Puntos de Contacto Entre La Narrativa Historica

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  • Jorge Ibarra

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    no. 26: 130-137, La Habana, julio-septiembre de 2001.

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    Puntos de contactoPuntos de contactoPuntos de contactoPuntos de contactoPuntos de contactoentrentrentrentrentre la narrativa histricae la narrativa histricae la narrativa histricae la narrativa histricae la narrativa histrica

    y literariay literariay literariay literariay literaria

    Los historiadores acudimos de manera invariable a los tropos de la literatura para construir nuestrodiscurso. Usamos metforas, smiles, hiprboles,sincdoques, metonimias y prcticamente todas lasfiguras literarias del repertorio de los poetas y losnarradores. De hecho, no hacemos otra cosa queapelar a los recursos expresivos del habla cotidianay a las figuras arquetpicas de la narracin literaria:picas, satricas, trgicas, cmicas.

    La metonimia de White y La Capra

    La presencia de los tropos y gneros expositivosliterarios en la obra de los historiadores estimul laelaboracin de una teora formal sobre lahistoriografa. En 1973, el historiador estadounidenseHayden White public, con el titulo de Metahistory,su ensayo general sobre la produccinhistoriogrfica. En el prlogo postulaba que lasprincipales historias y filosofas de la historiapublicadas en el siglo XIX y estudiadas por lencerraban

    un profundo contenido estructural, generalmente potico,y especficamente lingstico en su naturaleza, y el cual sirvecomo un paradigma precrticamente aceptado de lo queuna explicacin distintivamente histrica deba ser.1

    O sea, tena aplicacin en casi todos los trabajoshistricos, ensayos, sntesis, monografas, que sepropusieran contar una historia, o explicar un procesoo un conjunto de hechos. La gnesis del discursohistoriogrfico se encontraba de acuerdo conWhite no solo en los tropos (metforas, smiles...) yarquetipos estilsticos referidos (stiras, tragedias...), sinotambin en los modos explicativos de la argumentacinhistrica (formales, organicistas, mecnicos,contextuales). A partir de la constatacin de la presenciade esas figuras literarias y modos explicativos en lasobras historiogrficas del XIX, White pasaba, sin msprembulos, a establecer una teora de la formacin oconstitucin del discurso historiogrfico, el cual, segnl, era con frecuencia el resultado de un procesoinconsciente.

    Llama la atencin, sin embargo, que el positivismoy el marxismo en tanto corrientes del pensamientoconstitutivas de las ciencias sociales del siglo XIX as

    Historiador. Miembro del Consejo Editorial de Temas.

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    como sus mtodos, procedimientos y categoras, noaparecieran en la gnesis de la historiografa moderna.De hecho, cuando estudi la figura de Marx entre losfilsofos de la historia del siglo XIX, White definira elorigen de su obra en determinadas configuracionesliterarias. No tom en consideracin tampoco el hechode que Marx fue, ante todo, un cientfico social querechaz de manera explcita la orientacin idealista dela filosofa de la historia de su poca.

    A partir del paradigma referido, White abord demanera parecida el estudio de Michelet, Ranke,Tocqueville, Burkhardt, entre los historiadores, y deHegel, Nietzche y Croce, entre los filsofos de lahistoria. Al estudiar a estos autores, se haba sentidoinclinado segn sus propias palabras a

    postular un profundo nivel de conciencia, en el cual elpensador histrico selecciona una estrategia conceptual dela que se vale para explicar o representar sus datos. En estenivel, creo que el historiador efecta un acto esencialmentepotico, en el que prefigura el campo histrico y lo constituyecomo un dominio sobre el cual aplicar las teoras especficasde las que se valdr para explicar lo que estaba en realidadsucediendo. [...] Este acto de prefiguracin, puede a su vez,tomar un nmero de formas, los tipos de los cuales soncaracterizables por los modos o maneras lingsticas en losque son moldeados.2

    Estas formas eran como enunciara acontinuacin los tropos, como la metfora, lametonimia y la sincdoque, as como la irona. Comopara que no hubiera dudas del carcter prefigurativo,inconsciente, que le atribua a la gnesis de la narrativahistrica, White coloc su obra bajo el exergo de GastonBachelard: uno solo puede estudiar sobre lo que unoantes ha soado.

    Despus de aseverar que los filsofos no habanesclarecido hasta qu punto la historia poda serconsiderada una clase de ciencia, sin dejar sentado queconstituyera algo definido, postulaba en Topics ofDiscourse, escrito en 1978, que la historia era una fictionmaking operation. Se trataba entonces de que

    [L]a historia no aportaba ms o menos conocimiento delo real, y que era completamente ilusorio querer clasificar laobra de los historiadores en funcin de criteriosepistemolgicos, indicando su mayor o menor pertinenciaa rendir cuentas de la realidad pasada, que era su objeto.3

    A manera de resumen, se estableca que las narrativashistricas eran ficciones verbales, invenciones, que tenanrelacin solo con sus contrapartes en la literatura y nocon las ciencias sociales.

