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IMPERIALISMO – D. K. FIELDHOUSE En la década de 1830 los imperios coloniales eran más pequeños de lo que habían sido desde principios del siglo XVII. En América sólo sobrevivían a las revoluciones por la independencia algunos fragmentos de los antiguos imperios español, portugués, francés, británico y holandés. En África la colonización europea no había hecho más que empezar. En Australasia y el Pacífico la colonización estaba en su primera fase. Sólo en Asia meridional y en Indonesia había posiciones importantes. El siglo XIX conoció un proceso de expansión colonial directamente comparable con el de los siglos XVI y XVII, proceso que puede por eso llamarse la segunda expansión de Europa. Los viejos imperios habían estado principalmente en las Américas: los nuevos estaban en África, Asia y el Pacifico. Las viejas colonias habían sido en su mayor parte colonias de “asentamiento” en las que los emigrantes crearon sociedades cuasi-europeas: las nuevas serán en su mayor parte colonias de “ocupación” en las que una pequeña minoría de “residentes” europeos ejercían cierto grado de control político pero permanecían esencialmente ajenas a Europa en raza y cultura. El número de potencias europeas con posesiones coloniales creció a medida que se extendían las áreas bajo control europeo. Antes de 1830 había cinco potencias coloniales importantes. En 1914 había diez, incluyendo los Estados Unidos, una excolonia convertida en potencia imperial. Tales hechos constituyen una demostración a priori de la idea de que el siglo XIX fue uno de los dos grandes períodos de expansión ultramarina europea y justifican la inmensa atención que le han prestado los estudiosos del imperialismo. Los problemas básicos que se examinan son: por qué se dio esta expansión, por que tuvo lugar sobre todo en áreas tropicales, donde el asentamiento europeo era improbable, y por qué estuvieron interesadas en ella tantas potencias europeas. Europa era fundamentalmente “antiimperialista”, que no había ningún deseo fuerte de nuevas posesiones. Recíprocamente, los cuarenta años siguientes han sido designados “la era del imperialismo”. Hay razones válidas para considerar la década de 1870 como una divisora: primero, gran parte de la expansión colonial de los cincuenta años anteriores habían tenido lugar en Canadá, Australia, África del Sur y alrededor de la India, todos territorios británicos. En segundo lugar, la intervención de países europeos como Alemania, Bélgica e Italia, que no tenían posesiones ni tradición cultural, parecía indicar que los fines de la colonización estaban cambiando. Finalmente, el hecho de que la nueva colonización estuviera a menudo asociada a la inversión en gran escala por los europeos, sugería que estos tenían una extraordinaria cantidad de capital disponible para usarlo de esta forma, o que la atracción de la

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IMPERIALISMO – D. K. FIELDHOUSE

En la década de 1830 los imperios coloniales eran más pequeños de lo que habían sido desde principios del siglo XVII. En América sólo sobrevivían a las revoluciones por la independencia algunos fragmentos de los antiguos imperios español, portugués, francés, británico y holandés. En África la colonización europea no había hecho más que empezar. En Australasia y el Pacífico la colonización estaba en su primera fase. Sólo en Asia meridional y en Indonesia había posiciones importantes.

El siglo XIX conoció un proceso de expansión colonial directamente comparable con el de los siglos XVI y XVII, proceso que puede por eso llamarse la segunda expansión de Europa. Los viejos imperios habían estado principalmente en las Américas: los nuevos estaban en África, Asia y el Pacifico. Las viejas colonias habían sido en su mayor parte colonias de “asentamiento” en las que los emigrantes crearon sociedades cuasi-europeas: las nuevas serán en su mayor parte colonias de “ocupación” en las que una pequeña minoría de “residentes” europeos ejercían cierto grado de control político pero permanecían esencialmente ajenas a Europa en raza y cultura. El número de potencias europeas con posesiones coloniales creció a medida que se extendían las áreas bajo control europeo. Antes de 1830 había cinco potencias coloniales importantes. En 1914 había diez, incluyendo los Estados Unidos, una excolonia convertida en potencia imperial.

Tales hechos constituyen una demostración a priori de la idea de que el siglo XIX fue uno de los dos grandes períodos de expansión ultramarina europea y justifican la inmensa atención que le han prestado los estudiosos del imperialismo. Los problemas básicos que se examinan son: por qué se dio esta expansión, por que tuvo lugar sobre todo en áreas tropicales, donde el asentamiento europeo era improbable, y por qué estuvieron interesadas en ella tantas potencias europeas. Europa era fundamentalmente “antiimperialista”, que no había ningún deseo fuerte de nuevas posesiones. Recíprocamente, los cuarenta años siguientes han sido designados “la era del imperialismo”.

Hay razones válidas para considerar la década de 1870 como una divisora: primero, gran parte de la expansión colonial de los cincuenta años anteriores habían tenido lugar en Canadá, Australia, África del Sur y alrededor de la India, todos territorios británicos. En segundo lugar, la intervención de países europeos como Alemania, Bélgica e Italia, que no tenían posesiones ni tradición cultural, parecía indicar que los fines de la colonización estaban cambiando. Finalmente, el hecho de que la nueva colonización estuviera a menudo asociada a la inversión en gran escala por los europeos, sugería que estos tenían una extraordinaria cantidad de capital disponible para usarlo de esta forma, o que la atracción de la inversión colonial era tan grande que estaba extrayendo capital de otros campos de actividad dentro de Europa.

