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andrea-carrasco
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Este cuento relata la historia de un niño pequeño pobre que emprende una aventura.
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PULGARCITO
Erase una vez un pobre campesino. Una noche mientras se
encontraba sentado atizando el fuego, mientras que su esposa hilaba
sentada a su lado Ambos se lamentaban de hallarse en un hogar sin
nios.
-Qu triste es no tener hijos! -dijo l-. En esta casa siempre hay
silencio, mientras que en los dems hogares hay tanto bullicio y
alegra...
-Es verdad! -contest la mujer suspirando-. Si por lo menos
tuviramos uno, aunque fuese muy pequeo y no mayor que el pulgar,
seramos felices y lo querramos de todo corazn.
Y entonces sucedi que la mujer se indispuso y, despus de siete
meses, dio a luz a un nio completamente normal en todo, si
exceptuamos que no era ms grande que un dedo pulgar.
-Es tal como lo habamos deseado. Va a ser nuestro hijo
querido.
Y debido a su tamao lo llamaron Pulgarcito. No le escatimaron la
comida, pero el nio no creci y se qued tal como era en el momento
de nacer. Sin embargo, tena una mirada inteligente y pronto dio
muestras de ser un nio listo y hbil, al que le sala bien cualquier
cosa que se propusiera.
Un da, el campesino se aprestaba a ir al bosque a cortar lea y dijo
para s:
-Ojal tuviera a alguien que me llevase el carro.
-Oh, padre! -exclam Pulgarcito- Ya te llevar yo el carro! Puedes
confiar en m! En el momento oportuno lo tendrs en el bosque.
El hombre se ech a rer y dijo:
-Cmo podra ser eso? Eres demasiado pequeo para llevar de las bridas
al caballo.
-Eso no importa, padre! Si mam lo engancha, yo me pondr en la oreja
del caballo y le ir diciendo al oido por dnde ha de ir.
-Est bien! -contest el padre-, probaremos una vez.
Cuando lleg la hora, la madre enganch el carro y coloc a Pulgarcito
en la oreja del caballo, donde el pequeo se puso a gritarle por
dnde tena que ir, tan pronto con un "Heiii!", como con un "Arre!".
Todo fue tan bien como si un conductor de experiencia condujese el
carro, encaminndose derecho hacia el bosque.
Sucedi que, justo al doblar un recodo del camino, cuando el pequeo
iba gritando "Arre! Arre!" , acertaron a pasar por all dos
forasteros.
-Cmo es eso! -dijo uno- Qu es lo que pasa? Ah va un carro, y
alguien va arreando al caballo; sin embargo no se ve a nadie
conducindolo.
-Todo es muy extrao -dijo el otro-. Vamos a seguir al carro para
ver dnde se para.
Pero el carro se intern en pleno bosque y lleg justo al sitio donde
estaba la lea cortada. Cuando Pulgarcito vio a su padre, le
grit:
-Ves, padre? Ya he llegado con el carro. Bjame ahora del
caballo.
El padre tom las riendas con la mano izquierda y con la derecha sac
a su hijo de la oreja del caballo. Pulgarcito se sent feliz sobre
una brizna de hierba. Cuando los dos forasteros lo vieron se
quedaron tan sorprendidos que no supieron qu decir. Ambos se
escondieron, dicindose el uno al otro:
-Oye, ese pequen bien podra hacer nuestra fortuna si lo exhibimos
en la ciudad y cobramos por ensearlo. Vamos a comprarlo.
Se acercaron al campesino y le dijeron:
-Vndenos al pequeo; estar muy bien con nosotros.
-No -respondi el padre- es mi hijo querido y no lo vendera ni por
todo el oro del mundo.
Pero al or esta propuesta, Pulgarcito trep por los pliegues de la
ropa de su padre, se coloc sobre su hombro y le susurr al
odo:
-Padre, vndeme, que ya sabr yo cmo regresar a casa.
Entonces, el padre lo entreg a los dos hombres a cambio de una
buena cantidad de dinero.
-Dnde quieres sentarte? -le preguntaron.
-Da igual ! Colocadme sobre el ala de un sombrero; ah podr pasearme
de un lado para otro, disfrutando del paisaje, y no me caer.
Cumplieron su deseo y, cuando Pulgarcito se hubo despedido de su
padre, se pusieron todos en camino. Viajaron hasta que anocheci y
Pulgarcito dijo entonces:
-Bajadme un momento; tengo que hacer una necesidad.
