Re pensando la autonomía

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    Re-pensando la autonoma: la prctica artstica colaborativay la poltica del desarrollo--------------------------------------------------------------------------------------------

    Grant Kester

    Memorias del desarrolloUno de los rasgos destacados de la prctica artstica colaborativa contempornea es

    la creciente permeabilidad entre la produccin artstica y otras prcticas cultura-

    les y formas organizativas. El trabajo de grupos activistas, movimientos sociales

    y ONG ofrece un punto de contigidad particularmente importante, as como de diferen-

    ciacin. Adems de estas interrelaciones organizativas o institucionales, los pro-

    yectos artsticos contemporneos a menudo se insertan en el discurso ms amplio del

    desarrollo neoliberal. En este sentido, el grupo dans Superflex describe su proyecto

    Supergas como una crtica de la dependencia pasiva inculcada por las agencias de

    ayuda convencionales.1 Por su parte, Amadou Kane Sy, de Huit Facettes Interaction en

    Senegal, ha querido cuestionar las jerarquas existentes del neoliberalismo, en lasque casi todo estaba concebido, determinado y dirigido por Occidente, promoviendo

    relaciones efectivas transversales entre los pases del sur global.2 Para entender

    mejor las prcticas colaborativas contemporneas, resulta til revisar en primer

    lugar la historia ms amplia del neoliberalismo y del desarrollo internacional.

    Los mecanismos del desarrollo internacional han jugado un papel fundamental en las

    relaciones entre Estados Unidos, las naciones industriales ricas de Europa y los pa-

    ses del sur global desde principios de los aos 50 del siglo pasado. Las instituciones

    formales de desarrollo internacional (el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas,

    la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos, el Banco Mundial y el

    Fondo Monetario Internacional) surgieron como respuesta a una serie de cambios geopo-

    lticos significativos provocados por el final de la Segunda Guerra Mundial, incluida

    una redistribucin del poder econmico y militar entre Europa y Estados Unidos(simbolizada por el Plan Marshall) y los esfuerzos de Estados Unidos por mantener una

    esfera internacional de influencia en competencia con la URSS.3 El evidente paterna-

    lismo del primer desarrollo internacional, que trataba a las naciones receptoras como

    sujetos pasivos necesitados de la influencia civilizadora de la ayuda occidental, se

    complic en los aos 60 y 70 con el ascenso de los movimientos anticoloniales de libe-

    racin en frica, Asia y Latinoamrica.4 Un cuestionamiento adicional de la hegemona

    --------------------------------------------------------------------------------------------1. An Exchange Between sa Nacking and Superflex (Afterall, 1998)disponible en:http://www.superflex.net/text/articles/2. Patrick Deegan, entrevista indita con Amadou Kane Sy (primavera, 2005).3. El Banco Internacional para la Reconstruccin y el Desarrollo (en la actualidad parte del Grupo BancoMundial) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) fueron ambos fundados en 1944.4. Como ha sealado el experto en desarrollo Gilbert Rist, A partir de 1949, a menudo sin que ellos mismos

    fueran conscientes, se cambi el nombre a ms de 2.000 millones de habitantes del planeta, que pasaron a seroficialmente como los vean los dems y a los que se exigi que profundizaran su occidentalizacin repu-

    diando sus propios valores. Dejaron de ser africanos, latinoamericanos o asiticos para convertirse simple-mente en subdesarrollados. (Cursiva en el original). Gilbert Rist, The History of Development: fromWestern Origins to Global Faith, traduccin al ingls de Patrick Camiller (Londres: Zed Books, 1997), p.79.[Edicin en castellano: El desarrollo: historia de una creencia occidental, traduccin de Adolfo FernndezMarugn (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2002).]

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    de los intereses occidentales surgi de la obra de los llamados tericos de la depen-

    dencia (un grupo que inclua a neomarxistas norteamericanos como Paul Baran y acad-

    micos latinoamericanos como Rodolfo Stavenhagen en Mxico, Fernando Cardosa en

    Brasil y Ral Prebisch en Chile).5

    Los dependentistas argumentaban que la ayuda para el desarrollo, lejos de dar poder

    a los pases ms pobres del sur (la periferia), en realidad serva para enriquecer a

    las economas del norte (el centro) a costa suya. Mientras que el proceso de desarro-

    llo proporcionaba a las naciones industrializadas nuevos mercados, haca poco por

    aumentar la autonoma de los pases en vas de desarrollo, que, muy al contrario,

    quedaban supeditados a las economas del norte (la influencia de este anlisis en Me-

    dina y Als es evidente). La escuela de la dependencia defenda por el contrario el fo-

    mento de la autoconfianza entre las economas del sur, cuyo representante ms famoso

    es el movimiento Ujamaa de Julius Nyerere en Tanzania. A lo largo de los aos 70 el dis-

    curso del desarrollo sigui siendo negociado entre las fuerzas normativas del capita-

    lismo, la Real politikde la Guerra Fra y las energas cuasirrevolucionarias del

    Tercer Mundo y el Movimiento de los Pases No Alineados (la Conferencia de Bandung

    de 1955 y la Conferencia de Belgrado de 1961), que cuestionaban los enfoques de arriba-

    abajo dirigidos por el mercado que propugnaban USAID, UNDP y el Banco Mundial.

    Hacia principios de la dcada de 1980 una airada reaccin de los pases occidentales

    contra lo que se perciba como una radicalizacin del proceso de desarrollo se com-

    bin con el relativo xito de algunas economas del sudeste de Asia para justificar un

    giro hacia polticas neoliberales de ajuste estructural o reforma econmica.6 Los

    enfoques que defendan el ajuste estructural asuman que los pases clientes primero

    tenan que arreglarse o reformarse a s mismos para que la ayuda al desarrollo tu-

    viera algn efecto positivo. De ah que el desarrollo implique un movimiento gradual

    para apartarse o ir ms all de una fase previa de estancamiento o retraso econmico.

