Powers, Tim - La Puertas de Anubis

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    LAS PUERTAS DE

    ANUBISTim Powers

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    Tim Powers

    Ttulo original: The Anubis GatesTraduccin: Albert Sol 1983 Tim Powers 1984 Ediciones GigameshRonda San Pedro, 53 - BarcelonaISBN: 84-930663-1-1Edicin digital: Bibliotecario

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    Ningn hombre puede baarse dos veces en el mismo ro, pues a la segunda vez el ro

    ya no es el mismo, como tampoco lo es el hombre.Heraclito

    Se agitan en los lugares ms viejos y oscuros del mundo, como marineros que, otrora

    fuertes y de ojos vivaces, al ver su barco a punto de hundirse, no pudieron admitir la ruinay la necesidad de huir, y en vez de ello siguieron a bordo de su amado pecio hastahundirse en las tinieblas; mas no para ahogarse en ellas, sino para continuar eternamente

    cuidando de sus velas, yendo de un abismo a otro entre simas de negrura, buscando sinesperanza cmo llegar a la costa; y que ahora, en su lento y desesperado viaje, han

    acabado perdiendo todo deseo de luz, de aire o de compaa que an aliente... A partir deahora buscarn los abismos ms hondos, los que ms lejos se encuentren del sol que

    han olvidado en la noche...De Las doce horas de la noche, por WILLIAM ASHBLESS

    PRLOGO - Dos de febrero de 1802

    Aunque muchas cosas son arrebatadas por el tiempo, otras muchas permanecen; yaunque no tengamos ahora la fuerza que en los viejos das fue capaz de conmover la

    tierra y el cielo, seguimos siendo quienes somos...ALFRED, LORD TENNYSON

    Entre dos rboles, en lo alto de la colina, un hombre muy anciano observaba, con unanhelo nostlgico del que no se habra credo capaz, al grupo de veraneantes que recogasus cestas y montaba luego en sus caballos para alejarse hacia el sur. Iban con ciertaprisa, pues haba casi diez kilmetros hasta Londres, y la roja esfera del sol silueteaba yalas ramas de los rboles a lo largo del ro Brent, unos cuatro kilmetros hacia el oeste.

    Una vez que hubieron desaparecido, el anciano se volvi hacia el sol para contemplarsu lento descenso. La Barca de los Millones de Aos, pens. La barca del dios solar queagoniza, Ra, recorriendo el cielo por el occidente hacia la fuente de ese oscuro ro, quecorre bajo el mundo subterrneo del oeste al este, a travs de las doce horas de la noche,por cuyo extremo ms oriental acabar reapareciendo maana, llevando en su interior unavez ms a un sol joven y nuevamente inflamado.

    - O bien - pens amargamente - separado de nosotros por una distancia tal que nisiquiera el universo sera capaz de comprenderla; tan slo un enorme globo de gasardiente inmvil alrededor del cual rueda este diminuto planeta esfrico como la pelota deexcremento y polvo que va empujando ante s el escarabajo kefera. Escoge lo que msdesees - se dijo, mientras empezaba a bajar por la colina -, pero debes estar preparado a

    morir por tu eleccin.Tena que andar muy cuidadosamente, pues sus sandalias japonesas no resultaban

    muy seguras entre la hierba y el polvo.En las tiendas y carromatos ya haba fuegos encendidos, y la fra brisa del atardecer

    llevaba hasta l un enloquecido remolino de olores: el agudo aroma animal de las mulas,el humo de la madera, el olor del cerdo asado, un manjar que su pueblo apreciabaparticularmente.

    Crey distinguir tambin una dbil vaharada rancia procedente de la caja que haballegado esa tarde: un olor ftido y mohoso, como el de unas perversas especias queestuvieran destinadas a provocar ms la repugnancia que el apetito, de una incongruenciacasi flagrante al flotar en las limpias brisas de Hampstead Heath. Al acercarse a lastiendas fue recibido por dos de los perros del campamento y, como siempre, stos seapartaron al reconocerle: uno se dirigi a la tienda ms cercana y el otro, con evidentereluctancia, escolt los pasos de Amenofis Fikee hasta el centro del campamento.

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    Respondiendo a los ladridos del perro un hombre cubierto con un abrigo de panamulticolor sali de la tienda y cruz la hierba hacia donde estaba Fikee. Al igual que losperros, se detuvo a buena distancia del anciano.

    - Buenas noches, ya - dijo -. Deseas comer algo? Tienen un hotchevitchi al fuego y suolor es muy kushto.

    - Tan kushto como huele siempre el hotzhewitchi, supongo - murmur Fikee

    distradamente -. Pero no, gracias, podis comer vosotros.- Yo no, ya..., a mi Bessie siempre le gust cocinar el hotcheuzitchi pero desde que sehizo polvo ya no lo como.

    Fikee asinti, aunque era evidente que no le haba estado escuchando.- Muy bien, Richard. - Se qued callado durante unos segundos como si estuviera

    esperando alguna interrupcin, que no se produjo -. Cuando el sol haya bajado hasta elfondo haz que algunos de los zhak lleven la caja hasta la orilla, donde est la tienda deldoctor Romany.

    El gitano se rasc su grasiento bigote y se removi inquieto.- La caja que el marinero chal trajo hoy?- De qu caja crees que hablaba Richard? S, sa.

    - A los chak no les gusta, ya. Dicen que en ella hay algo mullo dusta beshes, algo quelleva muchos aos muerto.

    Amenofis Fikee frunci el ceo y se arrop ms estrechamente en su capa. Habadejado atrs los ltimos rayos del sol cuando estaba en lo alto de la colina y ahora, entrelas sombras, su rostro curtido por el tiempo no pareca estar ms vivo que una piedra o eltronco de un rbol.

    - Bueno, es cierto, lo que contiene ha estado dusta beshes... desde hace muchos,muchos aos - acab diciendo. Luego dedic al supersticioso gitano una sonrisa, parecidaa una avalancha bajo la cual asoma la vieja piedra blanca escondida por el polvo y lahierba superficiales -. Pero no est mullo... al menos, eso espero. No completamentemullo.

    Sus palabras no lograron tranquilizar demasiado al gitano; abri la boca para emitir otrarespetuosa objecin pero Fikee ya le haba dado la espalda y se alejaba a travs del clarohacia la orilla del ro, con su capa aleteando al viento detrs de l, como los litros de uninsecto gigantesco.

    El gitano suspir y se alej cojeando hacia una de las tiendas, practicando a concienciala manera de andar lisiado, que esperaba le dispensara de verse obligado a participar enel traslado de la horrible caja.

    Fikee avanz lentamente por la orilla ya en penumbra hacia la tienda del doctorRomany. Salvo por el ronco suspiro ocasional de la brisa el anochecer era extraamentesilencioso. Los gitanos parecan haberse dado cuenta de que esa noche algo ominoso se

    ocultaba en el viento y andaban de un lugar a otro tan silenciosamente como sus perros;incluso los lagartos haban dejado de saltar y chapotear entre los caizos de la orilla.La tienda se alzaba en un claro y era el foco de una coleccin tal de cables, colgados

    de los rboles cercanos, que habran podido servir a un barco de buen tamao comoaparejos. Las cuerdas, sostenidas por una docena de grandes palos, ayudaban asostener el amasijo desordenado y variopinto que era la tienda de Romany. Fikee pensque se pareca a una monja gigantesca que llevara un hbito especial para climas muyfros, agazapada junto al ro y entregada a oscuras tareas devotas.

    Se agach bajo las cuerdas y se abri paso hasta la entrada, alz la cortina que laprotega y entr en la estancia principal de la tienda, pestaeando ante el sbitoresplandor de la docena de lmparas al reflejarse en las telas multicolores que formaban

    el techo, el suelo y las paredes.El doctor Romany se puso en pie y Fikee sinti una desesperada oleada de envidia.Por qu - se pregunt malignamente Fikee - haba sido Romanelli quien sac la paja

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    ms corta aquel septiembre pasado en El Cairo? Fikee se quit la capa y el sombrero ylos arroj a un rincn. Su calva reluci bajo la luz de las lmparas, como una cpula demarfil mal pulimentado.

    Romany atraves la estancia, balancendose grotescamente sobre sus zapatos desuelas elsticas, y le cogi calurosamente la mano.

    - Lo que esta noche nosotros... lo que t vas a intentar esta noche es algo muy grande

    - dijo con voz grave y algo apagada -. ojal pudiera estar aqu en persona en ese instante.Fikee se encogi de hombros con cierta impaciencia.- Los dos somos meros sirvientes. Yo estoy destinado en Inglaterra y t en Turqua.

    Comprendo perfectamente las razones de que esta noche slo puedas estar presente -agit vagamente la mano, en tanto que rplica.

    - No es necesario decirlo, claro - dijo Romany y su voz se hizo todava ms grave,como si intentara arrancarle un eco a las omnipresentes telas multicolores que lesrodeaban -, pero si esta noche murieras, puedes tener la seguridad de que sersembalsamado y enterrado con todas las ceremonias y oraciones adecuadas.

    - Si fracaso - le respondi Fikee -, entonces no habr nadie a quien rezar.- No he hablado de fracaso. Es posible que triunfes en lo tocante a la apertura de las

    entradas, pero puedes morir durante ese proceso - le indic Romany impasible -. En talcaso, desears que se tomen las medidas oportunas.

    - Muy bien - dijo Fikee agitando cansinamente la cabeza -, de acuerdo.Se oy un ruido de pisadas ante la tienda y luego una voz llena de ansiedad.- Dnde debemos dejar la caja? Aprisa, pues creo que los espritus estn saliendo del

    ro para ver su contenido!- No es del todo improbable, ni mucho menos - musit el doctor Romany.Mientras, Fikee daba instrucciones a los gitanos para que transportaran el objeto al

    interior de la tienda y lo dejaran en el suelo. Los gitanos se apresuraron a obedecerle ysalieron tan rpido como lo permitan el respeto y la cortesa.

    Los dos ancianos se quedaron en silencio durante un rato, contemplando la caja.Finalmente Fikee se removi inquieto y dijo:

    - Les he dado instrucciones a mis gitanos para que durante mi ausencia, te considerencomo su jefe.

    Romany asinti y se inclin sobre la caja, empezando a quitar las tablas de la partesuperior. Tras echar a un lado varios pedazos de papel protector, extrajo cuidadosamentedel interior una pequea caja de madera atada con un cordel, dejndola sobre la mesa.Luego se acerc de nuevo a la caja y, tras apartar el resto de los tablones, gruendo acausa del esfuerzo, sac de ella un paquete envuelto en papel que deposit en el suelo.El paquete era de forma ms o menos cuadrada y medira unos noventa centmetros delado y unos doce de grosor.

    - El Libro - dijo, alzando la mirada en un gesto intil, pues Amenofis Fikee sabia muybien de qu se trataba.- Si al menos hubiera podido hacerlo en El Cairo - susurr.- El corazn del Reino Unido... - le record el doctor Romany -. o acaso imaginas que

    l puede viajar?Fikee mene la cabeza y, ponindose en cuclillas junto a la mesa, cogi del suelo un

    globo de cristal, que tena en uno de sus costados una parte mvil. Lo puso en la mesa yempez a deshacer los nudos de la cajita de madera. Mientras, Romany haba quitado elpapel que cubra el paquete, dejando al descubierto una caja de madera negra conincrustaciones de marfil, que formaban centenares de jeroglficos del Viejo Egipto. La cajatena un cierre de cuero tan viejo y frgil que se hizo polvo cuando Romany intent abrirlo.

