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Everness Sólo una cosa no hay. Es el olvido Dios que salva el metal salva escoria y cifra en Su profética memoria las lunas que serán y las que han sido. Ya todo esta. Los miles de reflejos que entre los dos crepúsculos del día tu rostro fue dejando en los espejos y los que ira dejando todavía. y todo es una parte del diverso cristal de esa memoria, el universo; no tienen fin sus arduos corredores y las puertas se cierra tu paso; sólo del otro lado del ocaso verás los Arquetipos y Esplendores. Por Jorge Luis Borges De pronto entró la Libertad Raúl González Tuñón De pronto entró la Libertad. Estábamos todos dormidos, algunos bajo los árboles, otros sobre los ríos, algunos más entre el cemento, otros más bajo la tierra. De pronto entró la Libertad

Poesc3adas Argent in As de Vanguardia

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EvernessSólo una cosa no hay. Es el olvido

Dios que salva el metal salva escoria

y cifra en Su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo esta. Los miles de reflejos

que entre los dos crepúsculos del día

tu rostro fue dejando en los espejos

y los que ira dejando todavía.

y todo es una parte del diverso

cristal de esa memoria, el universo;

no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierra tu paso;

sólo del otro lado del ocaso

verás los Arquetipos y Esplendores.

Por Jorge Luis Borges

De pronto entró la Libertad Raúl González Tuñón

De pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,

algunos bajo los árboles,

otros sobre los ríos,

algunos más entre el cemento,

otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertad

con una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,

algunos con picos y palas,

otros con una pantalla verde,

algunos más entre libros,

otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertad

con una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,

estábamos todos despiertos

y andaban el amor y el odio

más allá de las calaveras.

De pronto entró la Libertad,

no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.

¡Ay! Entonces...

Descubrimiento de España Raúl González Tuñón

Un día viniendo del Sur,

del Sur también de mi sangre, del Sur de mi ceniza,

de la ceniza de los que me dieron la sangre, el hueso, la mirada,

una niñita llegó y dijo: El aire.

Y después el aire del país y el aceite.

Hermanos, hermanos.

Un día viniendo del Sur,

vine a dar adonde nunca había estado pero volvía sin embargo,

reconocí los aldabones, el tahonero, la gorda de la pescadería,

una niñita llegó y dijo: La tierra.

Y después la tierra del país y el vino.

Amigos, amigos.

Un día viniendo del Sur,

del sur de la Madre Patria a ella, de la muerte de mis padres,

encontré de pronto la música, la luz que me arrebataron casualmente,

una niñita llegó y dijo: El agua.

Y después el agua del país y el pan.

Madre, madre.

Un día viniendo del Sur

vine a dar al país de donde había salido antes de nacer

-cuando mi madre adolescente me soñaba en el fondo

del trasatlántico-

una niñita llegó y dijo: El fuego.

Y después el fuego del país y el amor.

Querida, querida.

Raúl González Tuñón

La muerte en Madrid (1939)

Eche veinte centavos en la ranura (I) Raúl González Tuñón

A pesar de la sala sucia y oscura

de gentes y de lámparas luminosas,

si quiere ver la vida color de rosa

eche veinte centavos en la ranura.

¡Y no ponga los ojos en esa hermosa

que frunce de promesas la boca impura!

Eche veinte centavos en la ranura

si quiere ver la vida color de rosa.

El dolor mata amigo, la vida es dura

y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa,

si quiere ver la vida color de rosa

eche veinte centavos en la ranura.

Raúl González Tuñón

El violín del diablo (1926)

El Poeta murió al amanecer Raúl González Tuñón

Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,

murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.

Velaron el cadáver del dulce vagabundo

dos Musas: la esperanza y la miseria.

Fue un poeta completo de su vida y su obra.

Escribió versos casi celestes, casi mágicos,

de invención verdadera,

y como hombre de su tiempo que era,

también ardientes cantos y poemas civiles

de esquina y banderas.

Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.

Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.

Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,

los parroquianos del café,

los artistas del circo ambulante,

unos cuantos obreros,

un antiguo editor,

una hermosa mujer,

y mañana, mañana,

florecerá la tierra que caiga sobre él.

Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,

un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,

un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,

versos de un ser querido que se fue antes que él,

muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,

y una antigua fragata dentro de una botella.

Los que le vieron dicen que murió como un niño.

Para él fue la muerte como el último asombro.

Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido

y un pájaro en el hombro.

Raúl González Tuñón

La calle del agujero en la media Raúl González Tuñón

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad

y la mujer que amo con una boina azul.

Yo conozco la música de un barracón de feria

barquitos en botellas y humo en el horizonte.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.

Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar

ni los labios sesgados sobre un viejo cantar

ni el afiche apagado del grotesco armazón

telaraña del mundo para mi corazón.

¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres

de rodillas desnudas y de brazos tendidos!

-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños

que acarician de noche a los niños dormidos-.

Tenía el resplandor de una felicidad

y veía mi rostro fijado en las vidrieras

y en un lugar del mundo era un hombre feliz.

¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?

¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?

¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana

y carros de verduras con colores alegres?

Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera

y mi alma tan lejana y tan cerca de mí

y riendo de la muerte y de la suerte y

feliz como una rama de viento en primavera.

El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!

Esto es simple querida, como el globo de luz

del hotel en que vives. Yo subo la escalera

y la música viene a mi lado, la música.

Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda

alegres en lo alto de una calle cualquiera.

Alegres las campanas como una nueva voz.

Tú crees todavía en la revolución

y por el agujero que coses en tu media

sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,

una calle que nadie conoce ni transita.

Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo

solo con el recuerdo de una mujer querida.

Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.

Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

Raúl González Tuñón

La calle del agujero en la media (1930)

Versos a Susana

Raúl González Tuñón

Un puerto y otro puerto y otro, tal vez mañana

veré otros más lejanos.

Sirve café, sirve café, Susana.

Yo adoro la blancura de tus manos.

La calle es una exclamación inquieta;

la madama está echando los cerrojos.

Déjame ver tu cara, tu careta.

Yo adoro la dulzura de tus ojos.

La flauta del grumete se ha callado

pero el silencio ha sido agujereado

por el filoso alerta de la ronda.

Un parroquiano... Dile que no entre.

Me ahoga el humo de una pena honda.

Y yo alabo el cansancio de tu vientre.

Raúl González Tuñón

NICOLAS OLIVARI

MI MUJER

Cuando tenía veinticinco siglos de hastío y la fealdad repulsiva del ciudadano: cara de

frente de fábrica, con dos ventanas por ojos y un cerrojo en la puerta para las buenas

palabras llegaste vos, bruta y sencilla como una vaca, con apenas cinco años de escuela

primaria, que, felizmente, no te hicieron mella.

Por más que te encanalló mi contacto, tu pureza natural estaba tatuada en tu piel blanca,

olorosa a leche agria, y en el pozo de tus ojos grises y vacíos de animal alegre.

Cosa de carne tenías un alma maravillosamente simple, como una columna de agua o como

un dolmén de piedra de sepulcro en la que los lagartos de tus pobres instintos salían a tomar

el sol de mi lujuria.

Eras la copa de oro de la materia inerte, sin una verruga de ideal que alterase la maravillosa

liga de tu metal, opaco y sordo.

¡Cuánto bien me has hecho! Volatilizastes el hastío con un gruñido de felicidad al besarme

y a mi mala pata le hiciste un guiño muy mono.

Yo te bendigo y te bendice mi entraña renovada y la entraña de todos mis antepasados, los

ogros y burgueses, cargados de botín en el asesinato moral de la lucha por la vida.

Mi cansancio racial fué tu túnica en la alcoba y danzamos en el espasmo con la gravedad

ensimismada y animal que acaso hubiera querido Nietzche.

Tus vestidos eran lisos y blancos como tu espíritu, y más de una vez hirió la media luna de

celuloide de tu barbilla la complicación paradójica del nudo de mi corbata: símbolo de mi

abulia acuciada y tenebrosa.

Te amo porque aireaste los desvanes de mí mismo con el soplo de tu aliento, llenaste con la

saliva de tu boca, profunda y dulce, los sótanos de mi indiferencia pesimista y clavaste en la

frente de la personalidad el gallardete de sucederme en tu vientre con carne con que yo te

hinchara.

Te bendigo en el nombre de mi madre porque eres sencilla como ella y tus manjares han su

mismo sabor de pueblo.

Me hicistes humilde como un perro, lacio y leal, y a mí ¡a mí! que tenía las embestidas del

jabalí, pero impostadas, pero invaginadas…

Me animalizastes a tu nivel y te bendigo porque la coraza orinada de mi cultura aflautaba

mis pulmones en el grito ocarinesco del pedagogo.

Eres tan del arrabal que tienes olor a tango y sabor al yuyo de la calle donde tus

antepasados jugaban a los cobres.

Tu voz es una guitarra herida y cantas tus tres palabras esenciales: comer, gozar, vestir…

Tu piel granulada y blanca y blancos y granulados han de ser los mil gramos de tu cerebro

justo.

Te producistes en mágico milagro de creación y yo sé que el divino alfarero que alisó tus

ancas, altas y ondulantes, no te dejó la marca de fábrica.

Eres tan del arrabal que eres mi alma ahora y a tu lado estoy en mi tierra, en mi casa, en mi

traje y en mi piel.

Siento que te amaré toda la vida porque me has domesticado y estás en mí como una nueva

circulación sanguínea y en mi mismo cerebro estás, alta y bella, pero muda, ciega y

ausente, para no entrometerte en la endiablada zarabanda de mis imágenes, de las que no

entenderías gran cosa.

Eres la perfección de lo sencillo y de lo común y sólo con mirarte pensativo siento que me

agarro a ti como un pulpo negruzco se agarra a un alga elegante y derivante.

¡Vino de tu presesncia para mi embriaguez nocturna! Luz de tu figura para verme sombra y

comprobar que vivo! ¡Tabla a que me agarro! ¡Salvación de mi fe, puerpera y desangrada!

¡Turbión de delicias! ¡Tranquilidad de jornalero con los riñones doloridos y la mirada

gozosa después de las ocho horas de trabajo! ¡Gratitud de poeta que ha encontrado su musa

de carne… ¡de carne!

Darás tu alma sabiamente necia a mis hijos y yo les daré mi cochino nombre prostituído en

todas las redacciones pobres.

Yo soy el escarabajo, redondo de angustia, que se amparó en tu luz.

Así, sin ideas generales, así, tan sin especializaciones, así, tan de carne franca y caritativa,

dame siempre el agua de tu ternura fiel para templar los altos hornos de mi orgullo estéril y

literatizante.

La cura' el mate Leónidas Lamborghini

–¡Ave María Purisíma!

–¡Sin pecao consébida!

–¿Está en pecao? ¿Y es un pecao irremedible? (Ningún mayor dolor)

¿Pero no deja de buscar la asolusión?... ¡Velay con el pecador!

¿Y no conoce usté la cura' el mate? ... Don Antonio

me la enseñó: él risaba en su mate vacío y el mate

en un santiamén se le volvía Templo ... ¡Lo viera! ¡Creameló!:

cuando en la soledá de la pampa el miedo a su pecao

lo agarraba a coscorrones ¡mea culpa! ¡mea culpa!

y quería miar tuita su culpa y

no tenía Templo ande hacerlo

metía su' humilde bombiya de anacoreta gaucho en el vacío

'el mate y por el pico' e lata comensaba a echarle resos...

¡Lo viera!:

Su trompa no se dispegaba e' la bombiya y ni una palabra

salía' e su boca porque él risaba con la mente

y los resos iban pasando al fondo' el mate

por el tubito' e la bombiya ¡ahijuna! y el mate se le iba

enyenando' e resos y áhi está: en un santiamén

el mate se le había vuelto Templo. Dánosle. Dánosle.

–¡Mate Padre!

–Y Don Antonio y su mate se' empiesan a dir pa' arriba ...

¡Creameló! áhi arriba suspendidos en la imensidá' el Universo

y abajo la imensidá de la pampa y tanto espacio empiesa

a curarlo' el pecao y siente cómo la asolusión le viene

del fondo' el mate ... ¡Y no! ¡Qué avería de' estrañar la yerba!

si la gracia (¡Danosle!) (¡Danoslé!)

esta áhi en risar y déle reso con el mate vacío en el

vacío pa' que' el vacío del mate en el vacío

¡Jué pucha!

lo deje vacío' el pecao... ¡Vacío Santo!

-¡Mate Nuestro!

-¡Vacío Nuestro!

¡Ave!¡María!¡Purísima!

¡Sin!¡Pecao!¡Concébida!

Avemaríapurísimasinpecaoconcébida

–¡Hijunigransiete!

Leónidas Lamborghini

una flor en la tormenta Leónidas Lamborghini

El perdido busca en la tormenta

un nombre para el Sin Nombre. y para probar

nombra un nombre.

El que en un esfuerzo interminable

aprendió a vivir sin nombre

aúlla su tormento

y se tambalea en el nombre

que para probar

nombró el perdido.

El Sin Nombre

se pierde en el nombre

para su ningún nombre. Y tambalea

en la tormenta de su aullar: perdido

en la tormenta

enseñando una flor nacida

del tormento de su esfuerzo interminable

para probarse Dios:

en la tormenta

buscando perdido

al que perdido lo pierde

nombrándolo así

con ese nombre.

Leónidas Lamborghini

POEMA AL ASTRO DE LUZ MEMORIAL

Poema a la memoria en lo astral

(Yo todo lo voy diciendo para matar la muerte en "Ella")

TESIS: Es más Cielo la Luna que el Cielo, si una Cordialidad de la Altura es lo que

buscamos.

Astro terranalicio de la luz segunda

astro terranalicio de la luz dulce

que con aventura extraña visitas las noches de la tierra, unas sí y otras no, pero siempre de

una noche para otra con diversa libertad de visita, siempre o más breve o más detenida

y cada serie de tus visitas comienzas tímidamente y mitad decreces noche a noche y mitad

decreces noche a noche, haciéndote un visitante diferente de noche en noche, para en

mínimo ser cual comenzaste partir a un no volver de algunos días.

Astro terranalicio de un día sí y otro no, de una vez más y otra menos, pero que no dejas

nunca de serlo.

¿Para qué astro eres entonces visita de sus noches, pues no eres terrenal en tus ciertas

ausencias, o es que los otros días piensas en ti sola como sólo en la tierra en las noches de

tu plena luz?

Dile a un poeta que no lo sabe todo, si está hecha tu ausencia con un pensar en ti, o quizá

con un lucir a otro. Porque poeta es saberlo todo.

Trechos de tu órbita la tierra no los sabe, y ella tan cierta está de algún imposible tuyo para

tenerse en sus noches y este amor alternante no se enduda, en tanto en mí, hombre de

continuidad en humano amor me puso incurablemente en sospecha.

Pero te amamos tanto, astro de la luz segunda, tu dulce luz tanto amamos memorizando a la

tierra el sol no presente con tu luz recuerdo; yo al menos te amo tanto, que cuando vuelves

ceso de creer en tu ausencia de ayer y de otros días. También como la tierra, yo creo que

sólo por imposible ayer no estabas.

Astro memorioso que esmeras un día de cada dos en tocar de diurnidad la noche terrenal,

cual si supieras que la memoria solar de la tierra solaricia es desfalleciente de un día a otro

alternado día y si antes y después le has de hacer noches diurnales a la tierra y lo haces tú,

tú que no tienes olvido por ausencia, tú que ausente por noches fías en la memoria de ti por

la tierra, inquiétaste por la memoria solar de la tierra.

Tutora de la fidelidad terrenal al recuerdo del sol, en eso eres solaricia; pero eres

terranalicia en tu fidelidad de compañía a la órbita de la tierra.

He comprendido un misterio tuyo pero éste no.

Terranalicia tú, solaricia la tierra ¿es que velas por toda la memoria en el mundo y amas

más las memorias, por más reales, que los presentes? Aquí callo sin comprender.

¿O es que no nos vienes en tu amor sino en un menos amor y en principal cuida del amor

solario de la tierra?

Cuando te veo recién arribada, alcanzado por ti nuestro borde, pareciendo vacilar allí y

como a emprender un rodar a lo largo del horizonte por gustarlo, y luego te pliegas a un

ascenso ¿qué nos quieres decir así?

Quedemos sin saberlo hoy también; mañana, más tarde —para qué son nuestros días sino

para trabajar más y otra vez los misterios— más enérgicamente, en buena hora de mi

espíritu contemplaré, escucharé el misterio de tu sentido en el misterio todo.

Cuando tú quieres ser el ojo del ciprés y con un mirar obseso aferras nuestra contemplación

debemos comprenderte dolorida, tanto como cuando nosotros en un no poder ya resistir nos

revolvemos como tú ahora

oh único astro que mira

(pues todos los otros saetan ásperos de chispas que nunca miraron).

Oh único astro de mirada,

nos revolvemos clamando hacia el no ser.

Y ya ahora te desprendiste del follaje y tiendes hacia el horizonte,

te serenas, vagas

y cuando la nubecilla en gran viento flota, te aguzas flecha disparada de ella vertiginosa

para detenerte, serenarte cunado huiste bastante de aquel pasajero copo al que le opusiste tu

fuga, caprichosa triste

y complacida de tu juego y nuestro asombro, nos encaras con ligereza

y en fin vas cayendo con ladeado mirar distraído hacia el borde del mundo.

Y ya te fuiste, con tus pobres dichas y quejas.

En toda la andanza, sólo en el perfil de los cipreses lloraste, y tanto que pediste nuestra

piedad.

Y ahora por faltar tuyo un cielo sin mirada en las noches,

ahora sólo habrá astros que agitan, no tú que acompañas.

Oh, sí, acompañas

con cuántas gracias saltas de copa en copa siguiéndonos entre los árboles con tus saltitos de

luz a sombras.

El único mirar dulce que viene de lo alto es el tuyo

el chispear del viaje de indiferencia de las otras estrellas molesta y agita, y no nos mira.

Heridos de ellas, corremos a ti cuando apareces

y con dolor nuestro comienza la ausencia tuya.

Sí; porque pudiera que el móvil chispear de las estrellas sea dolor como hay dolor en

nosotros

pero es que tú, luna, que también sufres, miras y acompañas.

Eres más sabia o afortunada en la mitigación participante.

Qué es la luna no lo sabemos hombres y aun artistas y poetas, qué sentido tiene su ser y sus

modos, su adhesión a la tierra, su seguimiento al sol, su mediación mnemónica entre la

tierra y el sol y por qué quiere hacer diurnales unas y no otras de las noches terrenas, y

tantas cosas más neciamente explicadas, que de ella ignoramos pero que sólo puede

explicarlas la doctrina del misterio.

Que el sol te atrae, que la tierra también, que recibes la luz del sol y sin amor, por fuerza la

reflejas a la tierra, éstas no son explicaciones; no se nos dice por qué el sol brilla, por qué

en torno suyo gira la luna en torno de la tierra, ya que pudo ser otramente; por qué hay una

luz interceptable, por qué hay una luz que tiene sombras, por qué ceden a su paso unas

cosas y otras no y hay lo opaco y lo traslúcido.

Mecánica dirá por qué, pero yo no pregunto sino para qué razón para el alma, pues

conciencia se anula si admite un mundo rígido, y todo el porqué físico no es más que

decirme el antes de algo, o sea una evasión no una respuesta.

Lo que anhelamos explicar es qué debemos sentir y adivinar ante estos hechos, ante el

comportamiento lunar, qué nos quiere decir y de qué manera concierta con el misterio total

único. La espontaneidad, el acontecer libre, no es una respuesta; es un renunciamiento

explicativo.

Todavía no poeta, no soy poeta, no hay poeta, pues de eso no se sabe. Hasta ahora, pues,

sólo vivimos.

Debió enseñarsenos y debimos entenderlo antes que nuestro saber ignorado innato y luego

nuestro acto nos hicieran gustar por primera vez el pecho materno. ¿Pero cómo, se dirá, ha

de esperar el niño a conocer el sentido de la luna para empezar a nutrirse, si en tanto

morirá? ¿Pero por qué, digo yo, ha de precisar nutrirse antes de entender el sentido de la

luna y se ha de morir si deja lo uno por lo otro? La ciencia nada explica, es evidente; pero

el poeta no lo dijo nunca tampoco, aún.

Y yo miraré la próxima luna todavía sin entenderla.

Oh luna, que puede amarse, bien me pareces pobrecita del cielo.

Macedonio Fernández

HAY UN MORIR

No me lleves a sombras de la muerte

Adonde se hará sombra mi vida,

Donde sólo se vive el haber sido.

No quiero el vivir del recuerdo.

Dame otros días como éstos de la vida.

Oh no tan pronto hagas

De mí un ausente

Y el ausente de mí.

¡Que no te lleves mi Hoy!

Quisiera estarme todavía en mí.

Hay un morir si de unos ojos

Se voltea la mirada de amor

Y queda sólo el mirar del vivir.

Es el mirar de sombras de la Muerte.

No es Muerte la libadora de mejillas,

Esto es Muerte. Olvido en ojos mirantes.

"Amor se fue" de Macedonio Fernández

Amor se fue; mientras duró

de todo hizo placer.

Cuando se fue

nada quedó que no doliera.

Macedonio FernandezCREÍA YO

No a todo alcanza Amor, pues que no puedo

romper el gajo con que Muerte toca.

Mas poco Muerte puede

si en corazón de Amor su miedo muere.

Mas poco Muerte puede, pues no puede

entrar su miedo en pecho donde Amor.

Que Muerte rige a Vida; Amor a Muerte.

Macedonio Fernández

Paseo

De Río a Copacabana.

Se dispara sobre impecable asfalto,

se agujerea una montaña y se redispara,

en herradura, costeando océano

y venteándose de marisco.

El mar alinea paralelas blancas con calmos siseos.

El cielo está siempre clavado al techo,

por sus estrellas;

los morros fabrican horizontes de montaña rusa…

Y la luna calavereando.

Poema del Autor/a: Ricardo Güiraldes

Poema Proa

Hace mar fuerte…fuerte…

Los egocultores decimos así a lo

que nos vence y no es el caso.

El mar arrea cordilleras renovadas,

que columpian al vapor

en cuya proa frenetizo de borrasca.

Busco una metáfora pluriforme

e inmensa; algo como fijar el alma

caótica,que se empenacha de pedrería.

¿Cómo decir?…Mar…mar…y mientras

insuflo el cráneo de espacio

para cantarle mi visión, el insolente

me escupió la cara.

de Ricardo Güiraldes

Nombre del Poema: PANEGÍRICO [fragmento]

Cantar. Cante al dichoso día el viento

y a la mañana, el sol llene de luces;

la pintada ala cante acompañando.

La flor repose sobre la hoja. Atento

quedará el jardín. Solo. —Tú conduces,

hermoso viento, un crespo mar, cantando.—

A la luz clara empiece el hilo sordo

a tejer su ordenado mundo. Agua

ausente. —El laurel a su favor

vuelva. Si olvidos tuvo, hoy el tordo

sobre sus ramos canta. Volador

obscuro. Manso pico. (En la fragua

del día luce alegre. La callada

infancia del clavel lo mira.) Nada

lo distrae. Cantar, dichoso día.

Espacio. Cielo nuevo. El derramado

río a la onda encuentre, solo. Huerto

fresco. (Pimpollo dulce. Tú gobiernas

una provincia de agua y un poblado

país. ¡Qué feliz eres! El desierto

duerme en tus ojos. Hojas tiernas.)

Al jubiloso día cante el viento;

la desatada trompa en esperanzas

sueñe: batalla hermosa. Soberano

cielo. De amores siempre esté contento

el pecho; el libre corazón en danzas

goce, inconstante. Soledad. En vano

ya no se muere, en la tierra dura.

Laurel, callado vínculo, cintura

de hojas; riberas. Encendido canto.

5

Ocioso canto. Cantar

al día, que tiene nubes

y soles y el ulular

del aire entero. —Hoy subes

a mí, canto, y soy dichoso

porque me alejas de la muerte

íntima. Sí. Silencioso

y puro. Alegre suerte.

El navío brazo busque

un golfo claro. Ofrecido

sueño, siempre. —No lo ofusque

lo ausente, espere herido.

El mar, el soñado mar

entre ondas, fértil. Esperar

¡Espérame golfo frío!…

Sosegada luz. Ocioso

canto. La hoja sobre la hoja

qué feliz, y el victorioso

clavel, tierno. —El día moja

su sombra en el mar. El mar

que entre ondas y peces nace.

Eterno prado. Mirar

una flor, qué hermoso. Trace

mi soledad una bella

sombra. Sola. Transparente.

Qué importa el día. La estrella

ve el mundo, río luciente,

sin apetecerlo. —Al mío

vuelva yo siempre. Navío

entre piedras. Soledad…

Ricardo E Molinari

Nombre del Poema:

POEMA DE LA NIÑA VELAZQUEÑA

Ah, si el pueblo fuera tan pequeño

que todas sus calles pasaran por mi puerta.

Yo deseo tener una ventana

que sea el. centro del mundo,

y una pena

como la de la flor de la magnolia,

que si la tocan se obscurece.

Por qué no tendrá el pueblo una cintura

amurallada

hasta el día de su muerte,

o un río turbulento que lo rodee

para guardar a la niña velazqueña.

Ah, sus pasos son como los de la paloma,

remansados;

para la amistad yo siempre la pinto sin pareja;

en una de sus manos lleva un globo

de agua,

en el que se ve lo frágil del destino

y lo continuado del vivir.

Su voz

es tan suave, que en su atmósfera convalece

la pena desgraciada,

y como en las coplas:

de su cabellera

nace la noche

y de sus manos el alba.

En qué piedad o dulzura se irán aclimatando

las cosas que ella mira

o le son familiares,

como el incienso,

la goma de limón

y la tardanza

con que siempre la miro.

Por qué no tendrá el pueblo allá

en su fondo,

un acueducto,

para que el paisaje que ven sus ojos

esté húmedo,

y nunca se fatigue de mirarlo.

Yo sé que su bondad

tiene más horas que el día,

y que todos sus pensamientos van entre el alba

y el atardecer

conmoviéndola.

Los días que se van la agrandan.

Qué horizonte estará más cercano

de su corazón,

para encaminar todos mis pasos

hacia él,

aunque se quede descalza la esperanza.

Quién la rescatará de la castidad,

mientras yo sólo anhelo

que en su voz,

algún día, llegue a oírme…

Poema del Autor/a: Ricardo E Molinari

Nombre del Poema: SOLEDADES

De ayer estoy hablando, de las flores,

de la fuerte agua, transparente y fría,

del alma, de la luna abierta, ¡oh mía!,

de un ángel dulce y solo en los albores.

De tantas noches secas y menores,

del perseguido bien sin alegría;

del aire, de la sombra y la agonía,

de lumbres, cielos y arduos pasadores.

De ti, tiempo llegado y desprendido,

que vas en mí y me dejas en velada:

solitario, desierto y sin sentido.

Y encima de ti, vida delicada,

cabello suave, quieto y advertido,

la muerte sueña y mueve su morada.

Poema del Autor/a: Ricardo E Molinari

Nombre del Poema: UNA ROSA PARA STEFAN GEORGE

Il va parmi ses fleurs;

et les souffles de l’air

Hölderlin

(Similis factus sum pellicano solitudinis)

No es la paciencia de la sangre la que llega a morir,

ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo

que se calienta entre las uñas.

Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco;

que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente,

ni el viento sobre las piedras podridas.

Qué haces allí, tronchado sin humedad,

con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a los pies.

Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.

Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos;

pero el odio seguirá intacto.

Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,

y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,

como un vaso de leche.

Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan mal

de ti. Eterno. Desnudo.

La sangre metida en su canal de hielo

—fuego sin aire— Jordán perdido. Si el tiempo

tuviera sentido

como el Sol y la Luna presos;

si fuera útil vivir,

si fuera necesario,

qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.

Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo

sin honor,

con un haz de ramas en las manos.

Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar;

los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.

Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.

¡Esta palabra inútil!

Poema del Autor/a: Ricardo E Molinari

P O E M A S M Í S T I C O S

de Ricardo Güiraldes

24 de Diciembre 1926

Hoy, hace mil novecientos veintiséis años que

naciste.

Es decir, hoy, la humanidad nació a ti.

¡Que habías de nacer en fecha alguna, tú que eras

nacido desde siempre!

Habías venido a un cuerpo sufridor como el nuestro

para estar más presente en sangre y en dolor.

Y tu cuerpo entonces era tan pequeño, que no

podía saber de ti sino un mandato de hacerte digno

de sobrellevar la cruz de liberación.

Hoy naciste y fue una gran mancha de luz sobre el

mundo.

La fecha es un bien para nosotros y sentimos que

algo como un pulso de Dios latió y late en el día

periódicamente.

Todo es más bueno hoy.

Y te sentimos venir al mundo en el hoy de entonces

con pasos lejanos en el transcurso de los años, y esa

lejanía te vuelve a nuestro sentir, más niño y más

nuestro.

R I C A R D O G Ü I R A L D E S

4

Hace mil novecientos veintiséis años, que el mundo

tuvo la extraordinaria dicha de saberte.

«La Porteña»

* * *

Algunos habían seguido tu martirio.

La pequeña Jerusalén inquieta de harapos y

discusiones, seguía picoteando sus migajas de ideas

y nada supo de los siglos por venir y de tu

advenimiento en el hombre.

La pequeña Jerusalén inquieta como un sarpullido y

piojosa y mugrienta seguía tirada en sus calles.

-Te doy tres por veinte.

-No, te doy veinte por cuatro.

-¡Me arruinas!

-¡Me robas!

Tu serenidad no tocaba siquiera las cúpulas de sus

templos.

Así pasaste y viniste hacia nosotros.

* * *

Tenías los brazos abiertos y en tu pecho cabía el

mundo.

Las estrellas andaban siempre a pesar de tu dolor

reducido a la estatura del hombre.

Y había una palabra en todas partes. Y los que en

torno tuyo no comprendían eran un cuadro

pequeño de carne ignorante y egoísta.

P O E M A S M Í S T I C O S

5

Al fin abriste los brazos definitivamente para

sobrevolar tu imagen humana.

Y hubo un pensamiento obscuro, obscuro en las

cosas y los hombres tuvieron miedo.

Tres días esperaste para surgir.

* * *

Mi cuerpo sabe el dolor de la herida y el dolor del

placer.

Mi corazón conoce sus propios engaños y la

impotencia de los otros.

Mi inteligencia ha caído tantas veces que prefiere

quedar de rodillas.

Estoy desnudo como una médula dolorida de

encontrarse en contacto descubierto con la vida.

¡Que mis brazos levantados sean la plegaria fuerte

que eleva al que pide!

¡Que sobre mi soledad caiga una astilla de

iluminación como sobre el campo un rayo de aurora

noble!

«La Porteña»

Agosto 22-1923.

* * *

Fe

Me he perdido a mí mismo.

R I C A R D O G Ü I R A L D E S

6

A veces tomo entre mis manos los recuerdos con

cariño y busco largamente mi infancia, mi fe y mi

fuerza. Las veo allá, detrás de una infranqueable

transparencia de años, señalando con desprecio mi

actual desvío y admiro su firmeza de brújula.

Me he perdido a mí mismo cuando más hondo me

buscaba, como si a fuerza de vivir hubiese muerto.

Tiendo adelante mis brazos y todo es adelante

¿Cómo saber?

Espero.

Una voz más grande me dirá: ¡Ven!

Y desde entonces caminaré con la vista de mi frente

abierta, de rodillas, en un campo de heridas,

llevando en la garganta el trago de la victoria.

Y una cesación de dolores precederá la hoz de mi

paso con salutación de trigo unísono ante la

segadora.

Me he perdido a mí mismo y espero.

Señor, yo tiendo arriba los brazos.

El hombre sufre su vergüenza en mi carne.

Las palabras de hostilidad y de daño me parecen

dichas en complicidad conmigo.

La culpa de cada uno es de nosotros todos. ¿Por

qué no sufrirla? Tengo que aprender:

Resistencia a los dolores que tu mano me impone.

Serenidad invencible ante lo que me ultraja.

Y, más bien que juzgar a los otros, limpiarme de mis

propias inmundicias.

Si tiendo arriba las manos, cuanto bajo mi gesto

suceda, debe ser olvidado.

P O E M A S M Í S T I C O S

7

* * *

Infinito

Mi Dios bajo tu amparo escribo.

Por mi boca tan chica se empequeñece tu amor por

las cosas que están en ti sin disminuirte.

Tu palabra en mí se reduce, y yo de ti me agrando.

Pobre cosa tuya sufro de sobrarme a mí mismo y mi

alma camina en la frase como un ciego lleno de luz.

Dame tu ley para que así crezca hasta merecer

nombrarte.

de Ricardo Güiraldesídolo

de Leopoldo Marechal

Alfarero sobre el tapiz de los días,

¿con qué barro modelé tu garganta de ídolo

y tus piernas que se tuercen como arroyos?

Mi pulgar afinó tu vientre

más liso que la piel de los tambores nupciales.

He puesto cuerdas al arco nuevo de tu sonrisa

y engarcé dos noches en el sitio de tus ojos...

¡Ídolo de los alfareros!

Yo se que redondeas el cántaro de la mañana

y lo pintas de sol

y lo llenas con una luz rota de pájaros.

Ídolo de los alfareros

que se sientan sobre el tapiz de los días...

He quemado a tu pie

la madera fragante de mi palabra.

El viento no deshojó todavía

un tulipán de música más bonito que tu nombre.

¡Haz que maduren los frutos

y que la lluvia deje su país de llanto,

ídolo de los alfareros

que se sientan sobre el tapiz de los días!

Si no mis odios bailarán

sobre la tierra de tu carne...

Balada para los Niños Que Serán Poetas

de Leopoldo Marechal

I

La reina Til desnuda una risa de fragua.

Todos los pájaros de la danza nacen en su pie volátil.

Sus ojos parecen dos lebreles recién castigados...

Desde un país en donde se abre el huevo de las mañanas

vino el Príncipe a caballo de su alegría:

?¡Busco tu risa forjada por herreros musicales

y alegre como la sal gema que hacen arder los brujos!

Tu reír es el asta donde flamean los días asoleados;

yo soy un hondero que soñó con el pájaro de tu risa...

Pero no busco tu danza

ni tus ojos más tristes que dos viudas.

El Príncipe se fue a caballo de su alegría:

la reina Til desnuda una risa de fragua...

II

Desde su río que se estira como un lagarto bajo el sol

llega el rey Bamb:

?¡Amo tu pie gracioso como el de un elefante

y más grato que la muerte de los tíos ilustres!

Las abuelas textiles no poseen dos agujas como tus pies;

amo el viento de tu danza que te hace girar, linda veleta...

Pero no busco tu reír inútil

ni tus ojos de gata soltera.

El rey Bamb se fue a su país de lunas incautas:

la reina Til ha quedado sola...

III

Mas, he ahí que Sir Olaf llegó en trineo

desde su estepa geográficamente sentimental:

?¡Quiero tus ojos iguales a dos mediodías con lluvia

y helados como dos focas en el mismo témpano!

En tu mirar, oh Reina, se posan las golondrinas cansadas;

busco tus ojos más largos que la noche de seis meses...

Pero no amo tu risa de lobo

ni la danza que incendia tu pie.

Sir Olaf huyó en su trineo

hacia un país de soles resfriados...

IV

La reina Til se ha convertido en una cisterna

y ha de dormir por muchos días;

hasta que llegue un Rey que busque

los pies bailarines

los ojos que llueven,

la risa de fragua.

I. DIDÁCTICA DE LA ALEGRÍA

              1

Así, pues, Elbiamante, recogerás los frutos

que yo he cortado en otras latitudes

y a favor de otros climas,

tal un grumete niño que ha encontrado en las playas

el cinturón de Ulises navegante.

              2

No haré aquí un Evangelio (nunca logré la barba

completa de un sectario),

ni siquiera una Guía de Perdidos,

obra que yo reservo a los calientes

empresarios del alma.

Te doy, sí, las grosuras de mi arte,

su riñón bien cubierto, sus maduros pichones.

Y no tras el halago de un laurel

que ya toca mi frente sin herir su modestia,

sino con la esperanza de quien puso en el viento

una paloma rica de mensajes.

              3

Desertarás primero la Tristeza,

con su país de soles indecisos

y de rumiantes vacas.

La Tristeza es el juego más tramposo del diablo:

tiene las presunciones de una Musa frutal,

y sólo es un pañuelo con que se suena el alma

su nariz en resfrío.

Elbiamor, ¿qué dirías de una lámpara hermosa,

pero sin luz adentro?

Tal es, yo te lo juro, la Tristeza:

es igual a esos platos de vitrina

que nunca recibieron y no recibirán

ni una manzana verde ni un cuchillo.

              4

Si la Tristeza es ya tu inquilina morosa,

échala de tu casa, pero sin altivez.

Le dirás que se lleve su catre y su baúl,

que se ponga su gorro de astracán o de lluvia

y que se valla, en fin, a pisar hojas muertas

o a tocar los llorosos violones del hastío.

              5

Una vez expulsada la Tristeza,

cuídate de los Tristes:

ellos no ven la luz, como sea

por el solo agujero de sus flautas.

Yo propongo a los númenes que inventan

la salud y el decoro de la ciudad humana

la construcción de un Barrio de los Tristes

en el suburbio menos frecuentado.

Allá se juntarían, y por fuerza de ley,

todos los hombres de color invierno:

los mártires del hígado y la pena,

los convictos de angustia, los no circuncidados

en el ritual del júbilo,

todos los confesores de zozobras,

todos los virgos de la hilaridad.

Ostentarían como distintivos

una rama de sauce pluvial en el sombrero,

en el brazo una liga de la Parca

y en el ojal un búho de latón esmaltado.

Sólo comerciarían en los ramos que siguen:

el pan de la congoja y el vinagre del tedio;

los barnizados muebles de la desolación,

los trajes en buen uso del espanto,

los ataúdes hechos a medida

para las ilusiones que fallecen,

los elásticos perros del insomnio,

las mulas flacas de la soledad

y otros artículos afines

con la tiroides y el Parnaso.

              6

Elbiamor, la delicia que te pinté recién

es apenas un sueño municipal del alma.

Por lo cual te adelanto los consejos que siguen

y has de observar escrupulosamente.

Si yendo por la calle te enfrentas con un Triste,

busca tu salvación en la otra vereda;

y en premio, la Cordura te adornará la sien

con una fresca rama de cedrón o de mirto.

Si tu encuentro fatal con un Triste sucede

ya en el tranvía ya en el autobús,

descenderás al punto del vehículo innoble

y aguardarás el otro con naturalidad;

entonces la Prudencia

te llenará las manos de alelíes y los bolsillos de castañas.

Si, por desdicha, un Triste visitara tu hogar,

espera dignamente a que se marche;

y luego, con urgencia, lavarás el asiento

donde ubicó sus nalgas tormentosas,

y romperás el vaso en que ha bebido,

y quemarás en tu salón de seda

nueve granos de incienso con tres de cinamomo.

Buscarás en seguida la casa de un Alegre;

pues en verdad te digo

que vale más la rota pantufla de un Alegre

que la sandalia nueva de los Tristes.

              7

 Bueno es ahora que te diga yo

cual ha de ser la esencia de un Alegre perfecto.

No entiendas, Elbiamor, que un Alegre lo es

porque la risa brota sin partera en sus labios,

o porque sus talones en frescura

son dos rojos ovillos de la danza.

Baile, canción o risa traducen a menudo

la sola complacencia de un hígado triunfante.

No desdeñes, empero, la humildad de esas flores,

porque lucir un hígado armonioso

también es un regalo de la Bondad Primera.

              8

Según mi ciencia, es un Alegre puro

quien se atrevió a reír

después de haber mirado en equidad

el semblante primero de la Rosa.

¡Que un hombre así merezca tu saludo!

Porque ya es el espejo de una flor sin otoño.

              9

Y es un Alegre bien atemperado

quien se metió en la caja tenebrosa

de su misma vihuela,

y allí se desnudó para verse el ombligo,

y entendió la verdad,

y luego recobró sus vestiduras

para cantar la desnudez eterna.

Elbiamor, a ese Alegre cantante le darás

un racimo de uvas y un gorro de viajero.

              10

Y es un Alegre de color exacto

el que rompe a bailar

después de haber quemado su corazón de tierra

y de haber visto sobre la ceniza

la figura de un dios ensimismado.

No es bueno que saludes a ese Alegre

ni que lo mires en su justa danza.

Bastará con que dejes en su portal oculto

dos huevos de torcaz y un porrón de agua fresca.

              11

Bajo tales principios, abordaré los altos

problemas de conducta

que ha de plantearte necesariamente

ya el uso de tus días ya el paso de tus noches.

Elbiamor, no es prudente dialogar con un ave

(ya sea cuervo suelto, ya papagayo fijo),

ni menos torturar a la bestia emplumada

con la filosofía de algún amor difunto.

En el reino animal y en sus hijos pintados

hay un decoro alegre y una santa inocencia.

Sobrecargar a un pájaro con el lastre de un hombre

es como hacerle trampas al Pesador Divino.

              12

Entiendo, sin embargo,

que la imprevista muerte de un Amante

pueda llevar al otro, en su locura,

o mejor dicho en su desgarramiento,

a querer violentar el portón del Enigma

con la llave sutil de los ladrones

o con el pico charlatán de un cuervo

sentado en la cabeza de una diosa.

Elbiamor, si encontraras a ese lloroso Amante,

le dirás que no irrite sus párpados de un día.

Pues en verdad te digo que enterrar a un Amado

es como devolver una guitarra

que nos prestó el Silencio padre de toda música.

              13

Podría suceder que no diera el Amante

ningún oído a tu palabra de oro,

y que, siendo el Amante la mitad de un amor,

insistiera en llorar su visible rotura.

Le enseñarás entonces la ingeniosa lección

de ortopedia celeste que yo te di en su tiempo

y en virtud de la cual un Amante partido

sabe reconstruir la mitad que le falta.

Pero, escucha: no es útil enseñar mi receta

si el operario es flojo y el material endeble.

Para el llagado Amante que se dice

la mitad solitaria de un entero amoroso,

es mejor ir saltando con la única pierna

y el ojo impar que le dejó la muerte

hacia el Polo feliz donde se juntan

y se bendicen todas las mitades de amor.

              14

El llanto musical de las viudas recientes

es la demostración de un teorema perfecto,

y ha de inspirarte una emoción abstracta

como el sollozo de la Geometría.

Si alguna madre llora por su niño difunto,

es bueno que te pongas tu vestido de fiesta;

porque se dio la suerte del obrero

que cumplió en un instante su trabajo del día.

Si asistes al entierro de un héroe y si tus pies

van acatando el ritmo de alguna marcha fúnebre,

haz que tu corazón, al mismo tiempo,

lleve un paso de baile;

porque un héroe difunto es como un higo

que al peso de su miel ha soltado la rama.

Elbiamor, no es plausible remojar con el ojo

tales desprendimientos necesarios;

porque son alabanza de las cosas que vuelven

a su centro natal.

