PRÓLOGO de Karen horney y capítulo 5

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la personalidad neurotica de nuestro tiempo

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PRLOGOEl propsito que nos ha guiado al escribir este libro es el de ofrecer unafiel descripcin del neurtico que vive entre nosotros, con todoslos conflictos que realmente le conmueven, con todas sus angustias, sussufrimientos y las mltiples dificultades que encuentra en sus relacionescon los dems y consigo mismo. No nos referimos aqu a ninguna formaparticular de neurosis, sino que nos atenemos a la estructura del carcterque bajo una u otra forma aparece en casi todos los neurticos denuestro tiempo.Acentuamos en especial los conflictos reales y los intentos del neurticopor resolverlos; sus angustias actuales y las defensas que ha levantadocontra las mismas. Este realce de la situacin actual no implica quedescartemos la idea de que, en esencia, las neurosis surgen deexperiencias infantiles precoces, aunque discrepamos de muchospsicoanalistas por estimar injustificado concentrar la atencin en lainfancia exclusivamente, dejndose llevar por una especie de fascinacinunilateral y considerando que las reacciones ulteriores no son, endefinitiva, sino meras repeticiones de otras previas. Nos proponemosdemostrar que la relacin entre las experiencias infantiles y los conflictosadultos es harto ms compleja de lo que suponen aquellospsicoanalistas que postulan un simple nexo de causa - y efecto. Aunquelas experiencias de la infancia originan las condiciones determinantes dela neurosis, no constituyen, sin embargo, las nicas causas de lostrastornos que sobrevienen ms tarde.Si enfocamos nuestra atencin sobre los trastornos neurticos actuales,reconoceremos que las neurosis no son engendradas nicamente porexperiencias accidentales del individuo, sino, tambin, por lascondiciones especficas de la cultura en que vivimos. En realidad, lascondiciones culturales no slo dan peso y color a las experiencias delindividuo; en ltima instancia, determinan asimismo su forma peculiar. Esun destino individual, por ejemplo, el tener una madre dominadora osacrificada, pero slo bajo sealadas condiciones culturales hallamosmadres dominadoras o sacrificadas, e igualmente slo gracias a estascondiciones dadas tales experiencias pueden influir sobre la vida ulterior.del sujeto.Una vez comprendida la gran importancia de las condiciones culturalesen las neurosis, relegaremos a segundo trmino los factores biolgicos y,fisiolgicos que Freud concepta como races de stas. Su influencianicamente habr de tenerse presente cuando se disponga de pruebasslidas que la abonen.Tal orientacin nos ha conducido a algunas nuevas interpretaciones deuna serie de problemas bsicos que presentan las neurosis. Aunque serefieren a cuestiones dispares, como el problema del masoquismo, las consecuencias de la necesidad neurtica de afecto y el significado de lossentimientos neurticos de culpabilidad, todas esas interpretacionestienen por base comn la primordial significacin concedida al papeldeterminante de la angustia en la produccin de los rasgos neurticosdel carcter.Como muchas de nuestras interpretaciones discrepan de las de Freud,algunos lectores se preguntarn si todo esto es an psicoanlisis. Larespuesta depender de lo que se considere esencial en esa ciencia. Sise admite que est slo integrada por la totalidad de las teoraspropugnadas por Freud, entonces lo que aqu exponemos no es, enrealidad, psicoanlisis. Si, en cambio, se juzga que los elementosesenciales del psicoanlisis residen en ciertas orientaciones bsicas delpensamiento frente al papel de los procesos inconscientes y a las formasde su expresin, as como en determinado tipo de tratamientoteraputico que lleva esos procesos a nuestra conciencia, entonces loque presentaremos es, por cierto, psicoanlisis. Creemos que laadhesin estricta a todas las interpretaciones tericas de Freudentraara el peligro de querer hallar en las neurosis lo que sus teorashacen suponer que se debe encontrar en ellas. Este riesgo no es otroque el. del estancamiento intelectual. Creemos, adems, que el respetopor la gigantesca produccin cientfica de Freud ha de manifestarseedificando sobre los cimientos que l ha echado, as como que slo deese modo podremos contribuir a realizar las posibilidades que elpsicoanlisis promete para el futuro, tanto en el sector terico como en elteraputico.Estas observaciones tambin contienen la respuesta a otra preguntasusceptible de plantearse: si nuestra interpretacin no es, acaso, untanto adleriana. Ofrece, es verdad, ciertas similitudes con determinadospuntos que Adler destac, pero fundamentalmente no se sale del terrenofreudiano. Adler es, en efecto, un buen ejemplo de cmo hasta unaintuicin frtil de los procesos psicolgicos puede llegar a esterilizarse sise la persigue unilateralmente y sin fundarse en los descubrimientoscapitales de Freud.Dado que el