Poesía

Miguel de Unamuno

Características generalesSu obra poética es muy amplia y está

compuesta por una autobiografía de su espíritu, desde sus Poesías de 1907 hasta el Cancionero, pasando a su vez por El Cristo de Velázquez 1920, en el que vierte su pasión por Jesús.

Sus versos tienen ritmos ásperos y robustos, por lo que tardarán en ser apreciados.

La poesía de Unamuno fue principalmente de pensamiento, una poesía de dolor en cuyo fondo se encuentra la angustia provocada por el silencio de Dios.

El Cristo de Velázquez (1920) es un conjunto de poemas endecasílabos, es una meditación sobre el cuadro de Velázquez.

Unamuno afirma que << algo que no es música, es poesía>> e igualmente afirmó que << el universo visible es una metáfora del invisible, del alma, aunque nos parezca del revés>>.

La más clara alusión contra un principio simbolista es el verso del <<Credo poético>>.

Musicalidad del poemaUnamuno profundiza en el sentido de la

verdadera música y nos ofrece una valoración que nos recuerda la música pitagórica, concebida por Fray Luis de León.

Para Unamuno la musicalidad material no vale nada si no está cargada de esencialidad.

Busca en la poesía un ritmo interior no meramente formal, busca una musicalidad que no dependa de los factores acústicos, sino que emane de manera natural de la armonía del poema.

Ritmo del poemaDebe seguir un proceso que ve de dentro a

fuera y no al revés << un poeta es el que desnuda con el lenguaje rítmico de su alma>>. Por eso, él se niega a someterse a normas y estructuras estróficas que pueden limitar la expresión en libertad de su pensamiento y su sentimiento. La versificación ha de ser libre y natural. Tampoco debemos entender que es el pensamiento el que impone un ritmo. Es algo anterior a él, es el ritmo del propio proceso creador.

PoemaHoras serenasHoras serenas del ocaso

breveCuando la mar se abraza con

el cielo y se despierta el inmortal

anheloQue al fundirse la lumbre,

lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,

Las estrellas se posan en el suelo

De la noche celeste, y su consuelo

Nos dan piadosas con su

brillo leve

Como en concha sutil perla perdida,

Lágrima de las olas gemebundas,

Entre el cielo y la mar sobrecogida

El alma cuaja luces moribundas

Y recoge en el lecho de su vidaEl poso de sus penas más

profundas