obstante, en

1986, como parte del Proceso de Recti-

ficación de Errores y Tendencias Nega-

tivas, fue revitalizado.

El microbrigadis-ta abandonaba su trabajo con

tal de construir viviendas para sus familias y compañeros

Prácticamente, hubo que empezar

desde cero. “[N]o tenía nada”, diría Fi-

del en 1989, “ni un camión, ni un yipi, ni

una concretera, hubo que hacerlo todo

nuevo; no tenía personal calificado, no

tenía profesionales universitarios, no te-

nía técnicos medios de la construcción”.

Al contrario de otros, Máximo sobre-

vivió a la guerra. Fidel lo llamó, habló

con él. La historia, en apariencia, se

repetía, y digo en apariencia porque no

fue igual y porque no todos la vivieron

igual. “Las Microbrigadas de los 80 no

se parecen en nada a las de los 70”,

dice Ramírez. “La gente ya no trabajaba

con el amor del principio”.

Lucía Mirurgia Alie, microbrigadista

de la nueva hornada, discrepa con él.

Page 25: Periodismo de Barrio

48 49

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

“Se trabajaba con entusiasmo”, dice.

“Cada obra se tomaba como lo que era:

una tarea política”.

En esta segunda etapa, el objetivo

no era construir viviendas en la peri-

feria, como en los 70 –Alamar, Altaha-

bana, San Agustín–, sino aprovechar la

infraestructura urbana existente. “Se

suponía que iban a realizarse proyectos

atípicos en parcelas que quedaban en

zonas consolidadas de la ciudad, lo cual

es una buenísima idea. Pero no fueron

tan atípicos, por la premura con que

se hizo todo”, dice la arquitecta Dania

González.

Por la misma época se crearon las

microbrigadas sociales, enfocadas prin-

cipalmente en la reparación de ciuda-

delas. Estas, a diferencia de las otras,

no estaban organizadas por centros de

trabajo, sino por lugares de residencia.

En 1987, Máximo le preguntó a Ra-

mírez si le interesaba hacer el proyecto

de un centro de exposiciones que Fidel

quería construir. Ramírez dijo que sí. De

este modo, se convirtió en el proyectis-

ta de Expocuba.

Ese mismo año, se creó el Contingen-

te “Blas Roca”, inspirado en las Micro-

brigadas. En junio, Mirurgia se incorporó

al Movimiento luego de haber tenido

su primer hijo. En septiembre, Fidel dio

a conocer en un discurso que ya había

alrededor de 18.000 microbrigadistas.

En febrero de 1989, entró en vigor

la Ley General de la Vivienda, no. 65.

Las microbrigadas, según el artículo 8,

podían estar subordinadas a los órga-

nos locales del Poder Popular y a una

entidad constructora decidida por el

Gobierno.

No solo se construyeron viviendas.

“Hicimos círculos infantiles, postas

médicas, mercados concentradores”,

dice Mirurgia. “Todas las obras de

choque que se realizaron en el país a

partir de la creación de las Microbriga-

das fueron acometidas por nosotros”.

En junio de 1989, solo en la capital

había ya 35.000 microbrigadistas. En

septiembre, las viviendas construidas

por el Movimiento –desde 1986– supe-

raban las 15.500 y se habían termina-

do más de 1.550 consultorios médicos,

111 círculos infantiles y 22 panaderías.

Hay que añadir, además, su presencia

en Expocuba, en las obras de los Pana-

mericanos, y la realización de escuelas,

terminales de ómnibus, policlínicos.

En noviembre de 1989, cuando mi-

les de cubanos se afanaban en levantar

paredes, los berlineses echaron abajo el

Muro que separaba Alemania. Las con-

secuencias fueron devastadoras para

Cuba. En 1992, Fidel decía: “Sí, sufrimos

enormemente por todos los programas

que hemos tenido que reducir muchísi-

mo, sufrimos enormemente por todas

las cosas que nos proponíamos hacer,

sobre todo para el bienestar directo de la

población, como los programas de vi-

viendas, que no podemos mantenerlos

en este momento”.

Muchos obreros de la construcción, in-

cluidos los microbrigadistas, terminaron

en la agricultura o en “otros frentes”. “En

temporada ciclónica”, dice Mirurgia, “a

nosotros incluso nos cogían para hacer

el trabajo de Comunales”.

En el Periodo Especial, un porcien-

to considerable de los edificios que se

habían empezado a construir se detu-

vieron y muchos centros de trabajo re-

tiraron a sus microbrigadistas, aun en

contra de la dirección del Movimiento.

