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Reseña de la obra El orden de la memoria (1992) de Jacques Le Goff.
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Berríos 1
Juan J. Berríos Concepción
21 de julio del 2009 ©
Reseña crítica del libro:
El orden de la memoria de Jacques Le Goff
En la obra El orden de la memoria (1992) de Jacques Le Goff1, el autor versa sobre la
problemática entre tiempo, memoria e historia para aproximarse a esta última dándole paso a la
confrontación del tiempo lineal y el tiempo circular. Le Goff nos revela que la toma en
consideración del tiempo sacro y el impacto de la visión religiosa en las culturas y la sociedad se
traduce en instrumentos de control que el estado y los que ejercen el poder usan con fines
propios, los cuales no todas las veces producen beneficios a la gran mayoría de los seres
humanos que componen la sociedad. Para elaborar el pensar histórico es necesario tomar en
consideración los orígenes y proyecciones de las concepciones del tiempo en sus variadas
manifestaciones, las cuales inciden en la vida diaria de todas las culturas, no importa su sencillez
o su complejidad. Estas concepciones determinan muchas veces, la forma del comportamiento
laico de los integrantes de las diferentes culturas amarrándolos a un pensar cronológico que se
caracteriza por la determinación de la interpretación del pasado, del presente y el provenir, el
establecimiento de un calendario y la importancia que tiene en éste los día de guardar, fiestas y
ferias; el mismo que repercute en las actividades económicas y políticas que le imparten parte del
perfil de identidad colectiva de los pueblos. También es de suma importancia el demarcar con
cuidado, pero con certeza los documentos/monumentos que nos alimentarán composición de la
historia.
Le Goff presenta en la primera parte de su obra, la problemática del tiempo como
imaginario. Divide en tres aproximaciones esta temática del tiempo: Edades míticas, Escatología
y Decadencia.
Se adentra a las “Edades míticas” desde la perspectiva de lo que establecen la mayoría de
las religiones sobre el origen del universo y de la humanidad, o la sustitución de las mismas
desde la perspectiva de un punto máximo de esplendor dentro del acontecer histórico de un
pueblo, en donde ambas podrían llamarse la “Edad de Oro”.
1 Jacques Le Goff. El orden de la memoria. Madrid: Paidós, 1992. Para nuestros propósitos estamos usando la
traducción al español de la obra Storia e memoria (1977) de Jacques Le Goff. Debo hacer notar que la obra Histoire
et memoire (1982) de Jacques Le Goff, que fue publicada por Chez Gallimard tiene una discrepancia en año de
publicación entre la información que me ofrece la edición en español acerca de su procedencia en italiano. Tal
pareciera que el original de la obra fue publicado en italiano y posteriormente lo fue en francés.
Berríos 2
Remontándose a la antigüedad explora la manifestación de dichas edades en las culturas
extra europeas y las europeas. Debo hacer notar que esta dicotomía marca de manera notable el
carácter eurocentrista de la obra.
Toma como archivo de esta concepción los mitos fundacionales de las diferentes culturas
que él estudia. La palabra mito procede del griego mythos la cual significa cuento, relato. En
estos mitos se relatan los cimientos del origen de los pueblos. A través de ellos llegamos a
apreciar la frase “todo tiempo pasado fue mejor”. Una gran parte de estos mitos tiene faz
paradisíaca, un jardín del Edén en donde el trabajo no era parte de la estadía, en donde la
abundancia del alimento y el deleite al paladar era un hecho diario, en el cual los animales son
mansos y dóciles, en donde la relación sexual no se lleva acabo, al parecer no hace falta. Así se
cuenta entre los aranda de Australia, o un lugar semejante de donde fueron expulsados como los
hebreos2, también un lugar a donde ir (una isla) con los mismos atributos según lo narran los
guaraníes. Entre los musulmanes el Edén tiene promesas de disfrutes sensuales, además de las
delicias que encontrarán como los demás. Debo añadir a LeGoff que doncellas llamadas huríes
esperan para a casarse con los hombres3, algo bien patriarcal y falogocéntrico.
