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CRITICÓN, 123, 2015, pp. 79-103. Poesía y poder en la la España postbarroca: Gabriel Álvarez de Toledo en la Casa de Montellano (1689-1714) Javier Jiménez Belmonte Fordham University Introducción No fueron sólo parnasos y modelos poéticos lo que el campo literario de la España postbarroca heredó del Siglo de Oro 1 . La continuación de ciertos modelos (gongorinos, pero también quevedianos, argensolinos, lopescos) fue también una continuación del tipo de prácticas poéticas en las que esos modelos se forjaron, del tipo de valor distintivo asignado a esas prácticas y de su capacidad para confirmar e incluso definir ciertos paradigmas sociales. Las relaciones de mecenazgo y la constitución de diversas redes clientelares, tan importantes en la constitución y funcionamiento del campo literario barroco 2 , continuaron modelando la práctica de la poesía y su significado social hasta bien entrado el siglo xviii (por no decir durante todo el siglo), ampliando incluso su impacto sobre lo literario y produciendo una suerte de desequilibrio entre lo que podríamos denominar, grosso modo, su ‘sociabilidad’ y su ‘literariedad’, a favor, por 1 La referencia bourdieuana es consciente y pretende dar una idea del marco teórico que, de modo bastante general, he seguido en la elaboración de estas páginas. La aplicación de conceptos como “campo literario” o “capital cultural y simbólico” al estudio de la cultura española (y francesa) del xvii se viene practicando desde el pionero libro de Alain Viala, Naissance de l’écrivain, en la década de los ochenta, por lo que no me parece relevante volver a citar aquí todos los estudios (que no son pocos) que se han valido de estos instrumentos teóricos en las últimas tres décadas. Para efectos de este artículo se entiende como “campo literario” la red de estrategias, posicionamientos, normas y relaciones que generan y validan las prácticas literarias, sus productos y, de forma general, su prestigio, en continuo contacto con las prácticas políticas y sociales contemporáneas 2 Véanse Simón Díaz, 1988, Sieber, 1998, y Feros, 2000.

Poesía y poder en la la España postbarroca: Gabriel ... · España de entresiglos: Gabriel Álvarez de Toledo Pellicer y Tobar. Nacido en Sevilla en 1662 en el seno una familia

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CRITICÓN, 123, 2015, pp. 79-103.

Poesía y poder en la la España postbarroca:Gabriel Álvarez de Toledo

en la Casa de Montellano (1689-1714)

Javier J iménez BelmonteFordham University

I n t r o d u c c i ó n

No fueron sólo parnasos y modelos poéticos lo que el campo literario de la Españapostbarroca heredó del Siglo de Oro1. La continuación de ciertos modelos (gongorinos,pero también quevedianos, argensolinos, lopescos) fue también una continuación deltipo de prácticas poéticas en las que esos modelos se forjaron, del tipo de valor distintivoasignado a esas prácticas y de su capacidad para confirmar e incluso definir ciertosparadigmas sociales. Las relaciones de mecenazgo y la constitución de diversas redesclientelares, tan importantes en la constitución y funcionamiento del campo literariobarroco2, continuaron modelando la práctica de la poesía y su significado social hastabien entrado el siglo xviii (por no decir durante todo el siglo), ampliando incluso suimpacto sobre lo literario y produciendo una suerte de desequilibrio entre lo quepodríamos denominar, grosso modo, su ‘sociabilidad’ y su ‘literariedad’, a favor, por

1 La referencia bourdieuana es consciente y pretende dar una idea del marco teórico que, de modobastante general, he seguido en la elaboración de estas páginas. La aplicación de conceptos como “campoliterario” o “capital cultural y simbólico” al estudio de la cultura española (y francesa) del xvii se vienepracticando desde el pionero libro de Alain Viala, Naissance de l’écrivain, en la década de los ochenta, por loque no me parece relevante volver a citar aquí todos los estudios (que no son pocos) que se han valido de estosinstrumentos teóricos en las últimas tres décadas. Para efectos de este artículo se entiende como “campoliterario” la red de estrategias, posicionamientos, normas y relaciones que generan y validan las prácticasliterarias, sus productos y, de forma general, su prestigio, en continuo contacto con las prácticas políticas ysociales contemporáneas

2 Véanse Simón Díaz, 1988, Sieber, 1998, y Feros, 2000.

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supuesto, de la primera3. Si la poesía postbarroca parece agotarse en su ocasionalidad ydeleitarse en su prosaísmo4, tal vez no sea por la falta de ingenio, ‘gusto’ o sensibilidadlírica de sus poetas, sino porque, siguiendo y acentuando una de la señas de identidad dela poesía barroca (la ocasionalidad, precisamente), su verdadero objetivo se consumabaen la ocasión y en lo efímero, en su funcionalidad social.

Este fue el caso del poeta que protagoniza las siguientes páginas y que, en granmedida, podría servirnos de ejemplo para entender la situación de lo poético en laEspaña de entresiglos: Gabriel Álvarez de Toledo Pellicer y Tobar. Nacido en Sevilla en1662 en el seno una familia de la baja nobleza urbana, su paso a la historia literariaespañola se consumó cuando en 1744, tres décadas después de su muerte, Diego deTorres Villarroel decidió compilar y editar la mayor parte de su producción poética bajoel título de Obras póstumas poéticas con La Burromaquia5. Solo una porción mínimade esa producción había visto la luz de la imprenta en vida del autor6, el cual, como lamayoría de los poetas contemporáneos, continuadores del modelo aúlico del poetaaficionado y amateur, concebía la poesía como una práctica colateral de prestigio, comouna suerte de excedente del verdadero ingenio, por lo general manifestado en empeñospolíticos, religiosos y eruditos de mayor calibre y relevancia social7, caso de la ambiciosaHistoria de la Iglesia y del mundo, única obra de embergadura publicada en vida porÁlvarez de Toledo justo un año antes de su muerte, acaecida en 1714. Tanto ladispositio textus de la edición de Villarroel 8, como el prólogo al lector que laencabezaba, venían a confirmar, precisamente, ese esfuerzo auto-representativo deÁlvarez de Toledo como poeta aficionado, subrayando una voz poética eminentementemoral y religiosa que se hacía eco de la fama de erudito, leal súbdito y modélicocristiano, que el autor había cultivado durante las últimas tres décadas de su vida, sibien dilantándola hasta el terreno de lo hagiográfico: «solo diré que fue un capuchinoentre las profanidades del siglo —afirma Villaroel en su prólogo—, un cartujo entre lasbachillerías de la corte, un anacoreta entre las confusiones y estorbos del mundo, y unejemplar de cómo deben ser todos los virtuosos y sabios»9.

Los escasos estudios sobre Gabriel Álvarez de Toledo se han enfocado,fundamentalmente, en probar su pertenencia a las nuevas corrientes intelectuales

3 Sobre el concepto de sociabilidad en la literatura aurisecular, véase Albert, 2013.4 Véase Bègue, 2008.5 En 1719 Miguel José Vanhufel recopiló y copió alrededor de treinta y cuatro composiciones líricas del

sevillano en un único volumen dedicado a su señor, el marqués de Cuéllar, primogénito del duque deAlburquerque (Álvarez de Toledo, Varias poesías, 1719). Para una descripción de este manuscrito, que seencuentra actualmente en la biblioteca de la Hispanic Society of America, véase Rodríguez-Moñino y BreyMariño, 1965, pp. 53-56. En 1741 se efectuó una copia de este manuscrito, actualmente en la BibliotecaNacional de España (Álvarez de Toledo, Poesías varias, 1741). Galbarro García, 2009, p. 223, apunta laposiblidad, creo que atinada, de que Torres de Villarroel contara con esta segunda copia para realizar suedición en 1744. En este estudio uso el manuscrito original de 1719 de la Hispanic Society y el ejemplarimpreso de las Obras póstumas poéticas conservado en la Biblioteca Nacional de España, signatura 3/21254.Modernizo su grafía y puntuación, así como las de los demás textos y manuscritos de la época.

6 La mejor clasificación de la obra impresa y manuscrita de Álvarez de Toledo la ofrece Bègue, 2011,pp. 708-710.

7 Sobre este punto, véase Jiménez Belmonte, 2012.8 Véase Galbarro García, 2009.9 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xviii].

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protagonizadas por los novatores, o en analizar el impacto de los modelos poéticosbarrocos (Góngora y Quevedo, sobre todo) en su poesía10. Sin desestimar los hallazgos yconclusiones de esos trabajos precedentes, este ensayo propone una nueva vía de accesoa la poesía de Gabriel Álvarez de Toledo a partir de una re-contextualización de lapráctica poética del autor que permita devolverla a sus contextos de producción y usooriginales y, al hacerlo, cuestionar y determinar su lugar en la trayectoria cortesana delsevillano11.

El mismo paratexto de la edición de Villarroel indica ya de forma muy clara ladirección a seguir. El título nobiliario de Montellano, al que se alude en la dedicatoriade Villarroel al conde de Saldueña, biznieto del primer duque de Montellano, y queluego se repite en numerosos lugares de los prolegómenos e incluso en el textus mismo(«A los años del duque de Montellano»)12, se impone como una referencia ineludible enla construcción, in vita y póstuma, de la persona poética de Álvarez de Toledo. Dehecho, considero que una comprensión adecuada de la poesía de este autor no puedellevarse a cabo sin prestar atención a la intensa relación clientelar que mantuvo, durantetoda su vida, con la Casa de Montellano, principalmente con su fundador, José de Solísy Valderrábano, conde de Montellano desde 1681 y duque a partir de 1705. El análisisvis-à-vis de la carrera política de este noble con la carrera de Álvarez de Toledo no sólorevela la continuidad de este tipo de vínculos sociales (y de los modelos socioliterarios através de los cuales esos vínculos solían manifestarse), sino que también da cuenta de lanecesidad de reconsiderar la poesía postbarroca española desde su consciente maridajecon las prácticas políticas de la época. Se persigue así un entendimiento más claro delposicionamiento de los actores políticos y literarios postbarrocos alrededor del prestigiode lo poético, y se intenta contribuir con ello a una comprensión más cabal de la historiade ese prestigio.