    En su interior haba otra caja de plata algo ennegrecida, recubierta de jeroglficos muyparecidos; una vez hubo levantado la tapa de la caja apareci otra de oro finamentelabrado, que resplandeca a la luz de las lmparas.

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    Fikee haba abierto por fin la caja de madera y de ella extrajo un frasquito cerrado conun corcho que haba estado reposando en su interior, protegido por algodones. Elfrasquito contena unos treinta gramos de un espeso fluido negro, que pareca levementesedimentado.

    El doctor Romany aspir una honda bocanada de aire y alz la tapa de la caja dorada.Al principio, el doctor Romany pens que todas las lmparas se haban apagado al

    mismo tiempo, pero al mirarlas vio que sus llamas seguan ardiendo igual que antes. Perocasi toda su luz se haba esfumado, como si ahora estuviera contemplando la habitacin atravs de un grueso vidrio ahumado. Se arrop en su capa al notar que la temperatura dela habitacin tambin haba bajado.

    Por primera vez durante esa noche tuvo miedo. Se oblig, con un duro esfuerzo, amirar el libro que haba dentro de la caja, el libro que haba absorbido todo el calor y la luzde la estancia. En la vieja superficie del papiro ardan los retorcidos jeroglficos, pero noardan despidiendo luz sino una intensa negrura, que pareca estar a punto de aspirar sualma a travs de los ojos. Y el significado de las figuras pareca estallar en su mente, tal ycomo le habra ocurrido incluso a quien no fuera capaz de leer la antiqusima escrituraegipcia, pues haban sido trazadas por el dios Toth, cuando el mundo era joven, el padre

    y el espritu de todos los lenguajes. Con temor, apart los ojos del libro, pues poda sentirya cmo las palabras marcaban con fuego su alma, igual que en un bautismo horrible.

    - La sangre - grazn, sintiendo que incluso la capacidad del aire para transmitir lossonidos haba disminuido -. La sangre de nuestro Amo... - repiti, dirigindose a laborrosa silueta de Amenofis Fikee -. Ponla dentro de la esfera.

    Apenas si pudo ver cmo el pulgar de Fikee descorra el cierre del globo y sostena elfrasquito delante de la abertura antes de quitarle el corcho; el negro fluido se derram enel interior, ascendiendo de nivel hasta manchar con su oscuridad la parte superior de laesfera. Romany se dio cuenta de que la luna deba de estar asomando en el cielo enaquel momento. Una gota del fluido salpic la mano de Fikee y debi de quemarle, puesun spero siseo escap de entre sus labios.

    - Ahora... debes hacerlo todo t solo - logr decir el doctor Romany, y sali andando atientas de la habitacin.

    Lleg al claro sin saber muy bien cmo lo haba hecho y el aire de la noche le pareciclido en comparacin. Se dirigi hacia la orilla, balancendose sobre sus extraoszapatos, y acab acurrucndose, jadeando y tembloroso, en una leve inclinacin delterreno un poco ms arriba de la corriente, mientras miraba hacia la tienda.

    A medida que su respiracin y su pulso se iban calmando pens en aquella fugazvisin del Libro de Toth de hacia unos instantes y se estremeci. Si hacia falta algunaprueba para demostrar cmo se haba ido invirtiendo la hechicera durante los ltimosdieciocho siglos, ese libro prehistrico bastaba y sobraba; ya que, aunque Romany jams

    lo haba visto antes, sabia que cuando el prncipe Setnau Kha-em-Uast, hacia miles deaos, haba bajado a la tumba de Ptah-neferka en Memfis para recuperarlo, se habaencontrado la cmara funeraria brillantemente iluminada por la luz que ese libro irradiaba.

    Y pens que incluso en aquel entonces, por desgracia, el tremendo esfuerzo quesupona el hechizo de esta noche habra resultado prohibitivamente peligroso, aunqueentonces la brujera no se haba vuelto tan difcil y exorbitantemente costosa para quien lapracticaba y, pese al ms rgido control, imprevisible y maliciosa en sus efectos finales.Incluso en aquellos das slo los sacerdotes ms osados y competentes se habranatrevido a utilizar el hekau, las palabras dotadas de poder que Fikee iba a pronunciar estanoche, las palabras que eran a la vez una invitacin a la posesin y una invocacindirigidas al mismsimo Anubis, el dios con cabeza de perro (o a lo que an quedara de l),

    la deidad que en los tiempos en que Egipto era poderoso, presida el reino subterrneo ylas puertas que van de este mundo al otro.

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    El doctor Romany dej que su mirada se apartara de la tienda y vagara hacia el otrolado del ro, hacia los brezales que se extendan hasta otra colina coronada de rboles,que parecan demasiado pequeos para el trozo de tierra que adornaban, agitando susflacos ramajes en la brisa. Pens que el paisaje era tpico del norte, y que ese vientocido quemaba como la ginebra y que era tan agudo y limpio como las moras del bosque,cuyo olor transportaba.

    De pronto, como reaccionando ante todo lo extrao del lugar, pens en el viaje que l yFikee haban realizado hasta El Cairo cuatro meses antes, llamados por su Amo paraprestar ayuda durante la nueva crisis.

    Aunque una rara enfermedad le impeda abandonar su mansin, el Amo llevaba yamucho tiempo utilizando un ejrcito secreto de agentes, y haba invertido una fortuna tanvasta como imposible de rastrear, en su esfuerzo por liberar a Egipto de toda lacontaminacin cristiana y rabe que haba sufrido y, lo que era todava ms difcil, paraderribar al gobierno turco del Pach y sus mercenarios extranjeros, restaurando al pascomo una potencia mundial independiente.

    La Batalla de las Pirmides, cuatro aos antes, le haba proporcionado su primera yautntica oportunidad, aunque en ese momento haba parecido ms bien su ltima y

    definitiva derrota..., pues haba permitido la entrada de los franceses en Egipto. Romanyentrecerr los ojos, recordando el chasquido agudo de los mosquetes francesesdespertando ecos en el Nilo aquella clida tarde de julio, subrayado por el lento tronar dela caballera de los mamelucos lanzada a la carga... Al anochecer los ejrcitos de losgobernadores egipcios, Ibrahim y Murad Bey, haban sido destruidos y los franceses, almando de su joven general Napolen, eran los amos del pas.

    Un aullido salvaje hizo levantar de un salto al doctor Romany: el sonido fue rebotandodurante varios segundos entre los rboles que cean el ro y cuando acab muriendo, porfin, pudo or a un gitano murmurando con voz asustada una vaga cantinela de oraciones ysalmos protectores. En la tienda no se oa nada y Romany dej escapar el alientolargamente contenido, agazapndose de nuevo junto a la orilla.

    Buena suerte, Amenofis - pens -. Me gustara decir que los dioses te acompaen,pero es justamente lo que ests intentando lograr en estos momentos. Mene la cabezacon un ademn inquieto.

    Cuando los franceses conquistaron el poder pareci que todas las esperanzas derestaurar el viejo orden haban muerto y su Amo se dedic, mediante una duramanipulacin mgica del viento y las mareas, a prestar sutiles ayudas al almirante ingls,Nelson, hasta que ste logr destruir la flota francesa unas dos semanas despus. Perode repente la ocupacin francesa se convirti en una ventaja para el Amo: los francesesdedicaron todos sus esfuerzos a ganarse el arrogante poder de los beys mamelucos y en1800 expulsaron a los mercenarios turcos, que haban estado asfixiando al pas. Y el

    general que ocup el mando en El Cairo cuando Napolen volvi a Francia, Kleber, nointerfiri en lo ms mnimo en las intrigas polticas del Amo, ni con sus esfuerzos paraatraer de nuevo a las poblaciones musulmanas y coptas a la vieja adoracin pantesta deOsiris, Isis, Horus y Ra. Pareca, realmente, como si la ocupacin francesa representarapara Egipto lo que la vacuna de Jenners significaba para el cuerpo humano: una infeccinmortfera, que slo era derrotada por la muerte de su husped, era sustituida por otra msfcil de manejar, que se poda eliminar pasado un tiempo.

    Y entonces, por supuesto, todo empez a ir mal. Algn luntico de Alepo mat de unapualada a Kleber en una calle de El Cairo, y durante los meses de confusin quesiguieron a dicho crimen los britnicos supieron aprovechar la ocasin ofrecida por elvaco de poder: en septiembre de 1801 el inepto sucesor de Kleber capitulaba ante ellos

    en El Cairo y en Alejandra. Los britnicos controlaban nuevamente la situacin y en unasola semana arrestaron a una docena de agentes del Amo. El nuevo gobernador ingls

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    incluso encontr una buena razn para clausurar los templos dedicados a los viejosdioses, que el Amo haba erigido fuera de la ciudad.

    Desesperado, el Amo hizo acudir a dos de sus hombres ms poderosos yexperimentados, Amenofis Fikee de Inglaterra y el doctor Monboddo Romanelli deTurqua, y les revel un plan que, pese a ser tan fantstico que poda hacer pensar en lasenilidad del anciano, era, segn insisti una y otra vez, el nico que poda derrotar al

    poder ingls borrndolo del mapa mundial, y restaurar con ello el poder que Egipto habaperdido hacia ya eones.La reunin tuvo lugar en la enorme estancia en la que viva, sin otra compaa que la

    de sus ushabtis, cuatro efigies humanas de tamao natural hechas de cera. Desde supeculiar posicin en las alturas de la estancia, les haba dicho que la cristiandad, elspero sol que haba secado los jugos vitales de la hechicera hasta reducirla a uncascarn reseco, se encontraba en esos momentos velado por las nubes de la duda,surgida de los escritos de hombres como Voltaire, Diderot y Godwin.

    Romanelli, tan impaciente ante las interminables metforas del viejo hechicero comoante casi todas las cosas de la vida, le interrumpi con cierta brusquedad para preguntarlecmo poda servir todo aquello para arrojar a los ingleses de Egipto.

    - Hay un procedimiento mgico... - empez a decir el Amo.- Mgico! - le interrumpi de nuevo Romanelli, con todo el sarcasmo de que fue capaz

    -. En los ltimos tiempos sufrimos terribles dolores de cabeza y se nos nubla la vista, porno hablar del enflaquecimiento, slo con que intentemos encantar a los perros de la callepara que se aparten de nuestro camino, e incluso en el pasado haba muchasposibilidades de que en vez de apartarse cayeran muertos de golpe. Es ms sencillo gritary arrojarles un palo. Estoy seguro de que an no habr olvidado sus sufrimientos despusde haber jugado con el clima en la baha de Abukir hace tres aos. Los ojos se leresecaron como dtiles olvidados al sol... y sus piernas!

    - No lo he olvidado, es cierto - replic con frialdad el Amo, clavando sus ojosparcialmente revividos en Romanelli; ste se estremeci involuntariamente, comosiempre, ante el odio casi irracional que arda en ellos -. A decir verdad, aunque yo meencuentre presente en espritu, el hechizo debe ser realizado por uno de vosotros, puesdebe celebrarse en un lugar muy cercano al corazn del Imperio Britnico: el lugar idealsera la ciudad de Londres y mi estado fsico me impide viajar. Aunque os dar losmejores amuletos protectores que an obran en mi poder, el poner en accin dichoensalmo puede acabar con la resistencia de un hechicero, tal y como has sugerido.Escogeris dos pajas del tapiz que hay sobre la mesa y quien saque la ms corta seencargar de llevarlo a cabo.

