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LANGEWIESCHE, Dieter, La época del Es- ta do-Nación en Europa, Valencia, PUV, 2012, 183 pp. Edición a cargo de Jesús Millán y María Cruz Romeo. El profesor alemán de origen austriaco Dieter Langewiesche, autor de una densa y dilatada obra historiográfica que le ha merecido importantes reco- nocimientos en su país, pero insufi- cientemente conocida en el nuestro, es el autor de este interesante libro, edi- tado por Jesús Millán García-Varela (que ha vertido también el texto al castellano de una manera muy escru- pulosa), y María Cruz Romeo Mateo, quienes ya habían asumido esa misma tarea en la publicación de otra obra coordinada por Langewiesche y Heinz-Gerhard Haupt (Nación y reli- gión en Europa. Sociedades multiconfe- sionales en los siglos XIX y XX, Zara - goza, Institución Fernando el Católi - co, 2010). Su interés por dar a conocer a los lectores españoles la obra del antiguo profesor de Tubinga y exrec- tor de la Universidad de Erfurt se explica seguramente por su identifi- cación con los enfoques que hace de cuestiones como el desarrollo de la nación o los efectos del liberalismo, que a su juicio, como señalan en la introducción, “pueden ser un estímu- lo para rescatar otras trayectorias o posibilidades que, tan a menudo, se han dado por inexistentes, en virtud de la inercia de fórmulas estructura- listas o, simplemente, fruto de una có - moda simplificación histórica” (p. 22). El libro recoge ocho trabajos de Langewiesche, fechados en su mayor parte en la primera década del siglo XXI y que proceden de revistas, o de su libro, publicado en 2008, Reich, Nation, Föderation. Deutschland und Europa (Verlag C. H. Beck, Múnich) que, de manera recurrente, vuelven sobre dos temas dominantes, muy en - trelazados a su vez en su argumenta- ción, como son el Estado-nación y el liberalismo, si bien tienen cabida asi- mismo otros sujetos históricos rele- vantes como la religión, la monarquía o el marxismo. Respecto del primero de los temas, el autor lo aborda en al menos cuatro de los capítulos de esta obra, por ejemplo, desde la perspec- Pasado y Memoria. Revista de Historia Contemporánea, 12, 2013, pp. 205-239 DOI: 10.14198/PASADO 2013.12.08 RESEÑAS DE LIBROS / REVIEWS

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LANGEWIESCHE, Dieter, La época del Es -ta do-Nación en Europa, Valencia,PUV, 2012, 183 pp. Edición acargo de Jesús Millán y María CruzRomeo.

El profesor alemán de origen austriacoDieter Langewiesche, autor de unadensa y dilatada obra historiográficaque le ha merecido importantes reco-nocimientos en su país, pero insufi-cientemente conocida en el nuestro, esel autor de este interesante libro, edi-tado por Jesús Millán García-Varela(que ha vertido también el texto alcastellano de una manera muy escru-pulosa), y María Cruz Romeo Mateo,quienes ya habían asumido esa mismatarea en la publicación de otra obracoordinada por Langewiesche yHeinz-Gerhard Haupt (Nación y reli-gión en Europa. Sociedades multiconfe-sionales en los siglos XIX y XX, Zara -goza, Institución Fernando el Católi -co, 2010). Su interés por dar a conocera los lectores españoles la obra delantiguo profesor de Tubinga y exrec-tor de la Universidad de Erfurt seexplica seguramente por su identifi-

cación con los enfoques que hace decuestiones como el desarrollo de lanación o los efectos del liberalismo,que a su juicio, como señalan en laintroducción, “pueden ser un estímu-lo para rescatar otras trayectorias oposibilidades que, tan a menudo, sehan dado por inexistentes, en virtudde la inercia de fórmulas estructura-listas o, simplemente, fruto de una có -moda simplificación histórica” (p. 22).

El libro recoge ocho trabajos deLangewiesche, fechados en su mayorparte en la primera década del sigloXXI y que proceden de revistas, o desu libro, publicado en 2008, Reich,Nation, Föderation. Deutschland undEuropa (Verlag C. H. Beck, Múnich)que, de manera recurrente, vuelvensobre dos temas dominantes, muy en -trelazados a su vez en su argumenta-ción, como son el Estado-nación y elliberalismo, si bien tienen cabida asi-mismo otros sujetos históricos rele-vantes como la religión, la monarquíao el marxismo. Respecto del primerode los temas, el autor lo aborda en almenos cuatro de los capítulos de estaobra, por ejemplo, desde la perspec-

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tiva de los diferentes modelos deEstado-nación en la Europa de lossiglos XIX y XX (pp. 25-38), modelosque remiten a la constatación de queel Estado nacional fue una creacióneuropea que, a lo largo del siglo XIXse impuso en todo el mundo, en detri-mento de los Estados multinaciona-les, como la monarquía de los Habs -burgo, que con crecientes dificulta-des lograron sobrevivir hasta la con-clusión de la I Guerra Mundial. Lange -wiesche distingue tres modelos deEstados nacionales: el transformado,que a través de la violencia y a lo largode un dilatado periodo de tiempo, in -corporó otros centros competidores depoder político (sería el caso de Fran -cia, pero también de Suecia, de GranBretaña o de España); el unificado y elsecesionista que remiten a procesosmás recientes, desde el siglo XIX enadelante y que condujeron, en el pri-mer caso, a la unión de Estados quese consideraban como integrantes deuna misma nación o, por el contrario,a la fragmentación de otros constitui-dos por diversas naciones.

Una temática que aborda desdeotra perspectiva, más conectada conlos problemas actuales de diseño de laconstrucción europea, como es la dela estructura interna del Estado-nación, ya sea como una estructuracentralista, que exigía la homogenei-zación lingüística o cultural, o fede-ral, donde distingue dos modelos, elfracasado de la ya mencionada mo -narquía de los Habsburgo (lo que no

quita para que revistan gran interéspropuestas de reforma como las queformularon los austromarxistas de“Estado federal de nacionalidades”),o el más exitoso del Estado-naciónfederal, representado por Suiza oAlemania, inspirado en la idea de lanación federal y que se habría concre-tado en un Estado nacional organiza-do internamente de un modo com-pletamente federal, un modelo quelleva al autor a trasladar sus reflexio-nes a la construcción europea, que asu juicio puede lograr torcer la tradi-ción histórica –que está en el origende los modernos Estados naciona-les–, de una concentración de podersiempre en aumento, en lugar de sureparto federal con otros Estados.

El concepto, tan popularizado enla historiografía de la “Invención dela nación”, en gran medida originadoen el libro Imagined communities, deBenedict Anderson, le da pie a Lan -ge wiesche a emprender una muy ins-tructiva reflexión (pp. 39-58), entorno a la deriva deconstructiva, oreductivamente cultural que ha pues-to en marcha y que, llevada al extre-mo, conduciría a disolver la historiaen una multitud de historias, en lugarde propiciar la “unidad de lo diferen-te”. El autor, sin embargo, no cues-tiona en principio la validez de la tesisde Anderson, el enfoque de la nacióno del Estado-nación como productosculturales que, en definitiva, denotanque se trata de creaciones históricas,con un principio y, posiblemente tam-

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bién, con un final; todo lo cual noconstituye en sí mismo una novedad,pues se sabía hace mucho tiempo.Pero se preocupa de subrayar, toman-do como referencia a Ernest Renan yElías Canetti que la nación es, efecti-vamente, una construcción sociocul-tural, pero dentro del edificio obliga-do de la historia. La referencia a estosdos autores no es inocua ya que am -bos, si bien ponen en el centro de susreflexiones lo construido, lo imagina-do de la nación, consideran que eso vaunido a unos supuestos, de carácterhistórico, que no están al arbitrio dequienes definen la nación. Ocupán -dose por ejemplo de Renan, recuerdaque este autor, al mismo tiempo quedefine a la nación con la conocidafórmula de un “plebiscito diario quese repite todos los días”, también afir-ma que toda nación vive del “patri-monio común de una rica herencia derecuerdos”, del deseo de aceptar esaherencia y de continuar viviendo jun-tos. Lo que Langewiesche interpretacomo que el sí a la nación lo enunciacada individuo a partir de una tradi-ción que Renan construye como unedificio histórico que no se puedeabandonar fácilmente y sólo difícil-mente puede cambiarse. Como pon-dría de manifiesto el caso de Alema -nia a partir de 1871, y donde, pese aque el nuevo Reich se fundó contra latradición del antiguo, inventar lanación habría significado en realidadque “la historia se viste de nuevo,pero a partir del ropero de Estado”.

Partiendo en este caso de lasaportaciones de autores especialmen-te influyentes sobre las naciones y elnacionalismo, como el ya citado An -derson, Ernest Gellner o AnthonySmith, que propician comparacionesgeneralizadoras sobre estos fenóme-nos, el autor se pregunta (pp. 59-74),por qué la idea de nación ha podido,desde el siglo XIX lograr un caráctertan vinculante y qué ventajas y reali-zaciones promete, unas preguntas quese propone responder recurriendo alconcepto de comunidad de recursos quese traduciría en que la nación prome-te siempre, a quien es reconocidocomo parte de ella, unas oportunida-des de participación justas en lo que esproducido colectivamente, ya sea enel plano político, social, económico ocultural, y aquí despliega Lange wies -che los diferentes rostros de la nación,algunos amables, otros bastante me -nos, en tanto que comunidad dedefensa y comunidad de poder; co -mu nidad jurídica y política; comuni-dad de cultura, solidaridad y entor-no; comunidad para la competencia yla productividad o, en fin, comunidadde sufrimiento o de sacrificio, queestaría ligada históricamente a laexperiencia de que el surgimiento detodas las naciones se ha basado en laguerra, una tesis central en este libroque guarda una gran relación con otrode sus capítulos, el titulado “El nacio - nalismo como deber de intolerancia”(pp. 101-117). Este despliegue suce-sivo, que no deja de responder a lo

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que Canetti define como el principalrasgo del siglo XX, de la época de lasmasas, que consistiría en el “furor poraumentar”, le conduce a reflexionarsobre la novedad que supone laUnión Europea en tanto que corteimportante dentro del laboratorionacional de Europa, con su faceta decomunidad de lucha que han exhibidohistóricamente los Estados-nación enel continente.

Nación y religión en Europa cons -tituye otro de los capítulos de estelibro (pp. 75-100) en el que se abor-da, teniendo bastante en cuenta datosy problemas que se plantean en laUnión Europea, así en su no culmi-nado proceso constituyente, la com-plejidad de las relaciones entre ambosconceptos (de cercanía, de subordi-nación, de conflicto, si bien, comonorma general, no se dio una relaciónde hostilidad entre ambos), como tratade explicar el autor por medio delestudio del nacionalismo en los pue-blos escogidos o de las naciones sagra-das (expresiones que toma de ConorC. O’Brien), de la peculiar relaciónentre judaísmo y nación, debido a laexistencia transnacional de la comu-nidad judía, o del Islam y nación enEuropa. Una complejidad que enbuena medida proviene de la recla-mación, por parte de ambos, de hacer-se competentes para determinar losvalores últimos de los individuos yque, a su juicio, solo puede analizarseadecuadamente historificando dichasrelaciones ya que, pese a que a los

nacionalistas o a los creyentes en unareligión puedan parecerles dimensio-nes supratemporales, ambas nocionesse desarrollaron como fenómenoshistóricos. Concluye, de todos modos,tomando como ejemplo el caso de lanación británica, configurada en muyestrecha relación con el protestantis-mo, que la mejor manera de captar lasrelaciones entre nación y religión escuando se observan sus combinacionesen campos de actuación concretos.