    A pesar de esta posicin negativa frente a los avancesy progresos de la disciplina histrica en la segunda mitaddel siglo XX, as como a la incorporacin, a la dimensintemporal del relato, de los mtodos y procedimientosde la sociologa, la economa, la demografa, lalingstica, etc., White propona que se integrasen los

    aportes de la crtica literaria y la narrativa comofundamentos del anlisis histrico. A su modo de ver,este acercamiento contribuira decisivamente a que lahistoriografa pudiera finalmente aprehender su objeto.En ese sentido, l y su seguidor Dominick La Caprapensaban que esta nueva alianza deba concentrar suenfoque en el papel que desempea el lenguaje en lasdescripciones y concepciones de la realidad histrica.Una mayor atencin a los procesos creativos de lanarrativa literaria deban hacer ms innovadores yconscientes de sus limitaciones a los historiadores. Deah que sugirieran que se buscasen modos alternativosa la comprensin histrica del mundo. La historiografahaba quedado encerrada en los paradigmas del sigloXIX y no haba incorporado los avances de la crticaliteraria y otras ciencias. Los tabes de la profesinproscriban las introspecciones de la literatura y el arte,en tanto les imponan a los historiadores la obligacinde enfatizar las distinciones entre la ficcin y el hechohistrico. La dimensin imaginaria deba desempearun papel decisivo en la descripcin de los hechos.

    Desde luego, los escritores de historia y de ficcindependen del ejercicio de la imaginacin, una vez queestos gneros son constructos de la mente humana. Perode lo que se trata es de que difieren fundamentalmenteen cuanto a las reas en las que esta debe ser ejercitadalegtimamente. Al respecto, Lawrence Stone hadestacado que el novelista y el creador de ficcin usansu imaginacin para crear sus datos bsicos: personajes,dilogos, tramas, acciones. Ahora bien, para loshistoriadores resulta imposible inventar o imaginarsehechos que no sucedieron. Su materia prima loshechos histricos no puede ser inventada. Laimaginacin desempea un papel clave en laformulacin de las hiptesis histricas, en lareconstruccin del objeto, en los criterios y tcnicasempleados para descubrir las falsedades. De ese modo,la fantasa del historiador se aplica en aquellas reas delproceso investigativo y de elaboracin textual, en lasque sus colegas de otras ramas de las ciencias sociales,los arquelogos, etnlogos, socilogos, economistas,ejercitan la suya.

    La negativa a reconocer que la historia es unadisciplina razonada, con criterios de exclusin e inclusinracionales, descubra ms de un flanco abierto en lapercepcin de los estudiosos literarios estadounidenses.La Capra se ha sentido obligado a reconocer quemientras la mayora de los historiadores localizaran larealidad en determinismos econmicos, sociales opolticos, White alega descubrirla rgidamente en lostropos que le dan forma a la escritura histrica; peroen este caso el deseo metafsico de alcanzar unapresencia completa, una significacin omnicomprensivay una explicacin total, opera como una presuncin no

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    fundada, ni examinada. De hecho, para White las figurasy tropos literarios constituyen no solo la gnesis de lahistoriografa, sino tambin la llave de acceso principala la realidad histrica.4 La oposicin de los conceptosde las ciencias sociales a los tropos literarios apenas sontratados, en tanto parece fundirlos en una sola cosa.Por eso aplaude la obra de Foucault, ya que piensa queel propsito en sus estudios de la evolucin de lasciencias humanas es descubrir las estrategias figurativas(y ltimamente mticas) que sancionan los ritualesconceptuales en las que esas ciencias indulgencaractersticamente.5

    Los problemas que se derivan del empleo de lostropos en los textos de las ciencias histricas y socialesestn menos vinculados con su riqueza significativa quecon el hecho de que frecuentemente mienten sinremedio. A diferencia de los mitos, que conservanelementos reales, genuinos, los tropos aseveran serciertas cosas falsas. Se ha sealado que mientras msfalsos, ms efectivos son. El poder de las metforas sederiva precisamente del juego existente entre lossignificados discordantes que impone simblicamenteen un marco conceptual unitario, y del grado en queesa coercin es exitosa al superar la resistencia psquicadel pblico al que est dirigida.6 Si por alguna razn lahistoria puede proclamar que es una disciplina cientfica,es por su oposicin a admitir un vocabulario queadultera la esencia de los hechos. Cuando los troposfuncionan, transforman una falsa identificacin en unaanaloga, y cuando no tienen repercusin se conviertenen extravagancias, como destaca Geertz. Hay metforascon un gran poder de convencimiento, en tanto hansido propagadas por los medios de comunicacinmasiva como una versin nica de los hechos y handevenido verdades evidentes para miles de personas.En Cuba, tropos como la trata de haitianos, laesclavitud de los haitianos, divulgados por la burguesaplantacionista republicana de occidente, que importababraceros canarios para la zafra, se convirtieron enevidencias irrefutables para muchas personas, al tiempoque retroalimentaban el mito del peligro negro. Todavaalgunos historiadores se hacen eco de estas metforas.Otros tropos de gran valor persuasivo circulados enlas condiciones prcticamente monoplicas de la prensaburguesa en la Repblica, eran los relacionados con la

