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PÉRON, Françoise: “Patrimonio y paisajes del litoral”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 33- 40.

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PÉRON, Françoise: “Patrimonio y paisajes del litoral”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp. 33-40.

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* Nota del editor: El trabajo que aquí se presenta es una versión traducida (y levemente modificada por su autora) del artículo que con eltítulo “Patrimoine et paysages du littoral” se publicó en el nº 12 de Drassana: Revista del Museu Marítim, 2004, pp. 58-73.

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Patrimonio y paisajes del litoral*

Françoise PéronUniversité de Bretagne Occidentale, Brest, France

El valor patrimonial de los paisajes litorales es un tema extremadamente delicado de abordar. Todoscomprendemos intuitivamente que es un tema capital en la demanda social contemporánea relativaal litoral, pero ¿cómo definirlo y cómo tratarlo?

Las dimensiones culturales, sociales y económicas, generalmente integradas en el término “patri-monio marítimo” marcan cada vez más los espacios costeros. Contribuyen a dar sentido a estos terri-torios de interfaz tierra-mar, actualmente en reconversión, confiriéndoles una nueva riqueza vincula-da a las emociones, la memoria y la satisfacción estética que las herencias marítimas (procedentes delas actividades pasadas) suscitan en los que viven hoy día al borde del mar y, de un modo más amplio,en los que residen de un modo intermitente con creciente regularidad y asiduidad.

Hay que partir de una constatación, los espacios litorales de los países más ricos del planeta, entrelos que se encuentra Francia, nunca han sido más visitados, más buscados, más masivamente repre-sentados a través de fotos, postales, películas... y magnificados en las disertaciones (y en los artículosde las revistas dirigidas al gran público) como en este comienzo del siglo XXI. Pero, el origen de estefenómeno viene de lejos.

Desde la aparición del turismo, primero según el modelo aristocrático británico (en los años1830), después siguiendo un modelo burgués gracias a la conexión con los litorales llevada a cabopor el ferrocarril a partir de los años 1850 y, por último, según un modelo popular y democrático quese impondrá un siglo después con la generalización de las vacaciones pagadas, la difusión del auto-móvil y la ampliación del tiempo para el ocio, la utilización no productiva de los litorales, inventadapor una sociedad urbana en expansión, han modelado las representaciones de estos espacios y defi-nido una gama de satisfacciones contemplativas vinculadas a la idea del “paisaje litoral”.

Fue sobre todo hacia los años 1880-1914 cuando se establecieron nuevas formas de mirar; nues-tra visión actual de la costa francesa, en especial la del Ponant, es deudora esencialmente de la cons-trucción paisajística que los descubridores de la costa, sobre todo los pintores impresionistas, forjaronhace un siglo.

Pero los espacios poseedores de estos paisajes sufren brutales mutaciones funcionales. Las trans-formaciones que de ellas resultan son percibidas como heridas y ataques al “paisaje litoral” por lagente que acude a ellos para pasear, recuperar fuerzas y distraerse; sienten esos cambios como des-figuraciones del paisaje, como amenazas para el medio ambiente y para la naturaleza litoral, con-fundiendo por otro lado paisaje y medio ambiente, satisfacción de orden cultural y orden natural delas cosas. De este modo, surgen movimientos de defensa del litoral, cuyos activistas afirman que aldefender la naturaleza defienden el paisaje o viceversa, que al defender el paisaje defienden la natu-raleza. El paisaje se erige así en patrimonio que hay que transmitir a las futuras generaciones.

El proyecto de conservación/protección/restauración queda a la vez enunciado y justificado. Seapoya ya sea en argumentos de orden natural, como que es necesaria la protección para mantenerla biodiversidad litoral y la variedad de los medios físicos de las zonas costeras (dunas, marismas, len-guas de arena…), o bien en argumentos de orden cultural, como hay que transmitir también los pun-tos de referencia simbólicos y las herencias históricas que han estructurado en el pasado las socieda-des y las regiones litorales (el faro, el viejo muelle, el barco de vela...) para tener, a través de suconservación, la posibilidad de reproducir gestos antiguos. Se trata pues de transmitir una cultura através de un paisaje.

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1. Entre las obras que tratan de la noción de paisaje, nos hemos basado sobre todo en:BERQUE, A. (1995): Les raisons du paysage, Éditions Hazan.BERQUE, A., CONAN, M., DONADIEU, P., LASSUS, B., ROGER, A. (1994): Cinq propositions pour une théorie du paysage, Pays/Paysages,

Champ Vallon.BÉGUIN, F. (1995): Le paysage, Dominos Flammarion.CAUQUELIN, A. (1989): L’invention du paysage, Plon.ROGER, A. (1997): Court traité du paysage, Éditions Gallimard.

