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Theologica Xaveriana
ISSN: 0120-3649
Pontificia Universidad Javeriana
Colombia
VÉLEZ C., OLGA CONSUELO
Método y teología latinoamericana
Theologica Xaveriana, núm. 135, 2000, pp. 415-433
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá, Colombia
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=191018219009
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Número completo
Más información del artículo
Página de la revista en redalyc.org
Sistema de Información Científica
Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
OLGA CONSUELO VÉLEZ C.
415415
Método y teologíalatinoamericana
○
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○ OLGA CONSUELO VÉLEZ C.*
RESUMEN
L
THEOLOGICA XAVERIANA 135 (2000) 415-434
a teología de la liberación hizo una contribución innegable a lareflexión teológica: puso en el centro de la tarea teológica lacuestión social y concretamente la no-vida de losempobrecidos del continente latinoamericano. El presentearticulo reflexiona sobre esta contribución a partir de losfundamentos epistemológicos y metodológicos ofrecidos porel teólogo canadiense Bernard Lonergan. Así muestra cómo elpunto de partida de la teología de la liberación consiste en laconversión al Dios de la vida. Los principios básicos no puedenser otros que el Reino de Dios y la opción por la justicia. Lasistematización pasa por el diálogo con la realidad social y losdesafíos que ella implica y finalmente, la comunicación nopuede ser otra que la buena nueva de liberación para todos.
Abstract
Liberation theology has made an undeniable contribution totheological thinking: it set in the center of the theological taskthe social question and especially the non-life of theimpoverished masses of Latin America. The present article is adiscussion about this contribution based on theespistemological and methodological presuppositions offeredby the Canadian theologian Bernard Lonergan. It shows thatthe starting point of liberation theology is the conversion to
* Doctora en Teología, Pontificia Universidad Católica de Rio, Brasil.
MÉTODO Y TEOLOGÍA LATINOAMERICANA
416416
the God of life. Its basic principles cannot be other than the Reignof God and the option for justice. The systematic treatment goesinto a dialogue with the social reality and its challenges and finallythe communication cannot be other than the good news ofliberation for all.
1. Seguiremos fundamentalmente el pensamiento de Bernard Lonergan en su obra Métodoen teología, Sígueme, Salamanca, 1988.
2. Hablar de diferentes niveles de conciencia puede llevar a pensar en varias conciencias.Sólo existe una única conciencia humana que se desenvuelve en estos cuatro niveles.Cfr., LONERGAN, B., Método…, p. 20.
3. Cfr., Ibídem, p. 16.
4. Cfr., Ibídem, pp. 16-17.
PRINCIPIOS EPISTEMOLÓGICOS
El objetivo del presente ensayo es proponer los presupuestos epistemológicos
de la labor teológica y a partir de éstos señalar algunos momentos del méto-
do de la teología latinoamericana.1
La pregunta básica para abordar la cuestión epistemológica es la si-
guiente: ¿Cómo conocemos? Para responder esta pregunta es necesario
objetivar los contenidos de la conciencia en el proceso del conocimiento, es
decir, darnos cuenta cómo conocemos.
El punto de partida es señalar cuatro operaciones que pueden consi-
derarse básicas en el proceso del conocimiento. Éstas son: experimentar,
entender, juzgar y decidir. De aquí se deduce que la conciencia tiene cuatro
niveles diferentes2 que están en íntima relación y van dirigiendo el proceso
del conocimiento.
En el primer nivel –el empírico- tenemos sensaciones, percibimos, ima-
ginamos, sentimos, hablamos, nos movemos. La pregunta «¿qué es esto?»
nos introduce en el segundo nivel.3
En el segundo nivel –el intelectual- inquirimos, entendemos, expresa-
mos lo que hemos entendido, elaboramos las presuposiciones y las
implicaciones de nuestra expresión. Cuando llegamos a entender, somos
capaces de expresar en hipótesis, explicaciones y sistemas esos datos que se
nos presentan. La pregunta: «esto que entendí ¿es así como lo entendí?» nos
conduce al tercer nivel.4
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417417
En el tercer nivel –el racional- somos empujados a afirmar o negar la
realidad que alcanzamos en el nivel anterior. Realmente ¿eso es así como lo
hemos entendido? Hacemos entonces un juicio sobre la verdad o falsedad
de nuestras afirmaciones. La posibilidad de juzgar depende de que se hayan
cumplido todas las condiciones posibles para evaluar la hipótesis. La pregun-
ta «esto que experimenté, entendí y juzgué ¿es realmente bueno y valioso?»
nos confronta con el cuarto nivel.5
En el cuarto nivel –el nivel responsable- nos interesamos por nosotros
mismos, nuestras operaciones, nuestras metas y deliberamos sobre las posi-
bles vías de acción, las evaluamos, decidimos y hacemos nuestras opciones.6
Un sencillo ejemplo nos puede ayudar a entender cómo funcionan
estos cuatro niveles. Supongamos que oímos un ruido que viene de la calle.
El primer nivel de la conciencia, que corresponde a los datos sensibles, al oir
el ruido se pregunta: ¿Qué sucedió? Empezamos a pensar y la memoria reco-
noce ese ruido como un accidente. Nuestra imaginación, la mayoría de ve-
ces, nos ayuda construyendo la escena y llegamos a entender que lo sucedi-
do fue un accidente automovilístico. Entramos así al segundo nivel, al enten-
der y expresar lo entendido. La expresión o conceptualización es fruto de
haber entendido. En el tercer nivel comprobamos lo entendido: acudimos al
lugar del accidente y preguntamos qué ocurrió, para verificar si nuestro en-
tender corresponde a lo que realmente sucedió. Al comprobar nuestra hipó-
tesis, podemos hacer un juicio de hecho verdadero: hubo un accidente. El
cuarto nivel hace un llamado a nuestra responsabilidad: ¿Qué puedo hacer
por ellos? Decidimos entonces que acción realizar.