La monarquía en el siglo de lanación burguesa, esto es, en el sigloXIX (pp. 121-132) es otro de los temasabordados por el autor. Un texto enel que se advierte muy bien su volun-tad de rescatar otras trayectorias oposibilidades históricas sepultadaspor la tendencia a la simplificación opor el éxito de determinadas fórmu-las, como la del estado-nación centra-lizado (de nuevo el caso de Alemaniaa partir de 1871 le parece paradigmá-tico en ese sentido, ya que el Reich seorganizó internamente en un sentidofederal y los antiguos príncipes terri-toriales sobrevivieron hasta la derro-ta en la I Guerra Mundial). En todocaso, el autor llama la atención sobrela paradoja que ofrece la historia delsiglo XIX en Europa, consistente enque la monarquía, el principal símbo-lo de la tradición, del antiguo régimen,no solo lograra sobrevivir a la oleadarevolucionaria iniciada en Francia en1789, sino que se convirtió en la ins-titución dominante en todo el conti-nente, con las únicas excepciones de

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Suiza y de Francia. De modo que elsiglo burgués, el siglo de la nación ydel Estado nacional, fue también elsiglo de la monarquía. En dicha super-vivencia influyó mucho su capacidadde adaptación, de entrar en simbiosiscon la nación de ciudadanos –acep-tando la tendencia al fortalecimientodel Parlamento–, y con la cultura deprogreso prevaleciente en aquellacenturia. Dicha simbiosis tuvo su pun -to más candente en el ámbito bélico,y esto explica que la milicia siguierasiendo el dominio privilegiado de larealeza. Pero, más en el fondo de lascosas, la capacidad de pervivencia dela institución se explicaría por sucapacidad para salvar el corte produ-cido por la Revolución, erigiéndoseen el vínculo más importante entre lavieja y la nueva Europa.

“El liberalismo, hoy, una perspec-tiva histórica” (pp. 133-159), consti-tuye una de las aportaciones más inte-resantes del libro y una de las que sepueden extraer enseñanzas más úti-les para un replanteamiento del enfo-que del primer liberalismo español,muy acorde con los intereses intelec-tuales de los editores, J. Millán y Mª.C. Romeo. Langewiesche parte de for-mularles una serie de cuestiones aprominentes pensadores contempo-ráneos sobre qué cosa sea el liberalis-mo y qué respuestas ofrece a los retosdel presente y, sobre todo, si las visio-nes liberales del mundo que encierranlas experiencias históricas de los dosúltimos siglos, siguen teniendo algo

que ofrecer a los ciudadanos. Paraello interroga a cuatro testigos, comoson el controvertido Francis Fukuya -ma, el filósofo norteamericano delderecho, Bruce Ackerman, el estu-dioso y político germano-británicoRalph Dahrendorf y el filósofo JohnRawls, siempre teniendo en cuenta,como se cuida muy bien de puntuali-zar, que lo que pretende esclarecer sonlas tareas del liberalismo actual, no delos partidos que se apellidan liberales.

De su examen se desprenden unosanálisis y propuestas que tienen pocoque ver con lo que convencionalmen-te se suele presentar como neolibera-lismo o con una simbiosis acrítica conla economía del laissez-faire. Así, porejemplo, para Ackerman su ideal libe-ral, consistente en “una igualdadexen ta de dominación”, solo seríaposible en una economía que impidalos fallos del mercado bajo la formade extrema desigualdad social y en -venenamiento del medio ambiente,gracias al establecimiento de directri-ces estructurales por parte de un“Estado liberal-activo”. Dahrendorf,por su lado, no propugna la terapianeoliberal que suele dictar el libera-lismo de partido, y aún considerandocaduco el Estado social, envejecidopor la burocracia, plantea más bien lanecesidad de transformarlo y en cier-to modo, de preservar algunos de suslogros, equilibrando la responsabili-dad social y la individual si bien sugran proyecto de futuro sería la socie-dad civil en la que se regularían, a

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una escala internacional, los derechossociales sobre los bienes producidossocialmente. Todo ello se liga, en otraparte del capítulo, y siguiendo muyde cerca al sociólogo francés RobertCastel, a las consideraciones que haceLangewiesche sobre la cuestión socialen la actualidad y el silencio del libe-ralismo de partido.

Pero si el trabajo pretendía exa-minar la vigencia del liberalismo re -curriendo a una perspectiva histórica,el autor retrocede a la primera mitaddel XIX, cuando dicha ideologíadevino en sinónimo político del idealde la sociedad de ciudadanos en cuyonúcleo se situaba la voluntad de pre-servar la libertad de decidir del indi-viduo, puesto que siempre, para elliberalismo, lo colectivo debe desituarse por detrás del individuo. Esinteresante lo que señala acerca de queel liberalismo “no surgió en absolutocomo el profeta de la economía delibre de mercado” y del capitalismoindustrial ya que la sociedad ideal delos primeros liberales se encaminabamás bien hacia una sociedad de fortu-nas medias e independientes; o acercade la asunción de crecientes respon-sabilidades sociales, en el ámbito local(alemán), por parte del nuevo libera-lismo, en las últimas décadas del sigloXIX, tratando con ello de adaptar suimagen ideal de la sociedad de ciuda-danos a las condiciones de la modernasociedad industrial (se trataría de una“política social sin Estado”, debido asu carácter estrictamente municipal).

En todo caso esta ligazón entre laexperiencia histórica liberal y los plan-teamientos y respuestas de los emi-nentes pensadores a los que ha recurri-do le llevan a afirmar que el liberalis-mo, en tanto que norma de actualidadpolítica y como modelo social –y noreduciéndolo, sin más, a democraciapolítica más libertad de mercado–,sigue siendo actual (p. 153).

El capítulo concluye con unasreflexiones muy pertinentes sobre larelación tan estrecha entre liberalis-mo y nación que propició la visión deuna sociedad nacional de ciudada-nos, y la perspectiva de una amplia-ción de los derechos cívicos hacia elterreno de lo social, pero tambiéncómo, en el contexto surgido tras la IGuerra Mundial, el núcleo más pro-fundo del modelo liberal, centrado enel individuo, chocó con la política dehegemonía nacionalista, una contra-dicción que solo el nuevo modeloorganizativo aportado por la UniónEuropea parece estar en condicionesde permitir superar.

Si el socialismo y el marxismo, sor -prendentemente, están muy ausentesdel trabajo anterior –así, por lo querespecta al impulso a las políticassociales, que parece atribuirse, por loque respecta a Alemania, casi exclu-sivamente a los liberales–, esta otrafundamental corriente reaparece en elúltimo texto de la obra (pp. 161-174)poniendo de manifiesto los puntos deconfluencia del socialismo con el libe -ralismo primigenio, su colaboración

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en las ciudades en los ámbitos socialy cultural, pero también sus divergen-cias, así, por lo que respecta al cultoal individualismo que practicó el pri-mer liberalismo o a la fascinación so -cialista con el crecimiento industrial,respecto del cual los antiguos libera-les no manifestaron un similar entu-siasmo. El interés del autor por el mar-xismo se manifiesta, por otro lado, enla recurrente atención que en otrospasajes del libro presta a los plantea-mientos nacionales del llamado aus-tromarxismo (Otto Bauer, Karl Renner),siempre desde la perspectiva de ras-trear en el pasado modelos alternati-vos a la fórmula triunfante del Estado-nación, con sus exigencias de homo-geneización cultural y desconsidera-ción de los derechos de las minoríasnacionales.

RAFAEL SERRANO GARCÍAInstituto de Historia Simancas

Universidad de Valladolid

BUTRÓN, Gonzalo; RÚJULA, Pedro (eds.),Los sitios en la Guerra de la Inde -pendencia: la lucha en las ciudades,Madrid, Sílex Ediciones-Serviciode Publicaciones de la Universi dadde Cádiz, 2012, 411 pp.

“Los españoles, que se batían mal en elcampo abierto, defendían bien sus pla-zas. Dieron prueba de ello en todos losasedios que sostuvieron”. Esta afirma-ción del mariscal Soult en sus Memo -

rias se convierte en el tema centraldel libro que aquí se reseña, un volu-men que intenta analizar en qué gradola Guerra de la Independencia espa-ñola fue, ante todo, una guerra defen-siva, de resistencia y lucha, funda-mentalmente urbana, ante un ejército–la Grande Armée– que hasta enton-ces muchos consideraban invencible.

Esta obra colectiva forma parte dela Colección Bicentenarios y, como tal,fue concebida por sus editores acadé-micos con el propósito de presentarde forma monográfica algunos de losúltimos avances y horizontes científi-cos en torno al estudio de la Guerrade la Independencia española, referi-dos, de forma más específica, a la his-toria político-cultural y militar. Setrata, pues, de una aportación histo-riográfica que pretende ser novedosaen su planteamiento y que, en mi opi-nión, lo consigue, dada la calidad delos dieciocho trabajos que componenel volumen –mérito del amplio cono-cimiento sobre la materia de todos susautores– y, sobre todo, de la acertadatemática y la coherencia y solidez delconjunto, con unos objetivos y unasconclusiones bien definidos –méritoeste atribuible al saber y buen hacerde los coordinadores del libro, perotambién a quienes han redactado lostextos con rigor y sin perder en nin-gún momento de vista la fronteratemática que los aglutinaba: la resis-tencia en las ciudades sitiadas por losfranceses a lo largo de la Guerra de laIndependencia española y la impor-

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tancia que esa lucha armada tuvopara mermar las fuerzas militares ymo rales del invasor, así como paracontribuir a la forja de un relato pa -triótico nacional acerca de esos hechos,que pondría las bases para la construc-ción del Estado-nación liberal.

Tanto la clásica como la másreciente historiografía dedicada al es -tudio de las guerras napoleónicas sehan encargado de poner de relieve lacrucial importancia de la propagandade los hechos y, sobre todo, de lainvención de mitos y tradiciones a lahora de despertar y modelar un espí-ritu patriótico entre los miembros deuna colectividad (la sociedad “arago-nesa”, “andaluza”, “catalana”, “espa-ñola”…) La Guerra de la Indepen den -cia puede ser considerada el verdade-ro punto de inflexión de un dilatadoproceso de modernización de la socie-dad española a través, por ejemplo,de la politización de sus habitantes porvías muy diversas. Algunos de los mi -tos nacidos y más difundidos en tornoa la insurrección armada de los espa-ñoles y las españolas contra Napoleónnos ofrecen un muestrario de cuálesfueron los aspectos o elementos de lasublevación que más interesó resaltara los creadores e instrumentalizado-res de esa “opinión pública”, no soloen los territorios que por entoncesconstituían la vasta monarquía espa-ñola, sino también en otros Estados,sobre todo europeos, y que luego ali-mentarían los principales mitos sobrelos que se sustentó la historiografía

liberal (nacional e internacional):elementos como la supuesta o preten-dida espontaneidad de la movilizaciónsocial contra la invasión de las tropasimperiales napoleónicas, la consi-guiente resistencia épica de algunasciudades sitiadas por los franceses, laefectividad e importancia de la gue-rra de guerrillas, etc.

Como explican Gonzalo Butróny Pedro Rújula, profesores de las Un i -versidades de Cádiz y de Zaragozarespectivamente y editores del libro,el sobredimensionamiento de ciertoshechos o elementos de la guerra deliberación nacional eclipsó o infrava-loró el papel jugado por otras varia-bles en el éxito final de la resistenciaespañola frente a los ejércitos napole-ónicos y a la nueva administraciónjosefina. Por ejemplo, la utilización ysobreexplotación publicística e histo-riográfica de la guerra de guerrillascomo elemento desestabilizador claveen la victoria final frente a los “inven-cibles” ejércitos imperiales conlleva-ría una inevitable minimización deotros factores clave para entender laderrota final de Napoleón en España,como pueden ser el importante papeldesempeñado por los ejércitos nacio-nales y aliados extranjeros o la épicaresistencia numantina que ofrecieronmuchas ciudades españolas.

La resistencia ofrecida por algu-nas ciudades ya fue objeto de abun-dante atención y propaganda duranteel transcurso de la contienda y de ellose hicieron eco algo más tarde histo-

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riadores y literatos, como, por ejem-plo, el ingenioso Benito Pérez Galdósen tres de sus Episodios Nacionales dela primera serie, dedicados a la Guerrade la Independencia y que tituló, sinmás, Zaragoza, Gerona y Cádiz. Estostres casos –sin duda los que han sidoobjeto de mayor atención por partede la historiografía– son abordadosen este libro por Pedro Rújula (Za -ragoza), Jordi Canal (Gerona) y Gon -zalo Butrón (Cádiz). Por su parte,otros acreditados historiadores euro-peos se encargan de actualizar losconocimientos acerca de los sitios deRosas (Genís Barnosell), Lérida (An -toni Sánchez), Mequinenza (Hermi -nio Lafoz), Ciudad Rodrigo (NickLipscombe), Almeida (Cristina Borre -guero y Alberto Ausín), Tortosa (Ma -ties Ramisa), Olivenza (Luis AlfonsoLimpo), Badajoz (Miguel Ángel Me -lón), Tarragona (Antoni Moliner),Sagunto (Carlos Franco de Espés), Va -lencia (Emilio La Parra), Campomayor(Antonio Ventura), Burgos (Charles J.Esdaile) y San Sebastián (Jean-MarcLafon). Como colofón a los estudios decasos, Elena Fernández, Beatriz Sán -chez y José Saldaña trazan un suge-rente análisis transversal de diversossitios durante la guerra, enfocado haciatres campos muy concretos: los agen-tes de la guerra (con especial atencióna las mujeres), el papel de la prensa yla representación y la memoria de lossitios en los textos autobiográficos.

