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Escribir adredepara leer de oquis

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Universidad Autónoma de Chihuahua

Ing. José Luis Franco RodríguezRector

Lic. Luis Alfonso Rivera SotoSecretario general

Ing. Manuel Reyes CortésDirector de Extensión y Difusión Cultural

M. C. Alma Patricia Hernández RodríguezDirectora académica

Ph. D. Guillermo Villalobos VillalobosDirector de Investigación y Posgrado

Ing. Arturo Leal BejaranoDirector de Planeación

C. P. Mario Alfonso Sáenz ChaparroDirector administrativo

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ZACARÍAS MÁRQUEZ TERRAZAS

Escribir adredepara leer de oquis

46Colección Flor de Arena

Universidad Autónoma de ChihuahuaChihuahua, México, 2003

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Edición: Unidad Editorial de la Direcciónde Extensión y Difusión Cultural

Mesa de editores: Manuel Reyes Cortés, Heriberto Ramírez Luján,Jesús Chávez Marín, José Luis Domínguez Castillo, Carmen LeticiaEstrada, Elvira Catalina Gutiérrez y Liliana FierroAcuarelas: Carlos Carrera

ISBN: 968-6331-98-0

Derechos Reservados© Zacarías Márquez Terrazas, 2003© Universidad Autónoma de Chihuahua, 2003

Dirección de Extensión y Difusión CulturalCampus UniversitarioChihuahua, Chih., México. CP 31178Teléfono: 414-51-37

Editado y producido en Chihuahua, México

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Prólogo

Al lado de su extensa obra de historiador y maestro,Zacarías Márquez Terrazas ha publicado, en revistas ycalendarios, textos literarios breves y pulidos, espléndi-das joyas verbales: poemas y relatos de cariñoso liris-mo, ironía brillante y amargosa, sabiduría profunda yprudente.

Este libro reúne ahora textos de distintas épocas, elprimero de ellos apareció a principios de los años ochen-tas en una revista de arte y turismo de esta ciudad, queactualmente ya no circula; el más reciente es un relatoligero y bien documentado de la vida pública en la ciu-dad de Chihuahua, como un homenaje que se adelantaa la ya cercana celebración de sus 300 años, el próximooctubre de 2009.

En la primera parte de esta obra, que titulamos conun verso de Rodrigo Caro: “Campos de soledad, mus-tio collado,” aparecen poemas que el autor publicó enprimeras versiones, impresos en dos calendarios dise-ñados con fotografías: uno de ellos titulado Gente deChihuahua, con estampas de niños, mujeres y señores,adultos y ancianos que en su rostro, el cuerpo, la acti-tud y la ropa expresan el tipo de los chihuahuenses. Enuna toma de Ramón Amaya aparecen cinco niños tara-humaras; Francisco Muñoz retrata a un viejo campesi-no; Mario Alberto Arroyo ilumina con su arte fotográ-fico a una familia menonita en su ambiente cotidiano;Roberto Lara De la Fuente muestra cinco niños de ba-rriada muy contentos, trepados en un camión de carga;Libertad Villarreal imprime el bello retrato de una se-ñora y su nieta, muy sonrientes y coquetas; FranciscoLubbert alumbra en el fondo de una mina a cuatro se-ñores que posan frente a la maquinaria, bien serios con

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sus cascos y sus lámparas; Enrique Ramos saca unaseñorita linda que trabaja en línea de producción, en lamaquila; Elías Holguín, gran artista de luces y sombras,revela en plata la figura noble de un campesino serrano;Enrique Ramírez Leyva hace una toma de la banda mu-nicipal, tocando en el kiosco de la Plaza de Armas conuniforme de domingo; Gerard Tournebize pone en ca-lendario una de sus clásicas fotos del país de lostarahumares en lo profundo de su bosque, y HéctorJaramillo una rapidísima estampa de un joven que vue-la en patineta. Al lado de cada foto: el fulgor de las pa-labras, la prosa poética de Zacarías.

El otro calendario se llama Paisaje chihuahuense. Jun-to a los textos poéticos de nuestro autor aparecen dosfotos de Ramón Amaya y once de Francisco Muñoz:la frescura del bosque de Aldama, rocas milenarias yárboles centenarios en el Divisadero, la luz del agua enla cascada Basaseáchic, una vista panorámica de la ciu-dad, arena del antiguo mar Samalayuca, la montaña azulde Los Filtros, las casas geométricas de Paquimé, elparaíso lejano del Pegüis, las joyas naturales de agua,piedra y lumbre en las grutas de Coyame, la llanura cla-ra y estoica de Balleza, el vergel y el lago de Arareco, elrosal de piedra de Otachique y el recinto natural deNamúrachic.

En la segunda parte de este libro, titulada “Barullode las estaciones,” aparecen seis relatos y un poemacuyos protagonistas son mujeres: la maestra de quintode primaria en el valle del Papigóchic; un retrato líricoy hermoso de María Robledo y Valle, marquesa de To-rre Campo; la madre tierna y bravía de un revoluciona-rio de Satevó; la estampa vigorosa de la dama urbana yfragante llamada Rina Alberti Brunatti; la evocaciónamorosa en las llamas de la pasión de una carta quearde en la hoguera, donde se cuenta una historia de amor

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con el talento narrativo de un autor de realismo mági-co; y, al cerrar con broche de oro, el poema de una niñay su madre física y mítica.

La tercera parte se llama “Partitura de íntimo deco-ro,” frase tomada de un verso de López Velarde. Inclu-ye cinco relatos y una crónica, la ya mencionada al prin-cipio de esta nota, donde los protagonistas son MiguelHidalgo, varonil y heroico; el padre del novelista Mar-tín Luis Guzmán; el propio autor en dos momentos:Zacarías niño paseando con sus tías en la plaza Merino;el escritor contemplando la ciudad desde lo alto de uncuarto de hospital donde cuida a su madre enferma.

Este es un libro hermoso y original: su ángulo deregistro es personal y de grande sabiduría; el texto es degran modernidad al mezclar con soltura todos los géne-ros literarios con mano maestra y ojo certero. La filoso-fía que lo anima se armoniza con el gran cariño de unhombre por la tierra de los mayores, la nobleza de lagente en sus batallas y sus afanes diarios, en la historiay en la vida.

JESÚS CHÁVEZ MARÍN

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Yo soy como las gentes que a mis tierras vinieron,soy de la raza mora, vieja amiga del Sol...que todo lo ganaron y todo lo perdieron.Tengo el alma de nardo del árabe español.

MANUEL MACHADO

Primera parte

CAMPOS DE SOLEDAD,MUSTIO COLLADO

Campos de soledad, mustio collado.

RODRIGO CARO

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Canto a Chihuahua

Gozosamente limpia, nueva,la plata de la lumbre de la Luna.

GABRIEL MIRÓ

h, Chihuahua, que vieja y qué seca teveo!

Aún brilla tu entraña como una moneda de platacubierta de polvo.

Clavel encendido de sueños de fuego.He visto brillar tus estrellas, quebrarse tu luna enlas aguas, andar a tus indios descalzos, hiriendosus pies con tus piedras ardientes.¿En dónde buscar tu latido en los míos,que se lleva el aire, en sus dunas, murallas y torresde pueblos perdidos?¿En tus gentes braceros errantes que pudran sus

vidaspor dar el dulzor al futuro?Chihuahua, qué vieja y qué seca te veo,quisiera talar con mis manos tus bosques, sembrar

decenizas tus tierras resecas,arrojar a una hoguera tus viejas hazañas,dormir con tus sueños y erguirme después, con la

aurora,ya libre del peso que pone en mi espalda la

sombra fatal de tu ruina.Chihuahua, qué vieja y qué seca te veo.

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Quisiera asistir a tu sueño completo,mirarte sin pena, lo mismo que a luna remota,hachazo de luz que no hiende los troncos nipone la llaga en la piedra.Qué tristes he visto a tus hombres.Los veo pasar a mi lado, mamar en tu pecho la

sangre,comer de tus manos el pan, y sentarse después a

soñarbajo el álamo,dorar con el fuego que abrase sus vidas tu dura

corteza,les pides que pongan sus almas de fiesta.No sabes que visten de duelo, que llevan a cuestas

elpeso de tu acabamiento.Que ven impasibles llegar a la muerte tocando sus

gravesguitarras.Chihuahua, qué triste pareces.Quisiera asistir a tu muerte total, a tu sueño

completo,saber que te hundías de pronto en las aguas, igual

que unnavíomaldito.Y sobre la noche desierta, borrada tu estela,Chihuahua, ni en ti pensaría. Ni en mí. Ya

extranjerode tierras y días.

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Ya libre y feliz, como viento que no hallan nirosa, ni mar,

ni molino.Sin memoria, ni historia, ni edad, ni recuerdo, ni

pena...En vez de mirarte, oh, mi tierra, clavel encendido

de sueñosde llama,cofre de dura corteza que guarda en su entraña

calientela vieja moneda de plata, cubierta de olvido, de

polvo ycansancio.

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Delicias

l ciego sol, la sed y la fatigapor la terrible estepa de Chihuahua

conquista el desierto y se doblega.Esmeralda incrustada en el desierto; regalo del

dorado llano.Tierra de audaces y preclaros hijos.Delicias: lo que eres, tu nombre lo proclama.

Parral

Polvo, sudor y plata,el Cid cabalga en Parral.

ierra noble y generosa que te hasvolcado en Chihuahua;

dando hombres, honor y orgullo memoria de tupasado.

Fuerte mansión de hidalgos y matronas, marcode plata de lo más preciado.

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El valle

rato solar de vides y de frutos.Tierra primigia de la patria mía.

Valle de San Bartolomé, leyenda vieja,cepa de la estirpe de Chihuahua.

Batopilas

emanso tropical en el abismo paridapor la plata de tus cerros,

calmándote la sed los frutos de oro, apresas encrisol,

fuente de vida en cuenco de tus manos deminero.

Camargo

amargo, mirándose en el Conchos, elgran padre del páramo norteño.

Camargo, visionaria y somnolienta tierra fuertede grises peñascales:

en el desierto una rosa roja que marca elcorazón de nuestro estado.

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Chínipas

iejo pueblo de gestas y cantares;rincón lejano del solar norteño donde

se pierde el almay el grito del pasado en el azul del cielo.

Ciudad Juárez

Dime, peregrino,¿has visto a mi hermano

por este camino?F. VILLAESPESA

aso del Norte de los “indiosmansos;”

puerta hacia el misterio de la tierraignota.

Milagro arrancado del desierto y encrucijadade lo ajeno con lo nuestro.

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Guadalupe de Bravo

¡Cómo lloran las carretascamino del pueblo nuevo!

J. R. JIMÉNEZ

ímbolo de la patria desgarrada esGuadalupe, del distrito Bravo;

donde el hermano recibió al hermano con unabrazo en el rincón amado.

Temósachic

Pensé arrancarme el corazón y echarloal ancho surco del terruño tierno.

J. R. JIMÉNEZ

reciendo un táscate tierno entre losmeandros del río:

nació este pueblo serrano con alma de un niñoindio

lleno de coraje y brío.

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Jiménez

l agua del Florido resbala, corre ysueña;

lamiendo ya domada el llano que la quiebra.Señera y solitaria se yergue Güejuquilla,baluarte desafiante del desierto.

Calle Libertad

i tierra triste y noble!La de altos llanos y yermas

roquedades,vaciándose en sus calles de aristocracia

indiana.Correr la Libertad y oír palabras viejas...

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Quinta Gameros

as ilusiones románticas del mineroManuel Gameros las transformó en

cantera el ingeniero Julio Corredor, construyén-dole una mansión digna de hadas. Las obras seconstruyeron en 1911, cuando ya había estalladola revolución.

Fue lo que no soñó que fuera: domicilio de donVenustiano Carranza, jefe del Ejército Constitu-cionalista; es un orgullo de Chihuahua.

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Cenotafio

erá Villa el último relámpago apacheque cubrió mi tierra. Santos Vega le

construyó una tumba de encaje de piedra; la muer-te se lo llevó muy lejos y un cenotafio suspira porsu vuelta.

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Hotel Victoria

écada de los 40; florece el art deco enla avenida Zarco cuajando su mejor

logro en el Hotel Victoria, muestra galana delestilo californiano o neocolonial mexicano quemarca un hito en la arquitectura de la ciudad.

Teatro de los Héroes

lbor de siglo en el Teatro de los Hé-roes, con música de Verdi al

inaugurarse el 9 de septiembre de 1901. Lo cons-truyó el ingeniero George E. King. Se enlutó conla sentencia de muerte de Felipe Ángeles en surecinto y la tragedia de un incendio lo consumióen 1955.

Parque del Mirador

en medio estaba un parque. Muy ver-de. Blancas sendas, simétricos jardi-

nes. Y un niño tierno dice: “¡Chihuahua: esta her-mosura de sol de primavera!”

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Plaza de Armas

lma y corazón de mi tierra. Evocaciónde su historia y alcurnia. Torres her-

mosas de la Catedral que han contado el tiempoy nos han visto pasar a todos. En la década de los50 se alzó el cine Plaza, que escribió una páginaen la cronología de un pueblo.

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Los indios

iempre impasibles con los ojos llenosdel paisaje de la sierra; los abuelos

tarahumares nos acompañan como un reprochede nuestras culpas sociales.

Los mineros

hihuahua:Parida por la plata de tus cerros,

calmándote la sed las aguas del Chuvíscar,apresas su cristol, fuente de vida,en cuenco de tus manos de minero.

Río Chuvíscar

a estrella es una lágrima en el azul ce-leste. Sobre Chihuahua ufana flota el

jardín de luces de un siglo que comienza.El agua del Chuvíscar resbala, corre y sueña

lamiendo, domada, casi muda, al trébol que laquiebra.

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Nace San Francisco de Cuéllar

recido un mezquite tiernoa orillas de un manso río,

Chihuahua calmó su sed;y, aprisionadas sus aguas,mezcló el cristal con la plata.

Rosa

hihuahua, donde las rocas sueñan.Mi tierra de grisientos peñascales;

Chihuahua visionaria y soñolienta.En el desierto una rosa, rosatierna de los vientos, que desafíasa los tiempos.

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Bosque de Aldama

os álamos de platase inclinan sobre el agua,

ellos todo lo saben, pero nunca hablarán.Sólo Aldama lo entiendecon su triste soñar.

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Ciudad de Chihuahua

ija del sol parida en otoño;ciudad azul, moneda de plata

desgastadadonde muere la tarde sin alientoy el mezquite se frunce en flor de trinos.

Divisadero

etira el sol su rayo purpurinoy el bosque dice cosas olvidadas,

y el pino de crestas levantadas.Flota un clamor y se desgrana un trino.

Cascada de Basaseáchic

na luciérnaga entre las matas brilla,Basaseáchic en torrente centellea,

abismo arriba, y en el fondo abismo.¿Qué es al fin lo que acaba y lo que queda?

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Los Filtros de Camargo

e las montañas azulesbajaba cantando el agua

su melodía de estrellas,tilos y esquilas de plata.

Ruinas de Paquimé

ensaje del tiempo estos despojosde Paquimé, abriéndonos los ojos;

y miramos tan confuso lo presenteque angustias de dolor el alma siente.

Samalayuca

ampos desnudos como el alma míaque ni la flor ni el árbol engalanan.

Sedientas las arenas del desierto.Pobres arenas de mi muerte imagen;la luna apache que recoge el sueñosobre las dunas de Samalayuca.