    Ms concretamente, implica la proyeccin antropomrfica sobre culturas y pases en-

    teros de ciertos valores asociados con la subjetividad burguesa. Es decir, la nacino cultura subdesarrollada, como el sujeto pobre o de clase trabajadora, ha suspen-

    dido el examen de la modernidad. Detenida en un estadio primitivo o infantil, la cul-

    tura subdesarrollada se percibe tpicamente como incapaz de la disciplina

    (econmica) necesaria para competir en el mercado global. Ms que una mayor autonoma

    y diferenciacin, lo que haca falta era una emulacin ms fiel de los valores mercan-

    tilistas euroamericanos. De ah que las implicaciones ticas de la tesis original de

    la dependencia se invirtieran en lo que podramos llamar una tesis de la dependencia

    --------------------------------------------------------------------------------------------5.Rist, The History of Development: from Western Origins to Global Faith, pgs. 109-114.6. La teora econmica neoliberal tiene su origen en el trabajo de los economistas de la Escuela de Chicagoinfluidos por Friedrich von Hayek. Dicha teora proporcion un marco ideolgico efectivo para la expansindel capital tras la Segunda Guerra Mundial y fue puesta en prctica en conjuncin con ciertos cambios estra-tgicos en la proyeccin del poder corporativo: la progresiva centralizacin del control por parte de las

    lites empresariales y financieras transnacionales, la segregacin espacial de la produccin, que sirve paradisgregar y privar de poder a la clase trabajadora, y la continuada erosin de la capacidad del Estado paraimponer cualquier lmite regulador significativo a los intereses corporativos. Estos procesos han ido germi-nando durante dcadas: la deslocalizacin se inici en los aos 50 del siglo pasado y la contraccin del papelregulador y protector del Estado empez en Estados Unidos con la reaccin contra los Programas de Accin Co-munitaria a finales de los aos 60 y sigui con las iniciativas para un Nuevo Federalismo de Richard Nixona principios de los 70 y las reformas del estado de bienestar de Clinton en los 90.

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    neoliberal, que lamentaba la dependencia de los pases del Tercer Mundo de la gene-

    rosidad occidental. Para recibir el apoyo del Banco Mundial o del FMI se oblig a los

    pases a ceder el control de sus asuntos internos y a plegarse a los dictados de las

    polticas econmicas neoliberales que exigan la privatizacin de empresas pblicas,

    la suspensin del proteccionismo y del control de precios, la reduccin o eliminacin

    de la asistencia social y de los servicios pblicos y la apertura de sus economas a la

    inversin extranjera. Esta terapia de choque convertira al pas receptor en un

    duro rgimen mercantilista que hubiera sido imposible imponer plenamente en Estados

    Unidos o en Europa. Los resultados, desde Sudn a Tanzania y desde Argentina a Mxico,

    fueron deprimentemente similares: aumento de la desigualdad y los desrdenes socia-

    les, incremento de las tensiones sociales y las diferencias tnicas, crecimiento del

    paro y una rampante depreciacin de la moneda.

    A pesar de su funesto historial, la poltica de ajuste estructural haba surgido en los

    aos 90 como el sentido comn del desarrollo global y una de las manifestaciones ms

    visibles de una naciente ideologa neoliberal que estaba transformando tambin las po-

    lticas locales de los pases del mundo desarrollado (bajo la guisa del neoconservadu-

    rismo).7 Uno de los objetivos primordiales del neoliberalismo es erosionar la

    autonoma de las instituciones pblicas, que se conciben como representativas de un es-

    pacio de articulacin colectiva potencialmente resistente al impulso privatizador de

    la economa de mercado. En la prctica, esto ha implicado un asalto a todas las formas

    de colectividad o solidaridad que cuestionan los imperativos del capital, con excep-

    cin de las formas ideolgicamente obedientes de la religin organizada. Las institu-

    ciones estatales (entidades legislativas, agencias reguladoras, escuelas pblicas,

    programas de asistencia social) han sido un objetivo prioritario. En Estados Unidos,

    donde el impulso privatizador est quiz ms avanzado, una alianza de republicanos

    corporativos y de cristianos fundamentalistas se ha aplicado sistemticamente durante

    veinte aos a debilitar o eliminar la regulacin gubernamental del sector privado,

    a desmantelar la educacin pblica y a eliminar servicios para los pobres y la clase

    trabajadora. En particular, aspiran a socavar la capacidad del Estado de ofrecer unespacio en el que las desigualdades sistemticas sean reconocidas, legitimadas

    y combatidas mediante las polticas, la regulacin y la reforma institucional.

    La Primer Ministro britnica, Margaret Thatcher, exponente temprana de la visin neo-

    liberal, hizo una famosa declaracin segn la cual la sociedad no existe.8 Es decir,

    ms all del mercado y la familia no hay nada, ninguna forma de reciprocidad u obliga-

    cin social, ningn espacio de accin e intercambio colectivos. Como sugiere la cita

    de Thatcher, la sociedad civil como tal no tiene relevancia alguna en la visin neoli-

    beral. Es precisamente en este contexto en el que hay que entender la prctica colec-

    tiva y colaborativa contempornea. Los artistas de todo el mundo son cada vez ms

    conscientes de lo que est en juego en este vaciado del espacio, la accin y el dis-

    curso pblicos. Es por esto tambin por lo que han surgido diversas formas y prcticas

    organizativas pblicas y cuasipblicas (las acciones de agencias no gubernamentales,

    --------------------------------------------------------------------------------------------7. Debido en parte a la publicidad negativa que recibi el Programa de Ajuste Estructural, fue rebautizadocomo Iniciativa Estratgica para la Reduccin de la Pobreza en 2000. Sin embargo, la estructura fundamen-tal del programa permaneci intacta.8. Entrevista de Douglas Keay a Margaret Thatcher,Womens Own (31 de octubre, 1987), pgs. 8-10.

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    grupos de activistas y movimientos sociales) como puntos clave de contacto, influen-

    cia e intercambio entre los artistas contemporneos.