Al igual que el detallado índice defiguras que ilustran el libro (una trein-

tena, en su mayoría planos de sitiosde ciudades), no habría estado de másenriquecer la obra con un índice ono -mástico, siempre muy útil para losinvestigadores. Por lo demás, un libroimpecable en todos los aspectos, cien -tíficos y de edición. Una aportaciónhistoriográfica novedosa y original queofrece datos nuevos y visiones renova-doras, cosa que no resulta tan usualen los contextos conmemorativos.

RAFAEL FERNÁNDEZ SIRVENTUniversidad de Alicante

MORENO ALONSO, Manuel, La Consti -tu ción de Cádiz. Una mirada críti-ca, Sevilla, Ediciones Alfar, 2011,440 pp.

El segundo centenario de la promul-gación de la Constitución política de1812 ha supuesto un estímulo paralos estudios sobre el primer liberalis-mo español, del cual son un buenejemplo las obras de Ignacio Fernán -dez Sarasola (La Constitución deCádiz: origen, contenido y proyeccióninternacional, Madrid, CEPC, 2011),la dirigida por José Antonio Escudero(Cortes y Constitución de Cádiz: 200años, Madrid, Espasa Libros, 3 vols.,2011) y el trabajo que recientementeha coordinado Alberto Ramos San -tana (La Constitución de 1812. Clavedel liberalismo en Andalucía, Sevilla,Centro de Estudios Andaluces, 2012),por citar sólo algunos títulos. Aparte

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del aumento del caudal bibliográfico,del que no procede realizar aquí unbalance, hay que destacar las nume-rosas reediciones del texto constitu-cional. El profesor Manuel MorenoAlonso nos presenta una ediciónanotada, basada en un facsímil origi-nal, precedida de un amplio estudiointroductorio de 221 páginas. Hay queseñalar que esta publicación incluyeel Discurso preliminar que la Comisiónde Constitución suscribiera en di -ciem bre de 1811.

En un trabajo publicado en 2006,el profesor Fernández Sebastián serefería a los dos escollos principalesque desafían al “observador actual”que se acerca al estudio del pasado, asaber: el presentismo y el historicis-mo, entendido este último como unaforma de incomunicación radicalentre pasado y presente1. MorenoAlonso, reconocido especialista en elperíodo de la Guerra de la Indepen -dencia, combate en las páginas intro-ductorias la primera de estas lecturasen particular, ya que, a su juicio, hasido la que mayor predicamento hatenido en la tradición historiográficay, muy especialmente, en el último ydilatado contexto conmemorativo delsegundo centenario. Tras dejar bien

sentado lo arriesgado de emprenderla búsqueda de los orígenes del actualsistema democrático español en laConstitución de Cádiz (extremo enel que otros estudiosos también haninsistido), Moreno Alonso defiendeque la construcción del Estado libe-ral español se hizo a espaldas de lastres experiencias constitucionales quese sucedieron entre 1812 y 1836, tesisésta no exenta de controversia histo-riográfica que desarrollara más am -plia mente en el libro El nacimiento deuna nación. Sevilla, capital de una na -ción en guerra (1808-1810), Madrid,Cátedra, 2010.

La “mirada crítica” con la que elautor examina la Constitución de1812 responde en última instancia alintento de desmontar la visión míticade la obra de las Cortes extraordina-rias, esto es, de “evitar a toda costa lasacralización de la Constitución sinpor ello reconocer que el código gadi-tano dio forma jurídica al nacimientode una nación”, proceso este últimoque, insiste el autor, se habría inicia-do en 1808 (véase pp. 20, 55 y 191).A lo largo de las páginas introducto-rias se cuestiona el potencial revolu-cionario atribuido a la Constitución,incidiendo especialmente en suslimitaciones. En opinión de MorenoAlonso, el motor del cambio político ysocial y, por consiguiente, el aconte-cimiento revolucionario fue la Guerrade la Independencia y no la labor delas Cortes de Cádiz, conclusión éstasin duda provocadora. Moreno Alonso

Reseñas de libros / Reviews

1. FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier, “Cádiz y elprimer liberalismo español. Sinopsis his-toriográfica y reflexiones sobre el bicen-tenario”, en ÁLVAREZ JUNCO, José y MORE-NO LUZÓN, Javier (coords.), La Cons tituciónde Cádiz: historiografía y conmemoración.Homenaje a Francisco Tomás y Valiente,Madrid, CEPC, 2006, p. 43.

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también se pregunta por las razonesque explican el “fracaso” de la Consti -tu ción de 1812, del que, en su opi-nión, sería una clara expresión su efí-mera y agitada vigencia. En relacióna esto último, y tomando como objetode atención preferente el propiocontenido del texto constitucional,concluye que la rigidez e impractica-bilidad de la mayor parte de su arti-culado, su radical distanciamiento conrespecto a la realidad social española,junto al hecho de que adoleciera deun consenso político determinaron elfin de las distintas experiencias cons-titucionales presididas por el texto ga -ditano, conclusiones todas ellas que,de nuevo, invitan al debate historio-gráfico.

Aparte del contenido marcada-mente crítico de la introducción deMoreno Alonso, habría que mencionarlos extensos comentarios de carácterexplicativo que realiza al hilo del arti-culado constitucional y que tienen porfinalidad contextualizar y precisar elorigen y sentido de numerosas dispo-siciones, ideas políticas y términosjurídicos. Así mismo, el autor prestaatención a las influencias doctrinalesque recibieron los diputados gadita-nos; entre éstas destaca la de la Consti -tución francesa de 1791 y la del cons-titucionalismo norteamericano. More-no Alonso también presta especial aten-ción a las opiniones que la Constitu-ción mereció a destacados personajesdel ámbito político y literario, siendo

muy frecuentes las alusiones a lordHolland y Blanco White, figuras queha estudiado en trabajos bien conoci-dos. Hay que concluir se ñalando queen la edición que Moreno Alonso pre-senta de la Constitución de 1812 seapuntan problemas de indudable inte-rés historiográfico, tales como el arrai-go social que alcanzó la Constituciónen las capas populares o su impactoen la América española (véase, vg.:FERNÁNDEZ SARASOLA, I., La Constitu -ción española de 1812 y su pro yeccióneuropea e Iberoamericana, 2000; RAMOSSANTANA, A. (ed.), La Constitu ción deCádiz y su huella en América, 2011).

Mª DEL MAR ALARCÓN ALARCÓNUniversidad de Alicante

VARELA SUANZES-CARPEGNA, Joaquín,La monarquía doceañista (1810-1837). Avatares, encomios y denues-tos de una extraña forma de gobier -no, Madrid, Marcial Pons, 2013,480 pp.

“Este libro se ocupa de la teoría y prác-tica de una forma de gobierno, estoes, de una manera de entender y arti-cular las relaciones entre los poderesencargados de llevar a cabo la direc-ción política del Estado, sobremane-ra el ejecutivo y el legislativo, aunquetambién el cuerpo electoral y el poderjudicial, sin olvidarse del poder cons-tituyente. A esta forma de gobierno ladenomino monarquía doceañista”.

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Con esta frase, que resume deforma clara y rotunda su contenido,comienza esta obra el catedrático deDerecho Constitucional de la Univer -sidad de Oviedo Joaquín Varela, unode los estudiosos más acreditados dela historia del constitucionalismoespañol. En casi 500 páginas explicala trayectoria de la monarquía confi-gurada por la Constitución gaditanade 1812. Una monarquía “moderada”(así la define el artículo 14), lo cualpara los liberales equivalía a monar-quía constitucional, opuesta a la mo -narquía absoluta o “pura”. En el mo -de lo doceañista, el poder del rey sefundaba en criterios racionales: lavoluntad nacional, esencialmentesoberana, y la Constitución. En con-secuencia, el rey dejaba de estar fueradel Estado, para pasar a ser un órganodel Estado, de manera que la unidaddel Estado ya no se configuraba a tra-vés del rey, como había ocurrido his-tóricamente, sino de la nación y obje-tivamente de la Constitución. Con ello–mantiene Varela– la monarquía deja-ba de ser una forma de Estado parapasar a ser, como mucho, forma de go -bierno.

Tal vez extrañe al lector que Varelacalifique de “una extraña forma degobierno” (véase el subtítulo del libro)el sistema político basado en la Cons -ti tución de Cádiz, texto tan celebradoen nuestros días con ocasión de subicentenario. ¿Acaso –podría pensarel lector al ver el subtítulo del libro–

se suma el profesor Varela a esa pléya-de de historiadores –o mejor dicho,autocalificados de historiadores sinserlo– tan dados en los últimos añosa “revisar” la historia de España? Evi -dentemente, no es este el caso. Varelaes historiador y, por consiguiente, nopretende descubrir el Mediterráneo,como esos otros, interesados no porel conocimiento del pasado, sino pormover las aguas para favorecer inte-reses políticos muy concretos. Varelalleva muchos años estudiando laConstitución de 1812 con excelentesresultados, como puede comprobarcualquiera que consulte sus numero-sas publicaciones. En este nuevo tra-bajo revisa, amplía y reinterpreta tex-tos suyos anteriores, que son la basedel libro, a la luz de los últimos estu-dios (la bibliografía citada a lo largodel volumen es realmente abundantey muy actualizada). El resultado esuna reflexión madura y sabia sobre elsistema o forma de gobernar el Estadoque denomina, con acierto, “monar-quía doceañista”. Y dicho sea de paso,pero no sin resaltar el hecho, hasta elmomento –según mis noticias– estelibro ofrece la explicación más com-pleta y sistemática sobre la materia, locual debemos agradecer todos, tam-bién los especialistas, pues la abun-dancia de publicaciones sobre laCons titución de Cádiz puede, quizá,hacernos perder la visión de conjun-to y dificultar su comprensión. En estecaso, así como en lo relativo al tiempo

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de la Guerra de la Independencia engeneral y a otro conflicto, la guerracivil de 1936-1939, los dos aconteci-mientos de nuestra historia contem-poránea que más han llamado la aten-ción de los historiadores, cabría apli-car la conocida sentencia de Ortega yGasset: se corre el riesgo de que losárboles impidan ver el bosque. De ahíla oportunidad y necesidad de mono-grafías como esta.

¿Por qué califica Varela de “extra-ña” la monarquía doceañista? Ya enla introducción se apresura a esbozaruna explicación, que desarrolla a lolargo del volumen: porque ese con-cepto de monarquía resultó inviabley fue irrepetible en la historia consti-tucional española (también en la deaquellos lugares donde se pretendióaplicar la Constitución de Cádiz,como han demostrado, entre otros,Ignacio Fernández Sarasola y Gon zaloButrón). Como es sabido, el periodode vigencia de esta Constitución nofue lineal y resultó muy breve, ape-nas seis años en total (desde marzode 1812 a mayo de 1814, durante elTrienio Liberal y de agosto de 1836 ajunio de 1837). La forma de gobiernoestablecida por esa Constitución re -sultó inviable, según se muestra eneste libro, porque se trataba de unmodelo demasiado avanzado para larealidad social española (esto quedacumplidamente explicado a lo largodel volumen) y por la rigidez con quese estableció la división de los clási-cos tres poderes. Para que funcionase

la monarquía constitucional definidapor la Constitución de 1812 –textofundado, huelga insistir, en el princi-pio de soberanía nacional–, se reque-ría un acuerdo entre el órgano repre-sentativo de esa soberanía, las Cortes,y el rey. Pero el rey, subraya Varela,no solo era un órgano delegado yconstituido (su posición quedabaminuciosamente definida en el textoconstitucional), sino también un ór -gano no constituyente, pues quedabaexcluido de la reforma constitucional.No debe extrañar, por tanto, que cuan-do en 1814 llegó Fernando VII a Es -paña rechazara de plano ese modelode monarquía, empresa en la que con -tó con la fuerza de la contrarrevolu-ción interior, con la complicidad, unasveces, y el apoyo expreso, otras, delas potencias europeas, y también conla del ala moderada del liberalismo.

