Deudor de un paso en el vacío

Naciste al tropezar mis dedos con la luz,prendido en un alambre más allá de la noche,al soportar el abrazo de un ángel caído,en la deriva de una semilla en tinieblas,que desconozco, temo y alberga confusión.

De la anciana razón de los metales prohibidos,y su cifrada respuesta que me acercó tu vientre,en el pulso versátil de un paso en el vacío.Del torso forjado en las oquedades del mar,en el que acunan su orfandad los náufragos.De la verdad de las hélices y su canto de lujurias,la claridad de cal viva, en que sonríen tu sexo y el mío.De los itinerarios adversos con su geometría invisible,en que sollozan las hortensias y despiertan a los héroes.De los rumbos oscuros y los caminos contrarios,en que el grisú borra los labios infecciosos.De los estambres que produce el polen de la melancolía.

Deudor de tu rostro de preguntas y sus máscaras,de tus pezones, que como círculos rojos de arándanos,escucharon a mis ojos y despertaron mi lengua.

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Que no supieras ya

Debes saberlo, estás bajo la yerba muda de mi piel.En cada poro respira una palabra tuya,una astilla como atuendo del dolor,y la piedra del recuerdo sobre el vientre fértil del agua,batiendo las alas como un cisne en la distancia.

Tus hombros arrojándome al jardín de las máscaras.Tus ojos encendidos del color de los laureles mojados.Tus sienes como escenarios de lo cómico y lo trágico.Los tragos de azufre, calcomanías sobre el rojo delantal,y las monedas de plata rodando por su cartografía.

Vuelves en el temblor de la mano condenada,por recoger las guindas y cortar los sarmientos.En el ojo reventado del mascarón de proa,por abrazar la sed del salitre y a los relojes alcohólicos.

Te vas con la luz de la franela acristalada de sueños,y lo efímero que bosteza en las herraduras del sol.Agasajo de fronda de lianas que arde en la vidriera de tu pubis.Te quedas en la redoma, como brebaje en los yodos del alma,contra las sentencias del tiempo, coro de la carcoma en la madera,en el ara de los deseos, como quedan en el basalto ciego del placer.

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Texturas de cine mudo

Sólo esa voz humilde tabicó la amenaza,el fósforo que madrugó entre los dedos,y apresuró la generosidad en sus diamantes de tiza.Sólo ese disfraz olvidado y oscuro de la duda,y los quinqués con sus cabellos postizos,el carburo paralizado que besa las mejillas.

El sol asustado y la saliva de la mujer deseada,el lento dibujo de unos labios exprimiéndome,el placer que divide la vida, los limones,la tristeza, la boca desdentada de la ciénaga,la capa negra que hace olvidar las fechas y los nombres.

Sólo ese universo de cólera que gravita aún,que niega la risa del tiempo en el reloj de arena,y consume el terciopelo en el que están pautadas,las partituras y las notas para un viejo violín.

Museos que abrigan texturas de cine mudo,lecturas en la frente y los sueños de la razón,donde duermen aún los reyes magos,el sexo de las lágrimas y el de las amapolas.El largo arañazo del jaguar al fin arrodillado.

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El universo altera la piel

Nada guarda la piel de aquellos territorios,de las cejas quemadas por el sol,y que engendró un espejo cóncavo.Nada partió en las alas del ángel caído,de los cuerpos abrevando aguas celestes.Ni fósiles, ni harapos, ni ojos desiertos,ni tráfago de palabras hechas jirones.

Nada ha quedado en la declinación del otoño,después de aquel puñal de punto cero,que atravesó la forma perfecta del dolor.Nada del ritual en la sierpe del tiempo,fatigando con necedad cada celebración.

Ni trapecios de la noche, ni cimientos para el llanto,ni trémulos deseos de pétalos ajados,en bisagras solemnes para el galope astral.

Detrás de las fronteras de cera derretida,nada impide que se fracture la luz.Desandar la dádiva y no el desasosiego.Nada, en la saliva que te ha soñado sin límites,en el torso desnudo que hace verdad el olvido.

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Afirmación en el báculo de Homero

Quiero creer, que el cierzo y el mercurio en mis arterias,decapitarán los patíbulos, sus alfabetos secretos,los espejos de alquitrán en que se apagan las estrellas.Desplazaré ese cubo de hierro que me oprime,en su lugar, haré de los siglos mi morada micénica.

No son extraños los retablos que me habitan,los muros de babel que corren por mi sangre,ese peldaño derribado en la frente de los cíclopes.Las fraguas en que el sonido de metal es azulado,es el perfume, el ámbar barbitúrico, el epílogo,con el que todo tu cuerpo me vence y me da asilo.

Quiero creer, que en mi espalda sangrará la corteza de una encina,y florecerá el tomillo, una estrofa de cantueso,y el delirio de un brasero, las vidrieras de una catedral,en que arden los colores, los inciensos del otoño,el turbante de hule astral, las arcillas de los ángeles,y el canto roto en las alas de las abubillas núbiles.

Quiero creer, que el báculo de Homero,hará albergue en mis ojos y antífona en mi garganta, será zarza,sarmiento de luz umbilical quemando las llagas de mis rodillas.

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Visita turbadora

Hasta agotar los lugares y las fechas de una a otra mano,la canción de tu rostro es un coro de dados,rebotan como un rayo hueco en la tiniebla.La madera que no calla y construye la melancolía,las distancias que marca la lluvia entre los ojos y el miedo.

Bajan y suben mi cuerpo de escalera poseída,ponen broches en mi piel, en mi llaga de basalto.Como un ciego que interroga a la niebla,y tantea con su bastón la escritura nacida del adiós,el vértigo del erotismo y las flores marchitas.

Sacudí del capitel la sombra, la huella de mi baba,deshice el forro de ideogramas en mi chaleco,figuré una espiral, un vaso negro, una vidriera insomne,luciérnagas que recogí para mi biblioteca,y ahora tengo que leerlas antes del amanecer.

Habla la ciudad sin límites en las botellas vacías,hasta que la sucesión del barro y las aguas,nos conciban como esculturas y no seamos temor.Hasta que sin saberlo la eternidad nos roce,y nos haga hierba de luz en las estrellas.

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