    Las polticas de ajuste estructural siguen proporcionando la base para la mayor parte

    de la ayuda internacional al desarrollo. Sin embargo, a lo largo de la ltima dcada

    se han visto acompaadas por un aumento significativo de varias formas de ayuda hu-

    manitaria (tpicamente como respuesta a desastres naturales como la sequa, las

    inundaciones, la hambruna, o para poblaciones desplazadas por la guerra o la violen-

    cia sectaria). Como ha sealado Gilbert Rist, experto suizo en desarrollo, este

    ajuste con rostro humano produjo una extraa alianza entre el Banco Mundial y las

    ONG en torno al concepto de necesidades bsicas. He aqu, argumenta Rist, una

    nueva forma de hacer creer a la gente en el carcter inofensivo incluso positivo

    de una actuacin con efectos catastrficos. Mediante un truco semntico, se unan dos

    trminos opuestos, de modo que el valor otorgado a uno de ellos se reflejaba en el

    otro, mucho ms cuestionable. Se supona, pues, que un rostro humano hara acepta-

    ble el ajuste.9 Rist nos presenta un ejemplo tpico de cmo el poder hegemnico in-

    tenta aplacar o desviar las crticas contra sus acciones mediante el uso de una

    coartada humanitaria. La misma interpretacin se encuentra en la obra de figuras des-

    tacadas como Giorgio Agamben, para quien las agencias humanitarias mantienen una so-

    lidaridad secreta con los poderes que deberan combatir, o como Michael Hardt y Toni

    Negri, quienes mantienen que grupos como Mdicos sin Fronteras u Oxfam estn total-

    mente inmersos en el contexto biopoltico del Imperio y constituyen el arma pac-

    fica ms poderosa del nuevo orden mundial.10

    A pesar de que la ayuda humanitaria ha salvado miles de vidas, su mera coexistencia

    con los mecanismos del ajuste estructural (quiz incluso recibiendo fondos de las

    mismas fuentes) es suficiente para volverla sospechosa. Esta crtica suscita una

    cuestin importante pero compleja: cul es la relacin entre la accin local en si-

    tuaciones concretas y el contexto poltico ms amplio? Para muchos estudiosos esta

    cuestin sigue centrndose en la posibilidad de un cambio sistemtico o revoluciona-rio que transformara radicalmente (e instantneamente) los valores y las fuerzas

    predominantes del capitalismo. Esto implica a su vez un modo de accin poltica aut-

    noma capaz de mantener un distanciamiento absoluto de los mecanismos contaminantes

    del sistema capitalista. La primera tarea bsica del movimiento comunista revolu-

    cionario, sostienen Guattari y Negri en Las verdades nmadas, es afirmar su separa-

    cin radical no slo del Estado al que se enfrenta directamente, sino tambin, y ms

    importante, del propio modelo de Estado capitalista y de todos sus sucesores, substi-

    tutos, formas derivadas y funciones diversas en todos los engranajes del socius, en

    --------------------------------------------------------------------------------------------9.Rist, The History of Development: from Western Origins to Global Faith, pg. 173. Para Rist la nica moti-vacin posible de los programas de ayuda humanitaria es desviar la atencin de las crticas a las polticaseconmicas del Banco Mundial (haciendo creer a la gente que el ajuste estructural es inofensivo). Pero es

    posible reconocer cierto grado de clculo ideolgico por parte del Banco Mundial sin tener que rechazar porello todo el sistema de ayuda humanitaria como una cnica treta.10. Giorgio Agamben, Homo Sacer: Sovereign Power and Bare Life, traduccin al ingls de Daniel Heller-Roazen(Stanford, CA.: Stanford University Press, 1998), pg. 133 [Edicin en castellano: Homo Sacer. El poder so-berano y la nuda vida, traduccin y notas de Antonio Gimeno Cuspinera (Valencia: PRE-TEXTOS, 1998)]. MichaelHardt y Antonio Negri, Empire (Cambridge, MA.: Harvard University Press, 2001), pg. 36 [Edicin en caste-llano: Imperio, traduccin de Alcira Nlida Bixio (Barcelona: Paids Ibrica, 2002)].

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    todos los niveles de subjetividad.11 Pero cmo puede determinarse de un modo preciso

    qu formas derivadas y funciones diversas dentro de un sistema social dado estn

    sanas y cules estn contaminadas por el Estado capitalista y su mirada de vstagos?

    El planteamiento de Guattari y Negri corre el riesgo de arrojar literalmente cual-

    quier forma de sociabilidad y de subjetividad al estmago de un juggernaut capita-

    lista indiferenciado. El revolucionario debe efectuar una separacin radical de

    prcticamente cualquier interaccin, identidad u organizacin social que est

    incluso tangencialmente conectada a un monoltico Estado capitalista. Cualquier

    cambio parcial, creciente o gradual est irrevocablemente comprometido y slo sirve

    para apoyar y legitimar el poder y para aplazar la posibilidad de una transformacin

    permanente y fundamental del sistema capitalista.12

    Negri desarrolla este tema con ms detalle en Imperio (coescrito con Michael Hardt).

    Apuntando a las consecuencias negativas de la construccin nacional postcolonial

    en Cuba, Vietnam y Argelia, Hardt y Negri rechazan cualquier estrategia poltica que

    implique intentar resucitar el estado-nacin para defenderse del capitalismo

    global.13 En su anlisis la nica funcin del Estado es negativa: contener el deseo

    y objetivizar la diferencia sobre la base de una identidad colectiva monoltica

    (la nacin, el pueblo, etctera). Este rechazo del Estado coincide con la insistencia

    de Hardt y Negri en que el poder econmico y poltico ya no est centralizado en pases

    o instituciones concretos, sino que, por el contrario, est disperso en una red rizo-

    mtica de corporaciones, ONG, bancos y gobiernos, ninguno de los cuales es totalmente

    determinante.14 La nica forma adecuada de resistencia al nuevo modo de capitalismo

    sutil y disperso es espordica, descoordinada y singular. No hay necesidad de comba-

    tir las instituciones del poder poltico o econmico con formas colectivas de resis-

    tencia o de constituir alianzas polticas que atraviesen las fronteras nacionales,