Tras un primer capítulo, muy cla-rificador, dedicado a dos modelos demonarquía muy presentes en las men-tes de los diputados en el momentode reunirse las Cortes de Cádiz (elbritánico y el francés de 1791; poreste último se inclinaron los liberales,mientras que los realistas –luego lla-mados “serviles”– lo hicieron por elprimero), Varela explica con deteni-miento y precisión el tratamientoconstitucional del rey. Este capítulo,el segundo en el índice del volumen,es lógicamente el central y tal vezresulte para algunos un tanto polémi-co, debido a la caracterización finalde la monarquía doceañista que con

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toda solvencia efectúa Joaquín Varela.Tras un impecable y pormenorizadoanálisis, plagado de matices, sobre lascircunstancias que rodearon el reco-nocimiento de Fernando VII como reyde España y acerca de las funcionesdel monarca y el papel que el textoconstitucional le atribuye en la direc-ción de la política, el autor concluyeque la monarquía doceañista puedecalificarse de democrática en lo quese refiere a la posición del rey respec-to a la función constituyente y refor-mista (la Constitución, como se acabade decir, privaba al rey de poder cons-tituyente, poder atribuido únicamentea unas Cortes unicamerales, y limita-ba el veto real), pero no respecto a lasfunciones ordinarias, ni respecto dela función de gobierno resultante,pues aunque la primacía en la direc-ción de la política correspondía a lasCortes, se reservaba al rey una partemuy importante en este cometido, detal manera que el rey podía ejercer concierta autonomía como director de lapolítica, si bien de manera subordi-nada a las Cortes.

Es evidente que ni Inglaterra, des -de el momento de la proclamación dela Constitución de Cádiz, ni pocodespués la Europa de la Restauración,podían aceptar este modelo de mo -narquía, de ahí la dura oposición a laConstitución de Cádiz ya desde suproclamación y, de manera muy acu-sada, a partir de 1814, cuando en todaEuropa se procedió a crear un ordennuevo en el que la limitación del

poder real se estableció en función deun texto concedido por el propiomonarca (la Carta Otorgada) y, portanto, era una limitación que el reypodía revocar unilateralmente cuan-do lo considerara pertinente, todo locontrario del modelo doceañista. Enesta tesitura era casi imposible la per-vivencia de la monarquía doceañistasi, al menos, no se efectuaban impor-tantes reformas, pero sus más fervien-tes partidarios se negaron en redon-do a efectuar cualquier modificación.Sobre ello trata Varela en los capítu-los tercero y cuarto de este volumen,resaltando las críticas y propuestasreformistas de Blanco White, de Fló -rez Estrada en ese texto capital en lahistoria política española que fue suRepresentación a Fernando VII (1818)y la solución propugnada por el ActaConstitucional de 1819, parte del lla-mado por Claude Morange “PlanBeitia”, extremo este último casi olvi-dado hasta el momento por muchosestudiosos y que es de agradecer quese incorpore a la historia de la monar-quía doceañista. Pero lo que podría-mos calificar como prueba de fuego deeste modelo fue el tiempo del TrienioLiberal, al que se dedica el capítuloquinto del volumen. Presente ya enEspaña Fernando VII y dispuesto aejercer las prerrogativas que le reco-nocía la Constitución, se puso enton-ces claramente de manifiesto la invia-bilidad del sistema, como así recono-cieron expresamente, aunque de for-mas diversas, los liberales moderados

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del interior y los exiliados en 1823,asunto abordado en el capítulo sextodel libro. Lo que quedó claro tras elTrienio y la experiencia adquirida porlos liberales durante su exilio, espe-cialmente los que vivieron en Inglate -rra y en Francia, fue la imposibilidadde aplicar el modelo doceañista trasla muerte de Fernando VII. A partir deese momento, en el contexto de unaguerra civil se inició un nuevo tiem-po, que Varela denomina “la difíciltransición a la monarquía constitu-cional” (capítulo séptimo), en el quetuvo mucha relevancia el EstatutoReal, texto al que, en lugar de casiignorarlo, como es habitual, se le con-cede importancia en este libro. Duran -te la vigencia del Estatuto de 1834 sedesarrolló un sistema de gobierno enmodo alguno improvisado –puntua-liza Varela fundándose en lo dicho enel capítulo anterior–, tan próximo almonárquico-constitucional como alparlamentario. El fin definitivo de laConstitución de 1812 y con ella lamonarquía doceañista llegó cuandose aprobó la Constitución de 1837, apartir de la cual se impuso el modeloconservador.

Quien acometa la lectura del librocomprobará de inmediato el lugar cen-tral que en él ocupan las teorías polí-ticas. Pero Joaquín Varela no se fun-damenta solo en ellas para articular sudiscurso. Como buen historiador, estáatento continuamente a los aconteci-mientos y a la cronología, esto es, a ladinámica histórica o, como él mismo

dice en distintas ocasiones, a la “cir-cunstancia histórica”. Este libro, pues,no ofrece una construcción abstractade la monarquía doceañista, sino unainterpretación histórica. En coheren-cia con el subtítulo, la obra trata decómo y por qué surgió la monarquíadoceañista, su aceptación y rechazodesde el mismo momento de su naci-miento, las propuestas de reforma ysu terminación como modelo degobierno.

Es comprensible que en toda obrade envergadura se deslicen algunoserrores al consignar datos concretos,errores que muchas veces son erratasde imprenta, más que fallos del autor.Asimismo, es lógico que el lector deeste tipo de estudios considere discu-tibles ciertas interpretaciones. Encuanto a lo primero, solo he halladoun caso: en la página 375 se confundeel primer apellido del ministro y mili-tar Antonio Remón Zarco del Valle (enel libro aparece como “Ramón”). Porsupuesto, esta observación es total-mente innecesaria, pero si la hago espara dejar constancia de la precisióndel libro objeto de este comentario in -cluso en el detalle, y contiene muchos.En cuanto a la discusión de ciertas in -terpretaciones, es un hecho propicia-do por la amplitud e importancia dela materia abordada; es lo que sucede,o debe suceder, cuando estamos anteun estudio valioso como este.

EMILIO LA PARRA LÓPEZUniversidad de Alicante

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SÁNCHEZ COLLANTES, Sergio, Sediciososy románticos. El papel de Asturiasen las insurrecciones contra la Mo -nar quía durante el siglo XIX, Gijón,Zahorí Ediciones, 2011, 197 pp.

Autor y coordinador de obras tan su -ge rentes como Demócratas de antaño.Republicanos y republicanismos en elGijón decimonónico (2007) y La es -carapela tricolor. El republicanismoen la España contemporánea (coord.2008), el doctor Sergio Sánchez Co -llantes está llamado a ser uno de losgrandes especialistas en el estudio delrepublicanismo español. La obra mo -no gráfica que aquí nos ocupa se cen-tra precisamente en las insurreccionesrepublicanas acontecidas en Asturiasentre 1833 y 1890.

En primer lugar, en un capítulointroductorio, el autor realiza un ba -lance historiográfico en el que resaltael impulso bibliográfico que ha teni-do el republicanismo en los últimosaños, aunque incide en la escasez deobras sobre la vía insurreccional deacceso al poder de este grupo ideoló-gico. El carácter clandestino del repu-blicanismo provoca la escasez de fuen-tes para su estudio, lo que no impideal autor haber realizado un gran tra-bajo heurístico para contrastar sushipótesis. En este sentido, cabe des-tacar la utilización de fuentes de tipohemerográfico, interesante informa-ción que se ha complementado conlas memorias de algunos personajes dela época.

La obra se estructura en cinco ca -pítulos, relacionados cada uno de elloscon una sublevación republicana.Todo ello discurre de forma cronológi-ca, comenzando en el periodo isabeli-no y acabando en el Sexenio Demo -crá tico. Asimismo, el autor ha optadopor una organización sencilla, evi-tando las subdivisiones y creando unanexo documental, para intentar ofre-cer una lectura más fluida. En estesentido, se incluyen numerosas imá-genes de mapas, retratos y grabados dela época que ayudan a un mejor enten-dimiento del texto. Sin olvidar losnumerosos textos de contemporáneosdispuestos en la obra que dan consis-tencia a las ideas establecidas en elrelato.

El primer capítulo del libro tratael periodo isabelino (1833-1868). Enesta época hay que ser muy cuidado-sos en el análisis de los levantamien-tos, ya que se pueden confundir diver-sos grupos ideológicos dentro de ellos.Es por ello que el autor delimita aque-llas organizaciones y personajes quepueden ser considerados como repu-blicanos, pasando luego a relatar algu-nas sublevaciones. Estas tenían unacierta presencia republicana, aunqueenglobaban a muchos más grupos dela oposición. En Asturias, tenemos lainsurrección de 1846, que se inició enLugo y luego se extendió hacia el Prin -cipado. A medida que nos acercamosa 1850, se tiene constancia de la crea -ción de organizaciones clandestinas,como Los Hijos del Pueblo o la primera

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logia masónica asturiana, que teníanun fuerte carácter democrático. Aun -que no son de carácter netamenterepublicano, sí que existirían conexio-nes recíprocas entre ambos grupos.Hacia 1859, se localizan los primerosnúcleos demorrepublicanos en Astu -rias, grupo político de donde surgiránposteriormente las organizacionesrepublicanas.

En el siguiente capítulo, el autoravanza hacia la linde del SexenioRevolucionario. En primer lugar, nosrefiere a distintos asturianos que par-ticiparon en revueltas anteriores a1868. Tenemos varios ejemplos, comoEusebio González Posada o FelipeFer nández Mayo, que intervinieronen la sublevación del 22 de junio de1866, es decir, la conocida como insu-rrección del cuartel de San Gil. A con-tinuación, tenemos la exitosa suble-vación de septiembre de 1868 que,en Asturias, como en toda España,implicó la creación de un comitérevolucionario que pretendía organi-zar la insurrección. Aunque, comoseñala el autor, la historiografía haseñalado que los asturianos no se le -vantaron hasta que no conocieron elresultado de la batalla de Alcolea,parece ser que sí que hubo una parti-da que se insurreccionó, la de Faus -tino Fontela. Éste se puso en cabezade los conspiradores mejor prepara-dos para la acción, cuyo número nollegaba a 150 individuos. Tras reco-rrer 37 kilómetros desde Oviedo, lle-garon a Cornellana donde construye-

ron una barricada en el puente y sepertrecharon tras ella. Sin embargo,la llegada de las fuerzas del orden pro-vocó la desbandada de los integran-tes de la partida. A partir de estemomento los militares y civiles a favorde la revolución se mantuvieron a laespera. Ésta terminó con la victoria enla batalla de Alcolea, cuando se empe-zaron a formar juntas revolucionariasen varios concejos.

La continuidad de la monarquíatras la revolución provocó que mu -chos republicanos perdieran la espe-ranza en la vía legal y optaran poruna vía más intransigente. En la pri-mavera de 1869, el Partido Repu -blicano Federal empezó a estableceracuerdos interregionales que, en elcaso de Asturias, conllevó el PactoGalaico-Asturiano. En consecuencia,delegados de ambas regiones se reu-nirán en una Junta provisional dedi-cada a manifestar su rechazo a laspolíticas del gobierno. Tras la derivareaccionaria del nuevo régimen, cuyocénit llegó con la suspensión de dere-chos en octubre, muchos republicanosdecidieron optar por la vía subversivapara conseguir derrocar al gobierno.En Asturias, comenzó la agitación enTrubia donde una partida de alrededorde 100 hombres asaltó la fábrica dearmas y se llevó consigo material enmal estado. Las fuerzas gubernamen-tales salieron al paso de esta partida,que se dispersó sin apenas oposición.Otras revueltas de menor dimensióntuvieron lugar en diversos concejos

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del Principado, incluso se tiene cons-tancia de altercados en Gijón. La rebe-lión en todo el país fue sofocada el 18de octubre, pero la represión contralos sublevados continuó hasta la am -nistía general para delincuentes polí-ticos de agosto de 1870.

