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Hacia una espiritualidad del servicio al pobre 1) Constatar que hay algo que no anda bien… Síntomas que empiezan a aparecer… 2) Necesidad de parar la pelota, surgimiento de una espiritualidad 3) Algunas notas para una espiritualidad… -Trabajo personal de 20 minutos -Compartida de 30 -Plenario de 10 1. Introducción -De todo lo que vamos a compartir en esta charla, partimos de una base común, de un lenguaje común, de algo que nos hermana: trabajamos con personas, con seres humanos y, la mayoría de ellos, heridos por alguna circunstancia, que podríamos definir como distintas clases de pobreza. -Por tanto, nuestro trabajo tiene una nota particular: un servicio humano, social, un mejorar la vida de los que nos rodean. -Algunos puede ser que lo hagamos por vocación, por una llamada particular que sentimos a este tipo de trabajo, que se nos hace vida, estilo de vida, sentido de vida. Puede ser que para algunos sea un trabajo más, una manera de ganarme el pan y poder vivir. -Justamente, este trabajar con personas le da una nota especial a nuestro trabajo, una calidad especial. No estamos al frente de máquinas en una fábrica, o de números, cuentas, o computadoras y sistemas, sino en frente de personas. Personas libres, con una historia particular, con sentimientos, problemas, heridas, riquezas, con su familia, con sus vidas a cuestas. Muchas de estas vidas están heridas por distintas problemáticas. Y esto hace más delicado nuestro trabajo. -De ahí que tengamos que capacitarnos, motivarnos, recrear lo que estamos haciendo. Si lo hacen personas que trabajan con máquinas, que se ponen al día con avances, información, etc., cuánto más nosotros que lo hacemos con personas vivas y con sus vidas en riego y amenazadas. 2. El síndrome del “burn-out” o desgaste profesional: -De antemano pido disculpas por meterme en un tema que uds o muchos de uds manejan mejor o podrían dar cátedras del mismo, pero bueno, me pareció interesante comenzar desde esta óptica para desarrollar el tema. -Vamos a empezar por una realidad que podemos constatar en muchas personas que se dedican al trabajo social, médico, docente, religioso. Se trata de la vivencia de un cansancio especial en un determinado momento de su vida profesional o vocacional. -Si no estamos pasando por esta etapa, podemos igualmente tomar algunas ideas para prevenir este cansancio y poner los medios para no llegar a este límite.

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Hacia una espiritualidad del servicio al pobre

1) Constatar que hay algo que no anda bien… Síntomas que empiezan a aparecer…2) Necesidad de parar la pelota, surgimiento de una espiritualidad3) Algunas notas para una espiritualidad…-Trabajo personal de 20 minutos-Compartida de 30-Plenario de 10

1. Introducción-De todo lo que vamos a compartir en esta charla, partimos de una base común, de un lenguaje común, de algo que nos hermana: trabajamos con personas, con seres humanos y, la mayoría de ellos, heridos por alguna circunstancia, que podríamos definir como distintas clases de pobreza.-Por tanto, nuestro trabajo tiene una nota particular: un servicio humano, social, un mejorar la vida de los que nos rodean. -Algunos puede ser que lo hagamos por vocación, por una llamada particular que sentimos a este tipo de trabajo, que se nos hace vida, estilo de vida, sentido de vida. Puede ser que para algunos sea un trabajo más, una manera de ganarme el pan y poder vivir. -Justamente, este trabajar con personas le da una nota especial a nuestro trabajo, una calidad especial. No estamos al frente de máquinas en una fábrica, o de números, cuentas, o computadoras y sistemas, sino en frente de personas. Personas libres, con una historia particular, con sentimientos, problemas, heridas, riquezas, con su familia, con sus vidas a cuestas. Muchas de estas vidas están heridas por distintas problemáticas. Y esto hace más delicado nuestro trabajo.-De ahí que tengamos que capacitarnos, motivarnos, recrear lo que estamos haciendo. Si lo hacen personas que trabajan con máquinas, que se ponen al día con avances, información, etc., cuánto más nosotros que lo hacemos con personas vivas y con sus vidas en riego y amenazadas.

2. El síndrome del “burn-out” o desgaste profesional:-De antemano pido disculpas por meterme en un tema que uds o muchos de uds manejan mejor o podrían dar cátedras del mismo, pero bueno, me pareció interesante comenzar desde esta óptica para desarrollar el tema.-Vamos a empezar por una realidad que podemos constatar en muchas personas que se dedican al trabajo social, médico, docente, religioso. Se trata de la vivencia de un cansancio especial en un determinado momento de su vida profesional o vocacional. -Si no estamos pasando por esta etapa, podemos igualmente tomar algunas ideas para prevenir este cansancio y poner los medios para no llegar a este límite. -Si nos está pasando, nos vendrá bien para poner nombre a lo que estamos viviendo y ver algunas propuestas de salida, que vamos a sugerir luego de ensayar un diagnóstico de lo que se da por llamar: burn-out. -Seguiremos de cerca a Roberto Almada, en su libro El cansancio de los buenos. Allí define de este modo el burn-out: texto 1.-Por tanto, nos encontramos con desaliento, desánimo, bajón, cansancio que viene por la pérdida del sentido de lo que hacemos, alimentado también por distintos fracasos o expectativas rotas o caídas. Vamos entonces a detenernos brevemente en las tres dimensiones de este síndrome, siguiendo a este psiquiatra y psicoterapeuta Roberto Almada: texto 2.-Por tanto: se pueden percibir: falta de voluntad, iniciativa, ganas, entusiasmo, decisión. Falta de placer, no se disfruta lo que se hace, todo es una gran carga y se lo hace sin motivación, nada lo entusiasma, se vive una inercia fatal.-Vamos al siguiente: texto 3.-De este modo la gente empieza a estorbarnos, molestarnos, nos sacamos de encima a la gente, la maltratamos con nuestros comentarios o indiferencias, con nuestra distancia y lejanía. Nos empezamos a cuidar de los demás, a escondernos de sus reclamos y demandas. Esto nos enoja con nosotros mismos, que no nos gusta vernos así y provoca una nueva frustración.-Vamos al siguiente: texto 4.

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-En vez de detenerse para examinarse, escucharse, sanarse y pedir ayuda, a veces, se elige el activismo que enferma más, volviéndose un círculo vicioso.-Vamos ahora a sintetizar el proceso de este agotamiento profesional, sintetizadas en cuatro fases. El orden no siempre se da así, aunque es lo más frecuente: texto 5.