La parte principal de este estudio se centra en los años 1700 a 1714, es decir, elperíodo que cubre la Guerra de Sucesión, ya que la activa participación del duque deMontellano y de Álvarez de Toledo en la nueva corte borbónica contribuyóparticularmente a intensificar la trabazón entre estrategias políticas y poéticas. Sinembargo, para entender cabalmente ese período será necesario remontarse a los inicios

10 Los primeros acercamientos a la obra poética de Álvarez de Toledo (si descontamos el prólogo deTorres Villarroel) fueron las tres «Noticias biográficas y juicios críticos» de Leopoldo Augusto de Cueto yAntonio Ferrer del Río que abrían la selección de poemas del sevillano incluida por Cueto en el tomosexagésimo primero de la Biblioteca de Autores Españoles (1952, pp. 1-5). La antología, fuertemente editadapor Cueto para acercar la poesía de Álvarez de Toledo a un ideal más “diocechesco” (esto es, menosgongorino), determinó la recepción de este poeta en los siglos posteriores. Ha de contrastarse esta visión conlos siguientes estudios sobre el autor y su obra publicados a partir de los años 70: Sebold (1972), GarcíaMorales (1974), Garau Amengual (1991, 1994, 2013), García Ejarque (1995), Hill (2000), Pérez Magallón,2001, pp. 470-471, Galbarro García (2009), Rocha Carvalho (2010), Bègue (2011, 2013), y Sánchez Mariana(2014).

11 La novedad aquí no consiste en el acercamiento en sí, sino en el hecho de practicarse por primera vezpara abordar, de modo general, la trayectoria socio-poética de Álvarez de Toledo. No son ya pocos losestudios sobre poesía aurisecular y postbarroca que han partido de este tipo de acercamiento. Véanse, porejemplo, Wright, 2001, para Lope de Vega, Gutiérrez, 2005, para Quevedo, Jiménez Belmonte, 2007, para elpríncipe de Esquilache, Bègue, 2010, 2014, para José Pérez de Montoro, y Pérez Magallón, 2013, para Tafallay Negrete.

12 Álvarez de Toledo, Obras, pp. 108-110.

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de la relación clientelar Montellano-Álvarez de Toledo durante las dos últimas décadasdel siglo xvii, poniendo atención, primero, en una etapa inicial que tuvo como principalnúcleo geográfico a la ciudad de Sevilla, entre mediados de la década de los ochenta y1695, aproximadamente, y pasando, en segundo lugar, a la breve pero definitivaestancia en la isla de Cerdeña, entre comienzos de 1696 y finales de 1699, justo antes delcambio de dinastías y del inicio de la Guerra de Sucesión con el nuevo siglo.

S e v i l l a , f i n d e s i g l o : p o e s í a a l a s o m b r a d e M o n t e l l a n o

En la familia de Gabriel Álvarez de Toledo confluían el brillo político de la ramapaterna (Francisco Álvarez de Toledo, caballero de origen portugués, fue miembro delConsejo de Hacienda de Felipe IV a partir de 1675) y el prestigio cultural de la materna(Luisa María de Pellicer era hija del Cronista Real de Aragón, el erudito José Pellicer), yesa confluencia tuvo que marcar los años formativos de nuestro autor y su lugar en lasociedad de Sevilla, en donde se habían establecido sus padres13. De esa primera etapasevillana, probablemente salpicada de visitas a la corte madrileña, su primer biógrafodestaca un momento que, desde la publicación de las Obras póstumas poéticas, seestablece como un acontencimiento definitorio en la trayectoria vital del personaje: lamuerte precoz de los padres y el desamparo y descarrilamiento del hijo. Afirma TorresVillarroel:

Determinaron sus padres dirigirlo a los estudios de la Gramática Latina, y cuando vivían conlas mejores esperanzas de ver continuados los adelantamientos de su agudeza y aplicación lesfaltó la vida, y a don Gabriel el consuelo, la crianza y todos los medios para proseguir laeducación de un hombre de bien. Solo, desamparado y puesto todo en los arbitrios de suvoluntad y su niñez, lo cogió una pereza medrosa, una flojedad desconsolada y unadesconfianza discreta que le propuso imposible aprender sin maestro las reglas de la Latinidad,sin las cuales parece locura querer introducirse a los países de las Ciencias Superiores.14

Sabemos, sin embargo, que el padre de nuestro autor no pudo morir antes de octubrede 169015, es decir, cuando Gabriel tenía 28 años y, con toda seguridad, contaba ya conuna considerable formación intelectual y era bien conocido en los círculos literarios ycortesanos de la Sevilla del momento. Torres Villarroel hace coincidir este episodio conuna fase poética de iuventute ocupada en la disipación cortesana y en la «hermosuradeshonesta de los poemas»16: «Empezaron a ser bien vistos sus versos, —nos dice—, adibujarse con buena opinión sus cortesanos papeles, y las damas de Sevilla a dar en elchiste de celebrar sus donaires, su ingenio y sus modestas cortesanías y expresiones»17.

13 Para una sucinta pero útil biografía de los Álvarez de Toledo-Pellicer, véase Oliver, 1995, pp. 81-86.Merece la pena hacer aquí un breve inciso sobre uno de los hermanos mayores de Gabriel, Ignacio, marqués deSalmerón, nacido en 1660 y también poeta aficionado como él, ya que en ocasiones se ha confundido la obrade ambos (Sánchez Mariana, 2014). Aguilar Piñal, por ejemplo, da a Gabriel los títulos de marqués deSalmerón y duque de Alburquerme y le atribuye erróneamente seis obras de su hermano Ignacio (1981, pp.221-222).

14 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xiv ].15 En esta fecha dio poder para testar en favor de su esposa y de su hijo Gabriel (Oliver, 1995, p. 82).16 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xv].17 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xv].

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Esa primera etapa, cortesana y profana, sin duda existió, aunque seguramente muchoantes de los que nos cuenta su primer biógrafo y, con toda probabilidad, paralela a unaformación intelectual mucho más programática de lo que nos dice su prólogo yorientada al desempeño de un rol social en absoluto frívolo. Por otra parte, ambasactitudes (cortesanía y formación civil) no eran incompatibles en la época, sino más bienlas dos caras de una misma moneda.

La orfandad prematura de Gabriel Álvarez de Toledo podría considerarse entoncescomo la primera de una serie de licencias narrativas en el prólogo de Torres deVillarroel. Desde el punto de vista de la construcción del personaje, el peligro de ladisipación del talento natural ante el vacío de autoridad y de modelos decomportamiento amplía el dramatismo de los dos episodios con que el biógrafo eligecontinuar su relato: la conversión del joven poeta tras el encuentro con un misionero enSevilla y, sobre todo, la incorporación del conde de Montellano a la narración comonueva figura paterna, protector del (no tan joven) huérfano: «Desde los principios de suventurosa conversión, hasta el último día de su envidiable muerte, vivió don Gabriel alas órdenes y a la protección del excelentísimo señor duque de Montellano, habiéndolorecogido en su casa este excelentísimo Grande en todas clases»18. La meteórica carrera política de José de Solís y Valderrábano, conde de Montellano apartir de 1681, tomó vuelo durante las dos últimas décadas del reinado de Carlos II.Descendiente de una familia noble sevillana, de 1687 a 1692 ejerció como Maestre deCampo y Asistente de Sevilla, para pasar de 1693 a principios de 1695 a desempeñar elcargo de presidente de la Casa de la Contratación de la misma ciudad y acabar, duranteese mismo año y hasta comienzos de 1696, como gobernador de la Casa de Indias19. Losaños de mayor actividad política de Montellano en Sevilla coinciden, por tanto, con lamuerte del padre de Gabriel Álvarez de Toledo, con la supuesta conversión del autor (delo profano a lo moral y religioso) y con su recogimiendo bajo la protección del conde. Sivolvemos la vista a la escasa producción poética impresa in vita de Álvarez de Toledodescubriremos otra coincidencia más: gran parte de ella también se puede datar entre losaños 1689 y 1694. Aunque se trata de poemas de temática moral y religiosa (acordes,por tanto, con ese cambio vital que Villarroel apunta en su prólogo), también es ciertoque denotan una considerable actividad social (todos, como veremos, forman parte deobras colectivas o se insertan en prolegómenos de obras de otros autores) que contrastacon la imagen de sabio anacoreta, alejado de la vida pública, que Villarroel quiereofrecer al lector de las Obras póstumas poéticas.

Dejando a un lado las elucubraciones sobre la capacidad inventiva de Villarroel, loque estas coincidencias dejan claro es que a partir de finales de la década de los ochentalas relaciones entre el conde de Montellano, cabeza de una de las familias nobles másinfluyentes de Sevilla, y nuestro autor, segundón de una familia de la baja noblezasevillana, se estrecharon. Me atrevería a afirmar que la relación entre ambos personajestenía raíces familiares y que, dada la diferencia jerárquica entre ambas familias, esaprotección que Montellano tendió hacia Gabriel posiblemente formara ya parte de ladinámica de esos vínculos interfamiliares, de naturaleza clientelar. Montellano, por su

18 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xvii].19 Felices de la Fuente, 2013, pp. 161-162.

