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Políticas culturales, entidades trabajando juntas Consejo Municipal de Patrimonio Cultural Ponente: Indira Broca Para hablar de políticas culturales, aunque suene ocioso, primero hay que definir qué es política y qué es cultura, para de ahí establecer una ruta crítica efectiva y realista. Siguiendo esta idea, la Real Academia de la Lengua define cultura como un “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”; mientras que se refiere a política como las “orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado”. Esto quiere decir que si nos referimos a políticas culturales, nos estamos refiriendo al conjunto de normas, procedimientos y directrices encausados a la preservación, mejora y difusión de todos esos elementos que conforman una determinada cultura. Si tomamos esto como referencia para nuestra ciudad, Poza Rica, los esfuerzos de quienes tienen en sus manos la gestión, creación y promoción de dichas políticas, deben estar enfocados en aquellos elementos que determinan nuestra cultura pozarricense pero, ¿cómo logramos esto? Primero, es importante tener en cuenta que las políticas culturales surgen y se desarrollan a partir de cuatro grandes principios, que son:

Políticas culturales, entidades trabajando juntas

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Ponencia para el foro de ideas Poza Rica 2014.

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Políticas culturales, entidades trabajando juntas

Consejo Municipal de Patrimonio Cultural

Ponente: Indira Broca

Para hablar de políticas culturales, aunque suene ocioso, primero hay que definir

qué es política y qué es cultura, para de ahí establecer una ruta crítica efectiva y

realista. Siguiendo esta idea, la Real Academia de la Lengua define cultura como

un “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo

artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”; mientras que se

refiere a política como las “orientaciones o directrices que rigen la actuación de

una persona o entidad en un asunto o campo determinado”. Esto quiere decir que

si nos referimos a políticas culturales, nos estamos refiriendo al conjunto de

normas, procedimientos y directrices encausados a la preservación, mejora y

difusión de todos esos elementos que conforman una determinada cultura.

Si tomamos esto como referencia para nuestra ciudad, Poza Rica, los esfuerzos

de quienes tienen en sus manos la gestión, creación y promoción de dichas

políticas, deben estar enfocados en aquellos elementos que determinan nuestra

cultura pozarricense pero, ¿cómo logramos esto?

Primero, es importante tener en cuenta que las políticas culturales surgen y se

desarrollan a partir de cuatro grandes principios, que son:

1. El valor estratégico de la cultura como difusor de estándares

simbólicos y comunicativos; base en la que fundamentar las

identidades colectivas. Esto es, los monumentos, sitios, fiestas,

gastronomía, y demás manifestaciones que consideramos propias de

los pozarricenses.

2. Desarrollo de la identidad de las naciones y de los estados; creando

efectos positivos, tanto económicos como sociales. En este punto,

todos debemos ser consientes de que la cultura no sólo aporta

beneficios sociales sino que, bien entendida, administrada y

gestionada, puede contribuir económicamente a la población

mediante la creación de empresas culturales.

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3. Desarrollo de creatividad, autoestima y una imagen positiva de los

individuos y los territorios. Este punto es muy importante ya que

nadie habla bien de lo que no quiere y, como dicen los publicistas,

una mala publicidad puede acabar con cualquier empresa.

4. Deseo y necesidad de preservar el patrimonio colectivo de carácter

cultural, histórico o natural. Es decir, voluntad.

Ya que tenemos claros estos primeros conceptos, es primordial para todo el que

se proponga hacer cultura, dejar de lado las ideas preconcebidas sobre la

naturaleza etérea del arte y darnos cuenta de que el artista no “vive del aplauso” y

mucho menos hace su labor como un mero desahogo, sino que es parte del

sistema y como tal, contribuye al desarrollo económico y social de un pueblo. Para

ello tenemos que asumir y propiciar la proliferación de empresas culturales, y

hablar de temas como el capital cultural y mirar al dinero destinado a cultura no

como un gasto sino como una inversión; para hablar más claro, olvidarnos del

“amor al arte”.

Entendamos que las empresas culturales son aquellas que propician el desarrollo

e intercambio cultural de un pueblo con un sentido económico de rentabilidad y

productividad del mismo modo que un plomero o un agente de seguros (y uso esta

analogía porque los productos ofrecidos pueden ser materiales o inmateriales,

pero no por eso menos necesarios en la vida cotidiana, o díganme si en la

actualidad se puede reparar una tubería sin el primero o conducir tranquilo el

coche sin los servicios del segundo).