3. Vivir con una espiritualidad: una posible salida:-Vamos a una cita muy linda del Señor de los anillos, que Tolkien pone en boca de Gandalf: texto 6.-¿Cómo hacer entonces para tener raíces profundas a las que no llegue la escarcha del desgaste profesional? ¿Cómo hacer para tener fuego y así, cuando se cubra de cenizas de cansancio, pueda volver a encenderse?-Mi propuesta es la de encontrar una espiritualidad del servicio, vivir nuestra acción desde una mística especial. Por eso, antes que nada, vamos a tratar de definir esta palabra espiritualidad que puede tener, a veces, mala prensa. (Tal vez preguntar qué entienden ellos por espiritualidad).-Vamos al texto 7: por tanto, espiritualidad o mística es más que una motivación, es el agua que empapa, da vida a todas nuestras acciones, les da un sentido, un por qué y un para qué. El centro ya no estará puesto en los resultados, sino en el amor puesto en cada tarea, porque eso es lo que la sustenta. Mística que se renueva y se fundamenta en una experiencia, no sólo una idea linda, sino algo que me marca la vida y le da sentido a mi vida.-A su vez, esta mística o espiritualidad no es algo aparte de mi actividad, sino que está marcada por mi actividad. Y la misma actividad la va alimentando. -Por tanto, mi espiritualidad estará marcada por las notas propias de mi servicio, no será algo aparte, sino algo en sintonía con el mismo. Yo soy yo mismo y me despliego como persona, en mi misma actividad y profesión. De esta manera, evito la esquizofrenia tan típica de los trabajadores sociales: hago cosas por el otro, sin ser yo mismo, y recién lo soy cuando estoy solo, descansando, etc. Este es el mejor caldo de cultivo para el burn-out: vivir la misión como un trabajo y un mero apéndice de mi vida. Dice muy bellamente Papa Francisco: texto 8.-Tener un sentido, algo que anime lo que hago, una mística, algo que sustente nuestro trabajo, como el alma al cuerpo. Y sentirlo como parte de mi vida, mi propia vida…-Para los cristianos, espiritualidad es tener el Espíritu Santo, que es el mismo Dios amando, en movimiento de salida de sí mismo hacia el otro. Eso es, en definitiva, ser una persona espiritual. Por tanto, no tiene nada que ver con tener los pies fuera de la tierra, o ser un intimista, alguien alejado de la realidad o desconectado del dolor real del mundo. Espiritualidad no se contrapone a acción, o al hacer o al compromiso práctico y real con el hermano. Alguno, tal vez dirá, no me vengan a mí con esto, yo soy una persona práctica, eficiente, donde hay un problema, pienso la solución, eso de espiritual déjenlo para los monjes. Y en verdad, lo opuesto a espiritual es ser una persona superficial, inconsciente, impulsiva, que, en definitiva, terminará siendo alguien egoísta, esclavo de sus propios impulsos, sentimientos, emociones, sin dejarlas impregnar o llenar por otra cosa que las sustente y sostenga. -Por tanto, nuestra motivación principal no será mantener una imagen positiva de nosotros mismos, ser reconocidos, aplaudidos, felicitados. Tampoco será la de salvar el mundo, ser el mesías. Ni tampoco la de ser exitosos y productivos. Todo esto en algún momento se estrellará contra la realidad, como lo vimos hace un rato y no pueden sostener por mucho tiempo un trabajo de calidad con los pobres. En cambio, si nuestra motivación va más allá y está sostenida por una espiritualidad o mística, entonces los fracasos, desilusiones y retrocesos, no serán tan frustrantes y no acabarán con nuestra misión, sino que la purificarán para que sea más generosa y descentrada de sí mismo, y no perderá su calidad.

4. Algunas notas de una posible espiritualidad del servicio:-Vamos entonces a tratar de delinear algunas notas que nos puedan ayudar a elaborar una mística, un fuego interior, un sustento a nuestra actividad, una humedad que bañe todo nuestro quehacer profesional. De este modo, motivaremos más nuestro servicio, que será de mayor calidad, y nos hará crecer como personas, para poder amar lo que hacemos, y no padecerlo. De este modo, nuestro servicio, seguramente, será más efectivo para la gente que atendemos:

1) Centrados en el pobre, descentrados de nosotros mismos: el centro de nuestra misión es la vida de nuestros hermanos, una vida amenazada, en riesgo por las distintas pobrezas: de salud, educación,

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vínculos, heridas de la infancia, etc. Frente a tanta pobreza o marginalidad, buscamos responder de forma creativa y humana, desde nuestro humilde aporte. Podemos concretar esta centralidad del pobre en nuestra misión, con algunas sugerencias que nos ayudan a explicitar esta centralidad:a) Si no los entiendes, al menos no los desprecies: muchas veces no entenderemos su cultura, su modo de ser, sus prioridades y valores, distintos muchas veces de los nuestros. Valores como la primacía de la persona, por sobre el asunto a atender. Valores como el tiempo dedicado a estar juntos (pasar toda una tarde en el patio tomando mate), puede muchas veces sacarnos de nuestras casillas, enojarnos, juzgarlos, opacándose a nuestra vista, el valor escondido que pueden tener. Por eso, si no los comprendemos muchas veces, al menos no los juzguemos, ni nos pongamos por encima de ellos.b) Contempla el rostro de los que sirves, descubre su profunda belleza y el valor de sus vidas: esto creo que es el mejor estilo para vivir nuestra misión: contemplar, mirar, descubrir la profunda belleza de la vida de nuestros hermanos. Belleza que muchas veces queda oculta y que debemos campear, buscar, descubrir, como un tesoro escondido en un campo, como una perla de gran valor. Una vez que hemos descubierto su profundo valor y dignidad, nos hemos dejado seducir por su rostro, surge en nosotros un profundo amor y respeto para sus vidas.c) Quiérelos por lo que son, no por lo que hacen o si responden a tus expectativas: un signo de nuestro desinterés y amor gratuito es el de no esperar nada de ellos, sino amarlos por lo que son. Ellos perciben cuándo realmente nos interesamos por ellos y los queremos realmente, y cuando nuestra estima hacia ellos depende de su respuesta a nuestras expectativas. De este modo, seguimos apegados a nuestro yo inmaduro hambriento de resultados y desatendemos la belleza del que está en frente nuestro. Texto 9.d) Seducido por el rostro de los pobres: necesitamos hacer experiencia profunda de la belleza de nuestros hermanos pobres. Como decíamos más arriba, toda espiritualidad nace de una experiencia que transforma, que cambia nuestra vida, que la da un giro central y una conversión. Esta experiencia única, nos hará motivarnos y entusiasmarnos para hacer bien nuestra tarea, le dará un sentido y realización. Y esta experiencia casi sagrada sostendrá nuestros fracasos o momentos de oscuridad, manteniendo intacto nuestro compromiso. Como se trata de personas, la única experiencia válida, podemos decir, es la de la seducción o enamoramiento. Texto 10.e) Esta belleza contemplada le dará un gusto especial a tu entrega, ya que verás que vale la pena dar lo mejor de vos por alguien bello, que merece la calidad de tu profesionalismo: de este modo, al contemplar la belleza de tus hermanos, verás que tu profesión tiene sentido, que tus fracasos también, ya que todo estará sostenido por esta experiencia profunda de que vale la pena dar lo mejor de sí por ellos. Muchas veces sentiremos la tentación de decirnos: me siento desaprovechado, aquí no me valoran, no se dan cuenta de mi profesionalismo y capacitación, no reconocen mi valor. Sin embargo, cuando descubrimos por quiénes lo hacemos, sentimos una profunda satisfacción y deseo de seguir dándonos. Texto 11.f) Aprende de la gran sabiduría de los pobres, sé su discípulo, reconoce públicamente sus riquezas y logros: generalmente no estamos acostumbrados a tener una mirada así. Nos solemos posicionar y los posicionamos a ellos en una relación asimétrica, de dependencia: yo doy y ellos reciben. Percibir su gran valor, ahondar en sus riquezas y valores, descubrir lo positivo que tienen y que me enseñan, nos ayudará mucho. A su vez, nuestra actividad se retroalimentará al incorporar nuestra capacidad receptiva. Es decir, no soy solamente el que da, sino también el que recibe y aprende. Texto 12.g) Anímate al desafío de establecer una amistad con los pobres: contemplarlos, percibir su belleza y valor, aprender de su hermosa sabiduría, nos predispone a la posibilidad de establecer lazos más profundos de comunión y de amistad. Al menos, el intento vale la pena. Texto 13.h) No les des soluciones ya elaboradas, busca que ellos sean artífices de su propio destino, promociona lo positivo del otro y ayúdalo a ser protagonista de su historia: este, podríamos decir, es el paso final, ayudar a que el otro crezca, promocionarlo en su dignidad, en su autoestima, en sus logros. Ayudarlos a ser ellos mismos, caminando por sí mismos, es la mejor tarea de liberación. Descubrirnos ya no necesarios, es lo mejor que nos puede pasar. Disminuir nosotros, para que crezcan ellos. Esto exige una cierta muerte de nuestra persona, no sabernos imprescindibles, corrernos a tiempo, ayudarlos a ser autónomos y no eternamente dependientes.

