Portales. UDP

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  • Apareci en Conferencias Crculo Acadmico, Carmen Faria, coord., Universidad Diego Portales, 2003

    Diego Portales

    Alfredo Jocelyn-Holt Letelier

    I

    Tiene sentido seguir hablando de Diego Portales a estas alturas?

    Para nosotros los historiadores la pregunta es fcil de responder. Portales es un tema obligado como podra ser el Conde-Duque de Olivares para historiadores de Espaa, Cromwell para estudiosos de Inglaterra, o Richelieu para expertos en la historia de Francia. Retratar a Portales es tambin una oportunidad para probarse, como si a un pintor renacentista se le invitar moverse de las predella a los grandes altares, de los santos patrones locales o menores --una Santa Catalina o un San Sebastin--, a las grandes figuras conmemoradas en baslicas: Santiago, Francisco de Ass o San Pedro.

    De hecho, se ha ido configurando, entre nosotros, una secuencia de ejercicios historiogrficos que nos permiten medir grados de maestra entre historiadores interesados en ofrecer visiones panormicas de nuestra historia. As Miguel Luis Amuntegui, Benjamn Vicua Mackenna, Diego Barros Arana, Francisco A. Encina, quienes comenzaron encarando temas vinculados a la Independencia, luego se movieron a los estudios biogrficos (en el caso de Vicua y Encina sobre Portales mismo), para luego, por ltimo, rematar en "historias generales". No siempre el resultado de este ejercicio ha sido todo lo feliz que uno pudiera esperar. Estoy pensando, por ejemplo, en Sergio Villalobos Rivera quin, no obstante, estar consciente del desafo y atenerse paso a paso al padrn cada vez ms clsico de dicho itinerario, en mi opinin al menos, sus pretensiones han terminado siendo mucho menos originales en tanto aporte que su propuesta inicial.

  • Otra razn para volver a Portales es que si los historiadores no nos hacemos cargo del tema, se lo entregamos en bandeja a los polticos. He ah las obras de Jos Victorino Lastarria o de Carlos Walker Martnez, para qu decir las innumerables veces que desde el poder se resucita su figura, todas ellos rescates valiosos por cierto, pero en un sentido muy distinto al fruto que nos pueden brindar un Sotomayor Valds o un Alberto Edwards Vives. No se me malentienda. No es que valga ms la reflexin histrica de mano de historiadores que de "legos" sino que a los historiadores se les exige un grado mayor de valor agregado de ndole hermenutico y no se le perdonan tan fcilmente los arranques hagiogrficos, partidistas, ideolgicos o simplemente denostadores. Portales, a qu dudar, concita mucho de esto ltimo, quizs un exceso.

    La necesidad de revisar peridicamente la figura de Portales, o mejor dicho, de reinterpretarlo, nos resulta obvio, tambin, a los historiadores, con mayor razn a historiadores de corte revisionistas. A estas alturas, probablemente, no vamos a encontrar nuevos documentos sobre su vida o actuacin poltica. Desde un punto de vista positivista, pues, Portales es un caso relativamente agotado. No as en cuanto al papel central, vertebral, que le cabe en la visin historiogrfica.

    Se ha sostenido, una y otra vez, que a travs de su persona se pueden llegar a entender una serie de aspectos y problemas medulares tanto de nuestra historia decimonnica como contempornea. De ah el notorio protagonismo que le asigna Edwards a Portales en La Fronda Aristocrtica, texto en el cual, segn Mario Gngora, se perfilara nada menos que "la mayor y la mejor interpretacin de la historia del siglo pasado". Recordemos que la tesis de Edwards postula que este pas se gobierna mejor si la autoridad es concebida en trminos fuertes, impersonales, presidencialistas, el llamado "rgimen portaliano", o dicho de otro modo, si los gobiernos se apartan del faccionalismo partidista, parlamentario, oligrquico y liberalizante. Tesis potentsima, auspiciada por falangistas de la talla de Frei Montalva, como por sectores de izquierda nacionalista, para qu decir nacionalistas de derecha y militaristas. Tesis que, adems, sirviera para legitimar doctrinariamente a la dictadura militar luego del golpe en 1973. Atendido este uso o abuso de Portales, resulta evidente que se trata de un tema historiogrfico no cerrado.

