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3 Cecilia Landa Fonseca Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro Correo para correspondencia: [email protected] Resumen En este trabajo se examinan las acciones que llevaron a cabo los actores políticos de la ciudad de Querétaro, iden- tificados como la “oligarquía colonial”, a fin de contener y oponerse al movimiento insurgente, desde el descubrimiento de la conspiración en septiembre de 1810 hasta 1815. Accio- nes determinantes en el fortalecimiento del “baluarte realista” en el que se convirtió la plaza, impulsados por la necesidad de defender los valores políticos y religiosos tradicionales. Ratificaron sus lazos de fidelidad y vasallaje a la Corona es- pañola, lo que dio sentido a las acciones sociales que reali- zaron encaminadas a respaldar el status-quo. En ello residía su permanencia en el poder, frente a la coyuntura que los amenazaba, de ahí la necesidad de hacer patente el apoyo que brindaron a las instituciones virreinales y la obtención de dicho reconocimiento. Palabras clave: Fidelidad, baluarte realista, guerra de in- dependencia. Abstract This essay examines the political and social actions achie- ved by the political actors in the city of Queretaro, identified as the “colonial oligarchy”, who contained and opposed the insurgent movement, from the moment the conspiracy was discovered in September 1810 until 1815; these actors had a significant role in the strengthening of the “royal bastion” that was the city at the time, and they were motivated by the need to defend their traditional political and religious values as well as asserting their faithfulness as subjects of the Spa- nish Crown, all of which gave meaning to the social actions they accomplished that were focused to back up the status quo, understanding that it meant they would continue to be in power as they faced the turning point that threatened them, thus the necessity to demonstrate their support to the royal institutions and to attain such acknowledgement. Key words: Loyalty, royal bastion, independence war. Introducción Este ensayo explora cómo se convirtió la ciudad de Querétaro en un baluarte realista durante el mo- vimiento de Independencia, entre 1810-1821, periodo que se escogió porque durante esos años se lleva- ron a cabo las diversas acciones de los actores políticos queretanos para oponerse a la insurgencia, en respal- do de las instituciones constituidas: “Todos –incluidas las repúblicas de indios, iguales en esto a los demás grupos sociales– rechazan al invasor [y a los insurgentes] apelando a la fidelidad al rey; a los vínculos recí- procos entre él y sus “pueblos”; a la defensa de la religión, de la patria y de sus “usos y costumbres” (Guerra, 2003). El término “actores políticos” nos permite identificar a los prota- gonistas de esta historia y corres- ponde a una categoría de análisis utilizada en la teoría de los “roles” que se refiere a indagar los papeles que juegan en sociedad, en el ám- bito político, un individuo, grupo o asociación, a saber: “Persona o agru- pación que desempeña un rol políti- camente relevante […] Así, un vo- tante, un comité del Congreso, un dictador, el secretario de una rama CIENCIA@UAQ. 3-10.2011 Querétaro, siempre fiel baluarte realista durante la guerra de independencia Querétaro, always faithful, royal bastion during the war of independence

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Cecilia Landa Fonseca

Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma

de QuerétaroCorreo para correspondencia:

[email protected]

Resumen

En este trabajo se examinan las acciones que llevaron a cabo los actores políticos de la ciudad de Querétaro, iden-tificados como la “oligarquía colonial”, a fin de contener y oponerse al movimiento insurgente, desde el descubrimiento de la conspiración en septiembre de 1810 hasta 1815. Accio-nes determinantes en el fortalecimiento del “baluarte realista” en el que se convirtió la plaza, impulsados por la necesidad de defender los valores políticos y religiosos tradicionales. Ratificaron sus lazos de fidelidad y vasallaje a la Corona es-pañola, lo que dio sentido a las acciones sociales que reali-zaron encaminadas a respaldar el status-quo. En ello residía su permanencia en el poder, frente a la coyuntura que los amenazaba, de ahí la necesidad de hacer patente el apoyo que brindaron a las instituciones virreinales y la obtención de dicho reconocimiento. Palabras clave: Fidelidad, baluarte realista, guerra de in-dependencia.