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Cañón del Pegüis

guas puras del Conchos,parad, parad,

y no le llevéisel tributo al mar...Y ya no corráis,dormid en el Pegüisuna eternidad.

Grutas de Coyame

ajo un techo de rosas amarillasCoyame en el silencio vive y arde;

mientras temblando de misterio brillavestido con los oros de la tarde.

Paisaje de Balleza

ercamente lo digo, sordamente,aferrado con rabia a estas raíces,

mía es esta tierra, mi sangre esta simiente,mío es este húmedo llano, mía la gente.Esta tierra violenta, este desierto.

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Lago de Arareco

l luminoso atardecer serrano,al horizonte yermo,

al humo azuly al aire entre las hojas de los álamos.

Namúrachic

e un venero de luz nació la roca,Namúrachic, herida de mi tierra.

Llevo tu imagen retratada en llantoy un hilo de cristal que la cincela.

Otachique

osas de piedra con pétalos de aurora.Sendero que lleva al Uruáchic de las

minas;y de los pinos esbeltossube un aroma de estrellas.

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Tohuises

etoños de raíces viejas, los niñostarahumares adheridos a las rocas

como los madroños rojos. Briznas de hierba tier-na asomando entre la nieve fría como nuestra in-diferencia. Fragancia de rosalaurel que sube delas barrancas, olor a trementina de los pinos tala-dos en la cumbre... un mundo que agoniza.

Revolucionarios

etener el momento, girar atrás la his-toria y leer en las arrugas de los vie-

jos el poema épico de Chihuahua. Recuerdos deantiguas luchas; una revolución sin frutos. Fra-casos y victorias, luces y sombras que nos indi-can por dónde ir y por dónde regresar. Vidas quese apagan como luces de bengala rompiendo elcielo.

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Menonitas

lor a avena trillada, mugir de vacas le-janas. Cuna de nuestros hermanos ru-

bios, hombres que se han confundido con esta tie-rra fecunda que los acogió para poner dorada pin-celada en el arcoiris de sus etnias morenas. Ellos,los menonitas, y nosotros al fundirnos en el cri-sol chihuahuense, aprendimos y enseñamos a con-vivir a los que no lo saben. Los campos, terrónque huele a lluvia y manzanas.

La escuela

legría que se derrama; canasta de pá-jaros felices a punto de volar; herede-

ros seguros de esta tierra norteña que les legansus padres. Algarabía que espanta la negra nochedel presente incierto. Rocío de este suelo pobrecon sus mañanas oreadas.

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Mujeres

uente cristalina de la vida; dos gene-raciones y una sonrisa. Crepúsculo y

aurora que se hermanan. Mujeres de Chihuahua,hilo de nuestra historia, alma de nuestras luchas.Con las sequías y el desaliento; en fin. Agua quefecunda la aridez de nuestro suelo.

Mineros

ació Chihuahua al sortilegio de lasminas. Hombres como estos sacaron

del vientre de la tierra la plata color de luna queha bañado nuestra historia. Fue el sudor de losmineros hecho flores de piedra que nos dejó lacatedral, plegaria eterna de sus muchas penas.

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Obrera

ulce sonrisa de mujer, rayo de luna enla selva de las maquilas. Ahí la obrera

chihuahuense se impone por su gracia y eficien-cia, y siembra la esperanza del mañana de sus hi-jos. Son las mismas matronas que hace un siglodesafiaron al apache y, viudas, labraron las tie-rras de sus muertos. Manos recias y a la vez tier-nas para acariciar los bucles de sus hijos y hacercantar con alegría las herramientas del taller.

Palacio de Gobierno

álito del poder se mueve en la arque-ría, fantasmas de gobernadores pue-

blan las sombras; cascos de caballos subiendo susescaleras entre la gritería de los villistas... ambi-ción y nobleza se han jugado aquí el destino deChihuahua. Pero hoy, igual que antes, la sombratriste del tarahumar deambula reclamando su pa-sado y reprochándonos su presente.

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Labrador

ay un pasado que se resiste a morir. Elasno manso de piel suave y la mirada

digna del campesino que con sus manos ásperasnos brinda el pan de todos los días. Ejidatario gris,tan añoso y seco que te aferras a tu tierra como elviejo mezquite. Hondo recuerdo de los pueblosde donde venimos todos. Olor al polvo y la tierrade la que nos hicieron.

Resolana

a tibia resolana del teniche, humo detabaco jugando con la rendija del sol,

tufillo a sotol en el ambiente: un perro durmien-do y la espera del viejo soflamero que vendrá acontar historias. La perezosa calma de nuestrospueblos de adobe, que se desangran lentamentecon sus hijos que se van al norte. Nostalgia de lanovia que espera al hombre que un día vio en laresolana.

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Misa de doce

oleada mañana de verano con misa enla catedral. La banda de música toca

en el kiosko. Platillos y timbales espantan a laspalomas que en tornasol confeti remontan por lastorres. Abajo está la gente de múltiples colores.El cielo y las campanas también están de fiesta.Mañana de domingo en nuestra Plaza de Armas.

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____________________________________* ¡Cuídame en esta mañana, hermoso lirio en flor! Desparece mis penas y

hazme llegar a viejo: concédeme la dicha de un bordón que me sostengaen mi vejez, permíteme alcanzarla. Gracias. Exhala tu fragancia siempreenhiesto.

Fragmento de un canto tarahumar del siglo XIX.

Canto indio

umatí okilivea saeva rakochíneserová, huaminámela ke

usugitúami chiotshéloaya; chilivéva tesolachapimélava otshéloa rimivélava. Mateterevá,Savashóa huiliróva.*

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Segunda parte

BARULLO DE

LAS ESTACIONES

Y en el barullo de las estaciones,con tu mirada de mestiza, ponesla inmesidad sobre los corazones.

RAMÓN LÓPEZ VELARDE

Para mí y para vos llegó el invierno.Para vos, tornará la primavera:mas mi invierno, ¡ay de mí!, será eterno.

GARCÍA TASARA

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____________________________________* A mi maestra de 5o. año en ciudad Guerrero: María Comadurán.

Mujeres chihuahuenses

La maestra y el gis*

ulce como sonrisa de niño; frágil como elhielo del invierno serrano. Así es mi maes-tra María Comadurán. Mujer que vive re-

cibiendo anticipadamente el cariño de los santos. Másde medio siglo impartió conocimientos y ternura; nun-ca una criatura tan sutil impregnó de amor a tantos hom-bres que poblamos las vegas del río Papigóchic. Mari-quita, nuestra callada maestra de primaria, la de la es-merada caligrafía que refleja su alma de niña ingenua.Mariquita, la maestra de ciudad Guerrero que nos cu-brió de cariño como las acacias florecidas que saturancon su aroma las calles de la vieja Villa de la Concep-ción en las noches de luna que pueblan el recuerdo demi infancia. Mariquita, retratarla a usted es como que-rer apresar la belleza de la violeta en una palabra.

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La santa hereje

nsufló el corazón de los serranos. Lostomochis la buscaron con angustia entrelos cardos y barrancas de Caborca. Allá

llevaron el corazón los tomochitecos y lo trajeron hen-chido de valor; sin ver a Teresa Urrea, la taumaturgaque –como la Santa de Ávila que llevó su nombre– tam-bién hacía milagros. Mis paisanos, los tomochis, le pi-dieron curar a México de la injusticia. Las balas de Díazhicieron el holocausto aquel 1892 en aras del milagroque todavía no se cumple. Teresita, la mujer núbil deCaborca, aún consuela al capitán Cruz Chávez y a losmuertos que suspiran con el cierzo de Tomóchic. Losfantasmas de aquella tragedia todavía esperan el mila-gro de la Virgen de Caborca. El viento del desierto deCliffton, Arizona, cada año llora sobre la tumba de Te-resa, pidiendo que regrese a Tomóchic.

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Amante pálida

ostro de cera, manos de cera: pálida azu-cena marchita, cubierta de tules y tafeta-nes albos. Por fin los chihuahuenses, cu-

riosos y piadosos, pudieron desfilar ante el cadáver paracontemplar a doña María Robledo y Valle, marquesade Torre Campo y esposa del gobernador de la NuevaVizcaya, don José de Cossío y Campa, el señor mar-qués.*

Enclaustrada la tuvo su marido desde que llegaronrecién casados. Ni paniaguados ni impertinentes pudie-ron cruzar el muro de adobe que escondía a la marque-sa. Solo la muerte, en aquel 23 de septiembre de 1745,rompió el misterio y se llevó el alma de doña María.

La esquila de la parroquia tocó a difuntos, y en me-dio de responsos y hachones encendidos, al anochecerse sepultó a la muerta en el presbiterio de la parroquia;única mujer que ahí reposa, por capricho de su enamo-rado esposo.

La casa del marqués enmudeció; el zaguán se cerró;las bestias del machero se soltaron, los criados se despi-dieron. Y un silencio de tumba acompañó los llantosdel viudo inconsolable.

En la penumbra de una madrugada, un cuerpo fa-mélico salió por el portón nueve días después de lasexequias. Cruzó como sonámbulo el Chuvíscar y se per-dió en los llanos espinosos que no tienen fin en el norte.

Nadie volvió a saber más del marqués de Torre Cam-po, cuyo padre fue el conquistador de Chiapas, y él fueel más infeliz de los gobernadores de la Nueva Vizcaya.

Las viejas sentenciaron: castigo del cielo por sepul-tar a una mujer en el presbiterio.____________________________________* José de Cossío y Campa, marqués de Torre Campo, gobernador de la

Nueva Vizcaya del 2 de julio de 1743 al 8 de octubre de 1748.

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La matrona de Satevó

Las amazonas sin hombres fueron más que mujeres;los hombres entre mujeres son menos que mujeres.

GRACIÁN

u hijo es un traidor.–Mi hijo lucha por la ley con

Carranza.–Dime dónde está tu hijo... tu silencio te costará la

vida.–El que no sabe que la vida es tan efímera como el

relámpago, no ha aprendido a vivir.–¡Soldados! Maten a esta vieja en el panteón.–La muerte nos liberará de ti.Atada a un poste doña Leogarda Armendáriz, ma-

dre del que fue general villista José Ruiz, brazo dere-cho de Villa durante la toma de Ciudad Juárez, compa-ñero del Centauro acorralado en el ataque de Columbusy enemigo del mismo en 1918, perseguido con sañaque se descargó en su madre.

La noche caía, los soldados empaparon de petróleola ropa de la matrona, tal como lo ordenara el general.Inquieto, el cabo no encontró cerillos en las bolsas desu uniforme. Inquirió a los soldados, que resultaron des-provistos. La voz de la mujer suspende la pesquisa:

–Si quieren cerillos, aquí los tienen.Y les dio una caja con fósforos.En las espesa noche, la mujer fue una tea que ilumi-

nó al pueblo.La tropa atraviesa el río Satevó. Los cascos de los

caballos sacan chispas a los guijos. En las sienes delgeneral martillan las palabras de Leogarda:

–Si quieren cerillos, aquí los tienen.Lejos se escucha el aullido de un coyote.

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La dama Lampedusa

o sé que usted se acuerda. Doña Rina nosmarcó con su presencia. La historia em-pieza al revés: se casaron y vivieron muy

felices en Chihuahua. Sí, fue en 1935 cuando doña Rinay su marido llegaron a estas tierras. Claro, también yoconozco el chisme en que se cuenta que vinieron tra-yendo una mosca que mataba el gusano barrenador delganado. Este prosaico y vulgar principio no encaja condoña Rina; prefiero la otra versión, que dice que vino aplantar moreras para criar gusano de seda. Esto es máspropio de aquella dama que cubierta de brocados y en-cajes llenó mis fantásticas tardes caniculares. Aunqueaún queda otra tercera historia que cuenta que doñaRina vino acompañada de sus hijas bailarinas que lo-graron la prosperidad dentro de la farándula. Sea comofuere, doña Rina se reputó entre nosotros como unacondesa, y si no lo era, por su gracia merecía serlo.

Doña Rina Alberti Brunatti vivía en el Hotel Pala-cio, salía por la puerta principal del edificio y como rei-na cruzaba la plaza para ocupar su butaca en la tercerafila del cine Alcázar. Estela de exóticos perfumes mar-caba su paso. Ya en la penumbra del cinema, era incon-fundible su inmenso sombrero que remataba en plu-mas y tules de colores. Doña Rina, la última aristócrataque vivió en Chihuahua, llevó con dignidad su alcurniay fue símbolo de una época en que Europa agonizabaen la guerra.

Doña Rina nos quiso y la quisimos.La epístola final que recibió fue una invitación que

desde la isla Escorpión le envió Onassis para que loacompañara en su boda con Jaqueline.

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Con doña Rina se extinguió el sueño de una Europaque murió en América.

La cotidiana espectadora del cine se nos fue juntocon la juventud. Pero nos dejó su recuerdo, envuelto enla exquisita nostalgia de una mocedad impregnada desuave cursilería provinciana en que dos palomas sostie-nen un listón azul que ostenta la leyenda “Te amo” y,abajo, dos corazones enlazados por una flecha que lossangra.

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Una carta de amor

a gris mañana de aquel invierno de 1768,el padre Roque Andonegui acababa demorir a consecuencia de la enfermedad

que contrajo cuando a él y a otros diecinueve jesuitasdesterrados los trasladó el paquebote San Francisco Ja-vier desde Veracruz hasta el puerto de Santa María, enEspaña. En julio, cuando la expulsión, pensó escaparpara reunirse con Luisa Gándara en Cusihuiriáchic, masla vigilancia estrecha de los soldados se lo impidió, ycon ello la última posibilidad de ver a sus hijos. Asípues, mientras se rezaban los responsos en el refecto-rio, en el Colegio de Valladolid, Michoacán, un herma-no coadjuntor recogía las pertenencias del que fue ahíconsultor de casa y confesor de naturales, destacándo-se entre los papeles una carta que le llamó la atención.

Querida Luisa:La última esperanza que tenía de verte junto a mis hijos

se desvanece. Ahora comprendo el refinado suplicio a queme sometieron mis superiores al prometerme –sin te-ner el propósito de cumplirlo– que algún día regresaría alas misiones de la Tarahumara.

Cierro los ojos y recuerdo aquella tarde tormentosa enque llegaron a Teméychic tú y tu padre. Fue un veranolluvioso como pocos; llovía a cántaros y era imposibleque continuaran el viaje. Durante la cena te contemplabaembelesado por la tersura de tu piel; casi eras una sombraen la penumbra que daba el fuego de la chimenea. Otro díaal celebrar la misa no te pude apartar de mi mente; conlágrimas y un nudo en la garganta hice la consagración,pronunciando como nunca: Domine non sum dignus...

Después fue el infierno, ¿o la gloria? Sólo viví para ti;el dinero de la misión lo gasté en construir un camino

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hasta Cusihuiriáchic, para poder llegar más rápido a verte.Seguía amando a Dios, pero sólo lo conseguía a través deti. La dicha se colmó cuando nació nuestro primer hijo:era tan feliz que sacrifiqué todos mis ahorros y los de lamisión para construirte la mejor casa de Cusihuiriáchic.

Sí, también recuerdo: lo primero fue un rumor sobrenosotros. Pronto empezó a convertirse en torbellino: lassonrisas burlonas, la mirada evasiva de las mujeres parano saludarte, la vista dura y el reproche de los viejos ami-gos... hasta tu padre te abandonó y precipitadamente seregresó a Culiacán.