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edad y estatus social, pasó a ocupar en la vida de nuestro autor una suerte de papelpaterno-mecénico, aunque no creemos que se tratara de un papel improvisado, sino deuna relación prevista para la que Álvarez de Toledo se venía preparando desde que suspadres decidieron dirigir su educación, como nos indica Villarroel, al estudio de laGramática Latina. La protección de un noble de la talla de Montellano proporcionaría aÁlvarez de Toledo los instrumentos necesarios para ampliar su formación y convertirseen el erudito políglota que nos pinta Villarroel en su prólogo, pero esa erudición, creo,fue mucho más prágmática que contemplativa, ya que serviría, por una parte, para queÁlvarez de Toledo se convirtiera en uno de los intelectuales españoles mejorposicionados en la futura corte de Felipe V y, por otra, para que su señor, el conde deMontellano, prestigiara su Casa con un reputado erudito que hacía las veces desecretario personal y de poeta privado. En este sentido, y como veremos a lo largo deestas páginas, esta relación que comienza en Sevilla y se continúa hasta la muerte deMontellano en 1713, marcaría para los dos una línea de ascenso paralela y directamenteproporcional a su paulatina proximidad al futuro rey de España, Felipe V: «Siguió ysirvió don Gabriel —nos recuerda Villarroel en su prólogo— al excelentísimo señorduque de Montellano en todas las jornadas y empleos con que honró y distiguió el Rey asu gran persona»20.

Hasta donde he podido saber, los nombres de Montellano y Gabriel Álvarez deToledo aparecen unidos públicamente por primera vez con ocasión de las exequias quela ciudad de Sevilla (como otras muchas ciudades de España) celebró por la muerte de lareina María Luisa de Borbón en 1689. Nuestro autor es uno de los «cisnes del Betis»que participan (con la glosa «Muerte, de tu injusta acción» y cuatro décimas incluidasposteriormente en las Obras póstumas poéticas, [p. 121])21 en los Cantos fúnebres delos cisnes del Betis, compilados y adjuntados al final de dos volúmenes que seimprimieron en Sevilla para la ocasión: una Breve relación de las exequias a cargo de laciudad de Sevilla, propuesta por un consejo presidido por el conde de Montellano, y unaSucinta descripción de la exequias patrocinada por el Tribunal de Contratación de lasIndias, cuyo presidente no era otro que el mismo Montellano22. La nómina de autoresque contribuyen con nombre propio a la colección posibilita un primer acercamiento alcírculo de poetas e intelectuales cercanos a la Casa de Montellano, y que nuestro autorhubo de tratar durante esta etapa sevillana: José Agustín de Angulo Pulgar y Monsalve,Feliciano de Caravajal, Cristóbal Báñez de Salcedo, Martín Leandro de Costa y Lugo, yAntonio Dongo Barnuevo, entre otros.Alrededor del poder de la Casa de Montellano se aglutinan así diferentes generacionesliterarias (la de Báñez Saldeco y Costa y Lugo, activa ya en la década de los sesenta, y lade Álvarez de Toledo y Dongo Barnuevo, que hubo de comenzar a inicios de losochenta) a las que también une el uso distintivo (socialmente hablando) de un mismo

20 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xvii].21 Álvarez de Toledo, «[Muerte, de tu injusta acción]», [1689].22 Los Cantos fúnebres de los cisnes del Betis se incluyeron en ocho folios en octavo que muy

probablemente también fueron impresos por Juan Francisco de Blas, quien aparece en la portada de los dostítulos principales. Véase Álvarez de Toledo, «[Muerte, de tu injusta acción]», [1689], para la referenciabibliográfica completa.

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lenguaje poético de claras reminiscencias gongorinas23. Aunque Álvarez de Toledo fueraya un ‘cisne’ del Betis antes de 1689, su inclusión en las exequias reales, con elpatrocinio de Montellano, le ofrece una proyección social de la que antes carecía y queservirá para marcar la superación de una primera etapa de iuventute (caracterizada porcomposiciones amorosas y cortesanas que nunca, como solía ser normal en la época,llegaron a la imprenta) y el ingreso en otra de madurez (que Villarroel extiende, deforma exagerada y sin matices, hasta la muerte) construida alrededor de la crecienteautoridad moral e intelectual del personaje.

La participación de Álvarez de Toledo en los prolegómenos del Segundo volumen delas obras de sor Juana Inés de la Cruz publicado en Sevilla en 1692 con la aprobacióndel Asistente de la ciudad, el conde de Montellano, ayudarían a cimentar esa autoridad.Nuestro autor participó con el romance heróico «Elogios a la madre sor Juana Inés de laCruz»24 que luego fue incluido, con el mismo título, en las Obras póstumas poéticas(pp. 50-53). Junto a Álvarez de Toledo volvemos a encontrar aquí los nombres de Báñezde Salcedo, censor de la obra, Costa y Lugo, y Dongo Barnuevo, quienes participan consendos romances heróicos muy similares, en tono y tema, al de nuestro autor. De nuevo,el campo literario sevillano aparece representado por cuatro componentes que se sitúanen los extremos de una misma corriente lírica en torno a los códigos del gongorismotardío (revitalizados ahora por sor Juana) y que gravitan hacia el mismo centro depoder: el conde de Montellano.

La participación de Álvarez de Toledo en el Segundo volumen de las obras de sorJuana nos permite, además, apreciar el paulatino acercamiento de nuestro autor y de suprotector hacia ciertos sectores del campo literario (andaluz, pero también nacional) enlos que comenzaba a urdirse la modernización del pensamiento español. Nos referimos,obviamente, a los novatores, término en su origen peyorativo que, merece la penarecordar, estuvo asociado desde el inicio a la publicación de la Historia de la Iglesia ydel mundo de Álvarez de Toledo 25. Si bien la adhesión al atomismo que se exhibe en estaobra fue la instancia más clara de la filiación de Álvarez de Toledo al movimientonovator, su interés por posiciones intelectuales renovadoras, provenientes sobre todo deFrancia, se puede advertir ya en la etapa sevillana. En este sentido, la trascendencia delSegundo volumen de las obras de sor Juana (centrada, sobre todo, en el «Sueño», que el

23 Las Obras póstumas ofrecen un interesante testimonio de esta convivencia generacional en torno a laherencia gongorina a través del diálogo intertextual que se establece entre el «Romance al martirio de SanBlas» de Álvarez de Toledo (pp. 25-29) y el «Romance a un romance en latín” (pp. 116-118). La crítica haatribuido esta segunda composición a Álvarez de Toledo (Hill, 2013, p. 98; Galbarro, 2009, p. 222; Garau,2013, 44-46; Bègue, 2013, pp. 66-67), aunque la lectura contrastada de ambos poemas parece indicar que suautor fue otro poeta sevillano de la generación inmediatamente anterior a la de Álvarez de Toledo, MartínLeandro de Costa y Lugo. Véase, sobre esta cuestión, Jiménez Belmonte (en prensa). El señor don Blas al queCosta y Lugo dirige su romance («Señor don Blas, yo no entiendo / el romance a vuestro Santo» [Álvarez deToledo, Obras, p. 116]) no puede ser otro que Juan Francisco de Blas y Quesada, quien heredó el título deimpresor mayor de Sevilla tras la muerte de su padre Juan Gómez de Blas en 1667 (Hazañas y la Rúa, 1892,pp. 17-18), y quien seguramente tuvo un papel importante en el círculo literario cercano a Montellano.

24 Álvarez de Toledo, «Elogios», 1692.25 El tomista Francisco Polanco acuñó el término en su Dialogus physico-theologicus contra Philosophiae

Novatores, sive thomista contra atomistas, en el que se atacaba, entre otros cartesianos, al Álvarez de Toledoen de la Historia de la Iglesia y del mundo (Abellán, 1981, p. 397).

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censor Juan Navarro Vélez señala como verdadero corazón del libro y culmen delingenio de su autora)26, excede el discurso poético y apunta a otro intelectualmentemucho más amplio y complejo (en el que filosofía y matemáticas se mezclan conmitología y retórica) que coincide con el proyecto de renovación asumido por varios delos intelectuales que firman los elogios del volumen. Así, junto a Álvarez de Toledoencontramos también a José Pérez de Montoro, relacionado con los novatores gaditanosbajo la protección del conde de Frigiliana, y sobre todo, a su compañero de generación,Antonio Dongo Barnuevo, a quien volveremos a encontrar de nuevo acompañando aGabriel al final de su vida en la fundación de la Biblioteca Real y de la Real AcademiaEspañola, y apoyando en 1716 la piedra de choque del movimiento novator, losDiálogos filosóficos en defensa del atomismo de Juan de Nájera27.

La inclusión en 1694 del soneto de Álvarez de Toledo «De Esculapio las formasescamosas» en los prolegómenos del Apolíneo caduceo del doctor Cristóbal Luque (unlibro que, alineándose con la perspectiva galenista de los doctores de la Universidad deSevilla, desacreditaba las nuevas investigaciones y prácticas médicas propuestas desdeámbitos no universitarios y directamente ligadas a planteamientos novatores) pareceríacontradecir ese espíritu reformista apenas señalado28. Merece la pena recordar, sinembargo, que Dongo Barnuevo también participó en este volumen y que también otrosnovatores convencidos como Diego Mateo de Zapata (por continuar en el ámbitomédico) habían comenzado defendiendo posturas galenistas. De hecho, este mismoMateo de Zapata sería el encargado de recordar el lugar preeminente de Álvarez deToledo (y, con él, el de la Casa de Montellano) en la historia del movimento novatorespañol en su censura de 1716 a los ya citados Diálogos filosóficos en defensa delatomismo de Nájera29.

