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331González López Zooly.
Reporte de lectura del libro La habitación de la torre: 13 cuentos de fantasmas
Este texto contiene el reporte de lectura, hecho del libro La habitación de la torre: 13 cuentos
de fantasmas, de sus primeros once cuentos; los cuales tratan de las sorprendentes y terroríficas
historias que según el narrador nos cuenta él mismo las vivió o se enteró de ellas. Este autor
nos empieza por relatar historias de su vida mas próxima, pero conforme va transcurriendo su
narración nos lleva hasta su niñez y diferentes pasajes de su vida para poder darnos una extensa
y característica perspectiva de los acontecimientos ficticios que vivió o fue enterado de ellos;
estos cuentos son narrados de una manera muy descriptiva y extensa.
El narrador comienza por darnos una pequeña introducción acerca de cómo es que lo
que nos sucede en los sueños, son hechos que ya pasaron, pero que sólo guardan en un plano
espiritual para convertirse en reales en el plano material; pues también cree que las personas se
pueden sugestionar al creer en eventos sobrenaturales, pero que hay cosas que ni él mismo se
puede dar una explicación que satisfaga lo que siente en sus sueños y en periodo de vigilia.
El primer cuento se titula La habitación de la torre; en donde nos narra cómo es que
desde hacia tiempo no concebía un sueño recurrente que había tenido durante quince años desde
que tenía dieciséis años de edad. En este sueño él se encontraba en una casa de ladrillos, en
donde el sirviente lo dirigió a una reunión de té en el jardín, a través de paneles y una chimenea;
al llegar se encontraba con un ex compañero de escuela de nombre Jack Stone, este lo llevó
desde el caluroso jardín hasta una pared de hierro que se encontraba en otra de ladrillos, en
donde se pusieron a descansar; ahí es donde vio una torre antigua e inclinada de tres pisos que le
pareció interesante.
Al poco tiempo Mrs. Stone le diría una frase que marcaría su vida, “Jack te mostrará tu
cuarto: yo te di el cuarto en la torre” (Benson, 2009, p.3). Esto le hizo sentir un miedo profundo
aunque no conociera dicha habitación, además de estar confuso mayormente por el interés sobre
lo que aguardaba en aquella habitación en la torre; pues también la actitud de Jack Stone fue
extraña, ya que de inmediato se dirigió hacia la torre y en silencio indicando que nuestro
narrador lo tenía que seguir. Entonces llegaban a la estancia en donde tenía sensaciones mucho
más horripilantes que al pasar de los años se hacían cada vez peores y sólo cambiaban unos
cuantos aspectos del sueño; como el que después de seis meses de no tener el sueño se presentó;
porque además de transcurrir el tiempo real en su sueño, también los personajes cambiaban de
aspecto, unos se casaban y morían como Julia Stone quién ahora ya siendo Jack Stone un adulto
tenía un sepulcro en la pared ya mencionada de ladrillos que decía “En maldita memoria de
Julia Stone” (Benson, 2009, p.4). Así como se presentaron aromas pestilentes y distintos
momentos que cambiaban continuamente en el sueño.
Un día ya siendo un adulto nos cuenta que viajó a Londres en su vida real, en donde
llegó a la casa de su amigo Jonh Clinton, quien lo dirigió a una mesa de té, en el jardín del
lugar, desde donde se percató de la existencia de una torre y lugares como los de su sueño; por
lo cual todo el tiempo estuvo esperando a que sucediera algo extraño, lo cual ocurrió, pues Mrs.
Clinton le dijo: “Jack te mostrará tu cuarto: te di el cuarto de la torre” (Benson, 2009, p.6). Esto
le causó más interés por lo que accedió a ir. En su recámara se encontraba un autorretrato de
Julia Stone que le parecía maligno así que prefrió que Jonh le ayudara a llevarlo fuera de la
recámara junto con un sirviente y al hacerlo las manos de los tres se mancharon de sangre; sin
embargo al poco tiempo se dieron cuenta de que ninguno de ellos se había herido con el pesado
cuadro.
Entonces al llegar la hora de dormir, con una terrible tormenta fuera, se sentía
demasiado asustado por lo que intentó tocar con su mano el espacio vacío en el que se
encontraba el retrato; pero escuchó algo, por lo que se levantó, y con la luz de un relámpago
pudo ver de nuevo el retrato de Julia Stone frente a él; después sintió que algo lo tocaba y la
respiración de alguien en su cuello; salió corriendo del cuarto y se lo contó a Jonh Clinton, pero
no pudieron encontrar una explicación a esa aparición ni a la mancha de sangre que reposaba
sobre su hombro. Después se supo que Julia se había suicidado en esa habitación, que su cuerpo
había sido desenterrado y el ataúd había sido hallado lleno de sangre.
