Reseña Dulzura y Poder

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  • 7/24/2019 Resea Dulzura y Poder

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    Espiral

    ISSN: 1665-0565

    [email protected]

    Universidad de Guadalajara

    Mxico

    Po Martnez, Juan

    Resea de "Dulzura y poder. El lugar del azcar en la historia moderna" de Sidney W. Mintz

    Espiral, vol. IV, nm. 12, mayo-agosto, 1998, pp. 209-215

    Universidad de Guadalajara

    Guadalajara, Mxico

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13841209

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    LADISPUTADELREINO:DEDNDEVIENEYADNDEVA

    Espiral , Estudios sobre Estado y SociedadVol. IV. No. 12Mayo/Agosto de 1998

    D

    Sidney W. MintzDulzura y poder. El

    lugar del azcar enla historia moderna

    (Trad.Laura MolesFanjul;Rev. VictoriaSchussheim).Mxico: Siglo XXI,1996, 299 p.

    ulzur a y poder . Ellugar del azcar enla hist or ia m oderna

    JUAN POMARTNEZ

    A finales de la dcada de los a os setent a y princi-

    pios de los ochenta , Sidney Mintz reda ct esta tra s-

    cendent a l obra que fue publica da por primera vez

    en su ver sin en ingls en 1985, en Nueva York.

    Da do el car cter an tropolgico del estudio, el a ut or

    deplora la ausencia de trabajo de campo per se, lo

    cual de ninguna ma nera demerita la investigacin,

    que inici como por ca sua lidad t reinta a os ant es

    de empezar su reda ccin. D ura nt e ese t iempo,

    Mintz est uvo en conta cto directo y permanent e en

    diversa s plan ta ciones e ingenios azucareros del

    Ca ribe, lo que le permiti la reflexin a cerca de un

    a specto cultu ra l del pueblo ingls que apa rent e-

    ment e podra explica rse como algo na tu ra l: la de-

    ma nda de la sa carosa, esa clase de azcar extra da

    de la caa de azcar.

    Aunq ue el tra bajo se circunscribe a u n productoen par ticular, es uno de los m s importa nt es de los

    ltimos t iempos dent ro del m bito de los estudios

    antropolgicos de la alimentacin, ya que Mintz

    rompe las ba rreras que at an a la an tropologa a un

    mtodo tra diciona l que elude la const ruccin de

    una a nt ropologa de la vida moderna , objetivo a l

    que t iende el au tor con su obra.

    El int ers an tr opolgico, dice Mintz, por la forma en

    que persona, sustancia y acto se integran significati-

    Departamentode Estudios

    Socio-Urbanos, UdeG

    Sidney W. Mintz (autor)

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    JUAN PO MARTNEZ

    va ment e, puede ejercerse ta n bien en el mundo mo-

    derno como en el primitivo. Los estudios de la coti-

    dianida d en la vida m oderna , del car cter cam bian-

    te de asuntos mundanos como la comida, vistos des-

    de la perspectiva combina da de la produccin y el

    consumo, el uso y la funcin, y preocupad os por la

    a par icin diferencial y la va ria cin del significa do,

    pueden constituir un a fuent e de inspira cin par a

    una disciplina qu e est peligrosamente cerca de per-

    der el s ent ido de su pr opsit o (p. 271).

    De esa man era s inte t iza Mintz e l esquema que

    configura su propio texto, con el que t iene a cceso ala crea cin de esa nueva a nt ropologa que propone.

    P a ra logra r su objetivo necesar iament e tuvo que

    recurrir a la h istoria, pues comprende que, sin ella,

    la a nt ropologa compromete gra vemente su poder

    explicativo (p. 28). No se pueden aislar hechos his-

    tricos en unmomento, ha cer a bstra ccin de su

    pasa do y su fut uro. No existen estr uctura s socia les

    y tampoco significados de los acontecimientos con

    carta de naturalidad; estructuras y s ignif icados

    poseen orgenes hist ricos especficos.