Por tanto, el apoyo de Álvarez de Toledo al Apolíneo caduceo tal vez no sea aquí tansignificativo como el hecho de su activa participación, representando a la Casa deMontellano, en una de las polémicas intelectuales más sonadas del período postbarroco.La polémica, de hecho, apenas acababa de comenzar. Hubiera sido interesante saber quéposición habría tomado nuestro autor durante los años más candentes del debate, losúltimos del siglo, que llevarían, con el apoyo de Carlos II, a la transformación de laVeneranda Tertulia Hispalense en la pionera Regia Sociedad de Medicina y demás

26 Juana Inés, Segundo volumen de las obras , [p. vii].27 Díaz Díaz, 1983, p. 601.28 El soneto también fue incluido por Villarroel en las Obras póstumas poéticas con el título de «En elogio

del Apolíneo caduceo, obra que escribió el doctor don Cristóbal Luque sobre la disputa de si convienen en lasenfermedades las juntas de médicos» (pp. 12-13).

29 «Siguióse a ésta —dice Zapata a propósito de la tertulia madrileña del marqués de Mondéjar— la quecotidianamente se tenían en casa del excelentísimo y eruditísimo señor duque de Montellano, Grande deEspaña, presidente vigilantísimo de Castilla, del Gabinete y Consejo de Estado de su Majestad, en cuyapresencia se conferían los sistemas filosóficos de Cartesio y Maignan, en que todos los doctos que asistíandiscurrían puesta siempre la indispensable atención en la pureza de nuestra Santa Fe. Pero siendo españoles ytales, ¿cómo sin temeridad se podía sospechar otra cosa? Bien acredita esta verdad la doctísima y eruditísimaobra o Historia de la Iglesia y del mundo de don Gabriel Álvarez de Toledo, caballero del Orden de Alcántaray primer bibliotecario que fue de su Majestad. En la cual está brillando la Moderna Filosofía, y en particularla de Maignan …» (Nájera, Diálogos, p. [xlii]).

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Ciencias de Sevilla30. Me atrevo a sugerir que su posición inicial se habría, cuandomenos, matizado. Si Álvarez de Toledo no se pronunció en ese momento tal vez fueraporque para finales de 1696 se encontraba ya lejos del mundillo intelectual sevillano. Elveintinueve de febrero de ese mismo año Carlos II nombraba virrey de Cerdeña al condede Montellano, y nuestro autor partía hacia la isla mediterránea en calidad de secretariopersonal del nuevo virrey.

Que durante esta primera etapa de servicio a la Casa de Montellano la personapoética de Álvarez de Toledo se manifestara públicamente y a través de la imprentadentro siempre de los límites del poeta moral o religioso, desinteresado de la vidacortesana, no significa que la práctica poética del sevillano se restringiera ni a esaplataforma impresa ni a esos tonos morales y elevados. En las poesías manuscritascopiadas en 1719 por Miguel José Vanhufel hallamos al menos una composición quepodría datarse de esta primera etapa de servicio a Montellano y que prueba lacoexistencia de una vertiente poética pública, moral e impresa, y de otra más privada, detono satírico-burlesco, que nunca trascendió los márgenes de las tertulias palaciegas nide los folios manuscritos. Me refiero al soneto titulado «A la acción de la República deGénova, yendo su dux y dos senadores a pedir perdón de su resistencia al rey Luis XIV,después de bombardeada la ciudad por su armada», una recreación burlesca de lasonada humillación del duque de Génova, Lescari, ante Luis XIV en 1685, en la queÁlvarez de Toledo deja entrever su simpatía por Luis XIV (que luego se revelaráfundamental para la Casa de Montellano durante la Guerra de Sucesión) mezclando larisa con la sátira política y evocando al Quevedo más mordaz: «Y remojando en él sulengua seca, —concluye el segundo terceto— / reconocen después de haber besado / queen culo paga, quien en culo peca»31.

Como veremos en la siguiente sección, esta vena burlesca de Álvarez de Toledo nosólo se continuaría durante la estancia en Cerdeña (complementando, desde lo privado,la labor letrada del sevillano en la corte virreinal de Montellano), sino que además seintensificaría, en esfuerzo y ambiciones poéticas, hasta el punto de alentar sucomposición más ambiciosa, de casi mil doscientos versos: La Burromaquia32.

C e r d e ñ a : d e a s n o s y b u f o n e s

La estancia de Gabriel Álvarez de Toledo en Cerdeña no aparece mencionada enningún estudio sobre el poeta, a pesar de que una de las alabanzas anónimas queencabezan las Obras póstumas poéticas la menciona explícitamente al repasar la historiadel servicio del poeta al conde de Montellano:

Tú, a quien elogios tributó Neptunocuando con aquel sabio presidentete vio su imperio entre tesoros ricos,perla más fina en concha más agreste;

30 Álvarez de Miranda, 1993, pp. 274, 283-284.31 Álvarez de Toledo, Varias poesías, p. 86.32 Rafael Bonilla Cerezo y Ángel Luis Luján Atienza preparan una edición crítica de La Burromaquia

(Bonilla Cerezo, 2012a, p. 212, n. 8). Sobre esta composición, véase Garau Amengual, 1994. Sobre la épicaburlesca postbarroca y neoclásica, véase Bonilla Cerezo, 2012b.

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tú, que embarcado en golfo más instable,que a envidias calma lo que a silvos mueve,para salvarte, con ingenio docto,de los escollos fabricaste puentes;tú, por cuyos perfumes elegantes,de sabios linces, doctos caracteres,cambió Cerdeña a aromas de discursosel renombre infeliz de pestilente.33

La isla de Cerdeña, vinculada administrativamente al Reino de Aragón, se habíaganado la fama de «pestilente» tras las numerosas epidemias de peste que habíanazotado la isla desde comienzos del siglo xvi. La precaria situación de la colonia seagravó hacia mediados del siglo xvii a raíz de una nueva epidemia que desembocó enuna crisis demográfica y económica, provocada por las malas cosechas de cereales(único ingreso de la isla) y el cuño de moneda falsa, que arrastró a la isla a una crisispolítica interna y a un conato de sublevación anti-española tras el asesinato del virreyCamarasa en 166834. El peligroso declive de la isla sirvió de llamada de atención a laCorona, la cual intentaría, entre otras medidas, reactivar su economía, reformar susleyes y perseguir el bandidaje surgido al amparo de un sector de la nobleza sardasemifeudal y anti-metropolitano. El panorama que el conde de Montellano presentó aCarlos II tras su llegada a Cerdeña era el de un territorio despoblado, lastrado por unsistema económico de supervivencia, por las deudas internas, y con un estamentonobiliario al que las tensiones sucesorias en Madrid habían escindido entre un bandofiloborbórnico y otro filoaustríaco35. A pesar del poco halagüeño panorama,Montellano puso en marcha un ambicioso programa de reformas que, si bien noconsiguió sacar a la isla de la deriva económica, sí logró para la colonia, y sobre todopara él mismo, una inusual atención por parte de la Corona36. En este sentido, Cerdeñarepresentó un importante paso adelante en la carrera política de Montellano hacia elcorazón mismo de la corte madrileña.

Ni que decir tiene que nuestro poeta salió igualmente beneficiado de la visibilidadpolítica que su señor consiguió desde Cerdeña. La centralidad del intelectual sevillano enel virreinato sardo se hace manifiesta en la primera reunión del Parlamento queMontellano convoca con todos los estamentos de la isla, ministros y consejeros reales enla catedral de Cagliari en febrero de 1698: «a dextris suae excellentiae nobili —relataDiego Liliu, secretario de la Real Audiencia— don Gabriele Albarez de Toledo Pellicerssecretario status et belli praesentis regni»37. En calidad de secretario personal del virreyse le encarga a nuestro autor la lectura de la carta real en la que se le confería aMontellano la autoridad para celebrar Cortes. 1500 liras fueron el sueldo por suparticipación en el Parlamento38.

33 Álvarez de Toledo, Obras, p. 1.34 Véase Manconi, 2008, pp. 429-464.35 Véase Catani y Ferrante, 2004, pp. 30-31.36 Manconi, 2008, p. 516.37 Catani y Ferrante, 2004, p. 336.38 Catani y Ferrante, 2004, p. 459. Cabe señalar aquí que en las actas del Parlamento del virrey

Montellano publicadas por Catani y Ferrante aparace también un Antonio Álvarez de Toledo Pellicer con el

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Si me detengo en estos detalles es para demostrar que la relación entre Montellano yÁlvarez de Toledo se intensificó considerablemente durante la estancia sarda, hasta elpunto de que el intelectual sevillano pasó a desempeñar el cargo de secretario de Estadodel ahora virrey. Del mismo modo, el estrechamiento de los vínculos entre Montellano yla clase dirigente de la isla también beneficiaría a Álvarez de Toledo, tanto política comointelectualmente. Como solía ocurrir en los núcleos virreinales, es de suponer que elpalacio de Montellano (cuyas estancias peninsulares, por otra parte, eran conocidopunto de reunión de académicos y literatos) también dio cabida entre sus muros aalguna suerte de corte intelectual o que, cuando menos, fue escenario de reunionesesporádicas que servirían para acentuar, desde la práctica literaria, la identidadprohispánica de la nobleza letrada insular. También es de suponer el protagonismo deÁlvarez de Toledo en esas probables reuniones.