              15

De las excavaciones arqueológicas

te mando que te apartes (bien sé yo que te gustan).

Remover con las palas un cementerio indio

es como trastornar sin derecho ninguno

la vieja utilería de la muerte.

¡Ah, si tu pala fiel desenterrase,

no la oscura tinaja de Santiago

con sus huesos vencidos y su rostro que llora,

sino un cántaro seco,

dentro del cual se conservara el grano

de la risa primera!

¡Bendeciría entonces aquel don de tu mano,

y te daría en premio una granada

que se abrió sin cuchillo!

Pero no es útil excavar el humus

para desenterrar una imagen del llanto.

              16

Te ordeno que no explores ni selva ni espesura,

tengan o no el prestigio de la fábula.

Es poco saludable la humedad de los bosques

e irrita las mucosas del corazón viajero.

Además correrías el riesgo de toparte

con los gastado monstruos de la literatura.

¡Oh, qué distinto fuera si, vagando

por un monte frutal, encontraras el árbol

donde se posa el sol para dormirse,

y a su tronco anillado con la doble serpiente

lograras acercarte sin temor!

Entonces dejaría yo de ser tu maestro,

para besar tu frente con labios de discípulo.

Fuera de tal encuentro, lo demás es un simple

goce de la botánica.

              17

Elbiamor, yo conozco tu inclinación al viaje;

pero no has de viajar extrañamente.

No utilices en tierra, como cabalgadura,

ni al Centauro parlante ni al Unicornio mudo;

ni montes en el agua ni al Delfín que te brinde

su lomo resbaloso, ni al Caballo de Mar;

ni despeines el aire ya en Hipogrifo arisco

ya en dócil Clavileño.

Te romperás en vano los riñones del alma,

si tomas a esas bestias como fácil vehículo.

En cambio, te aconsejo navegar en la Rosa:

ya sabes manejar su difícil timón.

Si fatigas los remos y hay soplo en tu velamen,

te allanará sus golfos la hermosura de arriba.

              18

Hay señores que abusan de los ángeles

haciéndolos actuar en muy tristes oficios:

ángeles de cocina o ángeles de salón,

ángeles con tijeras o ángeles con la cítara.

No caigas, Elbiamor, en tan burdo angelismo:

has de saber que un ángel es tu hermano mayor

en el conocimiento de la fruta celeste.

Pero tales razones de familia

no te acuerdan el goce de intimidad alguna,

ni tampoco el derecho de jugar con los ángeles

como si fueran vidrios de colores.

Exactamente, un ángel es el primer espejo

de la Divinidad.

“¿Y cuál espejo soy?”, me dirá tu cordura.

Elbiamor, necesarios y distintos metales

espejaban la hermosa cara de tu Señor.

              19

Deja la soledad para el uso exclusivo

de los poetas devastados

y los filósofos en ruinas.

“¡Estoy solo y medito!”, se gallardea el búho,

muy arropado en su lujosa noche.

Pero el cóndor sereno de los Andes,

erguido en su montaña y al sol de mediodía,

reflexiona en silencio: “La soledad no existe”.

Y es verdad, Elbiamor, que ninguno está solo.

              20

No la curiosidad, torpe mendiga,

sino el amor de relucientes ojos

ha de guiar tus pasos en la ciencia.

Elbiamor, en tu casa (y no lo olvides)

hay una claraboya para la luz de Arriba

y hay un sótano, abajo, para la oscuridad.

No has de asomarte ni a la claraboya

ni al sótano, buscando lo terrible.

Sólo tendrás abiertos los oídos del alma;

porque la claraboya y el sótano que dije

son la doble frontera de tu mundo,

y porque han de llamarte desde las dos fronteras.

              21

Abundan los poetas que, al menos en la estrofa,

quieren eternizar sus amores de un año

y eternizar su gozo de talón fugitivo

y eternizar sus lágrimas que ya el sol evapora.

Elbiamor, no me opongo si quieres imitar

esas nobles tendencias del alma eternizante.

Pero sea con una condición:

en ese mismo anhelo de eternizar las cosas

has de ver el indicio y hasta la vocación

de tu más que segura eternidad.

Porque un sabor eterno se nos ha prometido,

y el alma lo recuerda.

              22

Tomo un pedazo de pan duro,

lo remojo en el agua

y lo doy a los pájaros de arriba.

Come un gorrión el pan y luego tiende

sus alas al espacio:

Elbiamor, el pan duro se ha convertido en vuelo.

Se nutre de mi pan una calandria

y en seguida retoma su profesión del trino:

Elbiamor, el pan duro se ha transformado en música.

No es bueno destruir el pan duro del alma:

vale más remojarlo y transmutarlo

ya en altura ya en canción.

              23

El quirquincho le dice al avestruz:

“Te gano en la carrera”.

Sobre sus patas fósiles ya se apura el quirquincho:

el avestruz, en cambio, sin lanzarse al torneo,

gira sobre sus pies y le muestra la cola.

Elbiamor, si te vieras en caso parecido,

seguirás la lección del avestruz;

pero no has de mostrarle al quirquincho insolente

las plumas de tu cola en arrogancia.

Yo no despreciaría ni el flato de un mosquito.

              24

Sea la paz el agua de tu día

y el vino de tu noche.

Pero si la justicia te llamase a una guerra,

ceñirás tu buen casco y empuñarás tu lanza.

Y verterás tu sangre y la del otro,

fiel a una rigurosa economía.

La tierra se alimenta con la sangre del justo,

y con la del injusto se purga sabiamente.

              25

La división del átomo en procura de la unidad de la materia

es un viejo delirio de la física parda.

Elbiamor, no te ocupes en esas liviandades

ni manejes isótopos de uranio.

Ellos dividirán, hasta perderse,

la materia inasible,

y sólo encontrarán, según peso y medida,

los números cantores del Primer Intelecto.

Porque, a decir verdad, la materia no existe.

              26

Si están o no habitados Marte, Venus y Júpiter,

es una duda torpe que no has de mantener.

Este globo terráqueo (planeta nada ilustre)

se vanagloria, empero, de muchos habitantes:

¿por qué no los tendrían, Elbiamor, los demás?

¿Qué les falta una atmósfera de oxígeno?

Respirarán fotones o electrones.

¿Qué no tienen ganados ni trigales?

Almorzarán sus cobres y amatistas.

Sus almas racionales bien podrían tener

un soporte de cuarzo, sin violentar la lógica.

¿Por qué han de ser iguales a nosotros?

La posibilidad es infinita,

y el Divino Alfarero no se repite nunca.

              27

Un orden venerable, y a menudo cruel,

preside la existencia de toda criatura.

Le dijo el gavilán a la paloma:

“Es mediodía ya, voy a comerte”;

y la paloma se dejó embuchar,

sin acudir a la jurisprudencia.

Elbiamor, no te sumes a la hueste mojada

que llora en estos casos de inefable justicia:

ni le pegues un tiro al gavilán

ni le ofrezcas un lauro a la paloma.

Que nadie arroje a la balanza de oro

ningún lastre importuno.

Más temblaría yo si la paloma

se comiera de pronto al gavilán.

              28

Cuando la rana corajuda

por igualarse con el buey,

se infló del aire de sí misma

y reventó gallardamente,

los olímpicos dioses estallaron

en una formidable carcajada.

Pero un dios que sin duda no reía

dijo a los otros y a su hilaridad:

“En la explosión heroica de la rana

yo advierto la divina locura de los grandes”.

Y entonces una rama de laurel

se consagró al esfuerzo del batracio sublime.

              29

Elbiamor, que te vean siempre igual a ti misma,

ya toques las alturas, ya recorras el suelo.

Ni se rebaja el pan en la mesa del pobre

ni se sublima en el mantel del rico.

Sé como el pan, y la Justicia

dirá tu elogio en la balanza.

              30

Te propongo, con ánimo docente

varias definiciones de tu cuerpo.

La viajera: “Es un traje de turismo,

entre los muchos que ha de usar tu ser

cumpliendo su moción helicoidal”.

La tenebrosa: “Es el cajón de muerte

o el ataúd grosero en que tu alma

yace y espera su liberación”.

La hotelera: “Tu cuerpo es una casa

que has de habitar un día y una noche”.

La fabril: “Es un útil de trabajo,

una herramienta noble (martillo, escoplo, arado)

con que realiza el alma sus oficios terrestres”.

Sea un útil o un traje, sea chalet o féretro,

cuidarás ese poco de tierra necesaria.

Ni adores a tu cuerpo ni le des latigazos:

es un buey de ojos triste, pero muy obediente

si no lo abruma el yugo ni le sobra el alfalfa.

              31

Comerás las verduras de tu huerto,

sin repudiar el haba como los pitagóricos.

Una lechuga, dos acelgas,

una manzana y un limón

te dan las mismas calorías

de un buen pedazo de ternera.

Con todo, no rechaces un lomo de novillo

por temor de que el alma de tu abuela

se haya encarnado en ese pastoril animal.

Tales encarnaciones repugnan al Demiurgo:

Elbiamor, no se ha visto ni ha de verse jamás

que un hombre habite dentro de un caballo.

Lo más triste y usual es que un caballo

se nos meta en el hombre.

              32

Del fermentado jugo de las uvas

no beberás, como no sea

ya en los bautismos, ya en los casamientos.

Repudiarás en toda circunstancia

los brebajes malditos

que aviesamente se destilan

en sigilosos alambiques.

Todo borracho es una casa

que abre sus puertas al ladrón.

Y el que bebe agua pura consigue que florezca

la barba de Esculapio.

              33

Te bañarás asiduamente,

pero sin ínfulas ni orgullo.

Gentes hay que se bañan y lo gritan

como si fuera un acto de heroísmo.

Que la modestia y la necesidad

te lleven de la mano hasta la ducha,

no de otro modo el labrador que limpia

la reja de su arado.

              34

Cómodos e inocentes han de ser tus vestidos:

ni ha de ahogarte la tela ni menos desnudarte.

No des tu mano a las pulseras

ni hagas tu cárcel de una túnica:

el ostentoso pavorreal

es un esclavo de su ropa.

              35

Con los preceptos de mi Alegropeya

lograrás, Elbiamente, construir tu alegría

por la virtud sapiente y obrante de tu alma.

Y darás buena sombra

para todos. Amén.

Leopoldo Marechal

Canción

de Leopoldo Marechal

¡Has de hacer un gran ramo

con todas tus palabras, hilandera!

Con las grandes palabras que llovieron

más redondas que frutas en un día sin hiel;

con tus grandes palabras

caídas como soles hasta el silencio mío...

Has de hacer un gran ramo con tus voces,

y estarán las pequeñas,

las que fueron semillas aventadas por tu carinio de cien manos;

y estarán las que ardieron como sal en la llama de tu júbilo, amiga.

Con todas tus palabras

has de hacer un gran ramo

para el amor que ha muerto;

para el amor que ha muerto a mediodía,

junto a la fuente de los ocho cisnes...

Credo a la Vida

de Leopoldo Marechal

Creo en la vida todopoderosa,

en la vida que es luz, fuerza y calor;

porque sabe del yunque y de la rosa

creo en la vida todopoderosa

y en su sagrado hijo, el buen Amor.

Tal vez nació cual el vehemente sueño

del numen de un espíritu genial;

brusca la senda, el porvenir risueño,

nació tal vez cual el vehemente sueño

de un apóstol que busca un ideal.

Padeció, la titán, bajo los yugos

de una falsa y mezquina religión;

veinte siglos se hicieron sus verdugos

y aun padece, titán, bajo sus yugos

esperando la luz de la razón.

Fue en la humana estultez crucificada;

murió en el templo y resurgió en la luz...

¡Y, desde alli, vendra como una espada,

contra esa Fe que germino en la nada,

contra ese dios que enmascaro la cruz!

Creo en la carne que pecando sube,

creo en la Vida que es el Mal y el Bien;

la gota de agua del pantano es nube.

Creo en la carne que pecando sube

y en el Amor que es Dios.

¡Por siempre amén!

De la Adolescente

de Leopoldo Marechal

Entre mujeres alta ya, la niña

quiere llamarse Viento.

Y el mundo es una rama que se dobla

casi junto a sus manos,

y la niña quisiera

tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe

ya entre mujeres alta:

sus dedos no soltaron todavía

el nudo de la guerra

ni su palabra inauguró en las vivas

regiones de dolor, campos de gozo.

Su boca está cerrada

junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:

«Elogios impacientes la maduran:

cuando se llame Viento

nos tocará su mano

repleta de castigos.»

Y las mujeres dicen:

«Nadie quebró su risa:

maneras de rayar le enseñaron los días.»

La niña entre alabanzas amanece:

cantado es su verdor,

increíble su muerte.

De la Cordura

de Leopoldo Marechal

Con pie de pluma recorrí tu esfera,

Mundo gracioso del esparcimiento;

Y no fue raro que jugara el viento

Con la mentira de mi primavera.

Dormido el corazón, extraño fuera

Que hubiese dado lumbre y aposento

Al suplicante Amor, cuyo lamento

Llama de noche al corazón y espera.

Si, fría el alma y agobiado el lomo,

Llegué a tu soledad reveladora

Con pie de pluma y corazón de plomo,

¡Deja que un arte más feliz asuma,

Gracioso mundo, y que te busque ahora

Con pie de plomo y corazón de pluma!

Del árbol

de Leopoldo Marechal

Hay en la casa un Árbol

que no planto la madre ni riegan los abuelos:

solo es visible al niño, al poeta y al perro.

Su primavera no es la que fundan las rosas:

no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.

Su otono no es el tiempo que trae desde el mar

caballos irascibles, por tierras de azafran.

Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:

el enigma es del niño, del poeta y del perro.

Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,

vestidos de cordura florecen los varones;

y Amor, en pie de guerra, se desliza

de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.

Entonces el sabor de algún cielo perdido

desciende con el llanto de los recien nacidos.

Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,

sobre los techos llueven sus hojas invisibles,

y, horizontal, cruza las altas puertas

alguien que por el cielo desaprendio la tierra.

Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:

el enigma es del niño, del poeta y del perro.

Del Adiós a la Guerra

de Leopoldo Marechal

¡No ya la guerra de brillantes ojos,

La que aventando plumas y corceles

Dejó un escalofrío de broqueles

En los frutales mediodías rojos!

Si el orgullo velaba sus despojos

Y el corazón dormía entre laureles,

¡Mal pude, Amor, llegarme a tus canceles,

Tocar aldabas y abolir cerrojos!

¡Armaduras de sol, carros triunfales,

Otros dirán la guerra y sus metales!

Yo he desertado y cruzo la frontera

Detrás de mi señora pensativa,

Porque, a la sombra de la verde oliva,

Su bandera de amor es mi bandera.

Del Amor Navegante

de Leopoldo Marechal

Porque no está el Amado en el Amante

Ni el Amante reposa en el Amado,

Tiende Amor su velamen castigado

Y afronta el ceño de la mar tonante.

Llora el Amor en su navío errante

Y a la tormenta libra su cuidado,

Porque son dos: Amante desterrado

Y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiría

Ni llanto ni bajel ni lejanía,

Sino la beatitud de la azucena.

¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!

¡Oh círculo apretado de la rosa!

Con el número Dos nace la pena

La Antigua Canción

de Leopoldo Marechal

Yo cantara tus ojos en estrofas sutil

porque el arte me ha dado su lira de marfil;

pero al mirar tus ojos de un azul tan profundo,

solo se la canción mas antigua del mundo...

Yo podría decir el frescor de tu boca

forjando con mis rimas una hipérbole loca;

pero cuando en la fiebre de tus labios me hundo

solo se la canción mas antigua del mundo...

Es la eterna canción del eterno embeleso

y acompaña sus giros musicales el beso.

Los pájaros la dicen y la flor no la olvida,

porque es simple y es vieja lo mismo que la vida.

Mas ¡ay! entre tus labios, que sentido profundo

Si cantas la canción más antigua del mundo!...

Nocturno

de Leopoldo Marechal

En el gastado corazón del Tiempo

se clavan las agujas de todos los cuadrantes.

Hay un pavor de soles que naufragan sin ruido:

la noche se cansé de enterrar a sus mundos.

¡Llora por los relojes que no saben dormir!

Las campanas se niegan a morder el silencio.

Tras un rebaño do horas

gastaron sus colmillos de bronce las campanas...

¡Ahora comprendo el viaje de tus cosas!

El sol ya no quería romperse en tus banderas.

Para mullir tu fuga, en el camino,

se desplumaron todas las águilas del viento.

Tus pasos clavetean

un gran tapiz de lejanía...

Son pájaros furtivos tus recuerdos:

amaban grandes ríos arbolados de muerte.

¡Estuche de palabras

donde guardar el roto muñeco de los años!

Nuestras anclas no muerden el fondo de las horas.

Los péndulos cabeceantes

dibujan negativas en la noche.

¡Tierra que nunca se gastó en mis pasos!

¿Qué historia contaremos a los días?

¿Cómo arriar el velamen

de las mañanas, ávido remero?

¡Todo está bien, ya soy un poco dios

en esta soledad,

con este orgullo de hombre que ha tendido a las cosas

una ballesta de palabras!

Poema sin Título

de Leopoldo Marechal

En una tierra que amasan potros de cinco años

el olor de tu piel hace llorar a los adolescentes.

Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz

y que tus mañanas tiemblan,

¡gotas pesadas en la flor del mundo!

Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos...

Por tus arroyos los días descienden como piraguas.

Tus ríos abren canales de música en la noche;

y la luna es un papagayo más entre bambúes

o un loto que rompen a picotazos las cigüeñas.

En un país más casto que la desnudez del agua

los pájaros beben en la huella de tu pie desnudo...

Te levantarás antes de que amanezca

sin despertar a los niños y al alba que duerme todavía.

(El cazador de pumas dice que el sol brota de tu mortero

y que calzas al día como a tus hermanitos).

Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos

en cuyo pie se han dormido todas las danzas.

Sentados en cráneo de buey

tus abuelos fuman la hoja seca de sus días:

chisporrotea la sal de sus refranes

en el fuego creciente de la mañana.

(Junto al palenque los niños

han boleado un potrillo alazán...)

En una tierra impúber desnudarás tu canto

junto al arroyo de las tardes.

Tú sabes algún signo para pedir la lluvia

y has encontrado yerbas que hacen soñar.

Pero no es hora, duermen

en tu pie los caminos.

Y danzas en el humo de mi pipa

donde las noches arden como tabacos negros...

La luna en casa

La luna, la luna tiene

miedo de caer al río,

parece, en el caserío;

que alguien, de atrás, la sostiene.

Nadie sabe lo que pasa.

Nadie sabe cosa alguna.

¿Si se va a caer la luna

por qué no cae en mi casa?

de Horacio Rega Molina

PARA RECOBRARSi para recobrar lo recobrado

debí perder primero lo perdido,

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido,

tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado

que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido

por lo que el árbol tiene de florido

vive de lo que tiene sepultado.

Francisco Luis Bernardez

SONETO DEL AMOR VICTORIOSONi el tiempo que al pasar me repetía

que no tendría fin mi desventura

será capaz con su palabra obscura

de resistir la luz de mi alegría,

ni el espacio que un día y otro día

convertía distancia en amargura

me apartará de la persona pura

que se confunde con mi poesía.

Porque para el Amor que se prolonga

por encima de cada sepultura

no existe tiempo donde el sol se ponga.

Porque para el Amor omnipotente,

que todo lo transforma y transfigura,

no existe espacio que no esté presente.

Francisco Luis BernardezREGA MOLINA:

yo siempre la amaré como en un sueño

sin confesarle nunca mi quimera,

porq al tomar una expresión cualquiera

tan grande amor parecera pequeño.

Constantemente me verá risueño,

y pasará una y otra primavera

sin sospechar que por vez primera

tiene un adorador y no es su dueño.

y esta pequeña lagrima q lloro

cada vez que la encuentro,hasta que expire,

tambien se perdera por mi decoro.

pues yo sabré tan rapido ocultarla

que ella no la verá, ni aunque me mire

en el preciso instante de llorarla.

Francisco Luis Bernardez

AMOR ANTIGUO

Amor antiguo, cuya sombra empaña

mi cariñosa propensión de ahora,

eres como una sombra de montaña

sobre el encendimiento de la aurora.

Amor antiguo, cuya pesadumbre

traba la agilidad de mi alegría,

eres la tiranía de la cumbre

contra la libertad del mediodía.

Amor antiguo, cuya voz sofoca

la nueva vocecita del cariño,

eres palabra de proyecta boca

en una boca inédita de niño.

Amor antiguo, cuyo sentimiento

hace caber el mundo en nuestro llanto,

eres el alma convertida en viento

y eres el viento convertido en canto.

Amor antiguo, cuya remembranza

cada amorosa perspectiva cierra,

eres esa emoción que sólo alcanza

quien se acuerda del mar desde la tierra.

EL DESTELLO

Aunque el cielo no tenga ni una estrella

y en la tierra no quede casi nada,

si un destello fugaz queda de aquella

que fue maravillosa llamarada,

me bastará el fervor con que destella,

a pesar de su luz medio apagada,

para encontrar la suspirada huella

que conduce a la vida suspirada.

Guiado por la luz que inmortaliza,

desandaré mi noche y mi ceniza

por el camino que una vez perdí,

hasta volver a ser, en este mundo

devuelto al corazón en un segundo,

el fuego que soñé, la luz que fui.

ESTAR ENAMORADO

Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo

de la vida.

Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a

la muerte se precisa.

Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel en que

el alma está cautiva.

Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama

desde arriba.

Es respirar el ancho viento que por encima de la carne

se respira.

Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón

de las heridas.

Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que

nos mira.

Es escuchar en una boca la propia voz profundamente

repetida.

Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta

compañía.

Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra

sombra está vencida.

Estar enamorado amigos, es descubrir dónde se juntan

cuerpo y alma.

Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río

que nos llama.

Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera

nuestra infancia.

Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas

y campanas.

Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes

y las armas.

Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla

de su espada.

Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho

se levanta.

Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo

de la llama.

Es entender la pensativa conversación del corazón

y la distancia.

Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música

sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches

y los días.

Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza

distraída.

Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción

de una herrería.

Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras

golondrinas.

Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una

casa campesina.

Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las

luces encendidas.

Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre

el sueño y la vigilia.

Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena

y la alegría.

Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión

de la llovizna.

Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña

lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo

con dulzura.

Es despertarse una mañana con el secreto de las flores

y las frutas.

Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras

criaturas.

Es no saber si son ajenas o son propias las lejanas

amarguras.

Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente

de la angustia.

Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir

su noche oscura.

Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía

sea luna.

Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre

es menos dura.

Es empezar a decir siempre, y en adelante no volver

a decir nunca.

Y es, además, amigos míos, estar seguro de tener las

manos puras.

LA CIUDAD SIN LAURA

En la ciudad callada y sola mi voz despierta una

profunda resonancia.

Mientras la noche va creciendo pronuncio un

nombre y este nombre me acompaña.

La soledad es poderosa pero sucumbe ante mi voz

enamorada.

No puede haber nada tan fuerte como una voz

cuando esa voz es la del alma.

En el sonido con que suena siento el sonido de

una música lejana.

Y en la energía remota que la mueve siento el calor de

una remota llamarada.

Porque mi voz es una chispa de aquella hoguera

que eterniza lo que abrasa.

Porque mi amor es una chispa de aquella hoguera

que eterniza lo que abrasa.

Para poblar este desierto me basta y sobra con

decir una palabra.

El dulce nombre que pronuncio para poblar este

desierto es el de Laura.

Las cosas son inteligibles porque este nombre de mujer

las ilumina.

Porque este nombre las arranca de las tinieblas en

que estaban sumergidas.

Una por una recuperan su resplandor espiritual y

resucitan.

Una por una se levantan con el candor y la belleza

que teman.

La obscuridad desaparece mientras el sueño silencioso

se disipa.

Por este nombre de los nombres hasta la muerte sin

palabras tiene vida.

Ya no resuena entre las cosas el gran torrente de las

noches y los días.

El tiempo calla y se detiene para escuchar esta perfecta

melodía.

Mi vida entera permanece porque este nombre que

recuerdo no me olvida.

Porque este nombre me sostiene con emoción desde su

tierna lejanía.

Cuando mi boca lo ignoraba, la soledad era más honda

que el silencio.

Cuando mi boca estaba muda, mi corazón era invisible

como el viento.

Se conocía que vivía por la canción que lo tenía

prisionero.

Pero vivía en otro mundo; para las cosas de este mundo

estaba muerto.

Le pesadumbre de las horas era mas íntima que nunca

en aquel tiempo.

Porque las noches eran largas; porque los días de las noches

eran lentos.

La tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas

en el cielo.

El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón

estaba seco.

¿Qué hubiera sido de mi vida sin este nombre que pronuncio

en el desierto ?

¿Qué hubiera sido de mi vida sin este amor que me acompaña

desde lejos?

Lejos está la dulce causa del corazón, de la cabeza y de la mano.

Pero su ausencia es la del río, que con la fuente que lo llora

vive atado.

Nunca he sentido como ahora la vecindad de la mujer que estoy

cantando.

Cuando el amor está presente no puede haber nada escondido

ni lejano.

La luz del fuego que me alumbra ¿no es la que alumbra el corazón

del ser amado ?

La llamarada que me quema ¿no es la del fuego en que se quema

sin descanso ?

Aunque las leguas se interponen entre nosotros, ya no pueden

separarnos.

Porque el amor que vence al tiempo no puede estar sino a cubierto

del espacio.

Entre la dicha y mi existencia la diferencia que hubo ayer se va

borrando.

El ser que nombro es el que, siendo, me da una vida sin dolor ni

sobresalto.

LA LÁGRIMA

No sé quién la lloró, pero la siento

(por su calor secreto y su amargura)

como brotada de mi desventura,

como nacida de mi desaliento.

Quizá desde un lejano sufrimiento,

desde los ojos de una estrella pura,

se abrió camino por la noche oscura

para llegar hasta mi sentimiento.

Pero la siento mía, porque alumbra

mi corazón sin esa luz sin tasa

que sólo puede dar el propio fuego:

Rayo del mismo sol que me deslumbra,

chispa del mismo incendio que me abrasa,

gota del mismo mar en que me anego.

LA PALABRA

En cada ser, en cada cosa, en cada

palpitación, en cada voz que siento

espero que me sea revelada

esa palabra de que estoy sediento.

Aguardo a que la diga el firmamento,

pero su boca inmensa está callada;

la busco por el mar y por el viento,

pero el viento y el mar no dicen nada.

Hasta los picos de los ruiseñores

y las puertas cerradas de las flores

me niegan lo que quiero conocer.

Sólo en mi corazón oigo un sonido

que acaso tenga un vago parecido

con lo que esa palabra puede ser.

ROMANCE

Aquellas cosas profundas

Que yo apenas entendía.

Desde que el amor las nombra

Me parecen cristalinas.

Aquel tiempo de otro tiempo,

Que sin gloria transcurría,

Desde que el amor lo empuja

Tiene lo que no tenía.

Aquella voz apagada

Es una voz encendida

Desde que el amor de fuego

Su fervor le comunica.

Aquella frente desierta.

Aquella frente perdida.

Está mucho menos sola

Desde que el amor la habita.

Aquellos ojos cerrados

Están abiertos y miran

Desde que el amor les muestra

Riquezas desconocidas.

Aquellas manos desnudas

Ya no son manos vacías

Desde que el amor las llena

Con su propia maravilla.

Aquellos pasos sin rumbo.

Aquellos pasos sin vida.

Ya tienen rumbo seguro

Desde que el amor los guía.

Aquel corazón oscuro

Luce una luz infinita

Desde que el amor lo alumbra

Con su verdadero día.

Aquel pobre entendimiento

Tiene una fuerza más limpia

Desde que el amor lo inflama.

Desde que el amor lo anima.

Aquella pluma de siempre

Vive una vida más viva

Desde que el amor la mueve,

Desde que el amor la inspira.

Aquel mundo sin objeto

Tiene una razón precisa

Desde que el amor eterno

Lo sustenta y justifica.

Aquella vida de antaño

Responde a peso y medida

Desde que el amor confunde

Su existencia con la mía.

ROMANCE DE LA NIÑA CORDOBESA

En su vecindad el tiempo

parece que no corriera,

pues el invierno es verano,

y el otoño, primavera:

Las noches se vuelven días,

los días no tienen fecha,

y cuando el sol se termina

parece que el sol empieza.

Sus ojos siempre lejanos

a pesar de su presencia

(porque miran de muy lejos

aunque miren de muy cerca)

son dos pájaros oscuros,

desterrados de la tierra:

Uno se llama nostalgia

y otro se llama tristeza.

Las mañanas y las tardes

de Córdoba son más bellas

que las del resto del mundo

porque las frente las sueña;

y las noches de los otros

(para mí no puede haberlas)

han aprendido su oficio

en la de su cabellera.

Su voz es como el arroyo

pensativo de la tierra,

que dulcifica el paisaje

por más huraño que sea,

pues aunque sus aguas dulces

van pensando en lo que piensan,

dejan como por descuido

una flor en cada piedra.

En mi vida he visto nada

como sus manos morenas

para alumbrar mi camino

con la luz de sus estrellas:

La derecha me señala

el rumbo de su cabeza.

Y el seguro derrotero

de su corazón la izquierda.

Su presencia es como el vino

que, junto a la chimenea,

toma el viajero cansado

para recobrar sus fuerzas,

mientras el viento y la lluvia

están llamando a la puerta,

como queriendo decirle

que en el camino lo esperan.

Quiero vivir en un mundo

maravilloso que tenga

su frente por horizonte

y sus ojos por fronteras,

sin más noches que la dulce

noche de su cabellera,

ni más estrella de plata

que las de sus manos buenas,

soñando mañana y tarde,

por única recompensa,

con el laurel de su nombre

para ceñir mi cabeza,

y dando todas las voces

musicales de la tierra

por una sola palabra

de la niña cordobesa.

SILENCIO

No digas nada, no preguntes nada.

Cuando quieras hablar, quédate mudo:

que un silencio sin fin sea tu escudo

y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,

no llores si el dolor es más agudo,

no cantes si el camino es menos rudo,

no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente

que poco a poco y silenciosamente

inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado

con que tu corazón recuperado

te irá diciendo todo, todo, todo.

SONETO

Si para recobrar lo recobrado

debí perder primero lo perdido,

si para conseguir lo conseguido

tuve que soportar lo soportado,

si para estar ahora enamorado

fue menester haber estado herido,

tengo por bien sufrido lo sufrido,

tengo por bien llorado lo llorado.

Porque después de todo he comprobado

que no se goza bien de lo gozado

sino después de haberlo padecido.

Porque después de todo he comprendido

que lo que el árbol tiene de florido

vive de lo que tiene sepultado.

SONETO II

Firme en la majestad y en la armonía

de su maravillosa arquitectura,

cuya seguridad serena y pura

es más fuerte que el tiempo y su porfía,

tu casi celestial topografía

alza la claridad de su estructura,

dando cuerpo de paz y de dulzura

al alma de la eterna poesía.

Y hace que, confundidos y abrazados,

la letra y el espíritu inflamados

unan su voluntad y su poder,

para vivir en el espacio frío

y en el tiempo dramático y sombrío

con la luz y el calor de un solo ser.

SONETO A LA DONCELLA LEJANA

Inaccesible al viento que suspira

por apagar la luz de su cabello,

inaccesible al pálido destello

de la estrella lejana que la mira.

Inaccesible al agua que delira

por llegar a la orilla de su cuello,

inaccesible al sol y a todo aquello

que alrededor de su persona gira,

la doncella en su mundo de diamante

inclina la cabeza lentamente

para escuchar en el remoto mundo:

el eco de un latido muy distante,

la resonancia de una voz ausente

y el sonido de un paso vagabundo.

SONETO AUSENTE

El sentido del tiempo se me aclara

desde que te ha dejado y me has traído,

y el espacio también tiene sentido

desde que con sus lenguas nos separa.

El uno tiene ahora canto y cara

porque vive de habernos dividido,

y el otro no sería conocido

si no nos escondiera y alejara.

Desde que somos de la lejanía,

el espacio, que apenas existía,

existe por habernos separado.

Y el tiempo que discurre hacia la muerte

no existe por el tiempo que ha pasado

sino por el que falta para verte.

SONETO DE LA ENCARNACIÓN

Para que el alma viva en armonía,

con la materia consuetudinaria

y, pagando la deuda originaria,

la noche humana se convierta en día;

para que a la pobreza tuya y mía

suceda una riqueza extraordinaria

y para que la muerte necesaria

se vuelva sempiterna lozanía

lo que no tiene iniciación empieza,

lo que no tiene espacio se limita,

el día se transforma en noche oscura,

se convierte en pobreza la riqueza,

el modelo de todo nos imita,

el Creador se vuelve criatura.

SONETO DE LA UNIDAD DEL ALMA

Yo que tengo la voz desparramada,

yo que tengo el afecto dividido,

yo que sobre las cosas he vivido

siempre con la memoria derramada;

yo que fui por la tierra desolada,

yo que fui bajo el cielo prometido

con el entendimiento repartido

y con la voluntad multiplicada;

quiero poner ahora la energía

de la memoria, del entendimiento

y de la voluntad en armonía

con la Memoria que no olvida nunca

con el Entendimiento siempre atento

y con la Voluntad que no se trunca.

SONETO DEL AMOR MILAGROSO

Aquel entendimiento que callaba

tiene toda la voz que no tenía,

y aquella voluntad que estaba fría

tiene todo el calor que le faltaba.

Aquel entendimiento que ignoraba

tiene la ciencia de que carecía,

y aquella voluntad que no quería

tiene el deseo que necesitaba.

Porque para que el uno se levante

del sueño en que vivía sumergido

es suficiente con que yo te cante.

Porque para que aquella no se muera

de la muerte que hubiera padecido

es suficiente con que yo te quiera.

SONETO DEL AMOR UNITIVO

Tan unidas están nuestras cabezas

y tan atados nuestros corazones,

ya concertadas las inclinaciones

y confundidas las naturalezas,

que nuestros argumentos y razones

y nuestras alegrías y tristezas

están jugando al ajedrez con piezas

iguales en color y proporciones.

En el tablero de la vida vemos

empeñados a dos que conocemos,

a pesar de que no diferenciamos,

en un juego amoroso que sabemos

sin ganador, porque los dos perdemos,

sin perdedor, porque los dos ganamos.

SONETO DEL AMOR VICTORIOSO

Ni el tiempo que al pasar me repetía

que no tendría fin mi desventura

será capaz con su palabra oscura

de resistir la luz de mi alegría,

ni el espacio que un día y otro día

convertía distancia en amargura

me apartará de la persona pura

que se confunde con mi poesía.

Porque para el Amor que se prolonga

por encima de cada sepultura

no existe tiempo donde el sol se ponga.

Porque para el Amor omnipotente,

que todo lo transforma y transfigura,

no existe espacio que no esté presente.

SONETO ENAMORADO

Dulce como el arroyo soñoliento,

mansa como la lluvia distraída,

pura como la rosa florecida

y próxima y lejana como el viento.

Esta mujer que siente lo que siente

y está sangrando por mi propia herida

tiene la forma justa de mi vida

y la medida de mi pensamiento.

Cuando me quejo, es ella mi querella,

y cuando callo, mi silencio es ella,

y cuando canto, es ella mi canción.

Cuando confío, es ella la confianza,

y cuando espero, es ella la esperanza,

y cuando vivo, es ella el corazón.

SONETO GRABADO EN EL TRONCO DE UN ÁRBOL

Aquel afán de ser, árbol amigo,

que me dejó grabado en tu corteza

fue tan grande y de tal naturaleza

que mientras vivas viviré contigo;

Pues hasta cuando el tiempo, su enemigo,

me haya borrado de tu fortaleza,

y estén muertas la mano y la cabeza

que me han dejado aquí, como testigo,

aquel afán de vida que me inflama

subirá con tu savia confundido

y, en un último esfuerzo de su ardor,

se asomará al temblor de cada rama,

al sagrado calor de cada nido

y al silencio feliz de cada flor.

SONETO INTERIOR

Aquí donde la tierra es menos tierra,

donde el agua es el agua del olvido,

donde el aire es un aire sin sonido

y donde el fuego ya no mueve guerra;

Aquí donde la tierra se destierra,

donde el agua carece de sentido,

donde el aire prefiere estar dormido

y donde el fuego su pasión encierra;

el hombre de mirada pensativa

substituye las cosas de su casa;

la tierra, con su carne fugitiva,

el aire, con el aire de su aliento,

el agua, con su propio sentimiento,

el fuego, con el fuego que lo abrasa.

SONETO LEJANO

Bello sería el río de mi canto,

que arrastra por el mundo su corriente,

si dicho canto no naciera en cuanto

el río se separa de la fuente.

Bello sería el silencioso llanto

de la estrella en la noche de mi frente

si dicha estrella no distara tanto

de quien le da la luz resplandeciente.

Bello sería el árbol de mi vida

si la raíz de amor lo sostuviera

sin estar alejada y escondida.

Bello sería el viento que me nombra

si la voz que me llama no estuviera

perdida en la distancia y en la sombra.

¿Sabes que acaso te está hablando un muerto?

Eco callado soy que resucito

Única voz que se atigró en cien soles

No bronce o mármol, frágil cera aguarda

esta inmortalidad que estás oyendo

Voz que ya nadie dice

Luz de un sol extinguido que aún galopa en el tiempo

Bajo mis alas, trémulos,

se acurrucan minutos de otros días

Tu atención ya la he visto

y he de verla abierta en otros

Sois reflejos míos

Yo soy la realidad

Sombras vosotros

Que con ser sólo un aire estremecido,

yo he de vivir aún más que quien me dijo

Soy el claro prodigio sin misterio

Voz que se dice sola y para siempre

En vano sobre mí pondrán los hombres

leve silencio o densidad de olvido

Vendrá una mano y volaré de nuevo

Diré otra vez lo que te estoy diciendo.

Texo: Eduardo González Lanuza

A Cristina Campo

Son mis voces cantandopara que no canten ellos,los amordazados grismente en el alba,los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,un rumor a lila rompiéndose.Y hay, cuando viene el día,una partición del sol en pequeños soles negros.Y cuando es de noche, siempre,una tribu de palabras mutiladasbusca asilo en mi garganta,para que no canten ellos,los funestos, los dueños del silencio.

 

1

He dado el salto de mía al alba.He dejado mi cuerpo junto a la luzy he cantado la tristeza de lo que nace.

2

Éstas son las versiones que nos propone:Un agujero, una pared que tiembla...

3Sólo la sedel silencioningún encuentrocuídate de mí amor míocuídate de la silenciosa en el desierto

de la viajera con el vaso vacíoy de la sombra de su sombra.

(Tomado de «Árbol de Diana», en Obras completas. Poesía y Prosas,introducción de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990, pp. 201-202

En nostalgique je vagabondais par l’infini

C. de G.                  

La mano de la enamorada del vientoacaricia la cara del ausente.La alucinada con su «maleta de piel de pájaro»huye de sí misma con un cuchillo en la memoria. La que fue devorada por el espejoentra en un cofre de cenizasy apacigua a las bestias del olvido.

a Enrique Molina

El grillo Poema de Conrado Nalé Roxlo

Música porque sí, música vana,como la vana música del grillo,mi corazón eglógico y sencillo

se ha despertado grillo esta mañana.

¿Es este cielo azul de porcelana?¿Es una copa de oro el espinillo?

¿O es que en mi nueva condición de grilloveo todo a lo grillo esta mañana?

¡Qué bien suena la flauta de la rana!Pero no es son de flauta: es un platillode vibrante cristal que a dos desgrana

gotas de agua sonora. ¡Qué sencillo

es a quien tiene corazón de grillointerpretar la vida esta mañana!

Se nos ha muerto un sueño

Conrado Nalé Roxlo

¡Carpintero! Haz un féretro pequeño

de madera olorosa,

se nos ha muerto un sueño,

algo que era entre el pájaro y la rosa.

Fue su vida exterior tan imprecisa

que sólo se lo vio cuando asomaba

al trémulo perfil de una sonrisa

o al tono de la voz que lo nombraba...

Mas qué te importa el nombre, carpintero,

era un sueño de amor. Tu mano clave

pronto las tablas olorosas, quiero

enterrar hondo el sueño flor y ave.

¡Al compás del martillo suena un canto!

"No vayas al campo santo,

porque los sueños de amor

No mueren. Se muda en llanto

su forma de ave y de flor"

CONRADO NALE ROXLO

** RONDA **

(Conrado Nalé Roxlo)

Sueño. Los sueños se dan la mano

y en torno mío danzan su ronda.

La luna se alza blanca y redonda

sobre el oscuro bosque lejano.

Las ranas verdes del pantano

cantan; su canto llena la honda

quietud. Suspira lejos la fronda.

... Luna lejana, campo en verano.

Sueño. Los sueños se dan la mano.

Ricardo Molinari

ESTAS COSASNo sé, pero quizás me esté yendo de algo, de todo, de la mañana, del olor frío de los árboles o del íntimo sabor de mi mano. Pero estas llamas y la lluvia bajan por la tarde del día elevadas, con su trabajo cruel y afanoso, con el terror de la primavera y el tiempo y la noche vanamente disueltos en su impaciencia. Yo sé que estoy mirando, extendido, sin atender lo que el polvo y el abandono ocultan de mi cuerpo y de mi lengua. Una palabra, aquella sonriente y terrible de ternura, oscurecida por la razón y el mágico envenenamiento de la nostalgia; sedentaria huye por un campamento, llamada y perseguida permanente, sin alguna vez, devuelta entera y desentendida al seno ardiente de la noche, al ser mayor e indestructible de la atmósfera.

Nada queda después de la muerte definido y elevado, ni la imagen voluntariosa sobre los pastos crecidos y ondulantes, ni el pie atropellado que dispara de su quemada historia intacta. Sin clamor el rostro siente el húmedo temporal, el albergue perecedero y la flor abierta en el vacío, sin volver los ojos, va en su rapidez disuelto y extrañísimo. Soy el ido, el variante del cielo, de la calle muerta en las nubes, su entretenimiento como un pájaro. ¡Amor, amor! una brizna del sentido, tal vez un día donde mis labios bebieron la sangre y todas estas nieblas azotadas e irremediables, perdidas. Decidido, toma, ¡oh noche!, mis secos ramos y llénalos de rocío brillante y pesado, igual al de las hojas del orgulloso y reclinado invierno.

CASIDA DE LA BAILARINASi baylas, no miro miembros tan sueltos

en tus ninfas... ribera Gaditana,ni passos hazia Venus tan resueltos

Bocángel

I

Quiero acordarme de una ciudad deshecha junto a sus dos ríos sedientos; quiero acordarme de la muerte de los jardines, del agua verde que beben las palomas, ahora que tú cantas y bailas con una voz áspera de campamento; quiero acordarme de la nieve que vuelve con la lluvia para humedecer su boca de viento dormido, su luna abierta entre la yedra. Quiero acordarme de mis amigos, !ay!, de cómo dormirá una mujer que he querido. Baila, aliento triste, alarido oscuro. Lleva tus pies de acero sobre los alacranes que tiemblan por las hojas de la madera, golpeando sus tenazas de polvo cerca de tu piel. Baila, amanecida; empuja el aire con el calor del cuello, con la serpiente que conduces rota en la mano enamorada y dura. Yo estoy pendiente de ti, ensombrecido: tu canto me enfría la cara, me envenena el vello. ¡Qué haría para poder estar quieto, abierto en tu garganta llena de barro, hasta resbalarme por tu pecho, como una llama de rocío! Baila sobre el desierto caliente. Nilo de voz, delta de aire perecible.

