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DOSSIER Arqueología Pública ¿Universalidad o Pluri-Versalidad Epistemológica? 1 Julio 2019 arqueología - educación - cultura - sociedad - política www.aapra.org.ar - Arqueología en territorio indígena: “El Mollar” (Valle de Tafí, Tucumán) - Museo, escuela y comunidad en Cachi - Prácticas alfareras en co-investigación - Conversatorio Género en la Arqueología Argentina - Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT) asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina ARQUEOLÓGICA PRÁCTICA ISSN 2618-2874 Vol. 2

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA - AAPRA

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Page 1: PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA - AAPRA

DOSSIER

Arqueología Pública

¿Universalidad o

Pluri-Versalidad Epistemológica?

Nº 1Julio2019

arqueología - educación - cultura - sociedad - política

www.aapra.org.ar

- Arqueología en territorio indígena: “El Mollar” (Valle de Tafí, Tucumán)

- Museo, escuela y comunidad en Cachi- Prácticas alfareras en co-investigación

- Conversatorio Género en la Arqueología Argentina

- Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT)

asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

ARQUEOLÓGICAPRÁCTICA ISSN 2618-2874

Vol. 2

Page 2: PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA - AAPRA

Práctica ArqueológicaPublicación Semestral Electrónica de laAsociación de Arqueólogos Profesionalesde la República Argentina (AAPRA)Florida 835, 2do piso, of. 202 E, (C1005AAP) CABA, República Argentinahttp://www.aapra.org.ar/revista/ISSN 2618-2874Registro DNDA en trámiteJulio de 2019

Page 3: PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA - AAPRA

Director de la PublicaciónGustavo Barrientos (CONICET – Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Naturales y Museo)

Editoras ResponsablesVirginia M. Salerno (CONICET – Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Arqueología)Paola S. Ramundo (CONICET- Pontificia Universidad Católica Argentina, Facultad de Ciencias Sociales, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales -IICS-)

Comité EditorialGabriela Guráieb (Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano

– Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras)Natalia Mazzia (CONICET – Área de Arqueología y Antropología, Museo de Ciencias

Naturales de Necochea)Mónica Montenegro (Universidad Nacional de Jujuy, Centro Regional de Estudios

Arqueológicos, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales)Javier Musali (Secretaría de Obras de Transporte, Ministerio de Transporte de la Nación)Norma Ratto (CONICET – Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras,

Instituto de las Culturas)

Comité Asesor CientíficoCristina Bellelli (CONICET, INAPL, UBA)

Johana Broda (UNAM, México)Beatriz Cremonte (CONICET, UNJu)

María Luz Endere (CONICET, UNICEN)Nora Flegenheimer (CONICET, MdN)

Julieta Gómez Otero (CONICET, CENPAT)Rafael Goñi (INAPL, UBA)

María I. Hernández Llozas (CONICET, UBA)Ramiro Matos (NMAI, SI, EEUU)

Lucio Menezes Ferreira (UFP, Brasil)Mariano Ramos (CONICET, UNLu)

Diana Rolandi (INAPL)Myriam Tarragó (CONICET, UBA)

Los autores son responsables de las ideas expuestas en sus respectivos trabajos.Diseño de tapa: Marcelo TorresDiseño de interior y maquetación: Luciana Catella y Romina SilvestreDisponible en línea: Abril de 2020.

Dirección postal: Florida 835, piso 2º “202” C1005AAQ, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Dirección electrónica: www.aapra.org.ar/revista/

Dirección de correo electrónico: [email protected]

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P R Á C T I C A ARQUEOLÓGICA

Publicación de la Asociación de Arqueólogos Profesionales de la República Argentina

Volumen 2Número 1

Buenos Aires, ArgentinaJulio 2019

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

ÍNDICE

Presentación Editorial

Paola S. Ramundo y Virginia M. Salerno I

Presentación al Dossier Arqueología Pública ¿Universa-lidad o pluri-versalidad epistemológica?Mónica Montenegro, Mariela Eleonora Zabala y Alejandra Pupio III

Artículos DossierArqueología en territorio indígena. Historias de “El Mollar” (Valle de Tafí, Tucumán)Bárbara Manasse y Soledad Ibañez 1

Indagaciones creativas en la historia y el presente de Cachi. Museo, es-cuela y comunidadSilvina Martínez y Celia Güichal 14

Tender la conversación: prácticas alfareras en co-investigaciónLaura Roda y Marcia Vergara 29

NotasGénero en la arqueología argentina. Trayectorias, prácticas y saberes: Conversatorio 2019María Gabriela Chaparro, Cristina Bellelli, Vivian G. Scheinsohn y Mónica A. Berón 42

El Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT): entre la estructura legal y la práctica profesionalMariana Maloberti, Eugenia Di Lullo y Matías Gramajo Bühler 47

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I

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

PRESENTACIÓN EDITORIAL

Paola S. Ramundo1 y Virginia M. Salerno2

1- Editora Responsable; CONICET – IICS - Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica Argentina. Unidad Asociada al CONICET; Universidad de Buenos Aires – Facultad de Filosofía y Letras – Departamento de Ciencias Antropológicas. [email protected]

2- Editora Responsable; CONICET –Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. [email protected]

El presente número de Práctica Arqueológica, introduce una nueva modalidad, publicar trabajos —en formato dossier— resultantes de reuniones científicas de la especialidad, tales como simposios, mesas redondas o talleres, alentando a enviar contribuciones de este tipo.

En el 2019, y siguiendo una larga tradición de congresos nacionales de arqueología iniciada en 1970, se celebró en la provincia de Córdoba el XX° Congreso Nacional de Arqueología Argentina. Los múltiples simposios, mesas y conversatorios sobre diversas temáticas, así como el número de participantes, no hicieron más que demostrar el crecimiento sostenido que nuestra disciplina ha alcanzado en medio siglo.

Al haber sido expositoras en el simposio “Arqueología Pública ¿Universalidad o pluri-versalidad epistemológica?”, coordinado por Mariela Zabala y Mónica Montenegro, con los comentarios de Alejandra Pupio, fuimos testigos de uno de los espacios más convocantes dentro del Congreso. El simposio reunió especialistas a nivel nacional e internacional, que durante dos días compartieron y discutieron sus valiosas experiencias dentro de la esfera de la dimensión pública de nuestra disciplina. Por ello, como editoras, no dudamos en aceptar la solicitud de sus coordinadoras para publicar algunos de los trabajos presentados —en formato de dossier—, dentro de Práctica Arqueológica.

Una semblanza completa y reflexiva sobre dicho evento, se aprecia en la presentación al dossier, que realizaron Mónica Montenegro, Mariela Zabala y Alejandra Pupio. Allí encontramos análisis situados sobre la dimensión pública de la arqueología de la mano de Bárbara Manasse y Soledad Ibañez, con respecto a su trabajo en Valle de Tafí, provincia de Tucumán; Laura Roda y Marcia Vergara en referencia a su labor en Belén, provincia de Catamarca; y Silvina Martínez y Celia Guichal sobre su investigación en Cachi, provincia de Salta. Trabajos que evidencian el crecimiento exponencial de la Arqueología Pública en nuestro país, especialmente por la riqueza de la discusión que presentan dichas investigaciones.

El XX° Congreso Nacional de Arqueología Argentina también mostró —a partir de la modalidad de conversatorios—, la necesidad de reflexionar y discutir al interior de la disciplina respecto a temas urgentes que desde hace tiempo preocupan a la sociedad. Por ello, la nota de Gabriela Chaparro, Cristina Bellelli, Vivian Scheinsohn y Mónica Berón, sobre “Género en la Arqueología Argentina. Trayectorias, prácticas y saberes: Conversatorio 2019”, da cuenta de la experiencia que, como coordinadoras de ese encuentro, se vivió en el congreso nacional de Córdoba. Un análisis que recorre el pasado y el presente de la relación entre género y práctica profesional.

Finalmente, en la nota de Mariana Maloberti, Eugenia Di Lullo y Matías Gramajo Bühler, se reflexiona sobre la estructura, funcionamiento, historia, actividades y proyección futura del Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán.

Arqueología pública, género y práctica profesional son los ejes que se debaten en el presente número, donde profesionales de distintos ámbitos de nuestro país nos brindan sus experiencias, las cuales —sin duda—, enriquecen nuestra Práctica Arqueológica.

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III

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

DOSSIER Arqueología Pública ¿universalidad o pluri-versalidad epistemológica?Mónica Montenegro1, Mariela Eleonora Zabala2 y Alejandra Pupio3

1- Centro Regional de Estudios Arqueológicos, FHYCS, Universidad Nacional de [email protected] IDACOR (CONICET), Museo de Antropología, FFyH. Universidad Nacional de Córdoba [email protected] Departamento de Humanidades-UNS/CIC PBA. [email protected]

Entre el 15 y el 19 de julio del presente año en la Universidad Nacional de Córdoba se desarro-lló el XX° Congreso Nacional de Arqueología Argentina, en un particular contexto histórico, dado que, en unos meses celebraremos la conmemoración de los 50 años del primer Congreso realizado en Rosario. El mismo se realizó a propuesta de Alberto Rex González, bajo el auspicio y organización del Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc”, y nos interesa destacar entre sus organizadoras a María Teresa Carrara, egresada de la Carrera de Historia, con orientación en Antropología, de la Universidad Nacional de Litoral, sede Rosario.

En el discurso de apertura del XX° CNAA, el presidente Dr. Andrés Laguens, señaló enfática-mente que “la arqueología es arqueologías” y que tal vez el Congreso debía pasar a llamarse “Congreso Nacional de Arqueologías Argentinas, en reconocimiento a esa pluralidad de ar-queologías que se están desarrollando. Meses antes, desconociendo el contenido del discur-so del Dr. Laguens, pero en clara sintonía con el mismo, propusimos el simposio: ARQUEO-LOGÍA PÚBLICA ¿UNIVERSALIDAD O PLURI-VERSALIDAD EPISTEMOLÓGICA?, con el propósito de invitar a les colegas a re-pensar la manera de generar conocimiento sobre los modos de vida de las sociedades del pasado desde una pluri-versalidad epistemológica, donde la arqueología se desafía a trabajar a partir del reconocimiento de la diversidad a través de un diálogo de saberes en territorio, con Comunidad/es local/es, Pueblos Indígenas, entes guber-namentales, comunidad universitaria y demás actores.

Si bien desde el XI° CNAA realizado en San Rafael, Mendoza, en 1994 existen mesas y simpo-sios que vinculan a la arqueología con la educación, la legislación y la comunidad, recién en 2013, en el XVIII° CNAA, que se realizó en La Rioja, María Eugenia Conforti y Virginia Salerno le pusieron como nombre al Simposio Arqueología Pública. Luego estos simposios continua-ron con distintos coordinadores hasta nuestros días.

Consideramos que la Arqueología ha transitado un largo camino de investigaciones que ha permitido generar un interesante corpus de conocimientos. Sin embargo, en la actualidad es posible advertir —en una generalidad de casos— que la construcción y socialización de conocimientos sigue constituyendo un espacio de tensión, negociación, y muchas veces, de conflicto entre los requerimientos de los organismos que financian las investigaciones, los métodos y las técnicas de investigación, y las representaciones y prácticas culturales de las comunidades locales.

Este complejo escenario suele interpelar a la práctica arqueológica, y nos resultó interesante analizarlo desde una bi-dimensionalidad científica a partir de los aportes de la Antropología, sobre todo teniendo en cuenta que los grandes interrogantes de esta ciencia refieren a la igual-dad en la diversidad y de la diversidad en la igualdad. Por ello, decidimos generar un espacio que permitiera indagar sobre la multiplicidad de métodos y técnicas del trabajo interdiscipli-nario, intersectorial e intercultural en Arqueología para acceder a “otros” conocimientos del pasado desde el presente.

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IV

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

Somos conscientes de que la construcción de conocimiento sobre las culturas del pasado tiene implicancias en el diseño e implementación de políticas socioculturales y educativas del presente, y por ello nos interesó reconocer las prácticas arqueológicas que se desarrollan desde un marco de reconocimiento de los derechos de las Comunidades locales a la información, al acceso a diferentes modalidades de educación, al respeto por los diversos modos de saber, a garantizar una participación efectiva en la gestión de los bienes arqueológicos, entre otros.

Desde esta epistemología propusimos un espacio dialógico cuyos objetivos fueron: a) conocer experiencias de práctica arqueológica que evidenciaran una construcción de conocimientos del pasado en forma colaborativa; b) indagar modos diversos de desarrollar prácticas arqueológicas desde la interculturalidad; c) re-pensar el concepto de transferencia y el de divulgación de conocimientos científicos, y d) reflexionar sobre investigaciones y/o gestiones arqueológicas desarrolladas de modo colaborativo a la luz de diferentes lógicas epistémicas.

Para ello, invitamos a les colegas a socializar actividades arqueológicas (de investigación, docencia, transferencia, gestión, estudios de impacto, y otras) desarrolladas en territorio, que evidenciaran un trabajo colaborativo entre distintos actores, sectores de la sociedad e instituciones; a conversar acerca de las limitaciones metodológicas que podemos encontrar en el desarrollo de las prácticas arqueológicas; a compartir prácticas educativas, comunicacionales y/o museológicas relacionadas con la gestión de evidencias materiales del pasado; a relatar experiencias de comunicación de las investigaciones que den cuenta de las complejas relaciones entre ideas, conceptos, categorías y significados de los diferentes actores sociales en torno a la práctica arqueológica y su relación con el pasado y el patrimonio.

Aspiramos a enriquecernos a partir de las singularidades de las prácticas que constituyen a la Arqueología Pública, recuperando el concepto de multivocalidad para desafiarnos a poner en tela de juicio modos tradicionales de hacer arqueología, re-situar en el contexto de la praxis el reconocimiento y el respeto por la diversidad, y desde allí, proponer nuevos horizontes de sentido para la práctica arqueológica que permitan avanzar en la descolonización del conocimiento.

El simposio desbordó de presentaciones, sumando un total de 30 y llegando a ser el que más ponencias tuvo en el Congreso. A través de ellas, pudimos apreciar y valorar la diversidad en la unidad, dado que, aunque podían mostrar posicionamientos epistémicos y/o metodológicos diferentes compartían algún eje temático; ello nos permitió organizarlas en cuatro bloques: acciones educativas, acciones con la comunidad, gestión del patrimonio y reflexiones sobre metodología y praxis.

Algunos de los temas tratados se relacionaron con el lugar/no lugar de les arqueólogues en el trabajo con la comunidad, su ingreso al trabajo de campo, su presentación, su permanencia, el vivir allí o no, es decir la “reflexividad” en el trabajo de campo; los vínculos con los ministerios de educación de cada provincia y el modo en que los saberes generados impactan en el sistema educativo formal; nuevos interrogantes de la arqueología en función de la comunicación pública de la ciencia; los proyectos que surgen por demanda de comunidades locales y les arqueólogues como legitimadores de espacios que desean conservar; el rol de les arqueólogues en la gestión y legislación de bienes patrimoniales; el conflicto como parte de los procesos de investigación; cómo re-configurar los vínculos con comunidades donde tienen experiencia de nuestres antepasades arqueólogues trabajando en esos mismos espacios.

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V

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

Así fue como al finalizar la segunda jornada de trabajo, por lo demás intensa y enriquecedora, surgió el deseo de leernos más y de socializar los trabajos completos presentados. Como consecuencia surgió la propuesta de este Dossier y la gestión editorial de las Dras. Virginia Salerno y Paola Ramundo contribuyó a que vea la luz esta primera selección de artículos donde hemos reunido experiencias diferentes e innovadoras.

En esta primera parte, presentamos el trabajo de Bárbara Manasse y Soledad Ibañez “Arqueo-logía en territorio indígena. Historias de “El Mollar” (valle de Tafí, Tucumán)”, que mues-tran un modo de hacer arqueología en permanente compromiso con la sociedad. Las autoras presentan resultados de sus experiencias de co-construcción de conocimientos en el valle de Tafí, a partir de un trabajo en el día a día con la gente, alejándose de una concepción neutral y ascética de la disciplina para aprender a conocer otras miradas y significaciones del territo-rio comprendiendo el contexto social, cultural, político en el transcurso del tiempo. Señalan que como resultado de esos trabajos estan (todes juntes) recuperando un paisaje ancestral: la tierra, sus ancestros y los abuelos, que denotan un valor cultural, histórico y social de gran relevancia y define las relaciones de la gente con los cerros, el cielo, los animales y el fuego. Las autoras creen que sus intervenciones profesionales en ese territorio constituyen una manera de abrir el juego a escuchar esas voces y cogenerar historias propias, contadas y significadas por les propies protagonistas ya que desde comienzos de siglo XX les intelectuales e investiga-dores se constituyeron en las (únicas) voces autorizadas para interpretar el pasado local.

Otro de los artículos es el de Silvina Martínez y Celia Güichal, “Indagaciones creativas en la historia y el presente de Cachi”, donde relatan experiencias desarrolladas desde un abordaje creativo y multivocal, en el marco del proyecto Arqueologías de la memoria, premiado por Ibermuseos. El mismo se realizó durante 2018, a partir de talleres destinados a recuperar la memoria social de la región del Alto Valle Calchaquí desde la escuela primaria de Cachi Adentro. A partir de esta experiencia, las autoras asumen que los procesos creativos pueden propiciar procesos de integración y de transformación social. Nos interesa compartir estos relatos ya que, a nuestro modo de ver abren nuevos horizontes epistémicos para el conocimiento del pasado; los talleres se abordaron desde la escritura narrativa, la expresión corporal, las artes plásticas y el teatro, tomando como ejes organizadores las nociones de memoria, tiempo, territorio, cuerpo y ritual. Trabajaron desde una noción de memoria corporizada, por ese motivo todas las propuestas se enfocaron en la corporización. Las autoras relatan interesantes detalles de sus propuestas innovadoras para acercar el museo arqueológico a la escuela, abriendo otras posibilidades para escuchar y construir nuevos discursos sobre la historia local. Arqueologías de la memoria, rescata el valor de la multivocalidad para articular acciones entre arqueología y escuela a través del trabajo creativo en relación al pasado/presente, la identidad y la historia local/provincial.

El artículo de Laura Roda y Marcia Vergara, “Tender la conversación: prácticas alfareras en co-investigación” nos acerca experiencias significativas desarrolladas en Belén, Catamarca. Parten reconociendo el lugar de privilegio que ha ocupado la cerámica en la arqueología de las sociedades prehispánicas del noroeste argentino. Al mismo tiempo, advierten que las prácticas alfareras ancestrales han sido profusamente investigadas y “rescatadas” desde el conocimiento académico, y en esa operación han quedado cristalizadas por una mirada externa que las folkloriza o exotiza negándoles contemporaneidad y considerándolas prácticas pertenecientes a un espacio-tiempo diferente al que habita el conocimiento disciplinario. Para las autoras, las prácticas alfareras constituyen acciones regeneradoras y transmisoras de conocimientos

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VI

PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA volumen 2, número 1 (2019)

ancestrales que permiten registrar modos otros de vínculos de esas sociedades con lo que la academia conoce como “patrimonio”. Por otro lado, estas prácticas aportan al descentramiento y descolonización del conocimiento disciplinario, aprendiendo a tender la conversación, en el sentido de ampliar, de desdoblar y observar la marca de sus pliegues. Las memorias en torno a la alfarería dan lugar a nuevos interrogantes y retos para la investigación, fortaleciendo esa dimensión relacional, como un arte, antes que como una metodología disciplinaria.

Los invitamos a leer estos artículos que nos permiten des-centrar la praxis y re-pensar los modos de hacer arqueología desde pluversalidades epistemológicas, para volver a imaginar otras arqueologías públicas en conjunto con las Comunidades.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICArevista de la asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

2 (1): 1-13 (2019) ISSN: 2618-2874

Arqueología en territorio indígena. Historias de "El Mollar" (Valle de Tafí, Tucumán)Bárbara Manasse y Soledad Ibañez

Recibido 17 de septiembre de 2019, aceptado para su publicación 05 de noviembre de 2019.

