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CRITICÓN, 123, 2015, pp. 133-166. ¿Qué se cuece en tahonas entretenidas? Notas para la enmienda de un pasaje graciano (Criticón, III, 2, C6r)* Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta Ludwig-Maximilians-Universität München Muchos borrones toparàs […], para su enmienda te dexo las margenes desembaraçadas (Gracián, Criticón, III, «Al que leyere», ¶7v) Un alfabeto vivo recorre las páginas de El Criticón entre silencio y voces, cifrando misterios que exigen del lector no solo una labor receptiva, sino creadora. (Egido, 1993, p. 131) No disponemos aún, a día de hoy, de una edición verdaderamente crítica del Criticón , vale decir, una que tenga en cuenta todos los ejemplares tempranos disponibles 1 . Es este, por lo demás, un mal de muchos que afecta a buena parte de los clásicos españoles del Siglo de Oro, al menos a aquellos transmitidos principalmente a * Este trabajo ha podido realizarse merced al apoyo del proyecto de investigación FFI2013-45222-P («La escritura historiográfica en español de la Edad Media al Renacimiento: variantes y variación»), que dirige la profesora Lola Pons Rodríguez en la Universidad de Sevilla. A ella y a Javier Rodríguez Molina les agradezco sus valiosos comentarios a una primera versión de este trabajo, que quisiera dedicar a la memoria de Emilio Octavio de Toledo y Ubieto (1948-2013), lector y conterráneo (entusiasta, en ambos casos) de Gracián, con el agradecimiento de quien pudo vivir de cerca su agudeza y arte de ingenio, si antes amables, ahora memorables. 1 Ultima ahora una edición de estas características un proyecto dirigido por Aurora Egido en la Universidad de Zaragoza (ver Egido, 2009, pp. xxxi, xliii ; Laplana, 2012; González Roldán, 2012, p. 346; Egido, 2014a, p. 474, n. 1). Hasta su aparición, seguirá siendo cierto que, de las obras de Gracián, el Criticón es «el hijastro que reta a mayores desafíos», pues su edición «debe ser continuada y perfilada con nuevos límites y metas, sobre todo los que reclama actualmente la crítica textual» (Egido, 2004a, p. 483).

¿Qué se cuece en tahonas entretenidas ... - cvc.cervantes.es · de la Cogolla (B 174/16) y en el antiguo colegio de agustinos calzados de Ágreda (P-84), es de creer que existió

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CRITICÓN, 123, 2015, pp. 133-166.

¿Qué se cuece en tahonas entretenidas?Notas para la enmienda de un pasaje graciano

(Criticón, III, 2, C6r)*

Álvaro S. Octavio de Toledo y HuertaLudwig-Maximilians-Universität München

Muchos borrones toparàs […], para su enmiendate dexo las margenes desembaraçadas(Gracián, Criticón, III, «Al que leyere», ¶7v)

Un alfabeto vivo recorre las páginas de El Criticónentre silencio y voces, cifrando misterios que exigendel lector no solo una labor receptiva, sino creadora.(Egido, 1993, p. 131)

No disponemos aún, a día de hoy, de una edición verdaderamente crítica delCriticón, vale decir, una que tenga en cuenta todos los ejemplares tempranosdisponibles1. Es este, por lo demás, un mal de muchos que afecta a buena parte de losclásicos españoles del Siglo de Oro, al menos a aquellos transmitidos principalmente a

* Este trabajo ha podido realizarse merced al apoyo del proyecto de investigación FFI2013-45222-P («Laescritura historiográfica en español de la Edad Media al Renacimiento: variantes y variación»), que dirige laprofesora Lola Pons Rodríguez en la Universidad de Sevilla. A ella y a Javier Rodríguez Molina les agradezcosus valiosos comentarios a una primera versión de este trabajo, que quisiera dedicar a la memoria de EmilioOctavio de Toledo y Ubieto (1948-2013), lector y conterráneo (entusiasta, en ambos casos) de Gracián, con elagradecimiento de quien pudo vivir de cerca su agudeza y arte de ingenio, si antes amables, ahora memorables.

1 Ultima ahora una edición de estas características un proyecto dirigido por Aurora Egido en laUniversidad de Zaragoza (ver Egido, 2009, pp. xxxi, xliii; Laplana, 2012; González Roldán, 2012, p. 346;Egido, 2014a, p. 474, n. 1). Hasta su aparición, seguirá siendo cierto que, de las obras de Gracián, el Criticónes «el hijastro que reta a mayores desafíos», pues su edición «debe ser continuada y perfilada con nuevoslímites y metas, sobre todo los que reclama actualmente la crítica textual» (Egido, 2004a, p. 483).

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través de una tradición impresa2. Bien puede ser que el cotejo de las variantes contenidasen los diversos ejemplares conservados de una princeps depare, en no pocas ocasiones,escasas sorpresas o ninguna3. En el caso de la tercera parte del Criticón, en cambio,dicho cotejo se impone como una tarea ecdótica insoslayable.

Para El Criticón. Tercera parte: en el invierno de la vejez (Madrid, Pablo de Val,1657), los editores modernos —me refiero aquí, claro está, solo a aquellos que hanconsultado directamente los testimonios y especifican cuáles— se han basado en uno uotro de estos dos ejemplares: el de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense(FFL res 852) y el de la Biblioteca Nacional de Madrid (R/34751, olim 5/5276); peroeste segundo —lo sabemos desde hace más de quince años— «es de edición distinta»,contrahecha en fecha incierta4, aunque sin duda no lejana de la primera edición, ytextualmente representa, como veremos inmediatamente, un aberrante descriptus aplana y renglón que suma a los numerosos errores observables en el otro ejemplar unaconsiderable porción de descuidos propios; las ediciones filológicamente recomendables,pues, remiten todas por ahora a un exemplar unicum5, aunque hay unos cuantos más,conocidos y por conocer, que aguardan consideración crítica6 para que podamos

2 «[U]na edición rigurosa debiera implicar la utilización, y cotejo por ello, de todos los ejemplaresexistentes» (Ferrario, 1998, p. 579), pues, como ya advertía Blecua, 1983, p. 173, «es frecuente hallarejemplares de una misma edición con diferencias incluso muy notables», ya que «cada ejemplar de unadeterminada edición es en sí un testimonio diferente de sus compañeros salidos ese mismo día de la mismaimprenta» (Botta y Lobera, 1995, p. 24; ver Botta, 2005, p. 148): para un amplio conjunto de ejemplos delSiglo de Oro español, ver Rico, 2000; Botta, 2005; Lucía, 2005; Moll, 2011. Pero ni siquiera para el Quijotese ha hecho hasta fecha muy reciente «el trabajo editorial básico de realizar un censo de los ejemplares de lasprinceps en existencia» (Urbina, 2009, p. 457; véase ya el llamamiento de Eisenberg, 1997); para dicho censo,véase ahora PrinQeps1605, 2010-2011.

3 Es notorio el debate en torno al papel que puede desempeñar la filología material en el esclarecimientode loci critici del Quijote: véase, frente al entusiasmo de Rico, 2005, el escepticismo de Urbina, 2009, pp. 455-457, o de Sevilla, 2008. Y poco fruto se obtiene, por ejemplo, del cotejo de los ejemplares tempranos delMarcos de Obregón, lo que ha llevado a algún autor a cuestionar incluso la relevancia ecdótica de labibliografía textual, pues «[l]a utilización de las técnicas del arte [tipográfico, se entiende] no se puede sometera sistema» (Lucero, 2009, p. 174).

4 La cita es de Moll, 1997, 120; ver también Moll, 2001, pp. 91-92.5 El testimonio madrileño de la Biblioteca Marqués de Valdecilla perteneció a Julio Cejador y procede,

como indica una anotación en su portada, de una «librería del combento de Logroño» (Egido, 2009, p. xxx).Puesto que el Catálogo Colectivo del PatrimonioBibliográfico registra otros ejemplares de 1657 en San Millánde la Cogolla (B 174/16) y en el antiguo colegio de agustinos calzados de Ágreda (P-84), es de creer que existióuna cierta difusión de la obra por bibliotecas conventuales, quizá más localizada en territorios no muydistantes del triángulo Zaragoza-Calatayud-Tarazona, donde la fama del jesuita debió ser mayor en unprincipio. Esta Tercera parte, no obstante, pronto llegaría lejos, como muestra su presencia en el inventario (de161 entradas) de la biblioteca de Baruch de Spinoza realizado a la muerte del filósofo en 1677 (ver Totaro,2007).

6 Son conocidos desde hace tiempo los dos ejemplares de 1657 en la Bibliothèque Nationale de France(signaturas Y2.40084 y Z.13265; Moll, 2001 los considera auténticos representantes de la princeps) y el de laBritish Library de ese mismo año (signatura�08407.e.8 de la colección general; en la Library of Congress deWashington, bajo la signatura Z1012 .M6 1950 no. 156, existe una fotocopia de este testimonio yamencionada —y posiblemente consultada— por Romera, 1938, p. 62). Los tres se citan en Laplana, 2010, p.622, pero no el emilianense y el agredano aludidos en la nota anterior ni el que figura en el catálogo de laNationalbibliothek de Viena (*48.W.59), igualmente mencionado por Romera, 1938, p. 62. Norberto CuestaDutari poseía un ejemplar, adquirido en Gerona, que no figura en el catálogo electrónico de la Universidad deSalamanca, a la que cedió su biblioteca: pudo cotejarlo con el de la Nacional de Madrid y con uno de los de

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acercarnos al desiderátum formulado hace ya sesenta años por Cuesta: «Labor previa,absolutamente precisa, […] es cotejar minuciosamente todos los ejemplares conservadosde las primeras ediciones»7.

Como ejemplo característico del modo en que las lecturas incorrectas «se adensan entupidísima maraña» en El Criticón, Cuesta menciona precisamente dos capítulos o crisisde la Tercera parte: la segunda, «El estanco de los vicios», con hasta 73 errores «detodos los tamaños», según él; y la tercera, «La verdad de parto», con nada menos que90 errores8. Con independencia de la sustantividad de tales recuentos9, este autor parecehaber sido ya consciente de la particular indolencia con que se imprimió originalmentela última parte del tríptico graciano. La confirma el manejo del que, hasta el momento,es el único instrumento ordenado de que disponemos para adentrarnos en la varia lectiode los ejemplares fechados (auténticamente o no) en 1657: el valioso trabajo de SánchezLaílla que reúne los errores del ejemplar de la BNE, que ahora pueden contrastarsecómodamente con el facsímil del testimonio complutense editado por Egido10. Lasiguiente tabla recoge el fruto de esa comparación para el breve espacio de algo menosde dos cuadernillos, o las apenas 28 páginas que componen la segunda crisi11.

París, observando la afinidad con este frente a aquel (Cuesta, 1955, p. 23). Como este último, otros ejemplaresaún podrían emerger: el 9 de octubre de 2012, por ejemplo, Encuadernaciones Ex-Libris, S. L. (La Coruña)remató en 9.000 euros un lote con las tres principes de las respectivas partes del Criticón, esto es, conagrupación semejante al adquirido por Cuesta o por la British Library.

7 Cuesta 1955, p. 20.8 Cuesta, 1955, pp. 19-20.9 Referidos, por lo demás, no a las primeras ediciones, sino a la del jesuita Ismael Quiles para la colección

Austral (Madrid, 1948).10 Ver, respectivamente, Sánchez Laílla, 2001a y Egido, 2009.11 Figuran subrayados algunos casos adicionales que he podido comprobar directamente sobre el ejemplar

de la BNE. He destacado en negritas los casos en que yerran los dos ejemplares, añadiendo en la últimacolumna alguna aclaración entre corchetes en los ejemplos más necesitados de ella. He descartado algún casoaducido por Sánchez Laílla, 2001a, en que no creo necesario interpretar que hay error: así ocurre, porejemplo, con farfante (D3v, 54, 17), adjetivo aplicado al guía «de la lengua horadada» que traen los dosejemplares y que no es necesario corregir en farsante (por mucho que también se le denomine «farsante guia»en C7v, 46, 26), pues farfante ‘fanfarrón, presuntuoso’ aparece en otras obras del periodo y, sobre todo, dosveces más en la tercera parte del Criticón, una de ellas con aprovechamiento muy graciano del trueque devocablos y grafías (ese alta por efe): «aurà dicho alguna chancilla de las que se vsan, algun farfante» (VII,M4v, 184, 15-17); «el Rey Francisco el primero de la Francia, estendiendo a la par ambas reales manos a losSabios, y a los valerosos, y no a los farfantes, ni farsantes» (VI, K8v, 160, 6-9). Prescindo también de loscasos, recogidos en lista separada por Sánchez Laílla, 2001a, p. 316, en que falta o no resulta bien visiblealgún carácter en el ejemplar de la BNE, pero no en el de la UCM (mo[ç]os, 33,19; despe[j]ar, 37, 2; J[au]ja,40, 22; so[b]re, 48, 7); existen casos a la inversa, en que solo el ejemplar complutense delata un tipo que saltódel molde o estaba insuficientemente entintado: pred[i]quen (35, 3); verid[i]cos (41, 21-22).