Los cuatro niveles son sucesivos y relacionados entre sí. No podemos
entender una cosa sin haberla experimentado; no podemos hacer un juicio
sin entender aquello que pretendemos juzgar; no podemos decidir sin tener
la certeza que proviene del juicio. Cualquier falla en un nivel hace que los
otros también comiencen a dar resultados equivocados.
Existe un momento previo a estos cuatro niveles: el que corresponde a
los sueños. Ahí la conciencia es fragmentaria e incoherente.7
5. Cfr,. Ibídem, p. 17.
6. Cfr., Ibídem.
7. Lonergan no desarrolla este momento inicial. Sólo lo señala. Actualmente Robert Doran,en su obra La teología y las dialécticas de la historia, Jus, México, 1993, propone reconocer
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En todos los niveles somos conscientes de nosotros mismos, pero la
calidad de la conciencia aumenta de nivel a nivel. En el primero no parece-
mos diferir de los animales superiores, pero en nosotros la experiencia es el
primer paso para entender, juzgar y decidir. El entender se expresa en el
lenguaje. El dominio de los campos teóricos es fruto de este segundo nivel.
Sin el esfuerzo del entender y sus resultados no tendríamos ocasión de juz-
gar. El juicio es ir en búsqueda de la verdad o de la certeza sobre algo. El último
nivel nos lleva a la búsqueda de la realización personal y de la organización
social como fruto de la libertad orientada decisivamente por los valores.
Los cuatro niveles constituyen la estructura dinámica 8 o conciencia
intencional que hace al ser humano capaz de conocimiento y de acción
moral. La estructura dinámica no es otra cosa que la intencionalidad hu-
mana: ese tender radical del ser humano a salir de sí, a conocer la reali-
dad que lo rodea y a actuar en esa realidad. Mejor aún, es un actuar que
no se produce de cualquier manera, sino con referencia a los valores, o
sea, es un actuar moral.
Hablar de niveles de conciencia no significa hablar de varias con-
ciencias sino de «diversas etapas del desenvolvimiento de un único im-
pulso, o eros del espíritu humano.»9 Tales niveles están en una relación
tan íntima que lo hecho hasta ahora, objetivar nuestra conciencia inten-
cional, no es fácil. Lonergan advierte a sus lectores que no va a proponer
nada nuevo, sino a objetivar lo que de hecho ya todos hacemos en el
proceso del conocimiento.10
El ser humano que presta atención a los datos de los sentidos pasa a la
investigación y a la comprensión para hacer posible la aprehensión del mun-
ahí el nivel psíquico que influye en el conocimiento y pretende completar la obra deLonergan profundizando ese nivel. Para él es el quinto nivel de la conciencia intencional.
8. El mismo nombre ya está expresando las características de lo que se quiere decir.Estructura es un todo en el que cada parte es lo que es en virtud de sus relacionesfuncionales con las otras partes, de manera que quitar cualquier parte la destruiría, yaumentar otra parte sería innecesario. Sin embargo, es una estructura dinámica paracontrarestar la primera impresión que nos puede suscitar el término estructura. Nosignifica rigidez o inmovilidad, sino apertura, dinamismo y horizonte clarificador parael camino a recorrer. Cfr., PÉREZ VALERA, J.E., Filosofía y método en Bernard Lonergan, Jus,México, 1992, p. 171.
9. LONERGAN, B., Método…, p. 20.
10. Cfr., LONERGAN, B., Método…, p. 10.
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do a través de la significación. La reflexión y el juicio alcanzan un absoluto
mediante el cual reconocemos lo que realmente es así y lo que es indepen-
diente de nosotros y de nuestro pensamiento. Después, por la deliberación,
evaluación, decisión y acción, podemos hacer no solamente lo que nos agra-
da, sino también lo que es verdaderamente bueno y valioso.
Así el ser humano se convierte en principio de benevolencia y amor. La
intencionalidad humana es la garantía de estar tendiendo al bien, porque
ella nos empuja, nos acosa, nos invita y solamente encontramos descanso
cuando vamos alcanzando el bien al que ella nos hace tender.
Los juicios de hecho y los juicios de valor tienen como criterio la
autotrascendencia del sujeto, que en los juicios de hecho es solamente
cognoscitiva, y en los juicios de valor tiende a ser moral. En los dos casos la
significación pretende ser independiente del sujeto. Los juicios de hecho
afirman lo que de hecho es o no es; los juicios de valor son el primer paso
para la autotrascendencia moral, pero no son la plenitud que solamente es
alcanzada cuando se actúa coherentemente. La estructura dinámica o con-
ciencia intencional del ser humano tiene como resultado, por tanto, la
autotrascendencia cognitiva, en el nivel del juicio, y la autotrascendencia
moral, en el nivel del deliberar.
En los cuatro niveles de la estructura dinámica o conciencia intencional
podemos descubrir una visión integral de ser humano: los sentimientos que
acompañan todo el proceso del conocimiento, es decir, los tres primeros
niveles, se explicitan radicalmente en el cuarto nivel donde aprehenden los
valores.
EL MÉTODO TEOLÓGICO
Antes de empezar la reflexión sobre el método teológico propuesto por
Lonergan con base en los presupuestos epistemológicos señalados en el
punto anterior, conviene aclarar la noción de método. No entendemos el
método como un conjunto de reglas que cualquiera puede seguir para obte-
ner un resultado. Nos estamos refiriendo al método entendido «como un
conjunto de operaciones recurrentes y relacionadas entre sí que producen
resultados acumulativos y progresivos.»11 Un conjunto de operaciones previo
11. LONERGAN, B., Método…, p. 13.
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y normativo12 del cual se pueden derivar las reglas concretas para cada cien-
cia específica.
