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Pregón de C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez Año 2015 Página 1ª Pregón de la Semana Santa de Puente-Genil 2015 Aquí me tienes, Jesús, con el corazón de rodillas, con todo el peso de o que quisiera decirte sobre mis hombros, y sin saber si aguantaré la horita que durará este recorrido en el que pretendo acompañarte. Cargo también sobre mis espaldas el peso de mi miedo a defraudar a tantos seres queridos que depositan su confianza en mí: mis hermanos de "El Degüello", de los que aprendí y aprendo el valor de la tradición y el amor a las pequeñas partes que componen este todo; mi familia, a la que debo la sangre que corre por mis venas y la sensación de ser como soy porque son como son, porque fueron como fueron; mis hermanos de la Virgen de las Angustias; mi sobrino y ahijado Manuel, al que quiero como sólo un padre puede querer a un hijo; mi esposa, Marina, mi mejor mitad, que aún piensa que el pregón no es más que una excusa para pasar los días sumergido en esta pasión que a todos nos arrastra, y a la que desde hace un par de meses vengo sisándole tiempo y atenciones… Y sobre todo, me abruma el peso de todos los mananteros, que merecen un pregón a la altura de sus expectativas, a la altura de sus sentimientos, muy por encima en definitiva de mis posibilidades. Ayúdame, Jesús, a llevar sobre mis hombros tanta responsabilidad; compartamos esta carga y permíteme que, para no perderme, siga el suave olor a lirios que desprenden tus pisadas; déjame ser, sin títulos ni merecimientos, un bastonero más, un cirineo más, un manantero más que sólo aspira a colocar sus pies sobre tus huellas. Autoridades, hermanos, depositarios de mi cariño, benditos seáis. Cuando se me preguntó desde que sitio pensaba pregonar la Semana Santa de Puente Genil, lo tuve claro: al pie del Nazareno; pero no al pie de su altar, sino al pie de sus mismísimos pasos. De modo que permitidme que os saque de este santo recinto. Venid conmigo, subamos a ver a Jesús y acompañémosle en su trayectoria, desde la Diana hasta que finalmente, el Viernes Santo tarde, lo dejemos al otro lado del silencio que abre la puerta de su Ermita al cerrarse. Si no os importa, venid conmigo este Viernes Santo. Salgamos por esa puerta. Plaza del Convento, Compás del Coro, Calle Aguilar al fondo. Sí, esa calle que, “en llegando la cuaresma”, tantísimas Corporaciones suben los Sábados de Romanos para ver a Jesús. Esta misma calle que, cuando cuaresmea el almanaque y las crisálidas del invierno van quedando convertidas en pavesas, recibe una incesante correntia de hermanos que, callejeando, desembocan en la Veracruz. La explosión es indescriptible y resulta fácil perder el norte. Cualquier forastero, cualquier invitado a cualquiera de las Corporaciones Bíblicas que colorean este maravilloso caleidoscopio, cualquier extraño y frío espectador, quedará deslumbrado por un maligno milagro difícil de explicar. Pensará que es el vino y no andará excesivamente desacertado, creerá que todo es fruto de su imaginación, de su extasiada fantasía,

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 1ª

Pregón de la Semana Santa de Puente-Genil 2015

Aquí me tienes, Jesús, con el corazón de rodillas, con todo el peso de o que quisiera

decirte sobre mis hombros, y sin saber si aguantaré la horita que durará este recorrido en el que

pretendo acompañarte. Cargo también sobre mis espaldas el peso de mi miedo a defraudar a

tantos seres queridos que depositan su confianza en mí: mis hermanos de "El Degüello", de los

que aprendí y aprendo el valor de la tradición y el amor a las pequeñas partes que componen este

todo; mi familia, a la que debo la sangre que corre por mis venas y la sensación de ser como soy

porque son como son, porque fueron como fueron; mis hermanos de la Virgen de las Angustias;

mi sobrino y ahijado Manuel, al que quiero como sólo un padre puede querer a un hijo; mi

esposa, Marina, mi mejor mitad, que aún piensa que el pregón no es más que una excusa para

pasar los días sumergido en esta pasión que a todos nos arrastra, y a la que desde hace un par de

meses vengo sisándole tiempo y atenciones… Y sobre todo, me abruma el peso de todos los

mananteros, que merecen un pregón a la altura de sus expectativas, a la altura de sus

sentimientos, muy por encima en definitiva de mis posibilidades.

Ayúdame, Jesús, a llevar sobre mis hombros tanta responsabilidad; compartamos esta

carga y permíteme que, para no perderme, siga el suave olor a lirios que desprenden tus pisadas;

déjame ser, sin títulos ni merecimientos, un bastonero más, un cirineo más, un manantero más

que sólo aspira a colocar sus pies sobre tus huellas.

Autoridades, hermanos, depositarios de mi cariño, benditos seáis. Cuando se me

preguntó desde que sitio pensaba pregonar la Semana Santa de Puente Genil, lo tuve claro: al pie

del Nazareno; pero no al pie de su altar, sino al pie de sus mismísimos pasos. De modo que

permitidme que os saque de este santo recinto. Venid conmigo, subamos a ver a Jesús y

acompañémosle en su trayectoria, desde la Diana hasta que finalmente, el Viernes Santo tarde, lo

dejemos al otro lado del silencio que abre la puerta de su Ermita al cerrarse. Si no os importa,

venid conmigo este Viernes Santo.

Salgamos por esa puerta. Plaza del Convento, Compás del Coro, Calle Aguilar al fondo.

Sí, esa calle que, “en llegando la cuaresma”, tantísimas Corporaciones suben los Sábados de

Romanos para ver a Jesús. Esta misma calle que, cuando cuaresmea el almanaque y las crisálidas

del invierno van quedando convertidas en pavesas, recibe una incesante correntia de hermanos

que, callejeando, desembocan en la Veracruz. La explosión es indescriptible y resulta fácil perder

el norte. Cualquier forastero, cualquier invitado a cualquiera de las Corporaciones Bíblicas que

colorean este maravilloso caleidoscopio, cualquier extraño y frío espectador, quedará

deslumbrado por un maligno milagro difícil de explicar. Pensará que es el vino y no andará

excesivamente desacertado, creerá que todo es fruto de su imaginación, de su extasiada fantasía,

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 2ª

de una ensoñación delirante… A ti, hermano forastero que vienes por primera vez en Cuaresma a

este bendito pueblo, a ti, quisiera dedicarte estos consejos que yo no suelo seguir:

Hermanito forastero

que vienes por estos fueros en Cuaresma, Dios te guarde. Y ojalá que mi experiencia te sirva de referencia -si no es demasiado tarde-. La gente que me conoce con los años, con el roce., sabe que yo no soy quién para darte estos consejos que hermanos sabios y viejos me dieron a mi también; pero, a ver, hoy he querido volverme más comedido, más juicioso, más prudente, y contarte lo que ocurre cuando el moriles discurre por las calles de La Puente. Bebe despacio… No quieras bajar por las escaleras sin pisar un escalón. Si haces caso del que diga “Hermanos, hasta las vigas”, verás caer el telón. No abraces el desatino de hacerle gustos al vino que ofrecen otros cuarteles; el que mezcla, pobre tonto, acaba perdiendo pronto la cabeza y los papeles.