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Pasaje BNE UCM

[B6r] 27, 24 confusiion confusion

[B6v] 28, 1 con dificul-/tad [B6v] tan grande

con dificul- /tad [B6v] tadgrande[repite correctamente elreclamo]

[B6v] 28, 19 Hizo [sc. el vino] siempre apostatas / lossabios, no dixo quantos, porque los mas

dixo[lo correcto es aquí digo]

[B6v] 28, 23 maniantial manantial

[B7r] 29, 6 Reynas, y Reynas Reyes, y Reynas

[B7r] 29, 17 las seueras leyes [...], que para / vnosfueros fauores, si rigores para otros

para vnos fueron fauores[lee correctamente]

[B7r] 29, 26 muhos años muchos años

[B7v] 30, 13-14

Diràn mal de lo que / precede mal D. m. de lo que / parece mal

[B8v] 32, 19 no procederà de / cansado, sino depausados, y prudentes

no p. de cansados, sino de p., yp.

[C1r] 33, 11 elles ellos

[C1v] 34, 24 los qua huelen a mortaja los que huelen a m.

[C2r] 35, 23 Que anden llorando por / fuerça, los quevieron muy de grado

vieron[lo correcto es rieron]

[C2v] 36, 21-22

entregò a vn baculo a Critilo ídem

[C3r] 37, 11- 12 esti-/riquez esti-/tiquez

[C3v] 38, 13el era farau-/te vniuersal, lengua de ferro,sino testano, el / bello dezitore, sino elfeo palabrista

ídem[lo correcto es lengua de f., si notesta; no el b. d., sino el f. p.: cfSánchez Laílla 2001b: 168]

[C3v] 38, 29 Que Palacio serà este, / le preguntaua elmismo?

idem[debe ser se preguntaba, o quizáles preguntaba, pues estánpresentes Andrenio y Critilo]

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[C4r] 39, 21 Serallo Serrallo

[C5r] 41, 3 brindandose a todos sin distin-/cion enbellissimas razones, vnos de oro los masaltos, otros de plata

en bellissimos tazones

[C5r] 41, 25-26

vna gran Princesa, si / dixera Lansgrauia,ò Palatina

ídem[debe ser se dixera]

[C5v] 42, 8 os osseguro os asseguro

[C6v] 44, 10 fundauan credito en hazer la ra-/zon,quando mas deshazian quando mas la deshazian

[C8r] 47, 9 maricage maridage

[C8v] 48, 18 frodoso frondoso

[C8v] 48, 28En / viendo a Critilo […] començó apropinarse con instancia el eno-/josolicor: reusaua Critilo el empeño

ídem[lo correcto parece propinarle,dado que, como señala Romera,1940, p. 76, n. 214, el licor seda «con instancia» y Critilo lorechaza]

[D1r] 49, 12 recipe […] vna onça de vino, y /mezclense con vna de agua y / mezclese con vna de agua

[D1r] 49, 14 Otros refieren, que no / se permitavender

O. r., que no / se permitiavender

[D2v] 52, 6-7 Deste modo han pro-/proseguido todasestas naciones

D. m. han pro-/seguido t. e. n.

[D2v] 52, 10 aguachrirle aguachirle

[D2v] 52, 21- 22 ferniente ferniente [por ferviente]

[D3r] 53, 1 Acroceraumio Acroceraumnio

[D3r] 53, 19 bachilleria Esfinge bachillera Esfinge

[D3v] 54, 27 orra otra

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Como puede observarse, ambos ejemplares comparten un pequeño conjunto deerrores de lectura o textuales (en negritas), pero no los desmanes tipográficos12: tambiénel volumen de la UCM trae, aunque menos numerosos (la mitad, prácticamente), lossuyos propios, ausentes en cambio del de la BNE13; he aquí una lista:

Pasaje BNE UCM

[B6v] 28,21 embriaguez embrieguez

[B6v] 28, 24 anomala a no mala [mal segmentado]

[B7r] 29, 6-7 ferocidad serocidad

[C1r] 33, 16 bueluen bualuen

[D3v] 54, 5 estos estes

[C5r] 41, 7 agradable agradablle

[C6v] 44, 5 ahogados ohogados

[C6v] 44, 13 haziendole hazienole

[D1v] 50, 8-9 Y / otro dize Y / y otro dize

[D1v] 50, 23 provechosos prouechoios

[D2r] 51, 1 referido reserido

[D3v] 54, 23-24

es empleo de los desocupados y /ocupacion de los entendidos

es empleo de los desocupados y / yocupacion de los entendidos

12 Salvo el tipo volcado en ferviente (52, 21-22; en negritas y subrayado). Aunque no existieran otrosindicios de que no nos hallamos ante ejemplares de una misma edición, las discrepancias en el error no textualson aquí demasiadas, y las semejanzas demasiado escasas en tan poco espacio, como para pensar endivergencias debidas a sucesivos estados de impresión de los pliegos (para la noción de «variante de estado»,ver ya Moll, 1979; Moll, 1982): es cierto que Mañero, 2012, pp. 973-984 recoge hasta 34 variantes en uno delos pliegos (el G) de la Pícara Justina: pero, de un lado, se trata de un caso extremo, pues la gran mayoría delos pliegos presentan entre ninguna y diez diferencias entre sí en el amplio conjunto analizado (11 ejemplaresde la princeps de 1605: ver también Mañero, 2011); y, por otra parte, no es de esperar que sea siempre elmismo ejemplar el que presente los estados más antiguos, pues «a la diferencia […] del número de ejemplarescorregidos o sin corregir de cada pliego, habrá que añadir las posibilidades de combinación de los mismos alencuadernar los volúmenes» (Moll, 1979). Desde ambos puntos de vista, la constancia sostenida en el errordel ejemplar de la BNE, que parece acumular decenas de yerros en cada uno de sus cuadernillos, resultaríachocante, pues se trataría —rarissima avis— de un ejemplar compuesto exclusivamente por pliegoscorrespondientes a un estado muy primario.

13 Romera Navarro, 1940 advierte de varios de ellos (bualuen, estes, agradablle, ohogados, prouechoios)en sus notas al pie, lo que indica sin género de dudas que manejó como base de su edición un ejemplar afín alcomplutense.

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La conclusión parece fácil: sobre un verdadero ejemplar de la princeps similar alcomplutense (quizá con algunas variantes de estado), el taller que imprimió el de la BNEperpetró una apresurada reproducción línea por línea sin el menor esmero, corrigiendo,eso sí, sobre la marcha los desvíos más evidentes de su antígrafo, pero sin parar enbarras respecto al contenido de las frases que copiaba: baste observar el cambio debellísimos tazones en bellísimas razones (C5r, 41, 3) por confusión de los tipossemejantes r / t14, lectura precipitada que deja una oración manifiestamente discordante,pues siguen inmediatamente los distributivos masculinos unos ... otros. El ejemplar de laBNE, por tanto, no debe tenerse en cuenta en primer término para el establecimiento deltexto crítico del Criticón ; sus errores, sin embargo, no carecen de interés, pues son lospropios de una edición descuidada en la imprenta manual del Siglo de Oro y arrojan luzsobre la clase de problemas que se esconden detrás de las malas lecturas compartidaspor ambos testimonios.

Y es que tampoco el volumen complutense revela en absoluto una labor editorialatenta, sino presurosa y plagada de descuidos, situación que condice bien con lo quesabemos de sus circunstancias de producción. En 1657, Gracián tiene prisa por dar a luzuna Tercera parte que lleva largo tiempo anunciando y en la que ha trabajadomorosamente15; desvinculado ya por entero de Lastanosa, su antiguo valedor, y acosadopor sus superiores, decide publicarla fuera de Aragón, en Madrid16; recurre para ello aFrancisco Lamberto, que ya había participado en la edición y distribución de la Segundaparte de 1653 y se había hecho con el privilegio para imprimir las obras del jesuita17;Lamberto encomienda la realización del libro a Pablo de Val, quien tenía ya cierta

14 Lo mismo ocurrió, por ejemplo, en atrancar las puertas (UCM, G2v, 100, 25), transformado enarrancar las puertas (BNE).

15 «[E]n 1653, cuando apareció en la Segunda el índice de la Tercera Parte, el jesuita pudo tener yadispuesto el diseño de la misma, pero […] debió de irla escribiendo y reescribiendo», en un proceso de«escritura o reescritura compuesta […] que nos recuerda, en parte, el de los cambios operados con la Agudezade 1648 respecto al primer Arte de ingenio, publicado seis años antes» (Egido, 2009, p. xxxvi). Un hito en eseproceso fue el envío de unas crisis a Lastanosa y Uztarroz en 1655 (Egido, 2004b).

16 Para la relación con Lastanosa a esas alturas, ver Egido, 2011, p. 335; para la figura del mecenasoscense, ver Gil, 2008. Gracián, como narró magníficamente Batllori, 1958, topó en sus últimos años con laoposición manifiesta del general de los jesuitas, el alemán Goswin Nickel, acompañada de una vigilanciaestrecha por parte de sus inmediatos superiores provinciales. De ahí que, aunque seguía en Zaragoza, secreyera «mejor comprendido fuera de su Compañía y de su tierra» y prefiriera situar la publicación «lejos dela vigilancia de los superiores zaragozanos», recurriendo al «apoyo de los libreros que siempre tuviera […] enla corte» (Egido, 2009, p. xxv, p. xxix). Gracián recelaba, sin duda, el descontento que detonaría en laCompañía la aparición de la parte final del Criticón (y no se equivocaba, a juzgar por el severísimo castigo querecibió, con la privación de cátedra y el destierro a Graus), por lo que quizá temía maniobras que dificultasensu aparición y tenía interés, por consiguiente, en publicar sin demora.

17 Véase Egido, 2009, p. xvii. También en 1653 editó este librero la segunda edición del Oráculo manual,y debió ser igualmente «en 1653, o poco después» cuando quiso Lamberto «ampliar su oferta de obras deGracián, a espaldas del autor o con su anuencia», para lo cual hizo imprimir, falsificadas, ediciones anterioresdel El político y El discreto (Moll, 1997, pp. 122-123). Lamberto, además, había casado con la hija deRoberto Lorenzo y heredado con ello el negocio de este otro librero, con quien Gracián había trabajado desdeque Lorenzo (de origén francés, como Lamberto) costeó la edición de 1642 del Arte de ingenio (ver para todoello Moll, 1997).

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experiencia en la impresión de clásicos contemporáneos por encargo18; el impresorsiguió el modelo —muy modesto y, por ende, barato— de la Segunda parte, aunqueeconomizando aún algo más19; y el producto final, con un autor alejado, urgido por lascircunstancias y que difícilmente pudo intervenir en la supervisión del proceso20, fue unaedición no poco desastrada, pues tanto el editor como el impresor encontraban sin dudamayor interés en hacer su trabajo rápido que con primor21.

Los dos ejemplares, pues, se realizaron aprisa y desmedradamente. Los errorespropios de cada uno, aunque muy abundantes, son por lo general textualmente triviales;en cambio, los fallos comunes de lectura revelan, por parte de la princeps, malasinterpretaciones del original de imprenta manuscrito22, que fueron indetectables para laedición contrahecha, cuyos artífices no se molestaron en revisar el texto que copiaban.

18 De sus prensas había salido, en efecto, el Guzmán de Alfarache en 1641 (a costa de Pedro GarcíaSodruz) y, en 1653, la Quinta parte de comedias escogidas de los mejores ingenios de España (a costa de Juande San Vicente). Más adelante imprimiría, por encargo del librero Santiago Martín Redondo, los Autos alnacimiento del Hijo de Dios de Cosme Gómez de Tejada (1661), otro Guzmán (1661), la biografía deQuevedo por Pablo Antonio de Tarsia (1663) y —lo que es aquí de mayor interés— las Obras de Gracián en1664 (ver Moll, 2000). A lo largo de su carrera, que se eclipsa en 1666, realizaría muchos encargossemejantes, particularmente por comisión de los libreros Domingo Palacio y Villegas, Juan de Valdés yAntonio de Riero y Tejada, familiar del Santo Oficio. Fue asimismo el impresor de las primeras obras deFrancisco Santos.

