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P RESENCIA 7 701000 241037 Revista bimestral núm. 76 MAR-ABR 2016 Donativo: $15.00•$2.50 US Cuaresma y Pascua APOSTÓLICA de la El don curiosidad enojo positivo? ¿Puede el ser

¿Puede el enojo ser positivo? - Misioneros Claretianos de ...claret.org.mx/presencia/presencia76.pdf · del Templo de San Hipólito, un recinto ubicado en el corazón de ... desde

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PRESENCIA7701000241037

Revista bimestral núm. 76 MAR-ABR 2016

Donativo:$15.00•$2.50 US

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¿Puede el ser

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realizando labores deevangelización ypromoción social.

Ven a vivirla alegría de servir,

MISIONEROS CLARETIANOS

Presencia en México y en más de 60 países

Un libro que ofrece unavisión de la devoción asan Judas Tadeo, fundamentada en el conocimiento de la identidad e importanciadel santo apóstol.

TEMPLO DE SAN HIPÓLITOMISIONEROS CLARETIANOS DE MÉXICO

Semblanza del apóstol y su devoción en elTemplo de San Hipólito de la Ciudad de México

M i s i o n e r o s C l a r e t i a n o s d e M é x i c o

La devoción a san Judas Tadeo en el Templo de San Hipólito de la Ciudad de México es tan vital porque es una manifestación de la obra evangelizadora que él –como parte del grupo de los doce apóstoles– inició hace dos mil años, a partir de la misión enco­mendada por Jesús.

Ofrecemos una semblanza del apóstol Judas Tadeo, a partir de las referencias bíblicas y de la recopilación de los datos culturales que, en distintas épocas y en distintos lugares, se han relacionado con la devoción al santo.

San Judas Tadeo no se entiende sin Jesús: la suya es una vida al lado de Jesús, como su testigo, haciendo vida sus enseñanzas y reali­zando la misión encomendada.

Este libro recoge aspectos importantes de la experiencia pastoral de los Misioneros Claretianos en relación con san Judas Tadeo, cuya devoción han acompañado por el continente americano. En particular, se reseña la manifestación de la devoción al santo apóstol en la Ciudad de México, en el Templo de San Hipólito.

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Desde 1892, los Misioneros Cla­retianos se encuentran a cargo del Templo de San Hipólito, un recinto ubicado en el corazón de la Ciudad de México que forma parte de su patrimonio históri­co y cultural, y que actualmente se distingue por la veneración al apóstol san Judas Tadeo, cuya de­voción se manifiesta visiblemente por toda la ciudad.

El trabajo pastoral que se realiza en el Templo de San Hipólito tiene la finalidad de preservar el sentido evangélico de la devoción al apóstol, cuya misión primor­dial es acercarnos a Jesucristo.

Para que la devoción a san Judas Tadeo tenga siempre un senti­do cristiano debe dar frutos que beneficien a los sectores más ne­cesitados, lo cual se hace en el mismo templo, así como a través de las misiones claretianas en varias localidades de la Repú­blica Mexicana.

ISBN: 03-2014-032614083000-01

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A la ventaen el Templo

de SanHipólito

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Presencia Apostólica 1

2 . Editorial

3 . Vida cotidiana

4 . Ser padre

6 . El don de la curiosidad

8 . ¿Puede el enojo ser algo positivo?

1 0 . El vicio de posponer

1 2 . Un misterioso regalo

1 5 . Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2016

1 8 . De la Palabra a la acción

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CONTENIDODirectorAntonio Rangel Torres, CMF

Consejo EditorialAlejandro Cerón Rossainz, CMFJosé Juan Tapia, CMFAlejandro Quezada Hermosillo, CMFEnrique Mascorro López, CMFLourdu Jerome Joseph, CMFÓscar Linares Rodríguez, CMFRogelio Carmona Núñez, CMFErnesto Bañuelos C.

EditoraMarisol Núñez Cruz

Arte y DiseñoRaúl Méndez

ColaboradoresEnrique A. Eguiarte Bendímez, OARJesús García Vázquez, CMFJuan Carlos Martos, CMFEnrique Marroquín Zaleta, CMF

DistribuciónLiga Nacional de San Judas Tadeo

PRESENCIA APOSTÓLICA, La voz de San Judas Tadeo, es una publicación bimestral. Editor respon sable: José Juan Tapia Tapia. Editada por la Liga Nacional de San Judas Tadeo, A.C. Registro No. 04-2008-041014062100-102. Nú-mero ISSN 1665-8914 Distribuida por el Templo Claretiano de San Hipólito y San Ca siano, A.R., Zarco 12, Col. Guerrero, C.P. 06300, México, D.F. Publicación Claretiana. Impresa en Carmo-na Impresores S.A. de C.V. Torreón, Coahuila. www.carmonaimpresores.com.mx • [email protected] • Tel. (871) 707 42 00 con 30 líneas, lada sin costo 01 800 228 22 76. El material contenido en Presencia Apostólica puede ser reproducido parcialmen-te, citando la fuente y sin fines comerciales.

¡Te invitamos a suscribirte!mail: [email protected]: (55) 55 18 79 50 Fax: (55) 55 21 38 89Número suelto: $15.00 M.N. / $2.50 US.Suscripción anual: $150.00 M.N. / $25.00 US.(Incluye gastos de envío).

PRESENCIAAPOSTÓLICA

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Muchas veces hemos recorrido el camino de la Cuaresma y muchas veces hemos celebrado la Pascua, y probablemente lo hemos hecho con la actitud de

revivir acontecimientos lejanos en el tiempo. El mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este

año nos invita a experimentar la misericordia de Dios en primera persona para que nuestro corazón se transforme, haciéndose a su vez capaz de misericordia. Esto nos im-pulsa a amar al prójimo, a través de gestos cotidianos de ayuda y atención, despertando nuestra conciencia para “entrar (…) en el corazón del evangelio”, descubriendo siempre en el pobre la imagen de Cristo.

La Pascua nos invita a estar siempre llenos de vida y a ser libres; dejemos que la Pascua de Resurrección nos convierta en portadores de esperanza cristiana que no es simple optimismo, sino auténtica alegría que se proyecta en nuestro sentido de fraternidad y solidaridad.

Que la Cuaresma y la Pascua iluminen nuestra vida en el lugar donde vivimos; en nuestras relaciones familiares, en nuestro trabajo y en el sentido de nuestra existencia.

EDITORIAL

2 Presencia Apostólica

PascuaCuaresma y

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Vida cotidiana

Presencia Apostólica 3

MOMENTOS DE

Pascua¿Recuerdas los tiempos en que has sentido que no puedes soportar más el dolor o la pérdida? ¿Cuando te parecía demasiado para sobrellevar? Quizá te encuentres ahora en una situación así.

En tiempos así es difícil creer que el sufrimiento y el duelo serán cambiados por alegría. Otros pueden asegurarnos que el dolor pasará con el tiempo, pero usualmente todo en nosotros lo duda. Por eso necesitamos celebrar la Pascua continuamente. Necesitamos recordarla y darle la bienvenida mucho más que una vez al año.

Celebramos la Pascua cada vez que miramos de cerca a las pequeñas sorpresas que alegran nuestras vidas. Cada vez que anunciamos estas alegrías a nosotros mismos y a los demás, somos como los ángeles en la tumba vacía, anunciando la Resurrección.

Conozco a una mujer quien, aunque vive continuamente con dolor, ha sido capaz de encontrar alegría más allá de su sufrimiento. Ella disfruta su relación con su esposo, se deleita en sus nietos y goza la belleza de cada estación que pasa. Ella es una persona pascual que cada día elige creer que no tiene que permanecer en la tumba del dolor y el desánimo.