2) Profesionalismo, carisma, vocación y ternura: un gran tema para nuestra espiritualidad es poder conjugar tres realidades que, a veces, parecen yuxtapuestas. Por un lado nuestro trabajo y profesión, con todo lo que tienen de rigurosidad. Nos han enseñado a no involucrarnos demasiado, para no sufrir, a

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levantar murallas frente al dolor, para poder sobrevivir. Por otro lado, descubrimos lo importante que es la cercanía, la ternura, los detalles de amor para con los otros. Y, por último, descubrimos nuestra vocación de servicio, nuestro lugar en esta profesión. Se trata de ir armonizando e integrando estar tres realidades de nuestro interior, para poder desarrollar lo mejor de nosotros mismos: humanidad, afectos, amor y, a su vez, la claridad conceptual, la exigencia profesional, para ser lo más eficientes posibles para erradicar el dolor, las enfermedades, etc. Vamos, pues a algunos consejos para vivir esta dimensión:a) Que el profesionalismo no ahogue el carisma: que todo el rigor científico necesario para ayudar al otro, no sean un escudo o protección frente al otro. Que en el quehacer social, nuestra vocación pueda también encontrar su lugar, para darle un tinte más humano, más tierno, más cálido. Es posible, como decíamos antes, de que estemos en esto, por necesidad o por trabajo y que no nos interese demasiado esta visión de la profesión como vocación (ejemplo de Don Doroteo). Sin embargo, cuando logramos unirlas experimentamos una menor tensión y nos descubrimos haciendo lo que nos gusta y haciéndoles mayor bien a los que acompañamos.b) Que el carisma no deje de lado el profesionalismo: esto también es real. El pobre necesita una atención de calidad, lo mejor para los pobres, se lo merecen. No porque sean pobres podemos atenderlos así nomás… Debemos capacitarnos, crecer como profesionales, dedicar tiempo a buscar soluciones más eficientes a las problemáticas descubiertas. c) Sé responsable con tu trabajo, es la mejor expresión de tu cariño concreto a los tuyos: esto se expresa en la puntualidad, la responsabilidad, hacernos cargo de lo que nos toca (y a veces animarnos a más), cumplir con lo prometido y pactado. Esto a nivel asistencial como a nivel de equipo de trabajo, ya que todo redundará en un mejor servicio a los pobres.d) No eres Dios, eres tan solo alguien que desea hacer el bien y encender una luz de esperanza en medio de la oscuridad: esto nos libera de nuestras grandes expectativas hacia nosotros mismos (fuente inequívoca de un futuro burn-out). Sobre nuestras espaldas, gracias a Dios, no descansa el futuro y el funcionamiento del proyecto. Somos muy valiosos e importantes, aunque no imprescindibles. Por eso, cada vez se va viendo mejor la necesidad del trabajo en red, en equipo, esto resulta más eficiente a largo plazo y asegura la continuidad del proyecto. Sentirnos parte de un todo que busca mejorar un espacio del mundo, no todo el mundo, sino un pequeño espacio. Reconocer nuestros límites, lo que no podemos, lo que sí está a nuestro alcance y lo que no, nos ayudará a vivir con más alegría nuestra vocación. Esto nos hará pedir perdón, consultar, no tener respuesta para todo, pedir ayuda, atendernos también a nosotros mismos y a nuestras necesidades. Texto 14.e) Déjate herir por las heridas de tu prójimo, son fuente de salvación y sanación: sabernos vulnerables, no levantar murallas, escudándonos en nuestro rol, es todo un arte. La prisa habitual, las urgencias, todo lo que tengo que hacer, son las mejores excusas para evitar este encuentro con el otro. Dejarnos interpelar por la miseria del otro, escuchar qué nos despierta a nosotros: enojo, bronca, impotencia, tristeza, creatividad, energía, etc., es un camino muy valioso para crecer como personas, conocernos mejor y aceptarnos más. Muchas veces huimos para evitar esta confrontación. Pero es necesaria, porque es liberadora. Lo que me molesta del otro, sus miserias, muchas veces esconden las nuestras, ya sea porque las proyectamos en el otro o ya sea porque lo que viven ellos me muestran algo que yo aún no puedo vivir, aunque quisiera (libertad, despreocupación, resignación). Texto 15.f) Que tu profesionalismo no te aíslen ni te hagan subir a ningún pedestal, reconoce el rostro y dignidad de cada persona: llamar a cada uno por su nombre, brindar una sonrisa, tener alguna atención o delicadeza hacia el otro, son a veces las claves para la confianza y el inicio de sanación para muchos heridos del camino. Texto 16.