    --------------------------------------------------------------------------------------------11.Flix Guattari y Toni Negri,Communists like Us: New Spaces of Liberty, New Lines of Alliance, traduccinal ingls de Michael Ryan (Nueva York: Semiotext, 1990), pg. 139 [Edicin en castellano: Las verdades nma-

    das: por nuevos espacios de libertad, traduccin de Ral Cedillo (San Sebastin: Tercera Prensa S.A.,1996)].12. Esta postura complementa el anlisis de Peter Starrr de la lgica de la revuelta fallida de Mayo del 68.Como seala Starr, la lgica de la revuelta fallida oculta meticulosamente el avance acumulado, ese restoespecficamente histrico que establece la diferencia. Es decir, estn instalados en una tautologa esencia-lista por la cual un fracaso siempre es un fracaso (y nada ms), por la cual el sistema social que vuelve alfinal de un episodio revolucionario se considera el mismo que desencaden la revolucin. Paul Starr, Logicsof the Failed Revolt: French Theory After May 68(Stanford: Stanford Univesity Press, 1995), pg. 21.13.Michael Hardt y Antonio Negri, Empire (Cambridge: Harvard University Press, 2000), pg. 43.14. Esto implica o demasiado (ignorar efectivamente la actual dominacin econmica y poltica de un puadode pases y bancos centrales y la creciente consolidacin de las grandes corporaciones, por no mencionar laspolticas militares unilaterales tras el 11 de septiembre) o demasiado poco (quin puede negar que hay unareciprocidad compleja entre los Estados dominantes, los bancos y los grandes consejos de administracin anivel global?). Para una visin alternativa, vanse los comentarios de Vladislav Sukov, antiguo Subjefe dela Administracin de la Federacin Rusa en 2006, para quien al margen de los beneficios de la globalizaciny de todas las manifestaciones de amistad, los americanos cuentan sus dividendos en casa, los ingleses lossuyos, y nosotros los nuestros. La mayora cuenta sus prdidas. As que cuando nos dicen que la soberana est

    pasada de moda, como en la nacin-estado, deberamos preguntarnos qu pretenden. Michael Specter, Kremlin,Inc., The New Yorker, 29 de enero, 2007, pg. 59. Merece la pena observar que Hardt y Negri abrazaran mstarde el concepto decididamente centralista (y convencionalmente liberal) de una Magna Carta internacio-nal en la que las aristocracias globales (corporaciones multinacionales y estados-nacin) obligaran almonarca global (presumiblemente Estados Unidos) a actuar ms responsablemente. Michael Hardt y Toni Negri,Why we need a multilateral Magna Carta (2004), disponible en http://info.interactivist.net/node/3011.ltimo acceso, 7 de febrero, 2009.

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    puesto que el poder se ha reconfigurado cuidadosamente para estar descentralizado.

    Por tanto, a las fuerzas rizomticas del capital debemos oponer los flujos deleu-

    zeanos de la emigracin y los gestos locales no planificados.15 La clase obrera, en-

    tendida como agente de lucha y transformacin poltica colectiva, ha sido remplazada

    por un ejrcito incipiente de trabajadores diseminados por todo el globo, cuya opcin

    poltica ms radical es la inmigracin nmada a los centros metropolitanos del

    mundo desarrollado para servir como mano de obra barata. Hardt y Negri no dejan ningn

    espacio de separacin cvica o institucional entre las fuerzas depredadoras y mviles

    del capitalismo corporativo global y las clases pobres y trabajadoras, a quienes se

    les niega incluso el solaz de una solidaridad comunicable. Su anlisis opera me-

    diante una especie de teleologa negativa en la que todos los posibles productos de la

    lgica cultural y poltica de la modernidad han sido ya anticipados en la experiencia

    especfica de la nacin-estado euroamericana. No tiene sentido intentar organizar

    sindicatos en China o promover un gobierno ms igualitario en Nicaragua puesto que

    nosotros (europeos y americanos blancos) ya hemos recorrido ese camino.

    Esta impaciencia, este desdn incluso, hacia los procesos impuros de negociacin

    y mediacin implcitos en el cambio poltico es un rasgo tpico de la teora crtica

    reciente. Gilles Deleuze retroceda, como es bien sabido, ante el mismsimo concepto

    de derechos humanos:

    La reverencia que la gente muestra hacia los derechos humanos casi le lleva a uno

    a querer defender posiciones horribles, terribles. Es una parte fundamental del

    pensamiento blando que marca la manida poca de la que hablamos. Es una pura abs-

    traccin. Derechos humanos, a fin de cuentas, qu significa eso?16

    Las victorias locales o puntuales que se pueden conseguir en el trato que recibe la

    gente aqu y ahora (mediante el discurso de los derechos humanos, por ejemplo) son

    irrelevantes si el lenguaje utilizado para conseguirlas est inmerso de algn modo en

    un sistema discursivo y poltico ms amplio que opera en cualquier otro mbito de unmodo violento o instrumentalizador. Este escepticismo es comprensible. El capitalismo

    ha destacado desde siempre por su capacidad para asimilar y absorber la resistencia,

    pero tambin es cierto que los movimientos de oposicin han obtenido histricamente

    concesiones significativas del sistema capitalista en sus diversas apariencias.

    Independientemente de si esto se considera un progreso significativo o una mera ilusin

    reformista, muchos de los cambios ms importantes que se han producido en el gobierno

    --------------------------------------------------------------------------------------------15. El anlisis de Hardt y Negri del cambio poltico debe mucho, por supuesto, a la influencia de Gilles De-leuze. Cuando se ha recuperado este material en la teora artstica contempornea, el resultado suele rayaren la autoparodia. Akseli Virtanen y Jussi Vhmki (en Framework: The Finish Art Review, 4, diciembre 2005)describen una utopa deleuzeana en la que la gente se pone en marcha, fluye y se expande sin lmites de direc-cin, origen y significado. Slo semejante puesta en movimiento, flujo y expansin desencadena el movimientoy el deseo. O el pensamiento puede avanzar, moverse y tocar slo cuando lleva al significado al punto de co-

    lapso, mucho ms all de la sociedad y sus necesidades (pg. 31). Cualquier posible predicacin externa delindividuo singular est prohibida. Todo lo que queda, por tanto, es una especie de fsica social de la atrac-cin y la repulsin en la que las buenas relaciones son aquellas que aaden poder, se extienden y combi-nan y las malas relaciones son aquellas que separan, aslan y sofocan Cuando encontramos algo que esbueno para nosotros, nos combinamos con ello y lo devoramos (pg. 33).16. Gilles Deleuze, On Human Rights, en LAbecedaire de Gilles Deleuze, con Claire Parnet, dirigido porPierre-Andr Boutang (Pars: Video Editions Montparnasse, 1996).

