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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones. Clara Inés García Instituto de Estudios Regionales –INER- Universidad de Antioquia [email protected] "Seminario: (Des)Territorialidades y (No)Lugares" Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia Medellín, 4 al 6 de noviembre, 2004 La condición de contacto e intercambio permanente, intenso y generalizado se impone, en tiempos de globalización, como rasgo principal de los procesos de configuración y transformación del territorio, al tiempo que acaba por romper con los viejos esquemas de pensamiento que asumían las regiones como dadas, circunscritas y asociadas de una vez y para siempre a determinados rasgos y territorialidades. Las regiones adquieren así nuevo status en el escenario global y son concebidas bajo un enfoque que las asume como concepto construido por contraposición al de entidad dada, que afirma los términos relacionales que tiene con las diversas escalas socioespaciales que la cruzan y la determinan, que subraya su condición dinámica y de permanente transformación, que reconoce su heterogeneidad interna y que concibe sus fronteras como móviles y fluidas.

Poblaciones migrantes, fronteras móviles y

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de

regiones.

Clara Inés García Instituto de Estudios Regionales –INER- Universidad de Antioquia

[email protected]

"Seminario: (Des)Territorialidades y (No)Lugares" Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia

Medellín, 4 al 6 de noviembre, 2004

La condición de contacto e intercambio permanente, intenso y generalizado se

impone, en tiempos de globalización, como rasgo principal de los procesos de

configuración y transformación del territorio, al tiempo que acaba por romper con

los viejos esquemas de pensamiento que asumían las regiones como dadas,

circunscritas y asociadas de una vez y para siempre a determinados rasgos y

territorialidades. Las regiones adquieren así nuevo status en el escenario global y

son concebidas bajo un enfoque que las asume como concepto construido por

contraposición al de entidad dada, que afirma los términos relacionales que tiene

con las diversas escalas socioespaciales que la cruzan y la determinan, que

subraya su condición dinámica y de permanente transformación, que reconoce

su heterogeneidad interna y que concibe sus fronteras como móviles y fluidas.

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Para pensar las regiones es imposible entonces apartarse de la tensión entre lo

que las identifica, les confiere unidad y cierta permanencia y lo que concierne a

sus heterogeneidades y fragmentaciones internas. Estas últimas se asumen hoy

como constituyentes de cualquier entidad territorial, inclusive en las más pequeñas

escalas del territorio1; no obstante lo anterior, representarse una región implica

necesariamente partir del principio de unidad que la define.

Cuando se habla de región, se alude a una determinada manera de pensar y

reconocer las di-visiones mayores de la espacialidad social en las escalas

subnacionales o supranacionales, de acuerdo con un determinado tipo de criterios

establecidos socialmente y compartidos por el grupo que la vive y percibe o por los

académicos, técnicos o funcionarios que la piensan y proyectan. Así se reconozca

que el establecimiento de tales criterios es arbitrario (no se corresponde con

ninguna esencia o naturaleza de las cosas), que dependen de la posición,

intereses y visión del (los) actor(es) que logran o mantienen una posición

hegemónica dentro del grupo, y que tales criterios siempre están sujetos a disputa

y a transformaciones según cambie la correlación de fuerzas entre los miembros

que lo componen, la posibilidad de representarse una unidad socioespacial como

“región” se logra gracias a la existencia de unos principios comunes de visión y

1 Sobre el proceso de acentuación de “las microdesigualdades “ en la época presente, ver Veltz, Pierre. Mundialización, ciudades y territorios. La economía del archipiélago. Ed. Ariel 1999: 55

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división socioespacial, y por tanto, de una visión predominante de su identidad y

de su unidad, de lo que define su interior y su exterior2.

Ahora bien; la historia de América Latina está muy asociada a los procesos de

expansión de las fronteras, tanto en el siglo 19 cuando recién se consolidaban los

Estados-naciones, como a finales del siglo XX, cuando aun se incorporan enormes

porciones de los territorios a las sociedades. En ambas etapas históricas ese

proceso estuvo signado por la intensa movilidad de la población, la aguda

confrontación por el control del territorio y del poder y la notable movilidad y

transformación de sus fronteras. Es interesante preguntarse entonces, por cómo

juegan su papel las representaciones sociales que establecen los sentidos y los

consensos sobre los sentidos de identidad y unidad de los grupos que se

reconocen como regiones, en esas etapas de intensas transformaciones del

territorio y de construcción de regiones.

Este es el tema general que esta ponencia quiere plantear: el del papel de las

representaciones sociales en la construcción de regiones, cuando predominan la

2 Acojo el enfoque que Bourdieu adopta para el análisis de las representaciones sociales, y en particular para las regiones como representación: Si bien, se supone que el campo de producción de representaciones sociales es un campo en disputa y por tanto un campo donde circulan variadas y heterogéneas representaciones, según provengan de qué actores en qué situación de interacción, también es cierto que supone que cuando se habla de regiones se habla de realidades en las que –en medio de la diversidad de representaciones sobre el territorio que los agentes se fabrican a propósito de cómo lo perciben, viven y proyectan, también es cierto que la condición de regional se adquiere en virtud de que existe una capacidad de imponer una determinada representación como la visión hegemónica, como la visión más generalmente compartida y por tanto como la visión a partir de la cual se orientan las acciones, se estructuran las relaciones, se organizan las interacciones, los poderes, las dominaciones y subordinaciones. (Identity and Representation. Elements for a critical Reflection on the idea of region. En: Language an symbolic Power, Cambridgte, Harvard Press, 1991)

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intensa movilidad de la población y de las fronteras y cuando las representaciones

hegemónicas sobre la región están apenas en proceso de definición. Y para ello

abordaremos el análisis en una región de Colombia -Antioquia- en dos momentos

históricos bien diferentes de la construcción regional. El primer caso que quiero

analizar es el de los territorios de colonización reciente que apenas comienzan a

adquirir su primer perfil y reconocimiento y donde reina la disputa entre distintos

grupos de poder que luchan por su control. El segundo caso que quiero tratar es el

de los territorios que en el transcurso de los primeros 100 años de vida

republicana se consolidaron como regiones reconocidas en el concierto nacional y

por tanto, donde, en medio de la intensa movilidad de la población y de las

fronteras regionales, lograron imponerse al final del proceso, representaciones

hegemónicas.