Naturalmente, había otros rasgos aparentemente nuevos en el imperialismo de fines del siglo XIX. La belicosidad internacional era el más obvio. Tales rivalidades parecían estrechamente relacionadas con la elevación general de la temperatura de las relaciones internacionales y con incremento de los armamentos.

Los imperios se habían extendido de forma muy considerable desde principios del siglo XIX, pero después, alrededor de 1880, cambiaron sin duda alguna el tempo y el temple. Los problemas coloniales vinieron a ocupar una parte importante de las relaciones internacionales, al igual que, en cierto modo, había ocurrido a finales del siglo XVIII. El poder naval y su comercio mundial, el nuevo “imperialismo” era sorprendente y a menudo alarmante.

Las más importantes teorías explicativas se pueden dividir en dos grandes categorías, según donde buscan la explicación de por qué la expansión europea ocurrió a finales del siglo XIX y por qué hubo esta aparente discontinuidad con el pasado victoriano. La primera y más amplia categoría se puede llamar “eurocéntrica”, porque las nuevas tendencias del imperialismo se explican fundamentalmente en función de la situación, las actitudes y las necesidades de los Estados de Europa, ya sean económicas y no económicas, y estos se pueden

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subdividir a su vez. Las teorías económicas parten generalmente de la premisa de que el imperialismo de fines del siglo XIX fue un producto del carácter cambiante de las economías europeas, y más particularmente de la expansión de la industrialización.

Hay otras dos teorías “eurocéntricas” importantes que se deben considerar como posibles alternativas no iguales en importancia. A ambas se les puede poner holgadamente la etiqueta de “políticas”; en cuanto la aparente discontinuidad de la expansión es considerada como el producto del cambio de las condición es políticas y sociales en Europa a fines del siglo XIX, y se dice que las colonias fueron exigidas para ponerlas al servicio del poder, prestigio o seguridad del Estado más que al de la riqueza de sus ciudadanos. La primera de estas se denomina imperialismo del estadista o del “pensamiento oficial”, por usar un término ahora corriente. Aquí se insiste en las iniciativas tomadas por los gobernantes de Europa, los políticos y funcionarios superiores; y la suposición básica es que, dado el nueva sistema de relaciones de poder y de alianzas formales dentro de Europa.

Este imperialismo de las masas se dice que derivó de una mezcla de jingoísmo y patriotismo, aguzado en algunos casos por la aceptación de teorías neodarwinistas acerca de la supervivencia de la raza más apta. Este planteamiento “periférico” parte del supuesto inicial de que no tiene por qué ser necesario hallar alguna causa omnicomprensiva de la expansión europea ni en Europa ni en ninguna otra parte, sino que la anexión colonial surgía por lo común de situaciones relativamente localizas que podían ser paralelas en varios sitios pero que podían igualmente ser únicas.

Imperialismo Comercial

El tópico más difundido sobre la expansión colonial de finales del siglo XIX es que el “comercio seguía a la bandera”; es decir, que se adquirirán nuevas colonias porque la posesión aseguraba su comercio a la metrópoli. Pero a efectos analíticos el aforismo es demasiado simple. Si la expansión europea fue impulsada de verdad por el deseo de nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas, es necesario demostrar tres cosas. Primero, los Estados europeos sintieron la necesidad particularmente urgente de extender las oportunidades comerciales durante dicha era del “nuevo imperialismo” después de 1880 aproximadamente. Segundo, las colonias, protectorados o esferas exclusivas de influencia estaban pensadas para proporcionar mejores socios comerciales que otros Estados independientes comparables. Tercero, el proceso efectivo de adquisición de nuevas colonias estaba influido por estas consideraciones económicas.

Durante la segunda mitad del siglo XIX los principales Estados de Europa occidental y Norteamérica modernizaron sus sistemas industriales según el modelo elaborado por Gran Bretaña. Al principio las nuevas industrias estaban interesadas en primer lugar por la sustitución de las importaciones; pero según se fueron extendiendo, dependieron cada vez más de los mercados extranjeros para proveer las economías de escala. La competencia resultante por los mercados limitados, tuvo unas consecuencias que son las apropiadas para el desarrollo del imperialismo económico. Primero, hubo depresiones cíclicas o prolongadas durante las décadas de 1870, 1880 y 1890 que tuvieron profundas consecuencias económicas y sociales que debilitaron la eficacia del libre cambio. Segundo, los gobiernos de la mayoría de los países europeos y de los Estados Unidos creyeron políticamente necesario levantar barreras aduaneras para proteger a los productores internos. Tercero, como las aduanas solo intensificaron las limitaciones del mercado dentro del mundo desarrollado, los principales Estados se interesaron cada vez más por los mercados de los países menos desarrollados de África, Asia, el Pacifico y Latinoamérica, que eran en ese momento más accesibles que nunca al comercio europeo como resultado de las mejoras en la técnica de la navegación a vapor. Por último, los fabricantes y comerciantes, sometidos a una competencia a degüello, llegaron a temer que sus rivalidades pudieran obtener suministros de materias primas esenciales más baratas o incluso monopolizar el suministro mundial. ¿Por qué tales desarrollos económicos dentro de las economías capitalistas habrían originado la expansión del imperio oficial en los últimos años del siglo XIX? Primero, a causa de la intensidad de la competencia comercial, la importancia de los