Françoise Péron

Ya se examine el tema de la protección y la gestión de los litorales desde un punto de vista natural odesde un punto de vista cultural, en ambos casos aparecen las nociones de “paisaje litoral” y de “patri-monio marítimo” en relación con un territorio cuya identidad deseamos, más o menos conscientemen-te, conservar. Identidad de un territorio, especificación de aquellos que lo habitan, deseo de descubrir laalteridad de aquellos exteriores a él y, quizás, deseos de identificarse con las personas y los lugares. Eltema “patrimonio y paisajes del litoral” puede parecer demasiado vasto o demasiado ambiguo para serabordado de lleno, pero no por ello deja de abarcar importantes implicaciones. Las implicaciones socia-les se expresan en términos de rivalidad de grupos competidores (¿a quién pertenece el paisaje?); lasimplicaciones estratégicas y geográficas en términos de renovación de la imagen de cada zona costeray reorganización de los territorios; las implicaciones económicas en términos de revalorización de los“yacimientos” culturales y turísticos no “deslocalizables” en el marco de la globalización.

Los párrafos que siguen están dedicados, en primer lugar, a aclarar los términos empleados, sobretodo el de paisaje, a recordar cómo se han construido los paisajes litorales tal y como los vemos hoydía y por qué se consideran tan importantes en el marco de la sociedad occidental, es decir, ¿a quéexpectativas responden? Por último, nos preguntaremos por el complejo tema de la elección de losmodelos para orientar la gestión de estos “espacios-paisajes”.

¿QUÉ ES UN PAISAJE LITORAL Y MARÍTIMO?

¿A qué nos referimos cuando utilizamos los términos “paisaje(s) del litoral?

Si bien es difícil dar una definición, sí es fácil aportar imágenes. Si tomamos por ejemplo a unhabitante de clase media de una ciudad que vive a finales del siglo XX y frecuenta las costas delPonant francés, nos bastaría con enunciar estas palabras para hacerle evocar imágenes, la mayoríaagradables. Si dejamos transcurrir un tiempo para que puedan formarse, veríamos que son relativa-mente sencillas y que se pueden clasificar en algunas familias principales: acantilados batidos por lasolas y vuelos de pájaros marinos, brezales destacando sobre un fondo de mar azul, pequeño puertopesquero asomando entre los árboles desde lo alto de una carretera que nos llevará hasta él y el marcentelleando, barcos pesqueros varados en la orla dorada de una playa encerrada en un arco rocosoque subraya su fragilidad, llegada a puerto de la flota de barcos de vivos colores, faro con un her-moso aspecto geométrico izándose a la luz... En otros lugares y otras épocas hubieran sido muy dife-rentes y quizás no estarían organizadas en “paisaje” si nos remontáramos a una época anterior alRenacimiento, las fuentes pictóricas y literarias así lo demuestran.

Estas observaciones nos invitan a ser prudentes en lo relativo a la noción de paisajes del litoral. Noobstante, insistiremos en algunas ideas que nos parecen esenciales para comprender el modo en quenuestra sociedad se representa y valora lo que considera como “paisajes litorales” que hay que proteger.

- Un paisaje es lo que se ve y lo que sugiere eso que se ve. Al recoger los términos utilizados porel historiador Alain Corbin en el epílogo de su obra, Le territoire du vide. L’Occident et le désir derivage (1750-1840), publicado en 1988, recordaremos que “el paisaje es lo que se ve y lo que sugie-re eso que se ve”. El paisaje es siempre una relación entre un sujeto y un objeto y esa relación tieneun sentido doble. El paisaje no es por tanto un dato físico, exterior al sujeto que lo mira. La visión pai-sajística varía de un sujeto a otro. No hay una estructura antropológica de lo imaginario paisajísticoconstruido de una vez para siempre. El paisaje suscita en el sujeto imágenes que proceden tanto delo que mira conscientemente como de su inconsciente, que informa a su mirada y se sumerge en suser. La mirada en dirección a un paisaje se apoya en símbolos a los que reacciona la sensibilidad delsujeto que a su vez construirá lo que llamamos “el paisaje”. Se trata de operaciones complejas peroque se efectúan en función de mecanismos datables.

- La noción de paisaje es relativamente reciente en la historia de la sociedad occidental1. Apesar de los pintores precursores, como el sienés Ambrogio Lorenzetti (castillo a orillas de un lago

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reproducido en la obra de Alain Roger, Court traité du paysage) en el siglo XIV, fue en Flandes don-de se inventó la palabra landschaft y apareció el paisaje en la pintura. Por ejemplo, en los cuadrosde interiores de Jan Van Eyck, aparece generalmente representado un personaje en primer planopero hay una ventana abierta a un paisaje que, al constituir el fondo del cuadro, se trata como tal.Esta invención del paisaje a partir de elementos enmarcados y ordenados por la mirada del hom-bre supone una nueva relación con el mundo, una separación con respecto a la realidad terrenal yuna construcción estética y artística para organizar los elementos constitutivos del medio geográ-fico y permitir la contemplación. Antes del siglo XV, se hablaba de “buen país” en lugar de “her-moso paisaje”.

Los primeros paisajes litorales y marítimos se pintaron en Scheveningen, a comienzos del sigloXVII. Representan a burgueses holandeses de La Haya paseando el domingo por la calzada que llevaa la mar y aventurándose tímidamente en lo que se convertirá en playa. Para que nazca el paisaje, ensu acepción moderna, ha sido necesaria una nueva postura del hombre en el mundo (el hombre con-siguiendo separarse de él para contemplarlo con otro objetivo que no sea alabar a Dios) y una crea-ción artística que aporta un orden de lo que, a priori, no tiene sentido.