    presencia de los comunistas cubanos en la arena poltica.Se deca que estos haban sido comprados con el orode Mosc, cuando es conocido que la ayudaeconmica proveniente de la Unin Sovitica, en ciertascondiciones difciles, era empleada en cuestionesorganizativas elementales para la actividad poltica, ylos dirigentes vivan en condiciones de extremamodestia. Estos tropos encontraban caldo de cultivoen la errnea poltica en que se incurra, en algunasocasiones, de sacrificar intereses nacionales del partido,en aras de acatar consignas trazadas desde Mosc. Lasmetforas no son los nicos recursos estilsticos de losque se sirve la ideologa,7 pero su aceptacin acrticaresulta inadmisible para las ciencias histricas y sociales.

    Razn vs. emocin

    El empleo de las expresiones figurativas del lenguajeen el texto histrico no implica siempre una rupturacon el tono racional y fundamentado de la exposicin.A los procedimientos lgicos de la investigacin, lessucede con frecuencia la utilizacin de formas expresivasliterarias en el discurso histrico. De ah que un crticohistoriogrfico tan ponderado y ecunime comoTheodor Schieder haya asegurado que, en la novelsticay en la poesa,

    no se cala la esencia de las cosas mediante la abstraccinconceptual, sino mediante la descripcin artstica. Elhistoriador no puede renunciar totalmente a esos mediosy debe aplicarlos con cuidado. El detenerse en la expresinartstica no es propiamente una forma cientfica deenunciado y puede ser, en ltimo caso, trada a cuento enforma complementaria, y en segundo lugar el historiadorno puede aplicar este medio libremente como el poeta,sino solo en la medida en que sus fuentes ponen en susmanos algo para ello.8

    No obstante, a modo de conclusin, postulaba queen la historia prevaleca el lenguaje conceptual racional.

    El maestro de la historiografa contempornea,Marc Bloch al comentar el juicio segn el cual aLeibiniz le sentaban las definiciones exactas, lo que leprivaba de la agradable libertad de abusar en ocasionesde los conceptos, deca que no poda aseverar queesa libertad fuera agradable, pero ciertamente estabaconvencido de que era peligrosa. Su cautela, a propsito

    Desde luego, los escritores de historia y de ficcin dependendel ejercicio de la imaginacin, una vez que estos gnerosson constructos de la mente humana. Pero de lo que se trataes de que difieren fundamentalmente en cuanto a las reasen las que esta debe ser ejercitada legtimamente.

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    de la sobrecarga emocional de ciertas formas expresivasliterarias, se manifestaba cuando reiteraba: mucho mspeligrosos son los efluvios emotivos de los que nosllegan cargadas tantas palabras. En el lenguaje, laspotencias del sentimiento rara vez favorecen laprecisin.9 Los historiadores literarios clsicos, que secomplacan en hacer resplandecer en sus exposicionessu espritu y su estilo, como si la historia fuera el campopropicio para sus virtuosismos, pasaron a mejor vida.La retrica de quienes no podan brillar con lucespropias en la literatura, y se trasladaban a la historia conla esperanza de ser reconocidos en un campo msfavorable, se conjugaba, por lo general, con una dbilpercepcin y sensibilidad histrica.