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mercados marginales para los productos europeos creció de forma sustancial. ¿Por qué tales desarrollos económicos dentro de las economías capitalistas habrían originado la expansión del imperio oficial en los últimos años del siglo XIX? Primero, a causa de la intensidad de la competencia comercial, la importancia de los mercados marginales para los productos europeos creció de forma sustancial. Las colonias constituirían así una extensión del mercado interior protegido, permitiendo a sus productores vender en el extranjero a los altos precios internos. La potencia metropolitana podía eludir las consecuencias de la creciente competencia entre los Estados desarrollados y extender la producción y el comercio hasta los últimos límites del mercado imperial. Precio y disponibilidad eran las dos bases evidentes para adquirir control político sobre las áreas productoras. En un mundo librecambista ideal, el precio de las materias primas tropicales estaría determinado por las fuerzas del mercado libre. La propiedad de las fuentes de abastecimiento permitiría a la potencia imperialista fijar los precios. Segundo, puesto que el argumento cuenta fundamentalmente con el crecimiento de los aranceles protectores, se examinan las políticas arancelarias de estas y otras primeras potencias en el periodo 1870 – 1900. No podría suponerse que el imperialismo estaba desconectado de los problemas comerciales; pero podría parecer probable que la conexión entre los cambios macroeconómicos dentro de Europa y la expansión colonial era menos directa y universal de lo que indicaría la explicación antes mencionada.

Los últimos treinta años del siglo XIX fueron un periodo difícil para las economías de Europa occidental orientadas hacia la exportación. Tan prolongados fueron estos periodos que no era irrazonable suponer entonces que Gran Bretaña estaba experimentando una reducción secular; este desequilibrio comercial no creo, naturalmente, un problema en la balanza de pagos ya que las reexportaciones y las ganancias invisibles daban a Gran Bretaña un saldo neto en su cuenta corriente. La experiencia francesa fue muy parecida. Los intereses mercantiles británicos y franceses y en particular sus políticos se vieron profundamente afectados por la duración y gravedad de estas depresiones comerciales y sus efectos sobre la economía interna. En el último cuarto del siglo XIX se produjo un espectacular resurgimiento del proteccionismo en varios Estados que estaban también implicados en el “nuevo imperialismo”, sobre todo en Alemania, Francia, Rusia y los Estados Unidos. Alemania y Francia son los estados claves, pues en cada uno de ellos la adopción de fuertes aranceles proteccionistas siguió a periodos relativamente librecambistas. Alemania había estado evolucionando hacia principios comerciales británicos en la década de 1860; el segundo imperio fue un periodo de liberalismo económico en el que Francia firmo el tratado de Cobden con Gran Bretaña en 1860.

Un hecho es que en la época del “nuevo imperialismo” coincidió con el surgimiento del proteccionismo en Francia y Alemania y su intensificación en Rusia, los Estados Unidos y otros países como Portugal, España e Italia. De los principales Estados implicados en la expansión colonial, solo Gran Bretaña, Bélgica y Holanda no se vieron afectados. Resulta por eso perfectamente posible que proteccionismo e imperialismo actuaran como causa y efecto.

El impacto de la ideología imperialista sobre los aranceles parece, en efecto, haber surgido más del interés por proteger los mercados de las colonias francesas frente a la abrumadora competencia británica.

Hacia mediados de la década de 1880 la opinión metropolitana estaba llegando, en general, al convencimiento de que las colonias existentes solo eran económicamente útiles si sus mercados quedaban reservados a las exportaciones francesas y, por lo tanto, que podían ser apetecibles nuevas dependencias, si proporcionaban una salida monopolista a los productos franceses. En 1887 la Cámara de Comercio de Buerdeos, que había permanecido siempre leal al librecambio en la década anterior, podía escribir al ministerio de Hacienda. Por eso, en los últimos años de la década de 1880, la opinión general, francesa, oficial y mercantil, parece haber sido que las colonias eran solo útiles a Francia si la protegían de la competencia del comercio extranjero. Por lo tanto, debe concluirse que la hipótesis que interpreta la expansión francesa en el periodo posterior a 1875 como un producto directo del nuevo proteccionismo es débil. Parece improbable que los que hacían la política en París actuaran siempre poseídos de la lógica de los altos aranceles en el exterior o en el interior.

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La relación precisa entre el proteccionismo arancelario y la política colonial en Alemania es aún más difícil de establecer que en Francia. Sin embargo, el caso alemán es por muchos motivos más crucial, pues Alemania fue la primera potencia de Europa occidental que volvió a los aranceles, en 1879, y la reclamación alemana de colonias en 1884-85 fue indudablemente un factor fundamental en la aceleración general de la expansión colonial durante los años siguientes. Uno de los rasgos específicos del imperialismo alemán fue el hecho de que Alemania no tenía tradición imperial ni colonias antes de 1880. La solución para Alemania consistía claramente en adoptar una política proteccionista rigurosa hasta que pudiera competir con Gran Bretaña en igualdad de condiciones. Sobre esta base Alemania iba a sacar poco provecho de la efectiva posesión de colonias, ya que antes comerciaba directamente con las de otros Estados en sus propios barcos, ahorrándose así el beneficio del intermediario que ahora iba a los británicos y holandeses.