Abstract

This essay examines the political and social actions achie-ved by the political actors in the city of Queretaro, identified as the “colonial oligarchy”, who contained and opposed the insurgent movement, from the moment the conspiracy was discovered in September 1810 until 1815; these actors had a significant role in the strengthening of the “royal bastion” that was the city at the time, and they were motivated by the need to defend their traditional political and religious values as well as asserting their faithfulness as subjects of the Spa-nish Crown, all of which gave meaning to the social actions they accomplished that were focused to back up the status quo, understanding that it meant they would continue to be in power as they faced the turning point that threatened them, thus the necessity to demonstrate their support to the royal institutions and to attain such acknowledgement.Key words: Loyalty, royal bastion, independence war.

Introducción

Este ensayo explora cómo se convirtió la ciudad de Querétaro en un baluarte realista durante el mo-vimiento de Independencia, entre 1810-1821, periodo que se escogió porque durante esos años se lleva-ron a cabo las diversas acciones de los actores políticos queretanos para oponerse a la insurgencia, en respal-do de las instituciones constituidas: “Todos –incluidas las repúblicas de indios, iguales en esto a los demás grupos sociales– rechazan al invasor [y a los insurgentes] apelando a la fidelidad al rey; a los vínculos recí-procos entre él y sus “pueblos”; a la defensa de la religión, de la patria y de sus “usos y costumbres” (Guerra, 2003).

El término “actores políticos” nos permite identificar a los prota-gonistas de esta historia y corres-ponde a una categoría de análisis utilizada en la teoría de los “roles” que se refiere a indagar los papeles que juegan en sociedad, en el ám-bito político, un individuo, grupo o asociación, a saber: “Persona o agru-pación que desempeña un rol políti-camente relevante […] Así, un vo-tante, un comité del Congreso, un dictador, el secretario de una rama C

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de un partido político, un magnicida y un grupo de presión, son actores políticos.” Como tales, desarrollan determinadas formas de acción social a fin de impulsar u oponerse a los cambios, lo que supone una actuación concertada que los unifi-ca en función de sus códigos culturales y lógicas específicas que responden a estructuras de largo aliento: “[…] íntimamente unidos a los princi-pios de legitimidad y a los valores […]” (Medina 2004). De tal manera, indagar las acciones que realizaron y las decisiones que se adoptaron para oponerse a la insurgencia, nos permite conocer sus referencias culturales, la estructura a la que pertenecen y las reglas del campo político en el que se mueven.

En términos generales, las estructuras de largo aliento, en el tema que nos ocupa se refieren al monopolio, de casi trescientos años, que la Coro-na española mantuvo sobre los reinos que confor-maron la Monarquía. Poder que compartió con las corporaciones privilegiadas y la Iglesia cató-lica, cuya influencia espiritual fue fundamental e imprimió en la mente de los católicos, los princi-pios morales y religiosos que regían sus acciones. De tal suerte, el fin último del ser humano fue al-canzar la salvación eterna, de ahí la importancia de obrar cristianamente y observar los preceptos dictados por la religión, entre los que sobresalió la fidelidad a Dios y al rey, so pena de condenarse. La misión providencial de la Monarquía españo-la, en sus vertientes política y espiritual, caminó de la mano con la de la Iglesia. Ser leal al Rey y a la autoridad moral que representaba era in-dispensable para la obtención del Paraíso. Pacto cuyo sostén se edificó sobre los vasallos, ligados entre sí por el sentimiento de fidelidad, lealtad y servicio, salvaguarda del status-quo.

Particularmente significativo para compren-der cómo se concibieron esos lazos fue el uso uni-versal de palabras como vasallo y vasallaje, señor o señoriaje: todas remitían a una relación personal y recíproca con el rey: “[…] que tiene una doble dimensión, personal y corporativa, pues aunque el juramento de fidelidad sobre el que se estable-ció haya sido prestado por cuerpos de todo tipo -territoriales, corporativos o estamentales- dicho juramento comprometía personalmente a sus miembros. De esa “fe jurada” al rey como a su señor surge la obligación para sus vasallos de asis-tirlo con su acción, sus bienes e incluso su vida […] imágenes muy clásicas del universo mental

del antiguo régimen […]” (Guerra, 2003)