- El paisaje, tal y como lo acabamos de definir, no se puede reducir a un ecosistema ni a un geo-sistema. El paisaje no es un concepto científico y el análisis de un biotipo no logrará ningún avanceen la comprensión de un paisaje ya que sus determinantes son socioculturales. El paisaje nunca esnatural, es fundamentalmente subjetivo e ideal. Construido por la cultura, no reside por tanto en unobjeto material ni en el sujeto, sino que se sitúa en la interacción entre ambos (Roger, 1997). Los ele-mentos en bruto, landa litoral, mar costera o muelles de puerto pesquero, sólo adquieren una exis-tencia paisajística en función de una simbología colectiva que lo ha convertido en el emblema de unacierta identidad.

- El paisaje litoral del ciudadano ordinario, tal y como está expresado hoy día a través de dibujosespontáneos y respuestas a las encuestas realizadas in situ, en la costa de Bretaña, se compone endos terceras partes de mar y una tercera de tierra más bien elevada, pero variada. Una playa en pri-mer plano que está dominada por una columna rocosa. Encontramos también un faro y una casitaque resumen el sueño del “hombre-habitante” y de la partida. Se añade a ello un barco y algunospájaros. Del conjunto se desprende una impresión de equilibrio hombre-naturaleza y la importanciade los elementos fluidos y cambiantes, el agua, el cielo y una sensación de infinito2. Estas imágenesno son anodinas. Si recordamos que en nuestra cultura los hermosos paisajes desempeñan el papelde médium en el descubrimiento que hace el hombre de sí mismo a través del mundo, que abren alindividuo a otra dimensión diferente a la de sus preocupaciones materiales que le restringen a hori-zontes limitados, que le permiten descubrir las múltiples coordenadas de una situación a la vezterrestre y cósmica (A. Roger, 1997), comprenderemos hasta qué punto la satisfacción paisajísticapuede expresarse en toda su plenitud cuando se trata de un paisaje litoral abierto a la inmensidadmarina. Los escritores han sabido plasmar muy pronto en palabras esta experiencia esencial de la “nodimensión” para aquel que, inmerso en el paisaje, tiene la suerte de sentirla. Honoré de Balzac enGuérande, en 1830, cuando camina por una playa hace gala de una asombrosa intuición (y moder-nidad) al escribir “Marchábamos en silencio a lo largo de las playas… Creo descubrir las causas de lasarmonías que nos rodean… Este paisaje que sólo tiene tres colores delimitados, el amarillo brillantede la arena, el azul del cielo y el azul de la mar, es grande sin ser salvaje, es inmenso sin ser desierto,es monótono sin ser pesado”3. Unos años después, recorriendo las playas más accidentadas de Belle-île, el joven Gustave Flaubert descubre el sentimiento profundo de la existencia, brotando de unaespecie de iluminación cósmica, nacida del contacto de la naturaleza en unión entre cielo y mar4.

La noción de paisajes patrimoniales del litoral es por tanto una noción extremadamente rica y com-pleja. El análisis de la génesis y del éxito de la idea del paisaje litoral en la sociedad occidental, que resul-ta ser de hecho la presentación de los procesos de patrimonialización de esos paisajes desde hace yamás de un siglo, permitirá comprender mejor hasta qué punto son importantes para los neo-urbanosen que todos, en mayor o menor medida, nos hemos convertido en este comienzo del siglo XXI.

2. Encuestas realizadas por estudiantes de la UBO para su licenciatura de geografía, eje de investigación “sociedades litorales”, entre 1995et 1999.

3. BALZAC, H.: Un drame au bord de mer, nouvelle, dans: Le chef d’oeuvre inconnu et autres nouvelles, Folio Gallimard, 1994. Balzac estu-vo en Croisic en junio de 1830.

4. FLAUBERT, G.: Par les champs et par les grèves (crónica del vieja efectuado con Maxime du Camp a partir de mayo de 1847). Publicadoen 1989 con el título: Voyage en Bretagne, Éditions Complexe.

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Françoise Péron

LA CONSTRUCCIÓN DEL PAISAJE LITORAL

El paisaje litoral y marítimo nació en la época moderna en el marco de la afirmación del individuo quese despega del mundo para observarlo, para experimentar y para obtener de ello placer y emoción.Este cambio de las miradas que hace que, súbitamente, la mar y la costa sean “vistas”, en Francia tie-ne lugar más tardíamente que en Gran Bretaña y sobre todo que en los Países Bajos5.