propsito cardinal de este libro no es precisar en qusentidos coincidimos y en cules otros diferimos con los dems psicoanalistas,por lo regular hemos limitado nuestras consideracionessobre asuntos polmicos a ciertos temas respecto de los cules nuestrasopiniones divergen notablemente de las de Freud.Cuanto aqu exponemos no son ms que las impresiones recogidas en elcurso de un largo estudio psicoanlitico de las neurosis. Si hubisemosquerido presentar el material en que se apoyan nuestrasinterpretaciones, deberamos haber incluido muchos historiales clnicosdetallados, mtodo injustificadamente engorroso para un libro destinadoa ofrecer un panorama general de los problemas que plantean las neurosis. Empero, aun sin este material, el especialista, e inclusive elprofano, estarn en condiciones de verificar la validez de nuestrasafirmaciones, pues a todo observador atento le ser posible compararnuestras conjeturas con sus propias observaciones y experiencias,rechazando o aceptando, modificando o corroborando sobre tal basecuanto aqu se dice.Esta obra se escribi en lenguaje simple y, en favor de la claridad,asimismo nos abstuvimos de entrar en muchos detalles. Los trminostcnicos han sido excluidos en la medida de lo dable, pues siempre estla amenaza de que los tecnicismos sustituyan la ntida ideacin. As, amuchos lectores, en especial a los profanos, podr parecerles fcilcomprender los problemas de la personalidad neurtica; pero talconclusin sera errnea o aun peligrosa. No podemos eludir lacircunstancia de que todos los problemas psicolgicos son, por fuerza,profundamente complejos y sutiles. A quien no est dispuesto aadmitirlo, le aconsejamos que no lea esta obra, pues se encontraraperdido en un laberinto y defraudado en sus esperanzas de hallarfrmulas estrictas y terminantes.El libro se dirige al profano intelectualmente inquieto, as como a todosaquellos cuya profesin ponga en contacto con neurticos y que estnfamiliarizados con sus problemas. Entre dichos profesionales no sloapela a los psiquiatras, sino tambin a los asistentes sociales y a losmaestros, y adems a aquellos antroplogos que se hayan percatado dela importancia de los factores psquicos en el estudio de las distintasculturas. Por ltimo, confiamos que asimismo sea de cierto valor para elpropio neurtico. ste, cuando no desecha por principio todopensamiento psicolgico, como una intrusin y una imposicin, gracias asu mismo sufrimiento suele tener de las complejidades psicolgicas unacompresin ms aguda y sutil que sus congneres de mejor salud. Pordesgracia, las lecturas acerca de su situacin no lo curarn, pues en loque lea le ser mucho ms fcil reconocer a otros que a s mismo.Aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestro agradecimiento aMiss Elizabeth Todd, que prepar la edicin de este volumen. Losautores con quienes nos sentimos en deuda de gratitud sern citados enel texto. Nuestro mximo reconocimiento se lo debemos a Freud porhabernos provisto de las bases e instrumentos con que trabajamos; eigualmente a nuestros enfermos, pues todo cuanto sabemos deriva denuestra labor comn.

ESTRUCTURA BSICA DE LAS NEUROSISUna angustia puede obedecer enteramente a la situacin actual deconflicto.En cambio, si nos encontramos conuna situacin causante deangustia en una neurosis del carcter, hemos de tomar siempre en consideracin estados angustiosos preexistentes, a fin de poder explicar por qu en ese caso particular surgi cierta hostilidad que luego fue reprimida.De este modo comprobaremos que esa angustia previa fue, a su vez, resultado de una hostilidad anterior, y as sucesivamente.Paracomprender cmo se inici todo este proceso, . nos veremos forzados a retroceder hasta la infancia. sta ser una de las pocas oportunidades en las cuales nos ocuparemos con la cuestin de las experiencias infantiles. Nos referimos a la infancia con menor asiduidad de lo acostumbrado en la literatura psicoanaltica, no a causa de que adjudiquemos a las experiencias infantiles menos trascendencia que otros psicoanalistas, sino porque en este libro nos dedicamos a la estructura actual de la personalidad neurtica, ms bien que a las experiencias individuales que culminan en ella. Examinando la historia infantil de gran nmero de neurticos, hemos comprobado que el denominador comn de todos radica en un ambiente que, en diversas combinaciones, presenta las caractersticas siguientes. El factor nocivo bsico es, sin excepcin, la falta de autntico afecto y cario. Un nio puede soportar muchsimas de las vivencias usualmente conceptuadas traumticas -el destete repentino, algunos castigos corporales, experiencias sexuales-, siempre que en su intimidad se sienta querido y amado. Superfluo es decir que el nio percibe con toda sutileza si el amor es genuino, resultando imposible engaarle con ninguna clase de demostraciones simuladas. El principal motivo de que un nio no reciba suficiente cario o amor reside en la propia incapacidad de los