Si bien todos los miembros de la sociedad que-retana compartían estos sentimientos de lealtad y vasallaje, en este trabajo nos referimos, parti-cularmente, a quienes detentaron posiciones en-cumbradas dentro de las estructuras virreinales incluyendo a españoles, criollos y a los represen-tantes de la República de indios, también llama-dos miembros de la oligarquía, debido a que ellos tuvieron la posibilidad de tomar las decisiones fundamentales para la supervivencia. Sobresa-lieron un elevado número de miembros de los cleros regular y secular, funcionarios reales, pro-pietarios agrícolas, obrajeros, comerciantes, etcé-tera. Protagonistas que llevaron la voz cantante, y contaron con un fuerte apoyo de la población en general, conformada por indígenas, mestizos y mulatos, denominados en los documentos como “pueblo bajo”. Habitantes de la ciudad y refugia-dos en ella, se movilizaron para contrarrestar la insurgencia a través de diversas acciones, a fin de certificar su fidelidad al Rey y convalidar sus lazos de vasallaje, como lo observamos a través de los testimonios diversos que sustentan este trabajo. De tal manera, durante la insurgencia, “Queréta-ro, fue siempre fiel,” postura coincidente con los procesos, muy similares, que se vivieron en casi todas las ciudades de la Nueva España y que han sido documentados por algunos autores que es-tudian dicho periodo.

Eric Van Young (1992) considera que la ciu-dad de Querétaro se mantuvo leal a la causa del Rey debido a que sus habitantes no tenían moti-vos fuertes para movilizarse contra la autoridad española y porque no compartieron los elemen-tos programáticos e ideológicos de los dirigentes criollos del movimiento de Independencia y sus aliados.

Asimismo indica que las afirmaciones que sostienen que el clero parroquial tuvo un papel destacado en la dirigencia insurgente, se ha con-vertido en un axioma historiográfico que impide analizar, de manera más certera, su desempeño en el movimiento. Como contraparte, señala que es menos conocido que casi todos los religiosos se mantuvieron leales al régimen colonial (Van Young, 2006).

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John Tutino apunta que: “[…] la mayoría de las élites del Bajío, incluso la mayoría de las élites criollas, se negaron a participar en el proyectado movimiento de independencia” (Tutino, 1990).

Por su parte Ortiz Escamilla afirma que fue, casi total, el rechazo de los habitantes de las principales ciudades novohispanas hacia los in-surgentes, al grado que estuvieron dispuestos a organizar sus propias milicias para hacerles frente (Ortiz, 1997).

Resulta paradójico pues que, el lugar en don-de se descubrió la conspiración que prendió la mecha para la iniciación del movimiento rebel-de, que se extendió a lo largo de diez años, se haya considerado durante años, como “La Cuna de la Independencia”, calificativo que lleva a algunos autores a resaltar el papel de la ciudad como conspiradora y mostrar que existían impor-tantes sectores de la población que eran afines a las ideas de emancipación.

La perspectiva de este ensayo es resultado de la revisión cuidadosa de la bibliografía especiali-zada sobre el tema y de una serie de documentos por lo que reconoce que, en efecto, hubo ha-bitantes de la ciudad de Querétaro que partici-paron en las “juntas libertarias” que desencade-naron la guerra. Asimismo, que formaban parte de una red mayor encabezada por habitantes de otras latitudes, principalmente de Dolores y San Miguel el Grande. No obstante, en el momento del descubrimiento de la conjura, se deslindaron del movimiento.

¿Por qué los actores políticos de la ciudad de Querétaro, miembros activos de las tertulias no participaron al lado de sus compañeros de cons-piración en la guerra que se desató y, aún más, se convirtieron en portavoces de la contrainsur-gencia?

De tal suerte, no compartimos las propuestas de algunas obras de la historiografía queretana, interesadas en destacar el papel de Querétaro como ciudad “conspiradora” (Rincón, 2009).

La hipótesis de este trabajo plantea que, den-tro de la ciudad, si bien hubo algunos habitan-tes proclives a la insurgencia, no existió ningún movimiento urbano sólido capaz de respaldar la rebelión, según se manifestó en las diferentes ac-ciones que se adoptaron para contrarrestarla ya

que, en realidad, no compartían las propuestas de los rebeldes y, sobre todo, no existía descontento real entre ellos para oponerse a las instituciones a las que consideraban viables. Estaban conven-cidos de la vigencia y bondad del pacto contrac-tual sellado por los lazos de lealtad y vasallaje al Rey y fidelidad a los principios establecidos por la monarquía, lo que era evidente en sus formas de pensar y actuar, reflejo de sus códigos culturales.