- En efecto, hasta el punto de inflexión que constituye el período que va desde la segunda mitaddel siglo XVIII hasta las primeras décadas del XIX, la costa, las playas o las marismas no interesaban,eran ignoradas, salvo por aquellos que trabajaban en ellas para obtener su sustento. No se paseabapor ellas, nadie podía imaginar que frecuentar esas lejanas periferias que sólo desembocaban… en lamar pudiera proporcionar alguna diversión. Para los que escribían o dibujaban, para la clase instrui-da de la época, la que forjaba opinión, la costa sólo era remarcable por las tres funciones que enton-ces soportaba y que se afirmaban al final del Antiguo Régimen: la función de producción (pesca ysalinas), la función de intercambio (pequeños puertos de cabotaje y sobre todo grandes puertoscomerciantes abiertos al Nuevo Mundo) y la función estratégica de esta frontera marina bien contro-lada ya por el Estado y situada en primera línea en las hostilidades entre grandes potencias; aunqueel rey Luis XV nunca vio la mar. En la época, en el litoral del Ponant, sólo dos elementos retenían laatención de la clase alta de la nación. Por un lado, los grandes puertos, las fortificaciones y los arse-nales constituyen paisajes por su belleza ligada a la impresión de orden y armoniosa grandiosidadque de ellos se desprende. A través del paisaje portuario representado por medio de la pintura, elgrabado o la escritura (a resultas la mayoría de las veces de un encargo del Estado), es un homenajeindirecto que se tributa al hombre de las Luces. Además, las islas del Oeste francés están abundante-mente citadas en la literatura, aunque no estén (todavía) consideradas como objetos paisajísticossino como lugares de utopía. Por otro lado, la mirada a las costas mediterráneas se interesa sobretodo por las ruinas dejadas por la historia antigua. El código de apreciación paisajística es exclusiva-mente antiguo. Desde este punto de vista, la obra publicada en 1788 por Dominique Vivant Denon6

es muy instructiva. Al leer las páginas que redactó durante su viaje a Sicilia, se comprende cómo unhombre de su condición y cultura visita una isla mediterránea y “ve” entonces la costa. La búsquedade templos, la evocación de su belleza cuando estaban en pie, las alusiones constantes a los Griegosy a Ulises… y comprendemos también hasta qué punto esa mirada paisajística es diferente a la nues-tra. La diferencia de los registros con respecto a lo que nosotros veríamos en los mismos lugares, nospermite tomar mayor consciencia de la subjetividad de nuestras miradas contemporáneas.

- El moderno descubrimiento de las costas del Ponant francés, en sus espacios escasamentehumanizados, tendrá lugar más tarde, a comienzos del siglo XIX, con la transformación de las sensi-bilidades que tiene lugar bajo influencia del Romanticismo y que pone de relieve en esta ocasión lanaturaleza costera y marítima en su dimensión “salvaje”. La construcción romántica de los paisajesmarítimos se deriva de un modelo que nos llega del norte de Europa e Inglaterra. El hombre sobre lacosta se mide a sí mismo, ante la naturaleza desenfrenada. Ésta le hace temer lo peor, ser engullido,desaparecer. El paisaje es “horrible”, pero le aporta un terrible placer que le estremece en lo más pro-fundo de su ser y le hace temblar de felicidad.

En Francia, la Bretaña marítima entra en la literatura con Chateaubriand. “La mar rompía debajode nosotros entre los arrecifes, con un ruido terrible”7. Páginas esenciales que construyen una ima-gen que Michelet en su libro “La mar”8 y después Hugo popularizarán ampliamente. Imagen delindividuo “frente” al paisaje, ante una naturaleza inmensa y terrible; en ella siente a la vez su peque-ñez y el valor irremplazable de su existencia única.

Uno de nuestros estereotipos paisajísticos ya está fijado. El decorado está montado. La siluetasobria y solitaria del poeta se destaca sobre un fondo de rocas temibles, de orlas de plateada espu-ma, de nubes arañando un cielo nocturno iluminado por la Luna, de costa sometida a las arremeti-das de una mar embravecida...

Hay que señalar que la “invención de la montaña” tiene lugar al mismo tiempo. Ambos movi-mientos presentan un proceso similar. Son los habitantes de las ciudades los que, al construir un nue-

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5. Cronología detallada del nacimiento de los usos de la playa, a través de la pintura, consultar el artículo de: KNAFOU, R. (2000): “Scènesde plage dans la peinture hollandaise du XVIIème siècle: l’entrée de la plage dans l’espace des citadins”, Revista Mappemonde, n° 58.

6. VIVANT DENON, D. (1788): Voyage en Sicile, obra reeditada en 1993, Le promeneur, Gallimard. 7. CHATEAUBRIAND, F.-R. (1809): Les martyrs, Libros IX y X.8. MICHELET, J.: La mer, obra escrita en 1860. Reedición 1983, Gallimard.

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vo medio de vida, la gran ciudad, han inventado paralelamente lo inverso a ésta, es decir la monta-ña y la costa. Este súbito capricho por estos dos espacios con reputación de difíciles también sor-prende a los habitantes de estos lugares.

