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RECURSOS NATURALES Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN ESPAÑA (1955-2000): DE LA “ECONOMÍA DE LA PRODUCCIÓN” A LA “ECONOMÍA DE LA ADQUISICIÓN” Óscar Carpintero Departamento de Economía Aplicada Universidad de Valladolid e-mail: [email protected] “Aceptar el dogma de que la naturaleza no contribuye en absoluto a la producción permite a algunos economistas neoclásicos suponer que cualquier incremento de la producción no explicado por aumentos del trabajo y del capital ha de ser resultado de otro factor humanamente creado, concretamente la tecnología. Estos economistas no tienen empacho en afirmar que un residuo del 50 por 100 deber ser realmente una medida del progreso tecnológico (ingenio humano). De hecho el residuo es una medida de algo que no es trabajo ni capital, incluyendo, claro está, los recursos naturales.” Herman Daly, 1997 1 . “mientras imaginamos un paisaje de vagonetas en las bocaminas y de grúas inmóviles como en una instantánea...” Jaime Gil de Biedma, 1966 2 . “El Homo sapiens… es una especie que se ha abierto paso, como quién dice a codazos, sobre un mundo ya ocupado y multitudinariamente poblado”. Ramón Margalef, 1996 3 . 1. Introducción Desde hace décadas, el enfoque económico convencional viene abordando la cuestión del crecimiento económico como la simple expansión de agregados monetarios —sea la Renta Nacional o el Producto Interior Bruto (PIB)— que por su propia naturaleza presentan carencias ambientales importantes, pues suelen registrar como creación de riqueza y renta lo que no es sino destrucción —en muchos casos irreversible— de la misma. Es verdad, no obstante, que en los últimos años, la Contabilidad Nacional ha intentado resolver las carencias ambientales que limitan su capacidad para registrar el proceso económico de producción y consumo, aunque, como hemos tratado de mostrar en otra ocasión 4 , la compleja naturaleza de numerosos recursos naturales y ecosistemas, y los costes 1 Daly, H.E., (1997): “Georgescu-Roegen versus Solow/Stiglitz”, Ecological Economics , 22, pp. 263. 2 Gil de Biedma, J., (1966): “Asturias 1962”, Moralidades , 1966, incluido en: Las personas del verbo, Barcelona, Seix-Barral, 1992, p. 113. 3 Margalef, R., (1996): Una ecología renovada a la medida de nuestros problemas, Lanzarote, Fundación César Manrique, p. 13. 4 Carpintero, O., (1999): Entre la economía y la naturaleza, Madrid, Los Libros de la Catarata.

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RECURSOS NATURALES Y CRECIMIENTO ECONÓMICO EN ESPAÑA (1955-2000): DE LA “ECONOMÍA DE LA PRODUCCIÓN” A LA “ECONOMÍA DE LA

ADQUISICIÓN”

Óscar Carpintero Departamento de Economía Aplicada

Universidad de Valladolid e-mail: [email protected]

“Aceptar el dogma de que la naturaleza no contribuye en absoluto a la producción permite a algunos economistas neoclásicos suponer que cualquier incremento de la producción no explicado por aumentos del trabajo y del capital ha de ser resultado de otro factor humanamente creado, concretamente la tecnología. Estos economistas no tienen empacho en afirmar que un residuo del 50 por 100 deber ser realmente una medida del progreso tecnológico (ingenio humano). De hecho el residuo es una medida de algo que no es trabajo ni capital, incluyendo, claro está, los recursos naturales.”

Herman Daly, 19971.

“mientras imaginamos un paisaje de vagonetas en las bocaminas y de grúas inmóviles como en una instantánea...”

Jaime Gil de Biedma, 19662.

“El Homo sapiens… es una especie que se ha abierto paso, como quién dice a codazos, sobre un mundo ya ocupado y multitudinariamente poblado”.

Ramón Margalef, 19963.

1. Introducción

Desde hace décadas, el enfoque económico convencional viene abordando la cuestión del crecimiento económico como la simple expansión de agregados monetarios —sea la Renta Nacional o el Producto Interior Bruto (PIB)— que por su propia naturaleza presentan carencias ambientales importantes, pues suelen registrar como creación de riqueza y renta lo que no es sino destrucción —en muchos casos irreversible— de la misma. Es verdad, no obstante, que en los últimos años, la Contabilidad Nacional ha intentado resolver las carencias ambientales que limitan su capacidad para registrar el proceso económico de producción y consumo, aunque, como hemos tratado de mostrar en otra ocasión4, la compleja naturaleza de numerosos recursos naturales y ecosistemas, y los costes

1 Daly, H.E., (1997): “Georgescu-Roegen versus Solow/Stiglitz”, Ecological Economics, 22, pp. 263. 2 Gil de Biedma, J., (1966): “Asturias 1962”, Moralidades, 1966, incluido en: Las personas del verbo,

Barcelona, Seix-Barral, 1992, p. 113. 3 Margalef, R., (1996): Una ecología renovada a la medida de nuestros problemas, Lanzarote, Fundación

César Manrique, p. 13. 4 Carpintero, O., (1999): Entre la economía y la naturaleza, Madrid, Los Libros de la Catarata.

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ambientales asociados a la actividad económica, hacen difícil su acomodo en el esquema contable ordinario que suele girar en torno al universo del valor monetario. Estas dificultades afloran también cuando se pretende encauzar la cuestión de la sostenibilidad ambiental —o el “desarrollo sostenible”— a través del instrumental analítico y las variables monetarias al uso. La economía estándar, al postular como criterio de “sostenibilidad” el mantenimiento de una capacidad de ahorro suficiente que (mediante la inversión adecuada) pudiese “reparar” la depreciación del capital natural y manufacturado, suele arrojar un resultado cuando menos sorprendente, a saber: las principales economías industriales aparecen como las más “sostenibles ambientalmente” (Estados Unidos, Alemania, Japón, etc.), acusando a la mayoría de los países pobres (Burkina Faso, Etiopía, Indonesia o Madagascar) de insostenibilidad ambiental manifiesta. La insuficiencia de ahorro con la que paliar el deterioro ecológico de unos recursos naturales puestos, precisamente, al servicio de los países de la OCDE, abocaba a los países pobres a ser acreedores de esa calificación. Y este resultado era el que se desprendía, por ejemplo, del controvertido indicador elaborado hace algunos años por Pearce y Atkinson5.

Nos parece más sensato, sin embargo, cambiar el tono y los acentos, y contemplar la

sostenibilidad ambiental de las economías industriales como un problema de escala, esto es, como una cuestión relativa al tamaño que el sistema económico ocupa dentro del total de la biosfera6, lo que se puede cuantificar por diferentes métodos. Entre los propuestos recientemente figuran dos de especial trascendencia e importancia, a saber: el seguimiento de los flujos (inputs) de energía y materiales con sus correspondientes “mochilas ecológicas” que recorren el sistema económico (Requerimientos Totales de Materiales); y las exigencias territoriales necesarias para satisfacer el modo de consumo y la asimilación de residuos generados por la población (huella ecológica). De esta forma, la alternativa a la propuesta convencional pasaría, a nuestro juicio, por superar el simple retoque “ecológico” de la Contabilidad Nacional, emprendiendo un análisis que vaya más allá del seguimiento de las actividades económicas en términos crematísticos y profundice en las realidades físicas de los procesos como antesala a la explicación de la degradación ambiental que producen. Y es en este ir “más allá del valor económico”, cuando se hace preciso considerar los impactos ambientales de la producción de bienes y servicios “ desde la cuna hasta la tumba”, es decir, recayendo sobre los recursos naturales antes de ser valorados, y sobre los residuos generados que, por definición, carecen de valor monetario. Se trataría, utilizando una acertada analogía, de hacer un seguimiento del “metabolismo económico” de las sociedades habida cuenta que, en el fondo, su sostenibilidad dependerá del tamaño que ocupen dentro del conjunto de la biosfera, y de la capacidad tanto para abastecerse de recursos renovables, como para cerrar los ciclos de materiales convirtiendo los residuos en nuevos recursos aprovechables.

Esta aproximación dará pie a analizar, además, la contribución de los recursos naturales a las

fases de crecimiento y recesión de la economía española, describiendo los cambios más importantes acaecidos en el último medio siglo. Un intento que, de paso, trata de salvar la reiterada ausencia de la Naturaleza en el análisis económico sobre las fuentes del crecimiento pues, al apoyarse en las funciones de producción agregada, suele centrarse en el capital, el trabajo o la tecnología como origen de la

5 Pearce, D. y G, Atkinson, (1993): “Capital theory and the measurament of Sustainable Development: An Indicator of weak sustainability”, Ecological Economics, 8, pp. 103-108. Lo que no quiere decir que estos autores obviaran la importancia de la interdependencia económica en el logro de la sostenibilidad. “Es perfectamente posible —escriben David Pearce y sus colaboradores — que una nación en concreto pueda asegurarse un patrón de desarrollo sostenible (...) pero a costa de la no sostenibilidad de otro país.(...) Podría decirse que la sostenibilidad es en parte algo que puede conseguirse ‘importándolo’ a través de la no sostenibilidad de otras naciones”. Pearce, D, et al., (1989): Blueprint for a green economy, London, Earthscan, p. 45.

6 He abordado la polémica sobre la sostenibilidad y sus indicadores, con más detalle, en: Carpintero, O, (1999): Entre la economía y la naturaleza, op.cit., cap. 4.

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expansión de la producción. La información manejada sobre la utilización crecientemente insostenible de los flujos físicos facilitará también la discusión sobre la posición que la economía española ocupa en comparación con los principales países industrializados (Estados Unidos, Japón, Holanda, Alemania, etc.). Lo que, también, nos permitirá terciar con conocimiento de causa, en la polémica sobre la supuesta "desmaterialización" de las economías industrializadas y la situación de España en este contexto.

2.- La relevancia del “metabolismo económico” y la controversia sobre la “desmaterialización”

Las páginas que siguen hunden sus raíces en una tradición, ya centenaria, sobre el análisis e investigación de los flujos físicos que atraviesan el sistema económico. Desde hace algún tiempo existe constancia de los esfuerzos “pioneros” que a finales del siglo XIX y principios del XX, desarrollaron gentes como P. Geddes, S. Podolinsky o F. Soddy. Sus preocupaciones porque la economía cimentara mejor sus bases naturales de análisis, les llevó proponer, entre otras cosas, la necesidad de estudiar los flujos de energía y materiales que recorrían el sistema socioeconómico y que conformaban su particular “metabolismo”7. La labor de estos científicos, casi siempre ajenos al incipiente gremio de los economistas, favorecía la mirada limpia y la crítica honesta desde el punto de vista externo, habida cuenta que muchos de los postulados enarbolados por la economía política de aquellos años —o no tenían en consideración o entraban en franca contradicción— con las más elementales leyes físicas y biológicas. Este fenómeno de “crítica y enriquecimiento interdiscplinar” en torno a la noción de “metabolismo social” se extendió también a otras ciencias sociales por lo que la “historia intelectual del análisis de flujos materiales” es más plural de lo que pudiera parecer a primera vista8. Años más tarde, el peculiar ambiente de los años sesenta y setenta permitió reflexiones como las de Abel Wolman sobre el “metabolismo de las ciudades”; las de Keneth Boulding y su “nave espacial tierra”, o las derivadas de la insatisfacción de Georgescu-Roegen frente al paradigma neoclásico plasmadas en La ley de la entropía y el proceso económico. Simultáneamente a estas aportaciones, la publicación en 1970 de un primer balance material de Estados Unidos9 permitió ejemplificar con datos reales el orden de magnitud de los recursos captados por la economía estadounidense en forma de input, así como la importancia de los residuos generados como output no deseados de la actividad económica. Desde aquel momento, seguir hablando de externalidades y contaminación como fenómenos más o

7 Una buena muestra de las propuestas que dichos autores realizaron en favor de esa necesaria

reconstrucción de la economía política se puede encontrar en: J. Martínez Alier, (ed.), (1995):Los principios de la economía ecológica. Textos de P. Geddes, S.A. Podolisnky y F. Soddy, Madrid, Fundación Argentaria -Visor Distribuciones. La recuperación de és tos y otros “clásicos” de la economía ecológica (fundamentalmente respecto a los flujos energéticos y hasta la década de 1940) fue acometida por Martínez Alier desde comienzos de los ochenta. Véase su texto, en colaboración con K. Schlüpman, Ecological Economics, Oxford Blackwell, 1987, y reeditada más tarde en castellano por FCE con el título La ecología y la economía , 1991. Para la etapa más reciente puede consultarse con provecho: Fischer-Kowalski, M. y W. Hütler, (1999): “Society’s Metabolism. The Intellectual History of Materials Flow Analysis, Part II, 1970-1998”, Journal of Industrial Ecology, 2, (4) pp. 107-136. Ayres, R. y L.W. Ayres, (eds), (2002): Handbook of Industrial Ecology, Cheltenham, Edward Elgar, supone un excelente compendio de aportaciones a la ecología industrial en las dos últimas décadas. En Carpintero, O. (2004): El metabolismo de la economía española: Flujos físicos y huella ecológica (1955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique, (en prensa), se puede encontrar también un análisis detallado de las posibilidades y limitaciones de la ecología industrial y el metabolismo económico.

8 Para el impacto sobre la antropología o la geografía, véase: Fischer-Kowalski, M., (1998): “Society’s Metabolism. The Intellectual History of Materials Flow Analysis, Part I, 1860-1970”, Journal of Industrial Ecology, 2, (1) pp. 66-69.

9 Kneese, A; R.U. Ayres, R.C d’arge, (1970): Economics and environment. A Materials Balance Approach, Washington, Resources for the Future.

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menos ocasionales, en vez de intrínsecos a la actividad económica, se demostró totalmente inadecuado.

La noción de metabolismo económico al incidir en las realidades físicas de deterioro ecológico y dominación económica que encubren las cifras del crecimiento del PIB permite participar en la última de las polémicas donde, precisamente, se intenta minusvalorar la dependencia de las economías industriales de sus cimientos ambientales, tanto dentro como fuera de sus respectivas fronteras. En efecto, el progreso tecnológico y el avance en la terciarización de las sociedades industrializadas han alimentado un discurso “desmaterializador” que intenta demostrar que el crecimiento económico, tal y como lo conocemos, sigue siendo posible porque se reduce la utilización de recursos naturales. El predominio del sector servicios y la “nueva economía” —“menos intensivos” en la utilización de energía y materiales— abriría así la posibilidad de seguir manteniendo el actual modelo de producción y consumo sin atender a los costes ambientales que provoca. Este discurso, promovido ya en los setenta por autores como Malembaum10, fue revitalizado precisamente al calor de las propuestas relacionadas con el “desarrollo sostenible”. Abundando en los viejos argumentos, durante las décadas de los ochenta y noventa se incidió en el cambio estructural avalado por el creciente proceso de “terciarización” y tecnologización de las economías industriales —donde el sector servicios viene a significar entre un 60 y un 70 por 100 del PIB— dominando un tipo de actividad que, en principio, parecía demandar “menos” energía y materiales que la industria o la agricultura y, dado que gran parte del crecimiento económico se debía al aumento de estas actividades, entonces podría incrementarse el PIB utilizando a la vez menos recursos naturales. Por otro lado, dentro de la propia industria se quiso ver una masiva sustitución de materias primas tradicionales (hierro, cobre, plomo, madera, vidrio,…), cuya extracción y fabricación requería, a su vez, el consumo de abundante energía y materiales, por otras nuevas sustancias (sintéticas, fibras, plásticos, …) que parecían exigir menor intensidad de recursos (“transmaterialización”). Además, los procesos de reconversión de la industria básica en los países de la OCDE, así como la incipiente aparición de nuevas actividades industriales ligadas al ámbito de la Investigación y el Desarrollo (I+D) tecnológicos, llevaron a pensar que los recursos naturales dejarían de ser un problema para el incremento del PIB. Por último, se mencionó también como ejemplo desmaterializador, el proceso de descontaminación que, fruto del “éxito” de ciertas políticas ambientales en los países industrializados, habría llevado a una reducción de la generación de residuos y la contaminación en relación al PIB11. En todo caso, desde hace algunos años se ha impuesto una distinción que es preciso tener en cuenta para precisar los términos del debate. Se trata de diferenciar entre desmaterialización relativa o débil y desmaterialización absoluta o fuerte12. La primera sería aquella que apunta un descenso en los requerimientos de energía y materiales por unidad de PNB,

10 El texto que inició la posterior polémica fue el de: W. Malembaum, (1978): World Demand for Raw Materials in 1985 and 2000, MacGraw-Hill, New York, donde se verificaba la reducción en la intensidad de uso de diferentes materias primas por unidad de PIB. Una continuación de los esfuerzo s de Malenbaum es la encabezada por J. Tilton, (ed.), (1990): World Metal Demand, Resources for the Future, Washington, D.C.