Yo hubiera querido detenerme o detenerte, pero, tú losabes mejor que yo, ya no era posible. Los pocos días quepasaba en la misión trabajaba hasta quedar exhausto enconstruir la iglesia; quería que la fatiga física me aturdieray me ayudara a olvidar. La mirada fría e indiferente de misindios aún me dejaba más desolado. Vino nuestro segundohijo y ya nada pudo conjurar el vendaval. Mis hermanosmisioneros, todos, o casi todos, me causaron y pidieronmi destitución. Voz piadosa en este rescoldo fue la delpadre Hermann Glandorff, que desde Tomóchic escribió:“No me ha enviado Dios al mundo para ser juez de mishermanos...” Caridad de la buena, que no supo compartirel padre Rinaldi de Coyáchic, a pesar del disimulo queteníamos con él sabiendo su inclinación por los mozuelosde su misión.

En fin, Luisa, el mundo se nos vino encima. La tardeen que nos despedimos yo tenía fe en que pronto te volve-ría a ver; a base de cartas, pretendí permanecer el mayortiempo posible en Parral, pero inexorablemente la ordende mis superiores apremiaba para que fuera a dar explica-ciones a México al padre Provincial.

Yo lo sabía: todo sería inútil. Mis argumentos choca-ban como las olas frente a las rocas; sólo quedaba el arre-pentimiento y la penitencia para, finalmente, darme la es-peranza de siquiera comunicarme con alguien de San Feli-pe del Real para que me informara de ustedes. Quizá donEugenio Ramírez Calderón, que tan comprensivo fue cuan-

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do nos hospedó en su casa en aquella ocasión en que se meinvitó para predicar en la parroquia durante la SemanaSanta, ¿recuerdas qué garrida te veías en tu mula tordillacuando hacíamos el viaje? Y el capricho de niña enamora-da de montar en las ancas de mi caballo al entrar a la villa.Aún siento la tibieza de tus manos en mi cintura.

Pero no, no podía escribir a nadie que me diera noti-cias tuyas, pues al hacerlo destruía mis promesas de arre-pentimiento empeñadas a mis pesquisidores y, con ello, laremota esperanza de regresar a verte.

Desde que llegué a este Colegio de Valladolid, la nos-talgia y aprensión en el pecho me han ido dominando. Séque de un momento a otro voy a morir, por eso decidíescribir esta carta. Tengo la ilusión de que algún día lleguea tus manos, para que sepas que morí amándote a ti y a mishijos tanto como a Dios.

Luisa, perdóname y ruega por mí.Hasta la eternidad.

Roque Andonegui.*

Desconcertado, el hermano Juan sentía que la cartale quemaba las manos. Tres alternativas se le presenta-ban: enviar la epístola a su destino, lo que resultaba casiimposible; dársela a sus superiores, a los que molesta-ría; o finalmente... arrojarla al fuego de la chimenea conlos demás papeles. El hermano dio un hondo suspirode alivio mientras veía que el pliego en la hoguera setransformaba en cenizas.____________________________________* Roque Andonegui nació el 4 de enero de 1707 en la ciudad de México

e ingresó con los jesuitas en Tepotzotlán en 1723, y para 1730 era maes-tro de gramática en Guadalajara. Se ordenó sacerdote en 1733, e hizo suprobación en Puebla al año siguiente. De la Casa Profesa en que estuvoen México en 1737 se le envió a misiones en 1742, destinado a San JoséTeméychic, en la Tarahumara. En 1749 se le confinó en Oaxaca, dondese le retuvo hasta 1756, cuando lo trasladaron al Colegio de San Andrésen México y después al de Valladolid, en Michoacán, en donde fueaprehendido en 1767, cuando Carlos III expulsó a los jesuitas. Murió alaño siguiente en destierro. Luisa pertenecía a una familia de apellidoGándara, que vivía en Sinaloa.

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A Lizette

Un borbollón de agua claradebajo de un pino verde,

eras tú: ¡qué bien sonabas!A. MACHADO

na niña con su madreno tiene miedo.Se le cierran los ojos y entra en el sueño.

Dentro del sueño, el bosque tiene un sendero.La están meciendo los brazos de su madre.Le están haciendo daño.Mira: el jardín.Suéltate de esos brazos,¡y a caminar!

Y la niña que va solano tiene miedo.No tiene miedo dentro del sueño.

Los brazos de su madre la están meciendo.

Al cabo de los años, madre, estás muerta.

Navegando, tu hija llega a tu puerta.

¡El jardín, jardín, jardín!Para la niña una madre que le haga soñar.

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Tercera parte

PARTITURA DE

ÍNTIMO DECORO

Yo que sólo canté de la exquisitapartitura del íntimo decoro,alzo hoy la voz a la mitad del foro,a la manera del tenor que imitala gutural modulación del bajo,para cortar a la epopeya un gajo.

RAMÓN LÓPEZ VELARDE

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Los últimos momentos de Hidalgo

omo opina el asesor Bracho, así sentencióel comandante Nemesio Salcedo, comisio-nando a su hijo, el teniente coronel don

Manuel, para que llevara a efecto la pena de muerte,pero que antes se ejecutara la degradación del reo pormano de la autoridad eclesiástica.

El día 29 se llevó a efecto la dicha degradación porel doctor Fernández Valentín en presencia de testigos ypersonas así seculares como eclesiásticas que presen-ciaron el acto, que consistió en revestir al señor Hidal-go con sus hábitos clericales y ornamentos de colorencarnado, tal como si fuera a celebrar la misa. Se le hi-zo arrodillar para que escuchara la sentencia y ensegui-da se le fue despojando de cada una de las vestiduraseclesiásticas, conforme lo prescribe el ritual romano.

Terminada la degradación, se leyó la sentencia demuerte, disponiendo que se le pusiera en capilla y sepreparara para recibirla al día siguiente.

Antes de pasar adelante conviene decir que los ene-migos del señor Hidalgo, tanto los que entonces tuvocomo los que ahora quedan y que han sido y son losenemigos de la libertad y del progreso de México, traena colación un documento en el que, dicen, Hidalgo seretractó de su obra, y con ello intentan manchar la rec-titud de sus intenciones y la firmeza de su carácter. Enefecto, el documento existe, tal vez la firma estampadaal pie de él sea auténtica; pero la explicación acerca dedicho escrito es la siguiente:

Al gobierno español le convenía hacer aparecer a losprimeros caudillos de la Independencia como arrepen-tidos de su obra, a fin de que en vista de esta retracta-

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ción no hubiera quienes siguieran siendo sus partida-rios y terminara aquella revolución que amenazaba conla terminación del poderío que por tres siglos había te-nido España en América.

Como Hidalgo y sus compañeros eran sinceramen-te católicos, cualquier amenaza de suspenderles los auxi-lios religiosos que los creyentes reciben a la hora de lamuerte, tenía que preocuparles profundamente. De esacircunstancia debieron aprovecharse los elementos deaquel gobierno para hacerles firmar una retracción es-crita por el sacerdote que lo confesó, fray José MaríaRojas, fraile del Colegio de Guadalupe, en Zacatecas,que se encontraba entonces haciendo misiones en Chi-huahua. La educación religiosa recibida en la infancia,las amenazas de los castigos eternos, las súplicas de lafamilia y el deseo de no dejar a ésta un motivo de cen-sura social, han hecho vacilar a muchos espíritus ya des-pojados de las preocupaciones religiosas y acceder a cier-tos deseos de algunos familiares a la hora de la muerte.Los actos ejecutados por estos moribundos son explo-tados por el clero, aunque el mismo esté seguro de queno fueron sinceros y de que, por lo mismo, no tienenvalidez.

Hidalgo pasó todo el acto de la degradación y escu-chó las sentencias con indiferencia y serenidad. La sen-tencia capital la escuchó también con excesiva indife-rencia, sin hacer impresión alguna, afirma un testigopresencial de aquellos sucesos en carta que publicantodos los historiadores. El juez, al terminar el acto, lepreguntó qué se le ofrecía, e Hidalgo pidió que le lleva-ran unos dulces que había dejado en su prisión y pasó ala sacristía a fumar y platicar tranquilamente de cosasdiferentes. Luego almorzó perfectamente, comió y cenócon la misma apetencia. Al volver a la torre que le sir-vió de prisión, escribió en la pared estos versos que aúnse conservan:

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Ortega, tu crianza fina,tu índole y estilo amablesiempre te harán apreciableaún con gente peregrina.Tiene protección divinala piedad que has ejercidocon un pobre desvalidoque mañana va a moriry no puede retribuirningún favor recibido.

Melchor, tu buen corazónha adunado con pericialo que pide la justiciay exige la compasión.Das consuelo al desvalidoen cuanto te es permitido,partes el postre con él,y agradecido Miguelte da las gracias rendido.

Estos versos se refieren a sus dos carceleros, un caboespañol apellidado Ortega y el alcaide Melchor Guaspe.El señor Hidalgo no quiso retirarse de la prisión sin de-jarles un perenne recuerdo de las atenciones con que lehabían tratado.

Al siguiente día, 30 de julio, fecha de su ejecución,despertó después de haber dormido satisfactoriamente,y al recibir su desayuno notó que le servían menos le-che. Y con aquel genio alegre que no lo abandonó ja-más, reclamó diciendo que no porque le iban a quitar lavida le deberían dar menos leche. Éste era el temple deaquel hombre, ajeno al arrepentimiento que le atribuyóel fraile Rojas.

A las siete de la mañana ya se encontraba formadoel cuadro en el corral del mismo hospital; dicho cuadrolo componían doscientos hombres al mando de don Ma-

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nuel Salcedo. En el exterior del edificio había una fuer-za (innecesaria) de más de mil soldados.

A esa misma hora salió Hidalgo de su celda, acom-pañado de sacerdotes y escoltado por doce soldados yel oficial que debería mandar la ejecución. Con pasofirme se encaminó al patíbulo; llevando en las manosun crucifijo, se colocó en el lugar que se le indicó y,suplicando que no se le tirara a la cabeza, puso la manosobre el corazón y dijo a los tiradores: “aquí, hijitos, mimano os servirá de blanco.” Tres descargas fueron ne-cesarias para acabar aquella existencia, pues a las dosprimeras, aun estando con vida, el oficial ordenó que sele tirara al corazón, ya caída la víctima, casi con la bocade los cañones sobre el pecho.

Se colocó el cadáver sobre una silla como si estuvie-se sentado, y la silla encima de una mesa, para que elpúblico pudiera verlo al desfilar por la plaza que se en-contraba frente al hospital donde se llevó a efecto laejecución. La gente lloraba, aunque sorbiéndose las lá-grimas. Después se retiró el cadáver de la expectaciónpública y se le cortó la cabeza, que fue puesta en salpara ser enviada, juntamente con las de Allende, Aldamay Jiménez, para exhibirlas en la Alhóndiga de Granadi-tas de Guanajuato, en donde permanecieron hasta laconsumación de la Independencia. El cuerpo fue sepul-tado en la capilla de San Antonio, en Chihuahua.

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Réquiem por el padre de la patria

uzgado y sentenciado con diligente empe-ño, públicamente despojado de cuanto loenaltecía como pastor de almas, quedó

solo en su cárcel: aquel cubo de la torre del colegio deNuestra Señora de Loreto, alumbrado por una linterna.

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Ha empleado las últimas horas de su vida en trazaren la pared con un trozo de carbón, careciendo de papely pluma, versos que son testimonio de su gratitud ha-cia el carcelero. Una décima termina al darle “las gra-cias rendido.”

Después se cerraron, por breve tiempo, sus ojos. So-ñaba que era rector del Colegio de San Nicolás en Va-lladolid. Alguien a su paso pronunciaba sin matiz ofen-sivo el alias que gratuitamente le dieron por su certerasagacidad los escribanos: “el zorro.”

Suena una campana, como en su curato de Dolorescierto día de septiembre; despierta el sentenciado.

Avanza por los corredores un piquete de soldados:son doce los que ejecutarán la sentencia, y al frente elteniente de la compañía presidial de Janos, Pedro Ar-mendáriz. La puerta de la torre ha quedado, por únicavez, sin cerrarse. Otra puerta se abriría para él muy pron-to.

–Miguel Hidalgo, ¡marche! –es la voz del que man-da aquel grupo de hombres armados.

En el trayecto, Hidalgo recuerda las oraciones delcanónigo que ayer lo degradó, Francisco Valentín. Piensaen la invalidez del acto, pues solo el obispo de Durango,don Francisco Gabriel de Olivares, tiene autoridad parahacerlo. Una bandada de palomas irrumpe el aire fres-co de la mañana, aleteando por entre las bóvedas in-conclusas de la iglesia de los jesuitas.

Marcha con los soldados hacia el patio que está atrásde la capilla de San Pedro.

Suenan con precisión los tacones sobre el pavimen-to. Erguida la cabeza, en la débil luz flotan los cabellosencanecidos en torno de la espaciosa frente. Hay en elrostro del anciano una expresión de firmeza que acen-túa la penetrante mirada.

Cuando el pelotón se detiene, el sol pinta de doradolos pretiles del Hospital Militar. El oficial que manda,

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ordena al sentenciado que se coloque de pie, vueltocontra el muro.

¿Es acaso un delincuente a quien se castiga? ¿O que-rrá darle muerte como a un traidor, por la espalda?

Se agolpan en sus oídos las voces de los frailes queayer formaron el tribunal eclesiástico: José de Tárraga,Juan Francisco García, el cura Mateo Sánchez Álvarez,y por fin la dura frase del escribano fray José MaríaRojas: “se le relaja el brazo secular.”

Hidalgo se niega a dar la espalda. Con energía vuel-ve el rostro hacia los cañones de los arcabuces dirigidoscontra él, negros ojos que están fijos en los verdes su-yos. Con firmeza dice a los soldados al encarar la muer-te: “apunten aquí cuando disparen.”

Ha extendido la diestra sobre el pecho; duele el co-razón al enamorado de la patria. Un poco separados delos otros dedos el anular y el meñique, así recibirá ladescarga. Sin morir con los primeros disparos.

El postrer disparo será el que libere al libertador desu cárcel humana.

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Los tejados de Chihuahua

esde el último piso de un hospital en quese encontraba enferma mi madre, paramatar el tedio empecé a solazarme con el

paisaje que formaban los tejados de la ciudad.Espectáculo insólito en que revolotean palomas y

sueños. Con sordina, como soterrado llega el ruido delos coches y el tráfago de las calles. Pareciera verdad lacreencia de las esferas que cubren la tierra: yo me sentíen otra esfera. El aire más transparente y las frondas delos árboles llenaban los espacios libres de las azoteas.

Con la vista empecé a recorrer el techo de una ciu-dad tan familiar y a la vez tan extraña al contemplarladesde arriba.

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En este escenario las verdes mansardas art nouveaude la Quinta Gameros resaltan en forma ostentosa so-bre el resto de confusos tejabanes que la circundan. Tam-bién mansardas, francesas pero muy principios del si-glo XX, son el remate de la presidencia municipal; ensus ventanas y óculos se mira la huella del descuido;muy cerca, por derecho propio, descolla la magníficacúpula de la catedral y las dos torres gemelas que laenmarcan. Techos hay que nos remiten a la nostalgia,como el domo de vidrio que cubre el palacio federal ynos evoca al excelente plafón que tuvo el teatro de loshéroes –incendiado por un piromaniaco–. Pero si de be-llos domos queremos hablar, queda originalísimo el dela casa de los Horcasitas en la avenida Juárez.