II

Quisiera oír su voz que duerme con su narciso de sangre en el cuello, con su noche abandonada en la tierra. Quisiera ver su cara caída, impaciente sobre el amanecer, junto a su viola de luz insuperable, a su ángel tibio; su labio con su muerte, con su flor deliciosa, sumergida. Así, ofrecido; luna de jardín, perfume de fuente, de amor sin amor; ¡ah!, su alto río encerrado vagando por la aurora.

III

Rosa de cielo, de espacio melancólico; Orfeo de aire, numeroso, solo. ¿Quién verá

la tarde que contuvo su cara de hombre muerto? Su soledad esparcida entre los ríos.

IV

Baila, que él tiene el cuerpo cubierto de vergüenza y la lengua seca, saliéndole por la boca dulce, como una vena perdida. Yo pienso en él, y ya no me duele el silencio, porque nunca estarás más cerca de la luz que en su muerte. Su pobre muerte encadenada. ¡Ya se ve su sueño en el desierto! Las altas tardes que van naciendo del mar, los pájaros con los árboles de las colinas, las gentes aún pegadas a las sombras, a los ríos oscuros de la carne. Su muerte, sí, su muerte, un poco de la nuestra, de nuestra muerte sin premura. Ya estás ahí, solo como alguno de nosotros en la vida. Duerme, triste mío, perdido, que yo estoy oyendo el canto del adufe que viene del desierto.

Una Rosa para Stefan Georgede Ricardo E. Molinari

Il va parmi ses fleurs;et les souffles de l?air

Hölderlin

(Similis factus sum pellicano solitudinis)

No es la paciencia de la sangre la que llega a morir,ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo

que se calienta entre las uñas.Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco;

que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente,ni el viento sobre las piedras podridas.

Qué haces allí, tronchado sin humedad,con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a los pies.

Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.

Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos;pero el odio seguirá intacto.

Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,

como un vaso de leche.

Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan malde ti. Eterno. Desnudo.

La sangre metida en su canal de hielo?fuego sin aire? Jordán perdido. Si el tiempo

tuviera sentidocomo el Sol y la Luna presos;

si fuera útil vivir, si fuera necesario,

qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.

Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo sin honor,

con un haz de ramas en las manos.Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar;

los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.

Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.

¡Esta palabra inútil!

Jacobo Fijaman

SUS POEMAS:

MOLINO ROJO.

CANTO DEL CISNE.

Demencia:

El camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.

Roncan los extravíos;

Tosen las muecas

Y descargan sus golpes

Afónicas lamentaciones.

Semblantes inflados;

Dilatación vidriosa de los ojos

En el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco

A lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quien llamar?

¿ A quien llamar desde el camino

tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,

Y ahorca mi gañote

Con sus enormes manos sarmentosas;

Y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!.

ALDEA.

Mi blanca soledadAldea abandonada.

Revuelo de perezas

Sobre la torre de un anhelo

Que tañe sus horizontes.

Pintadas negras de la desolación.

Yunques abandonados y puentes solariegos.

Se ha sentado el dolor como un cacique

En el banquillo de mi corazón.

Las lluvias estancadas de mis sueños

Se han cubierto de musgo.

En el horno apagado del silencio

Mis frutos maduraron

Estérilmente.

Perdí mi itinerario en el desierto.

¡Hospedería triste de mi vida

en donde sólo se aposentó el azar!

En una pradería de cansancios

Balan estrellas mis ovejas grises.

Lugarón sin destino;

Las calles andariegas

Beatas de mi ser

Son manos

Contemplativas

Que van perdiendo soles...

CIUDAD SANTATres gritos me clavaron sus puñales.

Paisaje de tres gritos

Largos de asombro.

¡bromearon los sudarios del misterio!

Fuga de embotamientos;

Suspiros

en la niebla inmovilizada.

Cipreses.

Bronce de los terrores

Informes, fragmentados.

Mueren caminos

Y se levantan puentes.

Un árbol se transforma

Cerrando sus pupilas.

Caen medrosamente las palomas

Angélicas del sueño

En las uñas heladas del espanto.

Un infinito horror

Manaba en mis entrañas

En un himno de muerte.

COPULA.

¡Nos unió la mañana con sus risas!

En las rondas del sol

canciones de naranjas.

Danzas de nuestros cuerpos

Desnudos- rojo y bronce.

El olor de la luz era sagrado:

Música de horizontes,

Espacio de paisajes-

Rojo y bronce-

Ruido de melodías,

Himno de soles,

Eternidad

Y abismo de la dicha

En la alegría loca de los vientos.

Canciones de naranjos

En la piedad de los caminos.

¡Todas las aguas del silencio

rompimos en la danza!

Dicha de los abrazos y los besos;

Toda la gloria de la vida

En nuestros pechos

Jadeantes y ligeros;

Nuestros cuerpos: auroras y ponientes

En la alegría loca de los vientos.

¡El corazón del mundo en nuestra boca!

MORTAJA.

Por dentro;

Atrás el rostro.

¡El pasado aniquila!

¡Es en vano que encuentre una herradura

en el estanque turbio de mi imaginación!

El árbol ha cubierto de palomas

mi soledad; pero es en vano.

Desnudo

Siempre estoy como una llanura.

Para buscar un cerro

Miro las multitudes.

Estoy siempre desnudo y blanco;

Lázaro vestido

de novio;

una mortaja viva

entre el ayer eterno

y el eterno mañana;

una mortaja viva

que llora en mi garganta.

EL “OTRO”.

Tarde de invierno.

Se desperezan mis angustias

como los gatos;

se despiertan, se acuestan;

Abren sus ojos turbios

y grises;

abren sus dedos finos

de humedad y silencios detallados.

Bien dormía mi ser como los niños,

y encendieron sus velas los absurdos!

Ahora el otro está despierto;

Se pasea a lo largo de mi gris corredor,

y suspira en mis agujeros,

y toca en mis paredes viejas

un sucio desaliento frío.

¡La esperanza juega a las cartas

con los absurdos!

Terminan la partida

tirándose pantuflas.

Es muy larga la noche del corazón.

VÍSPERAS DE ANGUSTIA.

Atmósferas de marasmo despedazan mis ademanes.

Pasos furtivos

en los malditos huecos de mi ser;

desolaciones alteradas.

Azar; ideas fijas.

Revolotear de músicas celestes.

¿vísperas de una nueva angustia?

Sospechas.

Soy de los que no vuelven, hermanos míos.

Atmósferas de marasmo

en torno del más fragante pino.

Amor, alégrame el camino.

¡los fuegos fatuos!

¡Quebrantaré la vida por mi vida

por el imposible contacto de la eternidad!

Pasos furtivos

en el hueco de mi ser;

yo soy el prometido, el anunciado.

Revolotear de músicas celestes.

SUB-DRAMA.

Desolaciones.

Altos silencios

Que balancean sus cabezas truncas

esencialmente.

Han caído mis esperanzas

como palomas muertas.

Desbandes.

El canto de mi mismo se alucina.

Cristales rotos.

Murga carnavalesca.

¡las risas rojas!

Cifras desafinadas y arbitrarias;

¡el dolor más eterno!

Me trasvasa el espanto sus caminos.

Pavor de candelabros;

Romance de agonía.

¿Quién soy?

Ha perdido su espacio

completamente el universo.

Se cierran las estrellas en mis ojos.

Nadie y nada.

Terribles apariencias

aplastan el cristal de sus sarcasmos.

Pasa un convoy de brujas caprichosas;

cuelgan mis extensiones deformadas.

Mi corazón es una isla roja

en que destacan sus banderas negras

los días de mi anhelo.

Las miradas ardientes de mis ojos,

¿en qué se apoyarán mañana?

Canciones de mi ser,

hemisferios de dicha,

volúmenes de aromas

¿en qué tambor de soles

se agitarán mañana?

Orientes y occidentes.

Se quebrarán mis ejes.

Lo sé.

¡Llueve sin latitud el dolor más eterno!

Han caído mis esperanzas

como palomas muertas.

Pavor de candelabros; romance de agonía.

GABÁN.

Soy una alforja

de lluvias.

Mi corazón regó en las primaveras

sementeras de espacio;

por ello mi cabeza

es una gorra remendada y parda

(genialidad)

o, un gabán roído,

pues he amado.

El pienso de mis días

desparramé en las sendas;

rompí todas las tejas

de los pesebres

humanos.

De mal en peor

tildaron mi locura;

merma mi audacia,

enflaquecen mis manos dadivosas

como las muelas viejas.

¡El gabán de mi ser se va pudriendo!

CENA.

Cenas de mi soledad en hosco abatimiento;

eterna como Dios, profunda de universo.

¡He sido el más ausente: el juntador de formas!

Cenas de mi soledad...

El sudario más frío es uno mismo.

¡Buscar y qué buscar!

¿Encrucijadas puras donde zapatean los truenos

en un constante mediodía?

Cenas de mi soledad en hosco abatimiento.

Pan y sal. Lamentos.

Piernas que saltan; salidas de cortejo;

vacilación de luz que viene abajo.

¡Extremaunción de un armonioso herrero!

Ir; pero no ir nunca;

en algodón de olvido sumir todos mis días.

Anuncios que deslizan;

canción de gallos en la mañana azul de mi esperanza

continuación de tiempos fundamentados en dolor.

Fui un desaparecido, el más ausente:

el juntador de formas.

Amanecer desentonado...

HECHO DE ESTAMPAS.

POEMA I.

Caía mi sueño en la otra soledad de los canales.

Regocígate, niño, la presencia graciosa de la muerte

reparte en sombras alternadas el olor de los ángeles

y levanta tus sordos desamparos.

Niño de paz,

han apagado las islas monótonas de los soles perfectos.

Niño de paz,

imito el mundo en un mi sueño ajeno a la claridad.

Un silencio de música se apacienta en las torres.

POEMA III.

Está mi risa de niñoCon la abuelita ciega de la noche obscura.

Resuenan mis botas groseras de campesino

en la ternura de los caballos,

y he ido.

Al son de ríos lúcidos y puros

Tiemblan las curvas de los pozos como dulces

patas de corderos.

Encerrada en mis pasos sigue la noche obscura.

POEMA V.

Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandesSoles fríos.

A través de mi llanto

Oigo el agrio sudor de la precocidad.

Yo vuelvo sobre un musgo

Y las ciudades crecen a la aventura hasta la noche

Del estupor.

Miseria.

Dios pesa.

Me llaman vientos de mar.

Van y vienen en grandes cambios; se alargan

en saltos irritados

que apagan mi temblor, que exasperan los sueños.

Jamás podré seguir.

Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre

los vidrios pálidos del mundo.

POEMA VI.

Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.

Mi voz:

pequeña líneas, pequeña canción que nos separa de las cosas.

Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades

blancas.Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.

Mi voz fría y sucia como la piel de los muertos.

POEMA XIIYo quería jugar.

Estaba el signo de mi naturaleza plena de llanto y

protección severa.

Bajo a mi obscuridad, y avanzo entre mis brazos

con una estrella niña.

Soplan olores de banderas frías

y resuenan tambores de infancia

en el mismo silencio, bajo la misma estrella.

Viene mi carne allende las transparencias.

Rodeo la luz fresca.

Ánimos de pavor yacen en mis profundas soledades.

No es el mismo silencio, no es la misma estrella.

Arranco vísperas de muros inclinados,

y más allá de todo se mueve el brillo opaco

de la agonía.

ESTRELLA DE LA MAÑANA.

I

Los ojos mueren en la alegría de la visión desnudade carne y de palabras,

en la tierra desnuda y en el cielo desnudo,

en el día desnudo y en la noche desnuda bajo los

cielos todo crecidos.

Es demasiado bella la noche de oro de muros y

banderas luminosas.

Corremos en la noche de plata bajo la noche de oro.

Tierra desnuda, tierra perfecta, cielo desnudo,

Cielo perfecto.

Voces desnudas de la voz eterna.

En la noche de oro nos llaman las acampanas,

Y oímos el vuelo de las aplomas desde la noche de

plata bajo la noche de oro.

V

En la misma belleza saborean las lunas su soledaddichosa.

Caen todas mis muertes en el espanto

de la nada del mal de la nada irreal de la nada.

En las tinieblas puse mis manos cuajadas de llanto.

Arreó la gracia mis ojos perdonados,

y hecho he sido en lo interior de todo y nada.

He sido el que es de todo y nada en bella gracia.

XV

Ama tu alma mi alma, paz de los días, paz de las noches nacidas en los espantos de muertes,

y en los gozos de muerte y esperanza de muerte.

Amor, Amor; Amor,

tu alma canta dolor de carne, dolor de vida, pavor

de muerte

bajo los cielos llovidos de esperanza.

Amor, Amor; Amor,

viste tu desnudez el agua capaz de las criaturas.

XVIIINos levanta la cruz hacia el río de los aromas.

Entre sí suben las criaturas mansas tendidas

en amor a Cristo.

Entre sí las criaturas fuertes sobre asientos

de paz

que cuidan las espadas en amor de Cristo.

Amor abre la luz, y se derraman soles y bailan los

corderos.

Tu alma canta, mi alma reza en los días cerrados,

en las noches cerradas,

en la vida cerrada, en la muerte cerrada bajo los vuelos

abiertos de los cielos.

Entre sí suben las criaturas mansa

en los asientos puros de olorosos maderos.

Amada,

afuera nos besaremos desnudos de tinieblas y pavores,

tendidos en amor de Cristo.

XXIV

Nace en mi llanto de oscuridad de todollanto,

oscuridad de soledad de todo llanto.

Vuelven las almas sobre mi alma de alma en alma,

de muerte en muerte.

Lloro con llanto de mi llanto

sobre mi alma de alma en alma, de muerte en muerte.

En soledad de soledad con soledad

en soledad, en todo, en soledad crecida en soledad.

Reposan los huesos en mediodías

en la soledad de mi alma desnuda en soledad.

Criatura de la quietud donde nacen soles.

Debajo del nacimiento

mi garganta solloza almas de alma en alma, de muerte

en muerte.

CANCIÓN DE LA VISIÓN REAL DE LA GRACIA.

Niño, tú tienes el oído junto al amanecerde la tierra y el cielo.

Amén el bosque, Amén el mar y Amén a las estrellas.

El signo de tus manos ata el secreto del mundo.

Amén el bosque, Amén el mar y Amén a las estrellas.

La tierra canta y el cielo, y la vida y la muerte.

Niño, tú tienes en el signo que trazan tus manos

el día y la noche, y la tierra y el cielo, y la vida y la muerte.

Amén, Amén, Amén,

niño de alba de la tierra y el cielo.

POEMAS INÉDITOS.

ECLOGATú, la incóndita niña,

De la incóndita flor

Y la incóndita muerte,

Constas de flor y de muerte.

Tú, la incóndita niña,

Demuestra flor y muerte.

Tú, la breve sentencia

De la lúcida muerte,

Que pones con el llanto

La incóndita flor,

Y la incóndita muerte.

RETRATO DE DOCTOR.

Este aquí, seráfico leyente,

Trae la flor perfecta

Recibida en ejemplo de ser a ser,

De simples y compuestos,Y día temporal,

Unidos por el uno que nunca fue movido,

Por aquél que depura la imperfección perfecta.

Este aquí seráfico leyente,

Lleva la perfectísima, la perfección perfecta

Del color y la lumbre, del amor y la estrella.

Jacobo Fijman

SONETO BIEN INSPIRADO Y MAL MEDIDO

Esta muchachita de labios pintados, melena, vestido vistoso, sombrero castor, es cajera en una casa de peinados y conoce el neologismo trágico: ¡control!

Cumple su horario como una hormiguita, con los de la Casa es perfectamente casta, y ciérrales el escote con dos cintitas y tiene en su media una raya de: ¡basta!

Pero sabemos que visita casas sospechosas, hace unos días que está muy ojerosa y esta mañana... ¡vino tan tarde!

Ella es honesta en su Caja, pero resulta una ganga hacerle un recordatorio corte de manga... ...¡Pst!... todo macho es un cobarde.

NICOLÁS OLIVARI (de su poemario "El Gato Escaldado")

MI MUJER

Cuando tenía veinticinco siglos de hastío y la fealdad repulsiva del ciudadano: cara de

frente de fábrica, con dos ventanas por ojos y un cerrojo en la puerta para las buenas

palabras llegaste vos, bruta y sencilla como una vaca, con apenas cinco años de

escuela primaria, que, felizmente, no te hicieron mella.

Por más que te encanalló mi contacto, tu pureza natural estaba tatuada en tu piel

blanca, olorosa a leche agria, y en el pozo de tus ojos grises y vacíos de animal alegre.

Cosa de carne tenías un alma maravillosamente simple, como una columna de agua o

como un dolmén de piedra de sepulcro en la que los lagartos de tus pobres instintos

salían a tomar el sol de mi lujuria.

Eras la copa de oro de la materia inerte, sin una verruga de ideal que alterase la

maravillosa liga de tu metal, opaco y sordo.

¡Cuánto bien me has hecho! Volatilizastes el hastío con un gruñido de felicidad al

besarme y a mi mala pata le hiciste un guiño muy mono.

NICOLAS OLIVARI

"La costurerita que dio aquel/ mal paso

y lo peor de todo, sin/ necesidad".

Bueno, lo cierto del caso,

es que no se la pasa del todo/ mal.

Tiene un pisito en un barrio/ apartado

un collar de perlas, y un/ cucurucho

de bombones; la saluda el/ encargado

y ese viejo, por cierto, no la/ molesta mucho

De "La amada infiel" (1924)

Nicolás Olivari.

Prólogo

Para "La musa de la mala pata" que Jorris

Karl Huysmann, envió al autor minutos

antes de convertirse al catolicismo.

Hasta la imperfección le gustaba, con tal

que no fuera parásita ni servil, y acaso

hubiera una dosis de verdad en su teoría

de que el escritor subalterno de la

decadencia, el escritor todavía personal,

aunque incompleto, alambica un bálsamo

más irritante, más aperitivo, más ácido

que el artista verdaderamente grande,

verdaderamente perfecto de la misma

época. Entre los turbulentos esbozos de

esos escritores era donde se advertían las

exaltaciones más sobreagudizadas de la

sensibilidad, los caprichos más morbosos

de la psicología, las depravaciones más

exageradas del lenguaje, obligado en

último término a contener, a arropar las

sales efervescentes de las sensaciones y

de las ideas.

JORRIS KAKL HUYSMANN [9]

Canción con olor a tabaco, a nuestra buena

señora de la improvisación

I

Santa Señora absurda de linotipia

con un mono sabio cabe tu regazo,

el retruécano oye de mi melancolía

y como buena efigie no le hagas caso.

II

Como Titio Livio, santo catedrático,

empeñé mi día en la buena acción,

resultó señora, ¡caso matemático!,

he aquí señora, justa relación...

III

Nuestra tuerta musa, la que uso a diario

[10]

encontrose a sueldo en un diario serio,

¡qué triste es Señora, para el foliculario

ver crecer al hijo de sus adulterios!...

IV

Café de poetas con caras de perro.

-"Este es un necio, aquél un carcamal",

-"Y de ese Olivari, ¿qué opinan?, me aferro

a la crítica, ese mocito es un informal..."

V

Me siento, un poco triste, para escuchar,

mientras dejo paso a mi hipocondría:

-"Ese muchacho va de yerro en yerro..."

-"¡Mozo! medio litro, pero bien frappé."

-..."puesto que ni figura en la Antología

del Señor Doctor Don Julio Noé..."

VI

Esta noche vago como un alma en pena

y como siempre en busca de la buena

acción

encontré un zaguán ¡oh! ¡tu luz de luna

llena!

y resueltamente rebalsé el portón.

VII

La prostituta alzando su grupa

en la palangana se despatarra,

el pobre poeta se calza su chupa

y en la ceniza del amor esgarra... [11]

VIII

Para la tristeza téjeme una cuerda,

téjeme una cuerda de humo sutil,

téjeme una cuerda con la frágil cerda

de tu voluta endeble, ¡ilusión de dril!...

IX

Entre la musa estéril y la camaradería

entre las Revistas y la corrección formal

me he quedado, hermanos, sin mercadería

y casi creo ser intelectual...

X

Humo de inconstancia ábreme tu anillo

para la pirueta del salto mortal,

mientras tú existas, rubio cigarrillo,

mi alma peregrina ensayará volar...

XI

(Menos mal que fumo

el árido tabaco del rencor en grumo...)

XII

Tiéndete en la cuerda del humo que fumo

-alma peregrina tu pena esfumina-

álzate el faldín montgolfiera de humo,

-alma peregrina puedes columpiarte-

o la cuerda floja, loca danzarina

puede que te sirva para extrangularte...

[12]

Raúl González Tuñon

EL CABALLO MUERTO

 

MEDIA NOCHE. Sobre las piedras

De la calzada hay un caballo muerto.

Aún faltan cinco horas

Para que venga el carro de “La Única”

Y se lo lleve. Ese caballo viejo,

hedoroso de sangre coagulada,

ese pobre vencido, fue un obrero.

 

Un hermano del pájaro, un hermano del perro.

Fue el hermano caballo que anduvo bajo el sol,

que anduvo bajo el agua, que anduvo entre los vientos

tirando de los carros

con los ojos cubiertos.

Fue el hermano caballo. Ninguno irá a su entierro.

 

 

ESCRITO EN UNA TRASTIENDA

 

EN TODOS los puertos del mundo

descansa la noche

sobre los navíos oscuros

y reza su rosario de lunas

el viejo lobo curtido y silencioso.

Palomas de las músicas vagabundas

picotean los fanales encendidos.

Tu recuerdo ha hecho hueco en mi mano sin luz.

Ah, llegar a tu cabellera rubia como a un puerto final.

 

Atracan los astros

y detrás de los grandes murallones de sombras

luces multicolores se roban las miradas

y las estrellas son afónicas

como la voz de la violinista tuberculosa

cuya tos en el bar es obligatoria.

El alcohol anda en zancos y las mujeres canallas

Pasean su olor a polvo y su cansancio.

 

En todos los puertos del mundo

hay alguien que está esperando.

 

Hasta muy cerca de los navíos

salen los patios

y entran por los oídos de los marinos.

Un sabor dulce, un amargo sabor.

En todos los puertos del mundo

hay vagabundos como yo

que asoman al asombro lejano

el corazón, como un barquito en la mano.

 

Hay una calle, larga borrachera,

pedazos de noche dispersada

y cuando llega el alba roja y con su clarín

revuela pájaros alucinados,

en todos los puertos del mundo

hay alguien que está esperando.

 

 

LA CALLE DEL AGUJERO EN LA MEDIA

 

YO CONOZCO una calle que hay en cualquier ciudad

y la mujer que amo con una boina azul.

Una calle que nadie conoce ni transita.

Yo conozco la música de un barracón de feria,

barquitos en botella y humo en el horizonte.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.

 

Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar

ni los labios sesgados sobre un viejo cantar

ni el affiche gastado del grotesco armazón

telaraña del mundo para mi corazón.

Ni las luces que siempre se van con otros hombres

de rodillas desnudas y de brazo tendidos.

Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños

que acarician de noche a los niños queridos.

Tenía el resplandor de una felicidad

Y veía mi rostro fijado en las vidrieras

Y en un lugar del mundo era un hombre feliz.

 

¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios

y muñecas de trapo con alegres bonetes

y soldaditos juntos marchando en la mañana

y carros de verdura con colores alegres?

Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera

y mi alma tan lejana y tan cerca de mí

y riendo de la muerte y de la suerte y

feliz como una rama de viento de primavera.

 

El ciego está cantando. Te digo, amo la guerra.

Esto es simple, querida, como el globo de luz

del hotel en que vives. Yo subo la escalera

y la música viene a mi lado, la música.

Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda.

Alegres en lo alto de una calle cualquiera,

alegres las campanas con una nueva voz.

Tú crees todavía en la revolución

y por el agujero que coses en la media

sale el sol y se llena todo el cuarto de sol.

 

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,

una calle que nadie conoce ni transita.

Sólo yo voy por ella con mi dolor desnudo,

sólo con el recuerdo de una mujer querida.

Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.

Decir: Yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

 

 

 

 

 

COSAS QUE OCURRIERON EL 17 DE OCTUBRE

 

EL AUTOMÓVIL se lanzó a la carrera con un ronquido impresionante.

El Intendente visitó esta tarde los barrios obreros húmedos y rencorosos.

A los 20 años sólo creíamos en el arte, sin la vida, sin la  revolución.

Volveremos a las usina, al olor de la multitud y los descarrilamientos.

A las 5.7 estalló una bomba frente al Banco de Boston.

A las 5.17 el tranvía cayó al Riachuelo.

El Restaurant Reis queda en Río de Janeiro.

¿Nise o Nice, se llamaba la mujer de Mario Magalhaes?

El tranvía escapaba por el morro la oruga tierna, luminosa.

Pero al fin se dio vuelta en el recodo y se perdió.

Y así se perdió y así se pierde casi todo en el mundo.

Cuando volví mis viejos compañeros habían desaparecido.

Los niños juegan en la alfombras y ellos no saben nada;

por los ojos les entra la página del Veo y Leo.

(“¡Fuego, fuego! La casa se quema. Vienen los bomberos”).

Los enanos juegan en los calveros de los grandes bosques.

HA hecho de mi querida una verdadera camarada.

Me bebo un seco de Gordon, bailo un blues, me enamoro de algunas chimeneas

y me río de los millonarios.

 

El pobre hombre dijo cuatro palabras y cayó muerto acribillado.

El coronel entregó personalmente 5 pesos a cada soldado.

Le habían dicho: “Mañana, al alba, será usted fusilado”.

Los otros condenados aullaron agarrados a las rejas.

Tres niñas de la Sociedad van a ser presentadas al Príncipe de Gales.

El Parque amaneció cubierto de preservativos.

Josefina II ha pasado recién como un silbido.

Se acercará al muelle y las lindas muchachas bajarán, de sombrilla.

¡Qué macanudo!

(“¡Fuego, fuego! La casa se quema. Vienen los bomberos.”

“Sofá. Cama. Sopa. Cada nabo soso. La bola va sola.”)

El hombre fusilado debe estar ya medio destruido en la Chacarita.

América Scarfó le llevará flores, y cuando estemos todos  muertos muertos,

América Scarfó nos llevará flores.

 

 

BLUES DE LOS PEQUEÑOS DESHOLLINADORES

 

¿TE ACUERDAS de los turcos vendedores

de madapolán?

¿Y de los muñecos de trapo quemados en la

 noche de San Juan?

¿Te acuerdas de los pequeños deshollinadores

y de los negros candomberos

y de mí que en las tardes de lluvia

detrás de los vidrios

miraba el paisaje caído en la zanja?

 

¿Te acuerdas del muro del día escalado, ardido,

mordido como una

fruta?

¿Te acuerdas de María Celeste?

Pues hoy María Celeste es una

prostituta.

¿Te acuerdas de la tienda fresca, violeta, rosa

y el torcido y verde farol?

Pues Juan el Broncero es hoy

un ladrón.

 

¿Te acuerdas de los pequeños deshollinadores

oscuros, oscuros?

Pues hoy los pequeños deshollinadores

son hombres maduros

que gritan en las cantinas

escupen polvo en las negras fábricas

y aguardan las yiras fugaces

en los baldíos y en las esquinas.

 

 

EL CEMENTERIO PATAGÓNICO

 

A VECES el viento patagónico es un cazador barbudo y alto.

Viene como la música, trae los ruidos del desierto y la

  montaña.

Marcha de puesto en puesto entre balleneros, entre

  quillangos.

Marcha de pueblo en pueblo entre gin, entre pescadores,

  entre fulleros.

Marcha de campamento en campamento

entre canallas enriquecidos con la sangre de los

  desgraciados. 

Marcha de puerto en puerto entre rufianes, entre palomas

  heladas y garúas,

entre asesinatos, entre monedas chilenas y argentinas,

  trashumante.

Las prostitutas de los climas sureros lo siguen, alucinadas.

Todas las prostitutas -en su mayoría pelirrojas- lo

   siguen.

 

El continúa su marcha, la escopeta al hombro, los ojos

  llovidos.

Él, el vientre del cazador, continúa su marcha

y va a perderse hacia quién sabe qué archipiélago,

hacia quién sabe qué cinematógrafo,

hacia quién sabe qué enloquecida alcantarilla.

 

A veces, nuevo avatar, el viento patagónico es una sirena

  del aire.

En los hangares de la madrugada atrae a los aviadores.

Los pequeños mecánicos comprueban con júbilo

la velocidad del viento a ras de tierra

y cuando arriba el altímetro señala una capa favorable

  de aire

la sirena los lleva con su canto,

la terrible sirena los lleva con su canto de brumas y

  lloviznas y nieve,

y ellos van a estrellarse

sobre enormes malolientes colonias de elefantes y lobos

  marinos,

sobre plantas de petróleo, sobre columnas de asustados

  guanacos,

sobre los rojos galpones de las curtidas villas del Sur.

 

Cazador o sirena el viento manda en la Patagonia.

Cazador o sirena se detiene en el corazón de Patagonia.

Él, cazador o sirena,

Camarada de los auténticos trabajadores de la Patagonia

  se detiene

y va a rendir a la ceniza de los obreros asesinados por

  el Gobierno,

un homenaje de silencio cargado de tormenta. Trashumante.

 

En Santa Cruz, entre el mar y los montes

yo he visto el pequeño cementerio de los huelguistas

  fusilados.

Unos, mal enterrados, en la fosa abierta por ellos,

asoman la punta del zapato con tierra y lagartijas.

Otros, enterrados vivos quizá,

una mano de hueso implorante picoteada por los cuervos.

Y no es extraño ver a lo largo del camino restos de otros,

curioso contenido de la intemperie.

Las caravanas de los desposeídos de la tierra, las largas

filas de linyeras forzados,

la multitud de todos los países que se dirige al sur de la

  tierra

en busca del pan y de la muerte,

la multitud de todos los países que se dirige al sur de la

  tierra en busca de la nostalgia y el olvido,

se detiene ahí, donde, el oasis del viento patagónico, la tierra

  estéril lanza

sus perros amarillos.

Allí donde la aullante tierra reseca desafía a las nubes,

viajeras de tres cielos

Allí, donde las brújulas de los barcos perdidos, ya fantasmas,

señalan contra las costas, al fin, el rumbo de una próxima

  venganza.

 

Y es inútil, tuertos, sin pierna, todos los marineros ha partido.

Todos los petroleros han partido

y las calderas pueden estallar a la salida del gran golfo.

Todas las prostitutas han partido detrás del viento cazador.

Todos los aviadores de línea han despegados

y van detrás de la sirena viento.

Los peones del campo, las hormigas del cuero, el

  frigorífico y la lana han partido.

Y los recaudadores de Tierras y Colonias han partido.

Y ellos quedaron solos con las blusas agujereadas

y con los agujeros de la carne sin la carne.

Únicamente el viento cazador o sirena, adormece dulcemente

  su muerte.

Adormece delicadamente su putrefacta muerte, esa útil

  muerte.

Ese violento arroyo de ceniza

Que subterráneamente ha desembocar en la revuelta

y en cuyas aguas, grises y calientes, mi voz templa un

  acero conocido.

 

 

LOS NIÑOS MUERTOS

 

                                        (“Por la Casa de Campo

                                               y el Manzanares

                                           quieren pasar los moros.

                                                  ¡No pasa nadie!”

                                           No pasa nadie, no,

                                                no pasa nadie,

                                           sólo pasa la muerte

                                                 que va a buscarles.)

 

MURIERON como todos los niños sin preguntar de qué y por

   qué morían.

A las 10 de la noche los aviones negros arrojaron bengalas

   como en la verbena.

Al espía que hizo señales desde una ventana le agujerearon

   el cráneo.

La muerte, con traje de luces, dio varias vueltas por la

   ciudad.

A las 10 y 2 minutos un estruendo redondo siguió a cada

   silbido.

Los tranvías se lanzaron a la carrera y un espacial azul

   agonizante.

El primer muerto falso fue un maniquí desvelado amarillo.

Todos los grifos de la ciudad fueron abiertos, todos los

   vidrios se arrugaron.

El espía apretaba en su mano un plano del Museo y un

   trabuco.

En las mansiones incautadas los señores de los óleos

   parecían decir: “No nos dejéis”.

Los periodistas extranjeros hicieron cola para ver a la

   primera señorita muerta.

Los pianos cerrados de pronto con el ruido del féretro

   desplomado,

el olor del jardín mezclado al del humo y la carne

   chamuscada,

el hombre que precisamente a esa hora va en busca de la

   comadrona,

la estatua sin cabeza con un letrero que decía Peluquero

   de Señoras,

el ladrido de los perros más solo que nunca al fondo de

   los corredores,

todo pasó rápidamente, como en el cine, cuando aún se

   oía el zumbido de la avispa gigante.

 

Los niños muertos por juguetes, asesinados por grandes

   mecanos armados,

con los que ellos soñaban cada noche, fueron recogidos

   al alba sin mercados,

sin máscaras sueltas, sin churros, sin canciones (fue la

   primera vez),

sin caballos blancos, sin manicuras, sin timbres de relojes,

   entre ambulancias,

linternas, sábanas, delegados del gobierno, funebreros y

   vírgenes llorando.

La sangre de los primeros niños muertos corrió toda la

   noche.

Cada niño tenía un número sobre el pecho, el 7, el 9,

   el 104, el 1,

pero la sangre corrió y se hizo río y fue una sola entonces,

la primera que corrió por los canales del sobresalto y el

   rencor.

En la tierra por ella regada en la noche creció la rosa

   de la pólvora,

la rosa que hoy vigila las puertas de Madrid y cuando

   se acerca la avispa

lanza contra ella sus furiosos pétalos junto a los hombres

   que sonríen,

a nuestros bravos soldados que sonríen porque saben por

   qué pelean y mueren.

 

 

LOS VOLUNTARIOS

 

                                         (“Puente de los Franceses,

                                                nadie te pasa,

                                           porque los milicianos

                                                ¡qué bien te guardan!”

                                           Qué bien te guardan, sí,

                                                qué bien te guardan,

                                             cubiertas de ceniza

                                                la madrugada.)

 

 

NO PREGUNTARON

 

Vinieron de tierras subidas a los mapas.

Según la latitud agrias o dulces,

duras o fraternales.

Oh viajeros,

con puñales, con rosas, fotografías de jefes queridos,

de niños solos, lugares y muertes.

 

No preguntaron.

 

Así vinieron,

nadie los llamó.

Un día llegaron a morir en los muros de la ciudad

  sitiada,

de la que sólo vieron sus orillas.

 

No preguntaron.

 

¡Tan delicadamente!

Qué aristocracia popular,

qué señores de la sangre y qué ilustre morir

cuya herida

explicaba el secreto de la pólvora.

 

No preguntaron.

 

Ellos,

los hombres de la primera columna voluntaria,

no preguntaron ¿cómo va el museo?

¿dónde están las mujeres y las coplas?

¿cómo se come aquí? ¿dónde está la taberna?

¿cómo se va a la catedral? ¿dónde está el cementerio?

ni cualquier otra cosa que pregunta un viajero

que conoce la sed, el hambre, el mundo.

 

No preguntaron.

 

 

LOS OBUSES

 

Una muerte, la muerte,

se alimenta a la noche de cadáveres suyos.

Olor dulce, horroroso, que fermenta la pólvora,

su digestión violeta se acompaña de estruendo.

Por la mañana un viento desprevenido

lleva la muerte vomitada por la boca redonda.

Son los obuses.

 

Cargados de relámpagos, navajas, ambulancias,

sobre una soledad de evacuación distante

pasan rozando las últimas veletas

de enloquecidos gallos ciegos ya silenciosos,

pasan sobre negocios llenos de nadie

buscando un hospital y el corazón de un niño.

Son los obuses.

 

Cargados de mentira, de miseria, de metralla,

como una enorme M de miedo y muerte oscura.

Son los obuses.

 

Yo vi el árbol desnudo, el foco abierto,

la reventada piedra, el vidrio herido,

la sangre todavía

como no se ve nunca en los museos

ni en los teatros.

Son los obuses.

 

Son las panteras del aire desatadas

que vienen de la selva de acero y pólvora amarilla,

la muerte hecha pedazos buscando la inocencia

y su paloma.

Son los obuses.

 

Una mitad de novia contra el balcón ardido,

Sus manos, ya lejanas, estrelladas, perdidas, estrelladas;

luego la masa sola del niño y el caballo,

la muerte por la boca redonda vomitada.

Son los obuses.

 

 

LOS OBUSES (2)

 

TODO pareció quedar en orden pero era terrible.

Dos manos cortadas dentro de una guitarra,

un tiesto en el sombrero de novia, un árbol en el cuarto,

las fotografías sin el menor rasguño

prolongando la falsa vida de los parientes, el recuerdo de

   la Exposición,

Joselito, Lenin, todo mezclado al olor del relámpago.

 

Esa tremenda mancha en la pared como un ladrido pintado,

como un ladrido de perro enfermo y solo,

ese caballo de madera orgulloso, intacto,

llevado a la más alta ruina por el viento de los obuses.

 

Donde nacieron los pequeños, donde velaron a los muertos

-cuando era posible morirse con las manos juntas-,

donde crecieron las telarañas

y se fueron inclinando a la tierra los más viejos,

donde yace el corazón,

el reloj del hogar que vio pasar los días y los rostros,

allí no es posible ver otra cosa que el vacío,

el primero y más firme cimiento de una casa.

 

Ya pasaron viniendo del Oeste y he aquí su obra

-ni el tiempo la hubiera hecho tan perfecta-,

muchos otros muros no ceden pero éste se cayó de pronto

   como una encina demasiado vieja,

el mismo aire del obús que pasa enloquecido la hubiera

   derribado.

 

Así cayó, así cayeron con él las buenas gentes, las palomas,

   la veleta,

y el sol que estaba entonces dorando los canarios.

 

La noche de ceniza se hizo sobre la casa, de súbito cubrió

   los restos,

las cosas que quedaron.

 

Así fue, mientras nuestros bravos soldados

combaten en la cintura de la ciudad maravillosa.

Muertos sin hospital, sin velatorio, sin entierro; muertos

  anónimos, sí,

pero amados, es por vosotros que nosotros vivimos

para esperar que crezca la flor nueva del mundo, en

  vuestras ruinas.

 

 

EN EL PUERTO

 

A una señal dejaron de moverse las grúas,

el pájaro de hierro plegó sus alas grises

y en los oscuros barcos de los países

sólo se oía el pálido rumor de las garúas.

 

En cercanas recobas de reverberos crudos,

de ásperos impermeables y cáscaras de fruta,

comen agrios pescados los marineros rudos.

Rasca un violín insomne la joven prostituta.

 

Sus dulces nombres mecen las barcas de la orilla,

sin carbón, sin aceite, sin guía, sin destino.

De los amplios galpones llega el olor del vino.

La fugitiva rata corre a la alcantarilla.

 

Ya sus perros de niebla lanza el viento en el puerto.

Rondan los barcos mudos invisibles gaviotas.

Los mascarones sueñan con ciudades remotas.

Llueve sobre la gorra del marinero muerto.

 

 

EL ENTIERRO DE LA GAVIOTA   

 

¡SALUD las viejas barcas! Deja el crimen que el ciego

relata junto al órgano con arañas dormidas.

Ya está podrida, muerta, la pobre estrangulada.

Eh, tú, dile al patrón que venga con nosotros.

 

¿Dónde enterrarla, en qué fina tumba del aire?

Ella, que amó partidas y retornos y tuvo

esa delicadeza de morir en la proa

donde los mascarones cayeron para siempre.

 

Allí donde están ellos descansando, entumidos,

verdes, hinchados, rígidos, de pie, como los ángeles.

En el fondo del mar donde está la botella

Con el mensaje último, de misteriosa cifra.

 

 

EL POETA MURIÓ AL AMANECER

 

SIN UN céntimo, solo, tal como vino al mundo,

murió al fin en la plaza frente a la inquieta feria.

Velaron el cadáver del dulce vagabundo

Dos musas, la esperanza y la miseria.

 

Fue un completo de su vida y su obra.

Escribió versos casi celestes, casi mágicos,

de invención verdadera

y como hombre de su tiempo que era

también ardientes cantos y poemas civiles

de esquinas y banderas.

 

Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.

Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.

Hoy irán a su entierro cuatro amigos de veras,

Los parroquianos del café,

Los artistas del circo ambulante,

unos cuantos obreros,

un antiguo editor,

una hermosa mujer,

y mañana, mañana,

florecerá la tierra que caiga sobre él.

 

Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Withman,

un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,

un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,

versos de un ser querido que se fue antes que él,

muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta

y una antigua fragata dentro de una botella.

 

Los que le vieron dicen que murió como un niño.

Para él fue la muerte como el último asombro.

Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,

y un pájaro en el hombro.

 

 

 

BLUES DEL BARCO ABANDONADO

                                                                  

                                                                            A Evita Botana

 

AQUÍ estoy desde el día en que varó la rosa.

Nadie podrá saber quién distrajo su rumbo.

Aquí fui destruyéndome y hoy, casi vuelto al árbol,

sólo la fiel madera permanece en su forma

 

La tempestad me trajo del pedrusco y el limo

que arrebaté al secreto de las aguas atroces.

 

Los náufragos partieron y el capitán, sin novia,

quedó en los arrecifes lejanos del olvido.

 

Cuando la luna saca mi mascarón a flote

la aventura vacía se puebla de recuerdos,

donde en el remolino de las ondas amargas

una paloma besa la frente de la noche.

 

Vuelvo a ver hondos puertos de carbón y de sal,

tiestos en la ventana del aduanero triste,

y oigo los acordeones que en los barcos de sombra

dicen dulces Italias en nostalgia de mar.

 

Vuelvo a ver marineros que cantan en las fondas,

deliciosos tatuajes con nombres de mujeres,

la cajita de música y el pontón fatigado

en donde el ángel vela su sueño de gaviota.

 

Vuelvo a ver horizontes de aldeas sumergidas,

lavanderas que lloran a los maridos muertos,

callejones con fondos de silueta de ahorcado

y el muelle, cuando atracan las ratas perseguidas.

 

He bordeado la isla de florida fragancia

la tarde en que me vieron pasar los pescadores.

Yo iba a recoger a sus hijos perdidos

en el feroz remanso que devoró la balsa.

Vencedor de la niebla, timonel del ojo astuto,

por los ríos famosos cargué placer y pena,

alegres contrabandos de amores fugitivos,

el jugador fullero y el leñador oscuro.