Cristo resucitado, condúceme a mis propios momentos pascuales; aclara mi mente y abre mi corazón para que sea capaz de ver las sorprendentes pequeñas alegrías que me esperan este día

Hna. Joyce RuppTraducido de Inviting God In: Scriptural Reflections and Prayers Throughout the Year Re

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4 Presencia Apostólica

Este artículo te lo dedi-co, especialmente, a ti, amigo, que has sa-bido atorarle al com-promiso de ser padre

de familia.Más que nada te felicito por lo

siguiente: •Porque te das cuenta de que a

los hijos hay que formales bien, desde el vientre de su madre, para que enfrenten, vigorosos, la vida nueva, al nacer.

•Porque te das cuenta de que hay que formarles para que conozcan y amen a Dios y así, sean capaces de amar y servir a su próximo.

•Porque te das cuenta de que deben aprender a no confundir el bien con el mal; para que sepan optar siempre por el bien, hasta llegar a optar por el mayor bien que es Dios.

•Porque sabes que la familia es el fuerte donde, unidos a Cristo, podemos ganar todas las batallas.

Aventuras de un misionero

Tengo un amigo que me ha en-señado que ser padre es duro, pero que es una de las experiencias más hermosas de la vida. Me ha ense-ñado que padre no es sólo el que procrea, sino el que cría, enseña y educa a sus hijos, y que hace todo lo que puede por proteger a su familia. Mi amigo es de More-lia, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Guerrero, Distrito Federal, etc. En todos esos lugares me he encon-trado con amigos así. Y estoy se-guro de que es el caso también de muchos de ustedes, lectores, cuya principal ocupación es ser padres responsables, además de ser gran-des carpinteros, ingenieros, albañi-les, panaderos, abogados, etcétera.

A continuación reproduzco la his-toria de uno de mis amigos padres.

Hace algunos años, cuando yo era adolescente, tuve un acciden-te. En casa teníamos un hermoso árbol. Cuando nos ofrecía sus ri-quísimos frutos, yo no soportaba

la tentación de subir a cortarlos. Era un hermoso árbol repleto de capulines, y ¡ahí voy! Para mí, su-birlo era pan comido, pues lo ha-bía hecho muchas veces. Cuando ya estaba arriba, que se me van los ojos a un racimo que parecía decir-me: “a ver, a que no me alcanzas y me comes”. Y cuando iba por él, cuál va siendo mi sorpresa que se rompe la rama en la que me apo-yaba y voy para abajo, desde los cinco metros de altura en que me encontraba. Para mayor preocupa-ción, mi madre, que estaba en la convalecencia del nacimiento de una de mis hermanas, me vio caer y se espantó muchísimo.

Al llegar al suelo vi cómo el mun-do me daba vueltas y en pocos se-gundos, ya no supe de mí. Serían como las once de la mañana. En-tonces comencé a ver un puente muy angosto y largo, por debajo del cual pasaba un agua muy clarita y silenciosa; al terminar de cruzarlo,

SER PADREJesús García Vázquez, CMF

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Aventuras de un misionero

encontré unos escalones que me condujeron a un templo donde en-tré muy contento y vi a una perso-na tan majestuosa, tierna, con una mirada dulce y un semblante tan lleno de amor que me pareció ver al Padre eterno. Entonces escuché el grito de mi madre: “¡Hijo de mi vida, despierta!” Cuando desperté, eran como las seis de la tarde. Sie-te horas había disfrutado de aquel sueño, pero a mí me parecieron sólo unos segundos.

A la hora del accidente mi papá andaba escardando la milpa, como a tres kilómetros, pero cuan-do desperté, ya estaba conmigo. ¡Eso es ser un verdadero padre, dejar todo para estar con sus hijos cuando más lo necesitan! Esta ha sido una de las cosas más hermo-sas de mi vida: sentirme apoyado por mis padres y por mi Padre Dios. Gran lección para mí, ya que a mí también Dios me tenía destinado para ser padre de familia, por eso me regresó de su casa donde creo

haber estado y donde, aunque fue por un ratito, me sentí tan feliz. Este sueño marcó intensamente mi vida y fue como el trampolín para lanzarme con responsabilidad a formar una familia.

A los veinticinco años, Dios me mandó una gran y fiel compañera con quien me casé y tuve cuatro hijos muy buenos. A uno de ellos, Dios lo llamó para su servicio y aho-ra es un misionero Hijo del Inmacu-lado Corazón de María.

Ahora caigo en la cuenta de por qué Dios me regresó de su casa. Por todo lo que aún tenía que ha-cer aquí. Actualmente me esfuerzo por ser un buen carpintero, por ser padre responsable, ministro extraor-dinario de la Eucaristía y, a veces, sa-cristán. No sé cómo agradecer tanta bondad de Dios para mi familia.

También hemos tenido, como toda familia, nuestros contratiem-pos. Dice el papa Francisco, que no hay familia perfecta ni esposo ni es-posa ni hijos perfectos, pero con los

elementos de la com-prensión, el perdón y el diálogo, nuestro amor a Dios y a la familia, va creciendo y hemos lo-grado ser felices, a pesar de los problemas.

Ojalá que los padres que leen este artícu-lo se den cuenta de la necesidad que tienen sus hijos de su presen-cia y apoyo. Todos los niños son como vasos vacíos esperando a ser llenados. Ellos ofrece-rán aquello de lo que fueron llenados, si re-cibieron amor, ternura, apoyo, y respeto de sus padres, eso darán cuan-do sean grandes.

¡Mucho ánimo y has-ta la próxima!

Nuestra devoción

ORACIÓN A SAN JUDAS TADEO

Santo apóstol, amigo de Jesús,

Me acerco a ti en estos momentos difíciles.Intercede por mí.Ayúdame a darme cuenta de que no estoy solo frente a mis dificultades.

Por favor auxíliame en mi necesidad,pidiéndole a Dios que envíe consuelo a mi sufrimiento; valor a mi miedo y curación a mi dolor.

Pídele también al Dios del amor que me llene de la gracia necesariapara aceptar mi futuro y el de mis seres queridos, y que fortalezca mi fe en su poder salvador.

Gracias, san Juditas,por el ejemplo de esperanza que fue tu vida y misión.

Quiero imitarte,transmitiendo a los demás este don de la esperanza que se me ha dado a mí.

Amén.

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6 Presencia Apostólica

Filosofía de vida

siente que no todo está dicho o he-cho? Podríamos seguir cuestionán-donos interminablemente…

La curiosidad es un don La actitud de búsqueda tiene un principio, un origen. Todo empezó por una capacidad humana que puede considerarse como un don: la curiosidad. La curiosidad es la fortaleza de carácter que nos per-mite explorar, interesarnos y po-ner atención en lo que nos rodea. Una persona curiosa no sólo hace preguntas, sino que emplea su ca-pacidad de observación; es decir, mira con atención a las personas, al ambiente, y también, no menos importante, observa sus propias emociones y pensamientos, ilusio-nes, ambiciones, etc.

Todd Kashdan, psicólogo positi-vo, es experto en la fortaleza de la curiosidad. ¿Fortaleza de la curio-sidad?, nos preguntamos. Pues sí, todos tenemos esa habilidad de ser curiosos, pero quizá pocos —muy pocos— hayan logrado despertar en sí mismos esas ganas de descu-brir, ese interés en ir más allá; en no quedarse detenidos en lo que ya es, en lo que ya existe, en lo que siempre se hace o en la manera en que todo mundo lo hace. Pocos fortalecen la propia curiosidad.