Las preguntas que guiarán el análisis son entonces: ¿ Cómo se relacionan la

intensa movilidad de la población y la aguda confrontación entre los agentes, con

la producción de representaciones sociales3 sobre el territorio en dos etapas

diferentes del proceso de construcción regional? Que diferencia se muestra en esa

3 Acojo la noción de representaciones sociales desarrollada recientemente por Daniel Mato (2004): “formulaciones sintéticas de sentido, descriptibles y diferenciables, producidas por actores sociales como formas de percepción e interpretación de aspectos claves de su experiencia social. En tanto unidades de sentido, las representaciones sociales “organizan” la percepción e interpretación de la experiencia, del mismo modo en que lo hacen por ejemplo las categorías analíticas en las formulaciones teóricas.” Son aquellas unidades –imágenes o palabras clave- que dentro del discurso de los actores sociales “condensan sentido”. De este modo. Orientan y otorgan sentido a las prácticas que estos actores desarrollan y son modificadas a través de tales prácticas.” (Mato, 2004. Redes transnacionales de actores globales y locales en la producción de representaciones

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relación entre los dos períodos analizados -en el que se construyen y consolidan

las regiones centrales de Colombia y en el que las fronteras internas entablan su

proceso incorporación a la sociedad y configuran regiones?

Representaciones sociales y construcción de regiones en

territorios de frontera interna a fines del siglo XX.

En los territorios de frontera interna de la América Latina de finales del siglo XX,

donde aún reinan la fragmentación y la heterogeneidad, donde priman las

territorialidades móviles y cambiantes, donde no se portan identidades fuertes ni

relativamente unificadas, se está lejos de lograr articular representaciones que den

una visón relativamente unificada del territorio. Sin embargo, a pesar de lo anterior

y más bien con base en ello -en la intensa movilidad de la población y la

confrontación de los diversos agentes sociales, en medio de la primacía de las

diferencias, los desarraigos, las violentas disputas por el territorio y la circulación y

confrontación de una importante diversidad de significaciones sobre el mismo- se

forja un núcleo básico de representaciones sociales, que se convierte en la

manifestación primera de que allí se construye región.

de ideas de sociedad civil”. En D. Mato (coord.): Políticas de ciudadanía y sociedad civil en tiempos de globalización. Caracas, FACES, Universidad Central de Venezuela, pp 67-93)

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Lo anterior se logra por dos vías: La primera, mediante la producción de los

referentes que marcan los puntos de la movilidad de la población sobre el territorio

y que acaban convirtiéndose ellos mismos en la imagen de una territorialidad

básica en la cual se circula y por la cual se es atraído. La segunda, mediante la

formación de un núcleo de representaciones que, si bien no forman un cuerpo

unificado y compartido de significados sobre el territorio, sí significan y valoran

todas una misma territorialidad, como el objeto de interés.

La característica particular de este primer núcleo de representaciones sobre una

región que se construye, es la de forjase al calor de la movilidad de la población y

de la confrontación entre sus agentes, y la de convertirse, en ese mismo

movimiento, en los referentes que orientan los movimientos de población que

continúa fluyendo y que centran la acción de los diversos agentes sobre el

territorio. Se refuerza así la imagen de una territorialidad básica en la cual se

circula y por la cual se lucha. Es en ese movimiento en que se configura y refuerza

una imagen del territorio, un territorio que, entre quienes lo pueblan y disputan, lo

comienzan a significar y a configurar como imagen, a imprimirle una delimitación,

un reconocimiento y un mínimo perfil.

Lo que aquí queremos subrayar es que, aún donde, en virtud de las condiciones

de alta movilidad de la población y de la disputa por el control del territorio, como

es el caso de las zonas de colonización de finales del siglo XX en Colombia, en

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donde no rige un poder hegemónico en capacidad de imponer una visión y unas

representaciones sociales sobre lo que identifica y delimita una región, sobre lo

que define sus fronteras, sobre lo que se constituye en el núcleo de su unidad y de

sus proyecciones a futuro, aún allí donde prima la pugna por la apropiación del

territorio y la imposición de las significaciones sobre el mismo y se presentan

enormes diferencias en los significados atribuidos al territorio, se produce también

un núcleo básico de representaciones que atribuye significado a un mismo

territorio donde se desarrollan las disputas, y acaba reforzando, por su eficacia

simbólica, la territorialidad y las fronteras.

En los análisis de los territorios de frontera interna en la Antioquia contemporánea

hemos encontrado cinco factores importantes que juegan cada uno a su manera, a

favor de los procesos de construcción de regiones. Son ellos:

- la migración, como la fuerza del poblamiento y de la expansión de la

frontera;

- la trashumancia como manifestación del desarraigo de pobladores no

asentados, pero también como delimitación de una territorialidad

imaginada, percibida y vivida;

- el desplazamiento forzado como otra manifestación del desarraigo impuesto

por las violencias del presente, pero también como un comportamiento que

se orienta en función de los puntos y las redes que de hecho configuran el

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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territorio y que se producen en la misma movilidad de las gentes o que la

orientan;

- la guerra que, al tiempo que desestructura y deshace lazos, le infunde

contornos a la territorialidad disputada;

- la construcción de actores regionales que se constituyen como arte y parte

de la dinámica social y de conflicto.