Mirurgia, que durante más de 25 años

fue secretaria del Buró Sindical a nivel

de Base en el Movimiento de Micro-

brigadas, explica: “En 2006 o 2008, no

recuerdo bien, nos propusimos volver

a levantar las Microbrigadas para te-

ner fuerza de trabajo y poder terminar

los edificios que se habían quedado en

cimentación, primera, segunda y terce-

ra plantas. Citamos a los directores, al

sindicato y al PCC de los centros que

habían retirado a sus fuerzas, para ver

si no querían las posiciones que les ha-

bía otorgado el Movimiento y dárselas

entonces a otros centros a fin de traer

fuerza nueva”.

A propósito de los edificios que

demoran cuatro, siete, diez y hasta

veinte años en construirse, Dania

González, autora del libro Economía y

calidad en la vivienda. Un enfoque cubano

(1997), dice: “Esos muros, esos cerra-

mentos, expuestos a la intemperie, a

la lluvia y todo lo demás, están ab-

sorbiendo y acumulando en su masa

la humedad. Cuando se termina al

cabo de los años, el edificio nace con

un cáncer”. La Habana –tan llena de

edificios viejos roídos por la metás-

tasis y de edificios nuevos que nacie-

ron enfermos– es un enorme salón

de oncología.

Por motivos de salud, Fidel delegó en

Raúl Castro la dirección del país el 31

de julio de 2006, y en febrero de 2008,

“En el Periodo Especial, un

porciento con-siderable de los edificios que se habían empeza-

do a construir se detuvieron

microbrigadas

Enero, 2016

por las mismas razones, renunció a la

presidencia de Cuba. El 24 de ese mes,

en la VII Legislatura de la Asamblea

Nacional del Poder Popular, Raúl fue

elegido presidente de los Consejos de

Estado y de Ministros.

El sexto Congreso del Partido Co-

munista de Cuba aprobó en abril de

2011 los Lineamientos de la Políti-

ca Económica y Social del Partido y

la Revolución. El 21 de septiembre, la

sección “Acuse de recibo” de Juventud

Rebelde dio a conocer las funciones

del Grupo Empresarial Constructor de

la Administración Local de La Habana

(GECAL), una “nueva estructura que

asume la actividad constructiva del

Poder Popular” y que surgió “a par-

tir de la fusión de las antes llamadas

micros sociales, el Movimiento de Mi-

crobrigadas y varios contingentes, con

vistas a imprimirles a esas fuerzas un

diseño empresarial”.

La fusión que dio origen a GECAL,

entidad a la que se subordinan varias

empresas, fue el tiro de gracia a las

Microbrigadas, pero no implicó que

desaparecieran los microbrigadistas.

Aquí había un problema. En la nueva

estructura, los microbrigadistas son un

lastre, algo que sobra, que está pero no

debería. No son, estrictamente, obre-

ros de la construcción, sino personas

que construyen para obtener una casa,

hasta que la obtengan. “Somos como

un niño de teta al que soltaron y nadie

quiere cargar. Como un hijo adoptivo”,

dice Mirurgia. En GECAL, esa suerte de

hospicio, se rehusaron a concedernos

una entrevista.

La deuda contraída con los microbri-

gadistas se ha ido saldando paulatina-

mente. Sin embargo, aún quedan per-

sonas como Jorge Dinza, Carlos Rojas y

Diana Diago, quienes siguen esperan-

do por su vivienda.

El 28 de junio de 2014, bajo el título

“Cumplieron, y…”, la sección “Acuse de re-

cibo” de Juventud Rebelde exponía el caso

de esos tres microbrigadistas, junto con

el de Lucía Mirurgia. El artículo termi-

naba diciendo: “¿Cuánta más atención

se debe prestar a casos excepcionales

como estos, cuánta delicadeza para

pulsar una solución más cercana a lo

que esperan quienes entregaron tan-

to? Lucía, sin muchas alternativas, y

En enero de 2014, a Mirurgia le asignaron una vivienda en 33 y 44, municipio Playa, pero todavía no la ha ocupado.

f o t o : t o m á s e r n e s t o p é r e z

Page 26: Periodismo de Barrio

50

Jorge Dinza, Carlos Rojas y Diana Dia-

go, sin una vivienda: ese no debía ser el

tratamiento”.

En enero de 2014, a Mirurgia le

asignaron una vivienda en 33 y 44,

municipio Playa, pero todavía no la

ha ocupado. El apartamento no cum-

ple sus expectativas. Primero, porque

tiene solo dos cuartos, insuficientes para

un núcleo de siete personas. Segundo,

porque las condiciones constructivas

son pésimas: problemas de plome-

ría, ventanas de aluminio pandeadas,

instalación eléctrica deficiente, piso

con desnivel. Ante la falta de alterna-

tivas, está dispuesta a aceptar los dos

cuartos, aunque se niega a asumir la

reparación que demanda el aparta-

mento. No ocuparlo es su manera de

presionar para que el Contingente 26

de Julio, a cargo de la construcción del

edificio, realice el trabajo.