Entre los grecorromanos algo semejante sucede, pero con ligeras variaciones. Los griegos
a través de Hesíodo4 nos dejan los fundamentos de la Edad de Oro, primera edad entre las cuatro
edades que habían vivido los seres humanos. Luego nos habla de la Edad de Plata, la de Bronce y
la de Hierro edad esta última que estaban viviendo in illo tempore. No habla de creaciones
sucesivas “sino de la evolución de una misma raza humana a través de tres edades.”5 La
descripción de esa Edad de Oro es de la felicidad primitiva, la ausencia de trabajo, lo
paradisíaco. Es de notar la simbología de los metales para signar las edades, un elemento de la
tierra, demuestra el dominio de las artes ígneas. El conocimiento de la metalurgia matiza la
evolución de los griegos demostrando con ello que el poseer la técnica y el conocimiento de la
recuperación de los metales, el uso de las aleaciones y los catalizadores implicaba evolución del
pensamiento6.
2 Para la tradición judeo-cristiana Le Goff usa la mitología que aparece en el primer libro del Pentateuco, el
“Génesis” que es lo mismo que el primer libro de la Torá hebrea, el “Bereshit”. 3 El sagrado Corán 52:17-20.
4 Hesíodo. Los trabajos y los días (mediados del siglo VII a.c.)
5 Le Goff 22.
6 Para un acercamiento más amplio de este tema ver: Mircea Eliade. Herreros y alquimistas. Madrid: Alianza
Editorial, 2001.
Berríos 3
Por su parte los romanos copian relativamente igual a los griegos. Entre ellos
reconocemos la aportación que hace Ovidio en su Metamorfosis (8 a.c.) el cual hace un recorrido
por las mismas Edades que había escrito Hesíodo. De otra parte el insigne Virgilio nos relata en
su Égloga IV el retorno a la Edad de Oro. Esta égloga es de gran interés pues plantea un retorno a
la Edad de Oro desde la Edad de Hierro, aludiendo a una Virgen y al regreso a la edad de
Saturno algo hasta el momento no expuesto de esa manera, una cuestión cíclica. Importante es
añadir a Le Goff que el lugar donde se sitúa el regreso a la Edad de Oro es denominado Arcadia,
el cual servirá de inspiración futura a escritores y artistas plásticos de Europa.
Platón y Aristóteles glosaron sobre un ideal de lugar separándose de la concepción de
Edades previas en existencia. En sus Diálogos Platón habla de tiempos pasados sin idealizarlos,
más primitivos. Sólo en la descripción de la Atlántida se puede observar un acercamiento a un
lugar ideal, pero que tuvo mal término al ser relegados por los dioses a su suerte. Nos informa el
destino de dicha isla: se hundió sin dejar rastro ni trazo de lo que fue una gran civilización. En
Aristóteles no se vislumbra ninguna exaltación a los tiempos primitivos, sólo una exposición en
la idea de la eternidad del mundo, pero de manera “ondulante” y no lineal.
Durante el medioevo tenemos que la idea de una edad idílica, de un tiempo mejor se
centra en la literatura y no en la religión ni en el mito. Se criticó el engaño, la creación de la
propiedad privada, la invención de los príncipes y los impuestos como factores que apartan al ser
humano de la felicidad.7
Por último la alusión a un país inventado, Cucaña, lugar donde no existe la ley y lleno de
excesos, una “unomía” como Le Goff cita a Cioranescu8, estuvo entre algunos círculos de
letrados dentro del medioevo, más como reacción contra el ascetismo cristiano que como utopía.