- Más tarde, la creación romántica del paisaje litoral se transformará notablemente por influen-cia de la conexión con las costas mediante el ferrocarril. Entre 1860 y 1914, se produce un extra-ordinario fenómeno de litoralización de las actividades (desarrollo de la pesca, fábricas conserve-ras, vigilancia en mar, balizamiento e iluminación de las costas...), acompañado de un espectacularaumento demográfico de los municipios litorales y un desarrollo de puertos pesqueros, muchasveces completamente nuevos. Nunca se había producido semejante ordenación de las costas has-ta ese período. Los litorales se pueblan, se animan y utilizan (en el lado de tierra y en el lado demar) en casi toda su extensión. Todo un pueblo se dirige hacia las playas y costas marítimas en elmomento en que del mismo modo los primeros turistas procedentes del interior desembarcan enlas nuevas estaciones portuarias y balnearios litorales. Las costas serán frecuentadas y por tantovistas no sólo por la aristocracia, la gran burguesía o algunos curiosos, como ocurría hasta enton-ces, sino por toda una clase media ávida por descubrir estas tierras, esas costas y esa gente de mar,tan poco conocidas todavía.

Y entre ellos, muchos artistas, escritores y pintores, a quienes turba y fascina lo que ven. Su mira-da es nueva, la visión es a menudo alegre y clara. La fluidez del aire y del agua les incita a lo liviano.Es lo imponderable que aún no ha sido plasmado lo que desean fijar los pintores en sus lienzos.Caminan deslumbrados y colocan en el suelo un caballete que les permite atrapar al natural un pai-saje inédito y una felicidad nueva, la de materializarlo. No excluyen de sus obras a los hombres, ni alos barcos con sus velas ondeando al viento, ni las siluetas de mujeres con sus faldas hinchadas por latormenta que se anuncia. Se producirá por tanto un encuentro entre esos pintores que llegan a lascostas de Normandía, Bretaña, Provenza o Pirineos Orientales y lo que acontece. Los nombres deesos artistas son conocidos, Eugène Boudin, Gustave Corot, Gustave Courbet, Claude Monet oEdouard Manet. A esta lista de “pre-impresionistas” e “impresionistas”, podríamos añadir los “pun-tillistas” Paul Seurat, Paul Signac, los “fauvistas” Georges Braque y el joven Matisse, y otros muchoscomo Raoul Dufy... Lo que cuenta para nosotros hoy día, es que se ha producido al mismo tiempo lainvención de un arte de luz y movilidad, la invención de una mirada y la invención de un paisaje, queestán claramente fechados y llegan como contrapunto a un mundo urbano y industrial que vaganando mucho terreno hasta justo antes de la Primera Guerra Mundial.

El patrimonio litoral paisajístico, tal y como se presenta actualmente, a través de la lista de “her-mosos parajes” enumerados por las guías turísticas, a través de la clasificación de espacios de costadefinidos como excepcionales por el Conservatorio del Litoral o a través de la señalización en losmapas de puntos panorámicos desde los que se recomienda admirar el espectáculo costero, procedede este primer inventario apasionado y espontáneo, construido a base de pequeños toques sucesivosdurante la segunda mitad del siglo XIX por un puñado de artistas y curiosos que se deleitaron con lospaisajes marinos y la pintoresca animación de los puertos pesqueros.

- Lo que se pretende conservar hoy día en la costa por motivos paisajísticos (denominadosmedioambientales con la confusión arriba denunciada), reproduce a grandes rasgos el mapa delo que ha sido citado como bello, grandioso o interesante por los viajeros de hace más de cienaños, cuando recorrían como descubridores un litoral que fueron los primeros en inventariar des-de la perspectiva de su propia concepción estética. Nuestra visión actual de los paisajes de lascostas del Ponant es esencialmente deudora del código de lectura que han dado de ellos. Estosartistas, involuntariamente, gracias a la reproducción fotográfica y de rebote de las tarjetas pos-tales, han educado y orientado la mirada de las generaciones sucesivas de individuos, a las que lageneralización del ocio, el automóvil y la mejora del nivel de vida llevan cada año en mayor nú -mero a las costas.

El reciente éxito obtenido por la emisión televisiva Thalassa, titulado “Aux couleurs de la mer” (loscolores de la mar) y la exposición del Museo d’Orsay que la completaba (en otoño de 1999), demues-tra hasta qué punto nuestra mirada es heredera de la de los impresionistas. Son los paisajes que ellosvieron los que queremos conservar, ya que los consideramos elementos heredados pero vivos, cuyavisita física y material es indispensable para nuestro desarrollo personal y el de nuestros hijos, y parala transmisión de nuestra identidad colectiva actual. Cuando el gentío recorre los principales enclavescosteros, cuando deambulan por la ciudad fortificada de Concarneau, cuando en familia o con losamigos toman un sendero costero para caminar una jornada al borde de la mar, no se trata ya de undescubrimiento sino de un peregrinaje colectivo o individual que les conduce a los orígenes o a

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9. PÉRON, F. (1995): “Fonctions sociales et dimensions subjectives du littoral”, Revista Études rurales, n° 133-134.10. BRETON, E. (2000): Fréquentation, usages et représentations des espaces littoraux protégés de Bretagne (observations, analyses systé-

miques et propositions de gestion), Tesis doctoral, UBO, Brest.11. PÉRON, F. –bajo la dirección de– (2002): Le patrimoine maritime, construire, transmettre, utiliser, symboliser les héritages maritimes

européens, Presses Universitaires de Rennes. 12. La “Ley litoral” del 3 de enero de 1986, titulada “Aménagement, protection et mise en valeur du littoral” fue votada por unanimidad

por los diputados y senadores franceses.