padres para dar afecto, por impedrselo su propia neurosis. Conforme a nuestra experiencia, en la mayora de los casos la ausencia fundamental de cario se disfraza hbilmente, pretendiendo los padres que slo les preocupa el bienestar de su hijo. Las teoras pedaggicas y la sobreproteccin o la abnegacin de una madre ideal son los agentes bsicos creadores de cierta atmsfera que, ms que cualquier otra cosa, echa los grmenes de ulteriores sentimientos de profunda inseguridad. Por otra parte, ciertas acciones o actitudes de los padres no pueden menos que suscitar hostilidad: su preferencia por otros nios, los rechazos injustos, los cambios imprevistos de la extrema indulgencia al rechazo desdeoso, el incumplimiento de promesas, y finalmente, pero no en ltimo lugar entre estos factores, una actitud frente a las necesidades del nio que oscila desde la ocasional falta de toda atencin hasta la permanente interferencia con sus deseos ms legtimos, como el entrometerse en sus amistades, ridiculizar sus ideas independientes, malograrle todo inters por sus propias empresas, sean artsticas, atlticas o mecnicas, en suma: una actitud paternal que, aunque no lo intente deliberadamente, consigue quebrantar la voluntad del nio. Los trabajos psicoanalticos acerca de los factores que desencadenan la hostilidad infantil subrayan, en primer trmino, la frustracin de los deseos del nio, especialmente la de los sexuales, as como los celos infantiles. Es posible que la hostilidad del nio sea provocada, en parte, por la actitud prohibitiva que la cultura adopta respecto de los placeres en general y de la sexualidad infantil en particular, ya se exprese sta a manera de curiosidad sexual, masturbacin o juegos erticos con otros nios. Mas la frustracin no es, evidentemente, el nico motivo de la postura rebelde, pues la observacin demuestra, en forma indudable, que los nios, como los adultos, son capaces de tolerar muchas ms privaciones, toda vez que las reputen justas, acertadas, necesarias o motivadas por una cierta finalidad. As, por ejemplo, el nio no se resiste a la educacin de los hbitos higinicos, si los padres no los imponen con desmedida rigidez ni pretenden doblegar al nio con actos de crueldad ms o menos atenuados o groseros. Tampoco le preocupa al nio uno que otro castigo, siempre que se sienta seguro de ser amado en general y pueda juzgarlo como una medida ecunime, y no aplicada con intencin de herirlo o humillarlo. Es difcil decidir sala frustracin, como tal, provoca hostilidad, pues en ambientes donde se infligen mltiples privaciones al nio tambin suelen existir muchos otros factores desencadenantes. Antes que las frustraciones mismas, importa el espritu con el cual son impuestas. Hacemos resaltar este punto porque, preocupados a causa de los supuestos peligros que las frustraciones entraaran por s mismas, muchos padres se han dejado llevar mucho ms lejos de lo que intentaba el propio Freud, abandonando toda intervencin en la conducta del nio con el pretexto de que podran ocasionarle algn trauma. Evidentemente, los celos pueden constituir motivos violentos de odio, en los nios como en los adultos. No caben dudas respecto del papel que los celos entre los hermanos y los celos de uno de los padres son susceptibles de desempear en los nios neurticos, o de la influencia permanente que esta actitud pueda ejercer en la vida. Plantase, sin embargo, la cuestin de cules son las condiciones que generan estos celos. En suma: las reacciones celosas, como las de la rivalidad fraterna o del complejo de Edipo, deben producirse forzosamente en todo nio o, por el contrario, son inducidas por circunstancias determinadas? Las observaciones de Freud acerca del complejo de Edipo se efectuaron en neurticos, comprobndose en ellos que las reacciones violentas frente a uno de los padres eran lo bastante destructivas como para despertar ansiedad y trastornar definitivamente la formacin del carcter y las relaciones personales. Habiendo notado la frecuencia de este fenmeno en los neurticos de nuestro tiempo, Freud le atribuy carcter universal y no slo estim el complejo de Edipo como ncleo mismo de la neurosis, sino que sobre esta base trat asimismo de interpretar intrincados fenmenos de otras culturas30. Es esta generalizacin, precisamente, la que tiene dudoso valor. Algunas reacciones de celos pueden darse con facilidad en nuestra cultura, sea en los vnculos entre hermanos o entre padres e hijos, segn acontece en todo grupo de seres que vivan muy juntos. Mas no hay pruebas de que las reacciones de celos destructivas y permanentes -y son ellas a las que se refiere el complejo de Edipo o la rivalidad fraterna- sean en nuestra cultura tan comunes como acepta Freud, sin entrar a analizar siquiera otras configuraciones culturales. Se trata, por el contrario, de reacciones humanas generales que, empero, pueden ser artificialmente engendradas por la atmsfera en la cual el nio evoluciona.

