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Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez Año 2014 Página 1ª Pregón de la Semana Santa de Puente-Genil 2014 Hermanos, hermanas, muy buenas tardes. Movido por un ataque de responsabilidad mal entendida, o más bien por una osadía extrema, turbada eso sí, por una enorme ilusión casi infantil, y un orgullo sin comparación; ocupo hoy el atril de este Domingo de Ramos, en este Sacrosanto templo, guardián durante siglos de los rezos y de las cuitas de miles de pontanos. Religiosos, campesinos, artesanos, comerciantes… hombres y mujeres de bien, que algún día se postraron aquí devotos, ante la magnifica estampa del señor de la Humildad. Digo que ocupo este atril, en nombre de unos hombres espléndidos, que han decidido, pobre de mí, que debo de representar a la Agrupación de Cofradías, Hermandades y Corporaciones Bíblicas de Puente Genil, como loador de sus muchos e inigualables valores. Y no solamente en nombre de ellos, lo cual multiplica el reto, sino en el de todos los que en estos últimos 50 años ha dado lo mejor de ellos mismos, para beneficiar a los demás, dejando a un lado intereses personales, para dedicarse a los de toda nuestra Semana Santa. Dicho de esta manera, comprenderéis mi destemplanza. Después de devanarme inútilmente los sesos durante semanas, decidí que no podía recurrir a grandes proezas, a grandes hitos del tipo “El Pregón del 50 Aniversario”; tarea hercúlea, inabarcable.

Pregón de la Semana Santa de Puente-Genil 2009mananta.net/joomla/pdf/pregones/2014.pdf · todo ocurre sin apenas importancia, como en un juego; ... con su sentido penitencial y franciscano,

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Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

Página 1ª

Pregón de la Semana Santa de Puente-Genil 2014

Hermanos,

hermanas, muy

buenas tardes.

Movido por un ataque de responsabilidad mal entendida, o más bien por una osadía

extrema, turbada eso sí, por una enorme ilusión casi infantil, y un orgullo sin

comparación; ocupo hoy el atril de este Domingo de Ramos, en este Sacrosanto templo,

guardián durante siglos de los rezos y de las cuitas de miles de pontanos. Religiosos,

campesinos, artesanos, comerciantes… hombres y mujeres de bien, que algún día se

postraron aquí devotos, ante la magnifica estampa del señor de la Humildad.

Digo que ocupo este atril, en nombre de unos hombres espléndidos, que han

decidido, pobre de mí, que debo de representar a la Agrupación de Cofradías,

Hermandades y Corporaciones Bíblicas de Puente Genil, como loador de sus muchos e

inigualables valores. Y no solamente en nombre de ellos, lo cual multiplica el reto, sino

en el de todos los que en estos últimos 50 años ha dado lo mejor de ellos mismos, para

beneficiar a los demás, dejando a un lado intereses personales, para dedicarse a los de

toda nuestra Semana Santa.

Dicho de esta manera, comprenderéis mi destemplanza. Después de devanarme

inútilmente los sesos durante semanas, decidí que no podía recurrir a grandes proezas, a

grandes hitos del tipo “El Pregón del 50 Aniversario”; tarea hercúlea, inabarcable.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Y lo que os voy a contar aquí y ahora, es lo que yo siento, lo que pasa por mi

sangre como un elemento vivo, como un cúmulo de sensaciones, cada vez que pienso en

la Semana Santa de mi pueblo.

Y no lo hago por una cuestión de egoísmo o falsa molestia, ni siquiera de

simplificación o comodidad (ambos casos serían imperdonables), sino por el sencillo

hecho, queridos hermanos, que el acervo de nuestros sentimientos es tan diverso y

complejo, que cada uno tiene un universo de ellos. Sin embargo, aquello que nos

conmueve es tan parecido, que cualquiera de vosotros podría descifrarlo perfectamente.

Pero siempre con su visión. Visión que parte de las experiencias de cada Manantero,

cada hombre o mujer de Puente Genil ha ido atesorando a lo largo de su existencia.

Describir ese universo es lo que hoy me toca. Aquí y ahora pondré mis

credenciales; mi carta de navegación manantera, pero sabed perfectamente, que podrían

ser las vuestras.

Decía que estoy aquí porque unos hombres

buenos lo han querido. Así ocurren las cosas en

la Semana Santa de nuestro pueblo. Porque ¿no

es cierto que en eso consiste verdaderamente la

hermandad? Entregarse al otro sin ningún tipo de

consideración, en velar por su beneficio, en

saciarlo, sin pretender ninguna alabanza, ninguna

contraprestación; para rematar con un sincero

abrazo, los encuentros, las juntas, y todos y cada

uno de los días en que pongamos como bandera

nuestra entrega, siempre bajo el amparo de Jesús

y su Santísima Madre.

Pues en eso, en hermandad, aquí somos

expertos. En Puente Genil llevamos tanto tiempo

sintiéndonos tan uno, tan juntos, tan de la misma

piel, que por eso somos hermanos. Y además, lo

somos por elección propia. Por una decisión que

un día tomamos y que nos marcó

definitivamente. Aunque, si somos estrictos y

escrupulosos quizás nosotros no intervinimos, a menos de primera mano en esta

cuestión. Veréis:

Un Manantero, un hombre que ame profundamente aquello que rodea la

Semana Santa de Puente Genil, ¿nace o se hace? ¿Dónde están los mimbres de esa

persona? ¿Cuál es el intrincado mecanismo que lo convierte en un ser tan apegado al

mundo de las Cofradías y Corporaciones? Quién lo empujo a acercarse a nuestros

pasos? ¿Qué le seduce de esos enigmáticos lugares, llamados cuarteles?

Hay dos caminos que conducen al mismo lugar. Hay dos senderos. La estela de

la sangre, marcada por un abuelo, un tío, o un padre que nos acercan, desde muy

chicuelos, al paraíso en la tierra que es nuestra Semana Santa. O una madre, esa red viva

de herencias, que derrama con el mismo cariño de siempre, el cariño que pone en hacer

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las pequeñas cosas, y que se convierten en un mundo en esos infantiles tiempos, dónde

todo ocurre sin apenas importancia, como en un juego; pero que se tatúan en nuestro ser

de por vida.

Por otro lado, quizás pasados unos años y de una forma muy distinta, pero que

surte el mismo efecto, está el amigo de la primera juventud. Compañero inseparable e

infatigable de aventuras primerizas, con quien se descubre un mundo hasta entonces

inexplorado y arrebatador. El mundo de la Semana Santa de los mayores, pero visto con

ojos expectantes y desinquietos de la adolescencia.

Así pues, ya sabéis porqué el presentador de este pregonero, ha sido Federico

Abaurre. Incondicional desde esos inicios hasta hoy en día. Solo espero que el Terrible

nos deje mucho tiempo por este mundo para poder seguir compartiendo partes de

nuestra vida. ¡Gracias de corazón, amigo, hermano!