Todos estos asuntos ligan intensos procesos de movilidad de la población, de los

actores y del territorio a la construcción o reforzamiento paralelos de unos mismos

referentes territoriales que acaban configurando la base subjetiva primera de la

región como representación y como objeto de la acción.

Ilustremos lo anterior:

Migrantes, trashumantes y desplazados: el lugar de las poblaciones móviles y de

las representaciones sociales en la construcción del territorio

• Migración y trashumancia

Un lugar común, a la hora de abordar los territorios de frontera interna de nuestras

naciones, es que ellos se forman con base en migrantes, recién llegados,

desarraigados de sus lugares de origen y sin el tiempo ni las historias compartidas

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para haber construido una identificación con el nuevo lugar; además, y como

obstáculo adicional a la formación de identidades, se considera que la confluencia

de la más abigarrada y variada procedencia de esta población, da lugar a la

agrupación por paisanajes y afinidades culturales que producen territorialidades

por demás fragmentadas.

Este lugar común suele ser confrontado por los procesos reales en nuestras

tierras de frontera interna. Si bien las redes de paisanaje son claves de orientación

y supervivencia para los recién llegados -en selvas y ciudades- también lo es que

los retos que impone la adversidad de la naturaleza salvaje, del aislamiento y de la

necesidad, privilegia en los grupos de colonos y de migrantes la acción solidaria,

la ayuda mutua, el intercambio, la asociación; y la mezcla. Cualquier relato de

colonización (o de construcción de barrios de invasión en las grandes ciudades)

así lo confirma. En esta acción solidaria y mancomunada y en esta mezcla, se

invierten los deseos de permanecer, de apropiarse de un nuevo terruño, de

construir hogar, vecindad, comunidad, de relacionarse con instituciones. Otra cosa

diferente es que haya otras fuerzas -la pobreza de algunos suelos, la

concentración latifundista, el conflicto armado- que obliguen muchas veces a

seguir migrando y buscando nuevos horizontes.

Hay además una manifestación aún más extrema de asociación entre movilidad y

construcción de región, que es la trashumancia a la que se ven en un primer

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período envueltos los migrantes a nuevas tierras. Asentarse de manera estable en

el territorio de acogida es un proceso que pasa por la trashumancia previa, esto

es, por recorridos de sitio en sitio, mientras se encuentran las condiciones

materiales y subjetivas para decidir quedarse. Pero lo asombroso de estas

trashumancias, cuando se las coloca en relación, es descubrir que ellas no se dan

de manera aleatoria, sino que por el contrario, están orientadas por

representaciones sociales del territorio previamente constituidas por la experiencia

de quienes los antecedieron en la migración, representaciones que indican puntos

en el espacio donde hay parientes o paisanos, que son el punto primero de

referencia y anclaje: estos lugares llenos de sentido -por conocimiento de gentes

solidarias y espacios de oportunidad- son los puntos hacia los cuales se dirigen los

pasos; y como son varios los puntos en donde otros conocidos antes dirigieron los

suyos, son también varios los puntos por donde se trasega inicialmente hasta

asentarse.

En Urabá (el caso que más conozco), en las selvas del Darién al noroccidente de

Colombia, los puntos de trashumancia fueron muchos cuando estas tierras

comenzaron a poblarse, pero estos puntos, colocados sobre un mapa muestran un

territorio, vivido y relatado por unos, imaginado y recorrido luego por otros. Y en

ese vivir, trasegar, relatar, imaginar y recorrer, se forma de hecho un territorio

apropiado y significado por quienes lo van poblando. Esa es muchas veces, y

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paradójicamente, la primera manera de establecer referentes territoriales sobre un

espacio y de darle contornos reconocibles a una región en construcción.

• El desplazamiento forzado

Cuando a estos territorios los atraviesan más adelante conflictos violentos -como

en nuestra actualidad- y se producen intensas corrientes de desplazamiento

forzado de decenas de miles de antiguos colonos o hijos de colonos arraigados en

ellos, se vuelve a constatar el hecho de que en las situaciones extremas de

movilidad de gentes y territorialidades -en este caso por la acción de grupos

armados y sus estrategias de “tierra arrasada”-, esa movilidad se orienta por las

representaciones sociales del territorio que portan quienes se desplazan, y cuya

fuerza emerge de las redes sociales sobre las cuales se ha estructurado la región

de reciente construcción.

Sin negar los efectos desestructurantes y reconfiguradores que tiene el masivo

desplazamiento forzado en el país (ya más de 3 millones de habitantes

desplazados) sobre el territorio y el tejido social, es necesario resaltar también que

éste no se orienta en su movimiento de manera aleatoria, sino que en él cuentan

las representaciones sociales que, quienes se desplazan, se han formado sobre

los distintos puntos en el territorio. Por esta vía se reafirma entonces la relación

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estrecha que guarda la movilidad de población y de territorialidades en la guerra,

con la eficacia simbólica que logra tener una región en construcción sobre la

orientación de esa misma movilidad y sobre el consiguiente refuerzo en las

representaciones mismas de ese territorio significado.

MAPA 1: Movilidad del desplazamiento en Urabá

Actores en conflicto: el territorio que se significa y se apropia

• La guerra, como factor que construye referentes territoriales y delimita

territorios

Si de manera primigenia la movilidad de la población migrante en los territorios

de frontera interna va en ese mismo movimiento formando y reforzando un

territorio pensado y significado, también la guerra -la confrontación armada entre

ejército y guerrillas, o entre guerrillas y paramilitares- ha jugado papel similar: los

ejércitos suelen en muchos casos disputarse por territorios delimitados y en esa

disputa van reforzándolos como representación social de una unidad que

adquiere significación, contribuyendo así a la “construcción de regiones”.