Para mostrar el respaldo casi incondicional al status-quo virreinal que se manifestó en ámbitos, momentos y acciones diversas se utilizan algunos documentos publicados y otros, muy posiblemen-te, inéditos en los que, claramente, se revelan los lazos de fidelidad y vasallaje. Por ello, en ciertas partes del texto se hace uso intensivo de las citas textuales que develan las estructuras profundas y lógicas específicas que prevalecían entre los múl-tiples actores protagonistas.

La Contención de la Insurgencia

1. Las acciones de los cleros

Las acciones de la Iglesia para contrarrestar la insurgencia fueron fundamentales pues era de suma importancia desprestigiar las actividades de dos miembros populares del clero: Hidalgo y Morelos. Por esta razón, casi inmediatamente, se dieron a la tarea de predicar en contra de la rebelión y ratificar la lealtad popular al régimen. Así lo afirman los análisis “más autorizados” (Van Young, 2006).

En la ciudad de Querétaro, dichas actividades quedaron asentadas en las noticias de algunos testigos de la época como el Cronista Anónimo en su obra Acuerdos curiosos; en Francisco Xavier Argomaniz en Diario de Querétaro, y en las Me-morias de Epigmenio González, quien no sólo fue testigo presencial de los hechos sino que, además, participó de manera activa en la conspiración que desató el movimiento. Cuando fue delatada, él y su hermano Emeterio fueron los únicos que sufrieron castigos severos, debido a los papeles comprometedores que confiscaron en su casa. Por ello, fueron sometidos a un largo proceso judicial. En el trance tortuoso que enfrentaron, Emete-rio murió y Epigmenio fue enviado a Filipinas a cumplir una larga condena. Volvió a la patria en 1836 y residió en Guadalajara en donde escribió

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sus Memorias, obra en la que narra los detalles de la conspiración de independencia. Analizando sus comentarios, se observa el peso decisivo que otorgó a la participación de los frailes del Colegio de la Santa Cruz y afirmó que, gracias a ella, no cundió la rebelión y fue una de las causas para que la guerra se prolongara durante diez largos años (Agraz, 2007). Los religiosos de Propaganda Fide fueron, en estos términos, elementos esen-ciales de resistencia, actores que permitieron la permanencia del status-quo del que disfrutaba la sociedad queretana.

Además de predicar entre la gente del pue-blo, fue de extrema importancia la tarea que realizaron entre los soldados que habían llegado con el general español Manuel Flon, para evitar disidencias. Se pretendió que, cuando salieran a combatir a los rebeldes, tuvieran siempre pre-sentes los principios cristianos para contrarrestar cualquier posibilidad de deserción e impedir que se sumaran a las filas insurgentes.

La campaña intensiva de sermones, orques-tada por el Guardián del Convento de la Cruz y protagonizada por sus frailes, se inició el 20 de septiembre de 1810 y se extendió hasta junio de 1811. Se predicaron en público, 12 sermones cada semana (Cronista anónimo, 1989). Si las cuentas no fallan, suponiendo que el proceso no se hubie-ra interrumpido, calculamos que se dijeron alre-dedor de 480 sermones durante esos diez meses. La carga mayor en esta tarea la enfrentaron los crucíferos pero también los frailes de otras órde-nes como los mercedarios, dieguinos, carmelitas, oratorianos, etcétera y, clérigos seculares, quienes realizaron tareas similares en sus templos.

En la segunda semana de iniciada la rebelión, según informó el guardián del Convento, los re-ligiosos tuvieron que suspender, por siete días, la prédica en las calles debido a la gran animad-versión en su contra pero los clérigos seculares los sustituyeron, temporalmente, lo que permitió que se “diluyera” la mala opinión a su alrededor.

A manera de hipótesis, ya que no se conocen, pensamos que es posible que esos sermones que refieren, entre otros, el Cronista anónimo, Ar-gomaniz y Epigmenio González, no hayan sido publicados ya que era costoso y, para hacerlo, se necesitaba de un mecenas. Asimismo, se debe considerar que la situación económica se volvió

crítica pues los pobladores tuvieron que hacer donativos y préstamos para hacer frente a las exi-gencias constantes de recursos para enfrentar la emergencia de la guerra. Pero, sobre todo, dado que la idea era que se repitieran los principios de fidelidad y vasallaje a Dios y al Rey, frente al pue-blo en general, no debieron tener grandes pre-tensiones retóricas como se estiló en las piezas publicadas.

