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Los aumentos anunciados por Big- none evidencian el propósito de la dic- tadura y de la patronal de que sean los trabajadores los que paguen la banca- rrota económica nacional. 60 millones de aumento para agos- to, lo que significa un 15 por ciento sobre el salario promedio; 40 millones para setiembre, alrededor de un 10 por ciento, no alcanza a cubrir los 7 meses de congelamiento salarial y la fabulosa es- tampida en los precios de las últimas se- manas. Pero el gobierno tiene un “ plan” salarial: mientras que para octubre habla que se indexará el salario de acuerdo al costo de vida, para noviembre y diciem- bre volveremos a las “ planillas” , es decir a los aumentos sobre los básicos de con- venio y no sobre los salarios reales, lo que significará cero de aumento real. El “ plan” es el deterioro del salario real para así poder salvar a los capitalis- tas que han llevado sus bancos y empre- sas a la bancarrota y para poder pagar la deuda extema al imperialismo. El nuevo ministro de Economía, Whebe, declaró respecto a la deuda ex- terna que “ hay que salvar el honor del país, es decir el país tiene que hacer un gran esfuerzo para hacer frente a las obligaciones que tiene”. Pretende que con el hambre y la desocupación de los trabajadores se paguen centavo a centavo 40 mil millones de dólares a los usureros que mataron a nuestros jóvenes en las Malvinas. ¿De qué honor hablan estos vendepatria? No vacilan en oprimir al trabajador argentino para pagarle al ban- quero imperialista. Para apaciguar nuestra indignación, para resignamos al hambre y la desocu- pación, el gobierno coloca delante de nuestros ojos —como en el cuento del burro y la zanahoria— la promesa de que se irían en 1984, de que abrirían para entonces un proceso de “ institucionali- zación” . Para ello se nos pide sacrificio —el esfuerzo del burro— y se nos amena- za con que cualquier resistencia a morir- se de hambre, cualquier movilización de los trabajadores, cortaría este “ proceso de transición” hacia 1984, podría hacer que los militares decidieran quedarse. Estamos frente a un vulgar chantaje de una dictadura en crisis. Si aceptamos el hambre y la desocu- pación hasta 1984, si aceptamos la conti- nuación de este régimen proimperialista hasta 1984, entonces se nos “ otorgaría”

Política Obrera, Volante (Agosto de 1982)

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volante durante la dictadura

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Page 1: Política Obrera, Volante (Agosto de 1982)

Los aumentos anunciados por Big- none evidencian el propósito de la dic­tadura y de la patronal de que sean los trabajadores los que paguen la banca­rrota económica nacional.

60 millones de aumento para agos­to, lo que significa un 15 por ciento sobre el salario promedio; 40 millones para setiembre, alrededor de un 10 por ciento, no alcanza a cubrir los 7 meses de congelamiento salarial y la fabulosa es­tampida en los precios de las últimas se­manas.

Pero el gobierno tiene un “ plan” salarial: mientras que para octubre habla que se indexará el salario de acuerdo al costo de vida, para noviembre y diciem­bre volveremos a las “ planillas” , es decir a los aumentos sobre los básicos de con­venio y no sobre los salarios reales, lo que significará cero de aumento real.

El “ plan” es el deterioro del salario real para así poder salvar a los capitalis­tas que han llevado sus bancos y empre­sas a la bancarrota y para poder pagar la deuda extema al imperialismo.

El nuevo ministro de Economía, Whebe, declaró respecto a la deuda ex­terna que “ hay que salvar el honor del país, es decir el país tiene que hacer un

gran esfuerzo para hacer frente a las obligaciones que tiene” . Pretende que con el hambre y la desocupación de los trabajadores se paguen centavo a centavo 40 mil millones de dólares a los usureros que mataron a nuestros jóvenes en las Malvinas. ¿De qué honor hablan estos vendepatria? No vacilan en oprimir al trabajador argentino para pagarle al ban­quero imperialista.

Para apaciguar nuestra indignación, para resignamos al hambre y la desocu­pación, el gobierno coloca delante de nuestros ojos —com o en el cuento del burro y la zanahoria— la promesa de que se irían en 1984, de que abrirían para entonces un proceso de “ institucionali- zación” . Para ello se nos pide sacrificio —el esfuerzo del burro— y se nos amena­za con que cualquier resistencia a morir­se de hambre, cualquier movilización de los trabajadores, cortaría este “ proceso de transición” hacia 1984, podría hacer que los militares decidieran quedarse.