Tras este último fracaso, los repu-blicanos vieron cómo el Congreso delos Diputados nombraba a Amadeode Saboya como rey de España. Estehecho acrecentó de nuevo las ideasde conspiración de los republicanos,que prepararon un plan para derrocaral gobierno. En primer lugar, hay queseñalar que muchos de estos conspi-radores fueron cabecillas o participan-tes en la sublevación de octubre de1869. En este capítulo el autor se cen-tra en la figura de Rodríguez Solís, unpublicista madrileño que tuvo lamisión de recorrer el norte de Españabuscando adeptos y coordinando a losinsurgentes. El periplo de Solís le llevóa visitar numerosos concejos de laregión, pasando por numerosas difi-cultades pero alcanzando su objetivo.Sin embargo la conjura fracasó, lo queno impide que el autor establezca unaserie de conclusiones, tales como queen Asturias los republicanos poseíanapoyos sólidos y fuertes que permitíanque fuera un lugar importante para laconspiración o que los obreros pro-bablemente formarían parte de estaintentona de insurrección.

El golpe de Martínez Camposacabó con la I República, aunque lasintenciones de retornar al poder por

parte de los republicanos no se des-vanecieron. La estrategia de la insu-rrección derivó en el levantamientoesporádico de pequeñas partidas, enuno de cuyos casos se centra el autoren el último capítulo del libro. Lasublevación se produjo en Pola deLerna durante finales de marzo yprincipios de abril de 1880. Todocomenzó el día 29 con alrededor de18 hombres en una montaña cercanaa este pueblo asturiano, donde prepa-raron armas y municiones. El 30 lle-garon a Lerna donde cortaron el telé-grafo e intentaron reclutar a más par-tidarios entre los trabajadores. Lasfechas elegidas no fueron casualidad,ya que, era época de reclutamientode quintos, por lo que intentaronaprovecharse del descontento de losmozos para unir a más individuos ala causa. Sin embargo pocos se unie-ron a la partida, lo que provocó que,junto a que el jefe del grupo cayóenfermo, la partida se disolviera a lostres o cuatro días de su creación. Todoello se sumó a la persecución a la quefueron sometidos sus integrantes porparte de las fuerzas del orden, aun-que buena parte consiguió escaparrefugiándose en el monte. Posterior -mente, muchos de los implicados fue-ron detenidos, pasando inmediata-mente a disposición judicial.

La voluntad del autor de llenarciertas lagunas historiográficas exis-tentes sobre este tema queda perfecta-mente lograda con un libro que cum-ple con las pautas de un buen trabajo

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histórico pero, además, sin desdeñarla vertiente divulgativa, con la utiliza-ción de un lenguaje adaptado al usoy la inclusión de numerosos elemen-tos que facilitan y amenizan su lectu-ra. Sin duda, una obra que pretende–y consigue– llegar, de un modo bas-tante asequible, a un amplio segmen-to de la sociedad, que tanto tiene queaprender de experiencias pasadas paracomprender los problemas del presen-te y asumir con mayores garantías deéxito los retos del futuro.

JUAN BORIS RUIZ NÚÑEZUniversidad de Alicante

COLL MOSCARDÓ, Miguel, De la discor-dia a la comunión: el Dr. Sardá ylos Jesuitas (1882-1907), Roma,Instituto Español de Historia Ecle -siástica, 2013, separata del nº 53-54 (2006-2007) de AnthologicaAnnua, 290 pp.

La figura y obra del clérigo sabade-llense Dr. Félix Sardá y Salvany hasido objeto de estudio en diferentestrabajos, destacando las investigacio-nes de Joan Bonet y Casimir Martí(L’integrisme a Catalunya. Les granspolèmiques: 1881-1888, Barcelona,1990), Solange Hibbs-Lissorgues (Elliberalismo es pecado. Felix Sardá y Sal -vany, Lleida, 2009) y Antonio Moliner(Félix Sardá y Salvany y el integrismoen la Restauración, Bellaterra, 2000).Manuel Revuelta ha analizado tam-

bién en su obra magna La Compañíade Jesús en la España contemporánea,(Madrid, 1991) su relación con jesui-tas destacados. El libro que reseña-mos del Dr. Miguel Coll Moscardó,profesor de Historia Moderna de laPontificia Università Gregoriana deRoma, descubre algunas facetas des-conocidas de su persona, que fue unreferente del catolicismo hispano dela Restauración.

Su aportación se centra en cono-cer la evolución personal de FélixSardá y su círculo de relaciones entre1882 y 1907, analizada a través delepistolario que se conserva en elArchivo de la Provincia Tarraconensede la Compañía de Jesús, un total de9.310 cartas. Desde esta atalaya yfuente de información privilegiada,el autor centra su estudio principal-mente en su relación con los jesuitas,completado con otros fondos del Ar -chivo secreto Vaticano (sección Nun -cia tura de Madrid), Archivo Romanode los jesuitas (información sobre lasincidencias del integrismo en la pro-vincia de Aragón), Archivo delSeminario de Barcelona (fondo BonetBaltá) y Archivo Histórico-Hemerote -ca de Barcelona.

La delimitación cronológica desu estudio, entre 1882 y 1907, lo jus-tifica por ser la fecha inicial el momen-to en que la crispación aparece en lasfilas del carlismo, tras la suspensiónde la romería de carácter nacional aRoma, al frente de la cual estabanCándido Nocedal y su hijo Ramón, y

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la publicación de la pastoral del 7 demarzo del obispo de Barcelona JoséMaría Urquinaona, que se incluye enel Apéndice Documental del libro(pá ginas 281-282). La fecha final coin-cide con el triunfo de Solidaritat cata-lana y el fallecimiento de Ramón No -cedal, jefe del partido integrista. Unaño antes había fallecido el General delos jesuitas Luís Martín tras haber rea-lizado una eficaz labor de gobierno.

El libro tiene tres partes biendiferenciadas. En la primera se haceun breve repaso a diversas cuestioneshistóricas de la Restauración alfonsi-na relativas a las vicisitudes del cato-licismo hispano, el problema eclesiás-tico en Cataluña y su contexto socioe-conómico, el fracaso del catolicismoliberal, así como el papel de la prensay la aclaración de algunos términos(derecha-izquierda, tradición-tradicio-nalismo).

En la segunda parte (Primera sec-ción documental) analiza las estrate-gias de los integristas en su oposiciónprolongada a los poderes civiles oeclesiásticos constituidos, su evolu-ción y sus principales protagonistas.Destaca el autor la personalidad de Fé -lix Sardá como aglutinador del inte-grismo hispano, a través de su obraprincipal El liberalismo es pecadopublicada en 1884, que se convirtió enreferente de los detractores del idearioliberal, y su cambio de pensamiento apartir de 1896 con el escrito titulado“¡Alto el fuego!” En este apartado Mi -guel Coll examina las sospechas fun-

dadas de las acusaciones de que losjesuitas fueron los inspiradores delintegrismo, analiza cuál fue la posturade los superiores de la Compañía, asícomo la génesis y evolución del par-tido integrista de Ramón Nocedal.

En la tercera parte (Segunda sec-ción documental) presenta el influjode Sardá en la sociedad de su tiempo,a través del estudio crítico de las car-tas. Finaliza el estudio con las conclu-siones más importantes.

¿Cuáles son las principales apor-taciones de este estudio? La principalel verificar hasta qué punto los jesui-tas sostuvieron el integrismo doctrinaly cooperaron con el político. Es cono-cido que destacados ideólogos antili-berales salieron de sus filas y que mu -chos jesuitas sintonizaron con el ide-ario de Ramón Nocedal, aunque soloun sector se identificó con su políticay un grupo más pequeño mezcló susconsignas en el apostolado que ejer-cían. Es cierto que la propaganda a tra-vés de la prensa amplificó los escán-dalos de intromisión en asuntos polí-ticos partidistas. Las acusaciones de1890 promovidas por los prelados deUrgel y Zaragoza así lo demuestran,si bien la encuesta episcopal de lamisma fecha corrobora que en líneasgenerales los jesuitas mantuvieron suneutralidad.

Entre los jesuitas ideólogos delintegrismo que influyeron con sus es -critos e inspiraron a Sardá, cabe men-cionar a Joaquín Carles, Ignacio Gassó,Antonio Goberna, Juan María Solá y

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Julio Alarcón. Sardá tuvo una estrecharelación con el clero carlista o integris-ta, entre otros con el dominico PabloCarbó, mosén Cayetano Soler, discípu-lo suyo, que pretendió compaginar elsentimiento de católico íntegro conel de catalanista, y el capuchino RupertMaría de Manresa. Entre los corres-ponsales seglares comprometidos conel carlo-integrismo señala a PrimitivoSanmartí Busquets, que fundó la Bi -blio teca Popular, convertida en 1871 enla Revista Popular, el abogado Fran -cisco Muns Castellet, el abogado ysacerdote Enrique Planas (colaboradorde El Correo Catalán), el ingenieroGuillermo José de Guillén García yJoaquín Coll y Astrell. Entre los obis-pos amigos suyos destaca RicardoCortés Cullell, auxiliar de Barcelona,y Salvador Casañas Pagés de Urgel.También mantuvo una relación estre-cha con la burguesía local de Sabadelly Barcelona: el abogado Ramón Alme -da, los médicos Jodi Anguera y LuisCirera, Salvador Civil, Jaime Gorna,Pablo Gómez de la Riva, José Tolrá,Enrique Turull y otros más que cola-boraron en las fundaciones de lasobras católicas creadas por Sardá.

A partir de la Instrucción de 1889del prepósito general de los jesuitasAntonio María Anderley, los religio-sos españoles obedecieron de formadisciplinada las instrucciones de sussuperiores. Ciertamente que variosjesuitas apoyaron la obra de Sardá ycolaboraron en la preparación de Elliberalismo es pecado, incluso el Pro -

vincial de Aragón y el Padre Generalle felicitaron cuando se publicó. Sinduda le ayudaron a conseguir la apro -bación para su publicación, censura-da en tres ocasiones en Madrid y apro-bada por el obispo de Barcelona enoctubre de 1884.

La postura de Sardá como la deotros clérigos solo se puede compren-der por la experiencia traumáticavivida durante el Sexenio revoluciona-rio, por los ataques y persecucionessufridas. Por otro lado la labor quehizo el superior general Luis Martínentre 1892 y 1905 consiguió erradicar“la natural querencia integrista de sussúbditos” hacia una postura políticaindependiente (p. 258).

Otra aportación de este libro serefiere a la evolución que sufrió Sardáen esos años en cuanto a sus posicio-nes o estrategias. Su integrismo no eraequiparable al de Nocedal. Y aunqueen 1888 le prestó su apoyo a él y a sureciente partido creado, dos años des-pués empezó a comprender la falta derazón de las posiciones maximalistasdel nocedalismo, desarrollando untono más conciliador. Al mismo tiem-po evitó el protagonismo y las esferasde poder. A diferencia de los directo-res de El Siglo Futuro y de El CorreoCatalán, Sardá no cayó en el oportu-nismo ni se dejó seducir por el afánde notoriedad. Tampoco buscó uncentro de difusión de sus ideas enMadrid. Su delicada salud le obligó avivir en Sabadell desde donde llevó acabo su actividad propagandística

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para difundir en el pueblo una reli-giosidad sencilla basada en la intransi-gencia doctrinal. La vehemencia de sulenguaje y su espíritu combativo esta-ba impregnado de las experiencias dela guerra y la revolución. A lo quehabía que añadir las desgracias fami-liares y “la aparente insignificancia dela figura de su padre, sin que podamossaber los motivos” (p. 260).

Concluye Miguel Coll que la evo-lución de Sardá no fue tanto ideológi-ca sino de matiz o de estrategia, bajo lainfluencia del provincial Jaime Vigo ysus colaboradores. Aunque no pudoser jesuita, quizá por su delicada sa -lud, siempre se sintió cercano y fiel ala Compañía. La amistad de JaimeVigo, Luis Adroer y Luis Puiggrós lellevó al “Integrismo abierto”.

Sardá fue un paladín de la místicadel combate propia de San Ignacio,aunque el punto flaco de los integris-tas fue el no discernir –olvidando losconsejos del santo– que en la defensade los valores católicos sobre todocuenta el modo como se lleva a cabo,el tiempo y los lugares.

La catalanidad de Sardá aflora endeterminadas ocasiones, aunque noaceptó nunca que los principios católi-cos estuvieran subordinados a los inte-reses políticos autonomistas.

El libro contiene un apéndice do -cumental de gran interés y notamos afaltar un índice onomástico de granayuda para los lectores. Sin duda setrata de una investigación muy docu-mentada que completa las obras

publicadas sobre el Dr. Félix Sardá ySalvany.

ANTONIO MOLINER PRADAUniversitat Autònoma de

Barcelona

SALORT I VIVES, Salvador, Revolucionesindustriales, trabajo y Estado deBienestar. La gran ruptura mundialcontemporánea,Madrid, Sílex, 2012,311 pp.