De tal suerte, se debe haber elaborado una es-pecie de sermón-modelo o guión, muy persuasivo, inteligible, categórico y amenazador para acceder al vulgo en las plazas públicas, cuarteles y/o en los templos, en el que se resaltaron los castigos divi-nos que recibirían los simpatizantes de los rebel-des, muy posiblemente, de contenido bastante si-milar a los sermones más conocidos que dictaron clérigos y frailes, en ceremonias pomposas, frente a los personajes connotados de la ciudad. Es pro-bable que ni siquiera se imprimieran; en suma, no se tienen noticias claras sobre el asunto. No obs-tante, su labor fue ponderada por las autoridades y se ha reconocido que fue decisiva: “Tal vez por ello, por la vigilante actividad de las autoridades locales y por la coordinada acción del clero que organizó rezos y prédicas durante los días del pro-bable amago, la ciudad no fue atacada, o mejor dicho, la población misma se mantuvo unida, sin apoyar mayor cosa a los insurgentes que la ama-gaban”.

Otras acciones de los religiosos fueron de carácter práctico ya que sufragaron, por cuenta propia, los gastos para mantener la prisión, el hospital y el cuartel militar que se instalaron en el Convento.1 Cuestión que implicó grandes es-fuerzos y economías pues en tiempos normales, los frailes recibían, además de las limosnas y los donativos de sus bienhechores, un estipendio por sus servicios que abarcaban, desde presidir una procesión, fiesta, etcétera, hasta la impartición de los sacramentos, ingresos que constituían par-te fundamental de los recursos para solventar sus necesidades. Sin embargo, en el estado de emer-gencia en el que se encontraban, los donativos es-casearon y ellos tuvieron que sortear, con menos recursos, las dificultades a las que se enfrentaron. El guardián fray Ángel Alonso de Prado escribió al Comisario General de la Orden, su Superior en España, para informarle detalladamente acer-

1 AHPFM, Fondo Santa Cruz, letra L, legajo 3, n. 109, 4fs., 23 de octubre de 1811, f.3r.

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ca de la labor que desempeñaron. En la misiva, destacó que: “[…] el Colegio no hizo más que su deber en ser el primero en oponerse con su pre-dicación al Cura Hidalgo y sus proyectos de insu-rrección, descubriendo y rastreando [sic] por la regla del Santo Evangelio […] y por los pretextos políticos, con que coloreaban la insurrección, tan claramente falsos y aún ridículos, que sólo a los necios pudieron seducir quien era Hidalgo y sus secuaces” (Ibidem). Los insurrectos afirmaban: “[…] que nos habían sobornado los europeos, que éramos herejes, indios, etcétera” (Idem).

El Comisario general recomendó al guardián que consiguiera, por escrito, la certificación de las autoridades acerca de la labor evangélica, encargo que cumplió escribiendo al Comandan-te don Ignacio García Rebollo, quien la otorgó haciendo hincapié en el servicio a la causa que realizaron en todos los frentes: en el púlpito, en el confesionario, en las conversaciones familiares y en los múltiples consejos y asesoría que brindaron a todo aquel que lo solicitara: “[…] y mucho más inexplicable el celo, empeño y eficacia con que en todo esto han procedido sin perdonar trabajo ni diligencia y arrostrando a los peligros para cor-tar y contener la insurrección”2.