Sobre las AutorasBÁRBARA MANASSE Escuela de Arqueología (UNCA); Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML, UNT).correo electrónico: [email protected]

SOLEDAD IBAÑEZ Instituto de Arqueología y Museo (FCNeIML, UNT) - CONICET. correo elecrónico: [email protected]

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

RESUMENEn este trabajo planteamos como objetivo avanzar en la reflexión crítica sobre las prácticas profesionales / científicas arqueológicas en territorios indígenas (en éste caso la Comunidad Indígena Diaguita de El Mollar, a la referiremos en adelante con su sigla: CIDEM) y profundizar, en la construcción de historias “otras” que esta vez giran en torno a las “piedras largas” (monolitos). Desde una arqueología en territorio y una práctica profesional que se funda en la articulación de saberes y de trabajo con actores (y colectivos) extra-disciplinares nos fuimos comprometiendo en la ampliación de información y profundización de saberes que van dotando de nuevos sentidos al presente de la población local. Les comuneres quieren recuperar y dotar de memoria a los monolitos. En ése sentido, venimos realizando un ejercicio de identificación de éstos junto a la gente de la CIDEM. Nos basamos en archivo fotográfico inédito, información inédita, cartografías e imágenes de trabajos de fines del siglo XIX y comienzos del XX y registros orales. Como un resultado estamos (todes juntes) recuperando un paisaje ancestral que denota un valor cultural, histórico y social de gran relevancia. Ello marca un contraste con un paisaje que reflejó la intención de mayor enajenamiento territorial, arrancando de sus entrañas las huancas que tutelaban distintas áreas del valle de Tafí. Pasaron muchos años y todes nos preguntamos cuales son los procedimientos para que su materialidad esté mejor preservada. Mientras tanto, ubicarlas espacialmente significa dotar de “historia“, a espacios que fueron arrasados, vaciados y alienados.

ABSTRACTIn this work we propose to advance in the critical reflection on archaeological professional / scientific practices in indigenous territories (in this case the Diaguita Indigenous Community of El Mollar) and deepen, in the construction of “other” stories that this time focus on the "long stones" (monoliths).From an archeology in territory and a professional practice that is based on the articulation of knowledge and work with extra-disciplinary (and collective) actors, we were committed to expanding information and deepening knowledge that are giving new senses to the present of local people. The community members want to recover and endow the monoliths with memory. In that sense, we have been carrying out an identification exercise with the people of CIDEM. We rely on unpublished photographic archives, unpublished information, cartographies and images of works from the late 19th and early 20th centuries and oral records. As a result we are (all together) recovering an ancestral landscape that denotes a cultural, historical and social value of great relevance. This marks a contrast with a landscape that reflected the intention of greater territorial alienation, tearing out the huancas that protected different areas of the Tafi Valley.Many years have passed and we all wonder what the procedures are so that its materiality is better preserved. Meanwhile, locating them spatially means giving "history" to spaces that were razed, emptied and alienated.

INTRODUCCIÓN

El Mollar es un lugar del Oeste tucumano, localizado al pie del Cerro Ñuñorco en el Sur del Valle de Tafí. Es conocido particularmen-te por jóvenes urbanos/as de la provincia de Tucumán, quienes usan ese espacio para su diversión y vida social en los Eneros de vaca-ciones. Administrativamente constituye una

Comuna Rural dependiente del Ministerio del Interior de la Provincia de Tucumán, sin lograr, a pesar de los varios años de gestiones, adquirir el rango de Municipio. Además se lo identifica, en otros colectivos sociales, por su “valor cultural – arqueológico”, en tanto en el centro de esta localidad se terminaron expo-niendo los más de cien monolitos nominados como “menhires” por un arqueólogo argenti-

Palabras clave: Arqueología; El Mollar; territorio indígena; historias.

Keywords: Archeology; El Mollar; indigenous territory; stories.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICA 2 (1): 1-13 (2019).

no. Se los colocó allí, aunque un importante número de ellos procede de otras partes del Valle. El Mollar es, finalmente y tal vez lo que más nos importa para este trabajo, territorio indígena. Centenares de familias se recono-cen diaguitas, aunque con hondas raíces que se nutren también de esos monolitos o “pie-dras paradas”, como las identificaban antes de que la arqueología introdujera terminolo-gía foránea.Aunque parezca algo extraño, tantas genera-ciones habitando estas tierras, el Ñuñorco –o Panaqhao, en lengua cacán– y el Cerro Pelao de enfrente no dieron lugar a historias elabo-radas de disciplinas como la arqueología, que trascendieran en sí a esos “menhires”. ¿Falta de evidencias? ¿Falta de interés o de motivación?Es nuestra impresión que, posiblemente, esas preguntas se respondan en la falta de cono-cimiento, de interiorización con la realidad y las problemáticas sociales, culturales y políti-cas de la región y, por ello también, un escaso compromiso profesional – científico.Desde una práctica profesional que se funda en la articulación de saberes y de trabajo con actores (y colectivos) extra-disciplinares nos fuimos comprometiendo en la ampliación de información y profundización de saberes que van dotando de nuevos sentidos al presente de la población local, de las familias, en este caso, de la Comunidad Indígena Diaguita “El Mollar” (en adelante, CIDEM), Personería Ju-rídica 024/2006 (RE.NA.C.I., I.N.A.I.). Cómo señaláramos ya tiempo atrás, se trata de una apuesta a un ejercicio profesional y científico comprometido socialmente y situado reflexi-vamente en los contextos políticos, sociales y culturales de cada momento (cf. Ibañez y Ma-nasse 2017; Manasse 2012, 2015 por ejemplo).Es nuestro objetivo en este trabajo avanzar en la reflexión crítica sobre las prácticas pro-fesionales / científicas arqueológicas en terri-torios indígenas1 y profundizar, en relación

1 cf. Leone et al. 1987; Ibañez 2015; Manasse 2019.

a ello, en la construcción de historias “otras” que esta vez giran en torno a las “piedras lar-gas” del Mollar2.

ARQUEOLOGÍA EN TERRITORIO

La propuesta de hacer arqueología en perma-nente compromiso con la sociedad nos fue interpelando desde que iniciamos nuestras investigaciones en el valle de Tafí (Manasse 2012). Ello requirió trabajar en el territorio, en el día a día de la gente, aprendiendo a ver lo que aquel significa para ella. Una arqueo-logía en territorio significa no solo elegir el espacio en el que desarrollamos nuestra prác-tica científica y profesional. Nos exige cono-cer el terreno, comprender el contexto social, cultural, político en el transcurso del tiempo (Gerardi et al. 2019). Nos alejamos así, de propuestas neutrales y ascéticas de la discipli-na y, también de una visión estática y absolu-ta del territorio. Siguiendo a Claude Raffestin (1980) el territorio no es una realidad consti-tuida fuera de la historia y las prácticas de los sujetos, por el contrario, se trata de una reali-dad creada a partir de la apropiación y repre-sentación que las personas hacen del espacio.Una arqueología en territorio significa, ade-más, acomodar los objetivos disciplinares en línea con aquellos que motivan interés en la sociedad; en nuestro caso, en la Comunidad.Tal vez sea particularmente en el Sur del Va-lle de Tafí (El Mollar y Casas Viejas), el área en donde mejor hemos podido llevar adelante (con aciertos y errores) una práctica profesio-nal que venimos ensayando en otras áreas del mismo. La abordamos posicionándonos “des-de adentro”3. Se acerca a la cotidianeidad del trato con la gente (trato que no se restringe, por caso, a los objetivos específicos de algún proyecto de investigación científico), permi-

2 cf. Manasse 2002 y 2017; Manasse y Carrizo 2014.3 Más que una mera metáfora topográfica, consti-tuye un punto de partida y, como tal, no deja de tener sentido político y social.

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Manasse e Ibañez - Arqueología en territorio indígena. Historias de "El Mollar"...

tiéndonos explorar modos de hacer ciencia que sorteen las extrañezas propias del “trabajo de campo”, procurando superar las distancias entre el sujeto que investiga y los campos de investigación (los “objetos de conocimiento”). El carácter social de los conocimientos hace que el flujo de saberes entre nosotres –arqueó-logues– y les otres pobladores de la región sea constante y complejo; quedando sujeto a los procesos propios de cualquier conocimiento en circulación (valoración, desacreditación, selección, etc.). El proceso de investigación es una relación social en la cual les investigado-res somos otres actores más, comprometides en las trayectorias del mundo social, nego-ciando con los demás protagonistas nuestros propósitos. Compartimos Presentes, pensa-do juntes los Pasados y comprometiéndonos por lo que serán nuestros Futuros. Decíamos tiempo atrás que ello no nos hace “unes más”, ni implica unificación de criterios y miradas, que están lejos de ser homogéneas o simples, aún en este “adentro” (Manasse 2015). Apos-tamos a comprender mejor los diferentes ho-rizontes de significación, sus raíces, sus heri-das y sus propuestas. Nos proponemos llevar adelante investigaciones más permeables a necesidades sociales de orden cotidiano4. Los Cuartos, Tafí, La Costa 1 y 2, Barrio Mal-vinas, La Ovejería son localidades en donde fuimos ensayando algunas “otras” maneras de hacer arqueología (Ibañez 2015; Manasse 2012; Manasse y Arenas 2015; Montini 2008; Montini et al. 2009). En cada intervención efectuada se obtuvieron resultados interesan-tes de ser discutidos. Una parte de nuestro trabajo lo realizamos en interacción con el Estado; tanto el municipal (Tafí del Valle) como el comunal (El Mollar). Otra, la gran mayoría de nuestras investi-gaciones, la realizamos en conjunto con los pueblos originarios del Valle: Comunidad In-

4 Parte de la evaluación que fuimos realizando de nuestra particular práctica arqueológica estuvo vinculada a las observaciones críticas que Guber (2004) señala para la investigación con co-resi-dencia.

dígena del Pueblo Diaguita del Valle de Tafí, Comunidad Indígena de Casas Viejas, Comu-nidad Indígena Diaguita El Mollar y Comuni-dad Indígena La Angostura.Cada una de esas Comunidades cuenta con personería jurídica, habiendo sido reconocida por el estado nacional como pueblo originario en los albores de este milenio. Desde leyes re-lativamente recientes (Ley Nacional 26.160 y sus prórrogas) se registraron cuidadosamen-te los territorios que habitan y habitaron. Se los clasificó dándole un sentido histórico, de-terminando aquellos que todavía estaban en uso por parte de la Comunidad hacia el 2011 – 2012 y aquellos que lo habían estado, pero que en las últimas décadas fueron cooptados por terceros, tanto del ámbito privado como del propio Estado provincial. Es el caso de unas 13.000 hectáreas localizadas al Sur del Valle de Tafí que fueran “auto-donadas” por el Ejército en plena dictadura militar (Ley Nº 3943 y su modificación Nº 4978)5. Estos son “territorios en conflicto”. En la Carpeta Téc-nica aprobada por el Estado nacional6. Casos como el referido son categorizados como “Te-rritorios de Memoria”, es decir territorios de los cuales la población nativa fue despojada antes de que se sancionara la Ley Nacional Nº 26.1607.En un trabajo que nos llevó unos tres años realizamos, junto a las y los comuneros, un registro de evidencias ancestrales indígenas en aquellas zonas que cada Comunidad con-sideró de interés y/o de mayor riesgo de des-

5 Se trata de un área ocupada por generaciones por la población nativa local. Interesa referir este caso por la enorme dimensión del territorio implicado. Hacia el año 2004 se puso en cuestión jurídica esta propiedad, devolviéndola al Estado (Ley Provin-cial Nº 7.408), pero en 2018, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, falló en contra de ese dicta-men, declarándolo inconstitucional. 6 La Carpeta Técnica expone la situación socio-te-rritorial y jurídica de la Comunidad Indígena Dia-guita El Mollar. Resol. 1240/14 INAI.7 Ley que declara la emergencia en materia de po-sesión y propiedad comunitaria; Decreto Regla-mentario N° 1122/07.

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trucción, dotando al Relevamiento Territorial de una mucha mayor profundidad temporal, que fue conjugando las memorias de la gente más anciana. El registro fue presentado públi-camente ante los miembros de esos pueblos originarios y, una vez corregido, fue impreso (en papel y en formato digital) y entregado a las autoridades de cada Comunidad. Alguna de ellas la usó para accionar en la preserva-ción de los sectores con evidencias ancestra-les registradas, otras para darlas a conocer a su gente y a terceros y, hasta el momento tan solo la Comunidad Indígena Diaguita “El Mollar” decidió que se dé a conocer ese regis-tro en forma pública en el ámbito científico y académico con la intención de que se sepa la riqueza histórica cultural con la que se ca-racteriza su territorio y de este modo se tome conciencia del valor de su patrimonio ances-tral (cf. Manasse y Vaqué 2014).La coyuntura compleja y difícil que viven ac-tualmente los pueblos originarios de nuestro país, con un profundo deterioro de los dere-chos adquiridos –derechos reclamados por tanto tiempo– nos exige concertar con mucha atención los intereses. Varias de las zonas de relevancia ancestral fueron destruidas por el avance de una urbanización de veraneo que no tiene ningún tipo de tapujos ni reparos. Los territorios indígenas se hallan en el centro de una extractivismo inmobiliario de gran vi-rulencia (Gerardi et al. 2019; Manasse 2019), generando toda serie de tensiones y conflictos que también se extienden al propio seno de las comunidades. Es notoria la fragmentación interna de las mismas en estos últimos años. Se cruzan intereses, voluntades y necesida-des dando lugar a fracturas y destrucción de la trama comunitaria. Se cuestionan derechos entre la misma gente de la Comunidad y se debilitan o pierden aquellos, que solo la unión puede disputar a los intereses externos.En estos contextos –como en cualquiera–, como científicas sociales, como arqueólogas, vamos orientando nuestro accionar hacia aquello que es más sensible a los sectores de la sociedad con la que trabajamos. Tanto en

Casas Viejas como en El Mollar el pasado in-dígena previo a la invasión y conquista espa-ñola de estas regiones se constituyó en herra-mienta de lucha. Lo iremos desarrollando en seguida.

HISTORIAS Si el pasado cuenta,

es por lo que significa para nosotros. Es el producto de nuestra memoria colectiva,

es su tejido fundamental.Jean Chesnaux

Posiblemente sin imaginarlo, a fines del siglo XIX Juan B. Ambrosetti trazó, podríamos de-cir que dictaminó, los lineamientos centrales del pasado tafinisto. Por lo pronto, destacó su relevancia como lugar de una civilización muy antigua, equiparable a la de Tiahuanaco por sus manifestaciones megalíticas (Ambrosetti 1897). Se trataría de un pueblo que habitó este lugar mucho tiempo antes de que llegaran los españoles a estas tierras –aseveración que por cierto, no parecería ser tan errada–, y ya com-pletamente desaparecidos cuando poblaron este valle la gente que los conquistadores eu-ropeos encontraron allí a mediados del siglo XVI. Si bien sus interpretaciones arqueológi-cas fueron evaluadas y al menos parcialmente contrastadas desde investigaciones científicas realizadas en los últimos decenios, promovie-ron una profunda alienación de la población tafinista para con el pasado indígena (Manasse 2012).La historia escrita, aquella a la que aportamos desde nuestras propias investigaciones, ya no resulta del todo útil a las familias del Mollar o a las de Casas Viejas. Esas historias, como la que se fue construyendo a partir de las ase-veraciones de Ambrosetti por ejemplo, refuer-zan una sensación de distancia, de aloctonía (Manasse y Carrizo 2013). La identificación de los imponentes monolitos, que aún un siglo atrás se hallaban dispersos particularmente al sudeste del valle, dio lugar a una construcción histórica que remarcaba una gran antigüedad, pero también un origen incierto, probable-

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mente foráneo. Los relatos históricos actuales siguen enfatizando, a manera de emblemas de un lejano pasado indígena, a esos monolitos o “piedras paradas” como protagonistas casi ex-clusivos de esa antigüedad de los ancestros. Como lo señalábamos hace poco, ese tipo de discursos penetraron hondamente en la histo-ria que circula en ámbitos extra-científicos, la que se enseña en las escuelas y de la que nos hablan les operadores turísticos. Pero la histo-ria de valle de Tafí, y la de El Mollar en parti-cular, es sumamente rica y compleja (Manasse et al. 2019). Cuando comenzamos a preguntar-nos desde otros lugares sobre esos pasados es muy poco lo que pudimos entrever como rele-

vante para el presente; tuvimos que ir más allá de la información científica académica de nuestra disciplina y volver a evaluar in-terpretaciones, cotejar nuevamente los datos y aprender de lo que la gente sabe de sus te-rritorios.Ciertamente los monolitos se destacaron y fueron constituidos como íconos del pasado de Tafí del Valle, pero el accionar del Esta-do provincial y nacional se sumó al sesgo de intereses de los científicos, removiéndolos de sus lugares sin registro ni identificación alguna y trasladándolos hacia la loma de La Angostura hacia el NE del Mollar (Figura 1). Esta es parte de una historia local de mucha

Figura 1. Fotografía de La Gaceta. Tucumán. 5 de octubre de 1977. Loma de La An-gostura, Tafí del Valle, con vista al Oeste.

violencia, que dejó profundas heridas en los pueblos y su territorio (cf. Ibañez y Fernández 2019; Mastrángelo 2001)8.

8 Hay que tomar en cuenta que este traslado no fue el primero ni el último pero, sin lugar a dudas, fue el más brutal y destructivo. El ejército al mando del genocida D. Bussi arrancó de las entrañas de la tie-rra más de un centenar de monolitos, los que fueron llevados a punta de pistola por los propios poblado-res locales hacia la loma de La Angostura.

Es en relación a esta historia de expolio y absoluta falta de respeto hacia la población nativa local que fuimos convocadas a traba-jar. La gente sabe cosas, reconoce algunos de ellos y, en ocasiones recuerda el contexto de su emplazamiento original. La gente sabe también algunos de sus derroteros y lo que ellos, aún hoy, les significan.

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Historias de “piedras largas”

A partir de las experiencias y el aprendizaje de trabajos que estamos llevando a cabo en la vecina localidad de Casas Viejas con su Comunidad Indígena (Ibañez 2015; Ibañez y Manasse 2017) estamos procurando abordar la investigación en el territorio de la CIDEM. Sus comuneres exponen el interés por recu-perar y dotar de memoria esos monolitos que desde generaciones conocían sencillamente como “piedras largas”.El disparador ha sido el rescate realizado años atrás, de unos monolitos que estaban en ries-go de caer desde lo alto de la barranca del río El Mollar9. Se trataba de dos piezas diferentes entre sí, una de esquisto y la otra de roca gra-nítica, emplazadas a escasos dos metros entre sí. Esta última ya estaba volcada, asomando sobre la barranca al río. Este rescate constituye un nuevo hito en la historia del patrimonio cultural indígena del Valle. Si bien hay excavaciones previas, como es el caso de aquellas realizadas a mediados del siglo XX bajo dirección de Alberto Rex González, no contamos con el registro de las mismas. En este caso, nosotros hemos podido “husmear” en las entrañas de esas huacas. Y lo hemos hecho junto a hombres del Mollar10, junto a familiares de quienes tenían esos mo-nolitos en su propiedad11. Esta gente es la que nos contaba con pesar como los obreros de Vialidad Provincial eran obligados por los soldados de Bussi a cavar para extraer estos monolitos. No pudieron; eran demasiado grandes, demasiado pesados, resumiendo en sí toda la resistencia; no se dejaron arrancar. Las dos piezas fueron llevadas por la Comuna a la plaza del Mollar, en donde se iba a recrear el contexto de su emplazamiento, pero, una

9 Trabajo realizado desde la Escuela de Arqueolo-gía (UNCa) bajo la dirección de una de nosotras (B.M.) y la colaboración del Mg. Daniel Delfino.10 Enrique Cruz, Adelmo Sequeira y Paulo Guanco. Tuvimos la colaboración de la Comuna del Mollar.11 Familia de Don Adán Cruz.

vez más, los intereses del estado provincial e incluso, de instituciones científicas como el INTERDEA (Instituto Interdisciplinario de Estudios Andinos) los colocaron mezclados entre decenas de “menhires”, cuyos contextos se desconocían, en el predio de lo que hoy es un Museo a Cielo Abierto, en el predio adonde funcionaba la antigua Sala de la Estancia El Mollar. Uno de los monolitos, el de esquisto, fue plantado al revés para completar la igno-minia. Siguiendo la línea de trabajo con la Comuni-dad de Casas Viejas venimos realizando un ejercicio de identificación de monolitos junto a la gente de la CIDEM12. Para ello nos basa-mos en un archivo fotográfico inédito de las in-vestigaciones realizadas en la década de 1960 por el equipo de Alberto Rex González en el Valle de Tafí. Estas fotografías son importan-tes, ya que fueron tomadas antes del traslado masivo de los monolitos. Por otro lado utiliza-mos información, cartografías e imágenes de trabajos realizados entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Para ampliar la identifica-ción, trabajamos con el registro que realizó la Dirección de Patrimonio de los monolitos que se encontraban en la Reserva de los Menhires en los años 2008 y 2009.