Al igual que las otras ciencias, la teología contemporánea se ha espe-
cializado. Podemos señalar tres tipos de especializaciones. La primera es la
especialización según los datos. El aumento de descubrimientos hace que
cada vez los especialistas sepan más sobre su campo y menos sobre el con-
junto de la ciencia que estudian. Encontramos especialistas sobre temas bí-
blicos, temas patrísticos, temas medievales, etc. La segunda especialización
es la más común en los departamentos y facultades de teología de las uni-
versidades. El punto de partida no es solamente los datos concretos,
identificables, sino los conceptos que se busca profundizar. Así surgen las
diferentes materias: cristología, moral, trinidad, etc. La tercera especializa-
ción pretende recorrer el camino de las otras dos especializaciones, de los
datos a los resultados, dividiendo las diferentes etapas del proceso. El méto-
do de Lonergan se sitúa en esta tercera especialización.
El fundamento epistemológico de esta tercera especialización es la
conciencia intencional humana. Como ya vimos, podemos hablar de cuatro
niveles de intencionalidad humana íntimamente relacionados entre sí, que
van llevando el proceso del conocimiento y del obrar humano hasta su ma-
yor realización: la autotrascendencia cognoscitiva y la autotrascendencia moral.
De esta manera, las diferentes etapas que van de los datos a los resultados
están íntimamente relacionadas entre sí y permiten avanzar hasta alcanzar
el mayor desarrollo.
Lo que vamos a decir aquí no significa una novedad, ya que el trabajo
científico se realiza así y todos saben de la colaboración necesaria de unos
con los otros para ir completando el conocimiento y alcanzando nuevos des-
cubrimientos. Sin embargo, la novedad que Lonergan presenta consiste en
explicitar cómo -lo que de hecho ya se realiza- tiene su fundamento
epistemológico en la intencionalidad humana.
Los cuatro niveles de la conciencia intencional tienen sus realizaciones
y objetivos propios. El primer nivel, el nivel del experimentar, se encarga de
la aprehensión de los datos. El segundo nivel, el del entender, comprende
los datos aprehendidos. El tercer nivel, el del juicio, acepta o rechaza las
hipótesis y teorías que surgen de la comprensión de los datos. El cuarto nivel,
12. Estamos hablando del esquema de la conciencia intencional humana.
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el de la decisión, valora los datos y se dispone a actuar en conformidad con
los valores aceptados. Podemos concluir que la investigación humana tiene
cuatro funciones distintas correspondientes a los cuatro niveles de la con-
ciencia intencional.
El propósito de conseguir esa objetivación de la intencionalidad huma-
na es de gran interés metodológico. Por una parte, favorece la unidad de la
investigación al establecer un nexo metodológico entre los datos y los resul-
tados. Por otra, clarifica y distingue las diferentes etapas del proceso. Esta
clarificación puede dar como resultado una mayor valoración de la colabora-
ción que implica cualquier investigación científica y una mayor eficacia a la
hora de sumar esfuerzos, al conocer la etapa concreta en que cada contribu-
ción tiene una palabra que decir.
El interés que nos ocupa es la teología. Ella tiene dos fases o momen-
tos decisivos. El primero es la recepción del mensaje revelado. El segundo es
la actualización de ese mensaje al presente. Los dos momentos necesitan de
los cuatro niveles de la conciencia intencional humana para lograr sus objeti-
vos. Se exige, por tanto, duplicar las especializaciones funcionales de la teo-
logía para alcanzar la totalidad de su tarea teológica.
El método teológico propuesto por Lonergan consta, por tanto, de ocho
especializaciones funcionales correspondientes a las dos fases de la teología
y a los cuatro niveles de la conciencia intencional humana.
A la primera fase Lonergan la llama teología mediadora. Su objetivo es
reflexionar sobre la experiencia religiosa –la revelación divina y la trasmisión
de esa revelación- con el fin de aclararla y objetivarla. La segunda fase, teolo-
gía mediada, consiste en la actualización de la experiencia religiosa a los
desafíos del presente.
En la primera fase el punto de partida son los datos (nivel de la expe-
riencia), la intelección de los datos (nivel del entender), la aceptación o el
rechazo de las hipótesis y las teorías que surgen de la intelección de los
datos (nivel del juzgar) y por último, el reconocimiento de los valores y la
elección de los métodos o de los medios que permiten realizar esos valores
(nivel de la decisión).
En la segunda fase, partimos del nivel de la decisión para explicitar las
opciones personales, formulamos las convicciones profundas (nivel del jui-
cio), expresamos esas convicciones profundas en los términos actuales (ni-
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vel del entender) y, finalmente, comunicamos a otros los planes de acción
que queremos realizar en lo concreto de la vida (nivel del experimentar).
Este recorrido que hemos hecho de la primera y de la segunda fase
corresponde a las ocho especializaciones funcionales del método de Lonergan.
En la primera fase, estas especializaciones son: la investigación, la interpre-
tación, la historia y la dialéctica. En la segunda fase son los fundamentos, las
doctrinas, la sistematización y la comunicación.
La investigación busca los datos que necesita la teología. La interpreta-
ción se esfuerza por comprender el significado de los datos. La historia juz-
ga los datos en el contexto en que ellos sucedieron. La dialéctica enfrenta los
conflictos que surgen en esa recepción e interpretación de los datos. Las
diversas posturas frente a los mismos datos exige buscar un punto de vista
que sin negar las diferencias permita puntos de encuentro y posibilidades de
avanzar en las situaciones que se confrontan. Estas cuatro especializaciones
funcionales corresponden a las cuatro dimensiones del mensaje y la tradi-
ción cristiana. El mensaje y la tradición se presentan como un conjunto de
datos. Estos pretenden comunicar su significación en el contexto humano.
