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Homilia con motivo del quinto domingo de cuaresma
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V DOMINGO DE CUARESMA
TERCER DÍA DE TRIDUO DE LA COFRADÍA DE LA HUMILDAD
AÑO B
D. MARIANO CABEZA PERALTA
PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA
“El, a pesar de ser hijo, aprendió sufriendo a obedecer”
La imagen del Cristo de la Humildad, nuestro titular, expresa
perfectamente esta afirmación de la carta a los Hebreos.
El hacerse hombre implicaba todo. Asumir todo lo bueno del género
humano pero también asumir las limitaciones de nuestra naturaleza.
El sufrimiento, el dolor, las lágrimas, el miedo. Todo esto lo experimentó
nuestro Señor cuando se acercaba “su hora”, su pasión y muerte.
Pero todo esto fue cauce de salvación para el género humano. Gracias a la
obediencia del Hijo, gracias a la entrega del Hijo, gracias a la muerte del
Hijo hemos sido perdonados por el Padre.
Por eso nos decía el autor de la carta a los Hebreos:
“Cristo se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de
salvación”.
En este quinto y último domingo antes de la Semana Santa, el Señor y la
Iglesia nos invitan a seguir sus pasos:
“El que quiera servirme que me siga y donde esté yo estará también mi
servidor”
Seguir y servir a Jesús, como profetizaba Jeremías, metiendo su ley en
nuestro pecho, escribiéndola en nuestros corazones. La ley de la nueva
alianza, la ley del amor.
El amor de Dios es un amor extremo porque da la vida por nosotros. Jesús
es ese grano de trigo que cae en tierra y da el fruto de la salvación. Jesús
es el que se deja elevar sobre la tierra para vencer al príncipe de este
mundo y atraer a todos hacia sí.
¿Estamos nosotros en esta sintonía? ¿Estamos nosotros como aquellos
gentiles rogando: Queremos ver a Jesús? ¿Es este nuestro deseo?
Desde el miércoles de ceniza a este quinto y último domingo de Cuaresma
preparatorio a la Semana Santa han sido muchos los días y las prácticas
cuaresmales.
Todas ellas nos orientan a los días centrales del año litúrgico: Jueves Santo
como Víspera y sobre todo el Santo Triduo Pascual: Viernes y Sábado
Santo y Domingo de Resurrección.
Pido al Señor, como decía el Salmo 50, “Oh Dios, crea en mí un corazón
puro”.
Que el tiempo cuaresmal haya purificado nuestro corazón, más aún si ya
hemos celebrado el sacramento de la Penitencia y si aún no lo hemos
hecho yo os lo pido encarecidamente que os reconciliéis con Dios y con los
hermanos.
Que verdaderamente glorifiquemos a Dios con nuestra vida y la mejor
forma de hacerlo es siendo de Cristo y seremos de Cristo si somos como
él: Humildes, obedientes, serviciales, entregados, granos de trigo que
llenos de Dios se entierran en este mundo para dar fruto abundante.
Que la Virgen de los Dolores del Rosario, Madre de Dios y Madre nuestra,
modelo de los cristianos y perfecta discípula del Señor de la Humildad
interceda por nosotros, especialmente por los hermanos de nuestra
Cofradía para que vivimos unos días santos, muy unidos al Señor para que
muriendo con él, resucitemos con él en el feliz tiempo de Pascua.
Que así sea.