    En ciertos medios literarios se rinde culto todavaal brillante estilo expositivo de los relatos histricosnovelados de Emil Ludwig y Stefan Zweig. Solo quetales relatos no tenan por objeto reconstituir losprocesos histricos en sus lneas fundamentales, ni laverdad ms ntima de sus personajes, sino aportar unavisin personal del mundo a partir de evocacionesnostlgicas. En ese tipo de relatos se encuentran estudiosbiogrficos como el de Jorge Maach sobre JosMart,10 en el que el conocimiento de las motivacionesfundamentales del protagonista histrico es relegadoen ocasiones en aras de un discurso literarioestticamente logrado. No es ese el caso de Emilio Roigde Leuchsenring, cuyo discurso, a juicio de Ral Roa,pecaba de pobreza expositiva, pero cuyasinvestigaciones histricas reconstruyeron, en algunamedida, el discurso patritico y antimperialista de lasgestas independentistas. Si se tratase de elegir quin hizoun aporte ms importante y duradero a la historiografapor no hablar de su contribucin inestimable a lasluchas del pueblo cubano, muy pocas personaspondran en duda que ese mrito le correspondi alHistoriador de la Ciudad de La Habana. No faltarahoy algn editor trasnochado que, a ttulo de defensorde las bellas letras, prohibiese la publicacin de suslibros, de igual manera que otros colegas de la profesinhistrica. A fuer de justo, tendra entonces que vedar laedicin de otros tantos narradores literarios, entre loscuales los talentos y las mediocridades se encuentran enparecida proporcin que entre los historiadores.

    Nos encontramos, sin embargo, ante el hechoevidente de que uno de los dficits ms evidentes de lanarrativa histrica cubana est relacionado con sucapacidad de expresar de una manera estimulante einteresante sus resultados. La situacin de la escriturahistrica nos lleva a revalorizar algunas de las sugerenciashechas por White y La Capra a los historiadores. Conindependencia de sus posiciones negativas sobre ladisciplina histrica, expusieron algunas cuestiones quepudieran contribuir a un acercamiento y enriquecimiento

    mutuo de perspectivas. La literatura sugiere modosalternativos de conocer y describir el mundo, y usa ellenguaje por imgenes para representar las categorascomplejas de la vida, el pensamiento, las palabras y laexperiencia. El gran valor de la literatura moderna radicaen su disposicin a explorar el movimiento del lenguajey el significado, en todos los aspectos de la vida socialy poltica, y en la experiencia personal, aparte de susestrategias narrativas y sus renovadas contribuciones ala intriga o trama literaria. Los escritores creativos hanido mucho ms all de la visin esttica quedemandaba representaciones copiadas de la realidady se percatan de que todas las descripciones del mundoestn sujetas a la revisin crtica y a su superacin, sindejar de responder a las expectativas de su pblico.

    Si bien la historiografa ha dado grandes pasos desdela fundacin de la escuela de Anales, al integrar losavances y las preocupaciones de las ciencias sociales asu campo de estudio, los problemas relacionados conla escritura propiamente dicha (o sea, con laconstruccin de la narrativa y la intriga), no han sidodiscutidos en profundidad.11 A eso puede habercontribuido, sin dudas, el criticismo negativo de Whitey La Capra, ante sus logros y avances en el decursar delsiglo. Una primera cuestin trada a discusin por White,es que, a su juicio, el punto de partida ms apropiadopara la narrativa histrica debe ser el reconocimientode que no hay tal cosa como un nico punto de vistacorrecto de cualquier objeto bajo estudio, sino [...]muchos puntos de vista correctos, cada uno de los cualesdemanda su propio estilo de representacin.12 Estaconcepcin pluralista ofrece una variedad de ventajas einconvenientes, incluyendo una mayor sensibilidad a lainevitable diversidad de perspectivas de la vida social.El historiador que trabajase bajo esa concepcin, podaser visto como uno que, tal como el artista moderno oel cientfico, busca explotar una variedad de perspectivasdel mundo sin pretender agotar la descripcin o elanlisis.13

    La diversidad de puntos de vista, deba romper condos principios esenciales del relato histrico tradicional:el punto de vista unificado o nico y el narradoromnisciente. Otra sugerencia de White cuestiona lascategoras del sentido comn en las que se basaba lacomprensin histrica en la historiografa moderna. Elartista moderno ha enseado ya cmo la investigacinde lo no familiar cambia la forma en que entendemosel mundo, y desde su perspectiva no haba razn(excepto el miedo a la ideologa) para evadir estosproblemas. Tal concepcin de la historiografa esconsistente con los objetivos de mucha de la poesacontempornea o al menos reciente objetivos queacentan la importancia de percibir la extraeza de lascosas ordinarias.14 Esa posicin no est alejada de los

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    criterios de Carpentier, para quien cuanto msinverosmil le pueda parecer un acontecimiento (en misnovelas) puede usted estar seguro que es tanto mscierto.15

    Qu tipo de acontecimientos humanos pueden sertrado a la consideracin del saber historiogrfico envirtud de estos mtodos? Hasta qu punto esos hechosanmalos o inverosmiles, constituyeron en el pasadofenmenos cargados de consecuencias histricas? Eneste punto, White no elude la posibilidad de que laatencin a lo no acostumbrado o no familiar produzcaefectos desconcertantes entre sus lectores, pero loconsidera inevitable si se quiere progresar en laconstruccin de un relato que rompa con las tendenciasunidimensionales en boga. Estas nuevas formas, segnsu proponente,

    les permitiran a los historiadores concebir la posibilidadde modos de representacin impresionistas, expresionistas,surrealistas (quizs) hasta modos de representacinaccionistas para dramatizar la significacin de datos quehan descubierto, pero que demasiado frecuentemente leses prohibido considerar seriamente como evidencia.16