Al tratar la concepción de la Edad de oro en el Renacimiento, Le Goff se hace partícipe
de las ideas de Cioranescu estableciendo que en esa época son las letras y la cultura la que se
considera la Edad de Oro. Comete el error de señalar que los indios de la Antillas no sembraban
y no trabajaban para reaccionar a la idea de que en ellos y en esas tierras estaba el retorno al
“paraíso terrenal”. La ausencia de documentación sobre esas culturas lo hace incurrir en esta
equivocación.
7 Le Goff cita sobre este particular a Jean de Meung y su obra Roman de la Rose, 38.
8 Ibid. 39.
Berríos 4
Él usa como punto de apoyo la trascendencia de esas ideas de las edades míticas para
elaborar que “esas teorías hoy extravagantes han sido uno de los primeros esfuerzos –un esfuerzo
plurisecular– para pensar y domesticar la historia.”9
En la obra, Le Goff rescata el tema de la escatología, la idea de los tiempos del fin, como
otro de los móviles de pensar la historia. Le Goff se aproxima al tema desde una perspectiva
conceptual y cronológica. Presenta una gama de conceptos y tipología sobre la misma. Hace uso
de los estudios que llevara acabo Mircea Eliade10
sobre la concepción del mito del eterno retorno
sobre este asunto escatológico. La diferenciación ocurre principalmente entre el futuro individual
y el colectivo, ese fin al que la inevitabilidad del hecho individual (la muerte) parece proyectar
de manera teológica, a un colectivo homogéneo y que muchas veces proyectan a los demás desde
la conceptualización de la existencia de ese grupo en particular. Es importante destacar que el
peso mayor de los grupos representados recae sobre aquellos que guardan en común enlaces con
las escatología judeo-cristianas. Para ello hace uso de los testamentos bíblicos. Esto se le puede
adjudicar al entronque europeo de su visión histórica por razones de índole cultural de Le Goff.
Sin embargo, su conclusión del estudio de las escatologías es muy importante y esclarecedor:
“para un historiador, el estudio de las escatologías contribuye a volver más apremiante la tarea de
distinguir entre Historia e historia, entre devenir histórico y ciencia histórica.”11
Finalizando la primera parte de su obra, Le Goff toma el tema de la decadencia, de
invención medieval, como término histórico y confuso, no por ello rechazable sino digno de
estudio. Este término es similar a los términos declinar, caer, ruina. Con relación a la biología
será asociado a la vejez y la idea se proyecta hacia la trama astronómica de las estaciones,
aunque estas no se manifiesten de la misma forma en todas partes del mundo según las latitudes.
Hace claro que el término no es contrario a progreso.
El término para Le Goff, es uno que merece atención por su uso dentro del pensar
histórico. Destaca a Oswald Spengler12
como el teórico más grande sobre ese concepto con una
visión estática de la historia, una visión de continuismo.
A través de un recorrido cronológico europeo nos deja ver cómo se ha aplicado el
concepto de decadencia hermanado con el de renovación. En otras palabras a la idea de
9 Ibid. 44.
10 Mircea Eliada. El mito del eterno retorno.
11 Le Goff 85.
12 Oswald Spengler. La decadencia de Occidente (1918-1920)
Berríos 5
decrepitud se le asocia a la de resurgimiento. Creo que la metáfora del ave fénix sirve para
simbolizar con precisión lo que implica la decadencia en el significado que nos ofrece Le Goff.
Es importante observar que Le Goff destaca a György Lukács, teórico de corte marxista
del siglo XX, que criticó la ideología burguesa dentro del concepto decadencia. Dato muy
interesente éste ya que Lukács concentró su análisis de la decadencia a través del estudio de la
literatura, en la novela en específico, como obra de expresión de la ideología burguesa en la que
se observa una decadencia de la ideología de esa clase social principalmente en la producción de
principios del siglo XX, en la llamadas vanguardias literarias a raíz de la Primera Guerra
Mundial. Estas servían de ruptura con la producción de novelas de corte realista del siglo XIX.