Así como en los ejemplos anteriores, las empresas culturales brindan servicios a

la sociedad que pueden oscilar desde el montaje de un espectáculo para las

fiestas del petróleo hasta brindar una herramienta de comunicación a personas

con capacidades diferentes.

Pierre Bourdieu, sociólogo francés, entiende el capital cultural como un

instrumento de poder al nivel del individuo bajo la forma de un conjunto de

cualificaciones intelectuales producidas por el entorno familiar y escolar. Decimos

que es un capital porque se puede acumular a lo largo del tiempo y también, de

algún modo, se hereda a las siguientes generaciones. Por supuesto que la

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asimilación de este capital en cada generación está condicionada a otros

fenómenos sociales, pero, el capital cultural como todo capital, le infiere un poder

a su poseedor.

Para determinar este valor, hay que abordarlo desde tres perspectivas distintas,

que van de lo material a lo inmaterial, y todas conllevan formas determinadas de

rentabilizarse:

La forma incorporada es lo que Pierre denomina habitus cultural (esquemas de

obrar, pensar y sentir asociados a la posición social). Se construye por la

socialización sucesiva y comprendida de los individuos y comprende, por ejemplo,

la soltura social y la capacidad para expresarse en público. Esta forma es

resultado de la “inversión” personal de cada ente.

La forma objetivada son los bienes culturales (libros, cuadros, discos, edificios,

monumentos, etc.). Al ser un bien de carácter tangible, su valor económico es

relativamente más sencillo de determinar, aunque dicho monto debe comprender

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la suma de los valores físicos y simbólicos de la propiedad. Hay que resaltar que

para apropiarse de un bien cultural, es necesario ser portador del habitus cultural

antes definido.

La forma institucionalizada se refiere a los títulos escolares. Un título escolar se

valúa por el mercado. Dicho valor es relativo y depende de su posición en la

escala, que está determinada por una gran cantidad de variables que fluctúan de

acuerdo con la región, la disciplina o hasta con la institución elegida. Es el valor de

un título el que permite beneficiarse, por ejemplo, en el mercado laboral, de

productos o bienes culturales.

Tener claros estos principios es fundamental para cualquier involucrado en cultura,

y ahora que ya los tenemos definidos, podemos comenzar a hablar de una

estrategia específica para Poza Rica.

Como en el caso de cualquier otra política, ésta debe contemplar a todos los

involucrados y generar reglas claras que permitan el sano desarrollo de sus

actores, partiendo de la cooperación entre las diferentes instancias oficiales,

gestores, creadores y público, que deben funcionar como un engranaje donde

todos realicen la parte que les corresponde; y en el caso concreto de nuestra

ciudad, esta cooperación debe comenzar con la centralización de las

dependencias culturales municipales, como la Casa de Cultura, El Consejo

Municipal de Patrimonio Cultural y las direcciones municipales de Cultura,

Turismo, Recreación y Educación; quienes, trabajando juntas, deben servir como

rectoras y ejemplo para todos los grupos culturales y creadores, ya que de otro

modo, cualquier intento real por generar cambios o acciones concretas,

difícilmente puede llegar a realizarse.

Esta parte de la cooperación va más allá de una simple mezcla de buenas

voluntades, es vital crear acuerdos de cooperación que se cumplan en la práctica,

y facilitar la gestión entre dependencias, así como destinar los recursos humanos

y materiales necesarios para optimizar, de manera sustentable, la funcionalidad de

las entidades encargadas de llevar la oferta cultural a la población, en este caso,

la Casa de Cultura y las direcciones municipales relacionadas con cultura como

prioridad de carácter urgente.

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Invertir en las direcciones municipales significa no solamente destinar recursos

económicos en personal e instalaciones (que hace falta) sino establecer los

lineamientos para que los esfuerzos culturales permeen dentro de la población,

asumiendo su compromiso como órgano difusor del quehacer cultural, pero

también de las opciones de educación en la materia, a través de una correcta

capacitación, con funcionarios eficaces y eficientes, que vean a la cultura

partiendo de los conceptos que ya definimos y no como moneda de cambio para

conseguir favores personales o gloria local. Es urgente que quienes tomen las

riendas de dichas entidades comprendan que la cultura no son lecturas de

poemas ni pastorelas, sino todas las manifestaciones de nuestro pueblo que

contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida.

Es preciso que plan municipal de desarrollo cultural incorpore ideas propias pero

también de expertos en la materia, preferiblemente locales y foráneos, ya que a

veces una persona externa puede detectar áreas de oportunidad que a veces

nosotros no vemos.