¿Qué podemos descubrir? Es común pensar: ¿Yo qué puedo descubrir?, ¿qué posibilidades ten-dría de descubrir algo nuevo si soy simplemente un estudiante, una ama de casa, una secretaria, una vendedora, etc.?

Simplemente encontrarnos con cualquier otra persona en una re-lación de trabajo, de amistad o de cualquier otro tipo, nos invita, nos mueve a descubrir ¿quién es esa persona? Y no se trata de tener una actitud invasiva, queriendo des-cubrir más de lo que esa persona desea revelar o compartir, sino de saber escuchar; de estar totalmente

Quien dedica su vida, digamos profesionalmente, al estudio y a la investigación tiene como fina-lidad descubrir algo nuevo; algo que mejore o complemente lo ya descubierto. Y de tanto trabajar y persistir, muchas veces se logra un resultado y se hacen aportaciones valiosas para el conocimiento hu-mano, así como benéficas para la sociedad. Pero, ¿cómo ocurre eso?, ¿cómo alguien se da cuenta de que necesita conocer más? ¿Acaso

¿Qué es descubrir? Una definición de la palabra es hallar lo que estaba escondido o conocer lo que se ignoraba. Pero,

¿qué podría yo descubrir, si “no hay nada nuevo, bajo el sol”? ¿Cómo podría yo descubrir algo nuevo si eso está reservado para científicos y para estudiosos? Esa es la actitud que tenemos ante la posibilidad de descubrir algo y creo que nos equivocamos.

“Prefiero que mi mente se abra, movida por la curiosidad, a que se cierre, movida por la convicción”.Gerry Spence

El don de la curiosidad

Lourdes García Avendaño

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Filosofía de vida

mos, para transformarnos en todos sentidos, para darnos cuenta de lo que somos capaces. Nos ayudará a darnos cuenta de que estamos vi-vos y de que nuestra vitalidad nos hace seres cambiantes. La curiosi-dad nos lleva también, si nos auto cuestionamos, a descubrir quiénes somos en realidad.

Y aquí se abre todo un tema que es conocernos a nosotros mismos; preguntarnos sobre nuestros sentimientos, ideas y emociones: ¿por qué son como son?, ¿qué los ha causado?, ¿por qué tendemos a tener los com-portamientos que tenemos?

Esta auténtica actitud de cuestio-namiento, y estas ganas de entender y conocer, nos llevan a evitar las eti-quetas, las suposiciones y los prejui-cios que actúan como comodines en la interacción social y personal —a falta de un verdadero conoci-miento— y que son barreras para la cercanía y la intimidad con otros y con nosotros mismos. La curiosidad no se reduce a hacer preguntas para generar conversación con otros, sino, como explicaba antes, con-siste en dar al interlocutor la mejor forma de aceptación que es la es-cucha y la observación atenta, sin juicios ni prejuicios. De esta forma,

pasamos de la etiqueta o prejuicio acerca de alguien a descubrir quién es realmente esa persona.

No fomentar la curiosidad, la creatividad y, por lo tanto, el descu-brimiento, podría parecer cómodo, seguro, fácil y hasta parecería dis-minuir la ansiedad y evitarnos sentir temor o sufrimiento. Por eso preferi-mos llegar a un destino siempre por la misma ruta; mantenernos en una relación afectiva que aunque sepa-mos no es la más sana, es la cono-cida, es la fácil. Todo esto y muchas implicaciones más de la falta de curiosidad, nos llevan a no vivir ple-namente; nos hacen sólo sobrevivir

Todo lo que está vivo está sujeto a evolución y cambio. Para man-tenernos vivos realmente y vivir plenamente nuestras relaciones de pareja, de amistad y familiares; nuestras actividades de trabajo, de distracción, etc., necesitamos observar y observarnos nosotros mismos; escuchar al otro y escu-charnos a nosotros mismos con interés genuino, sin juicios, dando la oportunidad de que cada uno se muestre de manera auténtica, lo que a todos nos permite crecer y avanzar. La curiosidad es una manera de mostrar aprecio e inte-rés por las personas y por la vida. ¡Atrévete! ¡Sé curioso! ¡Descubre de lo que eres capaz y todo aque-llo que la vida te ofrece!

abiertos a la hora de relacionarnos para que, si hay afinidad y así lo desean ambas personas, se pueda profundizar en la relación.

Mantener relaciones satisfacto-rias y significativas con las personas requiere una actitud de apertura, curiosidad e interés. Toda nueva amistad o todo romance comienza con descubrir al otro: ¿cuáles son sus intereses?, ¿de qué le gusta pla-ticar?, ¿cuál es su comida favorita?, ¿cómo es su sentido del humor?, ¿a qué le gusta jugar o qué le gusta ha-cer?, ¿qué libros le gusta leer?, ¿qué clase de películas le entretienen?, ¿cómo es su familia?... Hay mucho por descubrir y eso da vida a las relaciones humanas. Esos mismos cuestionamientos, y quizá muchos más, se hará la otra persona sobre nosotros. Ir resolviendo todas esas interrogantes mutuas será el pro-ducto de la curiosidad que nos lle-vará a descubrir quién es ese “otro” y quiénes somos nosotros.

La curiosidad nos permite ir más lejos

Todas las actividades que lleva-mos a cabo pueden motivarnos a descubrir; a activar nuestra cu-riosidad para encontrar nuevas o diferentes formas y posibilidades de realizarlas.

Es necesario desaprender las ideas represivas que quizá nos enseñaron con frases como: “la curiosidad es la madre de todos los vicios” o “la cu-riosidad mató al gato”… Pues, lejos de ser algo negativo, la curiosidad es la madre de la creatividad y del descubrimiento; es la maravillosa habilidad humana que nos motiva-rá también a tratar de descubrirnos y de reinventarnos a nosotros mis-

“Seis honrados servidores me enseñaron cuanto sé; sus nombres son cómo, cuándo,

dónde, qué, quién y por qué.” Rudyard Kipling

La autora es licenciada en Terapia Física y [email protected]

Presencia Apostólica 7

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8 Presencia Apostólica

¿PODEMOS CONVERTIR EL ENOJO EN ALGO POSITIVO?

Desarrollo humano

Seguramente todos nos hemos dado cuenta de la energía que gasta-mos cuando gritamos, agredimos o tratamos

de convencer a alguien de algo o cuando alguna expectativa que te-níamos no se cumple. También he-mos experimentado el desgaste de energía que nos provoca habernos enojado por alguna situación y no haber podido expresar adecuada-mente lo que sentimos.

Aprendimos a reprimir nuestro enojo

Desde pequeños escuchamos frases como “qué feo, o qué fea, te ves cuando te enojas” o “si te enojas te vas a tu cuarto”. Así que,

con estas u otras frases muy pare-cidas, crecimos aprendiendo a re-primir nuestro enojo; interiorizan-do que es “malo” e “inadecuado”. Por eso, no es para sorprenderse que ya como adultos lo sigamos reprimiendo, enfermando nues-tro cuerpo y provocando que no seamos capaces de poner límites o que si lo hacemos, nos sintamos muy incómodos.

El enojo es una de nuestras emo-ciones básicas, como lo son el miedo, la alegría, la tristeza y el amor. Es una emoción que no pue-de guardarse por mucho tiempo, ya que se acumula y nos bloquea, impidiéndonos tener interacciones sanas y auténticas.