Tales significaciones se dan en contextos concretos y específicos. Finalmen-
te, el mensaje con su significación trasmitida en el contexto humano, en-
cuentra diferentes recepciones y puntos de vista que van configurando la
situación religiosa actual.
Las especializaciones de la segunda fase ocurren así: los fundamentos
son el resultado del nivel de la decisión que opta por una de las posibles
recepciones y concreciones de los datos de la fe; son fruto de la conversión
religiosa que realiza el sujeto en la confrontación con los datos de la revela-
ción; son el horizonte existencial a partir del cual se hace la tarea teológica.
Las doctrinas suponen los juicios de hecho y de valor que pueden ser afirma-
dos a partir de la experiencia de fe. La sistematización se encarga de elabo-
rar los sistemas adecuados para la actualización o contextualización de las
doctrinas en cada momento histórico. Por último, la comunicación relaciona
la tarea teológica con las otras esferas de la vida y abre caminos para realizar
en la práctica todo el proceso anterior.
En la primera fase, se parte de los datos y se avanza, a través de las
significaciones y hechos, hacia el encuentro personal. En la segunda fase, la
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conversión, fruto de ese encuentro personal, busca su explicitación y efica-
cia en el contexto actual.
El método de Lonergan propone facilitar la integración de las diferen-
tes etapas de la tarea teológica. De hecho, las diferentes tareas ya existen y
son reconocidas: la explicitación de los fundamentos, las doctrinas, la siste-
matización y la comunicación, corresponden a lo que se llama teología fun-
damental, teología dogmática, teología especulativa y teología pastoral o
práctica. Sin embargo, la claridad metodológica facilita reconocer los objeti-
vos propios de cada una y los métodos adecuados para conseguir esos obje-
tivos. Se evitan así confusiones innecesarias entre los diversos especialistas.
Se respetan las diferencias y, al mismo tiempo, se complementan. En la teo-
logía tenemos que hablar, entonces, de ocho tareas diferentes y cada una
debe tener sus principios metodológicos propios.
En la práctica, esta división en especializaciones funcionales evita las
visiones unilaterales y hace ver la importancia de todas las tareas, su
complementación y su lugar en todo el proceso teológico.
La integración de las diferentes etapas forma una unidad dinámica
porque las especializaciones se relacionan unas con las otras en ese proceso
que va del experimentar al entender, del entender al juzgar, del juzgar al
deliberar. Por ser proceso, es esencialmente abierto. Nuevos datos enrique-
cen el punto de partida y promueven nuevos desarrollos. De la misma mane-
ra, las otras especializaciones dan nuevas luces a los datos y así todas las
especializaciones empiezan a tener nuevas posibilidades. Las dos fases, por
tanto, también son interdependientes, lo cual permite afirmar que la teolo-
gía es un todo que funciona en el contexto de la vida cristiana y ésta, a su
vez, se sitúa en el contexto aún más amplio de la historia humana.
EL MÉTODO DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
La contribución fundamental de la teología de la liberación a toda la tarea
teológica fue colocar la cuestión social en el centro de la reflexión. Su punto
de partida, la experiencia espiritual en el pobre y el oprimido, la llevó a de-
nunciar los condicionamientos sociales, económicos y políticos que pesan
sobre la vida de la Iglesia y sobre la reflexión teológica. La pretendida impar-
cialidad de la teología sólo refleja el compromiso de preservar el status quo
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imperante. Por eso, la liberación de la teología de la interpretación prevale-
ciente de la revelación -especialmente, de la Biblia13- proclamada por Juan
Luis Segundo, constituye una necesidad para responder a las urgencias de la
realidad social.
La parcialidad por los pobres fue fruto de entender la realidad en tér-
minos de dependencia. El pobre es marginado y excluido por estructuras
económicas, políticas y sociales injustas. Lo político, de esa manera, se vuel-
ve centro en la teología de la liberación como medio indispensable para
alcanzar la trasformación de las estructuras. La mediación socioanalítica se
convirtió en elemento constitutivo del método teológico para poder com-
prender la situación social a la que esa teología se dirige. «La teología de la
liberación se distingue por un compromiso claro con el método de hacer
teología en el contexto de los problemas de opresión humana con la finali-
dad de contribuir a su solución.»14
La opción por los pobres es radicalmente evangélica y constituye por
eso un criterio importante para operar un discernimiento de los aconteci-
mientos de nuestros días. Más aún: la opción preferencial por los pobres
tiene su raíz en la gratuidad del amor de Dios que se inclina hacia ellos, no
porque sean mejores que los otros, sino porque Dios es Dios.15 Una reflexión
teológica que no presuponga ese fundamento está traicionando el proyecto
del Reino de Dios anunciado por Jesús y el dinamismo de la conciencia inten-
cional que pregunta sin restricciones y que en el contexto latinoamericano
implica preguntarse por la suerte de las víctimas, de los últimos de la historia.
En este mismo sentido debemos afirmar que a la luz de la teología
de la liberación, la propuesta de Lonergan debe asumir la cuestión so-
cial, entendida como la experiencia espiritual en el pobre y en el oprimi-
do, como uno de los fundamentos de la tarea teológica, si pretende afir-
mar una palabra relevante a esa situación de injusticia y marginación de
los pobres y excluidos.