    Fikee y Romanelli contemplaron las dos pajas medio ocultas por el tapiz y luego semiraron entre si.

    - Cul es el hechizo? - pregunt Fikee.- Sabis que nuestros dioses han desaparecido. Ahora residen en el Tuaut, el mundosubterrneo cuyas puertas llevan dieciocho siglos cerradas por una fuerza que noentiendo pero que estoy seguro guarda relacin con la cristiandad. Anubis es el dios deese mundo y de sus puertas, pero ya no tiene forma alguna con la que aparecer aqu. - Seremovi levemente en su divn y por unos instantes cerr los ojos, presa del dolor -. Hayun hechizo - grazn finalmente -, en el Libro de Toth para invocar la presencia de Anubis,para que tome posesin del hechicero que lo use. Eso permitir al dios adquirir una formafsica...

    la de uno de vosotros dos. Y al pronunciar el hechizo se debe estar escribiendo otro almismo tiempo, un hechizo que yo mismo he compuesto, y que ha sido calculado para

    abrir nuevas puertas entre los dos mundos..., puertas que no slo penetrarn el muro dela muerte sino tambin el del tiempo, pues si el hechizo triunfa abrir la entrada al Tuaut de

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    El Amo les envi a las ruinas de Memfis para que copiaran de una piedra oculta los jeroglficos que formaban su autntico nombre, y en ese lugar les aguardaba una gransorpresa, pues haban visto una vez el nombre del Amo en la piedra, hacia siglos, y loscaracteres que haba tallados en la roca eran dos smbolos parecidos a una llama quearda en un plato, seguidos luego por un bho y la cruz lobulada: Tchatcha-en-Ankh,decan los signos, Fuerza en la Vida. Pero ahora en la vieja piedra se vean unos

    caracteres distintos; ahora leyeron tres signos que parecan cpulas, un pjaro, un bho,un pie, otra vez el pjaro y luego un pez sobre una oruga. Khaibitu-em-Betu-Tuf, decanlos signos, y su traduccin era: Sombras de la Abominacin.

    Pese al horrible calor del desierto, Fikee sinti que se le helaban las entraas, perorecord una cosa que haba gemido entre convulsiones mientras se desmoronaba en unpuado de polvo, as que apret los labios y sigui copiando obedientemente el nombre.

    Cuando volvieron a El Cairo, el Amo retras el regreso de Romanelli a Turqua eltiempo suficiente para crear un duplicado suyo mediante fluido mgico. La copia animada,o Ka, deba viajar con Fikee a Inglaterra y ayudarle a celebrar la invocacin de Anubis,segn le dijo; pero los tres saban perfectamente que su tarea principal sera la de vigilar aFikee y evitar cualquier tentacin de abandono en sus deberes.

    Dado que los dos viviran con la tribu gitana de Fikee hasta la llegada del Libro y elfrasquito con la sangre del Amo, Fikee le dio al Ka el nombre de doctor Romany, por lapalabra que los gitanos usaban al referirse a su lengua y su cultura.

    En la tienda reson otro alarido, ms parecido al que produciran tiras de metalraspando entre si que al emitido por cualquier garganta de carne y hueso. El alarido fuehacindose ms agudo y potente, tensando el aire con su increble violencia, y por uninstante, durante el cual Romany se dio cuenta vagamente de que el ro se haba helado,convirtindose en una superficie de cristal ondulado, una vibracin chirriante y al parecerinextinguible domin la noche. Entonces algo pareci romperse, tan silenciosa ypalpablemente como si en el cielo hubiera reventado una inmensa burbuja, y el aullido seextingui de repente, desmoronndose en un llanto desesperado. Romany not cmo elaire recobraba su presin normal y, como si de pronto las molculas de la tela negrahubieran perdido su cohesin habitual, la tienda estall en una brillante llamarada de coloramarillo.

    Romany corri hacia la orilla, guiado por la luz del fuego, y quemndose los dedoslogr apartar de un manotazo la tela ardiente de la entrada y se plant de un salto enmedio de la humareda. Fikee sollozaba acurrucado en un rincn. Romany cerr de golpeel Libro de Toth y lo meti en la caja dorada; luego la cogi y sali tambalendose de latienda.

    Cuando ya se haba alejado del intenso calor del fuego oy una especie de ladrido ogimoteo a su espalda y se volvi. Fikee haba logrado salir a rastras de la tienda y ahora

    estaba rodando en el suelo para apagar sus ropas encendidas.- Amenofis! - grit Romany, dominando con su voz el rugir del incendio.Fikee se puso en pie y mir a Romany con ojos que no parecan reconocerle. Luego

    ech la cabeza hacia atrs y aull largamente, como un chacal, mirando a la luna.Sin perder un instante, Romany meti las manos en la capa y sac dos pistolas. Apunt

    con una de ellas y dispar. Fikee dio una voltereta en el aire y aterriz un par de metrosms all de donde se haba levantado. Pero un instante despus ya se haba vuelto aincorporar y se alejaba hacia la oscuridad, a veces corriendo como un hombre, a vecesagazapado sobre manos y pies.

    Romany apunt tan bien como pudo con la otra pistola y dispar, pero la silueta que sealejaba no pareci inmutarse y unos instantes despus la perdi de vista.

    - Maldicin - murmur Romany -. Espero que te mueras bien lejos de aqu, Amenofis.Al menos, nos debes eso...

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    Mir hacia el cielo y no vio seal alguna de que los dioses estuvieran llegando; estuvocontemplando el oeste durante el tiempo suficiente para asegurarse de que el sol noasomaba nuevamente por l. Luego mene la cabeza, sintiendo un profundo cansancio.

    Al igual que casi toda la magia moderna - pens con amargura -, aunqueprobablemente ha tenido algn efecto, no sirvi para conseguir lo deseado. Guardnuevamente las pistolas bajo la capa, recogi el Libro y se alej lentamente hacia el

    campamento de los gitanos. Hasta los perros se haban escondido y en el camino hacia latienda de Fikee no encontr a nadie. Una vez dentro de ella dej la caja dorada sobre unamesa, prendi una lamparilla y luego estuvo trabajando durante casi toda la noche,armado de un pndulo, una plomada, un telescopio y un diapasn, llenando resmasenteras de papel con abstrusos clculos de geometra y alquimia, intentando decidir hastaqu punto haba tenido xito el hechizo, si es que lo haba tenido.

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    Libro Primero

    El Rostro bajo la Piel

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    CAPITULO PRIMERO

    En esta corriente siempre en movimiento y dentro de la cual no hay punto alguno dereferencia, qu les sucede a las cosas fugaces a las cuales en tan alto aprecio tiene el

    hombre? Quien eso haga es como si decidiera enamorarse de un gorrin que pasavolando sobre l para perderse de vista en un segundo.

    MARCO AURELIO

    Cuando el conductor peg el BMW a la valla con un frenazo rpido pero suave y apaglas luces, Brendan Doyle se inclin un poco hacia adelante en el asiento trasero ycontempl el terreno que haba delante. Estaba cegadoramente iluminado y no muy lejospoda orse ruido de maquinaria pesada en funcionamiento.

    - Por qu nos detenemos aqu? - pregunt sin mucho convencimiento.El conductor baj gilmente del coche y le abri la puerta de atrs.El aire nocturno era ms bien fro.- Porque aqu se encuentra el seor Darrow - le explic -. Deme, yo llevar eso -

    aadi, cogiendo la maleta de Doyle.

    Durante los diez minutos de trayecto desde el aeropuerto de Heathrow, Doyle no habapronunciado ni una palabra, pero en ese instante el nerviosismo venci a su decisin deno confesar todo lo que ignoraba respecto a su situacin actual.

    - Yo..., bueno, yo haba credo entender por mi contacto inicial con esos dos hombresen Fullerton..., es decir, en California..., tena entendido que este trabajo est relacionadocon Samuel Taylor Coleridge - explicaba con no mucha seguridad mientras los dosavanzaban hacia la puerta que se abra en el centro de la valla metlica -. Sabe... sabeexactamente de qu se trata?

    - Estoy seguro de que el seor Darrow se lo explicar todo - dijo el conductor, quepareca mucho ms tranquilo una vez terminado su papel en el asunto -. Creo que guardacierta relacin con una conferencia.

    Doyle se par de golpe.- Una conferencia? Me ha hecho recorrer ms de siete mil kilmetros, me ha hecho

    venir a toda prisa hasta Londres - y, aadi mentalmente, me ha ofrecido veinte mildlares -... slo para dar una conferencia?

    - Seor Doyle, realmente lo ignoro. Ya le he dicho que l se lo explicar...- Sabe si tiene algo que ver con el trabajo que le ofreci recientemente a Steerforth

    Benner? - insisti Doyle.- No s nada del seor Benner - replic con voz animada el conductor -. Venga, seor,

    ya sabe que no tenemos precisamente mucho tiempo.Doyle suspir y sigui andando; no le tranquiliz demasiado ver el alambre de espino

    que coronaba la valla. Al examinarlo con ms atencin vio que entre el alambreasomaban de vez en cuando pedacitos de papel en los que haba algo garabateado ytallos de lo que quiz fuera murdago. Empezaba a creer que los rumores sobre lasEmpresas de Investigacin Interdisciplinaria Darrow eran ciertos despus de todo.

    - Probablemente debera haberlo mencionado antes - le dijo medio en broma alconductor -, pero no s cmo funcionan los tableros ouija.

    El hombre dej la maleta en el suelo y apret un botn que haba junto a la puerta.- No creo que sea necesario, seor - replic.Al otro lado de la valla apareci un hombre de uniforme, que se dirigi hacia ellos con

    paso rpido y decidido. Bueno - pens Doyle -, ya ests metido en el asunto. Al menospuedes quedarte con el cheque de cinco mil dlares, incluso si rechazas su oferta..., sea

    la que sea.Cuando la azafata le despert una hora antes para avisarle de que se abrochara elcinturn, Doyle se lo haba agradecido porque estaba soando de nuevo con la muerte de

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    Rebecca. Durante la primera parte del sueo l siempre era un extrao que sabia lo queiba a ocurrir, intentaba desesperadamente encontrar a Brendan y Rebecca Doyle antes deque se fueran en la moto o, al menos, antes de que Doyle enfilara la vieja Honda por larampa que llevaba de la avenida Beach a la autopista de Santa Ana y siempre fracasaba,siempre doblaba con un chirrido de neumticos la ltima esquina con el tiempo justo paraver, atormentado, como la vieja moto aceleraba, se inclinaba en la curva y desapareca.

    Normalmente lograba despertar con un esfuerzo en ese momento, pero haba tomadovarias copas de whisky anteriormente y esta vez quiz no hubiera podido conseguirlo.Se irgui en su asiento y pestae contemplando la amplia cabina del aparato y los

    ocupantes de los dems asientos. Las luces estaban encendidas y por la ventanilla slose distingua una negrura con algn que otro destello luminoso: ya era otra vez de nocheaunque recordaba haber visto el amanecer sobre unas llanuras heladas hacia slo unascuantas horas. Viajar en un reactor confunda a Doyle lo suficiente como para verseobligado, adems, a lidiar con los saltos polares, que no te permitan saber con seguridadni en qu da estabas. En su ltimo viaje a Inglaterra haba hecho escala en Nueva Yorkpero, naturalmente, Darrow tena demasiada prisa para ello.