Ningún alemán argüiría seriamente que el imperialismo era un compañero necesario de una política arancelaria, o que Alemania necesitaba colonias como mercados. Sin embargo, esto no significa, naturalmente, que los problemas comerciales no influían en la política colonial alemana en los primeros años de la década de 1880. Pero durante el medio siglo anterior a 1880 hubo una fuerte tradición británica que defendía el valor comercial de las colonias para la metrópoli aun en condiciones de libre cambio. En los últimos años de la década de 1870 y primeros de la de 1880, sin embargo, las condiciones estaban cambiando espectacularmente; por un lado las exportaciones británicas se encontraban con la competencia extranjera en los mercados establecidos y el auge del proteccionismo en Europa. Por otra, Francia y otras potencias se estaban anexionando territorios hasta entonces independientes en África y Oriente, e imponiendo aranceles diferenciales para excluir el comercio británico. SE plantea, por tanto, el problema de si la expansión colonial británica posterior a 1880 fue una respuesta a uno de estos problemas comerciales o a ambos.

Parece innegable la creciente competencia por los mercados establecidos en Europa y América, junto con la cíclica pero extendida y recurrente baja del valor de las exportaciones durante los últimos treinta años del siglo, estímulo a los países más industrializados a buscar nuevos mercados en otros lugares. La importancia del proteccionismo arancelario como factor macroeconómico en el imperio parece ser mucho menor de lo que a veces se ha sugerido. La cuestión es que la aplicación del dominio por cualquier por cualquier potencia europea era en cualquier caso susceptible de perjudicar los intereses comerciales de los naturales de otros Estados, los aranceles diferenciales sólo empeoraban las cosas.

Resumidamente, la expansión europea fue impulsada por el deseo de nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas, es necesario demostrar 3 cosas. 1ro los Estados europeos tenían la necesidad de extender las oportunidades comerciales durante la era del “nuevo imperialismo”. 2do las colonias estaban pensadas para proporcionar mejores socios económicos que otros Estados independientes. 3ro el proceso de adquisición de nuevas colonias estaba influido por estas consideraciones económicas. Al principio las nuevas industrias estaban interesadas en 1er lugar por la sustitución de las importaciones, a medida que se fueron extendiendo dependieron cada vez mas de los mercados extranjeros para proveer las economías de escala.

1) Hubo depresiones cíclicas graves y prolongadas durante la Déc de 1870, ´80 y ´90 que tuvieron profundas consecuencias económicas y sociales y debilitaron la creencia.

2) Los gobiernos de la mayoría de los países europeos y de USA creyeron necesario levantar barreras aduaneras para proteger a los productores internos.

3) Como las adunas solo intensificaron las limitaciones del merado dentro del mundo desarrollado, los principales Estados se interesaron cada vez más por los mercados de los países menos desarrollados de África, Asia, el Pacifico y Latinoamérica.

Los Estados librecambistas como Inglaterra solo podían conservar sus mercados existentes o potenciales en África y Oriente de uno de estos 2 modos: obteniendo un acuerdo ii de política de no intervención. En cuanto a

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la protección del acceso a las fuentes de materias primas, se podía esperar que tuviera consecuencias similares.Los últimos 30 años del S XIX fueron un periodo difícil para las economías de Europa occidental orientadas hacia la exportación. Las exportaciones británicas sufrieron una depresión prolongada. En GB se estaba experimentando una reducción secular en su comercio exterior. Por otro lado la experiencia francesa fue muy parecida, hubo 3 depresiones cíclicas. En el último 4to de siglo se produjo un resurgimiento proteccionismo en varios Estados que estaban también implicados en el “nuevo imperialismo”, sobre todo en Alemania, Fr, Rusia y USA. La época del nuevo imperialismo concilio con el resurgimiento del proteccionismo en Fr y Alemania y su intensificación en Rusia, USA y otros países como Portugal, España e Italia. Solo GB, Bélgica y Holanda no se vieron afectados. Resulta posible que proteccionismo e imperialismo actuaran como causa y efecto. El impacto de la ideología imperialista sobre los aranceles parece haber surgido más del interés por proteger los mercados de las colonias francesas frente a la competencia británica.

La creciente competencia por los mercados establecidos en Europa y América, junto con la cíclica pero extendida y recurrente baja del valor de las exportaciones durante los últimos 30 años, estímulo a los países más industrializados a buscar nuevos mercados en otros lugares. La creciente demanda de materias primas industriales y alimentos que no se podían obtener en Europa o Norteamérica estimulo la búsqueda de nuevas fuentes de abastecimiento.El imperialismo del Capital

Las nuevas colonias podían constituir campos para provechosas inversiones de capital que, en condiciones de monopolio o subconsumo dentro de Europa, no podían hallar campos de actividad que merecieran la pena en su propio país. Este es el “imperialismo de la inversión de capital”.

El nuevo imperialismo de fines del siglo XIX y principios del XX es la que ve su causa básica en la necesidad, para los países capitalistas de Europa y Norteamérica de hallar nuevos campos adecuados donde invertir el capital excedente. La Europa capitalista junto USA estaba enfrascada en la acumulación de capital.