11 Pueden consultarse, entre la creciente bibliografía, los siguientes trabajos: Herman, R; S.A. Ardekani; J. H. Ausubel, (1989): “Dematerialization”, en: National Academy of Enginnering, (1989): Technology and Environment, National Academy Press, pp. 50-69; Bernardini, O. y R. Galli, (1993): “Dematerialization: Long-Term Trends in the Intensity of Use of Materials and Energy”, Futures, Mayo, pp. 431-448; Wernick, I.K, et al., (1996): “Materialization and dematerialization”, Daedalus, 125, pp. 171-198. El artículo de Cleveland, C. y M. Ruth, (1999): “Indicators of Dematerialization and the Materials Instesnity of Use”, Journal of Industrial Ecology, Vol 2, nº 3, pp . 15-50, es una documentada síntesis de la polémica, abarcando la mayoría de los planos sobre los que se ha desarrollado la discusión. Aunque las definiciones sobre la desmaterialización varían de unos autores a otros, Clevela nd y Ruth zanjan el asunto afirmando que “…se refiere a la reducción relativa o absoluta en la cantidad de materiales utilizados o en la cantidad de residuos generados en la producción de una unidad de producto”. (Ibid, p. 16).

12 La distinción y su formalización se deben a S.M. de Bruyn y J.B. Opschoor, (1997): “Developments in the throughput-income relationship: theoretical and empirical observations”, Ecological Economics, 20, p. 258.

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mientras que la segunda supone una reducción en la cantidad absoluta de recursos naturales que se utilizan por la economía correspondiente. Esta distinción será importante también en el caso de la economía española.

Pero cabe recordar que, a finales de la década de los ochenta, la discusión ya se bifurcó en dos direcciones que, al cabo de los años, acabaron encontrándose. Por un lado, la cuestión de la desmaterialización se llevó también al ámbito de los residuos atmosféricos y la contaminación, queriendo demostrar que no sólo el crecimiento consumía menos recursos naturales sino que generaba menos residuos y ayudaba a reducir la contaminación. La verificación estadística de esta relación entre contaminación y crecimiento económico dio lugar a una polémica sobre la presencia de lo que —por analogía con la relación propuesta por Kuznets para el crecimiento y los niveles de desigualdad, hace casi ya medio siglo— dio en llamarse Curva de Kuznets Ambiental (CKA). No nos detendremos ahora en desentrañar las incorrecciones que hay detrás de la famosa “curva” 13. Tan sólo anticiparemos que en el caso de la economía española no se ha descrito esta tendencia. Más nos interesa constatar que, en las mismas fechas, el afán por hacer operativa la noción de “sostenibilidad ambiental” más allá de los simples indicadores monetarios, abrió una etapa especialmente fértil desde el punto de vista del conocimiento de las “bases materiales de las economías industriales”. Algunos debates en el seno de Naciones Unidas y la UNESCO dieron como resultado que autores como R. Ayres y U. Simonis recogiesen a finales de los ochenta la vieja metáfora algo abandonada y popularizasen la noción de “metabolismo industrial”: un proceso donde —al igual que los organismos vivos que ingieren energía y alimentos para mantenerse y permitir su crecimiento y reproducción— la sociedad convierte materias primas, energía y trabajo en bienes finales de consumo —más o menos duradero— infraestructuras y residuos14. Una evaluación seria de los comportamientos económicos en términos de “sostenibilidad” requeriría, por tanto, hacer un seguimiento exhaustivo de los flujos de energía y materiales que recorren los sistemas económicos con el fin de calibrar, hasta qué punto, los países están viviendo más allá de sus posibilidades en términos de recursos, o han superado la capacidad de los ecosistemas para absorber los residuos. En cierto sentido se recuperaba con nueva savia la propuesta del “balance de materiales” que en su día realizaron Kneese y Ayres, pero profundizando en los procesos y elaborando los indicadores adecuados que permitiesen comparaciones internacionales. Por aquellas mismas fechas dos químicos de prestigio también pusieron de manifiesto que, frente al razonable conocimiento del funcionamiento de la atmósfera, la hidrosfera, o la litosfera, apenas comenzábamos a vislumbrar las consecuencias físicas, químicas y biológicas de la producción de bienes y servicios propias de la “antroposfera”. Y esto era así porque el metabolismo real de las sociedades nos era ajeno debido a la escasa utilización de la contabilidad de flujos materiales a nivel nacional15. No debe extrañar que, con este caldo de cultivo, las mismas preocupaciones llevaran a que dos importantes institutos se pusieran a la cabeza, desde comienzos de los noventa, en la investigación sobre flujos materiales a nivel internacional: se trataba del Wuppertal Institut alemán y del Institut für

13 Un excelente repaso crítico sobre la “evidencia empírica” de la ECK en: Ekins, P. (1997): “The Kuznets

Curve for the environment and economic growth: examinig the evidence”, Environment and Planning, 29, pp. 805-830.

14 Ayres, R., (1989): “Metabolismo industrial y cambio mundial”, Revista Internacional de Ciencias Sociales, 121, p. 391-402. Este número de la revista citada acogió las principales aportaciones de la Conferencia de Tokyo de septiembre de 1988. Más tarde estos trabajos fueron completados con un “Workshop on Industrial Metabolism” en Maastricht bajo el patrocinio de la Universidad de Naciones Unidas y el IFIAS. El resultado conjunto de ambos encuentros se publicó años más tarde en forma de libro. Vid. Ayres, R. y U. Simonis, (eds), (1994): Industrial Metabolism: reestructuring for sustainable development, United Nations University Press.

15 Baccini, P. y P H. Brunner, (1991): Metabolism of the Anthroposphere, Berlin, Springer-Verlag.

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Interdiziplinäre Forschung und Fortbildung (IFF) austriaco. En el primer caso, la aportación de Frederick Schmidt-Bleek resultó decisiva para la consolidación de conceptos como el de “mochila ecológica” (flujos ocultos de recursos necesarios para la obtención de un recurso o la fabricación de un producto que no forman parte del mismo ni son valorados) o el de Input Material por Unidad de Servicio (MIPS), en el que se intentaban recoger —“desde la cuna hasta la tumba”— todos los flujos de energía y materiales que incorporaba la extracción de un recurso o la fabricación de un producto16. Un papel similar al desempeñado por Schmidt-Bleek en Wuppertal lo ha venido realizando Marina Fischer-Kowlasky en el IFF vienés. Con una ligera diferencia: que mientras el alemán procedía del campo de las ciencias naturales y la ingeniería, ésta llegó al estudio de las relaciones economía-medio ambiente desde las ciencias sociales. En todo caso, el trabajo en Wuppertal derivó, por ejemplo, en estimaciones sobre el los input de materiales de la economía alemana, en un esfuerzo que tiempo después se extendió coordinadamente a Holanda, Estados Unidos y Japón, dando lugar a la publicación, en 1997, de un estudio titulado Resource Flows que se convertiría en una referencia obligada en el campo de la contabilidad de flujos materiales17. Así encaminadas las cosas, no debe sorprender que haya cundido el ejemplo, de tal suerte que es posible disponer ya de una variada gama de estudios referidos a los flujos de energía y materiales en diferentes países. Pues aparte de los ya mencionados, disponen de estudios similares Reino Unido, Italia, Finlandia, Suecia, además de la Unión Europea en su conjunto18. A esta lista hay que sumar, por su importancia poblacional a nivel mundial, la reciente estimación de los flujos físicos de China que muestra bien a las claras unas tendencias preocupantes19. En todo caso, a mediados de los noventa y como plataforma para organizar los esfuerzos realizados en diferentes países para afianzar la contabilidad de flujos materiales, se creó una Acción Concertada a nivel internacional denominada ConAccount (“Coordination of Regional and National Material Flow Accounting for Environmental Sustainability”), apoyada por la DGXII de la Unión Europea y que ha contribuido notablemente, a través de sucesivas conferencias anuales, al avance en el conocimiento del metabolismo industrial y la construcción de indicadores de sostenibilidad20. Para el caso concreto de la economía española, el breve inventario de estudios sobre

16 Schmidt Bleek estuvo al frente de la “División de flujos materiales y cambio estructural “ del Instituto

Wuppertal hasta julio de 1997. Desde allí publicó numerosos artículos y trabajos entre los que cabe destacar los libros: Wieviel Umwelt braucht der Mensch?, Birckhäuser¨Verlag, 1994; y también: Das MIPS-Konzept. Weniger Naturverbrauch-mehr lebensqualität durch Faktor 10, Bickhäuser Verlag, 1998.

17 Adriaanse, A, et al., (1997): Resource flows: the material basis of industrial economies, World Resources Institute, Wuppertal Institute, Netherland Ministry of Housing Spatial Planning and Environment, National Institute of Environmental Studies. Sorprendentemente Austria quedó al margen de esta investigación, lo que resulta aún más incomprensible dado que el IFF vienés había realizado balances de materiales para la economía austriaca desde comienzos de los noventa. Vid. Steurer, A., (1994): “Stoffstrombilanz Österreich 1970-1990”, Schriftenreihe des IFF-Soziale Ókologie, Band 34. Por suerte, en la segunda parte de Resource Flows... dedicado al análisis de los flujos en forma de outputs (residuos) para los mismos países, esta ausencia se corrige apareciendo Austria en pie de igualdad con el resto. Vid. E. Mathews, et al., (2000): The weight of nations, World Resources Institue, pp. 48-65.

18 EUROSTAT ha mostrado en los últimos años un especial interés por estas cuestiones. Así en 1995 realizó un “Expert Meeting on Material Flow Accounting” sobre las diferentes experiencias en las oficinas estadísticas de los países miembros, cuyos resultados se publicaron dos años después. Vid. EUROSTAT, (1997): Material Flow Accounting. Experiences of Statistical Institutes in Europe. Luxembourg. En 2000 se realizó un “Task Force on Material Flow Accounting” donde se dio cuenta de los progresos realizados hasta ese momento. Los resultados por países se han publicado en forma de Working Papers por EUROSTAT y están disponibles en: http://forum.europa.eu.int/Public. Además este último grupo de trabajo sirvió para poner a punto las directrices principales de lo un años después sería la guía metodológica de EUROSTAT para la contabilidad de flujos materiales.

19 Chen, X. y L. Qiao, (2001): “A preliminary Material Input Analysis of China”, Population and Environment, 23, (1), pp, 117-126.

20 Un resumen de los propósitos y agenda de investigación de ConAccount puede encontrarse en: S. Brigenzu, et.al, (eds), (1998): The ConAccount Agenda, Wupertal Special, 8. En http://www.conAccount.net se pueden obtener también las actas de los cuatro “meetings” realizados hasta la fecha.

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el metabolismo económico ya sea a escala nacional, regional o sectorial los hemos recogido en un libro que aparecerá próximamente21. En definitiva, en las páginas que siguen nos aproximaremos al metabolismo de la economía española en el último medio siglo aplicando para ello la metodología de la Contabilidad de Flujos Materiales, inicialmente desarrollada por Adriaanse, et al (1997) y más tarde consensuada a escala internacional por medio de la guía elaborada a tal efecto por Eurostat (2001). Como se puede observar en el Cuadro 1, la nueva metodología amplía la vieja noción de balance de materiales añadiendo ahora a los recursos (directos) utilizados en el proceso económico aquellos flujos de energía y materiales “no usados”, indirectos o también llamados “ocultos” que no forman parte de la mercancía finalmente vendida pero que es necesario remover para su obtención (estériles mineros que recubren el metal, movimiento de tierras para la construcción de infraestructuras, biomasa no aprovechada, etc.). La suma de ambas fracciones por el lado de los inputs es lo que se denomina Requerimiento Total de Materiales (RTM)22. Como consecuencia de ello, nuestra aproximación al metabolismo económico de España en este artículo se realizará sobre todo por el lado de los recursos (inputs), prestando menor atención a lado del output (residuos). Aunque para los últimos años comienzan a existir datos razonables con los que seguir las principales partidas involucradas en los residuos, existen algunas dificultades para rellenar las cifras para toda la serie. Por esta razón preferimos en esta ocasión no avanzar resultados desde esta última perspectiva aunque se trata de una laguna sobre la que actualmente estamos trabajando y esperamos paliar en breve.

Cuadro 1. Esquema simplificado del balance de materiales para la economía nacional

REQUERIMIENTOS OUTPUT TOTAL DE TOTALES DE MATERIALES MATERIALES

Fuente: Adaptado de Eurostat, (2001). Aunque para simplificar hemos supuesto la identificación entre flujos indirectos, ocultos y no utilizados, la guía metodológica establece matizaciones y pequeñas diferencias que es necesario tener en cuenta.

21 Carpintero, O: Más allá de la valoración monetaria, Lanzarote, Fundación César Manrique (en

preparación). 22 Adriaanse et al., (1997).Con algunas matizaciones, la guía metodológica de Eurostat (2001) mantiene esa

distinción pero especifica entre flujos directos y flujos indirectos.

Extracción doméstica Combustibles Minerales Biomasa

INPUT

Importaciones

ECONOMÍA

Aumentos Netos del Stock

Transumo material anual (annual throughput)

Reciclaje

-Emisiones -Vertidos al agua y al suelo....

OUTPUT

Extracción doméstica no utilizada (ocultos)

Flujos indirectos (ocultos) de importaciones

Extracción doméstica no utilizada (ocultos)

Exportaciones

Flujos indirectos (ocultos) de exportaciones

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3.- Principales cambios operados en el metabolismo de la economía española desde el punto de vista de los inputs (recursos)

En primer lugar, es ya un hecho conocido que, desde mediados de la década de los cincuenta, la economía española ha experimentado un crecimiento importante de su producción medida en términos del PIB real, al multiplicarse por seis su valor entre los años 1955 y 2000. La simple expansión cuantitativa de los bienes y servicios puestos a disposición de la población en este período ha ido acompañada de una serie de transformaciones cualitativas (estructurales) bien estudiadas desde hace tiempo por buena parte de los economistas. No se trata aquí, sin embargo, de hacer un prolijo repaso de las diferentes interpretaciones que sobre este proceso de crecimiento económico se han vertido sobre el papel, sino de dejar constancia del vacío reflexivo en torno a los recursos naturales como inputs y a los costes ambientales como “efectos externos” no deseados de todo este tipo de transformaciones. Es cierto que, ante la evidencia de que no es posible soslayar por más tiempo dichas cuestiones, los textos encargados del estudio de la economía española han incorporado desde hace tiempo capítulos dedicados al “Territorio y los recursos naturales”, pero en muchos casos —y a pesar de la buena voluntad de los autores— en franca contradicción con los postulados defendidos en otros capítulos de esos mismos libros en materia de política industrial, agrícola, transporte, etc.

