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literatura realismo magico
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UNIVERSIDAD DE LAS FUERZAS ARMADAS
ESPE
REALISMO MAGICO
CAROLINA LOPEZ
VALERIA MARTINEZ
NANCY MERAS
JAIRO QUIMBITA
El realismo mgico
Mediados del siglo XX
Surge tras el realismo, regionalismo indigenismo
y literatura
Conserva ciertas caractersticas de estas tendencias
anteriores
Caracterizado por
Narracin de hechos inslitos, fantsticos e
irracionales en un contexto realista.
La realidad coexiste con la
fantasa.
En las novelas y cuentos mgico-
realistas
El narrador presenta hechos
improbables, onricos e ilgicos .
Hace hincapi en
Los sueos
El inconsciente y el irracionalismo
Tradicin de leyendas y mitos de culturas
indgenas y precolombinas.
CARACTERISTICAS
Exactitud en la descripcin realista aplicada a un asunto sobrenatural o
mgico
Recrea situacionesonricas, extraas e
imprecisas
Utilizacin del mito como un medio para
forjar el mundo autnomo de la novela
Aceptacin de lo inslito como parte
normal de la realidad
los elementos mgicos, sonpercibidos por los personajes
como hechos normales. Son intuidos por el lector,
no explicados
Los personajes funcionanen un plano real, carente de
juicios o criteriosprestablecidos.
Preocupacin constante por los problemas sociales, polticos
y culturales
Representantes Del Realismo
Mgico
Mario Vargas Llosa
Juan
Ru
lfo M
xic
oL
aura
Esq
uiv
el
Ecuatoriano
Podra considerarse a Jos de la Cuadra como el mejor exponentedel realismo mgico del Ecuador y el primero de Latinoamrica, en
especial por sus obras sobre la temtica montubia.
Obra en la que relata la vida de una familia costea, cuya existencia gira alrededor de su
patriarca nicasio sangurima, hombre centenario, rodeado de misterio, del que se
cuentan terribles y demoniacas leyendas, cada una ms sangrienta que la anterior.
Ecuatoriano
A l se le ocurri ser un adelantado a su poca, indagar en la psicologa del hombre, hablar de seres y casos mrbidos, de antropfagos
sdicos o de siamesas celosas, de huerfanitos con miedo, de mujeres que miran las estrellas, de comedias cotidianas, pero inmortales. Por
eso, su breve produccin literaria, de apenas una dcada (1921-1932), sufri hasta los aos sesenta de hostilidad e incomprensin por
temor, quiz, de que su "Treponema plido" contagiara de atrevimiento a la literatura.
En 1932 escribi la novela subjetiva Vida del ahorcado.
Colombiano
El escritor colombiano recibi el Premio Nobel de Literatura en 1982
Su novela Cien aos de soledad es una obra maestra de la literatura universal
Chilena
1981, comenz a escribir La casa de los espritus (1982), su primera novela y, su obra ms
conocida, ms tarde adaptada al cine y al teatro. Ha sido distinguida en la Academia de Artes y
Letras de Estados Unidos.
Cuento: Relojes Abdn Ubidia
Cuando aparecieron los primeros relojes digitales me apresur a comprar uno en la tienda de Hans Maurer. Apenas fue mo comprend el verdadero alcance de midecisin. No me asombraba la ausencia de ruedecillas dentadas, resortes, ncoras y clavijas. No me asombraba el fluir de la corriente por el laberinto de circuitosintegrados y cristales de cuarzo. Tampoco la prdida del tic tac, que durante tantos siglos fuera la verdadera msica del tiempo.
Me asombraba la diminuta pantalla que haba venido a sustituir a la esfera de manecillas.
Al enjuto, enigmtico reticente Maurer, le explico bien: la esfera marcada nos recuerda una concepcin del mundo protectora y de algn modo feliz: el tiempo davueltas. Cada culminacin es un nuevo comienzo. No hay ruptura entre las partidas y los arribos. El pasado y el presente y an el futuro se muestran ante nuestrosojos en una continuidad circular. Las agujas abandonan con pasos de hormiga aquello que ya no es y siguen en pos de aquello que indefectiblemente ser. Unopuede ver su camino. Sealar su retorno. Y al verlas uno puede decirse que los das se repetirn siempre con sus maanas y sus noches. Que los ciclos existen.Que nos repetiremos tambin en nuestros hijos como nuestros padres en nosotros. Que perduraremos.
De pronto la maldita pantalla digital viene a cambiar todo esto. Los nmeros aparecen y sealan un presente puntual. Cada instante es distinto del que le precede.Los nmeros emergen o se hunden en una nada sin rastros. All no existen decursos sino reemplazos. El tiempo asoma abierto. Ha perdido su rumbo circular ycarece de lmites. Es apenas un presente instantneo. El futuro es un desierto blanco y helado. El pasado se esfuma. Es un abismo tambin blanco que se abre ydesmorona detrs de nuestros talones con cada paso que damos. Yo no s si otros vern lo que yo veo ah: una soledad infinita. El abandono. La totaldesproteccin. Estos relojes han venido a ensearnos nuestra orfandad. La gran mesa redonda que juntaba tantas cosas no existe ms.
Hans Maurer, sonre. Pero yo insisto:
Es posible que cada edad invente los instrumentos con los que se mide a s misma. Es posible que cada era escoja sus propios modos de entenderse, segn seasu propia conveniencia. La forma circular de engranajes, esferas y movimientos de los relojes mecnicos (con sus ejes obligados), no sera entonces casual ni elfruto de una necesidad puramente fsica. Sera, pues, aparte de lo ya dicho, la realizacin de una bsqueda la de un centro ordenador, la de un sentido central quelo organice todo. Temo, entonces, y no me avergenza confesarlo, que los relojes digitales, aparte del tiempo, estn midiendo adems otro continente que noalcanzo a comprender bien. Tal vez el de un gran desierto blanco, vaco, sin centro, y sin sentido
De tarde en tarde (a pesar de nuestra mutua repulsin) me llego a la tienda de Maurer. Examino cada modelo que l me muestra. Tengo la esperanza, cada vezms vaga, de encontrar algo cualitativamente distinto que pueda reemplazar al reloj digital que l me vendi.
En este ir y venir de su tienda, hace poco Maurer me jug una mala pasada: me ofreci el nico reloj que yo no quera poseer. Algn demonio macabro lo habainventado haca muy poco. Estaba equipado con sensores que detectaban los signos vitales de su dueo. Por eso tena (s) manecillas. Pero estas giraban endireccin contraria a la usual. Giraban al revs. Y su marcha se aceleraba conforme se aproximaba la muerte del usuario.
La sonrisa de Maurer se abri como un hueco negro en su cara blancuzca cuando me lo ofreci.
Saba que entre el horror que palpitaba, silencioso, en mi reloj de pulsera y aquel otro, burdamente fsico, que exhiba en su mano extendida, yo no poda escoger.