La explicación de Hobson de “nuevo imperialismo” se traduce en el carácter paradójico de la expansión colonial británica durante los 30 años anteriores fue que la mayoría de la nuevas posesiones coloniales no satisfacían ninguno de los criterios aceptados para la colonización. Para muchos neomarxistas la opinión general era que el capitalismo debe ser destruido por sus propias contradicciones internas y que la importancia del imperialismo consistía en que proporcionaba un hito que marcaba el más alto grado alcanzado por el capitalismo.

Para Hilferding la anexión oficial de colonias era innecesaria puesto que los Estados europeos podían hallar condiciones de inversión de capital convenientes en Estados independientes de características adecuadas. Los marxistas como Lenin adoptaron el concepto de Hilferding del capitalismo financiero en cuanto era histórica del capitalismo y compartieron el supuesto de que el imperialismo era su consecuencia. La principal contribución de Lenin a la teoría marxista del imperialismo fue que los principios de Hilferding y el argumento de Hobson, hizo ambos mucho más precisos y dogmáticos. Los 2 países apoyan más a los neomarxistas fueron Alemania y Estados Unidos, aunque por razones diferentes, la concentración de capital industrial y la integración de la industria y las finanzas estaban muy avanzadas. USA proporciona un modelo más temprano de concentración industrial. Los marxistas estaban en lo cierto acerca de las tendencias del capitalismo en Alemania. Desde el principio de la industrialización alemana había mostrado marcadas tendencias colectivas. Los grandes bancos estaban vinculados a la industria y representados en los consejos de administración. Alemania se convirtió en un importante exportador de capital a finales del S XIX.

Italia seguía la vía leninista hacia el capitalismo financiero, continuo siendo un gran importador de capital. Por otra parte Bélgica y los Países Bajos se ajustaban en principio a la definición neo-marxista del capitalismo

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financiero, ambos eran Estados industriales a finales de siglo. Bélgica como los Países Bajos se convirtieron en expertos de capital al final del siglo. Ambos llegaron a ser potencias coloniales, los belgas eran tan hostiles a la adquisición de colonias a finales del S XIX.

Europa no necesito nuevas colonias oficiales en la última parte del S XIX, aun suponiendo que las condiciones económicas se aproximaran al capitalismo financiero.

Interpretaciones políticas del imperialismo

La hipótesis que explica el imperialismo de fines de S XIX, supone que los hombres tenían libertad de acción y que estaban interesados en fomentar el poder y la seguridad de sus países.El imperialismo era el resultado de la competitividad entre todos los principales Estados de Europa y Norteamérica q a su vez generaba la determinación de no permitir que otra potencia ganase ventaja en ultramar. Desde el punto de vista positivo las colonias podían servir para fines políticos de acuerdo con el carácter y situación de cada potencia. Para ser una potencia mundial se necesitaban bases en todos los continentes. Si Alemania, Italia o USA querían ser potencias mundiales, tenían que construir grandes flotas y para que estas operasen fuera de las aguas territoriales necesitaban bases en todo el mundo. Por último se hacía uso diplomático de las colonias, además había una necesidad de asegurar las materias primas estratégicas. Por ejemplo; no había zona en la que GB no poseyera territorios o fuertes intereses e influencia.

La explicación de la moderna expansión europea se ha basado en lo que puede designarse como imperialismo de masas. El imperialismo popular fue llevado a cabo por los capitalistas en alianza con otros grupos con intereses extraeconómicos en la colonización. Todas consideraban el imperialismo como un fenómeno positivo: Europa adquiría nuevas colonias porque las necesitaba o las quería.

Las teorías políticas plantean que la aparente discontinuidad de la expansión es considerada como el producto del cambio de las condiciones políticas y sociales en Europa a fines del siglo XIX, y se dice que las colonias fueron exigidas para ponerlas al servicio del poder, prestigio o seguridad del Estado más que al de la riqueza de sus ciudadanos. Éste es el imperialismo del estadista o del “pensamiento oficial” que se refiere a las iniciativas tomadas por los gobernantes de Europa y consideraron correcto anexionar posesiones ultramarinas como bases estratégicas para el prestigio o seguridad nacional. Una aproximación paralela ve la génesis del expansionismo en la creciente belicosidad de la opinión pública nacionalista.

Este “imperialismo de las masas” derivó del patriotismo agudizado por el neodarwinismo acerca de la supervivencia de la raza más apta. La opinión pública consideraba cada episodio colonial como prueba de la fortaleza y prestigio nacionales. La segunda categoría de explicación imperialista busca respuestas en aquellas zonas del mundo en que se estaban adquiriendo las posesiones. Este planteamiento periférico parte del supuesto inicial de que no tiene por qué ser necesario hallar alguna causa omnicomprensiva de la expansión europea ni en Europa ni en ninguna otra parte, sino que la anexión colonial surgía por lo común de situaciones relativamente localizadas que podían ser únicas. Estas situaciones podían ser de carácter económico, político, religioso o social. Su común denominador era que existía alguna dificultad en áreas fuera de las posesiones oficiales europeas en las que estaban implicados los europeos que hacía difícil mantener el statu quo. Esta teoría permite decidir si el imperialismo fue un producto necesario de la situación interna de Europa (Lenin) o si era una respuesta a problemas creados al aumentar el contacto de la civilización europea con la de otros continentes.

