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Amo el recuerdo de aquellas épocas desnudas, Donde Febo se placía en dorar las estatuas. Entonces el hombre y la mujer en su agilidad Jugaban sin mentira y sin ansiedad, Y, el cielo amoroso acariciando su lomo, Ejercía la santidad de su noble maquinaria. Cibeles entonces, fértil, en generosos productos No encontraba en sus hijos un peso demasiado oneroso, Pero, loba con el corazón hinchado de ternuras comunes, Abrevaba el universo con sus ubres brunas. ¡El hombre, elegante, robusto y fuerte, tenía el derecho De estar orgullo de las bellezas que le nombraban su rey; Frutas puras de todo ultraje y vírgenes de grietas, Cuya carne lisa y cerrada llamaba a las mordeduras! El poeta hoy, cuando quiere concebir Estas nativas grandezas, en los lugares donde se hace ver La desnudez del hombre y aquella de la mujer, Siente un frío tenebroso envolver su alma Delante de esta negra mesa llena de horroricidad. ¡Oh monstruosidades llorando su vestido! ¡Oh ridículos troncos! ¡Torsos dignos de máscaras! ¡Oh pobres cuerpos perdidos, torcidos, magros, ventrudos o flácidos, Que el dios de lo Útil, implacable y sereno, Niños, los puso en sus pañales de bronce! Y ustedes, mujeres, ¡ay! pálidas como los cirios, Que roen y que nutren el derroche, y ustedes, vírgenes, Del vicio maternal arrastrando la herencia ¡Y todos los horrores de la fecundidad! Tenemos, es verdad, naciones corrompidas, De los antiguos pueblos bellezas desconocidas: De miradas roídas por los chancros del corazón. Y como quien decía las bellezas lánguidas; Pero estas invenciones de nuestras musas tardías No impedirán jamás a las razas enfermizas Devolver a la juventud un homenaje profundo, -A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente, Al ojo límpido y claro así como un agua que corre, Y que va derramando sobre todo, despreocupada Como el azul del cielo, los pájaros y las flores,

Poema 5

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Baudelaire

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Amo el recuerdo de aquellas pocas desnudas,Donde Febo se placa en dorar las estatuas.Entonces el hombre y la mujer en su agilidad Jugaban sin mentira y sin ansiedad,Y, el cielo amoroso acariciando su lomo,Ejerca la santidad de su noble maquinaria.Cibeles entonces, frtil, en generosos productosNo encontraba en sus hijos un peso demasiado oneroso,Pero, loba con el corazn hinchado de ternuras comunes,Abrevaba el universo con sus ubres brunas.El hombre, elegante, robusto y fuerte, tena el derechoDe estar orgullo de las bellezas que le nombraban su rey;Frutas puras de todo ultraje y vrgenes de grietas,Cuya carne lisa y cerrada llamaba a las mordeduras!

El poeta hoy, cuando quiere concebirEstas nativas grandezas, en los lugares donde se hace verLa desnudez del hombre y aquella de la mujer,Siente un fro tenebroso envolver su almaDelante de esta negra mesa llena de horroricidad.Oh monstruosidades llorando su vestido!Oh ridculos troncos! Torsos dignos de mscaras!Oh pobres cuerpos perdidos, torcidos, magros, ventrudos o flcidos,Que el dios de lo til, implacable y sereno,Nios, los puso en sus paales de bronce!Y ustedes, mujeres, ay! plidas como los cirios,Que roen y que nutren el derroche, y ustedes, vrgenes,Del vicio maternal arrastrando la herenciaY todos los horrores de la fecundidad!

Tenemos, es verdad, naciones corrompidas,De los antiguos pueblos bellezas desconocidas:De miradas rodas por los chancros del corazn.Y como quien deca las bellezas lnguidas;Pero estas invenciones de nuestras musas tardas No impedirn jams a las razas enfermizasDevolver a la juventud un homenaje profundo,-A la santa juventud, al aire simple, a la dulce frente,Al ojo lmpido y claro as como un agua que corre,Y que va derramando sobre todo, despreocupada Como el azul del cielo, los pjaros y las flores, Sus perfumes, sus canciones y sus dulces ardores!