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DIARIO POLIFÓNICO PRIMERA ENTREGA 2020

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Un día en la vida de un médico;un chico encerrado con su novia chatea con su ex; una madre joven y su bebé de siete meses; otra mujer riega las plantas de su balcón por primera vez; alguien evalúa la conveniencia de pasar la cuarentena en su casa, o en lo de su madre; una chica elude los controles de las fuerzas de seguridad para ir a ver a su amante. Miedo, angustia, alivio, incertidumbre, expectativas.Voces singulares, diferentes formas de nombrar una experiencia común. Diario polifónico es un montaje detextos que registran distintos modos de vivir la cuarentena obligatoria, un experimento poético y un documento de época.

Diario polifónico,entrega N°1.

Editado por Atletas.

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Diario polifónico,entrega N°1.

veintiuno de marzo,dos mil veinte.

Día uno, mañana es día uno. ¡Quedarse en casa, quedarse! ¡Quedaos!

Uno: supermercado, dos: farmacia, tres: sacar al perro.

Desayunamos en el balcón.Ayer leí que las plantas limpian la energía negativa de las casas. También que son unejemplo de vida: se adaptan a todo tipo de condiciones, hacen lo que está a su alcance para sobrevivir. Hay que ayudarlas en ese proceso, prestarles atención. Guillermo no tiene plantas en su casa, sus ambientes están así, deshabitados, blancos, sin vida. Para Navidad le regalé una suculenta y me la devolvió, así que ahora no hay nada. Guille dice que le sorprende lo bien que nos llevamos. A mí no, supongo que somos fáciles convivientes. Los dos nos levantamos siempre de buen humor, incluso ahora.

Sin tele ni internet. Si Gali quiere hablar con alguien, mirar dibujitos o ver los videos que le manda el jardín: celular. Si trabajo en mis clases, escribo o hablo con alumnos o amigos: celular. Si queremos algo del mundo exterior: celular. Sólo hay cobertura en el patio, así que celular y patio. Si llueve se complica. Si se acaba la batería se termina. Si es tarde hay que susurrar.

Desde lejos intercambiamos con mi mamá unas palabras apuradas. En la vereda de enfrente un anciano con barbijo pasea su perrito y, de regreso, un chino con barbijo rosa camina ágil cargando una bolsa de supermercado en cada brazo.Esta semana aparecieron por la cocina y ahora en mi dormitorio, son unas moscas grandes negras furiosas con sonido apocalíptico.

Que no entre nadie a casa, que nadie salga.

21 de marzo

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Diario polifónico,entrega N°1.

Mezclado con unos buenos tragos de cerveza, vino. Una leve resaca que no deja ahora trabajar desde mi hogar, ¡qué canallada! Convertir lo hogareño, lo risueño del propio confort, en la casi impúdica o�cina de todos los días.

En cada brazo sostengo una planta, tratéde agarrar también el �lodendro pero lamaceta es muy pesada y Diego me clavó la mirada. Soy la protagonista de Suite francesa cuando tienen que huir de París: ella pasa primero por la tintorería a retirar las sábanas con sus iniciales bordadas.En un último chequeo regué de más las otras dos plantas sacri�cadas. Podría arrastrar el palo de agua hasta el palier para que alguno de los vecinos lo adopte; cierro la puerta blindada.

Hola, Lucy. Por acá, por el garage. Te pagamos los próximos quince días pero quedate en tu casa, hacé como yo con lo del alcohol, ¿tenés alcohol?, ojo que los diabéticos están el grupo de riesgo.Desde mañana no se puede circular por la ciudad libremente, solo para ir alsupermercado, farmacia y tareas urgentes. Solo los trabajadores de la salud y los que venden alimentos tienen permiso ilimitado.

Afuera refulge de tal modo el sol, y está tan despejado, que ver las horas irse desde mibalcón es como, casi, la propia muerte en vida.Coquetearé un poco.

Cada palabra cuenta. Cada persona cuenta. Una respuesta es un contacto.Y un contacto signi�ca que allá, en el otro lado del mundo, alguien sigue vivo. La última palabra, la frase �nal, también tiene un sonido nuevo. “¡Cuidate!”.

veintidós de marzo,dos mil veinte.

22 de marzo

Primer día de escuelas cerradas.Martes o miércoles y jueves.

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0706 Diario polifónico,entrega N°1.