Luego, cuando estudiemos las consecuencias generales de los celos neurticos, nos ser dable comprender tambin cules factores son responsables de los celos, pero hemos de mencionar aqu la falta de espontaneidad emocional y el espritu de competencia a ttulo deelementos coadyuvantes. Adems, los padres neurticos, que crean estaatmsfera espiritual, suelen estar poco satisfechos de su propia vida,carecen de relaciones afectivas o sexuales satisfactorias y, porconsiguiente, tienden a descargar su amor en los hijos. Las expresionesde este afecto no siempre poseen tono sexual, pero siempre tienenelevada carga emocional. Es muy dudoso que las corrientes sexualessubyacentes en las conexiones del nio con los padres puedan jamsalcanzar bastante intensidad como para producir un trastorno potencial;en todo caso, no sabemos de ejemplo alguno en el que no fueran lospadres neurticos quienes, mediante el terror o la ternura, le impusieranal nio tales apasionados lazos de afecto, con todas las caractersticasde envidia y celos que Freud les adjudic (31).Solemos aceptar que la aversin hostil hacia la familia o hacia algnmiembro de sta debe perjudicar el desarrollo del nio, y, claro est, esdesfavorable que ste deba luchar contra la conducta de sus padresneurticos; pero si su antagonismo es fundado, el riesgo en lo referentea la formacin del carcter no radica tanto en experimentar o expresaruna protesta, cuanto en reprimirla. La represin de crticas, protestas oacusaciones entraa diversos peligros, uno de los cuales es que el niotiende a asumir toda la culpa y a sentirse indigno de ser amado, situacincuyas consecuencias despus examinaremos. El peligro que ahora nosconcierne es el de quela hostilidad reprimida pueda suscitar angustia yde esta manera desencadenar el proceso descrito. Mltiples razones,que obran con variada intensidad y en diversas combinaciones, sonsusceptibles de llevar a un nio criado en semejante atmsfera a reprimirsu hostilidad; entre ellas se cuentan la indefensin, el miedo, el amor ylos sentimientos de culpa.En cuanto al sentirse inerme e indefenso, suele considerrselo como unmero hecho biolgico. Aunque durante largos aos el nio dependerealmente del medio para satisfacer sus necesidades, puesto quedispone de menos fuerzas fsicas y experiencia que los adultos, se haadjudicado excesiva significacin al aspecto biolgico de est cuestin.Pasados los dos o tres primeros aos de la vida,-est dependenciabiolgica se convierte, en efecto, en un tipo de dependencia que incluyela vida mental, espiritual e intelectual del nio, mantenindose hasta queel adolescente llega a la edad adlta y adquiere as la capacidad dedirigir su vida por s mismo. Sin embargo, el grado en que los niospermanecen sujetos a sus padres es muy variable en los diferentescasos, segn lo que gue a aqullos en la educacin de sus vstagos: yatiendan a hacerlos fuertes, valientes, independientes y capaces deenfrentarse con toda suerte de situaciones; ya sea su tendenciadominante la de amparar al nio, de mantenerlo obediente e ignorantede la vida, o, en suma, de infantilizarlo hasta los veinte aos o aun ms.En los nios que se desarrollan bajo condiciones adversas, laindefensin suele -reforzarse artificialmente por procedimientosintimidatorios, los mimos o el hecho de colocar y guardar al nio en unestado de dependencia emocional. Cuanto ms indefenso permanezca,tanto menos se atrever a sentir o a mostrar la menor oposicin y tantoms quedar aplazada sta. El sentimiento subyacente de estasituacin, o, por decirlo as, su lema, es: Tengo que reprimir mi hostilidadporque te necesito.El miedo puede ser provocado directamente por amenazas, prohibicionesy castigos o por accesos de ira y escenas violentas presenciadaspor el nio; pero tambin puede responder a intimidacionesindirectas, como la de amenazar al nio con los mayores peligros de lavida, con microbios, tranvas, gente extraa, nios malos, subirlo a unrbol, etc. Cuanto ms tmido sea el nio, tanto menos se atrever amostrar o inclusive a sentir hostilidad, situacin cuyo lema es: Deboreprimir mi hostilidad porque te tengo miedo.Tambin el amor es una de las razones que llevan a reprimir lahostilidad. Faltando el verdadero cario, los padres suelen reemplazarlocon veborrgicas protestas de cunto aman al nio y a qu puntosacrificaran por l hasta la ltima gota de su sangre. Particularmente sise lo intimida en otros sentidos, el nio puede aferrarse a estossucedneos del autntico amor, temeroso de manifestar su rebelda pormiedo a perder la recompensa de su docilidad. En semejantessituaciones, el lema fundamental sera: Tengo que reprimir mi hostilidadpor miedo a perder tu amor.Hasta ahora hemos considerado los casos en que el nio reprime suhostilidad contra los padres por miedo de que la ms mnima expresinmalograr las relaciones con stos. Al proceder as, le impulsa el merotemor de que estos poderosos gigantes lo abandonen, le priven de sureconfortante benevolencia o aun se vuelvan contra l. Adems, ennuestras condiciones de cultura el nio de ordinario es obligado sentirse culpable por cualquier sentimiento o evidencia de hostilidad uoposicin, es decir, se le hace sentirse indigno o despreciable ante smismo si se aventura a expresar o sentir .algn resentimiento contra lospadres o a trasgredir las reglas establecidas por ellos. Estos dos motivosde los sentimientos de culpabilidad se encuentran ntimamenterelacionados entre s. Cuanto ms se haya inducido a un nio a sentirseculpable por sus incursiones en terreno prohibido, tanto menos seatrever a experimentar rencor o a adoptar una actitud acusadora frentea los padres.En