13. Cfr., DORAN, ROBERT, La teología y las dialécticas de la historia, Jus, México; 1993, pp. 360-361.
14. DORAN, ROBERT, La teología..., p. 360.
15. Cfr., GUTIÉRREZ, GUSTAVO, «Una teología de la liberación en el contexto del tercer milenio»,en: VV.AA. El futuro de la reflexión teológica en América Latina, Celam, Santafé deBogotá, 1996, p. 109.
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La experiencia de conversión al Dios de la vida
Al preguntar dónde se inscribe el punto de partida de la teología de la libera-
ción en el método de Lonergan, señalamos su lugar en la quinta especializa-
ción funcional del método: los fundamentos. Ahí el teólogo explícita el hori-
zonte a partir del cual elabora su teología. Las conversiones intelectual, mo-
ral y religiosa16 son la base de ese horizonte. Ellas no son un conjunto de
premisas fijas a partir de las cuales se deducen unas conclusiones. Son una
experiencia fundamental y decisiva que provoca un cambio en la realidad
humana del teólogo.
El cambio radical en los teólogos de la liberación se produjo por la
irrupción de la experiencia de Dios en el pobre y en el oprimido. Contem-
plando la realidad social, llegaron a captar algo que afectaba lo más sen-
sible de la existencia: en un contexto de muerte, los pobres creen en el
Dios de la vida:
Santo Padre: tenemos hambre. Sufrimos miseria, nos falta trabajo, estamos enfer-mos. Con el corazón partido de dolor, vemos que nuestras esposas pasan la ges-tación tuberculosas, que nuestros bebés mueren, que nuestros hijos crecen débi-les y sin futuro. Pero, a pesar de todo eso, creemos en el Dios de la vida.17
La actitud de los pobres revela la actitud de Dios mismo. Él es un Dios
ligado a los ausentes de la historia, a quienes se quiere hacer callar (Mc. 10,
48), pero con los cuales Él desea entablar diálogo. Jesús vino para traer vida
y vida plena (Jn. 10, 10). Tal es el contenido del Reino y en él se nos revela al
Dios de la vida. La aceptación del Reino es la expresión de nuestra fe en el
Dios que se revela en Jesucristo y lleva a la solidaridad con el hermano. La
llamada es a establecer una alianza con el Dios de la vida.
Más aún, esa realidad fundamental de pobreza masiva y provocada en
el continente latinoamericano se trasformó en matriz reveladora de valores
absolutos que exigen una respuesta ineludible. La indignación ética surgió
de lo íntimo del ser como respuesta, y surgió con tanta fuerza que no es
16. La conversión intelectual consiste en la clarificación del proceso cognoscitivo, en conocercomo conocemos. La conversión moral es la capacidad humana de optar por los valores.La conversión religiosa es fruto de la experiencia de estar enamorado de Dios sincondiciones o reservas. Es el amor de Dios derramado en nuestros corazones que dauna nueva mirada sobre la realidad: la mirada de la fe. Cfr., LONERGAN, B., Método…, pp.232-234.
17. Saludo a Juan Pablo II hecho por Víctor e Isabel Chero, habitantes de Villa El Salvador,Perú. GUTIÉRREZ, GUSTAVO, O Deus da Vida, Loyola, São Paulo, 1992, p. 11.
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posible comprender cómo otras personas pueden no sentirla. Esa indigna-
ción generó un dinamismo. Imperativamente afecta, sacude, conmueve. Se
siente el cuestionamiento en lo más íntimo del propio ser. Se siente que no
se puede transigir, tolerar, convivir o pactar con la injusticia, porque sería una
traición de lo más profundo de nosotros mismos; viene así, inevitablemente,
una toma de posición del sujeto: una opción inevitable, porque delante de
una exigencia ineludible la propia omisión o desinterés es una toma de posi-
ción. Al mismo tiempo es una opción fundamental, porque es hecha en fun-
ción de valores fundamentales de la existencia, percibidos como comprome-
tidos definitivamente en esta realidad concreta. Se trata, pues, de la opción
fundamental de la persona.
La indignación ética también es compasión. Es sentir como propio el
dolor del mundo, padecer con él a semejanza del Dios del Éxodo (Ex. 3), que
se indigna por la opresión de su pueblo en Egipto, y de Jesús, quien se com-
padecía de las multitudes abandonadas (Mc. 6, 34). Es ésta la espiritualidad
que está en el origen de la teología de la liberación, el horizonte fundamen-
tal de su tarea teológica.18
La reflexión de Lonergan sobre la triple conversión puede quedar en
un sentimiento religioso intimista sin referencia a la realidad social. Sin em-
bargo, a partir de la contribución de la teología de la liberación, someterse a
los preceptos trascendentales de la conciencia intencional humana -sé aten-
to, inteligente, razonable, responsable, ama- tiene que pasar por la expe-
riencia espiritual del Dios de la vida, por el compromiso solidario con los
empobrecidos y por la lucha por su liberación.
Los principios de la teología de la liberación
La explicitación de los fundamentos señala el horizonte a partir del cual se
elaboraría una teología. El paso siguiente es el establecimiento de las doctri-
nas, que consiste en la determinación y afirmación explícita de las realidades
salvíficas reveladas por Dios en Cristo y desarrolladas por el Espíritu en la
tradición de la Iglesia. Supone un esfuerzo delicado y complejo de elabora-
ción y apropiación de los contenidos noéticos y existenciales de la fe cristia-
18. Cfr., CASALDÁLIGA, PEDRO Y VIGIL, JOSÉ MARÍA, Espiritualidade da libertação, Vozes, São Paulo,1993.
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na. Aquí la teología coloca a prueba su fidelidad a Cristo y su autenticidad
eclesial. En esta especialización no se determina el contenido de las doctri-
nas19, pero se elige entre las múltiples posibilidades presentadas en la espe-
cialización funcional de la dialéctica. Esas doctrinas son «la roca insustituible
sobre la cual el teólogo sistemático podrá construir su casa para todos».20
Como en la especialización anterior, la propuesta metodológica de
Lonergan se volverá significativa para el contexto latinoamericano en la me-
dida en que desarrolle los principios que se derivan del horizonte de libera-
ción, fruto de la experiencia de conversión al Dios de la vida. Las doctrinas
que la teología de la liberación establecerá en esta especialización no son
nuevas, en el sentido de que ella las origine, sino en el alcance y en el
compromiso liberador que implican. El establecimiento de esas doctrinas
permite que las significaciones en ellas expresadas tengan alcance eficiente,
cognoscitivo, constitutivo y comunicativo.