Aprovechar la energía del enojoHay numerosos ejemplos de per-sonas que emprendieron una lu-cha al sentirse enojados por una injusticia. Personas que decidieron hacerse escuchar, por ejemplo en temas de discriminación, de des-trucción del medio ambiente, de derechos humanos, etc. En muchos de esos casos exponer las razones del enojo, y señalar qué es lo que correspondía hacer, llevó a alcan-zar soluciones que beneficiaron a mucha gente o al ambiente. Del mismo modo, en nuestros asuntos personales, podemos ser asertivos al expresar las causas de nuestro enojo y mantener una perspectiva de búsqueda de soluciones.

GYLDA VALADEZ LAZCANO

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Presencia Apostólica 9

Desarrollo humano

Una fuerza de cambioCuando nos sentimos enojados podemos preguntarnos ¿qué nece-sito o qué deseo cambiar?, y apro-vechar toda esa fuerza y energía proveniente de nuestra emoción para emprender acciones, para buscar soluciones, para expresar nuestros deseos y necesidades. Esto en lugar de utilizar la ener-gía de nuestro enojo para dañar a otros y a nosotros mismos.

Podemos aprender que nuestro enojo es una fuerza que nos per-mite poner límites y nos enseña a ser asertivos. Necesitamos obser-var desde dónde viene ese enojo. Puede ser que una situación sólo sea un disparador de algo que no se ha resuelto; por ejemplo, si cuando era niña mi mamá no me apoyaba como yo necesitaba, cada que yo me enfrente a una si-tuación similar, me moverá aque-llo que no está resuelto. Por eso es importante observarnos, conocer-nos y tratar de entendernos cada vez mejor para darle a cada even-to su justo valor.

También puede suceder que tener una gran expectativa en algo o en alguien y que ésta no se cumpla nos haga sentir frustración. Recordemos que los únicos que sabemos exac-tamente qué queremos y cómo lo queremos somos nosotros mismos. Así que no esperemos que los de-más adivinen y satisfagan nuestros deseos y necesidades; porque, ¿cuántas veces estamos muy enoja-dos con los demás porque no hacen lo que esperamos y ellos ni siquiera están enterados de nada?

Otras veces nos enoja que no nos den la razón. En este caso es importante darnos cuenta de que cada persona tiene una percepción distinta respecto a un mismo tema. Será difícil convencer a todos de que nuestro punto de vista es el mejor. Podemos pasar tiempo interminable, gastando nuestra energía inútilmen-

te, defendiendo nuestra postura, sin darnos cuenta de que cada uno te-nemos el mismo derecho a tener ra-zones válidas para nosotros mismos.

Es importante manejar sanamente nuestro enojo, ya que es una emo-ción que nos comunica que es ne-cesario cambiar algo en nosotros mismos o en nuestra relación con los otros. Por ejemplo, si en una relación te sientes enojado constantemente, necesitas revisar si estas logrando expresar las cosas que no te gustan, por supuesto de manera respetuo-sa. Fingir que no estamos enojados cuando sí lo estamos es algo que nos desgasta, además de que muchas veces no logramos engañar a nadie.

Necesitamos honestidad para va-lidar nuestro enojo y valorar que puede ser una fuerza constructiva en nuestra vida, en lugar de un mo-tivo de desgaste.

Una solución puede ser buscar una forma “ecológica” de expresar-lo; por ejemplo en terapia corporal hay técnicas terapéuticas para des-cargar nuestro enojo sin dañarnos

ni dañar a otros. Las personas que recurren a estas técnicas descubren que de pronto ya están poniendo lí-mites en sus vidas y reconociendo el enojo como una fuerza.

Y, paradójicamente, cuando lo asumimos y aprendemos a mane-jarlo, nuestro enojo se vuelve algo que pasa muy rápido, y cuando pasa podemos volver a estar tranquilos. Todo nuestro cuerpo nos agradecerá que aprendamos a respetar y a ma-nejar adecuadamente nuestro enojo, ya que funcionará mucho mejor y hasta nuestro rostro se liberará de la tensión que provoca esa expresión en la frente que es característica de estar constantemente enojados.

Asumir nuestro enojo es una for-ma de empezar a escombrar nues-tro “clóset emocional” para validar cada una de las emociones que nos hacen humanos y así tener una vida más integrada y plena.

La autora es psicoterapeuta corporal y tera-peuta sistémica de pareja y familia. [email protected]

La técnica del semáforo Esta técnica para el control de emociones nos permi-tirá manejar mejor nuestro enojo, aprovechando su energía para algo constructivo, en lugar de permitir que se utilice para acciones destructivas.

ROJO. Cuando no podemos controlar una emoción (tenemos mucho enojo, queremos insultar o agre-dir…) debemos detenernos para tomar conciencia.

AMARILLO. Después de detenernos es el momen-to de pensar, reconocer el problema y los sentimientos que nos provoca. Si uno se da tiempo para pensar, pue-den surgir alternativas o soluciones para el problema, así como para el manejo de nuestras emociones. Es el momento de considerar nuestros valores y también de ser creativos, prepararse y hacer un plan.

VERDE. Es el momento de actuar de acuerdo con nuestra decisión. Aquí es donde nuestro enojo nos puede llevar a terminar con una situación injusta o a mejorar nuestras relaciones con otras personas, gracias a que logramos ser asertivos y planteamos nuestra posición respetuosamente. Es el momento de actuar con decisión y con valor.

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10 Presencia Apostólica

Crecimiento personal

¿Por qué aplazamos lo que debemos hacer? La procrastinación es un trastorno del comportamien-to que tiene su origen en la asociación de la acción que necesitamos realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad. Las causas pueden ser psicológicas (cuando nos genera mucha ansiedad o estrés), físicas (cuando estamos cansados) o intelectuales (cuando no estamos pensando adecuadamente). Cuando in-terpretamos una acción que necesitamos hacer como abrumadora, desafiante, inquietante, peligrosa, di-fícil, tediosa o aburrida; es decir, estresante, la pos-ponemos a un futuro idealizado, en el que creemos que hacerlo va a resultar mejor y lo único que pasa es que, al dejarla pendiente nos estresa más. Por eso en broma se dice que procrastinar es un problema de exceso de optimismo, ya que básicamente creemos que mañana tendremos más ganas de hacerlo.

La procrastinación puede también ser síntoma de tras-tornos psicológicos como la depresión o el déficit de atención. También puede ser que los procrastinadores sean personas perfeccionistas o con temor al fracaso.

Seguramente a todos nos ha pasado que al-gunas veces posponemos la realización o la terminación de algunas cosas. Nuestros motivos para hacerlo pueden ser muy diver-sos; desde cansancio, hasta que ya no sabe-

mos cómo continuar o terminar algo. Sin embargo, hacerlo de vez en cuando no es un problema grave, a menos que aquello que pospusimos en esa ocasión sí provocara un problema, pero cuando posponer se convierte en un hábito, además de traer como conse-cuencia problemas en los ámbitos laborales, escola-res y familiares, se ha demostrado que tiene un alto impacto en la salud de las personas.

¿Qué es la procrastinación?Procrastinación viene del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro; quiere decir aplazar o postergar. Es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sus-tituyéndolas por otras situaciones más agradables, pero, con frecuencia menos relevantes. ¡Ups!, ¿eso nos ha pasado?, ¿no hacer lo importante por hacer algo poco o nada importante?… ¿Dónde lo he vis-to?... En muchos lados y muy frecuentemente.

El vicio de posponer las cosas:La procrastinaciónAna Laura Rosas Bucio

“La disciplina es la mejor amiga del hombre, porque ella le lleva a realizar los anhelos más profundos de su corazón.”