Pero tal vez lo que más llame la atención es la reiterada ausencia de los recursos naturales en los

estudios dedicados a analizar las “fuentes del crecimiento” económico español durante ese período, y que han recurrido usualmente a la utilización de la función de producción agregada (tipo Cobb-Douglas o similares). Sin entrar en consideraciones sobre las graves deficiencias teóricas que presenta dicha función, la errónea práctica de identificar el “residuo de Solow” con el progreso técnico, o la vía de reducir el tamaño de ese residuo incorporando variables no consideradas anteriormente (educación, I+D, economías de escala, cualificación de la mano de obra), parece claro que su utilización caracterizó tanto los primeros trabajos de Pulido, Segura, a finales de los sesenta, como las últimas aportaciones de Pérez, Mas y otros en la década de los noventa23; dejando todas ellas de lado el papel central que los recursos naturales habían desempeñado en todo el proceso. Por tanto, se comprende que también en nuestro país, al centrar la reflexión económica en el crecimiento del PIB y sus derivados, hayan permanecido en gran parte ocultas las servidumbres ambientales ligadas al proceso de “desarrollo”.Para intentar paliar esta laguna veamos, con un poco de perspectiva, los principales recursos naturales que han sustentado la estrategia de crecimiento del PIB en España desde los años sesenta hasta la actualidad, atendiendo así a los cambios más importantes que se han producido en el

23 Pulido, A., (1968): “La función de producción Cobb-Douglas: una importante aplicación econométrica al conocimiento de la riqueza nacional”; Universidad de Deusto, (1968): Riqueza Nacional de España, Vol. I, pp. 328-383. Segura, J., (1969): Función de producción, macrodistribución y desarrollo Madrid, Tecnos. Myro, R., (1983): “La evolución de la productividad global de la economía española en el período 1965-1981”, Información Comercial Española, 594; Suárez Bernaldo de Quirós, F., (1992): “Economías de escala, poder de mercado y externalidades: medición de las fuentes del crecimiento español”, Investigaciones Económicas (segunda época), vol.XVI, 3, pp. 411-441; Carrasco, N., (1993): “Productividad del trabajo y cambio tecnológico: diferencias sectoriales”, Revista de Economía y Sociología del Trabajo, nº 19-20, pp. 35-46; Myro, R., (1993): “Crecimiento y cambio estructural, 1960-1992”, en: García Delgado, J.L.,(dir.), (1993): Lecciones de economía española, Madrid, Civitas, pp. 41-61; Raymond, J.L, (1995): “Crecimiento económico, factor residual y convergencia en los países de la Europa comunitaria”, Papeles de Economía Española, 63, pp. 93-111; Nicolini, J.P., F. Zilibotti, (1996): “Fuentes de crecimiento de la economía española”, en: Marimón, R., (ed.), (1996): La economía española: una visión diferente, Barcelona, A. Bosch, pp. 91-118. Pérez, F,; Goerlich, F.J., Mas, M., (1996): Capitalización y crecimiento en España y sus regiones 1955-1995, Bilbao, Fundación BBV. Mas, M; Pérez, F, (dirs.), (2000): Capitalización y crecimiento de la economía española (1970-1997), Bilbao, Fundación BBV. En Carpintero, O. (2004): El metabolismo de la economía española...op.cit., se hace un análisis detallado de las lagunas ambientales en la aplicación de la función agregada de producción a la economía española.

9

metabolismo económico de nuestro territorio. Modificaciones que, por otro lado, van a explicar una buena parte de los problemas ambientales que sufrimos ahora, apuntando a su vez la inviabilidad de seguir apostando por un modelo que los reproduce y amplifica.

Así pues, merece la pena comenzar señalando, en términos generales, el volumen de recursos

naturales que ha movilizado directa o indirectamente la economía española desde mediados del siglo pasado. Advirtiendo, en primer lugar, que los Requerimientos Totales de Materiales (RTM)24, es decir, la suma conjunta de los requerimientos directos o flujos de energía, materiales y biomasa que se incorporan a la cadena del valor económico por compraventa, y de los requerimientos ocultos que no forman parte de la mercancía finalmente vendida pero que es necesario remover para su obtención —estériles mineros que recubren el metal, movimiento de tierras para la construcción de infraestructuras, biomasa no aprovechada como restos de cosecha y poda, etc.—25 han experimentado un crecimiento notable durante esas fechas, pasando de 267 millones de toneladas en 1955 a 1.508 millones en 2000, sin incluir la erosión26 ni el agua (Gráfico 1).

Gráfico 1

Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas. Los flujos ocultos no incluyen la erosión.

24 Para evitar equívocos, insistimos en que, contablemente, consideramos como inputs (recursos) lo que se

entiende por estos en contabilidad nacional, es decir, las extracciones domésticas más las importaciones. Lo que hay que diferenciar del consumo aparente, que detrae de los inputs los flujos de exportaciones.

25 El estudio pionero a este respecto, donde se detallan estos conceptos, es el de Adriaanse, A, et al., (1997), op.cit.

26 Aunque en otros estudios se ha incluido esta partida, hemos decidido no considerarla en el cálc ulo de los RTM, tal y como recomienda la guía metodológica elaborada por EUROSTAT, (2001): Economy-wide material flow accounts and derived indicators, Luxemburgo, p. 49, en la que se intenta conseguir una homogeniezación en las normas para cuantificar los diferentes flujos. Sin embargo esta opción no es demasiado problemática pues, en el caso de que se optara por incluir la erosión derivada de las labores agrícolas, los RTM por habitante se incrementarían, según nuestros cálculos, como mínimo en 8-10 toneladas más.

EVOLUCIÓN DE LOS RTM SEGÚN ORIGEN Y MODALIDAD, 1955-2000(Miles de toneladas)

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200.000

400.000

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1.200.000

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1.600.000

1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

Mil

es d

e to

nela

das

DIRECTOS domésticos DIRECTOS importadosOCULTOS domésticos OCULTOS importados

10

Este incremento en más de 5 veces en los materiales utilizados ha corrido parejo al del PIB al coste de los factores, superando con creces al propio crecimiento de la población: los habitantes de nuestro país hemos pasado de movilizar en forma de inputs, sin incluir la erosión ni el agua, 10 tm/hab a mediados de la década de los cincuenta, a requerir 37 tm/hab en 2000—de computar la erosión nos iríamos a 47 tm/hab—. En lo que concierne al origen de dichos recursos, mientras en 1955 el 95 por 100 se localizaban en el interior de las fronteras, cuarenta años más tarde ese porcentaje se había reducido en treinta puntos, situándose en el 65 por 100; circunstancia que pone de relieve el creciente peso de los flujos de recursos naturales procedentes de otros territorios para alimentar nuestro modo de producción y consumo, con el consiguiente deterioro ambiental tanto interno como externo. La situación descrita, es decir, la tendencia desde el autoabastecimiento hacia la dependencia exterior se manifiesta también cuando descendemos a los dos grandes grupos de flujos, sean éstos abióticos (energía y minerales metálicos y no metálicos, y productos de cantera) o en forma de biomasa (agrícola, forestal, pastos y recursos marinos). Esta panorámica general debe completarse añadiendo que la fracción hegemónica a finales de la década de los noventa fue la de los inputs abióticos con casi el 70 por 100 del tonelaje27. Porcentaje que podría alcanzar hasta el 80 por 100 si añadiésemos los flujos procedentes de las semimanufacturas energéticas, minerales y metálicas que, aunque conlleven un proceso de manipulación industrial, mantienen un rescoldo abiótico importante. Ahora bien, los RTM no sólo se distribuyen según el origen, también lo hacen en función de la modalidad (directos u ocultos). Aquí cabe subrayar que, de las 37 tm/hab de RTM extraídas al finalizar el siglo, en torno al 50 por 100, esto es, 19 tm/hab, se corresponden con los flujos directos (abióticos, biomasa y otros bienes importados), mientras que el resto, tienen que ver con los flujos ocultos subordinados a la extracción u obtención de aquellos mismos inputs directos (domésticos o importados). Se puede concluir por tanto que, según los años, desde 1955, los flujos ocultos totales siempre han superado a la extracción de recursos naturales directos situándose en una proporción que, aunque variable, ha rondado el 50-60 por 100 para los primeros frente al 40-50 por 100 de los segundos. O dicho de otra manera: cada año las extracciones no utilizadas procedentes de la corteza terrestre o de la biomasa han igualado o superado aquellas cantidades que entran en línea de cuenta configurando la esfera del valor económico.

Tabla 1. Estructura porcentual de los RTM por grupos de sustancias, 1955-2000 (Porcentajes y años seleccionados)

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

Energéticos (a) 39,4 32,1 25,2 39,0 32,8 33,0 30,7 26,7 M. Metálicos (b) 14,0 14,3 17,9 16,7 16,0 16,6 17,3 17,4 M. No metálicos(c) 2,1 2,4 2,6 2,9 3,1 2,8 3,5 4,1 P. Cantera 7,4 12,8 25,9 18,7 25,2 25,5 27,8 31,8 Biomasa 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9 Excavación 5,3 7,2 7,3 5,5 6,5 5,6 4,7 3,8 Otras importaciones 0,4 0,5 0,6 1,1 2,2 2,5 2,7 3,3

RTM 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Domésticos 93,9 91,4 74,7 77,0 70,5 68,6 64,7 61,0 Importados 6,1 8,6 25,3 2300 29,5 31,4 35,3 39,0

Promemoria

Abióticos (en sentido amplio)(*) 68,6 69,2 79,4 83,9 85,9 86,0 86,8 87,1 Bióticos 31,4 30,8 20,6 16,1 14,1 14,0 13,2 12,9

27 Más tarde realizaremos alguna matización a esta afirmación de carácter general, dado que en el caso de los

flujos directos, las proporciones entre abióticos y bióticos no eran las mismas a mediados del siglo pasado que a finales.

11

Nota: No incluye erosión. (a) Incluidas semimanufacturas energéticas. (b) Incluidas las semimanufactura s metálicas. (c) Incluidas semimanufacturas minerales. (*) Incluyen, a parte de las materias primas, las semimanufacturas energéticas, minerales y metálicas, así como los flujos excavados y las otras importaciones de bienes finales. Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

3.1.- La exigencia creciente de recursos naturales directos: De la economía de la “producción” a la economía de la “adquisición” En contra de lo que a menudo se tiende a pensar, la modificación en las pautas productivas de la economía española hacia el mayor peso de los servicios no ha conllevado también una menor intensidad relativa y absoluta en la utilización de recursos naturales. El recurso a los flujos de energía y materiales, lejos de menguar, ha crecido globalmente en términos absolutos en las últimas décadas. Pues no sólo se trata de que globalmente los inputs directos se hayan multiplicado por más de 6 veces entre 1955 y 2000 (por encima del PIB y de la población), sino que estas diferencias se agrandan aún más para ciertos grupos de sustancias. Por ejemplo, el ritmo de extracción y utilización total de recursos abióticos o no renovables (energéticos, minerales y productos de cantera) supera los parámetros mencionados para el conjunto de flujos directos, en una escalada incesante desde mediados del siglo pasado. En términos globales, esta extracción se multiplicó por más de 12 veces entre 1955 y 2000 —pasando de los 42 millones de toneladas a mediados de siglo a los casi 522 millones a finales—, doblando al crecimiento del PIB al coste de los factores para ese mismo período —que se incrementó en 6 veces—, y superando ampliamente al crecimiento absoluto de la población que apenas varió en un factor de 1,4. Y cabe recordar que se trata de unos inputs de recursos naturales relacionados estrechamente con las actividades extractivas y mineras en las que nuestro territorio ha acumulado una importante tradición. Aunque hay que subrayar que fue a partir de mediados del siglo XX cuando este tipo de actividades sufrieron una notable modificación en la ventajosa posición que ocupaban dentro de la economía española desde cien años antes. La peculiar disposición de los yacimientos minerales en nuestro suelo28 así como la riqueza especial de algunos de ellos tuvo mucho que ver en que apareciéramos como uno de los principales productores mundiales de varios minerales como el hierro, el plomo, la plata, o el cinc29. En concreto, la importancia de los productos de cantera y algunos otros flujos hace que, pese a la variedad de sustancias que componen los diferentes grupos de recursos que casi llegan al centenar, el grueso del tonelaje se concentre en un puñado de materiales. Destaca, por ejemplo, el caso del hierro dentro de los minerales metálicos, cuya relevancia no ha descendido de las dos terceras partes de este tipo de inputs, o la piedra caliza dentro de los productos de cantera que acapara más de la mitad de esos flujos. De igual modo, dentro de los minerales no metálicos las sales (gemas, marinas y potásicas) dominan el panorama y, finalmente, como es bien sabido, en el caso de los productos energéticos, la evolución del petróleo lo ha llevado desde una posición minoritaria a

28 Sin pretensión de exhaustividad, en el caso, por ejemplo, del carbón siempre han destacado los

yacimientos de Asturias y, en menor medida los de León, Burgos y Palencia. Para el hierro, las extracciones se han localizado principalmente en Vizcaya y Santander aunque la abundancia de este mineral ha conllevado el surgimiento de diversas explotaciones tanto por el sur (Málaga, Almería, Jaén, Huelva, Sevilla, …) como por el mismo norte (Galicia, o Asturias). El cobre encontró su sitio en los yacimientos de Huelva y Sevilla y el cinc, en asociación muchas veces con el plomo, en Santander y también en Murcia, Málaga y Almería, etc.

29 Sin embargo, tiene razón Rafael Castejón cuando afirma que: “La realidad demostró que la riqueza minera española era importante, pero sin las exageraciones de los que habían querido ver a España como la gran nación minera de Europa”. Castejón, R, (1986): “El siglo crucial de la minería española, (1850-1950)”, Papeles de Economía Española, 29, p. 31.

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mediados de la década de los cincuenta hasta su papel hegemónico a finales de los noventa, representando más de la mitad de los flujos de combustibles fósiles en forma de inputs.

Gráfico 2

Fuente: Véase Anexo Metodológico. Conviene resaltar que, a diferencia de la evolución del resto de los factores productivos como el trabajo o el stock de capital, los inputs directos (y en especial los abióticos o no renovables) han mantenido casi siempre una tasa de crecimiento superior para cada período considerado —ya fuera éste de auge o de declive— (Gráfico 3). Es esta una manifestación que se suele omitir al hablar de la evolución de los factores productivos creyendo que la simple mención a la evolución del capital, el trabajo y la tecnología (el residuo) conjura todas las lagunas explicativas. He aquí, al menos, una parte importante de ese factor residual que la explicación convencional del crecimiento económico no es capaz de desentrañar y que suele identificar generalmente con el “progreso tecnológico”. A la luz de la información contenida en el Gráfico 3, dejando al margen el año 1957 —por su carácter excepcional— donde se produce un incremento importante en la extracción de los productos de cantera con fines de obra pública, las tasas de crecimiento de los inputs abióticos duplicaron y hasta triplicaron para algunos años concretos el crecimiento de la producción de bienes y servicios. La fase de mayor expansión de los años sesenta y comienzos de los setenta —dada la crisis que desde 1959 inició la minería del carbón en nuestro país y que duraría hasta 1973— fue posible, por ejemplo, gracias al incremento en las importaciones de recursos energéticos (básicamente petróleo) que con una tasa del 14 por 100 más que duplicó la propia tasa de variación del PIB30.

30 Podría pensarse que el nulo crecimiento de la extracción doméstica de productos energéticos entre 1960 y

1975 se debe a que no está incluida la aportación de la hidroelectricidad, pero, sin embargo, los datos demuestran que su contribución absoluta permaneció básicamente estable aunque no así su aport ación en términos relativos que descendió del 19 por 100 en 1960 al 10 por 100 en 1975.