Echa al bolsillo un puñado de almendras o algo salado por si el alcohol te amortaja, no brindes mucho con esos amigos de los excesos que rondan las “Tablas Bajas”… Valen ochos o palillos, El caso es que en los bolsillos Tengas algo de comer, Que un estómago vacío Es como un tonto con frío En brazos de una mujer.

Quiero decir que no dejes que caiga el vino en los ejes de tu estómago en ayunas; come, come lo que sea, como queso, croquetea, ataca las aceitunas.

La subida a Los Romanos, te lo dirán mis hermanos, hoy día no es lo que era… y es que hoy, a nadie engaña, hay chusma de otra calaña; la chusma botellonera.

Huye de los tragos largos -verás mañana qué amargo el limón del garrafón-, no hagas caso a las sirenas que cantan las agrias penas del vodka, el whisky y el ron.

Se quiere apagar la lumbre del fuego de la costumbre… Canallas, qué repelús da ver que no se respeta la magia suave y discreta de una subida a Jesús. Lo suyo es subir despacio, aprovechando el espacio de los rincones sonoros para cantar cuarteleras, y que una alondra le quiera poner sus alas a un coro… Sorbito a sorbo, se sueña, con una uvita pequeña, una oración sin palabras. Hay quien sube con reposo, hay quien sube haciendo el oso y hay quien sube haciendo cabra. Tú haz caso del Presidente que sube contracorriente, abriendo a todos el paso… unidos hasta la Ermita, y si te dan otra uvita, “pa dentro” y que corra el vaso.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 3ª

Si te calienta la cera del cante por cuartelera, si estas pensando cantar, ten en cuenta que el que inhala del humo de la bengala se queda ronco de atar. Tantas cosas, sumo y sigo, hermanos, primos, amigos y, en medio de tanto caos, besos, abrazos y risas… Yen un dedo por cornisa, el gallo de los Ataos. Las túnicas de colores de la chusma y los tambores, la gente que sube y quiere oír el Stabat Mater, y el corazón como un cráter que explota ante el Miserere… Después, callejuela y manta con un nudo en la garganta hacia el cuartel que te espera… Y a ver que hermanito salda la deuda de izar las faldas a la Vieja Cuaresmera.

Si un hermano se levanta a decir algo o nos canta, ponle toda tu atención; escúchalo con respeto como el que escucha en completo silencio su corazón. Pásalo bien y procura desmesurar la mesura, entender bien lo que pasa; llévate algo al marcharte y déjanos una parte de ti, porque esta es tu casa. Te insisto: yo ni de lejos debiera darte consejos porque no cumplo ninguno, pero, siendo el primer día que nos haces compañía, me ha parecido oportuno. Y ya que el cuartel te arropa levanta al cielo tu copa conmigo y con los demás, para brindar por que tengas un buen sábado y que vengas, si quieres, un año más.

Pero desengañémonos: no es este el verdadero sentido de

una subida a Jesús. Esto es lo que pudiera verse desde fuera y la

impresión que se lleva quien pisa este pueblo por primera vez y

no entiende nada de nada de lo que ocurre. Todos nosotros, en el

fondo de nuestro corazón, buscamos y perseguimos un fin más

limpio más auténtico. Todo manantero, sin perjuicio de disfrutar

de cuanto encuentra a su paso, con mejores palabras que las mías,

a buen seguro lleva en sus labios oración parecida a ésta:

No me mueve, Jesús para ir a verte,

la “pata” que me tienen prometida; ni me mueve pensar que la subida por callejas y plazas me divierte.

Ni me mueve creer –bendita suerte- que una uvita de estrellas exprimida sobre un vaso me ofrece la medida de la vida vivida hasta la muerte.

Ni me mueven alondras cuarteleras, ni los abrazos sobre las aceras de todos mis hermanos del cuartel…

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 4ª

Me mueves Tú, Jesús, y en tal manera que aunque no hubiera cuesta, yo subiera con el alma temblando a flor de piel. No me mueve la chusma, ni me mueve el humo de bengala ni el gentío, ni los bares de alterne y extravío que brindan un refugio al que más bebe.

Ni me mueve pensar que hoy no nos llueve, que al salir del cuartel no tendré frio; ni la luna copiando sobre el río con ribetes de espuma su relieve.

Ni me mueven tantísimas razones, mareas de la sangre, tradiciones de un Sábado bendito de Romanos. Me mueves Tú, Jesús, y en tal manera, que, aun sin brazos ni piernas, te subiera

mi corazón temblando entre las manos.

Pero sigamos. Dejemos atrás la Cuaresma. No olvidemos que nuestro fin último es subir a

ver al Terrible y acompañarlo en su recorrido. Ya estará preparado, a la espera de salir de su Ermita,

a la espera de que suban los Romanos a tocarle la Diana, mientras todos los pontanos funden sus

almas en una, mientras todo el pueblo late en una misma dirección.

La noche del Jueves Santo va tocando a su fin. Algunos hermanos han sabido colocarse

en un punto estratégico, en la Parroquia de la Purificación, al pie del azulejo de la Virgen de las

Angustias, y esperan a que el Imperio Romano aparezca. Los hay que han tenido la acertada

prudencia de dormir un par de horas y aparecen risueños y fingiendo a Limpio; y los hay, en

cambio, que han preferido distraer su cansancio pernoctando en sus cuarteles -o vete tú a saber-,

bebiendo vino y anís en compañía de otros hermanos, tumbando sus maltrechos cuerpos sobre

una hilera de sillas, noctámbulos de una ilusión que solo cabe en el corazón de un niño.

Suena el tambor y sentimos que el corazón se acompasa. Aparece el Imperio Romano

con Los Frailes al fondo. La imagen es sobrenatural. A la izquierda, la calle Arcos desprende su

penumbra. Atrás, a nuestra espalda, se intuye el viento cimbreando las ramas de los árboles del

Paseo. Aparece el Imperio Romano. Se desgarran las sombras y la luna los baña con su luz

impregnada de rocío. Lo suyo es colocarse justo delante para servirles de punta de lanza y herir

la Cuesta Romero al son que marcan sus pasos, llegar a la calle Madre de Dios y continuar calle

Aguilar arriba, impulsados por no sé qué fuerza extraña, que nos exprime las últimas energías

apretándonos el corazón. Que nadie sepa dónde empiezan sus tambores y terminan tus latidos.