19 Si los libros de Gracián que él pudo ver impresos en vida fueron, por lo general, «pobres y meninos ensu materialidad y formato» (Egido, 2014a, p. 12), con la consiguiente «baja calidad del papel y de la tinta»(Egido 2001, p. 146), esta última princeps del Criticón, con «solo una mayúscula enmarcada en un dibujo queadorna la inicial de la primera crisi», resulta de «fábrica aún más modesta, si cabe, que las anteriores» (Egido,2009, p. xxxvii). El cuidado de los oficiales en la producción de la obra probablemente corrió parejas con suescasa calidad libraria. Por otro lado, también la ausencia de anotaciones marginales en esta parte, frente a lasdos primeras, pudo tener su origen último en la premura y la reducción de costes y esfuerzo editoriales. Si asífue, Gracián supo hacer, desde luego, de la necesidad virtud, reconvirtiendo los márgenes vacíos en espaciosescriturales libres a través de los que establecer un diálogo con su lector (véanse la cita del prólogo queencabeza este artículo y Egido, 2014b, pp. 326-327).

20 «Las erratas son tan numerosas en esta Tercera Parte, y de tal carácter muchas de ellas, que pareceimposible escapasen a la mirada del autor. En comparación, la Parte Primera resulta casi impecable. Por ellome inclino a creer que Gracián no vió las pruebas de imprenta de 1657, sin duda por fuerza mayor» (Romera,1940, p. 13, n. 72d; véase en el mismo sentido Egido, 2009, p. lxv). Cosa distinta es que Gracián pudieraintervenir sobre el original de imprenta manuscrito (la copia en limpio de su autógrafo sobre la que trabajó elimpresor), corrigiéndolo tras su transcripción y añadiendo indicaciones para la imprenta, lo que resultaprobable: podría explicarse así, en autor tan sabidamente puntilloso con sus producciones, el efecto icónicoque sugiere Egido, 2001, p. 161, precisamente en la crisi segunda de la Tercera parte, donde, en las pp. 33-34del impreso, coincide un acto de lectura ficcional en que se pasa una página con el final efectivo de la hoja:«boluiendo la hoja, y […] esforça ndo la voz, / le- [C1v] leyò desta suerte: […]». Como se ve, la ubicación delpasaje en el impreso, justamente al término de la primera plana que se compuso en ese pliego, favorece lahipótesis. No sé si es más o menos casual la repetición casi idéntica de este efecto en la edición de Blanco,1993, pp. 465-466, en la que el cambio de página se produce tras el sintagma de esta suerte.

21 Así lo sugiere la segunda edición de la Primera parte (1658), que encargó la viuda de Lamberto (Moll,1997, p. 120), quizá ya sin conocimiento siquiera de Gracián, al mismo Pablo de Val y que «salió llena deerratas» (Egido 2009, p. xxvii).

22 Para la función y las características de los originales de imprenta manuscritos, véanse sobre todo Garza,2000, 2006 y 2009.

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En ese manuscrito, la ese alta debía tener un trazo bastante similar al de la ele23. En lamayoría de los casos, la identificación del lexema permitía desambiguar sin dificultad lalectura, pero las cosas se volvían más complejas con elementos gramaticales como losclíticos pronominales, a los que no siempre se supo asignar el referente correcto: el errorde C8v, 48, 28 (propinarse por el indudablemente correcto propinarle) se repite en otroslugares del impreso (1), lo mismo que la confusión contraria (le donde el original debíatraer se), que solo en la primera crisi ya presenta tres ejemplos (2)24.

(1) a. A pocos passos descubrieron vn empinado monte, con toda propiedad soberuio, ycomençò a celebrarse el desuanecido, dandose todos los epictetos de grandeza. Mirad, dezia,que excelencia, que eminencia, que Alteza! (M3r, 181, 6-10)b. Riòlo mucho Andrenio, y serenòse el inmortal, diciendole: trocaràs la risa en admiracion(X4v, 328, 25-27)(2) a. Mirad aquella hembra que mala cara haze, y quanto mas và, peor, viendole yaprendida de mas años que alfileres (A4v, 8, 11)b. la primer noche que entrò a seruirle, llegando a desnudarle, començò el tal amo adespojarle de vestidos, y de miembros; toma allà, le dixo, essa cabellera, y quedòse en calauera(A6r, 11, 16-20)c. vieron no pocos, que ellos mismos le venian a dexarse cautiuar de vejecia (A7v, 14, 25-26)

Ante trueque tan extendido, se antoja preferible optar por la correción se preguntabaen lugar de les preguntaba en C3v, 38, 29 (3), que por lo demás se corresponde mejorcon la ironía graciana: el desaforado hablador de la lengua horadada es tan parlero quese formula preguntas para responderlas él mismo después25.

23 Era cosa frecuente en la manuscritura: «En general, la confusión de s y l, por la semejanza de ambasgrafías en los manuscritos, es errata muy común en los libros de aquel siglo» (Romera,1940, p. 26, n. 71).También las copias manuscritas cometían este error: el ms. L (Londres, British Library) de los Coloquios dePalatino y Pinciano de Arce de Otálora tuvo por antígrafo el ms. Z (Zaragoza, Universidad); donde Z lee «contres razones buenas y enteras dizen vna necedad por contrapeso» (40v, 23-24), L copió, sin entender el texto,«por contrapelo» (para este texto, su génesis y sus variantes, ver Ocasar, 2008).

24 Cito por el ejemplar de la UCM, aunque todos los casos de (1-5) traen el pronombre en cuestión deigual forma en el de la BNE. Las diversas ediciones dieciochescas del Criticón ya advirtieron y enmendaronestas confusiones —como señala Romera, 1940 en los pasajes correspondientes— en todos los casos citados en(1-2), salvo el último, que corrige Romera. También se rectificó, ya desde 1683, este otro pasaje de la segundacrisi: «Desdichado del paje que en esto se descuyda, que al mismo punto se despiden»; en efecto, le me parecepreferible, y la interpretación de se despiden como pasiva refleja que propone Romera, 1940, p. 62, n. 105,muy forzada en términos de continuidad referencial; sin embargo, no veo imposible —aunque tampocoprobable— una lectura reflexiva de se (cf. Si le dices esa barbaridad a tu jefe, te estás despidiendo).

25 Ya enmendó así Romera, 1940, p. 61, a pesar de que todas las ediciones consultadas por él traen le.Otros editores prefieren les, corrección desde luego posible (que un cajista olvide una ese final no tiene nadade extraordinario); pero la enmienda en se encuentra apoyo, como puede verse, en todo un conjunto deerrores semejantes, incluido uno casi inmediato (cf. 4), y ofrece, además, una solución retóricamente más rica,ya que permite interpretar el pasaje como una forma de ratiocinatio que sin duda contribuye a lacaracterización del hablistán como tal, pues lo propio de tal figura, según la Rhetorica ad Herennium, es queel orador, mediante una pregunta que él mismo contesta, «animum auditoris retineat attentum cum venustatesermonis, tum rationum exspectatione» (ver Martin, 1974, pp. 286-287).

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(3) oy os he de introducir en el Palacio mayor del mundo [...], de todos deseado, y de raroshallado. Que Palacio serà este, le preguntaua el mismo? y despues de muchos misterios […] lesdixo muy en secreto: este es el de la alegria (C3v, 38, 39)

Y también se impone corregir le en se apenas unas líneas más arriba, en un pasajehasta ahora, por lo que sé, no modificado por los editores (4) cuyo sentido es claro:quien confía en un malsín se ve expuesto a la vergüenza pública (con toda evidencia, noes al murmurador, sino al murmurado, a quien se «descuartiza»). Este mismo error, enfin, pudiera estar detrás de uno de los pasajes más oscuros de la crisi segunda (5a), quese ha resuelto, creo que de manera poco satisfactoria, interpretando un sí tónicosuperfluo (5b) o dividiendo la secuencia en dos parlamentos, con elipsis muy forzada delverbo dicendi (5c)26. Si suponemos, en cambio, que le está por se y que, según laenmienda de (3), el hablador es proclive a dirigirse en alta voz a su propia persona,podríamos pensar que Gracian quiso escribir en realidad se decía a sí (5d) 27 y que lapreposición fue eliminada haplológicamente, probablemente en el proceso por el que elcajista memorizaba —en ocasiones, como aquí, sin entenderla— la frase que acababa deleer en el original antes de componerla en el molde28.

26 Para la primera interpretación, ver Romera, 1940, p. 76; para la segunda, Sánchez Laílla, 2001b, p.168.

27 Con esta corrección, la sintaxis del pasaje pasa a no tener nada de especial: tanto la duplicación delobjeto pronominal (se … a sí) como el uso autónomo de la anáfora de identidad sí (frente a sí mismo) estánsobradamente documentados en el propio Criticón (cito por la edición de Romera, 1938-1940): «Háblese a síy dígase la verdad, que ningún otro se la dirá» (I, 11, p. 340); «mátanse de hambre a sí y a sus familias» (II, 3,p. 110); «cada uno se mirava a sí y enmudecía» (II, 11, p. 338), etc. Creo que la interpretación queda tambiénalgo más clara: la «ley de cortesano» o acomodadiza que muestra aquí el hablador consiste en ese decirse a símismo que no existe otro remedio (no se puede pasar por otro, donde otro vale ‘otra cosa’, es frase hecha, cf.I, 10, p. 306: «Andrenio, como moço, […] pidió le atassen con flores […]; mas Critilo, viendo que no podíapassar por otro, dixo que le atassen a él con cintas de libros»). La interjección (he, en los impresos)posiblemente se ha interpretado por la crítica moderna como marca de interpelación a un interlocutor, y asífunciona a veces en la prosa de Gracián; pero, en otras ocasiones, carece de contenido interpersonal, y expresasimplemente —como creo que ocurre en (5)— un estímulo animoso que el locutor se dirige a sí mismo, o bienla aceptación resignada de algo que produce disgusto, de modo parecido a los actuales ea o hale: «Gentilmodo de meter el pie en un mundo, laberinto común, forjado de malicias y mentiras, donde cien atenciones nobastan. ¡Eh!, que no estuvo esto bien dispuesto, llamémonos a engaño y procúrese el remedio» (III, 1, p. 17).

28 «El cajista era, simplemente, un copista; realizaba las mismas funciones que la persona que escribía untexto manuscrito tomándolo de un modelo, aunque el resultado inmediato no era exactamente el mismo. En eltrabajo de ambos observamos idéntica secuencia: la lectura de un fragmento del texto en el original, lamemorización temporal de ese fragmento del texto y su escritura a continuación» (Martín Abad, 2003, p. 21).Nótese que en C2v, 36, 21-22 (véase la primera tabla) se produce un error por anticipación (entregó a unbaculo a Critilo) que responde igualmente a este proceso general de copia por pericopas, no letra a letra. Porperseveración, en cambio, quizá pueda explicarse otro pasaje opaco de la crisi segunda: «mas porque todo sediga, y no me quede con escrupulos de estomago, no pocos se persuaden, y lo andan mascando entre dientes,que son ver[i]dicos, y vn alegre eficaz veneno» (C5r, 41, 19-22). Romera, 1940, p. 66, n. 136 supone esverídico en el original, pero los «verídicos» son sin duda los que dicen la verdad, que no se proclama a bocallena, sino mascada, como ya había explicado Gracián en otro lugar: «[Doctor] Es la verdad una doncellatan vergonzosa cuanto hermosa, y por eso anda siempre atapada. [Autor] Descúbranla los príncipes congalantería, que han de tener mucho de adivinos de verdades y de zahoríes de desengaños. Cuanto más entredientes se les dicen, es dárselas mascadas, para que mejor se digieran y entren en provecho» (Gracián, Eldiscreto, p. 124). Quizá el cajista retuvo en este caso la conjunción copulativa que precede a lo andanmascando y la reprodujo de nuevo al inicio del siguiente fragmento de copia en lugar de otra palabra del

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(4) desgraciado del que se le confiaua, que luego le topaua en medio de las plaças, a laverguença, y aun hecho quartos (C3v, 38, 8)(5) a. He, que no se puede passar por otro (le dezia) si su farsante camarada en ley decortesanob. —¡Eh!, que no se puede pasar por otro —le decía, sí, su farsante camarada— en ley decortesano.c. —¡Eh!, que no se puede pasar por otro —le decía.

—¡Sí! —su farsante camarada—, en ley de cortesano.d. —¡Eh!, que no se puede pasar por otro —se decía [a] sí su farsante camarada, en ley decortesano.