Teresa de Calculta

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Presencia Apostólica 11

Crecimiento personal

Los procrastinadores, al posponer la tarea impor-tante, se refugian en actividades sin valor alguno. Por ejemplo, pueden revisar su facebook, navegar en internet, salir, comer, descansar o dejarse absor-ber en exceso por la rutina y por otras ocupaciones, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

Tipos de procrastinación Todos hemos procrastinado alguna vez en nuestra vida y mientras esto no sea una constante, entonces somos procrastinadores eventuales; con una actitud evasiva que no se repite habitualmente y por lo tanto el impacto no es tan grave. Pero si esto es una forma de funcionamiento en la vida, entonces somos pro-crastinadores crónicos; en este caso la conducta eva-siva es constante y repetida y va a tener importantes consecuencias en nuestra vida.

En mi labor como docente veo constantemente la postergación de los trabajos hasta un día antes de la fecha de entrega, aunque la tarea haya sido asignada desde el inicio del ciclo escolar. En otros temas, como el pago de impuestos o en trámites administrativos, veo como casi todos dejamos hasta el final del plazo la realización de los mismos. En realidad, lo que su-cede es que no sabemos organizar nuestro tiempo ni administrar nuestra energía y manejar nuestras emo-ciones. Evadir al final sólo causará más problemas, el original que no quisimos enfrentar y todos los agrega-dos que se acumularon por la decisión de postergarlo.

De acuerdo con sus causas, se consideran tres tipos de procrastinación:1) Por evasión, por miedo al fracaso.2) Por activación, cuando postergamos una tarea has-ta que ya no hay más remedio que realizarla, aunque sea cinco minutos antes del plazo. 3) Por indecisión, porque no sabemos tomar decisio-nes o no queremos comprometernos.

Etapas de la procrastinaciónPrimera: Ansiedad o incomodidad frente a eso que hay que llevar a cabo.Segunda: Buscamos aliviar esa sensación realizando otra tarea, por lo general menos relevante.Tercera: Nuestro cerebro guarda esa actividad que pos-pusimos en el apartado de lo desagradable, y se bus-carán razones lógicas para no a llevarla a cabo. Pero al tener que retomarla hay más incomodidad, porque al estrés y al malestar que nos provocaba, ahora se agrega la culpa que nos provoca haberla postergado.

Consecuencias de procrastinarPosponer nos ocasiona además muchos problemas como: quedar mal con otras personas, no lograr nues-

tras metas, que nuestro trabajo o estudios se vean amenazados o hasta nuestra salud, al haber pospues-to cosas importantes como acciones de prevención y revisiones médicas. Todo esto nos lleva a una afecta-ción de la autoestima y del estado de ánimo.

Otras consecuencias de la procrastinación son: la construcción de creencias irracionales acerca de no-sotros mismos, según las cuales podemos considerar-nos como incompetentes e irresponsables, y que tam-bién nos llevan a ver al mundo como más exigente de lo que en realidad es. También aumentan nuestros niveles de ansiedad y los pensamientos catrastróficos, provocando enojo hacia nosotros mismos y hacia los demás. La procrastinación nos impide desarrollar nuestro potencial y nos pone en situaciones emocio-nalmente complicadas.

Cómo evitar la procrastinación

1Regla de dos minutos: si la actividad que se debe realizar dura menos de dos minutos no debe ser

planificada, sólo hay que realizarla, pudiendo exten-der el tiempo hasta veinte minutos.

2Si se teme una tarea, hay que realizarla por pe-riodos de tiempo cortos y dejarla, para retomarla

después por otro periodo de tiempo corto. Hay que tratar de convertir la tarea que se teme realizar en algo rutinario.

3Analizar por qué estamos posponiendo una ac-ción o situación. Entender el origen del problema

para poder atacarlo adecuadamente.

4Anotar las actividades realizadas en el día. Eso dará más conciencia respecto a cómo se está ad-

ministrando el tiempo.

5Aprender a poner límites, a decir no, a no satu-rarse.

6Analizar si eso que se posterga realmente es algo que se debe hacer o que se desea hacer. Tal vez,

en lugar de postergar, sólo haya que abandonar los proyectos porque realmente no queremos hacerlos. Renunciar o hacer esperar un proyecto porque tene-mos razones para hacerlo no significa procrastinar.

6Evitar las distracciones. Cuantas más tentacio-nes tengamos para hacer otra cosa en vez de lo

que tenemos que hacer, más fácil será procrastinar. Hay que mantener el celular y el acceso a internet desconectados cuando nos dispongamos a afrontar tareas complicadas.

7Si no estamos trabajando en esa tarea importante que estamos postergando, entonces no hay que

hacer nada más, así no nos engañamos con la idea de que no podemos hacer lo importante porque tenemos otras cosas que hacer.

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12 Presencia Apostólica

Historia para meditar

Un misteriosoregaloEnrique A. Eguiarte, OAR

Nuestra vida es un regalo de parte de Dios. Todo aquello que nos rodea nos habla de su amor, de

su ternura y de su misericordia. No obstante, el tráfago de la vida, las preocupaciones, las tensiones y el trabajo cotidianos hacen que nos olvidemos de esta realidad y de cómo el mundo y la creación son el gran regalo que Dios nos da todos los días.

Los rayos del sol y las iridiscen-cias que provocan en los árboles, en las flores y en los ojos de nues-tros seres queridos, son un don de Dios. Por desgracia a veces deja-mos que el mal humor, la rutina y el cansancio pesen más en nuestras

vidas, y de esta manera nos olvida-mos de que hay Alguien que nos ama y que nos llama a compartir su vida y su gozo en la eternidad.

Nos podemos llegar a parecer a ese hombre del que cuentan que era la persona más pesimista del mundo. De niño había sido alegre y juguetón, como la mayoría de los niños. No obstante, según se fue haciendo mayor, sus esperanzas y sueños se desvanecieron o, más bien, él dejó que se desvanecie-ran. Había estudiado una carrera, pero al final se había dado cuenta de lo poco que le gustaba. Se ha-bía casado con una mujer que en algún momento le había gustado y de la que había estado enamo-rado; sin embargo ahora las cosas

eran distintas. Su traba-jo era sólo un medio de subsistencia, y la vida se le hacía más pesada cada día. Lo rodeaban personas y amigos con los que se había sentido muy unido en el pasa-do, pero que ahora, con el transcurso del tiempo y de los años, encon-traba ajenos, lejanos y aburridos. Prefería que-darse en su oficina has-ta altas horas de la no-che, en lugar de volver a casa, pues temía en-contrarse con la rutina y con su familia, de la cual cada día se sentía más distanciado.

Desde hacía muchos años, había adquirido la costumbre de pararse en un puesto de periódi-cos a comprar la prensa del día. Cada mañana el anciano del quios-co de los periódicos lo saludaba amablemen-te y lo recibía con una

amplia sonrisa, y con alguna palabra de aliento y alegría. En un principio, este gesto del anciano le había gus-tado y posiblemente ésta había sido la razón por la que él había pre-ferido este puesto a otros muchos que había en la calle. No obstante, con el paso del tiempo, se había vuelto para él una rutina y el an-ciano amable y siempre alegre, era una más de las realidades cotidia-nas mudas que le rodeaban.

Sin embargo, un día, después de muchos años, este anciano había hecho algo insólito. Recordaba el hombre que había llegado como todos los días al puesto de perió-dicos y que el anciano ya lo estaba esperando, pero en esta ocasión no tenía el periódico en la mano,

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Historia para meditar

Estamos rodeados de señales del amor de Dios y no las vemos. Tal

vez necesitamos lentes…

volver a casa no se acordaba de la cajita negra ni se acordaría de ella durante algunos años más.