3) La vivencia de los fracasos y las cruces: en este camino de servicio toparemos con cruces, dificultades, adversidades. Muchas de ellas vienen por la caída de nuestras expectativas, otras por los escasos resultados que vemos a nuestros esfuerzos. Otras vienen por algún disgusto o malentendido con algún compañero del equipo. Sabemos, entonces, que estas dificultades serán nuestro pan cotidiano. Vamos a tratar de hallar algún modo para poder vivirlas y transformarlas de obstáculos en oportunidades para crecer. Es bueno tomar distancia de nuestros fracasos, no vivirlos como algo personal, que me lo hacen a mí, como si fuera a propósito. Tu vida no depende de los resultados visibles. Todo el esfuerzo y sacrificio empleado para llegar a donde estás ahora, no queda devaluado por los fracasos.

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a) El amor siempre es fecundo, aunque no siempre exitoso: la fecundidad es muy distinto al éxito. En un mundo en donde priman los números, las encuestas, donde se miden las cosas por lo que se produce, o por los resultados, nuestro trabajo es algo contracorriente. Se necesita una mirada esperanzada, confiada en la siembra, dejando para otros los frutos. Texto 17.b) Acepta los retrocesos, lentitudes, trabas del proceso, sin perder de vista el horizonte: los cambios en la historia, en las costumbres, en las personas son muy paulatinos, necesitan tiempo para arraigarse y para que sean en serio. Si son muy bruscos, tal vez corran el peligro de no ser estables y verdaderos, sino más bien impulsivos y pasajeros. Recordemos que una tormenta fuerte es mucho menos eficiente para la tierra que la llovizna pequeña que va empapando de a poco la tierra y regándola para ser fecunda. c) Celebra los pasos pequeños y reales que se han podido dar y disfruta de ellos: a veces nuestro perfeccionismo o expectativas demasiado altas nos impiden ver los pequeños cambios. Es bueno a veces la mirada de afuera que nos ayuda a descubrir estos pasos, o tomar una cierta distancia y lejanía para descubrir el proceso que se fue dando en el tiempo. Celebrarlos, reconocerlos, disfrutarlos llena de sentido y de vida nuestra misión y nos fortalecen para encarar las adversidades. A su vez, son fuente de esperanza y una manifestación de que se puede, de que no todo está perdido, de que es posible. d) Abraza tus fracasos y tómalos con humor y calma: ellos estuvieron, están y van a estar. Si no los vivimos bien, la tristeza, el cansancio, la desilusión se instalarán en nuestra alma y nos harán mal. A su vez, el pobre se da cuenta cuando lo apreciamos en serio, más allá de su respuesta y cuando lo queremos de acuerdo a su respuesta. Saber reírnos de nosotros mismos, de nuestras expectativas demasiado elevadas, de nuestros intentos frustrados, es signo de sabiduría. Muchas veces las frustraciones nos enseñan a cambiar el rumbo, a hacer las cosas de otro modo, distinto al que siempre lo hicimos, a ser más creativos, a no poner tanta fuerza en los resultados esperados, a centrarnos más en el otro. Texto 18.e) Ama con pasión tu presente y el de tus hermanos, es la única realidad: andar añorando el trabajo ideal, los pobres ideales, los compañeros ideales, nos hace vivir con un continuo gusto amargo. Nada nos satisface, todo nos parece poco y despreciable. Esta sensación agria, no queda solamente en uno, sino que se transmite hacia afuera, contagia, bajonea, tira para abajo. Si bien, mirar en esperanza el futuro, hacia lo que queremos llegar, es fuente de motivación, sin embargo es bueno abrazar nuestro presente y vivirlo con intensidad, descubriendo que es el único momento real de existencia.

4) La vivencia de la miseria estructural y la búsqueda de justicia: el compromiso social que muchos de nosotros vamos viviendo, nos entusiasma, nos anima, nos vuelve creativos. Esto es una linda manifestación de que tenemos o estamos en camino de tener una espiritualidad o mística. Nuestro trabajo toca cotidianamente los emergentes y “casos” de una realidad de pecado más profunda: la injusticia, la desigualdad, la corrupción que mata, la indiferencia. Por ello, si no estamos bien parados a la hora de acercarnos al mundo del pobre, nos podemos pegar más de un golpe. ¿Cómo solemos reaccionar? Pueden ser de muchas maneras. Algunos se acostumbran a vivir así y ya no les afecta la injusticia, es su pan cotidiano, es el piso necesario de este mundo. Otros lo sufren inmensamente, se despierta el odio, el rencor, el enojo, el deseo de hacer justicia. Otros aprovechan esta realidad de pecado, para hacerla culpable de todo, incluso de las propias debilidades e incoherencias. Otros desarrollan una conciencia de derrotados, que, por más que sigan trabajando en lo social, lo hacen por inercia, sin espíritu, como convencidos, en el fondo, de que no tiene demasiado sentido lo que hacen. Texto 19. Vayamos pues a algunas sugerencias para nuestra vivencia del mal estructural y del pecado social:a) Que tu batalla sea contra el mal estructural, no contra las personas en particular. No pierdas el tiempo echando culpas o buscando culpables, compromete tus manos en la siembra y el servicio: como decíamos, no queremos dejar que se instale en nosotros el desencanto y el odio. Es verdad que el mal estructural viene de males personales, que tienen rostro y apellido. Sin embargo, sabemos que con el odio y la venganza no se construye nada duradero, necesitamos desarrollar otras actitudes que nos plenifiquen y no que nos amarguen más la vida. Al mal se lo vence a fuerza del bien. Contempla en tus acciones el bien que estás introduciendo en este mundo, haciéndolo más humano y habitable.b) Que tu compromiso con la justicia y la verdad no le roben a tu corazón la ternura y la delicadeza: muchas veces las injusticias pueden endurecer el corazón robándole su sensibilidad, cercanía y bondad para con los que tenemos al lado. El pobre necesita un rostro alegre que contagie esperanza, y no que lo hunda más en la desesperanza y tristeza.

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c) No dejes que el resentimiento tome tu corazón, ni el odio, ni la venganza, véncelos a través del bien, el amor y el servicio. Dejemos hablar aquí a dos grandes que transformaron el mundo y sufrieron mucho para hacerlo: texto 20 y 21.