    El principio en el que se sustenta la propuesta essumamente polmico. Hasta qu punto estarepresentacin reconstituir el objeto en s o lodistorsionar, es la preocupacin gnoseolgica que nosasalta. En ese sentido, el relato literario de EduardoGaleano sobre la evolucin histrica del continenteamericano,17 parece encontrarse en los lmites de todosestos ensayos de renovacin de la narrativa histrica.Hasta qu punto puede considerarse propiamentehistoria la versin literaria del escritor sudamericanodel devenir de nuestra Amrica? El carcter pedaggico-literario de su relato, sin dudas ha contribuido ms alconocimiento de hechos fundamentales de nuestrahistoria que cientos de manuales tradicionales. Lagrandilocuencia de su esquema pico-histrico,sustentado por una concepcin progresista yrevolucionaria de la historia, no se aparta, endeterminados momentos, de la explicacin racional ymeditada de la vida, aspiraciones y sueos de millonesde seres humanos en las distintas coyunturas de sutrayectoria. Resulta muy difcil cuestionar o impugnarese modo alternativo de hacer historia, esa sntesisgrandiosa de nuestro acontecer, en tanto enriquecenotablemente la concepcin de la sociedad de millonesde seres humanos.

    La Capra, por su parte, ha propuesto el empleo dela farsa y la comedia en el relato histrico, a los efectosde representar ciertos momentos grotescos de laexistencia histrica. Para eso se ha apoyado en el Marxde El dieciocho brumario, cuyo relato ha develado el sentidopardico e irnico de la vida poltica francesa demediados del XIX. Hay que rerse tambin de la historia

    cuando lo amerita, nos dice La Capra. El sentido delchoteo cubano atraviesa tambin muchos relatoshistricos de la Repblica. Los historiadores no hanpodido sustraerse del discurso festivo, amargo y jocosode la vida republicana, y han dedicado largos pasajes ladescomposicin existente.

    En una descripcin que hago sobre las actitudes deOrestes Ferrara en el curso del alzamiento liberal de1906, en mi libro Partidos polticos y clases sociales... escribo:

    El aventurero italiano Orestes Ferrara lograba unirse a laspartidas de Las Villas, despus de una serie de peripeciasdignas de Tartarn de Tarascn. Las pginas de la revistailustrada El Fgaro contenan fotografas del romnticocondottieri en campaa, ilustrativas de una entrevista suyadirigida a un pblico femenino, en la que exaltaba la bellezade la mujer cubana y no haca referencia a la grave situacinexistente.18

    Ferrara no sale muy bien parado en estasdescripciones de sus andanzas, las que reflejan, en ciertosentido, aspectos de la mentalidad de la poca. Desdeluego, este lenguaje solo estara justificado cuando sehubiera fundamentado la existencia de los fenmenosque se caricaturizan o ironizan. De todos modos, secorre el riesgo de que el lector considere que se le estintroduciendo subrepticiamente un sentido al relato, quede algn modo no comparte. Debe pensarse tambinque el receptor quiere llegar a conclusiones por su propiacuenta, y el narrador omnisciente le impone las suyas.Por eso, el sentido irnico debe suministrarse en muypequeas dosis y de manera muy matizada, cuandoalgo pudiera ameritarlo, de manera excepcional. Laapasionada toma de partido por o contra lastendencias histricas o personalidades que lasencarnan le resta objetividad al relato. Recordemosla frase con la que Lucien Febvre cerr su polmicacon Seignobos: su sinceridad, su honestidad, qu meimportan? Lo nico que me interesa es que mefundamente o demuestre lo que se propone evidenciar,no sus juicios morales.19

    Aunque La Capra conceda que pudiera no serdeseable que los historiadores emulasen con todas lasestrategias de las novelas modernas, favorecaclaramente la actitud crtica de tales convencionesnarrativas, como el punto de vista nico o unificado, lacronologa y el narrador omnisciente.

    El relato rgidamente cronolgico de una sucesinde acontecimientos tiende, en determinadascircunstancias, a tornarlo inspido y aburrido. Lanarrativa y la cinematografa han superado hace muchotiempo esas limitaciones mediante la tcnica del flashback, entre otras. Acaso no puede el historiadorretrotraerse o avanzar en el tiempo, emplear ese ir yvenir del discurso literario para romper, a veces, con eltedio del relato estrictamente cronolgico?