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    mundial a lo largo del ltimo siglo (la ampliacin del derecho a voto, la educacin

    pblica, la proteccin de los derechos civiles, la regulacin de la actividad empre-

    sarial, los derechos sindicales, etctera) se han obtenido precisamente mediante la

    negociacin y el enfrentamiento con el capital y el Estado por medios que eran casi

    inevitablemente parciales, impuros y de compromiso.

    La aversin casi patricia de Deleuze hacia el lenguaje envenenado de los derechos

    humanos nos ofrece un contraste aleccionador con el enfoque ms pragmtico de Michel

    Foucault. De hecho, fue en parte la disposicin de Foucault a aceptar cierto grado

    de compromiso con el discurso poltico existente lo que le llev a enfrentarse con De-

    leuze en relacin a la violencia de la Faccin del Ejrcito Rojo alemn.17 Aunque Fou-

    cault era perfectamente consciente de los peligros del poder del Estado y de las

    contradicciones de los ideales humanistas liberales, tambin quera ponerse del lado

    de los grupos que negociaban con agencias estatales y defendan valores decididamente

    humanistas al hacerlo. As, en su trabajo con el Comit Internacional Contra la Pira-

    tera (Comit International Contre la Piraterie) en 1981, Foucault decidi colaborar

    con grupos humanitarios franceses como Mdecins du Monde y Terre des Hommes para pro-

    testar contra los ataques a balseros vietnamitas en el Golfo de Tailandia. Foucault

    redact en ese momento un manifiesto de apoyo, publicado ms tarde en Libration, que

    empezaba con una defensa de los derechos humanos fundamentales que habra consternado

    sin duda a Deleuze: Existe una ciudadana internacional, que tiene sus derechos, que

    tiene sus deberes, y que promete levantarse contra cualquier abuso de poder, cuales-

    quiera que sean sus autores o sus vctimas. Despus de todo, todos somos gobernados y,

    en ese sentido, solidarios.18 En lugar de esperar con anticipacin milenarista al

    surgimiento de un discurso poltico lo suficientemente puro, Foucault sugiere que ese

    discurso puede constituirse y reformarse mediante la accin concreta. Aunque las for-

    mas de actuacin existentes estn inevitablemente conformadas por el poder hegem-

    nico, tienen la capacidad de transformar la subjetividad, de generar comprensin y de

    catalizar nuevas formas de solidaridad.

    Como ya he observado, hay un nivel significativo de interaccin entre, por un lado,

    grupos de activistas, organizaciones y asociaciones no gubernamentales y, por otro,

    artistas en proyectos como los que estamos discutiendo aqu (y en la prctica arts-

    tica colaborativa contempornea en general). Estas interacciones se caracterizan por

    momentos tanto de correspondencia como de diferenciacin, tanto de simetra como de

    --------------------------------------------------------------------------------------------17.Vase Didier Eribon, Michel Foucault, traduccin al ingls de Betty Wing (Cambridge MA.: Harvard Univer-sity Press, 1991), pgs. 258-262 [Edicin en castellano: Michel Foucault, traduccin de Thomas Kauf (Barce-lona: Anagrama, 2004)].18. Tom Keenan, The Paradox of Knowledge and Power: Reading Foucault on a Bias, Political Theory15:5(1987), pgs. 20-21. La declaracin de Foucault termina as: Debemos rechazar el reparto de tareas que condemasiada frecuencia se nos plantea: los individuos pueden indignarse y protestar mientras que los gobiernosreflexionan y actan. Es cierto que a los buenos gobiernos les gusta la bendita indignacin de los goberna-

    dos, siempre que se mantenga lrica. Sin embargo, debemos ser conscientes de que con frecuencia son losgobernantes los que hablan, los nicos que pueden y quieren hablar. La experiencia nos demuestra que podemosy debemos rechazar el papel teatral de pura y simple indignacin que se nos ofrece. Amnista Internacional,Terres des Hommes [y] Mdecins du Monde son iniciativas que han creado un nuevo derecho: el derecho de losindividuos particulares a intervenir efectivamente en el orden de la poltica y las estrategias internacio-nales. La voluntad de los individuos debe inscribirse en una realidad sobre la que los gobiernos han queridoreservarse el monopolio, un monopolio que debemos erradicar poco a poco cada da.

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    resistencia. Esto plantea una serie de cuestiones relevantes. Cmo se relacionan las

    prcticas localizadas en un contexto local con los protocolos ms amplios de la glo-

    balizacin? Los corroboran o, por el contrario, los cuestionan? Hasta qu punto

    cualquier artista se vuelve cmplice de la lgica del neoliberalismo simplemente por

    trabajar en conjuncin o cerca de las ONG o las agencias de desarrollo? Y cul es el

    horizonte poltico ms amplio para el cambio social progresista hoy en da? Podemos

    imaginar un modo de resistencia que opere al margen del paradigma revolucionario de-

    fendido por Guattari y Negri, con su insistencia en la separacin radical entre la

    prctica opositora y prcticamente cualquier forma de interaccin social u organiza-

    cin colectiva relacionada con los mecanismos del poder estatal? Este paradigma puede

    prestarse a un modo de pensamiento reduccionista segn el cual un casto deseo propia-

    mente revolucionario (sin compromisos con ningn tipo de determinacin externa) se

    contrapone a una prctica reformista de compromiso que entra en negociaciones con

    las estructuras de poder existentes, suavizando as las contradicciones sociales

    y legitimando el aplazamiento de una transformacin revolucionaria real a cambio

    de transformaciones meramente locales o provisionales.19

    A dnde miramos hoy en da en busca de evidencias de un movimiento revolucionario

    global, ya sea socialista, comunista o de otro tipo, contra el cual pueda medirse la

    relativa legitimidad de cualquier accin poltica? Hugo Chvez, mximo exponente del

    socialismo (bolivariano) en el hemisferio sur, ha incrementado de hecho la inversin

    directa extranjera en la economa venezolana.20 Aunque Chvez, Evo Morales en Bolivia

    y Luiz Incio Lula da Silva en Brasil, entre otros lderes, han hecho mucho para cues-

    tionar el neoliberalismo en Sudamrica, lo han hecho mediante un compromiso crtico

    con los mecanismos del capital y del Estado, ms que mediante un alejamiento de dichos

    mecanismos (incluidos los sistemas de mercado de sus propios pases). Las protestas or-

    ganizadas durante las reuniones peridicas del Fondo Monetario Internacional, el Banco