Esta última propuesta es ciertamente algo arriesgada, pero no me interesa aquí tanto lapertinencia de la enmienda como la del método. Una corrección con fundamento material(paleográfico, en este caso) tiene muchos más visos de resultar acertada29. Pero, además, laaparición repetida de un error material permite formular para cada testimonio concreto una«norma del error», esto es, un conjunto de transformaciones del original que se producen demanera relativamente frecuente en dicho testimonio y que pueden funcionar, con carácterheurístico, como instrumento de detección de nuevos desvíos y de formulación de conjeturasen pasajes menos transparentes. Veamos otro ejemplo: la tabla primera muestra en el ejemplarde la UCM (que es, de los dos aquí analizados, el que verdaderamente interesa a efectos de laconstitutio textus) un error por mala lectura de una erre como uve (6a)30 que, una vez más,tampoco fue advertido al imprimir el de la BNE. Algunos pasajes de otras crisis exhiben elmismo yerro en ambos ejemplares (6b-d)31.

original, tal vez el infinitivo ser, de modo que podría editarse: «no pocos se persuaden (y lo andan mascandoentre dientes, que son verídicos) [ser] un alegre eficaz veneno». La construcción de accusativus cum infinitivocon la cópula ser (cuyo sujeto es aquí ‘el vino’) resulta aún usual en este tiempo (Pons, 2008): cf. por ejemplo«Y alabarlo todo, y no dar nada, que con esto […] se persuaden ser aquello verdadero» (Remiro de Navarra,Los peligros de Madrid, f. 102r).

29 Hace ya mucho tiempo que Traube, 1900, p. 113 defendió que una conjetura no es mejor por serpaleográfica, y desde luego no es correcta solo por ser paleográficamente posible («Eine Konjektur wirddadurch doch nicht besser, daß man sie paläographisch begründen kann; und gewiß wird sie dadurch nochnicht richtig, daß sie paläographisch im besten Fall�möglich ist»); como señala Rico, 2004, p. 29, aceptar loprimero es querer dar comunión con ruedas de molino; lo segundo, sin embargo, como bien apuntaTimpanaro, 1981, p. 92, no deja de ser cierto, pues, al fin, se trata de conjeturas, y una conjetura no puede serverdadera, sino más o menos verosímil (una «plausible Vermutung [...] zur Verbesserung�des Textes», endefinición de Bohnenkamp, 1996, p. 183): para los problemas que acarrea esta característica epistemológicade la ecdótica, véanse las reflexiones de Bremer y Wirth, 2010, pp. 14-15. En todo caso, como trataremos demostrar, no es cierto que la paleografía sea cosa enteramente prescindible cuando se trata de la enmienda deun único error («Die Paläographie ist ja auch für die Heilung eines einzelnen Fehlers etwas sehrEntbehrliches», Traube, 1900, p. 113).

30 La erre, sobre todo en posición inicial, se escribía con frecuencia muy abierta en el siglo xvii, comopuede verse, por ejemplo, en el manuscrito autógrafo de la España defendida de Quevedo: cf., en la imagenreproducida en el apéndice, raçon (22v, línea 7) o recreazion (22v, 16) con vezino (22v, 3) o vease (22v, 14).

31 En (6b), el cajista seguramente pensó —y lo sugiere también la puntuación— que vire era un términoitaliano para un «viejo temprano». En (6c-d) se da un caso parecido al de la confusion se / le: en general debióser relativamente fácil interpretar la grafía del original en las bases léxicas, pero los morfemas del verbo (en 6cel correcto es el de futuro, en 6d la forma en -ra) planteaban más dificultades. De nuevo, nadie en el taller queprodujo la princeps se molestó demasiado en releer los pliegos, al menos no más allá de la comprobación deque contenían palabras existentes en el idioma, sin detenerse en si contextualmente hacían sentido. Enmendó

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(6) a. Que anden llorando por fuerça, los que vieron muy de grado (C2r, 35, 23)b. hazte viejo temprano, esto es vire, a la Italiana (A8r, 15, 26)c. se prohiue el dezir, mas valen amigos en plaça, que dineros en arca, lo vno porque donde sehallauan verdaderos, y fieles (L5r, 169, 24)d. que dixeran si boluieran oy a Roma? [...] Si passeauan por estas calles, y las hallàranocupadas de coches [...], si vieran [...] esta perdicion? (R5v, 266, 5)

Conocido el tipo de error y su frecuencia notable, puede aplicarse la regla a laresolución de loci hasta ahora poco claros. La misma crisi segunda, al tratar de loshabladores incansables, pondera su garrulería señalando que para soltar la lengua noprecisan de remitivo (7). Los editores se han esforzado en encontrar alguna definiciónválida para esta palabra que no han podido documentar en otros textos, y para ello hanacudido a la idea de un tecnicismo médico emparentado con remisivo, voz a la que seatribuye el valor de ‘laxante’ o ‘emoliente’32; pero tal supuesto uso técnico no parecefigurar tampoco en texto alguno. Creo que lo más acertado es pensar en el mismo errorde (6) y suponer que el original traía vomitivo, que el cajista leyó como romitivo ytransformó en remitivo quizá sobre el modelo del inmediato retentivo, que sí era vozfisiológica33. En este caso, por suerte, la enmienda tiene además un apoyo textual:Gracián, como en tantas otras ocasiones, está parafraseando un pasaje suyo de otraobra, aquí una máxima del Oráculo manual (8) en que recomienda usar de la prudenteastucia «política» de un aparente escepticismo (ya sea mediante contradicción o fingidodesconocimiento, esto es, afectada ignorancia) para forzar al interlocutor a explayarse,sacándole las palabras como con un emético o una devanadera (torcedor); con elcharlatán de esta crisi, ya se ve, no es necesaria tal treta, pues vomita palabras por sísolo: ni puede contenerlas en el buche, ni es capaz de retener su estómago. Lacorrección, difícil de concebir siquiera sin el apoyo paleográfico, permite aquí enviar unhápax potencialmente dañino al limbo apacible de los fantasmas léxicos.

(7) a estos, lo que por ambas orejas les entra, por la lengua al mismo punto se les và, con talfacilidad de boca, que no les para cosa en el buche […], singularmente quando llega acalentarseles la boca con alguna passion de colera, ò alegria, sin ser necessario darles elremitiuo politico de la afectada ignorancia, ni el vnico torcedor de la mañosa contradicion,porque este no tenia retentiuo en cosa, confessando èl mismo, que no podia mas con suestomago, ni recabarlo con su lengua (C3r, 37, 14-25)(8) Saber contradecir. Es gran treta del tentar, no para empeñarse, sino para empeñar. Es elúnico torcedor, el que hace saltar los afectos; es un vomitivo para los secretos la tibieza en elcreer, llave del más cerrado pecho (Oráculo, CCXIII, p. 272)

Esta clase de argumentación es la que resulta más adecuada, a mi entender, paraafrontar la que posiblemente sea la crux más desconcertante de esta segunda crisi, a

ya todos estos pasajes —aunque sin argumentación paleográfica— Romera,1940, acogiendo correcciones delas sucesivas ediciones antiguas.

32 Ver Romera, 1940, p. 59, n. 74; LESO, 1988, p. 217.33 Cf. ya, en idéntico contexto, la traducción por fray Vicente de Burgos (Tolosa, Enrique Meyer, 1494)

del De propietatibus rerum de Bartolomé Anglico (XVII, 106, f. 232v-a): «quita el gomito que viene pordificultad de la virtud retentiua».

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saber, la mención de unas tahonas entretenidas entre los decadentes y vinolentosmoradores del palacio de la alegría. Conducidos por su guía de lengua horadada,Andrenio y Critilo se aproximan a una casa no sublime, pero bien empinada (C5v, 42,27-28)34:

(9) Ibanse acercando a la gran puerta, siempre de par en par, assi como la casa de bote enbote, y notaron, que assi como a la del furor suelen estar encadenados tigres, a la del valorleones, a la del saber aguilas, a la de la prudencia elefantes, en esta assistian lobos soñolientos,y tahonas entretenidas: resonauan muchos juglares [...]. Bullian ninfas nada adamadas35, peromuy coloradas, y fresconas, a la Flamenca (C6r, 43, 20-29)

No hay editor moderno, empezando por Romera Navarro, que no haya reparado enque el sintagma tiene mal acomodo en este entorno. La crítica se ha dividido entrequienes buscan, a pesar de todo, un sentido de tahona que pueda cuadrar en el pasaje yquienes suponen que esa palabra oculta, por error de lectura, el nombre de la raposa, laloba o la mona. En (10) vemos sintetizadas ambas posturas:

(10) La palabra tahona no encaja en el contexto. Si es errata, se puede quizá suplir pormona (mejor que por loba o raposa, que propone R[omera] N[avarro]). Si no es errata, hayque suponer una relación, no registrada por los léxicos, entre tahona y borrachera: relaciónposible, si se tiene en cuenta que la diferencia entre el molino y la tahona es que aquél quiereagua y ésta no: la tahona «es un molino seco, que se usa donde no hay agua», según la propiadefinición de Autoridades (LESO, 1988, p. 217)

Es poco creíble que Gracián escribiera realmente tahonas, principalmente porque noresulta fácil entender qué próposito tendría aquí romper la serie alegórica de animales.Correa Calderón acudió al Tesoro de Covarrubias para recoger la extensión metonímicadesde el contenido ‘molino de tracción animal o humana’ al de «oficio y ocupación depesadumbre que se repite hoy y mañana y siempre, como hace la bestia del atahona»; lesigue Vaíllo36; pero no se ve en qué sería monótona y pesada la vida de los alegreshabitantes de este palacio, los cuales —frente a la sugerencia del grupo LESO—tampoco están precisamente en seco, sino que «blandian vistosos cristales en sus malseguras manos, llenas del generoso nectar» (C6r/v, 43,29-44,2) 37. Al mismo Correa le

34 Empinada «como el codo de los bebedores», según apunta LESO, 1988, p. 217.35 Quizá ‘adamadas’ lleve, en este contexto, el significado adicional de ‘gruesas’: «[Ermitaño] ¡Cómo

pesa el mal logrado! / [Marqués] Pues bien adamado era / el pobre, antes que muriera. / [Ermitaño] Debe dehaber engordado» (Jerónimo Cáncer, La muerte de Valdovinos [1651], apud CORDE). Se establece así unarelación múltiple muy graciana: gruesas y coloradas, «a la Flamenca», estas «ninfas» recuperan la mención,unas líneas antes, de los «dibuxos del Rubens» (ver Egido, 2009, p. xciv); y anticipan, de paso, la obesidaddesmesurada de la reina del palacio (que a su vez se relaciona con la representación de Baco en el emblemaXXV de Alciato y en las pinturas de Velázquez: ver Egido, 2009, pp. xcvi-xcvii).

36 Ver Correa, 1971, vol. 3, p. 57, n. 10 y Vaíllo, 2001, p. 341, n. 20. La definición procede deCovarubias, Tesoro, p. 239b, s. v. atahona.

37 La propuesta de LESO sugiere que tahona llevaría al lector a la idea de una entidad sin agua, y esta a suvez, por contraste, a la de un individuo que prefiere al agua el vino. Veo este doble salto conceptual muyalambicado sin la presencia explícita del agua (que sería la base de la relación) en toda la secuencia. Por lodemás, esa interpretación de tahona dejaría el simbolismo del palacio restringido al ámbito del vicioso apetitodel vino (encarnado ya en los lobos soñolientos), con exclusión del de la lujuria: no parece ser esa, como

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fue forzoso reconocer en esa nota que tahonas «aquí parece equivaler a ‘rameras’»38; yno parece sencillo sustentar semánticamente esa correspondencia.

Lo más razonable es pensar que tras tahonas se esconde un animal identificado conla lascivia, contenido presente, por lo demás, de principio a fin en la descripción de este«palacio del plazer, coronado en vez de jazmines, y laureles, de pampanos frondosos, ytodas sus paredes felpadas de hiedras» (C5v/C6r, 42, 29-43, 3) 39, anunciado por el guíacomo «serrallo» (C4r, 39, 21) y que acaba por ser guarida de una reina caracterizadacomo la gran prostituta de Babilonia40, a la que acompañan «sirenas lascivas», sátiros yfaunos (D3r/v, 53-54)41. La propuesta más aceptada es que se trate de raposas, pues

veremos, la intención de Gracián, que esmalta la crisis de referencias evidentes al desenfreno carnal. Enrealidad, el encaje de tahona sería algo más fácil en la medida en que este instrumento se relacionase yaentonces preferentemente con la panadería (i), pues el pan, los bollos, los hornos y hasta las «cruzadaspanaderas» tenían una larga tradición dentro de la poesía jocosa y erótica; pero no encuentro ningún ejemplofirme del aprovechamiento de tal relación hasta el siglo siguiente:

(i) palabra no le he de hablar / aunque le encuentre en la calle, / ni de comer a manteles / molletes de laatahona (Jerónimo Cáncer, La muerte de Valdovinos [1651], apud CORDE)

(ii) En mi tiempo el pan del novio / le bastaba a una casada; / y hoy, de tahona en tahona, / muchas vanbuscando hogaza (La España antigua. Tonadilla a solo [1785], apud CORDE)

38 Es opinión prácticamente unánime, de Romera, 1940, p. 69, n. 164 (quien alude, con un apunteerudito, a «las rameras que había en los bodegones») hasta Cantarino,1998, p. 558, n. 70 («puede estar por‘rameras’») pasando por Sánchez Laílla, 2001a, p. 319, n. 117 o Alonso, 1980, p. 576, n. 69 («Errata tiene eltexto […]. Se trata, sin duda, de raposa, ‘ramera’ […], siguiendo la relación de animales y pensando queentretenida es ‘prostituta’»). En efecto, como indica este último editor, el adjetivo entretenida se empleaba yaen el sentido de ‘(amante) mantenida’: ver por todos el romance final del Estebanillo González: «El fin de miscaravanas / anhela y pide pecunia, / que es la bella entretenida / sanguisuela que la chupa» (XIII, p. 519). Y elpropio Gracián, en la obra que compuso inmediatamente antes que la tercera parte de El Criticón, relacionaentretenida con perdida en un pasaje donde ambos adjetivos parecen referirse a quien se distrae o abandona enel pecado: «Contempla cómo la simple ovejuela, engañada de su antojo y llevada de su gusto, se aparta delrebaño, se aleja de su pastor, perdida cuando más entretenida, apacentando sus apetitos en los verdes pradosde sus deleites» (Gracián, Comulgatorio, XXII, 1, p. 819).