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Ejemplos en el caso antioqueño tenemos varios: Es el caso en el Bajo Cauca de

las territorialidades en que se libró la guerra contra los grupos guerrilleros que

comenzaban a consolidarse; esa contienda se mueve entre puntos delimitados

cuya localización tiende a coincidir con los mismos puntos de una territorialidad

histórica desdibujada en los mapas oficiales. En el caso del Urabá, son

precisamente los grupos guerrilleros los que, al decidir pasar de las periferias

regionales y selváticas a apuntalarse en el centro del eje bananero, incrustarse

en las organizaciones y movimientos sociales que allí encuadraban al conjunto

de la población agroindustrial, agraria y urbana, y poner en jaque a los

empresarios bananeros y al Estado, producen un efecto sobre el territorio: lo

articulan. En adelante lo que suceda en la guerra de Urabá en cualquiera de sus

puntos involucra a todo el conjunto, la acción de los actores gremiales, políticos y

militares que se forman o consolidan en el campo complejo de los conflictos,

adquieren dimensión regional... Y cuando en épocas recientes y presentes, los

paramilitares deciden expulsar a las guerrillas y controlar Urabá, es una

territorialidad más o menos delimitada la que continúa siendo denominada,

significada, disputada, apropiada y proyectada por los unos y por los otros; hay

inclusive una imagen que se trae a cuento cuando en la guerra se significa su

forma y delimitación: se habla de “la herradura”.

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MAPA 2: la territorialidad de la guerra refuerza un Urabá de fronteras reconocibles y

simbolizadas

• La construcción de actores: las identificaciones del y con el territorio.

En tierras de frontera interna, los problemas de diverso orden que la población

tiene que resolver en medio de un contexto de precariedad general de las

instituciones y del Estado y de una incipiente organización social, va asociado

generalmente a la producción de movilización social. Esta es la tercera de las vías

a través de las cuales se construye región en territorios de frontera interna en el

país: la movilización social y la construcción de actores sociales regionales.

Ejemplos también tenemos varios; exponemos dos asociados muy directamente a

la producción de espacialidades, a la apropiación y significación del territorio como

“región”: El primero vuelve a estar referido al Bajo Cauca, cuando en los años

ochenta, en una zona donde predomina el aislamiento los pobladores y la

población de muy reciente migración, se articula un movimiento cívico,

autodenominado “regional”. La particularidad que nos interesa resaltar aquí es

cómo este movimiento asoció la movilización con recorridos sobre el territorio: de

las veredas a las cabeceras municipales, de un conjunto de municipios a uno de

los asentamientos urbanos de la zona, del conjunto de municipios a la capital

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administrativa del Bajo Cauca. Esta fue una modalidad que, produjo al tiempo dos

claves para la construcción regional. La primera fue la producción de un territorio

percibido: la producción de la experiencia y la conciencia primera sobre el

territorio: cuál era, cómo era, quiénes lo habitaban, qué características comunes

compartían, qué territorialidad incluía inclusive por encima de los límites

administrativos. La segunda fue la construcción de sujetos colectivos: la

producción del primer actor civil regional, que pensó la región en términos de un

proyecto de desarrollo y que se erigió como el único interlocutor reconocido por

todos frente y por el Estado. Fue la primera vez que el Bajo Cauca como entidad

territorial se pensó como territorio, se autodenominó “región”, actuó en

consecuencia y fue reconocida por las instancias públicas superiores.

El caso del Urabá de los años 80s-90s, cuando se debatía en medio de las más

altas tasas de violencia en el país y del mayor y más complejo cruce de conflictos

sobre su territorio y cuando hasta los académicos que lo pensaban acababan

dudando de que allí se estuviera construyendo región, se configuraban actores

regionales -gremiales empresariales, sindicales, político-partidistas alternativos-

que se constituyeron, en la época, en el símbolo de que por primera vez Urabá

contaba con actores regionales que si bien se disputaban entre sí, la pensaron

como región y agenciaron proyectos políticos y de desarrollo sobre ella. Los

extremos a los que llevó el conflicto violento, promovió paralelamente el que por

primera vez los actores sociales de la agroindustria se reconocieran y aceptaran

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espacios de interlocución y negociación (primer acuerdo laboral colectivo después

de 20 años de negativa e imposibilidad) o emergieran de las entrañas de los

grupos armados y se colocaran en el plano de la política (UP y Esp-Paz-Lib). En

Urabá, el conflicto agudo y violento fue partero de los primeros actores regionales

que la pensaron en términos de proyecto social y político.

• Imágenes y contraimágenes: Estado y regiones en construcción

Las regiones de frontera emergen como territorios reconocibles ante el resto de la

nación y como entidades territoriales con estatuto suficiente para ser reconocidas

por el Estado con capacidad de liderar autónomamente proyectos regionales y

negociarlos con él. Si bien en un principio, las imágenes de esos territorios son

más bien “contraimágenes”, identificadas por medio de representaciones

estigmatizantes -“zonas rojas”, “guerrilleras”...- con el andar del tiempo y la

emergencia de actores civiles regionales que agencian proyectos sociales, étnicos

y políticos y que se enlazan con actores del nivel nacional o global, estas

espacialidades adquieren una fisonomía más articulada como entidades

territoriales con perfil y posición propios dentro del concierto nacional.

