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Programa de Formación - Febrero 2013

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Programa de formación de la presidencia del CIOFS, correspondiente al mes de febrero de 2013. Dossier preparado por Fray Armando Trujillo Cano TOR y la colaboración de Gianluca Lista OFS

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Comisión Presencia en el Mundo del CIOFS | 2013 Programa de Formación – Febrero 1

COMISIÓN PRESENCIA EN EL MUNDO – PRESIDENCIA DEL CIOFS

PROGRAMA DE FORMACIÓN 2013

Febrero

Dossier preparado por Fr. Amando Trujillo Cano TOR – Colaborador: Gianluca Lista OFS

Introducción

El mes pasado, para sentar las bases de todo el curso, tratamos el tema del papel de los laicos en la sociedad desde la perspectiva del Magisterio de la Iglesia. Este mes queremos dar otro paso hacia adelante y dar una mirada a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) para recordarles a los franciscanos seglares de otro paquete de herramientas útiles para involucrarse en el ámbito social y para evaluar y mejorar las políticas, las leyes, los sistemas políticos y económicos, etc. Antes de describir estos principios es conveniente decir unas palabras acerca de la naturaleza y la historia de la enseñanza social católica:

El término “doctrina social” data del tiempo del Papa Pio XI y designa el “cuerpo” doctrinal relacionado con asuntos relevantes a la sociedad, el cual, a partir de la Carta Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, se desarrolló en la Iglesia a través del Magisterio de los Romanos Pontífices y los Obispos en comunión con ellos. La preocupación de la Iglesia por los asuntos sociales ciertamente no comenzó con aquel documento, porque la Iglesia nunca ha dejado de mostrar su interés en la sociedad. Sin embargo, la carta encíclica Rerum Novarum marca el comienzo de una nueva vía. Insertada en una tradición de cientos de años, señala un nuevo comienzo y un desarrollo singular de las enseñanzas de Cristo en el área de los asuntos sociales.1

Como parte del proceso de su evolución, la enseñanza social católica ha desarrollado algunos principios básicos cuyas raíces más profundas no están en una sabiduría o inteligencia meramente humanas, aunque utilicen las aportaciones de diversas ciencias humanas (sociología, economía, antropología, etc.) para dar expresión a su contenido teológico, como lo explica el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia:

Estos principios, expresión de la verdad íntegra sobre el hombre, conocida a través de la razón y de la fe, brotan « del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias —comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la Justicia— con los problemas que surgen en la vida de la sociedad ». La Iglesia, en el curso de la historia y a la luz del Espíritu, reflexionando sabiamente sobre la propia tradición de fe, ha podido dar a tales principios una fundación y configuración cada vez más exactas, clarificándolos progresivamente, en el esfuerzo de responder con coherencia a las exigencias de los tiempos y a los continuos desarrollos de la vida social (n. 160).

1. Principios de la Enseñanza Social Católica

1 PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, Librería Editrice Vaticana, 2005, n. 87, Internet (23.01.13): http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compend

io-dott-soc_sp.html

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El Compendio señala cuatro principios de la DSI que son permanentes, generales y fundamentales y que son considerados como el corazón mismo de esa enseñanza. Estos son: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiaridad, y la solidaridad (n. 160). Estos principios no se han de considerar independientemente, sino más bien “como parte de un ‘corpus’ doctrinal unitario que interpreta las realidades sociales de modo orgánico” (n. 162). Su valor procede de su capacidad de “indicar las vías posibles para edificar una vida social buena, auténticamente renovada” (n. 162). “Estos principios tienen un significado profundamente moral porque remiten a los fundamentos últimos y ordenadores de la vida social”, en tanto que se relacionan con la conducta de los individuos, grupos e instituciones, cuya libertad y opciones afectan dicha vida (cf. n. 163).

a. El principio de la Dignidad de la Persona Humana o el Principio Personalista.2

La persona humana ha recibido una única e inalienable dignidad de Dios, quien creó al hombre y a la mujer como la imagen viva de Dios3, y los redimió a través de la encarnación y el Misterio Pascual de Cristo. Así que, esta dignidad incomparable no viene ni depende de aspectos circunstanciales, tales como: nacionalidad, raza, género, edad, status social, idioma u origen étnico, etc. La Iglesia exhorta a todos las personas a reconocer la dignidad de cada ser humano, especialmente de los pobres y los que sufren, y a considerar la persona humana como el origen y el fundamento de la vida social, así como su sujeto activo y meta, y no como un objeto u elemento pasivo (cf. Compendio 106). Este principio debe ser considerado a la luz del misterio del pecado universal y de la salvación universal, y de los muchos aspectos de la persona humana: su unidad como un ser material y espiritual, su apertura a lo trascendente, su unicidad, el valor y los límites de su libertad, su naturaleza social, sus derechos y deberes, los derechos y deberes de las naciones, etc. (cf. n. 115-159).

b. El principio del bien común.