    Se estir todo lo que pudo en su asiento y un libro y algunos papeles resbalaron de la

    bandeja plegable que haba ante l y cayeron al suelo. Una seora que estaba sentada alotro lado del pasillo dio un leve respingo, sobresaltada, y Doyle le dirigi una incmodasonrisa de disculpa mientras se inclinaba a recogerlos. Mientras los clasificaba, se diocuenta de la cantidad de interrogantes que haba garabateado en ellos y se pregunt concierto desnimo si incluso en Inglaterra (pues estaba francamente decidido a sacarprovecho de ese viaje gratis y proseguir con sus propias investigaciones) sera capaz deencontrar algn dato nuevo sobre el poeta cuya biografa definitiva llevaba ya casi dosaos intentando escribir. Coleridge era fcil - pens mientras guardaba los papeles en lacartera que sostena entre los pies - pero William Ashbless es un condenado enigma.

    El libro que se le haba cado al suelo era la Vida de William Ashbless, de Bailey. Alcaer se haba abierto y algunas de las pginas oscurecidas por el tiempo se haban roto.Las fue alisando cuidadosamente y luego cerr el libro con delicadeza, limpindose elpolvo de los dedos y contemplando el volumen que de tan poco le haba servido.

    Con cierto desconsuelo, pens que calificar la vida de Ashbless como escasamentedocumentada era slo un plido reflejo de la verdad. William Hazlitt haba escrito en 1825un breve ensayo sobre su obra y, de pasada, daba ciertos detalles sobre el autor y elamigo ms intimo de Ashbless, James Bailey, a quien se deba la cautelosa biografa que,a falta de otra cosa mejor, sola utilizarse normalmente.

    Doyle haba logrado aadir a eso unas cuantas cartas y diarios interesantes, as comociertos informes policiales, pero en la vida pblica del poeta quedaban todava muchoshuecos.

    Por ejemplo, en qu ciudad de Virginia vivi Ashbless desde su nacimiento hasta1810? En una ocasin, Ashbless dijo que era Richmond y en otra, Norfolk, pero demomento en ninguna de las dos se haban encontrado registros de su nacimiento. Doyletena la hiptesis de que el siempre inquieto poeta haba cambiado de nombre al llegar aLondres, y haba logrado encontrar los nombres de varios naturales de Virginia quedesaparecieron en el verano de 1810 a la edad de veinticinco aos. La poca que habapasado Ashbless en Londres resultaba bastante fcil de seguir, aunque la biografa deBailey, siendo ms que nada la versin del propio Ashbless en cuanto a su vida, resultabade valor algo dudoso y su breve viaje a El Cairo en 1811, aunque inexplicable, era almenos conocido.

    Lo que falta - pens Doyle -, son todos los detalles, y algunas de esas reas de las que

    no se conocan detalles atormentaban su curiosidad. Estaba, por ejemplo, su posiblerelacin con lo que Sheridan haba bautizado para siempre como la Locura del MonoDanzarn: el sorprendente nmero de criaturas cubiertas de pelo (seis, segn los informes

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    ms dignos de confianza, segn los ms desatados, trescientas) que aparecieron enLondres y sus alrededores de 1800 a 1810. Era evidente que se trataba de sereshumanos, y la conmocin causada por sus enloquecidas contorsiones palideci ante surpida muerte en un violento paroxismo de dolor. Madame de Stael haba escrito que enuna ocasin, Ashbless, borracho, le haba dicho que l sabia mucho ms de lo que osabadecir sobre esa plaga peculiar, y era prcticamente seguro que haba matado a una de

    esas criaturas en un caf cercano a la calle Treadneedle una semana despus de sullegada a Londres... Pero ah terminaba el rastro, para disgusto de Doyle. Ashbless, alparecer, jams volvi a emborracharse lo suficiente como para narrarle a Madame deStael el resto de la historia (ya que de haberlo hecho ella no habra dejado de escribirlo ensu diario) y, naturalmente, la biografa de Bailey no hacia ni la menor referencia a todo elasunto.

    Y cules fueron, exactamente, las circunstancias de su muerte? Slo Dios lo sabe,pens Doyle, ya que Ashbless haba pasado toda su vida ganndose enemigos, peroquin haba acabado con l, probablemente el 12 de abril de 1846? Su cuerpo fuehallado en los pantanos en el mes de mayo, descompuesto pero an identificable, y sepudo determinar tambin que la causa de su muerte haba sido una estocada en el

    vientre.Demonios - pens Doyle mientras contemplaba con desnimo el libro que sostena en

    el regazo -, pero si sabemos ms cosas sobre la vida de Shakespeare. Y Ashbless eracontemporneo de alguien tan concienzudamente estudiado como Lord Byron! Deacuerdo, era un poeta menor y su obra, poco abundante y ms bien difcil de leer, habrasido absolutamente olvidada de no ser por algunos comentarios insultantes hechos porHazlitt y Wordsworth, en lugar de reaparecer, como ahora, de vez en cuando en lasantologas ms concienzudas del periodo, pero, aun as, su vida tendra que haber dejadoms seales en la historia.

    Al otro lado del pasillo vio centellear las luces de Londres a medida que el gigantescoaparato se inclinaba hacia un costado para iniciar el viraje que le llevara al aeropuerto, ydecidi que la azafata no le traera otra copa cuando faltaba tan poco para tomar tierra.Mir a su alrededor y luego sac del bolsillo interior de su chaqueta una petaca con todoel disimulo de que fue capaz, desenrosc el tapn y verti un dedo de Laphroaig en elvaso de plstico con el que le haban servido su ltima bebida. Luego guard la petaca yse relaj, deseando que tambin le fuera posible cortar la punta de uno de los purosUpmann que guardaba en el bolsillo y fumrselo.

    Tom un sorbo del clido licor y sonri, el Laphroaig segua siendo condenadamentebueno aunque ya no fuera la maravilla sin comparacin que haba sido en los primerostiempos de su produccin. De hecho, pens, los nuevos puros Upmann de la RepblicaDominicana tampoco eran tan buenos ahora como cuando los liaban a mano en las Islas

    Canarias.Y ninguna de las chicas con las que haba salido despus de Rebecca le habaninteresado lo ms mnimo.

    Abri de un manotazo el libro y contempl el grabado de la primera pgina, hechosiguiendo el busto de Thorwaldsen: los ojos hundidos en sus cuencas, el poeta,aparatosamente barbudo, le contemplaba desde la pgina, con su colosal talla y anchurade hombros sugeridas hbilmente por el arte del escultor. Qu tal eran las cosas en tutiempo, William? Eran acaso los puros, las mujeres y el licor mejores que ahora? Por uninstante, Doyle imagin que la mueca levemente burlona de Ashbless iba dirigidajustamente a l. Y entonces, en un segundo de vrtigo tan potente que casi dej caer suvaso, teniendo que agarrarse a los brazos del asiento, le pareci que Ashbless estaba

    realmente mirndole con despectiva diversin desde el otro lado de esa imagen, cruzandoun abismo de ciento cincuenta aos.Doyle mene la cabeza con brusquedad y cerr nuevamente el libro.

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    As se da uno cuenta que est cansado - pens -, cuando un tipo que lleva un siglomuerto parece estar guindote el ojo desde un grabado.

    Algo que nunca me pas con el viejo Coleridge. Guard el libro en su maletn, junto conla obra que haba trado para que le sirviera de credenciales: era El invitado nocturno, unabiografa de Samuel Taylor Coleridge escrita por Brendan Doyle. Haba tenido la intencinde escribir a continuacin un amplio estudio sobre los Poetas del Lago, pero las criticas

    del Invitado, as como sus ventas, haban hecho que su editor, PublicacionesUniversitarias Devriess, le sugiriera proseguir, tal y como lo haba expresado, en unterritorio no tan bien explorado. He admirado sumamente - sigui diciendo el editor - susdos artculos, donde intentaba con cierto xito sacar algo en claro de los nebulosos versosde William Ashbless. Quiz una biografa de ese poeta tan raro fuera capaz de sorprendera los crticos y a los bibliotecarios de las universidades como algo ms arriesgado yvalioso.

    Bueno - pens Doyle mientras cerraba su maletn -, a menos que me dedique a laficcin pura y simple tengo la impresin de que ser un trabajo condenadamente corto.

    El avin estaba empezando a bajar y cuando bostez sinti un chasquido en los odos.Mejor que olvidara a William Ashbless por el momento. Sea cual sea la razn por la que

    Darrow quiera pagar veinte mil dlares, estar relacionada con Samuel Coleridge.Tom otro sorbo de licor y dese fervorosamente que el trabajo no estuviera

    relacionado con tableros ouija, posos de t o cualquier otro tipo de tontera similar. Unavez haba visto un libro de poemas, tericamente dictados por el fantasma de Shelley atravs de una mdium, y tena ciertas sospechas de que el trabajo de Darrow pudieratratarse de una empresa similar. Tambin senta curiosidad por saber si veinte mil dlaresserian capaces de hacerle abandonar su integridad profesional y participar en ello. Acabel contenido de su vaso cuando el avin pareca ya a punto de tomar tierra.

    Desde luego, resultaba una coincidencia bastante rara que en los ltimos tiemposoyera hablar tanto de Darrow. Hace un mes le haban ofrecido un trabajo como profesor aSteerforth Benner, el mejor estudiante de literatura inglesa que Doyle haba tenido en todasu vida. Doyle recordaba que le haba sorprendido un poco enterarse a travs de Bennerde que Darrow segua con vida. Doyle conoca la compaa, claro est: desde unoscomienzos ms bien modestos en los aos treinta se haba convertido bajo la astuta guade su pintoresco fundador en un pilar de la industria cientfica norteamericana capaz derivalizar con la IBM y la Honeywell. haban tenido un importante papel en el programaespacial y en la explotacin submarina, y durante los aos sesenta Doyle recordaba quesiempre patrocinaba obras de Shakespeare en la televisin sin ningn tipo de pausascomerciales. Pero la compaa haba dejado de llamar la atencin del pblico durante losaos setenta y Doyle haba ledo en alguna parte (crea que en el National Enquirer) queJ. Cochran Darrow haba descubierto que tena cncer y tras agotar todas las

    posibilidades cientficas de una cura haba concentrado todos los recursos de Darrowhacia lo oculto, en la esperanza de hallar un remedio dentro de los ms bien dudososconfines de la magia. Newsweek se haba limitado a recalcar que Darrow estabadespidiendo a la mayor parte de su personal y cerrando sus centros de produccin, yDoyle recordaba un articulo de Forbes donde se comentaba la sbita prdida de valor desus acciones.

    Y entonces entraron en contacto con Brenner y le ofrecieron un trabajo muy bienpagado aunque algo nebuloso. Tomando una jarra de cerveza, una noche Benner leexplic a Doyle todas las pruebas que haba estado pasando para conseguir el puesto:pruebas para evaluar su capacidad de reaccin en condiciones de fatiga y sometido adistracciones continuas, resistencia fsica y agilidad, comprensin rpida de complejos

    problemas lgicos... e incluso unas cuantas pruebas que Doyle encontr ms bien de malgusto y desagradables, cuyo propsito aparente era medir hasta qu extremos podallegar la dureza moral de Benner y su capacidad para hacer cosas no muy confesables.