Pero hay más: no se trata solamente de que las gentes en general y el Estado y

los actores nacionales en particular adopten cierta representación de estas

entidades territoriales, y por esta vía ellas vayan adquiriendo esa otra faceta de su

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estatuto como región. Es que el propio Estado va produciendo su propia imagen y

reconocimiento entre las colectividades locales y regionales con las cual entra en

relación. En cada una de las regiones de frontera interna en Colombia, sujetas por

las violencias, a la desagregación social y a la deslegitimación del Estado, éste se

ve obligado en cada etapa del conflicto y según la particularidad de cada territorio

y de los actores locales con los que entra en relación, a diseñar maneras de

construir legitimidad, lograr consensos y pactos sociales, de impulsar reformas

institucionales -por frágiles y fragmentarias que ellas sean. El Estado se construye

también en el mismo proceso en que se construyen los actores locales y

regionales.

Antioquia y sus regiones de frontera hoy

El proceso de incorporación de las fronteras internas de Antioquia que dió lugar en

los últimos 30 años de historia se entablara su efectiva construcción como

regiones (más precisamente como subregiones de Antioquia) ha tenido un punto

culminante en la producción de representaciones sociales de la región (Antioquia)

en el Plan de Desarrollo –Planea- que se propuso concebir un grupo de al que

confluían miembros de la élite regional, técnicos, académicos y funcionarios del

Departamento de Planeación del departamento de Antioquia. Planea aporta,

difunde y presiona hoy por visiones, imágenes y proyectos de futuro innovadores

con relación al territorio: no sólo en la manera de concebir la di-visión espacial

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interna con base en criterios alternativos al ordenamiento territorial que ha regido

desde que la Planeación se instauró en Colombia -años 60s, sino que coloca a las

regiones de frontera de Antioquia como centros de la política de desarrollo de la

región: Urabá, Bajo Cauca y Magdalena Medio se asumen hoy como estratégicas

para el futuro de Antioquia.

Mapa 3: Las regiones de frontera de Antioquia en el Planea.

Espero haber aportado una muestra significativa de procesos en los que, al lado

de la intensa movilidad social y de la población, se producen representaciones

sociales sobre el territorio que tienen paradójicamente la eficacia simbólica de

marcar los caminos de esa misma movilidad y las delimitaciones de hasta dónde

llega el territorio significado por todos. Es así como se entabla en el plano de las

representaciones del territorio, el proceso de construcción de nuevas regiones en

amplias porciones de frontera interna en Colombia4.

Veamos ahora cómo se produce esta relación entre movilidad poblacional,

producción de representaciones sociales sobre el territorio y construcción de

región, en épocas pretéritas cuando las regiones centrales del país apenas se

formaban y consolidaban como regiones.

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Representaciones sociales y consolidación de regiones en la

Colombia decimonónica.

Durante los primeros 100 años de vida republicana se construyen el Estado y las

regiones centrales de Colombia, en medio de una mutua y muy conflictiva

interacción. Durante esa etapa, la consolidación del núcleo duro de la región

antioqueña se produce con base en la disputa interna por el poder hegemónico

entre diversas élites locales, y en sus respectivos posicionamientos y

alinderamientos en las guerras civiles que definían los asuntos relativos al Estado

y a los poderes en el nivel nacional.

Lo interesante de remarcar en el proceso de consolidación de la región más

paradigmática de Colombia -paradigmática por el fuerte sentido de su identidad

regional y su regionalismo- es la relación que se presenta entre la intensa

movilidad poblacional y de sus fronteras con el proceso que consolida la región y

su identidad -o sea con la fabricación del núcleo duro de su representación como

región. En este caso vamos a observar cómo la intensa disputa por la hegemonía

interna tiene en las fronteras regionales un referente central: allí se juegan tanto la

intensa movilidad poblacional como también la disputa por el poder hegemónico

en Antioquia y la producción de representaciones sociales dominantes.

4 Otros estudios en otras regiones de frontera interna del país, que apuntan en el mismo sentido, pueden ser referidos aquí: Putumayo (María Clemencia Ramírez), Macizo colombiano (Luz Angela

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Antes de comenzar situemos el territorio del cual vamos a hablar: La Antioquia que

sale de la colonia e ingresa a la República en la segunda década del siglo XIX

estaba compuesta por cuatro núcleos territoriales matrices de la región -“los valles

escalonados” de Santa Fe de Antioquia, Santa Rosa de Osos, Rionegro y Valle del

Aburrá, y por los cuatro flancos de sus fronteras territoriales y políticas, sobre los

cuales se debatieron los proyectos y los efectivos movimientos de expansión

territorial y las definiciones jurídico-administrativas del entonces “Estado” de

Antioquia: al occidente, el río Atrato, al oriente el río Magdalena en límites con el

estado de Cundinamarca, al sur, las vertientes de la cordillera central y occidental

andina con el poderoso Estado del Cauca y al norte y nordeste con las llanuras

fluviales del Estado de Bolívar. Tres fronteras regionales juegan papel protagónico

en la consolidación de la región, en tanto referentes y representación de la disputa

por el poder regional y como lugares sobre los cuales se ejerce presión por su

control o abandono. Ellas son: la frontera “sur”, la frontera occidental sobre el río

Atrato y la frontera oriental sobre el río Magdalena. (ver mapa 1)

Mapa 4. La región antioqueña en los primeros 100 años de vida republicana: su territorialidad

nuclear y sus fronteras

Herrera).

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Poblaciones migrantes, fronteras móviles y representaciones sociales en la construcción de regiones.

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Ahora bien; cómo se da en este período la relación entre los tres factores de

nuestro interés: la movilidad sobre las fronteras, la producción de

representaciones sobre el territorio y la construcción de la región?