Por último, destaca la figura de Arnold Toynbee, historiador inglés, con su teoría de la
autodestrucción de la civilidades por “rechazo de lo nuevo, idolatría a lo efímero,
autodestrucción del militarismo, intoxicación de la victoria.”13
Hay que señalar que la decadencia en la historia la concentra Le Goff en el siglo XX en
un criterio: la decadencia económica. Previo a este siglo los criterios eran: político, cultural y
moral. Hoy, él puntualiza, dentro del orden político la visión de decadencia guarda interés dentro
de la aproximación de la idea del imperio.
En la segunda parte de su libro, Le Goff destaca el orden de la memoria, concepto
hermanado a la historia como vínculo para ayudar a edificar esta disciplina. Recurre a elaborar el
concepto memoria desde de la definición psicológica, pero inclinándose a la acepción de la
memoria colectiva con sus vínculos históricos y la antropológicos. Esta es considerada
fundamental dentro la concepción de la personalidad e identidad de los pueblos, por tal razón “la
ausencia o la pérdida, voluntaria o involuntaria de memoria colectiva en los pueblos y en las
naciones, puede determinar perturbaciones graves de la identidad colectiva.”14
En otras palabras,
“prohibido olvidar”.
Divide su exposición en cinco partes y una conclusión. Usa la designación de memoria
étnica para aquellos pueblos sin escritura, aunque hace la salvedad de que la escritura hace una
diferencia sin hacerlas distinta. La memoria en la sociedades sin escritura recibe un tratamiento
diferente y marcadamente especial por la preservación del acervo cultural que recae dentro de
algunas personalidades (relatores, cuenteros, chamanes, etc.) que hacen las veces de los
13
Le Goff 111. 14
Ibid. 133.
Berríos 6
preservadores de los archivos de la memoria de esos grupos culturales. Rasgo esencial de la
oralidad es la no conservación estricta de lo pasado, pero la sí preservación de la esencia de lo
que pasó.
En el desarrollo que Le Goff nos presenta de la memoria colectiva nos ofrece la
conservación de las mismas por medio de la estela escrita de forma escultórica. Traza su origen a
la antigüedad, impregnada de significados algunos oscuros, otros de victorias guerreras,
aconteceres funerarios, biográficos, estatutos legales. En otras la epigrafía, principalmente en
Grecia y Roma, cobra un auge superlativo para la conmemoración y perpetuación del recuerdo,
archivos lapidarios. A todo esto se destaca el carácter selectivo de lo que se quiere preservar en
la memoria de los pueblos, el enlace de lo que se preserva con quién lo preserva, hay una
relación estrecha entre memoria y poder político e ideológico. Por eso, en el medioevo el
cristianismo monopoliza por largo tiempo la memoria colectiva, la cristianiza. Hay una base
testamentaria dentro de la Biblia que sirve de soporte y apoyo a esta visión teológica de la
memoria colectiva, que tiene su repercusión en la individual.
En el campo literario las canciones de gesta, los romances, las trovas sirven para la
memorización de los hechos heroicos de la batallas como método de idealizar las acciones de la
guerra.
Se alaba la memoria haciendo de ella parte del estudio universitario, surgen tratados y
reglas (algunas rescatadas de la retórica de los griegos y romanos). Personajes como Alberto
magno, Doctor Universalis, Tomás de Aquino, Erasmo de Rotterdam y Raimundo Lulio entre
otros disertan sobre la memoria. De otra parte con el advenimiento de la imprenta la memoria de
escribe, se empieza a uniformar la misma y a diseminarla uniformemente.
Para la ilustración y el romanticismo veremos nacer dentro de las naciones el
florecimiento de los días conmemorativos, las bibliotecas nacionales, las academias de la lengua
para preservar las mismas y los museos. Todo ello relacionado con la memoria.