Un buen día, al llegar al quios-co, lo encontró cerrado. Un jo-ven llegó de pronto a informar que el anciano había muerto el día anterior y que por el funeral el quiosco iba a permanecer ce-rrado ese día. El hombre se mar-chó con tristeza, pues verdade-ramente había llegado a apreciar a ese anciano que todos los días lo saludaba tan gentilmente. Ese día el trabajo le resultó más pe-sado y el día más cansado. Al caer la tarde, el hombre estaba vencido por el hastío y decidió volver a casa. Al llegar a su casa su esposa se sorprendió de verlo llegar tan temprano.

sino una pequeña caja negra. Des-pués de saludarlo amablemente, con la enorme sonrisa de todos los días, le había dicho:

—Como usted y yo nos conoce-mos hace ya muchos años, quiero hacerle hoy un regalo. Tenga.

Y le había dado la pequeña caja negra rectangular, añadiendo:

—Esta cajita tiene un pequeño secreto. No debe ser abierta, sino sólo en caso de necesidad. Usted sabe…, cuando llegue el momento.

Se la entregó y después, como siempre, le dio el periódico y des-apareció dentro de su quiosco.

El hombre pensó que el abuelo se había vuelto loco o bien que estaba ya chocheando por la ve-jez. Mientras reanudaba su cami-no hacia su oficina, pensó en tirar la pequeña caja en el primer bote de basura que encontrara. Cuando estuvo cerca de uno, su mano se acercó a la boca del cubo, pero su curiosidad fue mayor que su deseo de deshacerse de la caja y pensó:

—Lo guardaré y después lo abri-ré a solas. Es posible que sólo sea una broma o tal vez en su locura, el viejo ha colocado aquí algo de valor, quién sabe...

Con este pensamiento retiró su mano del cubo de la basura y se guardó la cajita negra en el bolsillo interior de su saco. Durante toda la mañana no volvió a pensar en eso. Llegada la noche, bastante tarde como de costumbre, al volver a su casa se volvió a percatar de la presencia de la caja, al quitarse el saco. No obstante estaba muy can-sado y pensó: “La abriré mañana.”

Al día siguiente con la prisa de llegar temprano al trabajo se olvi-

dó de la caja. Al llegar al quiosco de los periódicos, ahí estaba el an-ciano que le recibió con una gran sonrisa y en ese momento el hom-bre volvió a pensar en la caja y se dijo a sí mismo: “En cuanto regrese a casa la abriré.”

El anciano con su amabilidad de siempre le dio la prensa del día y no le dijo nada acerca de la caja. El hombre pasó el día en la ofici-na, como todos los días, haciendo lo que no le gustaba y luchando por vencer su hastío y cansancio, hasta altas horas de la noche. Al

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Sumérgete en la lectura de Presencia Apostólica y profundiza en tu fe.

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14 Presencia Apostólica

Historia para meditar

—¡Hola!, qué sorpresa tan agra-dable, hoy vuelves temprano, como en los buenos tiempos.

No le respondió nada, sino que siguió de frente hacia su habitación. La esposa sólo levantó los hombros y siguió haciendo su trabajo. Esta-ba ya acostumbrada a compartir su vida, desde hace algunos años, con ese fantasma en el que se había convertido su esposo, aunque en el fondo lo seguía amando.

El hombre llegó a su habitación y al quitarse la corbata se puso a pensar por qué se sentía tan cansa-do y abatido. Mientras se servía un vaso de agua para tomar una aspiri-na, recordó lo mucho que le había dolido la noticia de la muerte del anciano del puesto de periódicos. Mientras bebía el agua con la pas-tilla, recordó de pronto la pequeña caja negra. ¡Sí, el anciano le había regalado hace muchos años una pequeña caja negra y él ni siquie-ra la había abierto! Hoy el viejo estaba muerto y era posiblemente el momento adecuado para abrirla. Estuvo revolviendo entre sus cajo-nes, hasta que en el fondo de uno de ellos la encontró. Con avidez y curiosidad la abrió. La caja conte-nía unos lentes, una semilla y un papelito con un mensaje: “Las co-sas no son como tú las ves; si siem-bras amor obtendrás amor.” Sin du-darlo se puso los lentes y de pronto

su cuarto adquirió nuevas dimen-siones y colores. Le parecía que era una habitación nueva y hermosa y no su vieja habitación de todos los días. Al bajar a la cocina vio a su esposa y vio lo hermosa que era, así como su constancia en el traba-jo y el cariño que tenía a sus hijos. Se acercó a ella y la besó.

—Oye, ¿estás enfermo o qué te pasa? No me besabas hace mu-chos años.

Le dijo con una gran sonrisa de gozo su esposa. Y con esa sonri-sa ella era todavía más bella. Sus hijos, merendando sentados a la mesa, reían y se dio cuenta de lo hermosos que eran y de lo mucho que habían crecido. ¿Cuánto tiem-po llevaba mirándolos sin verlos? No encontró respuesta. Había perdido mucho tiempo y era pre-ciso recuperarlo.

Esa misma noche, habló con aquella hermosa mujer y le pidió perdón por los años de olvido y desamor, y prometió firmemente trabajar y esforzarse por hacer-los a todos muy felices, pues se lo merecían.

Al día siguiente, con sus lentes puestos, salió hacia su trabajo y le parecía que las calles eran distin-tas y que la gente no era tan mala como siempre le había parecido. En su oficina se dio cuenta de que

sus compañeros no eran los mons-truos que él había llegado a creer y se percató de que eran unas per-sonas magníficas. Su trabajo mismo le resultó interesante y agradable y no comprendía por qué le había llegado a resultar algo tan fastidio-so. Esa tarde decidió volver tempra-no a casa, pues debía empezar a cumplir su promesa.

Al volver a su casa debía pasar frente al quiosco. Fue entonces cuando le pareció ver de lejos al anciano. Le pareció que su figura le sonreía como antaño y le hacía señas con la mano. No obstante cuando llegó al quiosco, el ancia-no había desaparecido. El quiosco estaba cerrado. Al darle la vuelta al puesto de periódicos, se dio cuen-ta de que había un papel tirado en la calle. Lo recogió y se percató de que estaba escrito con la misma le-tra y tinta que el papel que se ha-bía encontrado en la cajita negra. El papel decía: “Recuerda, siembra amor y cosecharás amor…”

No sabemos si esta historia es verdadera, pero lo cierto es que nuestra vida podría cambiar mucho si nos ponemos los lentes de Dios, los lentes del amor, y vemos la co-sas desde otro punto de vista; no como las suelen ver los seres hu-manos, sino como las ve Dios, des-de la perspectiva de la eternidad. Ilu

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1María, icono de una Igle-sia que evangeliza porque

es evangelizadaEn la Bula de convocación del Ju-bileo invité a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momen-to fuerte para celebrar y experi-mentar la misericordia de Dios» (Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la ini-ciativa «24 horas para el Señor» quise hacer hincapié en la pri-macía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la pa-labra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuares-ma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.

María, después de haber acogi-do la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta profé-ticamente en el Magnificat la mi-sericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convier-te así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimolo-gía, la misericordia está estrecha-mente vinculada, precisamente con las entrañas maternas (raha-mim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.

2 La alianza de Dios con los hombres: una historia de

misericordiaEl misterio de la misericordia divi-na se revela a lo largo de la histo-

Cuaresma

Román Ángel Moreno, CMF

El pasado 26 de enero se dio a conocer el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma de este año. A continuación

reproducimos el texto completo.