Françoise Péron

encontrarse a sí mismos midiéndose ante un paisaje de mar embravecida, aunque conocido, señali-zado y mil veces fotografiado por los demás y por uno mismo9.

Estos paisajes litorales están en la actualidad indiscutiblemente considerados como patrimoniales.Las imágenes estereotipadas con que se representan al público, el faro, el muelle, la isla perdida, elpequeño puerto pesquero con sus cestas para langostas, la barca quilla al sol, la casa del pescador, lavilla con las contraventanas cerradas... corresponden a la nostalgia que genera un mundo que estádesapareciendo y, a la vez, a la toma de conciencia de que nos son imprescindibles. Con respecto ala sociedad actual, estos paisajes funcionan de un modo secundario y derivado respondiendo a lasaspiraciones de los individuos a los que apaciguan sus angustias.

En el contexto contemporáneo de movilidad, anonimato de los individuos y globalización de lacultura, los paisajes litorales reivindicados como una herencia que hay que proteger y defender, res-ponden a la profunda necesidad de anclaje de los individuos, cada vez en mayor número desprovis-tos de lazos estables y apego a un lugar. Todas las encuestas realizadas a personas que frecuentanpor ocio los caminos costeros, las dunas, los acantilados, los diques y muelles de los puertos pesque-ros e incluso las playas, indican que muchas de esas personas (sobre todo en Bretaña) tienen unagran fidelidad a los lugares en los que se encuentran y cuyo paisaje les gusta (al que consideran amenudo el más hermoso de toda la costa)10. A través de esos paisajes, se trata también de recuperarla ilusión de la existencia de las comunidades “auténticas”, “antiguas”, de los pescadores y los reco-gedores de algas que dan seguridad y en las que se sueña poderse integrar ficticiamente.

Presionados por la aceleración del tiempo que pasa, los individuos de hoy día necesitan paisajesinmutables, paisajes de los límites que ofrecen aún (a su modo de ver) los litorales.

A partir de ahora, en el pensamiento, frente al mundo continental señalizado, normalizado, vigi-lado y cronometrado, y los espacios funcionales que lo constituyen, se opone el mundo del litoral yde la mar que toma cada vez más el valor de un mundo alternativo, de otro mundo (que por otrolado permite soportar el primero). En este universo más soñado que vivido, las comunidades son aco-gedoras, el lugar tiene un sentido y el espacio marino se muestra siempre en su dimensión metafóri-ca de lo ilimitado.

De este modo, el “paisaje litoral”, tan buscado actualmente, se inscribe en la construcción másamplia del patrimonio marítimo, tal y como se realiza en las costas de Europa Occidental desde haceuna veintena de años. Adquiere todo su valor como complemento de otros objetos patrimoniales quenuestra sociedad ha necesitado crear igualmente para abrirse espacios de libertad, de respiro, de ima-ginario, los viejos veleros, la isla, el muelle antiguo, la fiesta marítima y los ritos que la acompañan...11

LAS AMBIGÜEDADES DE LA CONSERVACIÓN Y LA GESTIÓN DE LOS “ESPACIOS-PAISAJES”

Ahora bien, la distancia entre el sueño y la realidad aumenta irremediablemente. Los litorales de hoydía son espacios de reconquista. Las recientes modificaciones en las formas de ocupación del sueloson muchas veces brutales. El avance de la construcción, la ampliación de las carreteras litorales yretro-litorales, el acondicionamiento de los senderos costeros con barreras protectoras, barandillas demadera de estilo rústico, bajadas cómodamente accesibles y suelos estabilizados, árboles plantadosal borde de las propiedades, multiplicación de aparcamientos cerca de los lugares más frecuentados,el abandono agrícola que provoca el aumento de terrenos baldíos, la proliferación (a pesar de la “leylitoral”12) de las construcciones detrás de la línea de costa, el acondicionamiento de enclaves paracaravanas…, y tantas profundas modificaciones que se suman en el entorno costero, desconciertany decepcionan a los que acuden a buscar sueños, libertad y regresión en el tiempo. La percepciónpaisajística heredada de los impresionistas sale malparada. En relación con las expectativas, aparecela impresión de degradación.

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Es en este contexto en el que se plantea el delicado tema de la protección, la conservación y lagestión de los espacios litorales poseedores de esos paisajes patrimoniales. ¿Qué hay que hacer? Si elpaisaje litoral es archivo y memoria de un mundo que está desapareciendo, a la vez que soportematerial de valores estéticos y transcendentales contemporáneos, hay que conservar una parte deesos paisajes, es evidente.

Podríamos discutir durante mucho tiempo sobre la insuficiencia de esta protección, la falta demedios de los actores (el Conservatorio del Litoral y las Orillas Lacustres), la escasa voluntad de losrepresentantes de los entes territoriales locales (los Consejos Generales y las Municipalidades), pero,aunque con cierta lentitud, va progresando la convicción de que es necesario proteger espaciosimportantes de litorales poco construidos.