    A part ir de ese m a rco terico-metodolgico, el

    a ut or explica en cinco capt ulos los sut iles meca -nismos que impulsaron a una demanda cada vez

    ma yor de az car ent re los ingleses. Aunq ue el pe-

    rodo fundamenta l lo mar can los aos que van de

    1650 a 1900, Mintz h ace la historia del a zcar a n-

    tes de que la conocieran los europeos ha sta su pa -

    pel en la a liment acin inglesa dura nt e los a os de

    1980. Solament e a borda ndo la historia social del

    uso de nuevos a limentos, entre los que el azca r

    constituy en la vida de Inglaterra el eptome de

    la tr a nsicin de un t ipo de sociedad a otro (p. 271),

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    poda el aut or contr ibuir a la an tropologa de la

    vida moderna.

    En el primer captu lo (Comida , Socia l idad y

    Azcar), el autor propone una antropologa de la

    comida y el comer, qu e enfat ice los usos que a d-

    quiere la a limenta cin en determina dos momen-

    tos, ya que dichos usos implican significados. Por

    qu, por ejemplo, en Inglat erra un a dieta crnica,

    combinada con un a umento consta nt e de consumo

    d e gr a s a s y a z ca r es , s u s t itu y a u na d iet a d e

    carbohidratos complejos, como los que proporcio-

    na n los gra nos y t ubrculos?; y cmo fue sobre

    todo que el azcar lleg a ser, entre la ma yora de lapoblacin inglesa, el a l imento funda menta l?. El

    asunto no es casual y, para comprenderlo cabal-

    mente, ha y q ue explica rse la funcin del azcar

    entre los ingleses, lo que nos remite al problema

    del significado, y ste a su vez a la h istoria par a ver

    cmo se plasma precisa ment e el significa do en el

    comportamiento.

    En el segundo captulo (Produccin), que lo mis-

    mo que el tercero y el cuart o es el de ma yor car c-

    ter h istrico, el a utor se remite a los orgenes m s

    remotos del azca r y a los moment os inicia les en

    qu e Eur opa empieza a conocer ese producto. A In -glat erra lleg probablemente dura nt e el siglo XII y,

    desde entonces ha sta el siglo XVII, su produccin

    ha ba estado limita da a los requerimientos de las

    cla ses domina nt es. El incremento en la produccin

    estuvo fuertemente a sociado a la t ra nsformacin

    de la estructura econmico-social de I ngla terra . En

    el siglo XVII I hizo su a par icin la ma no de obra li-

    bre y en la s colonia s el tra bajo forza do aplica do a la

    plant a cin de ca a de azcar , la cual puede consi-

    derarse desde entonces una actividad industrial

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    (p. 84), una verdadera empresa capitalista. El in-

    crement o en la produccin de az car permit i el

    inicio de una ma sificacin en su consumo que, ha -

    cia mediados del siglo XVIII , cobr una importa n-

    cia m a yor al tr ascender los usos tra diciona les que

    ha sta ese tiempo haba tenido el azca r como me-

    dicina , especia , edulcoran te, conserva dor o sust a n-

    cia decorativa ostentosa.

    E n el t ercer ca ptulo (Consumo) se explica el

    origen de los significados que los ingleses at ribuye-

    ron al az car. P ese a l auge que tuvo su consumo

    despus de 1650, cua ndo incluso los pobres la de-

    sean, todava ha s ta 1750 aproxima dament e , elconsumo de a zcar segua siendo exclusivo de los

    ricos. Al popula riza rse el t endulza do y la mela za

    despus de este lt imo ao, declin la importa ncia

    simblica del azcar . P a ra los ricos, los a limentos

    dulces ha ban ido creciendo en import a ncia junt o a

    una dieta crnica; pero el uso del azcar correspon-

    da a los usos o funciones que se le haba n a signa-

    do ant es de su popula riza cin. Pa ra los pobres, el

    azcar se convirti en una verdadera necesidad,

    sobre todo despus de 1850, a o en qu e cae el pre-

    cio del producto. Aproxima da mente a par tir d e

    1750, el az car empez a usa rse como aliment o,como una fuente sus ta nc ia l de ca lor as a nte la

    ina ccesibilidad a una dieta cr nica; esa n ueva im-

    porta ncia diettica soca v la importa ncia simbli-

    ca del azcar, lo cual solamente a fecta ba a la clase

    rica que ni se inmut, pues el azcar a dquiri ta m-

    bin una n ueva importa ncia econmica q ue les

    reditua ba a los poderosos susta nciosas ga na ncias.