José María Vigil presenta una síntesis casi telegráfica de los principios
fundamentales de la teología de la liberación:
- Lectura histórico-escatológica del cristianismo, incluyendo el primado
de la praxis de trasformación histórica, la integralidad (no dualismo) y
unicidad de la historia, de la trascendencia en la inmanencia.
- El reinocentrismo: el rescate teórico y práctico del carácter absoluto
que Jesús dio al Reino, dentro del seguimiento de Jesús y del creer con
la misma fe de Jesús.
- La opción por la justicia, por los injusticiados, con la consecuente in-
serción en el lugar social de las víctimas de la injusticia.21
Esos principios establecidos son eficientes, en la medida en que orien-
ten el actuar; son cognoscitivos, porque revelan un nuevo rostro de Dios; son
19. Lonergan distingue las diferentes clases de doctrinas: «…las fuentes primarias, lasdoctrinas de la Iglesia, las doctrinas teológicas y la doctrina metodológica que llega aconvertirse en una especialización funcional llamada establecimiento de las doctrinas.Es común a todas ellas el ser enseñadas. Difieren y se distinguen entre sí por la autoridadcon que las enseñan sus maestros.» LONERGAN, BERNARD, Método…, p. 287.
20. ROUX, R. DE , «Aportes de Bernard Lonergan para una teología en opción preferencial porel pobre», en: Theologica Xaveriana 124, Pontificia Universidad Javeriana, Santafé deBogotá, 1997, p. 409.
21. VIGIL, J. M., «Teologia da libertação: Novo paradigma?», en: Revista Eclesiástica Brasileira46, 1986, p. 325.
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constitutivos, porque engendran nuevos estilos de vida22; y son comunicativos,
porque dirigen su mensaje a este contexto, a tal punto que merecen la aten-
ción de otras instancias, su preocupación por los significados y valores que
comunican y hasta la oposición radical, cuando su palabra consigue mostrar
los engaños de lo comunmente aceptado.
Establecer las doctrinas es la posibilidad de tener una referencia obje-
tiva para evaluar la propia fe. Es interesante el desarrollo que Lonergan hace
de la función normativa que desempeñan las doctrinas. Cuando los indivi-
duos no son auténticos, comienzan a alejarse del significado de las doctri-
nas. Practican lo que les conviene y no toman en cuenta otros aspectos. Con
el pasar del tiempo esa inautenticidad puede llegar a ser tradición y así en-
contramos sujetos formados en tradiciones inauténticas. ¿Cómo explicar,
entonces, la conciencia tranquila de muchos cristianos ante la injusticia so-
cial, si no fuera por una comprensión inauténtica del mensaje de Cristo? La
solución es ofrecida por la especialización de la dialéctica, que trae a la luz
las posibles desviaciones. El establecimiento de las doctrinas auténticas puri-
ficará las tradiciones inauténticas.
La teología de la liberación, de alguna manera, ha vivido ese proceso.
La pregunta fundamental -¿cómo ser cristiano en un continente de pobres y
oprimidos?- hace un llamado a la autenticidad de un cristianismo sociológico
formado por personas que aún no han realizado una conversión a las doctri-
nas auténticas. Establecer la predilección de Dios por los pobres siempre será
un llamado a la autenticidad, una posibilidad de conversión.
El establecimiento de las doctrinas tiene que ver con su inculturación
en cada contexto social. Esto sólo será posible en la medida en que la noción
que se tenga de cultura sea una noción empírica. Para la noción clásica lo
que interesa son las leyes universales, inmutables, eternas. No toma en cuenta
los hechos. La aceptación de la teología de la liberación corresponde a la
noción empírica de que tomando los hechos de nuestra realidad, se pregun-
ta cómo hablar sobre Dios al no-hombre de América Latina.
La posibilidad del teólogo para establecer las doctrinas reside en la
autonomía de su tarea. Esta autonomía no resta al hecho de que la tarea esté
al servicio y subordinada al magisterio eclesial. Pero significa que el teólogo
22. Un ejemplo son las comunidades eclesiales de base, comunidades que compartensignificaciones y valores comunes en su fe.
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tiene la obligación de hacer su contribución propia. En el método de Lonergan
esa contribución propia se refiere a la dialéctica donde el teólogo reúne,
clasifica, analiza las posiciones y las contraposiciones para traer a la luz la
autenticidad e inautenticidad que esas controversias pueden tener. En la quinta
especialización funcional el teólogo hace su opción más personal y a partir
de ahí actualiza los datos del pasado para su presente. Poner la propia auten-
ticidad como criterio de la autenticidad no inmuniza al teólogo contra los
errores, pero señala la responsabilidad que él tiene de ordenar su propia
casa, de considerar el problema del método con atención para elegir el más
apropiado. Esa responsabilidad surge de la influencia que él puede tener
con los fieles, pero también con las doctrinas de la Iglesia.