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA

LA CUARESMA 2016 “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13). Las obras de misericordia en el camino jubilar

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Cuaresma

ria de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efec-to, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a de-rramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, es-pecialmente en los momentos más dramáticos, cuando la in-fidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mien-tras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justa-mente las imágenes familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.

Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. En él Dios derrama su ilimitada mi-sericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia encarnada» (Misericordiae vultus, 8). En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemá requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: «Es-cucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Ama-rás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas» (Dt 6,4-5). El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.

Es éste el corazón del keryg-ma apostólico, en el cual la mi-sericordia divina ocupa un lugar

central y fundamental. Es «la be-lleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis» (ibíd., 164). La Misericordia entonces «expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulte-rior posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21), restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí don-de se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el cora-zón endurecido de su Esposa.

3 Las obras de misericordiaLa misericordia de Dios trans-

forma el corazón del hombre ha-

ciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsán-donos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de miseri-cordia corporales y espiri-tuales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidia-nos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuer-po y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que «el pueblo cristiano reflexione duran-te el Jubileo sobre las obras

de misericordia corporales y espi-rituales. Será un modo para des-pertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privile-giados de la misericordia divina» (ibíd., 15). En el pobre, en efec-to, la carne de Cristo «se hace de nuevo visible como cuerpo marti-rizado, llagado, flagelado, desnu-trido, en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado» (ibíd.). Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias (cf. Ex 3,5); más aún cuando el po-bre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.

Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct 8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reco-

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Cuaresma

nocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampo-co él es más que un pobre mendi-go. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este enga-ñoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Láza-ro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio de-lirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demo-níaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir for-mas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del si-glo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único

y de la tecnociencia, que preten-den hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmen-te también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dine-ro, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose in-cluso a mirarlos.

La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo fa-vorable para salir por fin de nues-tra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y her-manas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mien-tras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, per-donar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Pre-cisamente tocando en el mísero

la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peli-gro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue lla-mando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los pode-rosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que de-sea purificar a su Esposa prometi-da, a la espera de su venida.

No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la con-versión. Lo pedimos por la inter-cesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf.Lc 1,48), reconociéndose como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).

Vaticano, 4 de octubre de 2015 Fiesta de San Francisco de Assis

Francisco

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Reseña

LaPalabra

marzo-abril

Marzo 64° Domingo de Cuaresma Lc 15,1-3.11-32

(…) Se acercaban a Jesús los publicanos y los pe-cadores para escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos.”

Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hom-bre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la herencia que me toca.» Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derro-chó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aque-lla región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pe-dirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexio-nar y se dijo: «¡Cuántos traba-jadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y con-tra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores.»

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.»

Pero el padre les dijo a sus criados: «¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encon-trado.» Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. En-tonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: «Tu hermano ha regresado y

tu padre mandó matar el bece-rro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo.» El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él repli-có: «¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo.»

El padre repuso: «Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesa-rio hacer fiesta y regocijarnos, Ilu

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porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.»”

La parábola del hijo pródigo nos habla del perdón: el que se pide, el que se da y el que se recibe. El hijo menor de la parábola es evidentemente rebel-de y, después de cometer una larga serie de erro-res, vuelve a su padre y lo hace más por necesidad que por verdadero arrepentimiento. No obstante, su padre, quien desea perdonarlo y aguarda su re-greso, le da una generosa bienvenida.

El otro hijo es aparentemente recto y justo, pero está lleno de resentimiento. Se complace en que otros sean castigados y su corazón está endurecido. No obstante, el padre es igualmen-te generoso con él. Lo vemos en sus palabras: “todo lo mío es tuyo”.

Seguramente todos nos identificamos con las acti-tudes de uno de los dos hijos o incluso de los dos… se trata de que aprendamos a ser como el padre que hace del perdón una fiesta. Ya se trate de perdonar a otros o de perdonarnos a nosotros mismos.

Marzo 135° Domingo de CuaresmaJn 8,1-11

(…) Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.

Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adul-terio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorpren-dida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”

Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra.” Se volvió a agachar y siguió es-cribiendo en el suelo.

Al oír aquellas palabras, los acusadores co-menzaron a escabullirse uno tras otro, empezan-

do por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.

Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mu-jer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor.”

Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.”

Aquellos escribas y fariseos le estaban tendiendo una trampa a Jesús: si el Maes-tro pedía clemencia para la mujer, se ponía en conflic-to con la ley; si aprobaba su lapidación, contradecía su predicación, e igualmente podía entrar en conflicto con ciertas autoridades. Así que no era una simple discusión, sino un caso de vida o muerte y una deci-

sión en la que estaba en juego la fidelidad al Dios de la vida y la misericordia.

La respuesta de Jesús enfrenta a sus interlocu-tores consigo mismos. ¿Acaso había alguno de ellos que no hubiera pecado?, ¿quién podía tirar la primera piedra? Nadie. Y aquella mujer por fin tenía un encuentro con alguien que la com-prendía, que no la condenaba y que, en cambio, la animaba a no volver a pecar.

“Me levantaré, volveré a mi padre…”

¿Quién tiene derecho a juzgar a otro?

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servir que estar en la mesa. Y en el momento de la aprehensión los discípulos quisieron defender a Jesús con la espada, pero él no se lo permitió.

¿Comprendemos cómo es que la

humildad de Jesús no es debilidad

sino fortaleza y en qué sentido transforma al mundo?

Marzo 24Jueves SantoJn 13,1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla

que se había ceñido.Cuando llegó a Simón

Pedro, éste le dijo: “¿Se-ñor, me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies ja-más.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo.” Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están

Marzo 20Domingo de RamosLc 22,14-23,56

Llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus dis-cípulos y les dijo: “Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios.”

Luego tomó en sus manos una copa de vino, pro-nunció la acción de gracias y dijo:

“Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.”

Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.”

Después de cenar hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes.”

(…) Salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos y lo acompañaron los discípulos. Al llegar a ese sitio, les dijo: “Oren, para no caer en la tentación.”

Luego se alejó de ellos a la distancia de un tiro de piedra y se puso a orar de rodillas, diciendo: “Padre, si quieres, aparta de mí esta amarga prueba; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.” (…)*

Uno de los temas en que po-demos reflexionar al leer el relato de la Pasión según san Lucas es la humildad de Jesús. Todo el relato pone de mani-fiesto el contraste entre los valores de este mundo y los valores del Reino de Dios. Pre-dicar la humildad y el servicio provoca desconcierto en un mundo que tiene expectativas de líderes poderosos.

La humildad y el servicio son el estilo de Jesús y este es un mensaje tan difícil de captar que todavía en la última cena los discípulos discutían cuál de ellos debía ser considerado el más importante. Jesús les enseña que es más importante

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limpios, aunque no todos.” Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos están limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan.”

Tenemos una idea de la grandeza, la dignidad y el prestigio muy diferente a la que Jesús nos ense-

ña en muchas ocasiones y muy significativamente cuando estaba a punto de dejar este mundo. La enseñanza de Jesús es que la mayor grandeza nos la da nuestra capacidad de servir a otros y así es como se manifiesta nuestro amor. Como siempre, Jesús nos enseña el camino recorriéndolo él mis-mo. Por eso la invitación es a seguirlo, en otras palabras a amar como él amó. Con esto nos ense-ña también que el ejemplo es más poderoso que las palabras.

