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Algunas opiniones en torno a la perspectiva de género
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Evolución histórica de la perspectiva de género
A partir de los años cincuenta – durante el cual apareció el término – la palabra
“género” empezó a usarse para referirse a ambos sexos: masculino y
femenino. No se veía diferencia alguna entre este término y la palabra “sexo”. A
medida que ha pasado el tiempo, han aparecido ciertas definiciones más
específicas.
Un posible concepto sería considerar al género como una “construcción social
elaborada en base a las diferencias de sexo”1, es decir un “sexo socialmente
construido”. A la vez podemos considerar al género como la asignación de
roles e identidades diferentes por ambos sexos.
Desde entonces el término "género" ha ido introduciéndose gradualmente en
todos los ámbitos, aunque a pesar de la cantidad de definiciones todavía no se
ha llegado a un concepto unificado.
Uno de los autores que hizo más énfasis en la perspectiva de género fue el
inglés John Stuart Mill (1806 - 1873), quien criticó la imagen preestablecida de
la mujer en su tiempo. Mill describe que las expectativas de una mujer durante
su vida correspondían al lugar donde la sociedad la relegaba: la mujer media
era analfabeta y no poseía instrucción de ningún tipo, solamente instruida en el
estereotipo de la pureza y la honradez2. Ambas cualidades eran explotadas
directamente en las mujeres pues de ello dependían el honor familiar y sus
posibilidades para el futuro – léase un marido. Mill culpa a esa construcción de
género por la subordinación – y como él lo dice, sometimiento – del género
femenino.
Mill resume el problema del sometimiento de la mujer en tres ejes principales:
la perspectiva de género construida por la sociedad, la deficiente educación y
el matrimonio. Estos elementos son los que determinan ese “ideal” en el que la
mujer debe convertirse. Algunos creen – dice Mill - que “las mujeres no se
quejan, y de buen grado se someten”; si bien la verdad es muy diferente, pues
millones de ellas “alimentan en silencio aspiraciones de libertad y justicia”, y
1 El Estado contra los Derechos. Pena de muerte, violencia de género y autoamnistía en la jurisprudencia supranacional. Edgar Carpio Marcos. Ed. Palestra.2 El sometimiento de las mujeres. John Stuart Mill.
más habría aún “si la queja, por tener color de protesta, no acarrease el
aumento de los malos tratamientos”3
John Stuart Mill no solo enuncia los efectos negativos de este modelo en las
mujeres, sino también en el mismo género masculino. La sujeción de la mujer
sumada a su incapacidad de desligarse de esa situación acaba produciendo
hombres arrogantes, de tendencia despótica e infantil. Al verse cada vez más
frustrados por su entorno, desahogarán sus impulsos en las esposas que los
esperan en casa. Curiosamente aquí ve Mill el origen del maltrato femenino:
“Con los demás hombres, sus iguales en derecho, reprimirán la impertinencia,
porque temerán que les manden, y con razón, a paseo; ya se desquitarán con
las mujeres, cuya posición las obliga a tolerarles, y se vengarán sobre una
desgraciada esposa de la represión y moderación que se impusieron a cada
instante fuera de casa”4
La perspectiva de género también es aplicable a otros campos. Podemos tomar
por ejemplo a los Derechos Humanos: esta disciplina ha ido constituyéndose
desde una perspectiva aparentemente neutral, cuando en realidad en la mayor
parte de tratados y convenciones no incluyó en su diseño la perspectiva
diferenciada de género (“androcentrismo de los Derechos Humanos”). Sin
embargo es evidente que las violaciones de derechos humanos afectan a
ambos géneros de forma distinta, incluso al género femenino solo por el hecho
de serlo. Esta situación es más grave si reconocemos que las mujeres no
poseen el mismo acceso a la justicia, prestándole poca atención a sus casos.
Al aplicar la perspectiva de género podemos ejercer una protección más
efectiva de las personas y una mejor comprensión de las situaciones reales de
hombres y mujeres, resultando en una visión innovadora del derecho.
Al hablar de un análisis de las perspectivas de género, se quiere cuestionar los
principios tradicionales que asignan determinados espacios a unos y a otros –
como la brecha entre trabajo productivo versus reproductivo. El objetivo es
reconocer la equidad en términos más allá de lo formal, ya que “No existe aún
un claro reconocimiento o comprensión de que la perspectiva de género es una
3 La esclavitud femenina. John Stuart Mill.4 La esclavitud femenina. John Stuart Mill.
dimensión importante en la definición de la naturaleza sustantiva de los
derechos”.5
Otros autores han hecho hincapié en una relación igualitaria entre el género
femenino y masculino. Una de éstos es la francesa Simone de Beavuoir, quien
en su obra El segundo sexo ) afirma categóricamente que ni la biología, la
psicología, o el materialismo histórico definen el destino de la mujer,
determinándola a ser relegada ante el varón. Esta autora no se limita a poner
en práctica los derechos humanos elementales aplicados de facto y a la mujer
en materia de empleo, igual correspondencia salario por su propio trabajo,
derecho a participación plena en el poder y en la toma de decisiones, e
igualdad de educación. Para Beauvoir la mujer es un ser humano con la misma
dignidad y derechos que el hombre, lo cual debe conducirlos a tratarse con
mutuo respeto. En sus propias palabras, “en los dos sexos se desarrolla el
mismo drama de la carne y el espíritu, de la finitud y la trascendencia; a ambos
les roe el tiempo, los acecha la muerte; ambos tienen la misma necesidad
esencial uno del otro; y pueden extraer de su libertad la misma gloria; si
supiesen saborearla, no sentirían la tentación de disputarse falaces privilegios;
y entonces podría nacer la fraternidad entre ellos”.6
5 El Estado contra los Derechos. Pena de muerte, violencia de género y autoamnistía en la jurisprudencia supranacional. Edgar Carpio Marcos. Ed. Palestra.6 El segundo sexo. Simone de Beauvoir.