nuestra cultura es en la esfera sexual donde ms a menudo se creansentimientos de culpabilidad. Ya se manifiesten las prohibiciones pormedio de verdaderos silencios audibles o por amenazas y castigosexpresados, el nio frecuentemente llega a convencerse de que no slole est vedada la curiosidad y las actividades sexuales, sino que tambindebe considerarse sucio y despreciable si osa incurrir en ellas. Si tienefantasas y deseos sexuales con respecto a uno de los padres, aunquepermanezcan inexpresados a consecuencia de la actitud prohibitivafrente a la sexualidad en general, fcilmente le harn sentirse culpable.El lema de esta situacin ser pues el siguiente: Tengo que reprimir mihostilidad, pues de lo contrario sera un nio malo.En diversas combinaciones, cualquiera de los factores mencionados essusceptible de llevar a un nio a reprimir su hostilidad, producindole laconsiguiente angustia.Pero acaso toda angustia infantil conduce en ltima instancia a unaneurosis? Nuestros conocimientos no alcanzan todava a respondersatisfactoriamente a esta pregunta.Creemos que la angustia infantil esun factor necesario, pero no una causa suficiente para el desarrollo de laneurosis. Parecera que las circunstancias favorables, as como losoportunos cambios de ambiente o las influencias contrarrestantes decualquier especie, pudiesen evitar la decidida evolucin hacia laneurosis. Por el contrario, si las condiciones de vida no propenden aatenuar la ansiedad, como en efecto suele acontecer, no slo facilitarnsu persistencia, sino que -segn veremos luego- la exacerbarngradualmente y desencadenarn todos los mecanismos que constituyenla neurosis.Entre los factores que pueden estimular el desarrollo de laangustia infantil existe uno que es preciso examinar en particular.Porcierto, es muy distinto si la reaccin de hostilidad y de angustia se limitaa personas del medio que la impusieron al nio, o si se transforma enuna disposicin hostil y ansiosa para con la gente en general.As, por ejemplo, si el nio tiene la fortuna de que lo rodeen abueloscariosos, maestros comprensivos o algunos buenos amigos, susexperiencias con stos pueden evitar que espere nicamente maldadesde todo el mundo. Pero cuanto ms ardua sean sus experiencias en elcrculo familiar, tanto mayor ser su inclinacin a producir' no sloreacciones de odio con respecto a los padres y otros nos, sinoasimismo actitudes desconfiadas o rencorosas frente a todo el mundo.Cuanto ms aislado quede y cuanto ms se lo desanime de arriesgarsea otras experiencias personales, con tanta mayor facilidad caer en laevolucin descrita. Por fin, cuanto ms encubra su inquina contra lapropia familia, adaptndose, por ejemplo, a todas las actitudes de lospadres, en mayor gradoproyectar su angustia al mundo exterior,llegando a convencerse a s mismo de que el mundo entero espeligroso y terrible.La ansiedad general frente al mundo asimismo puede asomar oaumentar paulatinamente. Un nio que haya crecido dentro de semejanteatmsfera, en sus relaciones con los dems no se atrever a sertan emprendedor o belicoso como stos. Habr perdido la dichosacerteza de que se le quiere y aprecia, e interpretar hasta la broma msinocente como una cruel ofensa. Se sentir herido y lastimado con mayorfacilidad que otros y ser mucho menos capaz de defenderse.Los factores mencionados, al igual que otros similares, favorecen oproducen un estado caracterizado por el sentimiento insidiosamenteprogresivo y expansivo de encontrarse solo y desarmado en medio de unmundo hostil. De esta manera, cada una de las reacciones agudas frentea cada uno de los estmulos que las provocan, poco a poco cristalizan enuna postura general del carcter que, como tal, todava no constituyeuna neurosis, pero que es el suelo frtil en el que sta puede germinaren cualquier momento. Teniendo presente el papel capital que estaactitud desempea en las neurosis, le hemos dado la designacinespecial de angustia bsica, comprendindose que se encuentrainseparablemente entrelazada con una hostilidad bsica similar.Al elaborar en el anlisis las distintas formas que la ansiedad puedeadoptar,cada vez se reconoce con ms claridad que la angustia bsicaconstituye el fundamento de todas las relaciones con los otros. Mientrascada manifestacin aislada de la angustia puede ser producida por unacausa actual y real, la angustia bsica persiste continuamente, aunqueno haya estmulos particulares en la situacin actual. Si comparamos lasituacin global de la neurosis con un estado de intranquilidad poltica enla nacin,la angustia y la hostilidad bsicas equivaldran al descontentosubterrneo y a la protesta latente contra el rgimen. En ambos casospuede faltar todo signo superficial, o aparecer ste en las ms diversasformas. As, en el Estado se traduce como huelgas, tumultos, asambleasy demostraciones, pero tambin en la esfera psicolgica las formas de laangustia pueden presentarse como sntomas de toda suerte.Independientemente de su provocacin particular,todas las expresionesde la angustia emanan de un mismo fondo comn.En las neurosis de situacin, relativamente simples, falta la angustiabsica.Estas neurosis estn constituidas por reacciones neurticasfrente a condiciones actuales de conflicto y se dan en individuos cuyosvnculos personales no se hallan perturbados. El siguiente servir comoejemplo de los casos que suelen presentarse en la prcticapsicoteraputica.Una mujer de cuarenta y cinco aos se queja de palpitaciones y estadosnocturnos de angustia, acompaados por copiosos sudores. No presentaalteraciones orgnicas, y todas las observaciones acusan una personasana, que impresiona como sincera y