El segundo cuento se titula Ningún pájaro canta, en donde el narrador nos cuenta que se
hallaba visitando a otro amigo de nombre Hugh Granger y a su esposa Daisy. Ellos vivían muy
cerca de un bosque, por el que tuvo que cruzar nuestro narrador para llegar a la casa de los
Granger; pero en su camino nunca escuchó a los pájaros cantar, ni vio a ningún animal, sólo
pudo escuchar un tenebroso y pesado ruido que provenía de la oscuridad del bosque. Así que
mientras Daisy se fue de compras a la ciudad, Hugh junto con él se internaron en el bosque sin
los perros, pues estos estaban muy atemorizados. Ya dentro se dispusieron a separarse uno del
otro cincuenta metros con sus escopetas, y lograron encontrar lo que buscaban, una gran oruga
gris y brillante que trató se succionar la sangre de nuestro narrador, pero fue evitado por su
amigo Hugo Granger, entonces se quedaron mirando a la extraña criatura que yacía muerta en el
piso por los disparos que le propiciaron; después de unos momentos sólo era un montículo de
líquido viscoso.
Los dos amigos regresaron a casa y mostraron a Daisy (quien nunca se atrevía a entrar
en el bosque), que ahora los rayos del sol entraban, los pájaros anidaban y que volvía la vida al
bosque, pues sabían que habían destruido el origen de extraño repudio hacia el; además los
perros de los Granger también se dispusieron a entrar.
El tercer cuento se llama Alfred Wadham el ahorcado, en donde nos habla el narrador
sobre la interesante, pero a la vez extraña historia que el padre Denys Hanbuky le contó,
mientras debatían sobre la posibilidad de que los muertos pudieran comunicarse a través de los
vivos; por lo que el padre Denys le replicaba su pensamiento de que sólo se trataba de demonios
que adquirían la personalidad de la persona fallecida para lograr entablar supuestas confesiones
de ellos hacia las vivas.
Por cual le contó que un día, culparon a un sirviente llamado Alfred Wadham, de la
muerte de su amo Gerald Selfe, quien había estado siendo extorsionado por el mismo Alfred
sobre que sostenía una relación con una mujer casada, por lo cual se pensó se inmediato que él
había sido el causante de la muerte de Selfe, pues además un vaso estaba teñido de sangre en la
habitación del sirviente. A pesar de que ya había sido condenado a muerte, él seguía diciendo
que era inocente y el padre Hanbuky era el encargado de darle los sacramentos; pero esto sólo
era posible si Wadham se arrepentía, cosa que el padre Denys nunca logró que hiciera.
Pero un día le llegó una visita, era Horace Kennion, quien quería verlo para confesarle
que él había sido el verdadero asesino de Selfe, pues lo había matado en un momento de ira,
porque lo había acusado de hacer trampa tras una noche de juego en la que Kennion había
ganado. Este no quiso confesarlo ante la policía, y aunque el padre sabía la verdad él tampoco
podía contarla, pues no podía romper el secreto de confesión; por lo que acudió a Alfred para
decirle que sabía la verdad, pero que no había encontrado la manera de ayudarlo y este fue
ahorcado. Después de eso el espíritu del joven sirviente siempre se le aparecía; incluso lo iba a
hacer esa misma noche en que esta relatando tan extraños sucesos por lo que le pidió a nuestro
narrador que se retirara, pero este no accedió y los dos presenciaron la llegada de un malévolo
ser que no pertenecía a ese mundo.
Se trataba de Wadham quien en un principio no pudo ser visto mas que por el padre,
pero después los dos estaban observando, entones el padre Denys le dijo que se fuera y logró
que lo hiciera, demostrándole al narrador que lo que habían presenciado era sólo un demonio
habitando el cuerpo del un alma que ya estaba descansando.
El cuento número cuatro es En el metro, en donde nos narra cómo el espacio y el tiempo
espiritual así como real, se relacionan en cierto punto, por el cual somos capaces de ver sólo
muy pocas personas; pues era la idea que tenía Anthony Carling; quien para demostrarle que no
existía el tiempo y que sólo es relativo, paró el reloj de la habitación en donde estaban y le contó
una escalofriante historia que él había vivido.
Esta historia empezó cuando tuvo que tomar el metro, y en su vagón sólo estaban otro
hombre y él, de pronto al dirigirse a la siguiente estación esa persona había desaparecido.
Carling no le había tomado gran importancia hasta que un día fue a almorzar con su vecina, la
señora Stanley; al mismo tiempo ella le presentó a Sir Henry Payle, quien con sólo voltear,
Anthony lo había reconocido, pues era el hombre en su vagón; pero este no lo reconoció a él.