    El hecho de que a Portales se le mitifique recurrentemente es otra razn ms para abordarlo como tema histrico. Tiendo a pensar que los mitos contienen aspectos probablemente fidedignos, o por lo menos, verosmiles. Los mitos, mirados desde una perspectiva antropolgica, suelen decirnos mucho de las sociedades que los producen. Es ms, hay mitos tan elocuentes que no se les puede desmitificar absolutamente. Son demasiado insistentes; puede que se les

  • refute con los mejores argumentos y evidencia, igual, se resisten a desaparecer. Es el caso de Portales. De consiguiente, hacerse cargo de estos mitos, pone a prueba no slo a los historiadores sino a la disciplina misma. Concretamente, el mito de Portales nos emplaza a desentraar qu hay en l de sintomtico o paradigmtico, de descifrable o no, ya sea de su poca, de su clase social, o de su supuesta mirada poltica.

    Visto as, Portales es un problema o un enigma siempre presente. No podra no serlo. En su paso por el mundo nos dej una reguera de interrogantes. Por qu siendo tan poderoso no quiso ser Presidente de la Repblica? Por qu prefiri ubicarse tan slo detrs del poder institucional? Por qu insiste en ser comerciante cuando, en realidad, no pareciera tener dedos para el piano y le va psimo en los negocios? Hasta qu punto es representativo de su clase? No olvidemos que es un dscolo, un descredo, no digamos que un modelo de virtud cristiana, en fin, un rebelde que desprecia lo que l llama "las familias de rango de la capital, todas jodidas, beatas y malas"; y eso que, sin embargo, no dej nunca de ser un seorito. Por qu despus de monopolizar casi la totalidad del poder decide retirarse a Valparaso? Qu tan respetuoso es del derecho y de la institucionalidad si puede llegar a decir que a la Constitucin "hay que violarla cuando las circunstancias son extremas", y a Mariano Egaa, uno de los ms prominentes juristas de la poca, le recomienda que se vaya "al carajo con sus citas y demostraciones legales"?

    Ninguna de estas preguntas puede responderse a ciencia cierta en un sentido positivista estricto. A Portales o se le interpreta o se le reinventa, se le mitifica o se le desmitifica. Todo esto, adems, debiendo recurrirse a un corpus limitado de fuentes: su vida, su obra poltica, sus cercanos (personajes no menos extraordinarios que el Ministro), y, por cierto, su epistolario. Cabe sealar que los tres tomos de sus cartas, el principal recurso que tiene el historiador para entender a Portales, fueron editados en fecha relativamente reciente; datan de 1937-1938. Es ms, gran parte de estas cartas no son ms que ordenes referidas a sus negocios, dejando caer, una que otra vez, comentarios sumamente lcidos acerca de asuntos pblicos. Algo as como una recopilacin de correos electrnicos de Andrnico Luksic o Eleodoro Matte, con la salvedad de que ninguno de estos dos seores, me atrevera a especular, son tan polticamente brillantes como Portales. Menciono esto para bajarle el perfil de pensador poltico al Ministro, que es una de las tantas falacias que incurren quienes insisten en transformarlo no slo en modelo de virtud sino en pensador y visionario poltico.

    No obstante lo anterior, es indesmentible que Portales se nos aparece, en algunos pasajes de estas cartas, como un muy lcido actor, protagonista y

  • comentador de la realidad poltica y social de su tiempo. A lo cual hay que aadir que dispone de unas de las mejores plumas de la poca. Es un hombre culto, sin ms formacin formal que un ao de estudios posteriores al colegio, pero que puede escribir, a veces, como los dioses. Mrito no menor, fuera de que se rode de los abogados ms notables que haba en ese momento en el pas, y se le ha considerado una y otra vez, con o sin razn, un "genio" poltico. Motivos ms que suficientes, entonces, para leerlo con sumo cuidado. Es decir, atender a lo que dice, contextuarlo, cotejar sus dichos con su actuar poltico, y, en lo posible, no proyectar en sus escritos ms de lo que corresponde.

    Deca que Portales desafa a los historiadores. En efecto, conozco pocos otros casos tan resbaladizos. Su prominencia histrica-poltica no est en cuestin. Otra cosa, sin embargo, es saber hasta qu punto la imagen que disponemos de Portales es convincente. Tratndose de imgenes formuladas por algunos de nuestros pensadores polticos e historiadores ms brillantes, el asunto se torna tanto ms crucial y dificultoso. Hacer un retrato histrico de Portales necesariamente significa revisar nuestra mejor historiografa. Y cuando digo "revisar" a lo que apunto es criticar y validar, refutar y rescatar, todo aquello que se ha planteado sobre Portales, y a travs de l, de su poca, de su supuesto "legado" histrico, para qu decir de la trayectoria histrica viviente y actual de este pas, desde el siglo XIX hasta nuestros das.