Fue precisamente en Cerdeña donde Álvarez de Toledo entró por primera vez encontacto con un miembro de la clase alta sarda que acabaría convirtiéndose en uno delos más firmes defensores del sevillano durante los últimos años de su vida: VicenteBacallar y Sanna. El pistoletazo de salida de la carrera política de Bacallar y Sanna fue,de hecho, su participación en el Parlamento de Montellano de 1698 al que me hereferido anteriormente39. El apego de Bacallar y Sanna a la Casa de Montellano y suapoyo a la causa borbónica durante la Guerra de Sucesión le valdrían el título demarqués de San Felipe en 1709, año en que una rebelión del bando austracista sardo loforzó a exiliarse en España40. Justo este mismo año José de Solís y Gante, marqués deCastelnovo y nieto de Montellano, mandaba imprimir el poema heroico-religioso delflamante marqués, Los Tobías, con dedicatoria al duque de Montellano41. La sección deelogios poéticos a la obra la cerraban un soneto de Gabriel Álvarez de Toledo42 y unextenso romance heroico de otro conocido integrante del círculo de Montellano,Antonio Dongo Barnuevo43. No sorprende, por tanto, que cuatro años más tarde losnombres de Bacallar y Sanna, Dongo Barnuevo y Solís y Gante figuren, junto con el deÁlvarez de Toledo, en la lista de los primeros académicos de la recién fundada RealAcademia Española44, ni que en 1714, muerto ya Álvarez de Toledo, Bacallar y Sannasaliera a la palestra, con el pseudónimo de Encio Anastasio Heliopolitano, a defender

cargo de «oficial mayor» de la secretaría de su excelencia, es decir, como subordinado directo de GabrielÁlvarez de Toledo (Catani y Ferrante, 2004, pp. 279 y 460). Oliver, 1995, no lo cita como hermano del autor,aunque sin duda pertenecía a su misma familia, lo que corroboraría la relación clientelar entre la Casa deMontellano y los Álvarez de Toledo de Sevilla mencionada anteriormente.

39 Catani y Ferrante, 2004, p. 452.40 Felices de la Fuente, 2013, p. 209.41 Este nieto de Montellano, futuro tercer duque de Montellano, también formó parte del séquito del

virrey en Cerdeña, tal y como puede comprobarse en las actas del Parlamento del primer duque: «et a tergodicti excellentissimi praesidis veniebat admodum nobilis et lectissimus don Iosephus de Solis et Gante, neposdicti excellentissimi praesidis et capitaneus custodiae illius.» (Catani y Ferrante, 2004, p. 335). El título de«lectissimus» no es, en este caso, simple adulación, ya que este personaje mostró siempre bastante interés porel mundo de las letras y fue él mismo un poeta aficionado.

42 Bacallar y Sanna, Los Tobías, p. [xvi]; luego incluido por Villarroel en las Obras póstumas poéticas(p. 12).

43 Bacallar y Sanna, Los Tobías, pp. [xvii-xxiii].44 En los prolegómenos de Los Tobías encontramos a otro futuro miembro fundador de la Real Academia,

Pedro González de Barcia. Suya es la aprobación de la obra del escritor sardo.

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con su Palacio de Momo la Historia de la Iglesia y del mundo de las acusacionesvertidas por Luis de Salazar y Castro en su apócrifa Carta del maestro de niños45.

Pero el impacto de Cerdeña en Álvarez de Toledo no se tradujo sólo en relacionespolítico-literarias; donde mejor se aprecia ese impacto tal vez sea en su composiciónpoética más ambiciosa, dejada incompleta por el autor pero colocada acertadamente porVillarroel en el centro de su edición: el poema heroico-burlesco La Burromaquia, dondese canta, siguiendo la tradición de La Gatomaquia de Lope y, sobre todo, de LaMosquea de José de Villaviciosa, la guerra entre Grandasno, rey de la isla de Asinara, yJumentorvo, rey de Formentera. No es éste el lugar para entrar en profundidad en unanálisis de esta extensa composición consciente y paródicamente gongorina, pero sí meparece necesario llamar la atención sobre su estrecha relación con la experiencia sarda,ya que en ella reside gran parte de la clave hermenéutica del poema. Sorprende, dehecho, que esa relación no se haya puesto antes en evidencia, pues el mismo poema lamanifiesta abiertamente al ubicar parte de la acción en Asinara, una pequeña isla junto ala costa noroeste de Cerdeña46 conocida, precisamente, por su colonia de burros albinos.Me parece evidente que tanto las tensiones políticas de los burros de Asinara como lasplagas, bandidos y caristías que asolan Formentera (también, por cierto, famosa en laépoca por sus burros salvajes) son una máscara carnavalesca de la realidad política,social y económica por la que atravesaba la colonia española. Aunque desconocemos lafecha exacta de su composición, me atrevería a afirmar que el poema se escribió durantelos años sardos como una suerte de válvula humorística por la que aliviar y exorcizar losproblemas a los que se enfrentaba el gobierno de Montellano, y que con esa doblefinalidad, (auto)crítica y atenuante, se leyó en alguna de las academias improvisadas enel palacio virreinal. De hecho, La Burromaquia no es la única prueba de esta faceta“bufonesca” de Álvarez de Toledo con respecto a la Casa de Montellano; ahí estátambién el romance jocoso «A los años del duque de Montellano»47, que habría quedatar en 1696, también durante la estancia sarda, y otro romance de similar traza, «Alos cinco cazadores que salieron a un soto y se volvieron sin hacer caza y andubierondiez leguas, reventaron cuatro mulas que llevaron el coche, y el señor marqués deCastelnovo (uno de los cazadores) mató de tres tiros un cabrito»48.

En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que la distancia de Cerdeña, entérminos de práctica poética, ofreció a Álvarez de Toledo la posibilidad de ejercitarse enuna vena, la burlesca, a la que su persona pública le impedía el acceso. El sevillano, sinduda, supo aprovechar esa oportunidad. Las pocas ocasiones en las que ofrecería supoesía a la imprenta a su regreso de Cerdeña sería para afianzar la persona poética quese había venido forjando desde Sevilla bajo la protección de Montellano, es decir, la delpoeta moral y religioso, fiel súbdito y modélico cristiano.

45 Sobre esta polémica póstuma en torno a la Historia de Álvarez de Toledo, veánse Pérez Magallón,2002, pp. 222-226, y Sánchez Mariana, 2014.

46 Solo Garau Amengual menciona este dato (1994, p. 381).47 Álvarez de Toledo, Obras, pp. 108-110.48 Álvarez de Toledo, Obras, pp. 119-120. Quizás, por el tono del romance y por el hecho de que el autor

se refiere al marqués de Casltenovo como «diestro joven» (p. 119), podríamos datar también esta composicióndurante los años del virreinato de Montellano.

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E n l a c o r t e d e F e l i p e V : p o e s í a c o m o g l o s a p o l í t i c a

El regreso del conde de Montellano a España en 1699 coincidió casi con la muerte deCarlos II, por lo que sus primeros años en la Península estuvieron marcados por unafuerte actividad política dirigida a reclamar un puesto de autoridad en la corte de FelipeV. Ésta se encontraba sumida en una trama de intrigas palaciegas que enfrentarondurante la primera década del siglo a los ministros franceses con los nobles españoles y aéstos entre sí, y de la que el conde de Montellano, después de un primer momento defortuna política a la sombra de la Casa de la Reina, no iba a salir indemne49. GabrielÁlvarez de Toledo, como ya había ocurrido antes en Sevilla y en Cerdeña, se haría ecode esa actividad política desde su posición de secretario-poeta del noble sevillano.

El nombramiento del conde de Montellano en 1702 como Primer Mayordomo de laCasa de la Reina colocó al noble sevillano en el centro de las intrigas palaciegas alponerlo en relación directa con la persona más influyente de la Corte: Marie Anne de LaTrémoille, princesa de Ursinos y Camarera de la Reina. El tremendo poder político de laprincesa de Ursinos (delegado en ella por el mismo Luis XIV) había irritado tanto a losprimeros embajadores franceses, que se vieron desplazados y desautorizados ante losreyes de España y de Francia, como a un gran sector de la Grandeza española, obligadoa negociar su posición en la Corte con la noble francesa50. De la relación con la deUrsinos Montellano conseguiría el puesto de presidente del Consejo de Castilla, unasiento en el Gabinete del Rey y, tras su intervención en favor del regreso de la francesaa la corte madrileña en 1704, una Grandeza de segunda clase a comienzos de 170551.Sin embargo, y a pesar de estos influyentes cargos, la situación de Montellano en lacorte borbónica estuvo siempre sujeta a la inestabilidad política de un país en guerracuyo centro de poder, además, pasaba por un importante cambio dinástico y dependíaen gran medida de los intereses y decisiones de ministros extranjeros. Como muestra deesta frágil situación de la que hablo basten las siguientes palabras que el ministroMichel-Jean Amelot, aliado de la de Ursinos, enviaba en 1705 a Luis XIV a propósito dela elección de Montellano como miembro del Gabinete de Felipe V:

no creo que convenga al rey de España admitir al duque de Montellano en el despacho sin quehaya junto a él algún otro español que goce de consideración; la del duque de Montellano noes aún lo suficientemente grande para dejarle solo en este puesto, incluso si su fidelidad, de lacual creo que hay muchas dudas, no estuviese sometida a sospecha.52

En septiembre de 1705 Montellano dejó su puesto de presidente del Consejo deCastilla53, y aunque conservó hasta 1709 su puesto en el Gabinete del Rey, esteorganismo había perdido ya casi toda su capacidad ejecutiva y había pasado a constituirotra forma más de control de los nobles españoles por parte de Amelot54. El rechazo a la

49 Para un útil resumen de las intrigas políticas en la Corte borbónica de Felipe V durante la Guerra deSucesión, véase Kamen, 1969, pp. 83-139.