El Compendio define este principio como: “el conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (n. 164). Este principio deriva de la dignidad, de la unidad y de la igualdad de todas las personas; es indivisible y solamente juntos es posible alcanzarlo, hacerlo avanzar y preservar su efectividad, con relación también a las generaciones futuras. Este principio puede ser explicado simplemente como la búsqueda del bien de todos los hombres y de todo el hombre; esta búsqueda debe ser el primer objetivo de cada sociedad (cf. n. 165) y de cada individuo, de acuerdo a las posibilidades de cada uno y a las circunstancias históricas de cada sociedad, a través de la promoción integral y del respeto a la persona humana y sus derechos fundamentales. Este compromiso incluye a todos los niveles de la sociedad, las estructuras de cada nación individual y el nivel de cooperación mundial. (cf. n. 166). El bien común no debe ser utilizado con visiones reduccionistas que buscan favorecer intereses especiales, sino que más bien debe ser promovido en su totalidad, invitando a una responsabilidad cada vez mayor por el bien de los demás (cf. n. 167).

Además de cada persona individual, las autoridades políticas también son responsables de conseguir el bien común, que es la razón de su existencia (cf. n. 168). Han de lograr esa meta contando con la contribución de cada miembro de la sociedad, armonizando “los bienes particulares de los grupos y de los individuos,” (n. 169) y salvaguardando el bien de todos, incluyendo el de las minorías. El bien común no debe estar limitado a sus dimensiones socio-económica e histórica, ya que está orientado hacia la meta transcendental de la humanidad y de toda la creación en Dios, el Bien supremo (cf. n. 170).

2 Cf. PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio, n. 105-159. 3 Cf. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, n. 11.

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c. El Destino Universal de los Bienes

El Compendio cita la definición del principio del destino universal de los bienes dada por la Gaudium et Spes: “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para todos los hombres y todos los pueblos, para que todas las cosas creadas se distribuyan de manera justa por toda la humanidad bajo la guía de justicia moderada por la caridad” (GS 69). Las enseñanzas sociales de la Iglesia señala que este principio es natural, inherente e innato a todo ser humano (cf. Compendio 171), y “todos los demás derechos, sean los que sean, incluidos los derechos de propiedad y el derecho de libre comercio, deben estar supeditados a esta norma; no lo debe impedir, sino que debe acelerar su aplicación” (n. 172). Este principio invita a la gente a “desarrollar una visión económica inspirada en valores morales” que conduzca a la creación de “un mundo de justicia y solidaridad, en el cual la creación de riqueza puede asumir una función positiva” (n. 174). Además, se debe hacer todo esfuerzo para garantizar que ninguna persona o país quede al margen del desarrollo, especialmente en vista de la aparición de nuevos conocimientos tecnológicos y científicos (cf. n. 179). El principio del destino universal de los bienes está directamente conectado con la opción o el amor preferencial por los pobres de la Iglesia, que “se inspira en el Evangelio de las bienaventuranzas, en la pobreza de Jesús y en su atención por los pobres. Este amor se refiere a la pobreza material y también a las numerosas formas de pobreza cultural y religiosa” (n. 184). La práctica de la caridad implica la participación en obras espirituales y corporales de misericordia, pero también requiere “la atención a la dimensión social y política del problema de la pobreza”, siendo conscientes de que no hay que “dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia” (n. 184).

d. El principio de Subsidiariedad

El principio de subsidiariedad ha estado presente en la DSI desde la encíclica Rerum Novarum (cf. RN 101-102. 123), como una de sus directrices más recurrentes y peculiares (cfr. Compendio 185). Básicamente afirma que con el fin de promover la dignidad de la persona humana y el bien común de la sociedad, es necesario que las sociedades de orden superior defiendan, apoyen y promuevan sociedades de orden inferior (cfr. n. 186). En sentido positivo, implica asistencia o ayuda (subsidium) de diferentes tipos - económico, institucional o jurídico - y, en sentido negativo, requiere que instituciones de alto nivel no interfieran o sustituyan entidades de menor nivel social. Este principio se opone tanto a “la presencia injustificada y excesiva del Estado en los mecanismos públicos” (No. 187) como a los monopolios económicos, que socavan la libertad humana y la iniciativa. También requiere la promoción de la participación plena y activa de todos los ciudadanos, familias, asociaciones y organizaciones en el ámbito socio-político. Sólo en caso de necesidades excepcionales puede entrar el Estado a suplir determinadas funciones, pero sólo como una medida temporal (cf. n. 188).