E V O L U C I Ó N P A R A L E L A D E L C R E C I M I E N T O E C O N Ó M I C O Y L A U T I L I Z A C I Ó N D E R E C U R S O S N A T U R A L E S , 1 9 5 5 - 2 0 0 0

( 1 9 5 5 = 1 0 0 )

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1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

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R T M PIB c . f (pese tas de 1986) C O N S U M O I N P U T S D I R E C T O S

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Gráfico 3

Fuente: Véase Anexo Metodológico

Se alimentó así el crecimiento de un sector industrial —a tasas medias desconocidas del 9 por 100, coincidentes con la tasa de crecimiento de los inputs abióticos—, que permitió actividades transformadoras como la petroquímica o la industria automovilística, altamente tributarias tanto del consumo de crudo, como de minerales metálicos y no metálicos. De igual modo, fue factible el espectacular crecimiento en el consumo de electricidad que, con cargo al mismo petróleo, se multiplicó por seis: de 12.000 a 76.000 Gwh entre 1950 y 197331, permitiendo la mayor utilización, no sólo de los hogares, sino también del propio tejido industrial —caso, por ejemplo, de las cementeras—. Para lograr este incremento, “…hubo que recurrir a la construcción de centrales térmicas de gran capacidad. Algunas fueron situadas en las cuencas mineras, pero la mayoría se ubicaron en la costa y fueron diseñadas para consumir derivados del petróleo”. De hecho, a mediados de los setenta, el petróleo y el carbón generaban a través de centrales térmicas más de la mitad de la electricidad (33 y 19 por 100 respectivamente), dejando el 39 por 100 para la hidroeléctricas y un 9 por 100 para las nucleares. Lo que explica también que el grueso de los carbones nacionales (hulla, antracita y lignito) acabase teniendo como principal destino el abastecimiento de aquellas centrales, al haber perdido ya su posición hegemónica tanto en la industria (salvo la siderurgia), como en el transporte ferroviario y marítimo; o en el consumo de los hogares, que sustituyeron progresivamente el consumo de hulla por la electricidad y los gases licuados del petróleo. Cambios todos influidos por motivos tecnológicos en el caso industrial o, caso de los hogares, acompañados de procesos de migración interior, crecimiento de las ciudades y cambios en las pautas de consumo de la población favorecidos desde instancias políticas. Pero la conjunción entre el crecimiento económico general de la década de los sesenta y la crisis carbonera fue acompañada también de dificultades profundas en el caso de la minería metálica. La demostración más evidente del mal trago fue la progresiva desaparición de explotaciones que supuso una auténtica sangría con reducciones de más del 50 por 100 en los grupos mineros en

31 Sudriá, C., (1997): “La restricción energética al desarrollo económico de España”, Papeles de economía española, 73, p. 179. También, y de modo complementario: Sudriá, C, (1987): “Un factor determinante: la energía”, en: Nadal, J., A. Carreras, C. Sudriá, (comps.), (1987): La economía española en el siglo XX, Barcelona, Ariel, pp. 340-341.

T A S A S D E V A R I A C I Ó N D E L O S I N P U T S A B I Ó T I C O S D I R E C T O S Y D E L P I B c . f , 1 9 5 6 - 2 0 0 0

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PIB c . f (base 86)

A B I Ó T I C O S D I R E C T O S

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funcionamiento. De entre los minerales metálicos más afectados se encuentra el hierro que, de comenzar la década de los sesenta con 300 explotaciones, terminó la misma con apenas 90; o el cobre que con 22 minas en funcionamiento en 1961, sólo mantenía dos en 197032, acabando casi el siglo con apenas tres explotaciones. Ahora bien, lejos de variar las extracciones, la economía española no redujo sus demandas de inputs abióticos, creciendo las sustancias metálicas y no metálicas a un ritmo superior al 5 por 100. Situación que conviene analizar resaltando que las cifras de abandono de yacimientos informan, tanto de la desaparición de las pequeñas explotaciones de minería interior simultáneas al auge de las grandes y reducidas explotaciones a cielo abierto33, como del esfuerzo que, en términos de importaciones fue preciso realizar para alimentar una maquinaria económica que no se detenía en sus exigencias de minerales y metales. Lo que casa bien con el auge de importaciones de semimanufacturas metálicas donde el grueso recae precisamente en el hierro y aceros fundidos como sustancias mayoritarias. Desde un punto de vista más desagregado, los flujos energéticos (domésticos e importados) con cargo a las reservas de la corteza terrestre se multiplicaron entre 1955-2000 por 6,8 veces —de los 17 millones de mediados de siglo a los 119 a finales del mismo—, los minerales no metálicos lo hicieron por 7, y los productos de cantera por 24. Sólo la extracción de minerales metálicos con un factor de 1,7 aumentó menos que el PIB aunque superó al crecimiento de la población. Estas cifras dan una idea del intenso esfuerzo realizado por la economía española, tanto dentro de nuestras fronteras como más allá de ellas.

Tabla 2. Evolución de los input directos de la economía española, 1955-2000, (años seleccionados y miles de toneladas)

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000

ABIÓTICOS 42.557 73.016 231.916 271.929 369.063 353.858 390.341 522.010 Domésticos 38.364 63.870 174.854 207.675 287.310 274.135 302.253 408.004 Importados 4.193 9.146 57.063 64.253 81.753 79.723 88.088 114.006 BIÓTICOS 75.170 101.566 119.200 134.482 137.539 131.801 121.815 157.084 Domésticos 74.539 99.436 110.908 126.040 125.594 120.173 103.993 138.158 Importados 631 2.130 8.283 8.442 11.945 11.629 17.822 18.926 OTRAS IMPORTACIONES Semimanufacturas totales 1.715 1.640 6.109 14.375 23.571 24.274 25.747 39.786 Otros bienes 977 1.920 4.167 10.8332 26.507 28.577 32.999 49.248

INPUTS DIRECTOS TOTALES 120.420 178.141 361.394 431.618 556.681 538.510 570.202 768.129 Domésticos 112.904 163.306 285.771 333.715 412.904 394.308 406.246 546.612 Importados 7.516 14.835 75.622 97.902 143.777 144.203 163.956 221.967 CONSUMO APARENTE (I. Directos – export.)

111.836 168.010 340.804 375.929 502.049 477.305 498.669 673.679

PROMEMORIA I. Directos per capita (tm/hab) 4,2 5,8 10,2 11,2 14,3 13,8 14,5 19,0 Consumo per capita (tm/hab) 3,9 5,5 9,6 9,7 12,9 12,2 12,7 16,6 Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

32 Cifras similares de reducción se pueden ofrecer también para el caso del es taño, el plomo o el cinc (MINER,

varios años). Además para la evolución hasta mediados de los ochenta de algunos minerales pueden consultarse los artículos aparecidos en el nº 29 de la revista Papeles de economía española.

33 Que se corresponde con el incre mento sustancial en la utilización de explosivos y de potencia (C.V) en las explotaciones, directamente relacionado con un mayor impacto ambiental de las mismas.

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Pero interesa destacar que al calor de esa actividad extractiva, en las últimas décadas se ha encaramado a los primeros puestos un especial grupo de sustancias. Los productos de cantera con destino al sector de la construcción no han sido sólo la fracción de mayor crecimiento absoluto, sino la que ocupa el primer lugar en cuanto a tonelaje movilizado, acaparando en 2000 el 75 por 100 del total de los recursos abióticos directos utilizados por la economía española como inputs. A bastante distancia aparecen los recursos energéticos que al final del período considerado representaban el 25 por 100, dejando para los minerales —en sus dos formas— apenas el 10 por 100 restante. Lo que refleja un cambio considerable en la jerarquía de recursos naturales, al pasar de una situación, en 1955, de relativa igualdad entre los productos de cantera y los flujos energéticos, a un escenario en el cual aquellos han superado en tonelaje ampliamente a los primeros. Modificación que, sin embargo, no se ve confirmada en términos de valoración monetaria. Esta exigencia de productos de cantera (caliza, etc.) ha sido de especial relevancia, no sólo en la “década del desarrollo”, sino más recientemente, pues proporcionó los recursos con que alimentar los booms inmobiliarios y económicos de finales de los ochenta y finales de los noventa34, deparando tasas de crecimiento que doblaron al incremento del PIB c.f. Tal fue la estrecha relación entre crecimiento económico y las rocas de cantera que, en apenas media docena de años, la extracción de éstas aumentó un 62 por 100 y un 45 por 100, pasando de los 146 millones de toneladas en 1985 a los 236 millones de 1991, o de los 255 millones en 1995 a los 371 millones de 2000, con unas consecuencias ambientales nada inocentes. No en vano, cuando el agente principal de la “recuperación” es el sector de la construcción conviene tener presentes algunas cuestiones y consecuencias de unos booms que, por otro lado, dio lugar a importantes transformaciones patrimoniales fruto de la generación de plusvalías inmobiliarias y bursátiles35. Cabe apuntar que el uso generalizado de productos de cantera en esos períodos ha sido la respuesta a una ya vieja estrategia de inversión en inmuebles que ha venido favoreciendo, desde hace décadas, la demolición y la nueva construcción frente a la rehabilitación y el acondicionamiento de viviendas antiguas36. Y los datos que avalan esa hipótesis son bastante concluyentes. Tal y como se subraya en un reciente estudio: “…en el Censo de 1950 aparecen cerca de tres millones y medio de edificios destinados a vivienda construidos antes de 1900, que fueron desapareciendo hasta quedar menos de un millón en 1990, como registra el censo de ese año. Si a esta ‘muerte’ de edificios anteriores se añade la más moderada de los edificios de menor antigüedad, se observa que en ese período de cuarenta años desaparecieron cerca de dos millones y medio de edificios destinados a vivienda, mientras que el total de stock de edificios destinados a este fin apenas aumentó en algo más de dos millones, por lo que se puede concluir que, aproximadamente, se registró una ‘muerte’ por cada dos ‘nacimientos”37. El uso generalizado de productos de cantera en respuesta a esa estrategia ha hecho de España el país europeo más destructor de su propio patrimonio inmobiliario38. Una tendencia que llama aún más la atención cuando consideramos los antecedentes históricos de nuestro país en relación con otros territorios de la Unión Europea. En efecto, España es el

34 Véase: Naredo, J.M, (1996): La burbuja inmobiliario-financiera en la coyuntura económica reciente (1985-1995) , Madrid, Siglo XXI, así como también J.M. Naredo y O. Carpintero, (2002): El Balance Nacional de la Economía Española: (1984-2000) , Madrid, FUNCAS.

35 Transformaciones que tendrán una continuación más acentuada si cabe en los años finales de la década de los noventa. Tanto la información estadística necesaria para hacer este seguimiento a largo plazo, como el análisis de las principales consecuencias que acarrea el trasiego de revalorizaciones patrimoniales, puede encontrarse en Naredo y Carpintero (2002): El Balance Nacional..., op.cit.

36 Véase los sucesivos Censos de viviendas y Censos de edificios elaborados decenalmente por el INE. En especial, para la mayor parte de la década de los noventa, tiene mucho interés Ministerio de Fomento (2000).

37 Ministerio de Fomento, (2000): Composición y valor del patrimonio inmobiliario en España (1990-1997) , Madrid, p. 17.

38 Ibidem.

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lugar cuyo parque inmobiliario conserva una menor proporción de viviendas anteriores a 1940-1945 sobre el total (20 por 100), hecho éste que podría ser explicado por razones de la contienda civil de 1936-1939, pero que casa mal con el porcentaje de viviendas con esas características en países, como Alemania, mucho más castigados que el nuestro como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial y que mantienen porcentajes más elevados de viviendas antiguas (33 por 100)39. (Ministerio de Fomento 2000, 23). Así se explica que este desplazamiento del sector hacia la construcción de nuevas viviendas e infraestructuras se traduzca en una mayor demanda de recursos naturales, pues cada edificio ha venido exigiendo por término medio 3,5 tm/m2 de materiales, y cada metro cuadrado de carretera demanda también 1,9 toneladas. Lo que se agrava aún más al comprobar que, en el caso de las viviendas, el 97 por 100 del tonelaje de los materiales incorporados al edificio procede de recursos abióticos (principalmente piedra, arena y grava, pero también plásticos, pinturas, etc.), llegando al 100 por 100 cuando se trata de las infraestructuras de carretera40. Precisamente desde la segunda mitad de los ochenta, el avance de esta estrategia económica llevó consigo un importante divorcio. Por un lado, las dos últimas escaladas de precios inmobiliarios y construcción de viviendas evolucionaron de espaldas al declive demográfico iniciado a partir de mediados de los setenta y que aparece reflejado en el Gráfico 4.

Gráfico 4

BOOM INMOBILIARIO Y DECLIVE DEMOGRÁFICO, 1970-2000

0

100.000

200.000

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600.000

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1992

1994

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nº d

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500.000

600.000

nº de viviendas y de personas

Flujo neto de hogares Crecimiento demográfico Viviendas iniciadas

"BOOM" DE LOS SETENTA

"BOOM" DE LOS OCHENTA

"BOOM" DE LOS NOVENTA

Fuente: Naredo y Carpintero (2002), a partir de las fuentes allí indicadas

Pero a diferencia del boom de comienzos de los setenta —prolongación de la fase de los “años de desarrollo” anteriores— cuando se iniciaban 555 mil viviendas como media entre 1971-1974, con crecimientos poblacionales de casi 400 mil personas/año; desde mediados de los ochenta se ha producido una divergencia importante entre viviendas nuevas y aumento de la población, alcanzando cotas desproporcionadas a finales de los noventa. Así, con un crecimiento demográfico prácticamente

39 Ibid, p. 23. 40 Cuando se diferencia por tipo de viviendas, las cifras disponibles en términos de kg/m3 arrojan result ados

que van desde los 360 kg/m3 hasta los 497 kg/m3 dependiendo del tipo de vivienda o edificio, unifamiliar o de plantas Bringezu, S; Schütz, H, (1998): Material Flow Accounts Part II, Wuppertal, Wuppertal Institut, pp. 37-38.

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nulo se han iniciado casi 600 mil viviendas, un número incluso superior al de comienzos de los setenta, pero con 400 mil nacimientos menos cada año. Un panorama que tampoco mejora cuando se tiene en cuenta la evolución del número de hogares que anualmente se incorporan al mercado como demandantes potenciales de residencia. Lo que avala el hecho de que, desde hace tiempo, nuestro país ostente también el record europeo de viviendas desocupadas y secundarias en una muestra más del sesgo especulativo —que no atiende a razones de uso— alcanzado por el mercado en nuestro territorio. Baste recordar cómo el Padrón Municipal de Madrid en 1996 registraba que el 85 por 100 del aumento de las viviendas ocurrido entre 1991 y 1996 habían pasado a engrosar el colectivo de viviendas secundarias y desocupadas41.

En este somero repaso por los inputs directos que han recorrido la economía española en las

últimas décadas, es necesario hacer también mención a aquellos flujos bióticos que, sobre todo, son consecuencia de la acción fotosintética de la naturaleza. Excluyendo por motivos metodológicos el agua y el aire hemos centrado la preocupación contable en la biomasa agrícola, forestal, pesquera y con destino ganadero (vía pastos y pajas). Tal y como se desprendía de la Tabla 2, los flujos bióticos directos (producción agrícola, pastos, productos forestales y pescado) se han multiplicado por 2 en el período de referencia, pasando de los más de 75 millones de toneladas a mediados de la década de los cincuenta, para llegar a los 157 millones de 2000. Un crecimiento que se encuentra claramente por debajo del incremento del PIB pero que, en cambio, supera el aumento de la población para las mismas fechas. Como cabría esperar, el grueso del tonelaje directo corresponde a la biomasa vegetal agrícola (cultivos) que pasa de representar casi dos tercios de los flujos bióticos a mediados de la década de los cincuenta, a las tres cuartas partes (75 por 100) al finalizar el siglo. Le sigue en orden de importancia los recursos forestales (madera y leña) que, a pesar de casi doblar su extracción en términos absolutos, se han mantenido, con oscilaciones, en torno al 15 por 100. La pérdida de importancia de los pastos naturales en los flujos bióticos extraídos, se ha venido compensando, precisamente, con la expansión de los cultivos forrajeros y de cereales grano, así como por los piensos compuestos destinados a la alimentación ganadera. Por estas razones, y para no incurrir en dobles contabilizaciones, se deja aquí al margen la biomasa animal doméstica (aunque sí se contabiliza la importada) puesto que el grueso de la alimentación procede de los cultivos mencionados, ya incluidos dentro de los propios flujos agrícolas. En cambio, sí se incorpora el heno cosechado en las praderas naturales y una estimación de los pastos aprovechados a diente por el ganado en los pastizales y dehesas, así como la paja procedente de los cereales. En la misma línea general, los flujos bióticos marinos experimentan un notable incremento triplicando su tonelaje y aumentando su participación en el total.