¿Por qué será que olvidando las enseñanzas más esenciales de Jesús seguimos esperando recibir ho-nores que nos hagan sentir grandes?

Marzo 25Viernes SantoJn 18,1-19,42

(…) Junto a la cruz de Jesús estaban su ma-dre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Mag-dalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: “Mujer, ahí está tu hijo.” Luego dijo al discípulo: “Ahí está tu madre.” Y desde aque-lla hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sa-biendo Jesús que todo había llegado a su tér-mino, para que se cumpliera la Escritura dijo “Tengo sed.” Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acer-caron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.*

Los evangelios no nos dan una descripción física de Jesús. Sin em-bargo, continuamente nos lo describen a tra-vés de sus palabras, de sus actitudes, de sus acciones y de las de-cisiones que toma. El relato de la Pasión se-gún san Juan nos ofre-ce una descripción de Jesús a través de todos esos rasgos y así nos muestra cómo es justo y congruente ante la in-justicia, y siempre cons-ciente de su misión.

En esta ocasión to-mamos para nuestra reflexión los fragmen-tos que nos relatan los últimos momentos en

la cruz. En plena agonía, Jesús muestra su amor, cuidado y compasión por su madre y por el dis-cípulo que tanto quería, y los encomienda el uno al otro. Jesús acepta el dolor y el sufrimien-to todo el tiempo y hasta el último momento para dar cumplimiento a su misión. Por eso al final exclama: “Todo está cumplido.”

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Marzo 27Domingo de PascuaLc 24,1-12

El primer día después del sá-bado, muy de mañana, llega-ron las mujeres al sepulcro, llevando los perfumes que habían preparado. Encontra-ron que la piedra ya había sido retirada del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

Estando ellas todas descon-certadas por esto, se les pre-sentaron dos varones con ves-tidos resplandecientes. Como ellas se llenaron de miedo e inclinaron el rostro a tierra, los varones les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado. Recuerden que cuando estaba toda-vía en Galilea les dijo: «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado y al tercer día resucite.»” Y ellas recordaron sus palabras.

Cuando regresaron del sepulcro, las mujeres anunciaron todas estas cosas a los Once y a to-dos los demás. Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana, María

(la madre de Santiago) y las demás que estaban con ellas. Pero todas estas palabras les parecían desvaríos y no les creían.

Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se asomó, pero sólo vio los lienzos y se re-gresó a su casa, asombrado por lo sucedido.

Al llegar al sepulcro, el día de la resurrección, las mujeres encuentran con asombro que la piedra que lo cerraba había sido retirada y que el cuerpo del Señor no estaba ahí.

También encuentran a unos ángeles que les pre-guntan: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?...” y que les recuerdan las palabras de Jesús acerca de la resurrección.

La resurrección de Jesús viene a retirar la piedra que nos separa de la Vida. Pensemos en todo lo que representa esa piedra: nuestra falta de fe, nuestro miedo, nues-tra dureza de corazón y nuestra falta de com-prensión de los valores del Reino de Dios.́

La Resurrección nos llena de esperanza y re-nueva nuestra perspectiva para que sepamos dónde buscar a Jesús.

¡Felices pascuas de Resurrección!

Abril 32° Domingo de PascuaJn 20,19-31

Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presen-tó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los en-

vío yo. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdo-nen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.”

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Ge-melo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor.” Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la se-ñal de los clavos y si no meto mi dedo en los aguje-ros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.”

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se

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presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes.” Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis ma-nos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree.” Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin ha-ber visto.” (…)

Al atardecer del mismo do-mingo de la Resurrección, a pesar de haber tenido ya la experiencia del sepulcro vacío, el miedo mantiene encerrados a los discípulos, que por otra parte te-nían buenas razones para temer… En medio de ese miedo paralizante, Jesús aparece para traerles su Espíritu y su paz, para liberarlos y para recordarles su misión de llevar a otros el perdón y la liberación.

A nosotros también el miedo nos mantiene ence-rrados. Tenemos miedo por razones económicas, por problemas familiares, por la inseguridad, por motivos de salud y por tantas otras razones. Tam-bién nuestro miedo se puede disipar si descubri-mos la presencia de Cristo, si nos llenamos de su Espíritu y de su paz.

¿En cuántos sentidos puede liberarnos la

resurrección de Jesús?

Abril 103er. domingo de Pascua Jn 21,1-19

(…) Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apa-reció de esta manera:

Estaban Juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Ga-lilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar.” Ellos le respondieron: “Tam-

bién nosotros vamos conti-go.” Salieron y se embarca-ron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contes-taron: “No” Entonces él les dijo: “Echen la red a la dere-cha de la barca y encontra-rán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor.” Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. (…)

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que és-tos?” Él le contestó: “Sí Señor, tú sabes que te quie-ro.” Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos.”

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Él le respondió: “Sí Señor, tú sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas.”

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero.” Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.” (…) Después le dijo: “Sígueme.”

La historia que nos relata el evangelio según san Juan ocu-rre después de la resurrección de Jesús y nos habla de la ter-cera vez que Jesús se aparece a sus discípulos, cumpliendo su promesa de permanecer con ellos siempre. Los discí-pulos se encuentran reuni-dos, pero desanimados e in-tentando pescar inútilmente. Nuevamente la presencia de Jesús lo cambia todo, la pes-ca es exitosa y comparten el almuerzo con el Señor.

El relato se centra en las ac-titudes de Pedro: él es quien

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decide ir a pescar, él se tira al agua intentando acercarse a Jesús, una vez que lo reconocen, y él es quien es cuestionado por Jesús, después del al-muerzo. Se trata de Pedro, quien hace poco había negado tres veces conocer a Jesús, al sentirse en

Abril 174° Domingo de PascuaJn 10,27-30

* Cuando no se reproduce el texto de la lectura (por razones de espacio), se invita

a leerlo en la cita bíblica.

peligro… Sin embargo Jesús sigue interesado en su amor, le encomienda una misión primordial y le rei-tera su invitación a seguirlo.

Nuestro amor por Jesús es imperfecto como el de Pedro. No obstante él nos sigue invitando a seguirlo.

Abril 245° domingo de PascuaJn 13,31-33.34-35

Cuando Judas salió del cenáculo, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glo-rificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.

Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado; y por éste amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos.”

Jesús reservó para el momento de la despedida la mejor de las herencias. Nos dejó un mandamiento de amor destinado a ser el sello distintivo de los cris-tianos. Es un mandamiento muy poderoso porque el amor es el poder de Dios. El amor tiene el poder de transformar vidas y de transformar al mundo entero.

El amor es un mandamiento, una condición sin la cual no podemos llamarnos cristianos, sin la cual no

podemos decir que tenemos fe. Jesús nos pide amar como él amó. Para hacer esto necesitamos conocerlo a través de su Palabra y llenarnos de su Espíritu. Sólo así sabremos qué habría hecho él en tal o cual cir-cunstancia para de ese modo hacerlo nosotros.

(…) Jesús dijo a los judíos: Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no pere-cerán jamás; nadie las arrebata-rá de mi mano. Me las ha dado

mi Padre, y él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y yo somos uno.”

En muy pocas palabras, esta lectura del evangelio según san Juan nos dice algo muy importante, determinante para la forma en que vivi-mos y para el sentido de nuestra vida. Nos habla de cómo es nuestra relación con Dios; nos habla de una relación de amor y aceptación; de un mutuo conocimiento y de una íntima conexión.

Es una relación sencilla como la de una oveja con su pastor y que se construye en la vida cotidiana. Las ovejas de Jesús son sencilla-mente los que escuchan su voz y lo siguen; los que confían en él.

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