Sistematizar el misterio liberador de Dios en Jesucristoen el contexto latinoamericano
La sistematización busca la comprensión a la altura de la época de las reali-
dades afirmadas en las doctrinas. Esta expresión a la altura de la época y
principalmente la especialización de la sistematización, quedarían estériles
en el proyecto de Lonergan si en el desarrollo sistemático de la teología, en
el contexto de América Latina, no se explicitan las dimensiones liberadoras
de las realidades salvíficas afirmadas por la fe. La sistematización debe esta-
blecer el diálogo crítico y constructivo entre el núcleo salvífico de sentidos y
valores de la revelación y de la tradición eclesial con la matriz de cada con-
texto y, en América Latina, la realidad contínua, para exigir un proyecto de
liberación.
La especialización de la sistematización debe asumir todos los niveles
de la realidad humana: el nivel vital de las necesidades básicas; el nivel social
de las estructuras organizadas; el nivel cultural de sentidos y valores que
orientan la vida de ese grupo; y el nivel personal que toma en cuenta la
realización de cada sujeto como núcleo último y normativo de toda conviven-
cia social. En todos estos niveles se deben criticar sus aberraciones y desvia-
ciones, fortalecer sus conquistas y progresos y abrir nuevas perspectivas y
posibilidades, para tender siempre hacia la mayor autenticidad humana.
La época a la que la teología de la liberación se dirige es ésta, marcada
por la injusticia social, por la distancia cada vez mayor entre ricos y pobres y,
más aún, por la marginación y exclusión de millones de seres humanos. Tam-
bién hoy la teología de la liberación se encuentra desafiada por los trazos de
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una nueva cultura marcada por la vuelta a la subjetividad con el rescate de
otras dimensiones humanas que han quedado olvidadas o muy poco tenidas
en cuenta, como la afectividad con sus sentimientos, pasiones, etc., la valo-
ración de la libertad individual, el derecho de libre elección y lo cotidiano
como lugar de cambios sociales. Así mismo se asiste al aumento de la con-
ciencia sobre las cuestiones de género, raza, diversidad cultural y religiosa.
Esa nueva cultura presenta también sentidos y valores cuestionables que
merecen especial atención, como la universalización de la lógica de la ley
del valor («todo tiende a ser trasformado en mercancía»23), la relativización
de los valores y de las ideas (que convierte la tolerancia en relativismo), entre
otros.
La sistematización, por ser una mediación entre los valores religiosos y
cada cultura determinada, admite y promueve el pluralismo teológico. Éste
difiere del que se da en la especialización funcional del establecimiento de
las doctrinas porque no sólo admite el pluralismo por la diversidad de cultu-
ras sino también el pluralismo por la rica gama de expresiones y llaves
hermenéuticas de una afirmación de fe en una misma cultura.
La tarea sistemática implica la continuidad, el desarrollo y la revisión.
Con relación a la continuidad, ésta es posible por la estructura humana que
siempre tiende a la mayor autenticidad, por el don del amor que Dios conce-
de, por la permanencia de los dogmas, que siempre pueden llegar a ser
mejor comprendidos, y por la genuinidad de las realizaciones del pasado.
Este punto es lo que nos interesa considerar. Todas las realizaciones auténti-
cas del pasado fueron consolidando las adquisiciones del presente. Pueden
y deben ser mejoradas y ampliadas en contextos más ricos. Sin embargo, no
deben ser olvidadas por las realizaciones siguientes, bajo pena de quedar
mucho más pobres. La teología de la liberación debe considerarse en conti-
nuidad con los avances teológicos del pasado, precisamente por ser un paso
más allá en la capacidad humana de hablar sobre Dios. Pretender emprender
un camino independiente es exponerse a quedar sin fundamentos sólidos.
La sistematización de la teología de la liberación será mucho más rica en la
medida en que incorpore en ella todas las realizaciones válidas del pasado
que fueron abriendo camino a este momento histórico. Además de la conti-
23. Cfr., DE ANDRADE, PAULO FERNANDO, «Novos paradigmas e teologia latinoamericana», en:Teologia e novos paradigmas, Loyola, São Paulo, 1996, p. 53.
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nuidad, existe el desarrollo. La sistematización puede llegar a verdaderos
descubrimientos sea por el hecho de responder a una cultura diferente, a
nuevos desafíos culturales o a las diferenciaciones de conciencia. Estos des-
cubrimientos también pueden referirse a los resultados de la dialéctica: afir-
mar una verdad que en el pasado fue tenida como error, o viceversa.
Aunque el alcance de la sistematización sea de continuidad, desarrollo
o revisión, también tiene un carácter provisorio e inacabado. Ella siempre
debe permanecer abierta a nuevos descubrimientos y mejores desarrollos.
Debe mantener ese espíritu de contribución en un camino hecho por la suma
de muchos. Sólo esa capacidad de mantener sus contribuciones como hipó-
tesis puede garantizar su existencia y no estar condenada anticipadamente a
la sanción. La teología de la liberación ha aprendido en la propia experiencia
de persecución de muchos de sus representantes que la verdad sale a la luz
por la fuerza de la contribución provisoria, más que por la discordancia entre
juicios contrarios.
La sistematización es el paso previo a la comunicación. No se puede
comunicar algo que no se ha entendido. Pero ella no escapa de los errores.