e. Participación

La participación es la consecuencia característica de la subsidiariedad e incluye todas las actividades a través de las cuales los ciudadanos individuales o las asociaciones contribuyen a la vida económica, política y social de su comunidad civil. Esta contribución es una responsabilidad de cada persona y debe tener como objetivo la búsqueda del bien común en todos los ámbitos de la sociedad (cf. n. 189). La participación activa, cualificada y eficaz de todos los ciudadanos constituye una de las bases y garantías de todos los sistemas democráticos (cf. n. 190). Es fundamental trabajar por un mayor acceso a la información y la educación a fin de superar todos los obstáculos (culturales, jurídicos y sociales) a la participación compartida de los ciudadanos en la conformación de sus comunidades. Entre estos graves obstáculos a la participación social y política están: la corrupción, la desafección hacia la política, la abstención electoral, los regímenes totalitarios o dictatoriales, la burocracia de facto, etc. (cf. n. 191)

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f. El principio de Solidaridad

El desarrollo acelerado de los medios de comunicación que está teniendo lugar en nuestro tiempo ha producido una toma de conciencia generalizada y sin precedentes de las relaciones de interdependencia entre los individuos y los pueblos (cf. n. 192). Sin embargo, la solidaridad no es sólo un principio social, pero también es una virtud moral que es necesaria para la organización adecuada de las instituciones y para la transformación de las estructuras de pecado en estructuras de solidaridad, no es “un sentimiento superficial por los males de tantas personas [...] Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común [...] por el bien del prójimo” (n. 193), según el ejemplo y de las enseñanzas de Cristo, que se hizo uno con la humanidad hasta el punto de morir por todos en la cruz (cf. n. 196). El principio de solidaridad llama a todos los hombres y mujeres a darse cuenta que tenemos una gran deuda con todo lo que la humanidad ha desarrollado en la sociedad y con las generaciones presentes y futuras (cf. n. 194).

g. Los valores fundamentales de la vida social y la vía de la caridad

En una relación recíproca con los principios antes mencionados, la DSI también indica cuatro valores fundamentales: la verdad, la libertad, la justicia y el amor. “Ponerlos en práctica es la manera segura de obtener la perfección necesaria y personal y para una existencia social más humana” (n. 197). Ante los diversos puntos de vista a menudo distorsionados del amor, es importante reafirmar su valor como “el criterio más alto y universal de toda la ética social” (n. 204), la vía “más excelente” (1 Cor 12,31), de cuya “fuente interna” surgen los demás valores (n. 205). No existe legislación, metodología o negociación que pueda sustituir al amor “persuadir a hombres y pueblos a vivir en la unidad, en la fraternidad y en la paz” (n. 207). La caridad social y política incluye pero no se limita a las relaciones interpersonales (n. 208); también requiere esforzarse por la renovación profunda de estructuras,

organizaciones sociales y sistemas legales.

Esta visión general de los principios de la DSI es sólo una introducción a estos temas muy específicos. La DSI afronta también muchos otros temas, tales como: derechos humanos, la familia como la célula de la sociedad, la dignidad del trabajo y los trabajadores, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, la protección del medio ambiente, la promoción de la paz, etc. Esperamos que a través del estudio y la reflexión sobre los principios y valores presentados aquí, ustedes se animen a aprender más acerca de la DSI y a aplicarla en todas las áreas de su vida.

2. Bibliografía sugerida y páginas web relacionadas (Por orden alfabético)

ALBURQUERQUE E., Doctrina social de la iglesia, CCS, MADRID, 2011.

CAMACHO LARAÑA I., Doctrina Social De La Iglesia. Quince claves para su comprensión, DESCLÉE DE BROUWER, BILBAO, 2008.

CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, CEM, México D.F., 2005.

GUERRERO F., Mensaje social de la Iglesia. De León XIII a Benedicto XVI, Ciudad Nueva, Madrid, 2009.