Prestadme vuestra imaginación y vedlos al fondo de la calle, doblando la esquina de Madre de

Dios, vedlos venir calle Aguilar arriba, envueltos en el humo de la bengala que se desgarra en el

aire como si pretendiera abrirnos paso a otra realidad más real que ésta de la que formamos

parte. La campana, la campanita, suena como si su metal estuviese forjado con los clavos de

Cristo. No tintinea, martillea. Aprovechemos esta imagen y sigamos con ellos, en pos de la

muchedumbre, al pie del monte Calvario.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 5ª

En un abrir y cerrar de ojos, en un parpadeo, en lo que tarda un suspiro en quedarse sin

aire, nos encontramos en la Plaza del Calvario, en la explanada de Jesús.

Nadie se atreve a respirar siquiera…

Ha salido Jesús y no ha salido. Está y no está parado bajo el Arco al borde de un aliento contenido. Es noche y no es de noche, ni es de día. Al filo de las sombras, justo al filo del suave amanecer, del sol que empieza a amanecer y aún no ha amanecido; de la luna que aún está despierta, aunque tal vez, quizás, se haya dormido. Nadie se atreve a respirar siquiera… El latido es de escarcha, tenso frió. Casi se puede oír el suave roce del alma acomodándose en su sitio. Y el silencio se parte en mil pedazos con las notas que inundan el vacio. La Diana se trenza, reinventando la tensión del espacio y el sonido.

Y después, el clarín, hilo de plata,

hilo de oro y en su esencia hilo de sol y luna, claridad y estrella, sobre un cielo, ahora si, ya amanecido. Ahora sí está Jesús, ya bajo el Arco; y nosotros con Él... Como los lirios

que alfombran sus pisadas, cada cual,

levantando su alma y sus martirios.

Aquí me tienes, Jesús, dispuesto a acompañarte

en tu singladura. Déjame pedirte este favor, uno

de los muchos que me atreveré a solicitarte: sé

Tú el hilo que hilvane el pregón que ahora se me

escurre de la yema de los dedos… . Porque,

parafraseando las palabras de; Antonio

Machado, "Conmigo vas, mi corazón te lleva”.

Paso a paso, latido a latido, desciendes por la

Plaza del Calvario, giras hacia la calle San

Cristóbal, y en lo que dura un aliento que parece

querer tomar forma en el frío del amanecer,

llegas al Paseo del Romeral. Si te fijas, Jesús a

tu derecha, se abre la Matallana. Por ella,

llegaste el Domingo de Ramos, a lomos de tu Borriquita, entre palmas y olivos; por ella, volverás

el Domingo de Resurrección , resplandeciendo de Gloria. Estos dos acontecimientos abren y

cierran los paréntesis de tu Pasión, que es la nuestra. Aquí mismo, en el paseo del Romeral, te

recogiste en tu oración del Huerto; aquí mismo, te despediste de tus amados discípulos, en la

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Página 6ª

Sagrada Cena, que ya vaticinaba lo que habría de esperarte, lo que ahora, si seguimos nuestro

particular camino del Calvario, tendremos que revivir.

La calle Horno y la calle Santos se abren como heridas que quisieran pinchar huesos al

llegar al Barrio Bajo. No quiero que sigamos por la calle Linares todavía. Detengámonos un

momento y apreciemos los aromas que desprenden la atmósfera manantera, aún dormida, y a la

que ya parecen temblarle los párpados del sueño. Y es que no sé, Jesús, si desde ahí arriba

puedes percibir la esencia y el aroma de este pueblo abierto en flor…

El olor de la cal de las paredes

el olor del anís y del ochío,

el olor de las túnicas planchadas,

el olor de los juncos junto al río.

el olor a alcanfor y a naftalina

que desprende el baúl de las figuras,

el olor de la lluvia y de la piedra,

del rostrillo en su cara más oscura.

el olor de la piel cuando tenemos

que subir hasta el cielo los martirios,

el olor a las lágrimas de cera

que acaricia la blanca piel de un cirio.

el olor del incienso y la bengala

el olor del hermano en la madera

cuando se rompe el hombro y las espaldas

en la trabajadera.

el olor a azahar preso en la brisa

deshecha en hilos por la Matallana,

el olor a resina y terciopelo,

el frío olor del bronce de campana.

El olor a cuartel y a Barrio Bajo,

el olor a penumbra de bodega,

y el suave aroma a lirios de tus pasos,

que lleva a Ti y no sé de donde llega.

Pero sigamos, Jesús, al final de la calle Linares, nos espera la Plaza de la Mananta,

aguardan el alpatana y el muñidor, dos símbolos imprescindibles de la pasión que nos. mueve. El

vino y e1 metal del corazón de Dios, del temblor celestial hecho sonido. Los dos agitan nuestra

sangre, cada cual a su manera; los dos nos hacen temblar, cada cual a su modo. El alpatana es la

sangre, la campana es el latido.

No se que tiene el sonido

del metal hecho campana,

campana del Viernes Santo.

Campana descarnada.

Cuantos pontanos no están

esperándote en sus casas

o en sus cuarteles oyendo

tu oración tintineada.

El silencio es más silencio

si tú lo rompes con cada

repique de bronce antiguo

con voz de cristal de plata…

De niño quise tocarte,

muerto, “muertito” de ganas

de ser yo quien sacudiera

tu sístole de martillo

rompiéndose en una fragua…

Y ahora, con la edad que tengo,

me basta, sólo me basta

con escuchar tu latido

de sangre que se derrama.

Me parece haberla oído

llorar como llora el agua;

lo sé porque se me ha puesto

de punta la piel del alma.

Tiemblan las piedras del suelo,

las flores de las ventanas,

los cuadros de los cuarteles,

y el cielo color de nácar;

tiembla la llama en los cirios,

tiembla el viento entre las ramas,

tiemblan los lirios morados

y la cera derramada,

tiembla el corazón que quiere

sentirla y acompasarla.

Y tiembla el hilo que une

mis ojos y su mirada.

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Página 7ª

Y llegan las reverencias en Santa Catalina. Como si de un manantial subterráneo se

tratara, aparecen las figuras, que algunos llamamos del “turno de los pobres”. La escarcha de la

mañana se va deshaciendo con el calor de las pisadas de las imágenes que, lentas, erguidas, como

"estautas", desfilan con sus ropajes, sus martirios y sus rostrillos, hasta llegar a Ti, y en cinco

segundos eternos, ejecutan las reverencias, como quien quisiera arrancarse el alma del cuerpo.

Tres golpes de aire, tres pellizcos al corazón, tres esfuerzos que apenas pueden vencer la fuerza

de la gravedad de tu mirada.