Cerveza en mano. Despertador, las siete.Baño matinal. Un par de mates, amargos.Panamericana, General Paz, Lugones, autopista, van como piña. Hasta el peaje.

-¿A dónde va, señor?-Pase, doctor.-Hoy lo sacamos de respirador a éste.

Voy tirando las conductas que quiero para el día.

-Este pasa a sala. Averigüemos el resultado de los virus de aquél. Tengo que hablar porel cirujano del otro.

Mediodía. Hora de informes, buenos, malos y regulares.

Cirugía cardíaca en niño de seis meses.Hay cosas que el virus no detiene.

Empieza el baile. Uno se acostumbra a la adrenalina de esos momentos, donde cadasegundo cuenta. La reanimación es exitosa, pero lábil, hay que abrir el tórax.

Vértigo, pasan dos horas que nadie nota.

Miro la hora, son las cuatro. Me quiero, me tengo que ir. Últimas indicaciones a los deguardia, rajo para casa. Vuelta. Dos paradas más.

-Pase, doctor, buenas tardes.

Vuelo.

Llego a casa, pateo juguetes y me toca limpiar el baño, mientras sigo por teléfonotratando de cubrir todos los días de guardia. Un chino. Y la lavandina me da una especie de alergia que me tapa la nariz.

¿Cómo eran las cosas cuando les restábamos importancia? Subirse al auto y tomar la ruta. Cargar la valija, ponerse los lentes de sol y pisar el acelerador.

Cuando Ushuaia no quedaba tan lejos de Buenos Aires porque se podía atravesar el cielo dentro de un avión y llegar en algo menos de tres horas.

Una incursión al supermercado. Esquivar carritos abandonados o familias paseando entre las góndolas. Regresar a guardar los lácteos en la heladera y abandonar a un costado las bolsas.

Inventar excusas los viernes por la noche. Maratonear una serie.

Los almuerzos del domingo.

Compartir un mate. Dar un beso. Un abrazo.

¿Cómo eran las cosas cuando no sabíamos que íbamos a convertirnos en los protagonistas de un libro de ciencia �cción?

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Diario polifónico,entrega N°1.

La mesa de pino bien lustrada, de golpe escritorio de gris fórmica; la computadora,inspiradora casi Olivetti, deviniendo en burocrático ritual; y la simple tranquilidad de sorber un mate mirando a la nada, cuando podría, sin más, arrojarse de nuevo en el somier.

Es como una libertad aparente, brumosa cuestión; amenaza el libraco, las aventuras de un narrador revulsivo en el atril también de pino; amenaza la heladera, extrañamente bien provista... Vanas tentaciones: oprime, como ya dije, la necesidad de responder a las órdenes superiores. Es el inmediato superior que me sigue imponiendo las tareas desde su teléfono y yo que, bajando la crin negra con tristeza, acato, acato, sin acotar nada, ni mu, ni ma…

Y, de paso, ¿mi madre? Debe yacer allí en su hogar. ¡La visitaría! Montaría, audaz, mibicicleta rojinegra y forzaría a los eslabones moverse y así mover las ruedas y, asfaltando unascatorce cuadras, poco a poco mi madre aventándose más, mostrando su presencia. Ni avisaría: ella detesta el timbre, la sobresalta. “Me sobresalté”, me dice, cuando subo tras haberme anunciado, mi dedo sobre el bronce. No le diría nada, entonces. Tengo las llaves, todavía, aunque ya no vivo allí. Las tendré por siempre.

Podría llamarla. O podría videollamarla. Mi madre, en su pijama; yo, en mi pijama.

Anoche escribí para el Mundial de Escritura después de cenar. Me senté en la compu a las once. Boludeé una hora. Mil mensajes de whatsapp, comentarios en facebook, esas cosas. Me divertí. Lo subí a las 3 AM. Vi conectada a Belu. Ella también escribe. Escribe con la sangre, con todo su cuerpo, no creo que pueda a medias. Del mismo modo besa, abraza y coge. Me calentó hablar con ella. No se lo dije, charlábamos de otra cosa. Me fui a dormir a lascuatro.Me desperté a las nueve. Mi novia me abrazó. Creo que es lo que más me gusta de la convivencia, los abrazos mañaneros. Se levantó, se duchó, bajó a desayunar y se puso a laburar. Al rato la seguí. Me gusta llegar a la cocina con el café preparado. En lo cotidiano es al revés. Me levanto yo más temprano, pensando en quilombos del laburo. Disfruto los desayunos largos de la cuarentena. Disfruto mucho no tener siquiera la posibilidad de laburar. Tengo todo el día para usar mi tiempo como quiero.Mi hermana manda un audio de una psicóloga sobre la cuarentena: “Nos cayó la cotidianeidad. Lo que habitualmente nos ayuda a no pensar que somos seres precarios y que en cualquier momento morimos. Eso quedó en evidencia y todavía estamos muy impactados”.No digo que pienso en eso todos los días, pero sí día por medio. Será por eso que no la estoy pasando mal. O para ser sincero bastante bien. Nunca tuve tanto tiempo para leer y escribir.“Lo que es delirante es la normalidad”, continua el audio. No puedo estar más de acuerdo.