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    Benner las haba superado todas y, aunque luego le dijo a Doyle que le haban aceptado,logr escabullirse, sin perder la buena educacin, a la hora de contestar cualquierpregunta sobre en qu consista exactamente el trabajo.

    Bueno - pens Doyle mientras oa las ruedas del avin al chirriar dbilmente sobre lapista a travs del aislamiento de la cabina -, puede que est a punto de saber todo lo queBenner no quiso contarme.

    El guardia abri la puerta y tom la maleta de Doyle de manos del conductor: stemovi la cabeza con un ademn corts y se encamin nuevamente hacia el BMW, que leaguardaba con el motor ronroneando. Doyle aspir una honda bocanada de aire yatraves la puerta, esperando mientras el guardia volva a cerrarla detrs de l.

    - Me alegra tenerle con nosotros, seor - recit el hombre, subiendo la voz parahacerse or sobre el rugido de los motores Diesel -. Si quiere seguirme, por favor...

    El terreno era mucho ms amplio de lo que le haba parecido desde la calle, y elguardia le gui por un camino que no paraba de zigzaguear a travs de un montn deobstculos. Grandes tractores pintados de amarillo iban y venan de un lado a otro,aplastando piedras grandes como cabezas de hombre bajo sus inmensas ruedas degoma, y armando un jaleo infernal mientras iban levantando grandes montones de

    cascotes y tierra que luego empujaban hasta hacerlos desaparecer en la oscuridad. Doylese dio cuenta, por el agudo olor de la tierra y los bordes afilados de las piedras querelucan entre ella, de que los cascotes eran muy recientes. El lugar tambin estaba llenode gente que iba de un sitio a otro extendiendo gruesos cables elctricos, mirando atravs de sus teodolitos y gritndose nmeros unos a otros mediante sus transmisores. Elcirculo de luces brillantes hacia que cada objeto proyectara media docena de sombras.

    El guardia media uno ochenta de estatura y andaba a largas zancadas; Doyle, no tanalto, se vea obligado a un trotecillo ocasional para no quedar atrs y no tard en jadearun poco. Por qu esa maldita prisa?, pens con cierto enfado; al mismo tiempo seprometi que desde la maana siguiente empezara a practicar algunos ejerciciosgimnsticos al levantarse.

    Un viejo remolque de aluminio ms bien maltrecho se encontraba casi en el extremodel permetro iluminado, conectado a todo el torbellino de actividad mediante cableselctricos y lneas telefnicas; muy pronto qued claro que el remolque era su destino. Elguardia subi de un salto los tres peldaos que llevaban a la puerta y, tras llamar en ella,alguien en el interior del remolque grit; Adelante!. El guardia baj los peldaos con unnuevo salto y le indic a Doyle que se acercara.

    - El seor Darrow hablar con usted dentro del remolque.Doyle subi los peldaos, abri la puerta y entr en el remolque. El interior estaba

    literalmente repleto de libros y mapas, algunos parecan lo bastante viejos como parahaber sido sacados de un museo, y algunos otros eran claramente nuevos. Pero estaba

    claro que todos haban sido utilizados: los mapas estaban cubiertos de indicacioneshechas a lpiz y tenan clavados multitud de alfileres de varios colores; los libros, inclusolos ms viejos y de apariencia ms frgil, aparecan descuidadamente abiertos porcualquier pgina y subrayados abundantemente con rotulador.

    Un hombre de edad avanzada se incorpor junto a uno de los estantes ms altos delibros y a pesar suyo Doyle qued algo impresionado al reconocer al J. Cochran Darrowde un centenar de fotos en revistas y peridicos, publicados a lo largo de los aos. Doylehaba estado dispuesto a seguirle la corriente a un hombre muy rico, muy enfermo yseguramente en algn aspecto ya senil, pero tales ideas se evaporaron inmediatamente alenfrentarse al glido humor que arda en los penetrantes ojos del anciano.

    Aunque tena el cabello ms blanco y algo ms escaso que en las ltimas fotos vistas

    por Doyle, y sus mejillas parecan un tanto ms hundidas, no tuvo dificultad alguna encreer que se hallaba ante el pionero de un sinfn de campos cientficos, que Doyle nisiquiera conoca de nombre y que, surgido de una minscula fbrica dedicada a surtir de

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    chapa metlica a un pueblecito, haba construido un imperio financiero al lado del cual J.Pierpont Morgan pareca meramente un negociante afortunado.

    - Espero que sea usted Doyle - le dijo.Su famosa voz grave no haba sufrido el menor deterioro.- Si, seor.- Bien. - Darrow se estir levemente y bostez -. Disclpeme, pero llevo trabajando

    demasiado tiempo seguido. Sintese donde pueda. Coac?- Perfecto.Doyle se instal en el suelo, junto a una pila de libros que le llegaba a la rodilla y sobre

    la cual, un instante despus, Darrow coloc dos vasos de papel y una botella deHennessy en forma de pera. El anciano tom asiento cruzando las piernas al otro lado dela pila de libros, y Doyle sinti cierta humillacin al darse cuenta de que Darrow no habatenido que esforzarse para evitar un gruido al agacharse. Har muchos ejerciciosgimnsticos cada maana, se prometi.

    - Supongo que habr estado interrogndose sobre la naturaleza de su trabajo - dijoDarrow mientras servia el coac -, y deseo que se olvide de todas las conclusiones a quehaya podido llegar. No tiene nada que ver con ninguna de ellas. Tome. - Le entreg uno

    de los vasos a Doyle -. Conoce a Coleridge, verdad?- Si - respondi Doyle con cierta cautela.- Y conoce tambin su poca? Lo que estaba ocurriendo entonces en Londres, en

    Inglaterra y en el mundo?- Creo que dentro de unos limites razonables, si.- Hijo mo, cuando digo conocer no me refiero a si en su casa tiene libros sobre todo

    ello o si sabra dnde buscarlos en la biblioteca de la Universidad de California. Me refieroa si los tiene dentro de la cabeza, lo cual resulta mucho ms fcil de transportar que todolo anterior. La respuesta sigue siendo si?

    Doyle movi la cabeza, asintiendo.- Hbleme de Mary Wollstonecraft. De la madre, no de la que escribi Frankenstein.- Bueno, fue una de las primeras feministas y escribi un libro llamado..., djeme

    pensar. Si, creo que era Vindicacin de los derechos de la mujer, y...- Con quin se cas?- Con Godwin, el suegro de Shelley. Muri durante el parto...- Es cierto que Coleridge plagi a Schlegel?Doyle pestae.- Eh... si. obviamente, si. Pero creo que Walter Jackson Bate acierta ms echndole la

    culpa a...- Cundo empez con el opio?- Creo que cuando estaba en Cambridge, a principios de la dcada de mil setecientos

    noventa.- Quin era l..? - empez a decir Darrow, pero fue interrumpido por el zumbido de untelfono.

    El anciano lanz un juramento, se puso en pie y una vez junto al telfono cogi elauricular para reanudar lo que obviamente era una discusin ya iniciada sobre partculas yrevestimientos de plomo.

    Tanto por cortesa como por desinters en el tema, Doyle empez a curiosearostentosamente una pila de libros cercana... y un instante despus su medio fingidointers se hizo totalmente genuino. Con los ojos algo desorbitados por el asombro, cogimuy cuidadosamente el libro que estaba encima de la pila.

    Lo abri y su medio incrdula sospecha se vio confirmada: era el Diario de Lord Robb;

    para conseguir slo una fotocopia del ejemplar, Doyle haba pasado un ao mendigandovanamente al Museo Britnico. Resultaba imposible saber cmo haba llegado aconseguirlo Darrow, pero aunque Doyle jams haba visto el libro, si haba ledo

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    - No. - Doyle estaba empezando a sentir cierta irritacin -. Mire, me ha preguntado sipodra aparmelas con una pregunta de ese tipo y es lo que he intentado hacer, pero notengo la costumbre de proclamar que s cosas cuando realmente las ignoro. Tanto en misescritos como en mis clases siempre he estado dispuesto a reconocer que...

    Darrow se ri levemente y alz una mano.- Tranquilo, hijo, no pretenda insinuar nada. Nostrand es un idiota y esa respuesta

    inventada me gust. Lo que intentaba saber es si era usted cnico. Esto es, tiende arechazar las nuevas ideas cuando se parecen a ideas antiguas que considera unasidioteces?

    Aqu vienen los tableros ouija, pens Doyle.- Me parece que no - respondi con lentitud.- Qu pasara si de pronto alguien afirmara que posee pruebas incontrovertibles de

    que la astrologa funciona, o de que hay un mundo perdido en el interior de la Tierra, oque cualquiera de las cosas que una persona inteligente sabe muy bien que sonimposibles... fuera posible? Le escuchara usted?

    Doyle frunci el ceo.- Depende de quien lo afirmara. Con todo, puede que no.

    Oh, bueno... - pens -, despus de todo sigo teniendo los cinco mil y el billete de vuelta.Darrow asinti, aparentemente complacido.- Ha dicho lo que piensa y eso me gusta. Un viejo timador con el que habl ayer habra

    estado dispuesto a jurar que la Luna es una de las pelotas que se le perdieron a Diosjugando al golf si yo se lo hubiera dicho. Estaba realmente ansioso de echarle mano a losveinte mil. Bien dmosle una oportunidad: no ando sobrado de tiempo y me temo queusted es la mejor autoridad sobre Coleridge que podremos conseguir.

    - El anciano suspir, pasndose los dedos por su algo rala cabellera, y luego clav enDoyle sus austeros ojos -. El tiempo - enunci con voz solemne -, es comparable a un roque fluye bajo una capa de hielo. Nos rodea como si furamos algas, desde la raz a lapunta del tallo, desde el nacimiento a la muerte, y hace enroscarnos alrededor de lasrocas o los tocones que aparecen en nuestro camino. Nadie puede salir del ro porqueest cubierto de hielo y nadie puede retroceder ni un solo segundo en su corriente.

    Hizo una pausa y aplast su colilla en una vieja encuadernacin de marroquinera.Doyle estaba un poco decepcionado al ver que se le estaba endilgando una sarta de

    lugares comunes cuando haba esperado ver su credulidad puesta a prueba por unaincreble revelacin. Al parecer, despus de todo, en la cabeza del viejo si haba algunostornillos que empezaban a aflojarse.

    - Ya... - dijo, con la sensacin de que se esperaba algn tipo de respuesta por su parte-. Una idea interesante, seor.

    - Idea? - Ahora le haba tocado el turno de enfadarse a Darrow -. Muchacho, yo no

    trato con ideas. - Encendi otro cigarrillo y habl con voz mesurada, pero en la cual setrasluca la irritacin, como si conversara consigo mismo -. Dios mo, en primer lugaragoto toda la estructura de la ciencia moderna..., intente entender eso..., y luego me pasoaos enteros exprimiendo las pocas gotas de verdad que contienen ciertos... ciertostextos antiguos, comprobando los resultados y sistematizndolos; y en segundo lugar meveo obligado a luchar, presionar y en dos casos incluso chantajear a los chicos de miscronolaboratorios en Denver..., la Teora Cuntica, chicos, por el amor de Dios, la que sesupona era la ms radicalmente brillante y elstica de todas las empleadas hoy en dapor los cientficos... Tengo que obligarles a que tomen en consideracin la extraa perocondenadamente emprica evidencia que les ofrezco y por fin lo hacen, despus de queles haya azotado para que le den alguna forma prctica, algo para lo que hizo falta todo

    un nuevo lenguaje, en parte geometra no euclidiana, en parte clculo de tensores y enparte smbolos alqumicos y obtengo mis resultados, descubro el resultado mscondenadamente importante de toda mi carrera, o de cualquier otra carrera cientfica

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    desde mil novecientos diecisis, consigo hervir todo el asunto hasta quedarme con unasola frase ms bien sencilla y le hago a un jodido profesorcillo el favor de hacer que laescuche... y l piensa que he dicho La vida es un sueo o El amor lo vence todo.