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    Hay, desde luego, estrategias narrativas como elmonlogo interior de Joyce que pudieran centralizarel relato de la vida ntima de un personaje histrico.Personalidades que legaron diarios y una variada y ricacorrespondencia de su vida poltica, familiar y personal,como Carlos Manuel de Cspedes, Jos Mart yMximo Gmez, pudieran ser tratadas o evocadas, apartir de la prolija documentacin existente, con lastcnicas de Joyce. Los mtodos de la microhistoriapudieran contribuir tambin a enriquecer estasperspectivas tomadas de la narrativa literaria. Ladificultad radicara, por supuesto, en que el historiadortendra que interiorizar toda la experiencia de vida delprotagonista histrico aportada por la documentacin,y reproducir de manera automtica, subconsciente,mediante la escritura, las actitudes emocionales de estecon respecto a los hechos que vivi.

    El historiador no est obligado, como el juez, adictar sentencia sobre el objeto de su competencia.Cuando no est convencido de que tiene a su favortodas las evidencias necesarias para llegar tentativamentea ciertas conclusiones, puede limitarse a presentar lainvestigacin en el estado en que se encuentra, comouna hiptesis inconclusa que pudiera ser dilucidada porl u otros investigadores, cuando accedieran a nuevasevidencias. Como no est comprometido a dar undictamen final, puede tambin reconstruir los hechos apartir de dos hiptesis distintas que prefiguren versionesdiferentes, sobre las cuales no se puede resumir susentido final. No estara haciendo otra cosa que un finalabierto, como en la cinematografa y la literatura, cuandono se sabe el desenlace de la trama, pero se deja que elespectador o el lector llegue, por su cuenta, a lasconclusiones.

    El historiador puede ser uno de los protagonistasdel relato, y su bsqueda como investigador constituirparte de la trama o intriga del relato, o una subtramade este. Tal es el caso de Roots, escrito por Alex Haley,un historiador negro estadounidense, que se proponereconstruir la vida de su familia a partir deinvestigaciones realizadas por l mismo en archivos ysobre el terreno, en distintas aldeas africanas. A lasexpectativas que genera la bsqueda en los archivos, sesuman las tensiones que engendra el conocimiento delas vicisitudes, venturas y desventuras de una familia de

    esclavos en el pasado. En tanto aventura delconocimiento, el relato histrico se torna ms interesantey despierta curiosidad en el lector. En un sentidoparecido ha trabajado el historiador cubano RodolfoSarracino reconstruyendo el regreso a frica deesclavos que trabajaron en plantaciones cubanas. Adiferencia del qumico o el fsico que debe consignaren su dossier o protocolo investigativo todos los pasosque sigui, los procedimientos y tcnicas empleados yla evolucin de su objeto de estudio, el historiadorno se siente obligado a describir o explicar la trayectoriade su investigacin. Hasta qu punto las investigacionesde un cientfico o un artista pueden constituir una tramaamena y atractiva, lo podemos comprobar en pelculasde corte biogrfico sobre las vidas de Freud, Pasteur,o los Curie. Andrej Wadja llev al cine un filme sobreEl capital, de Marx, que titul La tierra prometida.

    Cualquier investigacin histrica constituye unaaventura del pensamiento capaz de animar, de por s,cualquier relato histrico. En Partidos polticos y clases socialesme propuse seguir ese camino, pero no pude atenermea l hasta el final. Me dej llevar por la escritura,abandonando el propsito de dar cuenta de losprocedimientos que haba seguido como investigador.De ese modo, no pude conducir al lector por losproblemas heursticos que se me fueron planteando demanera sucesiva, as como por las dudas y certidumbresque me acompaaron en el camino. En ciertosmomentos, continuamos la prctica de trasmitir losresultados como un artculo de fe, desde la posicinprivilegiada que disfrutamos como autores.

    Llegamos as a las proposiciones de Whiteencaminadas a subvertir el punto de vista nico ounificado y el narrador omnisciente, a partir de unavariedad de posibles perspectivas. En realidad suscriterios tienen su origen en ciertas ideas de Nietzche alrespecto. Este haba atacado la creencia de que elproceso histrico tena que ser explicado o insertadoen una sola trama o intriga, de una maneradeterminada20 por lo que llamaba la atencin sobre laposibilidad de mltiples perspectivas histricas. Deacuerdo con White, el filsofo alemn haba divididoen dos los modos en que los hombres miraban lahistoria: el que negaba la vida y pretenda encontrar unnico y eternamente verdadero o apropiado modo de

    La fantasa del historiador se aplica en aquellas reas delproceso investigativo y de elaboracin textual, en las quesus colegas de otras ramas de las ciencias sociales, losarquelogos, etnlogos, socilogos, economistas, ejercitanla suya.