Es preciso reconocer que algunos de los miem-bros de los cleros regular y secular que vivían en la ciudad fueron señalados como infidentes ya que –se decía- existían pruebas que exhibían su rela-ción con los insurgentes, argumento que utilizan algunos autores para afirmar que, particularmen-te, los curas y frailes, en mayoría, compartían las ideas de los rebeldes. No obstante, existen testi-monios variados que nos indican que los clérigos seculares que estaban a cargo de las parroquias de la ciudad, apoyaron la causa del Rey, como por ejemplo, entre otros, Félix Osores, cura de la parroquia de Santa Ana, quien en 1814, estalló en contra de la rebelión en el sermón que dio en la iglesia de San Francisco para proclamar el re-greso de Fernando VII.3 Asimismo, Rafael Gil de León, cura de la parroquia de Santiago, enemigo 2 AHPFM, Fondo Santa Cruz, Letra L, legajo 3 # 110, octubre-no-viembre, 1811, f. 1v. 3 Sermón que en la solemne acción de gracias que hicieron los em-pleados en las oficinas de Real Hacienda de la muy noble y leal ciu-dad de Querétaro por el feliz regreso de nuestro católico Monarca el Sr. D. Fernando VII al trono de sus mayores, dijo El Dr. D Félix Osores, Cura de la Parroquia de Santa Ana de la misma ciudad, en la iglesia del convento grande de San Francisco el día 18 de Octubre de 1814. Lo dan a luz los mismos empleados, para testimonio de su fidelidad y amor al Rey. México, Imprenta de D. Mariano Ontiveros, año de 1815, pp. 6-7.

acérrimo de los levantados quien, incluso, huyó de la ciudad a refugiarse en Huichapan, donde fue aprehendido temporalmente por los herma-nos Villagrán4.

En el caso de Diego Narciso de Chávez, cura de la parroquia del Espíritu Santo, se dudó de su lealtad. En enero de 1812 fue acusado por José Buenaventura de Araujo de abrigar a dieciocho insurgentes en la Hacienda de Montenegro, ante lo cual se defendió e hizo patente su fidelidad a la “causa justa,” por lo que fue eximido de los car-gos5.

Algunos frailes dieguinos, del convento de San Antonio fueron blanco especial de acusacio-nes como, entre otros, Felipe Luna, a quien se le siguió un largo proceso judicial. También algún mercedario del que no conocemos su nombre, que fue amarrado por las tropas realistas y pasea-do por las calles de la ciudad, en los primeros días del movimiento6.

Sea lo que fuere, las acciones de las órdenes religiosas y de los clérigos seculares fueron de-terminantes en la contención de la insurrección, gracias a la confirmación de los principios éticos, morales y religiosos que se difundieron, cargados con fuertes dosis de amenazas de excomunión y castigo eterno y refrendaron su lealtad indiscuti-ble a la Corona española. Reforzaron los códigos culturales que compartían con los pobladores, en el entendido que en ello, residía la posibilidad de mantenerse en el candelero político y social y, en suma, asegurar la supervivencia del status-quo.

2. Acciones de la sociedad queretana

Entre las acciones políticas que realizaron los miembros de las altas esferas sociales, destacó su activa colaboración en la fortificación de la ciu-dad, cuestión que se convirtió en una preocupa-ción constante, dados los rumores que corrían acerca de los posibles ataques de los insurgentes. Este aspecto también desmitifica algunas afir-maciones en las que se señala que la ciudad de Querétaro se convirtió en una plaza reforzada por el ejército y, por ello, no fue tomada por los in-4 AHPJQ, Grupo documental de la Administración indiana, 07cri 059, loc.cit., fs. 19r.-20v. 5 AHPJQ, Grupo documental de la Administración indiana, 07Cri006, 8 de enero de 1812.6 AGN, Inquisición vol. 462, expediente 2, enero de 1811, f. 2v.

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surgentes. La preocupación de los habitantes fue legítima porque de ellos dependió la seguridad interna, ya que las milicias realistas que, en nú-meros elevados, llegaron pocos días después del descubrimiento de la conspiración, no se instala-ron de manera permanente, sino que utilizaron la plaza como punto de partida hacia otras regiones y sólo ocasionalmente se estacionaron en Queré-taro, de ahí la necesidad de formar las milicias de voluntarios patriotas, como sucedió en el resto de las ciudades novohispanas (Ortiz,1997).

Por tanto, las acciones conjuntas de la pobla-ción fueron definitivas y tuvieron como resultado el blindaje de la ciudad. Entre otras, destacó el Plan de defensa de esta ciudad…de marzo de 1811,7 documento que retrató el papel que desempeña-ron los diferentes actores políticos.