-No, qudate ah arriba -le contest el que lo llevaba en su cabeza-.
No me importa. Las aves tambin me dejan caer a menudo algo
encima.
-No -respondi Pulgarcito-, yo tambin s lo que son las buenas
maneras. Bajadme inmediatamente.
El hombre se quit el sombrero y puso a Pulgarcito en un sembrado al
borde del camino. Por un momento dio saltitos entre los terrones de
tierra y, de repente, se meti en una madriguera que haba localizado
desde arriba.
-Buenas noches, seores, sigan sin m! -les grit con un tono de
burla.
Los hombres se acercaron corriendo y rebuscaron con sus bastones en
la madriguera del ratn, pero su esfuerzo fue intil. Pulgarcito se
arrastr cada vez ms abajo y, como la oscuridad no tard en hacerse
total, se vieron obligados a regresar, burlados y con las manos
vacas.
Cuando Pulgarcito advirti que se haban marchado, sali de la
madriguera.
-Es peligroso atravesar estos campos de noche -pens-; sera muy fcil
caerse y romperse un hueso.
Por fortuna tropez con una concha vaca de caracol.
-Gracias a Dios! -exclam- Ah podr pasar la noche con
tranquilidad.
Y se meti dentro del caparazn. Un momento despus, cuando estaba a
punto de dormirse, oy pasar a dos hombres; uno de ellos deca:
-Cmo haremos para robarle al cura rico todo su oro y su
plata?
-Yo podra decrtelo! -se puso a gritar Pulgarcito.
-Qu fue eso? -dijo uno de los espantados ladrones-; he odo hablar a
alguien.
Se quedaron quietos escuchando, y Pulgarcito insisti:
-Llvadme con vosotros y os ayudar.
-Dnde ests?
-Buscad por la tierra y fijaos de dnde viene la voz -contest.
Por fin los ladrones lo encontraron y lo alzaron hasta ellos.
-A ver, pequeajo, cmo vas a ayudarnos?
-Escuchad! Yo me deslizar por las caeras hasta la habitacin del
cura y os ir pasando todo cuanto queris.
-Est bien! Veremos qu sabes hacer.
Cuando llegaron a la casa del cura, Pulgarcito se introdujo en la
habitacin y se puso a gritar con todas sus fuerzas.
-Quereis todo lo que hay aqu?
Los ladrones se estremecieron y le dijeron:
-Baja la voz para que nadie se despierte.
Pero Pulgarcito hizo como si no entendiera y continu
gritando:
-Qu queris? Queris todo lo que hay aqu?
La cocinera, que dorma en la habitacin de al lado, oy estos gritos,
se incorpor en su cama y se puso a escuchar, pero los ladrones
asustados se haban alejado un poco. Por fin recobraron el valor
dicindose:
-Ese pequeajo quiere burlarse de nosotros.
Regresaron y le susurraron:
-Vamos, nada de bromas y psanos alguna cosa.
Entonces, Pulgarcito se puso a gritar de nuevo con todas sus
fuerzas:
-S, quiero daros todo; slo tenis que meter las manos.
La cocinera, que ahora oy todo claramente, salt de su cama y se
acerc corriendo a la puerta. Los ladrones, atemorizados, huyeron
como si los persiguiese el diablo, y la criada, que no vea nada,
fue a encender una vela. Cuando regres, Pulgarcito, sin ser
descubierto, se haba escondido en el pajar. La sirvienta, despus de
haber registrado todos los rincones y no encontrar nada, acab por
volver a su cama y supuso que haba soado despierta.
Pulgarcito haba trepado por la paja y en ella encontr un buen lugar
para dormir. Quera descansar all hasta que se hiciese de da para
volver luego con sus padres, pero an habran de ocurrirle otras
muchas cosas antes de poder regresar a su casa.
Como de costumbre, la criada se levant antes de que despuntase el
da para dar de comer a los animales. Fue primero al pajar, y de all
tom una brazada de heno, precisamente del lugar en donde dorma
Pulgarcito. Estaba tan profundamente dormido que no se dio cuenta
de nada, y no despert hasta que estuvo en la boca de la vaca que se
haba tragado el heno.
-Oh, Dios mo! -exclam-. Cmo he podido caer en este molino?
Pero pronto se dio cuenta de dnde se encontraba. No pudo hacer otra
cosa sino evitar ser triturado por los dientes de la vaca; mas no
pudo evitar resbalar hasta el estmago.