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    mirar el pasado y el que se arraigaba en la vida yreconoca la diversidad histrica, valindose de tantasvisiones de la historia como de proyectos de captar elsentido real de los seres humanos como individuos. Elprimer modo era, segn Nietzche, otro vestigio de lanecesidad cristiana de creer en un solo y verdaderoDios.

    Lloyd S. Kramer ha reconocido que muchoshistoriadores probablemente coincidiran en que podrahaber muchos puntos de vista para explicar un procesoo un conjunto de hechos y sin embargo, preferiranexcluir la visin nietzcheana o literaria de la historia real.Esa actitud puede emanar del hecho de que teman laposibilidad de que el uso de perspectivas literarias alejasea la historia de la ciencia. White, sin embargo, tratabade convencer a estos de la legitimidad de formas nocientficas del conocimiento, que tenan su origen en ellenguaje. Asuma que podemos saber muchas cosassobre el mundo dentro del limitante sistema de la lengua.Segn l, el pasado no sera conocido por el tipo deexplicaciones y procedimientos cientficos que aparecenen las ciencias fsicas. Basado en la divisin que hacaentre el conocimiento cientfico y el histrico, Whiteestableca que este ltimo es parecido al que la literaturay el arte nos proporcionan. Los modos alternativoscon los que propona construir el relato no fueronespecificados por l. Ahora bien, la pluralidad coral deBajtn en la que el relato es construido por unavariedad de actores, que dan diversas versiones de loshechos y actan de manera semejante pudieraconstituir esos modos alternativos al unified point of view.

    Las cosas pueden ser elaboradas o construidas dedistinta manera. En la pelcula Rashomon, de AkiraKurosawa, seis testigos presencian un hecho y ofrecenseis versiones de este. No se sabe entonces qu hapasado. Cada espectador acepta aquello que le parecems verosmil o se aviene ms con su personalidad. Enlos juicios que se forman los protagonistas de un hechohistrico sobre el papel que desempe cada cual, serecoge una diversidad de criterios. Cuntas veces elhistoriador no encuentra, entre sus informantes sobreun acontecimiento, una variedad de enfoques? Quinpudiera aseverar que violara las reglas del oficio por elhecho de reconstruir y reproducir esas distintas versiones,a los efectos de que el lector pueda formarse por smismo un criterio sobre lo que realmente sucedi, conindependencia de que ofrezca, si as lo estimaseconveniente, el suyo propio como historiador, sinpretender que sea el juicio definitivo sobre loacontecido? No sera este un modo novedoso yatractivo de interesar al lector en ciertos hechos einvitarlo a colaborar en el proceso de reconstruccinhistrica? No sera una forma de obviar algunas delas certidumbres apodcticas, o repeticiones tediosas de

    una sucesin de hechos, propias del narrador nico,omnisciente y todopoderoso; o sea, del unified point ofview? Otro modo de amenizar el relato histrico, nopodra ser de manera parecida a la forma en que elnovelista norteamericano John Dos Passos intercalababreves relatos histricos en la trama literaria, laintroduccin, por nuestra parte, de breves narracionesliterarias que iluminen el relato histrico?

    Intriga histrica e intriga literaria

    Recomiendo al lector que consulte la comparacinque establece Paul Ricoeur entre la narrativa histrica yla literaria. A juicio del sabio francs, la narrativa histricano se diferencia de la literaria, razn por la cual noentiende por qu los historiadores no se aprovechanms de las tensiones y expectativas que se crean en tornoal acontecer histrico; en fin, del suspenso intrnseco aldevenir histrico, para hacer ms amenos sus relatos:

    La narratividad y la temporalidad estn estrechamenteligadas [...] Un corolario importante de esta hiptesis esque la diferencia entre historia verdadera y relato ficcin noes irreductible y que la funcin narrativa encuentraprecisamente su funcin bsica en su poder de articular,ciertamente de modo diferente, la misma temporalidadprofunda de la existencia [...] A cada rasgo de narratividadpuesto en relieve, ya sea por una reflexin sobre la historia,ya sea por una reflexin sobre el relato de ficcin, lecorresponder un rasgo de temporalidad, puesto enevidencia por el anlisis existencial del tiempo.21