5) El trabajar con otros: si no encaramos este mal del que hablábamos, de forma conjunta, en red, en equipo, es muy difícil que podamos vencerlo. Nuestra misión la vivimos con otros, cada uno desde su lugar, originalidad propia, su don y capacidad. Donde ya hay dos personas, enseguida hay posibilidad de rivalidad, pelea, celos, comparaciones, malentendidos, etc. Es todo un arte el poder convivir juntos, con nuestras diferencias y disfrutar del valor de la comunidad. Sin embargo, lo que nos puede unir es nuestro objetivo común, nuestra centralidad común que es el servicio al pobre. Eso será lo único que podrá hacernos relativizar nuestras diferencias y no engancharnos con tonteras entre nosotros. Eso le resta fuerza y calidad a nuestro servicio. Texto 22.-Vivir la experiencia de servicio como un cuerpo, el otro es alguien que me pertenece, sus riquezas son las mías, y las mías son las suyas. Sus fragilidades también. -Es mejor ir más lento pero juntos, que más rápido solos.-No uses a los pobres para sentirte mejor que otros, o como trofeo o disputa con otros agentes sociales. -Estos dos textos resumen un poco nuestro deseo y desafío de vivir nuestra misión de forma conjunta y comunitaria, ya no como héroes o francotiradores, sino como parte de un cuerpo organizado que está bien unido y busca hacer el bien. Texto 23.

6) La renovación personal del agente social: de todo lo dicho anteriormente, cae de madura la necesidad de tomarnos tiempo para renovar nuestra misión, para advertir tentaciones, falsas expectativas, estados de ánimo que van manifestando mis motivaciones más profundas. Si trabajamos con personas, necesitamos renovarnos, para no lastimar, no herir, y no lastimarnos a nosotros mismos. Estos tiempos son necesarios para trabajar nuestra espiritualidad, para que no nos gane el activismo, la inercia, las frustraciones, las expectativas exigentes. Todo esto nos irá llevando al malhumor, el maltrato, la indiferencia, el deseo de “guardarnos excesivamente” evitando el sacramento del hermano, nos hará trabajar a reloj y mecánicamente sin involucrar nuestro corazón y lo mejor de nosotros mismos. Sugerencias para esta renovación:Alimenta tu misión con la lectura de autores que te animen, con motivaciones, con el silencio, con la soledad. Reconoce también tu necesidad de descanso, de parar la pelota, de no hacer las cosas porque hay que hacerlas nomás. Detente a contemplar el rostro de los pobres y mírate a vos mismo en tu servicio para ver cómo lo estás viviendo. Recordá cómo fueron tus primeros días en este trabajo y comparalos a los de ahora, ¿ha disminuido en algo tu fervor y entusiasmo? ¿Te has vuelto más realista y comprometido, o desilusionado e indiferente? Sé humilde para reconocer cuándo dar un paso al costado, descansar o pedir perdón. Evita el principal peligro de la rutina y acostumbramiento, donde el rostro del hermano queda desfigurado y ensombrecido por la gris inercia con la que se empieza a vivir el servicio.

-Para los que son católicos, les recomiendo la oración silenciosa, la lectura de la Palabra, el realizar algún retiro en el año, para renovar la misión, contemplar a Cristo en el rostro del pobre, reconocerlo y servirlo con pasión.-Por último quisiera terminar con tres textos de gente dedicada al servicio de los pobres, no de palabra o de escritorio, sino de forma real y los tres rescatan la necesidad del silencio y la oración. Texto 24, 25 y 26.-Si queda tiempo, quisiera resumir todo en la última frase de Vanier, ya que, en definitiva, se trata de amar, ahí se resume todo. Texto 27.-Explicar el trabajo personal y grupal, invitar a hacerlo respetando los tiempos y que se explayen y sean sinceros en la parte personal, que no es para compartir, sino para contemplarnos a nosotros mismos en nuestro servicio. -Ver si en el plenario, alguien puede ir recogiendo en un afiche los aportes.-Para cerrar con el plenario, si hay tiempo, concluir con la parábola del Buen Samaritano.

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Textos: Hacia una espiritualidad del servicio al pobre

1. El síndrome del “burn-out” o desgaste profesional:1. Burn-out: estado de fatiga o de frustración que se produce por la dedicación a una causa, forma de vida o de relación que no produce el resultado esperado… Freudeberger estaba convencido de que las personas idealistas, ingenuas, optimistas, en definitiva “buenas”, se entregaban a su trabajo excediendo sus posibilidades por la necesidad inconsciente de tener una imagen positiva de sí mismos. Estas personas podrían ser comparadas con los fósforos de la cocina, que se encienden vivamente cuando se los frota, luego sostienen una llama débil por poco tiempo y finalmente se apagan. Y sabemos cuán poco útil es un fósforo quemado… La persona pierde el sentido existencial de su vocacional inicial por el desequilibrio prolongado que se produce entre el sentido de la tarea y la realidad objetiva del fracaso. Todo esto lleva a la baja autoestima… Según la psicóloga Cristina Maslach, podemos describir el síndrome a través de estas tres dimensiones: agotamiento emocional, despersonalización y sentimiento de baja realización personal. (Roberto Almada, El cansancio de los buenos, pp.26-28). 2. Agotamiento emocional: se trata de una pérdida de energía, de agotamiento físico y psíquico y una sensación de haber llegado al límite, de no poder más. La persona se encuentra anulada, incapacitada para dar algo de sí. La abulia (falta de voluntad e iniciativa), la anhedonia (incapacidad de experimentar placer) y la apatía (falta de motivación o entusiasmo) se apoderan del sujeto… La persona se vuelve lenta y se arrastra por la vida teniendo la sensación física de llevar una pesada carga sobre sus hombros. (Ibid. pp.28-29)3. La despersonalización: consiste en vivir el trabajo como ajeno y extraño. Hay una doble alienación: hacia mi trabajo y hacia mis asistidos. Se vuelven así algo impersonal y desconocido. La persona agotada se vuelve cínica y negativa…, se muestra distante, utiliza etiquetas para clasificar a los usuarios, las situaciones y circunstancias. Las decisiones y acciones son siempre protocolares… El desgastado se siente víctima de aquellos a los que sirve y los acusa de causar sus propias frustraciones . (Ibid. pp.29-30)4. Baja realización personal: es la sensación de ser inadecuado para la profesión que se ejerce. Son sentimientos de incapacidad, de baja autoestima con relación a lo que se hace… Es el elemento más peligroso del síndrome, porque las personas agotadas encuentran sólo dos respuestas reactivas para esa frustración: rendirse o, por el contrario, lanzarse frenéticamente a trabajar más, pensando que el fracaso es fruto del poco esfuerzo. (Ibid. p.30)5. Las fases del agotamiento profesional: 1era fase: ilusión y entusiasmo: donde el trabajador social se encuentra dispuesto a “comerse el mundo”. 2da fase: desilusión: las expectativas de la primera fase se confrontan con la realidad. Se impacienta por lograr su cometido y aún trabaja duro. 3era fase: frustración: irritabilidad, pérdida de entusiasmo, gradualmente se pierde la confianza en la propia capacidad. 4ta fase: desesperación: parece ya que “todo está perdido” y que los sueños nunca se realizarán. Síntomas relacionales de aislamiento y soledad. (Ibid. pp.31-32)