    II

    En mi opinin, Portales es una figura fascinante. No tan genial como se la presume, pero no por ello menos extraordinaria. Tiendo a pensar que es un romntico, escptico del poder. Una figura transicional que, por lo mismo, exhibe rasgos un tanto paradjicos. Sin el legado ilustrado dieciochesco que lo precede es ininteligible. Recordemos que su padre fue Superintendente de la Casa de Moneda, y el edificio de Toesca fue su primer hogar. Por otro lado, su tortuosa relacin amorosa con su segunda mujer, Constanza Nordenflycht, lo parece situar en un mundo de sensibilidades fuertemente romnticas, anlogas o comparables slo con esa otra relacin tormentosa que disponemos, la de Carmen Arriagada y Rugendas, el pintor bvaro.

  • Escptico del poder porque, si bien manifiesta rasgos un tanto obsesivos si es que no lisa y llanamente megalmanos, no es menos cierto que puso a raya varias veces esa fuertsima tendencia que tena dentro. No ambiciona la primera magistratura, se contenta con mover los hilos detrs del silln presidencial, y a la par que desprecia la poltica, sta lo atrae y obsesiona.

    Escptico del poder, tambin, porque no se atiene a formulas doctrinarias precisas. Participa claramente de una cosmovisin ilustrada. Las veces que expone sus ideas recurre a una terminologa ilustrada-republicana con destreza inusual. Con todo, Portales fue demasiado realista como para que se le pueda atribuir algo as como un "ideario" poltico. Es ms, a juzgar por ese famoso pasaje del epistolario en que habla del "peso de la noche", vemos que para Portales el orden social era tanto ms crucial que las ideas polticas doctrinarias. Orden social basado en la sumisin e inercia del grueso de la poblacin. En otras palabras, la concepcin poltica que maneja Portales es de corte eminentemente tradicional. Con eso no quiero decir que haya sido ni un conservador ni un tradicionalista reaccionario. De hecho, intuye y admite el nuevo orden liberal ad portas, si bien cree que no hay hombres suficientemente "virtuosos", crticos y razonables, como para contemplar, por ahora, su materializacin plenamente institucional. A ello probablemente se llegar, pero mientras ello no se produzca, aconseja un actuar poltico autoritario.

    Crea Portales en un Estado fuerte como se ha venido sosteniendo reiteradamente desde que Edwards formul la tesis en 1928? No lo creo. Hay que pensar que para Portales un Estado fuerte era algo as como el estado imperial espaol borbnico, del cual, repito, su padre era funcionario. El punto es que dicho Estado colaps literalmente de un da para otro cuando Napolen invadi la pennsula ibrica, y ya antes, la Revolucin francesa "guillotin" al Ancin regime. De modo que dudo que lo haya concebido como tan "fuerte"; ms bien, concibi toda forma de institucionalidad como sumamente frgil. Por cierto, Edwards, escribiendo en 1928, es decir, con una alta carga histrica de positivismo, socialismo, sansimonismo, marxismo, leninismo, spenglerismo y un cuantohay de otras frmulas estatocrticas en la mente, pretendi leer e interpretar retrospectivamente a un Portales, sin duda que autoritario, como estatista.

    As como Portales no era Carlos Ibez del Campo, con quien Edwards estaba tratando de equiparar al Ministro, tampoco Portales es una prefiguracin de Pinochet. Fuera de que esas comparaciones, analogas, o paralelos son anacrnicas, es decir, inducen al peor de los pecados que pueden cometer los historiadores, el punto es que Portales, de seguro, pretenda otra cosa muy distinta.

  • Sabemos que el grupo dirigente criollo tradicional siempre desconfi de los propsitos centralizadores y fiscalizadores de la monarqua ilustrada borbnica. Desconfianza que, sin embargo, no le impidi absorber o, incluso, funcionar con lgicas ilustradas de ese nuevo tipo. Summosle el hecho de que en la coyuntura crtica de la Independencia, cuando colapsa el orden monrquico, el mismo grupo tradicional asume para s, a fin de llenar el vaco de legitimacin que produce esa crisis, nada menos que el republicanismo, originalmente una postura revolucionaria. Qu de raro, entonces, que Portales, figura emblemtica de esa clase dirigente fuertemente calculadora, no haya jugado el mismo juego pragmtico. Lo cual me lleva a sostener, por tanto, que Portales ms bien se hizo del Estado, lo trat de cooptar, para precisamente neutralizarlo y defenderse de l. Portales, pues, me parece una confirmacin de la estrategia digamos clsica de la elite chilena para limitar los efectos intrusivos del Estado.