Sin apenas darte cuenta, en una curva imposible al llegar a la calle Madre de Dios, te

adentras en la Plazuela de Lara…

Y sientes aún más dentro la campanita,

y notas que te pesa más el Madero,

y te duele tu Madre, Madre Bendita.. .

y una llama en un cirio prende y se agita

y te acuerdas del pobre... Miguel Romero.

Atraviesas el Arco y la Calzada cae como un precipicio parecido a aquél en el que el

Diablo te tentó por tres veces. Al fondo, se ve el campo, en la otra orilla del río. Cuesta bajar la

cuesta y caer por la pendiente, en ese punto en el que todo es abismo y te inclinas sobre la

primera de tus caídas. Y das con las rodillas en la calle San Sebastián, justo donde el Martes,

siendo Jesús de los Afligidos, cautivo y maniatado, te azotaron la espalda hasta resquebrajarte

por dentro, justo donde el Miércoles te arrodillaste para lavar los pies a San Pedro; justo donde el

Jueves te vi, amarrado a la Columna, con los ojos clavados en un cielo que se te cerraba.

La calle Contralmirante, calle Ancha, parece querer estrecharse al llegar a los Frailes,

mientras el sol incendia las tejas y la parte alta de las fachadas de las casas, sin llegar a besar la

acera. Una inmensa multitud de pontanos te aguarda derramándose en el pretil del Paseo de la

Victoria o al pie de la Cuesta Vitas. Las figuras, después de hacer un alto, guareciéndose en la

casa de algún hermano que les ofrece un sillón y una copa de aguardiente, empiezan a preparar

su incorporación al desfile. Bien lo sabes, Jesús, por esta calle has derramado tu sangre estos

días; por esta calle también has paseado tu Cruz, siendo Jesús de las Penas, detenido un segundo

antes de abrazarte a ella para partirla en mil pedazos. Pero ahora, toca arrastrarla.

Como si se tratara de una arteria bombeando sangre, la calle de la Plaza late en dirección

al paseo del río, latiéndote y latiendo contigo todo lo que arrastras: la bandera, la campanita, la

cera, los lirios, “moraos”, el estandarte, el “bacalao”, tu mirada, las figuras que se yerguen a

brochazos de color… Daría lo que fuera por vestir a mi Judit, a mi Verdugo, a mi Salomé, a mi

San Juan, a mi Rey Herodes y desfilar tras de ti, poniendo el alma en cada paso, jadeando tras el

rostrillo y procurando que mis brazos eleven los martirios cinco centímetros más allá de lo que

las fuerzas me permiten; o desfilar vestido de romano, llevando con la imaginación y de la mano

al niño que fui y que jamás tuvo ese honor… Pero no me avergüenza mi negra túnica de rebate:

hay tanta dignidad en ella, tanto de Ti y de mí cosidos a su tela pobre…

A ver si me explico,

si logro explicarme lo que siento los Miércoles Santos cuando, al despertarme, busco en sueños mi túnica negra, mi negro rebate.

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Página 8ª

Fantasma de tela que quiere abrazarte, cuando el Miércoles Santo abandona, como un pájaro negro y salvaje, su jaula de armario, su percha de alambre.

Y tiembla en tus manos y quiere escaparse, y por eso conviene amarrarla, curioso detalle, con un cordonsillo pa´ que no se escape, cada cual el suyo,

cada cual que ate como pueda su túnica negra, su negro rebate. Yo ya tengo el mío, que no presto a nadie… Si acaso al morirme,

que lo coja ese niño que es carne, carne de mis huesos, sangre de mi sangre… Pero mientras tanto, mientras no me falten las fuerzas y tengan mis pulmones aire, ése es mi cordón, ése es mi rebate… Más piel que mi piel, mucho más si cabe, con mi túnica negra recorro, cada año, las calles buscando a mi Virgen, buscando la imagen de Jesús, abrazándome a hermanos, con sus túnicas negras e iguales, desde el Miércoles Santo hasta el Viernes cuando caiga la noche más grande… y cuando la vida, de vivir nos mate, cuando nos sorprenda el azar de la muerte, quien nos quiera abrazar, que se abrace a la túnica negra y vacía, al negro rebate.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 9ª

Después al llegar a la Plaza Nacional, el Sermón del Paso… Si te abruma el hecho de

que aquellos a quienes tanto quieres vayan a condecorarte, haz lo que yo y mira como los

eucaliptos del Paseo se enfadan en salvaje belleza, enrabietando sus ramas como si pretendieran

desvestir al viento; y observa cómo el río fluye con hermosa languidez y pacifica dulzura… Tras

la reprimenda que no te mereces, toca continuar y cruzar el puente. Oye cómo sus piedras crujen

a tu paso, cómo se tensa y se destensa el hilo que sin pretenderlo tiendes para coser las dos

orillas… “Lo que la naturaleza separa, tu pasión lo une”.

Llegas a la iglesia de Santiago y, por unas pocas horas, se te permite descansar… No

puedes soltar la Cruz, pero al menos te inunda un silencio reparador y sientes dentro de Ti la

calma que precede a la tempestad.

Mientras tus fieles acuden para mirarte a los ojos

y verse desnudos en el espejo de tu mirada, permite que,

al menos con el pensamiento, me ausente y vaya a mi

cuartel, esa embajada del corazón, ese espacio que está

más allá del tiempo y del lugar que ocupa sobre el

terreno, ofreciéndonos una coordenada sentimental e

inamovible, en torno a la cual nos resulta fácil proyectar

la propia vida, en torno a la cual no nos aterra concebir la

propia muerte.

Mis hermanos ya estarán cantando cuarteleras y

recitando versos a la orilla de tu cuadro, con sus luces

siempre encendidas. Por el camino que vamos a recorrer,

desde la imaginación, no podremos evitar pasar por otros

cuarteles amigos y hermanos, que nos abrirán sus puertas

y nos harán sentir como si estuviéramos en el mismísimo

Cielo: ese cuartel al que perteneció mi abuelo y cuya

imagen aún está en sus cuadros; o ese cuartel por cuya

puerta siempre paso para dejarme "secuestrar", maniatado por

los lazos del cariño y la emoción, apretando los nudos que me

retienen en él con cada abrazo, hermanos a los que admiro y quiero más y más; o esos cuarteles de la

misma calle, con los que tantas vivencias compartimos en esas noches en que los muros parecen

derrumbarse y las lindes dejan de serlo… Todos los cuarteles son distintos, y sin embargo, te aseguro,

Jesús, que todos son iguales. Quisiera que estos versos llegaran al corazón de todos los hermanos que

tuvieron la valentía y el arrojo de fundar un cuartel y lo vieron crecer, vivirse y desvivirse con el amor de

un padre…

Cuando se tienen apenas

dieciséis años y llenas

de relámpagos las venas

(de todo, menos dinero…),

basta un puñado de sillas,

una mesa con astillas,

cosas, cositas sencillas -

para empezar desde cero.. .