    Dej escapar una columna de humo con un largo siseo de irritacin.Doyle sinti que estaba empezando a ruborizarse.- He estado intentando ser corts, seor Darrow, y...

    - Tiene razn, Doyle, no tiene usted nada de cnico. Sencillamente, es un idiota.- Oiga, seor, por qu no se va al cuerno? - dijo Doyle en un tono de vozcuidadosamente controlado -. Por qu no se larga hasta ah patinando en su condenadoro de hielo, eh? - Se puso en pie y bebi de golpe el coac que le quedaba en el vaso -.Y puede quedarse con los cinco mil pero me llevo el billete de regreso y quiero que meconduzcan gratis al aeropuerto. Ahora mismo. - Darrow tena el ceo an fruncido, pero lapiel parecida al pergamino que rodeaba sus ojos empezaba a cuartearse en minsculasarrugas. Pero Doyle estaba demasiado enfadado como para volver a sentarse -. Fiche alviejo Nostrand y guarde para l todo eso de las algas y el resto de tonteras.

    Darrow alz la cabeza para mirarle.- Nostrand estara totalmente seguro de que me he vuelto loco.

    - Pues entonces no deje de conseguir su ayuda..., sera la primera vez que acierta enalgo.

    El anciano estaba sonriendo.- Por cierto, me aconsej que no entrara en contacto con usted. Dijo que slo servia

    para sistematizar lo que haban descubierto otros.Doyle abri la boca dispuesto a soltar un exabrupto, pero en vez de ello se limit a

    suspirar.- Oh, infiernos... - dijo -. Bueno, entonces decir que est usted loco sera su segundo

    acierto.Darrow ri encantado.- Sabia que no me equivocaba con usted, Doyle. Sintese, por favor.Ahora, con Darrow llenando por segunda vez el vaso de Doyle, ste tuvo la impresin

    de que cometera una grosera yndose e hizo lo que le indicaban, sonriendo con ciertamansedumbre.

    - Sabe cmo hacerle perder los estribos a una persona - observ.- Soy un viejo que lleva tres das sin dormir. Tendra que haberme conocido hace

    treinta aos. - Encendi otro cigarrillo -. Bueno, ahora intente imaginrselo: si pudiera salirdel ro del tiempo... digamos que si pudiera llegar a una especie de orilla y mirar a travsdel hielo... bueno, entonces podra subir corriente arriba y vera Roma y Ninive en susdas de apogeo. Si fuera corriente abajo podra ver lo que nos reserva el futuro.

    Doyle asinti.

    - As que subiendo quince kilmetros por el ro vera cmo acuchillan a Csar y unosdiecisiete kilmetros ro arriba le vera nacer.- Correcto! Del mismo modo que si nada contra la corriente podr llegar al final de las

    algas antes que a sus races. Ahora... preste atencin porque sta es la parte importantedel asunto... En algn momento hubo algo que hizo agujeros en esa metafrica capa dehielo. No me pregunte cmo pudo ocurrir, pero a lo largo de aproximadamente unosseiscientos aos hay... bueno, como si hubieran disparado una perdigonada sobre el hieloy en esos agujeros ciertas reacciones qumicas totalmente normales no pueden ocurrir, lamaquinaria ms complicada no funciona... Pero los viejos sistemas que llamamosmgicos funcionan. - Contempl a Doyle con cierta beligerancia -. Intntelo, Doyle,intntelo.

    Doyle asinti.- Siga.

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    - As que en uno de esos agujeros la televisin no funciona, pero un filtro mgicoadecuadamente preparado puede hacer que una persona se enamore de otra. Mesigue?

    - Oh, si. Pero nadie se ha dado cuenta de esos agujeros?- Naturalmente que si. Estos archivadores que hay junto a la ventana estn llenos de

    recortes de peridico y noticias varias que llegan hasta mil seiscientos veinticuatro y todos

    mencionan ocasiones en las cuales la magia ha funcionado de modo aparentementedocumentado. Y desde principios de siglo suele haber en el peridico de ese mismo dauna noticia sobre un corte de energa o una interferencia radiofnica en la misma zona.Hoy en da existe una calle del Soho que algunas personas siguen llamando elCementerio de los Coches, porque durante seis das del ao mil novecientos cincuenta ycuatro los coches que entraban en ella se estropeaban y tenan que ser sacados de all,mediante caballos! En la calle de al lado, funcionaban perfectamente. Y una mdium detercera categora que viva en esa calle celebr durante esa semana la ltima de sussesiones vespertinas de t e invocaciones... Nadie sabr nunca lo que ocurri, pero lasdamas que asistieron fueron encontradas muertas, fras como el hielo cuando slollevaban muertas una hora y estaban en una habitacin caldeada y, segn tengo

    entendido, en cada uno de sus rostros haba la ms increble expresin de terror quepueda usted imaginarse. La historia no tuvo mucha repercusin en la prensa y el asuntode los coches fue atribuido a, cito, una acumulacin de electricidad esttica, fin de la cita.Y hay cientos de ejemplos similares. Y ahora llegamos al momento en el que estaba...,bueno, intentaba conseguir algo que la ciencia no haba logrado, e intentaba descubrir si,cundo y dnde poda funcionar la magia. Descubr que esos campos de magia - si-maquinaria - no se hallan todos dentro de Londres o en sus alrededores, y en la historiase encuentran esparcidos siguiendo una curva en forma de campana, que alcanza supice aproximadamente de mil ochocientos a mil ochocientos cinco: es evidente quedurante esos aos hubo muchos casos, aunque tendieron a ser breves en su duracin, ylocalizados en reas pequeas. Se amplan en el espacio y se hacen menos frecuenteslejos de tales aos.

    - Me sigue an?- Si - replic Doyle con voz mesurada -. Ha dicho que los casos llegan hasta mil

    seiscientos? Entonces los agujeros tenan que ser poco frecuentes, pero cuando tenanlugar se prolongaran bastante, y se fueron acortando y aumentando en nmero hastaque..., digamos que en mil ochocientos dos deban ser tan frecuentes como el chasquidode un contador Geiger, y luego se fueron frenando para hacerse ms amplios. Hantendido a desaparecer por completo en el otro extremo de la curva, o no?

    - Buena pregunta. Si. Las ecuaciones indican que el primero tuvo lugar en milquinientos cuatro, por lo que la curva alcanza unos trescientos aos en cada direccin,

    digamos que unos seiscientos en total. De todos modos, cuando me di cuenta del trazadoestuve a punto de olvidar mi propsito original: el asunto me pareci fascinante e intentponer a mis chicos de investigacin al frente de ese rompecabezas. Ja! Conocan muybien un caso de senilidad cuando lo tenan delante y hubo un par de intentos paraquitarme de en medio. Pero logr huir de sus redes y les obligu a continuar, a queprogramaran sus computadoras con los principios de Bessonus, Midorgius y ErnestusBurgravius y al final supe en qu consistan los agujeros. Eran agujeros... en el muro deltiempo.

    - Agujeros en el hielo que cubre el ro - dijo Doyle moviendo la cabeza.- Correcto, imagine unos agujeros en esa capa de hielo y ahora, si una parte de ese

    tallo de hierba que tiene unos setenta aos de longitud y que es usted mismo, si estuviera

    por casualidad bajo uno de esos agujeros, es posible abandonar la corriente del tiempo endicho punto.

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    - Y adnde se ira? - le pregunt cautelosamente Doyle, intentando que en su voz nohubiera ningn asomo de burla o compasin.

    Bueno - pens - puede que al Pas de Oz, al Cielo o al Reino de los Vegetales sinAditivos.

    - A ninguna parte - le replic Darrow con impaciencia -, a ningn tiempo en particular.Lo nico que se puede hacer es volver a entrar en el ro a travs de otro agujero.

    - Y acabar en el Senado Romano viendo cmo asesinaban a Csar. No, perdn, meequivoco: los agujeros slo llegan hasta mil quinientos en el pasado..., bueno, puesviendo cmo arde Londres en mil seiscientos sesenta y seis.

    - Correcto... si es que hay algn agujero en ese ao y en ese lugar. No se puede entrarde nuevo en puntos arbitrarios, solamente a travs de un agujero ya existente. Y - aadicon algo que se pareca al orgullo del descubridor -, es posible apuntar a un agujero enparticular, con preferencia a cualquier otro, todo depende de la cantidad de... bueno, depropulsin que haya sido utilizada para salir por el primer agujero. Y es posible localizarlos agujeros en el tiempo y en el espacio. Irradian de su fuente siguiendo un dibujomatemticamente predecible, y su fuente, haya sido lo que haya sido, se encuentra aprincipios de mil ochocientos dos.

    Doyle se sinti incmodo al darse cuenta de que tena las palmas hmedas de sudor.- Esa propulsin que ha mencionado - le pregunt, pensativo -, es algo que puede

    producir?Darrow sonri ferozmente.- Si.Doyle estaba empezando a pensar que el terreno cubierto de escombros poda tener

    un propsito, al igual que tambin podan tenerlo todos esos montones de libros, e inclusosu propia presencia en el lugar.

    - As que puede viajar por la historia. - Sonri con cierta inquietud al anciano que tenadelante, intentando imaginar a J. Cochran Darrow, incluso viejo y enfermo, suelto en algnsiglo del pasado -. Me das miedo, viejo marinero.

    - Si, eso vuelve a traernos al asunto de Coleridge... y a usted. Sabe dnde seencontraba Coleridge la noche del domingo uno de septiembre de mil ochocientos diez?

    - Santo Dios, no. William Ashbless lleg a Londres una semana despus. PeroColeridge? S que por aquel entonces viva en Londres...

    - Si. Bien. La noche del domingo que he mencionado, Coleridge dio una conferenciasobre los Aeropagitica de Milton en la taberna La Corona y el Ancla, situada en el Strand.

    - Oh, si, cierto. Pero el tema era Lycidas, no?- No. Montagu no asisti a ella y su referencia es equivocada.- Pero la carta de Montagu es el nico sitio donde se menciona tal conferencia. - Doyle

    lade la cabeza para verle mejor -. Esto..., no lo es?

    El anciano sonri.- Cuando Darrow emprende un trabajo de investigacin, hijo, siempre lo hace aconciencia. No, dos de los hombres que asistieron a ella, un empleado de una editorial yun maestro de escuela, dejaron escritos diarios que han ido a parar a mis manos. El temaera los Aeropagitica. El maestro de escuela incluso logr copiar una buena parte de laconferencia en taquigrafa.

    - Cundo lo descubri? - se apresur a preguntar Doyle. Una conferencia deColeridge jams publicada con anterioridad! Dios - pens con una repentina punzada deenvidia -, si la hubiera tenido en mis manos hace dos aos, mi libro habra obtenido unascriticas completamente distintas.

    - Hace ms o menos un mes. Los primeros resultados concretos del equipo situado en

    Denver llegaron en febrero, y desde entonces Darrow ha estado buscando todos los librosy diarios que hacen referencia a Londres en mil ochocientos diez.Doyle extendi las manos hacia su interlocutor.