LOS CONFLICTOS BALCANICOS Y EL CHOQUE DE LOS IMPERIALISMOS COLONIALES – PIERRE RENOUVIN

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En agosto de 1875, estalla la insurrección en Herzegovina y, posteriormente, en Bosnia y Bulgaria. Una sangrienta represión ocasiona el éxodo de las poblaciones cristianas hacia las regiones de Montenegro y Serbia. En junio de 1876, estos dos principados declaran la guerra al Imperio Otomano. Ya en otoño sus ejércitos son vencidos.

Pero Rusia, aliada de Montenegro y de Serbia, tras haberse asegurado de la neut ralidad de Austria-Hungría, envía sus tropas a los Balcanes, el 13 de abril de 1877. Los enfrentamientos tienen lugar en el Cáucaso y en los Balcanes; las tropas otomanas son derrotadas en los dos frentes y el Imperio Otomano pide el armisticio el 31 de enero de 1878.

Rusia, Rumania, Grecia y el Imperio Otomano habían ratificado el Convenio de Ginebra de 1864. Montenegro y Serbia, considerados como principados dependientes del imperio no habían sido invitados a hacerlo. Desde el comienzo de la insurrección en Herzegovina, el Comité Internacional de la Cruz Roja emprende gestiones a fin de obtener que estos dos principados ratifiquen el Convenio. Montenegro lo hace el 29 de noviembre de 1875, Serbia el 24 de marzo de 1876.

En el momento en que se desencadena el conflicto ruso-otomano, los dos adversarios están obligados por el Convenio de Ginebra de 1864. Pero, el 16 de noviembre de 1876, el Imperio Otomano informa a Suiza, en su calidad de país depositario del Convenio, que, en el futuro, aunque seguirá respetando el signo de la cruz roja que protege las ambulancias enemigas, adoptará, para sus propias ambulancias, el signo de la media luna roja sobre fondo blanco. Se trata de una acción de graves consecuencias, ya que pone en tela de juicio la unidad del signo protector. El Comité Internacional de la Cruz Roja reacciona en un artículo publicado en el n de enero de 1877 del " Boletín Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja " , en el que escribe: " si los Estados signatarios del Convenio de Ginebra de 1864 desean " que los principios de humanidad que profesan penetren gradualmente en todos los pueblos, sea cual fuere su religión, una cuestión de forma exterior no debe ser un obstáculo insalvable para el desarrollo de estos principios entre los pueblos no cristianos. La adopción de un signo internacional es indispensable, aunque el acuerdo sobre este punto quizá no sea incompatible con la tolerancia de algunas variaciones de detalle . "

Con esta toma de posición, el Comité se propone ante todo defender a los heridos del conflicto que enfrenta a Rusia con el Imperio Otomano. Solicita a la Cruz Roja Rusa que intervenga ante su Gobierno, a fin de que Rusia acepte, durante la guerra, la propuesta turca. El 24 de mayo de 1877, el zar se declara dispuesto a reconocer la inviolabilidad de las ambulancias turcas; tras difíciles negociaciones, el Imperio Otomano expresa su acuerdo en junio de 1877.

El conflicto culmina con el tratado de Berlín de 1878: Bosnia y Herzegovina son ocupadas por Austria-Hungría; Bulgaria es privada de Macedonia que queda sometida al Imperio Otomano y el resto del país se constituye en un principado independiente; Montenegro y Serbia, por su parte, adquieren su independencia.

Antes de 1885 los europeos no conocían de África nada más que sus costas, el interior, salvo alguna excepción, seguía siendo como en épocas anteriores una gran mancha blanca en el mapa. La explotación de las costas de África se daba desde el siglo XV, los portugueses se asentaron allí estableciendo factorías para comerciar con el interior y obtener, entre otras cosas, esclavos negros. La dominación del litoral africano se basaba en un interés estratégico, así ese dominio costero se acentuaba en las desembocaduras de los grandes ríos considerados como vías naturales de penetración hacia el interior. Los portugueses estaban asentados en la costa de Angola y Mozambique desde el siglo XV. La emigración francesa se dirigió a la costa mediterránea africana (Argelia) ya desde el año 1830, la conquista de ese mismo territorio se produciría ya en 1880; además de Argelia los franceses se habían asentado en Túnez, Senegal y Gabón. Los ingleses tenían factorías a lo largo de casi toda la costa africana, estas factorías eran puntos importantes en el abastecimiento de los barcos en la ruta hacia la India, entre ellas destacan Gambia, Sierra Leona, Ghana, la colonia de El Cabo en el sur del continente y desde

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1878 habían apartado a los franceses de Egipto donde controlaban el Canal de Suez, punto clave para la ruta hacia la India.

Antes de 1885 los europeos no conocían de África nada más que sus costas, el interior, salvo alguna excepción, seguía siendo como en épocas anteriores una gran mancha blanca en el mapa. La explotación de las costas de África se daba desde el siglo XV, los portugueses se asentaron allí estableciendo factorías para comerciar con el interior y obtener, entre otras cosas, esclavos negros. La dominación del litoral africano se basaba en un interés estratégico, así ese dominio costero se acentuaba en las desembocaduras de los grandes ríos considerados como vías naturales de penetración hacia el interior.