Historias de las “piedras largas” del territorio indígena de la CIDEM

Los monolitos que tuvieron que ser rescata-dos a orillas del río Mollar estaban articulados por una pared de piedras paradas con otras de mucho menor tamaño insertas en sus intersti-cios. Aunque desconocemos la altura que este muro puedo haber tenido (no registramos de-rrumbe), es interesante poder atender a la al-tura en que se exponían estos monolitos. Sin

12 Trabajamos desde lineamientos que se acercan a la Investigación Participativa –de acuerdo a lo propuesto, entre otros, por Vio Grossi et al. (1981) o el mismo Fals Borda (1978)– y de la Educación Popular, como fuera pensada por Freire (1985).

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duda, mucho mayor a la que vimos nosotros a la hora de realizar el rescate. En uno de los di-bujos que presenta J. B. Ambrosetti podemos ver que ellos se hallaban envueltos en lo que podría ser una especie de espiral. El sector de-lineado en rojo, sería el que encontramos en la excavación (Figura 2).

En esa gráfica podemos observar el “campo de los menhires” con algunas otras piezas más al Este y de fondo, el cerro Ñuñorco. Más lejos del río, el que seguramente fue cambiando el recorrido con los años. Atendiendo al traba-jo publicado por Rodolfo Schreiter, podemos ubicar estos monolitos con los que él identifi-

Figura 2. A la izquierda, muro excavado en el rescate; a la derecha, la imagen del tra-bajo de Ambrosetti en donde remarcamos en rojo el muro registrado en excavación.

có con los números 15 y 16. Cuando este inves-tigador los fotografía se había construido una pirca en piedra entre ambos. La misma seguía en pie cuando el equipo de Rex González los registró, y aún en el año 1999 al momento de hacer el rescate, aunque ya algo derrumbada. Schreiter comenta que estos dos monolitos formaban parte de un conjunto de piezas loca-lizadas en proximidades del puesto de Fran-cisco Bazán. Esta persona era tío político de Adán Cruz, en cuya propiedad realizamos el

rescate y en donde no solo estaban estos mo-nolitos sino varios más. Uno de ellos fue utili-zado para dar terminación a una de las pircas que delimitaban el propio puesto de Bazán (Nº 13 de su plano). Muy cerca de la barranca del río y del puesto de Bazán se hallaban dos piezas. Una, con dos hoyitos marcados en una protuberancia de la roca (Nº 17) que hacia mediados del siglo pasado había sido coloca-do en el jardín de una vivienda de veraneantes en el propio centro del Mollar (Figura 3).

Figura 3. A la izquierda imagen monolito 1928, a la derecha en su loca-lización hacia fines de los ‘50.

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Otra pieza que forma parte de este conjunto es una que presenta grabados (Nº 14; Lámina XII), que apareció tumbada muy cerca de la barranca del río. De esta aún no tenemos refe-rencias. Aparentemente no se encuentra en el Museo a Cielo Abierto actualmente. Finalmente, tanto J. B. Ambrosetti como R. Schreiter ubican al monolito grabado que

fuera identificado con el nombre del primer investigador localizado hacia el sudeste del conjunto descripto. Esta pieza, que sufriera el traslado a comienzos del siglo XX al Parque 9 de julio para el centenario de la independencia de nuestro país se encontrada tirada por acción de extranjeros interesados en ver si había algún tesoro junto a este monolito. De

Figura 4. Localización aproximada del “Menhir Ambrosetti”.

acuerdo a la ubicación que señala Ambrosetti13, comuneres de la CIDEM indican un lugar localizado algo más distante, pero claramente identificado con la descripción que hiciera este investigador: a unos 65° 42´ 56¨ Longitud Oeste y 26° 56´ 50” Latitud Sur en un terreno en donde aún hoy se observan evidencias de arquitectura ancestral. Ver Figura 4.

13 “…más o menos después de haber andado como unas tres cuadras rumbo Sur por una Loma lla-mada del Algarrobo, cubierta de restos de traba-jos prehistóricos de piedra, llegamos al sitio don-de aparecía la pieza en cuestión, acostada en el suelo…” (Ambrosetti 1897:3–4).

Ubicar espacialmente esa pieza tan emblemá-tica del pasado y presente de la CIDEM y de los pueblos originarios del Valle en general, se potencia si lo relacionamos con el hallaz-go del entierro de “El Pantanito”. Se trata de una persona de sexo masculino colocada en posición de cúbito dorsal con piernas flexio-nadas que llevaba puesto un complejo collar de valvas de molusco y presentaba un curioso artefacto elaborado en un cuarzo similar a la calcedonia ubicado sobre su vientre. Aunque hay problemas con su ubicación cronológica, todos los indicadores parecen señalar su con-temporaneidad con la colocación de los pri-

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meros monolitos en esta región (Manasse et al. 2019).Pero, atendiendo al conocimiento de varios miembros de la CIDEM, había otros monoli-tos más. Trabajando sobre el material fotográ-fico y lo que fue recordando la gente podemos hablar de al menos unas cuantas piezas más. Las hemos graficado en la Figura 5.

Hay que destacar que, como parte de la histo-ria de estos paisajes ancestrales, la gente re-fiere a que por ejemplo, miembros de la fami-lia de Adán Cruz enterraron algunos de esos monolitos en tiempos de la dictadura militar para “salvarlos”. Sabemos que no es un caso extraordinario. Tanto gente de Casas Viejas, La Angostura

Figura 5. Localización de los monolitos registrados.

como del propio casco céntrico de la Villa de Tafí declararon haber escondido desde este-las grabadas hasta grandes monolitos. Varios muestran con orgullo hoy que esas piezas no están en el Museo a Cielo Abierto.

REFLEXIONES…

En el transcurso de años de ejercicio profesio-nal en el Valle de Tafí nos hemos visto inter-pelades por coyunturas sumamente diversas, que requirieron repensar nuestras prácticas. Buscando un anclaje cuidadosamente situa-do, fuimos experimentando abordajes menos “epistemocéntricos” (sensu Bourdieu y Wac-quant 1995) y “sociocéntricos” (sensu Guber 2004), que pudieran servir a los fines de la

elaboración de propuestas y el desarrollo de herramientas para construcción de historias “otras”. Historias que no deriven en la aliena-ción de la población nativa para con su pasa-do. Pasado que junto al Presente se conjugan en una sola práctica, quitándole el yugo de su conclusión, de no ser parte del hoy; con-cepción que ya varios años atrás denunciaba Johanes Fabian por su carácter estratégico al conformarse en alocronismo (Fabian 1983).Cada región del Valle ha demandado un análi-sis particular; el área que presentamos en este trabajo nos permitió desarrollar experiencias que superaban las implementadas en otras re-giones, fortaleciendo una comunicación más horizontal, un trabajo de acuerdo a objetivos compartidos.

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No se trata de “transferencia” ni de “exten-sión” desde la arqueología, si no, de una cons-trucción conjunta con les actores involucrados y en particular con los que allí habitan, en éste caso con miembros de la CIDEM14. Se trata de una práctica que se basa en el reconocimiento de los derechos indígenas evaluándolos en te-rritorio. Vemos necesario y urgente pensar el presente de estas regiones tomando en cuenta sus pasados, –pasados como materialidades, pero también como discursos que se preten-den monoglósicos / hegemónicos–. Comprendemos la historia/las historias de este lugar como parte de su presente, se tra-ta de un pasado que está constitutivamente inscripto en el presente de su gente, en nues-tro presente. En ese sentido sus pobladores remarcan la relevancia cultural e histórica de éste territorio que les proveen de aguas, pasturas, hierbas aromáticas y medicinales, maderas y reparos; les brindan la historia y su identidad como pueblo desde los relatos de los ancianos y de los vestigios de tiempos ancestrales. En ese marco, es significativa la relevancia de un pasado que no presenta los cortes propios de la historiografía tradicional; lo prehispánico, lo colonial, los tiempos del estado republicano forman parte de la histo-ria de estas familias, sin interrupciones, de acuerdo a lo que venimos viendo en el mar-co de nuestras investigaciones (Ibañez 2015; Manasse 2012). Como un resultado de estos trabajos estamos (todes juntes) recuperando un paisaje ances-tral que denota un valor cultural, histórico y social de gran relevancia. Espacios como el Barrio Alem (adonde pudimos localizar un grupo importante de monolitos), el Barrio El Porvenir (adonde habría estado emplazado el “menhir Ambrosetti”) y el nexo con el entierro en el Barrio El Pantanito cobran nuevos senti-

14 En términos de lo que Rabey y Kalinsky (1986) proponen como “contrato cognoscitivo”, apun-tando a construir acuerdos en los que confluyan intereses, expectativas, modo de ver y evaluar las situaciones a afrontar.

dos. Ello marca un significativo contraste con un paisaje (de mucha violencia implícita) que reflejó la intención de mayor enajenamien-to territorial, arrancando de sus entrañas las huancas que tutelaban distintas áreas del va-lle de Tafí (Manasse 1988). Primero fueron reunidas en la Loma de La Angostura (a pun-ta de fusil) y, luego, en el casco de la antigua Sala de El Mollar. Las piezas siguen cautivas allí. Pasaron muchos años y todes nos pregun-tamos cuales son los procedimientos a seguir para que su materialidad esté mejor preser-vada. Mientras tanto, ubicarlas espacialmen-te significa dotar de “historia“, a espacios que fueron arrasados, vaciados y alienados.La lucha ha sido y sigue siendo fundamental-mente la del territorio. Mas, el territorio no es solo el suelo que habitan; es la tierra, sus ancestros y los abuelos, es su gente en su rela-ción con el cerro, los animales y el fuego que los anima en las noches de trabajo con el gana-do, en su nexo con las constelaciones, la luna y el sol. Por eso es necesario desalambrar, abrir de vuelta los campos y las quebradas. Por ello es imprescindible no perder las normas que traen de sus viejos. Reunirse, conversar, escu-char, deliberar y evaluar distintas propuestas, tomar decisiones. Creemos que nuestras in-tervenciones profesionales en éste territorio constituyen una manera de abrir el juego a es-cuchar estas voces y cogenerar historias pro-pias, contadas y significadas por los propios protagonistas ya que desde comienzos de si-glo XX los intelectuales y científicos se consti-tuyeron en las (únicas) voces autorizadas para interpretar el pasado local; se erigieron como palabra autorizada, excluyendo otros tipos de discursos. Más allá del cambio paradigmático que ello pudo haber significado en las subjeti-vidades relacionadas a la percepción de estas materialidades, su identificación o, más bien su definición como “restos arqueológicos”, los instituyó como objetos a ser conocidos y con-ceptualizados desde la arqueología, resque-brajando su nexo con el presente y constitu-

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yéndolos, en un pasado sin memoria (Escolar 2007). Tal vez, ahora les toque el turno a los pueblos originarios… Como lo proponen Su-rralles y García Hierro (2004) en esta etapa serán de mucha importancia los aportes de las ciencias sociales, siempre que ellas fueran capaces de sugerir miradas alternativas a la visión predominante. Por último, es interesante comenzar a pensar que en nuestra disciplina científica se fueron instituyendo íconos de lugares, de investiga-ciones, como ser el de los monolitos de Tafí, pero cuando comenzamos a preguntarnos so-bre ellos, vemos que los estudios que se reali-zaron fueron sobre la materia prima, símbolos, características morfológicas, etc., dejando de lado información como ser la contextual, que si bien es poco, creemos que con esta investi-gación co-construida con comuneres vamos tejiendo una historia del paisaje ancestral in-dígena con un sentido local, respondiendo a necesidades propias de comuneres.

AGRADECIMIENTOS

Nuestro más sincero agradecimientos la gente con la que trabajamos codo a codo todos los días en el Valle de Tafí, con los que vivimos este entrañable lugar, más allá de sus cente-narias heridas. Trabajamos desde la Univer-sidad pública (Universidad Nacional de Tucu-mán y Universidad Nacional de Catamarca), lo cual constituye un enorme logro de nues-tros predecesores, que venimos custodiando en cada clase que damos, en cada curso que tomamos. Gracias también a quienes confor-man otra institución del Estado como lo es el Consejo Nacional de Investigación Científicas de nuestro país, y bregan por una ciencia más social e inclusiva. Gracias, finalmente, por supuesto, a nuestros respectivas familias y aquellas personas que sin serlo se nos hicie-ron en el alma.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICArevista de la asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

2 (1): 14-28 (2019) ISSN: 2618-2874

Indagaciones creativas en la historia y el presente de Cachi. Museo, escuela y comunidadSilvina Martínez y Celia Güichal

Recibido 10 de septiembre de 2019, aceptado para su publicación 26 de noviembre de 2019.

Sobre las AutorasSILVINA MARTÍNEZ Mg. en Educación- Museo arqueológico Pío Pablo Díaz.correo electrónico: [email protected]

CELIA GÜICHAL Lic. Cs. de la Comunicación- Facilitadora de procesos creativos. correo elecrónico: [email protected]

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

RESUMENEn 2018 desarrollamos talleres para indagar en la memoria social de la región del Alto Valle Calchaquí en la escuela primaria de Cachi Adentro. El proyecto Arqueologías de la memoria fue premiado por Ibermuseos. Asumiendo que los procesos creativos pueden propiciar procesos de integración y de transformación social, nos propusimos un abordaje creativo y multivocal. Abordamos los talleres desde la escritura narrativa, la expresión corporal, las artes plásticas y el teatro, tomando como ejes organizadores las nociones de memoria, tiempo, territorio, cuerpo y ritual. Trabajamos desde una noción de memoria corporizada, por ese motivo todas las propuestas se enfocaron en la corporización. Pudimos constatar el valor de estos enfoques para acercar el museo a la escuela y abrir posibilidades de escuchar y construir nuevos discursos sobre la historia local.

ABSTRACTIn 2018 we developed workshops to inquire into the social memory of the Cachi region in the primary school of Cachi Adentro. The Memory Archeologies project was awarded by Ibermuseos. Assuming that creative processes can lead to integration and social transformation processes, we set out a creative and multivocal approach. We approach the workshops from narrative writing, body expression, plastic arts and theater, taking the notions of memory, time, territory, body and ritual as organizing axes. We base our work on a notion of embodied memory, for that reason all the proposals are focused on embodyment. We were able to verify the value of these approaches for bringing the museum closer to the school and opening possibilities for building new discourses on local history.

Palabras clave: Educación y museos; creatividad; multivocalidad; memoria; corporeidad.

Keywords: Education and museums; creativity; multivocality; memory; corporeity.

Arqueologías de la memoria es un proyecto ganador del 8vo premio Educación y Museos de Ibermuseos. Durante los meses de abril, junio, agosto y octubre de 2018 desarrollamos talleres creativos y capacitación docente para abordar la historia de los Valles Calchaquíes en la escuela rural Nº 4404, Ejército Liberta-dor, de Cachi Adentro. Este paraje forma par-te del departamento de Cachi, de aproxima-damente 7000 habitantes, ubicado en el norte de los Valles Calchaquíes, provincia de Salta. En cada encuentro participaron 55 alumnos y 5 docentes de la Jornada Extendida de 4to, 5to, 6to y 7mo año. ¿Qué lugar tiene la historia local en las escue-las?¿Qué voces cuentan esa historia y cómo la cuentan?¿Cuál es la mirada de la escuela hacia el museo

y del museo hacia la escuela?¿Cómo vincular arqueología y procesos creativos?Estas fueron las preguntas que nos impulsa-ron a delinear el proyecto, a partir de diver-sos talleres que veníamos realizando con la comunidad. Celia Güichal desde la docencia de nivel superior, la investigación en proce-sos creativos y las narrativas de la memoria; y Silvina Martínez, desde la gestión en el Área Educativa del museo.Desde su creación en el año 1972, el museo Ar-queológico Pío Pablo Díaz fue pensado como un espacio educativo. A lo largo de su historia la noción de educación fue cobrando nuevos sentidos. Hoy el museo busca transformarse en un espacio para indagar y abrirse a otras lecturas de la historia, que se suman a la in-vestigación arqueológica, construyendo sabe-

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res con otros actores de la comunidad. Un ac-tor social en particular con el que el museo fue construyendo un vínculo fue la escuela, en el marco del programa El museo va a la escuela, proyecto iniciado en el año 2010. Este progra-ma se planteó generar “acciones pedagógicas que permitieran aportar una deconstruc-ción de viejos modelos coloniales acerca del pasado prehispánico que se reproducen en el contexto áulico” (Martínez y Montenegro 2016:32). Bartolomé y Pugliese afirman, re-tomando a Silvia Alderoqui, que “la política educativa de un museo tiene que ser parte de un plan estratégico y resultado de un impul-so transformador y colectivo, es una declara-ción de principios para la acción. Se formula en función de los públicos a los que se quiere llegar, con sugerencias para que todas las áreas y equipos del museo contribuyan y de-sarrollen prácticas educativas.” (Bartolomé y Pugliese 2019:5)1. La gestación del proyecto Arqueologías de la memoria comenzó como un diálogo desde la praxis conjunta entre el museo, la escuela y la arqueología, convocadas por el interés en

1 Queremos reconocer y destacar que desde di-versos espacios se están desarrollando prácticas en este sentido. Un ejemplo concreto que puede encontrarse detallado en Fabra y Zabala (2015:53-75) es el Programa de Arqueología Pública, depen-diente del Museo de Antropología y de la Secre-taría de Extensión Universitaria de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacio-nal de Córdoba. A lo largo de los años han imple-mentado numerosas actividades extensionistas, vinculadas principalmente con la realización de trabajos de arqueología de rescate, charlas, talle-res y diseño de un proyecto audiovisual, además de desarrollar una línea editorial destinada a do-centes, guías y animadores culturales de museos. Es un programa muy completo de trabajo entre los espacios académicos y profesionales y la comu-nidad, que contempla la comunicación, la educa-ción, la reflexión en torno a la identidad y la cons-trucción común de conocimientos. Los ejemplos que relatan logran transmitir los desafíos que se le plantean en el trabajo con la comunidad y la em-patía humana y compromiso social que atraviesa cada práctica. En este sentido encontramos una gran afinidad con las búsquedas de Arqueologías de la memoria.

la disciplina como aporte fundamental para pensar la historia regional. En el nombre de nuestro proyecto, la palabra “arqueología” está tomada como disciplina científica —el trabajo se propone desde el Área de Educa-ción del Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz de Cachi—, y también como metáfora sobre un modo de acercarnos al conocimiento y a la historia, a las narraciones, a los espacios de la educación y a nuestra propia memoria a través de las materialidades que nos hablan. En estas narrativas, como escribe Walter Ben-jamin en 1932, es tan importante el hallazgo como las capas que atravesamos para llegar a él (Benjamin 2010:119).En el marco de este espacio común construido pudimos implementar el proyecto en la escue-la de Cachi Adentro, donde nos planteamos como objetivos acercar el museo a la escuela; investigar en la memoria local, escuchando distintas voces a través de procesos creativos; y propiciar la indagación en la propia historia y su relación con el presente.Hubo varios encuentros previos con la es-cuela para lograr articular los talleres con el Proyecto Educativo Institucional (PEI) y con las currículas de cada año. Dado que ambas nos situamos en espacios de cruce de saberes, transitando distintos lenguajes y buscando puentes entre diversos campos (como la ges-tión cultural, la educación, la comunicación y los procesos creativos), desde un principio elegimos trabajar con diversos lenguajes ex-presivos: desde la escritura y la plástica hasta el movimiento, la danza y el teatro. A pedido de los docentes pusimos un especial énfasis en la escritura.Los talleres estuvieron atravesados por cin-co grandes ejes que se articularon entre sí de diversas maneras a los largo del recorrido durante el año: territorio, tiempo, memoria, cuerpo y ritual. En este recorrido escribimos en bitácoras que nos acompañaron durante la experiencia, tomamos fotografías de “nuestro mundo”, pintamos, trabajamos con cerámi-ca, cantamos coplas y rap, hicimos esculturas fluidas, bailamos movimientos cotidianos de

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los períodos señalados en la línea del tiempo, hicimos una sikureada, visitamos a los teje-dores de Seclantás y El Colte, realizamos una búsqueda del tesoro en el museo, probamos alimentos a ojos vendados para reconocer las temporalidades que atraviesa una comida, realizamos entrevistas a familiares, armamos un croquis de nuestro territorio y también in-vestigamos sobre nuestro árbol genealógico. Cada encuentro fue único, vivido con inmensa expectativa por parte de los alumnos y tam-bién de los docentes, quienes mantuvieron su disponibilidad y entrega en cada una de las propuestas a la par de los chicos. “Deseo, alegría, pasión, fluir, son palabras estrecha-mente asociadas con la creatividad, estos, también deberían caracterizar los contextos educativos, los encuentros que allí se produ-cen y los conocimientos que se construyen y reconstruyen” (Elisondo 2015:13). ¿Por qué talleres creativos?, y ¿qué es trabajar desde lo creativo? Consideramos que la creatividad no es privativa de las disciplinas artísticas, sino que es una vía imprescindible para la construcción del conocimiento y posibilita la integración de lenguajes, miradas y distintas modalidades de cognición. Trabajar desde la creatividad genera condiciones de posibilidad para el surgimiento de lo nuevo y para la transformación social; en este sentido, coincidimos con lo que plantea Inés Sanguinetti: “el arte es en primer lugar un vínculo y no un objeto” (Sanguinetti 2013:9). El trabajo creativo implica juego, curiosidad, atención, fluidez, movimiento, novedad, ex-periencia y preguntas antes que respuestas. Elisondo describe la relación entre creativi-dad y escuela de esta manera:

“Es importante una mirada creativa de la educación, al menos, por tres moti-vos, por el impacto positivo que la crea-tividad tiene en la vida de las personas, por las posibilidades que generan de innovaciones educativas y, fundamen-talmente, por la significatividad social de promover la creatividad en dife-

rentes contextos, niveles y situaciones. Originar contextos creativos no sólo es relevante para los sujetos y sus vidas particulares, sino que es determinan-te para las sociedades y los problemas que estas atraviesan. Los problemas complejos sólo pueden resolverse mi-rándolos desde diferentes puntos de vista y desde marcos analíticos hetero-géneos. Estimular formas divergentes de pensamiento, de resolución de pro-blemas y de toma de decisiones es una acción educativa socialmente significa-tiva” (Elisondo 2015:2).