Llama también aquí la atención el creciente peso de los flujos importados en el total, denotando la creciente absorción de biomasa externa por parte de la economía española que ha multiplicado sus importaciones globales por más de treinta en el período considerado. La particular relevancia de las importaciones de cereales grano y leguminosas con destino a la alimentación de ganado, así como los flujos forestales de madera o las importaciones de pescado que ya representan casi el 60 por 100 del total de inputs marinos totales han sido los principales responsables. A pesar del progresivo recurso al resto del mundo, el menor ritmo de crecimiento global de los flujos de biomasa (agrícolas, forestales, …) —en comparación con los inputs abióticos— derivó en una pérdida progresiva de una hegemonía que los situaba en la principal fracción de los inputs directos en la década de los cincuenta, para acabar el siglo en unos porcentajes más bien modestos (Gráfico 5).

41 Naredo, J.M., y Carpintero, O., (2002): El Balance Nacional... , p. 73.

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Gráfico 5

Nota: El porcentaje que resta, en cada año hasta 100 (que en 2000 apenas llega al 10 por 100), se debe a la s importaciones de semimanufacturas energéticas, metálicas, minerales y al resto de bienes importados. Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas.

Y es precisamente aquí donde aparece la primera mutación importante. Habida cuenta que la

utilización de combustibles fósiles y minerales en modo alguno cabe calificarlo de producción sino de mera extracción y adquisición de recursos preexistentes; y de que, en sentido estricto, sólo cabe hablar de producción tal y como se hace en ecología, es decir, como generación de productos vegetales por la fotosíntesis; esta transformación ha favorecido que nuestro territorio —al igual que en todos los países ricos— haya pasado de apoyarse mayoritariamente en flujos de recursos renovables (biomasa agrícola, forestal, pesquera, etc) para satisfacer su modo de producción y consumo, a potenciar la extracción masiva de materias primas procedentes de la corteza terrestre y que por ello tienen un carácter agotable. Haciendo tal vez de la necesidad virtud, el 60 por 100 de las casi 4 toneladas por habitante de energía y materiales que de forma directa pasaban por nuestra economía en 1955, procedían de la biomasa vegetal, mientras que el 40 por 100 restante tenía su origen en los combustibles fósiles y los minerales. Quince años más tarde, en 1970, la cifra se había duplicado alcanzando ya las 8 toneladas por habitante, pero los porcentajes se habían trastocado de forma simétrica acaparando los flujos no renovables el 60 por 100 y la biomasa vegetal el 40 restante. En 2000 las 19 toneladas por habitante de requerimientos directos se distribuían ya entre el 70 por 100 para combustibles fósiles y minerales dejando sólo el 20 por 100 para la biomasa, repartiéndose el restante 10 por 100 entre las semimanufacturas importadas y otros bienes. Y en esta expansión cabe recordar la importancia de los productos de cantera que, constituyendo el grueso de los flujos no renovables directos, han sido determinantes en las últimas fases de auge alimentando los sucesivos booms inmobiliarios con una estrategia de aumento del patrimonio inmobiliario —previa destrucción del actualmente existente— que se ha demostrado muy gravosa desde el punto de vista ambiental.

Pero también la expansión de los flujos bióticos, aunque en menor proporción que los no

renovables, vino también de la mano de importantes cambios en la lógica ecológica de su

D E L A " E C O N O M Í A D E L A P R O D U C C I Ó N " A L A " E C O N O M Í A D E L A A D Q U I S I C I Ó N " : I M P O R T A N C I A R E L A T I V A D E L O S D I S T I N T O S R E C U R S O S E N L O S F L U J O S D I R E C T O S

T O T A L E S D E L A E C O N O M Í A E S P A Ñ O L A , 1 9 5 5 - 2 0 0 0

0

1 0

2 0

3 0

4 0

5 0

6 0

7 0

8 0

1 9 5 5 1 9 5 8 1 9 6 1 1 9 6 4 1 9 6 7 1 9 7 0 1 9 7 3 1 9 7 6 1 9 7 9 1 9 8 2 1 9 8 5 1 9 8 8 1 9 9 1 1 9 9 4 1 9 9 7 2 0 0 0

Por

cent

aje

0

1 0

2 0

3 0

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7 0

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Porcentaje

A B I Ó T I C O S

B I Ó T I C O S

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aprovechamiento. De un lado, la estrategia productivista característica de la evolución de la agricultura, la ganadería y la gestión forestal, se ha asentado sobre la desconexión entre la vocación productiva de los territorios, según sus características ambientales, y los aprovechamientos a que han sido destinados. Así en la agricultura con la introducción de cultivos muy exigentes en agua y nutrientes en zonas de la península no muy bien dotadas para ello que han provocando situaciones de sobreexplotación de los propios recursos y de captación masiva de recursos no renovables (petróleo) procedentes de otros territorios, convirtiendo una actividad que tradicionalmente se apoyaba sobre la energía renovable en algo subsidiario de los combustibles fósiles. O en la ganadería, donde la orientación productivista incentivó la estabulación y el abandono de los pastos, extendiéndose también la misma lógica a la gestión forestal con la sustitución de especies autóctonas por otras de crecimiento rápido, y convirtiendo así las “sociedades de árboles” que son los bosques, en los “ejércitos de pinos” de las repoblaciones.

3.2.- Los flujos ocultos o indirectos: Una “mochila ecológica” que se muestra demasiado pesada Pero lo que el análisis económico convencional suele olvidar— incluso cuando se ocupa de los recursos naturales— es que poner en juego todo ese volumen de flujos directos exige un coste adicional en recursos que es necesario “destruir” para obtener en forma útil lo que más tarde se incorporará a la cadena del valor económico, ocasionando así una “mochila de deterioro ecológico” que suele pasar inadvertida. Paradójicamente, la mayor parte de los materiales movilizados en el curso del proceso económico no se “incorporan” al producto, sino que se quedan por el camino pasando a la categoría genérica de residuos y haciendo que la cara “oculta” del proceso económico sea mayor en tonelaje que la valorada en forma de productos. Los trabajos realizados en este campo confirman que los flujos “ocultos” que integran los RTM de los países suelen exceder comúnmente a los flujos directos.

Como hemos anticipado España no es diferente en este aspecto: sin incluir la erosión, los flujos ocultos se encuentran en torno al cincuenta por ciento y han venido representando cerca del sesenta por ciento del RMT de la economía española hasta hace muy poco. El total de los flujos ocultos generados en España por la obtención e importación de recursos directos ascendía en 2000 a 740 millones de toneladas (18 tm/hab), de las cuales el grueso, es decir, el 67 por 100, estaban relacionadas con los flujos abióticos. Si a esta cantidad, se añaden otros flujos que se podrían considerar también dentro de esta fracción (semimanufacturas diversas y materiales de excavación), éstos explicarían casi el 95 por 100 de los flujos ocultos

A pesar de esta hegemonía en el tonelaje, los flujos ocultos considerados se han incrementado en una proporción ligeramente inferior a los inputs directos, multiplicándose por algo más de cinco veces desde 1955. La sustitución del carbón por el petróleo y el gas natural, que conllevan menos exigencias de excavación, de retirada de estériles de recubrimiento y menos residuos sólidos de combustión, así como el progresivo cierre de explotaciones mineras de gran impacto, explica entre otras cosas esta evolución. Un fenómeno observado también en otros países42, que se corregiría si consideráramos entre los flujos “ocultos” los vertidos a la atmósfera, excluidos por razones metodológicas. Como se observa en la tabla adjunta, los flujos importados y los abióticos crecen mucho más deprisa que los domésticos y los bióticos, en consonancia con lo ocurrido con los flujos directos.

42 Mathews, E, et al., (2000): The weight of nations, Washington, World Resources Institute.

20

Tabla 3. Evolución de los Flujos Ocultos (1955-2000) (miles de toneladas y años seleccionados)

1955 1961 1975 1985 1991 1993 1995 2000 ABIÓTICOS 121.685 148.541 223.981 448.433 457.190 435.113 424.113 514.070 Domésticos 115.756 140.354 1269.224 365.754 333.879 310.025 288.993 295.151 Importados 5.929 8.187 54.758 82.680 123.311 125.519 135.120 218.919 BIÓTICOS 8.824 13.412 24.944 27.345 31.741 29.174 35.407 37.180 Domésticos 8.038 10.864 17.786 20.653 21.826 20.714 21.998 21.946 Importados 786 2.548 7.158 6.693 9.915 8.460 13.408 15.233 Semimanufacturas totales (*) 2.035 5.776 39.532 44.615 76.791 83.165 108.879 131.717 Flujos excavados 14.112 26.939 51.228 55.938 78.539 64.602 56.376 57.808 OCULTOS TOTALES 146.657 195.567 339.685 576.332 644.261 612.485 624.775 740.774 Domésticos 137.906 178.156 238.238 442.345 434.245 395.341 367.367 374.905 Importados 8.750 17.221 101.447 133.987 210.016 217.144 257.409 365.869 PROMEMORIA Erosión 367.683 374.569 412.046 415.640 432.867 421.921 399.880 401.448 Erosión media (tm/hectárea) 25,6 25,7 26,0 26,0 26,0 26,0 26,0 27,5 Erosión media (tm/habitante) 12,6 12,2 11,6 10,8 11,1 10,8 10,2 9,9 Fuente: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas. (*) Incluye las semimanufacturas energéticas, minerales y metálicas. El crecimiento observado desde los años setenta ha venido acompañado tanto de una intensificación como de un desplazamiento hacia la explotación de minerales con mayores costes ambientales. Consecuencia normal habida cuenta el incremento de la ganga y los estériles por la progresiva extracción de yacimientos con menor ley que en este caso hemos considerado parcialmente. Hay que advertir también que los minerales metálicos (hierro, cobre, cinc, etc.), globalmente considerados, han generado crecientes mochilas de deterioro ecológico. No en vano aquí se incluyen, por ejemplo, y dependiendo de los años, las casi 500 toneladas que en forma de ganga y estériles se generan en la extracción de una tonelada de cobre, las 4 para el caso del hierro, las casi 80 del plomo, las 27 del zinc, las más de 400 del mercurio, o las 150.000 para el caso del oro. Así mismo, el comportamiento de los minerales no metálicos y los productos de cantera presentan cifras más estables situándose la mochila ecológica de esas sustancias por debajo de las otras dos fracciones. Mientras, en los productos energéticos, la década de los ochenta protagonizó el fenómeno contrario al acaecido en los sesenta: las dos elevaciones del precio del crudo de los setenta influyeron en la apertura de explotaciones abandonadas, a la par que de otras nuevas, ejerciendo un desplazamiento en la mochila ecológica en favor de los carbones, con una alta relación ocultos-directos (de 5,7 para la hulla y la antracita y de 6,05 para el lignito), sin por ello dejar de utilizar petróleo aunque haciéndolo de manera menos generalizada que antes. Además, la peculiar coyuntura internacional hizo que, desde mediados de los ochenta, se importaran crecientes cantidades de metal de hierro y acero, de plomo y de cobre que, limpios de polvo y paja y con elevadas mochilas ecológicas generadas en terceros países, se sumaban a los minerales importados en bruto tratados en las fábricas españolas: en apenas quince años, es decir, entre 1985 y 2000, los flujos ocultos asociados al conjunto de semimanufacturas (energéticas, metálicas y minerales) se triplicaron pasando de 44 a 131 millones de toneladas o, lo que es lo mismo, de representar el 8 por 100 del total de ocultos en la primera de esas fechas a suponer el 17 por 100 en 2000.

21

2.3.- De abstecedora neta a receptora neta: el comercio internacional y los mercados financieros como palancas para consolidar la economía de la “adquisición”

En la misma medida en que se produjo el transito desde una economía de la producción hacia una economía de la adquisición, el “milagro económico” observado a partir de los años sesenta entrañó otra transformación profunda en el metabolismo de la economía española: en términos físicos, España dejó de ser abastecedora neta de recursos naturales al resto del mundo para convertirse en importadora neta de materias primas. En efecto, hasta la primera mitad de los años cincuenta la economía española venía abasteciendo al resto de países con sus productos primarios y exportando mayor tonelaje del importado. Pero esta situación se invirtió definitivamente, en términos físicos, en los años sesenta, recibiendo nuestro territorio desde entonces una creciente entrada neta de energía y materiales del resto del mundo en consonancia con el juego desarrollado a nivel mundial por los países ricos. Cabe señalar que, si en 1955 todavía salía de nuestro territorio un millón de toneladas más de materiales de las que entraban, a comienzos de los sesenta ya se importaban cinco millones de toneladas más de las que se exportaban, hasta llegar, en el año 2000 a los 127 millones de toneladas de déficit físico de bienes, energía y materiales (Gráfico 6). La economía española ha venido acelerando así su desplazamiento a lo largo de la curva descrita por la “Regla del Notario”43 en la carrera hacia el “desarrollo”, avanzando hacia posiciones en las cuales disminuye la exigencia física de energía y materiales internos —porque se toman de otros territorios— concentrándose en las actividades de elaboración de manufacturas, comercialización y turismo como forma de equilibrar en lo monetario el desfase y la dependencia existente en términos físicos.

Aunque los años cincuenta hacen que todavía el carbón (nacional) adquiera una importancia

determinante en el autoabastecimiento de materiales ricos en energía —junto con la hidroelectricidad y los derivados de la fotosíntesis—, paralelamente aumentó la exigencia de combustibles fósiles, de modo que el desplazamiento hacia el petróleo y el gas importados acabó inflando el saldo negativo que en términos físicos venía presentando la economía española desde los años setenta en productos agroalimentarios y recursos minerales. Pero, para que salgan las cuentas del desarrollo, se tiene que producir una revalorización en términos monetarios que compense ampliamente las carencias desde el punto de vista físico. Así, mientras a mediados de los cincuenta el valor medio de la tonelada importada doblaba al de la exportada, las transformaciones de los sesenta acabaron invirtiendo la situación, como a continuación veremos. La economía española siguió así el patrón marcado por los países “ricos” en sus relaciones con el resto del mundo, al sufragar su déficit físico mediante una relación de intercambio favorable, aunque sin conseguir equilibrar por completo su balanza comercial por esta vía. Por ejemplo, para que se hubiera compensado monetariamente en el terreno comercial el desajuste físico, el valor unitario de las exportaciones en 2000 debería haberse incrementado un 36 por 100, pasando de las 218.755 ptas/tm a 298.540 ptas/tm. Pero el déficit monetario no es tan abultado como el físico

43 En el libro Desarrollo económico y deterioro ecológico dirigido por J.M. Naredo y A. Valero, se ofrece

una caracterización de estos mecanismos y comportamientos a partir de la denominada “Regla del Notario”, a saber: la asimetría que se produce en los procesos productivos en los que las etapas que presentan mayor coste físico o son más intensivas en el consumo de recursos —medido éste en unidades energéticas — resultan ser las menos valoradas desde el punto de vista monetario y viceversa. Una ilustración de este hecho se observa durante la construcción de una vivienda al comparar la divergencia creciente entre las aportaciones de recursos físicos en cada una de las fases del proceso (cimentación, tabicado, etc.), y las remuneraciones monetarias correspondientes, hasta llegar a la firma final de las escrituras “ante notario”, quien, al igual que el promotor, con escaso coste físico obtiene una remuneración monetaria más que proporcional respecto a las fases anteriores. Por tanto, esta asimetría entre revalorización monetaria y coste físico se acentúa a medida que los procesos avanzan hacia la venta final del producto.

22

porque la economía española fue avanzando hacia los tramos más valorados de la curva descrita por la “Regla del Notario”.