“No me parece que, después de

tantos años, deba meterme en un

apartamento donde es necesario se-

guir construyendo, cuando yo, que no

soy constructora, lo que he hecho toda

mi vida es construir”, dice. “Además, yo

no tengo los materiales ni la capacidad

económica que requieren esos materia-

les, ni dinero para pagarles a un albañil,

a un electricista, a un plomero”.

Las imperfecciones no son exclusivas

de su apartamento. El edificio com-

pleto –un ala más que otra– es una

obra maestra de la chapucería. Virgilio

Eduardo Jiménez trabajó en su cons-

trucción desde el comienzo, en 2004,

hasta que se terminó, en 2014. “La falta

de organización influyó muchísimo. La

despreocupación. Cuando hay que ter-

minar en dos días una cosa que real-

mente se lleva una semana caemos en

la falta de control de la calidad”, dice.

“Por otro lado, nunca entendí por qué

trajeron brigadas cuentapropistas a tra-

bajar aquí”.

Virgilio, que vive en el edificio, tampo-

co entiende por qué la mayoría de los

tanques de agua eran de uso, ni el hecho

de que a solo un mes de haber ocupado

su vivienda la humedad tiñera las pare-

des. En una esquina de la azotea nunca

pusieron la manta impermeabilizante. El

techo del apartamento que está debajo,

salpicado de grietas y manchas verdes,

parece el mapa de un país ignoto.

Allí, todos se encuentran a la espe-

ra de que el Contingente 26 de Julio, o

quien sea, solucione al menos una par-

te de los problemas. Por las fechas en

que venía el Papa –no faltaba más– sí

se encargaron de pintar el edificio.

“Mi centro de trabajo ya no tiene res-

paldo para pagarme, porque mi con-

dición de microbrigadista desapareció

en el momento en que me ‘dieron’ una

vivienda”, dice Mirurgia, que aparece en

la plantilla de la Dirección Provincial de

Bufetes Colectivos, pero trabaja en la

UEB no. 2, subordinada a la Empresa

Provincial de Construcción de Vivien-

das Contingente 26 de Julio. “Cuando

me reincorpore, la guerra para que me

reparen aquello será peor”.

“Si le asignaron una vivienda y no

la ha ocupado, es porque en realidad

no la necesita”, dice Antonia Céspe-

des, vecina del edificio. Mirurgia, que

vive en Guanabacoa, en una casita

con techo de tejas y algunas paredes

interiores de madera, opina que, ante

todo, uno debe respetarse. “Yo estuve

muchísimos años en las Microbrigadas

para mejorar, no para meterme en una

vivienda donde tengo que seguir des-

gastándome”, dice. “Bastante sacrifiqué

a mi familia, mi capacitación, mi salud,

para irme al final con la de trapo. Si he

vivido casi 40 años en malas condicio-

nes, ¿no puedo esperar 40 o 41? ¿Cuál

es la diferencia?”.

Un defecto que se les acostumbra

señalar a las Microbrigadas es que los

microbrigadistas, cuando empezaban,

no sabían construir. Al cabo del tiem-

po, cuando por fin habían aprendido

un poco, recibían su vivienda y aban-

donaban el Movimiento. “Fue siempre

un proceso de aprendizaje”, dice Dania

González.

Otro problema, según Coyula, “era

que las viviendas construidas no con-

tribuían a resolver el problema del de-

terioro y pérdida del fondo, sino el de

la cohabitación”. Las microbrigadas so-

ciales, encargadas de restaurar, jamás

tuvieron la fuerza del Movimiento.

En “Lo feo es como un cáncer”, el

narrador y guionista de cine Arturo

Arango escribe: “Lo único más feo que

un edificio de microbrigadas son dos

o tres edificios de microbrigadas”. De

acuerdo con Dania González, no había

argumentos de peso para desdeñar

la estética. “La rapidez no puede ser la

justificación para hacer las cosas mal”,

dice. “En mi opinión, en Cuba le hemos

dado poca importancia a la arquitectu-

ra. Se habla de cifras, de metas, y la vi-

vienda es cuatro paredes y un techo. Se

ha tratado de minimizar la importancia

“Dentro de unos

20 años, los edifi-cios construidos en la década del 70 estarán lle-gando al fin de

su vida útil”

microbrigadas

Enero, 2016

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

del proyecto, que es donde se gana la

batalla, porque pensar cuesta menos

que los recursos materiales que se vier-

ten en la construcción. La única mane-

ra de hacer algo que cueste lo menos

posible y con la mayor calidad posible

es pensando, y ese es el proceso de di-

seño. El proyecto cuesta apenas el 10

por ciento de la ejecución de una obra”.