    Visto as, Portales se entronca con una larga historia acomodaticia, ms bien reformista, crtica tanto de todos los absolutismos como del potencial revolucionario social. Historia que se da en Francia --pensemos en Guizot o en de Tocqueville-- pero que tiene fuertes ecos en Chile, concretamente en un parlamentarismo crtico de los ejecutivos fuertes y de los militarismos, a la vez que asentado en un orden social seorial tradicional, rural, jerrquico. En definitiva, sostengo que Portales es un ejemplo ms de la poltica oligrquica que quiere evitar la revolucin social a la par que est dispuesta a darse instituciones dentro de un marco liberal reformista, dejando atrs el absolutismo caduco.

    Como se puede apreciar, mi visin de Portales es muy distinta a la que sostienen autores como Edwards, Encina, Eyzaguirre o Gngora. Pero, tambin, pretende ser diferente a la postulada por la escuela historiogrfica liberal que ve en Portales a un dspota conservador presidiendo una "reaccin colonial". Ocurre que estas dos visiones clsicas ya no convencen. Portales no me parece que haya sido un pelucn que bailaba el minuet, ni tampoco era una suerte de Pinochet en ciernes que ya desfilaba al son del paso del ganso. Por supuesto que exagero al hacer dicha comparacin, pero me temo que absurdos de ese tipo es lo que leemos ltimamente en posturas ultraconservadoras como las de Bernardino Bravo Lira o en radicalismos trasnochados como el de Villalobos Rivera. Sucede que ni Bravo Lira es tan lcido como Edwards Vives, ni Villalobos Rivera le llega a los talones de Vicua Mackenna. Prefiero los originales a los remedos; pero incluso los originales ms inteligentes, de poco o ms de cien aos atrs, nos sirven o persuaden a estas alturas.

    Por eso le he dedicado varios aos a tratar de disear una interpretacin alternativa. He escrito dos libros al respecto: La Independencia de Chile: Tradicin,

  • modernizacin y mito (Madrid 1992), que fue mi tesis doctoral, y El Peso de la Noche, Nuestra Frgil Fortaleza Histrica (Buenos Aires 1997). Me propuse concebir un "otro" Portales, y ofrecer una nueva visin de la elite dirigente tradicional a la vez que revisaba y cuestionaba las tesis ms recurrentes acerca del personaje y su entorno. De ms est decirlo, pero lo que he estado intentando hacer es tan poltico como lo que, en su momento, inspirara a todos los historiadores que han encarado estos asuntos en el pasado. Lo confieso abiertamente.

    Pienso que revisar nuestra historia no puede si no ser un ejercicio hermenutico poltico. Hacer historia poltica en este pas es lo ms cercano a incursionar en filosofa moral. Es decir, los historiadores debemos buscar en la poltica pasada los "sentidos" con que se ha tratado de orientar y legitimar el poder. Por tanto, dar con un Portales conservador o estatista es muy distinto a la vez que acarrea consecuencias muy diferentes que presentar a Portales como un ilustrado, romntico, escptico del poder.

    La historia no es una disciplina ingenua. Sabe que el pasado tiene un peso de legitimidad no menor. De consiguiente, interpretar ese pasado de una u otra manera supone darse a uno mismo y al pblico vido de explicaciones, opciones alternativas que dicen relacin con el pas que hemos heredado, y que queremos o no que sea as, siga siendo supuestamente as.

    Por ltimo, cmo dudarlo? Se escribe historia siempre desde el presente, por consiguiente, las preguntas que le hacemos al pasado cambian, y a menudo eso nos lleva tambin a tener que modificar las respuestas con que disponemos. No radicalmente, por supuesto; pero si en el sentido de admitir nuevos grados de complejizacin. En lo que toca a Portales, lo que se pretende desde esta nueva "perspectiva", es volverlo menos caricaturesco, menos la estatua a que nos han estado tratando de acostumbrar, pero que ya ni "vemos" y eso que pasamos al frente de ella casi todos los das. Devolverle a Portales un grado mayor de incertidumbre, admitir que es un personaje ms enigmtico de lo que creamos hasta hace poco, al menos, nos lo devuelve en tanto personaje asombroso y fascinante. En definitiva, no creo que Portales sea un tema tan agotado como para tener que contentarme, como historiador, con repetir por ensima vez la versin cannica.

    La historia no es letana. La historia obliga a pensar y repensar, ojal, crticamente, de lo contrario se vuelve un bodrio. La historia es un asunto demasiado serio como para dejrselo a los lateros de siempre.