Los portugueses estaban asentados en la costa de Angola y Mozambique desde el siglo XV. La emigración francesa se dirigió a la costa mediterránea africana (Argelia) ya desde el año 1830, la conquista de ese mismo territorio se produciría ya en 1880; además de Argelia los franceses se habían asentado en Túnez, Senegal y Gabón.

Los ingleses tenían factorías a lo largo de casi toda la costa africana, estas factorías eran puntos importantes en el abastecimiento de los barcos en la ruta hacia la India, entre ellas destacan Gambia, Sierra Leona, Ghana, la colonia de El Cabo en el sur del continente y desde 1878 habían apartado a los franceses de Egipto donde controlaban el Canal de Suez, punto clave para la ruta hacia la India.

A partir de los primeros años de la década de los 80 se empieza ya a notar el tono expansivo que algunas naciones empleaban en el territorio africano, siendo esto causa de fricciones entre las distintas potencias europeas. Para ello Bismarck, verdadero árbitro de la política europea, convocó a finales de 1884 una Conferencia en Berlín para regular cómo sería el reparto del continente africano. Participaron 12 naciones europeas más Estados Unidos y Turquía.

Desde la costa los ingleses penetraron rápidamente hacia el interior. Los objetivos de la expansión británica eran claros, querían unir El Cairo en Egipto con El Cabo en el sur del continente, y así formar un eje norte-sur de dominios ingleses.

En la costa atlántica los británicos desde sus factorías costeras avanzaron hacia el interior y crearon dominios coloniales en Sierra Leona, Costa de Oro (actual Ghana) y Nigeria. En el sur estaban fuertemente asentados en torno a El Cabo y desde allí se expandieron hacia el norte chocando con los bóers, granjeros holandeses asentados allí desde el siglo XVII y que habían constituido varios estados independientes en Orange y Transvaal, la aparición de diamantes y otras riqueza motivó la guerra y los territorios bóers fueron incorporados al Imperio Británico. También en el sur destacó la labor de Cecil Rhodes en la colonización y ocupación de Rhodesia (actuales Zambia y Zimbawe) y Bostwana. En el este del continente se habían asentado en Uganda y Kenia. En el norte el dominio sobre Egipto, oficialmente bajo soberanía turca, fue la plataforma para la ocupación del Sudán, donde chocarían con los franceses en Fashoda en 1898, cerrando el paso de los franceses hacia el Índico. En su objetivo de unir El Cairo con El Cabo sólo se interponía el África Oriental Alemana (actual Tanzania) pero tras la I Guerra Mundial se harán con este territorio.

Partiendo de los asentamientos costeros de la etapa anterior los franceses se van a adentrar en el interior. Al igual que los ingleses van a tener unas líneas maestras u objetivos a cumplir, el primero de ellos es unir Argelia con el Senegal y con Gabón, la unión con Senegal no reviste problemas y Francia queda dueña de casi todo el Sahara, pero para la unión de Argelia con el Gabón tendrá que esperar a la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial para incorporarse el Camerún. El otro gran objetivo será unir el Atlántico con el Índico a través del Sahara, creando así un cinturón francés de costa a costa de África, como vemos este segundo objetivo chocaría con la idea inglesa de unir El Cairo con El Cabo, y el choque armado no tardó en aparecer, en 1898, tal como vimos, los franceses son rechazados en Fashoda y son expulsados por los ingleses del Sudán, de esta manera se

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frustraba su proyecto de unir el Atlántico con el Índico. La rivalidad con Alemania no tardará en estallar, Alemania tiene pretensiones sobre Marruecos y se producirán momentos de tensión entre las dos potencias.

Con todo, Francia quedaría dueña de un gran imperio que incluía a Argelia, la mayor parte de Marruecos (que compartía con España), el África Occidental Francesa incluyendo los territorios saharianos desde el centro del Sahara hasta la costa de Mauritania, Senegal y Costa de Marfil, el África Ecuatorial Francesa, el Gabón, el Congo francés y la isla de Madagascar, la ocupación de esta última se inicia a partir de 1883 pero de forma muy lenta.

Bismarck no estaba especialmente interesado en la construcción de un imperio colonial, no le veía ventajas, pero ante las rivalidades y por cuestión de prestigio consiguió en la Conferencia de Berlín la adjudicación de Togo, Camerún, el África Sudoriental Alemana (actual Namibia) y el África Oriental Alemana (actuales países de Tanzania, Ruanda y Burundi). El objetivo de los alemanes era crear también un cinturón de territorios que uniera el Atlántico con el Índico, como los franceses, pero tras su derrota en la I Guerra Mundial sus territorios serán repartidos entre Francia y Gran Bretaña, llevándose esta última la mayor parte.

Italia se incorpora tarde al proceso colonizador y cuando llega ya sólo queda libre Etiopía y los territorios de alrededor. La conquista de Etiopía se hace imposible y 20.000 italianos son derrotados por los etíopes en Adua, Italia renunciará a la conquista. Los territorios italianos en África se reducirán a Eritrea en la costa del mar Rojo, Somalia italiana en el Cuerno de África y Libia, incorporada en 1912. Mussolini intentará en los años treinta la conquista de Etiopía pero será un efímero dominio.