39 Los pámpanos aluden, claro está, al vino, mientras que «la yedra es symbolo de la ramera» (Sebastiánde Covarrubias, Emblemas morales, I, 37, f. F1v, apud BDEH), esto es, de su «falsa amistad», que consume loque abraza (Juan de Horozco, Emblemas morales, III, 18, f. 136r, apud BDEH).

40 Según el guía, «bien puede secarse Chipre, y ahorcarse los Pensiles, con que no falta aqui su Babilonia»(C6r, 43, 17-19). Chipre es conocido por el vino y más aún por ser patria de Venus; también por sus jardines,que se maridan aquí (como, más adelante, en XII, Y6r, 347, 9-12) con los de Babilonia (ver Egido, 2008a,pp. 92-93), al tiempo que anuncian a la vinosa reina, que aparece brindando «vn bernegal de buen tamaño atodos quantos llegauan» (C8v, 48, 19-20), como la apocalíptica meretriz de Babilonia en el emblema 6 deAlciato (La fingida religión), al que acompaña este texto en la versión española de Bernardino Daza (1549):«Vna ramera en vn sillon sentada / en señal de honrra de grana vestida / a todos da à beuer de una labrada / yllena taza, y cabe ella tendida / està gran multitud emborrachada» (emblema 120, p. 118, apud BDEH). Venusy Baco van, pues, de la mano, como en el romance: lo sugieren igualmente los tonos «rojo encendido», «definos granates», «de preciosos rubis» (C7r, 45, 3-7) propios del vino tinto, pero también de la carnalidad, pues«el rojo al amador / y a la ramera conviene», como explica el emblema de Alciato sobre el simbolismo de loscolores (169, p. 210): y cf. de nuevo la meretriz babilónica «de grana vestida».

41 El citado emblema 120 del Alciato traducido por Daza representa a la meretrix magna, como quiere elApocalipsis (17:3), sobre una bestia de siete cabezas, iconografía que recuerda poderosamente a la de Escila,monstruo cuya parte inferior forman cabezas de perro (ver las imágenes en el apéndice). El emblema 200(p. 244) es precisamente un grabado de Escila, imagen de la «desvergüença» ( impudentia), y quizá esto ayudea entender que la reina de esta crisi pueda convocar no solo una fiera, sino también «vn infameacroceraumnio», siguiendo probablemente en esta asociación a Camões (Lusíadas, VI, 82, vv. 1-4) en la

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monas y lobas podrían tener sentido contextual —tanto pensando en los efectos del vinocomo en la lujuria—, pero son materialmente muy difíciles de justificar: ¿cómo explicarque un cajista pasara la vista sobre esas palabras y leyera tahonas? Raposas, al menos,comparte el número de letras y las tres vocales, y el error consistente en leer <t> por <r>o viceversa es muy común en todo tiempo, pues basta con que el trazo vertical se acorteun poco y el horizontal se incline levemente para que ambas puedan confundirse en unalectura rápida42, como parece haber ocurrido en otros impresos del siglo xvii: en elpasaje de (11), los ejemplares de la princeps de La pícara Justina interpretaron eimprimieron arto pa (esto es, «harto pan») donde el original leía sin duda arropan, ydieron en la misma piedra cuando, al parecer, transformaron unas aves parleras entemibles pantheras43. Puesto que es mejor enmienda que las demás propuestas (yconviene subrayar que lo es por cuanto resulta materialmente más plausible), raposas seha impuesto hasta el punto de que la adoptan las traducciones recientes a otraslenguas44 y parecen darla por supuesta en sus publicaciones más recientes especialistasen Gracián de la talla de Aurora Egido (12).

(11) La [tela] que es propio ornato para tapicería es la que tiene figuras, porque estas tienenmucho provecho y gusto. En ivierno, arropan; en soledad, acompañan; en tristeza, divierten;en necesidad, adornan (López de Úbeda, Pícara Justina, I, 3, 4, p. 827)

traducción española de Enrique Garcés (1591), que poseía Lastanosa: «Si tengo nueuos miedos peligrosos / deotra Scylla, y Charibdis ya passados, / otras Sirtes, y baxos arenosos, / otros Acroceraunios infamados» (parael origen horaciano de los infames scopula Acroceraunia, ver Romera, 1938, p. 319, n. 7). Escila y Caribdis(ambas convocadas por la reina en D3r, 53, 26-29) tienen en común con los montes Ceraunios su carácter deelevados escollos junto al mar, y son por eso mismo otros tantos monstruos que acechan al hombre en sunavegación vital: no creo que haya aquí «chiste de colegio» (LESO, 1988, 218). Gracián aprovecha, eso sí,para citarse a sí mismo una vez más: «Y no son todos hombres los que vemos, que ay horribles monstruos yaun acroceraunios en los golfos de las grandes poblaciones: sabios sin obras, viejos sin prudencia, moços sinsugeción, mugeres sin vergüença [...]» (El Criticón, I, 11, p. 319).

42 Aun así, se trataría aquí de un error esporádico, pues, como hemos dicho, la erre del original debíaconfundirse sobre todo con uve, como en la manuscritura de Quevedo. En la muestra quevedesca del apéndice,precisamente, puede apreciarse que la <t> sí guarda cierta semejanza con la erre alta inicial, y más aún con laque se agrupa para formar <tr> o <ti>: cf. Reyes (23r, 3) o Rio (23r, 11) frente a tierra (22v, 2) y otro en lasecuencia por otro nombre (23r, 6).

43 Según ha comentado Navarro, 2009, pp. 265-267. Ver también Mañero, 2011, pp. 419-420, que añadeapoyos materiales a esta enmienda. Menos seguro es que estemos también ante un error de lectura del original,como cree Mañero, en despetnaran por el correcto despertaran: la <r> y la <t> de imprenta eran sumamenteparecidas, de modo que sus tipos podían confundirse al tacto o acabar ocupando el cajetín equivocado(McKerrow, 1927, pp. 268-277), lo que favorece el trueque de estas consonantes. Hay muchos casos de estetipo en el ejemplar de la BNE de la Tercera parte de El Criticón que no tienen correspondencia en el ejemplarcomplutense (a los de la primera tabla pueden añadirse 123, 29: inrencionado; 128, 19: carras; 202, 26:catatros ‘catarros’; 24,10: quanro; 245,21: senrir; 331,12: suerre), todos en palabras que debían resultarfácilmente reconocibles para el cajista, lo que sugiere que se trata de errores mecánicos; pero podría habererror de lectura (del segundo impreso sobre el primero) en estiriquez por el correcto estitiquez ‘estreñimiento’—que posiblemente no formaba parte de léxico accesible a un cajista medio— y en otros casos ya señalados,como arrancar por atrancar. La distinción r / t en los impresos del xvii, en cualquier caso, es tan peliaguda quesigue constituyendo hoy día una de las mayores dificultades para los programas de reconocimiento automáticode caracteres aplicados a textos de esa época (ver Ballesteros, Morales y Cedillo, 2012, p. 29).

44 Así, por ejemplo, la de Köhler al alemán, quien traduce aquí wachere Füchsinnen (Köhler, 2001,p. 638), valido sin duda de la anotación de Romera, 1940.

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(12) Su entrada [de Andrenio y Critilo] al palacio de la Alegría [...] les mostrará que, pese ala aparente alegría que se respira en ella, el vicio del beber la ha llenado de lobos y raposas(Egido, 2014b, p. 306)

Ahora bien: si raposas es mejor solución que otras, no por eso es una enmiendaóptima. Por un lado, queda por explicar cómo se habría pasado de la <p> del original auna <h>, y de la ese (con el trazo que se quiera) a una <n>, transformaciones ambasnada evidentes; por otro lado, conviene preguntarse por qué el componedor seconfundió al leer un lexema perfectamente corriente en la época, tanto que figura tresveces más —dos de ellas, en la forma masculina raposo— sin error alguno en ese mismovolumen (F6r, 91, 27; K2v, 148, 26; K3r, 149, 24). Existe un tercer problema, quizá notan evidente: Gracián introduce con cierta frecuencia en sus escritos zorras (llamadaspor él siempre raposas o vulpejas), pero estas nunca representan otra cosa que la astuciay buen sentido, la mañería o el disimulo, y desde luego carecen de asociacionesvenéreas45. En esto, el usus scribendi del jesuita aragonés sigue la tradición clásica, estoes, la culta de su tiempo, la de las zorras de Esopo que serán poco más tarde las de LaFontaine, y que se retratan en las historias naturales, las polianteas y la emblemática demanera uniforme: llenas de doblez y matrería, taimadas y hasta dañinas si se quiere,pero no libidinosas o busconas46; ese papel corresponde a otros animales, entre ellos lavíbora (13) 47.

45 Véanse, sin afán de exhaustividad, la «sagaz vulpeja» de la Agudeza (XXXVIII, p. 614), la «vulpeja quea todos engaña» de El discreto (XXIII, p. 174) o las alusiones a la piel de raposa como indicio de astuciapolítica (Oráculo, CCXX, p. 275; El Criticón, I, p. 232; y, a propósito de este ultimo pasaje, López Poza,2002), relación confirmada en el híbrido de «político y raposo» (El Criticón, III, 123) y en la adaptación dediversas fábulas que subrayan la mañosa inteligencia del animal (ver Cuartero, 2003). No puedo aquícomentar estos pasajes individualmente: en la gran mayoría se parafrasea o alude a fábulas, emblemas(singularmente el 188 de Alciato, que figura con el número 48 en la traducción de Daza) y sententiae clásicasfácilmente reconocibles (vulpes non iterum capitur laqueo, por ejemplo: cf. «parando laços a los rapososviejos» en El Criticón, II, p. 291).

46 La zorra es ya en Plinio «animal alioqui sollertia dirum» (VIII, 42, p. 90), y Gessner dice de ella que «inexuperantiam infinitae tum malitiae, tum fraudis progreditur, nihil ut non & malitiose, & dolose agat»(Historia animalium, s. v. vulpes, p. 1085), de modo que no es extraño si «[p]er eam utique vafrum, callidum,astutumque hominem, ac dolis omnibus instructus significari tradunt» (PierioValeriano, Hyeroglifica, XIII,p. 97). Todas estas fuentes estaban disponibles en la biblioteca de Lastanosa (en el caso de Plinio, en latraducción italiana de Landino), lo mismo que la Historia natural de Jerónimo de Huerta, donde la raposa esanimal «engañoso y astuto» (Huerta, XXVIII, f. 199r). Había, además, aprovechamientos cultos de estacorrelación que seguramente no escaparon a la atención de Gracián: «Desde la difusión de Il Principe deMaquiavelo, se había hecho lugar común identificar la astucia con la raposa» (López Poza, 2002, p. 363). Era,en fin, un tropo de lo más común (ver Cantera, 1989): «El tropo es trueco i traslado de la dizion [...] en otraconzerniénte metaforica i alegorica, hecho por eleganzia, ó maior espresion, como llamar generazion debivoras á los matadores de sus padres, zorra al astuto, doblado al finxido, cuero al beodo, lebron, ó milano, ógallina al cobarde» (Correas, Arte grande, LXXX, p. 404). Por otra parte, el empleo de zorra / raposa /vulpeja en relación con el trato carnal o la mancebía es difícil de documentar en el Siglo de Oro y, allá dondesurge (como en el pasaje del Marcos de Obregón citado por Autoridades), parece guardar más relacion con laidea de engaño o fraude que con la concupiscencia: «En la fábula de Céphalo y Procris [...] [e]l dardo [...]mata la deshonesta lascivia, [...] que es una raposa, porque el amor deshonesto siempre anda con engaños,como la zorra» (Pérez de Moya, Philosophía secreta, IV, 54, p. 564).