Techos –también los hay– desconcertantes, como elextravagante de la iglesia de Nuestra Señora del Refu-gio, infeliz solución de la arquitectura art deco en plenadecadencia, mas no le va a la zaga la feísima cúpula del

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Sagrado Corazón, intento de un arte románico que pudohaber sido y no fue. Sin embargo, en compensación porlo visto y en medio de una asamblea de cipreses, sepuede uno solazar con los tejados de estilo colonial cali-forniano que dejaron sembrados en la década de loscuarentas por el rumbo de las avenidas Cuauhtémoc yZarco los nuevos ricos a los que hizo justicia la Revolu-ción.

En lontananza, dejando perder la vista (no lo miropero lo imagino), el gran palafón que cubrió el patiocentral de la Quinta Carolina, testigo de rigodones yromances porfirianos, ahora destruido y habitado porfantasmas y murciélagos. Polvo de las glorias terracistas,sólo queda la azotea de cristales del Centro Cultural,como un deseo desesperado de asirse a un pasado quese resiste a morir.

Tejados y techos, multicolores y variopintos, inte-rrumpidos por agujas, veletas y La Trinidad, que algunavez arrulló a la modorra de la canícula en los años cin-cuentas, hasta que el vibráfono de esta iglesia metodistaenmudeció. Techos que nos cuentan la historia de susdueños; zona donde terminan los edificios y las ambi-ciones de los que habitan; visión diferente de una ciu-dad que creemos conocer.

Llega el crepúsculo y en las siluetas de las torres ytejados los ojos brillantes de los focos empiezan a en-cenderse. Una parvada de palomas rompe el ámbar delanochecer, mil golondrinas se acurrucan en el pentagra-ma de los alambres telefónicos.

Una enfermera con pasos leves de felino se acerca yme saca de mis cavilaciones para decirme que mi ma-dre está muy grave y la llevan a terapia intensiva.

La ciudad duerme, y los techos, que se han hechonegros, cobijan una vez más las pesadillas de sus habi-tantes.

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El mercado de la Reforma y la Merino

Las primeras fotos

¡Oh tierra en que nací,noble y sencilla!

NÚÑEZ DE ARCE

aseando en aeroplano. La ilusión de misseis años hecha realidad por un fotógrafode la plaza Merino.

El retrato no miente: ahí estaba yo con mis tíos, aso-mándonos por la ventanilla de un avión más surrealistaque los de Picasso. Abajo el inverosímil paisaje de co-lor pastel y un cielo más azul que el de Chihuahua. Misamigos me lo creyeron; yo mismo terminé por no sabersi era verdad o no aquel viaje imaginario en aeroplano...gracias a la magia de un fotógrafo.Los colores de Tamayo

Olores, colores y sabores: fiesta de los sentidos. Dondeterminaba la policromía de las piñatas empezaba la delas frutas. Toda tentación de un paraíso. Aquí descubríel arte que se escapaba de los huacales recién llegadosde Tlaquepaque. En esta enorme galería me perdí en elmundo de las formas, de las voces que pregonabanmercancías exóticas. El ritual de monjes laicos que sedisputaban el alma de los marchantes. El mundo subli-me del mercado de la Reforma, donde perdí el sentidodel tiempo.

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Nieves de la infancia

“El Popo,” decía con letras rojas sobre un inmaculadoblanco el estanquillo que vendía las nieves de limón enbarquillos. Enormes árboles sombreaban las baldosas yen medio cantaba la fuente su monótono estribillo decristal. El bolero daba cháin y las caras de los niños ha-cían pucheros reflejados en las jarras panzonas de aguade horchata, jamaica y limón... pura delicia y sabormientras el sol quemaba.

El neón de la modernidad

Cae la noche: las luces de neón se encienden en coloresde caramelos con miedo de que se las coma la oscuri-dad. Sinfonía de olores y sabores llena la calle Dobla-do: enchiladas, carnitas, atole y champurrado. Se amon-tonan los clientes en Los agachados para devorar confruición de hambrientos los potajes.

Un radio con lucecitas que toca en la XEFI, con vozgangosa canta:

Voy por la vereda tropical,la noche plena de quietud,con su perfume de humedad.

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Las canciones de mis tías

Frente al tripié de la cámara está el caballo brioso, espe-rando al jinete. Yo, el jinete que llegó de la Sierra, mepongo el sombrero charro y me subo al cuaco. Las pier-nas no alcanzan los estribos. La cámara hace clic y miestampa queda para la eternidad en el álbum de mistías. La cámara falló. En el retrato no se ve mi corazónque estaba a punto de reventar por la emoción del mo-mento.

Cerquita, un hombre tocaba en la guitarra:

En la fronterade México fue...

La plaza de Merino

Los álamos y fresnos juegan arriba con sus ramasabrazándose para dar sombra a la multitud que descan-sa abajo, sentada en las bancas de fierro. Niños jadean-tes en el verano. Esta plaza era el centro más popularde Chihuahua; los caminos de todos los pueblos llega-ban aquí. Los melones y sandías de Rosales formabanmontones olorosos en sus rincones. Mientras, adentrodel mercado, las jaulas vacías esperaban a la mujer queles destinaría algún canario para habitarlas.

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El padre

os detendremos en algunos pormenores dela vida del padre de Martín Luis Guzmán,tomando en consideración que es el per-

sonaje que más influyó en las ideas y conducta del es-critor chihuahuense.

A través de sus escritos suele referirse a él y transcri-bir anécdotas que explican, sobre todo, el liberalismoprofundo que campea en toda la obra del hijo.

El 14 de junio de 1875 el padre se graduó comosubteniente de infantería y fue adscrito al Batallón deLibres; participó en el combate de Tierra Colorada el30 de septiembre de 1876 y se hizo acreedor a una me-dalla que le concedió el estado de Yucatán por su com-bate contra los indios mayas. En Chihuahua, desde el20 de septiembre de 1881 hasta octubre de 1886, tuvouna activa carrera luchando contra los apaches.

De regreso en la ciudad de México se distinguió enlas prácticas militares en el Colegio Militar que dirigíael general Juan Villegas. Da la impresión de que Guzmánfuese predestinado a la lucha contra indios rebeldes, puesen 1902, bajo las órdenes del general José María de laVega, concurre a la pacificación de los indios yaquis deSonora. Sin embargo, el coronel Guzmán tuvo otras ac-tividades ajenas a los campos de batalla, por ejemplo:después de su estancia en el Colegio Militar en Méxi-co, se le designó como subdirector de la Escuela NavalMilitar en la ciudad de Veracruz, razón que condicionóel traslado de su familia hacia aquel puerto. La vidaazarosa del coronel tuvo sus momentos amargos, comoel proceso que se le siguió el 8 de septiembre de 1903por el delito de abuso de autoridad, habiendo sido arres-

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tado mientras se dictaba la sentencia; sin embargo, endocumento del 27 de marzo de 1907 se aclara que lasentencia dictada fue absolutoria.

Ya con el carácter de coronel de infantería, concu-rrió con su batallón para unirse a la campaña que serealizaba en Chihuahua contra los rebeldes de Orozco.Encontrándose en la acción que tuvo lugar en el Cañónde Malpaso, el 18 de diciembre de 1910, resultó grave-mente herido, y falleció en la ciudad de Chihuahua el29 del mes y año mencionados.

En el discurso que Martín Luis Guzmán pronuncióen la Academia Mexicana, relata lo siguiente:

...aquella noche el niño sostuvo un diálogo con supadre. “¿Qué es esto?,” le preguntó, mostrándole el ins-trumento que había descubierto arrumbado. “Una brúju-la.” “¿Y por qué esto apunta siempre hacia allá?” “Por-que allá está el norte. Cuando crezcas y seas hombre,también tu serás así. Sabrás donde está tu norte y no teextraviarás.”

Pocas noches después hubo otro diálogo. A tres ca-lles de la casa del niño acababa de morir un hombrefamoso llamado Guillermo Prieto, de quien todos ha-blaban apodándolo “el romancero.”

¿Qué quién era Guillermo Prieto? Le contestó su pa-dre: “un gran liberal; con su palabra salvó a Benito Juárezde la muerte que iba a darle un pelotón de soldados.”¿Y quién era Benito Juárez? “Otro gran liberal, el ma-yor de todos.”

Desde entonces, dos frases de aquellas explicacio-nes paternas se le grabaron indeleblemente, pero las dosligadas, las dos casi unidas en una sola, sin saber él porqué: “ser un gran liberal,” “tener un norte como las brú-julas.”

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Ciudad Cuauhtémoc: cruce de vías

¡Oh, cielo que alumbraste mi inocencia!

1653

stoy destinado a la derrota. La bruja deNapavéchic me lo ha predicho: un día memoveré como fruto muerto en un pino de

Tomóchic. No importa, antes cambiaré en cenizas lo quehan hecho los blancos. Nunca en esta tierra había caídotanta hipocresía. Nos hablaron de amor; untuosos nosbautizaron, y mientras nos endulzaban con palabras me-losas, en colleras, como esclavos, nos llevaron a las mi-nas de Parral. La libertad murió en la Sierra. He encendi-do en una hoguera todas las misiones del valle, que pare-cía una ascua. Sólo el fuego purificará esta tierra profana-da. El lucero ha saltado; dentro de unos instantes seré unerizo de flechas suspendido de un pino. Yo, GabrielTeporaca, me traicioné creyendo en la labia de los cris-tianos, yo...

El viento helado de marzo de 1653 calló su últi-mo reclamo.

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1687

El llano es un hormiguero. A la cristalina voz de la pla-ta vienen todos. Este año de 1687 se han descubiertolas vetas de Cusihuiriáchic y la estepa se ha llenado deuna dolencia que sólo cura la plata. Los indios de aque-lla tierra corren en desbandada, pero en sentido contra-rio a los mineros y mercachifles. Un clérigo, el padreManuel Fernández de Abeé, bendice la parroquia másseptentrional de América; lleva el nombre de una crio-lla peruana: Santa Rosa de Cusihuiriáchic de lostarahumares.

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1834

Como río que se desborda, desde la sierra de Pederna-les los apaches inundan la pradera. Se mueven con lavelocidad del viento, a su paso arrastran a bestias y re-ses. El fuego de los ranchos encendidos ilumina al llanoplateado por la luna de octubre. El tropel y los gritos delos apaches se pierden en las estribaciones de la sierrade Zamaloapan. En el valle sólo queda desolación ymuerte: cadáveres de hombres y caballos; cráneos sincuero cabelludo que brillan con la luz fúnebre de laluna... en la laguna de Bustillos hilillos de sangre.

1866

Yo, Juan José Méndez, sin poderme levantar de la cama,declaro que creo en la Constitución de 1857; que la juréen Chihuahua y la he defendido hasta donde mis fuerzasme lo han permitido. Yo con los rifleros de Cusihuiriáchicderrotamos a Bárcenas en 1860, después de la refriegadel Arroyo del Mortero. Y al frente de los vecinos deranchos de Santiago sometimos a los imperialistas de laHacienda del Rosario... y fui sorprendido por Carrascoen Cusihui-riáchic y he tenido que huir de casa de micompadre Daniel Caraveo en los Álamos.

Un ruido de cascos de caballos irrumpe en el silenciode la noche. Cae la puerta de la habitación: CarmenMendoza y Faustino Carmona descargan sus pistolassobre el moribundo. Sin sacar el cadáver incendian lacasa y se alejan gritando: “¡Viva el Emperador!”

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1916

Telegrama urgente:

Desde Bachíniva (coma) por El Rubio (coma) nos des-plazamos hasta San Antonio de los Arenales (punto) Larazón fue que se informó que Villa en su huida de ciudadGuerrero rumbo a San Borja (coma) estaría merodeandopor esta área (punto) Escogí este lugar por ser el másadecuado para que aterricen y se muevan los aeroplanosque peinan la zona (punto) Solo viven aquí unos chinos yalgunos mexicanos que atienden la estación (punto) Gral.John J. Pershing (punto) Comandante de la ExpediciónPunitiva (punto) San Antonio de los Arenales (coma) a25 de marzo de 1916 (punto)

1922

Espejo que refleja al cielo es la Laguna de Bustillos;cuando los patos silvestres nos quiebran su tersura, ensus aguas se contemplan aldeas que vinieron desde Ho-landa. Casas de puntiagudo tejabán de donde salen mu-jeres rubias de ojos glaucos, escapadas de libros de laEdad Media. Niños y muchachos corren entre los gira-soles como ángeles blondos en fuga de un cuadro deRubens. Un caballo percherón trisca la hierba pensan-do en la primavera de 1922 en que lo bajaron del tren.

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1991

Los hombres rubios de esta tierra rezan en alemán pen-sando en Menno Simmonis; y Simmonis quizá pensóen estos menonitas mexicanos cuando murió en su re-tiro de Holstein, en Dinamarca, en 1561. Quizá su es-píritu pacifista descanse acá, con sus hermanos que ha-llaron calma en esta frontera de guerra.

Los mestizos (¿o criollos?) rezan a San Antonio y ala Virgen de Guadalupe en español, sin olvidar las mi-nas de Cusihuiriáchic.

Quizá los antiguos señores, los indios, rezan tambiénen tarahumar al sol y a la luna, sus viejos dioses, mien-tras pululan como mendigos en esta tierra en que fue-ron señores y a la que sus conquistadores, en el colmode la ironía, bautizaron con el nombre de otro indio:Cuauhtémoc, en la lengua de los déspotas del sur.

Mientras, en la Laguna de Bustillos se baten al vien-to las espadas de los tules, desafiando al ecocidio deCelulosa.

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Satevó: los hombres de a caballo

inceladas violetas sobre un horizonte deoro: en el confín de la Sierra de las Brujas,el cerro de La Campana y, aquí más cer-

ca, los riscos de la sierra de Los Frailes, cuyas laderaslame el río de Santa Isabel.

En la cresta de La Chaconeña, un hombre flaco enun caballo alazán, torciendo el cuerpo sobre el fuste,contempla el infinito. Las manos ásperas de mezquitehecho carne sujetan las riendas. El viento juega con losmechones apelmazados que se salen del sombrero. Eltintineo de las espuelas rompe el silbido del aire. Elhombre otea la lejanía, y entre los remolinos que seforman en los barbechos divisa un pueblo color tierra:es un pueblo de adobes que se llama Satevó.

Un día como este, cuando el otoño amenazaba ha-cerse invierno, ruido de cascos y polvo de la tarde deja-

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ban ver sotanas negras de hombres con ojos rojos quequerían el cielo para ellos y los indios. Otro día, 3 de di-ciembre de 1640, dos jesuitas, José Pascual y Jerónimode Figueroa, rodeados de unos cuantos tarahumaresasombrados y curiosos, celebraron una misa y decidie-ron hacer un pueblo el que llamaron San Francisco Ja-vier de Satevó.

El jinete que dejamos en la sierra sigue hurgando elllano. Tropel de reses y de bestias que se derraman so-bre los gatuños como arroyo fuera de madre. Es el ga-nado del mayorazgo; las vacas que por miles mete ValerioCortés del Rey, el ensayador de Parral, hermano de laTercera Orden, que cada día tiene más tierras en lasque se mueren más indios. Desde Conchos hasta Satevó,ni las ortigas se mueven sin su permiso. Don Valeriopuso su marca en estas tierras que llenó de vacas ysementales. Los fantasmas de sus vaqueros aún reco-rren el llano entre víboras de cascabel y mezquites.

El jinete de la sierra sigue absorto; el caballo pegacon su herradura en el malpaís y saca chispas. El hom-bre adivina, otea y ve venir como nueva creciente a milgarañones montados a pelo por los apaches; son los in-dios de las noches de luna que llegan y se llevan el ga-nado para hacerlo tasajeras de cecina. Son los bárbarosdueños del desierto que le quitan el cuero cabelludo alos que se les oponen. Son el último relámpago de unanaturaleza milenaria.