MARX R. – WULSDORF H., Ética social Cristiana. Doctrina social de la Iglesia, Edicep C.B., Valencia, 2005. ________________________________________________

Instituto mexicano de doctrina social Cristiana: http://www.imdosoc.org/

La Santa Sede: http://www.vatican.va/phome_sp.htm

Observatorio Internacional Card. Van Thuân sobre la Doctrina Social de la Iglesia: http://www.vanthuanobservatory.org/?lang=es

Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân sobre la Doctrina social de la Iglesia: http://www.vanthuanobservatory.org/?lang=es

Pan para el mundo: http://www.bread.org/es/

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3. Un caso concreto: El laboratorio Cívico-Fraterno de Milán (Por Gianluca Lista OFS)

Por solicitud del Consejo Regional de Lombardía, desde el otoño de 2010 hasta el presente, un pequeño pero representativo grupo de franciscanos seglares de diferentes fraternidades de Milán ha establecido un Laboratorio Cívico Fraterno con dos objetivos. El primero de estos fue definir un “método” de trabajo –contrario al modelo actual, en el cual es difícil encontrar la vía de la mediación–, basado en el “diálogo” de modo que, aun teniendo diversas opiniones sobre los asuntos tratados, nos escuchásemos unos a otros para encontrar juntos el camino del “entendimiento fraterno”, en búsqueda del bien común. Este método sería después llevado a nuestras propias fraternidades locales para ofrecernos como interlocutores de todos los que en la sociedad civil estuviesen interesados en el bien común, sin importar su etnia, cultura, creencia política o religiosa. El segundo objetivo tenía que ver con “el contenido”: hacer del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia las fuentes principales para encontrar el significado y la orientación de nuestras propuestas.

Por esta razón, trabajamos juntos en la carta encíclica Caritas in Veritate, elaborando fichas de trabajo sobre ella, las cuales fueron entregadas al Consejo Regional para que pudieran ser usadas en los programas de formación de diversas fraternidades locales. Luego pasamos a usar el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y conscientes del momento histórico actual –caracterizado por una severa crisis económica, que surge también de la crisis moral y espiritual–, nos embarcamos en la lectura de los documentos que pudieran ayudarnos a reflexionar sobre una nueva forma de concebir la economía, desde una perspectiva que no esté desligada de la moral y la ética. Esta forma de pensar tiene sus profundas raíces en nuestro carisma y, por lo tanto, en la historia de la espiritualidad franciscana.

La proximidad de eventos importantes, como las elecciones municipales y políticas, dio origen entonces a espacios de diálogo entre los miembros del Laboratorio que tratan de entender cómo encarnar la Regla OFS y el Evangelio en nuestras opciones políticas. Reflexionamos como comunidad, respetando la diversidad de opiniones y, al mismo tiempo, dando prioridad al sentido de “Fraternidad”, inherente a nuestra opción franciscana. Sin lugar a dudas, la oración y la referencia a la Palabra y las fuentes franciscanas -que quisimos que estuviesen siempre presentes en nuestras reuniones- nos han ayudado a mantener una presencia clara del Señor en nuestro Laboratorio.

Luego, en 2012 y en línea con la Comisión de Formación de nuestra región, se implementó un curso de introducción a la Doctrina Social de la Iglesia. El curso se desarrolló en cuatro reuniones mensuales (con más de sesenta participantes por sesión) en las que –partiendo de las razones por las que la Iglesia puede y debe hablar sobre el compromiso socio-político– se hicieron presentaciones sobre la historia y el contenido de la Doctrina Social, así como sobre personalidades de los franciscanos seglares que gastaron sus vidas al servicio de la Iglesia y de la sociedad, y, por último, se dieron algunas pistas para el compromiso eclesial y social de la OFS en los próximos años.

3. Temas sugeridos para la reflexión y el diálogo en comunidad.

El principio de la dignidad de la persona humana está integrado en las Constituciones de la OFS, especialmente en el Título II –dedicado a la “Presencia activa en la Iglesia y en el mundo” (art. 17-27).

1. Lea esta sección nuevamente y comente en fraternidad al menos los artículos 18.1 y 22.2. ¿Cómo los están implementando? En caso contrario, ¿cuál puede ser la razón? ¿De qué manera pueden ser aplicados por su fraternidad?

2. En base al contexto social concreto en el que se encuentra su fraternidad, comente qué tan relevantes pueden ser los principios y valores de la doctrina social católica.