50 Kamen, 1969, pp. 44-45.51 Felices de la Fuente, 2013, p. 162.52 Girardot 2012, p. 207.53 Kamen, 1969, p. 93.54 Kamen, 1969, p. 114.

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política de Amelot y de la princesa de Ursinos terminaría por convertir las famosastertulias del palacio de Montellano en «the resort of all who were discontented with thegovernment»55.

Importan estas intrigas cortesanas porque su eco se escucha claramente en latrayectoria cortesana y en la producción poética de Álvarez de Toledo, y porque nosobligan a replantearnos la imagen de sabio anacoreta, alejado del mundanal ruido que,desde la edición de Villarroel de 1744, se ha venido aceptando mecánicamente. Enrealidad, la carrera de Gabriel Álvarez de Toledo en la recién estrenada corte borbónicasiguió una trayectoria ascendente muy similar a la descrita por la Casa de Montellano.En este sentido, gran parte de la producción lírica de Álvarez de Toledo entre 1700 y1714 podría leerse como una suerte de glosa poética al andamiaje político que mantuvoa Montellano en el candelero cortesano durante la primera década del siglo xviii. Apartir de 1703, año en el que a Álvarez de Toledo se le conmutó el hábito de Santiagopor el de Alcántara56, el ascenso del conde de Montellano en la nueva corte procurópara su secretario personal el cargo de secretario de la Presidencia de Castilla y unpaulatino acercamiento al rey que Villarroel se encargaría de recordar (tal vezinflándolo) en su prólogo al lector: «Tuvo mucha parte su dictamen en las máximas yresoluciones de la Monarquía en los primeros años del reinado de su Majestad el señordon Felipe Quinto»57. Es un hecho que Álvarez de Toledo firmó como «secretario de suMajestad» el soneto con el que contribuyó a la impresión de Los Tobías de VicenteBacallar y Sanna en 170958, y que la censura de Juan de Ferreras y la licencia de Isidrode Porras a su Historia de la Iglesia y del mundo lo reconocían, respectivamente, como«secretario de su Majestad y su primer bibliotecario»59, y como «oficial de Estado»60,por lo que resulta obvio que Álvarez de Toledo no sólo medró en la corte a la par que suseñor, sino que incluso logró mantener su posición de prestigio cuando el duque deMontellano, a partir de 1709, se retiró de la palestra política. A ello contribuyó, sinduda, su capacidad para hacerse, desde su estratégica posición de mediador entre elcampo cultural y el político, con un considerable capital moral que conjugaba unamodélica sujeción civil a la política borbónica con el cultivo de una autoridad religiosa yerudita, manifiestamente anticortesana. El paso de Álvarez de Toledo a la historia de laliteratura española como ejemplar honnête homme de la España del xviii confirma eléxito de esa estrategia auto-representacional patente en muchos de los poemas incluidosen los Obras postumas poéticas pero también en otros que quedaron inéditos.

Esta estrategia se puso en marcha inmediatamente tras el regreso de Cerdeña. En1701 tuvieron lugar en Barcelona las bodas reales entre Felipe V y María Luisa deSaboya, sin duda el mayor evento social y político del año, y la famosa Academia de losDesconfiados celebró una sesión especial para celebrarlo. La Casa de Montellano noperdió la ocasión de capitalizar la importancia simbólica de esa sesión académica,colocando en su presidencia al joven José de Solís y Gante, nieto de Montellano, y

55 Coxe, 1815, p. 457.56 Cueto, 1952, p. 2.57 Álvarez de Toledo, Obras, p. [xvii].58 Bacallar y Sanna, Los Tobías, p. [xv].59 Álvarez de Toledo, Historia, p. [iii].60 Álvarez de Toledo, Historia, p. [vi].

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consiguiendo el cargo de secretario para Gabriel Álvarez de Toledo61. Tal vez fuera enesta academia, o en algunas de las muchas que se habían celebrado en Madrid a lo largode 1701 con motivo de la llegada del nuevo rey, donde se escuchó por primera vez elromance pro-borbónico de Álvarez de Toledo «Exhórtase a España a que deje el llantodel rey nuestro señor don Carlos Segundo (que goce de Dios) y celebre la venida de susucesor el rey nuestro señor don Felipe V», dado a la imprenta ese mismo año62. En esteambiente celebrativo y dentro de la misma estrategia posicional ante la llegada de FelipeV a España, podríamos también enmarcar el soneto en francés «La Langue Françoisesans envier les felicites d’Espagne contribue aux eloges du Roy Catholique dans cesonet»63, incluido posteriormente en las Obras póstumas poéticas como muestra, talvez, del celebrado don de lenguas del autor (pp. 14-15).

No creo que fuera casualidad que 1701 y Madrid fueran también el año y el lugar depublicación de otro de los escasos poemas dados a la imprenta por nuestro autor: los«Afectos de un moribundo hablando con Cristo crucificado»64. Se trata de un romancede temática religiosa en la tradición del ars moriendi que recuerda poderosamente, ycreo que de forma consciente, a otro romance del famoso abuelo del autor, José Pellicer,incluido en uno de los best-sellers de la poesía religiosa del xvii, la antología Avisos parala muerte, recopilada en 1634 por Luis Ramírez de Avellano y editada hasta catorceveces a lo largo del siglo65. De este modo, Álvarez de Toledo no sólo entroncaba conuna tradición poético-religiosa reconocible y canónica, sino que además complementabala ejemplaridad política (patente en el romance «Exhórtase a España») con la religiosa.Como demuestran los numerosos poemas religiosos incluidos de las Obras póstumaspoéticas, caso del romance de 1712 a la canonización de san Andrés Avelino («lapostrera obra del autor», nos avisa Villarroel [p. 106]), Álvarez de Toledo seguiríacultivando esta voz poética religiosa como parte importante en la construcción de unprestigio personal dentro de la corte borbónica hasta desembocar, en el momento álgido

61 Relación, p. 23. La relación de Álvarez de Toledo con la famosa academia catalana no terminó con estasesión. En 1702 arropó con una breve pero elogiosa carta la Disertación histórica por la patria de PauloOrosio de uno de los miembros más importantes de la academia, Pablo Ignacio de Dalmeses y Ros (Oliver,1995, p. 84), haciendo ya gala de la autoridad erudita que cristalizaría en 1713 en la Historia de la Iglesia ydel mundo.

62 El romance se publicó suelto en Madrid y fue incluido luego por Villarroel en las Obras póstumaspoéticas (pp. 33-36).

63 Corrijo el enoier (por envier) y el ee (por ce) del texto impreso; también incluyo en la frase francesa lapalabra sonet que va destacada en el impreso a modo de encabezamiento del soneto.

64 Además de una edición madrileña de 1701, esta composición también se editó en Sevilla dos veces, unaa cargo de Juan Francisco de Blas, dedicada al caballero de Calatrava Luis de Briones Llarena por JoséGerardo de Sandier, y la otra en la imprenta de Francisco Leefdael por encargo de Manuel de Anero Puente. Elhecho de que en esta última aparezca Álvarez de Toledo con el título de bibliotecario de su Majestad hacesuponer que se imprimió después de 1712, tal vez en 1714, con motivo de la muerte del autor. En cuanto a laprimera, posiblemente se imprimió después de 1717, fecha en la que el impresor cambió su imprenta a la Casadel Correo Viejo (Aguilar Piñal, 2002, p. 32), donde efectivamente se imprime esta edición de los «Afectos».

65 Para un estudio pormenorizado de esta antología, véase Osuna, 2009. Compárese el comienzo delromance de José Pellicer («Antes, Señor, que la muerte / con el sangriento cuchillo / violentamente desate / elvital estambre mío;» [Osuna, 2009, 62]) con el de Álvarez de Toledo («Antes, antes que se cambie / (soberanoJesús mío) / en la nada del no ser / la nada del haber sido» [Álvarez de Toledo, Obras, p. 94]).

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de su autoridad, en la Historia de la Iglesia y del mundo en 1713. Pero no todo, desdeluego, fue devoción religiosa.

En 1702 tendríamos que fechar el soneto «Al túmulo de Guillermo, Rey deInglaterra»66, una suerte de vanitas político quevedesco en el que Álvarez de Toledorecuerda la muerte de Guillermo III, enemigo principal de Felipe V al inicio de la Guerrade Sucesión, para condenar, implícitamente, la causa austracista y reivindicar, para él ypara Montellano, la borbónica. No sabemos si el soneto que comienza «Cuando Febosus flechas luminosas»67, a propósito del nacimiento de Felipe V bajo el signo deSagitario, fue compuesto inicialmente por Álvarez de Toledo como antítesis triunfal alsoneto anterior, pero la disposición consecutiva de estas dos composiciones en la ediciónde Villarroel sin duda apunta a ese tipo de interrelación temática.