Os contaba que ambos caminos confluyen irremediablemente en el mismo sitio.

En la forja de un Manantero. Ese es el taller, donde se crea al que ama sin más remedio

nuestra Semana Santa. El tiempo, con las vivencias; propias unas, compartidas otras, se

encargará de cristalizar, de solidificar ese primer sentimiento infantil, en un caso,

juvenil en otro, en lo que sois todos vosotros. Hombres y mujeres que amáis esta

Semana Santa.

Pues bien, hay una señora que vive en todos los cuarteles y que tiene mucho que

ver con todo esto.

Cuando esta Vieja enlutada, la enjuta dama

que nunca cumple años, la que durante estas últimas

40 noches nos ha quitado el sueño, soñando quizás

con tocarla, pierda en unas horas su último pie, y

quede definitivamente descalza hasta el año que

viene, todo habrá comenzado. Uno de vosotros lo

habrá hecho. Cumpliendo con el ritual consabido, al

subir la pata de la Cuaresmera, abrirá el telón de un

mundo mágico y cautivador; el comienzo de una

nueva Semana Santa en Puente Genil.

Un mundo escondido en una semana. Una

semana para demostrarle a Jesús y a María que

Puente Genil los siente de una manera diferente. Una

semana para certificar que nuestra amistad se muda

en hermandad.

Una semana para, con los mismos ojos, mirar de forma distinta, para encontrar

nuevos matices, otros detalles que vuelvan a sorprendernos, para seguir enamorándonos

de ella. De nuestra Semana Santa.

Sabemos lo que nos espera: muchos abrazos y brindis, poco sosiego y descanso.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Querremos estrujar los momentos, o mejor, estirarlos para disfrutarlos más, para

sentirlos más. Pero como siempre, volverá a escapársenos por entre los dedos, el tiempo

de la semana más corta del año.

Quizás por todo esto, porque Puente Genil es así, diferente, no nos

conformamos con una semana y aumentamos las horas. Hace tan sólo unas pocas, El

Cristo de las Penas y la Virgen de los Ángeles dieron buena muestra de ello, recorriendo

con su sentido penitencial y franciscano, las esquinas de nuestros barrios más castizos.

Poco antes, la Virgen de la Guía, extendió plácido tapiz de bienvenida, y con él, nos

dibujó el mapa del camino a recorrer estos santos días.

Y dentro de poco, una Borriquita juguetona se tornará en magnífico corcel, que

pasee al Divino Jesús triunfal por un pueblo cordobés, pero que perfectamente podría

ser Jerusalén. Una Estrella vespertina caída del cielo, iluminará más si cabe al Domingo

de Ramos.

Un lugar. Un sitio. Una estampa que a

fuerza de repetirse, se convierte en emblema.

Lugares que son enseñas. Sitios que se

hacen bandera de nuestros sentimientos.

Es imposible pensar en la Semana Santa

de Puente Genil, si en ellos, sin los cuales, todo

sería inexplicable. Un camino, por tanto, que

posee unos hitos claves. Un puñado de puntos,

donde el Manantero siente su Semana Santa,

donde fabrica latido a latido la forma de hacerla

suya. Donde tiene el corazón en carne viva,

porque está impregnado de todo lo que ha

vivido.

BALUARTE DE LA FAMILIA

De estos lugares, el primero es el hogar, baluarte de la familia. La casa de cada

uno de nosotros. Porque es allí donde pasamos más tiempo viviendo la Semana Santa.

No la real, pero sí la imaginaria, y también, ¿Cómo no?, la del recuerdo.

Dedicamos más tiempo a esa Semana Santa, que a la verdadera. Estamos horas,

días enteros, pensando, soñando en ella. Preparando juntas y almuerzos, ensayos y

ceremonias. Reformas y encuentros. También evocamos lo ya vivido, y tras pasar por el

tamiz del pensamiento, se instala dentro de nosotros en un hueco, que las genes de

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Puente Genil tenemos reservado expresamente para ello. Nuestro corazón. Allí dejamos

instalados, para siempre los recuerdos.

Con la distracción de lo cotidiano, nos ayudan a rescatarlos algunos objetos

unas veces, algunos sonidos otras. Puede que sea el cuadro, que de la imagen de nuestro

tutelar cuelgue de alguna estancia. O la estampita que distraídamente sacamos del

interior de la chaqueta. La citación que impacientes recibimos para el próximo cabildo.

Puede que sea, escuchando el nuevo disco del Coro, y con su música, volver a sentir, lo

ya sentido.

Existen montones de útiles, objeto o sonidos, digo, que cumplen ese cometido.

Rescatar el recuerdo, y alimentar más si cabe, nuestro amor por la Semana Santa

Pero todos tenemos unos tan especiales, tan nuestros, que cuando pensamos en

Semana Santa, en nuestra Semana Santa; su imagen como un estigma, se nos clava en la

mente.

Ahí tenéis la mía. Esa túnica.

Una vez más volverá a hacerlo. Sabrá perfectamente donde está. Dormida

durante un año,, para ser protagonista un año más, la noche del Viernes Santo. La túnica

volverá a ser descolgada del armario, y esas

manos que en mi niñez me acariciaron,

volverán a prepararla con el esmero que una

madre, pone en las cosas que hace para sus

hijos. ¡Gracias madre!

Esa túnica. La misma que desde que

siendo un joven imberbe, me dieron para

procesionar a Mª Santísima de las Angustias a

hombros, de nuevo, tras un largo y triste

deambular mecánico. Era la primavera de

1985. Me entregaron aquél trozo de tergal y

terciopelo.

No era la primera postura, alguien

tiempo atrás la estrenó por mí. Le faltaba un

botón y le sobraba espacio para alguno, no ya

de 15 años que era mi caso, sino para uno de

45. Hoy, con todos los botones, puños y fajín renovados en varias ocasiones, y con un

espacio mucho más apretado que el de aquél primer Viernes Santo, suelo pensar en

quién la vistió por primera vez, y que larga cadena de acontecimientos, quién sabe si de

casualidades, la llevaron hasta mí. Desde el origen de la Hermandad, hasta llegar por un

reguero de siglos a esta túnica… y con ella, a las manos ufanas de su costurera, y a los

abnegados hombros de quien la lució por primera vez.

Porque no hay mayor orgullo para un hermano de una hermandad o cofradía,

que salir vestido con su túnica, para acompañar a quién nos tiene presos. A quién nos

cuida todo el año. A quién queremos sin medida.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Siempre la vestí, la más embaucadora de todas las noches, la del Viernes Santo

como bastonero, hasta que ya no pude hacerlo. Y desde entonces, me quedé como

huérfano.