    Es precisamente a partir de estas consideracionesque se llega a la conclusin de que la intriga o tramahistrica es de la misma naturaleza que la literaria. En ladiscusin que sostiene Ricoeur con el historiadorMaurice Mandelbaum, se definen algunos de losaspectos ms relevantes del relato histrico y literario.Segn Mandelbaum, la historia cientfica se definemenos por su origen en el tradicional relato lineal deacontecimientos que por su alejamiento de la formanarrativa. De acuerdo con este, el historiador se interesamenos en contar lo que ha sucedido que en explicarpor qu ha pasado as y no de otra manera. En esesentido, la historia estara mejor definida como actividadexplicativa que narrativa. En lo que a esa argumentacinrespecta, Ricoeur reconoce que es la ms exacta desdeel punto de vista etimolgico. Ahora bien, a l leinteresaba destacar ms los rasgos por los cuales lahistoria era histrica, o sea, los relacionados con el relato,y no aquellos por los cuales era una ciencia. Esacompetencia implicaba, ante todo, el estudio de losrasgos temporales del relato histrico y el literario. Loverdadero de la posicin narrativista es que unacontecimiento es histrico solo si contribuye a laprogresin de una historia susceptible de ser relatada,

  • Puntos de contacto entre la narrativa histrica y la literaria

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    , 2001.

    o sea, a una intriga narrativa. Un hecho fsico, laexplosin de un tanque, que no influye en el curso delos acontecimientos, se distingue de un hecho histricoen que este ltimo tiene un lugar posible en el relato, enla intriga que configura el acontecer. La intriga puedeser, digamos, tanto histrica como literaria. SegnRicoeur, esta definicin recproca del acontecimientoy la intriga, asegura la identidad estructural entre lahistoria y el relato ficticio.22 En virtud de la intriga en tanto constitutiva o configurativa del relato, loshistoriadores y los crticos literarios, motivadosprincipalmente por esta, repudian la concepcincronolgica, lineal, del tiempo vulgar como sucesinde hechos en una sola direccin.

    He presentado algunas sugerencias que pudieran serde utilidad para la ardua y difcil tarea de construir unanarrativa histrica atrayente, que motive al lector. Loimportante es saber quin de nosotros ser capaz deponerle el cascabel al gato y comenzar a renovar nuestrolenguaje.

    Notas

    1. Hayden White, Metahistory. The historical imagination in nineteenthcentury Europe, The Johns Hopkins University Press, Baltimore,1990.

    2. Ibdem.

    3. Hayden White, Topics of Discourse, Essays in Cultural Criticism,Baltimore, 1978, p. 50.

    4. Dominick La Capra, Rethinking Intelectual History, ModernEuropean Intelectual History Reappraisals and New Perspectives,Academic Paperback Editions, Cornell University Press, Londres,1982.

    5. Hayden White, Topics of Discourse..., ob. cit., pp. 46-7.

    6. Clifford Geertz, The Interpretation of Culture, Basic Books Inc.Publishers, Nueva York, 1973, pp. 210-2.

    7. Algunos ejemplos son: metonimia: Todo lo que tengo que ofreceres sangre, sudor y lgrimas, Winston Churchill; hiprbole: Batista,mil aos, Luis Manuel Martnez; oximorn: La cortina de hierro,

    New York Herald Tribune; meiosis: Volver, General McArthur,sincdoque: La Casa Blanca. No siempre las expresiones figurativasliterarias referidas a la poltica estn alejadas radicalmente de larealidad. Cuando se dice, por ejemplo,La guerra es un infierno, nose exagera demasiado.

    8. Theodor Schieder, La historia como ciencia, Ed. Sur, Buenos Aires,1970.

    9. Marc Bloch, Apologa de la historia o el oficio del historiador, ColeccinTextos Clsicos, Caracas, 1986, pp. 168, 170.

    10. Jorge Maach, Mart, el Apstol, ed. Espasa-Calpe, Mxico, D.F.,1942.

    11. Eric Hobsbawm, Has History Made Progress?, On history, Ed.Abacus Books, Londres, 1998.

    12. Hayden White, Topics of Discourse..., ob. cit., pp. 46-7.

    13. Ibdem.

    14. Dominick La Capra, History and Criticism, Ithaca, Nueva York,1985, pp. 122-4.

    15. Fernando Ainsa, Nueva novela historiogrfica y relativizacindel saber historiogrfico, Casa de las Amricas, n. 202, La Habana,enero-marzo de 1996.

    16. Hayden White, Topics of Discourse, ob. cit., pp. 47-8.

    17. Eduardo Galeano, Las venas abiertas de Amrica Latina, Casa delas Amricas, La Habana, 1970.

    18. Jorge Ibarra, Partidos polticos y clases sociales..., Editorial deCiencias Sociales, La Habana, 1992.

    19. Lucien Febvre, Combats pour lHistoire, Libraire Armand colin,Pars, 1952, p. 88.

    20. Hayden White, Topics of Discourse, ob. cit.

    21. Paul Ricoeur, La funcin narrativa y la experiencia humanadel tiempo, La narratologa hoy, Editorial Arte y Literatura, LaHabana, 1969, p. 244-89.

    22. Ibdem, p. 246.