Dentro de unos 20 años, los edificios

construidos en la década del 70 esta-

rán llegando al fin de su vida útil. Dania

González asegura que un edificio de

hormigón armado tiene una vida útil

que oscila entre 60 y 100 años, pero ya

a los 60 está arribando al límite. “Los

edificios de microbrigada, aunque sean

de bloques, tienen el entrepiso de hor-

migón armado”, explica. “Lo primero

que colapsan son las instalaciones hi-

dráulicas, sanitarias, que se empotran

dentro de la masa de la construcción.

Está científicamente demostrado que

duran 25 años. Sin embargo, como no

se les da el mantenimiento requerido

y no se reparan a tiempo, comienzan a

filtrarse, el agua se esparce por la losa

de hormigón armado y oxida el acero,

se explota la losa, el acero se separa del

hormigón y se destruye el material”.

Su larga experiencia como microbri-

gadista despierta en Mirurgia emociones

contradictorias. “Las Microbrigadas me

han lacerado la vida”, dice. “Todas las

patologías que tengo hoy –bursitis, os-

teocondritis, hernia umbilical, problemas

circulatorios– se las debo al Movimien-

to”. Sin embargo, esta mujer adolorida

también encuentra motivos para decir:

“Nosotros recordamos con nostalgia la

historia de las Microbrigadas. Quedamos

poquitos, pero a veces nos ponemos a

recordar y decimos: ‘¿Te acuerdas? Esto

no se parece en nada a aquello’”.

En enero de 2016, luego de 29 años

en la construcción, Mirurgia se reincor-

porará a su centro de trabajo.

Page 27: Periodismo de Barrio

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EscombrosNo botar. Reciclar

por elaine díaz

Page 28: Periodismo de Barrio

54 55

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Las Minas es un pequeño pue-

blo del municipio Guanabacoa.

Hasta allá se llega en la 464,

que va desde el Parque de

Guanabacoa hasta el paradero de Gua-

nabo, en Habana del Este. Como todos

los pueblos pequeños tiene un parque,

una escuela, una farmacia, una bo-

dega, una tienda de ropa en moneda

nacional, el consultorio médico, algu-

nos pequeñísimos negocios, una iglesia

y la vida lenta de los sitios remotos. Tie-

ne, también, una cantera de producción

de áridos a un kilómetro del centro del

pueblo. Alguien me dice que la cantera

se agotó, que todo está parado, que se

quedó sin piedra. Por eso estoy yendo

a Las Minas.

Pierdo de vista los sitios donde abun-

dan las viviendas, cruzo la línea del tren,

y llego hasta la caseta vetusta donde

hay un hombre y un perro. Al hombre,

con una gorra de custodio, le pregun-

to por la cantera. Al perro, que parece

hambriento, le echo unos mendrugos

de pan que acabo de comprar.

“Aquí no se ha agotado ninguna

cantera”, dice Gaspar Reyes. “Estás

hablando con el molinero y hay pie-

dra para moler por lo menos durante

20 años”. Trabaja aquí desde 2002,

pero tiene entendido que la cantera

se explota desde 1941, quizás 1942.

“Nosotros teníamos una producción de

120 m³ diarios de rajón, de áridos,

de polvo de piedra que iban para dis-

tintos organismos, para Berroa, para

la fábrica de losas, para Güines, Pinar

del Río”.

Y cuando dice nosotros se refiere a

otros doce trabajadores que actual-

mente están reubicados en diferentes

canteras. Algunos por Arango; otros en

San José de las Lajas. Él se quedó cui-

dando los motores de la planta que se

guardan en la caseta vetusta. Y así ha

estado durante dos años: “día por día,

hasta los domingos, desde las seis de la

mañana hasta las seis de la tarde”.

La cantera se paró el 5 de noviem-

bre de 2013 por falta de equipos y

para darle mantenimiento a la planta.

El mantenimiento se le dio, pero los

equipos nunca llegaron. Un rompepie-

dra, un cargador y un camión es todo

lo que se necesita para arrancar, según

Gaspar. Le dijeron que a principios de

2016 empezaban a producir de nuevo.

En enero. O en febrero.

Cuando pregunto que quién, respon-

de que “la gente del gobierno de Gua-

nabacoa, que incluso quieren moler un

poco de los escombros de La Habana

Vieja acá cuando arranquemos”.

Guanabacoa cuenta con más de 56

millones de metros cúbicos de mate-

rias minerales para la producción de

áridos o agregados –piedra y arena–,

de acuerdo con un estudio presentado

en 2013 en el Congreso Cubano de

Geología. Pero la producción en los ya-

cimientos que se explotan actualmente

responde a intereses empresariales, y

su aprovechamiento por parte del go-

bierno municipal es limitado. En otros

casos, los yacimientos se encuentran

abandonados.

