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¿Por qué no vuela este barco? Erika M. Padilla Rubio Todos los derechos reservados. Palabra y Obra ® © Visita www.palabrayobra.org Los adultos y los niños pensamos diferente. Vemos el mundo desde otra perspectiva. Tenemos diferentes capacidades. Si los comparáramos con máquinas unos serían barcos y los otros aviones. Pero lo raro es que muchos adultos se empeñan en que los niños se comporten como adultos. Es como pedirle a un barco que vuele o a un avión que surque los mares. Muchos adultos quieren que los niños memoricen cosas, cuando ellos prefieren manipular objetos, hacerse preguntas filosóficas y descubrir la respuesta por ellos mismos. Algunos catequistas les enseñan a los niños la parábola del hijo pródigo, cuando ellos todavía no tienen conciencia moral, es decir, aún no saben por sí mismos lo que está bien y lo que está mal. Ellos podrán decir mi mamá dice que es malo decir mentiras, o mi catequista dice que es malo robar, pero ellos no han experimentado que se han alejado de la casa del Padre. Y entonces se van a quedar muy preocupados por quién va a cuidar a los cerdos, porque su necesidad, en esa etapa de su desarrollo se centra en la protección y el cuidado que necesitan de sus papás. Muchos catequistas se frustran porque: · los niños no se aprenden las cosas, · los niños se alegran mucho de que van a hacer la Primera Comunión, porque ya no van a tener que regresar a la catequesis, · los niños ya no regresan al siguiente año, · los que fueron sus alumnos llevan una vida lejos de Dios, etc. Y se preguntan con desesperación ¿por qué no vuela este barco? Hoy tenemos la oportunidad de ver a los niños con nuevos ojos. Hoy podemos darles una catequesis que dure para siempre, tanto en su memoria, como en sus actos. Hoy podemos darles una catequesis que les guste tanto que no quieran dejarla, incluso en las vacaciones. Que sea tan divertida, tan grata, tan feliz, que salgan brincando de gusto. ¿Cómo lograrlo? Primero que nada, dejando que los aviones vuelen y los barcos naveguen. Entendiendo que los adultos no son mejores que los niños, ni los niños son una cubeta vacía que hay que llenar. Los niños, son los maestros que deben imitar los adultos para poder entrar en el Reino de Dios.

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¿Por qué no vuela este barco?

Erika M. Padilla RubioTodos los derechos reservados. Palabra y Obra ® © Visita www.palabrayobra.org

Los adultos y los niños pensamos diferente. Vemos el mundo desde otra perspectiva. Tenemos diferentes capacidades.

Si los comparáramos con máquinas unos serían barcos y los otros aviones. Pero lo raro es que muchos adultos se empeñan en que los niños se comporten como adultos. Es como pedirle a un barco que vuele o a un avión que surque los mares.

Muchos adultos quieren que los niños memoricen cosas, cuando ellos prefieren manipular objetos, hacerse preguntas filosóficas y descubrir la respuesta por ellos mismos.

Algunos catequistas les enseñan a los niños la parábola del hijo pródigo, cuando ellos todavía no tienen conciencia moral, es decir, aún no saben por sí mismos lo que está bien y lo que está mal. Ellos podrán decir mi mamá dice que es malo decir mentiras, o mi catequista dice que es malo robar, pero ellos no han experimentado que se han alejado de la casa del Padre. Y entonces se van a quedar muy preocupados por quién va a cuidar a los cerdos, porque su necesidad, en esa etapa de su desarrollo se centra en la protección y el cuidado que necesitan de sus papás.

Muchos catequistas se frustran porque:· los niños no se aprenden las cosas, · los niños se alegran mucho de que van a hacer la Primera Comunión, porque ya no van a tener que

regresar a la catequesis,· los niños ya no regresan al siguiente año,· los que fueron sus alumnos llevan una vida lejos de Dios, etc.

Y se preguntan con desesperación ¿por qué no vuela este barco?

Hoy tenemos la oportunidad de ver a los niños con nuevos ojos. Hoy podemos darles una catequesis que dure para siempre, tanto en su memoria, como en sus actos. Hoy podemos darles una catequesis que les guste tanto que no quieran dejarla, incluso en las vacaciones. Que sea tan divertida, tan grata, tan feliz, que salgan brincando de gusto.

¿Cómo lograrlo?

Primero que nada, dejando que los aviones vuelen y los barcos naveguen.

Entendiendo que los adultos no son mejores que los niños, ni los niños son una cubeta vacía que hay que llenar. Los niños, son los maestros que deben imitar los adultos para poder entrar en el Reino de Dios.