    Est a inversin, dice Mintz, mar ca la tra nsforma cin

    final del azcar d e un art culo suntua rio a uno coti-

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    diano, y a uno de los primeros productos comestibles

    que satisfacan la visin capitalista de la relacin

    entre la productividad de la ma no de obra y el consu-

    mo. El lugar del azcar en la economa capitalista en

    expansin en I nglaterra fue cualita tivamente distin-

    to en 1850 de lo que haba sido en 1750. La diferencia

    tena que ver ta nt o con el desa rrollo de una economa

    industrial como con las relaciones cambiantes entre

    esa economa y la s colonias de ult ra ma r (p. 197).

    En el cua rto capt ulo (P oder), el a utor explica cmo

    a l adq uirir un n uevo uso el consumo de la sa carosa

    adquiri tambin nuevos significados. Con nimode ser lo ms objetivo posible, afirma qu e los cam -

    bios a l imenticios que tuvieron luga r en E uropa

    entr e los siglos XVIII y XIX se debieron a l impulso

    de una economa mundia l cap i ta l ista , pero que

    esos cambios no fueron intencionales y que proba-

    blemente sus consecuencias esencia les ta mpoco

    fueron mu y bien comprendida s (p. 207). No obstan-

    te, la a dqu isicin de los nuevos significad os del

    a zcar n o puede desliga rse del poder de las cla ses

    ricas, ya que duran te la poca de la industrializa-

    cin, el az car y el ta baco, ent re otr a s noveda des,

    tr a nsforma ron las comida s e incluso la definicinde las mismas, mientras que los cambios econmi-

    cos modificaron los horarios de los alimentos.

    A medida que el dechado del lujo se converta en go-

    losinas proletarias baratas gracias al esfuerzo indi-

    vidua l, la sa carosa era uno de los opios del pueblo y

    su consumo constitua una demostra cin simblica

    de que el sistema que la haba producido tena xito

    (p. 224).

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    Con el uso de los nuevos productos que el capita -

    lismo contribuy a populariza r: el ta baco, el az car

    y el t , surgi la idea compleja de que u no poda

    volverse diferente a l consumir de modo diferent e.

    Mint z r econoce lo difcil o imposible de probar que

    las gr an des alt eraciones de fondo en el ritmo y la

    na tura leza del tra bajo y de la vida cotidian a influ-

    yeron sobre los cambios en la dieta , y a unq ue acep-

    ta que no hubo una conspira cin para echa r a per-

    der la nutr icin de la clase tra bajadora brit nica,

    par a volverla a dicta o estropea rle los dientes, ase-

    gura que:

    El a umento const an te en el consumo de azcar fue

    un a rt efacto de lucha entr e las clases en pro de las

    utilidades, luchas que resultar on eventua lmente en

    una solucin del mercado mundia l para los a limen-

    tos droga, a medida q ue el capita lismo recort sus

    prdidas pro teccionis ta s y expa ndi un mercado

    masivo para satisfacer a los consumidores proleta-

    rios otrora considera dos como peca dores o indolentes

    (pp. 237-238).

    El quinto captulo (Comer y Ser) es conclusivo.

    Aqu el a utor reflexiona a cerca del destino y estu -dio del a zcar en la sociedad moderna. A partir de

    qu e despus de 1850 el a zcar se convirt i en un a

    necesidad entre la s c la ses pobres de Inglat erra ,

    hacia 1900 adquiri, por as decirlo, el don de la

    ubicuidad en la a liment acin. Esto ha representa -

    do la proliferacin cada vez ms difundida de comi-

    da s r pidas pa ra sat isfaccin de los tiempos mo-

    dernos, en los que la sensa cin de prisa qu e gener

    la industria lizacin constituye precisament e una

    de sus ms grandes paradojas. Como producto de

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    esta par a doja , el car cter de socia bilida d de la co-

    mida se ha perdido cada vez ms, a lo que ha con-

    tr ibuido el hecho de que los pa ses desarrollados

    ha yan efectua do un uso industria l del azcar y ha -

    yan propiciado un aumento constante del consumo

    de gra sas. Ahora m s que n unca, dice Mintz, somos

    lo que comemos.

    ...en el mundo occidental moderno nos convertimos

    cada vez m s en lo que comemos, cuando fuerzas so-

    bre las que no tenemos control nos convencen de que

    nuestro consumo y nuestra identidad va n de la ma no

    (p. 267).