A la cantera de Gaspar, llamémosle

la cantera de Gaspar, le quedan algu-

nos años más de explotación. Aun así,

va a morir. Un día, en diez, o quince,

o veinte años, se preguntará cómo la

vida le arrebató aquellas montañas de

piedra que parecían infinitas. Pero no lo

son. Se agotan. Las canteras de áridos

naturales no duran para siempre.

* * *

Un estudio publicado en la

revista Minería y Geología

en marzo de 2014 identifi-

có 377 canteras de materia-

les para la construcción existentes en

la provincia de Matanzas. De estas,

250 estaban abandonadas. “Por cada

escombros

Enero, 2016

“Se agotan.

Las canteras de áridos naturales no duran para

siempre”

Gaspar trabaja aquí desde 2002.

f o t o : e l a i n e d í a z

cantera que se explota, existen dos

abandonadas, sin que se hayan rea-

lizado en ellas acciones de rehabilita-

ción”, coinciden los autores, Reinaldo

Fuentes y Arlene Hernández, ambos

especialistas de la Empresa de Inves-

tigaciones, Proyectos e Ingeniería de

Matanzas.

Generalmente, los límites de ex-

plotación responden a factores tales

como la dureza de la roca, las posibi-

lidades tecnológicas de explotación, la

demanda del material; pero no toman

en cuenta indicadores geológicos y

medioambientales como la contamina-

ción atmosférica por partículas sólidas

de polvo, la creación de escombreras,

la destrucción de la flora autóctona del

área y la eliminación del hábitat de al-

gunas especies.

En el 17 por ciento de los casos anali-

zados por Fuentes y Hernández afloraba

agua subterránea. Esto significa que los

niveles de fondo de la cantera llegaban

a profundidades más allá de los límites y

regulaciones permisibles y dejaban vías

abiertas que podían conectar las aguas

subterráneas con residuos de materia

orgánica en descomposición ocasiona-

dos por el vertimiento de desechos.

Las canteras que se encuentran en

explotación tampoco ofrecen un pano-

rama alentador.

En diciembre de 2014, la Comisión

permanente de Industria, Construcción

y Energía de la Asamblea Nacional del

Poder Popular presentó en su periodo

de sesiones los resultados de una visita a

diez canteras ubicadas en seis provincias.

En ese momento, El Purio, en Villa

Clara, tenía una capacidad tecnoló-

gica de 38.400 m³ al mes, pero

solo contaba con una línea de pro-

ducción con capacidad real de 30.775 m³.

En Los Guaos, Santiago de Cuba, los

molinos recibidos habían llegado con

la documentación incompleta para el

montaje y la manipulación de la tec-

nología y los operarios se quejaban de

que para su compra no se tuvieron en

cuenta los criterios de la empresa y las

características del mineral.

“La tecnología sueca se comporta

bien en el procesamiento de la materia

Page 29: Periodismo de Barrio

56 57

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

prima”, cita el informe divulgado, “pero

la China parece más débil y sufre mayor

desgaste en sus accesorios por la dure-

za del mineral de dicha cantera”.

El plan de producción de El Cacao,

en Granma, también se había afecta-

do debido a la falta de equipos y en

Luis Raposo, de Guantánamo, los que

habían se encontraban en mal estado.

La cantera de Coliseo, en Matanzas, su-

fría por las constantes afectaciones de

la energía eléctrica. “Había una plan-

ta de tecnología china adquirida hace

tres años que estaba paralizada por

falta del banco de transformadores; a

la misma se le quitó el molino auxiliar

y se colocó en la línea que actualmente

funciona”. En la arenera de Guáimaro,

Camagüey, el proceso de carga demo-

raba pues contaban con un solo car-

gador.

Algunas de las reservas de áridos

que abastecían a la capital se han

agotado. La Habana, debido a su de-

manda y al propio crecimiento de la

ciudad, actualmente trae áridos de Pi-

nar del Río, Cienfuegos, Matanzas. Sin

embargo, este debería ser un material

de uso local con bajos costos de trans-

portación.

* * *

Los áridos son recursos natu-

rales finitos. Y si no sale en

las noticias, como debiera, es

porque no se entiende de ma-

nera dramática. Pongámoslo así: cada

vez que se sobreexplota un yacimiento

se aparta más la solución al déficit de

viviendas que enfrenta nuestro país. Se

escombros

Enero, 2016

alarga también el tiempo de espera

de las personas ubicadas en las co-

munidades de tránsito –eufemismo

que se usa para denominar a los al-

bergues.

Mientras las regulaciones estata-

les intentan incentivar la construcción

por esfuerzo propio, y se amplían los

sitios de comercialización de materiales

–conocidos popularmente como Ras-

tros–, los áridos necesarios no lle-

gan. Desaparecen, conquistan precios

astronómicos en el mercado negro, son

vendidos a individuos de dudosa pro-

cedencia que siempre ocupan los pri-

meros lugares en las colas.