Desde nuestro punto de vista, la cuestión fundamental es saber qué paisajes queremos proteger,transmitir y por tanto cuidar. El cuidado de un paisaje es un hecho cultural (Lügenbuhl, 1989)13. Sederiva forzosamente de una opción arbitraria. Por lo tanto, de lo que hay que discutir hoy día essobre la naturaleza y la calidad de los modelos a seguir, sobre las épocas a las que harán referencia,sobre los grupos sociales que consolidarán y sobre los tipos de percepción que transmitirán. Estamosen plena dinámica patrimonial ya que, a fin de cuentas, en la multiplicidad y cantidad de herenciasque las sociedades del pasado legan a las sociedades del presente, son evidentemente los individuosde cada época los que deciden qué se debe olvidar y qué mantener, en función de sus necesidadesinmediatas y sus aspiraciones para el futuro.

Así pues, no todas las respuestas están dadas. Pueden ser diferentes según la naturaleza de los luga-res poseedores de “paisaje” y la época en la que han sido desvelados como paisaje. En el marco de unasociedad democrática, las operaciones de patrimonialización paisajística sólo podrán ser resultado deun compromiso entre un conocimiento histórico preciso (para que se pueda saber siempre cuál es exac-tamente el referente prioritario en la protección y la restauración) y la relación de fuerza instituida en unmomento dado por una pluralidad de usuarios con culturas e intereses divergentes.

Estos temas no son únicamente teóricos, sino que se plantean actualmente en todos los nivelesde la gestión de los espacios litorales.

Por ejemplo, en las pequeñas islas del Ponant, se plantea la cuestión de los terrenos baldíos. ¿Quésignifica combatir contra el terreno baldío cuando ha desaparecido prácticamente toda la actividadagrícola? La respuesta será diferente según la edad, la cultura y la posición geográfica. Para los habi-tantes con mayor edad, la visión del terreno baldío es un recordatorio continuo del abandono econó-mico, el desapego humano, el fin de la sociedad insular en sus bases locales. Para los recién llegados ylos turistas, el terreno baldío alimenta su visión de una isla “salvaje”, y para algunos científicos, el sue-ño de poder volver a biotopos que se desarrollarían sin la intervención humana. Para otros habitantesmás realistas, el terreno baldío no se considera un paisaje sino un medio de proteger “su espacio” dela invasión de intrusos durante el verano, cuyo avance hacia el interior se verá forzosamente ralentiza-do por la vegetación arbustiva. En consecuencia, ¿hay que eliminar o no el terreno baldío?

En cualquier caso, este ejemplo demuestra que la cuestión de la artificialización de los paisajes seplantea en todos los niveles. En la misma línea, algunas personas de Bretaña protestan por la plantaciónde árboles en las zonas costeras. Para ellas, un paisaje litoral es forzosamente un paisaje abierto, azota-do por el viento y en el que la introducción de árboles, sobre todo de especies vegetales exóticas, es unaherejía. Los árboles no pueden más que ocultar la vista panorámica de “la mar”. Esas personas se olvi-dan de que muchos paisajes litorales, tal y como los conocemos en la actualidad, se construyeron en losaños 1880-1900. Los paisajes marinos de la época fueron considerados a partir del modelo de paisajejaponés, con el descubrimiento de las estampas de Hokusai y Hiroshighe. El escritor Gustave Geffroy,cuando fue a Belle-île o a Ouessant, en los paisajes de la orilla del mar de esas dos islas encontró “natu-ralmente” los arabescos dorados de las olas y las rocas a contraluz que son esas del “modelo japonés”que tenía en su mente14. Este modelo influirá también en gran medida en las pinturas de Henry Rivièrey Georges Lacombe, realizadas en las cercanías de Pont-Aven. La influencia del modelo japonés en lospaisajes de los pintores del litoral contribuirá, junto con el pino marítimo colocado en primer planosobre el lienzo, a hacer evolucionar el paisaje litoral bretón. ¿Hay que abandonar esta visión paisajística

13. LUGINBUHL, Y. (1989): Paysages, textes et représentations du paysage du siècle des Lumières à nos jours, La Manufacture.14. GEFFROY, G. (1897): “Voyage à Ouessant”, Pays d’ouest, Biblioteca Charpentier, Reedición Séquences éditeur, 1999. GEFFROY, G.

(1886): “À Belle-île en mer, notes de voyage”, integrado en Pays d’ouest, Redición Séquences éditeur, 1996.

Page 9: PÉRON, Françoise: “Patrimonio y paisajes del litoral ...um.gipuzkoakultura.net/itsasmemoria6/33-40_peron.pdf · PÉRON, Françoise: “Patrimonio y paisajes del litoral”, Itsas

15. PÉRON, F. (2002): “Désir d’île et réhabilitation des territoires insulaires”, in N. Baron-Yellès, L. Goeldner-Gianella y S. Velut (éd.): Le lit-toral, regards, pratiques et savoirs. Etudes offertes à Fernand Verger, Ed. Rue d’Ulm/Presses de l’ENS, Paris.