47 Y también, claro está, la loba (cf. lupanar), equiparación ya plautina («divortunt mores virgini longe aclupae»: Epidicus, III, 3, 22; apud Perseus) y recogida en diccionarios como el Nomenclator de Decimator, p.

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(13) El león de un poderoso, con quien no ay poderse averiguar, el tigre de un matador, ellobo de un ricazo, la vulpeja de un fingido, la víbora de una ramera, toda bestia y todo brutohan ocupado las ciudades (El Criticón, I, 6, p. 190)

En mi opinión, los interrogantes podrían despejarse si atendemos a otro errormaterial registrable en la princeps de la Tercera parte y en otras primeras edicionesáureas. Me refiero a la confusión consistente en leer <h> por <b>, por la que la formaverbal basta del original figura erróneamente como hasta en nuestros dos ejemplares(14a), del mismo modo que en el taller de Juan de la Cuesta se interpretó anchas dondeevidentemente el original de imprenta del Quijote de 1604 traía ambas (14b)48. Sipensamos que el mismo yerro pudo cometerse en tahonas, podemos reconstruir,acudiendo igualmente a la fácil confusión de <r> y <t>, una forma rabonas que cumple,a mi entender, con todos los requisitos formales (esto es, materiales) y semánticosexigidos por el contexto49. Por un lado, la rabona es un animal: no uno en particular,sino el derrabado, esto es, «el animal que le han cortado la cola, como mula rabona»50

y, en general, el de rabo corto51; en los textos de la época afloran, en efecto, mulas,

306: «Lupa Hisp. Loba ò la puta del burdel ò ramera». Avalado por la tradición, Gracián usa el vocablo en ElCriticón para aludir a la lascivia (asociada, en el segundo ejemplo, a la bebida): «Todo esso es nada —dixouno— con el prevalecer contra las mismas sirenas y transformarlas en matronas, aquel convertir en tórtolas laslobas; y lo más que se puede imaginar, que de una Venus bestial hizo una virgen vestal» (I, 8, p. 247); «— ¿Yen qué transformava [el vino] las gentes? — Los hombres en gimios, y las mugeres en lobas. Él era un raroveneno que apuntava al cuerpo y hería el alma, al vientre y pegava en la mente» (II, 8, p. 273). Recuérdese, noobstante, que lobas resulta injustificable como origen de la lectura tahonas; podría, si acaso, pensarse enlobonas, pero no encuentro documentación de la época que corrobore el uso de este derivado y, en todo caso,el tránsito de <l> inicial a <t> seguiría siendo cosa ardua.

48 De nuevo, <h> y <b> se asemejan tambien como tipos de imprenta, de modo que en algunos casospudieron confundirse mecánicamente y en otros es difícil averiguarlo: mecánico parece el error se huelbe por elcorrecto se buelve en La pícara Justina (II, 1, 1, f. I7v), y pudo ser mecánico o de lectura el que comete elejemplar de la BNE al poner ahogados donde el de la UCM trae —correctamente— abogados (O2v, 212, 3).En el caso de (14a), creo que favorece la interpretación como mala lectura la compañía del infinitivo, queinvita a leer la secuencia como una subordinada temporal introducida por preposición, lección claramentefacilior en este contexto frente a bastar ‘ser suficiente’.

49 En último término, solo es imprescindible suponer el error de lectura h / b para que el cajista leyera, apartir de la forma rabonas del original, un incomprensible rahonas y lo cambiara en tahonas. El error h / btambién justificaría, en principio, una forma inicial rabosas que revelaría un dialectalismo aragonés, yapresente en las traducciones de Fernández de Heredia: «en dos maneras puede seyer fecha iniuria ad alguno,esto es, ho por fuerça, assin como a leon, o por enganyo, assin como rabosa» (Libro de actoridades [1376-1396], apud CORDE; traduce a Cicerón, De officiis, I, 13, apud Perseus: «cum duobus modis, id est aut vi autfraude, fiat iniuria, fraus quasi vulpecuale, vis leonis videtur»). Los regionalismos menudean en el Criticón(ver Ynduráin, 1958; Frago, 1986; Enguita, 2001), como prueba en la misma crisi segunda de la Tercera partela voz punchoneros ‘incordiosos’ (C4v, 40, 12), pero lo cierto es que Gracián emplea siempre la forma raposa,nunca rabosa; y, además, quedaría por explicar el cambio de <s> por <n> para llegar a tahonas.

50 Ver Covarrubias, Tesoro, s. v. derrabar / s. v. rabo, p. 679b / p. 1391b.51 Existe un deslizamiento semántico por el que rabón acaba equivaliendo sin más a ‘corto’,

principalmente, al parecer, con aplicación a las prendas de ropa. Se documenta desde el siglo xvii a fines delxix en España y, todavía hoy, en México o Guatemala: «vna beata con vn habito penitente, cien medallas, yrosario largo, fruncido el rostro con toca rabona, ojos tiernos, y boca de documentos» (Santos, El escándalodel mundo, p. 111); «¿Por qué andas tan rabona? Además, no sabes sentarte. Yo me moriría antes que usar

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yeguas o gatas rabonas (15). Se trata, además, de un animal impúdico, pues la hembrarabicorta (ya sea por amputación o por su propia naturaleza, como la mona o la cabra)deja al descubierto sus genitales (16). Pero, además, para cualquier hablante de la épocaera evidente la asociación con rabo, que en germanía designaba, entre otras cosas, eltrasero y el sexo de la mujer, como muestran los refranes52 y las obras que recrean ellenguaje de la mancebía (17). De ahí que rabona poseyera una connotación claramentenegativa (cf. 15c) y sirviera de apelativo para mujeres de dudosa reputación (18a)53,pues finalmente podía interpretarse en el mismo sentido de una palabra con idénticaraíz, rabiza (18b)54, por lo que el uso de rabona, incluso en su sentido prístino, podíaprovocar una pudorosa disculpa por atentado al decoro (18c).

(14) a. El que hasta hacer sombra a todos los anfiteatros del Orbe (X4v, XII, 328, 5-6)b. y el le puso anchas manos en los pechos (Cervantes, Quijote, I, 42; Kk5r, 261r, 6-7)(15) a. otra yegua rucia muy poderosa, que llamábamos «la rabona», muy revuelta y de buenacarrera (Díaz del Castillo, Historia Verdadera, XXIII, p. 123)b. Allí era el alcachofar el alma y regraciar mi vista con tanto del meneo, que parecían susrostros colas de mula rabona, ya ojialegres, ya elevados, ya hacia un lado, ya hacia otro (Lópezde Úbeda, Pícara Justina, IV, 3, Bbb2v, 935)c. ¿Necia Aurora? ¿Aurora necia? […] / Si lo fuera, yo confieso / que miento, y soy unbellaco, / y que no sé lo que digo, / que cojeo y que me llaman / gata rabona, y que soy /tuerto, zurdo, zambo y calvo (Lope, Acertar, III, 59b)(16) Mal se cubre la cabra con el rabo (Hernán Núñez, Refranes, apud CORDE)(17) Más manda la mala con su rabo que el rey con su reinado (Hernán Núñez, Refranes,apud CORDE)Ya no quiero andar tras el rabo de putas (Delicado, Lozana, III, 41, p. 172)

una falda así» (Poniatowska, Tlatelolco, I, p. 23). Regionalmente pueden darse otros sufijos: para rabo(n)a,rabena y rabela referidos a la vaca en Galicia, por ejemplo, ver Álvarez, 2009.

52 La colección de Refranes o proverbios en romance del «Comendador Griego» Hernán Núñez (en laedición de Salamanca, 1578) formaba parte de la biblioteca de Lastanosa.

53 Explica la base literal del juego de palabras este pasaje del Examen de ingenios de Huarte de San Juan:«ya se comienza a descubrir el entendimiento, el cual tiene con la dialéctica la mesma proporción que lastrabas que echamos en los pies y manos de una mula cerril, que, andando algunos días con ellas, toma despuéscierta gracia en el andar» (III, p. 227). Las trabas de (18a) son, probablemente, las cadenas impuestas aMarina por ejercer de rabona. El sufijo despectivo -ona no es infrecuente en la época para prostitutas yterceras, como la famosa Margaritona madrileña de cuyo proceso en 1656 da cuenta Jerónimo de Barrionuevo(ver Márquez Villanueva, 1993, p. 161, n. 396). El apelativo tuvo cierto recorrido: en un texto costumbristade 1788 se lee que «la tia Rabona la escribana no lo hizo mal en engullir y guardar» (Santos Capuano,Zumbas, 87, p. 259); dicha «tía Rabona» comparte escena con otras mujeres del común, como la tía Melena,la tía Holgachona y la tía Escolástica.

54 Los romances editados por Hidalgo, con su vocabulario germanesco como apéndice (de donde procedela definición de 18b), estaban en la biblioteca de Lastanosa en las ediciones zaragozanas de 1644 y 1654 (si esque no se trata de la misma, con error del inventario). La voz rabiza (para más ejemplos áureos, verChamorro, 2002, s. v.) tiene en principio un significado distinto al de rabona, pues indica más bien un cabo opunta flexible (según otra de las acepciones comunes de rabo, ‘apéndice, colgajo’), y lo mismo ocurre conrabosa, que en principio significa ‘rabilarga’ (ver Alonso Hernández, 1976, p. 653a, s. v., con ejemplo de laTragedia policiana [1547]: «no hay mayor rabosa en el reyno»); pero poco importan estas diferencias, pues esel significado tabuizado de la base rabo el que induce la misma interpretación en los tres casos. Para otrasformaciones con esta base, como rabicaliente y caliente de rabadilla, ver Alonso Hernández, 2001, pp. 18-19.Y para estos usos de rabo en general, con abundancia de ejemplos, Cela, 1994, vol. 5, pp. 79a-81a.

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(18) a. porque me han puesto mas trauas / que a Marina la rabona (chacona «Vida bona», enArias, Primavera [1621], 84r, vv. 43-44)b. Rabiza . Muger de la mancebia, de las tenidas en poco («Vocabulario», enHidalgo,Romances de germanía [1609], s. v. rabiza)c. Rabonas (sea lícito hablar como solían) decían a las mulas sin cola (Jiménez Patón,Elocuencia [1604], VII, p. 336)

En tiempos de Gracián, pues, rabona había adquirido el significado germanesco queesta voz conserva hoy día en América, de México a Perú (19a), en consonancia con lapreservación —al menos en México— de los significados de rabo (19b) y del adjetivorabona ‘corta, insuficiente’ (19c, con juego de palabras que conecta corto ‘necio’ yrufián a través de rabonas, a la vez ‘insuficientes’ y ‘prostituidas’)55. Pero, además, elbelmontino pudo inspirarse en una fuente concreta, la Lena de Velázquez de Velasco,obra celestinesca a la que tuvo acceso en la edición barcelonesa de 1613 que se hallabaen la biblioteca lastanosina56. En ella hay un pasaje en que dos de los personajes tratande convencer a un tercero de que acoja en su casa a la protagonista, la celestina Lena57.A la pregunta de si la mujer «trae cola» (esto es, séquito o acompañamiento) seresponde con un alusivo equívoco en el que rabona vale al tiempo ‘rabicorta’, en susentido literal, y ‘mujer dedicada al lenocinio’, como se trasluce de las frases que siguen(20). Esta «agudeza», sorprendida quizá en ese «emporio de la más agradable y curiosavariedad» (Agudeza, XII, 405) que fue la casa de Lastanosa para quien, como Gracián,no encontraba «gusto como el leer, ni centro como una selecta librería» (El Criticón , II,4, 165)58, pudo pasar a engrosar el amplísimo «cartapacio graciano» la suma ingente de

55 La palabra está presente en América desde los primeros tiempos de la colonización: además de (15a),véase Boyd-Bowman, 1972, p. 871b, s. v. sobremano: «tres mulas para la carga … la una prieta, rabona». AlDRAE llegó a través de los Neologismos y americanismos (1896) de Ricardo Palma, quien en sus Papeletaslexicográficas definía así la voz soldadera: «En México y repúblicas centroamericanas, se llama soldadera a lamujer que, en el Perú, Ecuador y Bolivia, es rabona o compañera del soldado» (Palma, 1903, p. 258). Elprimer autor español en hacerse eco de esta voz es posiblemente Valle-Inclán (la «chola rabona» de TiranoBanderas, II, 3, 5, p. 91).

