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Precisa y atrevida denuncia de un profesional de la medicina El Dr. Octavio Alvarenga, con su recia voz de olanchano de pueblo, se atrevió a decir que a veces puede resultar más higiénico hacer una operación a un paciente en un rastro público que en el quirófano de un hospital público hondureño. El Ministro de Salud se rasgó las vestiduras y elevó el grito al cielo diciendo que esa denuncia desprestigia a los hospitales hondureños. Raudo y veloz, a rajatabla y para dejar claro quien es quien en Honduras, le aplicó la ley, citando al atrevido médico a una Audiencia de Descargo. La denuncia del galeno oriundo de San Francisco de la Paz, en el norte de Olancho, ocurre en el marco de la muerte sistemática de pacientes en el hospital Escuela vinculadas a la posible existencia de una bacteria que se ha proliferado gracias al ambiente de insalubridad y de descuido en el recinto hospitalario. La denuncia es muy difícil que sea rebatida con honradez porque la misma se sostiene en la voz de un profesional que lleva decenas de años en el servicio médico público, que ha ostentado cargos de responsabilidad, y por eso mismo no puede estar hablando tonterías. El Dr. Alvarenga no ha dicho nada nuevo. Nuestra gente sabe que la denuncia tiene sustento porque ha desfilado por los hospitales públicos y centros de salud recibiendo atropellos por cargar con la desgracia de estar enferma. Así ocurre en la capital, en San Pedro Sula, en El Progreso, La Ceiba, Santa Rosa de Copán, Tocoa, Trujillo. Y ocurre tanto en los hospitales grandes como en los pequeños centros de salud de los pueblos y aldeas a lo largo del territorio nacional. La salud en Honduras es un foco perpetuo de violación a los derechos humanos de un pueblo condenado a sobrevivir en la enfermedad. Sin embargo, decir la verdad sobre la salud en Honduras es un delito, y el porvenir del Dr. Alvarenga no tiene vuelta de hoja: está condenado al rechazo del Colegio Médico, a la marginación ante cualquier posibilidad de acceso a un cargo de dirección en los hospitales o el Ministerio de Salud, a la deshonra y al desprestigio. Está claro que el Dr. Alvarenga quedó fuera de los círculos de reconocimientos, eventos sociales y todo ese mundo de elogios mutuos del mundo de los profesionales y de los políticos. El Dr. Alvarenga está enjuiciado por atreverse a decir lo que todo mundo sabe sobre el abandono y despilfarro en el que se encuentra atrapada la salud pública en Honduras. Con el enjuiciamiento del Dr. Alvarenga por decir una verdad incuestionable, queda una vez establecido que en nuestro país los ladrones auténticos son los honorables, los mentirosos son alabados por su transparencia, los corruptos premiados por su honradez y los hipócritas venerados por su piedad. El Dr. Alvarenga debe prepararse para los vituperios, y si se descuida hasta le podrán inventar razones de peso para zamparlo a la cárcel. Sin embargo, los hechos que Usted, Dr. Octavio Alvarenga, ha denunciado no se pueden tapar con procesos legales amañados. A Usted, Dr. Alvarenga, lo podrán obligar a que se retracte de lo que dijo o lo podrán hundir en el desprestigio, sin embargo, la verdad está allí, imbatible: los políticos usan el Ministerio de Salud para tráfico de influencia y reparto de puestos entre su clientela, los hospitales nada tienen que envidiarle a los chiqueros y una buena parte de los empleados nada tienen que envidiarle a los perros con rabia, como expresión elocuente del desprecio a la vida, un atentado cotidiano a los derechos humanos y a la dignidad de nuestra gente enferma, merecedora de una suerte nueva. Nuestra Palabra | 27 JULIO 2011

Precisa y atrevida denuncia de un profesional de la medicina - 27 de julio de 2011

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Page 1: Precisa y atrevida denuncia de un profesional de la medicina - 27 de julio de 2011

Precisa y atrevida denuncia de un profesional de la medicina

El Dr. Octavio Alvarenga, con su recia voz de olanchano de pueblo, se atrevió a decir que a veces puede resultar más higiénico hacer una operación a un paciente en un rastro público que en el quirófano de un hospital público hondureño. El Ministro de Salud se rasgó las vestiduras y elevó el grito al cielo diciendo que esa denuncia desprestigia a los hospitales hondureños. Raudo y veloz, a rajatabla y para dejar claro quien es quien en Honduras, le aplicó la ley, citando al atrevido médico a una Audiencia de Descargo. La denuncia del galeno oriundo de San Francisco de la Paz, en el norte de Olancho, ocurre en el marco de la muerte sistemática de pacientes en el hospital Escuela vinculadas a la posible existencia de una bacteria que se ha proliferado gracias al ambiente de insalubridad y de descuido en el recinto hospitalario. La denuncia es muy difícil que sea rebatida con honradez porque la misma se sostiene en la voz de un profesional que lleva decenas de años en el servicio médico público, que ha ostentado cargos de responsabilidad, y por eso mismo no puede estar hablando tonterías. El Dr. Alvarenga no ha dicho nada nuevo. Nuestra gente sabe que la denuncia tiene sustento porque ha desfilado por los hospitales públicos y centros de salud recibiendo atropellos por cargar con la desgracia de estar enferma. Así ocurre en la capital, en San Pedro Sula, en El Progreso, La Ceiba, Santa Rosa de Copán, Tocoa, Trujillo. Y ocurre tanto en los hospitales grandes como en los pequeños centros de salud de los pueblos y aldeas a lo largo del territorio nacional. La salud en Honduras es un foco perpetuo de violación a los derechos humanos de un pueblo condenado a sobrevivir en la enfermedad. Sin embargo, decir la verdad sobre la salud en Honduras es un delito, y el porvenir del Dr. Alvarenga no tiene vuelta de hoja: está condenado al rechazo del Colegio Médico, a la marginación ante cualquier posibilidad de acceso a un cargo de dirección en los hospitales o el Ministerio de Salud, a la deshonra y al desprestigio. Está claro que el Dr. Alvarenga quedó fuera de los círculos de reconocimientos, eventos sociales y todo ese mundo de elogios mutuos del mundo de los profesionales y de los políticos. El Dr. Alvarenga está enjuiciado por atreverse a decir lo que todo mundo sabe sobre el abandono y despilfarro en el que se encuentra atrapada la salud pública en Honduras. Con el enjuiciamiento del Dr. Alvarenga por decir una verdad incuestionable, queda una vez establecido que en nuestro país los ladrones auténticos son los honorables, los mentirosos son alabados por su transparencia, los corruptos premiados por su honradez y los hipócritas venerados por su piedad. El Dr. Alvarenga debe prepararse para los vituperios, y si se descuida hasta le podrán inventar razones de peso para zamparlo a la cárcel. Sin embargo, los hechos que Usted, Dr. Octavio Alvarenga, ha denunciado no se pueden tapar con procesos legales amañados. A Usted, Dr. Alvarenga, lo podrán obligar a que se retracte de lo que dijo o lo podrán hundir en el desprestigio, sin embargo, la verdad está allí, imbatible: los políticos usan el Ministerio de Salud para tráfico de influencia y reparto de puestos entre su clientela, los hospitales nada tienen que envidiarle a los chiqueros y una buena parte de los empleados nada tienen que envidiarle a los perros con rabia, como expresión elocuente del desprecio a la vida, un atentado cotidiano a los derechos humanos y a la dignidad de nuestra gente enferma, merecedora de una suerte nueva.

Nuestra Palabra | 27 JULIO 2011