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    - Por qu?- Porque uno de esos agujeros se encuentra justo al lado de Kensington, a unos ocho

    kilmetros del Strand, en la noche del uno de diciembre de mil ochocientos diez. Y, adiferencia de casi todos los agujeros situados en mil ochocientos diez, ste dura cuatrohoras.

    Doyle se inclin hacia adelante para servirse un poco ms de coac.

    La excitacin que empezaba a dominarle era tan intensa que intent calmarlarecordndose que estaban hablando de algo imposible, por muy fascinante que pudieraser. No te largues - se aconsej -, aunque slo sea por los veinte mil, y quiz tengas unaposibilidad de echarle las manos encima al diario de Robb o a ese cuaderno de notas delmaestro de escuela. Pero la verdad era que no lograba engaarse a si mismo... queraparticipar en esto.

    - Y, por supuesto, aqu y ahora hay otro agujero.- Desde luego est aqu pero no ahora mismo. Estamos... - Darrow consult su reloj -

    unas cuantas horas corriente arriba de l. Su tamao es el normal para uno situado tanlejos de la fuente: el borde superior se encuentra situado en esta noche y el borde de lacorriente inferior, ms o menos al amanecer de pasado maana. Apenas Denver logr

    encontrarlo, compr toda el rea que cubrir el campo y empec a nivelarla. No queremosllevar al pasado cualquier edificio, verdad? Doyle pens que en esos momentos susonrisa deba parecer tan cargada de secretos y conspiraciones como la de Darrow.

    - No, claro que no.Darrow lanz un suspiro de alivio y satisfaccin. Cogi el telfono justo cuando ste

    empez a sonar.- Si? Deje libre la lnea y pngame con Lamont, rpido. - Termin su vaso y volvi a

    llenarlo -. Llevo tres das viviendo a base de caf, coac y tabletas de chocolate - le dijo aDoyle -. No resulta malo una vez que tu estmago se... Tim? Deja de buscar a Newmany Sandoval. Bueno, llama por radio a Delmotte y dile que d la vuelta ahora mismo y lodeje otra vez en el aeropuerto. Ya tenemos a nuestro experto en Coleridge. - Colg elauricular y dijo -: He vendido diez entradas, a un milln de dlares cada una, para asistir ala conferencia de Coleridge. Daremos el salto maana a las ocho. Habr una sesin deltimas instrucciones a las seis y media para nuestros diez invitados y, naturalmente, paraeso necesitamos una reconocida autoridad en Coleridge.

    - Yo.- Usted, si. Pronunciar un breve discurso sobre Coleridge y responder a cualquier

    tipo de preguntas que nuestros invitados puedan hacer sobre l, sus contemporneos osu poca, y luego acompaar al grupo durante el salto y una vez realizado ste, ir conellos hasta la taberna junto con unos cuantos guardias bien entrenados para asegurarsede que ningn alma romntica siente la tentacin de escabullirse. Tomar notas durante

    la conferencia y despus, cuando haya vuelto al hogar y a mil novecientos ochenta y tres,dar un breve comentario sobre la conferencia y responder a cualquier pregunta quepueda surgir. - Arque una ceja, contemplando con expresin inflexible a Doyle -. Se lepagan veinte mil dlares para ver y or algo que esas diez personas van a costearsepagando un milln de dlares cada una. Debera sentirse agradecido ante el fracaso denuestros esfuerzos para obtener una autoridad ms eminente sobre Coleridge.

    Doyle pens que la frase no resultaba demasiado elogiosa, pero daba igual.- Si, claro... - respondi. Y entonces se le ocurri una idea -. Pero... y su... y el

    propsito original de todo, eso que la ciencia haba fracasado en conseguir, la razn quele hizo descubrir esos agujeros? Ha dejado de intentarlo?

    - Oh. - Aparentemente, Darrow no deseaba hablar del tema -. No, sigo intentndolo.

    Durante los ltimos tiempos he estado enfocando el problema desde un par de ngulosnuevos, pero no tienen nada que ver con este proyecto.Doyle asinti, an pensativo.

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    - Hay ms agujeros..., bueno, corriente abajo? - Aunque Doyle no pudo encontrarrazn alguna para ello el anciano estaba empezando a irritarse otra vez.

    - Doyle, no creo que..., oh, qu diablos. Si. Hay uno que dura cuarenta y siete horas enel verano del ao dos mil ciento diecisis y, cronolgicamente hablando, es el ltimo.

    - Ya. - Doyle no tena la intencin de provocarle, pero si pretenda saber por qu alparecer Darrow no tena entre sus proyectos inmediatos el hacer lo que a l le pareca tan

    obvio -. Pero, entonces, no podra se... no podra ser factible sin demasiadosproblemas eso que usted busca en dicho ao? Quiero decir que si la ciencia casi puedehacerlo en mil novecientos ochenta y tres, bueno, entonces en el ao dos mil cientodiecisis...

    - Doyle, resulta bastante fastidioso dejar que alguien le eche una breve mirada a unproyecto en el cual uno lleva trabajando duramente desde hace mucho para que, derepente, se le ocurran ideas brillantes en cuanto a lo que se debera hacer, ideas, que, dehecho, ya tom en consideracin y descart como intiles hace mucho tiempo. - Dejescapar un chorro de humo entre los dientes ferozmente apretados -. Cmo poda saber,antes de llegar, si el mundo del ao dos mil ciento diecisis es algo ms que un montnde cenizas radioactivas? o, por ejemplo, cmo puedo saber si no est dominado por

    algn horrible tipo de estado policial, eh? - El cansancio y el coac deban de haber hechoestragos en la habitual reserva de Darrow, porque ahora haba un brillo peculiar en susojos que se intensific con sus siguientes palabras -. E incluso si pudieran hacerlo yestuvieran dispuestos a ello, cul sera su opinin al tener delante a un hombre queviene del pasado? - Arrug con un gesto brusco su vaso de papel y un hilillo de licor leresbal por la mueca -. Qu sucedera si me trataran como a un nio indefenso?

    Incmodo, Doyle se apresur a llevar nuevamente la conversacin hacia Coleridge.Pero debe de ser eso, por supuesto - pens -: Darrow lleva tanto tiempo siendo el amo desu barco, que preferira hundirse con l antes que aceptar el regalo de una curacin y unanueva vida arrojados desde la nave de un buen samaritano, especialmente si esa nave esms grande que la suya. Y tambin Darrow pareci ansioso por llevar otra vez la charlahacia el terreno de los negocios.

    El cielo empezaba a palidecer por el este cuando Doyle fue llevado por otro conductora un hotel cercano, donde durmi hasta bien entrada la tarde, cuando un tercer conductorapareci para llevarle de vuelta al terreno vallado.

    Ahora el lugar haba sido ya totalmente nivelado y todos los tractores se habanesfumado: se vea todava a unos cuantos hombres con palas y escobas que limpiaban elsuelo de excrementos de caballo. El remolque segua ah, ahora con un aspectodesolado, pues los cables telefnicos y elctricos haban desaparecido. otro remolque,bastante ms grande, se encontraba a su lado. Cuando Doyle baj del coche vio cables ypoleas colocadas a intervalos regulares a lo largo de la valla, as como una gigantesca

    lona enrollada a lo largo de todo el permetro.Vaya - pens con una sonrisa -, as que el viejo es algo tmido.Un guardin le abri la puerta y le condujo hasta el nuevo remolque con la puerta

    abierta. Doyle entr en l y al otro extremo de su interior recubierto por paneles de nogalvio a Darrow, aparentemente no ms agotado que la noche anterior, hablando con unhombre rubio de elevada estatura. Los dos iban vestidos segn la moda anterior a laRegencia: levitas, pantalones ajustados y botas; vestan con tal naturalidad que, por unosinstantes, Doyle se sinti algo ridculo en su traje de fibra y algodn.

    - Ah, Doyle - dijo Darrow -. Creo que ya conoce a nuestro jefe de seguridad.El hombre rubio se dio la vuelta y despus de un instante fugaz, Doyle reconoci a

    Steerforth Benner. Su cabellera, antes ms bien larga, haba sido recortada y ondulada, y

    su bigote, que nunca haba resultado aparatoso, se haba esfumado.- Benner! - exclam Doyle complacido, mientras cruzaba la estancia -. Sospechabaque debas estar relacionado con el proyecto.

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    Su amistad con el joven se haba enfriado un tanto durante los ltimos dos mesesdesde que haba sido reclutado por Darrow, pero le alegraba enormemente ver una carafamiliar.

    - Colegas por fin, Brendan - dijo Benner con su ancha sonrisa de costumbre.- El salto tendr lugar dentro de unas cuatro horas escasas - prosigui Darrow -, y

    tenemos montones de cosas por hacer antes de eso. Doyle, le tenemos preparado un

    traje de la poca y esas puertas que hay al final son los vestidores. Me temo que nogozar de mucha intimidad, pero es vital que todo el mundo se adapte perfectamente a supapel.

    - Pero slo estaremos ah cuatro horas, no? - pregunt Doyle.- Doyle, siempre cabe en el reino de lo posible que uno de nuestros invitados se

    escape, por mucho que se esfuercen Benner y sus chicos. Si ello ocurre, no deseamosque haya prueba alguna de que viene de otro siglo. - Darrow levant la mano conbrusquedad, como si con ello pretendiera impedir la siguiente pregunta de Doyle de unmodo fsico -. Y no, hijo mo, nuestro hipottico fugitivo no sera capaz de explicarle a lagente cul ser el desenlace de la guerra, o cmo construir un Cadillac..., nada de eso.Cada uno de los invitados se tragar una cpsula antes de que partamos: la cpsula

    contiene algo que pienso llamar AntiTranscrono Trauma. ATCT. El contenido de lacpsula, y, Doyle, por favor, no empiece a chillar, consiste en una dosis fatal de estricnina,encerrada en una membrana que se disolver dentro de seis horas, y cuando volvamostodos sus conductos digestivos sern saturados con una solucin de carbono activado. -Su sonrisa era ms bien glida -. Naturalmente el personal no deber tomarla, o de locontrario no le estara contando todo esto. Cada uno de los invitados se ha mostrado deacuerdo en cuanto a la cpsula, y creo que casi todos han comprendido perfectamentecul es su propsito.

    Puede que no lo hayan entendido, pens Doyle, y de pronto todo el proyecto volvi aparecerle una locura. Se imagin en un da no muy lejano en la sala de un tribunal,intentando explicar la razn de que no hubiera informado a la polica sobre las intencionesde Darrow.

    - Y aqu tiene el discurso que puede soltarles durante la reunin - prosigui Darrow,entregndole una hoja de papel -. Tiene usted completa libertad para cambiarlo, ya sea enparte o del todo... y me gustara mucho que lo supiera de memoria para el momento de lareunin. Ahora supongo que desearn estar a solas para comparar sus experiencias, asque me ir a mi remolque; tengo cosas que hacer. Al personal no se le permitir beberdurante la reunin, pero no creo que vaya a pasar nada grave si se toman un par detragos ahora mismo.

    Sonri y sali del remolque, con una paradjica apostura de pirata gracias a su antiguoatuendo.

    Una vez se hubo ido, Benner abri una puertecilla que descubri un pequeo armariopara bebidas.- Ah - dijo -, te estaban esperando.Sac una botella de Laphroaig y, pese a todas sus preocupaciones, Doyle vio,

    complacido, que la botella de cristal claro era del viejo tipo, la que tena el 91.4 de extractoseco.