 

Ni los soles tremendos ni la bruma enervante

consiguen abatir mi esqueleto solemne.

Sólo turban la paz de mi prisión mecida

los asaltos furtivos de los niños salvajes.

 

Quisiera ser un puente, un andamio, un refugio

en la lluvia o el féretro de los exploradores.

No estar aquí tumbado, deshabitado, eterno.

Quisiera ser el arca del último diluvio.

 

A veces desde el tiempo, por la playa desnuda

viene Mary Celeste. Su adolescencia errante

bajo la Cruz del Sur se tiñe extrañamente

y me contempla, solo, desierto de la espuma.

 

Su clara aparición me hace amar esta orilla,

el otoño mojado y mi antigua congoja.

Entonces un albatros nace en alguna parte,

y se torna dorada mi magnífica ruina.

 

 

 

EL CEMENTERIO DE LOS TRANVÍAS

                                                                             (Loria y Carlos Calvo)

 

En un galpón enorme -donde estuvo la fábrica-

ese armazón oscuro con el techo llovido,

cual carros amarillos que mascaritas pálidas

de extintos carnavales ahora habitarían,

duermen, esperan ¿qué? los vacíos tranvías,

esqueléticos, sucios. Los miro y los comprendo.

Como ellos, así fueron arrumbados un día,

por inservibles, hijos del bíblico dolor,

los nevados obreros, las máquinas vencidas,

los juguetes usados por niños que partieron,

los tristes jubilados y los gorriones muertos,

fotografías borrosas, viejas cartas de amor.

 

Una esquina en el barrio, tristona y pintoresca

como un destartalado, gris, espectral telón,

cayendo en un teatro de suburbio sombrío,

cuando todos han muerto, sin el apuntador…

Y ahí están, los saludo, la calle solitaria,

esta noche y los árboles del otoño que hablan,

con su sombra, un dialecto que sólo entenderían

Chaplin, los faroleros, las gaviotas y vos.

 

 

 

EDGAR POE

 

PETER Brueghel, Iernimus Bosch, y Patinir,

Goya y Petrus Borel lo hubieran comprendido

(¿quién dijo que el delirio de la razón

engendra monstruos?).

La sociedad de los Rotarios,

los linchadores de negros y de rosas,

los verdugos de niños y de sueños

le daban asco y él bebía, ¿para olvidar?,

cuando aún no existían

las letras de los tangos tristes.

 

 

 

BAUDELAIRE

 

FUE UN profeta y vislumbraba el siglo

en que la acción fuera hermana del sueño

y reinventó la poesía, una manera

de recordar que el poeta es un hombre

al que a veces agobian la incomprensión, el barro,

el alquiler, la luna.

Pero él fue poeta, inmenso como un río.

Un río puro impuro

que arrastró légamo y estrellas.

 

 

 

RIMBAUD

 

…¿PERO por qué murió allá en Marsella

tan cerca de la luz atrevida del muelle,

la Canabière, la sopa de pescado,

las rosadas mujeres de la feria

y el viejo olor que viene de los barcos

sin confesar dónde enterró la poesía

-como a un pájaro loco-, en qué baldío,

en qué lámpara pura, en qué ventana,

en qué lluvia crecida con violetas?

 

Donde el futuro está esperando

 

 

EPITAFIO PARA LA TUMBA DEL POETA DESCONOCIDO

 

FUE UN poeta de su vida y de la vida.

Porque además del diálogo del hombre con su tiempo

la poesía es un estado de ánimo,

fue siempre el suyo un vago amar

y sentir y esperar no se sabe qué cosas:

y no pudo escribir ni un solo verso.

La muerte, la inquirida “Tía de las muchachas”,

Se lo llevó una tarde de azul desprevenido.

Murió de inanición, como Meg Merrillies,

la que en vez de cenar contemplaba

fijamente la luna sobre el bosque.

 

Tanta es su soledad que el olvido se toca

DESPUÉS DE LA MUDANZA

 

EL NIÑO triste mira con asombro

el patio donde había cielo.

La marca que dejó en el muro

la fotografía de la boda.

El sitio donde estuvo el piano

(su música, como la lluvia).

La ventana donde el otoño

daba su luz a los malvones.

¿Y cómo la verá un día,

vaga, distante, en el recuerdo?

 

La carta que cayó del mueble

como una hoja del tiempo.

 

 

 

LA MUERTE DE LA MUÑECA PINTADA

                                                         

                           (“Todo el mundo está siempre tiro-

                           neando de una. Todos parecen querer

                           un pedazo de una. MARILYN MONROE.)

 

TODOS la tironeaban.

Hollywood le arrancó el pedazo más grande.

Sólo quedaba de ella el corazón

-Un Desolado Corazón-,

la lluvia pródiga de su cabellera,

la última claridad de su mirada

y una calle de infancia y abandono.

 

Construida en la fábrica de sueños

se rompió como un sueño

rodando en pesadilla al césped donde yacen

los gorriones caídos y el verano.

 

Y fue el tocante Réquiem para una Marilyn:

Los extras acunaron la muerte de la estrella

con un terrible blues de lágrimas oscuras.

 

LOS SUEÑOS DE LOS NIÑOS INVENTANDO PAÍSES

 

                           “Cuando paso frente de un local don-

                          de exponen pinturas de niños, sigo de

                               largo.”

                                                    BATLLE PLANAS

 

PORQUE el niño conserva todos los libres bríos

de la invención, baraja sus monstruos increíbles

y sus enloquecidos ángeles.

La bárbara inocencia sin prejuicios de la  primera pureza

y el espléndido caos, el delirio de la razón, la fantasía.

 

El niño es el primer surrealista.

 

Y crece es hombre, y sigue viviendo más no sabe

y quien lo lleva adentro así lo ignora.

A veces, de manera sutil, eso supongo,

en cada acto adulto la infancia nos vigila

-una voz, un suceso rotundo, familiar, una lámpara,

una paloma herida con mensaje-.

 

Todo hombre en el final minuto de su invierno

piensa en algo lejano cuando muere.

Y la muerte es el último país que el niño inventa.

 

                           BLUES DE LA BOHARDILLA

 

  Estoy solo en mi cuarto y por eso viene la fiebre

verde a devorarme.

  ¿Cómo te diré mi más bello poema? ¿Qué hará mi

corazón tan solo?

  Los tejados deslizan hasta el suelo musgo y cantos

de pájaros.

  Otras tantas muertes ruedan en la canaleta del día.

  Las lavanderas inclinadas en las bateas y los chi-

quillos pecosos que crecerán sin cultura.

  Los obreros que vuelven de los talleres sólo recuer-

dan ruidos.

  El rumor de la ciudad achicado, perdido en el

rumor de las alcantarillas.

  El muro del asilo fresco y sonoro y dos árboles y

dos ventanas y dos luces y dos pesos. Solamente dos

pesos.

  Y el reloj que no quiere detenerse para aguardar-

te y sigue palpitando el tiempo.

  Y los libros ya manoseados llenos del drama que

superamos.

  Y los retratos, otras tantas muertes colgadas.

  Otras tantas ruedan por la canaleta del

día.

  Y el penúltimo cigarrillo que arrojamos sin sentir

por el ojo de buey de la soledad.

  Y el trepidar del tren asombrando la entraña de

la tierra.

  Un grupo de croatas ha invadido la zona de Ber-

chold en busca de oro.

  Los hombres dentro del túnel buscan el oro que

nace sucio y socavan la sociedad cuya base no podrá

ser el dinero sucio.

  Los cadáveres marchan con una linterna en la

frente.

  Así murió el padre de Catalina.

  Un hilo de sangre le salía de la boca al asesino.

  Nada se sabe del submarino hundido.

  Señores profesores: el materialismo dialéctico es

también poesía.

  Piensa que en el fondo de los mares andaba y ape-

nas salía a flote para ver con su único ojo terrible

los navíos a la distancia.

  Piensa que fue afilado y sereno y tuvo gracia de

perfectos tornillos.

  75 hombres están agonizando dentro del sub-

marino.

  A la hora de cerrar esta edición.

A semejante profundidad no llegarán los buzos, el

cable de oxígeno, el discurso del Almirante, los so-

llozos de los parientes, los nombres de las tabernas,

las mujerzuelas de los muelles, el hinchado viento

del puerto, nuestro viejo amigo.

  ¿Paciencia?

  Ayer enterraron al tercer pistolero muerto. (Los

policías dispararon sobre él mientras dormía.)

  Es tiempo de ocuparse del hombre.

  De Dios nos ocuparemos más tarde.

  Y cada uno puede cultivarlo a su hora.

  ¡Viva Nicolás Lenín!

  A los quince años me decidí por la aventura y

soy en potencia el más grande de los aventureros.

  Mis camaradas no lo saben y a mí me importa un

comino que ni siquiera digan como la dueña de mi

casa: -“Si él quisiera…”

  Es tremendo pensar en la vida microscópica que

se realiza en las aguas estancadas.

  En el Instituto Osvaldo Cruz, de Río de Janeiro,

pude comprobarlo.

  La intimidad de mi esperanza no conoce el reposo.

  Mi sueño no tiene límite y está siempre despierto.

  Escucha ahora el silencio, la noche de mármol, la

línea oscura del horizonte, la estatua de la plazoleta,

el canto del borracho conocido.

  Amiga, pequeña amiga, qué horrible es estar tris-

te y los poetas creen lo contrario.

  El sulfato de cobre se disuelve en un litro de agua.

  La lluvia ha venido con todos sus tambores.

  Un ejército de burbujas se ha instalado en el techo.

  Me martiriza la soledad, me ahoga, me devora

una fiebre verde, como si estuviera en el corazón

misterioso de Africa.

RAUL GONZALEZ TUÑON

CASA DE REMATEArmatostes insignes! Todavía maduros,cuánta vida a su orilla es hoy podrida muerte,cementerio de gestos y voces y cenizas. Armarios, mesas, cómodas, sillones,que fueron vegetal estremecido,aserradero y éxtasis. Guardaron los secretos familiares,como animales fieles y callados y lentos¡compresivos! El hogar, la provincia,el adorno de los candelabros,la represión sexualy el deseo de los daguerrotipos. Y cuántas frases célebres,cuántos niños prodigio con violines,cuánta vajilla fallecida,cuánto termómetro,cuánta carta con noticias que un tiempo conmovieron,cuánto viaje que nunca realizaronporque, a lo sumo, con los cuadros ciriosardiendo todavía, alguien que sale,alguien a quien se llevanhacia la soledad y los gusanos,hacia la nada activa. Algo de abandonadas estaciones,algo de teatro clausurado,algo de recepción deshabitada,algo de espectro real, concreto espanto,y de naufragio sin naufragio.

LA LIBERTADIDe pronto entró la Libertad.

La Libertad no tiene nombre,no tiene estatua ni parientes.La Libertad es feroz.La Libertad es delicada.

La Libertad es simplementela Libertad.

Ella se alimenta de muertos.Los Héroes cayeron por Ella.Sin angustia no hay Libertad,sin alegría tampoco.Entre ambas la Libertades el armonioso equilibrio.

Nosotros tenemos vergüenza,la Libertad no la tiene,la Libertad anda desnuda.(Y el señor Jesucristo dijoque el reino de Dios vendrácuando andemos de nuevo desnudosy no tengamos vergüenza.)

Hermanos, nosotros sabemos,pero la Libertad no sabe.IIHay que ser piedra o pura flor o agua,conocer el secreto violeta de la pólvora,haber visto morir delante del relámpago,conocer la importancia del ajo y el espliego,haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,haber visto a un soldado con el fusil ardiente,cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Viva el amor, la vida poderosa,la muerte creadora de olores penetrantesy eso porque uno muere y resucita,la luz sobre los techos de la aurora,sobre las torres del petróleo,sobre las azoteas de las parvas,sobre los mástiles del queso y el vino,sobre las pirámides del cuero y el pan,la gente retornando,una ventana con la bandera en familiar bordadoy la exacta ambulancia, con heridos,cantando, sin embargo, la Libertad querida.

Hay que ser como el puente necesario,natural como el lirio, como el toro,saber llegar al fondo del silencio,al subsuelo del brote y a la raíz del grito,hay que haber conocido el miedo y el valor,haber visto una mano que agita una linternade noche, hacia el distante nido de metralla,hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo

cantando, sin embargo, la Libertad querida.IIIDe pronto entró la Libertad.

Estábamos todos dormidos,algunos bajo los árboles,otros sobre los ríos,algunos más entre el cemento,otros más bajo la tierra.

De pronto entró la Libertadcon una antorcha en la mano.

Estábamos todos despiertos,algunos con picos y palas,otros con una pantalla verde,algunos más entre libros,otros más arrastrándose, solos.

De pronto entró la Libertadcon una espada en la mano.

Estábamos todos dormidos,estábamos todos despiertosy andaban el amor y el odiomás allá de las calaveras.

De pronto entró la Libertad,no traía nada en la mano.

La Libertad cerró el puño.¡Ay! Entonces...

De La muerte en Madrid

DECALOGO DEL ESCRITOR 

Autor: Elías Castelnuovo 

 

Elías Castelnuovo, fundador del Movimiento de Boedo, nació en Palermo de Montevideo en 1893 y falleció en Buenos Aires en 1980. Publicó, entre otras obras: El monstruo, Notas de un literato naturalista, Calvario, En nombre de Cristo, Jesucristo montonero de Judea (reeditado en 1976 con el título de Jesucristo y el reino de los pobres), El arte y las masas, Memorias, Caña Fístula.

DECÁLOGO DEL ESCRITOR

 

1 - Si no se tiene nada importante que decir, mejor es no decir nada. Escribir por escribir es dejar la inteligencia en casa y tirar la estupidez por la ventana.

2 - Se aprende a escribir, escribiendo de continuo, sin tener en cuenta el tiempo ni la hora, ni tampoco los ruidos que puedan hacer los vecinos. A fuerza de caer la gota de agua perfora la piedra.

3 - Las palabras por sí solas carecen de ciudadanía. Su valor radica únicamente en todo aquello que se les coloca adentro. La vaciedad del verbo en un escrito, lejos de denotar que el verbo esté vacío, denota por el contrario que lo que está vacío es el cerebro del que lo maneja a su albedrío.

4 - Hay que escribir como se habla. Quien habla de una manera y escribe de otra manera diferente, una de dos: o miente cuando escribe o miente cuando habla indistintamente.

5 - Para llegar a las masas es menester emplear el lenguaje común a las masas. Quien se niega a utilizar el vocabulario que usa todo el mundo en la vida diaria, se expone a no ser entendido a veces en primera y otras veces en ninguna instancia. Pues, lo esencial no es cómo se dice, sino qué es lo que se dice.

6 - Conviene eludir el floripondio literario y sus irremediables fatales consecuencias: la exuberancia de adjetivos, las frases de oropel, los parlamentos interminables, la retórica espumante y todo cuanto denuncie el artificio de la composición.

7 - Nada sale perfecto del horno del intelecto. La perfección se obtiene, luego del parto, mediante un proceso minucioso y largo de corrección y reestructuración del contexto escrito al correr de la pluma y de primer intento.

8 - No es prudente ponerse a escribir un cuento o un drama si no se dispone anticipadamente del principio y del final de la obra. El que improvisa, por lo general, suele pagar caro la ligereza de su improvisación. Vale más siempre pecar de precavido que pecar de atolondrado.

9 - Para ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las letras es necesario previamente ocupar un sitio de vanguardia en el campo de las ideas. Los que marchan detrás de las corrientes del pensamiento de la mayoría popular, no pueden pretender marchar por delante del pensamiento de las corrientes del arte que son en definitiva el resultado de las aspiraciones y necesidades de esa misma mayoría.

10- La literatura la crea el pueblo. El escritor no hace más que darle forma de libro.

 A Fidel

La blanca flor de sapo o la amarilla de la borraja en flor cubran su boca; ni la flor del baldío ha de ser poca,ni áspera mortaja su gramilla.El corazón contrito se arrodilla junto al cuerpo insepulto y le colocala ramita silvestre que convocaa los humildes que la vida humilla.

Su boca de ladridos constelada

enmudeció de pronto, y su mirada se congeló espantada de su suerte;

pero quedó en el aire espavoridola desollada voz de su ladridoaullando con terror su propia muerte.

Leónidas Barletta

HIMNO A BAHIA BLANCALetra: Carlos A. Leumann Música: Pascual De Rogatis

Por nacer entre océano y pampa,con el cielo por límite azul,a infinita grandeza te orientasy es tu nombre una imagen de luz.

Mensajera, tal vez de los Andes,tu barranco se yergue ante el mar,para un cóndor audaz, cuyo vuelote llamase a progreso inmortal.

Avanzada de luz, blanca aurora,fue tu antiguo, tu heroico fortín;tú quebraste la flecha del indio,humillando su hirsuta cerviz.

Avanzada de vida es, ahora,en la patria, tu ingente labor;por la patria, tu impulso es un vuelo;por la patria, tu vida es amor.

CoroEntre el mar infinito y la pampa,vas creciendo, animosa ciudad,y en la imagen de luz de tu nombre,se presiente tu gloria mundial.

Fuente: “La Nueva Provincia”

Juan L. OrtizDios se desnuda en la lluvia... Dios se desnuda en la lluviacomo una cariciainnumerable.Cantan los pájaros entre la lluvia.Las plantas bailan de alegría mojada.

La tierra como una hembra se disuelve en los dedos penetrantescon una palidez de mil ojos desmayados.

Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando, hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.

¡Lluvia, lluvia! Desnudez del dios primaveral,que baja danzando, danzando,a fecundar la amadatoda abierta de espera, quebrada ya de ardoramarillo y largo.

A LA ORILLA DEL RÍO...

A la orilla del río

un niño solo

con su perro.

A la orilla del río

dos soledades

tímidas,

que se abrazan.

   

¿Qué mar oscuro,

qué mar oscuro,

los rodea,

cuando el agua es de cielo

que llega danzando

hasta las gramillas? A la orilla del río dos vidas solas, que se abrazan. Solos, solos, quedaron cerca del rancho. La madre fue por algo. El mundo era una crecida nocturna. ¿Por qué el hambre y las piedras y las palabras duras? Y había enredaderas que se miraban, y sombras de sauces, que se iban, y ramas que quedaban...           Solos de pronto, solos, ante la extraña noche que subía, y los rodeaba: del vago, del profundo

terror igual,

surgió el desesperado

anhelo de un calor

que los flotara.

   

A la orilla del río

dos soledades puras

confundidas

sobre una isla efímera

de amor desesperado.      El animal temblaba. ¿De qué alegría temblaba? El niño casi lloraba. ¿De qué alegría casi lloraba?      A la orilla del río un niño solo con su perro.

   

                        (de El aire conmovido, 1949)

       

    

EL AGUARIBAY FLORECIDO     Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

En la sombra exhalada -¿de qué su dulce hálito?-

los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

   

Arde de abejas el aguaribay, arde.

  

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules

a través de la cortina

de los racimos

pálidos.

  

Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o es

la tenue sombra ebria

y bordoneada

que se alucina de muselinas claras

y de otras flores vivas –extrañas flores vivas-

riendo, riendo, riendo hacia las islas?

      Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.     Arde de abejas el aguaribay, arde.      

(de La mano infinita, 1951) 

      

     

A PRESTES

              

 (Mi galgo)

 

Has muerto, silencioso amigo mío, has muerto...

¿En qué prados profundos te hundiste para siempre cuando llovía

     oscuramente?

- Marzo, anoche, apagaba la sed larga...

   

Tu cabeza, tras el último suspiro, quedó más fina aún en la línea

     final.

Y era como si corrieras acostado un no sé qué fantástico que huía,

     huía...

    

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, has muerto...

Cuántos minutos claros, cuántos momentos eternos, contigo,

compañero de mis mañanas cerca del agua, de mis atardeceres

     flotantes...

en el dulce calor, en el viento de las hierbas, en los filos del frío, en la luz que se despide como un infinito espíritu ya herido...      Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, cómo nos entendíamos ... Esta tarde hubiéramos salido a mirar los oros transparentes, casi      íntimos... ¿Qué veías allá, sobre las islas, cuando enhestabas las orejas?

 ¿Y te tocaba el blanco alado de la vela lejana? Oh, los perfumes de las gramillas y de la tierra, qué ríos de éxtasis! Y tu tensión cuando algo corría abajo... Duro para mí, estúpido de mí, que te contenía sobre las traseras patas      sólo,

Vibrante en tu erguida esbeltez posada apenas...

  

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, compañero de mi labor...

Echado a mi lado, las horas lentas, alzabas de repente tus ojos

     largos,

ay, llenos de signos sutilísimos, y a veces,

una tenue luz que venía no se sabe de dónde humedecía su

     melancolía sesgada...

¿En qué secretas honduras sentías entonces mi mirada?      .................................................................................................     Larga fue tu enfermedad y tu latido profundo se hizo delgado, casi una      queja ya...

 Oh, esta queja, oh, tu llamado débil, cuando sentías acaso que “la      sombra” venía y requerías a tu lado las familiares presencias queridas... Duro de mí, estúpido de mí, que a veces no prestaba suficiente atención     a tu llamado ni lo entendía en su miedo de la rondante noche absoluta, de la     marea definitiva, miedo de hundirte solo, sin la luz del “aura” amada junto a la ola     fatal, tú, el de la adhesión plena, el de la estilizada cabecita beata sobre la     falda, sentados a la mesa o leyendo yo sin haberte mullido el sueño fiel al lado de la silla...     Ay, oigo todavía tu llamado, tu llanto débil, impotente, de una     imploración seguida...

Las voces no estaban lejos pero las querías alrededor de ti contra el     silencio que llegaba... 

     Ay, oigo todavía tu llamado, tu súplica latida como desde una     medrosa pesadilla, mientras mi corazón lo mismo que tus flancos, sangra, sangra, y     Marzo, entre las cañas, sigue lloviendo sobre ti...    

(de La brisa perfumada, 1954)     

   

PASÓ A TRAVÉS DE LA NOCHE...

      

Pasó a través de la noche...

            Qué mujer o niña

                         pasó...?

                             Pasó con unos ojos de algas que querían

                                            desprenderse de la profundidad

                       para flotar sobre la noche, sobre las vías de la noche?

   

                                             Y de dónde esos ojos?

Venían, ciertamente, de las “veigas” que los vieron

                                                    mojar sombras de “paxariños”,

                                                                              allá

                                 y abrirles otras “follas” al rocío,

                                                                           allá,

                                                 entre pestañas de “herbiñas”?

   

Pasó a través de la noche y bajó, ay, de la noche...

   

                                   Sobre las vías del sueño,

                                                           unas algas...

     Dejó, pues, ella, los ojos, sobre las vías del sueño?

   

                                                            Y qué hará, ella, por ahí,                                                                          qué hará, sin esas niñas, propiamente, de verdín, que le daban el agua,                                                                           y daban agua?      O vendrá al sueño, vendrá, antes de que se sequen, ellas,                                                             sin el agua, ahora, de ella?                                                                            Niña o mujer... 

                                                                                 niña que atravesó la noche y le abandonó para su viático                                                       unas algas de sueño                                            por las que teme, ya, el sueño...                                          Vendrá, ella, vendrá, antes de que las queme                                                             el mismo sueño?                                                                                 Vendrá?    

(de La orilla que se abisma, 1970) 

Sí, mi amiga…

Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiemblo

a pesar de esas llamas dulces contra junio…

Estamos bien… sí…

Miro una danzarina en su martirio, es cierto,

con los locos brazos, ay, negando la ceniza

y el crepúsculo íntimo…

Estamos bien… Cummings que se va, muy pálido,

al país que nunca ha recorrido,

mientras Debussy enciende el suyo, submarino…

Estamos bien… Pero tiemblo, mi amiga, de la lluvia

que trae más agudamente aún la noche

para las preguntas que se han tendido como ramas

a lo largo de la pesadilla de la luz,

con la vara que sabes y la arpillera que sabes,

en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música…

Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen…

Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,

cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?

 

Ja, meine Freundin…

Ja, meine Freundin, es ist uns wohl, doch ich zittere

trotz jener gen Juni süßen Flammen…

Es ist uns wohl… ja…

Ich schaue, stimmt, eine in ihrem Martyrium

mit den rasenden Armen, ach, die Asche und innigste Dämmerung

verneinende Tänzerin…

Es ist uns wohl… Cummings, der ganz blaß

in das von ihm nie durchwanderte Land fortzieht,

während Debussy das seine entfacht, unterseeisch…

Uns ist es wohl… doch ich, meine Freundin, zittere vorm Regen,

der die Nacht noch stechender den Fragen entgegenbringt,

die mit der dir bekannten Rute und dem dir bekannten Sacktuch,

des Lichtes Alptraum entlang,

vor den Toren selbst, vielleicht, zur Dichtung und Musik,

sich wie Zweige hingestreckt haben…

Es ist uns wohl, ja, meine Freundin, doch ich zittere

vor einem Frevel…

Wann, meine Freundin, wann, selbst bei den Tänzerinnen des Feuers,

wann, wann wird die Liebe nicht frieren?

 

 

El jacarandá

Está por florecer el jacarandá… amigo…

Es cierto que está por florecer… lo has acaso sentido?

Pero dónde ese anhelo de morado, dónde, podrías

decírmelo?

En realidad se le insinúa en no se sabe qué de las ramillas…

Cómo, si no, esa sobre-presencia, o casi, que aún de lo invisible,

obsede, se aseguraría,

el centro de la media tarde misma,

sobre qué olvido?

llamando desde el sueño o poco menos, todavía,

cuando un rosa en aparecido,

lo cala, indiferentemente, y lo libra, lo libra

a su limbo?

 

Der Jakarandabaum

Der Jakarandabaum ist nah daran zu blühen… mein Freund…

Stimmt, er ist nah daran zu blühen… hast du es etwa schon gespürt?

Doch wo jene Sehnsucht nach Dunkelviolett, wo, könntest du's mir

wohl sagen?

In Wahrheit deutet sie sich ihm kaum an, in man weiß nicht was, an seinen Zweiglein…

Wieso denn sonst jene Über-anwesenheit, fast des Unsichtbaren noch,

die –über welche Vergessenheit hinweg?–

des Nachmittags Herz selbst beklemmt,

möchte man meinen,

dadurch, daß sie vom Traum aus, oder beinah, noch ruft,

wenn ein Rosa in Erscheinung,

gleichgültig in ihn eindringt,

und ihn seinem Limbus, seinem Limbus überläßt?

 

Oh, allá mirarías…

Oh, allá miraríascon un noviembre de jacarandaes… sí, sí.

Pero, amigo,

si no habrá, del otro lado, domingos

de niñas…

ni menos en lo ido

lilas

de prometidas…

O mirarías

con un infinito de islas y otra vez morirías, sin morir

en unas como ultra-islas?

Mas amigo, qué otro infinito, allá, podría repetirme

y aun desdecirme

en el juego con un confín

que no sería

confín?

O entonces con lo que restase

de río

en el estuario que dicen?

Qué tiempo, amigo,

qué tiempo, por Dios, para los tiempos

en lo que a ellos los ahogara… todavía?

Ni con un junco, así?

Dónde los juncos, niño mío, en un inconcebible

de orillas?

Un sentimiento, pues,

soñado por el no, el no, sin límites?

O un crecimiento, allá, en un modo de existencia y no de vida?

O donde nada, por tanto, sería,

de la negación misma, una manera de fermentación hacia el sí

de unas espumas de jardín…

o hacia ése que las ramas y las hojas, póstumamente, habrían

perdido

pero en un ir

sin fin… :

espíritus, entonces, por momentos, de unas

azucenas a la deriva…

Mas, qué allí…

qué de los ojos de violeta, y de los ojos de verdín,

y de los ojos de los narcisos,

y de esos ojos que les transfiguran,

en iris

de la eternidad, sus minutos,

mas desde las arenillas

de aquí?

 

O, dorthin würdest du schauen…

O, dorthin würdest du schauen… mit einem Jakarandabaumnovember… ja, ja.

Aber mein Freund,

es wird wohl da drüben

keine Mädchensonntage geben…

und erst recht keine

Brautveilchen

in Vergangenem…

Oder würdest du

mit einer Unendlichkeit von Inseln hinschauen

und nochmals sterben, ohne zu sterben,

gleichsam auf Ultra-Inseln?

Doch mein Freund, welche andere Unendlichkeit könnte mich dort wiederholen

und mir selbst widersprechen

beim Spiel mit einem Ende,

das schon kein Ende

mehr wäre?

Oder mit dem dann,

was in der geahnten Mündung

von Fluß übrig bliebe?

Welche Zeit, mein Freund,

welche Zeit, um Gottes willen, für die Zeiten

in dem, worin sie immer noch… ertränken?

Nicht mal mit einer Binse, so?

Wo denn die Binsen, mein Kind, in einem Unbegreiflichen

von Ufern?

Ein Gefühl also,

ein vom Nein, vom unbegrenzten Nein geträumtes?

Oder ein Wachstum, dort, in einer Art von Dasein und nicht von Leben?

Oder wo also nichts von der Verneinung selbst

wäre die Weise,

auf die Gartenschäume gären zum Ja…

oder zu jenem, das die Zweige und Blätter

hätten postum verloren

doch bei einem Hingehen

ohne Ende… :

Geister, dann, bisweilen,

steuerlos treibender Lilien…

Doch was da?…

was von den Veilchenaugen und den Grünspanaugen

und den Augen der Narzissen

und von jenen Augen, die ihnen die Minuten

in der Ewigkeit Iris

verklären,

doch aus den Sandkörnchen

von hier?

DOSSIER GELMANAusencia de amor  

 

Cómo será pregunto.

Cómo será tocarte a mi costado.  

Ando de loco por el aire  

que ando que no ando.  

 

Cómo será acostarme  

en tu país de pechos tan lejano.  

Ando de pobrecristo a tu recuerdo

clavado, reclavado.  

Será ya como sea.

Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.

Me comerás entonces dulcemente  

Pedazo por pedazo.  

 

Seré lo que debiera.  

Tu pie. Tu mano.  

 

(El juego en que andamos, 1956-1958)  

Vadarkablar  

es frecuente que un hombre se detenga a pensar en su polvo al que seguramente llevará tu claridad o el ejercicio de tu claridad y se verá diseminado en el agua en el aire en la abeja en el sol con gestos parecidos a tu doble persona es frecuente que un hombre se revise la frente hallándote debajo encendida apagada es frecuente que sucedan estas cosas mi dios con un hombre que será destruido y no te arrancarán de su sed  

(Sefiní, 1964-1965)

                  

Comentario LIX  

 

como palito revolviendo

la memoria/ como memoria  

por tu anchura más desasida/  

así me sos/ nunca dormís  

 

por mis pedazos desterrados  

de vos/ inventora de  

adioses como entendimientos  

al pie de tu junta luz/  

 

o tu calor como despena 

desenfuriando las cenizas  

donde te ardí como animal  

de fuego por huesitos tristes

 

(Comentarios, 1978-1979)

Soneto    

nada hay más lindo que tu cuerpo bajo   la tarde o su calor/ cuerpo   quieto contra los animales/ suave   guardando sus ligaduras de astro    

contra la muerte que llega contra   los sueños que soñamos/ volvemos a soñar/ atados a la ternura del agua   que manaba de vos/ es decir/    

de libertad en libertad va tu cuerpo/   malherido de tiempo/ riachuelito que no secó la angustia/ fresco/ alto/    

sobre la almita de millones o seres   que soplan las cenizas de carne   y hueso y llanto de su padecer    

(Hacia el sur, 1981-1982)

 

XX 

 

 no tenis puarta/ yave/

no tienes puerta/ llave   no tenis sirradura/ 

no tienes cerradura/   volas di nochi/

vuelas de noche/ volas di día/ 

vuelas de día/  

 lu amadu cría lu qui si amará/

lo amado crea lo que se amará/   comu vos/ yave/

como tú/ llave/   timblandu 

temblando   nila puarta dil tiempu/ 

en la puerta del tiempo/    

 

(dibaxu, 1983-1985)

Lo que vendrá

 

el que no anduvo su pasado/  

no lo cavó/ no lo comió/ no sabe  

el misterio que va a venir/  

nunca puso su vida/ para

el misterio que va a venir/ la pena  

desaparecerá/ un gran  humo

se alzará de la sed/ de la hambre/ de

la injusticia/ la soledad/ arderán

como leños/ los astros  

se tranquilizarán/  

y todo será verde/  

como el misterio del dolor/  

como tus pechos blancos  

bajo el manzano/  

 

los rollos del mar muerto

(Com/posiciones,1984-1985)

Regresos    

Así que has vuelto.   Como si hubiera pasado nada.   Como si el campo de concentración, no.   Como si hace 23 años   que no escucho tu vos ni te veo.   Han vuelto el oso verde, tu   sobretodo larguísimo y yo padre de entonces.   Hemos vuelto a tu hijar incesante   en estos hierros que nunca terminan.   ¿Ya nunca cesarán?   Ya nunca cesarás de cesar.   Vuelves y vuelves   y te tengo que explicar que estás muerto.  

(Valer la pena, 1996-2000)DOSSIER PIZARNIK

Solo un nombre         

alejandra alejandra     debajo estoy yo         alejandra         

                       (La última inocencia, 1956)

             

 

La carencia    

Yo no sé de pájaros,no conozco la historia del fuego.Pero creo que mi soledad debería tener alas.             

                         (Las aventuras perdidas, 1958)

                               

   

11       

ahora         en esta hora inocenteyo y la que fui nos sentamosen el umbral de mi mirada            

                (Árbol de Diana, 1962)

                   

 

14     

El poema que no digo,  el que no merezco.Miedo de ser doscamino del espejo:alguien en mí dormido me come y me bebe.            

                        (Árbol de Diana, 1962)

       

    

17     Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy poresos días sonámbula y transparente. La hermosa autómata secanta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilosrígidos donde me danzo y me lloro en mis numerososfunerales. (Ella es su espejo incendiado, su espera enhogueras frías, su elemento místico, su fornicación denombres creciendo solos en la noche pálida.)              

                                          (Árbol de Diana, 1962)      

     

25

                              (exposición Goya)

            

un agujero en la noche

súbitamente invadido por un ángel

        

                       (Árbol de Diana, 1962)

  

37      

más allá de cualquier zona prohibida

              hay un espejo para nuestra triste transparencia                 

                            (Árbol de Diana, 1962)    

  

Poema       Tú eliges el lugar de la heridaen donde hablamos nuestro silencio.Tú haces de mi vida esta ceremonia demasiado pura.               

       (Los trabajos y las noches, I, 1965)

      

Encuentro

    

Alguien entra en el silencio y me abandona.

Ahora la soledad no está sola.

Tú hablas como la noche.

Te anuncias como la sed.

               

       (Los trabajos y las noches, I, 1965)

      

Tu voz       Emboscado en mi escrituracantas en mi poema.Rehén de tu dulce vozpetrificada en mi memoria.Pájaro asido a su fuga.Aire tatuado por un ausente.Reloj que late conmigo para que nunca despierte.               

       (Los trabajos y las noches, I, 1965)    

Nombrarte       

No el poema de tu ausencia,             sólo un dibujo, una grieta en un muro,

algo en el viento, un sabor amargo.               

     (Los trabajos y las noches, I, 1965)

  

         

El corazón de lo que existe  

    

no me entregues

                        tristísima medianoche,

al impuro mediodía blanco

               

     (Los trabajos y las noches, II, 1965)

 

         

Los ojos abiertos        Alguien mide sollozandola extensión del alba.Alguien apuñala la almohadaen busca de su imposiblelugar de reposo.             

       (Los trabajos y las noches, II, 1965)  

        

Cuarto solo

       

Si te atreves a sorprender

la verdad de esta vieja pared;

y sus fisuras, desgarraduras,

formando rostros, esfinges,

manos, clepsidras,

seguramente vendrá

una presencia para tu sed,

probablemente partirá

esta ausencia que te bebe.

(Los trabajos y las noches, II, 1965)

 

        

La verdad de esta vieja pared       que es frío es verde que también se muevellama jadea grazna es halo es hielohilos vibran tiemblan                                  hilos es verde estoy muriendoes muro es mero muro es mudo mira muere    

       (Los trabajos y las noches, II, 1965)    

Linterna sorda                Los ausentes soplan y la noche es densa. La noche tiene elcolor de los párpados del muerto.    Toda la noche hago la noche. Toda la noche escribo.Palabra por palabra yo escribo la noche.                                    (Extracción de la piedra de la locura, 1968)

   

En la otra madrugada                  Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón.                                    (Extracción de la piedra de la locura, 1968)

 

Adioses del verano                 Suave rumor de la maleza creciendo. Sonidos de lo que destruye el viento. Llegan a mí como si yo fuera el corazón de lo que existe. Quisiera estar muerta y entrar también yo en un corazón ajeno.                                     (Extracción de la piedra de la locura, 1968)

   

La palabra que sana                  Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio.

Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.                                                (El infierno musical, III, 1971)

   

     

Pequeños poemas en prosa

              

   Se cerró el sol, se cerró el sentido del sol, se iluminó el sentido de cerrarse.

*

   Llega un día en que la poesía se hace sin lenguaje, día en que se convocan los grandes y los pequeños deseos diseminados en los versos, reunidos de súbito en dos ojos, los mismos que tanto alababa en la frenética ausencia de la página en blanco.

*

   Enamorada de las palabras que crean noches pequeñas en lo increado del día y su vacío feroz.

        

(Publicados en La Nación, Buenos Aires, el 21-III-1965.)

  

Alegría             

     Algo caía en el silencio. Un sonido de mi cuerpo. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.                                                (Publicado en Papeles de son Armadans, Palma de Mallorca, año 14, número 145, abril de 1968)

DOSSIER MARÍA ELENA WALSH

MÍNIMA

   

Bajo la risa del verano

giraban mundos de colores.

Entonces era yo tan niña

que no sabía el nombre de las flores.

           

Recuerdo el pájaro atareado

y la faena de la araña

y el cielo diminuto que cabía

en mis pestañas.

            

Con la respiración del agua

y el riesgo de la arena

pasaba el tren de la mañana

junto a los grillos y las azucenas.

                      Y mientras mi candor rondaba

                         

por las provincias de una caracola tañían su silencio enamorado el pez y la amapola.       

(de Otoño imperdonable, 1947)

                               

   

  

BALADA DEL TIEMPO PERDIDO 

       Yo dormía, pero mi corazón velaba.

Cantares

     

       Como a sus vanas hojas

el tiempo me perdía.

Clavada a la madera de otro sueño

volaban sobre mí noches y días.

        

       Poblándome de una

nostalgia distraída

la tierra, el mar, me entraban en los ojos

y por ociosas lágrimas salían.

    

       Cuántos papeles ciegos

       en la tarde vacía.

Qué multitud de imágenes miradas

como a través de una mortal llovizna.

     

       Entorpecidas sombras

       en vez de manos mías,

de tanto enajenarse en los espejos,

todo lo que tocaban se moría.

     

       Memorias y esperanzas

       callaban su agonía:

un porfiado presente demoraba

siempre las mismas ramas amarillas.

    

       Qué tiempo sin sentido

       el que mi amor perdía.

Qué lamentable primavera inútil

haciendo en vano flores que se olvidan.

    

       Pero mi corazón

       velaba y no sabía.

Recuperada su pasión secreta

ahora enamorado resucita.

     

       Y el tiempo que hoy me guarda

       entre sus hojas vivas

es un tiempo feliz desde hace tantos

sueños que nacerán de la vigilia.

         

                (de Baladas con ángel, 1952)

                   

 

  

OBJETOS EN SOLEDAD

Entrar en una casa, comer frío.

La ternura dejó sus zapatillas

debajo de una sombra. Desconfío

del sigilo de lámparas y sillas

y de algunas conductas amarillas.

        

Lo que se queda quieto alarma, duele,

comete pánico, derrama el canto.

No hay estadística que no revele

tijeras en la fila del espanto,

un alfiler que se parece al llanto.

    

No habrá quien traiga párpados de afuera,

solapas, humo, señas ateridas. Un ruido de rincones desespera y solamente muebles homicidas dicen preparativos, despedidas.        Uno gana modales de sospecha, envejece de tanto desconcierto. No hay más remedio que una flor deshecha,

 que vigilar un cigarrillo muerto. sociedad bien anónima, por cierto.        Y lo peor es que la almohada acosa con inminencia lúcida. Dormir tiene una ambigüedad tan peligrosa que en tales noches nunca hay que decir: de esta desolación no he de morir.         

                        (de Hecho a mano, 1965)

       

    

SOLICITUD DE EMPLEO     He militado largamente

en oscurísimos recintos

de donde traigo una batalla

que no se termina nunca.

Estoy en guerra casi todo el tiempo

y espero que me gane una paloma.

        

La verdad es que también sirvo

para desordenarlo todo.

Con qué cuidado precipito

planillas en la primavera,

y alterando sensatos equilibrios

me dan lo mismo números que grillos.

       

No faltaría a la modestia

si dijera que siempre estuve

muy dotada para el olvido.

Guardo volúmenes de ausencia, antologías de temblor marchito, catálogos de dudas y neblinas.           He trabajado anteriormente en invisibles oficinas llenas de crisis apiladas y documentos vegetales, donde los pájaros me habilitaron con un diploma de mirarlos siempre.       Diré también para abreviar 

que estudio lágrimas modernas y pienso publicar un libro de suspiros cuando me muera, y que tengo por todo patrimonio un montón de relámpago vigente.       Todos estos antecedentes animan a solicitar que me permitas ocuparme

en derrumbar sobre tus manos

la dulzura que pongo inútilmente

sobre manteles de confiterías.

        

Quiero por fin tener empleo

de suavísima permanencia

adentro de tu corazón,

coser con lágrimas y arrimo

toda fatalidad que te amenace con botones caídos o desgracias.           Quiero servirte de costumbre 

y que utilices lo que soy para fundar una sonrisa o ceremonias con pañuelos, o para siempre, o para lo que quieras, desde un copo de nieve hasta el amor.       

(de Hecho a mano, 1965) 

      

     

ODA A LA BUROCRACIA

              

Monstruo de las legales delincuencias,

yo te venero con papel sellado.

Solicito tu lágrima de lacre,

llorar de otrosí digo en antesalas,

enloquecerme el 8 del corriente,

pensar en tu rocío de estampillas.

       

Pisas un alba de cafés con puchos,

de primavera decretada. Tienes

sobrinos calvos, guardapolvos grises,

peluca consular, risa de fieltro,

un gusto a secretaria amortiguada

y la encuadernación de la agonía.

        

Amo tus Direcciones Nacionales,

tu tímida Inspección, tus Ministerios,

la palidez de tus escribanías, la flora de subjefes, el otoño de tinta muerta que traspiras, todo lo que sucede al pie del expediente.        

Acoges a los pobres en la seria sombra de tus primeras providencias. Con alta estima y consideración los petrificas en tus corredores con el objeto de acordarles una interminable cara de escarmiento. 

Siempre nos faltará un certificado

para morir, para cobrar el cielo.