Gráfico 6

BALANCE FÍSICO DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA, 1955-2000(miles de toneladas)

-150.000

-100.000

-50.000

0

50.000

100.000

150.000

200.000

250.000

1955

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1979

1982

1985

1988

1991

1994

1997

2000

-150.000

-100.000

-50.000

0

50.000

100.000

150.000

200.000

250.000

IMPORTACIONES

EXPORTACIONES

DÉFICIT FÍSICO

Fuente: Carpintero (2004) Si hubiera que atender únicamente al valor de lo comerciado, parece claro que, tal y como establece la Tabla 4, el grueso de las importaciones españolas procederían de los países desarrollados ya desde los años cincuenta, cuando acumulaban dos tercios de las transacciones, llegando al 75 por 100 al acabar el siglo XX. Obviamente, el resto del mundo (los países pobres), serían el responsable del 25 por 100 restante, ocupando así un lugar relativamente marginal como proveedores de las compras de bienes por parte de la economía española. Pero dentro del porcentaje mayoritario son los países de la actual Unión Europea los que representarían, en valor, el grueso del origen de las mercancías importadas por efecto de la integración comercial, mientras que la relevancia del resto de zonas industrializadas (Estados Unidos y Japón) pasarían a un segundo plano como consecuencia de la “desviación de comercio”. Sin embargo, cuando prestamos atención al origen físico de las importaciones vemos cómo el cuadro se difumina bastante y los porcentajes cambian radicalmente sus tornas. Por un lado, la segunda parte de la Tabla 4 nos informa que ahora son los países pobres los que desde los años cincuenta, con casi el 60 por 100 de las importaciones en tonelaje (llegando en 1975 al 75 por 100), se situaban a finales de la década de los noventa abasteciendo al 65 por 100 de las importaciones españolas; dejando para los países de la “tríada” desarrollada el 35 por 100 restante. Bien es verdad que la propia Unión Europea, a finales de los noventa suponía algo más de un cuarto de las importaciones españolas, aunque también es cierto que hasta 1985 el declive de su importancia en términos físicos fue mucho más pronunciado que lo acontecido desde el punto de vista monetario. En lo que respecta al tonelaje, la senda ascendente de los países pobres como proveedores de la economía española ha escondido dos transformaciones internas importantes.

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Por un lado, hasta 1975, la región hegemónica de procedencia con casi la mitad del total es Asia, gracias a las importaciones de crudo de Arabia Saudita, Irak e Irán. En un discreto segundo plano se mantienen Estados Unidos y, después, África, aportando sobre todo biomasa agrícola y flujos de recursos minerales metálicos y no metálicos. Ahora bien, en los años ochenta se va a producir un viraje en la distribución geográfica por el cual, una parte de los flujos físicos procedentes del golfo pérsico se van a sustituir por recursos con origen en América Latina (México, Venezuela y Brasil) y África que, con los recursos energéticos de Libia, Argelia y Nigeria a la cabeza, va a triplicar sus exportaciones hacia España (de 10 a 30 millones de toneladas entre 1975 y 1985); duplicando en apenas diez años su participación física en nuestras importaciones. A mediados de la década de los ochenta, la integración española en la CEE aumentará las corrientes físicas de bienes procedentes de esa zona de Europa haciendo que, esta vez, la principal zona perjudicada por el efecto “desviación de comercio” sea América Latina que en los tres lustros siguientes verá reducirse su participación en las importaciones españolas casi un 30 por 100, aunque en tonelaje absoluto aumente sus salidas de mercancías hacia España en un 44 por 100, pasando de los 18 millones de toneladas de 1985 a las 26 millones de 2000. Esta caracterización física de las importaciones según el origen y los principales flujos involucrados es oportuna para matizar parcialmente la afirmación de que el comercio exterior español es fundamentalmente un comercio “intraindustrial”. Tabla 4. Distribución geográfica de las importaciones de mercancías de la economía española,

1955-2000, (Porcentajes) 1955 1961 1975 1985 1991 1995 2000

En términos monetarios UNIÓN EUROPEA (1) 48,1 38,9 36,8 39,3 63,5 65,5 64,1 ESTADOS UNIDOS (2) 18,6 25,2 15,9 10,9 8,0 6,5 5,2 JAPÓN (3) 0,2 0,3 2,4 3,4 4,7 3,4 2,9 AMÉRICA LATINA 12,3 9,5 8,5 11,4 4,5 4,3 4,1 ÁFRICA 4,2 2,7 7,3 16,8 6,9 5,9 7,3 ASIA (excepto Japón) 10,6 15,2 19,8 12,4 8,0 8,9 10,6 Otros 5,9 8,1 9,2 5,8 4,3 5,6 5,9

P. Desarrollados (1+2+3) 67,0 64,4 55,1 53,6 76,2 75,3 72,1

Resto de países 33,0 35,6 44,9 46,4 23,8 24,7 27,9

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

En términos físicos UNIÓN EUROPEA (1) 31,1 17,5 11,8 17,0 27,6 27,4 29,8 ESTADOS UNIDOS (2) 11,2 14,4 12,6 11,0 9,2 9,1 4,4 JAPÓN (3) 0,1 0,0 0,5 0,2 0,2 0,2 0,3 AMÉRICA LATINA 12,8 12,7 9,2 19,2 17,2 11,3 12,1 ÁFRICA 9,7 9,5 13,8 29,7 29,8 27,2 27,1 ASIA (excepto Japón) 34,2 43,8 44,7 15,1 12,9 13,9 13,9 Otros 0,8 2,1 7,3 7,9 3,2 10,8 12,9

P. Desarrollados (1+2+3) 42,5 31,9 24,9 28,2 36,9 36,7 34,4

Resto de países 57,5 68,1 75,1 71,8 63,1 63,3 65,6

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Véase anexo metodológico. La Estadística de Comercio Exterior de 1955 incorpora un error al aparecer Arabia Saudita en el continente africano (p. 416). Errata que se ha subsanado a la hora de realizar los cálculos. Por los datos aquí ofrecidos, al menos desde el punto de vista de las entradas de mercancías en tonelaje, no parece que el grueso de las mercancías importadas coincidan, como veremos, con el destino de nuestras exportaciones físicas, ni que procedan de territorios con un nivel de desarrollo similar al nuestro que justifique hablar de comercio intraindustrial desde esta perspectiva. Parece necesario, más bien, diferenciar geográficamente para constatar, por ejemplo, que España se comporta

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respecto de los países latinoamericanos y africanos como un país típicamente industrializado, dominando en su patrón importador el comercio intersectorial por la entrada de combustibles, productos alimentarios, materias primas y recursos minerales, a la vez que sus exportaciones acaparan mercancías como el material de transporte, la maquinaria agrícola y los productos químicos44. En 2000 el 65 por 100 de las importaciones españolas procedían de países “en desarrollo”, por lo que cabe decir que, desde este ángulo es posible hablar de comercio intersectorial mayoritario. No en vano, cuando se confrontan los índices de comercio intra-industrial en términos físicos y monetarios se observan las diferencias. Monetariamente se percibe una corriente similar entre importaciones y exportaciones de bienes manufacturados que da lugar a un índice que varía según el número de sectores considerados pero que, en cualquier caso supera el 50 por 100 al finalizar el siglo. Sin embargo, cuando se calcula el mismo indicador en términos físicos el desequilibrio energético de nuestra economía salvado con cargo a los países empobrecidos y remunerado muy por debajo de los productos exportados por España, reduce poderosamente el valor del índice, dejándolo en la mitad de la cifra en términos monetarios al finalizar el siglo XX, y apoyando una interpretación menos intraindustrial de nuestras transacciones comerciales. Significativamente, es en aquellos años en los cuales la subida de precios de los combustibles supone una redistribución de renta favorable a los países exportadores de crudo cuando el importe de ambos índices (físico y monetario) se acercan considerablemente. De hecho, también el mayor contenido de recursos naturales en las importaciones españolas explican en buena medida las discrepancias a la hora de contrastar monetariamente el modelo de Heckscher-Ohlin en nuestro país. Desde hace tiempo, varios ejercicios estadísticos sobre las relaciones entre los factores productivos usualmente elegidos (trabajo, capital físico y, en ocasiones, capital humano45) no se decantaban según el modelo y había ocasiones en que la relación monetaria capital físico-trabajo de las exportaciones españolas hacia los países en desarrollo era menor que en el caso de las importaciones, dando así lugar a la célebre “paradoja de Leontief”. Descendiendo al detalle se ha observado que la especial dotación de “capital físico” que rodea a los sectores extractivos de recursos naturales energéticos y minerales —de donde proceden el grueso de nuestras importaciones— se encuentra en la raíz de la paradoja, puesto que al eliminarlos de la muestra, el patrón comercial puede explicarse según las ventajas comparativas y la abundancia relativa de factores, coincidiendo así con el modelo convencional46. Por lo que toca a nuestras exportaciones, desde el punto de vista de la distribución geográfica existe bastante concordancia entre el reflejo físico y monetario en nuestras salidas de mercancías hacia el resto del mundo. Como sugiere la Tabla 5 la zona delimitada por la actual Unión Europea fue, y sigue siendo, el principal destino de nuestros flujos físicos, así como la fuente básica de los ingresos por exportaciones, con Francia como puerto de llegada del mayor porcentaje de nuestras mercancías.

44 El reflejo monetario de este comercio, para el caso de España -Mercosur, puede seguirse por el trabajo de Tartal, A., (1999): “Contenido factorial y comercio España-Mercosur”, Información Comercial Española, 782, pp. 35-45.

45 Con este elemento se quiere poner de manifiesto las diferencias en cuanto a “calidad” en la mano de obra. Para su medición se suele acudir a las disparidades salariales entre los diferentes sectores productivos.

46 López, I., (2001): “Contenido factorial del comercio exterior español”, Información Comercial Española, 794, pp. 98-99. Tartal, en su trabajo ya citado de 1999 sobre el comercio España -Mercosur alude precisamente a la importancia de estos sectores para explicar la paradoja de Leontief y “…el carácter erróneo del supuesto de partida [del modelo convencional] que consideraba la economía española como abundante, en términos relativos, en capital físico respecto del trabajo frente al Mercosur”. (op.cit, p. 41)

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Tabla 5. Distribución geográfica de las exportaciones de mercancías de la economía española, 1955-2000, (Porcentajes)

1955 1961 1975 1985 1991 1995 2000

En términos monetarios UNIÓN EUROPEA (1) 58,4 63,0 49,0 54,4 74,9 71,7 70,2 ESTADOS UNIDOS (2) 10,0 9,9 10,5 9,9 4,9 4,2 4,9 JAPÓN (3) 1,9 1,8 1,2 1,3 1,0 1,4 1,0 AMÉRICA LATINA 13,4 8,4 10,1 5,9 3,9 5,8 5,0 ÁFRICA 3,5 4,5 10,7 8,4 4,5 3,8 3,3 ASIA (excepto Japón) 1,5 2,7 6,9 10,0 5,2 6,4 5,0 Otros 11,2 9,7 11,6 10,1 5,6 6,7 10,6

P. Desarrollados (1+2+3) 70,4 74,7 60,7 65,6 80,8 77,3 76,0

Resto de países 29,6 25,3 39,3 34,4 19,2 22,7 24,0

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

En términos físicos UNIÓN EUROPEA (1) 73,1 69,2 49,7 44,2 65,0 61,3 60,9 ESTADOS UNIDOS (2) 2,1 2,6 4,4 13,8 6,8 6,0 6,6 JAPÓN (3) 3,6 3,7 0,6 0,6 0,5 0,6 0,3 AMÉRICA LATINA 1,4 1,2 3,5 2,9 2,7 3,5 4,5 ÁFRICA 2,0 8,3 21,5 14,5 9,7 10,0 5,9 ASIA (excepto Japón) 0,2 1,5 5,6 12,5 5,7 5,3 4,4 Otros 17,6 13,6 14,9 11,5 9,5 13,2 17,4

P. Desarrollados (1+2+3) 78,8 75,5 54,7 58,6 72,4 68,0 67,8

Resto de países 21,2 24,5 45,3 41,4 27,6 32,0 32,2

TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Ibidem. La Estadística de Comercio Exterior de 1955 incorpora un error al aparecer Arabia Saudita en el continente africano (p. 416). Errata que se ha subsanado a la hora de realizar los cálculos. Esta coincidencia se explica, hasta los años ochenta, por la tradicional posición ocupada por España como abastecedor de materias primas agrícolas y recursos minerales de territorios más prósperos, aspecto avalado por el excedente físico (que no monetario) arrojado en nuestra relación comercial con la actual Unión Europea hasta 1985, que reflejaba una salida neta de casi 8 millones de toneladas como pone de relieve la Tabla 6. A partir de esta fecha, la posición subsidiaria de nuestro país en la Unión Europea y la creciente importancia monetaria del comercio intraindustrial en las zonas que han sufrido procesos de integración comercial han llevado a que la tradicional ventaja española en productos industriales de bajo contenido tecnológico juegue en favor de una mayor participación en las corrientes de comercio intraindustrial vertical (idéntico producto pero en diferentes calidades) centrándose en las gamas inferiores en consonancia con el puesto ocupado por España y el resto de las economías meridionales en la UE47. Así pues, con esta evolución la economía española comienza su desplazamiento avanzando paulatinamente hacia posiciones en las cuales disminuye el coste físico de energía y materiales interno —porque se traslada hacía otros territorios— concentrándose la actividad en las manufacturas y su comercialización, aunque incurriendo en unos desequilibrios físicos y monetarios importantes que, en 2000, alcanzaban los 115 millones de toneladas, cubriéndose con cargo a los flujos de recursos naturales procedentes de países más pobres, y remunerados muy por debajo en comparación con los mismos déficit originados con los países ricos.

47 Esto lo ha demostrado para el período 1985-1996 Carmen Díaz Mora en un reciente artículo: “La ventaja

comparativa como determinante del patrón de comercio intraindustrial vertical: evidencia para la Unión Europea”, Información Comercial Española, 796, pp 55-65.

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Tabla 6. Distribución geográfica del saldo de la balanza comercial de la economía española, 1955-2000

1955 1961 1975 1985 1991 1995 2000

Millones de pesetas

UNIÓN EUROPEA (1) -112 -1.282 -126.987 -222.708 -1.574.040 -1.108.405 -3.569.157 ESTADOS UNIDOS (2) -214 -12.267 -101.758 -148.092 -472.521 -435.131 -450.349 JAPÓN (3) 22 552 -16.799 -120.537 -393.270 -315.342 -601.691 AMÉRICA LATINA -50 -2.624 -35.108 -339.941 -204.757 43.669 -102.134 ÁFRICA -32 133 -21.158 -510.994 -392.081 -392.813 -1.378.131 ASIA (excepto Japón) -180 -8.821 -154.011 -226.717 -457.469 -525.161 -1.976.834 RESTO DEL MUNDO 42 -1.218 -35.073 117.636 -77.927 -33.880 542.597

P. Desarrollados (1+2+3) -303 -10.432 -245.544 -45.920 -2.439.831 -1.858.878 -4.621.197

Resto de países -220 -12.530 -245.351 -960.016 -1.132.234 -908.185 -2.914.552

TOTAL -524 -22.962 -490.895 -1.005.936 -3.572.065 -2.767.063 -7.535.749

Miles de toneladas

UNIÓN EUROPEA (1) 3.932 4.410 1.332 7.956 -1.969 -1.023 -8.567 ESTADOS UNIDOS (2) -661 -1.870 -8.653 -3.041 -8.770 -10.673 -3.408 JAPÓN (3) 299 369 -267 148 5 124 -448 AMÉRICA LATINA -845 -1.758 -6.245 -17.199 -21.878 -15.995 -22.622 ÁFRICA -550 -576 -6.035 -20.966 -35.357 -37.524 -54.545 ASIA (excepto Japón) -2.551 -6.342 -32.685 -7.798 -14.392 -19.005 -26.771 RESTO DEL MUNDO 1.444 1.064 -2.480 -1.314 838 -8.327 -11.155

P. Desarrollados (1+2+3) 3.570 2.909 -7.587 5.064 -10.734 -11.572 -12.423

Resto de países -2.502 -7.612 -47.445 -47.277 -70.790 -80.851 -115.094

TOTAL 1.068 -4.074 -55.033 -42.213 -81.523 -92.423 -127.517

Fuente: Ibidem.