Ayer no escribí porque fue shabbat. Esa costumbre de no hacer nada los sábados me la dejó Berta Goldestein, una lituana que pasó toda su vida acá. Primero en un campo, allá, y después de un par de meses en Flores, la trajeron al hospital, a este campo eterno que alguna vez perteneció a Rosas, este campo verde de las locas, las marginadas, el campo verde de lamasturbación en silencio, del lesbianismo por obligación.

Vuelvo a tomar la risperidona y mi deseo sexual se aplasta como una hormiga pisada por un obeso.

¡Cómo se acostumbra! Digo, el cuerpo, hasta los dedos, su disposición en el teclear; incluso a un determinado teclado y no otro; incluso a esa silla que no es la misma que uso ahora; o a los olores y los ruidos, aquellos murmullos constantes, o altisonantes, también, que irrumpen en los tímpanos haciendo mella en nuestra mente, no solo acostumbrándola, también pudriéndola.

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Diario polifónico,entrega N°1.

Salgo al balcón. Territorio desconocido. Las plantas y yo no nos llevamos. Pero hay que reinventarse entonces me hago la que sé y ataco al �cus. Le empiezo a sacar todas las hojasamarillas o secas que tiene. Supongo que eso se llama poda. Debe haber algún tutorial, pero no me gasto en buscarlo. Separo las hojas amarillas de las secas y las meto en un pote vacío que era de dulce de leche. Desde que empezó todo esto siento que estamos como en la Segunda Guerra Mundial y yo, que siempre tiro todo, de repente rescato y guardo y soy como la energía transformándome.

Desde ayer odio que se cante el himno. No tengo ganas de aplaudir. Los primeros díaslo hice y lloré. Hoy no me banco a la del edi�cio de enfrente que lo pone 20:56 y no a las 21.Hace trece días no salgo de mi casa. Mi vecino toca Titanic en la �auta. Esperé dos semanaspara el día de mañana y ya perdió el sentido porque no voy a ver a nadie. Tengo unsupermercado demasiado cerca y no voy a poder caminar lo que necesito. Ayer hice rutina desentadillas y ya no me puedo sentar ni en el inodoro. Ya no cocino. La primer semana me lapasé con el celular. Lo quise desactivar, mi hermana no me dejó. Siempre termino haciendo loque ella quiere. No puedo salvar al mundo desde mi monoambiente. Las redes me enojan. Voya borrar a las personas que pasan la cuarentena en familia, pareja o naturaleza. Si es todojunto, creo que voy a denunciarlos. Nunca lavé tantos platos en mi vida. En la primer semanabajé dos kilos. Solo tomé una lata de cerveza. Sobreviví sin drogarme. Sin rivotril. Odio lasvideollamadas. No tengo trabajo. Renuncié antes de la pandemia. Nunca estuve con unhombre que pudiera dialogar. Cuando digo algo que necesito, no hay espacio, me siento loca.Nunca tuve comunicación con los hombres que conocí. Me amoldo o me quedo sola. Me quedésola. Mi amiga lesbiana dice que eso es consecuencia del patriarcado. Yo me la sigo dando depera. Mi hermano no puede tolerar a las personas que hablan en inclusive, me enoja. Leexplico, no contesta. Me responde a las horas: “¿Jugamos al Uno?”. La gente va a dejar demorirse del virus para empezar a morir de hambre o intolerancia. Me preocupa. No me quieroquejar desde mis privilegios pero no la paso bien. Duermo profundo. Sueño con mi infancia.Espero que sea martes para tener psicóloga. Quiero quejarme con alguien que la esté pasandoigual de mal que yo. Me dijo que busque un signi�cado en este encierro. Por días soyvegetariana, cuando tengo paja me hago una milanesa y pienso que alguien se está comiendoun asado y no es tan grave. Hice helado de banana y quiero que se lo coma otro. Dejo vasosde agua en toda la casa. No encuentro contención. No sé dónde está Papá, hace un año no mehabla y cambió su teléfono. Seguro se está cagando en la cuarentena. No tiene plata parapagar la multa. Una amiga me mandó que tiene miedo de que haya saqueos y yo evito laconversación porque pensar en el futuro me angustia. No se puede proyectar sin salir. Sólo nosquedan los encuentros virtuales, no hay reales. Pierdo la noción de tiempo y realidad. Puteo aMamá cuando me pregunta qué voy a hacer hoy y contesto “sobrevivir”. Me irritan los mensajesde superación si hay personas muriendo. Me dicen que en África pasa todos los días. Me dueletodo. No soy médica ni policía, en esto soy inútil. Me siento más inútil de lo cotidiano. No miroNet�ix y no leo. No sé qué hago. ¿Qué hago? ¿Dónde estoy? Creo que el tiempo se frenó. Meconvertí en esto sin quererlo. No vivo en la naturaleza y no lo comparto. Creo que me estoytraicionando. Ojala algún día sea algo más que todo esto.