Este libro del profesor Salvador Salorti Vives sale a la luz en un momentoen el que en España, como en otrospaíses de Europa, se redoblan las vo -ces que cuestionan la sostenibilidaddel Estado del Bienestar. Este largo ycontrovertido debate político no hapasado inadvertido a las ciencias so -ciales: en las últimos años se ha regis-trado un renovado interés por elestudio del Estado del Bienestar, queilustra bien, entre otras publicacio-nes, Los tres grandes retos del Estadodel Bienestar, de GøstaEsping-Ander -sen y Bruno Pariler publicado porAriel en 2010 (ed. original Trois leçonssur l’État-providence, Seuil, 2008);Reformas de las políticas del Bienestaren España, editado por Luis Moreno(Siglo XXI, 2009); y Welfare e minori.L’Italia nel contesto europeo del Nove -cen to, a cargo de Michela Minesso(Fran co Angeli, 2011), volumen den-tro del cual merece especial menciónel excelente trabajo de Juan Pan Mon -

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tojo dedicado al estudio de las políti-cas sociales en la España del siglo XX.

Revoluciones industriales, trabajoy Estado del Bienestar es un libro desíntesis en el que se abordan temas ca -pitales para comprender cómo se hanformado las sociedades contemporá-neas que se engloban dentro de lo que,de forma un tanto imprecisa, se havenido en denominar “mundo occi-dental”, especialmente las de los paí-ses de la Europa occidental, a las queel autor dedica una especial atención.Los nueve capítulos de que constaesta obra responden al doble intentode explicar, por un lado, cómo seprodujo el paso de los Estados libera-les clásicos, de tipo asistencial, a losEstados del Bienestar y, por otro, enqué medida las dos primeras Revo -luciones industriales condicionarondicho tránsito. A nuestro juicio, losugestivo del planteamiento del libroreside en gran medida en la lecturaconjunta que se hace de estos proce-sos históricos, cuyas complejas cone-xiones entre sí son objeto de estudio.

Salvador Salort parte de la tesisde que la industrialización fue unacondición imprescindible para el sur-gimiento de los Estados del Bienestaren tanto que generó un crecimientoeconómico sostenido que se tradujoen un aumento de la riqueza nacionaly per cápita sin precedentes. Habríaque subrayar que en las páginas quereseñamos no sólo se abordan fenó-menos de naturaleza estrictamente eco -nómica, sino que también se valora la

trascendencia de los principales movi-mientos sociales que se sucedieronen los siglos XIX y XX –entre los cua-les destaca el movimiento obrero–, altiempo que se toma en consideraciónla dimensión política y cultural de lassociedades examinadas.

La obra presenta una estructuratripartita muy clara. En la primeraparte, la de mayor extensión, el autoridentifica las condiciones históricasque se dieron en la Inglaterra de lasegunda mitad del siglo XVIII paraque surgiera la Primera Revoluciónindustrial, considerada como la granruptura histórica que inauguró elmun do contemporáneo, tesis ésta queexplicita bien el subtítulo. La segun-da parte del libro trata de cómo seformó el Estado Providencial y de laincidencia que sobre este proceso tuvola Segunda Revolución industrial; loscapítulos sexto y séptimo, en concre-to, se centran en la explicación delpaso del Estado Providencial al Wel -fare State (con especial atención alcaso inglés) y de la crisis del Estadodel Bienestar en la década de 1970.

Hay que anotar que los dos últi-mos capítulos están consagrados a laEspaña contemporánea: en estaspáginas se realiza una aproximacióngeneral a su tardía industrialización ymodernización socioeconómicas, asícomo a la también compleja implan-tación del Estado del Bienestar. Sontemas que han centrado el interés deSalvador Salort a lo largo de su tra-yectoria investigadora, de lo cual da

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buena cuenta la obra El Estado delBienestar en la encrucijada, que coor-dinó con Ramiro Haedo (Universi dadde Alicante, 2007).

Frente a lo que se afirma en ciertaspublicaciones que han sobredimensio-nado el alcance de las políticas socialesfranquistas, Salvador Salort hace hin-capié en su insuficiencia y deficienteplanificación; el autor concluye que elrégimen dictatorial prolongó la pervi-vencia del Estado providencial enEspaña y obstaculizó la implantacióndel Estado del Bienestar. Y es que parala construcción de este último habríade esperar a la Transición Democráti -ca, cuando en otros países de nuestroentorno más inmediato amplios secto-res políticos y económicos cuestiona-ban abiertamente dicho modelo. Salorttambién explica cómo los principaleshitos conseguidos en materia social alo largo de la década de los ochenta yparte de los noventa afianzaron elEstado democrático de derecho, conespecial atención a la labor política delos gobiernos socialistas.

Basten estos comentarios para darcuenta del interés de esta obra, cuyalectura ayuda a calibrar mejor la grave-dad de la crisis del Estado del Bienestara la que asistimos en nuestros días;garantizar su pervivencia requiere, ade-más de una firme voluntad política, elcompromiso del conjunto de la ciu-dadanía, como recuerda el autor en elbreve epílogo que cierra la obra.

Mª DEL MAR ALARCÓN ALARCÓNUniversidad de Alicante

RISQUES I CORBELLA, Manel (dir.), Un se -gle d’història de Catalunya en foto-grafíes, 4 vols., Barcelona, Enciclo -pè dia Catalana, 2010-2012:

- Un temps entre el passat i el futur(fins el 1931), dir. por Conxita Mir iCurcó, vol. 1 de Un segle d’història deCa ta lunya en fotografíes, Barcelona,Enciclopèdia Catalana, 2010, 303 pp.

- Temps de reforma, guerra i revo-lució (1931-1939), dir. por RicardVinyes, vol. 2 de Un segle d’història deCatalunya en fotografíes, Barcelona,Enciclopèdia Catalana, 2010, 303 pp.

- Temps de dictadura, posguerra icanvi social (1939-1968), dir. por Car -me Molinero y Pere Ysàs, vol. 3 deUn segle d’història de Catalunya en fo -tografíes, Barcelona, EnciclopèdiaCatalana, 2011, 303 pp.

- Temps de crisi, transició i demo-cracia (1969-1980), dir. por ManelRisques i Corbella, vol. 4 de Un segled’història de Catalunya en fotografíes,Barcelona, Enciclopèdia Catalana,2012, 303 pp.

El 24 de febrero de 1839, el doctorPedro Felipe Monlau y Roca dabanoticia desde París a la Academia deCiencias y Artes de Barcelona sobrela presentación pública del aparatode daguerrotipo, que había sido per-feccionado por el pintor francés LouisDaguerre2. Unos meses después, la

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2. La noticia fue publicada en El Museo deFamilias, t. II (1839), pp. 465-469. El 17de junio de ese año, Pedro Felipe Monlauinformada sobre el anteproyecto de ley

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primera exhibición del daguerrotipoen España tuvo lugar en la Plaza de laConstitución de Barcelona por el gra-bador Ramón Alabern y Casas, actoque patrocinó la Academia de Cien -cias y Artes de la capital barcelonesa;desde un terrado se obtuvo la primeravista fotográfica del edificio de la Lojay de la casa Xifré el domingo 10 denoviembre de 18393. El día 18 de esemes, el gerundense Joaquín Hysern yMorellas participaba en la realizaciónde un daguerrotipo del Palacio Realde Madrid, difundiendo esta innova-ción con una nueva traducción alespañol de la obra de Daguerre titu-lada Historique et description des pro-cédés du daguerréotype et du diorama4.

Para los contemporáneos, la apari-ción de la fotografía fue percibida co -mo una increíble novedad tecnológicacon múltiples aplicaciones en el ám -bito del arte y la ciencia, que tomadacomo un símbolo de progreso, suscitóinmediatamente la atención política.

Con el episodio referido, y aunhaberse perdido esos primeros dague -rrotipos, irrumpe la fotografía comouna llamativa aplicación de las inno-vaciones científicas y técnicas que uníala imagen como información visual yel soporte técnico. Un episodio con

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tramitado en la Cámara de diputados deFrancia, que otorgaba una pensión anualde 6.000 y 4.000 francos a los inventoresde la fotografía, Daguerre y su hijo Niepcerespectivamente, que convenían hacer pú -blicos los secretos de sus procedimientostécnicos y del reactivo, cediendo sus dere-chos (según se publicó en el mismo nú -me ro de la revista, pp. 470-471).

3. El Constitucional, nº 139, 8-XI-1839, pp.1-2 y nº 141, 10-XI-1839, p. 3.

4. Paris, Susse Frères éditeurs, 1839, quefue traducida con el título Esposicion his-tórica y descripción de los procedimientosdel daguerrotipo y del diorama. Traducidade la última edición francesa, corregida yconsiderablemente aumentada con notas,adiciones y aclaraciones que la ponen alalcance de todos. Con siete láminas. Por D.Joaquin Hysern y Morellas, Madrid, Im -prenta de I. Boix, 1839. En el verso de laportadilla, declaraba que había tenido elhonor de ser el primeroen Madrid quehabía puesto en práctica los procedimien-tos del daguerrotipo por sí mismo. El libroincluía una lámina nueva, de Joaquín

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Daguerrotipo de la Muralla del Mar y laCasa Vidal Quadras, de Barcelona, 1848.Museo de Arte Moderno de Tarragona

Hy sern, en la que se ilustraba y explicabaun nuevo método fotométrico aplicableal daguerrotipo (lám. VII, pp. 110-111).Además de esta traducción se publicaronotras dos ediciones: Historia y descripcionde los procederes del Daguerrotipo y Dio -rama. Traducido al castellano por PedroMata, Barcelona, Juan Francisco Piferrer,1839 y El Daguerotipo: descubrimiento queacaba de hacer, y que ha dado nombre M.Daguerre, publicada por el mismo y tradu-cida por D. Eugenio de Ochoa, Madrid,Imprenta de I. Sancha, 1839.

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el que comienza el primer volumen deesta completa obra dedica a la histo-ria de Cataluña a través de la fotogra-fía, ya desde el primer daguerrotipoque se ha conservado, una vista de laMuralla del Mar y la casa Vidal Qua -dras, de Barcelona, de 1848.

La obra consta de cuatro volúme-nes, que abarcan cronológicamentedesde esa fecha hasta 1980, y han sidoeditados bajo la dirección del profe-sor Manel Risques Corbella, de laUniversitat de Barcelona. No se tratade la primera historia de Cataluñanarrada desde la imagen fotográficacomo fuente, pues tal fue la publica-da por el periodista y escritor EdmonVallés y Perdix en Edicions 62 desde19745. El nuevo proyecto editorial yaculminado, que el profesor Risquesha llevado adelante con la colabora-ción de un grupo de académicos desobrada solvencia (la profesora Mir,de la Universitat de Lleida; el profe-sor Vinyes, de la Universitat de Bar -celona; y los profesores Carme Moli -

nero y Pere Ysàs, de la Universitat Au -tònoma de Barcelona), retoma aqueltestigo con brillantez en el resultado yprofesionalidad en la elaboración.

Como su principal responsabledestaca en el prólogo del primer volu-men de Un segle d’història de Catalu -nya en fotografíes, la imagen fotográ-fica dejó de ser un recuerdo almacena-do y olvidado, que podía ilustrar unmomento del pasado, pues “la foto-grafía ha assolit un reconoixement ple.No debades, fer historia a través de lafotografía s’ha incorporat al món dela historiografía en tant que l’atencióal patrimonio fotogràfic ha passat aformar part de la política memorialdel arxius locals, comarcals i nacio-nals. Això ha menat a dotar d’un valoraquesta documentació, fer-ne un trac-tament específic i estimular l’emer-gència de col•leccions privades pertal de preservar-es” (p. 10). El cono-cimiento histórico encuentra, así, enla imagen un sólido indicio, querenueva y estimula la investigaciónde ámbitos de la vida cotidiana tantoprivados como colectivos, como tam-bién la proyección del poder en la so -ciedad, pues la reproducción técnicade la imagen mediante la fotografía, ysu difusión, permitía dar formar a larealidad vista por el espectador y, portanto, construir el imaginario social6.