Puede sistematizarse la incomprensión de la misma manera que la compren-
sión, y ella resultará igualmente atractiva para el número ordinariamente mayor
de quienes no entienden. Por eso esta especialización es indispensable a la
hora de querer llegar al punto final de la tarea teológica. Como ya dijimos, la
sistematización está efectivamente reservada a una élite: es difícil, como son
difíciles la matemática, la ciencia, la erudición, la filosofía. Pero vale la pena
enfrentar esa dificultad. Renunciar a la sistematización es quedar sin desa-
rrollar la exigencia sistemática de la intencionalidad humana, o desarrollarla
a partir de otras ciencias, pero no de la teología. La élite se refiere a la con-
ciencia diferenciada. No tiene otra connotación. Y el hecho de sólo desarro-
llar la exigencia sistemática en otras ciencias, por ejemplo, en la psicología o
en la sociología, no significa que esas contribuciones para la realización hu-
mana no sean importantes; pero es cuestionable la sustitución que puede
suceder, en el sentido de explicar la fe sólo en el nivel de esas ciencias que
no pueden alcanzar más que los límites de la realidad humana, sin aceptar la
posibilidad del encuentro con el trascendente.
El ser humano tiene a la sistematización porque tiende al entender. Si
la teología no realiza esa tarea, el ser humano buscará otras interpretaciones
de sí mismo, de su mundo y del sentido de su fe. Hoy asistimos a un surgi-
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miento de sistematizaciones sobre el sentido de la vida y del mundo. La
pregunta que surge es hasta qué punto esas sistematizaciones no están siendo
dadas en los parámetros de una conciencia indiferenciada. Nos referimos a
diversas corrientes de la denominada Nueva Era, al esoterismo, etc. Así se
mantendría la inautenticidad humana que es contraria a la conciencia inten-
cional -experimentar, entender, juzgar y decidir-, que tiende decisivamente a
la autenticidad.
Comunicar la Buena Nueva de la liberación
Sin ánimo de caer en términos utilitaristas, la pregunta clave de toda la tarea
teológica es sobre los frutos prácticos que ella va a ofrecer a los seres huma-
nos situados en una realidad específica. La especialización funcional de la
comunicación, como punto de llegada de esta tarea, tiene que dar esa res-
puesta.
Lonergan, al responder a la utilidad práctica de su trabajo, afirma que
ser práctico es hacer aquello que es inteligente:
¿Qué bien práctico puede venir de este libro (refiriéndose a Insight)? La respuestaes más directa de lo que podría esperarse. Pues insight es la fuente no sólo delconocimiento teórico sino también de todas sus aplicaciones prácticas y, cierta-mente, de toda actividad inteligente. Insight dentro de insight, pues, revelará quéactividad es inteligente, e insight dentro de oversights revelará que actividad noes inteligente. Pero ser práctico es hacer cosas inteligentes y ser impráctico esmantenerse haciendo desatinos. Se sigue que insight tanto dentro de insightcomo de oversight es la verdadera llave de la practicidad.24
Por eso no se puede pretender llegar a un resultado práctico en la
reflexión teológica sin la realización de un proceso metodológico que favo-
rezca la inteligencia y el juicio verdadero, en orden a optar por lo realmente
bueno y valioso, ya que no existe acción humana auténtica sin fidelidad a la
intencionalidad humana y sus preceptos trascendentales: sé atento, inteli-
gente, razonable, responsable, ama. Las especializaciones funcionales que
preceden la comunicación tienen ese objetivo y sin ellas la comunicación no
puede alcanzar sus fines. Al mismo tiempo, ellas quedaran estériles si no
llegan a esta última especialización. El fruto de la tarea teológica es comuni-
car los significados y valores de la revelación y de la tradición eclesial actua-
lizados e inculturados en la realidad a la que se dirigen.
24. LONERGAN, B., Insight. A Study of Human Understanding, Longmans. Green and Co Ltd,New York, 1957, pp. XIII-XIV.
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En primer lugar, en el nivel de la comunicación del mensaje, la teolo-
gía de la liberación ha sido capaz de comunicar la buena noticia de la libera-
ción. Si en los inicios de esta teología se proclamó que la realidad de Améri-
ca Latina necesitaba de liberación, en estos tiempos actuales se exige con
mayor urgencia. Pero ese mensaje siempre incomoda a los poderosos. Por
eso es desafío permanente para la teología de la liberación mantener su voz
profética, su mensaje liberador, aun cuando los oyentes, la mayoría de las
veces, prefieran un mensaje que justifique sus propios intereses.
En segundo lugar, la teología de la liberación, al mostrar que se funda-
menta en la realidad social, trabaja esa realidad a la luz de la fe y vuelve a
ella para trasformarla, está manteniendo la autenticidad del dinamismo de la
conciencia intencional trabajado por Lonergan. En efecto, es mérito de esta
teología enfatizar que no basta conocer la realidad, sino que es necesario
trasformarla. La obra de Lonergan tiene el peligro de quedar reducida a una
teoría que, reconociéndose importante, nunca se aplique verdaderamente.
En tercer lugar, la importancia dada por Lonergan a las comunidades
como gestoras de cambios sociales, fue realizada efectivamente por la teolo-
gía de la liberación. Las comunidades eclesiales de base han sido, de hecho,
ese medio insustituible en que se ha dado la conversión religiosa, moral e
intelectual de tantos fieles, como de tantos teólogos. Hoy existe el desafío
de fortalecerlas y continuar promoviéndolas. La teología de la liberación, si
quiere ser eficaz en la trasformación social, tendrá que favorecer la constitu-
ción de comunidades que, en opción por los pobres, promuevan los valores
de la solidaridad y el amor redentor que se entrega por los otros.
El método teológico propuesto por Lonergan, en su característica de
modelo, abre las posibilidades de una espiral siempre en avance, para partir
de los nuevos datos puestos en cada momento histórico y contexto cultural y
actualizar significativamente el mensaje liberador de la revelación. Hacer
una teología en favor de los empobrecidos será fruto de un empeño común,
en el cual se suman esfuerzos y se apelan contínuamente a la autenticidad
humana y evangélica de nuestro ser teólogos y personas de fe.
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