cordial. Veinte aos atrs, pormotivos que no obedecan tanto a ella misma cuanto a su situacin, cascon un hombre veinticinco aos mayor, con el cual fue muy feliz y quedsexualmente satisfecha, teniendo tres hijos que se desarrollaronexcepcionalmente bien. Es un ama de casa diligente y capaz. En losltimos cinco o seis aos el marido se torn algo manitico y pocomenos potente, pero lo soport todo sin exhibir reacciones neurticas.En cambio, los conflictos comenzaron hace siete meses, cuando unhombre de su misma edad, simptico y casadero, empez a cortejarla.En esa mujer se haba desarrollado poco a poco un resentimiento contrasu marido avejentado, que reprimi por razones muy poderosas,teniendo en cuenta su estructura mental y social y sus relacionesmaritales esencialmente satisfactorias.Gracias a la ligera asistenciaprestada en unas pocas sesiones de psicoterapia, pudo encararse con lasituacin conflictual, librndose as de su angustia.Nada demuestra mejor la importancia de la angustia bsica que lacomparacin de las reacciones individuales en las neurosis del carctercon las que presentan aquellos casos que, como el anterior, pertenecenal grupo de las simples neurosis situacionales. Estas ltimas seencuentran en personas sanas que por razones comprensivas sonincapaces de resolver conscientemente un estado de conflicto, o sea,que son ineptas para enfrentarse con la existencia y la naturaleza delconflicto y, por eso, tambin lo son en cuanto a adoptar una claradecisin. Una de las ms notables diferencias entre ambos tipos deneurosis es la suma facilidad con que se alcanzan buenos resultadosteraputicos en las neurosis de situacin. En las caracterolgicas, por elcontrario, el tratamiento tropieza con ingentes dificultades y enconsecuencia se prolonga durante largos perodos, a menudo excesivamentelargos para que al paciente le sea posible aguardar su cura.En cambio, las neurosis situacionales quedan resueltas con cierta.fcilidad;en ellas, la discusin comprensiva del estado actual suele seruna terapia causal, y no slo sintomtica. En otros casos, el tratamientocausal consiste en eliminar el obstculo exterior, modificando el ambiente (32).As, en tanto que en las neurosis situacionales recogemos la impresinde que la respuesta neurtica es proporcional al conflicto, esta relacinparece faltar en las neurosis del carcter. En ellas, segn ya veremoscon mayor detalle,la angustia bsica prevaleciente puede desencadenarlas ms intensas reacciones ante la menor provocacin.Mientras la gama de las formas manifiestas de la angustia o de losrecursos protectores contra ella es infinita y variable en los distintosindividuos, la angustia bsica es relativamente igual en todos, difiriendoslo en amplitud e intensidad. Cabe describirla a grandes rasgos comoun sentimiento de ser pequeo e insignificante, de estar inerme,abandonado y en peligro, librado a un mundo dispuesto a abusar,engaar, agredir, humillar, traicionar y envidiar. Una de nuestrasenfermas expres este sentimiento mediante un dibujo espontneo,donde se representaba como una pequeuela indefensa y desnuda,rodeada de monstruos amenazantes, tanto humanos como animales,prestos a atacarla.Los psicticos suelen sentir agudamente, en su conciencia, el efecto deesta angustia,que en los paranoicos queda restringida a una o variaspersonas determinadas, mientras en los esquizofrnicos en ocasionesadopta la forma de una aguda nocin de la hostilidad potencial delmundo que les rodea, al punto que inclusive las muestras de amabilidadtienden a interpretarlas como posibles amenazas hostiles.Los neurticos, por el contrario, raramente se percatan de su angustia uhostilidad bsicas, o al menos no les conceden la medida e importanciaque poseen en la vida entera. Una enferma nuestra, que en sueos sevea como un pequeo ratn constreido a refugiarse en una cueva parano ser aplastado -ilustrando as, por medio de una imagen certera, cmoactuaba en la vida-, no tena la ms remota idea de que en realidadtuviese miedo de alguien, declarando que ignoraba lo que era laangustia. Una desconfianza bsica frente a la generalidad puedeencubrirse con el convencimiento superficial de que todos son muysimpticos, coexistiendo con relaciones en apariencia buenas con losdems. Tambin un profundo desprecio hacia todo el mundo puededisfrazarse con la tendencia a admirar al prjimo.Aunque la angustia bsica concierne a seres humanos, es posible quecarezca totalmente de carcter personal, trocndose en un sentimientode ser amenazado por tormentas, convulsiones polticas, microbios,accidentes, alimentos descompuestos, o de estar condenado por eldestino. El observador experto reconocer con facilidad la base de todasestas actitudes, mas se requiereuna intensa elaboracin psicoanalticapara que el propio neurtico advierta que su angustia no se refiere enverdad a los microbios ni a peligros similares, sino a personas reales;que su ira contra stas no es -o no slo esuna reaccin adecuada yjustificada frente a una provocacin real, sino que l mismo se hatornado bsicamente hostil para con los dems v desconfiado frente a todo el mundo.Antes de describir las consecuencias de la angustia bsica en lasneurosis, examinaremos un problema que acaso haya surgido ya en lamente de muchos lectores. En efecto, la actitud de angustia y hostilidadbsicas frente a los dems, que hemos calificado como elementoesencial de las neurosis, no es una actitud normal que todoscompartimos, aunque quizs en menor grado? Al abordar este tema espreciso distinguir dos puntos de vista.Si usamos el trmino normal en el sentido de una actitud humanageneral, cabra decir que la angustia