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5. Historia gràfica de la Catalunya contem-porània, 1888-1931, 3 vols., Barcelona,Edicions 62, 1974-1977 (vol. 1, De l’Expo -sió Universal a Solidaritat Catalana,1888/1907; vol. 2, De Solidaritat Catalanaa la Mancomunitat, 1808/1916; y vol. 3, Del’Assemblea de Parlamentaris al 14 d’Abrilde 1931, 1917/1931); Historia gràfica dela Catalunya contemporània, 1931-1939,2 vols., Barcelona, Edicions 62, 1977 (vol.1, La pau, de 14 d’abril de 1931 al 19 dejuliol de 1936; y vol. 2, La guerra, del 19 dejuliol de 1936 a l’11 de febrero de 1939); eHistoria gràfica de la Catalunya contempo-rània, 1939-1975, Barcelona, Edicions 62,1980, además de Imatges de la Catalunyaautónoma; Barcelona, Edicions 62, 1978.

6. Véanse el estado de la cuestión expuestoen RIEGO, Bernardo, “La historiografía es -pañola y los debates sobre la Fotografíacomo fuente histórica”, Ayer, nº 24 (1996),pp. 91-111 y, de este mismo autor, Laconstrucción social a través de la fotogra-fía y el grabado informativo en la España

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En la interacción del presente con elpasado, las imágenes (como ocurrecon el cine) son también una formade hacer historia, es decir, de dar sen-tido al pasado7.

La obra consta de cuatro volúme-nes, ordenados cronológicamente: elprimero, hasta 1931; los restantesabar can los períodos de 1931 a 1939,de 1939 a 1969 y de 1969 a 1980.Cada volumen comienza con una in -troducción general a la época (cuyotexto se extiende a lo largo de las pági-nas pares del volumen correspon-diente) y una selección de fotografíasque muestra la evolución de la ima-gen y la técnica fotográfica en eseperíodo (ocupando las páginas impa-res, sobre fondo negro, y cuyos piesexplicativos han sido redactados porLaura Terré). Esta atención al diseño

es sumamente atractiva y hace muyagradable la lectura y el visionado delas imágenes.

Un cronología, preparada porJordi Bou i Ros, separa la introduc-ción de los diferentes capítulos temáti-cos de cada volumen: «Les persones»,«La vida fora ciutat», «El creixementde les ciutats», «El comerç i la indus-tria», «L’Estat, les institucions i la polí -tica», «Les tensions polítiques i so -cials», «La vida social i cultural» y«Educació, ciencia i innovació», en elvolumen primero, que recoge fotogra-fías de 70 archivos y fondos diferen-tes. En el siguiente tomo de la obra seaborda la historia de la República y laGuerra Civil en Cataluña a través dela atención a la «Democràcia i moder-nització», «Capital, treball i política»,«Democràcia i conflicte», «Canvi so -cial i esforc bèl•lic, «Rereguardes» y«La desfeta» (con fotografías de 78archivos y fondos). El volumen terce-ro, que abarca los años de posguerray de dictadura hasta 1969, está divi-do en otros tantos capítulos temáticos:«Un nou ordre totalitari», «Sobreviu -re en silenci», «Un lleure vigilat i in -ter vingut», «De la resistència a la pro -testa», «Una época de canvis», «Cul -tu ra i formes de vida», «Veinticincoaños de paz» y «Contra la dictadura»(que incluyen imágenes de 98 archi-vos y fondos). El último volumen, queacaba cronológicamente con las elec-ciones autonómicas y la formacióndel Parlamento de Cataluña en 1980,contempla «La crisi del règim», «Una

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del siglo XIX, Santander, Universidad deCantabria, 2001. Asimismo, hay quecitar, por ejemplo, las diferentes contri-buciones reunidas en el monográfico“Tiempo e imagen”, coord. por Gil-DíezUsandizaga y Roberto Germán FandiñoPérez, Berceo. Revista Riojana de CienciasSociales y Humanidades, nº 149 (2005).

7. Véase esta postura, que afirma que laspelículas no son espejo de lo real, sinoconstrucciones cuyas reglas son diferen-tes a las de la historia escrita, que es sos-tenida en ROSENSTONE, Robert A., El pasa-do en imágenes. El desafío del cine a nues-tra idea de la historia, Barcelona, Ariel,1997 (ed. original en inglés de 1995),que el autor ha expuesto sintéticamenteen trabajos como el titulado “Inventandola verdad histórica en la gran pantalla”,en CAMARERO, Gloria; LAS HERAS, Beatrizde y CRUZ, Vanessa de (eds.), Una venta-na indiscreta. La historia desde el cine,Madrid, Ediciones JC, 2008, pp. 9-18.

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societat mobilitzada», «Desmantella -ment de la dictadura, transició políti-ca i democràcia», «Crisi del model decreixement i estancament industrial»,«El barri, la ciutat, la nació», «La so -cietat, en trasició», y «La cultura: dela censura a la llibertat» (con fotogra-fías procedentes de 90 archivos y fon-dos). En cada capítulo, las fotografí-as correspondientes se agrupan de tresen tres en páginas dobles, formandouna unidad de información en sí mis-mas. En total, la obra aborda la histo-ria de Cataluña en la contemporanei-dad a través de 1.300 fotografías, lamayoría inéditas, que han sido selec-cionadas con la ayuda de un equipode seis documentalistas. Un esfuerzocolectivo de trabajo, bajo la direccióndel profesor Risques, que ha dadocomo resultado la más completa his-toria a través de la fotografía publica-da hasta ahora en España en unabella y lujosa edición de EnciclopèdiaCatalana.

FRANCISCO SEVILLANO CALEROUniversidad de Alicante

MEDINA DOMÉNECH, Rosa María, Cien ciay sabiduría del amor. Una historiacultural del franquismo (1940-1960),Madrid, Vervuert, 2013, 276 pp.

Durante los últimos años han prolife-rado las investigaciones en torno alfranquismo. Por un lado, hemos asisti-do a una multiplicación de publicacio-

nes cuyo telón de fondo ha sido laviolencia y la represión ejercida porel estado franquista; por otro lado,muchos investigadores/as se han he -cho eco del estudio de la resistencia,tanto de la silenciosa y cotidiana, co -mo de la organizada social y política-mente. En esa eclosión de interés porconocer los resquicios del régimende Franco, la historiografía de géneroy feminista también ha realizadoaportaciones importantes en diferen-tes áreas de trabajo: los modelos defeminidad; el impacto de la legislación;el peso de la Sección Femenina; loscambios y continuidades en la fami-lia; la evolución del trabajo femenino;el protagonismo de las mujeres en lavida cotidiana. En ese contexto expan -sivo de los estudios sobre el franquis-mo, la investigación que presenta RosaMedina Doménech sobre la ciencia yla sabiduría del amor durante las dosprimeras décadas del Régimen, resul-ta una contribución original y degran interés, tanto para la historiogra-fía, como para los estudios de género.

Para la historiografía del fran-quismo, la aportación fundamentaldel trabajo de Rosa Medina no solo esel hecho de avanzar por territoriosescasamente explorados como el amor,sino hacerlo desde un planteamientoteórico metodológico poco habitual,como es la perspectiva de la historiacultural y, particularmente, poniendoel énfasis en la investigación sobre lasubjetividad y las emociones. Para losestudios de género, el trabajo de Rosa

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Medina es también altamente signifi-cativo puesto que si, por un lado, suinvestigación constituye una demos-tración práctica de la fortaleza analí-tica de la teoría feminista, por otro, suintención de abordar el amor comouna ideología cultural que incide espe-cialmente en la construcción de lasrelaciones de género, resulta tambiénun desafío para el propio pensamientofeminista.

En ese sentido, en la investiga-ción de Rosa Medina lo primero quellama la atención es la construcciónde un aparato teórico metodológicodiverso y complejo en el que historia-dores como James C. Scott o Michelde Certaux, ambos una referencia enel rescate de las formas sutiles deresistencia a las coerciones hegemóni-cas, se entrelazan con teóricas feminis-tas, como Dolores Juliano o DonnaHaraway, autoras centradas en la res-titución de la agencia femenina y delas tácticas de desobediencia frente alpoder establecido. Asimismo, RosaMe dina encuentra en Jo Labanyi, unaautoridad internacional en los estu-dios culturales sobre las emociones, elmedio para entroncar con algunos delos estudios recientes más interesan-tes sobre la construcción de las iden-tidades en el franquismo. En concre-to, la recuperación, por esa especia-lista norteamericana, de la táctica deldisimulo resultará particularmente útila Rosa Medina para analizar las for-mas de supervivencia femenina des-plegadas a través del amor.

El libro de Rosa Medina tiene trespartes bien diferenciadas: la primerase centra en el análisis de los discur-sos científicos sobre el amor vigentesdurante el franquismo. Autores comoJuan Rof Carballo, Gregorio Marañón,José López-Ibor, Vallejo Nájera, Mi -sael Bañuelos García, Jerónimo MolinaNúñez o Simarro-Puig, entre otros,son deconstruidos por la autora deforma experta y exhaustiva, lo que lepermite, por un lado, descubrir laforma en que los discursos científicosobraron como un “dispositivo de fe -mi nización” en esas décadas centralesdel franquismo y, por otro lado, dejaral descubierto la inconsistencia de laciencia como fuente de verdad, a pro-pósito, precisamente, de los discursosbiologicistas sobre el amor y la femi-nidad desplegados por esos científi-cos en la segunda mitad del siglo XX.

La segunda parte se centra en elanálisis de la figura de María Lafitte.Desde el punto de vista de Rosa Medi -na, esa autora es un ejemplo reseña-ble, y uso sus propias palabras, “de lacontestación y resistencia de las muje-res al discurso patriarcal del fran-quismo”. A partir, especialmente, delanálisis de la obra La guerra de lossexos, publicada por Lafitte en 1948,Medina muestra cómo la visión natu-ralizada del amor, hegemónica duran-te el franquismo, es contestada poruna propuesta de relaciones de génerocontraria, en la que los rígidos rolesmasculino y femenino son demolidos,para dar paso a una permeabilidad en

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la relación entre hombres y mujeresque permita influirse mutuamente.

La tercera parte resulta especial-mente atractiva y sugerente por el usocreativo de las fuentes históricas. Nosreferimos a la elección, por parte deRosa Medina, de los consultorios sen -timentales como puerta de acceso a lasprácticas sentimentales de la época.Precisamente, son esos discursos mar-ginales los que permiten a la autoraacercarse a la subalternidad y hablarde la complejidad de resistencias alpoder y a la norma amorosa estable-cida. Desde el punto de vista de Medi -na, ese tipo de fuentes es un auténticoyacimiento de saber que es necesariotratar con la misma legitimidad quelos discursos científicos. Gracias aaque llos relatos, la autora puede pre-sentar una visión de la dictadura me -nos monolítica y describir una realidadno homogénea, en la que la visión delflechazo como fuerza que te arrastrao la idea del amor como destino bio-lógico, compiten con visiones distin-tas, en las que amar aparece como unproceso de conocimiento en el quehay que recorrer una distancia y en elque la aproximación al objeto amorosohay que trabajarla de forma “orques-tada”, con el fin de alcanzar el máximobienestar para las mujeres.

En definitiva, nos encontramosante un libro de referencia que invita aabrir nuevas investigaciones que arro-jen luz sobre cuestiones vinculadas ala construcción identitaria de las mu -jeres y de los hombres durante el fran-

quismo. Nuevos trabajos que asuman,como lo ha hecho este, la difícil tareade analizar la contestación o la asimi-lación de las interpelaciones de los dis-cursos hegemónicos. En esa trayecto-ria, estamos convencidas de que lasfuentes de carácter cualitativo resulta-rán una herramienta imprescindible.

MIREN LLONA GONZÁLEZUniversidad del País Vasco/

Euskal Herriko Unibertsitatea

MORADIELLOS, Enrique, Clío y las aulas.Ensayo sobre Educación e Historia,Badajoz, Diputación de Badajoz,2013, 320 pp.

Cabría suponer que hoy nadie objetael valor de la Historia como sabercientífico y que el sistema educativoespañol facilita e impulsa su estudio,pues aparte de las constantes declara-ciones en este sentido por parte detirios y troyanos, es patente el incre-mento de estudiantes universitariosmatriculados en el Grado de Historia.Por lo demás, el pasado está muypresente en el debate público, llegan-do a ser en muchas ocasiones partesustancial de la argumentación. Repá -rese, por ejemplo, en las largas discu-siones en torno a la “memoria histó-rica” del antifranquismo o en el deba-te, siempre actual, acerca de las “señasde identidad” sobre las que, como diceMoradiellos con precisión en el libroque aquí se reseña, “se fundan (o pre-

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tenden fundarse) las legitimidades delos proyectos nacionales vigentes y encompetencia por la exclusiva lealtad desus poblaciones correspondientes”.