Una medida inmediata fue la formación de un escudo alrededor de la ciudad para lo que se cavaron fosos en algunas arterias estratégicas de entrada y salida, a fin de obstaculizar el tránsito e impedir el paso del enemigo (Ibidem). Paralela-mente, se elaboró el primer Plan de defensa en marzo de 1811, en donde se contemplaron, para instalarse en puestos clave, 1.247 elementos, en-tre militares y voluntarios.8 En caso de un ataque enemigo sería indispensable la colaboración de toda la población, tanto de europeos como ame-ricanos (Ibidem). El temor generalizado acerca de un ataque por el encono de los rebeldes era real: “Querétaro es más odiada de los enemigos que otras muchas poblaciones, porque es sin duda más decidida su unión a la monarquía y su fideli-dad al rey. Esto lo acreditan las enérgicas procla-mas de este Ilustre Ayuntamiento […]”9 de ahí la protesta que presentaron ante el comandante general de la Provincia porque se ordenó el retiro de la pequeña guarnición militar que la protegía. En 1817 García Rebollo presentó un nuevo Plan de defensa que evidenció que los ciudadanos eran presa del miedo, ante la insuficiencia de milita-res asignados para proteger la ciudad.10 Las zan-jas o cortaduras del perímetro citadino, siguieron 7 Archivo Histórico de Querétaro (AHQ), “Plan de defensa de esta Ciudad de Santiago de Querétaro, que yo el capitán don Juan Antonio de Evia he formado en virtud de la comisión que para este efecto me confirieron los señores de la junta de guerra que se celebró en la casa del señor comandante de brigada y de las armas en la noche del día catorce de marzo de mil ochocientos once, 14 de marzo de 1811, Ejecutivo, 1811, sin clasificar.8 Plan de defensa…, loc.cit., fs. 142v.-143v. 9 AGN, Ramo Operaciones de Guerra, Vol. 514, fs. 151r.-156v. 10 AHQ, Plan de defensa de Querétaro, año de 1817, sin clasificar, fs. 238r.-240r.

funcionando hasta 1821, a pesar de las grandes molestias que causaban al obstaculizar el tránsito de los habitantes, comerciantes, viajeros, etcéte-ra. Los esfuerzos realizados para la fortificación rindieron frutos importantes ya que se consideró como una plaza segura a la que llegaron habitan-tes de otras poblaciones del Bajío para resguar-darse de la violencia, algunos procedentes de San Miguel el Grande y otros, de Celaya.

Otro aspecto que hizo patente la lealtad a la monarquía, fue el financiamiento de los ejércitos, aunque éstos no se encontraban en la plaza. La peticiones no cesaron a lo largo del conflicto y se solicitaron, al menos una vez al año e inclu-yeron también la participación de los que habían encontrado refugio en la ciudad. Si bien la ciu-dad se consideró una plaza segura, las actividades productivas se deterioraron dramáticamente, in-cidiendo de manera negativa en los recursos dis-ponibles. Situación que los llevó a solicitar que se les eximiera de los préstamos forzosos.11 Desco-nocemos el resultado de la petición pero, lo cier-to es que la presión sobre el llamado “vecindario pudiente” no cesó, incluso hasta 182112.

De gran interés es identificar a los nombres y familias de los personajes convocados para reunir recursos para el ejército ya que, claramente, se manifiestan los lazos familiares, políticos y eco-nómicos que unían a los miembros de la oligar-quía queretana quienes detentaban el monopolio del poder. Eran funcionarios públicos y religiosos; controlaban los circuitos económicos de la región ya que eran los dueños de obrajes y tenerías, co-merciantes, labradores o hacenderos [sic] y pro-pietarios de las principales casas ubicadas en el centro de la ciudad y haciendas colindantes. De tal manera, se encontraban presentes en todas las actividades productivas y gozaban de los benefi-cios del poder. Precisamente por ello, no tuvieron interés en participar en la insurgencia ya que no estaban dispuestos a arriesgar su patrimonio, de ahí las acciones que desplegaron.

11 AHPJQ, Grupo documental de la administración indiana, 07cri078, 25 de abril de 1813, f.1r.12 Oficio del Ayuntamiento de Querétaro al virrey, solicitando dispon-ga lo que se debe hacer con los vecinos que se niegan a contribuir para un préstamo forzoso, 14 de mayo de 1821, Manuel Suárez Mu-ñoz, Del Reino a la República…,op.cit., t. II, p. 488.