Más de una docena de investiga-

ciones realizadas en la Facultad de

Ingeniería Civil de la CUJAE proponen

producir morteros de albañilería –co-

nocidos como mezcla–para su empleo

en la construcción y reparación de vi-

viendas en Cuba a partir del uso de ári-

dos reciclados procedentes de residuos

de construcción y demolición. Además,

se emplearía la escoria blanca como

filler en sustitución del hidrato de cal.

El filler es un material fino que ocupa

los huecos dejados por las partículas

de arena. La norma cubana fija como

aglomerante el hidrato de cal para me-

jorar las propiedades del mortero, pero

debido a su difícil acceso se comenzó a

usar un filler calizo –recebo–. La escoria,

además de usarse como sustituto del

hidrato de cal y del recebo, tiene po-

der aglomerante y permite equilibrar la

pérdida de las propiedades del mortero

provocadas por el uso de áridos reci-

clados.

* * *

En La Habana se vierten anual-

mente más de 6 millones de

metros cúbicos de residuos

sólidos, dice el Anuario Esta-

dístico de Cuba de 2014. Dieciséis mil

cuatrocientos metros cúbicos de basura

por día. A nivel individual parece me-

nos. Tres metros cúbicos por persona.

Cuba carece de una política integral

de reciclaje que incluya la fase inicial

del proceso y que requiere de fuertes

inversiones. Una política que tome en

cuenta, por ejemplo, la clasificación por

parte de los usuarios e implemente un

sistema de recolección selectiva.

Mientras tanto, está la Unión de Em-

presas de Recuperación de Materias

Primas. Están las cooperativas aprobadas

para recobrar materiales desechables.

Están los “recuperadores”, cuentapro-

pistas que pagan impuestos y a los

que antes –sin impuestos ni licencias

mediante– denominábamos simple-

mente “buzos”. Están los proyectos

para extraer biogás. Pero generalmente

se echa la poda por aquí, la cosa con

peste por este otro sitio, tierra encima y

vengan los 16.421 m³ del día siguiente.

Una parte de los residuos sólidos

urbanos está compuesta por escom-

bros. La Habana genera 1.174 m³ de

residuos de construcción y demolición

(RCD) a diario. 428.510 m³ por año, re-

fieren varias investigaciones realizadas

en la Facultad de Ingeniería Civil de la

CUJAE a partir de cálculos de las ofici-

nas de Comunales municipales.

Los RCD provienen generalmente de

derrumbes y demoliciones. Los prime-

ros son impredecibles; los segundos,

programados. Los primeros son obra

de la mala fortuna, de la desidia, de la

irresponsabilidad, de la falta de man-

tenimiento, del sol del día siguiente –así

le llaman cuando le sigue a una lluvia

intensa–; los segundos, de la mano del

hombre, alentados por la desidia, la irres-

ponsabilidad, la falta de mantenimiento,

el sol del día siguiente o, en el menos

dramático de los casos, de las nuevas

inversiones, de las reparaciones. Los RCD

van a parar al vertedero casi siempre.

La Habana Vieja y Regla lideran las

estadísticas de producción de RCD,

cada municipio a su manera. El pri-

mero genera alrededor de 45.000 m³

anualmente; el segundo, menos de

10.000 m³. Al resto de los municipios los

podemos ubicar en ese rango que va

desde “menos grave que la Habana

Vieja” hasta “peor que Regla”.

Diez de Octubre, por ejemplo, ocupa

el segundo lugar, con aproximadamen-

te 40.000 m³.

Una parte de los residuos sólidos urbanos está compuesta por escombros.

f o t o : e l a i n e d í a z

Page 30: Periodismo de Barrio

58 59

periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

Bajando desde Acosta hasta la Es-

quina de Tejas, por la calzada de Diez

de Octubre, uno se topa con 70 lato-

nes de basura. Nunca están solos, esa

sería una broma cruel para los usua-

rios del servicio. Casi siempre hacen

dúos, o tríos, y escasamente aparecen

de a cuatro. Tienen cicatrices: las de la

gente, que los vuelca, los raja, los pin-

ta. Hay quien los marca. Los del Cerro

dicen el nombre del municipio. Los de

Diez de Octubre, el de la zona. Algunos

están atrofiados. Carecen de ruedas,

de tapas.

En los contenedores, no obstante,

no se deben depositar los escombros:

se tiran fuera, bordeándolos. Cuando

llueve, el agua los arrastra, los empu-

ja a los tragantes, y terminan tupién-

dolos. A veces, los escombros pasan

a formar parte del paisaje urbano.