bsica tiene, en efecto, un corolarionormal en lo que la filosofa alemana y el lenguaje religioso han dado enllamar Angst der Kreatur (miedo de la criatura humana). Esta expresindenota que prcticamente todos nos sentimos inermes delante dfuerzas ms poderosas que nosotros, como la muerte, lasenfermedades, la vejez, las catstrofes de la naturaleza, los sucesospolticos y los accidentes. La desvalidez de nuestra infancia nossuministra la primera experiencia de esta ndole, pero la nocin asadquirida la conservamos durante toda la existencia. Dicha angustia dela criatura humana comparte con la angustia bsica su caracterstica dela indefensin ante los poderes superiores, mas no implica una actituddehostilidad por parte de stos.En cambio, si empleamos el trmino normal en el sentido de lo que esnormal en nuestra cultura, cabra agregar lo siguiente: de ordinario, ennuestra cultura, la experiencia llevar a una persona -siempre que suvida no sea demasiado cmoda-, a adoptar mayor reserva frente a losotros, conforme va alcanzando su madurez, a ser ms prudente en suconfianza respecto del prjimo, a familiarizarse ms con el hecho de quea menudo los actos humanos no son sinceros, sino dictados por lacobarda o la conveniencia. Si se trata de una persona honesta, novacilar en aplicarse a s misma este juicio; de lo contrario, ver conmayor claridad todos estos atributos en los dems. En suma, pues,desarrollar una actitud evidentemente anloga a la angustia bsica, dela cual, empero, la separan las siguientes diferencias. La persona sana ymadura no se siente inrme frente a estos defectos humanos, ni estdominada por la ausencia de discriminacin que ostenta la actitudneurtica bsica. En efecto, conserva la capacidad de acordar unabuena dosis de genuina amabilidad y confianza a sealadas personas.Estas disimilitudes tal vez se expliquen por el hecho de que el sujetosano ha padecido la mayora de sus experiencias desgraciadas a unaedad en que fue capaz de asimilarlas, mientras el neurtico las sufricuando an no le era posible dominarlas, y, debido a su indefensin,reaccion a ellas con angustia.La.angustia bsica tiene ciertas y determinadas consecuencias encuanto a la actitud del sujeto respecto de s mismo y de los dems.Estosignifica, de hecho, un aislamiento emocional, tanto ms difcil desoportar, cuanto que va acompaado de una sensacin de debilidadintrnseca. Entraa, tambin, un debilitarse del fundamento mismo enque reposa la autconfianza. Establece el germen de un conflictopotencial entre el deseo de confiar en los dems y la incapacidad deabandonarse a esta inclinacin, a causa del profundo recelo y hostilidadque se profesa hacia ellos. Implica tambin que por su debilidadintrnseca la persona siente el deseo de echar toda responsabilidadsobre los dems, de ser protegida y amparada, mientras que la hostilidadbsica la torna harto desconfiada para ceder a este deseo. Por ltimo, suinvariable resultante es que el sujeto se ve constreido a dedicar lamayor parte de su energa a recuperar la tranquila seguridad perdida.Cuanto ms intolerable sea la angustia, tanto ms completas debernser las medidas de precaucin contra ella.En nuestra culturadisponemos de cuatro recursos fundamentales, a fin de escudarnoscontra la angustia bsica: el cario, la sumisin, el podero y el aislamiento.En primer lugar, el procurarse cario en cualquier forma puede constituiruna fuerte proteccin contra la angustia, mecanismo al cual le cuadra ellema: Si me quieres, no me hars mal.En segundo trmino, el sometimiento puede subdividirse segnconcierna o no a sealadas personas o instituciones. Uno de estos focosdefinidos es, por ejemplo, la sumisin a las normas tradicionales, a losritos de una religin o a los requerimientos de algn personaje poderoso.En estos casos, la obediencia de tales reglas o el acatamiento de esasdemandas se convertirn en motivos determinantes de la conductaentera, actitud susceptible de asumir la forma de setirse obligado a serbueno, si bien las connotaciones de bueno varan segn lasexigencias o las reglas cumplidas.En cambio, si la actitud de docilidad no concierne a ninguna institucin opersona sealadas, adopta la forma ms general de complacencia conlos posibles deseos de todos, evitando cuanto pudiese despertarresentimiento. En semejantes casos, el individuo reprime toda exigenciay crtica para con los dems, mostrndose dispuesto a dejar abusar del, sin defensa alguna, y prestndose siempre a ayudar al prjimo sindiscriminaciones. A veces se percata de que sus actos se motivan en laangustia, pero comnmente no lo reconoce y est persuadido, por elcontrario, de que obra impulsado por un ideal de altruismo y deabnegacin que llega hasta la renuncia de sus propios deseos. Tanto enla forma definida cuanto en la general de la sumisin, el lema rector es:Si cedo en algo, no me harn mal.La actitud de sumisin tambin puede servir al propsito de obtener latranquilidad mediante el cario. Cuando ste alcanza tal importancia enuna persona que su sentimiento de seguridad en la vida depende de l,se hallar pronta a pagar cualquier precio por el cario, disposicin que,en el fondo, implica someterse a los deseos ajenos. Sin embargo, amenudo es incapaz de creer en ningn cario, y entonces su actitud desumisin no perseguir el propsito de atrarselo, sino de lograrproteccin. Asimismo, hay personas que slo pueden sentirse seguras sise someten rgidamente; en ellas la angustia es tan intensa y tancompleta la desconfianza ante el cario, que ni se concibe la posibilidadde conseguirla.La tercera tentativa de resguardarse contra la angustia bsica consisteen recurrir al podero, en