2. Vivir con una espiritualidad: una posible salida:6. No todo el oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida; a las raíces profundas no llega la escarcha, el viejo vigoroso no se marchita. De las cenizas subirá un fuego, y una luz asomará en las sombras; el descoronado será de nuevo rey, forjarán otra vez la espada rota. (Tolkien, El Señor de los anillos).7. “La espiritualidad parece a la humedad y al agua que mantiene empapada la hierba para que ésta esté siempre verde y en crecimiento. El agua y la humedad del pasto no se ven, pero sin ellas la hierba se seca. Lo que se ve es el pasto, su verdor y belleza, y es el pasto lo que queremos cultivar, pero sabemos que para ello debemos regarlo- y mantenerlo húmedo”. Con esta sencilla parábola un obrero me explicaba lo que era para él su vida cristiana. El pasto, la hierba, es el quehacer de la vida de las gentes. Es el conjunto de sus ideales y proyectos constructivos, altruistas y significativos: la lucha por la justicia y por los pobres, como ideal religioso o socio-político; una profesión, un trabajo, una carrera científica al servicio de los demás; el arte y las formas de cultura; en fin, un objetivo que engloba la vida y orienta el quehacer. Esta agua se traduce para nosotros como motivaciones, inspiración para trabajar, luchar, sufrir, vivir sin egoísmo y también morir de manera digna y humana. Todo ser humano tiene alguna inspiración y motivación en su vida, y cuando esta motivación es densa e idealista, cuando es

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experimentada como "motor" y como fuente de agua permanente, la denominamos "mística". La diferencia entre la mística y la simple motivación inspiradora, es que la mística, por su fuerza y densidad, es capaz de arrancar del egoísmo y entregar a una tarea —un compromiso— superior al mezquino interés personal. La mística es un gran ideal e inspiración que neutraliza los ídolos del egoísmo que se apoderan, de manera siempre nueva, de las motivaciones del corazón humano…La fuente de toda mística es una experiencia. La fidelidad a las grandes causas, los compromisos auténticos, se verifican porque forman parte de una experiencia creciente y permanente… La espiritualidad es la motivación que impregna los proyectos y compromisos de vida, tanto espectaculares como ordinarios, importantes o cotidianamente oscuros. (Segundo Galilea, El camino de la espiritualidad, pp.22-26)8. La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo.(Francisco, La alegría del Evangelio, n° 273)

3. Algunas notas de una posible espiritualidad del servicio:1) Centrados en el pobre, descentrados de nosotros mismos: 9. Antiguamente se decía, y quizás todavía se dice, "si tú cambias yo te amaré". Ahora comenzamos a descubrir que se trata de decir: "no esperes a que el otro cambie para empezarlo a amar, ámalo y eso te hará cambiar a ti y cambiar a él". Hay un misterio en el amor, un misterio que nos ayuda a descubrir quiénes somos. Desgraciadamente la mayor parte del tiempo yo miro al otro a partir de mis propios juicios. Somos hombres y mujeres y nuestra primera tendencia es mirar los defectos del otro, y no lo positivo. Juzgamos. Vemos lo negativo. Toda la cuestión de la transformación es de mirar al otro como Dios lo mira. Necesito que mis ojos sean cambiados, que yo te mire como Dios te mira . (Jean Vanier, Charla en un retiro).10. La seducción acentúa el carácter personal. Es el encuentro con un Dios mayor que es persona. No nos seducen ni tareas ni causas sino el rostro de Jesús donde ha aparecido la solidaridad y la ternura del Padre Dios. Un rostro, con todo, machacado, ultrajado, traspasado… Sentirse seducido es algo necesariamente íntimo e interiorizante. Es experiencia personal e intransferible. Es un enamoramiento, una pasión, una atracción, que me atañe en lo más hondo mío. Es algo que me cuesta explicar, pero puedo dar razón firme de esta experiencia… La seducción abre al misterio. Es una osadía. Sólo la comprende quien la experimenta. No termina de explicarse… La cruz es el lugar de la seducción cristiana. En la cruz Jesús me seduce desde el sufrimiento y el quebranto... En la cruz Jesús también me seduce desde su condición de oprimido. Una vez que uno se sensibiliza ante la injusticia, los empobrecidos del mundo nos asaltan en cada esquina, su hambre condimenta ya mal nuestras comidas, sus enfermedades empañan nuestros descansos y nuestros lujos. Jesús me seduce desde los empobrecidos y desde los que son víctimas de la injusticia porque toca, con su palabra o con su silencio, el corazón. Está llamando siempre a mi puerta. Me seduce porque yo sé que El no es culpable para tener que sufrir ese dolor tan grande; me seduce porque yo sé quién es El: aquél cuyo único anhelo es haber traído vida y vida en abundancia. (Carlos R. Cabarrús, Seducidos por el Dios de los pobres, pp.146-147, 249-250)11. Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, necesitamos reconocer también que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres! (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 274)

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12. El que quiere acarrear el cambio tiene, para empezar, que aprender a ser cambiado por aquellos a los que desea ayudar. Esto, evidentemente, es muy difícil para quienes se ven por primera vez ante un área de miseria. Ven casas pobres, gente hambrienta, calles sucias, escuchan el llanto de dolor de la gente que carece de cuidados médicos, les llega el mal olor de los cuerpos sucios y, en general, se sienten abrumados por la miseria que los rodea por todas partes. Pero ninguno será realmente capaz de dar si no descubre que lo que da es sólo una pequeña parte comparado con lo que ha recibido . Mientras un hombre vea en ello pobreza desagradable, no está realmente preparado para dar. Pero cuando encontramos a personas que se han entregado realmente para trabajar en los suburbios y en las villas, y sienten que su vocación es estar al servicio allí, en seguida percibimos que han descubierto que en las sonrisas de los niños, en la hospitalidad de las personas, en las expresiones que usan, en las historias que cuentan, en la sabiduría que muestran, en los bienes que comparten, hay tal riqueza escondida y tal belleza, tanto afecto y calidez humana, que el trabajo que hacen es sólo una pequeña recompensa por todo lo que ya han recibido… Es triste ver que seguimos creyendo que la mejor manera de motivar a los demás a ofrecer su asistencia es mostrar por medio de libros y fotografías lo inhumanamente que se ve obligada a vivir esta gente. Ese método crea ciertamente sentimientos de culpabilidad para hacer que la gente, abra los bolsillos y dé algún dinero una vez que se han removido sus conciencias durante algún tiempo. Mientras queramos cambiar la condición de otras personas porque nos sintamos culpables de nuestra riqueza, seguimos jugando al juego del poder y a la espera de que nos den las gracias. Pero cuando empezamos a descubrir que, en muchos sentidos, nosotros somos los pobres y que los que necesitan nuestra ayuda son los ricos, ningún verdadero agente social cae en la tentación del poder, porque ha descubierto que su misión no es un gran peso o un gran sacrificio sino una oportunidad para ver más y más la cara de Aquel con el que quiere encontrarse. Ojalá se publicaran más libros sobre los llamados países «pobres» o ciudades «pobres», no sólo para mostrar cómo son los pobres y la inmensa ayuda que necesitan, sino también para hacer ver la belleza de sus vidas, sus dichos, sus costumbres, su modo de vida. (Henri Nouwen, Un ministerio creativo, pp.118-120).13. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. En sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. Es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos… Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia: Del amor por el cual a uno le es grata la otra persona depende que le dé algo gratis. El pobre, cuando es amado, es estimado como de alto valor, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Sólo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 198-199)