56 Este dato ha pasado desapercibido hasta ahora, según creo (no se menciona esta obra en el reciente yexhaustivo estudio de Arredondo et al., 2012), pero no puede ser otro el libro que aparece en el fol. 4r delinventario de los libros del prócer oscense bajo la siguiente mención: «Alfonso Uz de Velasco. Barcelona año1613. 16º». Aparecido con el título original de La lena en Milán en abril de 1602, se reeditó en la mismaciudad en septiembre de ese año, ya con el título de El celoso que adoptó Sebastián de Cormellas para laedición barcelonesa (ver Gutiérrez, 1992, p. 233).

57 Ya el nombre, claro está, es bastante elocuente: en la Oficina de Ravisio Textor, vol. 1, p. 203, sededicaba un epígrafe, por ejemplo, a los más famosos alcahuetes, es decir, a los «lenones et lenae».

58 Para la importancia de la biblioteca de Lastanosa en la obra de Gracián, ver Cantarino, 2002 y Egido,2008b, p. 110, n. 10, además de la profusión de fuentes localizables en esa «librería» que invoca ahora Egido,2014b. El catálogo fue publicado por Selig, 1960, donde he localizado las obras que cito como presentes allí.No fue esta la única biblioteca a disposición de Gracián, claro está (ver por ejemplo Laplana, 1998), pero sí el«culto museo» (El Criticón, II, 4, p. 123) que debió acercarse más a la condición de «centro» para él. Era,ciertamente, una biblioteca escogida: la Lena (o El celoso) no se encuentra en ningún otro de los cerca de 150inventarios de bibliotecas del siglo xvii analizados en Díez Borque, 2010 y Díez Borque y Bustos Táuler, 2012.Que Gracián no despreciaba en absoluto la lectura de obras de entretenimiento profano lo muestra, entre otrascosas, el eco en su obra de un pasaje del Don Diego de noche de Salas Barbadillo (véase Egido, 2011, pp. 320-322).

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los materiales librescos y eruditos que acopiaba59, para aflorar en el pasaje de la crisisegunda del Criticón que aquí comentamos.

(19) a.Rabona. Amér. Mujer que suele acompañar á los soldados en las marchas y encampaña (Real Academia Española, Suplemento al DRAE [1899], 1050a, s. v., apud NTLLE)b. Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas), / azótalas, / dales azúcar en la boca a lasrejegas (Octavio Paz, «Las palabras», vv. 1-4; en Libertad bajo palabra, p. 125)c. Cabe señalar que el juez Hiradier Huerta denunció ante el Vaticano al obispo Raúl Vera,porque le ocasionó «graves daños» a su investidura de jurista al emitir opiniones en su contradurante el proceso penal contra militares presuntos violadores de sexoservidoras en Castaños,al llamarlo en los medios de comunicación «un juez corto, que emite sentencias rabonas, y unjuez rufián» (Vanguardia [Saltillo, Coahuila], 21.01.2008)(20) [Ramiro] Mas, de veras, ¿a quién me quieren dar vuesas mercedes? [...] [Damasio]Ahora yo os lo quiero decir. Aparejá la colación. [Ramiro] Sepamos antes si lo vale.[Damasio] Vale un Perú: a Lena Corcuera de Cienfuegos (y aun Valverde), la corredora.[Ramiro] Mucha gente es esa para tan pobre despensa como la mía, y más si trae cola.[Damasio] No, que es rabona, y una fénix que nunca ha parido, y fuera de ser honrada cuantootra de su manera, es la mesma diligencia para haceros de oro en poco tiempo (Velázquez, Elceloso [1602], V, 3, p. 342)

La propuesta de que tras las inexplicables tahonas haya, en realidad, rabonasentretenidas no es solo materialmente más defendible que otras, por cuanto permiteexplicar el error de lectura del cajista tanto letra por letra como globalmente (puestahonas, como término de la vida cotidiana, es solución claramente facilior otrivializadora con relación a rabonas); tiene, también, pleno sentido en su contextocomo agudeza que, al fin de una serie de animales con contenido alegóricoconvencional, introduce una novedosa relación entre el plano zoológico y el orgiásticoen que se desenvuelve toda la crisi; y se ve, en fin, avalada por una posible fuente textualconcreta. Se logra, así, una asociación innovadora, no dependiente de la tradición, comoreclamaba el propio Gracián en la Agudeza (21):

(21) Grande humildad y aun flojedad de nuestros modernos, darse a traducir, o cuando másparafrasear ajenas y rozadas antiguallas, pudiendo aspirar a inventarlas con ventaja (Agudeza,LVI, p. 711)

Gracián se refiere aquí a la forma narrativa de la metamorfosis ovidiana, pero para élno existe gran diferencia entre esta y otras formas de la «agudeza compuesta fingida»; eldiscurso LVI de la Agudeza reúne la fábula animal con el apólogo y el cuento, perotambién con emblemas, jeroglíficos o parabolas, pues «[p]ara Gracián todo era, endefinitiva, fábula» (Egido, 2008b, p. 134, n. 50). De ese modo —como señala acontinuación Egido— «la unión y equiparación de epopeya, alegoría, metamorfosis yapólogo […] sería básica a la hora de configurar El Criticón como una manera modernade dar vida a las formas clásicas. El mito se integraba así en la alegoría para formar

59 La noción procede de Egido, 1997, pp. 40-45. «Como cualquier lectura, cualquier conversación,cualquier buen sermón eran susceptibles de aportar nuevos ejemplos, no cesaría de crecer el fichero, índice ocartapacio, clasificado segun las “especies” de agudeza o concepto» (Blanco, 2004, p. 101).

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parte de la invención» (pp. 137-138). Todos juntos conforman «un inmenso corpusmnemotécnico en el que elegir y sobre el que discurrir» (p. 141), «un fondo susceptiblede engendrar agudezas […] partiendo de una relación de semejanza que […] fundamentala invención fingida» (p. 133). Y la inventio graciana se orienta con frecuencia, como enQuevedo, a la desautomatización satírica de las formas y contenidos transmitidosconvencionalmente por la tradición, de forma que las referencias clásicas se someten «aun amplio proceso satírico y desmitificador en el careo con el presente» (p. 142). Estosconceptos nuevos son de aplicación instantánea y única, creados ad hoc para un pasajeconcreto, según una mentalidad muy barroca: «esa viveza conceptual se engarza con lapropia finitud y el carácter efímero de la agudeza, porque, al igual que en la historia dela humanidad, determinado tipo de conceptos florecen en un momento dado para luegodesaparecer y ser sustituidos por otros» (Egido, 2008c, p. 44).

Por lo demás, la enmienda rabonas en cierto modo no excluye las asociacionesestablecidas por raposas, sino que podría englobarlas, al menos en la medida en quetambién este último vocablo es evocado por la base rabo, relación transparente, porejemplo, para Nebrija (21a). Cierto es que la raposa no es rabona sino, más bien, elanimal rabudo por excelencia. Pero existe, sin embargo, una famosa zorra desrabada: lade la fábula esópica (la número 17 en la edición estándar de Hausrath) en que, perdidala cola en una trampa, una vulpeja intenta convencer a las demás de cortarse también lasuya (21b ofrece la versión de Pedro Simón Abril, que Gracián debió conocer)60. Comoella, las mujeres «coloradas y fresconas» del palacio de la alegría buscan, ofreciendovino —y ofreciéndose ellas mismas— a los peregrinos, «encubrir su afrenta con lacomunidad del mal»61. La cola de la raposa es un elemento central en otra fábula aúnmás difundida, la de la zorra y la mona (primera del Apéndice de Perotti): la monarabicorta, avergonzada de su impudicia, le pide a la zorra parte de su cola para cubrirse,y esta se niega (21c, en la versión del Ysopo valenciano de 1520)62. Quizá la mención

60 Cito por la edición de 1760, prologada por Mayans. Pedro Simón Abril enseñó en Zaragoza (1574-1576) y fue catedrático allí desde 1583. En Zaragoza, en 1575, apareció la primera edición de su traducciónde Esopo (con el texto latino enfrentado), que Gracián pudo manejar en sus años de formación, y muyprobablemente conoció la reedición zaragozana de 1647. La fábula de la «zorra rabona» (de la que puedenverse dos ilustraciones en el apéndice) no está en todas las colecciones esópicas (cf. Lacarra 2009), y es dehecho Simón Abril quien la introdujo en España; pero debía estar bastante difundida en la segunda mitad delsiglo xvii, pues la glosará Feijoo (nacido en 1676) en un par de ocasiones (Teatro crítico universal , II, 6, 14 yVIII, 5, 35: ver Talavera, 2007, pp. 189-191).

61 En la Tabla de Cebes (traducida igualmente por Pedro Simón Abril en 1586), los peregrinos «hallan auna mujer hermosa con un vaso en la mano del que todos beben [...]. Lo que han bebido es el error y laignorancia, proporcionado por la Mala Persuasión o Engaño [...]. Enseguida encuentran a un grupo demujeres rameras que son las Opiniones (Doxai), Apetitos (Epizymiai) y Deleites (Hedonai). Ellas se lanzan alos caminantes, los saltean, seduciéndolos, los separan del camino que seguían» (López Poza, 1994, pp. 90-91). El paralelo con la crisi que aquí tratamos es más que evidente (ver también López Poza, 2001), lo querefuerza la idea de que el contenido principal de la palabra oculta tras el error tahonas debe aludir alcontenido ‘rameras’.

62 Era fábula muy conocida, como muestra el romance «Todo se murmura» de Góngora: «Ríese la zorra, /búrlase la mona, / de que le falte cola, / de que le sobre cola» (Micó et al. [eds.], 2013, romance 417). Sumoraleja tradicional es la crítica de la avaricia del rico frente al pobre desnudo, pero ya en Góngora tiene unamodulación distinta. En la Lena de Velázquez de Velasco aparece, apenas dos escenas después del pasaje de(20), en combinación con la máxima vulpes non iterum capitur laqueo: «Este es el primer sermón que hahecho pollo a raposa, que no se hallará en Esopete. Estoy por reírme sin gana. Ha, ha, ha. Ahora digo que

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del genérico rabonas evocaba entre los lectores (más que acostumbrados a la lectura delas fábulas atribuidas a Esopo)63 el descaro de la zorra sin rabo o la vergüenza de lamona que quisiera uno más largo, o ambas cosas a la vez64. Y ningún eco esópico debedescartarse en Gracián, para quien en las fábulas «hablan las bestias para que entiendanlos hombres» (El Criticón, II, 4, p. 157)65.

(21) a. de rabo, raposa muda la b en p (Nebrija, Gramática, I, 7, 13r, p. 36)b. Aviendo una raposa caido en un cepo, y escapado de alli con la cola cortada, pareciale, queno avia de vivir de pura verguenza. Determino pues persuadir lo mismo a las demas raposas,para encubrir su afrenta con la comunidad del mal. Juntando pues todas las raposas a concejo,aconsejavales, que se cortassen las colas, como miembros, que no solamente eran deshonestos;pero aun pesos, que en balde les colgavan. Pero una de las otras respondiole diciendo: Hola tu,si lo que tu nos aconsejas no te cumpliera a ti, nunca tu nos lo aconsejaras (Pedro Simón Abril,Aesopi fabulae, VII, p. 12)c. La mona rogava a la raposa que, pues tenía tan gran cola, y vía que ella no tenía nada, quele partiesse un pedaço para que sus nalgas muy torpes cobriesse con ella, ca no aprovecha aella mesma cosa la demasía del rabo, antes le era carga y impedimento que le arrastrava por el

también se toman zorras viejas de las que han otras veces dejado la cola en el lazo» (Velázquez, El celoso, V,5, p. 346). En el monólogo inicial de la obra, por otra parte, Lena presume de su experiencia comparándosecon una gata de cola pelada: «Mas a fe que tiene que hacer con gata que trae pelada la cola» (I, 1, p. 238).Como se ve, pues, la ausencia o merma del rabo en animales astutos y díscolos es una analogía caracterizadorade esta tercera a lo largo de toda la obra.

63 En efecto, las fábulas de Esopo —en latín o romance— son, con diferencia, la más frecuente de lasobras de ficción en prosa en las bibliotecas de la primera mitad del siglo xvii (Díez Borque, 2012, pp. 24-26),y siguen estando muy presentes en la segunda mitad (Arredondo, 2012, pp. 85-86, pp. 93-94). Para Esopo enGracián, ver con carácter general Cuartero, 2003.