El globo entero detenido. Un mundo en pausa.Bajo al patio y siento el olor a primavera, la brisa suave me despeina y el cielo despejado me ciega la mirada.

veintitrés de marzo,dos mil veinte.

23 de marzo

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Diario polifónico,entrega N°1.

Faltan benzodiazepinas y nadie duerme. Florencia, que está brotada como un coli�or cocinado, fue contenida a la noche. Creo que también la inyectaron. Empezó a gritar que elvirus iba a entrar por sus pies y se iba a convertir en un diablo para contagiarnos a todas. Mi psicóloga me recomendó que no me toque la cara y yo le pregunté si eso era posible.

Lo siento en el plexo solar, es angustia. Es el 4to día. Tengo ganas de llorar, gritar,apagar la mente. Este adentro es abrumador. Lo siento en el pecho, me oprime. Afuera está gris, todo es parte de un mismo paisaje; ¿cómo seguir? ¿cómo curar? Me resuenan las preguntas de un juego a la distancia. Todo está lejos, pronto a ser, quieto. Apagué la radio,no quiero saber las noticias. No quiero saber del afuera. Acá adentro ya es demasiado.

6 AM en mi living. En el silencio las cosas se escuchan distinto. La heladera, la canillade la cocina que gotea tic tic tic, el tac tac tac del reloj naranja del living, el viento que parece venir desde las sierras de Córdoba, una respiración que no sé de dónde viene, con una cadencia humana del lado de la casa donde no hay nadie. Todos duermen, no se levantó ni mi perro que es el primero que sale atrás mío cuando me despierto temprano y me vengo al livinga desayunar. No importa la hora. Pero hoy se quedó en alguna habitación.Los días son largos, pero se pasan rápido. Por lo menos estos cuatro días decuarentena obligatoria volaron. De repente eran las ocho de la noche y estábamos preparando la comida. El menú ya estaba pensado desde el día anterior o desde el mediodía. Hacía mucho que no pasábamos tantos almuerzos y cenas juntos los cuatro. Algunos días fuimos cinco, con mi vecina Cata, que empezó la cuarentena sola.Ya veníamos aislados todos juntos, mismo piso, palier, ahora somos el nuevo OpenDoor. Está bueno porque tenemos mi casa y su casa. Ella por ahora está sin los chicos, que empezaron la cuarentena con Juli, su ex, en la chacra que tienen en Zárate. Los va a buscar este miércoles, quizás. Ojalá, la viene pasando bien pero ya no aguanta más. Con nosotros se distrae, y yo le paso libros. Igual está como yo, y como otra amiga más, nos cuesta concentrarnos para seguir la lectura.

Hoy nada es como era.Son las 6:39, voy a ver si puedo dormir un poco más. Podría acostarme en el sillón pero me vuelvo a mi cuarto porque la respiración de este lado de la casa no para y ya me está dando miedo.(Escucho la moto del guardia de seguridad que entra ahora al edi�cio, por ahora sigueviniendo).