En el mismo sentido, y desde otro campo, Joseph Zinker sostiene que “cada encuentro creativo es una búsqueda y una resolución parcial de un ´problema´ en el más amplio sentido estético del término” (Zinker 1979:15). Un aspecto de la propuesta que estuvo estre-chamente ligada a la creatividad es la corpo-reidad. En los talleres realizamos un cons-tante trabajo de corporización. Es a través del cuerpo y de las experiencias corporales que el mundo que nos rodea adquiere sentido para nosotros (Hughes-Decatur 2011:73). Gallo y Martínez, retomando a Deleuze, consideran al cuerpo como “campo con poder de afectar y de ser afectado”: “Desde los años 90 empe-zó a incorporarse el cuerpo a los discursos pedagógicos en su dimensión simbólica, so-cial y cultural y se ha abierto una nueva re-flexión educativa sobre la educación ´corpo-ral´; estamos ante una idea de cuerpo como potencia, intensidad, afecto, deseo, fuerzas, flujos, movimientos, lugar de la experiencia” (Gallo y Martínez 2015:616). Para los autores, el cuerpo como potencia se vuelve significati-vo para la educación. Se preguntan entonces “¿Cómo generar una educación que produzca intensidades y aumente la potencia de obrar del cuerpo?” (Gallo y Martínez 2015:619).La relación entre cuerpo y creatividad es ín-tima. La creatividad implica salir de lo ya co-nocido para adentrarnos en el terreno de lo desconocido, y se asienta en la experiencia;

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la corporeidad, tal como aquí la entendemos, requiere el mismo camino. Construir cono-cimiento es un proceso creativo, opuesto a la práctica de reproducción. Desde el cuerpo también encontramos esa antítesis entre re-producir automatismos desde “disposiciones previamente constituidas” que se gatillan au-tomáticamente (lo que Jones llama alfabeti-zaciones corporales latentes), o buscar lo que podríamos llamar “cuerpos creativos” (Jones 2013:528). Las prácticas discursivas nos atra-viesan hasta los huesos. Hughes sostiene que “Primero debemos reconocer los cuerpos en la educación y en la enseñanza para luego poder tener aquellas conversaciones que nos ayuden a leer nuestros cuerpos de manera diferente” (Hughes-Decatur 2011:72).En esta propuesta sostenemos que movemos el cuerpo para mover las ideas. “la gestión de la escuela ha estado desde sus inicios volcada a la producción de ´cuerpos dóciles´: desde la educación propiamente física hasta los pu-pitres, la limpieza, la compostura, el habla y el silencio, el orden, la distribución de los alumnos en el tiempo y el espacio, etc.”, dice Facundo Ferreirós, y proclama la necesidad de “desempupitrar” los cuerpos (Ferreirós 2017:2).Lo que hasta aquí es un binomio —creatividad y corporeidad—, se completa con el tercer pi-lar de la propuesta: la multivocalidad. Desde el museo tratamos de incluir otras voces, mi-radas y relatos en la historia para construir un conocimiento más democrático e inclusivo. Intentamos, desde el Àrea Educativa, propi-ciar otras miradas sobre la historia además de la información obtenida en las investigacio-nes arqueológicas y así construir conocimien-to social y colectivo. Como institución educa-tiva legitimada, encargada de impartir cono-cimientos nos preguntamos “¿cómo acortar la distancia entre los principios a los cuales adherimos y las prácticas que llevamos adelante?” (Bartolomé y Pugliese 2019:11). Leemos a Montenegro: “En un contexto más local, algunos arqueólogos hemos asumido el desafío de generar espacios multivocales

de construcción de conocimientos, compren-diendo que el presente reclama nuevas mira-das sobre el pasado, y, en esa dinámica, la arqueología pública deviene una vía posible para recrear vínculos con las comunidades locales” (Montenegro 2012:488).Intentando responder a esta pregunta nos planteamos desde el comienzo talleres polifó-nicos. Así es como en esta indagación creativa nos acercamos a la historia de la región a tra-vés de distintas voces y miradas de personas que desde sus oficios, artes y profesiones, es-tán pensando su lugar, su historia y su presen-te en los Valles Calchaquíes. Desde los talleres buscamos construir puentes entre la escuela y esas voces: la voz de la arqueología a través del guión del museo, sus profesionales y ar-queólogos de otras instituciones; la voz de los copleros que con sus tonadas y letras transmi-ten saberes; la voz de los músicos locales que recuperan ritmos, melodías e instrumentos ancestrales; la voz del ceramista que utiliza al-gunas pautas alfareras heredadas desde hace 2000 años; la mirada de los bailarines, la de los artesanos, de los tejedores, de los poetas, de los propios docentes, de las familias de los alumnos y de la comunidad local.Hemos ido tejiendo entre todos una trama de voces y de miradas que dialogan desde sus prácticas creativas sobre el mundo habitado, pensando la historia desde sus continuidades y sus rupturas.

ALGUNAS ESCENAS DE LA EXPE-RIENCIA REALIZADA

La línea de tiempo

La línea del tiempo fue un elemento organi-zador del trabajo. Aunque es un dispositivo cuestionado desde diversos campos, resultó una herramienta útil para estructurar el tra-bajo con los alumnos. Durante la visita al museo desplegamos una línea de tiempo de aproximadamente 4 me-tros por 1.5, con distintos colores que deli-mitaban tres períodos de tiempo: hace 9000

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años, hace 2000 años, y hace 1000 años. Ésta fue literalmente caminada en muchas ocasio-nes.Aquella visita fue un desafío para el museo dada la capacidad de las salas y la cantidad de personas disponibles para realizar la visita de forma tradicional. ¿Cómo trabajar con los 4 cursos que formaban parte de los talleres? Decidimos separarlos en dos encuentros (dos cursos cada día) y en cada uno trabajamos con dos espacios: el segundo patio del museo y las salas. En lugar de un guiado, propusimos una búsqueda del tesoro. A cada chico se le dio un papelito que nombraba algún tipo de material: hueso, piedra, vegetal, metal, cerámica, made-

ra y vidrio. En grupos entraban a la sala a buscar un objeto hecho de ese material. Esta forma condujo a otro tipo de acercamiento a las exhibiciones del museo, ya no era un recorrido lineal, siguiendo la secuencia pro-puesta, sino una búsqueda activa donde los chicos se guiaban haciendo preguntas al ar-queólogo, Jorge Cabral, y a Silvina Martínez quienes los acompañaban.Al salir con una imagen del objeto, dibujada en su bitácora o una foto del mismo, con ayu-da de Jorge, los ubicaron en la línea de tiem-po, señalando también algunos hitos signifi-cativos de cada momento histórico (Figura 1).Hacia el final de año, esa línea se fue poblan-

Figura 1. La línea del tiempo al iniciar (izquierda) y al terminar el año (derecha).

do de información, originada en las diversas actividades propuestas. Se fue transformando en una línea del tiempo habitada.

Bitácoras de viaje

Comenzamos nuestro viaje de conocimiento armando una bitácora. Sería el territorio de la escritura, un espacio para explorar desde la palabra, recordar, hacerse preguntas, y lenta-mente ir construyendo la mirada de escritor. A través de los encuentros y diversas experien-cias compartidas, esas bitácoras se fueron po-blando con textos.

Entre las consignas, les propusimos escribir acerca de “lo que me da miedo, lo que me en-canta, lo que me preocupa, lo que veo todos los días, lo que me enoja, lo que hago todos los días, y algo que descubrí”. Estos son algu-nos de sus textos, breves destellos del mun-do que ellos habitan:

"Fui al museo y vi un hueso que usa-ban para arar. Estaba hecho con caña. Yo también sé enlazar burros, guanacos, llamas y tochis." (Federico)

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"Una mañana muy tempranito con el canto del gallo me desperté, me levanté y me cambié. Puse la pava para tomar mate, le eché un yuyo que se llama “sui-co y vaca”, que es muy oloroso y de rico sabor. Lo tomé y empecé a preparar las cosas para salir con mis burritos al cerro. Salí a las siete. Cuando eran las tres ya iba en la covachita. A las cinco llegué por fin a mi destino. Los descar-gué a mis burros, tomé un poco de agua y empecé a guardar las cosas dentro en la despensa. Al rato después de guar-dar hice fuego hasta que hirvió la pava. Llegaron mis abuelos que se llaman Mercedes y Justo. Tomamos mate, ellos me preguntaron cómo me fue en el via-je. Así estábamos, conversando de todo un poco. Finalmente se hizo de noche. Mi abuela se fue a calentar la comida, cenamos. Después nos fuimos a dor-mir." (Victoria)

"El año pasado descubrí un cardón que si lo mirabas de un lado parecía un hombre cazando." (Maimara)

"Una vez me quedé a dormir a la casa de Mai y me desperté a la noche, me hizo mucho frío y me volví a la cama. A la mañana vi que se había volado el techo." (Clara)

Territorio

Junto con el arqueólogo del museo, Jorge Cabral, los chicos abrieron el significado de “territorio”. Estas fueron algunas ideas que salieron en esa primera lluvia de ideas: “es el barrio donde puedo plantar plantas” / “lu-gar privado, espacio comprado” / “terreno” / “un lugar que te gusta” / “mi casa” / “el lugar donde me siento bien” / “los sueños” / “mis lugares favoritos” / “Cachi” / “cerro” / “un lugar habitado”. A partir de la proyección de imágenes sateli-tales del territorio, se llegó a la construcción

de un croquis donde alumnos y maestros nombraron los cerros, ríos y lugares que con-forman su territorio, para luego dibujar un croquis de su barrio.“¿No todo lugar es un lugar?”, observa un alumno de 6º grado. “Para qué queremos un mapa si ya conoce-mos todo de Cachi?”, dice otro alumno de 6º grado.“¿Y si me equivoco?”, pregunta una maestra. (Podríamos pensar que el temor a la equivo-cación es el gran obstaculizador de la creati-vidad).

La “ollita”

“Profundizar el diálogo con comunidades, recuperar visiones en torno a lo que conside-ran de valor patrimonial o ancestral, y cómo esas visiones pueden enriquecerse con otros saberes. Relatos del pasado construidos de manera conjunta, ese es el mayor desafío que entendemos enfrentamos a futuro, desde una perspectiva pública de la práctica arqueo-lógica”, sostienen Fabra y Zabala (2015:70). Una tarde, una de las ordenanzas de la escuela, que siempre colaboraba en la preparación del salón y del espacio para el encuentro posterior con los docentes, se acercó para contarnos acerca de una “olla” hallada en su rastrojo2. Al siguiente encuentro la invitamos a compartir con la comunidad escolar, en el marco de los talleres, el hallazgo y sus hipótesis acerca del uso que se le había dado. Se estableció un diá-logo entre el arqueólogo y ella acerca de los orígenes de esa “olla”. Los alumnos ya habían tenido la experiencia de trabajar con cerámica en uno de los talleres, donde un ceramista les contó acerca de este saber ancestral artesanal, habían visitado el museo y visto los objetos que allí se exhiben, y habían ubicado en la lí-nea de tiempo el momento del surgimiento de la cerámica en la zona. A partir del relato de doña Agustina, les propusimos escribir una historia basada en esa “olla”.

2 Terreno donde se siembra.

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Un camino de indagación que va tejiendo la-zos y conexiones entre los relatos orales, las materialidades, el saber científico, la expe-riencia del trabajo artesanal y la escritura. La historia de esta pequeña “olla” ilustra la forma viva y muchas veces impredecible que tuvo el recorrido de estos talleres y el modo en que concebimos la trama del saber que fuimos construyendo. Crear, desde la perspectiva de la educación, es también reconocer cuándo es un momento oportuno para salir de lo progra-mado.

Mapas familiares

Un árbol genealógico es una forma de mapa, un mapa familiar. Representar a la familia en un plano nos ayuda a ver la dimensión históri-ca de nuestra vida, más allá incluso de nuestra biografía personal3.Antes de ubicar la información en un papel, dispusimos en el espacio a todos los que vie-nen detrás nuestro. Los compañeros repre-sentaron a los antepasados de uno de los chi-cos. Él se colocó mirando hacia adelante, de-trás pusimos a sus antepasados, sin nombres, y sin importar si el niño los conocía o si tenía información sobre ellos. Cada generación se colocaba detrás, abriéndose en un triángulo que, a medida que retrocedíamos en las gene-raciones, se hacía mayor. Todos miraban ha-cia el chico, hacia el presente. Luego de esta escena en la cual vemos pobla-do nuestro pasado, armamos el árbol familiar. Les damos hojas grandes, espaciosas, donde pueden llegar hasta la generación de los ta-tarabuelos. Los invitamos a dejar blancos en aquellos lugares donde no tienen informa-ción, simplemente dejando un lugar para esa parte de su historia, como un interrogante, quizás para llevar a la casa y encontrar res-puestas. También los invitamos a intervenir plásticamente ese árbol con trazos persona-

3 Sobre el trabajo con el árbol familiar, ver Eres uno de nosotros, de Marianne Franke-Gricksch (2006).

les, dibujos, agregando la información que deseen sobre sus antepasados y a colorearlo de acuerdo a lo que sientan. Nombres, roles, historias, personajes olvida-dos o silenciados, personas que cumplieron roles familiares, todos son bienvenidos en ese mapa. Incluso los silencios, los vacíos. Lo so-cial y personal no son tan fáciles de separar. “Para arriba del árbol no sé nada, eran todos indígenas. Y de eso mi abuela no habla”, dice una alumna de 4º grado. Mucho más adelante en los talleres se acerca con una sonrisa y nos cuenta que pudo averiguar los nombres de esos integrantes de su familia4.Mirando la representación de su árbol fami-liar, les pedimos que se hagan una pregunta, y a partir de ese interrogante escriben un pe-queño texto poético. Quiero conocerlos abuelos de mi vida,cantar con la cajaal son de la música y sus voces.

(Miguelina)

Arte del viento, arte de la tierra

Javier Gutiérrez (Quitu), músico local, lle-ga con regalos: 60 sikus para que cada chico y cada docente pueda experimentar lo que él llama “la voz del huayra en el cuerpo”. “Huayra, el viento, —dice—, es el gran siku-rista” (Figura 2).Recuperar el contacto con ese instrumento ancestral es vital para este profesor y músi-co. Sabe que circula la idea de que el sikus “es extranjero”, ajeno a la cultura criolla. Aunque tiene mucha reflexión desarrollada sobre el tema, decide entrar por la música, por el so-

4 Remitimos aquí a la presentación de Montenegro (2012:487—498) de la experiencia de arqueología pública desarrollada en Jujuy, donde comparte re-presentaciones de la comunidad educativa acerca del patrimonio arqueológico local, en un contexto globalizado, analiza las configuraciones del pasado y del patrimonio local que se producen en el ámbi-to escolar, en un marco de emergencia de identida-des étnicas y estudia cómo los actores educativos van dando sentido a sus prácticas discursivas.

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plido, por el contacto con el instrumento, por la comunidad inmediata que genera esa ronda de la sikureada.Hacia el final del encuentro, todos están can-tando y tocando “La vicuñita”, con el antiguo sistema de preguntas y respuestas desde la música, la forma complementaria “arca - ira”,

que distingue el diálogo sonoro de la sikurea-da. Cada chico se va esa tarde, atesorando su nuevo instrumento, probando sonidos, inten-tando ´sacar´ nuevas melodías. Algunas semanas previas, habían experimen-tado otro encuentro, o quizás un reencuentro: el contacto con la cerámica. Rolando Veláz-

Figura 2. Taller de sikus con Javier Gutiérrez.

quez (creador de los talleres municipales de cerámica en Cachi) y Pilar Mari, ambos arte-sanos ceramistas y docentes, invitaron a chi-cos y grandes a crear sus propias figuras de animales.Mientras todos se sumergían en ese diálogo de las manos con la tierra, nos envolvían re-latos acerca de los lugares de donde Rolando

extraía la arcilla, o de cómo su padre le había transmitido el oficio.La simbolización surgió de manera natural en este trabajo con la arcilla. Los chicos en-seguida sintonizaron con el material y con la propuesta. Hubo en este encuentro una con-centración particular, la propia materia invi-taba a los chicos a investigar en el acto de dar

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forma.Las manos hablan con la arcilla,buscan,¿Qué forma me vas a mostrar?, dicen.Hay tantas maneras de hacerse preguntas.

La mesa del tiempo

María Fernanda Zigarán, personal técnico del Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta (MAAM), participó de este encuen-tro, en el que realizamos una degustación de alimentos locales. Con los ojos vendados los alumnos y docentes probaron alimentos y,

junto con la arqueóloga, los ubicaron según su origen en la línea de tiempo (chañar, miel, quinoa, algarroba, papa, maíz, queso de ca-bra, uvas, nueces, carne).Además de ubicarlos en el tiempo, María Fer-nanda les dio información sobre su origen y sus usos. También los alumnos y docen-tes aportaron información sobre el modo de nombrarlos y sobre los platos que se preparan hoy con esos alimentos (Figura 3). Fue un encuentro vivido como una aventura. Comer a ojos cerrados y adivinar a qué ali-mentos pertenecen esos sabores. Tomar con-ciencia de que una mesa servida puede estar

Figura 3. “La mesa del tiempo”, taller con María Fernanda Zigarán, personal técnico del MAAM.

atravesada por distintas temporalidades.Durante el encuentro con los docentes la ar-queóloga les habló sobre Bioarqueología, y so-bre el trabajo que ella realiza con las “marcas” que la alimentación deja en el cuerpo, y cómo se interpretan desde la arqueología.