    - Por Dios, ponme un poco. Sin agua.Benner le entreg un vaso y luego se prepar un Kahlua con leche para l. Tom un

    sorbo y mir a Doyle, sonrindole.- Creo que un poco de licor es tan esencial como el revestimiento de plomo; no me

    expondra a todas esas radiaciones ni loco sin antes haberme calentado un poco las

    tripasDoyle haba estado a punto de preguntarle dnde haba un telfono para llamar a lapolica, pero sus palabras le hicieron olvidarse de ello.

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    - Cmo dices?- El proceso de conversin taquinica. No te ha explicado cmo se hace el salto?Doyle sinti un repentino vaco en el estmago.- No.- Sabes algo sobre Teora Cuntica? o sobre fsica subatmica?Sin ninguna orden consciente por su parte, la mano de Doyle alz el vaso y verti un

    poco de licor en su boca.- No.- Bueno, yo tampoco s gran cosa, pero bsicamente lo que va a ocurrir es que todos

    nos pondremos en fila india para que nos suelten encima un montn condenadamentegrande de radiaciones de alta frecuencia, muy por encima de los rayos gamma... Yasabrs que los fotones carecen de masa, por lo que puedes mandar una hilera tras otrade fotones sin que nunca se pisen entre ellos... Y cuando esa oleada nos alcance, lasextraas propiedades del campo existente en el agujero harn que no suceda nada de loque normalmente sucedera. No estoy muy seguro de lo que ocurrira normalmente, perosi estoy seguro de que no nos gustara ni un pelo. - Tom un sorbo de su vaso conexpresin alegre -. De todos modos, y dado que nos encontraremos en el agujero, lo que

    ocurrir, el nico modo en el cual la naturaleza puede aparselas para reconciliar todasesas imposibilidades..., bueno, nos veremos elevados al rango de taquiones honorarios.

    - Jess - dijo Doyle con voz ronca -, nos convertiremos en fantasmas.Veremos a Coleridge, de acuerdo..., le veremos en el Cielo. - Un coche pas a toda

    velocidad por la calle haciendo sonar la bocina, y ese ruido le pareci infinitamente lejano.Doyle se pregunt si ira conducido por alguien que lo ignoraba todo, y qu trivial dificultadmomentnea le haba impulsado a tocar la bocina -. Benner, escchame bien, tenemosque salir de aqu e ir a la polica. Dios mo, pero si...

    - La verdad es que todo el proceso es perfectamente seguro - le interrumpi Bennersonriente.

    - Cmo puedes saberlo? Ese hombre es muy probable que est loco de atar y...- Brendan, clmate un poco y escchame. Te parezco sano? Crees que he perdido

    la chaveta, o sigo estando en mis cabales? Entonces, deja de preocuparte porque hice unsalto en solitario hasta un breve agujero en mil ochocientos cinco hace slo dos horas.

    Doyle le mir con suspicacia.- De veras?- Lo juro por lo ms sagrado. Me vistieron como... Oh, imagnate un hombre del Ku Klux

    Klan, a quien le gustan las tnicas metalizadas, y que no necesita agujeros en la capuchapara mirar. Luego me hicieron subir a una plataforma situada junto a la valla, mientrassintonizaban sus mquinas infernales en el otro lado. Y entonces..., whooosh! En unmomento dado me encontraba aqu y en el da de hoy, y al siguiente me encontraba en

    una tienda situada en un campo cerca de Islington en el ao mil ochocientos cinco.- En una tienda? En la sonrisa de Benner apareci un matiz de sorpresa.- Si. La verdad es que me pareci bastante raro, pero ca en una especie de

    campamento de gitanos. Lo primero que vi al quitarme la capucha fue el interior de latienda; estaba lleno de incienso y antiguallas de aspecto egipcio. Me encontr con unviejo calvo y de aspecto cadavrico, que me contemplaba muy sorprendido. Supongo queme asust un poco y sal corriendo de la tienda, lo cual no resultaba muy fcil dado miatuendo, y entonces vi el tpico paisaje ingls. No haba postes de telfono ni autopistas,as que supongo que estaba realmente en mil ochocientos cinco. haba un montn decaballos, tiendas y gitanos a mi alrededor, y todos me miraban fijamente, pero en esemismo instante se acab el agujero... Gracias a Dios no haba corrido hasta salir del

    campo. El gancho mvil me trajo una vez ms al presente y a este lugar. - Se ri en vozbaja -. Me pregunto qu pensaran los gitanos al verme desaparecer, con el traje vaco ycayendo al suelo sin m.

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    Doyle le contempl fijamente durante unos segundos ms bien eternos. Aunquesiempre fcil de tratar, Benner nunca haba sido muy digno de confianza... pero no estabamintiendo. Era un psimo actor y ese relato, especialmente el asombro que haba sentidoel viejo de la tienda, haba sido narrado con una conviccin totalmente carente deesfuerzo. Algo aturdido, Doyle se dio cuenta de que le crea.

    - Dios mo - dijo con un susurro envidioso -, a qu ola el aire? Qu sensacin tuviste

    al pisar ese suelo? Benner se encogi de hombros.- El aire ola muy bien y el suelo estaba cubierto de hierba. Y los caballos parecan eso,caballos. Los gitanos eran ms bien bajitos, pero quiz los gitanos siempre tienden a serbajitos. - Le dio una palmada a Doyle en el hombro -. Anda, no te preocupes ms. Esaslavativas de carbono mantendrn a los invitados perfectamente sanos y no pienso dejarque ninguno de ellos se escape. Sigues queriendo llamar a los polis?

    - No. No, ciertamente - pens Doyle con fervor -. Quiero ver a Coleridge. Disclpame -dijo -. Tengo que empezar con el discurso.

    A las seis y veinte Doyle decidi que ya haba conseguido aprenderse de memoria elnuevo discurso. Se estir lentamente en la pequea oficina que Darrow le haba permitidousar, suspir y abri la puerta que daba a la habitacin principal.

    Un grupo de personas bien vestidas se apiaba en el extremo ms lejano de lahabitacin, separadas de l por una docena de sillas vacas y una gran mesa. Loscentenares de velas que colmaban los candelabros estaban encendidas y la luz amable ydelicada de sus llamas arrancaba reflejos de la madera pulida y de las copas que habasobre la mesa. En la clida atmsfera de la habitacin le pareci distinguir un leve aromaa pimienta y carne asada.

    - Benner - dijo sin levantar la voz.Vio cmo el joven, apoyado con aspecto de cansancio en una pared cerca de la mesa

    en perfecta armona con su atuendo actual, abra con un golpecito del pulgar su caja derap para llevarse un puado de polvo marrn a las fosas nasales.

    Benner alz la mirada.- Maldita sea, Brendan..., atchiis!..., maldita sea, se supone que el personal ya debe

    estar vestido. No importa, los invitados estn en los vestidores y puedes cambiarte enunos minutos. - Benner guard su caja de rap y contempl con el ceo fruncido por laimpaciencia la ropa de Doyle mientras se le acercaba -. Llevas puesto al menos tugancho mvil?

    - Claro. - Doyle se arremang la camisa para ensearle la banda de cuero con unpequeo cierre que le rodeaba el antebrazo, previamente rasurado -. Darrow en personame lo puso hace una hora. Quieres escuchar mi discurso? Conoces lo bastante el...

    - No tengo tiempo, Brendan, pero estoy seguro de que ser estupendo. Esos malditostipos se creen como mnimo el maharaj del mundo cada uno...

    Un hombre se les acerc con paso presuroso. Como Benner, iba vestido segn lamoda de principios del siglo XIX.- otra vez Treff, jefe - le dijo en voz baja -. Finalmente logramos que se desnudara, pero

    tiene una rodillera especial Ace en la pierna, y no se la quiere quitar; est claro quedebajo esconde algo.

    - Infiernos, sabia que alguno de ellos intentara jugrnosla. Ricos! Ven, Doyle, de todosmodos tienes que ir hacia ah.

    Mientras cruzaban la estancia, la imponente silueta de Darrow apareci por la puertaprincipal y sus caminos se encontraron, justo cuando un hombre corpulento y ms bienvelludo, cubierto nicamente por una rodillera elstica, sali en tromba de uno de losvestidores.

    - Seor Treff - dijo Darrow, enarcando sus gruesas cejas canosas. Su voz de bartonohizo callar instantneamente a todas las otras -, resulta evidente que no ha comprendidousted cul es la indumentaria precisa.

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    Al orle hubo algunas risas y el rostro de Treff dej de estar enrojecido para volverse decolor prpura.

    - Darrow, la rodillera se queda, entendido? Son rdenes de mi mdico y le estoypagando un condenado milln de dlares y ningn escapado de un asilo de lunticos vaa...

    La nica razn de que Doyle le viera sacar velozmente el estilete de su manga fue que

    en ese momento estaba mirando a Benner con una sonrisa azorada, pero cuandoextendi la pierna hacia adelante, en un gracioso gesto de esgrima, y pas la hojametlica bajo el objeto de la disputa todos le vieron claramente. Benner se detuvo unfugaz segundo en una pausa algo teatral y luego, con un giro de la mueca, atraveslimpiamente la rodillera de arriba abajo.

    Un puado de objetos brillantes rodaron estruendosamente sobre la alfombra. A laprimera ojeada, Doyle reconoci entre ellos un encendedor Colibr, un reloj de cuarzomarca Seiko, un minsculo cuaderno de notas, una automtica del calibre 25 y, comomnimo, tres onzas de oro slido en delgadas placas.

    - As que pensaba sobornar a los nativos con cristalitos de colores, eh? - dijo Darrowcon una sea de agradecimiento a Benner, que haba vuelto a su posicin inicial junto a

    Doyle, tras esconder nuevamente el estilete en su manga -. Como sabe, con ello viola lostrminos de nuestro acuerdo... Se le devolver el cincuenta por ciento de lo que pag, y apartir de ahora los guardias no le perdern de vista. Le llevarn a un remolque fuera delterreno y all se le mantendr en un lujoso cautiverio hasta el amanecer. Y,preocupndome muy sinceramente su bienestar - aadi con la sonrisa ms glida queDoyle haba visto en toda su vida -, le aconsejo fervorosamente que no cause msproblemas.

    - Bueno, al menos algo positivo ha resultado de todo esto - dijo Benner mientras Treffera escoltado, todava desnudo, fuera de la habitacin -. Ahora tenemos un vestidor libre.Adentro, Brendan.

    Doyle, murmurando unas vagas disculpas a los presentes, se meti en el recinabandonado vestidor. En el interior haba un guardia sentado en un taburete y al ver queel recin llegado no era Treff pareci ms bien aliviado.

    - Doyle, verdad? - dijo ponindose en pie.- Si.- De acuerdo. Entonces, qutese la ropa.Intentando esconder la tripa todo lo posible, Doyle se quit la ropa obedientemente y la

    colg con cuidado en la percha que le entreg el guardia. En la parte trasera del vestidorhaba una puerta y el guardia desapareci por ella con las cosas de Doyle.

    Doyle se apoy en la pared, con la esperanza de que no se olvidasen de l. Intentrascarse bajo la banda de cuero que llevaba en el antebrazo, pero estaba demasiado

    tenso como para que pudiera introducir el dedo entre la piel y el cuero. Finalmenteabandon su intento y decidi que lo mejor