Para ello auscultamos en la historiografía sobre Antioquia las representaciones

sociales del territorio producidas por protagonistas de la época (élites intelectuales

y políticas regionales) y por académicos del siglo XX (que retoman las anteriores y

las profundizan y complementan). Por su intermedio se estudiaron las prácticas

que los actores de poder realizaban por la apropiación y control del territorio, y las

significaciones mediante las cuales se forjaron, en torno de los territorios de

frontera, las representaciones más generalizadas sobre la identidad regional y las

contrarrepresentaciones con que se disputaba el poder del territorio y de la

producción simbólica.

Más allá de la manera dicotómica y excluyente como la sociedad antioqueña se ha

representado en general a la población y a las tierras de las llanuras calientes que

circundaban el territorio nuclear antioqueño5, encontramos otra fuente de

representaciones sobre las fronteras de Antioquia, que se asocia directamente a la

pugna entre élites locales por la hegemonía regional y a la manera como éstas

5 Sobre este tipo de imágenes que contraponen la civilización a la barbarie, la sociedad blanca activa, emprendedora, a los pueblos negros, mulatos, perezosos, ignorantes, viciosos, amorales.... de las tierras bajas, véase a Claudia Steiner “Imaginación y Poder. El encuentro del interior con la costa en Urabá, 1900-1960” Ed Universidad de Antioquia, Medellín, 2000; a Parsons “La colonización antioqueña ��� ��� ��������� de Antioquia. Imprenta Departamental de Antioquia.

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impulsaron una u otra alternativa en la política de la expansión poblacional de

Antioquia y la construcción de infraestructura que la coadyuvara. Es aquí donde se

nos abrió otra ventana de análisis sobre el significado de la movilidad de las

fronteras en la construcción de la región.

A continuación veremos cómo, a la representación que se erigió como

hegemónica y fundada sobre la expansión hacia las vertientes andinas del sur de

Antioquia, se contrapuso otra representación que no sólo valoraba negativamente

lo que significaba esa dirección de la migración antioqueña, sino que resaltaba la

clase de intereses políticos que en ello se estaban jugando. Veamos:

Lo que significó “el Sur”.

Las representaciones más comunes y expandidas sobre el proceso de expansión

del territorio antioqueño en el siglo XIX se producen a propósito de la llamada

“colonización antioqueña de vertiente” que se dirige hacia la frontera “Sur”, hacia

Sonsón y Salamina, y más allá, hacia territorios del entonces Estado del Cauca.

Llama la atención, sin embargo, que son dos los tipos de representación con que

la historiografía da cuenta de tal proceso.

Medellín, 1950”; a Virginia Gutierrez “Familia y Cultura en Colombia. Medellín, 1994. 3ª. ed. Eds. Universidad de Antioquia.

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Unas son las imágenes articuladas en torno de “la epopeya” de la colonización.

Ellas hablan del efectivo proceso de apertura de montañas por 300 años

despobladas e inexplotadas y de la expansión del ethos cultural antioqueño hasta

lo que hoy constituye la región cafetera del “viejo Caldas” y de las fronteras norte

del Valle y del Tolima. Las ideas centrales que componen esta representación,

son: “La odisea del colono antioqueño”, su ánimo dominador del medio físico”

(Virginia Gutierrez). Las selvas sujetadas a base del hacha. La construcción de una

sociedad igualitaria y democrática, fundada en la pequeña y mediana propiedad,

en “algunos impedimentos a la acumulación individual de tierras más allá de

ciertos límites”, en “la coalición de intereses” de colonos pioneros y políticos

comerciantes y en “la articulación de la nueva comunidad a las instituciones

existentes” y al sistema administrativo. La ausencia de una clase aristocrática

monolítica (en Antioquia), con pleno control del orden institucional y la diversidad

de desarrollos regionales en las formas de tenencia de la tierra”, jugaban en el

mismo sentido (López Toro). En síntesis, “el sur” significa en esta versión, la

manifestación de la capacidad de los antioqueños para descuajar monte, construir

sociedad, e integrar como ciudadanos en una sociedad igualitaria y democrática a

la miríada de colonos y el puñado de empresarios que la configuraron.

Pero la versión contraria se forja también. Esta subraya el hecho de que la

expansión de la frontera sur de Antioquia está montada sobre una “sangría” o

“desangre” que sufre su población, la cual, por razones de índole económica,

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social y política, no encuentra más salida que la de emigrar de su tierra y buscar

suerte en otras más lejanas6. Autores de la época, y algunos académicos del

presente, sustentan el significado de este “desangre”, con variados argumentos: a)

el cierre de las fronteras de la colonización de vertiente por la apropiación

terrateniente y especulativa de las tierras de labor, la falta de una política pública

colonial -que no fijaba límites a las mercedes de tierras realengas- y republicana -

que no promovía inversiones que abrieran otros frentes de colonización

alternativos al interior de la misma Antioquia, hacia el Atrato por ejemplo, b) los

intensos conflictos por la tierra que se desprendieron del factor anterior, descritos

con calificativos como los siguientes: “una larga y cruel lucha” atravesada de

incendios, enemistades personales y asesinatos y la “pugna entre colonos

usurpadores y verdaderos poseedores de títulos” (Parsons); “la colonización

antioqueña no fue esencialmente democrática”, muchos fundadores se oponían a

la distribución de las tierras a quienes llegaba después, o acaparaban las mejores

y repartían las malas, desconociendo las disposiciones legales (Brew) . c) Un tercer

factor al que se le atribuye “el desangre” es el de “la furia de las guerras civiles”

con sus efectos de exclusión y persecución política (Parsons)(RestrepoEuse) (Uribe) (Vélez), d)