La colonización de Asia ofrece aspectos muy distintos a los de África. En primer lugar participan muchos menos países. En segundo lugar, es que, a veces, no se persigue la ocupación de un territorio, sino ventajas comerciales (es el caso de China). En tercer lugar no existe una reunión o conferencia de naciones para efectuar un reparto, como fue el Congreso de Berlín para el reparto de África. Es de señalar también que la conquista de un territorio no dependía, muchas veces, de planes premeditados de la metrópoli, si no de la ambición de los generales que una vez dominada la zona comunicaban la conquista a su gobierno.

En cuanto a las potencias que participan vemos que en el centro, norte y este del Asia continental están asentados los rusos; en el sur con la India como eje los británicos; en la península de Indochina los franceses, que eran los únicos que no estaban presentes en el continente en épocas anteriores; y, por último, los holandeses en las islas de Indonesia.

Cuando comienza el siglo XIX el imperio de los zares se extendía desde la frontera con Prusia hasta el Pacífico, incluyendo Siberia que había sido conquistada a mediados del siglo XVII; y de Asia pasaron a América con la conquista de Alaska en el XVIII (este territorio sería vendido a Estados Unidos más tarde). A pesar de esto el dominio efectivo sobre el territorio y sobre Siberia en general era muy débil, no había casi colonos y era un territorio prácticamente vacío y con malas comunicaciones. Los objetivos más importantes de los rusos serían la consolidación y colonización de Siberia, la conquista del Extremo Oriente en los límites con China y la expansión hacia Asia Central. Parece ser que el extenderse hacia el sur desde el Extremo Oriente y hacia Asia Central respondía a causas económicas, a no querer quedarse marginados de las grandes rutas comerciales y del comercio con China que estaba siendo explotado por los ingleses.

En Asia Central la expansión respondía más a cuestiones estratégicas, era un territorio muy próximo a la Rusia Europea y desde el Cáucaso los rusos se extendieron rápidamente hacia el Caspio, el mar de Aral y el lago Baijash. Como los rusos no querían entrar en contacto con los ingleses, dejaron a Persia (Irán) y a Afganistán como estados-tapón.

En el año de 1871 Alemania consuma su unidad bajo la corona imperial de Guillermo I y continúa el camino que la convierte, al final del período, en la primera potencia de Europa. Potencia demográfica, pues es el país más

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poblado del continente después de Rusia, potencia militar con el mejor ejército del mundo y potencia industrial con la segunda producción mundial al fin del período.

Francia inicia el período con una derrota militar, con la pérdida de Alsacia y Lorena, con el pago de la indemnización de guerra a Alemania y en suma con la pérdida de la preponderancia de que había gozado en Europa durante la época Napoleónica. Aunque a partir de 1875 se nota en Francia un resurgir de la actividad industrial, Alemania la aventaja en este campo. "En 1880, la proporción de Francia en la producción industrial mundial es de 9%, la de Alemania es de 14%. Por el contrario, en el movimiento de conquistas coloniales, sobre todo en Africa, Francia desarrolla una fuerte expansión.

Gran Bretaña es en 1870 la primera potencia económica del mundo, su imperio colonial es el más grande y posee la flota de guerra más temible y la mayor marina mercante. Todo esto unido a su posición insular le daba una sensación de seguridad que la llevó a optar por el aislamiento respecto a las alianzas europeas hasta comenzado el siglo XX. Respecto a la producción industrial, todavía en 1890 los EE. UU. e Inglaterra controlaban cada uno 27% o 28% de la producción mundial, pero al fin del período, en 1913, la parte de los primeros sobrepasa el 35%, la de Inglaterra cae al 14% y se ve superada por la de Alemania que tenía un 15%.

Rusia era el país más poblado de Europa, con inmensos recursos naturales no bien explotados, con posibilidades de reclutar inmensos ejércitos, los cuales por falta de medios servían más para una guerra defensiva que ofensiva. A su vez el inmenso país no estaba exento del problema de las minorías nacionales y sus intereses expansionistas chocaban en los Balkanes con los del Imperio austro-húngaro, en oriente con los del imperio otomano pero sobre todo con los de Inglaterra, y en el Extremo Oriente fundamentalmente con los del Japón.El imperio austro-húngaro estaba constituído por un mosaico de pueblos, permanecía esencialmente como un país agrícola y sus efectivos militares comparados con los de las otras potencias eran modestos.

Italia logró su unidad política en 1871 y entró en la escena europea con gran retardo económico y como país esencialmente rural. Sin embargo, y aunque sus efectivos militares no eran de magnitud, por medio de alianzas trató de desarrollar actividades expansionistas sobre todo en el continente, africano. Su flota de guerra asociada a la de otras potencias europeas se hizo sentir varias veces en América Latina en el bloqueo de puertos.

Respecto a las rivalidades europeas, esquemáticamente se puede dividir el período en dos fases. La primera se ha denominado el "Sistema Bismarckiano" el cual concluye con la caída del Canciller en 1880. Se caracteriza éste por la política que desarrolla Alemania para mantener aislada a Francia, bien sea a través de la "Entente de los tres Emperadores" (Alemania, Rusia, Austria) o por el sistema de la "Triple Alianza" (Alemania, Austria, Italia). La segunda fase está marcada por el advenimiento de Guillermo II como Kaiser y el retiro de Bismarck de la cancillería.