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L as Perseidas fueron durante la década de los años 90 del pasado siglo una de las lluvias de meteoros más emocio- nantes y dinámicas con máximos de 400 meteoros por hora en 1991 y 1992 por estar reciente el paso cerca de la Tierra del cometa Swift- Tuttle, responsable de esta lluvia. Después la actividad decreció hasta mante- nerse en los 100-120 meteoros por hora que se vienen observando los últi- mos años. Estas fugaces serian las que podríamos ver si fuéramos capaces de ver todo el cielo, pero como no tenemos ojos de camaleón y además, existen otros impedimentos como luces, arboles, montañas, etc. que nos privan de gran parte del cielo tendremos que conformarnos con ver bastantes menos de estos 100. La actividad de un lluvia se basa en predicciones que hacen diferentes organismos y algunas veces estas previsiones no suelen ser exactas ya que entran en juego muchos factores. Según la IMO (International Meteor Organi- zation), las Perseidas podremos verlas desde el 17 de Julio hasta el 24 de agosto, siendo el máximo previsto el día 12 de agosto entre las 2 y las 4 y media de la tarde, por lo que el mejor momento para observarlas será unas horas después, durante la noche del 12 de agosto, domingo al 13, lunes. Gracias a que la Luna estará en fase menguante su luz no nos molestará demasiado. No quiere decir que fuera de este intervalo de tiempo no veamos estrellas fugaces, si no que entre esas horas se espera que se vean más. Desde que se ponga el Sol y el cielo gane en oscuridad, ya se verán meteoros. Incluso la noche anterior también podremos disfrutar de alguna fugaz. Para observar estrellas fugaces, lo mejor es ir a un lugar alejado de las ciudades o pueblos que suelen estar muy iluminados y colocarnos de tal manera que podamos ver la mayor porción de cielo. Puede ser una buena solución colocarnos tumbados en el suelo, y a simple vista, sin ayuda de ningún instrumento mirar hacia arriba. Esa noche también podremos observar al planeta Júpiter mirando hacia el sureste entre las constelaciones de Piscis y Acuario. Esta lluvia tiene su origen en el cometa Swift- Tuttle, que tarda poco más de 133 años en dar una vuelta alrededor del Sol y cuya última aparición en nues- tros cielos fue en 1992. Como dato curioso podemos decir que este cometa es potencialmente peligroso para la Tierra ya que según los últimos cálculos que se han realizado, hacia el 15 de septiembre del año 4479 se acercará peligrosamente a nuestro planeta auqnue con una escasa probabilidad de impacto de 1x10 -6 . Con un núcleo de unos 26 kilómetros de diámetro su choque generaría una potencia explosiva 27 veces superior al impacto que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Por suerte, antes, en el 2126 podre- mos verlo como un gran cometa en el cielo mostrándose- nos en toda su plenitud tal y como lo hizo hace unos años el Hale-Bopp. perseidas 2 0 1 2

Perseidas 2012

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L as Perseidas fueron durante la década de los años 90 del pasado siglo una de las lluvias de meteoros más emocio-nantes y dinámicas con máximos de 400 meteoros por hora