Nadie sabe lo que lleva dentro

un bastonero orgulloso de serlo, nadie sabe lo que siente cuando tiene que dejar de serlo.

Siente orgullo por su túnica emblema y distintivo altanero el grana, enseña la sangre y el azul, el eterno cielo.

Siente orgullo por sus hermanos, compañeros fieles, mananteros que como él, portando un trono, se creen dueños de un imperio.

Siente orgullo por su familia, sabiéndose eslabón certero de una cadena que sin metal une lazos como el acero.

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Y siente orgullo por su imagen ¡bendita Virgen!, nardo perfecto, trono bendito de amor y sosiego hecho de madera y bronce, de pasión y terciopelo, de olores a jazmines y de corona, el cielo.

¿Qué será de mí, mis Angustias querida qué sería de mí, tu pobre bastonero si Viernes Santo de noche no pudiera acompañarte cuando sales de paseo, por las calles de tu barrio por las calles de tu pueblo cosido a tu varal, trono bendito de amor y sosiego rodeando una febril rosa de perfumes tan frescos…?

¿Qué sería de mí, tu pobre bastonero cuando me dejen las fuerzas fuera de tu varal de fuego?

Me convertiré en llama de un cirio sempiterno, para alumbrar tu belleza de nácar, cristal y cedro.

De hilo seré pañuelo para enjugar tus angustias, tu tristeza y desconsuelo.

Seré humilde centinela que cuide con desvelo tu breve manto azulado, sus brocados, sus enredos.

Permíteme ser un verso para alabar tu bondad plena de cariño sincero, para poder piropear tu rostro, tu calma, tu gesto.

Para poder gritar a los cuatro vientos

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que eres la más buena Madre que tienen los mananteros, patrona de una Hermandad que sigue con apego, las más puras tradiciones con sentido verdadero.

Más, cuando la noche acabe en el día sus destellos, despiértame en tu regazo aluvión de Amor eterno, para así cerrar las puertas Viernes Santo en tu templo, siendo el vigilante más fiel en la noche de los tiempos.

Y el día que tu Hijo me llame para su encuentro, me convertiré en varal, varal de amor y sosiego hecho de madera y bronce, de pasión y terciopelo… para portar eternamente a la Virgen de mis sueños; porque sino, ¿Qué sería de mí, mis Angustias querida? ¿Qué sería de mí, tu pobre bastonero?

TEMPLO DE LA FE

Nuestras iglesias, relicarios perfectos hechos por los cristianos para cuidar

nuestro mayor tesoro; la fe en Dios, que se hace palpable en forma de sangre y cuerpo

de Cristo. Y ¡como no! Para guarda y custodia de nuestras amantísimas imágenes.

Allí, en un de ellas, viví un sencillo

momento que hoy quiero revelaros, porque cambió

mi vida para siempre.

Era una jornada como otra cualquiera. La

rutina se había hecho dueña de todo, las fechas

transcurrían tan iguales, que de lunes a viernes

casi se confundían, si no fuese porque éste último,

se convertía en el protagonista de la semana: la

portada de un nuevo encuentro entregado a la

amistad. Pero uno de esos monótonos días, de

manera inesperada, se convirtió en principal.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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La Ermita de la Concepción iba a ser restaurada y la evacuación de todos los

enseres e imágenes del pequeño, pero majestuoso templo, era inminente. Con exactitud

no recuerdo el proceso que me llevó hasta allí, pero con total seguridad, mi padre,

Rafael Pérez, y Perico Rivas, estaban implicados. Era finales del verano de 1998.

Al ajetreo normal de las circunstancias que rodeaban a la mudanza, se unían

unas inquietudes propias, muy mías, que me tenían en jaque, y que hacían de los días y

de las horas, una incertidumbre constante.

Cuando llegamos al lugar convenido, la

Iglesia de la Concepción, lejos de parecer un caos

ingobernable, cada cosa parecía en su sitio.

Candelabros, lámparas, floreros, tulipas, bancos,

cuadros, remates de capillas… Era curioso, pero

una sincronía desajustada lo colocaba todo en

orden. Y aunque los objetos habían cambiado, los

olores a flores recién cortadas y a cera apagada,

permanecían en el ambiente.

Y llegó el momento que me llevó hasta allí.

Había que portar la sagrada imagen del Señor del

Lavatorio desde su capilla hasta la casa del santero,

aledaña al templo. Su cuerpo lo transportábamos varios hermanos, pero de tal manera

que su rostro, quedaba a pocos centímetros del mío. No sé cuantos pasos, ni metros, ni

distancia las separan, pero si sé que el azul de su mirada, me ha acompañado desde

entonces. Una mirada limpia y pura. Una mirada que me atravesó el alma y me dejó

inútil. Desprovisto de nada mío. Aproveché para hablar con Él y plantearle un pacto,

una promesa.

Se de hermanos que han sentido cosas parecidas a las mías. Que hablan de unos

ojos que te devuelven la mirada como un espejo. Que te quieren, que te persiguen y que

te dicen lo que estás dejando de hacer bien. ¿o no es verdad que buscamos

constantemente la mirada consoladora de nuestra imagen una y otra vez, para como

siempre entregarnos a ella y corroborar que nos acercan más a nuestra fe? ¡Que sin ella,

sin nuestra imagen bendita no podríamos vivir!

Pues bien, desde el punto y hora en que Él cumplió con su parte del trato, tiene

mi palabra, que mientras me dé aliento y vida, la tarde del Miércoles Santo estaré junto

a Él y su cohorte de gentes sencillas que buscan en su ejemplo y mirada, el consuelo a

sus desvelos.

Inculcaré a los míos, mi esposa y mis hijos, el amor por tu cofradía.

Que mientras Tú, dueño de todo, consientas darme fuerzas, mi vida será tuya, y

mi destino será el que Tú decidas. Y cuando por fin autorices liberarme de las cadenas

terrenales, llévame junto a los mis ancestros, sangre de mi sangre, para descansar la

eternidad, en Tus brazos.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

Página 10ª

JOYAS DE NUESTRAS

PROCESIONES

Las calles, las joyas de nuestras procesiones. Son solo adoquines y alquitrán.

Argamasa, piedra y polvo por donde cincuenta y una semanas pasamos, inadvirtiendo el

protagonismo que durante una, tendrán.

Nuestras calles, nuestros barrios y plazas

mutarán su frío pavimento en cálida alfombra;

tupida, hilvanada con los pasos de nuestras

gentes, que adoran este suelo, para que paseen

nuestras sagradas imágenes y desfilen nuestras

solemnes figuras.

Porque se puede ser de Puente Genil y

que nos pase desapercibida la Semana Santa,

pero no se puede ser hombre o mujer de Semana

Santa, sin amar profundamente a Puente Genil.