El caballo y el hombre ya son una sola cosa; el soldeclina en la sierra y la silueta ecuestre se alargó comoqueriendo detener la luz. El hombre ve, casi sueña; delrumbo del cerro de La Silla viene un puñado de hom-bres cabalgando; son prietos, surumatos; los uniformesviejos, llenos de lamparones y polvo, no ocultan el ham-bre y la pobreza. Los guía un general, es Villagra, el quedice, apretando una bandera mexicana más amarilla que

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tricolor, que están salvando a la República de los fran-ceses; que quieren que les den carne seca para seguir sucamino a Guadalupe y Calvo. Las mujeres, quebrándo-se los dedos, ven perderse a los héroes en los replieguesdel lomerío. La patria se acordará de aquel gesto de sushijos de Satevó, cuando estuvo a punto de perderse.

El cielo es un cuajarón de sangre, el sol se mete en lasierra. El jinete sigue atento, mirando, viendo las casasmás cerca, aguzando el oído.

Y, de nuevo, tropel de cascos, hombres que gritan ycananas en el torso. La gente de Villa está en su am-biente; nacieron en los páramos de Satevó y saben sor-tear a los gatuños y a los políticos. La terrosa iglesiaque hicieron los jesuitas es un horno; en las torres separapetan los últimos sociales. Las balas silban entre losgritos. Una bandera blanca y el silencio. Villa nueva-mente ha demostrado ser el amo del llano. Es otro fríoaño, 1918. La Revolución está en el aire.

La noche espesa ha caído, nuestro jinete se pierdeen las sombras de la sierra. Estrellas perdidas, las lucesde las casas se encienden a lo lejos. El viento con unanieve seca barre las praderas, ulula entre las ortigas se-cas. El frío lo mata todo, sólo un coyote famélico sepierde, dejando huellas sobre la nieve que empieza acaer.

De entre las tazoleras sale en oleadas la música deuna rocola que nos habla de Camelia la texana, de loshéroes de la mariguana y de los hombres del puebloque se han ido, como herida que sangra, para el otrolado. La vieja, moviendo el rescoldo, espera que algúndía regrese el hijo que la dejó para perderse a Texas.

Satevó cumple 350 años de fundado.

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____________________________________* Real de Minas: Entre las muchas palabras de origen árabe en el castella-

no, aún sin etimología, figura “real,” sitio donde está acampado unejército; en portugués “arraial,” que nada tiene que ver con rey. Se tratadel árabe “aryal,” gran conjunto de bestias, ejército. Por eso en Españase llama todavía “el real de la feria” al lugar donde se agrupa el ganado.El hecho de que en los campamentos se encontrara a veces el rey motivóla etimología popular de “real” recogida por los diccionarios. Pedro deAlcalá trae en su Vocabulario: “real de gentes armadas, mahale,” o sea“mehala, cuerpo de ejército regular en Marruecos”. Aryal es plural deriyl, “pie, pata trasera de un animal.” Parece, pues, que la acepción de

a

Gustos y disgustos de la villa deSan Felipe del Real de

Chihuahua durante el siglo XVIII

í, es cierto. Si en pleno Siglo de Oro de Es-paña se descubrieron las minas de Parraly con su plata se sentaron los cimientos

del futuro estado de Chihuahua, la capital del estado deChihuahua se formaría en el siglo siguiente. Así pues, lainfancia de nuestra ciudad nacería con la dinastía de losborbones, y en resonancia de esta génesis será la cédulareal de Felipe V, que de algún modo determinó que elReal* de San Francisco de Cuéllar se transformara enSan Felipe del Real de Chihuahua.

Ya lo decía con parsimonia el corregidor don Anto-nio Gutiérrez de Noriega al contestar a una orden delvirrey conde de Revillagigedo en 1752, sin disimularentusiasmo:

Esta mina fue la primera que resonó con su voz de platael clarín de la fama, llegando el eco de su abundancia atodos los confines de esta tierra, pues siendo dos pobressolos los descubridores, después concurrió de todas par-tes diversidad de gentes para adquirir de los metales que

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____________________________________arayal, “manada de toros o vacas,” es anterior a la de “ejército.” Lasacepciones del portugués arraial son más amplias que en español, porser lengua más arcaizante; puede decirse en esa lengua: “campos cheiosde pacíficos arrayaes de gente” (véase Dicción, de Moraes); en Méxicosólo quedó el “real de minas,” en franca alusión a la presencia deautoridades reales en un yacimiento mineral o, por extensión, a dondehubiera algún destacamento de soldados (véase Castro, Américo: Larealidad histórica de España, 1954, p. 105). Hay dos casos curiosos en elnorte de México: el de la Villa de San Felipe del Real de Chihuahua, enel que la alusión es a Santa Eulalia, mineral llamado primeramenteChihuahua; y el de la Villa de Llerenas del Real de Sombrerete, en elque el título de “villa” se supedita a un real de minas.

a

pródiga manifiesta la tierra, en tal número que pudieronformarse dos poblazones en pocos meses, y en pocos añosse hizo el uno tan crecido que es lo que hoy se llama Villade San Felipe el Real.”

Pero no saltemos tan delante como el corregidor, nitampoco regresemos tanto que nos perdamos en hablarde la hacienda de San Cristóbal, donde hoy está Nom-bre de Dios, y que se mercedó en 1602 nada menos quea don Cristóbal de Oliva, hermano del apóstol de losconchos fray Alonso de la Oliva. Lo mencionamos sólopara que se sepa que el flamante real de minas no sur-gió del yermo, y que la comarca ya estaba poblada des-de mucho antes que la plata le diera el lustre de villa.

Olvidemos el intento que el capitán Juan Fernándezde Retana soñó en 1707 de crear una alcaldía mayorpara mejor administrar la riqueza que fluía de SantaEulalia de Mérida, el verdadero venero al que nuestrametrópoli le quitó el privilegio y la plata, y todo por notener agua. Que descanse en paz Retana, que fallecióen febrero de 1708 llevándose sus sueños a la tumba, ysolo dejó a la vera del Chuvíscar una hacienda de bene-ficiar metales con su capilla dedicada a Guadalupe, dela que era devoto, que sería el primer templo de la po-blación en la junta de los ríos Chuvíscar y Sacramento.

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No terminaba ese año cuando el nuevo gobernador,don Antonio de Deza y Ulloa, convocó a “mineros yvecinos” para que decidieran el futuro tangible de aque-llas minas. En la mañana de un dorado otoño, el 12 deoctubre de 1709, se asentaron los autos de la fundacióndel nuevo real de minas al que se nombró San Francis-co de Cuéllar; lo de Cuéllar para halagar al virrey enturno, que era gran amigo del gobernador.

La escena se desarrolló en la hacienda de NicolásCortés de Monroy, en la cañada que llevó su nombre,ahora tan olvidada. Después se repartieron solares enlos baldíos que quedaban de las cinco haciendas que yaestaban junto al río; esto sin mentar los prósperos triga-les que desde hacía veinte años cultivaba don Domin-go de Apresa y Falcón en Tabalaopa y, por supuesto,respetando los derechos de don Ildefonso Irigoyen y lasdos misiones de indios aledañas: San Antonio deChuvíscar y San Cristóbal de Nombre de Dios.

De Cusihuiriáchic llegaron la mayoría de mineros ycomerciantes, incluyendo al cura José García de Valdés,a quien no estorbaron los hábitos para meterse a mine-ro; junto con su hermano Antonio pobló una haciendade beneficios de metales donde hoy está la iglesia deSanta Rita. Pero entre todos, el mejor fue el sargentomayor don Juan Antonio de Trasviña y Retes, con suopulenta hacienda de sacar plata llamada Nuestra Se-ñora de la Regla; fue él quién generosamente donó te-rrenos al lado derecho de la acequia que iba hacia suhacienda para trazar la plaza de armas, las casas consis-toriales y, agregando dieciocho mil pesos más, levantarla nueva parroquia de San Francisco que acompañaríasu advocación con la que quiso su patrón: Nuestra Se-ñora de la Regla.

Viendo el noreste y a los lados del camino que cru-zaban los vecinos que venían de Santa Eulalia trayendo

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las recuas el metal para las haciendas empezaron a apa-recer las casas y comercios, de modo que en un año yaera calle, los vecinos la bautizaron con el nombre decalle Real, la que hoy llamamos calle Libertad. Ahí pusosu casa el cura, y por supuesto, enfrente la del señorcorregidor, cuando ya el viejo Real de San Franciscomudó su nombre y condición al titularse como villa en1718 con el nombre de San Felipe del Real de Chihua-hua, todo por las diligencias y empeño que puso el co-ronel don Juan Felipe Orozco y Molina, que con el nomenos valioso apoyo de don José de Orio y Zubiateconsiguieron que el virrey Marqués de Valero emitierael 10 de octubre de 1718 un decreto que daba condi-ción de Villa al Real de San Francisco. Eterno recuerdopara el coronel Orozco y Molina sería el nombre delenhiesto cerro que con su peña agujerada sigue siendovigilante de la villa que nació a sus pies.

Población que llegó a ser el centro político y comer-cial de una provincia cuyos límites se perdían en el de-sierto, la nueva villa siguió teniendo el corazón de pla-ta, y su esencia la formaban los mineros; un escritor deaquel tiempo, don Matías De la Mota Padilla, nos dauna descripción tan viva de esta gente, que cedo a latentación de transcribirla:

[...] de haber en los desechaderos metales es tan común,que este es el motivo de haber muchas gentes en los realesde minas; unos de operarios con salarios, otros a comer-ciar, y otros se mantienen de andar jalpacando los terre-ros. Porque los dueños de minas sólo cuidan de los meta-les conocidos por buenos, y los tenateros, por descuido ymás por malicia, entre las tierras y tepetates, sacan meta-les y los arrojan al terrero en donde están sus familias yamigos, que se aprovechan del descuido o del hurto, pro-pensión a la que tanto se inclinan. Más que por el salariosirven por hurtar metales, sin que baste que el dueño de

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la mina les permita en cada saca una piedra de mano, quellaman pepena, y conociendo que siempre es la mejor, seles hace a los barreteros y tenateros que en la boca de lamina pongan sus pepenas y se les da la mitad para ellos, laotra mitad para el dueño; de suerte que los rescatadorescompran dichos metales a los operarios al fin de semana[...] y lo del dueño no se utiliza; porque a más de pepenamanifestada y partido, agregan los demás hurtos que noson averiguables; y si los dueños lograran lo que les hur-tan, no hubiera en la semana siguiente quien les trabaja-ra, porque en solo el día domingo que reciben el dinero,se visten de cintos de tela, medias de seda, pañuelos deencajes; compran trabucos, cuchillos, sombreros, capo-tes, chupas, gabanes. Mas luego que los han lucido en ir amisa, se salen a los arrabales, donde arman juergas y be-ben de tal suerte que otro día quedan tan necesitados, yaún más que antes que hallasen convivencia; y desnudosse vuelven a entrar a las minas y así se mantienen, traba-jando.

Y nosotros decimos que no es tanta la diferencia entreaquellos mineros y los actuales, aún después de dos si-glos.

La villa crecía, y con su opulencia crecían las necesi-dades. Los jesuitas, con fama bien ganada por su sabery labor en la Tarahumara, creyeron en el gobernadordon Manuel de San Juan y Santa Cruz, que los invitó aque escogieran solar frente a su casa para formar uncolegio en que se educaron los hijos de los caciquestarahumares, y atendieron a la formación de los niñosde la villa. El virrey Valero dio su anuencia y, a princi-pio de 1718, los padres Luis Mancuso, Ignacio Estraday Antonio Arias tiraron los cordeles para levantar losmuros de lo que se llamó Colegio de Nuestra Señora deLoreto. Y la magnificencia del gobernador compró lashaciendas de Tabalaopa y Dolores para que con losesquilmos se sostuviera tan benéfica institución. Fue

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nuestro colegio el más lejano de la América Septentrio-nal, y primero en estas latitudes donde se habló latín yse leyó a Virgilio.

El otro rico minero, casi fundador, don José de Orioy Zubiate, no queriendo quedar a la saga, también donóterreno suficiente frente a la primitiva capilla de Guada-lupe, en donde fray Miguel de Najar formó la iglesia dela Tercera Orden, dedicada a San Antonio, y ocupó unamplio lote para hospicio y futuro convento en el añode 1715, mismo en que se adelantó un poco a los jesui-tas al echar a andar, con auxilio de un temastián, laescuelita de primeras letras que tuvimos por estos rum-bos. Hoy es el templo de San Francisco.

Visitador de estas tierras donde sembraron la fe loshijos de la provincia franciscana de Zacatecas, fray JoséArlegui, al escribir la crónica de su provincia en 1735,da noticias de la villa de San Felipe:

Este año en que escribo esta crónica, tendrá Chihuahua,a lo menos, veinticinco mil personas dentro de la villa,teniendo la calle principal, entre otras muchas que laadornan, a lo menos media legua de distancia, sin quehaya hueco de casería [sic] ni por un lado ni por otro entoda ella [...] al fin de la calle, poco menos, está la parro-quia de tres naves de cantería, que aunque no está acaba-da del todo, está tan primorosa que puede servir de igle-sia catedral.

Y no andaba errado nuestro fraile en su vaticinio,pues cien años después esta parroquia sería sedeepiscopal. Quizá el entusiasmo ofuscó un poco al pa-dre Arlegui cuando asegura que ya vivían en la villaunos veinticinco mil habitantes, pero lo importante fueque en medio de aquella “soledad, mustio collado,” co-mo dijo el poeta, el trajín de Chihuahua le pareció tanexplosivo, junto con la parroquia que lo enamoró, y notuvo empacho en usar el hipérbole.

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Con gran solemnidad, como correspondía a un ca-bildo municipal, se preparó el juramento para el nuevorey de Castilla y las Indias Occidentales, Su MajestadLuis I, con motivo de la abdicación, el 15 de enero de1724, de su padre Felipe V. La gran fiesta se preparómeticulosamente para ser celebrada el 24 de diciembredel año mencionado. Hubo corridas de toros, mascara-das y se corrieron cañas, y junto a los actos profanos semultiplicaron los actos religiosos en que los clérigos delas distintas órdenes competían con sus mejores sermo-nes. Finalmente, hecho el juramento, irrumpieron loscohetes y las luces en el cielo oscuro de Chihuahua, lascampanas se lanzaron a vuelo y antes de la misa degallo se entonó un Te deum en que participaron los inditostarahumares de la misión de Satevó. Se echó la casa porla ventana. Los mineros no pararon en minucias al dis-tribuir al público medallas de plata con la efigie del nue-vo rey. Lástima que mientras los chihuahuenses baila-ban por su monarca y aplaudían obras de teatro, SuGraciosa Majestad ya gozaba de mejor vida, pues ha-bía fallecido en Madrid el 31 de agosto de aquel año, ypara esas navidades ya eran sus restos suculento man-jar de los gusanos. La historia nos jugó una broma.

Cuando cala la canícula, el 21 de junio de 1725; lavilla de San Felipe estaba de fiesta, las campanas repi-caban sin cesar. Bajo los árboles de la plazuela de losUranga, frente a la casa de Trasviña y Retes, una multi-tud abigarrada y varia de indios que hablan lenguas dis-tintas: apaches cautivos traídos de Nuevo México enlas carretas llenas de cueros de cíbolos y costales depiñones; conchos que mascullaban el castellano ofre-ciendo sandías y melones que traían de su tierra;tarahumares con la piel desnuda ofreciendo guaris yyerbas medicinales; en fin, mulatos y negros de las mi-nas, que completaban ese mundo en formación del quenacería Chihuahua.