tratar de arribar al sentimiento de seguridadconquistando podero o xito real, posesiones, la admiracin de losdems o superioridad intelectual. El lema que gobierna estos intentos deproteccin es: Si soy poderoso, nadie podr daarme.El cuarto medio de preservarse lo constituye el aislamiento. Los gruposanteriores de arbitrios protectores tienen en comn la disposicin a lidiarcon el mundo, a superarlo de una u otra manera. Sin embargo, tambinpuede lograrse el sentimiento de proteccin retirndose totalmente delmundo. Ello no implica recluirse en un desierto o vivir en radical soledad,sino independizarse de los dems en el grado en que sean capaces deafectar las propias necesidades exteriores o interiores. As, verbigracia,la emancipacin frente a las necesidades exteriores puede alcanzarseacumulando posesiones. Esta motivacin de la bsqueda de posesionesdifiere por completo de la que busca lo mismo pero para ganar influenciao podero; adems tambin es muy distinto el empleo que se hace de losbienes. Cuando stos son acumulados en prosecucin deindependencia,el sujeto suele sentir excesiva angustia para gozar deellos, atesorandolos con avaricia, pues el nico objetivo que busca esprevenirse contra todas las eventualidades. Otro expediente que llenaidntico propsito de alcanzar externamente independencia con respectoa los otros consiste en restringir al mnimo las necesidades personales.La independencia frente a los requerimientos internos podemosobtenerla, verbigracia, procurando desvincularnos sentimentalmente delprjimo, de suerte que nada ni nadie pueda defraudarnos, mas esosignifica ahogar todas las exigencias afectivas. Una expresin de estedesligamiento es la actitud de no tomar nada en serio, ni a uno mismo, lacual suele hallarse en crculos intelectuales. El no considerarse en serioa s mismo es harto diferente de no estimarse importante, posturas que,en efecto, inclusive pueden ser contradictorias.Estos recursos de aislamiento guardan cierta semejanza con losmecanismos de sumisin y complacencia, pues ambos implican el desistimientode los propios deseos. Pero mientras en los ltimos larenuncia se halla al servicio del ser bueno o de supeditarse a losdeseos ajenos a fin de sentirse seguro, en el primer grupo la idea deser bueno no desempea papel alguno y el objeto de la renuncia es,simplemente, independizarse de los dems. En este caso, el lemadirector es: Si me aslo, nada podr daarme.A fin de apreciar la funcin que estos diversos ensayos de proteccincontra la angustia bsica cumplen en las neurosis, es menester valorarsu intensidad potencial.No son impuestos por el deseo de satisfacer unanhelo de goce o felicidad sino por el impulso de alcanzar el sentimientode seguridad. Ello, no obstante, en modo alguno entraa que seanmenos poderosos o imperiosos que las pulsiones instintivas, pues laexperiencia demuestra que el impacto de un anhelo ambicioso, porejemplo, acaso sea tan potente, o ms, que un impulso sexual.Cualquiera de estos cuatro- mecanismos, perseguido solo o predominantemente,es susceptible de ofrecer al individuo la ansiadatranquilidad, siempre que su situacin vital le permita aplicar esosrecursos sin incurrir en conflictos, aunque debe advertirse que semejanteprosecucin exclusiva de una tendencia nica suele traer aparejado unempobrecimiento de la personalidad integral. As, verbigracia, una mujerque emprenda el camino de la sumisin puede alcanzar la paz y grandessatisfacciones secundarias en una cultura que demande de la mujerobediencia a la familia o al marido y sujecin a las normas tradicionales.Si es un monarca quien desarrolla un insaciable afn de podero yposesiones, su resultado tambin puede serla consecucin de seguridady xito en la vida. En realidad, sin embargo, el decidido seguimiento deun objetivo nico dejar con frecuencia de cumplir su propsito, pues lasdemandas impuestas son tan desmesuradas e inescrupulosas que porfuerza acarrean conflictos con el medio. Con mayor frecuencia,laseguridad contra ua poderosa angustia subyacente no se busca por unsolo camino, sino por varios, que, adems, pueden ser incompatiblesentre s.Es decir: que el neurtico podr sentirse, a un tiempo,imperiosamente compelido a dominar a todo el mundo y a pretender seramado por todos, a someterse a los otros y a imponerles su propiavoluntad, a desligarse de la gente y a querer su afecto. Son estosconflictos, en verdad insolubles, los que casi siempre constituyen elncleo dinmico de las neurosis.Las dos tendencias que ms comnmente chocan entre s son losanhelos de afecto y de podero, razn por la cual en los prximoscaptulos nos ocuparemos de ellos en detalle.Tal como la hemos descrito, la estructura de las neurosis no contradicela teora freudiana de que, en esencia, stas seran productos deconflictos entre las tendencias instintivas y las demandas sociales o surepresentacin en el super yo. Mas en tanto nos hallamos de acuerdoen que el conflicto entre las tendencias individuales y la presin socialdel ambiente es una condicin ineludible de toda neurosis, no creemosque por s solo baste a explicarlas. El choque entre los deseosindividuales y los requerimientos sociales no produce necesariamenteuna neurosis, sino que puede conducir, con no menor facilidad, arestricciones reales de las actividades de la vida, o sea a la simplesupresin o represin de deseos, o, en trminos ms generales, alsufrimiento real y concreto. En cambio,la neurosis nicamente aparecesi este conflicto provoca angustia y si los intentos de aliviarla despiertan,a su vez, tendencias defensivas que, aunque no menos perentorias,resultan empero incompatibles entre s.