en 1991 y 1992 por estar reciente el paso cerca de la Tierra del cometa Swift-Tuttle, responsable de esta lluvia. Después la actividad decreció hasta mante-nerse en los 100-120 meteoros por hora que se vienen observando los últi-mos años. Estas fugaces serian las que podríamos ver si fuéramos capaces de ver todo el cielo, pero como no tenemos ojos de camaleón y además, existen otros impedimentos como luces, arboles, montañas, etc. que nos privan de gran parte del cielo tendremos que conformarnos con ver bastantes menos de estos 100. La actividad de un lluvia se basa en predicciones que hacen diferentes organismos y algunas veces estas previsiones no suelen ser exactas ya que entran en juego muchos factores. Según la IMO (International Meteor Organi-zation), las Perseidas podremos verlas desde el 17 de Julio hasta el 24 de agosto, siendo el máximo previsto el día 12 de agosto entre las 2 y las 4 y media de la tarde, por lo que el mejor momento para observarlas será unas horas después, durante la noche del 12 de agosto, domingo al 13, lunes. Gracias a que la Luna estará en fase menguante su luz no nos molestará demasiado. No quiere decir que fuera de este intervalo de tiempo no veamos estrellas fugaces, si no que entre esas horas se espera que se vean más. Desde que se ponga el Sol y el cielo gane en oscuridad, ya se verán meteoros. Incluso la noche anterior también podremos disfrutar de alguna fugaz. Para observar estrellas fugaces, lo mejor es ir a un lugar alejado de las ciudades o pueblos que suelen estar muy iluminados y colocarnos de tal manera que podamos ver la mayor porción de cielo. Puede ser una buena solución colocarnos tumbados en el suelo, y a simple vista, sin ayuda de ningún instrumento mirar hacia arriba. Esa noche también podremos observar al planeta Júpiter mirando hacia el sureste entre las constelaciones de Piscis y Acuario. Esta lluvia tiene su origen en el cometa Swift-Tuttle, que tarda poco más de 133 años en dar una vuelta alrededor del Sol y cuya última aparición en nues-tros cielos fue en 1992. Como dato curioso podemos decir que este cometa es potencialmente peligroso para la Tierra ya que según los últimos cálculos que se han realizado, hacia el 15 de septiembre del año 4479 se acercará peligrosamente a nuestro planeta auqnue con una escasa probabilidad de impacto de 1x10-6. Con un núcleo de unos 26 kilómetros de diámetro su choque generaría una potencia explosiva 27 veces superior al impacto que provocó la extinción de los dinosaurios hace 65 millones de años. Por suerte, antes, en el 2126 podre-mos verlo como un gran cometa en el cielo mostrándose-nos en toda su plenitud tal y como lo hizo hace unos años el Hale-Bopp.

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S i existiera algún astrónomo en un planeta extrasolar, nuestro Sol, y por extensión nuestro Sistema Solar, no le merecerían ninguna atención especial. El Sol, aun-que imprescindible para nosotros es, como estrella,

una medianía dentro de una galaxia, la Vía Láctea, que es una más de entre las 500.000 millones de galaxias que se calculan pueblan el Universo conocido. Sin embargo, aunque modesto, el Sistema Solar es nuestro hogar y en él, la Tierra gira acom-pañada de ocho cuerpos mayores y millones de otros menores en un rítmico y grandioso baile orbital. El sistema planetario en el que vivimos se originó hace unos 4600 millones de años a partir de la condensación de una nube presolar producida por la explosión de una supernova próxima. Esta nebulosa co-menzó a girar y debido a un colapso gravitacional se condensó en un punto central, que después de múltiples procesos, dio lugar al Sol. Después comenzaron a formarse Júpiter y Saturno y más tarde Urano, Neptuno y los cometas. En las proximida-des del astro rey sólo quedaron los materiales más pesados ya que el resto fue arrastrado por el viento solar hacia el exterior del sistema. Estos materiales rocosos dieron lugar a Mercurio, Venus, la Tierra... Entre los cuerpos que “habitan” el Sistema Solar encon-tramos, además de a los planetas y satélites, unos 1.500 asteroides de diferentes tamaños, cientos de cometas que nos visitan regularmente y una cantidad casi infinita de pequeñas partículas de diferente origen. La Tierra es constantemente bombardeada por millones de estas partículas de todos los tamaños, que hacen que cada año nuestro planeta aumente

¿Qué es una estrella fugaz?

Grabado de la época que nos ilustra la magnifica “tormenta” de las Leóni-das de 1833.

La tradición cristiana nos cuenta que el día 10 de agosto del año 258 después de Cristo, un diácono llamado Lorenzo era condenado a muerte por el go-bierno de Roma. Según parece murió asado sobre una parrilla. Esa misma noche el cielo se llenó de estrellas fugaces que parecían proceder de Perseo, desde en-tonces se les conoce con el nombre de “lagrimas de San Lorenzo” o Perseidas (del sufijo griego –id, que significa hijos). Estas son tan solo un ejemplo de las decenas de lluvias de estrellas fugaces o lluvias de meteoros, que tienen lugar a lo largo del año. Hoy en día en occidente está muy extendida la tradición de pedir un deseo al ver una fugaz, pero ya desde antiguo el hombre ha intentado dar una explicación sobrenatural a este bello fenómeno. Por ejemplo, en muchos lugares de Europa se creía que las fugaces significaban que había muerto alguien o simplemente eran hombres que tenían prisa por llegar al lugar del cielo donde les esperaban las mujeres... Para los rusos eran diablos expulsados del cielo y para algunas tribus indias nativas americanas eran las almas de los chamanes en su camino hacia el más allá y otras, como los indios Pilagas del norte de Argentina, las explicaban en términos menos románticos, viendo en ellas los excrementos de las estrellas. Como se puede ver las estrellas fugaces han lograda sacar le me-jor vena imaginativa de los pueblos de la Tierra, y hay noticias de ellas desde que el hombre comenzó a dejar testimonio escrito de los acontecimientos que les rodeaban... Hasta finales del siglo XIX los científicos no supieron darle una explicación coherente a este fenóme-no. En 1860 varios científicos, entre ellos el italiano Schiaparelli, más conocido por haber dibujado canales sobre la superficie marciana, propusieron que las estrellas fugaces podían ser causadas por partículas de