De esto saben mucho los ausentes, que aunque la

vida les haya llevado a otras tierras, sueñan a

diario con esta.

Por una matallana remozada, oliendo a naranjos en flor, discurrirá El Amor de

una Madre pura. Nos tocará el pecho que se abrirá de par en par, para admirar su

empaque y dulzura. Tras discurrir junto a su Hijo por El Romeral y Santos, será en la

Cuesta Baena, donde sus costaleros emulen a los héroes del pasado, orgullosos de portar

a un hombre hecho Cuerpo y Sangre de Cristo.

La procesión del Martes, se abrirá y cerrará con el mismo broche. El que posee

la calle Lemoniez. Y en otras como Godínez. Plaza de Lara, Contralmirante, un Jesús

asolado por la inquina humana, sanará nuestra Aflicción con un Rosario de pétalos

perfumados. Y en un Calvario sembrado de lirios y pensamientos, hay un Crucificado,

que todos los días nos desclava. Quizás, porque el mayor de los Consuelos, María llena

de pureza, se encargue personalmente de ello.

El Silencio lo envolverá todo, cuando un Jesús labrado por las manos de un

ángel, mitigue con sus sobrios pasos, las penas de quienes vayan a su encuentro.

En breve, llegará el Miércoles Santo, el día de los abrazos. Los pocos ausentes

que queden por llegar, se incorporan de pleno y los recibimos como se merecen.

En los cuarteles, finiquitados ya los preparativos, estalla definitivamente la

vorágine que no tendrá fin, hasta la Resurrección del Redentor.

Pero envidiosas de tanto saludo íntimo, la tarde y la noche hacen lo propio, y

pasadas las horas de trasiego de la procesión, ambas damas, se dan la mano acordando

un empate, entre la alegre belleza de su salida, y el hechizo encantador de sus Vivas.

Porque hoy, es Miércoles Santo.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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En las caras, la mayoría amigas, se pintan sonrisas plenas imposibles de borrar.

Marcan en la piel ajadas unas, tersas otras, por qué sentimos lo que sentimos.

En los balcones, bellas mujeres se asoman para no perder detalle, compitiendo

con un jardín de las más frescas flores.

En las calles, mocitas pizpiretas, chiquillos corre que te pillo, y hombres

jóvenes vestidos con el atuendo del día: túnica negra y capirucho florido.

Y en el aire, ¡ay en el aire! Primaverales olores se mezclan con un caótico

ajetreo, y una expectación que nos tiene el corazón a flor de piel, y los sentidos,

cautivos.

Porque hoy, hoy es Miércoles Santo.

Hemos acordado, que durante la procesión, la tarde y la noche han librado una

batalla que termina antes de empezar, porque celosas de los abrazos que los hermanos

nos damos, deciden sellar una tregua indefinida.

Y para completar el cupo, nuestras calles, Cuesta Baena, Madre de Dios y

Aguilar nos copian. Se abrazarán tan fuerte, que llegarán a confundirse, no sabiendo el

hermano, quién es quién.

Ya lo vimos en la salida y lo corroboramos en los Vivas. El epicentro del

Miércoles Santo no está en esas calles, sino en los protagonistas del día. Nuestras Santas

Imágenes cuando pasen por allí, donde las almas de cientos de pontanos esperan su

llegada.

En la Cuesta Baena, una multitud entusiasmada escuchará Enriquetilla sin

contar cuantas veces; y a cada golpe de sus notas, subirá Él.

Las rodillas en el suelo semblante en calma, sereno; túnica blanca, sencilla. El agua vertida limpia falsos, desmedidos sueños. Sirviendo nos da el ejemplo que los hombres necesitan para dar rumbo a sus vidas.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Arremolinados en el tumultuoso barullo, el gentío recibe al Señor del Huerto y a

su Madre Santa, la Virgen de la Victoria. Dos fieles huestes de valientes costaleros las

portan, aunque más que andar, parecen que flotan.

Los cuarteles permanecen unidos. Sus miembros forman parte de este

vertiginoso encierro. En cada capirucho, un color, una señal. Una muestra de existencia

verificando lo que ya sabemos. Que en su majestuoso trono de madera y oro, no se

puede ser más Humilde. Que viéndolo caminar sentado sobre la piedra que unos

hombres rotos portan, nos duelen sus llagas, y nos mata su clemencia.

Tras Él, la Amargura hecha Virgen. Sólo su lánguida belleza podrá competir

con la pena de tener delante suya, las heridas espaldas del Amor de su vientre: el Señor

de la Humildad. Una persecución que ha durado todo un desfile. Sin descanso, las

distancias apenas se acortan por mucho que sus esforzados bastoneros, quieran

acercarse.

Pero al destino también se le parte el alma, y decide darle una tregua a su

martirio. Por fin, en el Compás del Coro, al final del camino, los hombres displicentes

dan la vuelta a los pasos para que así, la Madre pueda verle el rostro a su Hijo, y

despedirse de Él hasta el año que viene.

Estremecidos por la estampa, dos hermanos, rasgan sus voces:

Saeta Cuartelera Cuando el Humilde te mira no ve a una Virgen preciosa, ve a su Madre dolorida. ve a una tierna paloma que de Amargura suspira.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

Página 13ª

Y en esos dos momentos, tarde y noche, en esos dos instantes, salida y encierro,

las mismas protagonistas: La Iglesia de la Concepción y la Iglesia del Hospital.

Ambas se miran de soslayo, guiñándose cómplices, porque de nuevo han visto a

sus hijos, abrazarse un Miércoles Santo.

Y justamente tras perderse en la noche su último Viva, la campana de Nuestro

Padre Jesús Amarrado a la Columna, despertará con su voz de siglos del letargo, a la

vecina de un poco más arriba, la ermita de la Veracruz.

Ella, señora austera en las formas pero de empaque y señorío, aprovechará las

horas siguientes, las que usamos para descansar, asistir a los oficios y almorzar en el

cuartel, para acicalarse con sus mejores alhajas.

Se colocará primero, un encendido rubí; nuestro Padre Jesús Preso.

Seguidamente, se adornará con un zafiro envolvente: la Virgen de la Veracruz. Después,

se abrochará con sumo cuidado, un topacio: el Señor Amarrado a la Columna. Para

rematarse con la Esmeralda más bella, que es la Virgen de la Esperanza.

Y todas estas joyas, todas estas piedras preciosas, lucirán perfectamente en la

tarde, envueltas por una brisa única.

Porque la brisa que se respira en la tarde del Jueves Santo es distinta. Más

alegre y cálida, como procedente de un lugar donde todo es posible. Atraída por el vuelo

de unos pájaros desconocidos hasta entonces. Porque, queridos hermanos, ninguna

felicidad es comparable, a la de la tarde del Jueves Santo.