Además, las exportaciones españolas de bienes intermedios, de equipo (cemento, productos metálicos y siderometalurgicos, maquinaria) y agrícolas hacia países africanos y asiáticos apenas lograron compensar el desfase comercial español con estos territorios. Llama la atención que siendo la “deuda física” de España con los países más desfavorecidos de África, Asia y América Latina en 2000 más de diez veces superior a la contraída con la célebre “triada” de países ricos, la “deuda monetaria” que se debe abonar a ésta última casi doble el importe que es preciso pagar a aquellos territorios que han hecho un esfuerzo ecológico y de destrucción de su patrimonio natural mayor que el resto de los países de la Unión Europea, Estados Unidos o Japón. Así pues, este déficit viene acompañado de una importante asimetría entre el origen físico y monetario de ese desequilibrio. Mientras el grueso del déficit comercial en términos físicos lo tenemos contraído con países de África, América Latina y Asia, la balanza de pagos nos informa, en cambio, de que nuestra deuda comercial tenía como acreedores fundamentalmente a los países de la UE

Desde el punto de vista de la captación de los flujos físicos procedentes del resto del mundo,

no sólo el mecanismo del comercio internacional sirvió para alimentar la economía de la “adquisición”. También el sistema financiero internacional funcionó como palanca importante para —sobre todo en el último quinquenio de los años noventa— consolidar el carácter adquisitivo de la economía española y complementar la compra de recursos naturales con la apropiación de una parte importante del patrimonio productivo de esos territorios, a la vez que ejercía como atractora neta de capitales procedentes del resto del mundo. Al comienzo del texto se subrayó que, para el conjunto de los países ricos, este ajuste no había que buscarlo tanto en la propia balanza comercial o incluso por cuenta corriente sino en la que recoge los intercambios financieros. En el caso de España la balanza de servicios, a través sobre todo de los ingresos procedentes del turismo, ha venido paliando de forma

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muy significativa el déficit observado en el comercio de mercancías. De hecho, en algunos años, la compensación ha sido de tal calibre que, en fechas como 1961, 1985 o 1995, llegó a enjugar el déficit de mercancías, logrando un excedente monetario por cuenta corriente nada despreciable. Sin embargo, en los últimos tiempos, el déficit de la balanza corriente se fue haciendo cada vez más abultado y sistemático, viéndose compensado por la atracción de capitales del resto del mundo y otorgando así a las operaciones financieras un protagonismo inusual en la consecución del equilibrio exterior de la economía española. Primero, en el período 1985-1995, la entrada de capitales se produjo sobre todo en forma de “inversiones” de empresas transnacionales deseosas de tomar posiciones en el nuevo país de la Europa comunitaria y de movimientos financieros que, con un fuerte componente especulativo, acudían atraídos por los altos tipos de interés. Después, a medida que avanzó la consolidación del sistema monetario europeo que culminó con la plena implantación del euro, la bolsa española se convirtió en un atractor de capitales de importancia significativa a nivel internacional, que contribuyó no solo a compensar el déficit corriente de la economía española, sino también a posibilitar la expansión internacional de sus empresas. De esta manera España, al integrarse en ese club de países ricos que es la Unión Europea, se permitió el lujo de ampliar sin problemas su déficit comercial al desplazar el equilibrio exterior desde la cuenta corriente hacia la cuenta financiera y haciéndolo perfectamente asimilable dentro del sistema monetario europeo. La economía española, no solo pudo ampliar sin problemas su déficit físico respecto al resto del mundo, sino que supo sacar partido de la nueva situación financiera tan privilegiada para expandir la propiedad de sus empresas a escala internacional. Así, en los últimos tiempos, España pasó de ser un país comprado por capitales foráneos a erigirse en comprador del resto del mundo: las inversiones directas y en cartera de las empresas españolas en países latinoamericanos y en el resto de la UE entre 1995 y 2000 así lo atestiguan.

En esta mutación ha jugado un importante papel la reorganización de la propiedad empresarial a

nivel mundial y el consiguiente acomodo de las sociedades españolas en este proceso. El paulatino acercamiento ya descrito se ha visto espoleado por la llamada segunda oleada de fusiones y adquisiciones empresariales transfronterizas, que dominó el panorama de las inversiones extranjeras internacionales desde 1995 hasta que la crisis actual acabó enfriando este tipo de operaciones48. Esto permite poner de manifiesto cómo la mencionada reducción de las distancias en la propiedad del stock de acciones se ha apoyado en la posición favorable de las sociedades españolas en el proceso de adquisiciones y fusiones transfronterizas: nuestro país ha pasado de ser un vendedor neto de la propiedad de empresas nacionales al resto del mundo, a convertirse en un comprador de la capacidad productiva y del patrimonio del resto de los países49(Gráfico 7). En el caso de América Latina, se han producido importantes tomas de posición en los sistemas bancarios de Argentina, Brasil y México, por los grandes bancos españoles como el BBVA, o el SCH, acompañadas de la adquisición de patrimonio empresarial en sectores muy vinculados a la utilización y comercialización de recursos naturales (producción y distribución de electricidad, gas y agua, e industrias extractivas y refino de petróleo) en la misma Argentina, Chile o Bolivia. Todo ello aprovechando los procesos de privatización de servicios públicos esenciales llevados a cabo en la mayoría de estos territorios, donde el papel desempeñado por empresas nacionales como Iberdrola, Endesa, Aguas de Barcelona, Unión Fenosa, Gas Natural o Repsol, dan buena fe de ello. Hasta tal

48 Hablar conjuntamente de fusiones y adquisiciones puede llevar a engaño. Dado que, según la UNCTAD, apenas el 3 por 100 de estas operaciones a nivel mundial se pueden calificar de fusiones, convendría no fomentar artificialmente la imagen de colaboración o cooperación que subyace a la expresión “fusión” y hablar simplemente de adquisiciones, o alternativamente, cambiar el orden de los términos.

49 La expansión ha sido tal que nuestro país ha pasado de representar el 0,25 por 100 del valor de las fusiones y adquisiciones (compras) mundiales en 1995, a protagonizar el 3,20 por 100 cuatro años después, en 1999. UNCTAD, (2000): World Investment Report. Geneva.

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punto es la dimensión de estas transacciones que, en el año 1999, el 65 por 100 de la inversión directa que llegó a América Latina, estuvo muy influida por una operación de compra de patrimonio empresarial como fue la adquisición de la empresa argentina YPF por la española Repsol.

Gráfico 7

FUSIONES Y ADQUISICIONES TRANSFRONTERIZAS PROTAGONIZADAS POR SOCIEDADES ESPAÑOLAS, 1988-1999

(Millones de dólares)

0

5000

10000

15000

20000

25000

1988 1989 1990 1995 1996 1997 1998 1999

Compra de empresas extranjeras Venta de empresas españolas

Fuente: Naredo y Carpintero (2002).

Tal ha sido la importancia de este hecho que, con el paso del tiempo, el montante reflejado en

las adquisiciones y fusiones transfronterizas no sólo ha llevado aparejado las consecuencias descritas en términos de propiedad patrimonial, sino que se ha convertido en la principal partida de los flujos de inversión directa de nuestro país hacia el exterior: en 1995 la adquisición de empresas no residentes apenas significaba el 11,3 por 100 de los flujos de salida, en 1996 supuso el 64,1 por 100, para alcanzar un máximo del 78,9 por 100 en 1998, y descender en 1999 al 65,1 por 10050. Como se advierte en el Informe de la UNCTAD del año 2000: “Las fusiones y adquisiciones transfronterizas están ganando importancia con tanta rapidez precisamente porque ofrecen a las empresas el camino más rápido para adquirir los activos tangibles e intangibles en distintos países y les ayudan a reestructurar sus operaciones nacional o mundialmente...”. La rapidez de los acontecimientos se hace explícita cuando observamos que la tasa de crecimiento anual acumulativa de los flujos por fusiones y adquisiciones (compras) para el período 1995-1999 fue en España del 166 por 100, muy superior al 57 por 100 de la Unión Europea, o al 18 por 100 de Estados Unidos. No en vano, España fue en 1999 el quinto país de la Unión Europea en esta faceta, superando ampliamente, desde 1997, a naciones como Japón en su estrategia adquisitiva a nivel mundial51.

4. Rematerialización absoluta y ambigua desmaterialización relativa Una vez aportada información sobre los principales cambios operados en el metabolismo de la economía española, parece el momento de evaluar la “eficiencia ambiental” relacionando las variables

50 UNCTAD, (2000): World Investment Report, Geneva. Aquí es preciso mencionar que, para el año 1999, aunque el 70 por 100 de la inversión directa fuese a parar a América Latina, ésta se vio muy influida por una operación concreta que fue la adquisición de la empresa argentina YPF por la española Repsol.

51 En 1997, 1998 y 1999 las fusiones y adquisiciones en el exterior (compras) por parte de las sociedades niponas ascendieron respectivamente a 2.747, 1.284, y 9.792 millones de dólares; mientras que en el caso de nuestro país las cifras fueron: 8.038, 15.031 y 23.072 millones de dólares. Cfr. UNCTAD, (2000): World Investment…, op.cit.

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físicas con las monetarias en el correspondiente indicador, y engarzando con la polémica sobre la supuesta “desmaterialización” de las economías industriales en las últimas décadas. Los datos han mostrado sobradamente que, en términos absolutos y per capita, los requerimientos de materiales en nuestro país no han dejado de incrementarse incluso desde los años setenta, por lo que no cabe hablar de “desmaterialización” en ese sentido. Ahora bien, la polémica se presentó comparando la evolución del consumo de energía y materiales directos con el incremento del PIB, sugiriéndose cierta “desconexión” o “desacoplamiento” (delinking) entre el uso de recursos energéticos y la producción de bienes y servicios. Veamos ahora si ese fenómeno ocurrió en nuestro territorio y en qué medida se desarrolló.

Gráfico 8

" D E S M A T E R I A L I Z A C I Ó N " R E L A T I V A D E L A E C O N O M Í A E S P A Ñ O L A E N T É R M I N O S D E P I B , 1 9 5 5 - 2 0 0 0

( T o n e l a d a s p o r m i l l ó n d e p e s e t a s d e 1 9 8 6 )

0

5

10

15

20

25

30

35

40

1 9 5 5 1 9 5 8 1 9 6 1 1 9 6 4 1 9 6 7 1 9 7 0 1 9 7 3 1 9 7 6 1 9 7 9 1 9 8 2 1 9 8 5 1 9 8 8 1 9 9 1 1 9 9 4 1 9 9 7 2 0 0 0

0

5

10

15

20

25

30

35

40

T O T A L E S / P I B

D I R E C T O S / P I B

Fuente: Carpintero (2004) En primer lugar, se perciben dos grandes momentos en lo referente a la desmaterialización relativa en términos de PIB (Gráfico 8). Por un lado, aunque entre 1955 y 1960 se incrementa la intensidad un 8 por 100 en términos totales y un 14 por 100 desde el punto de vista directo, va a ser entre 1960 y 1975 donde los RTM por millón de pesetas de PIB descienda en torno al 20 por 10052. Esta última fecha supone un aldabonazo en la trayectoria de las intensidades materiales pues, en los quince años que van desde 1975 a 1990 los RTM por millón de PIB recuperan el porcentaje cedido en los años previos volviendo a las 34 y 33 tm/millón en 1985 y 1990, para acabar declinando algo hasta finalizar en 2000 con 32 tm/millón. La aparente paradoja de que sea precisamente en las épocas de fuerte crecimiento cuando desciende la intensidad material y viceversa tiene que ver con algunos rasgos ya comentados. El comportamiento “desmaterializador” de la primera etapa tiene su origen, no tanto en la evolución de la fracción oculta abiótica (que se incrementó espectacularmente), como en la senda seguida por los flujos bióticos que, aunque aumentan en términos absolutos en tonelaje, descienden su participación relativa en la intensidad material respecto al PIB en casi un 50 por 100, llegando en 1995 a suponer el 39 por 100 de lo que representaban a mediados de siglo. La contribución de los flujos

52 El “pico” mostrado en 1968 se debe fundamentalmente al incremento en los flujos ocultos excavados

consecuencia de la imputación estadística a ese año de la terminación de 5.349 kilómetros de carreteras del estado, provinciales y comarcales.

30

ocultos en la década de los sesenta se reduce por el recurso a materiales con mochilas de deterioro ecológico comparativamente más bajas (como es el caso ya mencionado de la sustitución del carbón por el petróleo y el gas natural). Lo cierto es que la sucesión de períodos “desmaterializadores” respecto del PIB con épocas de fuerte “rematerialización”, no permiten concluir nada taxativo sobre la tendencia general para todo el período. Pues si bien se puede descartar claramente la presencia de desmaterialización en términos absolutos; en términos monetarios relativos, la trayectoria seguida por los indicadores de intensidad material por unidad de renta no es tan concluyente, aunque excluye también en este caso una tendencia desmaterializadora clara. Además, la fuerte pérdida de importancia de la biomasa en el conjunto de los flujos sean directos o totales hace que las conclusiones cambien si se prescinde de su efecto.

Gráfico 9

Fuente: Carpintero (2004)

En cambio, las posibles dudas sobre la desmaterialización total o directa respecto al PIB desaparecen cuando lo que queremos es hacer un seguimiento del proceso “desmaterializador” en términos per cápita, porque asistimos a incrementos importantes, ya sea desde la perspectiva de los RTM como de los flujos directos. En ambos casos se cuadruplican los niveles de utilización de inputs per cápita pasando de las 10 tm/hab de 1955 a las casi 38 tm/hab de 2000 para los primeros; o saltando de las 4 tm/hab de 1955 a las 19 tm/hab de finales de los noventa en el caso de los segundos (Gráfico 10). Así pues, podemos afirmar que el fenómeno “desmaterializador” arroja resultados ambiguos en términos relativos (PIB), ya que la pauta descrita dependerá del período elegido. Ahora bien, la ambigüedad se difumina un tanto cuando desagregamos los RTM según el origen (doméstico o importado) o los flujos directos según su carácter abiótico o biótico, haciéndose además evidente el creciente apoyo de la producción de bienes en los flujos procedentes del resto del mundo, que multiplican por diez su contribución al PIB entre 1955 y 2000. Del mismo modo desaparecen las dudas cuando enjuiciamos la desmaterialización relativa en términos per cápita o, simplemente, al hacer el seguimiento de la desmaterialización en términos absolutos o fuertes (Gráfico 10). Todo lo cual permite concluir que la pérdida de peso de la agricultura, la minería y la industria, unida a la

REMATERIALIZACION RELATIVA DE RECURSOS ABIÓTICOS, 1955-2000(inlcuye energéticos, minerales, productos de cantera y semimanufacturas)

4

5

6

7

8

9

10

11

12

13

1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 2000

ABIÓTICOS DIRECTOS/PIB(Toneladas por millón de pesetas)

31

creciente terciarización de nuestra economía, no ha originado en España ninguna “desmaterialización” de la misma sino que, por el contrario, dio lugar a una rematerialización continuada desde los años setenta.

Gráfico 10

Fuente: Carpintero (2004) Como tampoco la cosa mejora excesivamente cuando miramos el asunto en términos comparativos. Por ejemplo, crecimientos importantes encontramos también en los RTM per cápita de Alemania que pasaron de las 64 toneladas en 1975 a las 76 toneladas en 1994; o en Japón y Holanda que siguieron la misma tónica pasando el primero de ellos de 37 toneladas en la primera de las fechas a 45 al final del período, y el segundo de las 56 toneladas a mediados de la década de los setenta a las 67 con que despuntaba la mitad de los noventa. Así las cosas, si dejamos al margen los flujos ocultos asociados a la erosión del suelo derivado de las labores agrícolas, a mediados de los noventa, para alimentar el modo de producción y consumo de cada ciudadano alemán eran necesarias 69 toneladas de energía y materiales, 23 de las cuales pasaban directamente al sistema económico obteniendo un valor de mercado, aunque el grueso, esto es, 46 toneladas por habitante, eran simplemente flujos ocultos (residuos) que era necesario remover para acceder y obtener los minerales, combustibles o biomasa utilizada.