Copla, música y rap

Hilda Corimayo, Javier Gutiérrez (Quitu) y Leonardo Giménez (LB16) son labradores de la palabra, traen poesía en forma de coplas,

canciones y rap. Todos, desde su oficio, están indagando en la historia. Algunos desde for-mas ancestrales, como la copla, y otros desde nuevos estilos como el rap. Atravesamos un umbral de palabras5 en forma de tendal don-de cada uno deja palabras de su mundo. Son palabras salidas de su lugar habitual, ahora cuelgan de los frutales del patio de la escuela.Ya en el salón, cada invitado nos cuenta cómo es su oficio y por qué es importante para ellos

5 Consigna inspirada en propuesta de Entornos Creativos.

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indagar en la historia, y luego escuchamos sus coplas, raps y huaynos. Para terminar, forma-mos grupos para armar coplas con las pala-bras salidas del umbral del inicio. Todos las conocen las coplas, las han escuchado de sus abuelos en rondas de carnaval, reuniones fa-miliares y encuentros de copleros. El viento sopla en los andes,cambio de clima es señal,voy a abrigarme un poquito,para salir a jugar.

Rituales

Les proponemos retomar cuatro rituales que forman parte de su vida: la Pachamama, el día de los muertos, la adoración a la virgen Reina de los cielos y el carnaval. En grupos hablan acerca de cómo cada uno de ellos y sus fami-lias realizan el ritual y toman notas de los as-pectos comunes y las diferencias. Luego pre-paran una escultura fluida que lo represente. Esta propuesta es la de armar una imagen con el cuerpo en movimiento. De a uno los inte-grantes del grupo se acercan a un espacio visi-ble en el salón y proponen un movimiento que se repite. Le buscan un ritmo, una velocidad y le imprimen una gestualidad. El siguiente

se va sumando, invitado por ese movimiento inicial, hasta que se han incorporado todos, armando una escena en movimiento. Como en este caso los otros grupos desconocían cuál era el ritual que trabajaban los otros, la expe-riencia espontáneamente se convirtió en un acertijo acerca de cuál era el ritual que esta-ban representando.Desde la palabra organizan la experiencia. Con el cuerpo, cuentan aquello que queda fue-ra del umbral del lenguaje.

Danzamos la línea del tiempo

Danzamos los movimientos cotidianos de distintos periodos del tiempo. Nos reconoce-mos en una humanidad común. Son hipótesis desde el movimiento. ¿Cómo habrán sido los movimientos cotidianos de aquellos hombres y mujeres que habitaron estas tierras hace 9000 años? Eso que, de tanto repetirlo, de-viene en etiqueta o categoría abstracta: “los cazadores recolectores”, ahora comienza a re-cuperar sentido. Apelamos a nuestros actua-les movimientos de recolección de algarroba, de chañar, de plantas medicinales, para ac-tualizar un sentido y acercar una experiencia remota (Figura 4).

Figura 4. Taller “La danza del tiempo”.

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Los chicos realizan los movimientos de siem-bra y cosecha, realizados anteriormente por sus ancestros desde hace más de 2000 años, imaginando los movimientos con la tecnolo-gía vista en el museo y recuperando su pro-pia experiencia en el rastrojo. Las manos de los chicos conocen el gesto del hilado, al igual que el de moldear cerámica con la técnica del “chorizo”. Desde el movimiento hay un cono-cimiento de una continuidad cultural que qui-zás la palabra aún no puede nombrar.

Imágenes de mi mundo

Luego de un taller introductorio a la fotografía brindado por el fotógrafo Nicolás Preci (que acompañó todo el desarrollo de Arqueologías de la memoria, registrando las actividades con su arte y así incorporando otra mirada a los encuentros), los alumnos fotografiaron “su mundo”. De alguna manera, todo el proyec-to apunta a esa búsqueda, a preguntarse por el propio mundo, ese entramado territorial, afectivo, cotidiano, con historia, poblado de vínculos y de sentidos.

Un museo vivo en la escuela

En el cierre de las jornadas extendidas pu-dimos vislumbrar el impacto de la propues-ta que habíamos desarrollado. Este cierre ya no formaba parte de los talleres, sino que se trataba de la actividad que las docentes de las jornadas organizan cada año. En este caso, decidieron realizar un “museo viviente”.Nuestro lugar desde Arqueologías de la me-moria fue el de acompañar su proceso de crea-ción, haciendo devoluciones sobre el proyecto y acercando algunas conceptualizaciones so-bre últimas tendencias en museos (paradig-ma emergente6) para ayudarlas a explorar

6 “El paradigma emergente (...) sostiene que (1) el museo ofrece una experiencia educativa indepen-diente de la educación formal; (2) el objetivo de la visita es múltiple y distinto en cada experiencia concreta; (3) lo esencial de una exposición es el diálogo que se produce entre el contexto del visi-

más allá del lugar tradicional de la vitrina y el catálogo. Con los ejes de “museo vivo”, “par-ticipación activa de los invitados en lugar de recepción pasiva” y la noción de integración (integrar saberes, prácticas realizadas, tra-bajo en clase y en el taller arqueologías de la memoria), las docentes armaron su proyecto. Tomaron la línea de tiempo como eje verte-brador de todo el encuentro. En lugar del salón de actos, tradicionalmente usado para estos casos, utilizaron la escuela entera: transformaron las aulas en espacios de ese museo viviente, cuyo recorrido se indicaba con un largo rollo de papel pintado en colores con huellas de los alumnos. Cada aula estaba ambientada como un momento de la línea del tiempo trabajada durante el taller: Hace 9000 años, hace 2000 años, hace 1000 años y el tiempo presente. En otra aula se proyec-taba un video sobre toda la experiencia de los talleres de Arqueologías de la memoria. En el patio central, hacia el final del encuentro, se desplegó una escena de señalada y carnaval, con danzas tradicionales. Este último era el espacio del no-tiempo de la fiesta que dialo-gaba con la temporalidad representada en las aulas.En cada espacio, además de haber una am-bientación acorde a la época representada, también se desarrollaba alguna propuesta vivencial (expresión corporal, trabajo con arcilla guiado por el maestro ceramista que participó de los talleres, pizarrón para dejar impresiones, etc.).

tante y la experiencia de visita; (4) el museo debe mostrar el contexto social que produce el signi-ficado; (5) el museo debe dar cabida a la subje-tividad y la intersubjetividad; (6) la experiencia educativa se produce cuando el visitante satis-face sus expectativas rituales y lúdicas durante la visita; (7) la experiencia educativa durante la visita involucra las emociones y las sensaciones corporales; (8) la experiencia educativa se apo-ya en la participación activa del visitante; (9) el museo ofrece al visitante la construcción particu-lar de una realidad simbólica autónoma, y (10) la experiencia museográfica consiste en dirigir una mirada museográfica a cualquier espacio natural o social” (Zavala y Lauro 2006:130).

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Todas las reflexiones sobre el sentido de la investigación creativa realizada en el año se condensaba en el último espacio, dedicado al presente. Eligieron el ritual como eje verte-brador de su presente. Se prepararon mesas con distintos tipos de alimentos y platos de la zona, recetas y nombres. En el centro, un espacio dedicado a la Pachamama, ritual vivo donde cada uno podía ofrendar. El sahumerio con hierbas locales daba un aroma y un clima ritual que conmovía a quienes se acercaban. Había una pared reservada para dejar mensa-jes. Allí muchos integrantes de la comunidad felicitaban a la escuela por la iniciativa y valo-raban especialmente el lugar que se le daba a la cultura local, vivido como una autoafirma-ción de la identidad.Para nosotras esta fue la instancia de evalua-ción más significativa de nuestra tarea, don-de pudimos observar cómo se apropiaron de toda la propuesta del año. Nuestros objetivos se vieron superados en este gran despliegue de creatividad. Desde el hacer creativo, la co-munidad escolar logró producir un nuevo dis-curso con relación a su presente, su identidad y la relación con su historia. Confirmamos una noción que atravesó toda la experiencia: Contar nuestra historia como comunidad es darle sentido a la experiencia presente.

REFLEXIONES PARA CONTI-NUAR EL VIAJE

Los ejes sobre los que nos centramos para re-flexionar en este tramo del viaje son: la mul-tivocalidad, lo creativo, la transformación de los espacios institucionales y el lugar del cuer-po en la escuela.Durante este proyecto multivocal surgieron desafíos para los profesionales de la arqueo-logía, para la escuela y para nosotras como talleristas: acostumbrados en la escuela a tra-bajar desde la historiografía, aquí la mirada arqueológica le planteaba una novedad a la institución y sus formas habituales de encarar la historia. Por otra parte, a los arqueólogos les pedíamos narraciones históricas a partir

de sus investigaciones, lo cual en general no es lo que caracteriza a sus prácticas discur-sivas. Esta cuestión de alguna manera es ob-servada por Tarragó en el prólogo de Nueva historia Argentina: “la forma de trabajo y el tipo de evidencia que utilizan los arqueólogos para reconstruir la vida de las sociedades antiguas es de naturaleza muy diferente a la modalidad de trabajo y el discurso de los his-toriadores. Compatibilizar estas dos vertien-tes implicó guiar a los autores en el empleo de un lenguaje comprensible para el público en general” (Tarragó 2000:12).Con respecto a la multivocalidad, partimos desde la necesidad de realizar una propuesta donde se hicieran visibles múltiples miradas y voces sobre la historia. Luego del desarrollo de los talleres durante 2018, constatamos lo imprescindible de este enfoque para el ámbito de la educación. Ayudó a crear un puente en-tre la historia local y la experiencia presente, permitiendo abrir preguntas y reflexiones so-bre las tramas que los conectan. Incorporar múltiples voces es poner luz sobre las tensiones existentes entre los diversos dis-cursos del saber (y en el interior de los mis-mos): el discurso escolar, el del saber acadé-mico, el discurso del museo, las voces de la comunidad. Se hacen visibles tensiones entre los saberes de los individuos y los de las insti-tuciones de las que forman parte. El aborda-je a través de los procesos creativos habilita nuevas posibilidades de integración y de co-municación. Esto fue especialmente observa-ble en el cierre de la jornada extendida, donde se dio espacio al juego, a la libre creatividad, a la indagación personal y comunitaria, a la creación que integra, da lugar a la propia voz y establece puentes.Resultó especialmente valioso trabajar este enfoque desde la expresión corporal, las ar-tes plásticas, la cerámica, la música, el teatro. Desde el hacer creativo la comunidad educa-tiva se involucró formando parte de ese diálo-go. Permitió también que esa voz introyectada que desvaloriza o estigmatiza la propia histo-ria se haga presente y que, por lo tanto, haya

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posibilidades de repensar la historia o ponerla en cuestión. Zinker dice que “La creatividad no tolera la interrupción de la experiencia” (Zinker 2000:15); esta afirmación no ayuda a pensar en las dificultades que se presentan (y de he-cho se presentaron) al confrontarse dos lógi-cas presentes en la escuela: la necesidad de acompañar procesos creativos de aprendizaje y la evaluación en términos de correcto/inco-rrecto. En la propuesta de la bitácora como herramienta de escritura y de construcción de la mirada de escritor se nos planteó esta difi-cultad. Allí se presentaba una tensión entre el permitir un espacio de exploración, búsque-da y generación de preguntas y la necesidad desde la institución de corregir la redacción durante el proceso. Tomamos este escenario para continuar pensando en los modos de promover las lógicas procesuales de la crea-tividad en el ámbito escolar y también como un campo en donde estas tensiones se mani-fiestan.En general los ensayos e investigaciones so-bre creatividad destacan la importancia de la apertura a la experiencia, haciendo referencia a los entornos abiertos, por fuera de los muros de la escuela, como estimuladores de los pro-cesos creativos (Elisondo 2015:13). El museo, como institución educativa también tiene mu-ros para atravesar, muros concretos (de ado-be) y muros simbólicos (de representaciones). Reconocemos ese valor y de hecho, muchas de las experiencias propuestas en estos talleres dan cuenta de ello. Sin embargo, nos atreve-mos a señalar que es aún más importante otra dimensión de la experiencia, tan necesaria como salir de la escuela es “hacer entrar” la experiencia de vida cotidiana de los alumnos y docentes, que suele quedar fuera de los mu-ros de la escuela y del museo. Darle valor a las historias familiares y a las prácticas rurales de los alumnos, en los trabajos realizados, es altamente significativo para todos (por ejem-plo, desde un hecho tan simple como recu-perar su conocimiento sobre los nombres de los cerros). Esta revalorización desde el lugar

creativo (diseñar croquis personales, narrar historias, realizar entrevistas, fotografiar su mundo, etc.) permitió construir la confianza imprescindible para la creatividad, y también para salir de ese discurso que atraviesa los cuerpos actuales de “no ser suficiente” (Hu-ghes-Decatur 2011:73). Nuestra creatividad y nuestra mirada sobre el mundo pueden desa-rrollarse si nos sustenta una “voz” previa que afirma: “mi experiencia es importante”.El “caos” es una parte intrínseca de los pro-cesos creativos. En este sentido, la línea de tiempo nos permitió crear una estructura que soporte ese movimiento. Nos acompañó du-rante todo el trabajo, se pobló de información surgida en los encuentros y se nutrió de cada experiencia; funcionó como dispositivo orga-nizador y también como punto de partida para trabajar con la metáfora. Los últimos trabajos performáticos y plásticos de “caminar el tiem-po” y realizar la máscara de la historia tras-cendieron la línea como herramienta que per-mite organizar los acontecimientos en el tiem-po, para devenir en metáfora: la historia que nos mira, y nosotros que, al transitar la vida, dejamos nuestra huella en la historia. ¿Cómo nos mira la historia? ¿Qué huellas dejamos y qué huellas deja en nosotros la historia?En estos talleres trabajamos desde una memo-ria corporeizada. El cuerpo, para nosotras, es la materialidad de la que parte esta “arqueo-logía de la memoria”, por eso le dimos un lu-gar primordial a su discurso. Esta concepción estuvo presente en cada instancia del proyec-to; pensamos concienzudamente la circula-ción en el espacio para cada propuesta. Así, recuperamos las múltiples posibilidades de habitarlo: sentarnos en el suelo, exponer las producciones en cada encuentro, trabajar en círculos con sub-grupos, abrir con una ronda entre todos, buscar la manera de que el espa-cio nos contenga dividiendo el salón con telas, extender el trabajo por fuera de los muros de la escuela y del museo, y construir un espa-cio cómodo y amigable para la instancia de la capacitación docente. Es decir, con las posi-bilidades que nos brindaba la infraestructura

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existente, buscamos el modo de considerar y cuidar a todos desde los cuerpos que somos.Queremos detenernos especialmente en lo que sucedió con los espacios institucionales. Durante ciertos lapsos, los espacios del museo y de la escuela se transformaron, se habitaron desde un hacer diferente. Durante la visita de los alumnos y docentes al museo, se rompió con el recorrido propuesto por el guión museográfico. No realizaron una visita guiada, entraron a las salas con una bús-queda, con preguntas. El impulso provenía de la consigna dada (buscar un objeto de deter-minada materialidad, óseo, madera, lítico, vi-drio, metal, vegetal, cerámica. Esa búsqueda llevó a otras preguntas, a querer saber qué era ese objeto, para qué se usaba, cómo y quiénes lo usaban, y si lo seguimos utilizando. Otro espacio que se transformó completa-mente durante un día fue la escuela. Para la muestra de fin de año de la jornada extendida, el tradicional salón de actos fue reemplazado por la escuela entera transformada en un mu-seo vivo. Cada aula representaba un período de tiempo y los visitantes hacían el recorrido en el orden que deseaban. El aula dedicada al presente se había conver-tido en un espacio ritual, el patio central fue escenario para la representación de una seña-lada, seguida de un carnaval, al que espontá-neamente se sumó todo el público. Tanto en el Museo como en la escuela, los espectadores o visitantes no eran receptores pasivos, sino participantes activos. A partir de la experiencia Arqueologías de la memoria, constatamos la importancia funda-mental de la multivocalidad para el trabajo en la escuela, y el valor del abordaje creativo ba-sado en una concepción de memoria corporei-zada. Podemos ver con mucha claridad cómo ha sido enriquecedor para el museo encontrar una forma muy concreta de articulación en-tre arqueología y escuela a través del trabajo creativo. María Acaso, autora de Art thinking, cómo el arte puede transformar la educación (2017), sostiene que es urgente recuperar la

conexión de lo educativo con la realidad so-cial, vincular la escuela, la universidad y el museo con los problemas que atraviesan las sociedades en las que se inscriben.Desde el hacer creativo, la comunidad escolar logró producir un nuevo discurso con relación a su presente, su identidad y su relación con la historia. “En los procesos creadores una for-ma encuentra su movimiento. Y a la inversa, un movimiento encuentra su forma”, sostie-ne Fiorini (2006:3). Queda como desafío para cada una de las instituciones decidir acerca de las maneras y las continuidades en la apro-piación de esas discursividades nuevas que emergieron. Particularmente en el caso del museo, se plantea el desafío de decidir acerca del lugar que ocuparán estas narrativas socia-les al interior de sus muros.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICArevista de la asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

2 (1): 29-41 (2019) ISSN: 2618-2874

Tender la conversación: prácticas alfareras en co-investigaciónLaura Roda y Marcia Vergara

Recibido 18 de septiembre de 2019, aceptado para su publicación 06 de diciembre de 2019.

Sobre las AutorasLAURA RODA Escuela de Arqueología y Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca.correo electrónico: [email protected]

MARCIA VERGARA Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca; Museo Arqueológico Adán Quirogacorreo elecrónico: [email protected]

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

RESUMENLa cerámica ha ocupado un lugar privilegiado en el conocimiento arqueológico de las sociedades prehispánicas del noroeste argentino, siendo las prácticas alfareras ancestrales profusamente investigadas y “rescatadas” desde el conocimiento académico. Sin embargo, en esta operación han quedado cristalizadas por una mirada externa y externalizadora que las folkloriza o exotiza negándoles contemporaneidad, considerándolas prácticas pertenecientes a otro tiempo y a otro espacio, diferente al espacio-tiempo que habita el conocimiento disciplinario.Partimos de considerar las prácticas alfareras no simplemente como creadoras y portadoras de cultura sino, y por ello mismo, como acciones regeneradoras y transmisoras de conocimientos ancestrales que nos permiten registrar modos otros de relacionamiento de estas sociedades con lo que en el domicilio de la academia se conoce como “patrimonio”. Intentando aportar al descentramiento y descolonización de esta política del conocimiento disciplinario, nos propusimos co-investigar prácticas alfareras actuales y ancestrales en Belén, provincia de Catamarca.

ABSTRACTCeramics have occupied a privileged place in the archaeological knowledge of the pre-Hispanic societies of the Argentine northwest. In the same way, ancient pottery practices have been profusely researched and “rescued” by academic knowledge. However, they have been crystallized by an external and externalizing view that folklorizes and exoticizesthem considering them as practices belonging to another time and another space different from the contemporary space-time that inhabits disciplinary knowledge.We begin by considering pottery practices not simply as creators and bearers of culture but, and for that reason, as regenerative and transmitting actions of ancestral heritage that allow us to register other ways of relating these societies with what the academy considers "heritage." Trying to contribute to the decentralization and decolonization of this policy knowledge, we set out to co-investigate current and ancestral pottery practices in Belén, Catamarca.

Palabras clave: Prácticas alfareras; conocimiento; co-investigación; conversación; Belén.

Keywords: Pottery practices; knowledge; co-investigation; conversation; Belén.

INTRODUCCIÓN

Son conocidas las expediciones científicas de fines del siglo XIX y principios del XX en el noroeste argentino (NOA) interesadas en establecer el “tiempo arqueológico” como pasado, así como los trabajos fundadores de Juan Bautista Ambrosetti, Carlos Bruch, Salvador Debenedetti, Samuel Lafone Quevedo y Adán Quiroga entre otros, todo lo cual contribuyó a la temprana valoración de lo que hoy llamamos “patrimonio arqueológico”. Si bien la significación de esta valoración es cambiante, multivocal y relacional, se ha enfocado especialmente,

cuando no exclusivamente, en la recolección, recontextualización y exhibición de objetos, en tanto manifestaciones únicamente materiales atribuidas a las “poblaciones prehispánicas” (ver p. ej. Rodríguez 2015). Dentro de este conjunto, las piezas cerámicas han sido las más apreciadas. Desde las expe-diciones que las buscaban por su valor estéti-co, hasta el trabajo arqueológico disciplinario que recupera su funcionalidad e información sobre economía, tecnología, rituales, incluy-endo la clásica datación cronológico-cultural, la cerámica ha ocupado un lugar privilegiado en el conocimiento arqueológico de las socie-dades prehispánicas del NOA.