Alrededor de 1702 habría también que fechar otra composición incluida en lasObras póstumas y referida a la batalla en la italiana Luzzara entre las tropas borbónicasy las austracistas en agosto de ese mismo año: el romance burlesco «Al gentilhombreque despachó el Rey a la Reina con la noticia de la batalla de Luzzara, que tardómuchísimo tiempo en llegar»68. A esa misma batalla se alude también en el sonetoinédito «A la feliz victoria que tuvieron las armas del Rey, nuestro señor, en Italia, conmuerte de seis mil alemanes»69. Otros dos sonetos más, incluidos en las Obras póstumaspoéticas, ensalzan las victorias borbónicas en tierras italianas y centroeuropeas entre losaños 1702 y 1703, «Al Rey, nuestro señor, en ocasión de la victoria que han logrado susarmas» (pp. 9-10) y «Al Rey, nuestro señor, en ocasión de la victoria que han tenido lasarmas de Su Majestad cristianísima en Alemania, con alusión a las de Su Majestad enItalia» (p. 10). En este mismo grupo de composiciones de ensalzamiento de la políticaborbónica tendríamos también que incluir el soneto «A la quema de Játiva», compuestoalrededor de 1707 tras la decisión de Felipe V de incendiar, a modo de ejemplo paraotras ciudades austracistas, la ciudad valenciana70. La última composición pro-borbónica de Álvarez de Toledo debió de ser su romance a la muerte, en 1711, del padrede Felipe V, Luis de Francia, el Gran Delfín. También debió de ser ésta su últimacomposición poética impresa en vida, ya que el poema se incluyó entre los elogiosañadidos a la relación de las exequias madrileñas por la muerte de Luis de Franciaredactada por José de Cañizares71. En el banco de nobles que atendieron a las pompasfúnebres madrileñas se pudo ver a su antiguo señor, el primer duque de Montellano,probablemente en lo que fue su última aparición pública importante antes de su muerteen 171372.

Mención aparte merecen dos sonetos que quedaron fuera de la edición de Villarroel,pero que se conservan en el volumen manuscrito de 1719 y en su copia de 1741. Se trata

66 Álvarez de Toledo, Obras, pp. 11-12.67 Álvarez de Toledo, Obras, p. 11.68 Álvarez de Toledo, Obras, p. 111. Sabemos por el manuscrito de 1719 que ese gentilhombre fue el

duque de Béjar (Álvarez de Toledo, Varias poesías, p. 18).69 Álvarez de Toledo, Varias poesías, p. 87.70 En las Obras póstumas poéticas este soneto pasó a formar pareja con «A Roma destruida» (p. 8). Sobre

éste último, véase Sebold, 1972.71 Cañizares, España llorosa, pp. 73-76. La composición sería incluida posteriormente en las Obras

póstumas con importantes variantes (pp. 38-40).72 Cañizares, España llorosa, p. 64.

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de «A la heroica propuesta de la Reina, nuestra señora, en la Junta, consultando por dosveces si iría a Andalucía, cuando estaba invadido del inglés»73, cuya fecha decomposición, por el título, habría que situar en torno a 1702, durante el intento deinvasión anglo-holandesa de Cádiz74; y, sobre todo, el titulado «En elogio de la gloriosavictoria del duque de Baviera, en ocasión de haber resuelto no ausentar de España miseñora la princesa de los Ursinos», en el que el autor une en una misma alabanza lavictoria de las tropas borbónicas dirigidas por Maximiliamo Manuel II, duque y electorde Baviera, con la permanencia en la corte madrileña de la princesa de Ursinos. Meatrevería a fechar este último hacia finales de 1704, tras la famosa batalla de Höchstädt,a la que creo se refiere el soneto, y cuando Luis XIV, ante la presión de María de Saboyay con el ambiguo apoyo de Montellano75, ordenó el regreso de la princesa de Ursinos ala corte española. Merece la pena copiarlo aquí:

Triunfó Baviera, ¡qué valiente empresa!Madama se nos queda, ¡qué amorosa!¡Oh, cómo queda Italia victoriosa!¡Oh, cómo estima España tu fineza!

Erige monumento a las proezasde aquel valor el Rin, ¡oh acción gloriosa!.Teatro es esta Corte venturosade ese admirable amor de la Princesa.

Impulso de la diestra es la victoria;bella pasión del alma, es el amarte.Haz paralelo España, y luego advierte

cuál de los dos merece mayor gloria:o el amor de madama en no dejarte,o el valor de Baviera en defenderte.76

Una primera lectura invita a entender el poema obedeciendo al título, esto es, comouna alabanza de la política borbónica durante la Guerra de Sucesión particularizada endos de sus protagonistas, el duque de Baviera y la princesa de Ursinos, los cuales sepresentan en el soneto como manifestaciones contemporáneas de Marte y Venus. Unalectura más profunda, sin embargo, revoca la intención declarada en el título yreconduce su tono heroico hacia el terreno opuesto de la sátira. Porque, ¿a qué victoriase puede referir aquí Álvarez de Toledo cuando lo que invocaba el nombre del duque deBaviera en la Europa de comienzos del xviii era más bien derrotas? Bajo su mando, dehecho, se libró la batalla de Höchstädt, el fracaso más sonado de las tropas borbónicasdurante la Guerra de Sucesión, «la primer desgracia que vio Luis XIV —en palabras de

73 Álvarez de Toledo, Varias poesías, p. 88.74 Bacallar y Sanna menciona este preciso episodio en sus Comentarios de la guerra de España (p. 98). El

soneto no pasó a la edición de Villarroel, probablemente por los malos recuerdos que debía de traer labochornosa pérdida de Gibraltar tras el tratado de Utrech de 1714.

75 Coxe, 1815, p. 266.76 Álvarez de Toledo, Varias poesías, p. 89.

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Bacallar y Sanna— después de medio siglo de continuadas glorias», el «origen de tantaspérdidas»77. Si la «valiente empresa» de Baviera en el soneto de Álvarez de Toledo noes, como creo, victoria sino derrota, ¿qué puede ser el «admirable amor» de Ursinos sinola máscara irónica de los odios e intrigas que se tejían en la corte madrileña alrededor desu persona? El mérito del soneto consiste, por tanto, en que puede funcionar en ambasdirecciones, la heroica y la burlesca, emulando, disimulando, la ambivalente situaciónpor la que pasaba la Casa de Montellano por esos mismos años. No es difícil imaginarsu lectura en alguna de las tertulias de Montellano ni tampoco la complicidad demuchos de los asistentes a esa tertulia con la doble intencionalidad de los versos78.

Pero el gran logro de Gabriel Álvarez de Toledo consistió en mantener el prestigioacumulado durante la primera década del siglo una vez que su principal representanteante la Corte, el duque de Montellano, se retiró de la escena política en 1709. De hecho,es a partir de 1709 cuando ese capital simbólico acumulado ofrece realmente susmejores frutos y cuando la carrera del sevillano alcanza su clímax confirmando alpersonaje como una fuente de prestigio propio. Aunque ese clímax se manifiesta deforma pública e impresa a través de la Historia de la Iglesia y del mundo, es interesanteobservar que nuestro autor continuó en estos años ejerciendo su autoridad y expresandosu opinión sobre diversos asuntos concernientes al ámbito intelectual-cortesano tambiéndesde el espacio académico, privado, y a través de la sátira en verso, lo que desdice, denuevo, el anacoretismo del que lo vestiría luego el prólogo de Villarroel. Prueba de elloson las décimas inéditas, con ecos quevedianos, «Al traductor del catecismo deMontpellier», donde Álvarez de Toledo acusaba de molinosismo a un traductor alcastellano de las Instructions générales en forme de catéchisme, el conocido como‘catecismo de Montpellier’ del francés François Aimé Pouget, y que no podía ser otroque Manuel de Villegas Piñateli, quien tradujo la obra del francés en 171079.

A mediados de 1713 llegaría la verdadera consagración de Álvarez de Toledo con lapublicación de la Historia de la Iglesia y del mundo a cargo de Librería del Rey. En laobra, el sevillano se presentaba como una autoridad moral y religiosa capaz de terciarentre las fuerzas renovadoras (en su defensa del atomismo) y la ortodoxia (en su visiónmás bien contrarreformista de la Iglesia y del mundo)80. El considerable impacto de laHistoria en el campo intelectual español pone de manifiesto la autoridad y centralidad

77 Bacallar y Sanna, Comentarios, p. 183.78 Esta misma ambigüedad posiblemente fue la que cerró al soneto las puertas de la imprenta: si se trataba

de un elogio, porque convenía echar tierra al estrecho vínculo que había existido entre la Casa de Montellanoy la princesa de Ursinos (desterrada de España por la nueva reina en 1714); y si se trataba de una sátira,porque no casaba con el poeta moral, anticortesano, que Villarroel se había empeñado en construir para susObras póstumas poéticas.

79 En 1788, Francisco Antonio de Escartín da a la estampa una nueva traducción del polémico catecismodel religioso francés. En su prólogo al lector hace referencia a la traducción castellana de Villegas de 1710, y auna supuesta reimpresión en 1713. Aunque el nuevo traductor no habla de molinosismo, sí se refiere a laprohibición del original francés y de su traducción por la Inquisición en 1747, así como a las numerosos fallosy elisiones que, a su juicio, contenía la traducción que Álvarez de Toledo critica en sus décimas (Escartín,«Prólogo al lector», pp. xxvii-xxiv). Villegas Piñateli debió de frecuentar los mismos círculos cortesanos yacadémicos que nuestro autor ya que en 1714, el mismo año de la muerte del sevillano, pasó a ser miembro dela Real Academia Española (Real Academia Española, Diccionario, p. xxxi).

80 Abellán, 1981, pp. 361-362; Hill, 2002, pp. 104-120.

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alcanzada por Álvarez de Toledo en dicho campo hacia el final de su vida. Esacentralidad, además, se vio confirmada por otros dos acontecimientos que prepararon yampliaron, respectivamente, la consagración procurada por la imprenta: elnombramiento de Álvarez de Toledo, a instancias del confesor del rey, Pierre Robinet,como bibliotecario real en 171281, y su participación en 1713, a instancias de JuanPacheco, marqués de Villena, en la fundación de la Real Academia Española82.