REMATERIALIZACIÓN RELATIVA EN TÉRMINOS PER CÁPITA, 1955-2000(Toneladas por habitante)

0,0

5,0

10,0

15,0

20,0

25,0

30,0

35,0

40,0

1955 1958 1961 1964 1967 1970 1973 1976 1979 1982 1985 1988 1991 1994 1997 20000,0

5,0

10,0

15,0

20,0

25,0

30,0

35,0

40,0

TOTALES/HABITANTE

DIRECTOS/HABITANTE

32

Gráfico 11

R E Q U E R I M I E N T O S T O T A L E S Y D I R E C T O S D E M A T E R I A L E S D E L A S P R I N C I P A L E S E C O N O M Í A S I N D U S T R I A L E S , 1 9 9 4

( T o n e l a d a s p o r h a b i t a n t e s i n e r o s i ó n )

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

1 0 0

T O T A L E S D I R E C T O S T O T A L E S D I R E C T O S T O T A L E S D I R E C T O S T O T A L E S D I R E C T O S

ALEMANIA

E E . U U

JAPÓNESPAÑA

Fuente: Adriaanse, et al, (1997) y Carpintero (2002).

Se da además la circunstancia de que, a mediados de los noventa, España presentaba una

intensidad material per capita muy similar a Japón, tercera potencia mundial, situándose en unos requerimientos totales por encima de las 30 toneladas por habitante, 14 de las cuales eran flujos directos, y que se habían triplicado desde mediados de siglo. No en balde, en los últimos cinco años de fuerte crecimiento económico en nuestro país —con tasas del 3,8 por 100 anual— se ha incrementado el consumo de energía primaria a un ritmo incluso superior (4,5 por 100), dejando a un lado la imagen de un supuesto crecimiento “desmaterializado” que cada vez recurre menos a la utilización de recursos naturales53. En definitiva, son precisamente estos datos de recursos los que echan por la borda las pretensiones “desmaterializadoras” de algunos autores, colocando en sus justos términos cuantitativos el debate.

5. ¿Se puede hablar de una Curva de Kuznets Ambiental para la economía española? Parece razonable acometer ahora una discusión que ha suscitado toneladas de literatura económico-ambiental, para la que ya contamos con la información adecuada, a saber: si el desarrollo de la economía española responde a la hipótesis que marca la Curva de Kuznets Ambiental (CKA) o, por el contrario, su evolución se desvía de esa polémica tendencia. A juzgar por los datos contenidos en el Gráfico 12 no parece razonable pensar que España haya entrado en una senda de aumento del PIB simultáneamente con una reducción en su utilización de recursos naturales, ni directos ni totales. Más bien se observa una fuerte dependencia estadística entre ambas variables que una regresión lineal simple se encarga también de corroborar, aunque sea posible apelar a mayores refinamientos econométricos utilizados en otros casos y que han confirmado la misma conclusión para

53 “La intensidad energética primaria de la economía española estaba ya por encima de la media comunitaria

en 1999 (227 kep por 1000 euros de renta frente a 199 para la Unión Europea)” por lo que el desbocado crecimiento del consumo primario de energía registrado en los últimos años aconseja más a habla r de “divergencia” que de “convergencia” o atraso todavía por recuperar por la economía española. Véase, D. Jiménez Beltrán, (2002): “La Cumbre de Johanesburgo de agosto de 2002: ¿qué se puede esperar?”, en Flavin, C. y otros, La situación del mundo en 2002 , Barcelona, Icaria, p. 415. Lo mismo cabría decir de los kilómetros de autovía ...o del número de viviendas per cápita.

33

países como Estados Unidos, Japón, Alemania, Holanda y Finlandia: tampoco allí se han observado relaciones como la propuesta por la CKA, al menos para el caso de los inputs directos54.

Gráfico 12

Fuente: Véase Anexo Metodológico

No parece, entonces, que nuestra economía haya alcanzado el “punto de inflexión” o el “máximo” que permita describir una senda en la cual los sucesivos aumentos del PIB per cápita convivan con disminuciones significativas en la utilización de recursos naturales por unidad de renta y, menos aún, por habitante (Gráfico 12). Es cierto que siempre se podrá argumentar que, la nuestra, es una economía cuyo comportamiento responde a la primera parte (ascendente) de la CKA, pero a cambio habría que suponer también que nuestro nivel de desarrollo se encuentra en sus “primeras fases”. Descartando por temeraria la hipótesis “subdesarrollista”55, el resultado coincide con las conclusiones que para España, y durante el período 1988-1997, ha vertido un reciente trabajo de ámbito europeo56 donde se estiman los requerimientos totales y directos de la UE. Nuestro país se encontraría así entre aquellos que —junto a Holanda, Bélgica, Austria, Dinamarca y Portugal—

54 En algún caso como el Japonés, el R2 del ajuste polinómico se encuentra por debajo de 0,2 Seppälä, T., T.

Haukioja; J. Kaivo-oja, (2000): “The EKC Hypothesis does not hold for Material Flows! Environmental Kuznets Curve Hypothesis of Direct Material Flows in Some Industrial Countries”, ESSE 2000, Transitions Towards a Sustainable Europe, 3ª Biennial Conference of the European Society for Ecological Economics, Vienna, 3-6, May 2000. Reproducido recientemente como artículo en la revista Population and Environment, 23, 2, pp. 217-238.

55 “La intensidad energética primaria de la economía española estaba ya por encima de la media comunitaria en 1999 (227 kep por 1000 euros de renta frente a 199 para la Unión Europea)” por lo que el desbocado crecimiento del consumo primario de energía registrado en los últimos años aconseja más a hablar de “divergencia” que de “convergencia” o atraso todavía por recuperar por la economía española (Jiménez Beltrán 2002, 415). Lo mismo cabría decir de los kilómetros de autovía ...o del número de viviendas per cápita.

56 Bringezu, S. y H, Schütz, (2001): Total Material Requirement of the European Unión , EEA. Este trabajo presenta algunas diferencias metodológicas respecto a nuestros cálculos. Pocos meses más tarde, los mismos autores publicaron, con alguna leve modificación, una actualización, llevando hacia atrás la serie e incorporando el balance de materiales completos, es decir, también los flujos por el lado del output, Vid. Bringezu, S; H, Schütz, (2001): “Material use indicators for the European Union, 1980-1997”, Eurostat Working Papers, 2/2001/B/2.

C U R V A D E K U Z N E T S A M B I E N T A L M A T E R I A L P A R A L A E C O N O M Í A E S P A Ñ O L A , 1 9 5 5 - 2 0 0 0

y = 1 E - 0 5 x + 0 , 2 2 9 8

R2 = 0 , 9 8 8 9

y = 3 E - 0 5 x + 1 , 0 6 7 4

R2 = 0 , 9 6 7 3

0

5

1 0

1 5

2 0

2 5

3 0

3 5

4 0

2 0 0 . 0 0 0 4 0 0 . 0 0 0 6 0 0 . 0 0 0 8 0 0 . 0 0 0 1 . 0 0 0 . 0 0 0 1 . 2 0 0 . 0 0 0 1 . 4 0 0 . 0 0 0

PIB c . f . per cap i ta (pese tas de 1986 )

Ton

elad

as p

or h

abit

ante

D IRECTOS

RTM

34

compaginaría tasas de crecimiento del PIB per capita con elevados ritmos de crecimiento de los inputs directos per capita. Por contra, se detectan ejemplos de desmaterialización absoluta en países como Finlandia, Francia, Italia y Reino Unido —que se habrían situado en la parte descendente de la CKA—, acompasando incrementos importantes del PIB per capita junto a reducciones en la utilización de inputs directos por habitante57. En el resto, los aumentos del PIB se habrían acompañado de evoluciones constantes de los requerimientos directos sin mostrar una tendencia clara desde el punto de vista de la mejora en la eficiencia ambiental. Con todo, cabe subrayar que el resultado obtenido por nosotros para la economía española en ese período de 45 años refuerza los hallazgos que también se han realizado en el campo de los contaminantes atmosféricos, y que han permitido descartar la existencia de la CKA para todos los compuestos más importantes (salvo el SO2) como el CO2, COVs, metano, etc.58 Por otra parte, no parece que la incorporación de los flujos ocultos a través de los RTM modifique sustancialmente el resultado logrado para los flujos directos, dada la estrecha relación que, generalmente se observa entre el aumento de éstos y la evolución de aquellos. De otro lado, la particular forma de la Curva Material de Kuznets que hemos mostrado explicaría además un hecho que merece la pena destacarse: que ha sido nuestro país el protagonista del mayor incremento en la utilización de RTM, directos y ocultos desde mediados de los setenta en comparación con las principales economías industriales.

Gráfico 13

Fuente: España: Carpintero (2004) a partir de las fuentes allí recogidas. Para el resto de los países: Adriaanse, et al., (1997).

57 Ibid, p. 58. Por otra parte, las cifras aportadas por Bringezu y Schütz han sido corregidas severamente por el IFF vienés en un trabajo para Eurostat (2002): Material Use in the European Union, 1980-2000: Indicators and análisis, Eurostat Working Papers and Studies, Luxembourg. El caso de Finlandia entraría en cierta contradicción con las conclusiones de (Seppälä, Haukioja y Kaivo-oja, 2000), aunque por otro lado los períodos de análisis sólo coinciden en parte.

58 Esto se demuestra en los artículos de Roca, J., et al., (2001):”Economic growth and atmospheric pollution in Spain: discussing the environmental Kuznets curve hipothesis”, Ecological Economics, 39, pp. 89-99; y Roca, J., y V. Alcántara, (2001): “Energy intensity, CO2 emissions and the environmental Kuznets curve. The Spanish case”, Energy Policy, 29, pp. 553-556.

C O M P A R A C I Ó N I N T E R N A C I O N A L D E L C R E C I M I E N T O E N L O S R E Q U E R I M I E N T O S T O T A L E S D E M A T E R I A L E S , 1 9 7 5 - 1 9 9 4

( 1 9 7 5 = 1 0 0 )

8 0

1 0 0

1 2 0

1 4 0

1 6 0

1 8 0

2 0 0

19751976

19771978

19791980

19811982

19831984

19851986

19871988

19891990

19911992

19931994

8 0

1 0 0

1 2 0

1 4 0

1 6 0

1 8 0

2 0 0

E s t a d o s U n i d o s J a p ó n España A l e m a n i a

35

Pues tal y como muestra el Gráfico 13 en los años que van de 1975 a 1994 nuestros RTM se han incrementado en un 66 por 100 mientras que países como Estados Unidos, Japón o el Reino Unido han experimentado aumentos mucho más modestos. En el caso de Alemania, que sería el que más se aproxima a la economía española, la explosión de sus inputs directos a partir de 1991 viene influida por el proceso de reunificación interna del territorio. Se trata de cifras que, por analogía con los países del sudeste asiático, justificarían para nuestro país el calificativo de “dragón europeo” en lo que concierne a las tasas de crecimiento en la utilización de energía y materiales59. La información anterior vendría así a explicar la posición atípica que la economía española ocupa en el contexto internacional cuando se habla de desmaterialización desde mediados de la década de los setenta. 4.- A modo de conclusión En lo que concierne a la evolución del metabolismo de la economía española, los datos ofrecidos páginas muestran espectaculares incrementos en la utilización de todo tipo de recursos naturales (totales y per capita) desde la década de los sesenta que, lejos de moderarse, se han acentuado en los últimos años. De lo que cabe deducir que la pérdida de peso económico de la agricultura, la minería y la industria, unida a la creciente terciarización de la economía, no han originado en nuestro país ninguna desmaterialización sustancial de la misma sino que, por el contrario, han dado lugar a una rematerialización continuada, aunque con oscilaciones. Tras observar que el requerimiento de materiales y energía de la economía española ha crecido y crece, en todas sus versiones, a tasas superiores a las del resto de los países ricos o industrializados, y se aproxima ya a los niveles más elevados de éstos, podemos concluir que nuestro país ha mostrado en su desarrollo una eficiencia ecológico-ambiental bastante escasa: ni siquiera en requerimientos de energía y materiales por unidad de renta se observan disminuciones claras y continuadas. Sorprende, así mismo, que indicadores tan relevantes como el requerimiento de energía primaria por unidad de producto no decaigan, situándose en este caso ya por encima de la media de la Unión Europea, pese a que nuestro territorio goza de un clima más suave que la mayoría de los países del entorno. Todo lo cual, unido a la continuadamente escasa sensibilidad de nuestros políticos hacia las cuestiones ecológico-ambientales, hace que no le falte razón a Antonio Estevan cuando sostiene que “el estado español lleva camino de convertirse en una auténtica ‘peña ultrasur [anti]ecológica’, y no sólo por su ubicación geográfica” en la Unión Europea60. A la luz de lo anterior parece claro que los mecanismos que han posibilitado el desarrollo de la economía española resultan difícilmente generalizables tanto en el espacio como en el tiempo. En efecto, no es posible que todos los países apoyen su economía sobre un déficit físico y territorial a cubrir con cargo al resto del mundo, utilizando a éste como base de recursos y sumidero de residuos; como tampoco lo es que inclinen su metabolismo hacia el uso masivo y continuado de recursos no renovables o agotables. Todo invita, pues, a pensar que el desarrollo de la economía española no es un simple resultado de la producción, sino de la posición alcanzada que le permite inclinar a su favor (y en perjuicio de otros) las reglas del juego económico-financiero que gobiernan en el mundo los actuales procesos de adquisición de riqueza. La información aportada ilustra también que tampoco cabe generalizar comportamientos en los que todos los países del mundo mejoren a la vez su relación de intercambio o atraigan a los turistas del resto del planeta. De igual forma que resulta complicado que

59 Carpintero, O, (2002): “La economía española: ‘dragón europeo’ en flujos de energía, materiales y huella

ecológica, 1955-1995”, Ecología Política, 23, pp. 85-125. 60 Estevan, A. (2000): “De Erandio a Doñana: tres décadas de política medioambiental en España”, en: Naredo,

J.M., F. Parra, (eds.): Situación diferencial de los recursos naturales españoles, Lanzarote, Fundación César Manrique, p. 226. El único matiz nuestro, sintáctico más que semántico, sería añadir el prefijo “anti” a ecológica.

36

todos los territorios se conviertan a la vez en atractores del ahorro mundial, o en emisores de “dinero financiero” que les permita erigirse en compradores netos del resto del mundo. En suma, que los requerimientos materiales del desarrollo, con sus “mochilas” y “huellas” ecológicas61 ejemplificadas en el caso de España, subrayan la imposibilidad antes mencionada de generalizarlo en el espacio y de sostenerlo en el tiempo, denotando su carácter obligadamente singular y episódico en la historia de la humanidad. NOTA FINAL El detalle del cálculo de los RTM y las fuentes utilizadas se encuentra pormenorizado en el Anexo Metodológico de Carpintero, O., (2004): El metabolismo de la economía española: Flujos físicos y huella (1955-2000), Lanzarote, Fundación César Manrique (en prensa). Esta publicación revisa y actualiza hasta 2000 —con las modificaciones metodológicas allí apuntadas— las cifras de Carpintero (2002) que alcanzaban hasta 1995.

61 En este trabajo no hemos recogido los resultados de la huella ecológica para España, aunque se puede

apuntar que esta se ha duplicado pasando de las 2 has/hab en 1955 (59 millones de hectáreas) a las casi 5 has/hab en 2000. Aunque en términos per capita se ha producido más que una duplicación del impacto, en términos absolutos la superficie triplica con creces las dimensiones geográficas de nuestro territorio incluida la superficie marítima. Véase Carpintero (2004), op.cit, capítulo 6.