Te prestan un cuchitril

al que hay que entrar de perfil

y al que le caben las mil

y una noches de Romanos;

y una Vieja Cuaresmera

que parece de madera,

y no es de cartón siquiera,

que se deshace en las manos.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

Página 10ª

Robas botellas de vino,

quieres gritarle al destino,

reinventarte en el camino

de tu Semana Mayor…

Pero la vida se embala,

pierde fulgor la bengala

y al día siguiente no exhala

la flor de un día su olor…

Luego, cambia de colores

la pasión, hay otras flores,

otra luz, otros sabores

que van dejando los años…

Se deshace el espejismo

y, aun así, sientes lo mismo

cuando al borde del abismo

sigues subiendo peldaños.

Habrá picos y habrá valles…

Cambiará quizás la calle,

cambiarán tantos detalles

para bien y para mal,

cambiarán los hermanitos,

y las reglas y los ritos,

los cuadros y los escritos,

y todo seguirá igual…

Cuartel de brazos abiertos,

sueñan tus ojos despiertos

hermanos que ya están muertos,

hermanos que aún no han nacido…

Hermanos que están presentes

y luchan contracorriente

por vivir y hacerle frente

a la losa del olvido.

Hermanos que son amigos,

hermanos que son testigos

del “tu, mí, me, contigo”

de rozarse con la vida…

hermanos que, pese a todo,

buscan y dan con el modo

de vivirte codo a codo

desde su herida a tu herida.

Va pasando el tiempo y noto

que amarillean las fotos,

que los mil pedazos rotos

forman un todo sublime…

Y busco una cuartelera

que me responda cualquiera,

y un verso que fluya y quiera

rimar con algo que rime…

Desde el cimiento a las tejas,

del neófito a la Vieja

“Cuartelera” que se deja

robar una de sus patas;

desde el que fui al que soy,

desde el ayer hasta el hoy,

desde el querer hasta el voy

a un futuro que me mata…

Y quiera Dios que me quede

preso por siempre en sus redes,

colgado de sus paredes,

hundido hasta sus cimientos,

hilvanado en las costuras

de sus queridas figuras,

igual que una sombra oscura,

igual que un soplo de viento…

Vendrán hermanos, vendrán

otros muchos que se irán,

y hermanos que seguirán

después de muertos en él.

Bendito lugar sagrado

que une futuro y pasado,

quisiera estar a tu lado,

siempre por siempre, cuartel.

Tras retomar el recorrido, toca volver a romperse por dentro y por fuera, y deshacer parte

del trayecto. El puente se vuelve a abrir a tu paso. A tu derecha dejas el Paseo, sabiendo que el

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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año que viene volverás a hombros de los mismos hermanos y sin embargo distintos, porque todo

pasa y todo queda, como el río que ahora dejas a tu espalda.

Llegas al Caño Carretas, ese rincón enigmático, ese punto de inflexión que lacera el

ánimo cuando ves derrumbarse sobre Ti, como una avalancha de adoquines, la Cuesta Baena. Te

sientes desfallecer y crees que será imposible subir este muro de silencio que te pesa en el alma

como un Cielo a punto de descargar sobre Ti su tormenta… La corona de espinas se te clava más

y más, la dura Cruz sobre el hombro hace crujir tu clavícula y sientes que lo fácil sería morir,

dejar que tu cuerpo sea arrastrado por el torrente de dolor que ahora arde en tus venas… Pero

sabes, y siento ser yo quien te lo diga, que esta misma cuesta, con un dolor físico más intenso

que el que ahora dinamita tu interior, esta misma cuesta la subió tu Madre el Sábado de Ramos, y

el Lunes, y el Martes, y el Miércoles y el Jueves…y, lo que es peor, con ese Dolor, con esa

Amargura, con esa Angustia, con ese Amor, recorrió las calles de este pueblo, como una Estrella

temblando en la noche, llorando con una intensidad capaz de llenar una alpatanera de esparto…

Todos y cada uno de nosotros hemos visto a tu Madre, a nuestra Madre, llorar hasta

anegar el desconsuelo; y todos, absolutamente todos los pontanos, cada vez que vemos su

imagen en cualquiera de sus advocaciones, pensamos en nuestra Dolorosa, cada cual en la suya.

Piensa, Jesús, Tú también, en tu Madre, mientras cada uno de nosotros paladea la advocación

que más le conmueva. Yo también estoy pensando en la mía y la veo, te lo aseguro, en cada una

de las imágenes que procesiona este maravilloso pueblo… Subamos la Cuesta Baena con esta

bendita imagen, cada cual la suya, arropada entre párpados.

El Sábado de Ramos, palidez de azucena,

en mitad de la noche, cuando ya no creía que pudiese subir por la cuesta Baena, la descubrí entre sombras, como una Luz de GUÍA.

Los ÁNGELES querían ayudar con su peso… Por eso fui perdiendo el rastro de su huella. Y así hasta que el domingo, volvió a mí con el beso de la luz temblorosa de una cálida ESTRELLA

El Lunes, con el alba, la estrella se deshizo; con las claras del día, perdió su resplandor; pero volví a encontrarla, e igual que un hechizo, sentí que desprendía AMOR y más AMOR. El Martes por la noche, cansado de perderla, la busqué en la negrura infinita del cielo, y la hallé en un ROSARIO, cada cuenta una perla… Cómo darle las gracias, por su eterno CONSUELO. Cuando el Miércoles Santo, de trajín, y locura, Presentí la VICTORIA de volverla a encontrar, la vi pasar despacio, transida de AMARGURA, y me aguanté las ganas de romper a llorar. El Jueves ya no quise ni buscarla siquiera, pero volví a encontrarla junto a la VERACRUZ, y sentí la ESPERANZA arder en blanca cera, desgarrando las sombras como un rayo de luz.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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Y llegó el Viernes Santo, con su cielo que llora, como llora el rocío en la piel de las flores, y la vi tan humana, tan “Mamá”, tan SEÑORA DE LA CRUZ, que no pude soportar sus DOLORES. Y sentí sus ANGUSTIAS: se astillaba por dentro, con su hijo en los brazos, ya muerto de verdad. Y no tuve valor de salir a su encuentro. y la dejé en la Ermita llorando en SOLEDAD. Sus LÁGRIMAS las llevo temblando en mi retina desde el Sábado Santo hasta el día, ojalá, que un Sábado de Ramos, al doblar una esquina, su suave luz de GUÍA, me diga donde está.