Nunca podremos ver gratuitamente

la cédula de identidad de Dios

ni hallar sin tu magnánimo permiso

nuestros legajos en el Purgatorio.

        

Monstruo oficial, la que suscribe anhela

descender a un infierno taquigráfico,

desmelenarse sobre tus rodillas, legalizar un verde aburrimiento, impetrar tus puntuales almanaques y la fatalidad de tus teléfonos.         Y que un día le otorgues el delirio, la fichada emoción de tus archivos, que la autorices a obtener un alma, a comprobar su número de cuerpo, a pudrirse a tus pies debidamente desinfectada por la policía.

  

(de Hecho a mano, 1965)     

   

SALA DE ESPERA

      

Todo esto que contemplo amargamente

es procesión por dentro. Bien quisiera

llevar la cruz colgada por afuera

para llamarle la atención a gente

pero es íntima y no soy transparente.

      

Por otra parte, en la sala de espera

no nace nadie. Silenciosa mente

la mía sola distraída ausente

hojea alguna vieja primavera

que no se ve pero se siente

y dolería si pudiera.

        

Que pase el tiempo mientras vacilo

nunca supe qué hacer, sumando cero

encuentro el laberinto y pierdo el hilo.

    

Sólo me importan las palabras pero

como manan con sangre las destilo

y de tanto callármelas me muero. La mano viene así, no sé qué quiero

pero ya ven qué estilo,

cuánto esmero. Toquen un tango mientras desfilo hacia la muerte en cueros, con sombrero.       

(de Otros poemas, 1978-1994) 

    

  

LOS EJECUTIVOS

  

El mundo nunca ha sido para todo el mundo

mas hoy al parecer es de un señor

que en una escalerita de aeropuerto

cultiva un maletín pero ninguna flor.

Sonriente y afeitado para siempre

trajina para darnos la ilusión

de un cielo en tecnicolor donde muy poquitos

aprendan a jugar al golf.

         

Ay qué vivos

son los ejecutivos, qué vivos que son. Del sillón al avión del avión al salón del harén al edén siempre tienen razón y además tienen la sartén, la sartén por el mango y el mango también.        El mundo siempre fue de los que están arriba pero hoy es de un señor en ascensor a quien podemos ver en las revistas cortando el bacalao con aire triunfador. Lo come para darnos el ejemplo de rendimiento máximo y confort. Digiere por teléfono y después nos vende 

conciencias puras de robots.       El mundo siempre fue de algunos elegidos hoy es para el que elige lo mejor dinámico y rodeado de azafatas sacrificándose por un millón o dos. Como él tiene todo menos tiempo nos aconseja por televisión ahorrar, para tener status en la muerte, la  eternidad en un reloj.

     

(de Las canciones)

  

COMO LA CIGARRA

Tantas veces me mataron

tantas veces me morí

sin embargo estoy aquí

resucitando.

Gracias doy a la desgracia

y a la mano con puñal

porque me mató tan mal

y seguí cantando.

        

Tantas veces me borraron

tantas desaparecí,

a mi propio entierro fui

sola y llorando.

Hice un nudo en el pañuelo

pero me olvidé después

que no era la única vez

y volví cantando.             Tantas veces te mataron, tantas resucitarás tantas noches pasarás

desesperando.

A la hora del naufragio

y la de la oscuridad

alguien te rescatará

para ir cantando.

         

Cantando al sol como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.

  

(de Las canciones)

DOSSIER Olga Orozco

EL SELLO PERSONAL

Estos son mis dos pies, mi error de nacimiento,

mi condena visible a volver a caer una vez más bajo

[las implacables ruedas del zodíaco,

si no logran volar.

No son bases del templo ni piedras del hogar.

Apenas si dos pies, anfibios, enigmáticos,

remotos como dos serafines mutilados por la

[desgarradura del camino.

Son mis pies para el paso,

paso a paso sobre todos los muertos,

remontando la muerte con punta y con talón,

cautivos en la jaula de esta noche que debo atravesar

[y corre junto a mí.

Pies sobre brasas, pies sobre cuchillos,

marcados por el hierro de los diez mandamientos:

dos mártires anónimos tenaces en partir,

dispuestos a golpear en las cerradas puertas del

[planeta

y a dejar su señal de polvo y obediencia  como una

[huella más,

apenas descifrable entre los remolinos que barren el

[umbral.

Pies dueños de la tierra,

pies de horizonte que huye,

pulidos como joyas al aliento del sol y al roce  del

[guijarro:

dos pródigos radiantes royendo mi porvenir en los

[huesos del presente,

dispersando al pasar los rastros de ese reino

[prometido

que cambia de lugar y se escurre debajo de la hierba

[a medida que avanzo.

¡Qué instrumentos ineptos para salir y para entrar!

Y ninguna evidencia, ningún sello de predestinación

[bajo mis pies,

después de tantos viajes a la misma frontera.

Nada más que este abismo entre los dos,

esta ausencia inminente que me arrebata siempre

[hacia delante,

y este soplo de encuentro y desencuentro sobre cada

[pisada.

¡Condición prodigiosa y miserable!

He caído en la trampa de estos pies

como un rehén del cielo o del infierno que se

[interroga en vano por su especie,

que no entiende sus huesos ni su piel,

ni esta perseverancia de coleóptero solo,

ni este tam-tam con que se le convoca a un eterno

[retorno.

Y adónde va este ser inmenso, legendario, increíble,

que despliega su vivo laberinto como una pesadilla,

aquí, todavía de pie,

sobre dos fugitivos delirios de la espuma, debajo del

[diluvio?

  

(de Museo salvaje, 1974)

                               

   

VII 

Aún conservas intacta, memoriosa,

La marca de un antiguo sacramento bajo tu paladar:

tu sello de elegida, tu plenilunio oscuro,

la negra sal del negro escarabajo con el que bautizaron

[tu linaje sagrado

y que llevas, sin duda, de peregrinación en peregrinación.

¿Para quién la consigna?

¿Qué te dejaste aquí? ¿qué posesiones?

¿O qué error milenario volviste a corregir?

Ahora llegas caminando hacia atrás como aquellos que vieron.

Llegas retrocediendo hacia las puertas que se alejan con alas vagabundas.

Tal vez te asuste la invisible mano con que intentan asirte

o te espante este calco vacío de otra mano que creíste encontrar.

Vuelcas el plato y permaneces muda como aquellos que vuelven,

como aquellos que saben que la vida es ausencia amordazada,

y el silencio,

una boca cosida que simula el olvido.

                (de Cantos a Berenice, 1977)

                   

 

AL PIE DE LA LETRA

El tribunal es alto, final y sin fronteras.

Sensible a las variaciones del azar como la nube o

[como el fuego,

registra cada trazo que se inscribe sobre los territorios

[insomnes del destino.

De un margen de la noche a otro confín, del permiso

[a la culpa,

dibujo con mi propia trayectoria la escritura fatal, el

[ciego testimonio.

Retrocesos y avances, inmersiones y vuelos,

[suspensos y caídas

componen ese texto cuya ilación se anuda y desanuda

[con las vacilaciones,

se disimula con la cautela del desvío y del pie sobre el

[vidrio,

se interrumpe y se pierde con cada sobresalto en 

[sueños del cochero.

¿Y cuál sera el sentido total, el que se escurre como la

[bestia de la trampa

y se oculta a morir entre oscuras malezas dejándome 

[la piel

o huye sin detenerse por los blancos de las

[encrucijadas, laberinto hacia adentro?

Delación o alegato, no alcanzo a interpretar las

[intenciones del esquivo mensaje.

Difícil la lectura desde aquí, donde violo la ley y soy

[el instrumento,

donde aciertos y errores se propagan como una

[ondulación,

un vicio del lenguaje o las disciplinadas maniobras de

[una peste,

y cambian el color de todo mi prontuario en adelante

[y hacia atrás.

Pero hay alguien a quien no logra despistar la

[ignorancia,

alguien que lee aun bajo las tachaduras y los

[desmembramientos de mi caligrafía

mientras se filtra el sol o centellea el mar entre dos

[líneas.

Impresa está con sangre mi confesión; sellada con

[ceniza.

  

                        (de La noche a la deriva, 1984)

       

    

EN TU INMENSA PUPILA

Me reconoces, noche,

me palpas, me recuentas,

no como avara sino como una falsa ciega,

o como alguien que no sabe jamás quién es la náufraga

[y quién la endechadora

Me has escogido a tientas para estatua de tus alegorías,

sólo por la costumbre de sumergirme hasta donde se

[acaba el mundo

y perder la cabeza en cada nube y a cada paso el suelo

[debajo de los pies.

¿Y acaso no fui siempre tu hijastra preferida,

esa que se adelanta sin vacilaciones hacia la trampa

[urdida por tu mano,

la que muerde el veneno en la manzana o copia tu belleza del espejo traidor?

Olvidaron atarme al mástil de la casa cuando tú pasabas

para que no me fuera cada vez tras tu flauta encantada de ladrona de niños,

y fue a expensas del día que confundí en tu bolsa la blancura y la nieve, los

[lobos y las sombras.

Ahora es tarde para volver atrás y corregir las horas de acuerdo con el sol.

Ahora me has marcado con tu alfabeto negro.

Pertenezco a la tribu de los que se hospedan en radiantes tinieblas,

de los que ven mejor con los ojos cerrados y se acuestan del lado del abismo

[y alzan vuelo y no vuelven

cuando Tomás abre de par en par las puertas del evidente mediodía.

Tú fundas tu Tebaida en lo invisible. Tú no concedes pruebas. Tú aconteces,

[secreta, innumerable, sin formular,

como una contemplación vuelta hacia adentro,

donde cada señal es el temblor de un pájaro perdido en un recinto inmenso

y cada subida un salto en el vacío contra gradas y ausencias.

Tú me vigilas desde todas partes,

descorriendo telones, horadando los muros, atisbando entre fardos de

[penumbra;

me encuentras y me miras con la mirada del cazador y del testigo,

mientras descubro en medio de tus altas malezas el esplendor de una ciudad

[perdida,

o busco en vano el rastro del porvenir en tus encrucijadas.

Tú vas quién sabe adónde siguiendo las variaciones de la tentación

[inalcanzable,

probándote los rostros extremos del horror, de la extrema belleza,

la imposible distancia de los otros, el tacto del infierno,

visiones que se agolpan hasta donde te alcanza la oscuridad que tengo,

hasta donde comienzas a rodar muerte abajo con carruajes, con piedras y

[con perros.

Pero yo no te pido lámparas exhumadas ni velos entreabiertos.

No te reclamo una lección de luz,

como no le reclamo al agua por la llama ni a la vigilia por el sueño.

O habría de confiar menos en ti que en las duras, recelosas estrellas?

¡Hemos visto tantos misterios insolubles con sus blancos reflejos, aun a

[pleno sol!

Basta con que me lleves de la mano como a través de un bosque,

noche alfombrada, noche sigilosa,

que aprenda yo lo que quieres decir, lo que susurra el viento,

y pueda al fin leeer hasta el fondo de mi pequeña noche en tu pupila

[inmensa.

(de La noche a la deriva, 1984)

     

CATECISMO ANIMAL

Somos duros fragmentos arrancados del reverso del

[cielo,

trozos como cascotes insolubles

vueltos hacia este muro donde se inscribe  el vuelo de la

[realidad,

la mordedura blanca del destierro hasta el escalofrío.

Suspendidos en medio del derrumbe por obra del error,

enfrentamos de pie las inclemencias, la miserable

[condición del rehén,

expuestos del costado que se desgasta al roce de la

[arena y al golpe del azar,

bajo el precario sol que quizás hoy se apague, que no

[salga mañana.

No tenemos ni marca de predestinación ni vestigios de

[las primeras luces;

ni siquiera sabemos qué soplo nos expulsa y nos aspira.

Apenas si el sabor de la sed, si la manera de traspasar

[la niebla,

si esta vertiginosa sustancia en busca de salida,

hablan de alguna parte donde las mutiladas visiones se

[completan,

donde se cumple Dios.

Ah descubrir la imagen oculta e impensable del reflejo,

la palabra secreta, el bien perdido,

la otra mitad que siempre fue una nube inalcanzable

[desde la soledad

y es toda la belleza que nos ciñe en su trama y nos

[rehace,

una mirada eterna como un lago para sumergir el amor 

[en su versión insomne,

en su asombro dorado.

Pero no hay quien divise el centelleo de una sola fisura

[para poder pasar.

Nunca con esta vida que no alcanza para ir y volver,

que reduce las horas y oscila contra el viento,

que se retrae y vibra como llama aterida cuando asoma

[la muerte.

Él quedará incrustado en este muro.

Él será más opaco que un pedrusco roído por la lluvia

[hasta el juicio final.

¿Y servirá este cuerpo más allá para sobrevivir,

el inepto monarca, el destronado, el frágil desertor

[obligatorio,

rescatado otra vez desde su nadie, desde las entrañas

[de un escorial de brumas?

¿O será simplemente como escombro  que se arroja y se

[olvida?

No, este cuerpo no puede ser tan sólo para entrar y

[salir.

Yo reclamo los ojos que guardaron el Etna bajo las

[ascuas de otros ojos;

pido por esta pìel con la que caigo al fondo de cada

[precipicio;

abogo por las manos que buscaron, por los pies que

[perdieron;

apelo hasta por el luto de mi sangre y el hielo de mis

[huesos.

Aunque no haya descanso, ni permanencia, ni sabiduría,

defiendo mi lugar:

esta humilde morada donde el alma insondable se

[repliega,

donde inmola sus sombras

y se va.

(de En el revés del cielo, 1987)

DOSSIER JUAN L. ORTIZ

ELLA Y OTROS POEMAS ELLA Ella anuda hilos entre los hombresy lleva de aquí para allá la mariposa profundaala del paisaje y del alma de un país, con su polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su perfume...a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.Testimonio involuntario, ella,de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,en que la circunstancia da su hálito...

Pero se dirige siempre a un testigo invisible, jugando naturalmente con la tierra y el ángel, el infinito a su lado y el presente en el confín...

Más es el don absoluto, y la ternura, ella que es también el término supremo y la última esencia con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visionesy los latidospara el encuentro en los abismos... Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,el traspasado ser, "como se da una flor", en el nivel de los niños,más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...

Y no busca nunca, no, ella...espera, espera, toda desnuda, con la lámpara en la mano, en el centro mismo de la noche  LOS ÁNGELES BAILAN ENTRE LA HIERBA

Los ángeles bailan entre la hierba.Ondula un frío que relampagueay que cortaría la tarde.

La tarde dura como un diamanteque desvalora de pronto una nube efímera.

Los ángeles de Cocteau sentados en las cornisasmiraban caer la tarde con ojos violetas.

Es dura la vida. La vida es triste.Como un mar la muerte viene del sur y anda en el sol.

Los ángeles bailan entre la hierbay sonríen con una sonrisa filosa,un poco lúgubre ¿cierto?Sí, lúgubre, y breve.

AROMOS DE LA CALLE...

Aromos de la calle.Qué dicha flotante,inmediata,casi palpable!No la siente el pobre,no puede sentirla,y tan cerca de élel alma embriagadadel aromo!Vergüenza de serel único en la fiestafragantebajo la mirada—celeste a destiempo—del cielo que abrennubes tibias.Pero yo sé que un díalos frutos de la tierray del cielo, más finos,llegarán a todos,a todos, a todos.Que las almas másignoradasse abrirán a lossignos más etéreosdel día, la noche,y de las estaciones...

LUNA DESHOJADA EN EL VIENTO...

Luna deshojada en el viento de la medianocheque ha apagado el ríoy da a aquellos árbolescercanos de la islauna forma huyentecasi desesperada

hacia el sur.

Gráciles mujeres con sus agitadas vestiduras de ceniza,hacia dónde?sobre el flotante y casi inquietoinfinito que se corona allá abajo de estrellas.La noche, sin embargo, da una ligera paz al corazón.La noche se busca más allá de sí misma en el viento que la deshoja,sin detenerse demasiado en el repentino camino de liriosque la luna reintegrada hace brotar un momento en el agua.

Seguir la noche sentado en la barranca,una ligera paz en el corazón...Pero la noche se busca más allá de sí misma, amigos,y aquellas huyentes criaturas que no alcanzarán las estrellas...Pero hay otras criaturas que huyen esta noche bajo el fuego de los hombresporque los suyos defienden las formas inmediatas y sencillasde su acuerdo con el universo: su paisaje y su casa,con todo lo que surgiera de su inocente y honda amistad con éstos,destacándose o disolviéndose en su sangre cantante;porque ellos defienden las formas de su alma, o estetas,o la eternidad viva de su alma, o poetas amantes de una eternidad rígida,muerte mezquina que os impusieran a vuestros sueños que creíais soberanos.

Las criaturas que huyen bajo el fuego de los hombres,esta noche, esta misma noche, en que el viento aquí deshoja la lunay agita hacia el sur fantasmas grises sobre un infinito palpitante!Esta noche, esta misma noche aquí deshecha en una búsqueda angustiada!

Esta noche, esta misma noche, con transversal y efímero florecimiento de luna líquida.Esta noche, esta misma noche, las criaturas que huyen bajo alas de espanto,mientras los suyos entre la tormentade hierro, bien derechos, bien derechos se yerguen sobre las cimas del ser.

NO, NO ES POSIBLE...

No, no es posible.Hermanos nuestros tiritan aquí, cerca, bajo la lluvia.

¡Fuera la delicia del fuego, con Proust entre las manos,y el paisaje alejado como una melodíabajo la lloviznaen el atardecer perdido del campo!

Fuera, fuera, Brahms flotando sobre los campos!

No, la muerte mágica de la música,ni la turbadora sutileza,mientras bajo la lluviahombres sin techo y sin panparados en los campos,vacilan al entrar a la noche mojada!

DIANA

Tenías una pureza talde líneas,que emocionabas.¿Desde dónde veníantu fuerte pecho,tus remos finos,tus nervios vibrantes,y esos ojos sesgados,húmedos de una inteligenciacasi humana?

¿Desde dónde tus gentiles actitudes,esa manera tuya, aguzada, de echarte,y ese silencio,y esa suavidad felinos,acaso llenos de visiones,que ennoblecían las alfombras,y daban la inquietud de un alma,un alma gótica encarnada en ti?

Oh, ya hubieran querido muchos hombrestu auténtica aristocracia.Fuerza contenidaque raras veces temblabaen tu latido profundo.

Y eras a la vez humilde y tímida,y sensitiva,lo que no impedía que te disparases con impulso heroicocuando tu instinto se abría como una fiesta sobre el campo.

Recuerdo, recuerdo...¿Qué compañía mas discreta que la tuya?En el atardeceríbamosa la orilla del río.La cabeza baja,apenas si pisabas.Yo casi no respiraba.Oh, vuelos últimos en la palidez hechizada!Yo me sentaba en la barranca.Tú te tendías a mi lado,el hocico hacia el río,esculpido en un gesto de caza hacia las estrellas del abismo.¿Era hacia las llamas tímidas del abismo?

Temblaba tu hocico,me mirabas,y caías de nuevo en el éxtasis.Acaso, al fin, eran tu presalas imágenescon que yo volvía luego:tímidas, asustadizas,

de piel suave,pero de mirada pura,como la de tus liebres, oh Diana,ida ya para siempre,con mucho de mi alma y de mi casa.

A LA ORILLA DEL RÍO...

A la orilla del ríoun niño solocon su perro.A la orilla del ríodos soledadestímidas,que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,qué mar oscuro,los rodea,cuando el agua es de cieloque llega danzandohasta las gramillas?A la orilla del ríodos vidas solas,que se abrazan.Solos, solos, quedaroncerca del rancho.La madre fue por algo.El mundo era una crecidanocturna.¿Por qué el hambre y las piedrasy las palabras duras?Y había enredaderasque se miraban,y sombras de sauces,que se iban,y ramas que quedaban...

Solos de pronto, solos,ante la extraña nocheque subía, y los rodeaba:del vago, del profundoterror igual,surgió el desesperadoanhelo de un calorque los flotara.

A la orilla del ríodos soledades purasconfundidassobre una isla efímerade amor desesperado.

El animal temblaba.

¿De qué alegríatemblaba?El niño casi lloraba.¿De qué alegríacasi lloraba?

A la orilla del ríoun niño solocon su perro.

ELLOS...

Ellos están allí entre las altas barrancas.En lo hondo. Ellos están allí.Ellos viven, viven? junto al arroyuelode aguas pobres que quisieran ser purasy que sólo el mediodía, el diáfano mediodía, viste de azul y plata.—La sombra de las barrancas en casi todo el díales roba esta única, esta celeste gracia...

El camino blanco en la alta lunafosforece y fluye para nadieentre una soledad rasgada, aunque espectral, de ceniza...

Pero el hilo de estaño cambiante y apenas sonreídopor algunas frágiles flores de jabón, se transfigura,y es el despertar, en la crecida, de noche,ante un monstruo repentino y terrible todo lívido de espumas.

Ellos están allí entre las altas barrancas.En lo hondo. Ellos viven allí. Con el sueño amenazadoy un posible abrir de ojos aún más trágico que el de las albas habitualessorprendido en su inocencia por un castigo todavía más incomprensible.

Ellos están allí porque solamente allí pueden estar.Porque solamente allí pueden plantar sus latas y sus lonas.Olvidados como los otros, desconocidos como los otros,los del horror lento o rápido o brutal de aquí y allá...

Ellos están allí porque solamente pueden estar.¿Es cierto que se sonríe ante los lindos pliegues de las telas exhibidasy las copas de vino claro y las volutas gráciles de los “problemas eternos”?¿Es cierto que se está contento de sí entre las lucesy que se cree que el mundo termina en el radio de las lucesy de las palabras seguras y del sentimiento medido por las uñas delicadas?

¿Es cierto, es cierto? Ellos están allí entre las altas barrancas.En lo hondo. Ellos están allí. Ellos viven allí.¿Por qué esas manos graves, en el aire, sobre ellos,ligeramente bendicientes a pesar suyo, por qué?

Ellos están allí entre las altas barrancas. Ellos viven allí.Y una mañana cualquiera, ellos mismos, y acrecidos de otras aguas,de lo hondo, y con los hombros ligeros esta vez, a pesar de todo,

y libres esta vez, y para siempre, de la infamante bolsa familiar,ellos, ellos, con otras manos y otros gestos, subirán, oh, subirán, hacia su día...

PUEBLO COSTERO

Ved ese niño oscuro que mira como desde otro mundo,el blanco de los ojos más blanco, medio amarillo, mejor.Oh, la niñita ya de anteojos que lo guía o lo alza,barro leve ella misma sobre palillos aún más leves.Ved aquella en un carrito, tan frágil,con esa flor monstruosa de las rodillas casi terminales,conducida por los suyos, más pequeños, hacia la orilla de qué estrella?Ved esa cabeza pálida, de diez años, de pescado imposible,que por poco os fijará desde los mismos oídos...Ved esa rama vieja, sobreviviente de “las canteras”,doblada sobre otra rama corta que se hincacon una cadencia cada vez más seguida:sobre ella y sus iguales, anónima ceniza, allá,más bien que sobre las piedras,se elevaron algunas casas aladas y algunas pilas de billetes...y con su sangre, ay, tan roja, alquimia “misteriosa”,se azularon algunos apellidos que luego dieron chapas por ahí...Ved ese fantasma seco, seco, salido de una noche de vidrios, larga...sin sexo, sí, a pesar de la “falda”y de la lana fluida sobre el filo de los hombros...oh, su voz venida de la caverna de la edad, profunda,desde aquellos desafíos, quizás, a la intemperie y al hambre...

Ya en ésos, ved, con todo, un no sé qué tenaz de zarzaaguda hacia arriba o hacia alguien por entre los ramos abatidos...Mas ved este canoero de metal con más óleo que la luz,plantado en medio de la calle, adánico, como para dar reglas a la tarde...Y esta lavandera densa pero de pies de plumas listasdanzando casi con los tachos sobre el tapiz de su vida...Y estas muchachitas que sacan su risa a veces como el agua,ligeramente inclinadas sobre un río increíble:sólo, soplo, sus años morenos, o el ágata un poco oblicua de los ojos,o esa espera en el portón cuando empiezan a volar, súbitas, otras joyas...Y estos mozos sin nada que abrazan las ondas últimas lo mismo que a novias,luego de herir las otras, durante todo el día, por las islas...Y este pescador de silencio que llega de una fiebre de silencio,y aún demora, nocturno, sobre los nácares grasos y la leña,para abrir su sueño, al fin, al primer contacto, igual que un irupé...Y estos chicos del arca “en seco”, viajando con sus bestezuelas,en un contrapunto de cristal y de hojalata, que sube...hasta que, sobre la hierba anochecida, de ahí, cantando,ellos también, tomados de la mano, dan la vuelta al mundo, descalcitos...Y esta “abuela” toda envuelta que busca todavía los velos de la horapara destocar su plata y diluirla entre lirios de jabón, en cuclillas....mientras sus polluelos, cerca, enloquecen blondas ya celestes...Y esta madre que acarrea hasta la noche piedras de la orilla,y quiebra su vida con ellas, luego, para la mesa menos mala,pero no su sonrisa, ah, de todos, en una ofrenda unida de jazmín...Y esta otra, discreta, que templa su propia alma más que el horno,

y así sale cocida esa flor de la harina que “hace la compañía” por aquí...Y estos diablillos que son flechas sobre la negación desconocida,evocados como alas por el suceso más ligero,con todos los iris del asombro y todos los rostros del té,y los cabellos, todos, más alegres, y las breves ropas más caídas...

¿En dónde todos ellos, todos estos hijos de la costa,se nutren, a pesar de todo, de esa fuerza gentil,profundamente gentil, contra la humillación oscura que parece dormir?Arrojados hacia las cosas por los otros que no saben,las cosas, madres, les dan de su leche y de su hálito.Oh, cierto, en la aventura del pan o en la muda pesadilla,a merced de las peores armas del aire y de los humores peores de la tierray del río extraño, extraño, que quisiera, salido, devolverlos a aquéllos,dejándolos así medio flotar, entre los dos rechazos, bajo los ciriríes de la noche...

No se supo, no, pensar en los poderes de esos regazos,ricos de rayos blancos en la misteriosa espiración,numen que no se invoca, y unción que no se pide, para los seres a ellos acogidos.

Pero hubieran podido quitarles también esto?Y helos ahí, en los fluidos de los tiempos del ríocomo en melodías que no se oyen pero que ordenan, puras, los ritos.Helos ahí, ajenos o fundidos a las horas leves de los sauces,o al amor de lo suyo increíble de decoro o de honor bajo los vientos,increíble de gusto y de atención, aún, en la luz de algunas flores...Helos ahí, puros del suelo puro, en la línea de las cañas del sol,de pie, en la propia nada, por el mismo sol profundo...Helos ahí, con ese acero de los hierros secretos y de los carbones secretos,sobre el “punto de angustia, inefable y absurdo”, del minuto sin salida...Y helos ahí, en la grande, en la gran salida que hallarán,con ese acero alineado, guay, con los demás, para la jornada sin fin,en la columna que irá, enorme, hasta el otro lado de la estrella:zarza en marcha esta vez, desde sí misma ardiendo “sobre un aire de acordeón...”

SÍ, MI AMIGA...

Sí, mi amiga, estamos bien, pero tiembloa pesar de esas llamas dulces contra Junio...

Estamos bien... sí...Miro una danzarina en su martirio, es cierto,con los locos brazos, ay, negando la cenizay el crepúsculo íntimo...

Estamos bien... Cummings que se va, muy pálido,al país que nunca ha recorrido,mientras Debussy enciende el suyo, submarino...

Estamos bien... Pero tiemblo, mi amiga, de la lluviaque trae más agudamente aún la nochepara las preguntas que se han tendido como ramasa lo largo de la pesadilla de la luz,con la vara que sabes y la arpillera que sabes,

en las puertas mismas, quizás, de la poesía y de la música...

Estamos bien, sí mi amiga, pero tiemblo de un crimen...

Cuándo, cuándo, mi amiga, junto a las mismas bailarinas del fuego,cuándo, cuándo, el amor no tendrá frío?

YO ADORO...

Yo adoro una mujer de aire.La sentíamos bastante como el aire,brillante o secreta esencia, ah, de lo que nos tocaba;alma del tiempo, sí, más allá de las formas,sin forma siempre como el aire?

Cuando la mujer de aire se va,no, no me digáis que las flores son flores y que la luz es luz,que la colina sube hacia la nubes y que la tarde baja hasta las aguasy que el anochecer viene de espejos por las lejanas islas, por las islas...Ni menos me digáis, oh, no me digáis, que la luna de julio se ha entibiado entre las ramas...

No, no me digáis nada, que cuando la mujer de aire se vael aire, el aire?, es una asfixia oscura,y hay manos, muchas manos, tendidas hacia nosotros desde otras sombras como raíces invertidas...

Pero verdad que la mujer de aire siempre vuelve?—Siempre regresa, sí, pero no basta adorarla porque ella es la libertad.

DELICIAS ÚLTIMAS

El otoño

con manos

diáfanas

y

brillantes,  

está abriendo

un azul purísimo

que moja el paisaje

de una delicia

trémula,     

primaveral.

      

(de El agua y la noche, 1924-1932)

                               

  

   COLINAS, COLINAS... 

      Colinas, colinas, bajo este Octubre ácido...Colinas, colinas, descomponiendo o reiterando matices aún fríos,o no pudiendo decir plenamente el oro y el celeste, fluidos, de los    cultivos.Nos dueles, oh paisaje que no puedes cantar en la tarde agria e            indecisa,lleno de escalofríos bajo las nubes tenaces e inquietas todavía de tu    sueñoy estás solo. solo, solo, con la angustia y el desamparo de tus    criaturas.Pero aun si cantaras el canto no se oiría casi.    Oiríamos sólo el ruido de los carros largos con su carga de     desesperación.Oiríamos sólo el silencio de los niños y de las mujeres junto a los     ranchos transparentes.Veríamos  sólo la figura deshecha con la bolsa al hombro sobre la     cima de la loma.    Veríamos sólo esos arrabales de las Estaciones, oh campos de     Entre Ríos con aún países absolutos de injusticia,oh, campos de Entre Ríos hechos para la dichade los que  os evocaron esa aurora florecida que aún no canta y que     es extraña al día.Otro será el paisaje mañana en las mismas líneas puras.Cantará con un múltiple canto entre las casas próximas con mesas,     ah , seguras y con libros  y músicas.Como de la noche de su alma del sueño de los campos el hombre     extraerá toda la maravilla.No más dividido, no, con el hermano, ni consigo mismo, ni con la     tierra, el hombre.Uno consigo mismo y con el mundo para crearse sin fin en la gracia     más alta de la criatura,

y sonreír al rostro cejante de la sombra. 

(de El álamo y el viento, 1947)

                   

 

  

A LA ORILLA DEL RÍO...

A la orilla del río

un niño solo

con su perro.

A la orilla del río

dos soledades

tímidas,

que se abrazan.

   

¿Qué mar oscuro,

qué mar oscuro,

los rodea,

cuando el agua es de cielo

que llega danzando

hasta las gramillas? A la orilla del río 

dos vidas solas, que se abrazan. Solos, solos, quedaron cerca del rancho. La madre fue por algo. El mundo era una crecida nocturna. ¿Por qué el hambre y las piedras y las palabras duras? Y había enredaderas que se miraban, y sombras de sauces, que se iban, y ramas que quedaban...           Solos de pronto, solos, ante la extraña noche que subía, y los rodeaba: del vago, del profundo

terror igual,

surgió el desesperado

anhelo de un calor

que los flotara.

   

A la orilla del río

dos soledades puras

confundidas

sobre una isla efímera

de amor desesperado.      El animal temblaba. ¿De qué alegría temblaba? El niño casi lloraba. ¿De qué alegría casi lloraba?      A la orilla del río un niño solo con su perro.   

                        (de El aire conmovido, 1949)

       

    

EL AGUARIBAY FLORECIDO     Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

En la sombra exhalada -¿de qué su dulce hálito?-

los vestidos ligeros, muy ligeros, con pintas.

   

Arde de abejas el aguaribay, arde.

  

Ríen los ojos, los labios, hacia las islas azules

a través de la cortina

de los racimos

pálidos.

  

Ríen los ojos, los labios. ¿Veis las muchachas o es

la tenue sombra ebria

y bordoneada

que se alucina de muselinas claras

y de otras flores vivas –extrañas flores vivas-

riendo, riendo, riendo hacia las islas?

      Muchachas de ojos de flores y de labios de flores.

     Arde de abejas el aguaribay, arde.      

(de La mano infinita, 1951) 

      

     

A PRESTES

              

 (Mi galgo)

 

Has muerto, silencioso amigo mío, has muerto...

¿En qué prados profundos te hundiste para siempre cuando llovía

     oscuramente?

- Marzo, anoche, apagaba la sed larga...

   

Tu cabeza, tras el último suspiro, quedó más fina aún en la línea

     final.

Y era como si corrieras acostado un no sé qué fantástico que huía,

     huía...

    

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, has muerto...

Cuántos minutos claros, cuántos momentos eternos, contigo,

compañero de mis mañanas cerca del agua, de mis atardeceres

     flotantes...

en el dulce calor, en el viento de las hierbas, en los filos del frío, en la luz que se despide como un infinito espíritu ya herido...      Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, cómo nos entendíamos ... Esta tarde hubiéramos salido a mirar los oros transparentes, casi      íntimos... ¿Qué veías allá, sobre las islas, cuando enhestabas las orejas? ¿Y te tocaba el blanco alado de la vela lejana? Oh, los perfumes de las gramillas y de la tierra, qué ríos de éxtasis!

 Y tu tensión cuando algo corría abajo... Duro para mí, estúpido de mí, que te contenía sobre las traseras patas      sólo,

Vibrante en tu erguida esbeltez posada apenas...

  

Silencioso amigo mío, viejo amigo mío, compañero de mi labor...

Echado a mi lado, las horas lentas, alzabas de repente tus ojos

     largos,

ay, llenos de signos sutilísimos, y a veces,

una tenue luz que venía no se sabe de dónde humedecía su

     melancolía sesgada...

¿En qué secretas honduras sentías entonces mi mirada?      .................................................................................................     Larga fue tu enfermedad y tu latido profundo se hizo delgado, casi una      queja ya... Oh, esta queja, oh, tu llamado débil, cuando sentías acaso que “la      sombra” venía

 y requerías a tu lado las familiares presencias queridas... Duro de mí, estúpido de mí, que a veces no prestaba suficiente atención     a tu llamado ni lo entendía en su miedo de la rondante noche absoluta, de la     marea definitiva, miedo de hundirte solo, sin la luz del “aura” amada junto a la ola     fatal, tú, el de la adhesión plena, el de la estilizada cabecita beata sobre la     falda, sentados a la mesa o leyendo yo sin haberte mullido el sueño fiel al lado de la silla...     Ay, oigo todavía tu llamado, tu llanto débil, impotente, de una     imploración seguida...

Las voces no estaban lejos pero las querías alrededor de ti contra el     silencio que llegaba...      Ay, oigo todavía tu llamado, tu súplica latida como desde una     medrosa pesadilla, 

mientras mi corazón lo mismo que tus flancos, sangra, sangra, y     Marzo, entre las cañas, sigue lloviendo sobre ti...    

(de La brisa perfumada, 1954)     

   

PASÓ A TRAVÉS DE LA NOCHE...

      

Pasó a través de la noche...

            Qué mujer o niña

                         pasó...?

                             Pasó con unos ojos de algas que querían

                                            desprenderse de la profundidad

                       para flotar sobre la noche, sobre las vías de la noche?

   

                                             Y de dónde esos ojos?

Venían, ciertamente, de las “veigas” que los vieron

                                                    mojar sombras de “paxariños”,

                                                                              allá

                                 y abrirles otras “follas” al rocío,

                                                                           allá,

                                                 entre pestañas de “herbiñas”?

   

Pasó a través de la noche y bajó, ay, de la noche...

   

                                   Sobre las vías del sueño,

                                                           unas algas...

     Dejó, pues, ella, los ojos, sobre las vías del sueño?

   

                                                            Y qué hará, ella, por ahí,                                                                          qué hará, sin esas niñas, propiamente, de verdín, que le daban el agua,                                                                           y daban agua?      O vendrá al sueño, vendrá, antes de que se sequen, ellas,                                                             sin el agua, ahora, de ella?                                                                            Niña o mujer... 

                                                                                 niña que atravesó la noche y le abandonó para su viático                                                       unas algas de sueño

                                            por las que teme, ya, el sueño...                                          Vendrá, ella, vendrá, antes de que las queme                                                             el mismo sueño?                                                                                 Vendrá?    

(de La orilla que se abisma, 1970)

DOSSIER Oliverio Girondo

Apunte callejero

  

En la terraza de un café hay una familia gris. Pasan unos senos bizcos buscando una sonrisa sobre las mesas. El ruido de los automóviles destiñe las hojas de los árboles. En un quinto piso, alguien se crucifica al abrir de par en par una ventana.  

Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar... Necesitaría dejar algún lastre sobre la vereda...

       Al llegar a una esquina, mi sombra se separa de mí, y de pronto, se arroja entre las ruedas de un tranvía.

    

(Veinte poemas)

7

 

¡Todo era amor... amor! No había nada más que amor. En todas partes se encontraba amor. No se podía hablar más que de amor.

       Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino. Amor ecuestre.

       Amor de cartón piedra, amor con leche... lleno de prevenciones, de preventivos; lleno de cortocircuitos, de cortapisas.

       Amor con una gran M, con una M mayúscula, chorreado de merengue, cubierto de flores blancas...

       Amor espermatozoico, esperantista. Amor desinfectado, amor untuoso...

       Amor con sus accesorios, con sus repuestos; con amor sus faltas de puntualidad, de ortografía; con sus interrupciones cardíacas y telefónicas.

       Amor que incendia el corazón de los orangutanes, de los bomberos. Amor que exalta el canto de las ranas bajo las ramas, que arranca los botones de los botines, que se alimenta de encelo y de ensalada.

       Amor impostergable y amor impuesto. Amor incandescente y amor incauto. Amor indeformable. Amor desnudo. Amor-amor que es, simplemente, amor. Amor y amor... ¡y nada más que amor!

 

(Espantapájaros)

 

                  

Comunión plenaria 

  

Los nervios se me adhieren

al barro, a las paredes,

abrazan los ramajes,

penetran en la tierra,

se esparcen por el aire, 

hasta alcanz ar el cielo.

  

El mármol, los caballos

tienen mis propias venas.

Cualquier dolor lastima

mi carne, mi esqueleto.

¡Las veces que me he muerto

al ver matar un toro!...

 

Si diviso una nube

debo emprender el vuelo.

Si una mujer se acuesta

yo me acuesto con ella.

Cuántas veces me he dicho:

¿Seré yo esa piedra?

 

Nunca sigo un cadáver

sin quedarme a su lado.

Cuando ponen un huevo,

yo también cacareo.

Basta que alguien me piense

para ser un recuerdo.

 

(Persuasión de los días)

 

     

5  

  

La lluvia,  

con frecuencia, 

penetra por mis poros, 

ablanda mis tendones,

traspasa mis arterias,

me impregna,

poco a poco, 

los huesos,

la memoria.

  

Entonces, 

me refugio

en un rincón cualquiera

y estirado en el suelo

escucho,

durante horas,

el ritmo de las gotas

que manan de mi carne,

como de una gotera.

 

(Persuasión de los días)

 

 

Dicotomía incruenta  

Siempre llega mi manomás tarde que otra mano que se mezcla a la míay forman una mano.  Cuando voy a sentarmeadvierto que mi cuerpose sienta en otro cuerpo que acaba de sentarseadonde yo me siento.  Y en el preciso instantede entrar en una casa,descubro que yo estabaantes de haber llegado. Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,y que mientras me rieguen de lugares comunes,ya me encuentre en la tumba,vestido de esqueleto,bostezando los tópicos y los llantos fingidos. 

(Persuasión de los días) 

El puro no

  

  El no

  el no inóvulo

  el no nonato

  el noo

  el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan

  y nooan

  y plurimono noan al morbo amorfo noo

  no démono

  no deo

  sin son sin sexo ni órbita

  el yerto inóseo noo en unisolo amódulo

  sin poros ya sin nódulo

  ni yo ni fosa ni hoyo

  el macro no ni polvo

  el no más nada todo

  el puro no

  sin no                        

 

(En la masmédula)

Las puertas 

Absorto tedio abierto  ante la fosanoche inululada  que en seca grieta abierta subsonríe su    más agris recato   abierto insisto insomne a tantas muertesones de inciensosón revuelo  hacia un destiempo inmóvil de tan ya amargas manos  abierto al eco cruento por costumbre de pulso no mal digo

  por mero nimio glóbulo abierto ante lo extraño  que en voraz queda herrumbre circunroe las parietales costas   abiertas al murmurio del masombra  mientras se abren las puertas  

(En la masmédula)

DOSSIER Julio Cortázar

Para escuchar con audífonos (fragmento)Cómo no pensar, después, que de alguna manera la poesía es una palabra que se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su encantamiento. Podemos abstraernos con un cuento o una novela, vivirlos en un plano que es más suyo que nuestro en el tiempo de lectura, pero el sistema de comunicación se mantiene ligado al de la vida circundante, la información sigue siendo información por más estética, elíptica, simbólica que se vuelva. En cambio el poema comunica el poema, y no quiere ni puede comunicar otra cosa. Su razón de nacer y de ser lo vuelve interiorización de una interioridad, exactamente como los audífonos que eliminan el puente de fuera hacia adentro y viceversa para crear un estado exclusivamente interno, presencia y vivencia de la música que parece venir desde lo hondo de la caverna negra.

Nadie lo vio mejor que Rainer María Rilke en el primero de los sonetos a Orfeo:

                       O Orpheus singt! O Hoher Baum im Ohr!                Orfeo canta. ¡Oh, alto árbol en el oído!               Arbol interior: la primera maraña instantánea de un cuarteto de Brahms o de Lutoslavski, dándose en todo su follaje. Y Rilke cerrará su soneto con una imagen que acendra esa

certidumbre de creación interior, cuando intuye por qué las fieras acuden al canto del dios, y dice a Orfeo:                               da shufst du ihnen Tempel im Gehör                 y les alzaste un templo en el oído.             Orfeo es la música, no el poema, pero los audífonos catalizan esas “similitudes amigas” de que hablaba Valéry. Si audífonos materiales hacen llegar la música desde adentro, el poema es en sí mismo un audífono del verbo; sus impulsos pasan de la palabra impresa a los ojos y desde ahí alzan el altísimo árbol en el oído interior.                   

                       (de Arrimos)

             

 

         

Para leer en forma interrogativa

Has visto

verdaderamente has visto

la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa

Has tocado

de verdad has tocado

el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás

Has vivido

como un golpe en la frente

el instante el jadeo la caída la fuga

Has sabido

con cada poro de la piel sabido

que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón

había que tirarlos

había que llorarlos

había que inventarlos otra vez.                          