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Decíamos, pues, en un soleado día de solsticio, cuan-do cubierto con brillante capa pluvial, mitra y báculodorado, parsimoniosamente, su Ilustrísima, el obispo deDurango don Benito Crespo y Monroy, colocó la pri-mera piedra de la nueva iglesia parroquial, teniendo ensu fantasía la filigrana de cantera que hoy es nuestracatedral, flor de piedra barroca en medio de la aridezdel norte.

Así transcurrió un siglo de esfuerzo y constancia enque los chihuahuenses fueron pagando piedra por pie-dra del que sería su mayor anhelo, un templo monu-mental a la altura de sus sueños y su futuro. Fue suprimer párroco el padre Juan Bautista de Lara, y se con-cluyeron sus altares hasta principios del siglo XIX.

El mismo autor De la Mota Padilla, ya citado, entu-siasmado nos hace una descripción de las minas deChihuahua:

Parece que ha llegado el tiempo en que la Divina Provi-dencia ha querido manifestar sus tesoros, ya no por elmodo regular que hasta el siglo [XVIII] se han descubiertolas minas, en vetas y veneros de metales ricos, que esnecesario seguir y laborear haciendo cruceros, pozos ylabores. En el real de Chihuahua no son minas, sino bo-degas y almacenes, en donde con la cubierta de una peñasparecen fabricadas bóvedas, en cuyas cuevas de tierrafloja, color de yema de huevo, algo más pardo, es el metaldel que se saca la plata y, en acabándose uno de estosbodegales [sic] o golpe de borra se descubren otras [cue-vas] que se conocen por el retumbo del golpe como enhueco. De una de estas cuevas, dice el padre fray JoséArlegui, por tres años continuos, desde el 733, estuvosacando don Manuel de San Juan, de la Orden de Santia-go, una semana con otra, veinte arrobas de plata. Ponde-ración parece, pero los que tienen experiencia no se ad-miran porque, si en el real, de los asientos de una solamina de metales, de muy corta ley, en quince años, desde

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el 712 hasta el 27, diezmó en la Caja de Zacatecas donGaspar de Larrañaga 66,667 marcos de plata, ¿qué fuer-za podrá hacer el que don Manuel de Santa Cruz no saca-se cada semana veinte arrobas? Ninguna.

A pesar de lo ya dicho por el cronista Arlegui, amediados del año de 1730 se presentó en las minas deChihuahua un grave conflicto entre los operarios y losdueños de las minas, destacándose entre ellos don Ma-nuel San Juan y Santa Cruz, que con apoyo del cabildoconsiguió que el corregidor Juan Sánchez Camacho ex-pidiera un reglamento que eliminaba todas las trucu-lentas formas en que los mineros sustraían el metal,incluyendo el partido y la pepena. Esto originó la primerahuelga de mineros que se registró en Chihuahua, deci-diéndose los trabajadores en masa a abandonar el realde minas. Los dueños se quedaron pasmados de la re-acción, y rápidamente enviaron un correo al goberna-dor Ignacio Francisco de Barrutia, que se hallaba enCuencamé, para que viniera a resolver el conflicto. A lamayor brevedad se trasladó a Chihuahua y citó a laspartes en conflicto para el 17 de julio. Los operariosbajaron desde la sierra de El Ojito y consiguieron sederogara el reglamento que los lesionaba; Barrutia hizoque fuera removido de su cargo el alguacil José Borre-go y los mineros aceptaron continuar con los “usos ycostumbres” que ya ha descrito Mota Padilla.

Por 1733 llegó a Chihuahua el gobernador Juan Joséde Vertiz y Ontañón y trató de disponer de los “propiosy arbitrios” del ayuntamiento, lo que provocó gravesdificultades, pues el cabildo se opuso terminantementey envió al procurador de la villa, el síndico EugenioRamírez Calderón, a reclamar ante la Audiencia deGuadalajara. Furioso el gobernador, lo cesó de su car-go, y tuvo que refugiarse en la parroquia para evitar quela ira de Vertiz de Ontañón lo metiera a la cárcel. Sigilo-

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samente, Ramírez Calderón se escapó y llegó aGuadalajara, donde aprobaron la actitud del cabildo,“reconvinieron” al gobernador y por real provisión leprohibieron tocar los impuestos que por derecho perte-necían al ayuntamiento.

Alarmados en el Consejo de las Indias por los mu-chos informes “siniestros” que llegaban de los presi-dios de la Nueva Vizcaya, ordenaron al virrey Marquésde Casa Fuerte que comisionara al mariscal de campodon Pedro de Rivera y Villalón para que realizara unavisita de inspección en el norte del virreinato. El maris-cal llevó un puntual y meticuloso registro de lo obser-vado, que llamó Diario y derrotero de lo caminado, visto yobservado en el discurso de la visita general de presidios situa-dos en las provincias internas de Nuevo España, 1724-1728.De tal informe tomamos algunos datos que se refierena Chihuahua, agregando que el ingeniero FranciscoÁlvarez Barreiro levantó por primera vez, el 7 de abrilde 1726, las coordenadas de la villa de San Felipe deacuerdo con el meridiano de Tenerife. El mariscal asien-ta en su diario:

El día siete, al rumbo del noroeste franco caminé [...] portierra quebrada y molesta [...] mirando algunos cerrospelados, que dicen ser minerales; y encontrando con lavilla de San Felipe del Real o Chiguagua, población deespañoles, mestizos y mulatos, establecida de pocos añosa esta parte y de número considerable de almas, situada ala banda sur de un pequeño río que deduce su origen deuna sierra intermedia entre los pueblos de Chuvisca ySan Andrés de la nación tarahumara, donde paré.

Luego relata que se encontró con la novedad quetenía conmocionada a la villa por la sublevación de losindios de la junta de los ríos Conchos y del Norte, y quepor el año de 1715 los había asentado el sargento ma-

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yor don Antonio de Trasviña y Retes, trayéndose parasu hacienda de San Bartolo a los indios tapacolmes.Felizmente el lance ya se había resuelto, pues los veci-nos de la villa lograron rescatar a los dos frailes quetenían cautivos los indios y apresar a los cabecillas dela revuelta. Después el brigadier hizo observación so-bre las coordenadas de la villa y, según él, de acuerdocon el meridiano de Tenerife, la encontró localizada a29° y 11’ de latitud boreal y en 261° y 50’ de longitud.No fue exacto el cálculo, pero fue el primero que sehizo.

La verdad era que para el año de 1738 los metalesde Santa Eulalia, más los de Cusihuiriáchic, junto conotros minerales cercanos a Chihuahua, ya representa-ban una cantidad superior a la de los que llegaban aParral, por lo que la diputación de la villa de San Felipegestionó y consiguió se autorizara la apertura de unacasa de ensaye de metales con la capacidad de quintarlos envíos que se hicieran a México. Simultáneamentese creó, por primera vez, una administración de alca-balas, con ingerencia en mercancías desde Nuevo Méxi-co hasta Cuencamé.

El ilustrado corregidor don Silvestre de Soto yTroncoso manifestó gran preocupación por la educa-ción, y el 1 de septiembre de 1744 solicitó autorizaciónal virrey conde de Fuenclara para abrir escuelas de pri-meras letras en todos los pueblos del corregimiento.Aunque el proyecto no cuajó plenamente, no debemosescatimarle a Soto y Troncoso el mérito de haber sidoprecursor de las escuelas públicas en Chihuahua.

Nombrado gobernador del reino don José de Cosíoy Campa, marqués de Torre Campo desde 1743, retar-dando el viaje, finalmente llegó a la villa con su hermo-sa esposa, de la que estaba perdidamente enamorado ycon la que hacía pocos meses se había casado, doñaMaría Robledo y Valle. Apenas instalado en la casona

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que fue del gobernador Santa Cruz, mandó tapiar puer-tas y ventanas, prohibiendo a la marquesa que saliera ala calle, salvo a misa en el templo de los jesuitas, queestaba enfrente de su casa, y acompañada de tres ma-tronas. La marquesa enfermó gravemente y no huboremedio posible que la curara, por lo que falleció el 23de septiembre de 1745. Su cadáver fue sepultado congran pompa junto al altar mayor de la iglesia de SanFelipe, a donde ella concurría. El enamorado y celosomarqués quedó destrozado moralmente con la pérdidade su mujer, se sumió en un completo mutismo sinquerer que nadie lo viera. Cerró el portón del zaguáncon clavos y mandó un escueto aviso a las autoridadesdiciendo que suspendía su gobierno por cuatro meses,para después separarse definitivamente de su cargo.Abandonó la villa intempestivamente en su carroza el8 de enero de 1746. Dejó como teniente a don JoséVelarde Cosío.

Cuando falleció el rey Felipe V, el 9 de julio de 1746,y fue exaltado al trono su hijo Felipe VI, los chihua-huenses, más cautelosos que en la ocasión anterior, pre-firieron esperar un tiempo prudente para evitar volver acometer el error que sucedió cuando murió Luis I, asíque el juramento, acompañado de grandes festejos, secelebró hasta el 21 de septiembre de 1748.

Desde 1738 se había impuesto a los mineros unagabela de cinco pesos por cada millar de onzas de plataque remitían, so pretexto de aplicarse como “gastos deconducta,” cosa que nunca se hizo, pero el impuesto selo apropiaron para su provecho personal los gobernado-res. Enterado el virrey conde de Revillagigedo de esteabuso, dispuso que se reintegraran a la villa los dinerosque usufructuaron los gobernadores del reino, empezan-do con Belaunzarán, el compungido marqués de TorreCampo y su sucesor, el gobernador Juan Francisco dela Puerta y Barrera. Satisfecho el cabildo de la villa por

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la reposición del dinero, se decidió invertirlo en resol-ver el viejo problema de agua que padecía la villa, quese surtía con una acequia formada por canales de ma-dera; era más el agua que se perdía por la desvencijadascanoas que la que llegaba a la población. La opinión delos ediles fue unánime para que se iniciara la construc-ción de un acueducto de “cal y canto” que surtiera dellíquido a la villa. Se diseñó el proyecto y, a principiosde 1751, se dio inició al acueducto actual, prorrogandoel impuesto a los mineros hasta que se concluyera laobra.

Para 1758, el gobernador coronel Mateo Antoniode Mendoza se desplazó desde la villa de San Felipepara fundar en la hacienda de El Carrizal el nuevo pre-sidio, que protegería a la villa de los indios bárbaros;llamándolo San Fernando de las Amarillas del Carrizaly ubicando en él a los soldados que estaban en el presi-dio de El Paso, llamado de San José y Nuestra Señoradel Pilar.

Por esas mismas fechas llegó a Chihuahua un nuevocorregidor, don Ramón de Mariñelarena, un navarroemprendedor que se metió de minero e hizo un ingeniopara moler metales por medio de un mortero que mo-vía con agua que desviaba del acueducto. No resultóexitoso el aparatoso proyecto, pero quedó como recuer-do el que a un barrio de Chihuahua se le siga llamandoEl Mortero. En lo que sí atinó Mariñelarena fue en lapropuesta que trajo al obispo Pedro Anselmo Sánchezde Tagle para declarar como patrón de los mineros aSan José, el 19 de marzo de ese año, desplazando alpatrono antiguo, que era San Nicolás Tolentino, quedaba su nombre al barrio ubicado más allá del arroyode Zubiate o de la Manteca, en lo que hoy conocemoscomo colonia Obrera, y además se nominó al hospiciode los franciscanos como de Señor San José. Y yaencarrerados en patronatos y festejos religiosos, imitan-

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do lo que se hacía en la ciudad de México, el 12 de di-ciembre de 1758 se juró en Chihuahua a la Guadalupanacomo patrona de toda América. El ayuntamiento acep-tó la celebración del 12 de diciembre como fiesta obli-gatoria y destinó propios para costearla.

Recién llegado a la villa de San Felipe, en 1761 elnuevo gobernador, coronel José Carlos Agüero, iniciólos preparativos más suntuosos para la jura del nuevosoberano de España y de las Indias, don Carlos III. Loságapes y saraos se prolongaron hasta el 2 de octubre de1762, cuando Agüero, quizá aún con la cruda de tantosfestejos, tuvo que marchar a Veracruz, donde lo deman-daban compromisos militares urgentes al iniciarse laguerra entre España e Inglaterra.

Regresó Agüero en abril de 1764, y un poco des-pués crearía el servicio de correos entre Chihuahua yDurango y designaría primer oficial en este servicio adon Felipe Beltrán del Río.

Las incursiones de los apaches cada día eran másfrecuentes, merodeaban en los alrededores delcorregimiento, poniendo en grave riesgo ganados y sus-tento para la población, por lo que el brigadier don MateoAntonio de Mendoza, viejo militar ya con tiempo ave-cindado en la villa y ahora con título de gobernador,decidió traer de Güejuquilla un grupo de soldados quesirvieran de resguardo en el Valle de San Buenaventuray garantizaran el traslado de las cosechas que urgíanpara Chihuahua. Así nació en 1764 un presidio al quellamaron La Princesa, que después se mudó a dondehoy está el pueblo de Galeana. Los indios, al menos, sealejaron un poco de la villa, y la relativa tranquilidad deque se gozó fue aprovechada para que en 1765 JoséYánez organizara varias funciones de teatro y maromerospara deleite de nuestros abuelos. Pero el austero gober-nador no estaba para fiestas. Emitió un bando en queordenaba que a todo el que fuera encontrado en la vía

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pública en estado de ebriedad, sin atender a su calidado clase, se le llevara a la plaza de armas y se le vistieracon túnica y birrete rojos y luego con un embudo se lediera a beber agua hasta que le saliera por la nariz, ydespués ahí mismo se le dejara dormir la mona por treshoras ante la expectación pública, para que el castigosirviera de ejemplo a todos los adoradores de Baco.

Pero la villa tenía salones de trucos donde se jugababillar; dos rebotes donde se hacía gala de destreza conla pelota; una que otra taberna de mala fama con da-mas que vendían caricias. También, anexa al Colegiode Loreto de los jesuitas funcionaba una botica que lospadres solían surtir convenientemente para vender loscasi milagrosos remedios que el hermano Juan deEsteyneffer recetaba en su imprescindible libro Florile-gio medicinal de todas las enfermedades, editado por Joa-quín de Ibarra en México en el año de 1712. Dice en sucapítulo LIV: “San Pantaleón, médico y mártir, es abo-gado de las almorranas, que son...,” y luego pasa a des-cribirlas como ya las ha de conocer el lector. Enseguidatranscribimos algo del tratamiento:

[...]refregar las almorranas con un paño áspero, o conhojas de moras o de higuera; aplicar en la parte polvo delestiércol de las palomas, amasado con enjundia de ma-rrano o con tuétano de vaca, o amasar dicho polvo con lahiel de toro y aplicarlo tibio.

No nos queda constancia de ningún enfermo queavale el tratamiento, pero lo que sí quedó como tradi-ción entre todos los chihuahuenses fue el uso y abusode las lavativas, a las que era muy proclive en sus trata-mientos el hermano jesuita.