Ella es la misma brisa que inunda todo el pueblo, y que comparten, por tanto, la

calle de la Plaza y la ermita de la Veracruz, donde cada pontano tendrá el corazón

dividido, ya que estando en uno de esos lugares, pensará en el otro; porque ambos,

justamente cuando la tarde está más plena y lozana, serán testigos de dos

acontecimientos únicos pero coincidentes. La salida del Imperio Romano, una; y el

comienzo del la procesión, otra.

La calle de la Plaza bulle de expectación. Es un clamor humano que espera

ilusionante el nuevo desfile.

Los rumores de las charlas amistosas y cordiales de delicados rostros

femeninos, y de hombres jubilosos tras el fraternal almuerzo, empezarán a confundirse

con un eco metálico de campana, y una música, que el aire nos asegura que es

pasodoble.

No muy lejos, un mar de espumas blancas, cada vez aparece más cercano, hasta

que al fin, se hace presente el marcial, el gallardo, el espléndido Imperio Romano de

Puente Genil.

Y esa brisa que le envuelve, es la misma que respiran quienes por Veracruz,

Amargura, Fernán Pérez, van caminando para llenar hasta no caber, la pequeña

plazoleta, como se viene haciendo, desde hace cientos de años. Como se viene haciendo

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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desde que nuestros antepasados procesionaran al Cristo de la Sangre, titular por aquellos

remotos tiempos de la cofradía más antigua de nuestro pueblo.

Mientras el orgullo hecho hombre, que es el cabo del Imperio, desliza sus botas

por los adoquines mandando su tropa colorida, el estandarte de un Cristo amoratado,

Jesús Preso, abre el cortejo que pronto se hará procesión.

Los hilos de la soga que atan sus manos, son cada uno de nuestros hirientes

pecados. Su rostro es un manantial de eterno perdón, que nos hace imposible aguantar la

mirada.

La Virgen de la Veracruz va derramando su llanto sobre el Madero, que servirá

de última morada a su Hijo. Pero Éste parece querer consolarla, siguiendo tras Ella,

atado y azotado a la Columna.

Al final de la comitiva la primavera está esculpida en el rostro de una Virgen, que es la tierra de nuestros campos, la Esperanza que a los pontanos nos provoca mirar tu efigie. Eres un mar lleno de flores eres la vida hecha colores, del Jueves Santo, eres su Virgen

Al poco

tiempo, la calle Aguilar

es un estallido para los

sentidos.

Así lo percibe

un hombre que vestido

de coracero escolta al

Cristo arrasado bajo un

templete,cuyos destellos

son la envidia de la

misma luna.

Tras la celada escucha el runrún de la calle, hasta que los sones musicales del

Imperio Romano explotan cuando la escuadra Tabaco se detiene a su lado. Adivina

paseantes en la acera y capiruchos cerca de él. Y aunque no consigue verla, le llegan

aromas a vela encendida. En el paladar el regusto de la penúltima copa de vino, que no

ha mucho, escanció un diligente alpatana. En su mano, menos firme que antaño, el

martirio; y en su pensamiento, tras girar la cabeza levemente y percibir la brumosa

calidez de su estampa, unos versos que recita para sí inspirados en su imagen soñada:

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Del fulgor de tu mirada

flechas de amor me persiguen, dando paz a mis temores dando luz a mis sentires.

De tu cuerpo requebrado maltratado y escarnecido, llagas de perdón derraman la sangre de nuestro alivio.

¡Qué luz desprenden tus ojos! ¡qué feroz es su destino! si deciden fijarse en mí, el más ruin de tus pupilos.

No me mires Padre Mío, piedad, no busques donde no hay, no claves tus flechas de amor en un cuerpo tan sombrío.

¡Deja que sea yo quien te mire! ¡Deja que sea yo quien te ame! ¡Deja que sea yo, quien te mime!

Y teniendo como testigo a una luna que es el sol en la noche, antes de entrar en

el cuartel para desvestirse y despedirse de ella por unas breves horas, toma todo el aire

que le cabe en el pecho, y lo expulsa muy lentamente, como queriendo retenerlo. Quiere

respirar una vez más, la brisa que envolvió al Imperio; la misma que estuvo en la

Veracruz y en la calle Aguilar. La brisa única del Jueves Santo en Puente Genil.

Poco más tarde, en una plaza empedrada que para los pontanos cada noche de

Cuaresma es el centro del Universo, ahora, una multitud apiñada y vigilante, aguarda.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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El objetivo de todas sus miradas, las puertas del templo de Jesús:

En la plaza del Calvario

todavía es madrugada cuando suenan las pisadas sobre las piedras silentes, que un millar de nuestras gentes van dejando muy despacio, por ir a escuchar la Diana que unos músicos imperiales nos regalan como joya, como remate en corona del Terrible Nazareno del Amo de toas las cargas del Dueño del mundo entero, para que su reino reine sin sufrir nunca derrota.

Convencido que la victoria del Nazareno es eterna, el pueblo lo sigue en masa.

Llama la atención, o mejor dicho, no nos extraña, que la mayoría de sus acompañantes

sean hombres campechanos y mujeres sencillas. Seguramente hayan entablado con Él

un acuerdo, una promesa, que sólo su corazón fervoroso, encierra.

Del séquito de la procesión, sobresalen las túnicas claras de los hermanos del

Cristo de la Misericordia, y de la Virgen del Mayor Dolor, por un lado; y de San Juan y

la Virgen de la Cruz, por otro.

Ellos los hermanos de ambas cofradías demuestran, no ya cada Viernes Santo,

sino cada uno de los días, lo que es sentir una túnica, lo que es querer una imagen, lo

que es vivir la Semana Santa de Puente Genil.

Y en conjunto, todos se arremolinan en torno a Él hasta que la procesión,

después de pasar por la calle Horno y discurrir por Linares, se planta en las faldas de

Santa Catalina.