Fotografía tomada con un objetivo “ojo de pez” de las Leónidas de 1998 desde Eslovaquia. Se llegan a apreciar más de 150 meteoros en esta exposición de 4 minutos.

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polvo que entraban en la atmósfera terrestre y se quema-ban. Aunque fue el gran científico prusiano Alexander von Humboldt quien, en su grandiosa obra Kosmos, fue el pri-mero que las relacionó con los cometas. Sin embargo, hubo que esperar hasta 1872 para que esta teoría se com-probara. Durante ese año, los astrónomos esperaban la vuelta del cometa Biela de una periodicidad de 6,6 años y que ya habían observado en 1826, 1832 y en 1852. Sin embargo, el pequeño cometa, que durante su última apari-ción se había dividido en dos, no pudo ser localizado. En su lugar se vio una lluvia de estrellas fugaces cuya órbita coincidía plenamente con la del cometa Biela. Dedujeron que el cometa se fragmentó y sus restos cayeron sobre la Tierra. Hay varios tipos de meteoros. Por un lado tenemos los meteoros esporádicos, de los que se pueden ver entre 5 y 10 todas las noches y que no pertenecen a ninguna lluvia en concreto y aparecen por cualquier zona del cie-lo. Proceden del polvo y rocas de la Nebulosa Solar existente hace unos 4500 millones de años, describen una órbita alrededor del Sol y tienen unas velocidades relativamente bajas de tan sólo 42 km/sg. La mayoría de estrellas fugaces están provocadas por partículas, o meteoroides, desprendi-das de asteroides o, como ocurre casi siempre de cometas, es decir, son polvo cometario. Algu-nos de estos cuerpos se acercan periódicamente por esta parte del Sistema Solar interior en que nosotros nos encontramos dejando a su paso multitud de partículas de diferentes tamaños, resi-duos y polvo fino. Por ejemplo, éste último provoca la conocida Luz Zodiacal que es un halo lu-minoso semicircular que se puede observar en el cielo otoñal antes del orto solar o en el cielo primaveral tras el ocaso y es máximo en los trópicos. Este “fantasmagórico” resplandor se produ-ce debido a la dispersión de la luz solar por el polvo cometario. Las partículas salen despedidas del cometa, sobre todo de su zona exterior expuesta al Sol, ya que esta es la zona que más calen-

tamiento sufre. Algunas de estas partículas con un peso del orden de millonésima de gramo, o incluso menores, son empujadas por el viento solar lejos del núcleo del cometa formando las vistosas y hermosas colas de centenares de miles de kilómetros. Otras

partículas, de un peso de un miligramo o superior, suelen perma-necer cerca del cometa separándose poco a poco de él a veloci-

dades de varios metros por segundo. Esto provoca que estas partículas se muevan en órbitas levemente diferentes a las del

cometa. Algunas de estas partículas escapan en contra del movimiento del cometa y otros a favor. En el primer caso,

el periodo orbital es menor, por lo que tras una rotación alrededor del Sol, las partículas llegan antes que el co-

meta. Al contrario sucede en el segundo caso. El resul-tado es una enorme dispersión que conforma un

gran anillo de materia que recibe el nombre de en-jambre o tubo meteórico. Más tarde, y debido a

las perturbaciones causadas por el propio come-ta y otras ajenas a él (como por ejemplo Júpi-

ter), hacen que, por ejemplo, las partícu-las causantes de las Leónidas se distribu-yan a los largo de más de 10.000 km. Con cada paso del cometa se crea una

nueva zona de meteoriodes. Cada unas de estas zonas o regiones, llamadas Nubes, recibe una numeración correspondiente al año de su creación. Durante una lluvia de estrellas la mayoría de las partículas no son productos de pasos recientes de los respectivos cometas causantes de ellas sino de otras revoluciones anteriores más lejanas en el tiempo.