Ya estamos en la calle Aguilar; apenas cabe el tallo de la flor más mínima entre túnica y

túnica, entre pontano y pontano. Corren los niños de una orilla de la acera a la otra, cruzan los rebates negros como borrones de pena en el aire y el aliento de tu pueblo parece venir calle abajo, haciendo tu Cruz más ingrávida removiendo tu alfombra de lirios de tal manera que parece fácil seguir, pero sólo es un espejismo. Tengo que advertirte, Jesús, de que vamos a vivir dos momentos que te atravesarán como clavos que te apuntalarán a la penumbra más honda, a pesar de que el sol de la tarde parece estallar en el cielo. A la derecha, verás la Plaza del Convento. Por ella, el Miércoles Santo, saliste sentado sobre una piedra, con la mano en la mejilla y la espalda astillada en piel. Atardecía y fuiste, por unas horas, Señor de la Humildad y la Paciencia…

Recuérdalo…

Crujen los hombros y siento que está llegando el momento de enfrentarme a tu mirada… Y mi mirada ya sueña verte sentado en tu peña, con la espalda desgarrada… Crujen los hombros y subes desordenando las nubes que el sol incendia a su paso… Crujen los hombros y llegas a un Cielo de nubes ciegas contra la luz del ocaso. Con la mano en la mejilla, con tu dolor que se astilla contra mi carne y mis huesos… Y el aliento entre mis labios, por deshacer tus agravios, quisiera romper a besos…

Y va muriendo la tarde… Pasa una nube que arde desangrada en sol y cielo, queriendo vestir tus llagas con su piel hecha biznagas de algodón y terciopelo. Vendrá la Cruz, el Calvario, la Muerte en blanco sudario amortajando la aurora… Pero yo casi prefiero parar el tiempo, que quiero soñarte tal cual y ahora. Tal cual y ahora tranquilo bajo un cielo azul en vilo y abierto a la inmensidad… Tal cual y ahora: Paciente, tan Tú, tan resplandeciente, tan Señor de la Humildad.

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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Otro tirón, Jesús, ya queda menos. Sigamos. Tensa tus músculos para que den de sí un

poco más. Sé que cada bocanada de aire que espiras no volverá, que tus pulmones se están

secando como un lirio arrojado a las llamas, pero tenemos que seguir… A la izquierda, verás la

Ermita de la Veracruz; en ella, el Jueves Santo, te viste maniatado y triste, como una luna llena

ensangrentada y sin estrellas… Acuérdate, Jesús, de aquel momento…

Luna llena ensangrentada,

desnuda en el firmamento,

ahora que cierro los ojos

parece que te estoy viendo...

Viéndote atado, Jesús,

viéndote cautivo y Preso,

callado, sin hacer nada,

rompiendo cuerdas por dentro

y, sin embargo, por fuera,

quieto, quieto, quieto, quieto...

Cuántos hermanitos míos

se han enterrado vistiendo

tu túnica, por si acaso

puede alumbrarse en el Cielo...

Cuánta sangre de mi sangre

te rezó... Cuántos ancestros

quisieron atar con cuerdas

sus temores y sus miedos...

Tu tez oscura, tus ojos

resignados y diciendo

“Hágase tu voluntad,

dispón de Mí, Padre nuestro”…

Mientras te amarre la pena,

mientras te rompa el silencio,

mientras se apriete tu soga

sobre la piel de este pueblo,

vendré cada Jueves Santo,

atado a Ti sin remedio,

tensándome en cada cuerda

que me ata a Ti, Jesús Preso.

Y al llegar al pie de la calle Amargura, te derrumbas de nuevo y los dos sentimos que no

es posible continuar, nos fallan las fuerzas y nos rompemos, Tú y yo, en la que será la segunda

de tus caídas. Y no hay nada capaz de impulsarnos en este tramo… Ya no. Nuestra última gota

de sangre está a punto de caer como si quisiera rubricar sobre los adoquines el punto final de esta

historia. Nada puede hacernos continuar… Nada… Salvo…

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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[Suenan las notas de la plegaria “Y camina en silencio, camina”]

¿Has oído, Jesús, cómo suenan

las notas lejanas

que salpican la piel del silencio

como sangre sobre un pentagrama?

Cierra sólo un instante los ojos,

respira con calma

siente cómo te vienen las fuerzas

escuchando la dulce plegaria…

Son los cálidos versos de Carlos,

aquellos que Rafa

abrazó con la música herida

que trenzó para siempre sus almas…

“Y camina en silencio, camina”…

Vas rompiéndote en cada pisada,

con la Cruz destrozándote el hombro,

más y más, con las manos crispadas…

“Y camina en silencio, camina”…

El dolor le fustiga la espalda

y la calle Amargura se hace

más estrecha, más cuesta y más larga…

“Y camina en silencio, camina”…

Tu mirada serena se empaña,

mientras subes los ojos a un cielo

que ha incendiado en su luz nubes blancas…

Y caminas, caminas, caminas,

como “un lirio al que abrasan las llamas”…

Y no sé sostener ni un momento

mi mirada en tu tierna mirada…

y no puedo aguantar ni un segundo

lo que soy al mirar tu mirada…

Y en la flor del Calvario – la verás entre las piedras del

camino que empieza en las dos cruces de blanco pedestal-,

volverás a romperte en la ya tercera y última de tus caídas,

justo antes de que el pueblo entero te sirva de cirineo y te

ayude a colocarte bajo el Arco de tu Ermita, prestándote el

aliento que te faltaba. Vuelve a contemplar las nubes, ahora

como remansos de leche y miel que parecen querer

prometerte un final suave e inminente. Las figuras desfilarán

ante Ti, levantando sus martirios en tres movimientos lentos

con los que ahora sí, se arrancan el alma para ofrecértela…

Y yo, como todos los años, si me lo permites, al igual

que hacen tantos y tantos pontanos, hermanos míos, me

recogeré en tus ojos para encomendarte mis más íntimos

anhelos, mis miedos, mis dudas, mis pensamientos más

inconfesables, ésos que Tú sabes y yo sé, y que me guardo

para Ti y para mí. Y como todos los años, me aterrará

pensar que, quizás, tal vez, si acaso, el año que viene no

podré enfrentarme a tu mirada… Y mi alma vagará perdida,

buscando un punto de luz en el que arder, buscando en las voces de mis hermanos de la Schola

una escala melódica por la que subir hasta Ti, tratando de fundirse en las notas que tiemblan en

el aire, en el silencio…

[Plegaria compuesta por Rafael Sánchez Pérez, sobre una letra del pregonero]

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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Déjame reencarnarme en el viento que despeina tu alfombra de lirios en las notas que agita el silencio en la llama que tiembla en los cirios. Cuando muera en mis labios tu aliento, cuando deje de oír tu latido, y la tierra se trague mis huesos y me cubra de polvo el olvido… Déjame ser la espina en tu frente, ser la gota de sangre en tu herida. No me dejes morir con la Muerte, Víveme más allá de la Vida. Déjame ser la sangre en tus venas, ser la nube que llora en tu charco, abrazarme a tu piel de madera cuando vuelvas a estar bajo el Arco.