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Reflexiones finales

En este ensayo hemos revisado someramente el papel que jugaron en la ciudad de Querétaro los principales actores políticos, protagonistas de los procesos históricos que tuvieron lugar, duran-te la guerra de Independencia. Se ha mostrado, a través de diversos testimonios, la serie de accio-nes que desplegaron a fin de respaldar el pacto con la Corona española que les dio seguridad y permanencia. Acciones que revelaron los códigos culturales predominantes en la sociedad novohis-pana, en esos años, típicos del Antiguo Régimen. Códigos dominados por los principios religiosos y espirituales que respondieron al monopolio de la Iglesia católica e imbuidos en las conciencias de los católicos y sustentaron las formas morales y correctas de actuar en sociedad. Todas encami-nadas a lograr el fin último del ser humano: la salvación eterna que se obtendría, en la medida en la que cumplieran con los preceptos cristianos al respaldar el pacto de vasallaje. Así, la fidelidad a Dios y al Rey eran condiciones indispensables de los hombres de “bien” para, finalmente, llegar al paraíso. De ahí la necesidad de asistir al Rey a través de diversas acciones, incluso si compro-metían los bienes y la vida. A la par el interés era mantenerse en la cúspide de la pirámide de la sociedad estamental y garantizar la conservación de los privilegios de los que gozaban. En suma la salvaguarda del status-quo, de ahí su rechazo a las propuestas del movimiento insurgente.

Los testimonios utilizados en este ensayo re-velan esa forma de pensar y actuar ligada a los principios éticos, morales y religiosos y, al deber político, manifiestos en el uso universal de tér-minos como vasallo, fidelidad y lealtad, que pa-tentizan las obligaciones contractuales. Imagen clara del universo mental, característico del An-tiguo Régimen. Sociedad queretana, dirigida y controlada por la oligarquía, cuyos protagonistas, tenían injerencia en todos los ámbitos. Su poder era patente y se mantenía en la palestra debido a los fuertes lazos entre sí, a través de las alian-zas familiares. Una auténtica nobleza mexicana, soberana en su esfera de influencia, como señala Ladd (1984).

Fuentes consultadas

Fuentes primarias:

Archivo Histórico de la Provincia Francis-cana de San Pedro y San Pablo de Michoacán (AHPFM)

Documentos inéditos:

Fondo Santa Cruz, Letra L, legajo 3, número 109, 23 de octubre de 1811, 4fs.

Fondo Santa Cruz, Letra L, legajo 3, número 110, octubre-noviembre, 1811, 2fs.

Archivo Histórico de Querétaro (AHQ)

Ramo Ejecutivo, 1811, sin clasificar. Plan de defensa de esta ciudad de Santiago de Querétaro, que yo el capitán don Juan Antonio de Evita he formado en virtud de la comisión que para este efecto me confirieron los señores de la junta de guerra que se celebró en la casa del Señor Co-mandante de brigada y de las armas en la noche del día catorce de marzo de mil ochocientos once, 14 de marzo de 1811.

Ramo Ejecutivo, 1817, sin clasificar. Plan de defensa de Querétaro, año de 1817.

Archivo Histórico del Poder Juidicial del Es-tado de Querétaro (AHPJQ)

Grupo documental de la Administración In-diana:

Documento 07cri006, 8 de enero de 1812.

Documento 07cri078, 25 de abril de 1813.

Documento 07cri059, año de 1813.

Archivo General de la Nación (AGN)

Ramo Inquisición volumen 462, expediente 2, 3 de enero de 1811.

Ramo Operaciones de Guerra, volumen 514.

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SERMONES

Sermón que en la solemne acción de gracias que hicieron los empleados en las oficinas de Real Ha-cienda de la muy noble y leal ciudad de Querétaro por el feliz regreso de nuestro católico Monarca el Sr. D. Fernando VII al trono de sus mayores, dijo El Dr. D Félix Osares, Cura de la Parroquia de Santa Ana de la misma ciudad, en la iglesia del convento grande de San Francisco el día 18 de Octubre de 1814. Lo dan a luz los mismos empleados, para testimonio de su fidelidad y amor al Rey. México, Imprenta de D. Mariano Ontiveros, año de 1815.

Referencias Bibliográficas

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Landa C.

Querétaro, siempre fiel baluarte realista durante la guerra de independencia