    Mundial, la Organizacin Mundial del Comercio y otras organizaciones, han conducido al

    surgimiento de una vibrante comunidad internacional de activistas antiglobalizacin,

    pero se ha mantenido como algo relativamente descentralizado e informal.21

    Hoy nosencontramos no con un movimiento revolucionario global (unificado), sino con un

    --------------------------------------------------------------------------------------------19. Algunos movimientos de oposicin se encuentran en la actualidad inmersos en conflictos armados con lasautoridades estatales (los Naxalitas Maostas de India central, los Tigres Tamiles de Sri Lanka), pero supreocupacin primordial es conseguir una autonoma poltica o territorial, no liderar una revolucin comu-nista global. Y en algunos casos su compromiso con la justicia social para las comunidades indgenas minori-tarias est vinculado a un patrn de abusos de los derechos humanos (matanzas de civiles o el uso de niossoldados y terroristas suicidas, en el caso de los Tigres Tamiles, por ejemplo). El Ejrcito Zapatista de Li-beracin Nacional de Mxico es una excepcin destacada. Aunque abandonaron la resistencia armada formal en1994, siguen sufriendo el acoso militar en Chiapas.20. Deberamos observar tambin que Chvez ha impuesto significativas restricciones a la libertad de prensaen Venezuela y ha hecho caso omiso de las acusaciones de violacin de los derechos humanos. En 2008 expuls amiembros de Human Rights Watch que hicieron pblico un informe detallando su creciente control de los mediosde comunicacin y de la justicia en Venezuela. Vase A Decade Under Chavez: Political Intolerance and LostOpportunities for Advancing Human Rights in Venezuela (Nueva York: Human Rights Watch, 2008). Vase tambin

    Jos Miguel Vivanco y Daniel Wilkinson, Hugo Chvez versus Human Rights, New York Review of Books, 6 denoviembre, 2008, pg. 68.21. Ha habido una serie de importantes reuniones de representantes de cientos de grupos de activistas, ONGy otras organizaciones formales e informales que trabajan contra el neoliberalismo. Entre las mejor orga-nizadas cabe mencionar los Encuentros por la Humanidad y contra el Neoliberalismo de los aos 90 (cele-brados en Chiapas en 1996, en Barcelona en 1997 y en Beln en 1999) y las actuales reuniones anuales del ForoSocial Mundial.

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    mosaico de luchas locales y regionales, desde los intentos de organizar a los traba-

    jadores de las maquiladoras en el norte de Mxico, hasta los esfuerzos de los maores

    para conservar el control sobre su tierra, sus recursos y su propia identidad cultu-

    ral en Nueva Zelanda, desde los okupas de Hamburgo y Sao Paulo a los monjes activistas

    del Tbet y Myanmar, y desde los assentamentosde Brasil hasta las fbricas gestiona-

    das por los trabajadores de Argentina.22

    Estos movimientos comparten muchos valores, incluido un compromiso con la democracia

    participativa, una resistencia a la imposicin arbitraria del poder estatal y a la

    explotacin del sistema de mercado, y una defensa de las culturas y comunidades loca-

    les e indgenas. Simultneamente, cada lugar, cada repertorio de prcticas oposito-

    ras, ha surgido de un conjunto especfico de fuerzas, condiciones y estructuras

    institucionales (incluidas ONG, grupos de activistas y agencias privadas y guberna-

    mentales que operan en un nivel local, nacional o incluso internacional). Un anlisis

    de las prcticas artsticas desarrolladas en este contexto requiere un conocimiento

    ms matizado de las interacciones de estos varios individuos, grupos e instituciones.

    Aunque Mdicos Sin Fronteras puede muy bien ser el arma pacfica ms poderosa del

    nuevo orden mundial, segn Hardt y Negri, tambin estuvo en el punto de mira de la

    Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos como parte de su programa ilegal

    de vigilancia terrorista.23 Esto no absuelve a Mdicos Sin Fronteras de la crtica,

    pero sugiere que la verdadera funcin poltica de una ONG u organizacin sin nimo

    de lucro dada en relacin al Estado es algo ms complejo y contradictorio de lo que

    plantean Hardt y Negri. Tambin es importante reconocer lo muy diverso que es el mundo

    nogubernamental, que abarca desde el conservadurismo extremo de grupos como el Cen-

    tro de Poltica Familiar Mundial y el Instituto para la Investigacin de la Poblacin

    (que se oponen al control de natalidad como medio para evitar la transmisin del

    sida), hasta el Comit Israel Contra la Demolicin de Viviendas (que reconstruye las

    casas destruidas por el ejrcito israel) y la red de ONG y asociaciones que apoyan el

    movimiento de los Sem Terra en Brasil.24

    Ms que una oposicin simplista entre los movimientos sociales autnticos y un

    monoltico sistema de ONG totalmente subordinadas al Estado capitalista, parece ms

    acertado describir la emergente sociedad civil global como un lugar de conflicto

    --------------------------------------------------------------------------------------------

    22.Vase The Lavaca Collective,Sin Patrn: Stories from Argentinas Worker-Run Factories, prlogo de NaomiKlein y Avi Lewis (Chicago: Haymarket Books, 2007) y Another Production is Possible: Beyond the CapitalistCanon, editado por Boaventura de Sousa Santos (Londres: Verso, 2006). El trabajo de Sousa Santos es especial-mente importante. Su proyecto Reinventing Social Emancipation ha implicado la colaboracin de docenas deprofesores, investigadores y activistas para desarrollar estudios de casos de alternativas al neolibera-lismo en el sur global (centrados especialmente en Brasil, Colombia, India, Mozambique y Sudfrica). Ya sehan publicado los tres primeros volmenes de los cinco proyectados: Another Production is Possible (citadoarriba), Democratizing Democracy: Beyond the Liberal Democratic Canon (Verso, 2005) y Another Knowledge isPossible: Beyond Northern Epistemologies (Verso, 2007). Son un recurso inapreciable para ponerse al da con

    la crtica contempornea al neoliberalismo.23.Michael Hardt y Antonio Negri, Empire, pg. 36. Vase James Bamford, The Shadow Factory: The Ultra-SecretNSA from 9/11 to the Eavesdropping on America (Nueva York: Doubleday, 2008).24. Por supuesto, ni siquiera los movimientos que a menudo se presentan como modelos ejemplares de resisten-cia organizada al neoliberalismo estn libres de contradiccin. Vase, por ejemplo, el detallado anlisiscrtico del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en Brasil (Movimento dos Trabalhadores RuraisSem-Terra o MST) en Another Production is Possible: Beyond the Capitalist Canon, pgs. 146-240.