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A contraluz, aunque como parte de este mismo proceso, la política del conocimiento que priorizó el cientificismo académico “no dejó espacio al saber tradicional, que separó —o intentó separar— el patrimonio material de sus memorias asociadas” (Endere 2005:18). Es decir, la idea de que el pasado sólo permanece en su materialidad, y que para acceder al mismo sólo hay un camino: el conocimiento obtenido por el método arqueológico, excluye el conocimiento local, tradicional o memoria. Como menciona Alejandro Haber, “en la metafísica disciplinaria la descendencia y la memoria están construidas como si estuvieran separadas de la relación de la disciplina con su objeto. Si existen, son relaciones no disciplinarias” (Haber 2013:55).De este modo, las prácticas alfareras, especialmente las ancestrales, que han sido investigadas y “rescatadas” desde el conocimiento académico, han quedado cristalizadas por una mirada externa y externalizadora que las folkloriza o exotiza negándoles contemporaneidad, considerándolas prácticas pertenecientes a otro tiempo (pasado) y a otro espacio (rural), diferente al espacio-tiempo que habita el conocimiento disciplinario. El sentido de la violencia epistémica operada por esta política del conocimiento puede localizarse en el marco de una política más amplia e igualmente sistemática diseñada a medida de los imaginarios culturales y deseos sociales de la elite fundante de nuestro país, basada en las ideas racistas de aculturación y exterminio de lo indígena, campesino y/o popular. Conscientes del protagonismo de la arqueología y la antropología en este corte de la memoria colectiva que principalmente desvincula a las comunidades locales actuales de las tierras ancestralmente ocupadas, es que nos propusimos co-investigar prácticas alfareras actuales y ancestrales, en tanto parte del conocimiento y la cultura popular de la ciudad de Belén, provincia de Catamarca. Considerando estas prácticas no simplemente

como creadoras y portadoras de cultura sino, y por ello mismo, como acciones regeneradoras y transmisoras de conocimientos ancestrales que nos permiten registrar modos otros de relacionamiento de estas sociedades con lo que en el domicilio de la academia se conoce como “patrimonio”. Con esta intención, entre 2018 y 2019 trabajamos en el marco de un proyecto de extensión universitaria titulado: “Identidad, patrimonio y prácticas alfareras en Belén (Catamarca)”, aprobado y financiado por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Catamarca. El mismo contó con el aval y activa participación de dos instituciones relacionadas a la cultura local: la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Belén y la Biblioteca Popular Obispo Esquiú de gestión autónoma. En este artículo nos proponemos dar a conocer algunos resultados de las actividades realizadas al tiempo que reflexionar sobre los mismos a los fines de discutir las posibilidades reales de descolonización de la política de conocimiento que habilita la co-investigación así como las preguntas que suscita.

PRÁCTICAS ALFARERAS EN CONVERSACIÓN

El actual departamento Belén se ubica en el sector central de la provincia de Catamarca, dentro de lo que se denomina Área Andina Meridional (González y Pérez 1996). Desde fines del siglo XIX hasta la actualidad se desarrollan trabajos científicos que abordan problemáticas tanto de la antropología y la historia como de otras áreas disciplinares: geología, mineralogía, botánica, agronomía. Esto, sumado al interés de algunos coleccionistas como Benjamín Muñiz Barreto, y al interés de los arqueólogos en investigar en terreno dichas colecciones, han hecho de Belén una de las mecas de la antropología argentina. Sin ir más lejos, los estudios de Alberto Rex González en la zona constituyeron la primera secuencia cronológica del NOA (González

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y Cowgill 1975). A su vez, esta profusión de estudios científicos aportó a la ubicación de Belén como uno de los principales destinos turísticos de la provincia, especialmente del llamado “turismo arqueológico”.En este contexto, los conjuntos de material cerámico constituyen un foco de importan-cia en sí mismos. La alfarería proveniente del actual departamento Belén ha tenido un rol relevante no sólo en el desarrollo de la antro-pología argentina (ver Balesta y Zagorodny 2002; Espiro 2013; González 1955; Puente 2012a, 2012b; Quiroga y Puente 2007; Sempé 1999; Wynveldt 2008; Zagorodny et al. 2010, entre otros), sino también como atractivo mayor en museos de todo el país y del extran-jero. No obstante, y retomando lo planteado más arriba, las prácticas sociales que permiten su recreación y transmisión, su vitalidad y poder, han sido desvinculadas de este conjunto de manifestaciones materiales patrimoniales. Nos referimos a las prácticas sociales actuales de la población que vive y convive con estas cerámicas ancestrales, pues sí se ha entendido la importancia de abordar el estudio de las prácticas sociales que, en el pasado, elaboraron tales conjuntos cerámicos (Lemonnier 1992), o se han incorporado métodos etnoarqueológicos para los cuales el uso del dato etnográfico es importante para entender la cerámica arqueológica (Chiri 1974; Cremonte 1983).Cuestionando el sentido de estos estudios que suponen la falta de conocimiento, y como consecuencia la falta de interés, por parte de la comunidad local en las prácticas alfareras, lo cual niega “la relación patrimonial entre antepasados y descendientes de una misma tierra” (Haber 2014:60), e intentando aportar al descentramiento y descolonización de esta política del conocimiento disciplinario, con-formamos un equipo de trabajo extensionista entre docentes, graduados y estudiantes de la Licenciatura en Patrimonio Cultural que la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca dicta en la ciudad de

Belén. Partimos de diagnosticar la necesidad de mudar el lugar de conocimiento académico para relacionarnos de un modo otro con los conocimientos locales en torno a la cerámica. La consideración de esta situación nos llevó a proponer como estrategia metodológica cen-tral la co-investigación.Que nuestra propuesta no se haya planteado en términos de valoración académica y divulgación del “otro” o de la cultura del “otro”, sino en términos de co-investigación, implicó reconocer que ese “otro” no es simplemente creador y portador de cultura sino, y por ello mismo, sujeto activo de conocimiento (Santos 2006, 2009), conocedor por descendencia, por oficiar una memoria ancestral. Hacer entrevistas a las alfareras y alfareros locales no era suficiente en tanto remarcaría la diferencia colonial entre sujeto investigador/a y artesanos/as, manteniendo la interpretación del “otro” y por tanto la producción de conocimiento en una de las puntas, al amparo de la disciplina, reproduciendo sus supuestos epistemológicos hegemónicos. Tal conocimiento local no está dado a priori por lo que no se trataría de hacer las preguntas correctas para obtenerlo, sino de involucrarse en relaciones sociales adecuadas, según el criterio local, en las cuales suceden y son la cerámica, las personas, la memoria ancestral y el conocimiento, no como cosas distintas sino en-relación. Intentamos diseñar entonces un espacio diferente de conversación con las memorias que han sido negadas en los cuerpos de sus actuales portadores y “pasadores”, recuperando la denominación de Jacques Hassoun (1996).Se trató de un espacio de conversación públi-ca, es decir, abierto a la comunidad de Belén, en el cual dialogamos con alfareras de la zona especialmente invitadas, le hicimos pregun-tas acerca del modo en que realizan su traba-jo, así como de su historia personal y familiar relacionada a la cerámica. Al mismo tiempo, estas invitadas nos guiaron en la creación de una pieza en barro. Es decir, en cada uno de estos encuentros que llamamos conversato-

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rios, retomamos la conversación y la arcilla trabajada en el anterior, siguiendo el proce-so de creación de una pieza cerámica, aun-que circulando el lugar de alfarera/o invitada (Figura 1). Buscamos involucrar la escucha, el desarrollo de la destreza manual y el tacto, así como agudizar la creatividad al mismo tiempo. Paralelamente, las integrantes del equipo de trabajo universitario nos turnamos la toma de registro etnográfico de cada conversatorio, in-cluyendo: fotografía, filmación, grabación de audio y notas a mano. Asimismo, a pedido de las asistentes realizamos pequeños apuntes luego de cada jornada, los cuales quedaron a disposición para su consulta.Al principio pensamos conformar un grupo

pequeño, de no más de veinte personas, que se reuniera una vez a la semana durante dos meses, tiempo suficiente para crear la pieza desde la obtención de arcilla hasta su cocción. Para cada conversatorio planificamos invitar una alfarera. Sin embargo, al abrir una pre-inscripción a través de las radios locales, rápidamente superamos el cupo. Disponíamos de un espacio físico amplio como el Salón Cultural “Luis Leopoldo Franco” de la Biblioteca Popular Obispo Esquiú, institución con quien inicialmente nos asociamos por tratarse de un centro de gran actividad cultural que además cuenta con instalaciones propias, espacio al aire libre para construir el horno y quemar, y ubicación

Figura 1. Conversatorios sobre prácticas alfareras actuales y ancestrales en Belén.

céntrica. Pero para poder extender la cantidad de participantes necesitamos que la Dirección de Cultura de Belén aportara la cantidad de arcilla y el mobiliario extra. Finalmente, contamos con la asistencia con-

tinua de cuarenta personas, mayormente mu-jeres, aunque también hubo casi una decena de hombres, ambos de distintas edades, entre 20 y 60 años aproximadamente. Asimismo, decidimos invitar al menos dos alfareras por

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encuentro, llegando a contar con hasta cuatro. Algunas de ellas fueron invitadas más de una vez y generalmente continuaban acudiendo a los otros conversatorios como asistentes real-izando su propia pieza. En total contamos con la participación de diez alfareras y un alfarero de la zona, además de dos artesanas teleras in-vitadas a uno de los conversatorios para com-partir y comparar prácticas. Los encuentros se realizaron semanalmente, entre agosto y oc-tubre de 2018, en el horario de la siesta (de 14 a 17 horas) dado que mediante la pre-inscrip-ción sabíamos que era el horario de mayor dis-ponibilidad para quienes deseaban participar.Es de destacar que la mayoría de las asistentes tenía experiencia previa en la práctica alfarera, con diferente dedicación y motivación, lo cual configuró el modo particular de relacionamiento con la alfarería que se dio a lo largo de los conversatorios. No se trató de una relación de enseñanza-aprendizaje formal, sino de una relación de re-memoración más bien vivencial y familiar, en el sentido de que así se relacionaban ellas con la práctica alfarera desde pequeñas1. De hecho, muchas de ellas comenzaron diciendo que “no sabían hacer” pero al transcurrir las conversaciones recordaban el quehacer en su niñez, al recordar el tiempo que pasaban junto a sus madres y abuelas. Dicho en palabras de Marcela Cedrón, una de nuestras maestras alfareras,

“no nos enseñaban, yo en realidad era entremés, mi abuela estaba trabajan-

1 Jean Lave y Etienne Wenger (1991) hablan de los procesos de aprendizajes en los que nuevos partici-pantes se convierten en parte de una comunidad de práctica. En tales casos, el aprendizaje es descripto como una actividad situada cuya característica prin-cipal es el proceso que llaman: participación perifé-rica legítima (legitimate peripheral participation). Con esto se refieren al hecho de que para aprender los “novatos” deben acercarse a la participación ple-na en las prácticas socioculturales de una comuni-dad. Esto compromete los propósitos de aprender de una persona y configura el significado del apren-dizaje.

do y yo ya me iba a meter ahí, que me dé un pedacito, siempre hacía-mos muñequitos, todas esas cositas. Siempre iba a meterme ahí yo, a en-suciarme en realidad. Vivía con ella también la quema que se llama a cielo abierto. Esas quemas yo siempre las viví con mi abuela y ahí me quedó, por eso empecé a hacer esto” (segundo conversatorio, 29 de agosto de 2018).

Los contenidos procedimentales abordados en cada uno de los encuentros surgieron en reuniones de coordinación previas al inicio de los mismos desarrolladas entre miembros del equipo universitario y dos alfareras locales. A partir de solicitarles a estas mujeres una narración escueta del proceso de manufactura que seguían en la creación cerámica, organizamos el tema principal de cada encuentro. Este esquema secuencial nos permitió retomar y adelantar el levantado de una pieza cada semana, al tiempo que se constituía en uno de los disparadores de la conversación con las alfareras invitadas. A modo de síntesis podemos decir que durante el primer conversatorio hablamos acerca de lugares donde se recolectan las arcillas, cómo se hace la recolección, cómo reconocer arcillas y cómo prepararlas para su uso. Algo que surgió durante la charla fue el tema de las épocas del año propicias para esta tarea. Pues como dice Pascuala Quispe: “Mi mamá siempre sacaba en el mes de febrero la arcilla para tener para trabajar en todo el invierno. Porque en el invierno decía ella que no sirve para sacar, por eso a veces se nos rompen las piezas” (primer conversatorio, 22 de agosto de 2018). En el conversatorio 2 comentamos distintas formas de amasado y técnicas de levantado que cada alfarera conoce y las que le resultan mejor para trabajar, a la par de comenzar con el amasado. Ya en el tercer encuentro, mientras levantábamos las piezas, las alfareras invitadas llevaron ejemplos de vasijas con diferentes formas, abordando

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la relación forma/función. Para el cuarto conversatorio revisamos distintos acabados de superficie y formas de decoración de la cerámica, mientras cada uno elegía y probaba hacerlo en su pieza. En el conversatorio 5 invitamos, además de las alfareras, a dos tejedoras para conversar sobre el proceso de conceptualización de los diseños, sus significados e inspiraciones. En el sexto

encuentro rememoramos modos de realizar la quema, leñas usadas y duración, mientras le dábamos los toques finales a nuestras piezas, puesto que ya en el séptimo encuentro nos dispusimos a armar un horno con ladrillos y barro en el patio de la Biblioteca de modo que quedara disponible para su posterior uso público (Figura 2). En este caso, como las alfareras coincidieron en que la tierra del lugar

Figura 2. Armado de horno en el marco de los conversatorios sobre prácticas alfareras.

no era buena, una de ellas ofreció traerla de su casa, ubicada al pie del cerro. Finalmente en el último conversatorio quemamos las casi cien piezas levantadas durante todo el trabajo (Figura 3). Este encuentro fue el más largo puesto que hubo que quedarse a cuidar el fuego por lo que conversamos tendidamente rememorando quemas que muchos de los presentes habían vivido con sus abuelas, madres y tías cuando eran niños, además de cocinar y compartir la comida.Por último, y si bien no estaba planificado al

inicio, entre las/os participantes decidimos montar una muestra con las piezas realizadas y una sistematización del registro etnográfico que hizo las veces de guión. Esto nos llevó un tiempo de trabajo, hasta junio de 2019 que inauguramos la muestra en la Cooperativa de Trabajo Textil Arañitas Hilanderas de la ciu-dad de Belén (Figura 4). Este lugar fue escogi-do entre todas/os las/os participantes tanto por las condiciones de seguridad que ofrecía para las piezas como por la gran concurren-cia de turistas. Este criterio de poder mostrar

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“lo nuestro” frente al “visitante extranjero” ha sido explícitamente expuesto por varias/os participantes.En cuanto a los ejes que guiaban las conversa-

ciones, desde el equipo universitario la única pauta era preguntar acerca de la historia per-sonal y familiar que llevaba a hacer alfarería del modo en que se hacía. No obstante, gen-

Figura 3. Quema de piezas realizadas durante los conversatorios.

Figura 4. Inauguración de la muestra final.

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eralmente al poco tiempo de abrir la conver-sación surgían preguntas y comentarios acer-ca de las propias prácticas de parte de todos/as los participantes.En este sentido, podemos decir que una de las inquietudes recurrentes entre las/os asistentes ha sido la comparación entre los diferentes modos de hacer, así como de nombrarlos incluyendo nombre de las personas de las que se había aprendido, nombre de los utensilios, leña y pigmentos utilizados, nombre de los lugares donde se encuentra arcilla. Y si bien las alfareras respondían, al mismo tiempo resguardaban cierta información tal vez para un ámbito de transmisión más íntimo como parte del patrimonio familiar. Por ejemplo, ante la pregunta por los lugares donde encontrar mejores arcillas, Pascuala Quispe decía: “Yo busco… antes me iba yo a buscar la arcilla al Norte, de Hualfin, de Azampay, todas esas partes, igual para allá, para Pozo de Piedra, también de ahí. Y ahora no, no me voy a buscar, encargo, la gente me trae. Para Cerro Negro también me iba yo a buscar, es hermosa, es muy fina, es una arcilla muy fina […]. Pero cuando yo iba traía la mejor porque sé sacar, porque también hay que saberla sacar a la arcilla. Además cada una de nosotras tenemos una manera de procesarla que es un poco el secreto de cada una” (primer conversatorio, 22 de agosto de 2018). En otra ocasión se dio el siguiente diálogo con Elena Beatriz Aguirrre, una de las mujeres asistentes que en principio no había sido in-vitada especialmente como alfarera:

“Elena: —Mi abuela, ella era alfarera también hace muchos años. Y ella me enseñó a cocinar en el pozo. Nosotros juntábamos guano de vaca y juntába-mos una planta que se llama chaguar, que hay acá mucho en la zona. Ese juntábamos para hacer quemada. Más o menos yo me acuerdo que sabíamos hacer doce horas de quemada. [...] Le poníamos así cada capa un poco de

guano y arriba para cubrir las cenizas que dice usted iba el chaguar arriba de todo. Entonces ese chaguar se quem-aba y quedaba toda la ceniza arriba. Dejábamos enfriar, no sacábamos ahí nomás las piezas, lo dejábamos enfriar hasta... mediodía. También con leña de brea, con leña de tala, que también es otra planta que utilizaba ella para que-mar. Otra asistente: —¿Y quién es su abuela?Elena: —Mi abuela se llama Delicia Aguirre” (sexto conversatorio, 26 de septiembre de 2018).

DE LA EXTENSIÓN A LA CO-INVESTIGACIÓN

Nos propusimos superar los sesgos discipli-narios que conllevan muchas de las activi-dades científicas de transferencia y extensión que se centran en realizar devoluciones des-de el conocimiento hacia la sociedad, subes-timando a sus “receptores” (Cano Menoni 2017). En esos contextos generalmente se plantean procesos democráticos y participati-vos de inclusión de la comunidad en las tareas de rescate, protección, revalorización y apro-piación del patrimonio arqueológico, es decir, una vez que éste ha sido ya definido como tal por parte de los expertos, obliterando formas otras de relacionamiento con lo arqueológico. En un sentido más amplio, Humberto Tom-masino y Nicolás Rodríguez señalan:

“En general a la extensión se la visualizó como una función aparte, ajena a la vida universitaria cotidiana que fundamentalmente transcurre en las aulas y los laboratorios. Salvo excepciones, no estaba comprendida en la currícula, era más bien una actividad llevada adelante en el tiempo libre, colocada en un lugar donde no interfería con las actividades curriculares obligatorias” (Tommasino y Rodríguez 2010:22).