Ningún obispo recorrió tantas leguas para visitar sudiócesis, que no tenía fronteras, como lo hizo por dosveces el obispo de Durango, don Pedro Tamarón y

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Romeral, el que en su periplo llegó a la villa de SanFelipe, y en su diario anotó, en el año de 1765:

Es una de las poblaciones más cuantiosas de este obispa-do, si no la mayor; su comercio es el mejor, sus habitantesson españoles, mestizos y mulatos [es curioso que el obis-po no incluyera indios]. Sus familias seiscientos y noven-ta y dos, y en ella cuatro mil seiscientos cincuenta y dospersonas.

Después de dar cuenta y razón de los lugares quepueblan el corregimiento, pasa a informarnos:

[...] como a un tiro de fusil de la villa, se ha ido formandoun pueblecito de indios yaquis que tiene ciento y trespersonas, agregado a una ermita de Nuestra Señora deGuadalupe.

La tal ermita es el actual santuario dedicado a Nues-tra Señora de Guadalupe, que años antes desplazó a latitular original Santa Ana, a la que un buen devoto lehabía construido una pequeña capilla. Después el obis-po describe los demás templos: el de la Compañía deJesús, el de la Tercera Orden de San Francisco, y conti-núa: “...a las goteras del lugar, está una capilla o ermitade San Lorenzo.” Esta fue la que hoy se llama SantoNiño, y se construyó en la hacienda del padre Nicolásde las Heras por los viajeros y trajinantes que venían oiban al Paso del Norte. La descripción es larga, por loque Su Ilustrísima nos informa:

Hay aquí muchas minas de plata, que en gran parte deellas se saca a fuego; pero tienen la penalidad de estar lasleñas distantes y les cuesta la carga a cuatro reales quetraen con mucho riesgo, porque todo este país está inun-dado de indios enemigos, los que han desolado y acabadolas mayores haciendas, muladas, caballadas, y por todoslados llegan hasta las mismas goteras de la villa.

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Y luego reclama al rey:

[...] siendo esta [Chihuahua] tan insigne fundación de estesiglo, está muy expuesta a acabarse, porque nadie lo re-media, aunque se repitan informes y se pondere la nece-sidad.

Antes de enfilar el prelado con su comitiva hacia elNuevo México dejó consagrada la capilla de NuestraSeñora del Rosario, anexa al lado derecho de la actualcatedral, y sobre el arco de su puerta se escribió un tex-to que aún se lee recordando el acontecimiento. Y aúnarriba de la entrada está un sobrerrelieve de la Virgendel Rosario, teniendo en primer plano un purgatorio enque las ánimas piden su intervención. Este bello traba-jo de cantería fue uno de los detalles que más le impre-sionaron, por originalidad, al estudioso Francisco de laMaza.

Como presagio de tormenta, vientos de guerra em-pezaron a soplar en el Septentrión. La amenaza de Fran-cia e Inglaterra a los dominios de Carlos III en el nortede la Nueva España cada día era más evidente. La im-posibilidad de someter a los indios bárbaros que se des-plazaban por aquel enorme territorio, junto con la pre-sión extranjera, hizo que el rey de España pusiera unaatención especial en el norte de México, en las llama-das provincias internas. Así pues, conforme disminuíanlas misiones y los frailes, aumentaban los presidios ylos militares, y ahora con experiencia y altos rangos.

A visitar las enormes extensiones fue comisionadoen el año de 1766 el capitán de ingenieros don Nicolásde la Fora por orden del virrey marqués de Cruillas. Desu diario de visita espigaremos algunas cosas que escri-bió sobre Chihuahua:

“Esta villa está situada en un terreno árido, sobre laorilla de un riachuelo de corto caudal.” O sea que nues-tro lánguido río Chuvíscar no le causó la más mínima

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impresión al ingeniero, y menos aquel 11 de junio de1766, al terminar la temporada seca. Luego, como bueningeniero, midió la longitud y la latitud del lugar y lecorrigió la plana al brigadier Rivera, que había hecho lomismo en 1726.

Continúa La Fora diciendo: “Consiste su poblaciónen cuatrocientas familias de españoles, mestizos y mu-latos, que están pereciendo por la total decadencia delas minas y continuas hostilidades de los indios.” Ren-glones después nos informa: “Está la misión y pueblode indios de Nombre de Dios situada en una cañadamuy amena y bien cultivada, donde se cogen todas se-millas y varias frutas; ésta la forma una lomería por ellado izquierdo, y por el derecho una cordillera de cerrosmuy elevados y a trechos escarpados, donde hay variasminas de oro, que no se trabajan por poca abundanciade metales.” Las agradables frases que le dedica el in-geniero a Nombre de Dios quizá obedecieron a que tuvoque permanecer ahí desde el 12 de junio hasta el 7 dejulio, cuando con su comitiva emprendió el camino alPaso del Norte, de donde podemos inferir cuál es ellado izquierdo que menciona.

El siglo rebasa su primera mitad y la opulencia delas minas ha decaído; sin embargo el comercio se haintensificado al poblarse de haciendas y ranchos los con-tornos. El Nuevo México está en una precaria tranqui-lidad, pero todo su contacto con el mundo es a travésdel camino de “tierra adentro” que pasa por Chihua-hua. El florecimiento de las misiones jesuitas en laTarahumara es evidente; se han transformado en ver-daderos centros de producción, y al igual que las ha-ciendas que pertenecen a la Compañía de Jesús, hansido un acicate para el progreso material de la villa, don-de se centra toda la meticulosa administración de losbienes de los hijos de Loyola. Sin embargo, en lo quemás influyen estos padres es en la cultura; su colegio es

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un oasis del espíritu en medio de un océano de barba-rie. Su biblioteca comprende cerca de mil quinientosvolúmenes; la fachada de su iglesia, diseñada por Joséde la Cruz, el mismo alarife de la parroquia, ya estáconcluida, en un barroco exuberante, como si fuera elcanto del cisne de la Compañía de Jesús en estas aride-ces; solo resta concluir la cúpula sobre el crucero y ce-rrar las naves que ya tienen sus arcos torales. Hay cal-ma y una esperanza firme en el futuro, pese al sobresal-to de los apaches y comanches.

La aurora despuntaba en el oriente aquel 30 de juniode 1767 cuando se oyó estrépito de armas y soldadosjunto a la entrada del Colegio. El sargento Juan Anto-nio de Mariño, con órdenes del capitán Lope de Cuéllar,hizo sonar con premura el pescante de la puerta, a don-de apareció el prefecto para ver qué se ofrecía. En lapenumbra se le conminó a que se dieran presos él y losdemás religiosos que estuvieran en el interior de la resi-dencia. El sigilo se unió a la diligencia, y al rayar el soltodos los padres estaban confinados con guardias enuna sola habitación donde se les leyó la cédula real deCarlos III en que expulsaba a los jesuitas de todos susdominios, en España e Indias, por razones “que él seguardaba en su real pecho.” Se les indicó a los padresque no podían llevarse nada más que su ropa personal,la sotana y el breviario. Repuestos de la sorpresa perosin oponer resistencia, salieron el padre Salvador Igna-cio de la Peña, prefecto que hacía temporalmente lasveces de rector, nativo de Nayarit; Miguel Flores de laTorre, maestro, originario de Aguascalientes; el padreJosé Pereira, que dictaba las lecciones de gramática yera nacido en Guatemala; el misionero Claudio Anto-nio González, que atendía a los indios de Santa Ana ySan Javier de Chinarras y que por casualidad estaba enla villa, también oriundo de Aguascalientes. Resulta cu-

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rioso que ninguno de los religiosos que había en Chi-huahua fuera español. El presbítero Vicente AntonioMota, con poca caridad, escribió los autos en que seconsumaba el despojo. Se cerraron y clavaron las puer-tas por última vez, y el 6 de julio salió la penosa comi-tiva de las negras sotanas, en medio de la angustia delos chihuahuenses, que veían alejarse con ellos a losformadores del alma de esta tierra. La partida fue denoche, para evitar disturbios, y el carruaje que enfilórumbo a Zacatecas se perdió en la polvareda del Cañónde Bachimba, hasta donde fueron a despedirlos algu-nos de los que consiguieron licencia. Los padres zarpa-ron en Veracruz y murieron en Bolonia, quizá soñandoalgún día regresar al Colegio de Nuestra Señora deLoreto que tanto amaron en Chihuahua.

Confiscados todos los bienes de los jesuitas, los re-tablos del templo se desmantelaron y enviaron a otrasiglesias, como la de San Francisco. La magnífica ima-gen estofada de la Virgen de Loreto se mandó a SantaEulalia, y los ornamentos y vasos sagrados se destina-ron a la parroquia. Así se cerró uno de los capítulosmás amargos en la historia de San Felipe del Real deChihuahua.

Por cédula real fechada en San Ildefonso el 22 deagosto de 1776, el rey Carlos III creó un mando supe-rior independiente del virreinato que se denominó Co-mandancia de las Provincias Internas, entre las que seincluía la Nueva Vizcaya. Se daba como capital a lapoblación de Arizpe, por ser la más céntrica del enor-me territorio que ocuparía la nueva entidad.

El primer comandante que se nombró fue donTeodoro de Croix, caballero de la Orden Teutónica deFlandes, que tomó posesión de su oficio en la ciudad deMéxico el 25 de febrero de 1777, desde donde inició elviaje a su jurisdicción. Envió por delante con mayor

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premura hacia Chihuahua a sus “familiares,” o sea a suservidumbre y oficiales que lo auxiliaban, para prepa-rar todo en la villa a su llegada.

Arribó a la villa de San Felipe del Real en los prime-ros días de febrero de 1778, y despachó en las oficinasde la Comandancia, que estaban en la actual calle Se-gunda, entre las calles Libertad y Juárez.

Planeó meticulosamente la continuación de la gue-rra contra la apachería y se propueso formar, en vez depresidios, pueblos que sirvieran como defensa contralos indios; así pues, decidió fundar cinco villas: Janos,Casas Grandes, San Juan Nepomuceno (Galeana), LasCruces y Namiquipa, todas dotadas de ejidos y de veci-nos. Listo para continuar rumbo a Arizpe a principiosde 1779, enfermó gravemente de hemiplegia. Para cu-rarse frecuentó las aguas termales de San Diego deAlcalá, convaleció en una casa de la real hacienda queestaba entre las frondosas alamedas de la Junta de losRíos, por el rumbo de Nombre de Dios, saliendo final-mente hacia Arizpe el 30 de septiembre del año citado.Croix formó una oficina superior de hacienda en Chi-huahua, reorganizó las milicias y las tropas de los presi-dios y apoyó el cabildo de la villa en el aseo de las ca-lles y formación de jardines.

A principios de 1783 se le dio el grado de mariscalde campo y se le encomendó para el virreinato del Perú,dejando con su ausencia la gratitud de todos loschihuahuenses y la moral en alto a los pobladores deesta villa.

El cabildo de San Felipe, mediante acta asentada porel escribano, otorgó concesión a los señores Martín deMariñelarena y Manuel de Urquidi, con la anuencia quedio antes de irse el caballero de Croix, para la creaciónde un obraje que superara los rústicos telares que losjesuitas habían impulsado en sus misiones, ya abando-nadas. De la hacienda de San Juan de las Encinillas se

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exportaba bastante lana hacia el sur, lo que animó a losdueños de los rebaños a aprobar la creación del obrajepara progreso de la villa. Ya para 1780 se producíanmantas y tejidos de lana para el consumo local y envíosa Nuevo México.

Ciertamente que la mano de obra que se utilizó enesta incipiente industria no usaba métodos muy orto-doxos para reclutar operarios, pues a partir de 1782,cuando el ayuntamiento adquirió el obraje, se agrega-ron otras dependencias como cárcel simulada en que setenía a los reos y algunos indios cautivos para que des-empeñaran el trabajo; se les daba un salario casi simbó-lico, así como sustento y vestido. Después francamentese manejó como método para purgar la sentencia poralgunos delitos.

También quedará como buen recuerdo del paso pornuestra villa del caballero de Croix el proyecto de trans-formar la residencia que ocuparon los jesuitas antes delexilio, pues don Teodoro se proponía adaptarla comohospital militar. La idea cuajó posteriormente.

Había existido desde 1732 una institución utilísimaen la villa: la alhóndiga, con la que se regulaban los pre-cios de los granos básicos para alimentar a la poblacióny prever la carestía de alimento en las épocas de esca-sez o en las graves sequías. La alhóndiga era adminis-trada por el cabildo, y a partir de 1778 tuvo un fondorevolvente de mil pesos que remitió un donante anóni-mo desde el sur por conducto de fray Miguel González,religioso franciscano del Colegio de Guadalupe deZacatecas; a esto se le llamó “Fondo del Pósito,” y semanejó eficientemente, de manera que en ocho años,por censos, ya tenía un capital de 4,916 pesos con 30reales y 5 granos. Desearíamos gente con esta escrupu-losidad en estos tiempos. Otro benefactor, vecino de lavilla, fue don Severiano Arechavala, que dio otros ochomil pesos, y más tarde don Mateo de Palacio también

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aportó otros mil pesos, con lo que el Pósito estuvo siem-pre en condiciones de remediar urgencias y hambrunas.Curiosamente, después de la Independencia llegaron po-líticos que, como los actuales, saquearon la alhóndiga,pero ya no hubo benefactores.

Sustituyó a Croix el brigadier don Felipe Neve, mili-tar también de grandes prendas morales y humanas.Repobló el abandonado pueblo de San Jerónimo, hoyAldama, y ordenó se estableciera la picota u horca paraajusticiar a los criminales en la plazuela de los Uranga,hoy plaza Merino. Fue el fundador de la ciudad de LosÁngeles, en California, y a su regreso falleció en la ha-cienda del Carmen de Peña Blanca, hoy Flores Magón.

Ya metidos en materia con los hombres beneméri-tos de la villa de San Felipe, sería injusto no dedicarleunas frases a don Manuel Antonio de Escorza, falleci-do en 1783, quien en su testamento dice:

Item, declaro que en las haciendas del Mayorazgo de donValerio Cortés del Rey, tengo la cantidad de 22,776 pesoscon 9 reales, que me debe dicha finca del principal yréditos, y los cedo y traspaso [...] a favor del ayuntamien-to de esta villa, para que dicha cantidad las invierta dichoayuntamiento en los fines y efectos que sean y se conside-ren más propicios al público.

El producto de esta donación se aplicó religiosamentea los menesterosos y enfermos por más de medio siglo,hasta que las leyes de Juárez confiscaron este patrimo-nio.

Después del comandante Neve, el coronel José An-tonio Rengel sentó sus reales en San Felipe, y se ausen-taba sólo en casos necesarios. Gracias a su iniciativa secrearía el primer parque público de Chihuahua, pues, el31 de agosto de 1785, él personalmente inició la plan-tación de árboles que llamaría Alameda de Guadalupe,la que ocuparía todo el terreno bajo en la banda izquier-

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da del Chuvíscar, desde el Santuario de Guadalupe has-ta el arroyo de Santa Rita, también conocido como dela Canoa. Sólo se ha salvado de la rapiña municipal elmenguado parque Infantil, resto de aquella alameda.

Para 1786 Rengel fue sustituido por el nuevo co-mandante brigadier Jacobo de Ugarte y Loyola, el queasentó definitivamente la cabecera de las provinciasinternas en Chihuahua y puso gran empeño en el pro-greso de esta villa. Suspendió la persecución de lostarahumares considerados infidentes. Rescató los fon-dos que indebidamente habían sido sustraídos para laguerra apache y que correspondían a la construcción dela parroquia, cuya fábrica recibió un fuerte impulso alrecuperar este dinero gracias al comandante Ugarte yLoyola, que autorizó al ayuntamiento para que se ad-quiriera el obraje, donde instaló una escuela anexa. Res-tauró el acueducto que amenazaba ruina e hizo variasderivaciones en acequias cubiertas para conducir el aguaa varias pilas: la del Jagüey, junto al excolegio jesuita, laque bajaba de la loma para descargar en la fuente de laplaza de Armas y la de las Mariposas, junto a los bañosde Jordán, donde hoy está la plazuela España. Final-mente llevó a feliz termino la creación del HospitalMilitar en el edificio que ocupó el colegio de jesuitas,bajo la dirección del doctor Antonio Comadurán. Sedespidió con pena de los chihuahuenses en septiembrede 1790.