                         

                         (de De edades y tiempos)

                               

   

   Milonga

El Tata Cedrón cantó esta milonga con música de Edgardo Cantón

Extraño la Cruz del Sur

cuando la sed me hace alzar la cabeza

para beber tu vino negro medianoche.

Y extraño las esquinas con almacenes dormilones

donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire.

Comprender que eso está siempre allá

como un bolsillo donde a cada rato

la mano busca una moneda el cortapluma el peine

la mano infatigable de una oscura memoria

que recuenta sus muertos.

La cruz del Sur el mate amargo.

Y las voces de amigos

usándose con otros.

Cuando escribí este poema todavía me quedaban amigos en mi tierra; después los mataron o se perdieron en un silencio burocrático o jubilatorio, se fueron silenciosos a vivir al Canadá o a Suecia o están desaparecidos y sus nombres son apenas nombres

en la interminable lista. Los dos últimos versos del poema están limados por el presente: ya ni siquiera puedo imaginar las voces de esos amigos hablando con otras

gentes. Ojalá fuera así. ¿Pero de qué estarán hablando, si hablan?

(de Con tangos)

                   

 

  

Happy new year  

Mira, no pido mucho,

solamente tu mano, tenerla

como una sapito que duerme así contento.

Necesito esa puerta que me dabas

para entrar a tu mundo, ese trocito

de azúcar verde, de redondo alegre.

¿No me prestas tu mano en esta noche

de fin de año de lechuzas roncas?

No puedes, por razones técnicas. Entonces

la tramo en aire, urdiendo cada dedo,

el durazno sedoso de la palma

y el dorso, ese país de azules árboles.

Así la tomo y la sostengo, como

si de ello dependiera

muchísimo del mundo,

la sucesión de las cuatro estaciones,

el canto de los gallos, el amor de los hombres.

            

                        (de Ars amandi)

       

    

1.     Ahora escribo pájaros.

No los veo venir, no los elijo,

de golpe están ahí, son esto,

una bandada de palabras

posándose

           una

                    a

                          una

en los alambres de la página,

chirriando, picoteando, lluvia de alas 

y yo sin pan que darles, solamente

dejándolos venir. Tal vez

sea eso un árbol

        

o tal vez

el amor.

           

(de Cinco últimos poemas para Cris)

      

     

El futuro

  

Y sé muy bien que no estarás.

No estarás en la calle, en el murmullo que brota de noche

de los postes de alumbrado, ni en el gesto

de elegir el menú, ni en la sonrisa

que alivia los completos en los subtes,

ni en los libros prestados ni en el hasta mañana.

            

No estarás en mis sueños,

en el destino original de mis palabras,

ni en una cifra telefónica estarás

o en el color de un par de guantes o una blusa.

Me enojaré, amor mío, sin que sea por ti,

y compraré bombones pero no para ti,

me pararé en la esquina a la que no vendrás,

y diré las palabras que se dicen  

y comeré las cosas que se comen

y soñaré los sueños que se sueñan

y sé muy bien que no estarás

ni aquí adentro, la cárcel donde aún te retengo,

ni allí fuera, este río de calles y de puentes.  

No estarás para nada, no serás ni recuerdo,  

y cuando piense en ti pensaré un pensamiento  

que oscuramente trata de acordarse de ti.  

                    

(de El nombre innominable)     

   

Doble invención

      

Cuando la rosa que nos mueve

cifre los términos del viaje,

cuando en el tiempo del paisaje

se borre la palabra nieve,

         

habrá un amor que al fin nos lleve

hasta la barca de pasaje,

y en esta mano sin mensaje

despertará tu signo leve.

    

Creo que soy porque te invento,

alquimia de águila en el viento

desde la arena y las penumbras,

      

y tú en esa vigilia alientas

la sombra con la que me alumbras

y el murmurar con que me inventas.

                 

(de Salvo el crepúsculo)

    

  

Ley del poema

  

Amargo precio del poema,

las nueve sílabas del verso;

una de más o una de menos

lo alzan al aire o lo condenan.

             

Somos el ajedrez de un río,

el naipe siempre entre dos lumbres;

caen las caras y las cruces

a cada curva del camino.

               

Cae en el verso la palabra,

en el recuerdo llueve el llanto,

cae la noche, cae el pájaro,  

todo es caída amortiguada.             

   

¡Oh libertad de no ser libre,

golpe de dados que desata

la sigilosa telaraña  

de encrucijadas y deslindes!

   

Como tu boca a la manzana,

como mis manos a tus senos,

irá la mariposa al fuego  

para danzar su última danza.  

           

(de Preludios y sonetos)

      

Resumen en otoño     

En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo.Asombra a veces que el fervor del tiempovuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva;que la belleza, tan breve en su violento amor   nos guarde un eco en el descenso de la noche. 

             Y así, qué más que estarse con los brazos caídos,el corazón amontonado y un sabor de polvoque fue rosa o camino.

El vuelo excede el ala.  

Sin humildad, saber que esto que resta

fue ganado a la sombra por obra de silencio;

que la rama en la mano, que la lágrima oscura

son heredad, el hombre con su historia,

la lámpara que alumbra.

               

     (de De antes y después)

Con esta boca, en este mundo Olga Orozco

No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,

aunque me tiña las encías de color azul,

aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,

aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas

y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,

ese Xal que no es posible llegar desde ninguna lámpara,

y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,

ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve

donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.

Hemos hablado demasiado del silencio,

lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,

como si en él yaciera el esplendor después de la caída,

el triunfo del vocablo, con la lengua cortada.

¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!

He dicho ya lo amado y lo perdido,

trabé con cada sílaba los bienes y los males que más temí perder.

A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,

retumban, se propagan como el trueno

unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.

Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.

Hemos ganado. Hemos perdido,

porque ¿cómo nombrar con esta boca,

cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con [esta sola boca?

Olga Orozco

Con esta boca, en este mundo (1994)

Ésa es tu pena Olga Orozco

Ésa es tu pena. Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras

y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no

vuelven.

Colócala a la altura de tus ojos

y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,

o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,

o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.

Si observas a trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.

Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,

un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del

reverso del cielo.

Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama

y se retrae como ciertas flores si la roza cualquier sombra extranjera.

No la dejes caer ni la sometas al hambre y al veneno;

sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de

olvido.

Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.

No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,

aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.

No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre, no la gastes con nadie.

Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio:

sepúltala en tu pecho hasta el final,

hasta la empuñadura.

Olga Orozco

En el revés del cielo (1987)

La abandonada Olga Orozco

Aún no hace mucho tiempo,

cuando el mundo era un vidrio del color de la dicha, no un puñado de arena,

te mirabas en alguien igual que en un espejo que te embellecía.

Era como asomarte a las veloces aguas de las ilimitadas indulgencias

donde se corregían con un nuevo bautismo los errores,

se llenaban los huecos con una lluvia de oro, se bruñían las faltas,

y alcanzabas la espléndida radiación que adquieren hasta en la noche los milagros.

Imantabas las piedras con pisarlas.

Hubieras apagado conî tu desnudez el plumaje de un ángel.

Y algo rompió el reflejo.

Se rebelaron desde adentro las imágenes.

¿Quién enturbió el azogue?, ¿quién deshizo el embrujo de la transparencia?

Ahora estás a solas frente a unos ojos de tribunal helado que trizan los cristales,

y es como si en un día la intemperie te hubiera desteñido

y el cuchillo del viento hecho jirones y la sombra del sol desheredado.

No puedes ocultar tu pelambre maltrecha, tu mirada de animal en derrota,

ni esas deformaciones que producen las luces violentas en las [amantes repudiadas.

Estás ahí, de pie, sin indulto posible, bajo el azote de la fatalidad,

prisionera del mismo desenlace igual que una heroína en el carro del mito.

Otro cielo sin dioses, otro mundo al que nadie más vendrá

sumergen en las aguas implacables tu imperfección y tu vergüenza.

Olga Orozco

En el revés del cielo (1987)

La casa Olga Orozco

Temible y aguardada como la muerte misma

se levanta la casa.

No será necesario que llamemos con todas nuestras lágrimas.

Nada. Ni el sueño, ni siquiera la lámpara.

Porque día tras día

aquellos que vivieron en nosotros un llanto contenido hasta palidecer

han partido,

y su leve ademán ha despertado una edad sepultada,

todo el amor de las antiguas cosas a las que acaso dimos, sin saberlo,

la duración exacta de la vida.

Ellos nos llaman hoy desde su amante sombra,

reclinados en las altas ventanas

como en un despertar que sólo aguarda la señal convenida

para restituir cada mirada a su propio destino;

y a través de las ramas soñolientas el primer huésped de la memoria nos saluda:

el pájaro del amanecer que entreabre con su canto las lentísimas puertas

como a un arco del aire por el que penetramos a un clima diferente.

Ven. Vamos a recobrar ese paciente imperio de la dicha

lo mismo que a un disperso jardín que el viento recupera.

Contemplemos aún los claros aposentos,

las pálidas guirnaldas que mecieron una noche estival,

las aéreas cortinas girando todavía en el halo de la luz como mariposas en la lejanía,

nuestra imagen fugaz

detenida por siempre en los espejos de implacable destierro,

las flores que murieron por sí solas para rememorar el fulgor inmortal de la melancolía,

y también las estatuas que despertó, sin duda a nuestro paso,

ese rumor tan dulce de la hierba;

y perfumes, colores y sonidos en que reconocemos un instante

del mundo;

y allá, tan sólo el viento sedoso y envolvente

de un día sin vivir que abandonamos, dormidos sobre el aire.

Nadie pudo ver nunca la incesante morada

donde todo repite nuestros nombres más allá de la tierra.

Mas nosotros sabemos que ella existe, como nosotros mismos,

por el sólo deseo de volver a vivir, entre el afán del polvo y

la tristeza,

aquello que quisimos.

Nosotros lo sabemos porque a través del resplandor nocturno

el porvenir se alzó como una nube del último recinto,

el último, el vedado,

con nuestra sombra eterna entre la sombra.

Acaso lo sabían ya nuestros corazones.

Olga Orozco

Desde lejos (1946)

La realidad y el deseo Olga Orozco

A Luis Cernuda

La realidad, sí, la realidad,

ese relámpago de lo invisible

que revela en nosotros la soledad de Dios.

Es este cielo que huye.

Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.

Es esta larga mesa a la deriva

donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.

A cada cual su copa

para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.

A cada cual su plato

para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.

Y cada dos la división del pan:

el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.

Y en medio del amor,

entre uno y otro cuerpo la caída,

algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven

desde la eternidad, al pulso del adiós debajo de la tierra.

La realidad, sí, la realidad:

un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

Olga Orozco

Mutaciones de la realidad (1979)

Las muertes Olga Orozco

He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,

lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso

de la piel del lagarto,

inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz

de alguna lágrima;

arena sin pisadas en todas las memorias.

Son los muertos sin flores.

No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.

Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.

Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,

mas su destino fue fulmíneo como un tajo;

porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los

infames lechos vendidos por la dicha,

porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida

gota de salmuera.

Esa y no cualquier otra.

Esa y ninguna otra.

Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros

de nuestra vida.

Olga Orozco

Las muertes (1951)

Esa es tu penaEsa es tu pena.

Tiene la forma de un cristal de nieve que no podría existir si no existieras

y el perfume del viento que acarició el plumaje de los amaneceres que no vuelven.

Colócala a la altura de tus ojos

y mira cómo irradia con un fulgor azul de fondo de leyenda,

o rojizo, como vitral de insomnio ensangrentado por el adiós de los amantes,

o dorado, semejante a un letárgico brebaje que sorbieron los ángeles.

Si observas al trasluz verás pasar el mundo rodando en una lágrima.

Al respirar exhala la preciosa nostalgia que te envuelve,

un vaho entretejido de perdón y lamentos que te convierte en reina del reverso del cielo.

Cuando la soplas crece como si devorara la íntima sustancia de una llama

y se retrae como ciertas flores si las roza cualquier sombra extranjera.

No la dejes caer ni la sometas al hambre ni al veneno;

sólo conseguirías la multiplicación, un erial, la bastarda maleza en vez de olvido.

Porque tu pena es única, indeleble y tiñe de imposible cuanto miras.

No hallarás otra igual, aunque te internes bajo un sol cruel entre columnas rotas,

aunque te asuma el mármol a las puertas de un nuevo paraíso prometido.

No permitas entonces que a solas la disuelva la costumbre,

no la gastes con nadie.

Apriétala contra tu corazón igual que a una reliquia salvada del naufragio,

sepúltala en tu pecho hasta el final,

hasta la empuñadura.”

Por Olga Orozco

Poema II Olga Orozco

No estabas en mi umbral

ni yo salí a buscarte para colmar los huecos que fragua la nostalgia

y que presagian niños o animales hechos con la sustancia de la frustración.

Viniste paso a paso por los aires,

pequeña equilibrista en el tablón flotante sobre un foso de lobos

enmascarado por los andrajos radiantes de febrero.

Venías condensándote desde la encandilada transparencia,

probándote otros cuerpos como fantasmas al revés,

como anticipaciones de tu eléctrica envoltura

-el erizo de niebla,

el globo de lustrosos vilanos encendidos,

la piedra imán que absorbe su fatal alimento,

la ráfaga emplumada que gira y se detiene alrededor de un ascua,

en torno de un temblor-.

Y ya habías aparecido en este mundo,

intacta en tu negrura inmaculada desde la cara hasta la cola,

más prodigiosa aún que el gato de Cheshire,

con tu porción de vida como una perla roja brillando entre los dientes.

Olga Orozco

Cantos a Berenice (1977)

FUI AL RÍO...

Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.

Las ramas tenían voces

que no llegaban hasta mí.

La corriente decía

cosas que no entendía.

Me angustiaba casi.

Quería comprenderlo,

sentir qué decía el cielo vago y pálido en él

con sus primeras sílabas alargadas,

pero no podía.

Regresaba

-¿Era yo el que regresaba?-

en la angustia vaga

de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes.

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!

Poeta: Juan L. Ortiz

Dios Se Desnuda en la Lluvia...Dios se desnuda en la lluvia

como una caricia

innumerable.

Cantan los pájaros entre la lluvia.

Las plantas bailan de alegría mojada.

La tierra

como una hembra

se disuelve en los dedos penetrantes

con una palidez de mil ojos desmayados.

Camino bajo la lluvia, todo mojado, cantando,

hacia mirajes que huyen en un rumoroso sueño.

Lluvia, lluvia!

Desnudez del dios

primaveral,

que baja danzando, danzando,

a fecundar la amada

toda abierta de espera, quebrada ya de ardor

amarillo y largo.

Por Juan L. Ortiz

Título: ELLA...

Ella anuda hilos entre los hombres

y lleva de aquí para allá la mariposa profunda

-ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...

Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su

perfume...

a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.

Testimonio involuntario, ella,

de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,

en que la circunstancia da su hálito. ..

Pero se dirige siempre a un testigo invisible,

jugando naturalmente con la tierra y el ángel,

el infinito a su lado y el presente en el confín...

Mas es el don absoluto, y la ternura,

ella que es también el término supremo y la última esencia

con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y

los latidos

para el encuentro en los abismos...

Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,

el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los

niños,

más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...

Y no busca nunca, no, ella...

espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,

en el centro mismo de la noche...

Poeta: Juan L. Ortiz

Título: AH, MIS AMIGOS, HABLÁIS DE RIMAS...

Ah, mis amigos, habláis de rimas

y habláis finamente de los crecimientos libres...

en la seda fantástica os dan las hadas de los leños

con sus suplicios de tísicas

sobresaltadas

de alas...

Pero habéis pensado

que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio

de crecida,

desnudo casi bajo las agujas del cielo?

Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo

del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde "la división",

despedido del "espíritu", él, que sostiene oscuramente sus

juegos

con el pan que él amasa y que debe recibir a veces

en un insulto de piedra?

Habéis pensado, mis amigos,

que es una red de sangre la que os salva del vacío,

en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire,

de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,

a no ser una escritura de vidrio?

Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra,

y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el

secreto...

Y sé que a veces halláis la melodía más difícil

que duerme en aquellos que mueren de silencio,

corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento...

Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la

poesía

igual que en un capullo...

No olvidéis que la poesía,

si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva,

es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,

cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin

y tendida humildemente, humildemente, para el invento del

amor...

Poeta: Juan L. Ortiz

Título: DEJA LAS LETRAS...

Deja las letras y deja la ciudad...

Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...

Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas

en la azucena del azul...

Yo quiero ser, amigo,

uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal...

o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume...

No estás tú también

un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?

Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla

de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...

Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,

ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla

en celeste de agua...

Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,

invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...

Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias

que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,

apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...

El sol ha bebido sus propias perlas

y hay apenas de ellas una memoria por secarse...

No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...

Viste alguna vez la melodía de los brillos?

La viste ondular, todavía de gasa,

desde tus pies al cielo, sobre el río?

Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca

con unos silencios amatistas...

Y ahora, ahora, torna la vista alrededor...

Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,

capaces, sin embargo, de atraer hacia sí

a las abejas todas del día

y de volver de margaritas a la melancolía más flotante...

No las sientes curvarse bajo un amor transparente

en un hálito de alas?

O es sólo la cortesía más misteriosa

entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,

ante algo que al parecer es la respiración de un dios?

Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:

qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,

sobre un rastreo de tases, serpentino?

Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:

pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...

Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,

pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...

Y ah, a las más sin nombre que se van

con los alambres libres

en una fuga preciosa de piedritas...

Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,

increiblemente miniado de sol en primores casi íntimos

pero que extenúan a la brisa...

Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:

oh, la más dulce sangre labrada por los misterios

para los misterios de las hierbas.. .

Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos

mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...

Y a esos recuerdos de la luna,

aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo

que se busca, a su vez, en su infinito todavía...

Pero no olvidemos, mi amigo,

a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,

delante no se sabe qué sacramento etéreo:

no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...

Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales

con su "pasión" de cielo sobre el susurro trepador:

rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?

Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..

Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso

que van estrellando, se diría, todos los minutos

con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?

Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?

Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo

con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines

sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,

con las navecillas de cita. ..

Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin

de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,

dando no sé qué números de no sé qué otra noche

o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo...

Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?

Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,

se deshace dulcemente?

O qué llamado para el sacrificio, di

de campanillas de humo?

Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar

es el mismo amor que no teme perderse

como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de

corolas...

Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá

de las lianas que tejiera para vencer su abismo,

asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?

Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor

o el otro lado de esa flor,

llama, serena llama, que viviría de su sombra...

Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?

Aquí, lo que llamamos "horror", o lo que llamamos

"amenaza",

sonriendo desde la semilla, se diría,

o equilibrando a las mariposas, si quieres,

con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...

Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,

algo como los honores de un ángel...

Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,

terriblemente dividida, y expedida a la ventura...

Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?

Allí y aquí, a la vez, la condena "de la rueda",

desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...

Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..

Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?

Hay que perder a veces "la ciudad" y hay que perder a veces

"las letras"

para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras

en las relaciones de los orígenes...

O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo

y en esa fantasía que serán...

Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad

para que el poema, deseablemente anónimo,

siga a la florecilla que no firma, no, su perfección

en la armonía que la excede...

O para ser el arpa de Lungmen

eligiendo ella sola los temas de su música,

lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos

o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas

ni lo que dice el viento...

ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..

Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,

con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..

Y el rostro de Ella no escrito,

oh, recién nacido, con unos signos por hallar

y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia

como las mismas, las mismas letras de tu alma...

Pero la viste a Ella,

amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,

Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,

virgen profunda ésta toda aún de cabellos?

Poeta: Juan L. Ortiz

Últimas TardesLa alta mujer dolorosa

venía del sur y estaba muerta,

El cansancio era dueño de su voz

cuando presenciaba la esperanza

creciendo hacia las tardes

en cuya luz indescifrable

el solitario anhelo perduraba

como un reino sin púrpura ni cetro.

Alguien la empobrecía desde lejos.

Ignorando las llaves

que franquean las ricas esperas

y los mecidos cielos,

tal vez era la sombra de una antigua delicia.

Las manos, las manos olvidadas,

las unidas y suaves perdiciones

y los queridos ojos sin codicia,

que ganaban y perdían el mundo,

serenos, y sabiendo.

Recuerdo aquella voz apenada y amiga,

y la ciudad, de pronto, incierta y decaída

bajo un cielo gastado y entre adioses.

Entonces parecía que cesaba una música.

La alta mujer, la rosa desganada,

tal vez aquella tarde

miraba desde un tiempo recóndito y futuro,

y un lúcido silencio se volvía,

un desierto esplendor, un descuidado mundo.

Para que la tristeza tuviera un hombre

yo me ofrecí a esa luz cordial, a esa callada.

Por Carlos Mastronardi

SoledadAspiro el ramillete de los años

Y siento que estoy muerto en cada olvido.

Mis apariencias todas se gastaron

Alguien se iba de mi crepúsculo...

En mis tiempos marchitos hubo puertos,

Y pañuelos vehementes se alejaron...

desconocidas gentes han partido

del fondo de mi ser ya devastado.

Me quedé en la efusión de cada abrazo

y en los adioses layos y secretos.

De improviso me vi como un extraño

con mi presencia inexplicable y sola

Lo ausente habla un idioma que no alcanzo.

Inútilmente dóblanse las tardes ...

Nos vamos deshaciendo en los olvidos,

ya dispersé el recuerdo como un ramo.

Por Carlos Mastronardi

Los mandatos ocultos 

[Publicado post-mortem en La Nación del 24 de octubre de 1976]

 

Trabajo para un hombre insospechadooculto en algún siglo venidero.Sin saber quién lo manda, está llamadoa ser mi realidad y mi heredero.

Mi paso y el de todos los mortalesoigo en una desierta edad futura.Causando estoy las dichas y los malesque aguardan a una incógnita criatura.

Heredará mi sombra y será suyoel dulce afán que mueve aquí mi mano,mas habrá de ignorarlo. Quizá influyo

sobre un sirviente, un juez o un asesinocuyo puñal esgrimo yo, el arcano.Esa oscura maraña es el destino.

 

 

Luz de provincia  

[Fragmentos: las ocho estrofas iniciales y las ocho finales de las 57 alejandrinas, evocando a su Entre Ríos, según la versión publicada en Conocimiento de la noche, 1937]

 

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;

sus costas están solas y engendran el verano.

Quien mira es influido por un destino suave

cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

 

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.

Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,

sus ofrecidas lomas que alegran este verso,

su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.

 

Y las gentes de ahora, que trabajan su dicha,

los vistosos linares prometiendo un buen año,

las mañanas de hielo. Los vivos resplandores,

y el campo en su abandono feliz, hondura y pájaro.

 

Las voces tiene leguas. Apartadas estancias

miden las grandes tierras y los últimos cielos,

y rumores de hacienda confirman lo apacible,

y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol.

 

Gracia ordenada en lomas y en parecidos riachos.

En su anchura, porfían los hombres con la suerte,

y esperan suave fronda y unas tardes eternas

y los dones que piden a los cielos rebeldes.

 

Preparando cada uno los colores del campo,

capaz el brazo, justa la boca, el pecho en orden.

Para el ganado buenos pastajes y agua libre,

creciendo en paz la bestia, la tierra dando al hombre.

 

Lindo es mirar las islas. Una callada gente

en cuyos ojos nunca se enturbia el claro día,

atardece en sus costas o cruza con haciendas,

dichosa en la costumbre y en la amargura, digna.

 

La vida, campo afuera, se contempla en jazmines,

o va en alegres carros cuando perfuma el trigo

cortado, cuando vuelve la brisa a trenzas jóvenes

y el ocio, en la guitarra, menciona algún cariño.

 

[...]

 

Conozco unos lugares que enternecen mi andanza

y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.

Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.

Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.

 

Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,

y un aire enamorado de esa extensa delicia

en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia

la querida, la tierna, la querida provincia.

 

Larga dulzura creada para entender la dicha,

durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.

¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!

¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!

 

Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,

amplitud primorosa  y honor de la mirada.

En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,

y en su tierno abandono mi persona se aclara.

 

¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire

perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!

Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.

Mi corazón es dádiva de su amable silencio.

 

Siento una luz absorta y unos muertos rumores;

reconozco este ocaso perdido en los trigales,

y fuera de los años miro su gracia inmóvil,

su delicado fuego sobre los campos graves.

 

Luz absorta que viene del pasado, y me acerca

unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada

en que anduve más solo por los patios silvestres...

(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).

 

Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto

siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.

Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.

Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.

 

 

Sabor de Buenos Aires 

[Tango, 1966]

Letra: Carlos Mastronardi

Música: Miguel Caló

 

Anduve solo y perdidoen la neblina del barrio.Cuando en cada café y en cada esquinase me ganaba al corazón un tango.

 

Buscando sabor de Buenos Airespasé por unas calles que hoy cambiarony en los mismos cafés vi hombres solitariosque de su juventud vinieron con sombreros,y así nomás quedaronleyendo un viejo diario.Sentí todo el sabor de Buenos Airesllegando del pasadocaminando por las calles de recuerdos palpitantesy en un umbral, sentado, igual que antesoyendo un viejo tango,vi un hombre silencioso;callado, parecía misteriosocantando, era el patrón de Buenos Aires.

Carlos MastronardiAlberto Girri

ANDRÓMEDA

La Andrómeda del Tiempo, impar en la belleza y el agravio,sobre este rudo peñasco ahora escruta largamente hacia unoy otro brazo de la costa,su flor, su porción de vida, condenada a ser alimento del dragón.Muchos golpes y venenos la tentaron y acecharon una vez;pero desde Occidente oye ahora el rugir de una bestia

más salvaje que las demás, más desenfrenadaen sus daños, más inicua y más obscena.

¿Es que su Perseo se demora y la libra a sus vehemencias?Pero él, hollando por un tiempo el aire suave como una almohada,suspende sobre ella que se diría abandonada, sus pensamientos,

mientras, desgarrada hasta la angustia, su pacienciacrece, luego consigue desarmarla, y nadie lo sospechacon los arneses y hierros de la Gorgona, correas y dientes.

De Obra poética IV

CÁMARA OSCURA

Mientras espera que la desnuden,la expresión se esfuerza en desearsea sí misma en blanco y negro,

                      y el ojo cuidadoso acechahasta sorprenderla empañándose,empañada por matices de tensión,físico desamparo.

                  Se trata de cazar,y se trata de robo,                               la víctimalo consciente, sometiéndose,y el ladrón llena de facciones, visajes,su bolsa;

                    no supone angustias, trabajo aflictivo,incomodidad, suceso infeliz.                                pero es un tomar lo ajenodesde artificios que requiereningenio en proporción directacon la propiedad, limpieza,austeridad de recursos,

             y soluciones fortuitas, ocurrencias,"Improvisación creadora", diríade su pillaje el que aquí, súbito,se decide a atacar cubriendolas lentes con tules, muselinas,                       y en el incomparablemente jovenperfil modela por distorsionesotra carne, helada y luminosa,                             placidez de máscara noh,                             ascenso a lo andrógino.

De Obra poética IV

ELEGÍA EN VIDA

Intenta dibujar un leóny logra un perro,

cuando siente hambre creecalmarla dibujando pasteles,

si dibuja una serpientele agrega patas,

al concentrarseen un grano de mostaza, cabezade alfiler que crece en arbusto,dibuja una higuera, lo estéril,leño seco destinado al fuego.

                De preguntársele por qué,hallaría que son confesiones, desajustesdocumentando sus fallas,                                         un orden visualpara simbolizarlas,

                         primero la imagende su débil fuerza en las ambiciones,luego la de su vocación por lo ilusorio,luego la de su placer de deformar,

                               y en conjunto la imagende su extravío, incapacidadde ofrecer frutos legítimos,                       tal un árbol que no los daasí haya estado siempre junto al agua.

De Obra poética IV

EN LA AGONÍA ROMÁNTICA

En el mismo escenariodonde hasta avanzado el siglolos enamorados todavía se buscabany estrechaban por lo idílico,                                                    posándose"cada día sobre la ramitaque puede morir",                                elevóse gradualmente un marcode gustos crepusculares,                                                       por las prostitutas de lujo                                                       titilante rococó,                                                       baudelaireanas correspondencias,

      y allí acechabanlas Lou Andreas Salomé, Alma Malher,proponiendo que a partir de sus romances,

exaltación de luminarias en ciernes                                             (el casto Nietzsche, Rilke el joven,                                             atraídos hacia la órbita de un texto                                             diáfano y a la vez temible),caducarían todos los estereotiposfemeninos hasta entonces conocidos,

                                              y en trance ya de esfumarse                                              para siempre hasta el más leve                                              rastro del bíblico infundio                                              que asegura que la mujer no tiene                                              potestad sobre su cuerpo.

De Obra poética IV

LA SOMBRA

De algún modo soy tu cuerpo,me designo en él, me quemaen la mentira útil como un remo,en la desgracia y la amorosa luchaabriendo los huecos de su máscara.Pero no me lo permitas,no me dejes ser sólo tu cuerpo.De algún modo soy tu cuerpo,cuando la rica, inexplicable sangre,transcurre en medio de representaciones.Y lo seré hasta que cenizasacaricien tu prestada, última parcela.Pero no me lo permitas,no me dejes ser sólo tu cuerpo.De algún modo soy tu cuerpo,la opresión que difunde me sostiene,y no en otro descienden las palabras,urde la disculpa el vejado sermónpor nuestras pasadas facciones.Pero no me lo permitas,no me dejes ser sólo tu cuerpo.De algún modo soy tu cuerpoy si en atención a su dañina menguame cuido bien de mirarlo como esencia,¿Con qué prodigio, incisivo milagro,percibiré tu pasión cuando lo excluya?Pero no me lo permitas,no me dejes ser sólo tu cuerpo.

De Obra poética IV

LÍRICA

Lo no previsto,lo que con nombre de sarcasmo:                         novísima luna de miel,arrastras por dentro,           y que afuera, juzgado y aisladodesde ciencias del comportamiento,merecería rótulo más cierto,                                        el de novísimaerotización del vínculo,transparente caso, muy sabidode acuerdo con estadísticas,noticias sueltas, cuadros personales,                                  y que tan por sorpresacomo se instaló se revertirá,

                    una tardíaexaltación que en la casi penumbra,receptáculo de los desposados,toca a pagar, te tocacorresponder con el recelo de que acasono transcurriera sino en ti,                                        y ella intacta, lo femeninoexaminándote, sobrepasándotea fuerza de no conocer altibajos,                        la femenina complacenciade resistirse a transformacionesde alta tensión y débil intensidaden baja tensión y gran intensidad.

De Obra poética IV

OÍR UNO SU PROPIA SOMBRA

Repeticiones inútiles, verbosidaden pleonasmos, redundancias,tautologías,

                   garrulerías en las casasamadas amando hasta el mirloque sobre ellas habla,

                                 ruidos continuadosaislándote, los arrullospor sentimientos melancólicosdel tiempo otoñal,

                              cantinelas ensalzandoimposibles concordias:                                           que al agua del pozole sea dado invadir la del río,                                            que la cosecha pasaday la nueva se unan.

Es mantener abierto el pico,no puedan las palabras obstruirlo:                               como leznasdentro de una bolsa(acaban por romperla).

Es el anversodiáfano de la vida suavizandolas áreas hostiles,                     la de los ojos turbios,balbuceos lastimeros, orejas calientes,vértigos de borrachos.

Es tu cotidiano ensayar,                     mientras no suena la campana,

                                 no se haya ido la arena del reloj,cómo hacer con discursos de aireque el mundo de los felices

y el mundo del desdichadono parezcan distintos.

De Obra poética IV

PARÁFRASIS

Lc. 11, 5

Mejor vecino cercaque hermano lejos,para cuando, de improviso,en tardías horas pedirle el pande agasajar a tus amigos,               y te respondacomo quien se libra de un importunoy no cae en descortesía, desvergüenza,               y aunque tuvierasque golpearle con tesón, no dejartedespedir, asustar desde palabras duras,              hasta que por tus manos abiertas,rejas alzadas ante los ojos,se filtre esa luz de la dádiva,tus pasos atravesando cerrojos,reverberación de tus voceshaciendo que tiemblen los cuartos.

De no ser así, ¿lo llamaríasvecino, o siquiera medio vecino,                 creerías en tu oportunidad,si no escrita, insinuada por el Evangelista,de que al contar lo recibido, panes y no piedras,haya de haber un número mayorque el que rogaste en préstamo?

De Obra poética IV

PERO SÓLO SON PENSAMIENTOS

Sólo los pensamientosde quien por haber cedido a la fascinaciónde idiotas de las familias, retratarlossin la caridad que provoca amistades,se lo recrimina visualizándosecomo algún Tolstoi chino, maestro de almas,lo cuestionaría y reflejaría,contrahecho, lisiado,hombros que se levantanpor encima de su cabeza, mentónen descenso hacia su ombligo,dedos de más y de menos,esforzados inclinarse de adelante atrásremedando una actitud que propiciala cavilación:                           "Estoy en dificultadesporque tengo un cuerpoy es mísero.

                       Cuando me falte,¿qué dificultades podría tener?"

Pero sólo pensamientoscomo tantos, un irse anticipandoal morir y la muerte,a la sorpresa del miedode morir y la muerte,                       como los tanteosque en el pensamiento de Ivan Ilichdetectaba Tolstoi.

De Obra poética IV

POEMA CON UN POEMA

        Del emperadorque desvalido se adormeceen su jardín,                         tiene algo esteanciano a quien súbitamenteel deseo,                  huésped no invitado,vuelve, persiste en sacudirlo.

También se amodorra,y los dos son como gatos,                                           no les importa                                           sino sobrevivir;

                      pero en su precario retiroel viejo no enhebra canciones,y en lugar de ir entreviendoejércitos que incendian y destruyenconcita sobre él un retornoen procesión de bellezasahora agrias,                          cada cual mostrándolela forma de un triánguloallí donde hubo un sexo,                         todas                         semejantes                         a las tardías flores                         que en el imperial jardín                         aguardan el invierno.

De Obra poética IV

PRIMAVERA DE SUFÍES

El océano hablando,                    en espumas, gotas,disímiles instante a instante,pero una sola agua,                           y las lenguasde pájaros, flores,                            el halcón

al relatar sus paseos acompañadode los cuervos,                            el ruiseñor, alabanzainfinita de la rosa,                         la paloma que preguntapor el camino hacia el amado,                     y la cigüeña, su piadosadisposición: "Tuyo es el reino,tuyas las loas a Dios",                            y el vocearde hojas, pétalos,                                la violetaen hondos azules, el narcisode ojos lánguidos, tulipanes,el enrulado jacinto.

Sí, lo múltiple,                            en nombredel que no tiene nombre,múltiple y uno,                            el que en eternasoledad era oculto tesoro,y procuró que lo conocierany creó el mundo.

Sí, nacidos de élocéanos, pájaros, flores,y para que con lo que dicentejamos la tela que nos viste,bebamos el productoque destila lo que dicen.

PUERTAS ADENTRO

Como Blake con el tigre,en tu gato no atiendesa uñas, lengua áspera,poblados pelos largos,estrías blancas,lo que provocas desde confusahermandad, la pretensiónde que en su vigor está el tuyo,y de acercarleelusivos discursos, soliloquiospara un no favorableni adverso ánimo,sin cooperar, sin airadamenteestirarse indicando que apenascerraste postigos, cortinas,él ya captó,tu agitar antipatías, infatuaciones,prontuarios de la menuda hojarascaque en la sagacidad animalpudiera disolverse,apremiopor alguien que se mantieneatado a su especie,

alcanzarel par donde apoyarte, tu correspondiente;como Blake y el tigre,Poe y el cuervo,Basho y la rana,recluyéndote a pedirel benigno, consolador ajustede tu aliento, fatigoso golpe, desazón,y la prescindencia del libre, que no juzga.

QUE TU MIRADA VAYA...

Que tu mirada vayadejando de separarimpresiones sensibles, afectivas,de las meras formas,                      y resbale, no coherente,a despojar de relieve lo que encuentre,

                    indicaría cómo pierdesel dominio sobre ella,                            paralizado tambiéntu cuerpo en lo que hasta ahora fue:                               manifestación y participación,                    y en suspensola rutina del hablar y el pensar,la exigencia de que hablary no pensar no se puede,                               ni pensar callando.

Y más aun haría patenteun empezar a abandonartea lo suelto y espontáneocomo viento, como corriente,                               viento y corriente,no ya situaciones fijas, inmovilidad objetiva,

no ya dilemas,                                sino un calmo estaren el que te permitas vertecazando pájaros con redes,liebres con gestos,                                irreflexivamente.

EL OYENTE ATENTO

El inerme emperadorse amodorra escribiendo poemas en un jardínmientras sus ejércitos matan e incendian. Pero nosotras,en la pobreza sin amor, conservamos alguna relacióncon la verdad del infortuniodel hombre: dicenlas tardías flores, no dañadaspor los insectos y sóloa la espera del frío

De Homenaje a W. C. Williams, 1981

Oro y GrisLeón Benarós

(tango con música del maestro Mariano Mores)

Caía en oro y gris el día azuldel hondo abrilen que llegaste.Tal vez lo eterno fue de nuestro amorel llanto aquélque derramaste.¡Divina criatura musical...!¡Asombro fielde tu mirada angelical!Y tu melena, como un cálido trigal,iba encendiendo sin querera mi sereno atardecer,que iluminaste.

¡Qué breve fue la florde tu ansiedad y tu temor,en nuestro amor!¡Pequeña mía,sentimental,ardiente rosade mi rosal:estoy poblado de tu ausencia,y este dolor me hace feliz.La calle es niebla y cerrazón,y, mientras digo mi canción,lloviendo está en mi corazón,en oro y gris...

La DespedidaPublicado en Antología Poética 1998 - León Benarós

(poema sinfónico con música del maestro Carlos Guastavino)

Pampa toda donosurajagueles míos, aguadas,lomitas aquerenciadasy de pareja lindura:¿Cuándo, madrugada pura,

me verás de vuelta? ¿Cuándo?Trébol de olor, pasto blando,aromita del bibí,pagos donde yo nací:adiós, que me voy llorando...

¡Qué cielito para cielo!¡Qué brillador estrellaje!¡Qué dadivoso el paisajede su verde terciopelo!Como galopando en peloEl viento del sur venía.La pamperada subía,Azotando el totoral.Me voy, para bien o mal.¡Hasta verte, tierra mía!

Tu viento hace estremecerde gozo las hierbas finas,y vuelan tus becasinas,como anunciando el llover.Todo es callar y aprenderla lección que me estás dando.Tu alma es un vivir lerdeandoentre frescor de rocíos.¡Adiosito, pagos míos!Adiós, que me voy llorando.

Aromoso biznagal,Flamenquerío rosado,Plumerito empenachado

de cortadera, juncal;Estancierío cabal,laguna, que es un espejo:con mi tristura me alejo.¡Ah, días de un tiempo hermoso!Arroyito alabancioso:me voy llorando y te dejo...

Lindo tiempo en que mis díasverdeaban, como los pastos.Eran oros...Para bastos,hoy bastan las penas mías...Adiós, madrugadas frías,campitos de pasto ralo.A su primor me resbaloy me recuesto en su amor.Esos días como florse daban del mismo palo...

Búsquenmele comparanciaa semejante hermosura.Encuéntrenle coyuntaraa las costumbres de estancia.Los días y su constancia,su sereno transitar.Los trigales: el linar,cielo que se toca y ve.Tierra a la que me amigué:¡nunquita te he de olvidar!

El rostro inmarcesiblePublicado en El rostro inmarcesible 1944 - León Benarós

(poema inspirado en su esposa Emma)

Como a un país de eterna lumbrellegué a su rostro inmarcesible.Su claridad resplandecíasin horizontes y sin límites.Inabatible, como un árbolde profundísimas raíces.

Nunca sentí la voz crecidacomo en su fiel correspondencia.Era un nombrar las cosas vivaspor su razón y por su esencia;el equilibrio serenísimodel corazón y la cabeza.

Para su gracia no rodabanlas estaciones y los días.Hasta las márgenes del tiempoen él limaban sus aristas.Sus riberas eran tan dulcescomo curvadas sus orillas.

Honda y radiante era su estrella,de la pureza más legítima.

A su perfil resplandecienteninguna sombra oscurecía.De las fontanas más preclarasbrotaba -excelsa- su sonrisa.

Cuando llegó, las nubes altasse parecían a su rostro.Memoria de ángeles traíaen lo sereno y armonioso.Un aire grácil y levísimole dibujaba los contornos.

De su tendencia a lo celeste-angelical- se alimentaba.Estaba en hermandad de cielo,como los pájaros y el alba.Daba estatura al claro cantoy esclarecía la palabra.

Fundaba el alba en lo más hondo,en prodigioso ordenamiento.Se manejaba entre las cosascon sus señales y misterios.Para invocarlas, elegíanombres desnudos y perfectos.

Las anudaba en sus orígenes,en sus regresos y sus fuentes.Su impar alquimia combinabalos escarlatas y los verdes.Rosas de eterna lozaníaamanecían en su frente.

Sentí poblarme de cancionescomo el almendro en primavera.Hasta los aires daban floresde encantamiento y de inocencia.El viento estaba de aleluyascomo las plantas de hojas nuevas.

Sólo por él, por su hermosura,mi corazón tañe sus cuerdas.En alabanza de ese rostromi inspiración se manifiesta.La luz que alumbra mi palabrade su mirada se sustenta.

En las Estrellas del CieloPublicado en Décimas Encadenadas 1962 - León Benarós

Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.Garcilaso.

En las estrellas del cielosólo tengo mi alegría,

las noches se me hacen años,siglos se me hacen los días.

IDe lo dulce despedido,de lo querido alejado,

de lo triste frecuentado,de lo pasado dolido,

buscando alivio y olvidoen las aves y su vueloo procurando consueloen la bóveda estrelladahallo una dicha callada

en las estrellas del cielo.

IIAllí la Cruz del Sur vi,

pálida y bella. Allí el laurorojiclaro del Centauro

con delicia conocí.De Antares establecísu total soberanía.

Sirio me mostró la fríapalidez de su fulgor.

En ellas y en su clarorsólo tengo mi alegría.

III¡Qué dulce fidelidad

la de sus luces durables!¡Qué bálsamos admirables

los de tanta claridad!Cuando por adversidadse tornan cielos hurañosy en nubarrones tamañoslas duras tinieblas crecen,las horas se me oscurecen,

las noches se me hacen años.

IVA mudanzas y desvíos

sus fieles luces opongo.Su persistencia propongo

a cambios y desvaríos.Como solitarios ríos

de luz, algunas, ya frías,de su sustento vacías,

aún su lumbre hacen llegar.Para medir su alumbrar

siglos se me hacen los días.

La Tempranera1963 - León Benarós

(zamba con música del maestro Carlos Guastavino)

Eras la tempraneraniña primera, amanecida florSuave rosa galanala mas bonita tucumana.

Frente de adolescente,gentil milagro de tu trigueña piel.Negros ojos sinceros,paloma tibia de Monteros.

Al bailar esta zamba fueque, rendido, te améEras, mi tempranera,de mis arrestos prisionera.Mía ya te sabíacuando, por fin, te coroné.