Durante el romanticismo la monumentalidad fúnebre cobra singular importancia, renace
al placer por la añoranza como parte del uso de la memoria, se observa esta tendencia
principalmente en la literatura. “El romanticismo encuentra de manera más literaria que
dogmática la seducción de la memoria.”15
15
Ibid. 169.
Berríos 7
En el siglo XX la memoria se preserva de maneras adicionales a los usados hasta el
momento, diferentes. Gracias a los adelantos tecnológicos de las computadoras la memoria
electrónica nos provee de escritura, memoria y lectura en un solo lugar. Los bancos de datos
alteraron la accesibilidad de un nuevo tipo de memoria. A esto se le añade el surgimiento de las
ciencias sociales en las cuales “la memoria colectiva ha experimentado grandes
transformaciones, y desempeña un rol importante en lo interdisciplinario que entre ellas tiende a
instaurarse.”16
Depositaria de esa renovación interdisciplinaria es la llamada “nueva historia” y la
“historia oral” que se construyen dentro de la memoria colectiva. La misma sirve en la medida en
que se democratiza la memoria social “uno de los imperativos de su objetividad científica.”17
Capítulo aparte es al que Le Goff le dedica al calendario. Le concede al calendario una
aproximación de cariz cósmica, cuya unidad es el día de importancia social. No toca la medición
del tiempo en términos abstractos de la hora y su componenda e implementos.
Los calendarios se fundan en la observación astronómica. Son los astrónomos los
encargados de instituirlos y reformarlos. Por siglos los gobernantes y las clase sacerdotal en las
diferentes culturas se apropiaron de ese conocimiento, lo cual implica poder y control. “Aquellos
que controlan el calendario tienen el indirectamente el control del trabajo, del tiempo libre y de
las fiestas.”18
El recorrido que nos brinda Le Goff trata de ser bastante abarcador. Empieza desde
la antigüedad tomando a caldeos, egipcios, chinos, hebreos, griegos y romanos, se aproxima a las
culturas precolombinas usando a la azteca como su representante, mira a los musulmanes y
finaliza en la civilización occidental europea partiendo desde los calendarios del medioevo hasta
nuestros días.
En todos los calendarios hay un desarrollo que va desde lo más sencillo hasta lo más
complejo. Desde la antigüedad los calendarios solares eran conocidos y usados, eran estos los
más complejos. El calendario lunar fue sin duda alguna uno de los primeros en desarrollarse por
la frecuente periodicidad de este astro sobre el cielo de los seres humanos y su observable
influencia sobre las aguas y las siembras.
Por su discrepancia entre el total de días en un año contra el año natural o solar, el
calendario lunar incurre en error y hay que corregirlo con mayor frecuencia que el solar. De otra
parte el calendario solar dado su exactitud en términos fraccionados de días y minutos, en la
16
Ibid. 178. 17
Ibid. 183. 18
Ibid. 192.
Berríos 8
actualidad no hay implantado un sistema lo suficientemente corregible con el menor margen de
error que el desarrollado por los mayas y copiado por los aztecas. Esta información parece no ser
de tanta importancia para Le Goff al escribir sobre los calendarios.
Los calendarios tienen varios propósitos, entre los más significativos está el de cobro de
cuentas, los impuestos, la administración del tiempo, el control de la población de un país por
medio del imaginario cronológico dentro de un espacio dado, esta combinación de tiempo y
espacio en literatura se llama cronotopo.
Dentro de las naciones cristianas ocurre la existencia de un calendario laico solar y el
calendario litúrgico que es principalmente lunar con excepción de la navidad que está dentro del
calendario solar. Esta doble existencia de calendarios laicos y rituales se complicó dentro de los
aztecas y los mayas. Le Goff sólo menciona el sistema de dos calendarios entre los aztecas, pero
entre ellos también hubo un tercer calendario ritual y observable, el calendario venusino que se le
dedicaba al dios Quetzalcoatl. Jacques Soustelle nos dice que “la observación de lo movimientos
de Venus había cobrado una grande importancia en la astronomía y la cronología indígena.