2) Profesionalismo, carisma, vocación y ternura:14. De vez en cuando, dar un paso atrás nos ayuda a tomar una perspectiva mejor. Nada de lo que hacemos está acabado. Esto es lo que intentamos hacer: plantamos semillas que un día crecerán. Regamos semillas ya plantadas, sabiendo que son promesa de futuro. Sentamos bases que necesitarán un mayor desarrollo. No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación. Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien. Puede que sea incompleto, pero es un principio, un paso en el camino, una ocasión para que entre la gracia del Señor y haga el resto. Es posible que no veamos nunca los resultados finales, pero esa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil. Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías. (Mons. Oscar Romero, Meditación).15. El pobre es el que sufre necesidad, el que reconoce esa necesidad y pide ayuda. La debilidad, normalmente, es vista como un defecto. Pero ¿no somos todos débiles y estamos necesitados de alguna

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manera? Todos somos vulnerables, todos tenemos nuestros límites y nuestras deficiencias. Cuando reconocemos nuestras debilidades podemos pedir ayuda, podemos trabajar juntos. El débil necesita al fuerte, pero el fuerte también necesita al débil. (Jean Vanier, Amar hasta el extremo, pp.11-12)16. Hoy en día no tenemos tiempo para mirarnos los unos a los otros, para conversar, para disfrutar de la mutua compañía. El mundo se está perdiendo por falta de dulzura y bondad. La gente se muere por falta de amor, porque todo el mundo está apurado. (Madre Teresa).

3) La vivencia de los fracasos y las cruces:17. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible… Como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior y es la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos. Es saber con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo. Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida… Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 276 y 279)18. También aparecen constantemente nuevas dificultades, la experiencia del fracaso, las pequeñeces humanas que tanto duelen. Todos sabemos por experiencia que a veces una tarea no brinda las satisfacciones que desearíamos, los frutos son reducidos y los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansarse. Sin embargo, no es lo mismo cuando uno, por cansancio, baja momentáneamente los brazos que cuando los baja definitivamente dominado por un descontento crónico, por una acedia que le seca el alma. Puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reconocimientos, aplausos, premios, puestos; entonces, uno no baja los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 277)

4) La vivencia de la miseria estructural y la búsqueda de justicia:19. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 85).20. No tenemos, ni queremos tener otros medios para vencerlos que el amor. Jamás emplearemos contra ustedes la violencia. Por medio del amor, a ustedes que son nuestros enemigos, los convertiremos en amigos. A la capacidad de ustedes de hacernos sufrir, opondremos la nuestra para soportar el sufrimiento. Póngannos en la cárcel y los seguiremos amando. Aterroricen a nuestros hijos y los seguiremos amando. Envíennos gente que nos apalee y los seguiremos amando. Llegará un día en que se avergonzarán de su propia violencia. En ese día nos darán libertad y lograrán la de ustedes, porque se habrán librado del odio. En ese día se alcanzará una doble victoria. (Martin Luther King)21. Jamás perdí la esperanza de que se produjera esta gran transformación. Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad. Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su procedencia o su religión. El odio se aprende, y si es posible

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aprender a odiar, es posible aprender a amar, ya que el amor surge con mayor naturalidad en el corazón del hombre que el odio. Incluso en los momentos más duros de mi encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los guardianes, quizá tan sólo durante un segundo, pero lo suficiente para reconfortarme y animarme a seguir adelante. La bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue. (Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad. Autobiografía, p. 645)

5) El trabajar con otros:22. El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pedirles especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos. (Francisco, La alegría del Evangelio, n° 99).23. No necesitamos ser perfectos. No debemos llorar sobre nuestras imperfecciones; no somos juzgados por ello. Nuestro Dios sabe que, en muchos aspectos, estamos cojos y medio ciegos. ¡No ganaremos nunca la carrera de la perfección, en los juegos olímpicos de la humanidad! Pero podemos caminar juntos en la esperanza, y regocijarnos por ser amados desde nuestras roturas. Podemos ayudarnos los unos a los otros a crecer en la confianza, la compasión y la humildad, a vivir en acción de gracias, a aprender a perdonar, y a pedir perdón, a abrirnos más hacia los demás, a acogerlos, y a esforzarnos en llevar la paz y la esperanza a nuestro mundo. Es por esto que nos arraigamos en una comunidad… Tenemos esa capacidad de hacer surgir los dones de los demás, o de aplastarlos. Pero no podremos interpelar a los pobres para que crezcan en el amor y vivan en la verdad de su ser, si los lazos de alianza y de confianza entre nosotros no son profundos. No debemos dejarnos llevar nunca por el miedo o la ira, ni por el deseo de controlar o dominar, sino por el amor. Entonces podremos a nuestra vez dejarnos interpelar por lo pobres y crecer en la verdad. Pero es difícil, esto implica una lucha constante en aceptar que los otros sean diferentes, darles su lugar, sin juicios, ni envidia, ni condenación, sobre todo cuando su temperamento y su manera de ser son totalmente opuestos a los nuestros. (Jean Vanier, El Cuerpo roto, pp.116-124)