Imagen de microscopio electrónico de una partícula que de haber en-trado en nuestra atmósfera habría causado una fugaz.

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© fotografía de Lorenzo Lovato

Un meteoro es producido por partículas que tienen un tamaño de entre 1 mm y 1 cm de diámetro y de po-cos miligramos de peso, que al entrar en la atmósfera a una endiablada velocidad de entre 11 y 72 km/sg (entre 40.00 kms/hora y 260.000 kms/hora) chocan con los átomos y moléculas de las capas altas de nuestra atmósfera ardiendo, desintegrándose, debido a la fricción, a una altura de entre 60 y 140 kms de-jando tras de si una sutil traza luminosa que puede durar varios segundos. Esta estela es causada, principal-mente, por la luz emitida por los átomos de oxígeno neutro. Si la partícula es un poco mayor la estrella fu-gaz es mucho más brillante y recibe el nombre de bólido alcanzando una luminosidad excepcional. Los ras-tros luminosos de estos bólidos pueden llegar a verse durante más de media hora, aunque lo normal es que duran unos 5 minutos. Cuando en algún caso llegan a caer al suelo reciben el nombre de meteoritos. Afor-tunadamente, no hay que alarmarse, la mayoría de los meteoritos que caen sobre la Tierra tienen otro ori-gen, bien en restos de antiguas colisiones en otros planetas, como Marte, o en la Luna, o bien se trata de pequeños asteroides errantes. Sin embargo, en el conocido como caso Tunguska, parece ser que un trozo del cometa Henke explotó a poca altura sobre esta región siberiana en 1908. Por suerte, normalmente, las estrellas fugaces tan solo ocasionan algunos problemas a los satélites artificiales situados en órbita debido a las altas velocidades que llevan, haciendo que cualquier partícula, por pequeña que ésta sea, pueda produ-cirles graves daños en la estructura y causar un mal funcionamiento de los sistemas perdiéndose, en la ma-yoría de los casos, el control de la nave. Por ejemplo, un meteoroide de menos de medio milímetro de diá-metro puede causar los mismos daños que una bala del calibre 22. De hecho, los técnicos que controlan el Telescopio Espacial Hubble, lo protegen dejándolo en una posición de seguridad de las lluvias de estrellas más peligrosas, como ocurre con las Leónidas o Perseidas, entre otras. La casi totalidad de las fugaces emiten una luz de color anaranjado muy similar al de nuestras cono-cidas lámparas de sodio debido a que este elemento es el más común en la composición de los meteoroi-des. Si la luz emitida es de color amarillo está compuesto de materiales férricos mientras que si es azul-verdosa lo está de átomos de magnesio, si es violeta es producido por átomos de calcio y si es rojo lo pro-vocan los átomos de silicio y las moléculas de nitrógeno atmosférico. Se cree que son similares a los silica-tos porosos terrestres como los piroxenos o el olivino. Hay informes según los cuales meteoros muy brillan-tes han producido también un estampido sónico similar al producido por un avión al romper la barrera del sonido. Si proyectamos las trayectorias de los meteoros hacia atrás, por una simple cuestión de perspectiva, todas parecen venir de una misma zona del cielo, llamada radiante. Cuando éste coincide con alguna constelación, ésta da nombre a la lluvia. Por ejemplo, las Perseidas, cuyo radiante está en Perseo o las Leo-nidas que parecen provenir de la llamada Hoz de Leo en esta constelación. Si el radiante de la lluvia se nos presenta bajo en el horizonte el número de meteoros es menor pero duran más tiempo, siendo la estela más alargada (imagen izquierda). Si por el contrario el radiante está más alto, el número de estrellas fuga-ces es mayor pero de menor duración (imagen derecha). Los astrónomos miden la actividad de una lluvia con la llamada THZ o Tasa Horaria Zenital (número de meteoros con el radiante cercano del cenit). Pocas lluvias alcanzan en su máximo los 100 meteoros por hora, pudiendo durar desde unos pocos días, como las Quadrántidas, o más de un mes como la Taúridas. Existen lluvias durante todo el año cuyas característi-cas están catalogadas en las efemérides del SOMYCE que es la Sociedad de Observadores de Meteoros y cometas de España, en los cuales nos basamos para nuestras observaciones.