P r e s t i g i o s p ó s t u m o s

Que Álvarez de Toledo ocupara este lugar de prestigo en la corte borbónica al finalde la Guerra de Sucesión significa que contaba con el beneplácito de algunos de lospersonajes que acabaron contribuyendo al arrinconamiento político del duque deMontellano, caso, como ya hemos visto, de la princesa de Ursinos, o de Melchor deMacanaz, uno de los máximos responsables de la creación de la Biblioteca Real juntocon Robinet83, y cuya oposición a los fueros lo había enfrentado a gran parte de laGrandeza, incluido el propio duque84. Significa, también, que el escenario político de laépoca era extraordinariamente voluble y que las alianzas cambiaban de dirección a tenorde las necesidades. Y significa, para efectos de este estudio, que el prestigio culturalpodía llegar a convertirse en un aval estable, en una suerte de patrimonio simbólico delprestigio social y político de una Casa noble. Desde este punto de vista habría queentender la defenición del autor como «perla más fina en concha más agreste» quehallamos en una de las alabanzas de las Obras póstumas poéticas85, y desde este puntode vista habría que entender también las palabras que tanto Villarroel como Juan de laConcepción dedicaron al celo que los sucesores del primer duque de Montellanopusieron en la conservación de la poesía del antiguo secretario: «no se pueden llamarpóstumas —explicaba Villaroel al destinatario de las Obras y biznieto de Montellano—porque siempre tuvieron en Vuestra Excelencia padre, protector, y patrono”86; «porqueestas obras no yacían, —escribía Juan de la Concepción en su censura—, descansabanhasta este tiempo, logrando, a fuer de tesoro, la protección sublime de un Monteexcelso, en que su memoria duraba sin peligro, y su crédito, sin el menor estorbo, corríaLlano»87.

Diego de Torres Villarroel, quien ya se había pronunciado muy favorablemente apropósito del autor de la Historia de la Iglesia y del Mundo en sus Visiones y visitas deTorres con don Francisco de Quevedo por la Corte de 172888, supo entrever eseprestigio latente en los poemas manuscritos de Álvarez de Toledo y usarlo a su favor.Como propone Galbarro García, la edición de las Obras póstumas poéticas en 1744 nopuede desvincularse del intento del salmantino por congraciarse con los Álvarez deToledo más poderosos del momento, los de la Casa de Alba, a través de la primera

81 Véanse García Morales, 1974, y García Ejarque, 1995.82 Real Academia Española, Diccionario, pp. ix-x.83 Magallón, 2002, p. 317.84 Martín Gaite, 1982, pp. 113-114.85 Álvarez de Toledo, Obras, p. 1.86 Álvarez de Toledo, Obras, p. [iii].87 Álvarez de Toledo, Obras, p. [v].88 Garau Amengual, 2013, p. 38.

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duquesa de Alba, María Teresa Álvarez de Toledo, a quien también había dedicado en1743 su Vida89, pero también de su hijo Fernando Silva Álvarez de Toledo, a quiendedicaría en 1744 sus Juguetes de Talía. Por otra parte, como afirma Garau Amengualsiguiendo a Guy Mercadier90, la edición de la poesía de uno de los fundadores de la RealAcademia Española tampoco podía ser ajena a las aspiraciones que tenía su editor deconvertirse en miembro de esa misma academia. Pero a estas razones podríamos ademássumar otras, como la posibilidad que se le presentaba a un Villarroel acuciado por laspurgas de la Inquisición de relacionar su nombre con un devoto erudito «de inalterableconducta»91, tal y como él mismo afirmaba en su prólogo y subrayaba en la selección ydisposición de los poemas editados, o de parangonarse, en su labor editorial, deconstrucción del canon poético contemporáneo, con su mayor modelo, Quevedo, quientambién había llevado a cabo una similar tarea de rescate con las poesías de fray Luis deLeón y, sobre todo, de Francisco de la Torre.

Fueran una o varias las razones que movieron a Torres Villarroel a editar y a dar a laimprenta las obras poéticas de Gabriel Álvarez de Toledo, lo que está claro es que es sulabor tenía como fin reactivar un prestigio acumulado durante años sobre la base de unacuidada trayectoria personal y de una intensa relación con el crédito político. El hechode que ese prestigio, reactivado, pudiera servir a Torres Villarroel para posicionarse conrespecto al poder político (de la Casa de Alba), al cultural (de la Real AcademiaEspañola y del campo literario en general) o al religioso (de la Inquisición), demuestra lanecesidad de acercarse al estudio de la poesía postbarroca española desde unaperspectiva heterogénea e inclusiva que intente superar los prejuicios estéticosrománticos y que la devuelva, como se ha procurado hacer aquí con la poesía de Álvarezde Toledo, a sus contextos originales de producción, expresión y uso.

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89 García Galbarro, 2009, p. 200.90 Garau, 2013, p. 40.91 Alvarez de Toledo, Obras, p. [xiii]. Me refiero aquí a la purga inquisitorial que sufrió la Vida natural y

católica de Villarroel en 1743, según nos cuenta el propio autor en el tramo quinto de su Vida (TorresVillarroel, 2005, pp. 208-211).

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muy noble y muy leal ciudad de Sevilla dedicó a sureina doña María Luisa de Borbón, que seaen gloria, en el día 30 de marzo de 1689 , Sevilla, por Juan Francisco de Blas, [1689]; y Sucintadescripción de las exequias que a su reina la señora doña María Luisa de Borbón consagró elRegio Tribunal de la Contratación de las Indias de esta muy noble y muy leal ciudad deSevilla, el día primero de abril del año de 1689, Sevilla, por Juan Francisco de Blas, [1689].

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Resumen. Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714) fue uno de los intelectuales españoles más destacados en elpaso de los siglos xvii al xviii. Aunque su lugar oficial en el campo cultural de la época vino determinado porsu labor como erudito, concretamente como historiador de la Iglesia, la práctica poética amateur fue unaconstante durante toda su vida y desempeñó un papel importante en la construcción de una exitosa carreralabrada a la sombra de la relación clientelar del autor con la poderosa Casa de Montellano. Este estudiopropone un nuevo acercamiento a la producción poética de Gabriel Álvarez de Toledo, tanto la impresa (envida y póstuma, a través de la edición de 1744 de las Obras póstumas poéticas a cargo de Diego de Torres deVillarroel) como la inédita. El objetivo es devolverla a sus contextos originales de producción y uso, ycontribuir con ello a un mejor entendimiento del autor pero también del estrecho vínculo entre prácticaspoéticas y prácticas políticas típico de la España postbarroca.

Palabras clave. Álvarez de Toledo Gabriel, amateurismo, clientelismo, prestigio literario, poesía postbarroca

Obra estudiada. Obras póstumas poéticas (Gabriel Álvarez de Toledo, 1744)

Résumé. Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714) fut un des intellectuels espagnols importants à la charnièreentre le xviie et le xviiie siècle. Plus connu comme érudit —comme historien, en particulier, de l’Église—, toutesa vie durant il pratiqua en amateur la poésie, élément décisif pour la construction d’une brillante carrièredéveloppée sous l’égide de la puissante Casa de Montellano. On tentera ici une nouvelle aproche de saproduction poétique, qu’elle ait été imprimée (de son vivant ou après sa mort, comme l’édition, en 1744, de sesObras póstumas poéticas par Diego de Torres de Villarroel) ou qu’elle soit restée inédite. On la réinscrira ainsidans son contexte d’origine (modes de production et fonctions), afin de mieux comprendre son œuvre et depréciser le lien étroit et caractéristique qui existe entre pratiques poétiques et pratiques politiques dansl’Espagne post-baroque.

Mots clefs. Álvarez de Toledo Gabriel, écrivain amateur, clientélisme, prestige littéraire, poésie espagnole post-baroque

Œuvre étudiée. Obras póstumas poéticas (Gabriel Álvarez de Toledo, 1744)

Summary. Gabriel Álvarez de Toledo (1662-1714) was one of the most prominent Spanish intellectuals at theturn of the 18th Century. Although his position in the Spanish cultural field was mainly based on hisreputation and writings as a Church historian, the occasional writing of poetry, constant during his entire life,played a crucial role in the development of his successful public career under the clientelistic protection of thepowerful House of Montellano. This study proposes a new approach to Álvarez de Toledo’s body of poetry,both printed (in vita and posthumously, through Diego de Torres Villarroel’s 1744 edition of Álvarez deToledo’s Obras póstumas poéticas) and unpublished. It aims to bring that poetry back to its originalproduction-use contexts in order to contribute to a better understanding of both the author himself and theclose ties between poetic and political practices characteristic of post-baroque Spain.

Keywords. Álvarez de Toledo Gabriel, amateur writer, clientelism, literary prestige, post-Baroque Spanishpoetry

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P O E S Í A Y P O D E R E N L A L A E S P A Ñ A P O S T B A R R O C A 1 0 3

Work studied. Obras póstumas poéticas (Gabriel Álvarez de Toledo, 1744)

El autor. Javier Jiménez Belmonte es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla ydoctorado en literatura española por la Universidad de Colombia (New York). Profesor titular de literaturaespañola en Fordham University (New York) desde 2007. Cuenta con diversas publicaciones sobre poesía delSiglo de Oro y postbarroca, historiografía medieval y renacentista, quijotismo y gitanismo en revistas como LaCorónica, Calíope, Hispanic Review y Cervantes. Es autor de Las Obras en Verso del príncipe de Esquilache:amateurismo y conciencia literaria (Tamesis, 2007). ([email protected])