Hay barrios que tienen escombros

tras derrumbes ocurridos hace más

de una década, como en Zapotes y

Durege, Diez de Octubre, o en la cir-

cunscripción 19 de Los Sitios, Centro

Habana.

Está, además, la escoria, que no

procede de un derrumbe o una de-

molición, ni tampoco es basura co-

mún. Se puede encontrar escoria al

por mayor en las inmediaciones de

la Industria Siderúrgica José Martí,

en el Cotorro. Una pasa frente a las

montañas de polvo negro y blanco y

piensa “que se vaya la escoria, que se

vaya la escoria”. Pero no se va. La in-

dustria de acero ya no sabe qué va

a hacer con los molestos desechos.

La producción anual en 2014 fue de

62.327 toneladas de barras de acero

y 113.106 toneladas de palanqui-

llas de acero según el Anuario Esta-

dístico del Cotorro de ese año. Unos

130 kg de escoria negra y 25 kg de es-

coria blanca se generan por cada tone-

lada de acero producida.

* * *—Cuando los escombros y la basura se

mezclan ya no sirven los escombros.

Se contaminan. Para reutilizarlos ha-

bría que eliminar la contaminación. Ese

proceso sería muy costoso y, por tanto,

inviable. Dejarían de ser competitivos.

Si no se mezclan con la basura común,

si el latón no se llena y la gente no tira

residuos encima de los escombros, qui-

zás se pudieran recoger los RCD que

hay en las esquinas. Nosotros siempre

tratamos de enfocar la recogida de es-

combros como un negocio. Para que

funcione, vemos dos escenarios. El pri-

mero es cobrar por el servicio –alguien

viene a tu casa a buscar el residuo y

pagas solo los gastos de transporte,

bien barato–. La otra opción es dar el

servicio gratis, lo que dispararía la de-

manda. La ganancia, en ese caso, esta-

ría netamente en la producción de los

áridos reciclados.

Iván Martínez es graduado de Inge-

niería Civil desde 2009. Trabajó durante

cinco años en el Departamento de Ma-

teriales de la Construcción de la CUJAE

y actualmente realiza su maestría en

Ingeniería Ambiental en la Universidad

Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuando dice “nosotros”, se refiere a

los profesores de su departamento,

a los tesistas que han seguido esta

línea de investigación durante los últi-

mos diez años, en resumen, a más de

una docena de ingenieros civiles.

—¿Y cómo se hacen esos morteros de

albañilería a partir del uso de áridos re-

ciclados? Cuéntamelo de manera visual,

como si fuera una receta de cocina.

Iván me dice rotundamente que no,

que los morteros de albañilería reali-

zados con áridos naturales –conocidos

como ‘mezcla’– no se pueden con-

tar como si fuera una receta de coci-

na porque “no lo son”, que “cada caso

tiene sus particularidades dentro del

procedimiento general” y me envía un

documento de diez páginas: la Norma

Cubana con las especificaciones para

la fabricación de morteros de albañi-

lería.

“En el caso del uso de áridos recicla-

dos, cambiarían las dosificaciones, pero

se mantienen los requisitos a cumplir”,

especifica.

—Cada caso de aplicación de mor-

tero puede ser diferente, como mismo

existen varias formas de hacer el pollo,

por ejemplo. No haces nada ponien-

do una receta, debes publicar un libro.

Pero, a diferencia del pollo, con la re-

ceta del mortero es posible que hagas

algo mal, pues es una labor para es-

pecialistas.

escombros

Enero, 2016

La cocina está definitivamente infra-

valorada.

Iván me indica que mire la página

cinco de la norma cubana, dice que ahí

podría estar la receta que quiero. Hay

cinco tipos de morteros y tres tipos de

cemento en el documento, lo que da-

ría un total de 15 “recetas de pollo”.

—Muchos de los que construyen en

Cuba nunca han leído la norma, ni sa-

ben que existe. En la calle, un morte-

ro se hace con una parte de cemento

y tres de arena. A veces, por la mala

calidad del árido, le añaden otra parte

de recebo. El hormigón es más de lo

mismo, una parte de cemento, dos de

arena y tres de piedra. Listo.

Lo anterior sería como el pollo hervi-

do. Tirado al agua sin sazón, sin cuida-

do, sin quitar la piel que sube el coles-

terol, sin sal.

El American Concrete Institute defi-

ne nueve pasos a seguir para obtener

una dosificación de concreto donde

se incluye el tamaño máximo del ári-

do grueso, el asentamiento, la relación

agua/cemento, la absorción y hume-

dad de los áridos gruesos y finos, entre

otros indicadores.