Cuando ya nada quede del hombre que se quiso aferrar a tus huellas, y me envuelva en su manto la noche y no brillen ya más las estrellas… Déjame ser la espina en tu frente, ser la gota de sangre en tu herida. No me dejes morir con la muerte. Víveme más allá de la Vida. Déjame que me mire en tus ojos. Sé la luz de mi alma perdida no me dejes morir con la Muerte. Víveme más allá de la vida.

Hasta ahora, Jesús, todos te hemos acompañado en tu recorrido. Acompáñanos Tú ahora.

Ven conmigo, vive con nosotros lo que sucede en el Barrio Bajo, en la Isla, esta noche. Siempre

te has quedado al otro lado de la puerta cerrada de tu Ermita y querría pedirte este favor: deja de

sentir, por unas horas, la Cruz sobre tu hombro y siente la lisa y cilíndrica superficie de un cirio

en la palma de la mano; deja de sentir sobre tu piel la túnica de terciopelo y siente la tela pobre y

oscura de una túnica de rebate; abandona sobre esa alfombra de lirios tu corona de espinas y deja

caer sobre tu cara la sombra negra y tenebrosa de un capillo. Ven conmigo al Barrio Bajo y vive

tu Muerte; ven conmigo a la Isla y siente lo que todos sentimos cuando te hemos perdido…

“Yo quisiera, aunque sólo fuera por esta noche, encender mi lenguaje en el fuego”

luminoso de tantos pregoneros que me han precedido…

Atardece y la herida del crepúsculo parece querer gangrenar el cielo. Los Romanos han

bajado la calle Aguilar tocando Gloria al Muerto, con sus penachos negros… No hemos tenido

tiempo de oírlos, pero aún se puede paladear el eco y la sensación que han dejado en el

ambiente… Y ya que me haces este favor de descender conmigo a los infiernos del Barrio Bajo,

no puedo dejar de advertirte sobre lo que vas a presenciar…

Buena Muerte y Misericordia, del Viernes Santo, Calvario y Silencio, la noche del

Martes Santo, esa embajada del Viernes que, rompiendo espacio y tiempo, es capaz de

desordenar el calendario, dándonos un anticipo de lo que ahora nos espera. Buena Muerte,

Calvario, Misericordia, Silencio. Que cada cual cierre los ojos para soñar con el suyo y demos

rienda suelta a estas palaras que empiezan con un verso y medio prestado de don Antonio Pérez

Almeda y que continúan con mis torpes balbuceos que sólo quieren describir tu imagen, clavada

en esa Cruz, a esa Cruz que durante todo el día de hoy has arrastrado por las calles de este

pueblo.

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“No está muerto. Palpita. Sólo espera

la autopsia de la luz”, el tibio aliento de los labios del viento que hace crujir la piel de la madera. No está muerto. Respira. Desde fuera, es posible intuir un movimiento, un ligero temblor, un regimiento de células que impiden que se muera. No está muerto. No acepto que sea cierto que haya muerto Jesús, que se haya muerto quien sigue respirando por la herida. No acepto que haya muerto quien parece que palpita, respira y se estremece más allá de la Muerte y de la Vida. No está muerto. Si acaso, sí me apuras, se ha quedado en silencio solamente. Oigo el pulso en las venas de su frente. Veo la luz tras sus párpados a oscuras. Aún se oyen crujir las estructuras de la cruz que lo aguanta; y el caliente reguero ensangrentado, ese torrente de sangre rota entre salpicaduras. No está muerto, pues creo haber oído el golpe imperceptible de un latido que, poco a poco, busca hacerse fuerte… No está muerto, si acaso está dormido. No está muerto; si acaso, detenido más allá de la Vida y de la Muerte. Algo se rompe por dentro, la sangre se desordena, la piel se eriza y la brisa mueve un sudario y despeina pétalos blancos de rosas, de lirios y de azucenas… Y, al pié de una Cruz vacía, se aprecia la silueta de Angustias, que va llorando como si se derritiera; igual que un hielo que llora por el calor de una vela… Mi Virgen de las Angustias, “cómo no voy a quererla”…

¿Quién ha salpicado el cielo con lágrimas como estrellas en esta noche del Viernes Santo tan negra y siniestra…? También las salpicaduras mojan la túnica negra que se adhiere a nuestra piel siendo más piel que la nuestra… Y se oyen tambores rotos y destemplados que templan el silencio que retumba por debajo de las piedras… Sordos, graves, roncos, lentos, tal como dijo el poeta, tambores que son retazos de terciopelo y de seda… Capillos y picoruchos que van semejando hileras de cipreses que parecen como fantasmas de tela… Algunas tenues farolas desprenden su luz enferma, luz que parece engullida por las oscuras tinieblas… Cirios de luz que no pueden combatir la sombra espesa. Penumbra en llamas, misterio que quiere rezarse y reza. A la altura de los Frailes, se rompe una cuartelera entre el Demonio y la Muerte, que suena a tiempo y cadenas; cadenas que ambos arrastran arañando las aceras del Barrio Bajo y parece que tintinean y suenan como si alguien arrojara al suelo treinta monedas… Y el tiempo se vuelve eterno igual que se vuelve eterna la sombra del Viernes Santo que se alarga y se proyecta.

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La noche se va clavando como un clavo en la madera golpe a golpe de tambor, sorda, grave, ronca y lenta… Ya está el infierno cerrao, la inmensa Gloria está abierta como la herida que sangra con sus penúltimas fuerzas… San Juan señala el abismo negro de una calle estrecha, tal vez queriendo indicarnos cómo salir de esta escena de Muerte y desolación, de Cruz desnuda y de pena. Se oye el rumor de una fuente en la Plaza Emilio Reina cuatro chorros: Muerte, Juicio Infierno y Gloria… revientan el agua como queriendo llorar sobre la tristeza… Pasa el Imperio Romano y en sus brillos se refleja recortándose en la niebla. Gloria al Muerto. Sus tambores, tiemblan, tiemblan, tiemblan, tiemblan…

En un rincón escondido de una oscura callejuela, la brisa mueve un remanso de túnicas que se mezclan, de telas color granate con telas de pena negra… La Virgen de las Angustias viene a hombros, pareciera que frota en brazos del viento, que el viento la mece y lleva su dolor con tal dulzura que hay que llorar para verla. No hay una imagen más dura, más hiriente, más intensa: Jesús se ha muerto en sus brazos y Angustias llora su pena… No hay una imagen más dulce, más de verdad ni más tierna: Jesús se enfría y Angustias aún sueña que se despierta.