Era la primavera,la pregonera del delicado amor,Lloro amargamenteaquel romance adolescente.

Dura tristeza oscura,frágil amor que no supe retener.Oye, paloma mía,esta tristísima elegía...

Al bailar esta zamba fueque rendido te améEras, mi tempranera,de mis arrestos prisionera.Mía ya te sabíacuando, por fin, te coroné.

TierraPublicado en El Río de los Años 1964 - León Benarós

Ella nos dice la palabra viva,nos guía por un rumbo iluminado

y nos muestra el camino señaladopara la perfección definitiva.

Para su mundo de laurel y oliva,para su pobre mundo ensangrentadova, puro y redimido de pecado,el triste corazón, a la deriva.

Ella nos amortaja con su veste.Su oscuro reino de milagro y cienoabarca Norte, Sur, Este y Oeste.

Nos da la clave de lo ultraterreno,el signo impar, el número celestepara que regresemos a su seno.

Ruidos NocturnosPublicado en El Río de los Años 1964 - León Benarós

Tristes maderas, vidrios o sufrientes herrajes,anillos, foscas piedras, caracoles marinos,lamentan en la noche sus contrarios destinosy buscan sus orígenes, extraños y salvajes.

Entonces suben himnos ocultos, homenajesdonde los mares lloran. Y sollozan los pinospor humilladas mesas y estantes anodinos,cruelmente separados de troncos y ramajes.

Y un motín de murmullos eleva sus clamoresde sospechosos y altos, graves aparadores,y de crujientes cómodas y muebles taciturnos.

Y con el alba tímida, súbitamente callanY de nuevo en las sombras, en su lamento estallan,y la palabra inician con los ruidos nocturnos.

QuevedoPublicado en El Río de los Años 1964 - León Benarós

¡Ay, qué sabor de amarga certidumbre!¡Qué tendido y unánime sosiego,de duradera paz te da costumbre!

¿Cómo pudiste, inabatible fuego,sol eminente de la lumbre hispana,al estado mortal rendirte luego?.

Príncipe de la lengua castellana,tu voz admonitoria se nutría de otra soberanía más arcana.

Donde el ánima tuya debatíacon Dios sus fuertes dudas y pavores,tu lengua el eco inmenso repetía.

Temor de cautos prevaricadores,burla de quien codicia hizo cuativo,de mentidos hidalgos y señores.

¡Oh, gran señor de verbo corrosivo,cuya palabra es lúcida sentenciaque llaga y matadura deja al vivo!

Tú mismo te dictaste penitenciacuando de la nación de tus mayoresmostrar quisiste carie y decadencia.

¿Quién, mordido por lívidos rencores,en cárcel de inundable monasteriote colmó de penurias y dolores?

Allí, sin acallar tu ministerio,por tu mano, a las llagas que sufríaspusiste, sin temblor, hondo cauterio.

Al término llegaste de tus díasy ya, como pavesa temblorosa,la hora final a que el descanso fías

arribada también, quizá dichosapara quien gloria y esplendor trocaraen condición tan dura y ominosa.

Una estrella del cielo se borrara.Tronaran nubes de tormenta fiera.El sol, avergonzado, se ocultara.

Pues alma de grandeza tanta, no erapara soltarse sin clamar a voces,así de abandonada y extranjera.

(¡España, España! ¿Acaso no conocesque tu mayor testigo deja el mundo,segado ya por implacables hoces?).

Apenas viste el sol, Si moribundola sombra te dejó, no a los metalesde tu alta voz, la de órgano profundo.

Contra la flaqueza y condición mortales,nadar habrás sabido el agua fríade la oscuras ondas eternales.

Si altísima pasión te consumía,oponer pecho firme y animosofácil a tanta sombre te sería.

¡Oh, por sobre la muerte memorioso,infinito amador desmesuradoque ni al polvo del polvo dió reposo!

A tu secreto diálogo entregado,ya te será la tierra confidentede cuanto ardor te desgarró el costado.

Más que la luna pálida tu frente.Y más que el sol, deslumbrador, tu nombrecrecerá con el tiempo y su corriente.

Se medirá por tu estatura el Hombre.

Los árbolesPublicado en El Río de los Años 1964 - León Benarós

Dioses callados, huéspedes dichosos,trofeos, enterrados homenajes,desde sus días altos y salvajesal sol se orientan, de su beso ansiosos.

Ramos les dan los días misteriososy una embriaguez total, en verde encaje,les cuelga de los vívidos ramajesflores de perfección, frutos hermosos.

Felices ellos, pues que su porfíade cárcel vertical, en las serenas

tardes es fiel al rito de su día.

Pero yo, extraño de hábitos y penas,¿qué luz he de poder decir que es mía,inmóvil de presagios y cadenas?

Naturaleza de la CebollaPublicado en El Bello Mundo 1981 - León Benarós

Desde un orden concéntrico de alabastros desnudos,las naves de una clara catedral se levantan,destinadas a un culto de salud perdurable.

Ella inclina a un costado la pesada cabezareboza con un velo su interior de magnolia,fomenta francamente sus jugos categóricos,que hacen tersa la piel lunar de las mujeres,y es llamada a su sino de feria y malecones,a su honda vocación que la inclina al gentío,buscando el maridaje del pan y del aceite.

TiempoPublicado en ... - León Benarós

Ay, tiempo, que nos reducesnos menguas y simplificasy en el lecho de la Nadanos tiendes y sacrificas.

¿Sucesion interminableo inmovil eternidad?Nos mides y nos señalasla hora de la verdad.

Si alguna piedad te quedaconvencenos de volver.Concedenos un instantePara expresarnos y ser.

14  Fruto de dos mitades,una creciendo en lo amargo,otra en lo dulce.Fruto tal vez de más de dos mitades, cuya madurez parece estar afuera,en una boca sin gustoo en el reencuentro de la savia por abajo,antes que el tronco la suba.Fruto que ignora su árbol,quizá porque no hay árbolpara tan difícil fruto.La tómbola del airelo acierta en la quinta estación,la que está por debajo de las temperaturas. Roberto JuarrozJONÁS EL POETA  ¿Esa agua, dónde acaba?¿Dónde comienza la infinitudque anega, la impalpable espumade la luna perdida en el oscuro espacio que habita el corazón de la luz? ¿Amanecerá el canto que dilatael silencio?¿La voz en otra voz en otra voz, herida la voz en la heridaque navega y tiemblaen el océano inmenso,se resumirá en la vozque habla en uno y uno hable?Las palabras son esa pelambrede grasas verdes y olas trastornadas como víboras,que claman con los ángeles. Basilio Uribe

Dear me Basilio Uribe

Luego de ponerse argirol en los ojos,Edipo pensaba:(veían —él— amarillo,y —los espectadores— rojizo)— Ahora oigo el silencioque hay en el sonido.Caía una lluvia mansahabilitando otros planos,distancias y transparenciasapenas advertiblesy sin embargo precisas.— Ciudadanos de Tebas, helenos, porteños,pensémoslo:ambiguo es el destino.

Jorge CalvettiMAIMARÁEste es mi pueblo.Su nombre quiere decir: “Estrella que cae”. Hasta aquí llegan pocas noticias del mundo. Recibo cartas de mis amigos; me dicen que todo marcha bien, que en algunos países se vive una vida verdadera Y que en otros, la esperanza crece. Yo no sé nada. Me alegro por momentos Y me encierro otra vez en mi pueblo.

Todo se habla de soledad. El viento sacude las noches como árboles. Los mismos pájaros despiertan las mismas mañanas. El tiempo golpea las casas Y las casas golpean contra el tiempo.

Aquí he vivido mi infancia. Era feliz. Ignoraba hermosamente la vida. La infancia... Los recuerdos más viejos vagan por la memoria, como doña Melchora por el pueblo. Tiene ciento cuatro años. Habla sola, como los recuerdos. Cuando me ve, me dice: buenas tardes maestro... Aquí estoy, Buscado y dejado y encontrado por el amor. Pero no crea que puede hablar de soledad. Todos tenemos mucho que hacer en el mundo y no hay tiempo para estar solos. Es que el futuro está subiendo desde el fondo de la tierra,

Lo veo crecer en mi hijo. Mira con los ojos de mi hijo.

Sí, ya lo sé. Son hermosos, los carnavales y los pájaros y la fastuosa inocencia de los pájaros... Pero sé también que el canto y la alegría y el coraje de muchos amigos del pueblo están durmiendo en una botella de vino ¡y nosotros tenemos mucho que hacer!

Yo por lo menos, Trataré de luchar con mis palabras. Tengo que decir a mis amigos que no estamos solos y que debemos trabajar para que el mundo sea mejor.

Este pueblo es muy chico. Un carnavalito puede envolverlo. El golpe de un caballo es demasiado para él. ¡Qué hermoso sería levantar su estrella y llamarnos, con verdad, hermanos en un mundo sin justicia!

Mi pueblito es muy chico. Así deben ser todos los pueblos chicos del mundo. Por la calle de mi casa veo pasar la vida; La desgracia, el amor, la humildad, los borrachos... Pero creo que nadie piensa en nadie. Nadie sale de sí mismo. Todos casi todos, están ahogados en ellos mismos y es necesario cambiar. Aquí sigue todo igual...

Si subiera a las cumbres, estoy seguro, vería pasar los años como esos perros que acezando y husmeando el miedo pasan interminablemente ocupados en sus sensaciones y eso no puede ser, ¡no puede ser!

HABLA UN SOLDADO DE LA CONQUISTAVine porque me pagaban y yo quería comprar espadas y mujeres. Vine porque me hablaron de montañas resplandecientes como un atardecer en el mar y con el oro con que me iba a vestir cuando volviera. Pero sólo encontré flechas envenenadas, humedad y mosquitos. Conocí el terror, noches sigilosas, indios vestidos con su belleza siniestra, la fuerza de una tierra que nos doblegó como la sed a los animales, y la móvil mortaja de la selva. A bordo alguien habló de "honor". A bordo hablaban y rezaban con lentas manos sobre libros de oro. Con esas manos se ayudaron el grito y la desesperación; con esas manos escarbaron la tierra que nos iba a cubrir. Alguien habló de "historia" y de "futuro"; yo sólo pienso en lo que perdí. Creo que todo es igual, las mentiras que nos dijeron y las verdades que encontramos.

Siempre habrá tontos que vivirán de palabras, y siempre el mundo mezclará en la misma indiferencia la vida, que en el olvido crece, la gloria, que se arrastra, y la codicia laboriosa de la muerte.

José María Castiñeira de Dios

Yo he de volver como el día

para que el amor no muera

con Perón en mi bandera

con el pueblo en mi alegría.

¿Qué pasó en la tierra mía

desgarrada de aflicciones?

¿Por qué están las ilusiones

quebradas de mis hermanos?

Cuando se junten sus manos

volveré y seré millones..

José María Castiñeira de Dios, 1962

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal  

Doctor José María Castiñeira de Dios

No con llantos ni pena te despido, maestro.

 Yo no sería digno

de tu pedagogía

si tan sólo una lágrima de amargura o de sal

derramara en tu muerte.

 

Allá entre las billardas de la infancia me diste

una lección alegre como el rostro de Dios

y rompiste en mi crisma

las albricias de] júbilo.

Entonces me dijiste:

la muerte es un viaje

del nacer, una alegre

travesía hacia el día de la resurrección;

que lloren los que quieren

viajar sin pasaje,

sin pagarle al Señor sus peajes de amor;

esos son saltamontes o «colados» del Cielo.

 

No sé si estas palabras

fueron tuyas o mías;

brincan ante los ojos absortos de mi alma

como el gozo del fuego

o como el resplandor de los relámpagos

en la celebración de las tormentas.

 

Es que, caro maestro,                           

no me sentaste en vano sobre tus dos rodillas

—las del alma y del canto—

en esos patios escolares

donde te tuve a tiro

y solté de mis hondas los versos iniciales

que te hicieron mirarme con lástima y amor

porque nacía ante tus ojos

un destino de llanto.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

   II

  Perdoname si ahora

me apeo del respeto protocolar que siempre

te rendí con el gesto de un aprendiz machucho

y entro familiarmente a tutearte y palmearte,

ya que somos dos muertos:

vos andás remontando tu ascenso hacia la vida;

yo llevo en las valijas del alma el contrabando

de una muerte ordinaria.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  III

  Y ahora mano a mano, maestro,

hemos quedado.

 

Parlemos de las cosas que acamalamos juntos

con ese amor indescifrable

del ebanista y la madera;

la Patria, por ejemplo, que nos hurtó avarienta

sus lujos litográficos.

No fue para nosotros esa gorda gloriosa

de las viejas estampas;

de niño me mostraste sus pechos verdaderos

reventones de espigas y carnaza;

su leche, me dijiste, sabe a mieles y acíbar.

 

La Patria fue en tu sueño

de alfarero una tierra de moldear día a día,

fue «un dolor sin bautismo»

y una alondra en la espera de su primer gorjeo.

 

La Patria, me dijiste, «ha de ser una hija

y un miedo inevitable».

 Y yo te vi abrigarla como a una niña pobre,

desnuda en su pavor,

como si presagiaras

la muerte numerosa que cayó entre los nuestros

y el castigo impiadoso de las persecuciones.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  IV

  También te vi reír

junto a los asadores

y saltaba tu pipa, como un clown, en tu boca,

mientras templabas la amistad

y su hierro candente

con la sabiduría

de tu abuelo el herrero de las aguas cantábricas.

 

Y te vi engayolar, febrilmente, a las Musas

en tu exilio porteño

de la avenida Rivadavia, solo con Elbiamor,

cuando ardían las hojas de tu otoño y caían

las últimas escamas de tu vida ordinaria

y empalomabas las palabras

en el edén que te inventaste

para rajar del mundo.

 

(Mi responso no quiere

 ser un paño de lágrimas.)

  V

Y yo te vi, maestro

de guardapolvo blanco,

acariciar las ancas de la Patria en los mapas,

y te vi cabalgar su hermosura piafante,

firmes tus piernas sobre el lomo arisco,

calzados tus talones con espuelas de bronca

como si la incitaras a saltar,

tensa en su exaltación, hacia días mejores.

 

Cuarenta ojos infantiles

eran tus aparceros y argonautas

en esos días escolares,

y yo estaba entre ellos

y te rodeaba con mis brazos como a un árbol sonoro

para robar tus frutos

y el rumor de tu sombra.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  vi

  Recuerdo aquella tarde

cuando el sol dibujaba sus rayuelas brillantes

sobre los patios grises de la escuela de Trelles:

yo te vi levantar los dos brazos al cielo,

y eran como aleluyas,

y eran como dos naves con las velas al viento,

y eran, tal vez, dos aves que soltó el Paraíso.

 

Y entonces me dijiste:

Has de saber, muchacho,

que tendrá más espinas que flores tu viaje;

que el poeta es tan sólo

un voceador de Dios, y tu oficio es vocear

con un gesto de garza

que juega el equilibrio sobre una sola pata.

 

Has de saber, Joseph,

esta regla dorada de la Hermana Pobreza.

 

Ahora despepita

las uvas (¡y están verdes!)

de la risa y el canto;

tenga tu marcha el aire de un caballo pasuco,

bello como la estampa de un pájaro que hablara

y lánzate hacia el mundo: ¡toda la luz es tuya!

 

Yo escuché esas palabras como una epifanía;

aún las guardo, entre migas de pan, en mis bolsillos

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  VII

  Desde mis muchos años

puedo dar vuelta al tiempo, su clepsidra de arena,

y verte como acaso me viste y contemplarte

como un hijo que advierte que su padre es un niño

en los pañales de su corazón,

y quiere preservarlo

de penas y dolores

y limpiarle de piedras el camino y pedirle

que se cuide de todo

y especialmente de la vida

y de su herida absurda.

 

¡Ah, si acaso pudiera

desovillar el tiempo!

 

Tal vez te aconsejara

retornar al exilio

y montar nuevamente

aquel centauro inaugural

que un día jineteaste

bajo el signo imperioso de nuestra Cruz del Sur.

 

Tal vez te aconsejara

partir de nuevo, Adán,

a reventar la noche

y alborear esas calles que dan a los suburbios,

para alzar del olvido sus destinos frustrados.

 

¡Ah, si acaso pudiera

librarte de maldades,

para que sólo fueras

esa guitarra ardiente

que rasgueabas en medio

de un colmenar de sordos y transeúntes distraídos!

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  VIII

  Ha llegado la hora de decirte «hasta luego».

 

Quiero, amado maestro,

dejar así las cosas como fueron y son

—«sólo es fatal en nuestra patria joven»—

y alzar mi vaso lleno de buen vino carlón

y decirte: Maestro,

¡hasta que llegue el día

de juntarnos allí donde nadie hace sombra!

  (Buenos Aires querido,

guardalo en tu memoria.)

  © 1990 by Editorial Fraterna

Réquiem para Juan Domingo PerónDe José María Castiñeira de Dios

La noche tiene el peso de una lágrima inmensay el color de una pena que jamás conocimos.Hemos quedado en medio de esta muertecomo niños perdidos Dios sabe en qué caminos.

La pena nos hermana; y al mirarnos los ojosvemos en otros ojos un dolor compartido.Bajo el aire cruzado de la noche y la lluvia,se acongoja en los rostros una angustia sin gritos.

Es como si de pronto, bajo el arco del cielo,la Patria se nos fuera muriendo entre los cirios.Todo el dolor del mundo se arrodilla en nosotrosen esta noche oscura del destino argentino.

Hierático en la muerte, como no lo fue en vida,contemple, General, un dolor sin consuelo.Esta ha de ser la gloria que Dios brinda a los justos,merecer en la tierra las lágrimas del Pueblo.

¿Acaso no supimos que su muertesería como un tajo implacable,partiendo en dos el tiempo?

¿O, tal vez, no quisimos pensar en este instantepara cerrar los ojos al designio del Cielo?¿O, quizás, no creímos que Dios lo llevaríaasí desencarnado, como nos fue devuelto?

En la noche enlutada tan sólo nos responden,con su idioma cifrado, los llantos y el silencio.Aquí están, nuevamente, las antorchas de octubrequemándose en el llanto de los descamisados.

Y los héroes del Pueblo, mártires de su causa,vigías imperiosos de su claro mandato.Y están quienes negaron su divisa y su empresa;y están quienes cercaron su exilio solitario.

Reunidos por la muerte, juntosy en una misma soledad hermanados.¿Cuántos seremos dignos de su vida y su muerte?¿Cuántos seremos fieles a este sueño truncado?

La Patria está expectante, como recién nacida,y el destino la mira con sus ojos llagados.Más allá de su muerte, la Patria es una esperadesbordante de enigmas y de augurios preñada.

Más allá de su vida, la Patria es un mandato,una lucha creciente, una clara esperanza.¿Qué haremos sin su guía con esta Patria huérfana?¿Qué haremos sin su rumbo con la Patria acosada?

Si la muerte del padre fortalece a los hijos,no habrá maldad del mundo que pueda avasallarla.Estará para siempre coronada de gloria,más libre en su grandeza, más justa y soberana.

¡Qué Dios nos lo demande si cedemos un paso;la Patria es la fatiga de una eterna batalla!Duerma, mi General, en las manos del Cieloy en este amor unánime del Pueblo que lo llora.

Descanse para siempre, después de tanta lucha,de exilios, de amarguras y pruebas dolorosas.Ha llegado la hora de estar solo y alzarsecomo un mástil de fuego sobre el haz de la tierra.

Ha llegado el momento de ser, multiplicado,la causa y el destino de una lucha gloriosa.Porque fuimos sus fieles, seremos sus custodios,unidos por la fuerza vital de su memoria.

Porque somos su pueblo, seremos su milicia,hasta que rompa el alba de la nueva victoria.

José María Castiñeira de Dios

[El autor del Réquiem a Juan Domingo Perón supo manifestar que le fue "dictado" por el dolor que causó a los argentinos la muerte del General, hace hoy 30 años. También a un verso de Castiñeira de Dios pertenece la frase "volveré y seré millones", tantas veces atribuida a Evita. Tal vez no exista mayor logro para un poeta que un pueblo haga propias sus palabras]

Publicado por Agenda de Reflexión el Julio 1, 2004 01:25 PM |

Alfonso Solá González

No te verán los frutos otra vez..

Ni el verano

de las islas que ordena el Ibicuy.

Ni el aire" (Cantos a la noche)

La casa muerta-Elegía-1ra. parte

Así me gusta verte oscura llama /

con cielo gris sobre la despedida: /

con lluvia lenta y desgajada rama. //

Así me gusta verte ¡oh luz perdida! /

una flor en lo alto y caminando /

sobre los grises ramos de la vida. //

Así me gusta verte, abandonando /

la rubia rosa a la paloma inerte, /

la rosa ardiente al caminar llorando. //

Lágrima. Otoño. Así me gusta verte, /

pasando lenta sobre los helados /

y profundos caminos de la muerte.

(La casa muerta-Elegía-1ra. parte)

Canto a Reynaldo Ros

Sólo podré mirar algún día tu piedra /

en un ocioso cementerio y el arroyo /

que pasa entre los muertos como un ángel. //

Ni la victoria regia será de ti regalo, /

ni los frutos que ofrecen los frutos litorales, /

ni el paso de la vida que mirábamos juntos, /

ni el verso que traías en tus oscuras manos /

diciendo que eran bellos el día o la pobreza. //

No son los ríos los que mueren. Somos / apenas un sueño junto a un río eterno /

que arrastra tardes victoriosas, luces /

apasionadas entre lentos barcos. //

Detrás de la isla/

Puente tus manos prodigiosas /

no enseñaran ya nunca /

el esperado paso del azul camalote /

y la vieja madera de un bote andará sola /

sobre el agua de siempre, entre las voces /

de los que te quisimos, Reynaldo, y te llamamos /

cuando la muerte cruza las pacíficas islas

Cantos para el atardecer de una diosa

por Alfonso Solá González

¡Duérmete! ¡Duerme, oh hija deplorable del sueño de los días, rama de oro maldito!

Sobre la antigua belleza de tu frente cae

La noche inmortal de los antepasados.

Tú, la más invocada en los gloriosos fuegos de los sacrificios

Duerme, ya, junto a los ríos que desbordan sobre tierras despojadas,

Comarcas de silencio donde un resplandor perdido brilla aún en las piedras.

Duerme. La tarde cae y ruedan sus imperios de olvido.

La música de los días muertos es grata al corazón del amante

Perdido en el laberinto de su ardiente codicia.

Duerme. La tarde cae. En los hermosos sueños de otro tiempo era

La hora del humo lejano en la colina,

La hora de los ricos ganados regresando y el canto del pastor alucinado

Bajo los pinos del anochecer.

Escucha, oh Diosa, el canto que los días reunieron,

La voz del vagabundo en las soledades del invierno.

"Soy el antiguo esclavo de tus esclavos. Por amor

Derribé las columnas de los tempos

Y abrasé los ríos inmortales con la arena de mi sed.

Crucé los negros reinos donde los dioses mueren.

Las incesantes flores del delirio crecían en atroces pantanos.

Fui el guardián de tus perros, el más indigno de tu casa.

Por el amor fui elegido para nutrir oscuras dinastías;

Por amor han de guardar mis vástagos tus jaurías ardientes

Y vestirán la amarga tela de los esclavos.

Yo soy el viejo tañedor de arpa que lamía

Los rechazados platos de madera

Cuando en las madrugadas melodiosas las doncellas retiraban sollozando

El empañado oro del festín prodigioso.

He aquí los nuevos Himnos con que celebraré tu belleza inmortal".

Escucha, ¡oh Diosa!, el canto de los días muertos.

Escucha la canción de los ancianos anunciando la llegada del otoño suntuoso

A las ricas tierras indescifrables, cubiertas de codiciados despojos.

Son los vanos sueños del atardecer.

Es el bello murmullo del engañoso viento en las piedras nocturnas.

¡Ah, cómo su voz se adormece con el maligno encanto de la dicha perdida!

Los cazadores muertos ya no vienen al llamado de tus labios antiguos.

Con magníficas bestias ricas de palpitantes agonías y oscuras ramas de pino.

Las esclavas armoniosas no dan sus cabelleras a las fuentes

No adormecen el rayo salvaje entre los reales juncos.

¡Ah, cómo es de amarga ahora la corteza de tu boca castigada!

¡Cómo cae en la arena maldita la gracia de los hijos que los dioses rechazan!

Huyes por el áspero invierno con los ciervos jadeantes que ya nadie persigue.

Hora es de reclinar la frente desposeída del glorioso delirio.

Amargos son los días del desterrado, oh Diosa.

El extranjero parte su pan de oprobio y llanto lejos de los trigos natales,

Y sus harapos caen sobre las espléndidas tierras de castigo.

Duérmete. El invierno es cruel entre las ruinas de los templos

Y las ortigas han crecido junto a las piedras muertas.

Duérmete con el canto del esclavo que trae los viejos himnos

Buscando ecos perdidos entre las grandes piedras que ya nadie venera.

Duérmete. He regresado. La tarde cae y llego lentamente con los ojos vacíos.

El invierno buscaba antes mi corazón. Me traía

El olor de tu cabellera mojada por las aguas brillantes y salvajes,

Me traía el espanto de los ciervos perseguidos por ardientes lebreles,

Tu jubilosa frente coronada por espumas de oro.

Yo también escuché el llamado de los himnos.

Y desaté mis raíces para clavarlas en la sed dorada.

Aquí estoy, oscurecido y tuyo. Duérmete.

Duérmete.

Tu fatigado pie ya no ennoblece la ceniza mortal y he aquí

Que el más antiguo servidor ha vuelto con su arpa terrible.

Duérmete. Yo acercaré a tus labios el agua inmensa de la noche

Y extenderé tu cabellera muerta sobre las grandes piedras.

Duérmete.

La implacable Belleza abre la flor de la batalla ardiente

Sobre el caído polvo donde mueren los dioses.

Olga Orozco

ENTRE PERRO Y LOBOMe clausuran en mí.Me dividen en dos.Me engendran cada día en la pacienciay en un negro organismo que ruge como el mar.Me recortan después con las tijeras de la pesadillay caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:una cara labrada desde el fondo por los colmillos de lafuria a solas,y otra que se disuelve entre la niebla de las grandesmanadas.No consigo saber quién es el amo aquí.Cambio bajo mi piel de perro a lobo.Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas las planicies del porvenir y del pasado;yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños muertos entre celestes pastizales.Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a lainvasión del enemigo.Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.Pero ¿quién vence en mí?¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?

¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes?

Testigos hasta el finPerfeccioné penurias como dichas, engarcé por igual en la espesura lágrimas y fulgores, saqué lustre al destino por avaro, miserable que fuera, y de cada pedrusco del instante hice joyas eternas, sin saberlo.

Transporto así también al enemigo con sus lujosos odios esculpidos, a intrusos que conviven con mis mejores horas como vetas en la piedra pulida, a los protagonistas de un amor insoluble, de una leyenda inmóvil, a todos mis custodios, adictos o traidores, esos sobrevivientes que acampan a mi sombra y son mi propia tribu, fatalmente.

Sí, sí, conmigo hasta el final: nunca por el acierto o el error, ni siquiera por la belleza o la esperanza, sino sencillamente por el bien que nos une, por el mal que nos ata, por haberme acosado contra el fondo, por compartir la noche.

Ahora son testigos de mis acatamientos y de mis transgresiones, cada uno con su inverso sistema de medir, con su manera de cambiar de color de acuerdo con la pena o el indulto, anticipando el juicio en el relámpago o en el escalofrío con que se manifiestan o se tornan legibles.

Alertas, recelosos como fieras insomnes mis testigos, pero así como “el mundo es más profundo de lo que piensa el día” así será el alcance de sus pruebas.

Porque después igual que ahora y después igual que antes, ellos acudirán con esos espejados testimonios de los que emerjo yo siempre absuelta en azul o condenada en escarlata, siempre algo más acá o un poco más allá de mi oculta sustancia, donde la culpa es otra.

de “En el revés del cielo” (1987)

Las muertesHe aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia, lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la piel del lagarto, inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de alguna lágrima; arena sin pisadas en todas las memorias.

Son los muertos sin flores. No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.

Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.

Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra, mas su destino fue fulmíneo como un tajo; porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechos vendidos por la dicha, porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida gota de salmuera.

Esa y no cualquier otra.

Esa y ninguna otra.

Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nueva vida.

de “Las muertes” (1952)

EN EL LABERINTOMás de veinte mil días avanzando, siempre penosamente,siempre a contracorriente,por esta enmarañada fundación donde giran los vientosy se cruzan en todas direcciones paisajes y paredes                                                  [tapiándome la puerta.No sé si al continuar no retrocedoo si al hallar un paso no confundo por una bocanada de                                                             [niebla mi camino.Tal vez volver atrás sea como perder dos veces la partida,a menos que prefiera demorarme castigando las culpaso aprendiendo a ceñir de una vez para siempre los nudos de                                                              [la duda y el adiós,pero no está en mi ley el escarmiento, la trampa en el                                                               [reverso del tapiz,y tampoco podré nacer de nuevo como la flor cerrada.Habrá que proseguir desenrollando el mundo, deshaciendo                                                                            [el ovillo,para entregar los restos a la tejedora,comoquiera que sea, en el extremo o en el centro, a la salida.He visto varias veces pasar su sombra por algunos ojos,cubrirlos hasta el fondo;varias veces graznaron a mi lado sus cuervos.Perdí de vista fieles paraísos y amores insolubles como las                                                                         [catedrales.Encontré quienes fueron mis propios laberintos dentro del                                                                          [laberinto,así como presumo que comienza uno más donde se cree que                                                                    [éste se termina.Extravié junto a nidos de serpientes mi confuso caminoy me obligó a desviarme más de un brillo de tigres en la                                                                [noche entreabierta.Siempre hay sendas que vuelan y me arrojan en un despeñaderoy otras me decapitan vertiginosamente bajo las últimas fronteras.Recuento mis pedazos, recojo mis exiguas pertenencias y sigo,no sé si dando vueltas,si girando en redondo alrededor de la misma prisión,del mismo asilo, de la misma emboscada, por muchísimo tiempo,siempre con una soga tensa contra el cuello o contra los tobillos.A ras del suelo no se distingue adónde van las aguas ni la                                                                   [intención del muro.Sólo veo fragmentos de meandros que transcurren como                                                                [una intriga en piedra,etapas que parecen las circunvoluciones de una esfinge de arena,corredores tortuosos al acecho de la menor incertidumbre,trozos desparramados de otro mundo que se rompió en pedazos.Pero desde lo alto, si alguien mira,si alguien juzga la obra desde el séptimo día,ha de ver la espesura como el plano de una disciplinada fortaleza,un inmenso acertijo donde la geometría dispone                                                       [transgresiones y franquicias,un jardín prodigioso con proverbios para malos y buenos,un mandala que al final se descifra.Ignoro aquí quién soy.

Tal vez alguien lo sepa, tal vez tenga un cartel adherido a la espalda.Sospecho que soy monstruo y laberinto.

Arturo FrutteroNació el 26 de octubre de 1909, hijo de una familia de inmigrantes turineses.

Estudió en Rosario y Córdoba donde terminó sus estudios de Farmacia.

Traductor de poesía, se destaca su versión de Las flores del mal deCharles Baudelaire.

Erudito en varias lenguas, ensayista riguroso, publicó en 1944 su único libro de poemas: Hallazgo de la rocaFrecuentaba las reuniones de intelectuales, en la casa del arquitecto Angel Guido y las mesas del bar del Savoy.

Vivió dos años en campo Veira, Misiones ,donde escribió el poema que compartimos.

Murió en Colonia Belgrano el 10 de agosto de 1963

Fruttero se va al campo

Respondióle el marinerotal respuesta le fue a dar:

-Yo no digo mi canciónSino a quién conmigo va

Romance del infante Arnaldos

Fruttero se va al campo.Se va con Sastre, Platón y la teoría de la relatividad, con lasinvestigaciones de Sommerfeld sobre los rayos espectralesy los estudios de Sir Jadadish Chandra Bosesobre el mecanismo nervioso de las plantas.

Se va con Whitman, se va con Hegel, se va con Montaigne.Le acompañan el libro tibetano de los muertos, más conocidopor el Bardo Thodol, como asimismo el libro egipcianode los muertos, junto con una gramática egipciana.

A un lado van Espina, Salinas, Cernuda, Diego, Guillen y /Aleixandre.En su corazón lleva a Negrita y en centro del pecho a /Camarasa

Se va acordándose de Martíni, de Romero y de otros amigos /que lo amaron.Santa Teresa le vela, Santa Catalina le ilumina, San Juan de /la Cruz le canta.Atrás quedan la génesis de los organismos de Hertroig y las /teorías culturales de Frobenius.Lleva a ese loco lindo de Marx, precedido por Feuerbach, ySeguido por Engels, Lenin y Stalin, y un paso más atrás el /réprobo de León.

Va de “La Recherche du Temps Perdu”, para no olvidar el clima /de invernadero de Marcelo,y trascurrida la odisea de “Ulysses” proseguirá con el /paseo del desatado de Finnengan.

Como ilustraciones lleva al Gineceo Rouveyre, /a Spilimbergo,a Van Gogh, siempre buen amigo, y a Fra Angélico;también lleva al viejo Brueghel y a van der Delft; /a Carpaccio y a Meng.

No olvidará a Girondo; ni a Neruda, el más grande poetachileno, ni a Huidobro, el más grande poeta chileno; ni aGabriela, el más grande poeta chileno.

En sus soliloquios se acompañará con las teorías del aguapesada y la hipótesis tripartita acerca de la expansión del /universo.

Lleva una fotografía del Museo Juan B. Castagnino, pues no /podría llevarse al Museo consigo,Y como no puede robarla, tratará de conseguir la plaqueta /de la Donación Castagnino.

En un termo lleva agua del Paraná a fin de saborear la /temperatura exacta de su ríoy en una caja un trozo de asfalto para auscultar el perfume /exacto de su ciudad.

Se va al campo con el bizantismo de Husserl, siempre /edificante,Y los melodramas de Heidegger, siempre regocijantes.

Una edición de Manava-Dharna-Sastra y un ejemplar /del Corán irán colocados a su lado.

Adelante irán la Biblia y los Discursos de Buda,Principe de Kapilavastu, Siddartha Gautama.

Dejará un lugar para un arabista insigne, Miguel Asín Palacios,Y otro lugar para fray Bernardino de Sahagún, con quiendesea estrechar amistad a propósito de sus memorias sobre el /Antiguo México.

Llevará la Endocrinología de Pende para las disfunciones /humorales,y algún diccionario vitamínico para las alternativas de /la dieta.

Bueno es que lleve a Pareto para estudiar la sociología /del agro,Y a Simmel para la sociología más íntima de la persona.

Como antídoto de soledades lleva los poemas de FaustoY puesto a la defensa contra la angustia, la lírica honda de /Sabat.

Una escultura de Paino le hablará sobre la elocuencia del /volumen,Y una muñeca de chala, regalo de Leticia, bailará a lo largode su viaje, en vilo de la gracia alada que la animó a la vida.

Cuadros de amigos no lleva, pero sí algunos libros dedicados.Muchos amigos sí deja, empero él se aleja alegrado.

Se va con Fulano, Zutano y Mengano.Se va con todos, con etcétera, etcétera.

Ha adivinado un secretoY con su secretoSe va

POEMA PARA UN VIAJE NOCTÁMBULO Y NOCTURNO...Y PARA TU DIFERENCIA DE TODO LO QUE PASAApenas despedíamos la ciudad. Sobre el aireel viejo aliento nuestro cerraba sus bostezos.Tiempo que se quedaba definitivamenteatrás, irrecordable, lleno de humo y tedio.El camino de estrellas bajaba hasta los árbolesy la luna gemía ausente en un desvío.Tu cabeza a mi lado, premurosa y sin orden,iba ovillando hilos confusos como ríos,y la palabra, apenas hilvanando los pueblos,apenas asomándose de paso, urgentemente.Tus ojos, mientras tanto, succionaban la sombra

y mis ojos una agua interior dulce y breve.Mis manos y tus manos, como una enorme manocuatro veces crecida, y mi boca y tu boca,voluntad contra el aire cortante del camino,en acuerdo llevábamos, sima de tantas cosasguardadas entre sábanas de epidermis sin sangrecomo muertos antiguos, y sólo desmayadosnuestros comunes muertos, últimos en la tarde.Se subía lo gris al pico de los fuegosaltos de tu mirada cremándose en sus tules.¡Oh, tú, duro y soberbio de perfil de esmeralda,único sobre el polvo huidizo o entre nubes,único y no movido!Mi corazón recuerdalo eterno en tu pasaje, tu episodio sin tránsito,y se queda en las horas de alas indudableslleno de sueños vivos entre huesos callados.Irma PEIRANO(1952)

Qué lejos nos pusieron yo debería haber nacido contigo y no de ti.

(La tierra se ha quedado negra y sola, de César Fernández Moreno).

DÉBIL MUJER

César Fernández Moreno

Finally I climbed into bed with the wife and to my utter amazement she began to cuddle up to me and withoutsaying a word we locked horns and westayed that way until dawn.

Henry Miller.Tropic of Capricorn.

me ataca el mozo servilleta en ristre lo detengo con palmas verticales claro voy a esperar usted ya sabe mozo debo esperarla mientras tanto pensaré un poco no he pensado en todo el día

no he mirado la gente a ver a ver en la mesa vecina un señor con cara de ratón le dice a otro yo soy muy después viene un adjetivo sin duda elogioso pero no se oye

débil mujer maestra en el arte de tardar otra vez débil con el tiempo en qué lo ocuparías sino en llegar tarde de tanto demorar podrías estar muerta débil mujer débil débil tan débil que se deshace mes a mes en espontánea

sangre

ídolo sobre torrecillas de cuero ay con estos tacos no se puede caminar la pollera no

me da

me duelen los brazos de sostener esta cucharada de

sopa

el mal nunca penetra porosamente tus tejidos rebota en tu debilidad y se clava en los demás débil mujer cada vez virgen nunca olvidaré tu pecho magníficamente adornado querida mía qué herida mía

este señor sigue hablando dice las tres son unas

prostitutas las tres

esta palabra abreviada así en cuatro letras no debería

faltar en la ficha de ninguna mujer

no lo digo por ti pública solamente para mí qué mujer no lo es por lo menos con relación a un

hombre

qué hombre no es un mujeriego yo también pero de única mujer y ego me sobra con el mío nos hemos ensayado recíprocamente durante quince

años

y nada conocemos el uno del otro más allá de

nuestros dientes

nuestra existencia no nos deja ver nuestra esencia me vendría tan bien que te hubieras muerto sólo por demorar sin culpa mía todo el tiempo que me hagas esperar pensaré en otra mujer me vendría tan bien que no fueras ya rubia sino esa morena cualquiera que entra de costado perdón ya sé que para ti no hay morenas las que no

son rubias son negras

para mí las mujeres de cualquier color resultan asombrosas o no tengo ganas de ninguna o tengo ganas de todas a las honestas las trato como prostitutas y a las

prostitutas no sé cómo tratarlas

mire mozo no voy a esperar más tráigame lo de siempre

es inútil no bien te dejo sola te devora el camino qué sería de ti si yo no te defendiera de los escaparates serías bailarina o comunista el alma se te marca como una forma más del cuerpo basta ya de interrogarme sobre cada cosa déjame

ignorar alguna tácitamente

qué ómnibus puedo tomar para ir a lo de betty dónde quedan islandia y la vesícula cuál es la cubierta y cuál es la cámara los asirios son los fenicios cuál es el último vagón del tren la derecha es acaso

la izquierda

pero qué mujer curiosa cuánto son siete y quince los números romanos ni las romanas los sabían yo te pregunto por el silencio no ves que mi propio centro me atrae con gravedad

irresistible

un trompo sigue bailando a condición de olvidar su

periferia

el matrimonio es una cosa de suboficiales si quieres venir a ningún lado ven conmigo pero

tendrás que apurarte

ven aunque sea sin pintar basta ya de mover las manos

en torno de tu rostro

aunque sea en chinelas ya no puedo esperarte mis alternativas han sido siempre te espero arriba o

te espero abajo

pero no siempre te puedo llevar a la rastra

tironeando de tus breteles

no siempre puedo ser locomotora de tal coche cama no siempre deberías ser aterciopelada cauda alguna vez podrías ensayar la mano que precipita su

envión para llegar al borde de la piscina

no ves que voy corriendo delante del tiempo sería fatal que me alcanzara cada vez que miro al espejo sale la misma cara me paso las noches interpretando a los gallos gracias al insomnio siempre le gano al despertador

por eso doy mi golpe en tu sueño mañana a mañana claro que moriré primero si seguimos así ya te imagino usualmente viuda entre procuradores claro que muerto no podría encenderte el velador en

los ojos

claro que los dos muertos qué sueño paralelo la muerte qué cama camera yaceríamos juntos hasta la misma hora para siempre

pero todavía me queda tanto que descargar sobre ti tanto semen tanto aburrimiento tanto vino tanto amor esa palabra con bigotes esa emulsión de dulce de leche y ácido sulfúrico el mundo cierra sobre mí para que yo lo desplome sobre tu debilidad otra vez cambiaste de peinado estás monísima yo

cambié de esfenoides

tengo tanto que hablarte nada que decirte acá te devuelvo esta rebanada de mí vida secreta vuelco esta confusión y me muerdo esta uña no sé si me entenderás uso palabras yo tampoco puedo entender tu lenguaje de vísceras ni seguir vomitando a la luz de una vela esta vez el sexo nos separa boqueando qué matrimonio de conyugicidas te juro que te juro ya me sentiste llorar toda la noche derribado en el

centro de tu pecho

he llorado a lo largo de las tres diagonales

también bajo la ducha qué ridícula mezcla de gotas

mozo la cuentita por favor

entonces apruebo qué tierna estaba la carne

pero me quejo del limón tirado sobre la salsa

no se puede exprimir sin ensuciarse los dedos

finalmente mendigo el vuelto

una moneda rueda sobre la mesa

la golpetea como un trompo desesperado

hasta quedar yacente

redonda como la culpa

César Fernández Moreno

BEATRICES

De l’oeil du doigt j’étude des souriresje les reflètequels sont ces êtres caressantsqui parient selon mon reposPAUL ÉLUARD

ahora que las tazas de café yacen vacías cauterizadas

por los puchos

ahora que se fueron los amigos y quedo yo solo

para hacer ruido en este cuarto

acorralado aplastado contra esta soledad pienso en vosotras mujeres que paul éluard amó cantó mujeres venidas al mundo para ser lenguaje mujeres con el pubis sombrío de vello y de letras mujeres cuya mirada era un adverbio cuyos besos soplaban metáforas en la boca del poeta

decidme cómo hacía para mostraros a vosotras

mismas en el espejo de papel

decidme si os narraba de viva voz la trayectoria de

vuestras gargantas

si os presionaba el comienzo de la nuca debajo del

pelo acaso largo

si os pasaba el brazo por el talle buscando la exacta

latitud de vuestra cintura

decidme también qué sucedía en vosotras al recibir

la portentosa bofetada verbal

en qué medida os arrasaba el huracán de dulzura quizá las palabras así colocadas una línea debajo de

otra y a su vez encima de otra

representaban para vosotras un estremecimiento

análogo al de una levísima uña girando

insidiosamente en torno de vuestro pezón derecho

o tal vez el poema las importunaba porque tenían

turno reservado en la peluquería

o tal vez las dejaba paralizadas alzándose ante ellas

como fría lámina de acero musical

o tal vez pensaban con impaciencia en el abrazo del

hombre que verdaderamente amaban

o tal vez en son de protesta corporal por tan

desconsiderada exigencia de atención

bostezaban bostezaban ofreciendo al poeta como introducción y al mismo

tiempo como límite

una roja cavidad terminada en un arco incitante alternativamente entreabierto y entrecerrado por la

úvula burlona

hiciste muy mal paul éluard en amar en cantar así semejante delicadeza es una brutalidad para qué te habrán enseñado a leer y escribir no deberías haber tocado una sola mujer en tu vida tus poemas no deben ser leídos porque sin duda no

debieron ser escritos

y caso de empezarlos no terminarlos si no fuera por ti seriamos libres para premeditar

nuestros bigotes

para ponernos medias marrones todos los días los matrimonios serían actos verdaderamente

solemnes

estaría prohibida toda clase de insomnios no sería forzoso estar enamorado hiciste muy mal deberías haber sido buzo y no poeta deberías haber sido una cebra un rollo de algodón un estampido la rueda de auxilio de un citroën modelo veinticinco no deberías haber sido paul éluard bajo ningún

pretexto

pero los poetas son palabreros no les pidan hechos sino palabras ser un gran poeta es una forma de ser un gran

canalla

no pueden dejar de contemplarse mientras viven la poesía lírica qué ocasión para hablar de si mismos degenerados siempre se pertenecen les, importa menos perder una mujer que perder un

poema

dividen su tiempo en tiempo de mujeres y tiempo de

escribir sobre mujeres

vuelan sin etapas de la mujer desnuda al papel

desnudo

cada uno de sus botones está cosido por distintos

deditos

golpeando en cualquier mujer sale poesía

oh perdidas mujeres vuestra misión era ser amadas

tal vez cantadas

por paul éluard por sus hijos por mí por los

ulteriores navegantes siderales

esa corriente sutilísima que unía vuestra piel con las

pupilas del poeta

en algunos momentos del atardecer eventualmente al amparo

del color de ciertos vinos

esa corriente potentísima multiplicada en resmas

dobladas abrochadas encoladas

ese prisma de celulosa arrojado sobre la mesa de luz

sobre la pradera

esa es vuestra manera de ser el poeta os ha maquillado para siempre la poesía es el único lápiz labial indeleble vuestros órganos funcionan ahí tipo bodoni cuerpo diez sobre doce ahí parpadean vuestros ojos húmedos y profundos

como vaginas

vuestras risas resuenan de eternidad en eternidad y con vuestros dientes la virgen maría enhebra sus

más lindos collares

César Fernández MorenoLa cita

a lo lejos todos son ella

a mi lado todas son otra

las enlazo con los ojos

las atraigo hacia mí

y a medida que se acercan

sus rasgos se desvirtúan

a lo lejos todas son ella

a mi lado todas son otra

hasta que llega una

que a lo lejos es ella

se me acerca y es ella

a mi lado y soy yo

Contra la gente

pero señores qué manera de existir déjenme solo yo soy el individuo puro yo bebo mi vino a solas con mi garganta tengo tan pocas ganas de pensar en ustedes estoy cansado de decir cosas cansado de decir que estoy cansado

sigo escribiendo a continuación de lo tachado qué tengo yo que ver con estas calvicies con esos tanguitos con las chinelas de esas señoras con esas burbujas de pensar conatos de silbar

dormir en plena luz déjenme solo estúpidos yo me voy a mirar el río hermanos míos mis lejanos mis desemejantes hermanos en la compraventa hermanos en el fondo

del río si quieren les cuento un cuento verde claro que soy dios tengo miedo les conviene

matarme

Debo confesar

Debo confesar que no

que nada que nunca

que todo carece de tensión

que sigo rodando

a lo largo de las fachadas

pero despegado ya

nada queda entre el cemento y yo.