“El hambre de 1808” (Parsons) también hace parte de los factores a los que se le

atribuyen parte de las olas de pobladores que salieron de Antioquia”. e) Se

6 “Obsérvese que la emigración de los antioqueños pudo evitarse fácilmente, lanzando la población sobre la parte occidental de la Provincia, no con las varas de los justicieros políticos, sino con el halago de la protección, de la seguridad y de la propiedad. ...... aun es tiempo de dirigirlos a las márgenes del Atrato.” (Restrepo Euse, 175). O en palabras de Vicente Restrepo, quien también hace alusión a esta misma necesidad cuando habla de la importancia de la Carretera al Mar. Una

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destaca igualmente en esta representación la posición que tomaron las élites

comerciales de Medellín, de espalda a las tierras del Atrato al occidente y que,

contra los intereses de Santa Fe de Antioquia, privilegiaban la construcción de

infraestructura de comunicaciones hacia el río Magdalena al oriente; también se

destaca de esa posición la subvaloración que la élite de Medellín daba a los

intereses del resto de los municipios de Antioquia, al construir el ferrocarril a

Puerto Berrío y relegar la ampliación de la red caminera que hubiera debido

beneficiar más ampliamente el desarrollo de variadas porciones del territorio en

Antioquia.

En síntesis, la expansión antioqueña hacia “El Sur” significa en esta versión el

“desangre” de población en virtud de la concentración de la propiedad, los

conflictos, la desigualdad y la concentración-centralización del poder hegemónico

de la región en Medellín a costa de alternativas de inversión pública y privada más

diversificadas que reforzaran las posibilidades de desarrollo del resto de la región.

Lo que ambas representaciones resaltan, es que Antioquia se consolida en la

misma medida en que su población y sus fronteras se expanden. Pero mientras la

primera de las representaciones subraya las imágenes que en general se van a

expandir por la nación como los rasgos constitutivos de Antioquia, gracias a su

eficacia simbólica en la construcción de identidad regional y a la propia movilidad

de los motivaciones que aduce es la de “evitar la corriente migratoria hacia regiones extrañas

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de la población de colonos y comerciantes que se distribuyen por toda la nación; la

segunda de las representaciones subraya no sólo los factores que se distancian

del mito de la epopeya antioqueña, tales como la concentración de la tierra, la

expulsión de población, la acentuación de la desigualdad, la pobreza, la exclusión

política y las guerras civiles que engrosan funcionalmente las corrientes que

migran y colonizan, sino también el hecho de que tales representaciones se

encuadran dentro de una tendencia política y de pensamiento que se asocia a la

pugna entre las élites locales por la hegemonía regional. Esto se confirma al

observar las representaciones sociales forjadas en torno de la discusión de la

apertura de la frontera occidental hacia el río Atrato y el contexto en que se

producen.

Lo que significaron “El Atrato” y “El Magdalena”

Durante el siglo XIX, los ríos Atrato y Magdalena cumplen, en las representaciones

sociales, la función del encuadre orográfico de Antioquia. El gobernador Facio

Lince en mitad del siglo XIX propugnaba porque los antioqueños situaran “una de

sus plantas en las márgenes del rudo Magdalena” y la otra en las orillas del “Atrato

majestuoso”. (Vélez, 2002: 22). Pedro Justo Berrío, el gobernador conservador en cuyas

manos se consolida la región antioqueña al articularla en torno del poder

donde somos muy mal queridos;” (carta desde Remedios a Camilo C Restrepo…)(32).

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hegemónico de los comerciantes de Medellín y de una mentalidad política

conservadora mayoritaria, propugnaba al menos por “...el reconocimiento de la

propiedad de ciertos puntos que sirviéndonos de escala para el comercio -sin los

obstáculos que existen en la actualidad- daría larga y próspera vida a Antioquia

sin prejuicio de los Estados vecinos y más en provecho de ellos.”

No sobra advertir que durante todo el siglo XIX Antioquia litigó con el Cauca sus

fronteras sobre el Atrato y que en buena parte de ese siglo no contó con dichos

territorios. No obstante, este territorio jugó un papel importante en las

representaciones de los antioqueños, como el límite occidental extremo que atraía

por sus riquezas y por la comunicación que implicaba. El Atrato significaba para

Antioquia la posibilidad de “la comunicación” con el mundo exterior, de la salida al

mar Atlántico y de la superación del obstáculo mayor que la naturaleza le había

impuesto a su progreso con las montañas que lo aislaban. Y en ello todos

coincidían. Sin embargo, la comunicación no funciona en abstracto, sino se

relacionada con procesos políticos concretos. Es a este propósito donde los

discursos sobre la movilidad poblacional y la apertura de fronteras se bifurcan.

Ellos denotan disputas por el poder en Antioquia y ellos se convierten también en

armas de esa disputa. Según sean los intereses en juego, se producirá una u otra

manera de pensar los cambios de la orientación de Antioquia hacia sus fronteras

occidental u oriental, en materia de comunicación, articulación de territorio y

desarrollo.

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Son dos los momentos claves en que estas fronteras adquieren significación

dentro de las disputas por la hegemonía regional. El primero, se asocia a la puja

entre élites por la división o no de Antioquia a mediados del siglo XIX y por el

trazado de los caminos hacia los puertos sobre el Magdalena; el segundo, está

ligado a la construcción del Ferrocarril de Antioquia hacia finales del mismo siglo.