[Cuartelera:] Tambores en el silencio, latidos de sangre fría queriendo dar vida al cuerpo de Jesús muerto en María… Quiere el viento jugar con las ramas, y la luna mirarse en el río. Y la sombra bailar con las llamas, y su llanto romper en el mío... Quiere el aire abrazar la estructura de una Cruz ya desnuda y vacía; quiere el Cielo medirse en la altura de la Angustia que siente María… Quiere un beso llegar hasta Ella, quiere el hombro sentir sus astillas; quiere el fuego temblar con la estrella que resbala en sus blancas mejillas.. .

Quiere el alma, como una azucena que de tanto llorar ya está mustia, ofrecerse a secar cada pena que resbale en la cara de Angustias…

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Y ha querido su boca entreabierta darle aliento a su Hijo, y lo cuida por si acaso volviera a la Vida. “A la sombra mortal de un madero” voy dejándome en cada pedazo Si la muerte me busca, la espero como un niño, en su tierno regazo. Y algo se rompe en mi alma cuando te encierro en la Ermita del Dulce Nombre y me dejas llevarme una flor sin vida… Y con esa flor paseo por las calles de la Isla. Errático igual que un barco Fantasma y a la deriva… Aún puedo oír los tambores que los Apóstoles timbran sobre la piel de la Muerte, igual que un alma perdida, justo igual que un alma en pena que en la penumbra se abisma… Y abriéndose en las tinieblas, rompiendo sombras sombrías, observo un punto de luz, como si fuera una herida sobre la piel de la noche... Sola, Sola, va María. Virgen de la Soledad, pétalo frío que envuelve la piel de la claridad... Virgen de la Soledad, puñal oscuro que hiere la piel de la oscuridad. Se ha cerrado el Dulce Nombre, el silencio se hace pétreo. Ya no se escuchan tambores latiendo y tocando a muerto. Ya están desiertas las calles, Y apenas se escucha el eco de las últimas arenas que arroja el reloj del Tiempo…

Mañana herirás la noche recogido en el secreto de cristales que imaginan cómo reflejar tu cuerpo… Tu dolor se habrá dormido cuando pase el Santo Entierro... Pero ahora, justo ahora, quisiera que fuese eterno este Viernes Santo noche que se escurre de los dedos… Sólo quiero pedirte un favor que no merezco… Qué confesarte, Jesús, me conoces y, por eso, no soy digno de que entres en mi casa, pero es cierto que nunca has salido de ella… Perdona, pues, si me atrevo a pedirte este favor, el último ya, y te dejo: acompáñame a mi casa, ésa que está en el Paseo de los Frailes, la que está rematada de azulejos, la que tiene en su fachada tu imagen grabada a fuego… Entra conmigo tan solo cinco minutos, que quiero darle un beso mientras duerme en la frente a mi pequeño… Te pido también que entres en cada hogar de este pueblo donde haya un niño dormido, soñando que está en tus sueños. Acompáñame, Jesús, sígueme… Ya estamos dentro, despacio, no hagas ruido, que tus pasos sobre el suelo suenen a piel de tambor, sordo, grave, ronco, lento… Pon tu mano aquí en la mía, a la altura de su pecho. Siente su respiración ascendiendo y descendiendo…

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Pregón de – C. B. Judit y la Degollación de San Juan Bautista - Por: Víctor Reina Jiménez – Año 2015

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Nota su tierno latido tamboreando el silencio, sus ojos que tras los párpados te intuyen y están inquietos. Sentémonos a la orilla de su cama… Es un momento. Y si es posible, procura que mis palabras de viejo lleguen al fondo del fondo de su oído limpio y tierno… Y ojalá que este mensaje tiemble en la noche, prendiendo la llama de cada niño que aspira a ser manantero, para que nunca desoiga las voces de sus ancestros; la voz, la voz de la sangre; la voz, la voz de sus muertos. Mi vida, si tu supieras lo mucho que yo te quiero… Si alguna vez entendieras el mensaje de estos versos que quieren acariciarte igual que acaricia el viento cada rincón escondido del corazón de este pueblo… Quise escribirte un poema queriendo darte consejos y no supe darme cuenta que se lo estaba escribiendo a mis dudas, al abismo de la muerte y a mis miedos. Y en mi egoísmo no supe darme cuenta de que tengo miedo a morirme, a fundirme en el oscuro misterio… Y es por eso que te pido que aceptes el testamento de deudas que ahora te otorgo cómo un encargo siniestro… Yo también haré lo mismo, con mi padre, con mi abuelo… Igual que él también lo hizo con el suyo porque es cierto que somos como eslabones de una cadena de tiempo.

Y es que “somos como somos porque fueron como fueron”… Y mientras Dios me dé vida, también yo pondré mi esfuerzo en cumplir con lo que ahora te pido a ti, mi pequeño… Este es mi encargo, mi ilusión postrera: Escúchame, Manuel, si tú pudieras… Cuando yo me haya muerto y me convierta en un silencio tenso, frío y largo, cuando deje de oírse mi latido ocúpate de mí, cumple este encargo… Pon mis labios en cada besapié; súbeme, por Cuaresma hasta la Ermita; fúndeme en el incienso y la bengala; presiénteme al oír la campanita… recuérdame si acaso te conceden la pata de la Vieja Cuaresmera, ponle voz a mi voz muda por siempre con un verso o con una cuartelera… Óyeme jadear tras el rostrillo, levántame con cada reverencia, búscame en la mirada de El Terrible, pon tu vida en el hueco de mi ausencia. Rómpeme golpeando con tu cirio la acera de la Isla el Viernes Santo, láteme en el tambor que suena a muerte, llórame en el rocío de tu llanto. Huéleme en el remanso de las flores que acunan a mi Virgen, pon tu hombro donde yo puse el mío y, si es posible, asómbrate también desde mi asombro… Viste un día mi túnica y, si puedes, lleva mi vieja piel contra la tuya; siente mi pulso y deja que tu sangre, junto a mi sangre, se derrame y fluya… Aprieta mi capillo contra el molde de tu cara, respírame en la tela: desvélate en las noches de mis sueños igual que yo también estuve en vela…

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Página 20ª

Clava tu vida con el mismo clavo que yo empleé para clavar la mía, hazme ver que la vida no me mata, hazme ver que hoy es siempre todavía. Perdóname, pequeño, que te haga este encargo maldito, que te pida que impidas que me muera con la muerte, que me sigas viviendo tras la vida. Se feliz -yo lo fui-, vive el momento como yo lo viví hasta mi partida… E impide que me muera con la muerte, Víveme al otro lado de la vida.

Víctor Reina Jiménez. Domingo de Ramos 2015