Sin embargo, el autor del libro ad -vierte que el horizonte no se presentaen modo alguno despejado. Si se im -planta laley orgánica para la Mejorade la Calidad Educativa (LOMCE) seregistrará un acusado retroceso de laHistoria como disciplina en el Bachi -lle rato y quienes cursen la denomi-nada modalidad de Ciencias no estu-diarán la asignatura “Historia Con -temporánea Universal”, de modo quecarecerán de información sistemáticay crítica, por ejemplo, sobre los fascis-mos, las guerras mundiales o las crisisdel capitalismo. En nuestros días esmanifiesto el desprecio del saber his-tórico en determinados medios, espe-cialmente en círculos financieros yempresariales, en los cuales se niega ala Historia carácter científico y suconocimiento se considera mero ador-no, un apreciable componente a losumo de la “cultura erudita”, peroinútil en la formación exigible a unapersona para integrarse en el llamadomercado de trabajo. Por otra parte,cada vez está más extendida en losmedios de comunicación y, lo que esmás preocupante, entre los políticos,una concepción del pasado sin basecientífica, próxima a la leyenda o almito (Moradiellos ofrece ejemplosmuy significativos, algunos inclusodivertidos, si no fuera por la intencio-nalidad que delatan y por sus conse-cuencias).

La escuela, ha señalado GiovanniLevi, un gran historiador oportuna-mente citado en este ensayo, es y hasido el lugar por excelencia de vulga-rización del conocimiento histórico,de ahí la importancia de la Historiaen el curriculum escolar. Pero cons-tata Moradiellos que en virtud de unaconfusión muy extendida sobre ladidáctica pedagógica, muchos profe-sores parten del supuesto de que loimportante es cómo enseñar una ma -teria y no lo que se enseña. El resul-tado, al menos en lo concerniente ala Historia, es desastroso. Hay alum-nos que salen de la escuela –incluidala Universidad– sin haber adquiridolos objetivos marcados por el presti-gioso Proyecto Tunning (2002) en laenseñanza y aprendizaje de la Histo -ria. Esto es, no han adquirido unaperspectiva racional y crítica sobre laevolución y dinámica del pasado delas sociedades humanas; están des-provistos de un conocimiento básicosobre acontecimientos, personajes,instituciones, conceptos y periodos yprocesos históricos en una dimensióndiacrónica (la cronología suele ser unade las principales víctimas del presu-puesto didáctico aludido) y adolecende capacidad para distinguir los ins-trumentos fundamentales del oficiodel historiador, por lo que son procli-ves a asumir los relatos míticos y presafácil de los manipuladores, es decir,de pseudo historiadores o agitadorespolíticos muy presentes en los mediosde comunicación, cuyos escritos sonampliamente publicitados en esos

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medios. Moradiellos achaca estas ca -rencias a la hegemonía alcanzada ennuestros días por ciertas perspectivasy aplicaciones de las teorías pedagógi-cas y didácticas fundadas en perfilesmuy pagmatistas (lo individual comoprisma único) y formalistas (se puedeenseñar cualquier materia al margende sus contenidos).

La constatación de esta situación,de la que Moradiellos hace una exce-lente exposición, es lo que le impulsaa emprender una lúcida y muy valien-te defensa de la educación como valorirrenunciable y de la necesidad de laenseñanza y del estudio de la Historia,entendida como saber científico-socialsobre el pasado. De esto trata el libroobjeto de esta noticia, ganador contodo merecimiento en 2012 del Pre -mio Arturo Barea convocado por laDiputación de Badajoz, un galardónque año tras año va adquiriendo pres-tigio y que con este texto comienzauna nueva andadura, marcada por laapertura a un horizonte que supera elámbito extremeño de sus inicios, acuyo conocimiento, por lo demás, tan -to han contribuido las obras anterior-mente distinguidas con este premio.

El libro “no es un tratado siste-mático de didáctica de las CienciasSociales en su faceta histórica, ni tam-poco es un manual psicopedagógicosobre la educación histórica y susproblemas y desafíos en la actualidad”,advierte con toda intención Moradie -llos en las primeras líneas de la intro-ducción. Es un ensayo, resultado de

mucha reflexión y de amplias lectu-ras, redactado, como corresponde, enun excelente castellano. Rasgo sobre-saliente de este texto es la claridad enla exposición y la precisión en los con-ceptos, extremos que conviene resaltar,tanto porque revelan el rigor intelec-tual del autor, como porque muchosescritos dedicados a esta materia ado-lecen de tales cualidades y abundan,por el contrario, en la pedantería y elabuso de frases rebuscadas que nadaexpresan, salvo –en todo caso– la alta-nería e ignorancia de sus autores.

Tres rasgos de la trayectoria profe-sional de Moradiellos (Oviedo, 1961)ayudan a comprender lo que se acabade decir sobre la solvencia de su texto.Primero, su experiencia como profe-sor de Historia: durante tres deceniosha impartido docencia de forma regla-da en las universidades de Londres,Complutense y Extremadura (de estaúltima es en la actualidad catedráticode Historia Contemporánea). Segun -do: es un historiador reputado, dedi-cado, sobre todo, al tiempo de la Se -gunda República –con especial aten-ción a los años de la Guerra Civil– ya la España de Franco. No es este ellugar para enumerar y valorar susaportaciones historiográficas, varias delas cuales se han convertido en obrasde referencia, pero no me resisto adejar de mencionar su extensa y ex -traor dinaria biografía de Juan Negrín(Península, 2006), modelo de esacom plicada forma de hacer Historiaque es la biografía y sin duda la mejor

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sobre este controvertido e incompren-dido –hasta ahora– científico y políti-co. Tercer rasgo a resaltar de la tra-yectoria de Moradiellos: sus reflexio-nes sobre la Historia como ciencia ysobre la tarea del historiador, publi-cadas en varios libros y artículos. Estelibro, pues, lo ha escrito una personaexperimentada, que conoce la Histo -ria, las teorías sobre esta ciencia y lorelacionado con su enseñanza y, enconsecuencia, se preocupa por lo queen torno a todo ello sucede en nues-tros días.

El libro está dividido en tresapartados, cuyos títulos indican a lasclaras, como debe ser, la orientaciónde su contenido: I. “La Educación co -mo fenómeno histórico y antropoló-gico”, II. “La didáctica pedagógica ylos elementos del proceso educativo”y III. “La Historia como disciplinaintelectual: el largo trayecto del mitoal logos”. Cierra el volumen con unenunciado, presentado en forma deinterrogante, que resume perfecta-mente el contenido del texto y expresa,al mismo tiempo, su objetivo funda-mental: “¿Por qué no podemos pres-cindir de la Historia y debe estudiarsede modo general y básico?” Me atrevoa decir que los aspirantes a profesoresde Historia, destinatarios principalesde este ensayo, y no solo ellos, sino losprofesionales que ejercen esta tarea enla actualidad, deberían –deberíamos–tomar como lectura obligada si no ellibro completo, al menos este epílogo.No considero extemporáneo, por lo

demás, recomendar su lectura asimis-mo a cuantos ejercen un cargo públicoy, por supuesto, a quienes tratan deconformar la opinión pública a travésde los medios de comunicación.

Insiste Moradiellos con suma cla-ridad en el epílogo en que la enseñan-za y aprendizaje de la Historia sonnecesarios, porque el conocimientocientífico del pasado cumple una fun-ción informativa y tiene una utilidadcrítico-formativa. Es el único mediopara intentar discriminar de formaobjetivada la verdad sobre el pasadode las falacias ofrecidas por los mitoshistóricos y otras fuentes de informa-ción, tales como las doctrinas religio-sas, las leyendas y mitos. La Historiacontribuye a formular las preguntasnecesarias sobre el presente y a adver-tirnos de lo que puede fallar. Nosayuda a enfrentarnos a afirmacionesdogmáticas (¿con cuántas se nos bom-bardea cada día?) y a evitar generali-zaciones. Proporciona un sentidocrítico de la identidad dinámica deindividuos y grupos y promueve lacomprensión de distintas tradicionesy legados. La Historia entendida comosaber científico es, en suma –mantieneel autor de este libro–, un componen-te imprescindible para la edificaciónde la conciencia individual crítico-racionalista en las sociedades demo-cráticas participativas como la nuestra(o como debería ser la nuestra).

Pero Moradiellos es consciente deque no basta con demostrar –lo hacecon toda brillantez– la necesidad de

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adquirir un conocimiento científicosobre el pasado. Es preciso, asimismo,enseñar bien la Historia, de ahí quededique a esta cuestión una parte sus-tancial del libro. Las páginas sobre elparticular pueden resultar polémicas,pero me parecen muy oportunas.Evidentemente, Moradiellos no obje-ta en modo alguno que la educaciónconsiste en instruir y en formar; enconsecuencia, no se declara contrarioa asumir los avances de la Pedagogíay la Didáctica. Pero denuncia esas teo-rías que han convertido a la Pedagogíay la Didáctica en ciencias autónomas,que en palabras suyas, “mostrarían ydesvelarían el proceso formal, racio-nal y continente de la educación, laenseñanza y el aprendizaje con inde-pendencia de lo que pudiera ser lamateria prima, el contenido discipli-nar, el campo empírico y semánticoreferencial de esas actividades”. Laeducación –recalca el autor en la pri-mera parte del libro– es una de lasactividades básicas de la humanidad,porque las adquisiciones culturalesno son heredadas genéticamente porlos humanos, sino aprendidas social-mente. Y es una acción bidireccional,que se refiere a las actividades delmaestro y a las transformaciones inter -nas de los alumnos. Consiste en ense-ñar y en aprender. Por eso carece desentido esa “retórica desnortada de lapseudociencia de la educación de na -turaleza holística, onmicomprensiva yformalista”, que critica todo el pasadodocente y mantiene que no hay ense-

ñanza posible, sino autoaprendizaje;que en la escuela no debe haber traba-jo disciplinado, sino juego de descu-brimientos, que la función del profesorla debe desempeñar un orientador queaprenda al compás del alumno y reco-nozca que solo sabe que no sabe, etc.

Frente a estos despropósitos, quetanto desconcierto han causado en laEnseñanza Media y también en la uni -versitaria (en esta última como con-secuencia sobre todo de una peculiaraplicación del popularmente conoci-do como “Plan Bolonia”), Moradie -llos convierte la máxima latina: primundiscere, deinde docere, en el núcleo desu libro. Para enseñar hay que saberlo que se enseña (el verbo “enseñar” estransitivo). Se enseña algo (esa fór-mula tan en boga entre ciertos peda-gogos: “aprender a aprender”, carecede significado, afirma). Y todos tene-mos la experiencia de que para enseñarun poco de algo hay que saber muchode eso, hay que estudiar. Evidente -mente, si no se sabe Historia, será im -po sible enseñarla.

Pero a Moradiellos no solo le preo -cupa que se enseñe Historia y que seenseñe bien, sirviéndose de los avan-ces de la Pedagogía y la Didáctica(insisto: de la lectura de su libro nodeduzco rechazo alguno en este senti-do, sino todo lo contrario). Aspira asi-mismo a que el sistema escolar poten-cie la enseñanza de la Historia, porquees una necesidad para nuestra socie-dad. Su propuesta al respecto quedaperfectamente resumida, a mi entender,

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en la cita, casi al final del volumen,del informe oficial emitido en 1994por una comisión de historiadoresencargada por el gobierno de EstadosUnidos de revisar la situación en elsistema escolar de la enseñanza de laHistoria: “El conocimiento de la his-toria constituye la precondición de lainteligencia política. Sin historia, unasociedad carece de memoria compar-tida sobre lo que ha sido, sobre lo queson sus valores fundamentales o sobrelas decisiones del pasado que dancuen ta de las circunstancias presentes.Sin historia, no podríamos llevar a

cabo ninguna indagación sensatasobre las cuestiones políticas, socialeso morales de la sociedad. Y sin cono-cimiento histórico y la indagación quelo produce, no podríamos obtener laciudadanía crítica e informada que esesencial para la participación eficazen los procesos democráticos de go -bierno y para la plena realización portodos los ciudadanos de los idealesdemocráticos de la nación”.

EMILIO LA PARRA LÓPEZUniversidad de Alicante

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