64 En las Historiae animalium de Gessner (I, p. 981) se habla de un animal mixto de zorra y mona, lasimivulpa, cuya descripción compendia así Jerónimo de Huerta: «Criase otro animal en la región de Payra, yen la prouincia de Panama, llamado Semiuulpa, que del medio cuerpo adelante es semejante a raposa, y delmedio atras tiene la forma de Simia» (Huerta, Historia natural , LIV, f. 296r). Al parecer, se trata de undidélfido, animal de larga cola que, sin embargo, en la iconografía de la época se suele representarfantasiosamente como una hembra rabicorta (así ocurre, por ejemplo, en la propia obra de Gessner, a pesar desu advertencia explícita: puede verse la imagen en el apéndice). Aunque sea llevar las cosas algo lejos, lasimivulpa de Gessner y Huerta (ambos presentes, recuérdese, en la biblioteca de Lastanosa) evoca losmonstruos híbridos y «diptongos» semihumanos (cf. El Criticón, III, pp. 122-124) tan frecuentes en Gracián,que sirven para «la personificación de una idea» (Blecua, 1945, p. 17). En todo caso, es evidente que «Graciánpresenta un bestiario curioso que merecería consideración aparte» (Egido, 2008b, p. 113, n. 14; véase en estesentido Gaylord, 1986), y que «los ejemplos del bestiario […] le servirán para establecer una red de analogíasconceptuales […] que son correlativas a la propia mecánica de la misma agudeza» (Egido, 2008b, p. 111).Quizá a Gracián, que debía tener noticia de la simivulpa, le rondara también esta imagen por la cabeza comocorrelato adicional evocado por el término rabonas.

65 Habla aquí la Moral Filosofía, quien a continuación hace con las fábulas de Esopo una guirnalda conque se corona. «También cita Gracián a Esopo en los discursos XXV y LV [de la Agudeza], recreándolo eimitándolo en El discreto y en El Criticón, ya desde el prólogo a la Primera parte» (Egido, 2008b, p. 124, n.31). Pero Gracián no se contenta con imitar; también aspira a idear «una fábula suya de nuevo cuño,sintiéndose como un moderno Esopo, capaz de fundir a Ovidio con Apuleyo, Boccalini y Salas Barbadillo,para crear así una nueva invención fabulística» (Egido, 2008b, p. 134). O de fundir a Esopo mismo con laLena y los «dibuxos del Rubens» para lograr un motivo más dentro de la «rica fusión de temas mitográficosdesarrollados en tapices, emblemas y pinturas» que ofrece el jesuita en esta crisi, fiel a un principioconstructivo e interpretativo en el que «la exégesis mítica andaba de la mano con la tradición esópica» (Egido,2008b, p. 136, n. 53).

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suelo. A la qual, se dize aver respondido la raposa: — Solamente porque no te cubriesses paraser más honesta y fermosa recibiendo de mí alguna cosa, yo dessearía de la tener más larga(Vida de Ysopo, III, 17, ff. 31v-32r)

Se podría objetar a la enmienda rabonas la vulgaridad misma del término, que noparece corresponder a la dignitas y ornato propios de la prosa culta; pero convienerecordar que Gracián no solo no rehúye, sino que en ocasiones busca intencionadamentela ruptura del decoro —tendencia, por lo demás, muy barroca66— mediante la inclusiónde voces «soeces, improprias, humildes, ásperas, bárbaras, inusitadas, obscenas yagrestes», como las definió Matheu en su Crítica de reflexión67; en esta misma crisi, sinir más lejos, censura Matheu sabandijón, fatiguillas (ambas humildes) y punchoneros(bárbara, por dialectal) además de broma , Cucaña y reumas , «extremos deimpropiedad». También podría resultar poco convincente la inespecificidad de rabonas(cualquier hembra sin rabo) frente a la concreción del resto de animales de esa serie(tigres, leones, águilas, elefantes, lobos); pero la propia indefinición semántica derabonas obliga al lector a abandonar la cómoda correspondencia biunívoca de laalegoría (para cada animal, un significado convencional) y asignarle por cuenta propia aese significante uno o varios referentes potenciales, esto es, a activar una búsquedamental de asociaciones en diversos ámbitos que permitan dar pleno sentido al vocablo,despejar su incógnita, resolver el enigma. En este sentido, rabonas abre posibilidadesmucho más amplias que raposas, monas o lobas, pues plantea al lector una tareahermenéutica más compleja68, muy acorde con la estética y los propósitos gracianos(22), como culminación de los cuales «la tercera parte de El Criticón rizaría el rizo de lasátira unida a la alegoría»69.

(22) La agudeza enigmática, como la de los problemas, debía basarse, según el jesuita, enpreguntas difíciles. […] El jesuita analizó los enigmas en el discurso XL de la Agudeza,entendiendo que los mejores eran aquellos que contenían una enseñanza moral [...]. Pero él no

66 Como explica Bègue, 2008, pp. 35-36 en referencia al periodo inmediatamente posterior a Gracián,«con la progresiva difusión del estilo llano en el siglo xvii, la rota Virgilii cojea hasta romperse y quedar hechapedazos. La escritura de las últimas décadas del siglo xvii y primeras del xviii es una escritura de transición,todavía llena de formulas gongorizantes confrontadas con otras, triviales, sencillas, hasta vulgares, pero cuyocontraste con las primeras resultaba altamente significativo. […] [S]entimos prefigurarse ya una poética de locomún, de lo “llano”, de lo “sencillo”, de lo familiar, de lo cotidiano».

67 Véase Gorsse y Jammes, 1988, p. 109.68 En nuestro ejemplo, el lector, dada la equivalencia entre una serie de animales y sus correspondientes

características morales, debe asignar valor al último término de la serie; y, para ello, debe indagar, partiendode él, en una intrincada maraña de motivos y alusiones sobre los que deberá meditar para, de retorno, poderdotar al término enigmático de un sentido enteramente nuevo; es este procedimiento, en última instancia, elque justifica y motiva la erudita taracea de referencias, que no son peso muerto sino instrumento y guía de lainterpretación del texto, el cual solo revela su sentido una vez que se ha desentrañado correctamente esa densamalla de significados: «El acarreo de fuentes […] se hace casi inagotable […], pero el arte de su autor al llevara término la imitación compuesta es tan sutil y complejo, que siempre acaba por desconcertarnos hasta llegaral asombro. No en vano su diseño retórico y la forma en la que todo se somete a un ejercicio de metamorfosis,hacen que finalmente cualquier parecido con el original termine perdiendo sus destellos primigenios parabrillar por cuenta propia» (Egido, 2009, p. clxix). El empleo de enigmas literarios tiene su correspondencia enla concepción de la naturaleza como mundo en cifra (cf. Egido, 2014b, p. 152).

69 Egido, 2014b, p. 301.

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se conformaba con enigmas sencillos, sino llenos de contrariedades y oscuridades para que ellector agudizara su ingenio, tanto como el autor al escribirlos (Egido, 2014b, p. 154)

En Gracián, como apuntó el censor de esa Tercera parte , «cada letra parece un partoestudioso de su mayor atención» (¶5v, 21)70. Es lástima que muchas de esas letras noshayan llegado deturpadas por la incuria de los impresores. Aplicando un sencillométodo de generalización a partir de errores detectados en el ejemplar de la princepsanalizado, es posible proponer enmiendas que, si no dejan de ser ope ingenii, tienen almenos un respaldo material, que hemos tratado de completar con apoyos textuales. YaAzorín consideraba que las supuestas oscuridades gracianas podían resolverse,simplemente, mediante una lectura atenta71. Pero no es cosa tan sencilla: la tarea derestablecer las palabras originalmente concebidas por Gracián implica en parte laresolución, al menos tentativa, de los complejos enigmas que encierran. Solo en parte,naturalmente, pues finalmente no hay nada más propio del autor aragonés que —deacuerdo con la última máxima del Oráculo manual72— dejar a su intérprete lo bastanteinsatisfecho como para quedar con hambre de pasar más adelante en la explicación desus misterios.

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70 «El Criticón transformó al lector en descifrador de letras y en peregrino de la lectura y de la vida,mostrándonos una forma de leer que es también un modo de andar y hasta de navegar, en el sentido másmoderno, a través de las grafías, avanzando por ellas en busca de un destino» (Egido, 2001, p. 164).

71 «Durante mucho tiempo se ha tenido a Gracián por oscuro, laberíntico, ininteligible. Requieren sustrabajos una lectura detenida; pero no hay en la prosa de Gracián nada que falte ni que sobre para sucomprensión total» (Azorín, 1938, p. 54). Para la fascinación de Azorín por Gracián, véase Calvo, 2001.

72 «Dejar con hambre. Hase de dejar en los labios aun con el néctar. Es el deseo medida de la estimación.Hasta la material sed es treta de buen gusto picarla, pero no acabarla» (Gracián, Oráculo, CCXCIX, p. 303).Tiene el lector de Gracián, así, la misma sensación que describió el belmontino, proyectándose a su vez comolector, en su aprobación al Entretenimiento de las musas (1654) de Francisco de la La Torre Sebil: que «de talmodo fue entrando en comer, que queda picado para otras muchas obras de su ingenioso autor» (cit. enCayuela, 2014).

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Resumen. El presente trabajo aborda la necesidad de considerar el proceso entero por el que un original deimprenta se trasladaba a letras de molde en el Siglo de Oro a la hora de postular criterios más firmes parasustentar enmiendas ope ingenii . Tomando como ejemplo la crisi segunda de la tercera parte de El Criticón deBaltasar Gracián (Madrid, Pablo de Val, 1657), ofrecemos varios ejemplos de series de enmiendas para las quepuede postularse una base común material que, una vez confirmada, permite a su vez aventurar nuevaspropuestas de intervención. Y finalmente nos centramos, empleando este método, en una nueva propuestapara un pasaje particularmente oscuro que continúa sin corregirse hoy día en la gran mayoría de las edicionesmodernas: la presencia de unas extrañas tahonas entretenidas junto a una serie de animales de significadoalegórico en la descripción del palacio de la Alegría.

Palabras clave. Gracián Baltasar, ecdótica, bibliografía material, variantes, historia de la lengua.

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Obra estudiada. El Criticón (Baltasar Gracián)

Résumé. Sur la nécessité de prendre en compte l’ensemble du processus qui permet, au Siècle d’or, de passer del’original d’imprimerie à la forme imprimée: c’est sur cette base qu’on pourra forger des critères plus sûrs pourproposer de plus justes corrections ope ingenii. L’exemple donné est celui de la «Crisi II» de la troisième partiedu Criticón de Gracián (Madrid, Pablo de Val, 1657), avec, à partir d’une base matérielle commune etcontrôlée, de nouvelles propositions d’intervention textuelle. Une attention toute particulière est portée à unpassage demeuré sans explication jusque dans les éditions les plus récentes: il s’agit des mystérieuses tahonasentretenidas associées à une série d’animaux allégoriques présents dans la description du palais d’Allégresse.

Mots clefs. Gracián Baltasar, ecdotique, bibliographie matérielle, variantes, histoire de la langue.

Œuvre étudiée. El Criticón (Baltasar Gracián)

Summary. This contribution points at the necessity of considering the whole process whereby a copy textbecame a printed book in the Spanish Golden Age in order to stablish firmer criteria to support conjecturalemendations. Taking as an instance just the second chapter in the third part of Baltasar Gracián’s El Criticón(Madrid, Pablo de Val, 1657), we offer several examples of emendations behind which a common materialjustification can be claimed to exist which, once confirmed, may in turn have heuristic value to encouragefurther intervention on the text. We finally apply this methodology to shed light on a particularly difficultpassage still uncorrected to date in most modern editions, where some mysterious tahonas entretenidas(literally, ‘entertained flour mills’) show up in combination with a series of allegorical animals in thedescription of the Palace of Joy.

Keywords. Gracián Baltasar, textual criticism, material bibliography, textual variants, historical linguistics.

Work studied. El Criticón (Baltasar Gracián)

El autor. Álvaro S. Octavio de Toledo y Huerta es profesor (Juniorprofessor) de Lingüística Románica en laUniversidad de Múnich. Se doctoró en Lingüística Románica por la Universidad de Tubinga, tras haberestudiado en la Complutense de Madrid, la Sorbona y la UNAM. Ha colaborado igualmente en cursos yseminarios con las universidades de Cambridge, Harvard o Lovaina, entre otras. Su investigación se centra enla historia lingüística del español, con particular interés por la sintaxis histórica y el aprovechamientolingüístico de variantes textuales ([email protected]).

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APÉNDICE: IMÁGENES

I. La meretrix magna (Los emblemas de Alciato, Lyon, Guillermo Rovilio, 1549, emblema 120) yEscila (Emblemata, Padua, Petro Paulo Tozzi, 1621, emblema 68)

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II. Ilustraciones de la fábula de la zorra rabona en el «Esopo de los Médici» (New York PublicLibrary, Spencer 50) y el Phryx Aesopus de Osius (Frankfurt, Kilian Han, 1574)

L

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III. La simivulpa de Gessner (Historia animalium , Zúrich, Christoph Froschauer, 1551) con elcomentario del autor desautorizando la representación rabicorta del animal

IV. Doble página autógrafa (22v-23r) de la España defendida de Quevedo (Madrid, RAH)