El 7 de marzo de 1791 recibió el mariscal de campoPedro de Nava la comandancia general, que definitiva-mente optó, con anuencia del rey, porque la capital delas provincias internas quedara legalmente en la villade Chihuahua. Con lo dicho, la importancia de la po-blación aumentó sensiblemente, y los dineros que porconcepto de la tropa y demás auxilios militares llega-ban, dieron fisonomía de ciudad a la vieja villa, sacán-dola de su letargo. Los recoletos, rezos y procesiones

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fueron sustituidos por los bailes y francachelas de losmilitares, que junto con el dinero trajeron nuevas ideasque ya soplaban desde Francia. Entusiasmado con elprogreso, el cabildo empezó a hacer gestiones para quese formara una Casa de Moneda, e inclusive, y con apo-yo del mariscal, se encaminó el propósito de la forma-ción de una Audiencia separada de la de Guadalajara.

Al surgir las intendencias en vez de reinos y coman-dancias, el 16 de febrero de 1793 se extinguió elcorregimiento, siendo el último corregidor de San Feli-pe el capitán Manuel Ruiz. En su lugar surgieron lossubdelegados reales, que dependían del intendente deDurango.

Dinámico, el mariscal Nava estableció el funciona-miento del tianguis, facilitando dos fechas durante elmes para que los labradores de lugares aledaños vinie-ran a Chihuahua a realizar trueque de sus mercancías, einclusive se convocó a los indios de asentamientos cer-canos para integrarse a este comercio. Aunque en laplaza de Uranga ya funcionaban las tablas para la ventade carne y el Parián, donde después se hizo el mercadoReforma, el tianguis se fomentó en lo que había sido laplazuela del Colegio, donde hoy está el Palacio Federal;después se mudaría al lugar que ahora ocupa el monu-mento de Talamantes.

Finalmente, pero en forma perentoria, en 1797 elintendente don Bernardo Bonavía y Zapata envió unmandamiento al subdelegado para que “sin excusas opretextos” se establecieran escuelas de primeras letrasen toda la jurisdicción de la villa.

Si bien las luces parecían estar llegando a Chihua-hua, las relaciones entre el obispo de Durango y el co-mandante Nava eran cada día más agrias. Su Excelen-cia don Esteban Lorenzo de Tristán, que nunca visitóla villa de San Felipe, sí le profesó una tirria sólo com-parable a la que le tuvo al mariscal Nava. Para formar-

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nos una idea del pésimo concepto que el obispo teníade Chihuahua, citamos párrafos de un documento quemandó a la Audiencia de Guadalajara:

Es la villa de Chihuahua el teatro más obsceno y escanda-loso de todas las Provincias Internas, porque la corrup-ción del siglo, la libertad de la tropa y la humana fragili-dad, han hecho caer en repetidos deslices a las mujeresmás honradas, poseídas del mal ejemplo y de ver protegi-das y autorizadas las flaquezas de otras [suponemos quese refiere a las prostitutas].

Y concluye con santa ira: “no puedo decir más.” Yrealmente ya no le quedaba qué decir, después de haberacabado con la honra de nuestras matronas. Pero no secrea que desmaya en su ojeriza el prelado, pues sigue:

Es la villa de Chihuahua un rincón del mundo y antesaladel infierno, en donde la lujuria se va entronizando y acara descubierta hace alarde de no ser reprendida, ni cas-tigada. La juventud tiene por gala y ostentación la man-cebía, estando en la posesión de que no hay en este mun-do autoridad que pueda corregirla y, a imitación de Chi-huahua, sigue la misma tempestad en todos los presidiosde la frontera.

Obviamente, la catilinaria del obispo tenía dedicato-ria, pues iba apuntando contra el mariscal Nava, a quientambién reprochaba que él y su tropa hacía más de unaño no cumplían con el precepto pascual. Ni tardos niperezosos, el militar y sus subalternos en un solo día seconfesaron todos, aunque no sabemos qué tan sacrílegasería la confesión de la soldadesca.

Desesperado, el prelado envió a Chihuahua comocura al padre Juan Isidro Campos, “de vida irreprensible;celoso con mucha prudencia; político y cortés con to-dos los perfiles de la buena crianza.” Lo que no añadióel señor obispo fue que su enviado, según él lleno de

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virtudes, era también un gran chismoso e intrigante, yazuzador de los rencores del obispo contra el coman-dante; además, Su Excelencia le encomendó a Camposque “reservadísimamente” espiara todos los papeles yconversaciones por la sospecha de que “siguiendo elejemplo que da Francia,” y actuando como “un Argoso un lince,” enviara informes sobre la menor sospechaque observase sobre infidencia a Su Católica Majestad,del que deben ser “fieles vasallos.”

Posteriormente el obispo Tristán dio orden al curaCampos para que recogiera la biblioteca que había sidodel colegio de jesuitas y se la mandara a Durango, puesen la Junta de Temporalidades, junto con los libros delcolegio de Parras, se había decidido el envío al Semina-rio de Durango. El obispo costeó el traslado en mulas yalgunos libros fueron empacados en cajones.

A don Juan José Ruiz de Bustamante, comisionadode Temporalidades, se le acusó recibo de 3,322 volú-menes, de los que se enviaron a Durango los que seconsideraron útiles y se dejaron en Chihuahua 1,415 to-mos “de todos tamaños;” esto sucedió en 1794. Navainformó al cura Campos que los libros de las misionesserían reintegrados a su origen; sin embargo, todo seperdió en una maraña burocrática de la que sólo salióun folleto que publicó Galindo Navarro y que el obispocalificó “libelo difamatorio de la dignidad episcopal,”agregando que el autor era un hombre de “genio inquie-to, travieso, revoltoso y papelista.” Por desgracia no nosllegó ningún ejemplar del “libelo.”

Aunque en política poco pudo husmear Campos, síse explayó sobre la vida privada de los oficiales, infor-mando a Durango que el comandante general vivía re-lajadamente, y su asesor letrado, don Pedro Galindo yNavarro, estaba amancebado con una viuda. ComisionóTristán al cura Campos para una “amplia informaciónsecreta” del asunto. Al filtrarse el chisme y saber Nava

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de los enjuagues del obispo y el cura, convocó a todoslos demás clérigos residentes en la villa para levantar asu vez una “contrainformación.” Indignado el coman-dante, dice:

He sido atacado, insultado, ofendido, con una insolenciatan desconocida, que no encuentro tenga ejemplar desdeel descubrimiento de las Indias.

Y en defensa de la viuda que le achacan como aman-te, concluye:

Pasa de cincuenta años, está cubierta de canas y con muypocos dientes, y toda su vida la ha ocupado en frecuentarlos sacramentos.

Cierto que no es muy galante Nava en su descrip-ción, pero se nota que no le tenía mucho afecto a lapobre viuda. En fin, para concluir diremos que la pa-ciencia de Nava se agotó y mandó tomar prisionero alcura Campos y, mientras fueran peras o manzanas, loconfinó al Presidio del Príncipe, donde hoy es Coyame.

El furibundo obispo escribe:

Cuando el despotismo y falta de religión atropellan lasleyes divinas y humanas, me será indispensable usar to-das las armas.

Pero el rey no le dio tiempo de usarlas pues, harto enMadrid de tantas intrigas, le ordenó al obispo trasladar-se a Guadalajara, asignando en su lugar a fray José Joa-quín Granados, y el comandante mismo empezó a pre-parar sus bártulos para entregar el mando al que losusituiría, el brigadier don Nemesio Salcedo y Salcedo,el 4 de noviembre de 1802. Olvidado de todos, quedóconfinado en el presidio el cura Campos, clamando alos cuatro vientos que lo sacaran de ahí.

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Con este sainete político debo concluir las peripe-cias que durante un siglo tuvo la que nació como Realde San Francisco de Cuéllar y transcurrida su infancia yjuventud como Villa de San Felipe del Real de Chihua-hua, está en el punto de ser lo que es hoy, una ciudad, alterminar el siglo XVIII.

El crepúsculo del imperio español ya se avecina y laaurora de la Independencia se adivina próxima.

A las 4 de la mañana del año nuevo de 1803, el re-cién instalado reloj de la parroquia por primera vez se-ñalaba el tiempo con su carillón, mientras que delotro lado de la plaza, como ojos expectantes, los docearcos que formaban el portal del ayuntamiento, inaugu-rado en 1772, esperaban el alba para contemplar nue-vamente el trajín de los inquietos pobladores de la muyleal y valiente Villa de San Felipe del Real de Chihua-hua.

Laus Deo Virginique Matri

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Bibliografía del último texto

ARLEGUI, José: Crónica de la provincia de N.S. P.S., Francisco de Zacatecas,México, 1851.

BARGELLINI, Clara: La arquitectura de la plata, México, 1991.ESTEYNEFFER, Juan de: Florilegio medicinal, México, 1712.GÁLVEZ, Bernardo de: Instructions for Governing the Interior Provinces of New

Spain, 1786, Berkeley, 1951.HADLEY, Phillip L. Minería y sociedad en el centro minero de Santa Eulalia,

Chihuahua (1709-1750), México, 1979.LAFORA, Nicolás de: Relación del viaje que hizo a los presidios internos situados

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MAZA, Francisco de la: La Catedral de Chihuahua, anales del Instituto deInvestigaciones Estéticas, UNAM, n. 30, 1961.

MORFI, Juan Agustín de: Viaje de indios y diario del Nuevo México (1777-1781),México, 1935.

MOTA PADILLA, Matías de la: Historia de la conquista de la Nueva Galicia,México, 1742.

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RIVERA, Pedro de: Diario y derrotero de lo caminado, visto y observado en eldiscurso de la visita general de presidios situados en las provincias internas deNuevo España, 1724-1728, México, 1945.

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VILLASEÑOR Y SÁNCHEZ, José Antonio: Theatro Americano (1746-48), México,1952.

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PrólogoPrimera parteCampos de soledad, mustio collado

Canto a Chihuahua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Parral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Delicias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .El Valle . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Batopilas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Camargo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Chínipas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ciudad Juárez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Guadalupe de Bravo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Temósachic . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Calle Libertad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Jiménez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Quinta Gameros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Cenotafio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Hotel Victoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Teatro de los Héroes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Parque del Mirador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Plaza de Armas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Río Chuvíscar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Los indios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Los mineros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Índice

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Rosa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Nace San Francisco de Cuéllar . . . . . . . . . . . .Bosque de Aldama . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Divisadero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Cascada de Basaseachic . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ciudad de Chihuahua . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Samalayuca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Los Filtros de Camargo . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ruinas de Paquimé . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Cañón del Pegüis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Grutas de Coyame . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Paisaje de Balleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Lago de Arareco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Otachique . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Namúrachic . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Tohuises . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Revolucionarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Menonitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .La escuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Mujeres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Mineros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Obrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Palacio de Gobierno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Labrador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Resolana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Misa de doce . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Canto indio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Segunda parteBarullo de las estaciones

Mujeres chihuahuensesLa maestra y el gis . . . . . . . . . . . . . . . . . . .La santa hereje . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Amante pálida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .La matrona de Satevó . . . . . . . . . . . . . . . . .La dama Lampedusa . . . . . . . . . . . . . . . . .Una carta de amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . .A Lizette . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Tercera partePartitura de íntimo decoro

Los últimos momentos de Hidalgo . . . . . . . . .Réquiem por el padre de la patria . . . . . . . . . .Los tejados de Chihuahua . . . . . . . . . . . . . . . .El mercado de la Reforma y la Merino

1. Las primeras fotos . . . . . . . . . . . . . . . . .2. Los colores de Tamayo . . . . . . . . . . . . . .3. Nieves de la infancia . . . . . . . . . . . . . . . .4. El neón de la modernidad . . . . . . . . . . . .5. Las canciones de mis tías . . . . . . . . . . . .6. La plaza de Merino . . . . . . . . . . . . . . . . .

El padre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .Ciudad Cuauhtémoc: cruce de vías

1653 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1687 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

41424344454750

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1834 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1866 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1916 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1922 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1991 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Satevó: los hombres de a caballo . . . . . . . . . . .Gustos y disgustos de la villa de San Felipe del

Real de Chihuahua durante el siglo XVIII . . .

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ESCRIBIR ADREDE PARA LEER DE OQUIS

se terminó de imprimir enIMPRESORA COLORAMA, S. DE R. L. DE C. V.

Deza y Ulloa n. 605, col. San Felipe, tel. 414-71-06en mayo del 2003

con un tiraje de 1000 ejemplares.

Diseño editorial: Jorge Villalobos

Morelos 509-B, 415-2902, Chihuahua, Chih., 31000

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1. Biografía de la luzGabriela Borunda

2. El cuello de AdánGuadalupe Salas

3. Ra’osariDolores Batista

4. IniciáticasEugeni Porras

5. SelenitasBelinda Ames

6. AstilláriumArturo Rico Bovio

7. NovenarioManuel Talavera

8. Diez poemas proverbialesNatalia Gameros

9. Colonia RosarioJesús Chávez Marín

10. MicrouniversosLilly Blake

11. LuminiscenciasSofía Casavantes

12. El umbralLuz María Montes de Oca

13. La torre blancaAlejandra Meza

14. Décimas y sonetosMario Arras

15. Pastorela mexicanaJosé Pérez Delgado

16. Romance de otoñoRaúl Manríquez

17. Molinos de vientoMaría Dolores Guadarrama

18. Tensión de lo finitoLuis Nava Moreno

19. ¿Quién detendrá la lluvia?Ramón Antonio Armendáriz

20. JonásJosé Luis Domínguez

21. Amor apacheAlfredo Espinosa

22. El milagritoAna María Jiménez

23. Primera adolescenciaDaniel Espartaco

24. NewaráriameJeannette L. Clariond

25. Nueve leyendas de ChihuahuaAutores varios

26. Historias de familiaÓscar Robles

27. DerrepentesJuan Marcelino Ruiz

28. Un sueño compactoSusana Avitia Ponce de León

29. Dardos y CorazasAlma Montemayor

30. Retratos cotidianosAlfonso Chávez Salcido

31. Alguien se está muriendoRodrigo Pérez Rembao

32. ExplosiónAlejandro Carrejo Candia

33. Asilo al tiempoMario Arras

34. YermoAlfredo Jacob

35. No era el marArmando Gutiérrez Mares

36. El reino en ruinasAlfredo Espinosa

37. El refugioElko Omar Vázquez Erosa

38. Victoria y MartinaEva Castro Pérez

39. Ensayos y discursosJosé Fuentes Mares

40. Psicodrama a las seis y mediaEnrique Macín

41. Gotitas, antología poéticainfantilMaría de los Santos ArandaGutiérrez

42. Haikú: bonsai de poesíaJosé Antonio García Pérez

43. Río vertebralJuan Armando Rojas

44. Seducción de las musasErnesto Visconti Elizalde

45. El agua y la sombraEnrique Servín

Colección lor de arenafColección lor de arenafde la Universidad Autónoma de Chihuahua

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