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Relocalizar estas tareas de extensión dentro de la discusión en torno a la creación de conocimiento es una pugna de largo aliento en la que es posible reconocer una profundización así como una mayor visibilidad durante las últimas dos décadas, debido en parte a los procesos de reetnización y fortalecimiento de la identidades locales que suceden en el contexto de expansión capitalista, neoliberal y neoextractivista. En este sentido, se han publicado libros que recogen algunas de estas experiencias en torno a la idea de “arqueología pública” como un área de trabajo que apunta a la práctica arqueológica y su relación con la comunidad local, tal como la compilación realizada por Mariana Fabra, Mónica Montenegro y Mariela Zabala (2015) para el caso argentino, o la edición de Clara Rivolta, Mónica Montenegro, Lucio Menendez Ferreira y Javier Nastri (2014) desde perspectivas sudamericanas.Nuestro horizonte estuvo y continúa estando en impulsar modelos colaborativos de inves-tigación en los que las prácticas investigati-vas sitúen el poder y el conocimiento al inte-rior de la comunidad con la que trabajamos, reconociéndola como coproductora de signifi-cados (Denzin 2005). En este mismo sentido, retomamos para la arqueología lo planteado por Luke Lassiter quien se ha identificado con lo que un grupo de antropólogos estadoun-idenses ha llamado etnografía en colabo-ración: “una aproximación a la etnografía que deliberada y explícitamente enfatiza la colaboración en cada punto del proceso et-nográfico, en lugar de ocultarla: desde la conceptualización del proyecto hasta el tra-bajo de campo” (Lassiter 2005:16). En esta línea de reflexión, creemos que la interlocución que necesitamos no se trata simplemente de compartir los datos generados en una infraestructura académica y disciplinaria de producción y gestión del conocimiento. De hecho, “la gente”, en este caso las alfareras locales, ya saben los datos. Lo relevante es aprender a tender la

conversación, en el sentido de ampliar, de desdoblar y observar la marca de sus pliegues. Co-pensar con palabras, con las manos, con memoria, cuáles son las preguntas interesantes para la investigación y cuáles los retos, incluso si a duelo, que esto implica.Joanne Rappaport, a partir de su experiencia de trabajo antropológico ligada al movimiento indígena del Cauca, va incluso más allá al plantear la idea de co-teorización, la cual puede entenderse como “la producción colectiva de vehículos conceptuales que retoman tanto a un cuerpo de teorías antropológicas como a los conceptos desarrollados por nuestros interlocutores. En esencia, esta empresa tiene el potencial de crear nuevas formas de teoría que la academia sólo contempla parcialmente por sus contenidos” (Rappaport 2007:204). Es clave entonces redefinir el lugar de conocimiento sobre el que se para la arqueología en pos de transformar las relaciones que mantenemos con la gente con quien trabajamos. ¿Qué metodología capta esta dimensión relacional? ¿Se trata acaso de encontrar “la nueva manera correcta” de investigar? Para nosotras al menos, no. Intentamos más bien experimentar esta dimensión relacional como un arte, antes que como una metodología disciplinaria. Actuar las prácticas alfareras de las artesanas belenistas, sus memorias y gestos ancestrales, nos permite reconocer en las mismas una práctica teórica o una “metodología indisciplinada” (Haber 2011). Si como dice Michel Serres (2011), recibir, emitir, conservar y transmitir son actos especializados del cuerpo y éste es memoria viva, podríamos entonces asimismo reconocer en las prácticas alfareras un modo otro de “patrimonialización”. Esta explosiva crítica práctica a la política hegemónica del conocimiento nos ha permit-ido experimentar una arqueología en conver-sación posible, una que se propone revincu-lar pensamientos verbales, gestos corporales, tierra y memorias ancestrales.

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REFLEXIONES FINALES

Nuestra intención inicial de aumentar y enriquecer las posibilidades reales de descolonización de la política de conocimiento mediante la co-investigación, merece ser confrontada a la luz de algunos de los resultados que nos ha dejado nuestra experiencia. En términos generales hemos recibido una retroalimentación positiva de las/os participantes de los conversatorios, lo que nos permite mirar con cierto optimismo este camino apenas iniciado. Tanto la cantidad de asistentes como el compromiso en la preparación de la muestra posterior a la finalización de las actividades planificadas, o las relaciones de confianza que, aunque embrionarias, posibilitaron conversar acerca de algunos “secretos” de la práctica alfarera, afianzan el carácter significativo de estos trabajos, rebasando el interés o la convicción que pudiese existir al respecto en el ámbito universitario. Incluso estos conversatorios han generado un aumento de las/os asistentes al taller de alfarería que se dicta en ámbitos de la Dirección de Cultura de Belén, así como el interés en abrir otros talleres autogestionados en los que también hemos podido participar.Nos preguntamos sin embargo hasta qué punto se han modificado prácticas hegemónicas del conocimiento disciplinar.Por lo pronto, rescatamos estos espacios de conversación como espacios de recepción, emisión, registro y transmisión de prácticas especializadas del cuerpo, gestos y memorias ancestrales de la comunidad belenista, en la medida en que nos proveen de un material “pedagógico” otro, potencialmente transformador del conocimiento académico. Vemos en estos conversatorios la posibilidad de ir estructurando una trama de producción de significados compartidos, aun cuando al interior existan situaciones contradictorias, e incluso incoherentes, sin resolver. En este sentido, constituyen una fuente de memoria para lo producción de lo nuevo.

Como sostiene Sandra Carli: “Las nuevas problemáticas, lenguajes y horizontes de la vida universitaria y de sus actores, atravesadas por dimensiones globales y locales, requieren modular nuevas perspectivas de lo común o general a partir de una valoración de la experiencia en torno al conocimiento” (Carli 2012:321). En este sentido, creemos que si bien estamos aprendiendo a conversar con conocimientos locales, reconociendo su status epistémico y ontológico diferente al conocimiento moderno colonial, la perspectiva teórico-práctica que implica “lo común” aún necesita tiempo para ser elaborada. Esta no puede definirse a priori, de aquí que la conversación sea un camino a andar hacia la descolonización de la violencia del conocimiento hegemónico, más no su consumación.

AGRADECIMIENTOS

En primer lugar agradecemos profundamente a las artesanas belenistas, olleras y alfareras que nos mostraron su conocimiento y se predispusieron a conversar, así como a todas/os las/os participantes de los conversatorios. Todas las tareas que dieron lugar a esta experiencia fueron realizadas en el marco del Proyecto: “Identidad, patrimonio y prácticas alfareras en Belén (Catamarca)”, financiado por la Convocatoria Puntos Extensivos 2017 de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional de Catamarca. Tal proyecto contó con el aval y la activa participación de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Belén y la Biblioteca Popular Obispo Esquiú, por lo que no podría faltar nuestro reconocimiento y agradecimiento a las personas que trabajan arduamente en estas instituciones. Agradecemos asimismo a la Cooperativa de Trabajo Arañitas Hilanderas por habernos prestado el local para la muestra final. En este mismo sentido, la colaboración de la ceramista de extensión universitaria Estela Moreno y la directora de la Escuela de Arqueología-UNCA Valeria Espiro, han

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sido esenciales para el buen desarrollo del trabajo. Agradecemos especialmente a las estudiantes de la Licenciatura en Patrimonio Cultural que se dicta en la ciudad de Belén con quienes conformamos el equipo de trabajo de este proyecto. Debemos mencionar que una primera versión de este texto fue presentada en el XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina, en el Simposio “Arqueología Pública ¿Universalidad o pluri-versalidad epistemológica?”, beneficiándonos de las preguntas y comentarios de las coordinadoras Mónica Montenegro y Mariela Zabala, y de la relatora María Alejandra Pupio. A ellas debemos la posibilidad de compartir reflexiones sobre investigaciones arqueológicas desarrolladas de modo colaborativo a la luz de diferentes lógicas epistémicas, así como el aliento para esta publicación. Por último, los comentarios de las/os evaluadores de la revista nos permitieron mejorar la comunicación de esta experiencia, desafiándonos a profundizar las consecuencias de la misma. Asumiendo la responsabilidad de las limitaciones de este trabajo, agradecemos enormemente a todas/os las/os que nos ayudaron a crecer en este proceso.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICArevista de la asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

2 (1): 42-46 (2019) ISSN: 2618-2874

Género en la arqueología argentina. Trayectorias, prácticas y saberes: Conversatorio 2019María Gabriela Chaparro, Cristina Bellelli, Vivian G. Scheinson y Mónica A. Berón

Recibido 07 de octubre de 2019, aceptado para su publicación 28 de octubre de 2019.

Sobre las AutorasMARÍA GABRIELA CHAPARRO Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), INCUAPA (CONICET-UNICEN). Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). correo electrónico: [email protected]

CRISTINA BELLELI Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). correo electrónico: [email protected]

VIVIAN G. SCHEINSON Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), Universidad de Buenos Aires. (UBA). correo electrónico: [email protected]

MÓNICA A. BERÓN Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de las Culturas (IDECU-CONICET), Museo Etnográfico (FFyL-UBA). correo electrónico: [email protected]

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

Palabras clave: Género; arqueología; práctica profesional; visibilización; congreso nacional.

Keywords: Gender; archaeology; professional practice; visibilization; national congress.

SOBRE LA GESTACIÓN Y EL DESARROLLO

El día viernes 19 de julio de 2019, en el mar-co del XX Congreso Nacional de Arqueología Argentina (CNAA) celebrado en la ciudad de Córdoba, se realizó el primer conversatorio sobre género. La coordinación estuvo a cargo de las autoras de esta reseña y participaron 17 colegas procedentes de todo el país. La idea de incorporar en el Congreso los temas vinculados al género surgió, de forma inde-pendiente, a partir de la iniciativa de diversas personas que manifestaron la importancia y

la necesidad de generar un espacio académico para la discusión y reflexión, mientras que la Comisión Organizadora del CNAA planificaba la implementación de conversatorios, además de los clásicos simposios y mesas regionales, como un nuevo espacio de intercambio. Lxs organizadorxs del Congreso imaginaron ese espacio, como la promoción de conversacio-nes desde la paridad y la diversidad. Así es como decidieron dar lugar a que uno de los tres conversatorios planificados estuviera de-dicado a temas de género y nos convocaron a co-organizarlo. Tres de nosotras (CB, VS y MB) fuimos invitadas por haber publicado un

RESUMENLa situación de la disparidad de géneros en la academia y en la producción de conocimiento científico es un tema imprescindible en un contexto de visibilización y empoderamiento femenino y de disidencias sexuales. En la arqueología argentina algunos pocos artículos y reuniones han tratado estos temas y recién en el año 2019 se abren a la discusión en el marco de un congreso nacional. Este trabajo es una reseña de ese primer encuentro y es impulsado por la importante convocatoria, la gran diversidad de temas y problemas presentados y las experiencias expuestas.

ABSTRACTGender disparity in academia and in scientific knowledge production is an essential issue in the context of the growing processes of female visibilization, empowerment and sexual dissent. In Argentine archeology few articles and meetings have dealt with these issues and only in 2019 this topic was open for discussion within the framework of a national congress. This note is a review of that first meeting and is driven by the massive assistance, the great diversity of topics and problems presented and the experiences displayed.

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Chaparro et al. - Género en la arqueología argentina. Trayectorias, prácticas...

artículo hace 26 años, sobre la situación de las arqueólogas en el sistema científico (Bellelli et al. 1993).Desde el mes de mayo comenzamos a trabajar para acordar cuál sería el espíritu y la forma que queríamos imprimirle. Por tratarse de una primera instancia de encuentro pensábamos que debía ser abierto a las situaciones que sur-gieran, pero no queríamos focalizarnos en la presentación de denuncias, sino más bien deli-mitar los ejes en donde surgen las asimetrías: 1) Prácticas profesionales y sus manifestaciones (micromachismo1, mansplaining2, acoso, techo de cristal3, etc.); 2) El estudio de las relaciones de género en la explicación y la interpretación del pasado y en ámbitos de difusión científica, y 3) Trayectorias personales y desarrollo profe-sional en contextos patriarcales.

1 El término “micromachismo” comprende un conjunto de comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad sobre las mujeres, pero que, por su menor intensidad, pasa desapercibido, es cotidiano y por lo tanto, aceptado. Se trata de prácticas legitimadas por el entorno social, en contraste con otras formas de violencias machistas denunciadas y condenadas habitualmente. Los varones buscan, con estas actitudes, impedir el desarrollo personal de la mujer (Bonino 1996, 2005, entre otros).2 La palabra mansplaining es un neologismo basado en la composición de las palabras man (hombre) y explaining (explicando), que se define como «explicar algo a alguien, especialmente un hombre a una mujer, de una manera considerada como condescendiente o paternalista». Se refiere a cómo el hombre tiende a manejar los diálogos que establece con mujeres, donde actúa desde una relación de superioridad o poder que anula consciente o inconscientemente a las mujeres en sus opiniones. Es una actitud en la que se asume a la mujer como alguien que tiene que aprender porque está en desventaja o como alguien “inferior” (Solnit 1996, entre otros).3 Se denomina “techo de cristal” a la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales y que les impide seguir avanzando. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres (Guil Bozal 2008, entre otros).

Con estos temas definidos se pensó en cómo y a quiénes invitar. Desde el inicio se decidió abrir el diálogo a la mayor cantidad de voces posibles, con la intención de asegurar la re-presentatividad generacional y regional. El mayor impedimento para esto fue el tiempo: estábamos limitadas a dos horas al mediodía de la última jornada. Fueron invitadas cerca de 25 mujeres, de las cuales 16 aceptaron y una sugirió, además, la presentación por par-te de un compañero que había desarrollado una experiencia pionera en un museo. Por eso hubo 17 exposiciones, 16 mujeres y un varón. Las ponencias debían ser cortas (menos de cinco minutos), y en el caso en que lxs autorxs no pudieran asistir, les propusimos la posi-bilidad de leerles su presentación nosotras o que enviaran audios. Les pedimos a todxs lxs expositores que nos remitieran un resumen por escrito con diez días de anticipación como para poder ordenar las ponencias en relación a los ejes temáticos.

TEMÁTICAS Y EXPERIENCIAS

El día del encuentro decidimos disponer las si-llas en forma semicircular y poco a poco el salón, de grandes dimensiones, se colmó excediendo su capacidad. Acordamos que las preguntas y comentarios serían al final de las exposiciones en función de la disponibilidad de tiempo. A manera de introducción C.B., M.B. y V.S. pre-sentamos “25 años después de la publicación de ´Una arqueología de distinto género’ ¿ha-brá cambiado la situación en la academia?” con la actualización del trabajo ya mencionado con datos actuales de CONICET y la Universidad de Buenos Aires. Analizamos los mismos datos que habíamos trabajado en 1993 y los compa-ramos con los obtenidos en 2008 y 2018, en el caso del CONICET, y los del 2017 en el caso de docentes y estudiantes de la UBA. Además agregamos los datos de becarixs y directorxs de Becas UBA (estímulo y doctorales) entre 2013 y 2018, que no existían para cuando se hizo la publicación de 1993. Queremos puntualizar

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que solo nos limitamos a los datos relativos a la disciplina arqueológica.Así, encontramos que la base de la pirámi-de sigue siendo mayoritariamente femenina, especialmente en lo que se refiere a becarias, aunque se achica un poco en el caso de CO-NICET, respecto de 1993: pasamos del 83% femenino al 64% en 2018. Lxs directorxs de esos becarixs siguen siendo predominante-mente masculinos en CONICET con porcen-tuales que pasan del 68% en 1991 al 53% y el 57% para 2008 y 2018 respectivamente. No así para el caso de la UBA donde son mayo-ría las directoras. Cuando pasamos a analizar el caso de lxs investigadorxs del CONICET notamos en principio un notorio incremento en los números absolutos para todas las ca-tegorías de la Carrera de Investigador Cien-tífico (CIC en adelante). Pero mientras en el 2008 los porcentajes entre mujeres y varones son casi iguales (N=48 de varones vs. N=53 de mujeres), en el 2018 las mujeres son más (N=126 versus N=85 varones). Sin embargo la mayoría de esas mujeres se concentran en las categorías inferiores de la CIC: sólo en el 2018 se produjo un emparejamiento en la ca-tegoría principal (en 1991 y 2008 son mayo-ritarios los varones) y en todos esos tres años

los varones dominan en la categoría Superior de la CIC, aunque para el 2018 la muestra de investigadores es muy chica (N=2). Es decir que, si bien entre 2008 y 2018 entraron más mujeres a la CIC, estas se concentraron en las categorías inferiores y por los datos que tenemos del 2018 no estarían promocionan-do. Así, vemos que el techo de cristal se elevó respecto del trabajo de 1993, pero aún sigue estando.En el caso del escalafón docente de la UBA, las mujeres predominan entre lxs auxiliares, igual que en 1993 pero también dominan en el escalafón de profesorxs adjuntxs, la prime-ra categoría del claustro de profesores. Sin embargo, mientras en el caso de los asocia-dos hay equidad (pero con una muestra chi-ca, N=2 para la categoría) son los varones los que dominan como profesores titulares. Así, pudimos concluir que mientras se conquista-ron espacios, estos se limitaron a las catego-rías iniciales. El nuevo techo de cristal parece situarse a nivel de la falta de promoción, tan-to en la CIC, como en la carrera docente de la UBA.Luego de esta exposición se dio intervención a lxs demás invitadxs de la mesa que, como se puede ver en la Tabla 1, se distribuyeron equi-

Temas abordados Expositorxs

Prácticas profesionales y sus manifestaciones (micromachismo, mansplaining, acoso, techo de cristal, situaciones gremiales).

Cristina Prieto Olavarría (Mendoza, capital)

Silvia Soria (Salta, capital)

Alejandra Korstanje (San Miguel de Tucumán)

Valeria Elizabeth Espiro (San Fernando del Valle de Catamarca)

María Gutiérrez (Olavarría)

Alejandra Pupio y Ana Clara Denis (Bahía Blanca)

El estudio de las relaciones de género en la explicación/interpretación del pasado y en ámbitos de difusión.

Laura Miotti (La Plata)

Cristina Scattolín (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Nora Flegenheimer y Natalia Mazzia (Necochea)

Mariano Colombo (Necochea)

Trayectorias personales y desarrollo profesional en contextos patriarcales

Clarisa Otero (Tilcara - San Salvador de Jujuy)

Bernarda Marconetto (Córdoba, capital)

María Soledad Gheggi (Anillaco, La Rioja)

Paula Miranda (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Carolina Barboza, Paulina Álvarez, María Pía Ayuso, Candelaria Croato y tres colegas más (Río Cuarto, Córdoba)

Tabla 1. Temas abordados durante el conversatorio por lxs expositorxs participantes.

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Chaparro et al. - Género en la arqueología argentina. Trayectorias, prácticas...

tativamente entre los tres ejes temáticos que habíamos planteado. Las presentaciones fueron muy ricas y diver-sas. Se trataron temas y se plantearon cuestio-namientos que en muchos casos nunca habían sido discutidos públicamente. Tuvimos un panorama de cómo es la situación en ámbitos académicos donde las mujeres abrieron cami-nos, construyeron espacios de formación y en muchos casos, son mayoría entre estudiantes y profesoras. Pero esa mayoría se diluye cuan-do se analizan los espacios de poder donde la proporción se invierte significativamente. También se tocó el tema de la violencia de gé-nero en los ámbitos académicos, el impacto de la militancia y el activismo feminista y los debates en torno al lenguaje inclusivo. Se des-tacó que el papel de la mujer en la arqueología estuvo (y muchas veces todavía está) restrin-gido a ser anónimas “ayudantes de campo y laboratorio” y esto se reproduce en ámbitos de evaluación, como en las comisiones de be-cas, ingreso a carrera o de proyectos. En el campo de la investigación, el viejo para-digma planteado en el libro Man the hunter (Lee y DeVore 1966) ha dejado su impronta en la interpretación del pasado y en su pre-sentación en ámbitos de divulgación y/o di-fusión e, incluso, en la orientación dada a re-

uniones científicas. Afortunadamente, en los últimos años, este paradigma ha comenzado a ponerse en cuestión y algunas de las acciones que se dieron en esa dirección fueron presen-tadas en el conversatorio. Se discutió también alrededor de las dificultades que siguen exis-tiendo a la hora de visibilizar a las mujeres a través del registro arqueológico, aunque se presentaron varios ejemplos que intentaron y lograron superarlas. Por lo tanto, considera-mos que es posible y necesario incorporar al género como categoría analítica en nuestras investigaciones.Las cuestiones de acoso laboral y sexual tam-bién salieron a la luz, así como las de discri-minación y racismo en el ámbito de la prác-tica arqueológica. Luego de todas las presen-taciones se abrió el espacio para preguntas, comentarios y sugerencias. Entre ellas hubo un pedido puntual de elevar al plenario de cierre del congreso una solicitud para que se activen los protocolos en contra de violencia de género en ámbitos laborales (institutos universitarios nacionales y provinciales y en la Unidades Ejecutoras y Centros Tecnológi-cos de CONICET, etc.). También se propuso la creación de una red de mujeres, estudiantes y profesionales de la arqueología (Figuras 1 y 2)

Figura 1. El público asistente al conversatorio.

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UN CIERRE QUE ES UNA APERTURA

El conversatorio y el Congreso concluyeron. Sin embargo, consideramos que se dejó plan-tada la semilla para que el tema y la discusión, se amplíen, se compartan y se profundicen. La mejor forma de empezar a cambiar las cosas es reconociendo que las asimetrías existen. Creemos que con un nuevo aporte a la cues-tión hemos logrado comenzar a visibilizar la problemática de género en la arqueología ar-gentina.