-En esta habitacin tan pequea se han olvidado de hacer una ventana
-se dijo-, y no entra el sol y tampoco veo ninguna luz.
Este lugar no le gustaba nada, y lo peor era que continuamente
entraba ms paja por la puerta, por lo que el espacio iba
reducindose cada vez ms. Entonces, presa del pnico, grit con todas
sus fuerzas:
-No me traigan ms forraje! No me traigan ms forraje!
La moza estaba ordeando a la vaca cuando oy hablar sin ver a nadie,
y reconoci que era la misma voz que haba escuchado por la noche. Se
asust tanto que cay del taburete y derram toda la leche. Corri
entonces a toda velocidad hasta donde se encontraba su amo y le
dijo:
-Ay, seor cura, la vaca ha hablado!
-Ests loca! -repuso el cura.
Y se dirigi al establo a ver lo que ocurra; pero, apenas cruz el
umbral, cuando Pulgarcito se puso a gritar de nuevo:
-No me traigan ms forraje! No me traigan ms forraje!
Ante esto, el mismo cura tambin se asust, suponiendo que era obra
del diablo, y orden que se matara a la vaca. Entonces la vaca fue
descuartizada y el estmago, donde estaba encerrado Pulgarcito, fue
arrojado al estircol. Nuestro amigo hizo mprobos esfuerzos por
salir de all y, cuando ya por fin empezaba a sacar la cabeza, le
aconteci una nueva desgracia. Un lobo hambriento, que acert a pasar
por el lugar, se trag el estmago de un solo bocado. Pulgarcito no
perdi los nimos. Quiz -pens- este lobo sea comprensivo. Y, desde el
fondo de su panza, se puso a gritarle:
-Querido lobo, s donde hallar un buena comida para ti!
-Adnde he de ir? -pregunt el lobo.
-En tal y tal casa. No tienes ms que entrar por la trampilla de la
cocina y encontrars tortas, tocino y longanizas, tanto como desees
comer.
Y Pulgarcito le describi minuciosamente la casa de sus
padres.
El lobo no necesit que se lo dijeran dos veces. Por la noche entr
por la trampilla de la cocina y, en la despensa, comi de todo con
inmenso placer. Cuando estuvo harto, quiso salir, pero haba
engordado tanto que ya no caba por el mismo sitio. Pulgarcito, que
lo tena todo previsto, comenz a patalear y a gritar dentro de la
barriga del lobo.
-Te quieres estar quieto? -le dijo el lobo-. Vas a despertar a todo
el mundo.
-Ni hablar! -contest el pequeo-. No has disfrutado bastante ya?
Ahora yo tambin quiero divertirme.
Y se puso de nuevo a gritar con todas sus fuerzas. Los chillidos
despertaron finalmente a sus padres, quienes corrieron hacia la
despensa y miraron por una rendija. Cuando vieron al lobo, el
hombre corri a buscar el hacha y la mujer la hoz.
-Qudate detrs de m -dijo el hombre al entrar en la despensa-.
Primero le dar un golpe con el hacha y, si no ha muerto an, le
atizars con la hoz y le abrirs las tripas.
Cuando Pulgarcito oy la voz de su padre, grit:
-Querido padre, estoy aqu; aqu, en la barriga del lobo!
-Gracias a Dios! -dijo el padre-. Ya ha aparecido nuestro querido
hijo!
Y le indic a su mujer que no usara la hoz, para no herir a
Pulgarcito. Luego, blandiendo el hacha, asest al lobo tal golpe en
la cabeza que ste cay muerto. Entonces fueron a buscar un cuchillo
y unas tijeras, le abrieron la barriga al lobo y sacaron al
pequeo.
-Qu bien! -dijo el padre-. No sabes lo preocupados que estbamos por
ti!
-S, padre, he vivido mil aventuras. Gracias a Dios que puedo
respirar de nuevo aire freco!
-Pero, dnde has estado?
-Ay, padre!, he estado en la madriguera de un ratn, en el estmago
de una vaca y en la barriga de un lobo. Ahora estoy por fin con
vosotros.
-Y no te volveremos a vender ni por todo el oro del mundo.
Y abrazaron y besaron con mucho cario a su querido Pulgarcito; le
dieron de comer y de beber, lo baaron y le pusieron ropas nuevas,
pues las que llevaba se haban estropeado en su accidentado
viaje.