Es urgente la profesionalización, la capacitación adecuada para los funcionarios y,

por supuesto, que todos los involucrados, desde la presidencia municipal misma,

asuman este reto con transparencia y que los proyectos aprobados lleguen a

concreción, como no es el caso, para desgracia nuestra, del mural de Pablo

O’Higgins, que a pesar de haberse logrado la gestión, en 2008, de los recursos

para su restauración, y la aprobación de los mismos en 2010, a la fecha, sigue en

deterioro diario, sufriendo daños constantes producto de la ignorancia (como unos

orificios de broca descubiertos recientemente), y recordemos que la ignorancia es

un tipo de violencia.

Dirán que el mural no tiene que ver con las políticas culturales, pero se equivocan,

ya que si no hemos tenido el sentido común para evitar un daño a una obra de

arte, ¿cómo podremos generar un proyecto tan ambicioso como el Museo del

petróleo? Pues asumiendo lo que ya he expuesto con total seriedad y

poniéndonos a trabajar por el bien de Poza Rica.

Reitero que proponer eventos o proyectos per sé no basta para lograr una

transformación en la sociedad. Si lo que buscamos es elevar la calidad de vida y

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oportunidades en la población, la planeación a corto, mediano y largo plazo, con

bases concretas (datos y números reales, para entendernos) es la primera piedra

a poner en esta aventura.

He dejado para lo último, pero no por menos importante, el papel del Consejo

Municipal de Patrimonio Cultural, surgido del Foro de identidad de 2008 y como

resultado del trabajo de investigación y gestión del Arq. Diego Torres y la

Dirección de cultura en turno para catalogar nuestro patrimonio cultural, integrado

por académicos, promotores y gestores, empresarios y artistas pozarricenses.

Como primer esfuerzo dio algunos frutos, pero de nuevo la falta de voluntad de las

autoridades detuvo dicho trabajo antes de poder proteger monumentos que ya no

forman parte de nuestro paisaje, como “los petroleros” o “el chalet”; situación que

los pozarricenses no podemos seguir permitiendo.

Y es esta figura la que carece de una política fuerte, que le otorgue el poder de

hacer su trabajo, que es de gran importancia para nuestra sociedad, de la misma

forma que el Consejo Coordinador Empresarial, el Consejo de Participación

Ciudadana o el Consejo de Protección Ambiental en sus respectivos campos de

acción.

Para lograr la catalogación, protección y preservación de nuestro patrimonio

cultural, es menester que el Gobierno municipal convoque de nueva cuenta a

Consejo para su reestructuración, llamando tanto a los miembros actuales cómo a

nuevos integrantes para refrendar los compromisos, con requisitos de ingreso que

sirvan de filtro para que el consejo esté integrado por profesionales y expertos en

todas las disciplinas sociales, humanas y económicas necesarias para el

desarrollo del trabajo, con el cuidado de que los miembros gocen de buena fama

pública y tengan la capacidad de afrontar este reto.

Obviamente, este trabajo requiere recursos materiales y humanos, requiere de

tiempo, investigación y análisis por parte de los integrantes, por lo que es

forzosamente necesario que el municipio contemple el pago de los servicios

prestados y ponga las bases en papel para que dicho consejo tenga voz y voto

sobre los temas que atañen al patrimonio cultural de Poza Rica.

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Claro que esto último viene con responsabilidades, por ello la regulación de las

funciones tiene que ir de la mano, con la generación del manual de operaciones y

procedimientos del consejo, documento en que se detallen los estatutos, reglas de

operación, tiempos de permanencia y procedimientos para el cambio de

consejeros, integración del cuerpo técnico, alcances de su autonomía, poder de

gestión y enlace, autoridad en la materia, políticas de entrega-recepción de

material; en palabras simples, poner las reglas claras y transparentes.

Reitero que nuestro trabajo en cultura no debe ser para aumentar el techo

intelectual, sino para elevar el piso, la base de todos los pozarricenses y así,

llevarnos al siglos XXI.

Para cerrar, quiero explicar con una analogía el cuadro que propone Pierre en su

concepto de habemus, el cuadro que ven me hizo entender por qué muchos

piensan que la cultura es elitista, y lo que entendí es que el ser humano que se

expone a la cultura en algún momento de su vida, eleva sus posibilidades de

lograr el éxito en la vida, pues aumenta sus herramientas para crecer a nivel

económico, social, emocional y hasta afectivo; es decir, el elitismo no nos acerca a

la cultura, la cultura aumenta nuestras posibilidades de éxito en la vida, imaginen

un mundo, dónde el piso social no es la marginación, sino la vida digna, eso es lo

que queremos para poza rica.