Estamos frente a un vulgar chantaje de una dictadura en crisis.

Si aceptamos el hambre y la desocu­pación hasta 1984, si aceptamos la conti­nuación de este régimen proimperialista hasta 1984, entonces se nos “ otorgaría”

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una salida regimentada por la actual camarilla militar.

Muchos dirigentes sindicales decla­ran que aunque no estén conformes con los actuales aumentos, dudan si movili­zarse, para no “ desestabilizar” al gobier­no en favor de un golpe militar. Con esta posición se pliegan al chantaje de la dictadura y, al desmovilizar a los trabaja­dores no sólo los condenan al hambre sino que abren el camino al golpismo.

El gobierno de Bignone no tiene fuerza para imponerse. Está maniobran­do desesperadamente para sobrevivir. Pero no ataca ni al imperialismo, ni a los financistas, ni al gran capital; con vagas promesas pretende afirmarse descargan­do la crisis sobre los trabajadores. Decre­ta la miseria salarial por la mañana y pro­mete el Estatuto de los Partidos Políticos para la noche. Los ataques contra las “ Madres” de los compañeros presos y secuestrados, el secuestro y apaleamiento de sindicalistas, recientemente denuncia­dos, evidencian la verdadera faz represiva y terrorista de esta dictadura.

Los trabajadores no pueden aceptar cambiar su hambre por una promesa de “ institucionalización ” seudodemocrática. La lucha por la democracia va acompaña­da por la lucha contra la miseria social. Y para ambas hay que echar a este régi­men proimperialista, hay que echar a la dictadura militar y enfrentar todo inten­to golpista. Son los trabajadores y el pue­blo explotado los que deben echar a Big­none y no un nuevo Galtieri o Nicolaides.

Sólo acabando con la dictadura de los secuestros, del hambre, de la entrega y la capitulación frente al imperialismo se podrá imponer un plan económico de salvación nacional que en lugar de hacer que los trabajadores paguemos la crisis, obligue a que sean los responsables, los grandes monopolios, los que paguen. De­clarando una moratoria de la deuda ex­terna, confiscando la banca y las empre­sas imperialistas, impulsando con esos recursos un plan de reactivación indus­

trial basado en las necesidades populares y del desarrollo nacional, desaparecerán el hambre y la desocupación.

El primer paso es impedir la degra­dación social de la clase obrera, es luchar por nuestro salario y contra la desocupa­ción.

• Por un salario mínimo de 900 mi­llones como han reclamado diversos gre­mios. 100 por ciento de aumento general sobre los salarios reales. Indexación men­sual del salario.

• Seguro al desocupado. Basta de des­pidos: expropiación de toda fábrica que cierre o despida. Basta de suspensiones: reparto de las horas de trabajo existentes entre todos los trabajadores mantenien­do íntegros los salarios.

• Contra la carestía. Congelamiento de precios y tarifas. Comisiones barriales de amas de casa y vecinos unidas a Comi­tés por Fábrica para luchar contra los aumentos y contra el desabastecimiento.

Para ello hay que montar una gran movilización obrera nacional. Asambleas en las fábricas y lugares de trabajo para elevar petitorios a las patronales, elegir Comités de Huelga y reclamar a los sindi­catos y a las dos CGT que lancen paros activos y la Huelga General. Muchos mo­vimientos de lucha se han venido desa­rrollando en los últimos días: Huelga Ferroviaria, de UTA, marítimos, etc. Estos movimientos huelguísticos plan­tean la necesidad de centralizarlos en una gran HUELGA GENERAL nacional para terminar de una vez por todas con la miseria salarial y la desocupación, para terminar con la dictadura y el golpismo.

PO LITICA OBRERA que lucha por echar a la dictadura y convocar a una Asamblea Constituyente democrática, hace un llamado a la unidad de acción a todos los dirigentes, agrupaciones, comi­siones internas y activistas sindicales y políticos para enfrentar esta gran miseria que pretende descargar sobre los trabaja­dores la dictadura militar.

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