En torno a los acontecimientos de mitad del siglo XIX se produce una corriente de

pensamiento que confronta la visión dominante y coloca el origen y la orientación

de las decisiones frente a la frontera del Atrato en la disputa política entre las élites

por la hegemonía regional. Invertir o no invertir los esfuerzos hacia el Atrato se

asociaba a la puja entre quienes propugnaban por la centralidad de Medellín o de

Santa Fe de Antioquia. Los segundos afirmaban: la ciudad de “Antioquia tiene su

porvenir hacia el golfo Urabá, por medio de la minería y la agricultura; los de la

ciudad capital, están ceñidos a especulaciones mercantiles i la concentración de

todo lo útil en su seno.”7 Y sobre la carretera al mar afirmaban: “esta empresa

...´políticamente laudable i patriótica¨, ... incumbía exclusivamente al cantón de

Antioquia, porque los otros cantones ´por razón de su posición e intereses

comerciales, estarán siempre empeñados en que se facilite más i más la

navegación por el río Magdalena´.”8 En otras palabras, las élites de Santa Fe de

Antioquia esgrimían su derecho al control y manejo del territorio sobre el Atrato

7 Botero, Fernando. “Estado, nación y provincia de Antioquia. Guerras civiles e invención de la región, 1829-1863. Hombre Nuevo Editores, Medellín, 2003. página 147 idem, p 149

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como una de sus armas políticas en la lucha que por entonces se libraba, entre

poderes locales, por ser el centro hegemónico de la provincia; era la coyuntura en

que se libraba la batalla final por la primacía del poder en la región entre Santa Fe

de Antioquia, Rionegro y Medellín. La primera, al reconocer que la capital oficial -

Medellín- se orientaba hacia el Magdalena, reivindicaba su derecho a la

explotación y usufructo de los territorios que se dirigían hacia el Atrato. Se podría

decir que, en esta representación, el eje de comunicación de Antioquia con el

exterior se colocaba en el paquete de la disputa entre las élites que se

confrontaban por ser el centro hegemónico de la provincia de Antioquia. El Atrato y

el Magdalena como disyuntiva

Restrepo Euse trata el segundo momento de esta disputa, aquel en el que ya está

definida la primacía central de Medellín y esta ciudad ejerce la hegemonía sobre la

región. Este autor dice en su evaluación sobre las alternativas de comunicación

que tenía Antioquia en 1870 y la decisión tomada por el ferrocarril al Magdalena:

“La vía del Cauca tenía la ventaja de favorecer la mayor parte del estado en la

región minera que será por varios siglos depósito de las más seguras riquezas del

País, y abrir a la agricultura feracísimos territorios aún incultos”. Apoya el impulso

de la zona occidental y del resto de municipios de Antioquia por medio de una “red

caminera”, y se opone a la solución adoptada del ferrocarril hacia el Magdalena.

(201-2) A lo anterior añade su profundo descontento con el manejo de las políticas

de colonización que relegaron el lado del Atrato al olvido y a la población a la

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emigración. Recordemos sus palabras sobre la alternativa que el Atrato ofrecía a

la emigración de los antioqueños. (ver cita 6).

Parsons, como analista en el siglo XX subraya también el desinterés manifiesto

por las élites del poder en Antioquia hacia ese costado de Antioquia. Afirma para

todo el siglo XIX la “mucha verbosidad y poca realización” en materia de

colonización hacia Urabá y hace alusión a las palabras de un secretario de

hacienda que en 1899 mostraba: “la sangría de antioqueños hacia Valle y Tolima,

y en cambio el fracaso colonizador hacia ricas tierras como Urabá“. Aún en 1930

se esgrimen razones similares ante los bloqueos que de hecho se daban al

desarrollo y expansión hacia esta frontera: Como argumentos a favor de la

construcción de la Carretera al mar se afirmaba “2) evitar la corriente migratoria

hacia regiones extrañas”9.

Las fronteras de Antioquia juegan así en la disputa por el poder y la hegemonía a

través de las políticas de expansión impulsadas desde los centros locales hacia

una u otra dirección, y de la disputa por el significado que habría de imponerse

acerca de la migración y la colonización antioqueña del siglo XIX y de la identidad

regional. El significado que se le asignara a la movilidad de las fronteras de

Antioquia con relación al desarrollo de la región, se coloca así en el centro de las

disputas por el poder y la hegemonía regional.

9 Steiner: 32

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La opción esgrimida a favor de la colonización y la construcción de infraestructura

hacia el Atrato y Urabá que se opuso a la de las comunicaciones por la vertiente al

río Magdalena y a la colonización de las vertientes de las cordilleras al sur de

Antioquia, se configuraron como discursos alternativos en la pugna por la

hegemonía regional.

La consolidación regional a lo largo del siglo XIX se apoya entonces también sobre

el tipo de expansión de la frontera que se impulsa y sobre el discurso de quienes

logran la posición dominante en esta pugna. Uno de esos discursos se convierte

en el núcleo duro de las imágenes con que se identifica a Antioquia y al

antioqueño hasta bien avanzada su historia.

Epílogo

Hemos examinado dos casos en la historia de la construcción de regiones en que

han estado asociadas la movilidad poblacional sobre las fronteras, una

significativa movilidad de las fronteras mismas y unos intensos procesos de

disputa por el poder en ellas o a través de ellas. En ambos casos las

representaciones sociales del territorio jugaron papel central. En el caso de la

historia reciente de los procesos de colonización, los territorios de frontera interna

adquieren su primer perfil y reconocimiento como unidades socioespaciales

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valoradas, apropiadas y significadas, con base en las representaciones que se

forjan justamente al calor de esa movilidad y confrontación. En el caso del proceso

de consolidación de Antioquia como región central dentro del concierto nacional en

la primera centuria de la vida republicana, las fronteras regionales se plantearon

como componentes de la disputa por la hegemonía regional y en esa misma

medida aportaron parte sustancial tanto de las representaciones sociales que al

final del proceso se impusieron como las imágenes nucleares de la identidad

regional, como del discurso alternativo con que otros grupos de poder disputaron

ese poder.

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