Después Carling se encontraba a la misma hora en los vagones del metro, pero ahora vio
a Henry pedirle ayuda y al no obtenerla se suicidó saltando frente a un tren en movimiento;
Anthony se conmocionó, pero nadie había presenciado tal suicidio y para no provocarlo, no
quiso contar lo que vio. Al poco tiempo supo que Payle tenía problemas con su esposa, pues la
había querido estrangular y ocurrió su suicidio. Entonces mientras Carling lo contaba, él y el
narrador sufrieron la aparición de Henry con una mirada aterradora y una gran herida en el
pecho por donde le había pasado la llanta del tren; sólo quería que le enviaran un mensaje a su
esposa, pues estaba arrepentido.
El cuento número cinco se llama Orugas, que trata sobre el viaje que hizo el narrador de
estos cuentos a Villa Cascana, una casa que se hallaba en la Riviera Italiana. En esa casa fue
instalado por Jim Stanley y su esposa en una habitación del primer piso, pues otro cuarto que se
encontraba vacío, así tenía que permanecer siempre. En esa casa también residió un pintor de
nombre, Arthur Inglis. El narrador nos cuenta que él visitó por casualidad la habitación
prohibida al parecerle extraño un brillo que salía de ella; su sorpresa fue al encontrarse con
cientos de orugas de color entre amarillo y gris que tenían un brillo peculiar; pero no les quiso
tomar mucha importancia por lo que se fue a dormir.
Al día siguiente dando un paseo por los alrededores con Arthur, se encontraron con una
pequeña oruga exactamente igual a las que se le habían presentado la noche anterior; pero Inglis
la pisó. Y cuando se disponían a dormir de nuevo en Villa Cascana, nuestro narrador se percató
de que todas las orugas se estaban dirigiendo desde el cuarto deshabitado hacia el de Inglis; pero
para cuando pudo entrar ya le habían succionado toda la sangre y sólo quedaba un saco de
huesos.
En el sexto cuento de nombre Cómo desapareció el miedo de la galería alargada, nos
relatan la historia de la casa llamada Church-Peveril, que había sido constantemente visitado
desde hacia mucho tiempo por los miembros de la familia que ya habían fallecido. Pero todos
los habitantes del lugar no tenían ningún impedimento al ver a los fantasmas divagar por los
alrededores, sólo le tenían miedo a dos particulares apariciones. Eran las de dos gemelos que
habían muerto a manos de Dick Peveril, el hermanos del amo de la casa, Joseph Peveril, quien
después de la muerte de su hermano por la ambición a su fortuna, asesinó a sus dos sobrinos
pequeños, arrojándolos al fuego de una gran habitación que tenía chimenea; era la galería, a
donde nadie quería, ni debía de entrar durante la noche, pues cualquiera que viera a los gemelos
moriría.
Esto lo creían porque otras personas como, la Señora Caning, quien se había burlado del
espectro de los gemelos un día que los vio, murió de forma trágica y desagradable. Pero un día
Madge Dlrymple había tenido un accidente por lo que se quedó dormida en la galería hasta altas
horas de la noche, por lo cual tuvo un encuentro con los pequeños; pero ella no se burló de
ellos, mejor les habló y les dijo que sentía pena por ellos; con esto los niños se marcharon sin
dejar la maldición en ella y todo miedo desapareció desde ese día, pues los niños eran
amigables.
El siguiente cuento y número siete es, La viña de Navot, en donde se suscitaron varios
hechos, ya que Ralph Hatchard un excelente abogado sólo había fallado en uno de sus juicios,
en donde un hombre inocente de nombre Thomas Wraxton fue sentenciado a siete años de
cárcel por malversación y uso indebido del dinero de uno de sus clientes.
Ralph habiendo olvidado ya eso, se retiro a Scarling; pero ahí siempre hubo una casa
que le interesaba mucho; sin embargo, era de una señora que no se veía con intenciones que
venta y su marido aún no regresaba. Después de un tiempo se enteró que el esposo de la Señora
Pringle era el Señor Wraxton, quién ahora era el Señor Pringle. Hatchard logró que le vendieran
la casa con tal de no revelar sus identidades.
El hermano de Ralph se fue a vivir con él una temporada y un día después de muchas
apariciones que tuvo el Señor Pringle en esa casa (pues al parecer había muerto), el hermano de
Hatchard lo vio entrar a la habitación de este y al entrar después de oír muchos gritos encontró a
su hermano muerto sobre la cama, con una mirada de terror.