16. BARTHON, C. (2000): Géographie, culture et patrimoine: essai sur l’identité insulaire à partir des exemples des îles de Ré et d’Oléron,Tesis doctoral, Universidad de Nantes.

17. Un ejemplo de esta pluralidad de registros se da en la reserva natural marina de Cerbère-Banyuls. En 1975, se abrió en Peyrefite uncamino submarino señalizado con boyas y paneles. Desde hace poco, se organizan visitas submarinas gracias a un tubo de respiración FM asig-nado al comenzar el sendero.

18. Este texto fue redactado en 2004. Para profundizar en esta noción paisajística y su relación con el patrimonio, se puede consultar laobra colectiva, 2005, Les Français, la terre et la mer: XIIIe-XXe siècle, Fayard, en particular el capítulo de PERON, F.: “Au-delà du fonctionnel, leculturel et l’idéel“.

Françoise Péron

de las costas que también marcó el archipiélago de Bréhat en un momento en el que los parisinos aco-modados se hicieron construir asombrosas casas neogóticas o neorrenacentistas?

Desde un punto de vista más general, sabemos que los continentales desean “islas” que les denla ilusión de que aún existen territorios, a la vez que antiguos, armoniosos y naturales, alejados delresto del mundo, en los que puedan refugiarse (temporalmente). Aquí, el “esquema del nido” y del“lugar” funciona plenamente en grupos sociales perturbados por la rapidez de las transformacionesde los espacios continentales y en los que ya no tienen tiempo de construir territorios significativos ypropios15. Pero los espacios insulares están habitados y frecuentados por gente actual y la demandasocial de islas ha contribuido a acelerar la modernización de las conexiones entre isla y continente, ental medida que las islas son cada vez menos insulares. En estas condiciones, ¿cómo volver a insulari-zar las islas? ¿Cómo mantener su cualidad de isla? Para los no insulares, la isla, antes que una reali-dad material, es sobre todo un concepto. Actualmente, en la isla de Ré, se está construyendo pro-gresivamente un paisaje patrimonial, influenciado por grupos sociales a los que podríamos clasificar,para simplificar, como dominantes. El paisaje resultante es un paisaje en gran medida inventado(para las necesidades de los que van a disfrutarlo) apoyado en una historia muy modificada, queoculta la economía portuaria y la vida marítima pasadas, para sólo conservar la vida rural16.

PARA CONCLUIR, NOS PREGUNTAREMOS DE NUEVO

¿Existe hoy algún paisaje litoral o sólo quedan recuerdos de momentos históricos cuyos restos se debenconservar a través de un paisaje palimpsesto? La respuesta será doble.

Afortunadamente, no sólo hay paisajes litorales patrimoniales heredados del siglo pasado. Losartistas construyen constantemente nuevos paisajes, en relación con la vida actual y la que va dejan-do atrás con el transcurrir de los días, recuperando esos elementos dejados en herencia y sacándolosa escena a través de la escritura, la fotografía o la pintura. Los terrenos baldíos portuarios, la roña enlos cascos de los navíos, las guindalezas destrozadas, son objetos abandonados y después reciclados;es lo propio de la dinámica patrimonial. Aunque nuestra mirada tiende a detenerse en un modelonostálgico procedente de la época preindustrial porque nos ayuda a hacer el duelo de ese mundo, laaventura de las representaciones no ha terminado. Existirán y ya existen otras lecturas del mundo,otras construcciones mentales proyectadas sobre la materia terrestre y marina, otras visiones, aunqueno sean forzosamente paisajísticas en el sentido que damos a esta palabra en Occidente desde hacecuatro siglos. Estas visiones se nos han hecho ya familiares. Están generadas por la cámara submari-na, el disparo de la cámara cuando el surfista atraviesa la ola, el teleobjetivo del fotógrafo que obtie-ne panorámicas desde el cielo y los aparatos científicos de los satélites que giran alrededor de la Tie-rra. El hombre se adentra en los grandes fondos, en la fluctuante superficie marítima, en el aire y enel espacio, y en cada ocasión un nuevo trabajo de “cultura” le protege, le informa y le rodea.

En modo opuesto, se dibuja un modelo de valoración de lo marítimo a partir de algunos símbolosde lo vivo, el pájaro, el alga, la foca... cuya protección puede ralentizar, o incluso impedir, una amplia-ción portuaria, como ocurrió por ejemplo en Amberes o en El Havre. Se lleva a cabo hoy día unanaturalización simbólica del medio natural que nos aleja también del proceso clásico de la “naturale-za” vista a través del paisaje.

Finalmente, hoy día, abordamos la materialidad de lo que nos rodea y los medios en los que nosmovemos con una pluralidad de registros17. Utilizando los términos de Alain Roger en su obra Courttraité du paysage, quizás podríamos decir que habría que inventar un nuevo vocablo para “dar nom-bre a las nuevas condensaciones polisensoriales que expresan las relaciones contemporáneas con elespacio, el tiempo y el mundo”18.

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