Este diario es secreto. No porque tenga delirios de grandeza y crea estar amasando un gran texto que, algún día, el indicado, le será revelado a la humanidad; tampoco por temor al ridículo o al qué dirán. Es secreto porque tiene un único destinatario, un único lector que, confío, algún día –también el indicado– podrá leerme sin juzgar mi sintaxis y mi poesía, o la falta de ella; leerme con el sólo objetivo de conocerme más allá y más acá de nuestro vínculo. Río: mi lector del futuro, mi hijo aterrizado en este mundo hace 7 meses y 20 días.Empezó el otoño. No se lo siente. Hace 33º C en esta ciudad blanca y gris al sur de la provincia de Buenos Aires. Cambio climático; cambio interno; cambio mundial. Hasta hace pocos meses me sentía desubicada en esta Bahía; alienada en esta nueva casa y con esta nueva tarea. Teta, pañal, juego. Teta, pañal, baño. Teta, teta, teta. Daba lo mismo estar en París, Buenos Aires o acá. El encierro no cambia de paisaje. Las cosas empezaron a acomodarse, poco a poco, hará cosa de dos meses. Yo salía de una cuarentena y el mundo entraba en otra.Cuando Río nació lloré a mis muertos y lloré por mí. Lloré porque estaba cansada, triste, asustada, agotada. Porque el cuerpo ya no respondía como antes y no tenía brazos de refuerzo; por mi identidad centrifugada, por temor a no reconocerme en esta persona en la que me convertí; esta que sin manual aprende cómo compartir el centro de su mundo.Estoy encerrada con un bebé al que puedo besar y apretujar, alguien que todos los días descubre algo nuevo, en una casa que tiene un patio muy pequeño pero patio al �n. Me entristece, claro, no ver a la gente que quiero, que el mundo esté patas para arriba. Sin embargo, miro el móvil preferido de mi hijo, el almendro del fondo que se ha torcido en busca del sol, y pienso que, quizás, lo mejor en este momento sea escribir sobre el lenguaje sin voz de todos esos árboles que descubrimos cuando salíamos a pasear. Escribir sobre los aguaribayes del Parque de Mayo; las casuarinas que alivian este sol tremendo al franquear el empedrado que conduce al antiguo zoológico; sobre los coloridos ceibos de la Plaza Rivadavia, sus añosos ombúes, sus altísimas palmeras y sus exóticas cicas; sobre el rojo furioso del chañar en la vereda de la casa paterna, los celestes y violetas de los jacarandás del barrio propio. Así es. Quizás lo mejor, ahora, sea imaginarlos y hacerlos volver; escribir su olor.

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Diario polifónico,entrega N°1.

Esquivando yutas en mi bicicleta voy a la farmacia más cercana a buscar mismedicamentos. Una patrulla, dos patrullas, tres patrullas. Mentira no estoy en bici, voy caminando. Ya hice veinte cuadras (no voy a la farmacia más cercana porque necesito ir a una especí�ca a buscar medicamentos homeopáticos), aunque debo admitir que la idea de salir de la casa aunque fuera por un rato era más que tentadora. Básicamente soy una prófuga de la justicia y una irresponsable social. Tengo la receta en la mochila y si alguien me para ya tengopreparadísima mi respuesta. Estoy yendo a buscar óvulos, y dudo que algún policía quiera profundizar en el debate sobre el nivel de urgencia que presenta un cuadro ginecológico. En realidad es cero urgente, pero quiero tantear cómo está la calle porque planeo ir a la casa de mi novio a pasar el resto de la cuarentena. Sesenta cuadras nos separan, pero con la virtualidad y los nuevos decretos las distancias son difíciles de medir. Antes ni loca hubiese ido caminando, hoy es la única manera de burlar los controles. En auto es un toque, pero el stress constante de que no me agarren haría del trayecto algo eterno.

Igual, más que las patrullas, lo que me alarma son lxs civiles, porque parece que la gente se copó con yutear la cuarentena fuerte. Hasta hay un número de teléfono para denunciar si alguien la está violando. Aunque la comunicación o�cial se a�rma día a día como lo políticamente correcto, sigue habiendo gente que se anima a susurrar que la psicosis social le parece un poco too much.

Mi novio puso cuarta y aceleró al ritmo de la gravedad de los hechos anunciados por cadena nacional. Como si quisiéramos ganarle en velocidad a la propagación febril de infectados a nivel mundial, la globalización de la muerte y la cuenta regresiva hacia la instauración de la distancia social como ley suprema. Con barbijo, guantes de látex y la concentración de efectivos de policía cientí�ca, instalamos Skype en una laptop. Volviendo a casa empecé a sentir en el cuerpo la distancia entre nosotros y el resto, como el escalofrío previo a esas gripes que te dejan de cama. Sentía mi energía en caída libre, yéndose a pique.