En el cuento número ocho de título El cobrador del autobús, un amigo del narrador de
estos cuentos ya conocido por sus lectores y él, llegaron a pasar una temporada en una casa en
la ciudad. Este amigo era Hugh Grainger, quien después de cenar visualizó fuera de la puerta de
la casa un coche fúnebre que era conducido por un temible conductor de botas y gran capa; pero
lo que le causó miedo es que al asomarse por la ventana el conductor le señalo con una mirada
siniestra y apuntando hacia la carroza, que todavía había un lugar.
Después quedó muy impactado, pero sólo lo tomó como una pesadilla. Y en otra visita
que él hizo a la ciudad, estaba por subir a un autobús cuando un hombre con la misma
vestimenta y descripción que la persona vista por él, tenía. Por lo que le entró un gran miedo, y
sucedió lo que se esperaba, pues el conductor le hizo de nuevo una seña que indicaba que
todavía había lugar para él. Como era de esperarse Hugh huyó; al poco tiempo se enteró que el
autobús había tenido un accidente y que todos murieron.
El noveno cuento es El jardinero, en donde de nuevo el narrador visitó a Hugo Grainger
y a su esposa, en una casa que se encontraba muy cerca de una pequeña cabaña que todos
pensaban abandonada, pero que para nuestro narrador no era así, entonces se dispuso a buscar
en ella; sin embargo, no encontró nada. Un día él y su amigo salieron en busca de un hombre
que se hallaba fuera de la casa, pero no encontraron a nadie; sin embargo, nuestro narrador
sintió como si alguien invisible hubiera entrado en la casa y decidieron no contarle nada de eso
a la esposa de Hugh; aunque no era muy fácil ocultarle las cosas, porque al final ella notaba lo
entraño que se comportaba su esposo y descubrió lo que pasaba.
Fue que en esa casa un jardinero hace ya mucho tiempo vivió ahí por alguna temporada
con su esposa para cuidar la casa; pero en un ataque de celos la asesino y ahora merodeaba por
ahí buscándola; por lo cual al estar en su búsqueda se les presentó a los habitantes de la casa, y
al no encontrar a su amada se retiró.
El siguiente título que es el número diez es Negotium Perambulans, el cual era el
nombre de un espantoso ser que absorbía la sangre de las personas, esta criatura era como una
gran oruga que siempre asesinaba a las personas que vivieran en una pequeña casa que se
encontraba cerca de donde nuestro narrador había crecido. Cuando este regresó a su hogar ya
siendo un adulto, se encontró con la noticia de que un hombre alcohólico y que temía a la
oscuridad había muerto, por la temible criatura; ahora sólo era de esperar que una de sus amigos
de la infancia que ahora vivía en la misma casa del Sr. Dooliss (el alcohólico), corriera con la
misma suerte, y así fue.
Pues Jonh Evans una tarde que ya casi era cubierta totalmente por la oscuridad, se
apresuró a llegar a su casa para encender las velas; sin embargo por el temor que sentía no pudo
hacerlo y la criatura entró a su casa succionándolo de la misma forma que lo hizo con el Sr.
Dooliss.
El número once y último cuento que leí se titula El rostro, pues una mujer llamada
Hester Ward desde niña tenía una extraña pesadilla en la que se encontraba cerca de la playa y
con una iglesia frente a ella, en donde también había una lápida; sin embargo aunque nunca
pasaba nada, le aterrorizaba. Cuando llegó a ser adulta lo volvió a experimentar y su esposo
Dick en desesperación por lo que le pasaba la llevó al médico, quien le recetó irse sólo ella de
vacaciones, para no estar sometida a tanto estrés; pues también vio un rostro nuevo en su sueño
que se le presentó en la vida real, mirándolo en un cuadro en Walton Gallery con el nombre de
Roger Wyburg. Ella se dirigió hacia Rushton, sin saber lo que le esperaba.
Pues en un paseo que hizo por el lugar, se encontró con el mismo escenario de sus
sueños; más no había ningún rostro presente, aún así se fue corriendo y llamó a su esposo para
que la rescatara de ese horrible lugar antes de irse a dormir. Cuando llegó Dick le dijeron que un
hombre extraño se había llevado a su esposa. Fueron en su búsqueda, pero nunca la pudieron
encontrar.
Estos cuentos dan muestra de la amplia imaginación e ideología del autor, que relaciona
los sucesos que a cada persona le ocurren en sus más íntimos sueños, con hechos
verdaderos que jamás hubieran querido presenciar, en su vida real.Benson. (2009). La habitación de la torre: 13 cuentos de fantasmas. [Versión de
Librodot.com]. Recuperado de http://www.librod ot.com/searchresult_author.php?autho rName=Benson%2C+E.+F. el 3 de noviembre de 2011.