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    y contestacin en el que los grupos activistas locales e internacionales, los movimien-

    tos por la justicia social y las organizaciones sindicales simultneamente cuestionan

    y colaboran con una red igualmente diversa de organizaciones de ayuda sin nimo de

    lucro, agencias pblicas y fundaciones privadas.25Dada esta diversidad, es necesario

    establecer la relacin estratgica entre un proyecto dado y los procesos ms amplios de

    la globalizacin mediante un anlisis de la situacin que incluya tanto a los individuos

    participantes como a los diversos actores institucionales y organizativos implicados.

    Como observamos anteriormente, el desarrollo neoliberal se caracteriza por privilegiar

    al mercado, por una relacin a menudo paternalista y crtica con las culturas locales,

    con sus formas de conocimiento y sus patrones sociales, y por una tendencia a imponer

    a priorisoluciones tcnicas y econmicas de un modo programtico y jerrquico, con

    poco respeto por las condiciones especficas de un lugar concreto.

    Accin dialgica y teleolgicaLas ONG convencionales y las agencias para el desarrollo adoptan una actitud teleol-

    gica hacia los lugares en los que trabajan, a los que aplican un conjunto predetermi-

    nado de soluciones tcnicas y administrativas. El conocimiento que obtienen sobre

    dichos lugares es til slo en la medida en que puede facilitar el despliegue ade-

    cuado de estas tcnicas existentes. El resultado es que los propios lugares nunca

    pueden ser generativos, ni pueden actuar recprocamente o transformar la conciencia

    de la agencia de desarrollo o la lgica subyacente del programa de ayuda dictado por

    el proceso formal del desarrollo. La experiencia de una actuacin creativa est limi-

    tada a los representantes de este proceso, mientras que las comunidades locales rara

    vez estn en disposicin de renegociar los parmetros del paradigma de desarrollo que

    se les impone. Deberamos apuntar que ha habido numerosos esfuerzos a lo largo de la

    ltima dcada para promover un modelo participativo de desarrollo (por ejemplo,

    Participatory Rural Appraisal [Evaluacin Rural Participativa] o PRA), en el que se

    anima a las comunidades locales a presentar, compartir, analizar y aumentar su cono-

    cimiento como parte del proceso de desarrollo.26 La planificacin participativa, sin

    embargo, no ha estado exenta de crticas, que destacan la significativa discrepanciaexistente entre las promesas de devolver el poder de tomar decisiones y de actuacin

    al nivel local y su aplicacin efectiva sobre el terreno.27 Con demasiada frecuencia

    la participacin funciona como una capacidad primordialmente simblica para

    legitimar las decisiones y los planes que ya se han elaborado en un nivel ms alto

    de autoridad institucional. El propio proceso de consulta a menudo ignora la medida

    en que las diferencias locales de poder pueden actuar para eliminar la disensin,

    el desacuerdo y la crtica, creando una ilusin de consenso y reforzando ms que

    cuestionando las relaciones de poder existentes.

    --------------------------------------------------------------------------------------------25. Para una valoracin crtica, pero equilibrada, de las polticas de las ONGs, vese The Revolution willnot be Funded: Beyond the Non-Profit Industrial Complex, editado por Incite! Women of Color Against Violence(Boston: South End Press, 2007).26. Vase Robert Chambers, Participatory Rural Appraisal (PRA): Analysis and Experience, World Develop-

    ment, 22:9 (1994), pg. 1266.27. Vase, por ejemplo, Participation: The New Tyranny?, editado por Bill Cooke y Uma Kothari (Nueva York:Zed Books, 2001), Participation: From Tyranny to Transformation?, editado por Samuel Hickey y Giles Mohan(Nueva York: Zed Books, 2004), Glyn Williams, Evaluating Participatory Development: Tyranny, Power and(re)Politicization, Third World Quaterley, 25:3 (2004), pgs. 557-578, y Sheldon Gellar, The Ratched-Mc-Murphy Model Revisited: A Critique of Participatory Development Models, Strategies and Projects, Issue: AJournal of Opinion, vol. 14 (1985), pgs. 25-28.

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    La accin teleolgica implica una cierta nivelacin de la topografa conceptual

    y afectiva de un lugar concreto. En La creatividad de la accin, el filsofo Hans Joas

    contrasta la accin teleolgica con un acercamiento no teleolgico en el que las

    zonas que reciben la ayuda son recprocamente productivas. No es suficiente conside-

    rar la accin humana como dependientede la situacin, escribe Joas, tambin debe-

    ra reconocerse que la situacin es constitutivade la accin [cursiva en el

    original]. Basndose en el trabajo de Dietrich Bhler, Joas perfila una interpreta-

    cin cuasidialgica de la accin. Las situaciones, escribe, no son un mero campo

    neutral de actuacin para propsitos que fueron concebidos fuera de dicha situacin,

    sino que parecen demandar, provocar ciertas acciones ya en nuestra percepcin. Tal

    y como la describe Joas, la accin cuasidialgica no implica el abandono de la agencia

    o la intencionalidad, ni convierte al lugar en la fuente de una plenitud productiva de

    significado que limita o prefija toda accin subsiguiente. Joas sugiere simplemente

    que las orientaciones teleolgicas y cuasidialgicas funcionan como condiciones

    previas recprocas.28 La constelacin particular de fuerzas que actan en un lugar

    determinado, en conjuncin con la concienciacin y la predisposicin de los partici-

    pantes, resultan productivas en modos que van ms all tanto de las propias condicio-

    nes del lugar como de la subjetividad de los actores individuales. Alejandro Meitin,

    de Ala Plstica, aclara la diferencia:

    Nosotros no definimos nuestras actividades con el trmino proyectos. Proyectar

    presupone un conocimiento previo de cmo acabarn las cosas. Esto implica tambin

    un nivel de premeditacin en nuestras relaciones y en los resultados de nuestras

    relaciones con los grupos sociales con los que interactuamos. Nosotros preferimos

    hablar de iniciativas y, dentro de stas, de ejercicios, que se multiplican

    e implican a personas y grupos diversos con los que construimos un dilogo. Desarro-

    llamos acciones sobre la base de esta reciprocidad.29

    Esta es una distincin importante con implicaciones significativas para el anlisis

    de las prcticas artsticas dialgicas y colaborativas, al tiempo que sugiere algu-nas de las conexiones productivas que existen entre estas prcticas y aspectos rele-

    vantes de la tradicin pragmtica (vase John Dewey, George Herbert Mead). Puede

    ayudar en particular a que seamos ms precisos en los debates sobre la cuestin de la

    agencia en el arte contemporneo colaborativo y para lugares especficos. En estos

    debates es tpico que los crticos escpticos sobre los enfoques colaborativos o

    colectivos basen sus crticas en una oposicin reduccionista entre una prctica

    artstica verdaderamente vanguardista, en la que el artista conserva todo su poder

    --------------------------------------------------------------------------------------------28. Todas las citas de Hans Joas proceden de su The Creativity of Action, traducido al ingls por JeremyGaines y Paul Keast (Chicago: University of Chicago Press, 1996), pg. 160. En la descripcin de Joas, unlugar o una situacin pueden catalizar un movimiento entre modos de intencionalidad y receptividad. En la ex-presin artstica convencional (y especficamente en los modos textuales de produccin) la cognicin precedey orienta la accin (una idea o imagen se visualiza y luego se pone en prctica) y la relacin con el lugar es

    primordialmente teleolgica y posesiva (un lugar es un recurso del que se extrae un objeto o imagen). En eltrabajo de Ala Plstica y otros grupos la cognicin se produce en y a travs de la accin, no antes de ella. Lapropia prctica posibilita un proceso de reflexin que modifica la direccin y la naturaleza de acciones sub-siguientes. La expresin no es mimtica (reproduciendo la visin interna a priori del artista), sino genera-tiva en s misma.29. Entrevista del autor a Silvina Babich y Alejandro Meitin de Ala Plstica (8 de noviembre, 2007), traduc-cin al ingls de Annie Mendoza.

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    creativo, y una denostada prctica comunitaria que insiste en una debilitadora

    rendicin de cualquier pretensin de autoridad y autora a favor de un ingenuo

    ideal de unidad social.30 La agencia creativa, segn este anlisis, slo conserva su

    poder generativo cuando cristaliza en un individuo singular; cuando se comparte, dis-

    tribuye, intercambia o negocia dentro de un cuerpo social ms amplio su agudeza cr-

    tica se disipa. La persistente ansiedad sobre la erosin de la autonoma expresiva del

    individuo surge en parte de la creencia de que slo una conciencia mondica individual

    (cuyo eptome es la figura del artista o la del terico radical) puede dar lugar a una

    forma de conocimiento revolucionario capaz de cuestionar las formas habituales de

    pensamiento y de poder. Hay aqu tambin una tendencia a identificar la crtica nica-

    mente con las nociones vanguardistas convencionales de trascendencia y distancia-

    miento de la situacin concreta, y a potenciar un modelo conativo de la identidad

    artstica en el que un espectador, un pblico o un lugar intrnsecamente pasivos estn

    sometidos a la inteligencia transformadora del artista.

    Mi postura es que se puede desindividualizar la agencia creativa sin disminuir su

    poder crtico o transformador. Es ms, pienso que esta capacidad puede potenciarse

    de hecho si la propia experiencia de agencia creativa es tratada de un modo ms refle-

    xivo. Los proyectos de grupos como los de TRANSDUCTORES, entre muchos otros, no im-

    plican ni una relacin de propiedad con la agencia, ni su rechazo absoluto. En lugar

    de eso, nos encontramos con un proceso por el cual la agencia se deja deliberadamente

    sin proteccin tanto la que se reivindica como la que se cede al tiempo que con-

    serva su capacidad para replantear una realidad dada. Es necesario reconocer aqu la

    materialidad productiva del propio proceso colaborativo. Aunque algunos proyectos

    dialgicos implican la desmaterializacin del objeto artstico convencional (como

    una pintura, una escultura, etctera), esto no significa que la materialidad como tal

    quede suspendida en la configuracin esttica de la obra. Los proyectos dialgicos

    no implican la negacin de la materialidad sino su rearticulacin. Las condiciones

    materiales de un espacio dado, la orientacin fsica de las instalaciones de bombas

    de agua o microturbinas, la proximidad de los cuerpos en los talleres de artesanao de huertos urbanos, juegan un papel absolutamente central en la capacidad de un

    lugar para articular y modular el proceso dialgico.

    Lo que nos encontramos en una serie de proyectos recientes no es la desmaterializacin

    de la prctica artstica, sino un proceso de interaccin social mediado por una cola-

    boracin fsica y cognitiva. El lugar es concebido aqu como un locus generativo de

    identidades, acciones e historias individuales y colectivas, y el despliegue de la

    subjetividad artstica aguarda a los descubrimientos especficos producidos por este

    acto singular de juntarse. Como ya he apuntado, esto implica un movimiento que oscila

    --------------------------------------------------------------------------------------------30. El siguiente pasaje, tomado de un ensayo de Marc Legr, es tpico. Legr pretende exponer el lado obscenode la llamada colaboracin dialgica comparando un nefasto (pero no definido) arte comunitario con el

    trabajo crtico, de agitacin de Vitaly Komar y Alexander Melamid. Como observa Legr: En dos de sus ma-nifestaciones ms recientes, la esttica relacional de Nicolas Bourriaud y la esttica dialgica deGrant Kester, se renuncia a los pronunciamientos polticos y a la crtica social en favor de la interaccindialgica (una palabra totalmente desprovista de su origen en el anlisis de clase de los formalistas rusos)donde se espera que el artista renuncie a todas sus pretensiones de autoridad y autora. Marc Legr, For theDe-Incapacitation of Community Art Practice, The Journal of Aesthetics and Protest, 6 (2008),http://www.joaap.org/6/another/leger.html.

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