6) La renovación personal del agente social:24. La adoración despoja al servicio de toda pretensión egoísta. El servicio purifica la adoración de toda evasión de la historia. En la adoración nos hundimos en un océano de silencio admirado que no tiene orillas. En el servicio perdemos la vida hasta en el más pequeño detalle que un hermano necesita. A través de este camino de adoración y servicio, el propio yo va dejando de ser el centro. (Benjamín González Buelta, La transparencia del barro, p. 98)25. El cristiano que quiere ser un agente del cambio social se siente retado constantemente a buscar la síntesis creativa entre el activista social y el hombre interior. Para evitar la concreción, el poder, el orgullo, debe vivir en la perspectiva de la esperanza, la receptividad y la responsabilidad compartida, todo lo cual significa que debe ser un hombre contemplativo. La vida cristiana no es una vida dividida en tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una manera de contemplación, y la contemplación es el corazón de la acción social. En un análisis final, acción y contemplación son las dos caras de la misma realidad que hace al hombre agente del cambio. Sólo esta síntesis nos permite mirar más allá de todos los desarrollos políticos, sociales y económicos para mantenernos para siempre despiertos y siempre en la esperanza de la venida del mundo nuevo… Un cristiano cree que jamás habrá un momento en esta vida en el que uno pueda descansar en la suposición de que no hay nada que hacer. Pero no desesperará cuando no vea el resultado que apetecía. Porque en medio de todo su trabajo, sigue oyendo las palabras de Jesús sentado en el trono: Haré nueva toda la creación (Ap 21,5). (Henri Nouwen, Un ministerio creativo, pp.124-125).26. Para continuar haciendo lo que hacemos en todas partes del mundo, necesitamos un espíritu profundo de oración y unión con Dios. No somos trabajadores sociales sino contemplativos en el corazón del mundo. Nosotros no seríamos capaces de sostener nuestra vida de amor por los pobres y los olvidados si no tuviéramos un espíritu de oración, silencio, contemplación, y compasión. Esta es la razón por la cual pasamos una hora y media todas las mañanas en oración, meditación y la celebración de la

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Misa. Cuanto más tierno es nuestro amor por Jesús, el Pan de Vida en la Eucaristía, más tierno será nuestro amor por el Cristo hambriento en el más pobre de los pobres… Todo cuanto hacemos —nuestras oraciones, nuestro trabajo, nuestro sufrimiento— es para Jesucristo. Nuestra vida no tiene otra razón ni otro motivo. Esto es algo que mucha gente no logra comprender. Sirvo a Jesús las veinticuatro horas del día. Haga lo que haga... lo hago por El. Y es El quien me da fuerzas para hacerlo. Lo amo a través de los pobres, y en los pobres lo amo a El. El nos da fuerza para llevar la vida que llevamos, y para hacerlo con alegría. Sin El no podríamos hacer lo que hacemos. Al menos no durante toda la vida. Aprendan a disfrutar de la oración, sientan la necesidad de rezar varias veces durante el día, y tómense el trabajo de hacerlo. Si quieren rezar mejor, tienen que rezar más. La oración agranda nuestro corazón. Hagámoslo hasta que sea capaz de contener el regalo que Dios nos hace de Sí mismo. Pidan y busquen, y sus corazones crecerán lo suficiente como para recibirlo a El y conservarlo para siempre. Mi secreto es de lo más simple. Rezo y a través de mi oración me convierto en alguien que ama a Cristo, y veo que rezarle es amarlo. Mis pobres de los arrabales y de los barrios marginales son el Cristo que sufre. En ellos, el hijo de Dios vive y muere, y a través de ellos, Dios me muestra su verdadero rostro. Para mí, la oración significa unirme, durante las veinticuatro horas, con la voluntad de Jesús, vivir para El, por El y con El. Pueden rezar mientras trabajan. El trabajo no impide rezar, y rezar no impide trabajar. Basta elevar brevemente nuestra mente hacia El; “Te amo, Dios Mío, confío en Ti, creo en Ti, y te necesito ahora, en este momento”. Oraciones breves, pequeñas, pero que obran milagros. Dios es amigo del silencio. Necesitamos encontrar a Dios pero no lo podremos hallar en el tumulto ni en el bullicio. Cuanto más recibamos en nuestra oración silenciosa, tanto más podremos dar en nuestra vida activa . El silencio nos permite ver todas las cosas desde una óptica distinta. Necesitamos de este silencio para poder tocar los corazones. Lo esencial no es lo que decimos sino lo que Dios nos dice, y lo que El dice a través de nosotros. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. (Beata Madre Teresa de Calcuta).27. ¿Qué es lo que puede transformar tantos males e injusticias, tanta confusión y aislamiento en luz? La actividad y el trabajo proporcionan una cierta plenitud. Pero esto no basta. Se necesita además una persona amiga, alguien en quien poder confiar, alguien con quien poder establecer una relación profunda y con quien compartir la propia debilidad y los propios secretos. Toda persona humana necesita ser amada, necesita afecto y ternura. De lo contrario, se endurecerá. Pero hay quienes tienen miedo al amor y a la relación. Temen hacerse vulnerables y ser heridos en su corazón o ser rechazados. Y entonces se cierran absolutamente y se protegen a sí mismos. En cierto modo, no son más que corazón: un corazón abierto y herido. Para el pobre que se ha sentido abandonado, tan sólo existe una realidad capaz de devolverle a la vida: una relación auténtica, cariñosa y leal. Debe descubrir que es amado y que es importante para alguien. Y sólo entonces descubrirá que es valioso; sólo entonces su confusión se tornará en paz. Amar no es hacer algo por alguien, sino estar con él. Es gozarse en su presencia; es darle confianza en el valor de su existir; es escucharle y estar atento a sus necesidades y deseos; es ayudarle a adquirir confianza en sí mismo y en su capacidad de agradar, de hacer, de servir y de ser útil. Este proceso de curación puede llevar mucho tiempo cuando se trata de alguien que ha padecido una herida demasiado profunda o un rechazo demasiado violento. Esa persona no abrirá su corazón ni confiará fácilmente; antes, tendrá que tantear para ver si es posible. Y harán falta muchos años y muchos gestos de amor antes de que pueda cerciorarse de que puede ser realmente amada . (Jean Vanier, Vivir en alianza en los hogares de El Arca pp. 230-231).

Para la reflexión personal (30 minutos)1. ¿Reconozco en mí algún síntoma de este proceso de desaliento profesional? ¿Qué puedo hacer para salir a tiempo de este proceso de desaliento?2. ¿Por qué hago lo que hago en Haciendo camino? ¿Qué me motiva a hacerlo?3. ¿Cuáles son mis alegrías profundas de mi trabajo?4. ¿Cuáles son mis “fracasos”, “broncas” o reniegos?5. ¿Alcanzo a percibir algún fruto (no éxito) en este tiempo de trabajo en Haciendo camino?

Para el trabajo en grupos de a 5 (20 minutos): Compartir las riquezas de los pobres a quienes sirvo, qué aprendo de ellos. Rescatar algunos signos de esperanza que percibamos en nuestro equipo o en la gente que servimos. (Anotarlas para compartirlas en el plenario).