AGRADECIMIENTOS

Queremos agradecer a cada una de las perso-nas que hemos invitado, hayan o no decidido exponer. A las que finalmente participaron, compartieron sus análisis y opiniones, y se ex-pusieron con gran valentía, contándonos sus experiencias. También a la Comisión Organi-zadora del XX CNAA por habernos propuesto hacer este conversatorio. A Azul Hermida y Esteban Moro del CONICET y a Josefina Mar-tínez (Directora del Departamento de Cien-cias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) y Carolina Dall’Occhio y Virginia Passarella (FFyL, UBA) por habernos facilitado los datos de sus respectivas institu-

ciones. A las Dras. Virginia Salerno y Paola Ramundo, editoras de esta revista, por invi-tarnos a publicar nuestra experiencia a modo de reseña.

BIBLIOGRAFÍA

Bellelli, C., Scheinsohn, V. y Berón, M. (1993). Una arqueología de distinto género. Publicar 2 (3):47—61.

Bonino, L. (1996). La violencia invisible en la pareja. Primeras Jornadas de género en la sociedad actual, pp. 25—45. Generalitat Va-lenciana, Valencia.

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Lee, R. B. y DeVore, I. (1966). Man the Hunt-er. Chicago: Aldine.

Solnit, R. (2016). Los hombres me explican cosas. Madrid: Capitan Swing.

Figura 2. Coordinadoras y lxs invitadxs asistentes al conversatorio.

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PRÁCTICA ARQUEOLÓGICArevista de la asociación de arqueólogos profesionales de la república argentina

2 (1): 47-52 (2019) ISSN: 2618-2874

El Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT): entre la estructura legal y la práctica profesionalMariana Maloberti, Eugenia Di Lullo y Matías Gramajo Bühler

Recibido 16 de agosto de 2019, aceptado para su publicación 15 de enero de 2020.

Sobre los AutoresMARIANA MALOBERTI Consejo Directivo CPAT- Instituto de Arqueología y Museocorreo electrónico: [email protected]

EUGENIA DI LULLO Consejo Directivo CPAT- Instituto de Arqueología y Museo - ISES-CONICET/UNTcorreo elecrónico: [email protected]

MATÍAS GRAMAJO BÜHLER Consejo Directivo CPAT- Instituto de Arqueología y Museo - ISES-CONICET/UNT- Fundación Miguel Lillo. correo electrónico: [email protected]

Los trabajos publicados en esta revista están bajo la licencia Creative Commons Atribución -

No Comercial 2.5 Argentina.

Palabras clave: Colegio de Profesionales en Arqueología; Tucumán; estructura normativa; práctica profesional; diversificación laboral.

Keywords: Colegio de Profesionales en Arqueología; Tucumán ; normative structure ; profesional practice; job diversification.

RESUMENEn el año 2010 —mediante Ley Provincial Nº 8337/10— se crea el Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT), el cual se constituyó como un espacio de reflexión, regulación y defensa de la profesión. A partir de este momento, el Estado provincial le delega el control y manejo sobre las matrículas de Arqueología. Sin embargo, el CPAT no fue creado sólo en defensa de los intereses de la práctica profesional, sino también como organismo de protección del patrimonio arqueológico local. Actualmente busca también acompañar la diversificación de los ámbitos laborales en los cuales se insertan los/as arqueólogos/as. A través de estas líneas no sólo presentaremos un breve recorrido por la estructura legal y normativa del CPAT, sino que también nos detendremos en algunas de sus intervenciones en relación a la práctica profesional en nuestra provincia.

ABSTRACTIn 2010, the Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán (CPAT) was created by provincial law N° 8337/10 configuring a place for regulating and defending the profession and reflecting on it. Since then, the provincial State delegates to the CPAT the control and management of the archaeological professional registrations. However, this institution was not only created to defend professional practice, but also for protecting local archaeological heritage. Currently it also seeks to follow the diversification of employment opportunities within the field. Throughout these lines we will not only go through the legal and normative structure of the CPAT, bust also focus on some interventions carried out in relation to professional practice in our province.

INTRODUCCIÓN

Los Colegios Profesionales son organismos cuyos objetivos principales constituyen la ordenación del ejercicio de las profesiones así como la representación y la defensa de los intereses y derechos de los/as colegiados/as (Oviedo Sotelo 2018).A nivel Internacional, la entidad de referencia es la Organización Mundial de Consejos Interprofesionales (OMCI o WOIC por su sigla en inglés), la cual busca promover acuerdos internacionales para propiciar la aplicación de los derechos profesionales, como también regular a escala mundial el ejercicio de las profesiones.

En nuestro caso particular, de acuerdo a lo dispuesto por el Art. 40 inciso 10 de la Constitución de la Provincia de Tucumán, la colegiación profesional es obligatoria, siendo el estado provincial quien ejerce la facultad de control y manejo sobre las matrículas (Gianfrancisco et al. 2010). La provincia puede ejercer esta potestad de manera directa o delegarla mediante ley a los Colegios o Entidades Profesionales (op. cit.). Para el caso de la Arqueología en Tucumán, tiene lugar la segunda de estas opciones. Así, mediante la Ley Provincial Nº 8337/10, el estado provincial delega el control y manejo sobre las matrículas de la disciplina, en el Colegio de Profesionales en Arqueología de

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Tucumán (CPAT, en adelante).Esta ley constituyó la conclusión de los esfuerzos de varios años de un grupo de profesionales en arqueología1, que reconocieron la necesidad de la creación de un Colegio para jerarquizar, ordenar y defender la profesión. Pero esa misma ley también marcaba el comienzo de un recorrido que implicaba definir los lineamientos normativos que iban a estructurar la entidad y efectivizarlos en la práctica. A través de estas líneas buscamos compartir algunas de las instancias de este recorrido.

LOS COMIENZOS DEL CPAT

La provincia de Tucumán cuenta con antecedentes de actividades académicas vinculadas con la práctica arqueológica que se remontan a más de 80 años (tomando, como inicio, la creación del actualmente llamado Instituto de Arqueología y Museo). La carrera de arqueología2, por su parte, fue creada en 1987. Hoy, no sólo contamos con un considerable número de graduados/as, sino también con varios institutos que llevan adelante investigaciones arqueológicas, actividades de vinculación, peritajes judiciales, etc.Desde su creación, la carrera de arqueología ha ido expandiendo sus incumbencias disciplinares mayormente producto de los egresados y las egresadas que impulsan y gestionan cambios en los planes de estudio, con el propósito de insertar la práctica profesional en la coyuntura política y social dinámica en la cual se encuentra3. Así, la

1 En especial del grupo que conformó el primer Consejo Directivo del CPAT.2 La cual es dictada en la Facultad de Ciencias Naturales e IML (Universidad Nacional de Tucumán).3 Tal como ocurrió en 1998, cuando se elaboró el nuevo de Plan de Estudios. En 2018 se creó la Comisión de Seguimiento de la Carrera de Arqueología (COSECA) de la Facultad de Ciencias Naturales de la UNT, que tuvo por objetivo

diversificación de los ámbitos de inserción de los/as arqueólogos/as comenzó a marcar la necesidad de la creación de un organismo que regulara, jerarquizara y resguardara el ejercicio profesional.Durante el año 2008, en diferentes asambleas de arqueólogos/as y profesionales de otras disciplinas afines, se fue conformando el Proyecto de Ley sobre la creación del CPAT (Gianfrancisco et al. 2010). Ese mismo año, el proyecto ingresó a la Honorable Legislatura de Tucumán, siendo aprobado con carácter de Ley en el año 2010 (la mencionada Ley Provincial Nº 8337/10). Al crearse el Colegio, el organismo asumió jurídicamente la naturaleza de un “ente público no estatal”. Es decir que el Estado le transfiere derechos y obligaciones de carácter público, sin por ello pasar el Colegio a formar parte de la estructura estatal (Gianfrancisco et al. 2010).Sin embargo, la regulación de la práctica profesional no fue el único objetivo del CPAT, sino que se constituyó como un ente conducente a la protección y resguardo del patrimonio arqueológico provincial. En este sentido, también se vio como una necesidad trabajar de manera conjunta con y asociados a la Dirección de Patrimonio Cultural de la Provincia y otros organismos público que tuvieran injerencia en el tema.

ESTRUCTURA LEGAL Y NORMATIVA DEL CPAT

La Ley Nº 8337/10 contempla, en primer lugar, cuestiones referidas a la regulación del ejercicio de la actividad, tomando en consideración los diferentes ámbitos en donde pueden desempeñarse los/las arqueólogos/as (Título I). Por otra parte crea el CPAT, delegando a su cargo el otorgamiento de la matrícula y el control deontológico de

evaluar el plan vigente y estudiar la necesidad o no de realizar modificaciones. En esta comisión participaron dos miembros por el CPAT.

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la profesión (Título II). En su parte final, se refiere específicamente al manejo de la matrícula profesional (Título III).Entre sus artículos (Art. 9º) se especifica que el CPAT estará integrado por: La Asamblea (como órgano de máxima autoridad), el Consejo Directivo (constituido por siete miembros), el Tribunal de Ética y Disciplina y la Comisión Revisora de Cuentas. Los miembros que integran estos tres últimos órganos, son elegidos mediante votación por la Asamblea.Por otra parte, en la mencionada Ley, se hace referencia a cuestiones vinculadas con el ejercicio profesional como ser los requerimientos para ejercer la profesión en el territorio de la provincia (Art. 1º a 4º), las infracciones y sanciones (Art. 44 a 47), los procedimientos en las causas disciplinares (Art. 48 a 52), etc.Asimismo, el CPAT se rige por una serie de reglamentaciones internas especificadas a través de:• el Reglamento Interno, en el cual se

establecen cuestiones vinculadas a: su denominación, sede y ámbito (Título I); al ejercicio profesional, uso y alcances de los títulos (Título II); incumbencias del CPAT, delimitación de funciones de sus órganos, y cuestiones sobre la matrícula profesional y los honorarios (Título III). En lo referente a los honorarios profesionales, cabe aclarar que se constituyen como valores orientativos de referencia, a través de los cuales se busca guiar a los/as demandantes de un servicio;

• el Código Electoral;• el Reglamento de Matrícula Profesio-

nal, en el que se incluyen las categorías de matriculación, los requisitos para el registro, inscripción o reinscripción, el mantenimiento de matrículas, la suspen-sión de las mismas, etc. Con respecto a esto, a fin de facilitar y propiciar el regis-tro de los profesionales, se incluyó la ca-tegoría para recién graduados/as, la cual

contempla una cuota reducida de matri-culación;

• el Código de Ética, en donde se espe-cifican los principios éticos que deben guiar el accionar de los/as arqueólogos/as. Aquí se hace referencia a los deberes hacia la profesión, hacia el patrimonio cultural/arqueológico, hacia la sociedad, hacia los/as colegas, como también cues-tiones referidas a las denuncias por faltas éticas, los procedimientos para llevarlas a cabo y las sanciones disciplinares co-rrespondientes.

A través de estos estatutos y reglamentos se buscan establecer las pautas de actuación que contribuyen al bien de la profesión (Oviedo Sotelo 2018). Sin embargo, lejos de pretender instaurar un modelo de disciplinamiento a los/as profesionales (Foucault 1993), esta estructura normativa se considera pasible de ser revisada a luz de las nuevas discusiones que van surgiendo en la práctica profesional. Por tal motivo, el Colegio debe ser concebido como un organismo que resguarda y protege a sus profesionales. Para finalizar, es preciso destacar la importancia del CPAT —y de cualquier colegio de profesionales— como socio del Estado, ya que mediante su estructura normativa y sus acciones, fomenta el ejercicio responsable de la profesión, garantizando así la protección de todos/as los/as ciudadanos/as.

DE LA ESTRUCTURA A LA PRÁCTICA

La elaboración de cada uno de los instrumentos reglamentarios recién mencionados, conllevó procesos de discusión en los cuales se convocó constantemente a la reflexión acerca de la práctica arqueológica y las formas más adecuadas para llevarla a cabo. En estas discusiones se tuvo en cuenta no sólo la defensa de la profesión (y de los/as profesionales), sino también del patrimonio arqueológico local.

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Así, el CPAT ante todo se constituye como un espacio de profunda deliberación sobre nuestra práctica profesional y su vinculación con la sociedad. Estas reflexiones quedan finalmente materializadas en los reglamentos a los cuales hicimos referencia. Podemos decir, entonces, que aquellos códigos establecidos conforman la síntesis consensuada del intercambio reflexivo intersubjetivo entre los/as colegiados/as.Más allá de la letra objetivada a través de las normativas y procedimientos internos del CPAT, aquí queremos detenernos en las formas a través de las cuales se llevaron a la práctica. En primer lugar, uno de los principales objetivos del CPAT incluyó realizar actividades tendientes a la difusión de la importancia de la arqueología y la conservación del patrimonio arqueológico en los procesos de construcción y fortalecimiento de la identidad local. Para esto se llevaron a cabo: a) charlas temáticas (a través de un ciclo de conferencias); b) intensificación de la participación en medios de comunicación (programas televisivos, redes sociales, página web, etc.); c) propuesta de proyectos para promover herramientas pedagógicas para la enseñanza de la arqueología local en las escuelas; d) actividades en conjunto con otras instituciones (en especial con otros colegios de profesionales), entre otras acciones. En gran medida, estas actividades fueron promovidas a partir del desconocimiento que observamos (no sólo por parte de la comunidad sino también de las instituciones), respecto de la importancia de la protección del patrimonio arqueológico y, específicamente, en lo referente a la realización de las evaluaciones de impacto arqueológico (EIArq, en adelante). Estas evaluaciones, frecuentemente son catalogadas como innecesarias e incluso vistas como un perjuicio u obstáculo por parte de particulares y empresas, para la realización, por ejemplo, de obras de construcción. Esta situación fue traducida por el CPAT en un compromiso para llevar adelante actividades que promuevan la concientización social sobre la importancia

del patrimonio arqueológico, así como de la necesidad que las intervenciones sobre éste sean realizadas por profesionales idóneos.Es nuestra convicción que esta concientización repercute positivamente en la práctica profesional, no sólo por el reconocimiento paulatino que ésta va ganando, sino fundamentalmente porque de esta manera la arqueología va convirtiéndose en una ciencia permeable a los reclamos y necesidades de la sociedad.Por otro lado, gran parte de los esfuerzos del CPAT durante estos años, han estado dirigidos a promover espacios diversos de inserción laboral. Esto constituyó un enorme desafío en tanto, en nuestra carrera4, la investigación científica básica aparece tradicionalmente indicada –casi– como la única opción de ejercicio profesional. Esta idea comenzó a ser desafiada por los/as arqueólogos/as que se desempeñaban en otros ámbitos laborales (por ejemplo llevando adelante EIArq), pero fundamentalmente por el interés de muchos/as en ampliar el campo de acción disciplinar.Lo anterior conllevó un proceso de reflexión sobre las posibilidades y limitaciones de la carrera, de su plan de estudios actual y de las incumbencias que otorgaba el título. En pos de acompañar este proceso de ampliación de los campos de inserción laboral de los/as arqueólogos/as, el CPAT llevó adelante propuestas para extender dichas incumbencias del Título de Arqueólogo/a de la Facultad de Ciencias Naturales e IML de la UNT. Estas propuestas surgieron a partir de talleres de discusión organizados por el CPAT. En esta misma línea, se realizó la inscripción del CPAT en el Registro Único Provincial (RUP), a partir de lo cual pudo comenzar a ofrecer cursos de capacitación con puntaje docente, constituyéndose en otra alternativa laboral para los/as matriculados/as. Por otra parte, fue también por intermedio

4 Nos referimos específicamente a la carrera de Arqueólogo/a de la Universidad Nacional de Tucumán.

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del Colegio que se realizó, por primera vez, la inscripción de peritos arqueólogos/as en la Justicia Provincial. Este fortalecimiento de los nuevos ámbitos de acción disciplinar fue a su vez acompañado por otras intervenciones del CPAT, tendientes a: fomentar la capacitación de sus matriculados/as (por ejemplo ayudas económicas para la realización de cursos y participación en jornadas científicas); resguardar las relaciones laborales (por ejemplo a través de instrumentos administrativos que regulan y brindan protección a los/as colegiados/as); fortalecer espacios de discusión y reflexión de nuestra práctica profesional (talleres de discusión); e incluso promover encuentros de camaradería (por ejemplo la instauración del Día Provincial del/la Arqueólogo/a).En la actualidad, dos proyectos constituyen nuestros objetivos principales. En primer lugar, la compilación de dos libros, uno de ellos dedicado a las investigaciones arqueológicas sistemáticas desarrolladas en el territorio tucumano, y el otro, sobre las investigaciones sociales realizadas en contextos provinciales de terrorismo de estado (en especial durante la última dictadura cívico-militar)5. A través de estos volúmenes buscamos proporcionar un recurso que compendie las principales investigaciones en ambas temáticas, así como facilitar textos académicos actualizados para docentes universitarios y terciarios. Esto último es importante ya que, si bien hay publicaciones en diversas revistas científicas, actualmente no existe un único libro de referencia para la provincia que reúna y permita la consulta de trabajos referidos a ambas temáticas.Finalmente el segundo proyecto lo constituye la propuesta de dictado de una materia de grado —a modo de materia de especialidad— sobre la práctica profesional en Arqueología. Esta asignatura se presentaría como una

5 Este último volumen se realizará junto a la revista Mundo de Antes (revista del Instituto de Arqueología y Museo) a modo de dossier temático.

oportunidad para brindarle a los/as alumnos de la carrera, contenidos y herramientas básicas para la inserción profesional en los ámbitos de la investigación, la arqueología contractual, la justicia, la gestión y la educación6. Esta asignatura aparece en respuesta a la inquietud de alumnos/as y recién graduados/as de la carrera, frente a los desafíos actuales de un sistema laboral que está en proceso de diversificar sus demandas.

PALABRAS FINALES

Como ya mencionamos en párrafos previos, cada una de las decisiones tomadas desde el CPAT, han estado medidas por discusiones reflexivas y autoreflexivas (a modo de una vigilancia epistémica; sensu Bourdieu 1993). En ellas, no sólo han sido convocados/as nuestros/as matriculados/as, sino diferentes actores cuyos aportes hemos sabido valorar.A través de estos años, buscamos que el CPAT, lejos de convertirse en un instrumento de disciplinamiento profesional, sea un ámbito intersubjetivo para (re)pensar la disciplina. Nuestra estrategia para ello fue tomar, como punto de partida, la concepción de un colegio de profesionales no sólo como un conjunto de normativas a ejecutar, sino más bien como un organismo que se va conformando en el proceso de articulación entre la estructura normativa y los requerimientos de la práctica profesional. Tomando las palabras de Giddens (1995), la estructura (y sus propiedades articuladoras) aparece como medio habilitante y restrictivo de la práctica, pero también como resultado de esta última. Consideramos que, sentar las bases de actuación sobre este concepto, así como también mantener activa la autoreflexividad, constituyen dos vías a través de las cuales el CPAT se irá construyendo como un organismo de articulación de la comunidad

6 Se propone una cátedra colegiada, en la cual cada unidad sea dictada por matriculados/as del CPAT idóneos en el tema.

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arqueológica con diferentes actores (sociedad en general, Estado, empresas, otros colectivos profesionales, etc.).Más allá de que estas líneas puedan ser leídas como una enumeración de normas y actividades, nuestra idea fue visibilizar al CPAT como el espacio de discusión crítica que es. Nuestros esfuerzos, así como el de aquellos que nos han precedido en los anteriores Consejos Directivos, apuntan a continuar construyendo este Colegio como un ámbito inclusivo, abierto a escuchar diferentes voces y a seguir promoviendo la democratización de la práctica disciplinar, la defensa de nuestra profesión y, ante todo, de nuestro patrimonio arqueológico.

AGRADECIMIENTOS

A aquellos/as matriculados/as que confían, aportan y apoyan el CPAT y a los/as evaluadores del manuscrito original.

BIBLIOGRAFÍA

Bourdieu, P. (1993). Los muros mentales. Revista Información Cultural, 1: 39–43.

Foucault, M. (1993). Microfísica del poder. Madrid: Ediciones La Piqueta.

Giddens, A. (1995). La Construcción de la Sociedad. Bases para la Teoría de la Estructuración. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Gianfrancisco, M.S., Urquiza, S. y Ocaranza, E. (2010). Colegio de Arqueólogos de la Provincia de Tucumán (Argentina). Trabajo presentado en el XVII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Mendoza.

Ley Nº8337 Boletín Oficial de la Provincia de Tucumán, Tucumán, Argentina, 13 de Septiembre de 2010.

Oviedo Sotelo, D. (2018). Ética Profesional y Social. Asunción: Arandurayhu.