—Los hormigones que se hacen en

la calle no tienen en cuenta ninguno

de esos aspectos. Muchos de los que se

hacen en las plantas de hormigón estata-

les tampoco. ¿Cómo se hace una placa

de hormigón? Cargando cubos, du-

rante seis horas, bajo el sol del Caribe

que seca el hormigón, que lo calienta

y acelera el fraguado del cemento, que

Estamos botando cosas

para los basureros

que podrían servir para

hacer materiales

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periodismo de barrio no.3 www.periodismodebarrio.org

escombros

Enero, 2016

es el proceso que provoca el endureci-

miento del hormigón. Luego la placa se

filtra, queda pandeada. Por eso existen

las grúas, por eso existen las bombas

de hormigón, pero solo se usan en las

obras estatales. La gente común debe

mezclar el hormigón a mano y subirlo

con cubos. El pollo que yo hago leyen-

do una receta seguramente va a quedar

malo, pero me lo como en diez minutos

y listo. La placa que construyas leyendo

una receta de hormigón también va a

quedar mal. Así puede estar lo mismo

una semana que 40 años.

* * *

En Lagueruela, entre Avellane-

da y Gelabert, Diez de Octu-

bre, hay un cartel escrito con

letra de molde verde junto a

dos latones de basura: “Recogida de es-

combros a domicilio”. Y a continuación

lista tres teléfonos. Todos pertenecen a

distintos departamentos de Comunales

en el municipio.

Miguel Ángel Moré, vicedirector co-

mercial de Comunales, explica que el

proyecto comenzó en agosto de 2015

y actualmente tienen asignados cuatro

ampiroles, de los 23 con que cuenta el

municipio. Cada uno tiene capacidad

para 15 m³ y la tarifa es de $17.50 por

cada metro cúbico. “Si se llena comple-

to, lo máximo que paga un cliente es

$262.50”, dice. Se sitúan los lunes y los

jueves en las residencias de los clientes

luego de hacer los contratos y se dejan

durante 72 horas.

“En realidad se necesitan más ampiro-

les, ojalá tuviera seis o siete”, dice Miguel

Ángel. “También hay un solo camión es-

pecializado, que es el que los pone y los

quita de los lugares designados”.

Cuando hay un brote de cólera o den-

gue, se retiran los ampiroles dedicados

a este servicio. “Y hemos tenido como

cuatro brotes desde agosto”.

Los residuos de construcción y de-

molición recogidos generalmente van

a parar al vertedero de 100, conoci-

do como El Bote. Pero desde hace

algunos meses, un grupo de cuen-

tapropistas trabaja en el reciclaje de

escombros en el municipio. “Nosotros

les llevamos el camión, ellos muelen

los escombros y venden el polvo de

piedra al Ministerio de Comercio Inte-

rior, que a su vez lo pone en los Ras-

tros”.

Hasta la fecha, se han realizado alre-

dedor de 25 contratos.

* * *

Lo llaman el Batchingplan, pero

es oficialmente la Planta de

Hormigón de la Oficina del

Historiador. Está en Fábrica

y Línea de Ferrocarril. Ha produci-

do los áridos reciclados que se han

empleado en más de 80 obras del

Centro Histórico: Amargura 56, Café

A veces, los escombros pasan a formar parte del paisaje ur-bano.

f o t o : e l a i n e d í a z

participan en los proyectos de reha-

bilitación de la Habana Vieja. Reduc-

ción de la dependencia a la industria

nacional entre un 15 y un 20 por

ciento. La Habana Vieja, no obstante,

representa lo posible. Ese intento de

articulación armoniosa entre acade-

mia, gobiernos locales, cooperación

internacional e industria para intentar

responder a las demandas de un mu-

nicipio con un fondo habitacional que

olvidó su fecha de caducidad y con

sobrepeso de historia.

Pero no es suficiente. Todavía.

Habana, Parque Cristo, Muralla 408,

Palacio del Segundo Cabo, Sarrá 19,

las redes eléctricas soterradas, entre

otras.

El proyecto comenzó en 2005, como

parte de un acuerdo con el gobierno

vasco, dice Amaury Sosa Gutiérrez, in-

geniero civil y especialista en la Plan-

ta de Hormigón. En 2006, se usaba

menos del siete por ciento de áridos

reciclados en las obras y en 2013 se

aumentó al 42 por ciento. Entre 2009

y 2010 se amplió la inversión para

el reciclaje de RCD, se construyeron

nuevos laboratorios y una fábrica de

bloques que actualmente produce 500

unidades diarias.

“En 2013 se introdujo la línea de re-

ciclaje de escoria negra resultante del

proceso de producción del acero en

Antillana Siderúrgica José Martí. Esta

la empleamos como filler y como árido

en la confección de bloques”, añade

Amaury.

Treinta y seis puestos de trabajo

creados. Alrededor del 10 por ciento

de la fuerza laboral son mujeres. Es-

cuelas de taller y escuelas de oficios

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