Es aquí, en estos escasos cien metros, en menos de cien minutos, dónde se vive

uno de los momentos más decisivos de nuestra mejor semana:

Cofradías, figuras, romanos

rebates, penitentes y hermanos conforman una bella acuarela que de Puente Genil revela, no ya los momentos más sutiles sino el porqué de todos sus fines.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Durmiendo impaciente el tiempo

la noche se muda en día para ver al Nazareno, y acompañarle hecho lirio suave en caricia de cielo, junto a la Virgen María. El ambiente está repleto en la calle Madre de Dios, de un amanecer etéreo de una mañana amansada, que sucumbe por completo al Amor de los Amores, al Terrible Nazareno y que es remanso entre aquellos que pronto harán la procesión. Unos charlan más inquietos, otros meditan cabales mientras saborean al tiempo, la tertulia y el desvelo. De repente como un trueno, una arenga conocida nos anuncia sin recelo el inicio del desfile, para hacerle a un Dios bueno las reverencias anuales. Calle Santa Catalina: Muy poco a poco los hombres avanzan ceremoniosos conducidos, cada uno por idéntico deseo, saldar las cuentas anuales con el que los tiene presos. De vistoso colorido sedas, ricos terciopelos, capas, túnicas, rostrillos… forman singular cortejo,

como salidos de un lienzo, o de retratos que cuelgan en los cuarteles añejos. Justo quedan tres ante mí, es ahora cuando te rezo, la plegaria que de niño; me enseñó mi amado abuelo: ¡Padre mío aquí me tienes para pedirte por ellos para pedir por los míos! Con monótono lamento tañe el bronce la campana, barniza aire por momentos el olor a cera quemada, con sus ecos de otros tiempos se acerca el Imperio en masa. Y de pronto, me detengo, al levantar la mirada y mirarte, no te veo, más que mirar, adivino tu rostro dulce, sereno, tu lastimado semblante. Es mi corazón ¡Oh Señor! brioso se inflama cual vela de un antiguo galeón empujado por los vientos, de unos mares interiores, de los profundos adentros. Entorno los ojos, busco como aquellos que te vieron, algo olvidado en mi mente, una palabra un recuerdo, quizás una letanía, una frase un sentimiento

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Algo que alivie tu carga; que pueda con el Madero… y en silencio, sólo encuentro escuchando dentro de mí, un eco apagado y seco que inunda mi pensamiento: ¡VIVA JESÚS NAZARENO!

Jesús sigue su camino. La senda señalada cada Viernes Santo. A cada paso, va

perdiendo un pedazo de vida, va sembrando un océano de calma, va derramando un

torrente de amor y de paz. El mismo que atesora en su Iglesia durante 364 días, y que

hoy, Viernes Santo nos inunda a todos. Principalmente a aquellos que no pueden subir a

la calle Amargura, para buscar el sosiego que trasmite su figura. Boquiabiertos se

quedarán los paseantes que la admiren por la calle de la plaza.

Sigue caminando, hasta hacerlo por encima del río Genil. Aquél que nuestro

pueblo lleva incrustado hasta en su nombre. ¡Nuestro querido y a menudo olvidado río

Genil!

Este emperador acuoso este río majestuoso mimado del Guadalquivir, donde huertas y riveras se inflaman hasta las venas queriendo seguir junto a Ti…

Cuando llega a Miragenil, a mitad de travesía prevista, bastoneros y penitentes

descansan. Una mujer curtida en mil batallas, se le acerca y lo mira. Sin palabras, le

habla. Le cuenta las cosas que le preocupan; aquello que no le deja en calma. Le pide

que siempre pueda acompañarlo. Le dice cosas que sólo ella sabe, que a nadie le

declara. Y aunque no le responde, siente que Él la escucha, porque sabe que Él la ama.

SAETA

Presente, presente ahí lo tenéis que hacia el Calvario camina con el rostro demacrado y una cruz de penitencia sobre sus hombros han echado.

Porque eres Padre de almas el mismo Dios Cristo tronco de nuestra Madre Iglesia Santa y árbol del Paraíso.

Después del breve asueto, retoma de nuevo su andadura. En el Compás del Coro

le espera llorando su Madre, la Virgen de los Dolores. La pálida paloma turbada, que

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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aún rota por la congoja de seguir a su Hijo cargado con la cruz del mundo, desprende

férvidos olores de sus jazmines y rosas; y una templanza noble de su rostro angelical.

Ella, nuestra Madre, recorrerá en su trono de plata Meneses el sendero que las

benditas plantas descalzas del Nazareno, previamente han ido marcando. Y lo hará con

sus inseparables hermanos del Primero. Mascarón de proa de su señorial y centenaria

cofradía.

De nuevo la calle Aguilar, y otra vez su tarde luminosa y resplandeciente, se

sonríe por sentirse tan llena de vida y colores. Del Imperio recibirá los aclamados sones

que la vestirán de miserere, y de las figuras, de la primavera a la última, su desfile

majestuoso. Pero ésta, la tarde, empieza poco a poco a entristecerse, porque temerosa,

presiente lo que el fatal destino, tiene reservado al Terrible. La muerte de Cruz.

Jesús va muerto sobre un árbol hecho cruz donde la sangre del mejor de los

nacidos, limpia los pecados de los hombres, para convertirse en el árbol de la vida de

nuestra salvación. La Buena muerte salvadora. Solo un discípulo, Juan, y dos Madres lo

acompañan. Las Angustias y la Soledad. Una lo abraza, y otra lo sueña. Una lo siente en

su regazo, y otra en su pensamiento. Y ambas, las dos, lo tienen dentro suya. En la

sangre de su cuerpo, en la pena de su alma, en el roto cristal de sus ojos… Y en el amor

perenne que cada madre le tiene a cada hijo.

Los bastoneros las sostienen encima. La Soledad con su palio negro de noche;

las Angustias, con la inmensidad de un cielo estrellado. De todas las noches hermosas,

ésta es sin lugar a dudas, la primera. El Imperio luce su luto en forma de oscuras

plumas, y el Gloria al Muerto, y las oraciones del Miserere y el Stábat Mater, ayudan

compasadamente a mitigar sus dolores pero…

…Las piedras del frío suelo no soportan los puntazos de las lágrimas vertidas por los ojos destrozados, no pueden sufrir la pena, no pueden con el quebranto, y se agrietan por dentro y se hacen cien mil pedazos, para tragarse de golpe un océano de llantos.

El cielo, enlutado de negrura, deja caer un pañuelo para que una Virgen, a la

que no podemos dejar Sola, lo use de manto. Rodeada de sus familias y de sus cuarteles,

camina por la Isla con las sombras en el alma y la Soledad en la cara.

¡No hay belleza comparable a la tuya! Tu mínimo rostro, abatido y delicado

como porcelana China, como caricia de madre, como nube difusa en el cielo plomizo de

tu patria. Como orquídea de nácar, que refulge en la inmensidad de las tinieblas. ¡Eres

de Puente Genil la Virgen, eres de Puente Genil la Madre, eres de Puente Genil la Vida!

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Por la majestuosa y eterna calle de la Plaza, cuyo Rubicón para nosotros,

basílica de sentimientos, es la Parroquia de la Purificación, la Muerte corre divertida,

del brazo de un Demonio, que canta como los ángeles. Pero que son menos temidos

porque sabemos que vistiendo estas ropas, están rostros conocidos. Y aunque hoy

campen a sus anchas, cadenas y guadaña en ristre, jubilosos y altaneros, sabemos que su

reinado es efímero, que sólo unas horas después, la Vida volverá a triunfar sobre la

muerte. Que aunque debemos seguir alerta y no descuidarnos. Él triunfará, nos salvará,

y cuando resucite el Domingo, lo habrá hecho para toda la Eternidad…

Pero antes de eso, otra Madre, derramará sus últimas lágrimas. Paseará su

cadáver Santo, de San José al Dulce Nombre…

…Persiguiendo sin descanso una urna acristalada proveniente del cadalso, donde el Nazareno limpia con su sueño los pecados de los hombres insolentes de corazones malvados.