Me fui rearmando al calor de las pantallas, con�ando en que la luz led fuese casi tan bene�ciosa como los rayos de sol que caían sobre los ventanales de nuestro departamento como oro en polvo.

Soñé que estaba en una casa con mi familia y mi hermano quería meterse en una laguna al fondo del jardín. Yo me quedaba mirando, de lejos. Pero sentía cómo mis pies se hundían en la laguna, que ahora estaba debajo mío. Arena y agua turbia me hundían. No podíamoverme. Le gritaba a mi papá, que trataba de acercarse pero no lograba alcanzarme. Mi prima, que estaba cerca, decía que sentía cómo las cucarachas le caminaban por una pierna. Guillermo me despertó porque me escuchó llorar. “Soñaste con la cuarentena”, me dijo. Después me contó que un amigo de él escribió en Twitter: “Así es como empieza The Walking Dead ”.

¿Quién ganaría esta guerra?¿Cómo hacernos fuertes a la distancia?

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Diario polifónico,entrega N°1.

Leí que el ámbar es savia de árbol fosilizada. No sé cómo llamar entonces a esos dos terrones de savia cristalizada que despegué de la corteza de un jacarandá la semana pasada, cuando todavía se podía salir a correr.Me los había guardado en la riñonera, envueltos en una carilina porque estaban un poco pegajosos. Ayer los puse en agua para desprender el papel. Los dos pedazos se habían unido y, al sacar la cobertura, también salieron algunos restos de hojas y astillas de las ramas. Me quedó ahora una sola piedra que tiene atrapados algunos restos como los que se lavaron.Querría poder engarzarla de alguna manera para hacerme un colgante.

En cuatro horas teníamos que decidir si nos quedábamos en mi departamento o si nos íbamos cada uno a lo de nuestras madres.En lo de nuestras madres, si quisiéramos estar solos podríamos elegir entre varias habitaciones, ambientes o espacios del jardín. En mi departamento tendríamos dos metros cuadrados de balcón. Dos metros cuadrados de balcón con suculentas, cactus, �ores fucsias,tomillo, menta, ciboulette y aloe vera, que morirían si no quedara nadie acá. En lo de nuestras madres habría porciones grandes de verde y aire libre.En mi departamento no tendríamos riesgo de contagiar a nadie más que el uno al otro. En lo de nuestras madres podríamos contagiar él a su mamá y/o su papá, y yo a mi mamá, mi hermana y/o mi hermano. Si el aislamiento se extendía más allá de la segunda semana de abril, en mi departamento podríamos pasar nuestro cumpleaños juntos. En lo de nuestras madres lo pasaríamos separados, pero con nuestras familias. En mi departamento comeríamos lo que quisiéramos cocinarnos, cuando quisiéramos. En lo de nuestras madres tendríamos que adaptarnos a los menúes y horarios familiares. Pero tendríamos cada uno las milanesas de su mamá. En mi departamento no quedan milanesas de mamá en el freezer, y Felipe no tiene milanesas de su mamá tampoco. En mi departamento habría mejor internet que en lo de su mamá y en lo de mi mamá. En mi departamento compartiríamos internet entre dos. En lo de su mamá, él la compartiría entre tres. En lo de mi mamá, yo entre cuatro. En mi departamento no tendríamos mascotas. En lo de mi mamá está Chuletas. En lo de su mamá, el Pato y el Conejo.En mi departamento yo tendría toda mi vida. En lo de mi mamá, mi viejo cuarto fue transformado en un estudio. En mi departamento, Felipe tendría un estante, medio cajón y un cepillo de dientes. En lo de su mamá, tendría su computadora de escritorio, sus libros,su silla gamer.

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Diario polifónico,entrega N°1.

Virginia Cosin Marina Do Pico Mara Beger Valentina SchajrisMalena Duchovny

Diseño grá�co:Bianca Sifredi

Ana SpinelliBrenda ErdeiCatalina GuebelClementina Cheb TerrabEliana MorteIara ChemesJana CraveroJuan BermejoJulieta Christo�lakisMalena Mónaco

Colaboraciones:Arte y fotografía

Equipo editorial:

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