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Piyamazos
Con su declaración de que hay grupos bien identificados que lo quieren sacar de
la presidencia, el Señor Lobo Sosa está reconociendo que su administración
pública se sostiene sobre una creciente inestabilidad social y política, y sobre una
institucionalidad sometida sin remedio a la estricta voluntad de un contado
grupo de familias empresariales y políticas, propietarias del Estado hondureño, y
con el derecho a determinar lo que debe y lo que no debe hacer un gobierno, y
con el derecho a sustituirlo por otro cuando no responde a sus intereses.
El Señor Pepe Lobo es parte activa y directa del ambiente creciente de
ingobernabilidad creado por el sector político y empresarial al cual pertenece, y
al cual ha venido representando en las últimas dos décadas en diversos cargos
públicos. La culminación de este proceso político de ingobernabilidad fue el
golpe de Estado en el cual el Señor Pepe Lobo estuvo involucrado, por activa y
por pasiva.
Aquí se engaña el que quiere. Siendo candidato a la presidencia, el Señor Pepe
Lobo avaló activamente las decisiones de sus compañeros en el Congreso
Nacional; y lo avaló porque, siendo un ciudadano con una alta responsabilidad
política, guardó silencio ante los evidentes actos de violación a los derechos
humanos y ante los excesos cometidos por la fuerza pública, policial y militar,
frente a las manifestaciones pacíficas en contra del golpe de Estado.
Una vez como mandatario, el Señor Lobo Sosa está hundido en un fango político
cuyos lodos han sido amasados por estas reducidas familias, y que se ha
expresado en los cogobiernos azules y colorados a lo largo de varias décadas, y
que personalmente el propio Lobo Sosa ha contribuido a construir, siendo en su
momento presidente del Congreso Nacional, presidente de su Partido, candidato
a la presidencia de la República, y hoy como presidente del gobierno más
enclenque de la historia política hondureña, al menos de las últimas tres
décadas.
Pepe Lobo acaba de confesar que su gobierno no resulta funcional ni siquiera
para estas poquísimas familias acaudaladas del país, y lo que se advierte es una
especie de golpe al golpe por los propios golpistas. Ante la creciente
ingobernabilidad, y ante su incapacidad de abrirse a un pacto social en donde no
estén representados únicamente sus mezquinos intereses, estas reducidas
familias recurren al remedio que tienen más a mano y que representa estar
cavando su propia tumba: andar por la política de piyamazo en piyamazo.
Nuestra palabra | 09 Junio 2010