Aunque este año, tendrá un majestuoso séquito, haciendo de su Santo Entierro,

un Magno acontecimiento para mayor grandeza de Dios salvador, y su Santa Madre.

Para terminar de sacarle lustre al L Aniversario de aquello que nos rige a todos, la

Agrupación de Cofradías, Hermandades y Corporaciones Bíblicas de Puente Genil.

Pero Él obtendrá la victoria, porque cuando el Domingo ilumine a todo Puente

Genil, a toda la humanidad, volverá a demostrarnos lo que ya sabemos: Que ahí tenéis

el por qué estamos aquí: Ahí tenéis el camino que nunca debemos de perder. Ahí tenéis

el ejemplo que todos tenemos que seguir. Ahí están las respuestas a todas nuestras

dudas. Ahí tenéis el porqué de toda nuestra existencia. La Cruz, el origen y principio de

todo. Este es el final, la meta a la que todos debemos aspirar.

TEMPLO DE AMISTAD

El hogar del Manantero, el Cuartel. Los hay que son cocheras o casas semi

abandonadas, construcciones añejas. Unas más sencillas y otras, renovadas con grandes

estancias; pero en todas, el hermano tiene prendida su alma. Es allí en el cuartel, donde

rendimos culto de forma honesta y sincera a las relaciones entre los hermanos. Allí es

donde nos descubrimos completamente, donde nos miramos por dentro y damos al otro,

todo lo que tenemos.

Es allí donde las penas se mitigan y las alegrías se engrandecen porque son

compartidas. En él vivimos, somos nosotros mismos, y fuera de él, deambulamos por el

tobogán precario de los acontecimientos minúsculos, cotidianos. Porque para ser

nosotros mismos, necesitamos a los demás; al hermano.

En ese lugar, en el cuartel, el manantero se hace manantero dando culto a la

amistad, y allí es, definitivamente feliz.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Hemos hablado, de dos de los sitios principales de un manantero. Su hogar y su

cuartel. Pero, ¿no es verdad que pueden parecer la misma cosa? ¿Qué uno es la

prolongación del otro?, ¿Qué en el primero está la familia que te toca, y en el segundo,

la que tú eliges? ¿Qué un manantero no puede quitarse el traje de lo que es, de lo que le

identifica cuando entra o sale de alguno de estos dos sitios, según corresponda? ¡Ay

nuestro cuartel, el templo de la amistad!

Hay un lugar en el mundo

un paraíso imperfecto. Existen cuatro paredes que encierran diez mil secretos.

De entre todos los colores blanco como predilecto. Retratos de todo tipo, añejos y los más nuevos visten de vida los muros que guardan con mucho celo los quehaceres de unos hombres teñidos de los recuerdos que los hermanos sentimos junta a junta, verso a verso.

Tapias llenas de ti y de mí unidos al mismo tiempo por momentos ya habitados que nos dicen lo que es nuestro. Viandas, risas y tertulia y con el vino asintiendo, son compañeros muy fiables de amistad sin recovecos

Hay un lugar en el mundo en el que tú y yo sabemos que se provoca la magia sin trucos, sin aspavientos.

Hay un lugar en el mundo donde se detiene el tiempo porque quiere recrearse para parecer eterno.

Donde vive la verdad que de puro sentimiento mira a la cara al hermano sin ambages, sin reflejos. Donde brindamos por ellos, los que mostraron camino y fueron nuestros maestros.

Donde hayamos el descanso del corazón sempiterno herido por las batallas, cargado con el Madero de los días cotidianos, sirviendo de burladero. Así es caro hermano el cuartel, dónde se da culto al Señor el dueño del universo, y a su Santísima Madre

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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EL OTRO HOGAR, EL OTRO CUARTEL

Hemos dejado para el final, el último sitio al que iremos.

Todos los que estamos aquí sabemos lo que es perder hombres y mujeres, que

nos enseñaron las nociones básicas de la Semana Santa. Hombres y mujeres que se

quedaron en el camino, pero que antes de ello, nos mostraron como seguirlo.

Todos tenemos en nuestra médula, la

esencia de alguno de ellos. El recuerdo imborrable

en el mapa de la memoria de quien nunca morirá

para nosotros, de quien marcó nuestro devenir.

¡Somos como somos, porque fueron como fueron!

Un día me dijo un hermano, que las

grandes personas, no mueren, siembran. Siembran

porque, como el buen campesino, con paciencia y

afán pusieron, puede que sin pretenderlo, los

cimientos que hoy nos sostienen. La semilla que

germinó en tierra que pacientemente abonaron y

regaron, hasta florecer y hacerse espiga en nuestros

campos, en forma de cofradía o cuartel. Hemos

sido por tanto, testigos de su siembra y producto de

ella.

Hoy quiero leerle una carta de despedida, a

uno de ellos. Quiero que penséis en esa persona

Así es hermano el cuartel, dónde se da culto al Señor el dueño del universo, y a su Santísima Madre Virgen pura, yo te quiero. Donde cantamos las coplas que del Coro nos hirieron. donde las lágrimas brotan por cuarteleras de fuego.

Así es pues este lugar estimado compañero, es cubículo furtivo reservado a caballeros, que destilan por sus poros, amor a los cuatro vientos.

Es el templo de la amistad el llamado amor fraterno bálsamo de nuestras penas baluarte de misterio consuelo de los problemas, el descanso del guerrero de las angustias alivio y del dolor, parapeto.

Hay un lugar en el mundo donde soñamos despiertos; ¡Derrámate cada junta entrégate sin pretextos bébete de un solo trago la esencia que lleva dentro, este relicario pleno que encierra en cuatro paredes la vida de un Manantero!

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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especial, que esparció en vosotros las inquietudes mananteras, compartiendo ya con las

demás, ese nutrido y excelso cuartel del cielo.

Esta silla es para ellos. Para quien queriendo estar hoy aquí, sentado en ella,

está, pero asomado a la baranda celestial que para la ocasión, los Ángeles habrán

preparado.