Setenta y cinco años venusinos equivalían a ciento cuatro años solares”19
En otras palabras, cada
dos ciclos de 52 años ocurría un ciclo en conjunción de Venus y el Sol. El grado de desarrollo
astronómico y el cálculo matemático sólo pudo lograr esta elaboración calendárica, que nadie en
su época o en la antigüedad lo había expresado y utilizado.
De la misma forma que el armar un calendario es importante, tan importante es la
designación de los años, las estaciones, los meses, la semana y los días. Probablemente, según
Le Goff, “la semana es la gran invención humana en el calendario. Es el descubrimiento de un
ritmo que tiene siempre más peso en las sociedades desarrolladas contemporáneas.”20
Hay una tradición en los calendarios impresos, los almanaques, los cuales recogen datos
astronómicos, santorales, días feriados, información para agricultores, pescadores, en fin una
gama de información digna de estudio sobre la mentalidad de una época en específico “porque el
calendario es historia.”21
Por último, Le Goff le dedica un capítulo a la conjunción documento/monumento. Esta
conjunción de materiales parten de la herencia del pasado, que él les llama monumentos y los
electos por el historiador, lo documentos. Procede a explicar la etimología de la palabra
19
Citado en: Miguel León Portilla. Filosofía nahuatl: estudiada en sus fuentes. 10a ed. México: UNAM, 2006, 116. 20
Le Goff 212. 21
Ibid. 226.
Berríos 9
monumento en asociación con la mente, con la memoria. Estableciendo que monumento es un
signo del pasado, algo que retenemos de él, algo que alude a ese pasado, pude que el mantenerlo
guarde relación con el verso de una canción popular: “recordar es vivir o volver a vivir”,
preservar como un legado, el recuerdo de algo que estuvo pero que no fue eterno, que debemos
recordar o que nos quieren hacer recordar. Por su parte los documentos nos guardan un legado
que “el interés de la memoria colectiva y de la historia ya no se cristaliza exclusivamente sobre
los grandes hombres, los acontecimientos, la historia que transcurre de prisa, la historia política,
diplomática, militar.”22
Desde esta perspectiva, muy cónsona con la posición de la historia social,
debemos estudiar el legado monumental y documental que hay alrededor de las culturas como
fuentes de rescatar y preservar las historias de ellas. Esto nos trae a una gran cantidad de
documentos disponible, a una cuantificación de documentos que debe matizarse por su calidad.
Es el historiador el llamado a pasar juicio y seleccionar aquellos “documentos”, pero debe de
tener el cuidado en seleccionar pues “el documento es una cosa que queda, que dura y el
testimonio, la enseñanza… que aporta, deben ser en primer lugar analizaos desmitificando el
significado aparente de aquél. El documento es monumento”23
Jacques Le Goff, en esta obra, trata de traernos a dos temas de la historiografía que la
nutren desde perspectivas amplias y singulares: el tiempo y la memoria. La evolución de estos
conceptos desde la perspectiva de la historia abre a un acercamiento más esclarecedor de lo que
compone el estudio del ser humano en su manifestación cultural, arraigado a un quehacer
polítikos. El examen y re-examen de las ópticas y acercamientos de la disciplina de la historia
como un producto de varias fuentes en varias instancias de los grupos culturales nos amplía las
posibilidades de conocer con más certeza el desarrollo de los humanos dentro de determinado
tiempo y determinado espacio. Podemos decir sin dudas ni reservas que Jacques Le Goff logra su
cometido: la probabilidad de la ciencia de la historia.
Bibliografía
Le Goff, Jacques. El orden de la memoria. Madrid: Paidós, 1992. Impreso.
El sagrado Corán. Versión castellana de Julio Cortés. Ed. electrónica. San Salvador: Biblioteca
Islámica “Fátimah Az-Zahara”, 2005. Impreso.
22
Ibid. 232. 23
Ibid. 238.