¿Mencionar la vida de mi camisa

su manera débil de ceñir mi pecho

su resbalar fuera del pantalón

a medida que pasa el día

hasta formar ese flojo pliegue anular

como resaca de mi cintura?

¿Referirme a ciertas rodillas

que se separan palpitan un poco

a una leve presión de mis ojos

ciertas piernas que tal vez por momentos

dejarían de ser así paralelas?

La verdad es que todos los senderos

están embaldosados

que todos los bancos

están iluminados

que ya no oscila el firmamento

por encima del alto ramaje nocturno.

Nada no nunca

el lenguaje se me ha dado vuelta

apenas puedo usarlo del revés.

Expediente 82719 I 1940

Buenos Aires, mayo 10,

1940.

Señor Administrador

del Corralón de Floresta.

Remito a ese corralón

un carrito de dos ruedas,

pintado de verde claro

con franjas rojas y negras,

con una vara quebrada

y con toldo de arpillera,

patente del año en curso

partido de Avellaneda.

El mismo fue abandonado

en Boyacá y Canalejas

por dos sujetos que huyeron

ignorándose sus señas.

Se encontró junto al carrito

y se acompaña, una yegua,

con todas sus guarniciones

excepto las anteojeras.

Saludo a Ud. atte.

Saturnino D. Videla,

Encargado de Despacho

de la Inspección de Veredas.

Ampliando esta nota, informo

que el carro de referencia

era más rojo y más verde

que el diablo y la primavera;

que había en su vara rota

luz de espadas que se quiebran;

que la arpillera del toldo

era una bolsa de estrellas

porque cuando lo encontraron

la tarde caía, muerta,

aunque las ruedas lanzaban

tenues rayos de madera.

Y que la yegua flaquísima

trotaba con tal tristeza

añorando, femenina,

al del látigo y las riendas,

que hasta un Administrador

hubiera sentido pena.

¡Ah! Y que en los flancos del carro

murmuraban dos leyendas:

Dejá la vida como es

y Aquí viene doña Pepa.

Entre líneas: "pena" y "vida".

Dante Videla, poeta.

César Fernández Moreno

Wilcock

EL PREMIO

En ti pienso de noche, alma querida;cierro los ojos en la sombra y sientoel constelado y fabuloso vientodel éter que me arrastra en su caída;

ese éter sideral donde impelidate uniste a mi arbitrario movimiento,alma de tan virtuoso sentimiento,y a cualquier hora de piedad vestida.

Pienso: el premio de haberte conocidoes por algo que aún no he cometido,y que un gran dios aguarda con orgullo;

un dios que remunera de antemanoal permitir que sea un breve humanoeternamente, eternamente tuyo.

Wilcock

Versión definitiva del soneto y versión en italiano en traducción del autor

"Historia técnica de un poema", publicada en Sur (1949), en realidad sería la penúltima versión, ya que Wilcock introdujo ulteriores variaciones al soneto, que son las que aparecen en su libro "Sexto" (1953). La versión del libro, que sería sí la definitiva del poema, figura como el número 3 de la serie "Once sonetos":

En ti pienso de noche, alma querida;cierro los ojos en la sombra y sientoel constelado y fabuloso vientodel éter que me arrastra en su caída;

el éter sideral donde impelidate uniste a mi arbitrario movimiento,alma de tan virtuoso sentimiento,y en todo instante de piedad vestida.

Pienso: el premio de haberte conocidoes por algo que aún no he cometidoy que un gran dios aguarda con orgullo;

un dios que remunera de antemanoal permitir que sea un mero humanoeternamente, eternamente tuyo.

Rodolfo Wilcock

Joaquín Giannuzzi

HUESO CAVANDOEsta es la hora del hueso de mi caraen la mitad de la noche irracional,vuelto sobre la almohada, hundido,tan remoto de las manos dormidas, cargadode conciencia en bruto, hurgando hacia abajo,en las posibles opciones de la oscuridad.Este obrero nocturno cavando, este hueso autónomo que me reserva el díadónde sólo puedo apostar a las aparienciasapenas pulidaspor el extremo de mis nervios principales.

La lluvia es un apaciguamiento universal desde la ventanaárboles y animales paralizados en su unidad.Una dalia de suntuosa combustiónrevela bajo el agua su paz interna.¡Espacio y dominio de la naturaleza impersonal!

Pero aquí, en su campo nervioso, particular,el prisionero rechina los dientes.Desde todos los objetos, llega una amenaza,la hostilidad de su dios, sus ojos bloqueados,creando cosas húmedas y terribles en un cuarto cerrado.

Joaquín Giannuzzi

Momento de Proust

Sueles mojar la lengua en la gelatina de Prousty rescatas algunas líneas soñadaspara tu cuarto maloliente. Así que instalasun soleado aposento cuyos cristalesse abren a un jardín otoñanl. Hay floresen casas doradas. Una niña que ondulaen pálida muselina flotantese sienta al piano y lo más suave de Chopinorganiza un universo azul equilibrado.Si ese mundo existió, como la dulcesuperficie de un lago sobre alimañasen gestación, has llegado tarde.La fractura de aquel espejo te condujoa este cuarto frío, con escarcha sangrientaen el vidrio de la ventana,esta cólera prendida como una sombra secaen el fondo de la gargantay que no puedes escupir ni devorar.

 

Ballet

La más dichosa libertad de ordenen un espacio rígido y oscurodonde todo es posible. Allí la luzconcentra el blanco y el rosaque la piruetahace virar hacia inestable azul.Cuando la gracia brinca

el planeta suspende los poderesde su fuerza mortal y la materiase incorpora a la música.Volúmenes aéreos que conquistanel triunfo de lo ingrávido.La danza no concluyeen el tiempo común y el entreactoes un hueco en la mente. Pero entonceslas que bailan se dispersan, saltany caen en el ojo de Degas.

Cabeza Final

Todas las ideologías le dieron de palos.La humillaron la historia del mundoy la vergüenza de su país,la calvicie, los dientes perdidos,una oscuridad excavada bajo los ojos,el fracaso personal de su lenguaje.El obrero que respiró en su interiorávido de oxígeno y universo continuodejó caer el martillo. Fue la razónquien cegó sus propias ventanas. Pero tampocoencontró en el delirio conclusión alguna. Pero eso, quizás no fue tan descortésesa manera de negar el mundo al despedirse.Sucedió así:Reposando sobre la última almohada

volvió hacia la paredlo poco que quedaba de su rostro.

Roberto Juarroz

Hemos amado juntos tantas cosas...Hemos amado juntos tantas cosas que es difícil amarlas separados. Parece que se hubieran alejado de pronto o que el amor fuera una hormiga escalando los declives del cielo.

Hemos vivido juntos tanto abismo que sin ti todo parece superficie, órbita de simulacros que resbalan, tensión sin extensiones, vigilancia de cuerpos sin presencia.

Hemos perdido juntos tanta nada que el hábito persiste y se da vuelta y ahora todo es ganancia de la nada. El tiempo se convierte en antitiempo porque ya no lo piensas.

Hemos callado y hablado tanto juntos que hasta callar y hablar son dos traiciones, dos sustancias sin justificación, dos sustitutos.

Lo hemos buscado todo, lo hemos hallado todo, lo hemos dejado todo.

Únicamente no nos dieron tiempo para encontrar el ojo de tu muerte, aunque fuera también para dejarlo.

8-XIIDibujaba ventanas en todas partes.En los muros demasiado altos,en los muros demasiado bajos,en las paredes obtusas, en los rincones,en el aire y hasta en los techos.

Dibujaba ventanas como si dibujara pájaros.En el piso, en las noches,en las miradas palpablemente sordas,en los alrededores de la muerte,en las tumbas, los árboles.

Dibujaba ventanas hasta en las puertas.

Pero nunca dibujó una puerta.No quería entrar ni salir.Sabía que no se puede.Solamente quería ver: ver.

Dibujaba ventanas.En todas partes.

15 - XIIBuscar una cosaes siempre encontrar otra.Así, para hallar algo,hay que buscar lo que no es.

Buscar al pájaro para encontrar a la rosa,buscar el amor para hallar el exilio,buscar la nada para descubrir un hombre,ir hacia atrás para ir hacia delante.

La clave del camino,más que en sus bifurcaciones,su sospechoso comienzoo su dudoso final,está en el cáustico humorde su doble sentido.Siempre se llega, pero a otra parte.

Todo pasa.Pero a la inversa.

Alejandra PizarnikDe La última inocencia:

Sueño

Estallará la isla del recuerdo. La vida será un acto de candor. Prisión para los días sin retorno. Mañana los monstruos del buque destruirán la playa sobre el vidrio del misterio. Mañana la carta desconocida encontrará las manos del alma.

La última inocencia

Partir en cuerpo y alma partir.

Partir

deshacerse de las miradas piedras opresoras que duermen en la garganta.

He de partir no más inercia bajo el sol no más sangre anonadada no más formar fila para morir.

He de partir

Pero arremete ¡viajera!

A la espera de la oscuridad

Ese instante que no se olvidaTan vacío devuelto por las sombrasTan vacío rechazado por los relojesEse pobre instante adoptado por mi ternuraDesnudo desnudo de sangre de alasSin ojos para recordar angustias de antañoSin labios para recoger el zumo de las violenciasperdidas en el canto de los helados campanarios.Ampáralo niña ciega de almaPonle tus cabellos escarchados por el fuegoAbrázalo pequeña estatua de terror.Señálale el mundo convulsionado a tus piesA tus pies donde mueren las golondrinasTiritantes de pavor frente al futuroDile que los suspiros del marHumedecen las únicas palabrasPor las que vale vivir.Pero ese instante sudoroso de nadaAcurrucado en la cueva del destinoSin manos para decir nuncaSin manos para regalar mariposasA los niños muertos

Balada de la piedra que llora

a Josefina Gómez Errázuriz

la muerte se muere de risa pero la vidase muere de llanto pero la muerte pero la vidapero nada nada nada

Poema para Emily Dickinson

Del otro lado de la nochela espera su nombre,su subrepticio anhelo de vivir,¡del otro lado de la noche!Algo llora en el aire,los sonidos diseñan el alba.Ella piensa en la eternidad.

De Las aventuras perdidas:

Tiempo

a Olga Orozco

Yo no sé de la infanciamás que un miedo luminosoy una mano que me arrastraa mi otra orilla.Mi infancia y su perfumea pájaro acariciado.

La Carencia

Yo no sé de pájaros,no conozco la historia del fuego.Pero creo que mi soledad debería tener alas.

Azul

mis manos crecían con músicadetrás de las florespero ahorapor qué te busco, noche,por qué duermo con tus muertos

Fiesta en el vacío

Como el viento sin alas encerrado en mis ojoses la llamada de la muerte.Sólo un ángel me enlazará al sol.Dónde el ángel, dónde su palabra.Oh perforar con vino la suave necesidad de ser.

La única herida

¿Qué bestia caída de pasmose arrastra por mi sangrey quiere salvarse?He aquí lo difícil:caminar por las callesy señalar el cielo o la tierra.

         Árbol de Diana fue publicado por primera vez en 1962 por la editorial Sur, dirigida por Victoria Ocampo, con un prólogo de Octavio Paz.

1

sólo la sed el silencio ningún encuentro

cuídate de mí amor mío cuídate de la silenciosa en el desierto de la viajera con el vaso vacío y de la sombra de su sombra

5

por un minuto de vida breve única de ojos abiertos por un minuto de ver en el cerebro flores pequeñas danzando como palabras en la boca de un mudo

13

explicar con palabras de este mundo que partió de mí un barco llevándome

18

como un poema enterado del silencio de las cosas hablas para no verme

23

una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo

la rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos

         Los trabajos y las noches se publicó en 1965 y se considera que, con Árbol de Diana, Alejandra alcanza uno de los puntos más brillantes de su poesía.

Mendiga voz

Y aún me atrevo a amar el sonido de la luz en una hora muerta, el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo. Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

Poema

Tú eliges el lugar de la herida en donde hablamos nuestro silencio. Tú haces de mi vida esta ceremonia demasiado pura.

Los trabajos y las noches

para reconocer en la sed mi emblema para significar el único sueño para no sustentarme nunca de nuevo en el amor

he sido toda ofrenda un puro errar de loba en el bosque en la noche de los cuerpos

para decir la palabra inocente

Extracción de la piedra de locura se publicó en 1968:

El sol, el poema

Barcos sobre el agua natal.Agua negra, animal de olvido. Agua lila, única vigilia.El misterio soleado de las voces en el parque. Oh tan antiguo.

Continuidad

No nombrar las cosas por sus nombres. Las cosas tienen bordes dentados, vegetación lujuriosa. Pero quién habla en la habitación llena de ojos. Quién dentellea con una boca de papel. Nombres que vienen, sombras con máscaras. Cúrame del vacío —dije. (La luz se amaba en mi oscuridad. Supe que no había cuando me encontré diciendo: soy yo.) Cúrame —dije.

Como agua sobre una piedra

a quien retorna en busca de su antiguo buscarla noche se le cierra como agua sobre una piedracomo aire sobre un pájaro

como se cierran dos cuerpos al amarse

Vértigos o contemplación de algo que termina

Esta lila se deshoja. Desde sí misma cae y oculta su antigua sombra. He de morir de cosas así.

En la otra madrugada

Veo crecer hasta mis ojos figuras de silencio y desesperadas. Escucho grises, densas voces en el antiguo lugar del corazón.

Desfundación

Alguien quiso abrir alguna puerta. Duelen sus manos aferradas a su prisión de huesos de mal agüero. Toda la noche ha forcejeado con su nueva sombra. Llovió dentro de la madrugada y martillaban con lloronas.La infancia implora desde mis noches de cripta.La música emite colores ingenuos.Grises pájaros en el amanecer son a la ventana cerrada lo que a mis males mi poema.

         Nombres y figuras es de 1969. El infierno musical se publicó en 1971:

Cold in hand blues

y qué es lo que vas a decirvoy a decir solamente algoy qué es lo que vas a hacervoy a ocultarme en el lenguajey por quétengo miedo

En un ejemplar de "Les Chants de Maldoror"

Debajo de mi vestido ardía un campo con flores alegres como los niños de la medianoche.

El soplo de la luz en mis huesos cuando escribo la palabra tierra. Palabra o presencia seguida por animales perfumados; triste como sí misma, hermosa como el suicidio; y que me sobrevuela como a una dinastía de soles.

Signos

Todo hace el amor con el silencio.

Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.

De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.

Lazo mortal

Palabras emitidas por un pensamiento a modo de tabla del náufrago. Hacer el amor adentro de nuestro abrazo significó una luz negra: la oscuridad se puso a brillar. Era la luz reencontrada, doblemente apagada pero de algún modo más viva que mil soles. El color del mausoleo infantil, el mortuorio color de los detenidos deseos se abrió en la salvaje habitación. El ritmo de los cuerpos ocultaba el vuelo de los cuervos. El ritmo de los cuerpos cavaba un espacio de luz adentro de la luz.

Endechas IV

Las metáforas de asfixia se despojan del sudario, el poema. El terror es nombrado con el modelo delante, a fin de no equivocarse.

         En 1975 le publican una antología con sus poemas bajo el título El deseo de la palabra.

         En 1982 se edita Textos de sombra y últimos poemas.

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Alejandra Pizarnik

POEMAS

20dice que no sabe del miedo de la muerte del amordice que tiene miedo de la muerte del amordice que el amor es muerte es miedodice que la muerte es miedo es amordice que no sabe

a Laure Bataillon

de Árbol de Diana, 1962

35Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida.

de Árbol de Diana, 1962

MENDIGA VOZY aún me atrevo a amarel sonido de la luz en una hora muerta,el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo.Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

de Los trabajos y las noches, 1965

FRAGMENTOS PARA DOMINAR EL SILENCIOI

Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.

II

Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.

No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.

III

La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.

de Extracción de la piedra de locura, 1968

UN SUEÑO DONDE EL SILENCIO ES DE OROEl perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.He tenido muchos amores -dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.

de Extracción de la piedra de locura, 1968

PIEDRA FUNDAMENTALNo puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes, gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje activo que las alude, signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan, y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos,aquello que me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío,no,he de hacer algo,no,no he de hacer nada,algo en mí no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de transcribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre, que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería hundirme, clavarme, fijarme, petrificarme. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Sólo cuando un refrán reincidía, alentaba en mí la esperanza de que se estableciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. Pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren algo salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo.)

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas.

(Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)

Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alteró su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aun para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.

de El infierno musical, 1971

EL DESEO DE LA PALABRALa noche, de nuevo la noche, la magistral sapiencia de lo oscuro, el cálido roce de la muerte, un instante de éxtasis para mí, heredera de todo jardín prohibido.

Pasos y voces del lado sombrío del jardín. Risas en el interior de las paredes. No vayas a creer que están vivos. No vayas a creer que no están vivos. En cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui.

Caen niñas de papel de variados colores. ¿Hablan los colores? ¿Hablan las imágenes de papel? Solamente hablan las doradas y de ésas no hay ninguna por aquí.

Voy entre muros que se acercan, que se juntan. Toda la noche hasta la aurora salmodiaba: “Si no vino es porque no vino”. Pregunto. ¿A quién? Dice que pregunta, quiere saber a quién pregunta. Tú ya no hablas con nadie. Extranjera a muerte está muriéndose. Otro es el lenguaje de los agonizantes.

He malgastado el don de transfigurar a los prohibidos (los siento respirar adentro de las paredes). Imposible narrar mi día, mi vía. Pero contempla absolutamente sola la desnudez de estos muros. Ninguna flor crece ni crecerá del milagro. A pan y agua toda la vida.

En la cima de la alegría he declarado acerca de una música jamás oída. ¿Y qué? Ojalá pudiera, vivir solamente en éxtasis, haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.

de El infierno musical, 1971

TANGIBLE AUSENCIAQue me dejen con mi voz nueva, desconocida. No, no me dejen. Oscura y triste la infancia se ha ido, y la gracia, y la disipación de los dones. Ahora las maravillas emanan del nuevo centro (desdicha en el corazón de un poema a nadie destinado). Hablo con la voz que está detrás de la voz y con los mágicos sonidos del lenguaje de la endechadora.

A unos ojos azules que daban sentido a mis sufrimientos en las noches de verano de la infancia. A mis palabras que avanzaban erguidas como el corcel del caballero de Bemberg. A la luz de una mirada que engalanaba mi vocabulario como a un espléndido palacio de papel.

Me embriaga la luz. No nombro más que la luz. Quiero verla. Quiero ver en vez de nombrar.

No sé dónde detenerme y morar. El lenguaje es vacuo y ningún objeto parece haber sido tocado por manos humanas. Ellos son todos y yo soy yo. Mundo despoblado, palabras reflejas que sólo solas se dicen. Ellas me están matando. Yo muero en poemas muertos que no fluyen como yo, que son de piedra como yo, ruedan y no ruedan, un zozobrar lingüístico, un inscribir a sangre y fuego lo que libremente se va y no volvería. Digo esto porque nunca mas sabré destinar a nadie mis poemas.

Vida, mi vida, ¿qué has hecho de mi vida?

Hemos consentido visiones y aceptado figuras presentidas según los temores y los deseos del momento, y me han dicho tanto sobre cómo vivir que la muerte planea sobre mí en este momento que busco la salida, busco la salida.

Volver a mi viejo dolor inacabable, sin desenlace. Temía quedarme sin un imposible. Y lo hallé, claro que lo hallé.

La aurora gris para mi dolor infuso, me llaman de la habitación más cercana y del otro lado de todo espejo. Llamadas apresurándome a cubrir los agujeros de la ausencia que se multiplican mientras la noche se ofrece en bloques de dispersa oscuridad.

Luz extraña a todos nosotros, algo que no se ve sino que se oye, y no quisiera decir más porque todo en mí se dice con su sombra y cada yo y cada objeto con su doble.

de Textos de sombra y últimos poemas (1982)

SE PROHIBE MIRAR EL CÉSPEDManiquí desnudo entre escombros. Incendiaron la vidriera, te abandonaron en posición de ángel petrificado. No invento: esto que digo es una imitación de la naturaleza, una naturaleza muerta. Hablo de mí, naturalmente.

de Textos de sombra y últimos poemas (1982)

EN ESTA NOCHE, EN ESTE MUNDOa Martha Isabel Moia

en esta noche en este mundolas palabras del sueño de la infancia de la muertenunca es eso lo que uno quiere decirla lengua natal castrala lengua es un órgano de conocimientodel fracaso de todo poemacastrado por su propia lenguaque es el órgano de la re-creacióndel re-conocimientopero no el de la resurrecciónde algo a modo de negaciónde mi horizonte de maldoror con su perroy nada es promesaentre lo decibleque equivale a mentir(todo lo que se puede decir es mentira)el resto es silenciosólo que el silencio no existe

nolas palabrasno hacen el amorhacen la ausenciasi digo agua ¿beberé?si digo pan ¿comeré?en esta noche en este mundoextraordinario silencio el de esta nochelo que pasa con el alma es que no se velo que pasa con la mente es que no se velo que pasa con el espíritu es que no se ve¿de dónde viene esta conspiración de invisibilidades?ninguna palabra es visible

sombrasrecintos viscosos donde se ocultala piedra de la locuracorredores negroslos he recorrido todos¡oh quédate un poco más entre nosotros!

mi persona está heridami primera persona del singular

escribo como quien con un cuchillo alzado en la oscuridadescribo como estoy diciendola sinceridad absoluta continuara siendo lo imposible¡oh quédate un poco más entre nosotros!

los deterioros de las palabrasdeshabitando el palacio del lenguajeel conocimiento entre las piernas¿qué hiciste del don del sexo?oh mis muertosme los comí me atraganténo puedo más de no poder más

palabras embozadastodo se deslizahacia la negra licuefaccióny el perro de maldororen esta noche en este mundodonde todo es posiblesalvoel poema

hablosabiendo que no se trata de esosiempre no se trata de esooh ayúdame a escribir el poema más prescindible

el que no sirva ni para ser inservible

ayúdame a escribir palabrasen esta noche en este mundo

de Textos de sombra y últimos poemas (1982)

LA JAULAAfuera hay sol. No es más que un sol pero los hombres lo miran y después cantan.

Yo no sé del sol. Yo sé la melodía del ángel y el sermón caliente del último viento. Sé gritar hasta el alba cuando la muerte se posa desnuda en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre. Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad bailan conmigo.

Yo oculto clavos para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol. Yo me visto de cenizas.

De Las aventuras perdidas, 1958

Alberto Girri

El testigo

Con el rostro enlodado, en un rapto de furia celosalevanto el acta de mi piel.

Esta piel mía, fantasmal y tensa,que envejece sola.

Hay respuestas, condenas, hay nacimientosy heridas de clavos que algo significan.

Mas ni eso, ni la elevación del cáliz encendido

muerte y muerte del hombre por el hombre,anuncian paz.

Como puede verse, en el hospital terrestre las consignas son cruelesy la más cruel, la más extensa,

ordena convertir el grito en injuria desolada.

Con todo, y sin los subterfugios usualesme confieso que estoy muerto. ¡Contento Señor!

Pues me llevas como a un enfermo evangélico,como a un paralítico,cuya sangre indecisa derramada en el caminoes un ojo indeciso y humeante.

Yo nada he sustituido,

Pues en rigor mi permanencia fue oscura.

Y luego,

cuando el paso y la caída esfumaron en verdad mi pielno pregunté si el infalible beso,fue de un ángel vengativo o de un simple loco.

He tratado de decir, que el occidente está enfermo de materia y de ironía.

Publicado inicialmente en Banda Hispânica

Arte poética

Un elemento de controversiaque nos lleve a lo paradojaltras cada línea, cada pausa;la ambigüedad a expensas de la convención.

Una premisa constante, la duda,indagando en la realidad,buscándola fuera del contexto;la materia a expensas del lenguaje.

Una síntesis intransferible y bellacon ánimos, bestias, escrituras,profanados sub specie aeternitatis;la imaginería a expensas de tormentos.

Una teología creadora de objetosque se negarán a ser hostiles a Dios.

Subsistiré, subsisto

Subsistiré, subsisto,ser el pimpollo,ser el transitorio pez,naturaleza como mezcla.Apenas anunciado,la permanente degradaciónme empuja la cambio,inimaginable consumode fuego elemental,agua, aire, tierra,y formas que nunca nacen,por ya engendradasactuales y futuras,retrospectivas formas,repitiéndome en todoscargado a una inmortalidadllamada muerte,cuando el odio me disocie,y lo oscuro sea recompensa;amor,cuando presunta pureza,me identifique en un lugar,interior tentativa de conservación,

la única que pueden permitirmetiempo y especies.

Doppelleben

Novelistas

fervorosos de la acción

e incapaces de actuar,

ideólogos

que erráticamente fechanel ocaso de nuestros ciclosy de ciclos que sobrevendrán,excéntricossin esperanzas, deslomándoseen sentenciar que la grandezase arranca de las causas perdidas,nihilistassupérstites de un credoalgunas de cuyas demandastodavía circulan, sin eco:

Las cárceles sonuniversidades del crimenque habrá que volar, tarde o temprano.Como esquemas de vidas encarnando¿hasta qué punto es quiméricala comunión entre lo inmutable de cada destinoy la perspectiva que elige, que pretende?¿Cómo encargadosde desautorizar la hegeliana sentenciade que lo interior supone con lo exteriorun vínculo ineludible?

¡Doble vida!¡La expresiónque tú Gottfried Benn acuñastepara nuestros constantes espejismos,desenmascarando incompatibles prácticas,chácharas sobre generalidades,reticencias en admitirque cuanto pesa y decide se producefuera de la esfera de lo personal

Cuando la idea del yo se aleja

De lo que va adelantey de lo que sigue atrás,de lo que dura y de lo que cae,me deshagoabandonado quedodel fuerte soplo,del suave viento,y quieto, las espaldasapoyo en el suelo,vueltas las manos hacia arriba,corazón,abjurando de armas, faltas,de oraciones donde borrar las faltas,blando organismo, entidad que ignora cómo decir: Yo soy,y en la enfermedad y muerte,vejez y nacimientoya no encontrarán lugar,como no lo encontraría el tigrepara meter su garra,el rinoceronte el cuerno,la espada su filo.

Antes hacía, ahora comprendo.

Pascal

Casi ninguna verdad,el vacíopara sentirte segurocontra la historia,apóstatapor aconsejar la inconstancia,la fatiga extrema,la tempestad,aunque los hombres no las amen,por juzgarnos míserosy tener la alta idea de tique no quierescompartir nuestras debilidades,por ser tú mismo endebley admirar las moscas,extraña potenciasque ganan todas las batallas,perturban el alma,y devoran el resto,por sustraerte al destino comúnasomándote al abismo,

tu abismo, a tu izquierda,y orar con un largo grito de terror,por cerrarte a la claridadmientras velas, implacable,y exigesque en esa Agoníaque durará hasta el fin del mundonadie se duerma,por haberte ofrecido a Diostras anunciar que en todas partesla naturaleza señala a un Dios perdido.

Casi ninguna verdad,el vacíoy el morir solosdebajo de un poco de tierra.Tuviste razón,qué necios son estos discursos.

Oficio de amor

De la intimidad que ahora nos asusta sale el pasado, sale la espléndida nostalgia, ejercicio callado del ocaso; de la valuación de Dios en la plegaria, para que no estemos uno fuera del otro, saldrá la amenaza, celosa corrosión de los gestos interrumpiendo nuestro abrazo.

¡Oh manoseados sentimientos! Más y mejor seré yo mismo cuando guarde de tu boca la idea y aunque ya no pase del existir a la presencia igualmente me verás contra tu boca vigilando la mudanza de los días hasta que, siendo como yo reliquia, me ayudes a evitar esta agonía.

Juan Gelman

Una mujer y un hombreUna mujer y un hombre llevados por la vida,una mujer y un hombre cara a carahabitan en la noche, desbordan por sus manos,se oyen subir libres en la sombra,sus cabezas descansan en una bella infanciaque ellos crearon juntos, en plena de sol, de luz,una mujer y un hombre arados por sus labios

llenan la noche lenta con toda su memoria,una mujer y un hombre más bellos en el otroocupan su lugar en la tierra.

Oración de un desocupadoPadre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela, pobrecita, ella reposa ahora, no tiene que lavar, limpiar, no tiene que preocuparse andando el día por la ropa,no tiene que velar la noche, pena y pena, rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,que me muero de hambre en esta esquina,que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas,que no hay trabajo, no hay,bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto,esta angustia, este estómago vacío,esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre cavándome la carne, este dormir así, bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido te digo que no entiendo, Padre, bájate, tócame el alma, mírame el corazón, yo no robé, no asesiné, fui niño y en cambio me golpean y golpean, te digo que no entiendo, Padre, bájate, si estás, que busco resignación en mí y no tengo y voy a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuello.

El juego en que andamosSi me dieran a elegir, yo elegiríaesta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría esta inocencia de no ser un inocente,esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría este amor con que odio,

esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores, que me juego la muerte.

Mi Buenos Aires queridoSentado al borde de una silla desfondada, mareado, enfermo, casi vivo, escribo versos previamente llorados por la ciudad donde nací.Hay que atraparlos, también aquí nacieron hijos dulces míos que entre tanto castigo te endulzan bellamente. Hay que aprender a resistir.

Ni a irse ni a quedarse, a resistir, aunque es seguro que habrá más penas y olvido.

OpinionesUn hombre deseaba violentamente a una mujer, a unas cuantas personas no les parecía bien,un hombre deseaba locamente volar,a unas cuantas personas les parecía mal, un hombre deseaba ardientemente la Revolución y contra la opinión de la gendarmería trepó sobre muros secos de lo debido, abrió el pecho y sacándose los alrededores de su corazón, agitaba violentamente a una mujer, volaba locamente por el techo del mundoy los pueblos ardían, las banderas.

HechosMientras el dictador o burócrata de turno hablaba en defensa del desorden constituido del régimen él tomó un endecasílabo o verso nacido del encuentro entre una piedra y un fulgor de otoñoafuera seguía la lucha de clases / el capitalismo brutal / el duro trabajo / la estupidez /la represión / la muerte / las sirenas policiales cortando la noche / él tomó el endecasílabo ycon mano hábil lo abrió en dos cargando de un lado más belleza y más belleza del otro / cerró el endecasílabo / puso

el dedo en la palabra inicial / apretóla palabra inicial apuntando al dictador o burócrata salió el endecasílabo / siguió el discurso / siguió la lucha de clases / el capitalismo brutal / el duro trabajo / la estupidez / la represión /la muerte / las sirenas policiales cortando la nocheeste hecho explica que ningún endecasílabo derribó hastaahora a ningún dictador o burócrata aunque sea un pequeño dictador o un pequeño burócrata / y tambiénexplica que un verso puede nacer del encuentro entre una piedra y un fulgorde otoño odel encuentro entre la lluvia y un barco y de otros encuentros que nadie sabría predecir / o sea los nacimientos / casamientos / los disparos de la belleza incesante.

Nota ITe nombraré veces y veces. me acostaré con vos noche y día. noches y días con vos. me ensuciaré cogiendo con tu sombra. te mostraré mi rabioso corazón. te pisaré loco de furia. te mataré los pedacitos. te mataré una con paco. otro lo mato con rodolfo. con haroldo te mato un pedacito más. te mataré con mi hijo en la mano. y con el hijo de mi hijo / muertito. voy a venir con diana y te mataré. voy a venir con jote y te mataré. te voy a matar /derrota. nunca me faltará un rostro amado para matarte otra vez. vivo o muerto / un rostro amado. hasta que mueras / dolida como estás / ya lo sé. te voy a matar / yo te voy a matar.

Nota IIYa que moría mañana me moriré anteanoche / con un cuchillito fino voy a cavar el 76 para limpiarle las raíces a paco las hojitas a paco clavado al suelo como una mula rotagente que me quería ayudar /

después le toca al 77 para encontrar los ojos de rodolfo como cielos terrestres fríos fríos fríos diseminados por ahí /  mirada vacía ahorava a haber que trabajar limpiar huesitos / que no hagan negocio con la sombra desapareciendo / dejándose ir a la tierra ponida sobre los huesitos del corazón / compañeros denme valor /  la sombra vuela alrededorcomo un objeto en mi pieza / ni remedio que la pueda parar /  ni corazón ni nada / ni la palabra nada / ni la palabra corazón / pañeros /compañeros.

Si dulcementeSi dulcemente por tu cabeza pasaban las olas del que se tiró al mar / ¿qué pasa con los hermanitos que entierraron? / ¿hojitas les crecen de los dedos? / ¿arbolitos /otoños que los deshojan como mudos? / en silenciolos hermanitos hablan de la vez que estuvieron a dostres dedos de la muerte / sonríen recordando / aquel alivio sienten todavía como si no hubieran morido / como sipaco brillara y rodolfo mirase toda la olvidadera que solía arrastrar colgándole del hombro / o haroldo hurgando su amargura(siempre) sacase el as de espadas / puso su boca contra el viento /aspiró vida / vidas / con sus ojos miró la terrible / pero ahora están hablando de cuando operaron con suerte / nadie mató / nadie fue muerto / el enemigo fue burlado y un poco de la humillación generalse rescató / con corajes / con sueños / tendidos en todo eso los compañeros / mudos / deshuesándose en la noche de enero / quietos por fin /solísimos / sin besos.

La juntaluz (Fragmentos)Madre-coro (candice): el frío de los pobres que un día triunfarán / cruje en el fondo del país / torturado / callado crepita otoñando padeceres / se le caen

hojitas / olores secos / compañeros / se pudrenalimentando furias que vendrán / alma mía que así crecés contra las bestias / dame valor o fuego / pueda podrirme / continuar / para que coma la victoria /

Madre-árbol (canta): solicitud / penas / cuidado de vos sin vos / como el beso ya prolongado que me das por arrabales del amordonde crecés violentamente / flor unitiva / derramada como calor de corazóndonde la mundo se amujeracomo una música de vos / mirada suave de tu mano como gorrión de vos / o vos / volando amor / durando vidas.

Madre-coro: odio / no me dejés /

Madre-árbol: dame tu fuerza / amor /

Madre-coro: para que no me olvide /

Madre-árbol: para que no te olvide /.

CerezasEsa mujer que ahora mismito se parece a santa teresa en el revés de un éxtasis / hace dos o tres besos fue mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo cuando le dan de amar /  y un beso antes todavía / pisaba el mundo corrigiendo la noche con un pretexto cualquiera / en realidad es una nube a caballo de una mujer / un corazón que avanza en elefante cuando tocan el himno nacional y ella rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos por la llovizna nacional / esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas que lava con furor / con sangre / con olvido / encenderla es como poner en la vitrola un disco de gardel / caen calles de fuego de su barrio irrompible y una mujer y un hombre que caminan atados al delantal de penas con que se pone a lavar / igual que mi madre lavando pisos cada día / para que el día tenga una perla en los pies /

es una perla de rocío / mamá se levantaba con los ojos llenos de rocío / le crecían cerezas en los ojos y cada noche los besaba el rocío / en la mitad de la noche me despertaba el ruido de sus cerezas creciendo / el olor de sus ojos me abrigaba en la pieza / siempre le vi ramitas verdes en las manos con que fregaba el día / limpiaba suciedades del mundo / lavaba el piso del sur / volviendo a esa mujer / en sus hojas más altas se posan los horizontes que miré mañana / los pajaritos que volarán ayer / yo mismo con su nombre en mis labios /

Está negra la madera de tu casaEstá negra la madera de tu casa y el verde de tus plantas brilla como lustrado a mano /  te debe haber llovido mucha ausencia / debe haberte apagado los fuegos que encendías para leer tus pechos / para saber quién anda por ahí / en el verano de tu rigidez empujada / ¿qué sería la muerte sin la lluvia / su ciencia de humo y claridad? / temblabas como un cafetín / pasaban tangos de Gardel y toros ya suavísimos / tus piernas ardían al lado de los ángeles y volaban cenizas del secreto cremado / ¿cómo es posible el horror de saber? / ¡dale / viento! / ¡raspá la música que hace diamantes en cada esquina de la sonreidora! / ¡la música que separa los nacimientos de los espantapájaros! ¡los espantapájaros verdaderos! / ¡que me conocen y no son yo! / vos / que sabés hacer cuchillos con un instante del amor / cantá / sentada en los panes que horneo y nunca comeré / ¡cantá / para que corra la mañana y se subleven los canarios que lloran ocultamente! /

Qué fiesta la de la alegría nueva... Qué fiesta la de la alegría nueva sobre el viejo color. Dafne se hace pluma y vierteluz y tiempo en la razón de piedra. Le escriben versos en la ciudadque pisotea a la justicia. Dafne huyede los papeles que la ciñen.

Nadie la merece, peroa veces se la encuentra enhumillaciones de la realidad. No está escrita aún, como un caballo largo. Se la ve tan claramenteen el árbol que fue, convertido en vanidad. Ella ocupa la desolación y nada se le concederá. Ni el asombro idéntico a ella misma. Sólo busca un recuerdo donde puedaser suave y, en un momento, niña. Cierra los ojos ante el vientoque agita su pollera ysobre ella cae la vida continua.

VIhojas coloradas y verdes/hojas secas/hojas frescas/caen de tu voz/dormidas/

duermen debajo del sol/debajo tuyo/mira cómo esperanque el espanto se apague/

el sol oye caertus hojas/ quetiemblan en la noche queenciende el bosque/

De Dibaxu

Oh hay bendiciones en esta suave brisaQue sopla desde las verdes praderas y las nubesY desde el cielo: acaricia mi mejilla,Y parece casi consciente del gozo que otorga¡Oh, bienvenida mensajera! ¡Oh, bienvenida amiga!Un cautivo te saluda, procedente de una casaDe ataduras, liberado de las murallas de aquella ciudad,Una prisión donde había pasado largo tiempo emparedado.Puedo fijar mi habitación donde desee.¿Qué hogar me acogerá? ¿en qué arboledaEmplazaré mi hogar? ¿y qué dulce arroyoMe acunará con su murmullo hasta que duerma?Toda la tierra se extiende ante mí. Con corazónGozoso, sin miedo ante su propia libertad,Miro a mi alrededor; y si acaso eligiera como guíaSimplemente a una nube vagabunda,Tampoco podría perderme. ¡Respiro de nuevo!Trances del pensamiento y exaltaciones de la mente

Me abordan con rapidez: ha caído,Como por un milagroso regalo ha caídoEse peso de mi propio ser innatural,El enorme peso de muchos días agotadoresNo míos, y esos días no fueron hechos para mí.Largos meses de paz (si tan audaz palabra se ajustaA cualesquiera promesas de la vida),Largos meses de serenidad y deleite inmaculadoSon míos en el futuro: por donde quiera que me dirija,Carretera o sendero, o a través de los campos abiertos.¿O tal vez una rama o cualquier cosa que floteSobre el río me indicará el camino?

De Preludio