Queremos que sepas que todo sigue igual. Que aquello que hace nuestra

Semana Santa distinta, no ha cambiado. Porque tú nos demostraste, con tu forma de

hacerlo, que lo mejor de ella está encerrado en las cosas pequeñas, y que hay que

mirarlas con los ojos del corazón, como hacen los niños, para hacer que construyan,

todo nuestro mundo:

Nos dejaste claro que no es la uvita, es aquello por lo que brindamos;

no es la vela encendida, es cumplir con tu promesa; no es la campanita, es el

anuncio de una nueva alegría compartida; no es el río, es el rumor de sus

aguas de siglos; no es la mañana del Viernes Santo, es el caminar del

Terrible; no es la coreá, es rezar todos juntos cantando; no son Sus ojos,

son Su piedad, Su perdón; no es el abrazo, es sellar el cariño con quien lo

merece; no es la noche del Viernes Santo, es la más embaucadora de todas

las noches; no es el costal, es el orgullo de pasearte; no es la celada, son los

pensamientos que hay detrás; no es el cuartel, es el templo de la amistad; no

es el pasodoble, es un estallido en tu pecho; no es el Jueves Santo, es la

brisa que acaricia su tarde; no es el desfile de los romanos, es su compromiso

con la tradición; no es el puente, es la unión entre el cielo y la tierra; no son

las reverencias, es llevarle a su amo, toas las cargas; no es el rostrillo, son

los suspiros; no es la trabajadera, ni el varal; son los esfuerzos compartidos;

no es la marcha, son las notas que acompañan su camino; no es la túnica es

nuestra enseña, nuestra carta de presentación; no es el Miércoles Santo, es

el abrazo entre la salida y el encierro, es el guiño entre la Concepción y el

Hospital; no es el Coro, son los héroes que nos enseñan a cantar rezando;

no es la luna, es el sol en la noche; no es el hogar, es el baluarte de la

familia; no es el manto, son las primorosas manos que lo bordan; no es la

cuartelera, es decirle a Jesús y a María que los quieres que los sientes; no

es el recuerdo, es la impronta que deja lo vivido, en el corazón; no es la

familia, es el lazo que nos ata a la memoria, siguiendo eslabón tras eslabón;

no es el hermano, es saber que te tengo y me tienes.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Así es. Todas estas cosas nos enseñaste. Fuiste Maestro de mananteros, sencillo,

sensible; humilde y honesto. Un buen hombre de la cabeza a los pies. Jamás nadie pudo

en tu vida, reprocharte una mala acción, un despropósito.

Aquella fría noche de Cuaresma de Pan y Peces en el calendario Manantero,

ocurrió. El impasible acero de la guadaña segó tu piel, y nos dejó a todos helados.

¡Vivías tan cerca! ¡Querías tanto a tu corporación que tan sólo un tabique te separaba de

ella, pero no contento, mira que fuiste pillo, el cabecero de tu cama daba con el salón

del cuartel, pared con pared. Quizás porque estando dormido, soñabas con traspasar las

tapias como si fueran unas cortinas y sentarte allí, para disfrutar permanentemente del

calor de la hermandad. Creo que lo

has conseguido, porque aunque

dormías en tu casa, en el nº 12,

vivías y vivirás para siempre en tu

cuartel, en el nº 10.

Cuando ocurrió, y tus

hermanos entramos en tu hogar, de

todos los recuerdos que vimos,

pequeños tesoros que guardabas,

curiosamente, no había ninguno

que no estuviese relacionado con la

Semana Santa de tu pueblo. De

todos esos recuerdos digo, destacaba uno por encima de los demás. Una fotografía de

mediano tamaño en un modestísimo marco; tenías en esa instantánea casi treinta años, y

eras el único adulto que aparecía en ella. Todos los demás, túnicas moradas, lamparones

y planchetazos en ristre, sonrisas espontáneas; eran rostros juveniles, hoy la inmensa

mayoría hermanos de tu corporación.

Tu siempre serás para nosotros el tío Felipe, el consejero perfecto, el maestro

fiel siempre dispuesto. Y ahora, sabemos que estás junto a los que amaste. Compañeros

inseparables, que antes se fueron.

Con Domingo, volverás a compartir su eterna sonrisa, su excelente talante; con

Lorenzo, discutirás sobre cualquier cosa, antes de abrazarlo por que sí; con Paco,

revivirás travesuras juveniles, y andanzas en las noches del Jueves Santo; con Juan,

subirás a la ermita en Cuaresma, antes de dormitar un poco en la mesa, a Enrique, le

aguantarás sus guasas, y disfrutarás de su contagiosa alegría de vivir. Y a Javi, a nuestro

querido Javi, lo estás rodeando con tu brazo por encima del hombro, como siempre lo

has hecho, como siempre lo harás.

¡Y a todos les recitarás tu mejor poema, el más templado y talentoso, una

declaración de Amor a ellos, porque a ellos quisiste y ellos te confortaron, con la calidez

de una amistad compartida, que ahora ya es eterna, porque todos la disfrutáis sin prisas,

sin exigencias, junto al Terrible!

En la noche que te fuiste durmieron todas las flores guardando para sí olores que brotaban al despedirte.

Pregón de: Francisco Manuel Pérez Márquez – Año 2014

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Ahora nos toca a nosotros, a todos nosotros mostrar el camino. Enseñar a quien

nos sigue, los pasos que deben de dar. Tenemos la obligación de recoger el testigo de

tan grandes maestros, para entregar esta joya, nuestra Semana Santa, no ya como la

recibimos, si no renovada, ennoblecida. ¡Superior!.

Porque queridos hermanos, de todas las cosas que nos hacen felices, la

Semana Santa es la mejor, porque nos hace felices a todos a la vez.

La Semana Santa de Puente Genil necesita de todos nosotros. De hermanos

comprometidos, valientes, que se involucren en los quehaceres del día a día. Necesita de

todos vosotros. De aquellos que quieren su Semana Santa, pero respetan y defienden la

de los demás.

A la Semana Santa de Puente Genil, le hacen falta Quijotes, que sueñen

despiertos con deshacer entuertos. Le hacen falta Sanchos, que pongan los pies en el

suelo, descubriendo que los gigantes, son molinos de viento.

Hagámoslo porque este pueblo, Puente Genil se merece, que cada uno de

nosotros, se desviva por su Semana Santa.

Porque aquí…

Tenemos una verdad encerrada en cada esquina. Una pasión en cada mirada, un

“te quiero” en cada boca, un “aquí me tienes como siempre” en cada corazón; en cada

una de las personas que, una vez más, como lo llevan haciendo desde que eran niños, se

estremecerán al paso de Aquél que todo lo puede, el dueño de nuestro destino.

¡Bendito pueblo que ama sin concesiones al Cristo de la mirada serena. Al

Terrible Nazareno!

¡Bendito pueblo que ama desesperadamente a la Madre de Dios. A la Virgen

Dolorosa!

¡Benditos vosotros que haréis que esta Semana Santa sea de nuevo distinta,

porque os entregaréis de nuevo, al hermano, al amigo!

¡Hacedlo en nombre de Dios!

HE DICHO A 13 de abril del año del Señor de 2014. Domingo de Ramos