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En el artículo, “El estilo kitsch y su época”, Norbert Elias habla de la sociedad burguesa-industrial como nueva sustentadora del buen gusto en el siglo XIX. Lo que anteriormente se transmitía entre la “buena sociedad” de forma casi automática pasó a ser objeto de un aprendizaje individual dirigido por especialistas. De acuerdo con Elias, la historia de la pintura representa un ejemplo relevante de esta transformación. Junto con el Impresionismo llegó la imposición de un arte de especialistas en abierto desafío con la norma del gusto pictórico dominante. Se marcó, pues, una separación entre el gusto del especialista y de los no- especialistas, por el cual el primero expresa su desprecio por aquel arte producto del gusto inculto de la sociedad capitalista. Pero el poderío económico y social del público terminaría por incidir sobre los especialistas y su gusto, y éste a su vez, incidiría en el desarrollo del gusto del público, creando así una dependencia mutua llena de tensiones entre ambos polos. Entre los especialistas y la sociedad de masas es donde tiene su lugar el Kitsch. Avanzando en el texto, el autor hace observaciones del estilo Kitsch y sus problemáticas. Elias señala que toda obra estética representa para la masa de la población trabajadora, el “público”, un símbolo de ocio. Se trata de una necesidad de pasatiempos que los especialistas deben satisfacer, aunque tal necesidad no resulta tan urgente como las de trabajo y comida, las cuales, de hecho, la determinan. Es una búsqueda por liberar sentimientos y deseos frustrados por la presión permanente de la vida laboral. Así, el Kitsch actúa como reflejo del estado espiritual que la sociedad industrial genera, y su necesidad, entendida como ocio, está socialmente impuesta. El segundo punto trata de la mediocridad de los productos que son resultado de la época Kitsch, los cuales se distinguen de

Resumen: Tomas Elias - El kitsch

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En el artículo, “El estilo kitsch y su época”, Norbert Elias habla de la sociedad burguesa-industrial como nueva sustentadora del buen gusto en el siglo XIX. Lo que anteriormente se transmitía entre la “buena sociedad” de forma casi automática pasó a ser objeto de un aprendizaje individual dirigido por especialistas. De acuerdo con Elias, la historia de la pintura representa un ejemplo relevante de esta transformación. Junto con el Impresionismo llegó la imposición de un arte de especialistas en abierto desafío con la norma del gusto pictórico dominante. Se marcó, pues, una separación entre el gusto del especialista y de los no-especialistas, por el cual el primero expresa su desprecio por aquel arte producto del gusto inculto de la sociedad capitalista.

Pero el poderío económico y social del público terminaría por incidir sobre los especialistas y su gusto, y éste a su vez, incidiría en el desarrollo del gusto del público, creando así una dependencia mutua llena de tensiones entre ambos polos. Entre los especialistas y la sociedad de masas es donde tiene su lugar el Kitsch. Avanzando en el texto, el autor hace observaciones del estilo Kitsch y sus problemáticas.

Elias señala que toda obra estética representa para la masa de la población trabajadora, el “público”, un símbolo de ocio. Se trata de una necesidad de pasatiempos que los especialistas deben satisfacer, aunque tal necesidad no resulta tan urgente como las de trabajo y comida, las cuales, de hecho, la determinan. Es una búsqueda por liberar sentimientos y deseos frustrados por la presión permanente de la vida laboral. Así, el Kitsch actúa como reflejo del estado espiritual que la sociedad industrial genera, y su necesidad, entendida como ocio, está socialmente impuesta.

El segundo punto trata de la mediocridad de los productos que son resultado de la época Kitsch, los cuales se distinguen de los del pasado por su intensa carga emocional. El arte Kitsch repite su objeto una y otra vez, pero no desde el mundo objetivo de la naturaleza, sino de la naturaleza tal como el individuo la percibe emocionalmente. El Kitsch está sustentado por la necesidad emocional que resulta de la imposibilidad de encontrar las relaciones excluidas por la vida laboral en el escaso tiempo de ocio al que el público tiene acceso.

Ahora bien, el autor advierte que en la sociedad industrial las formas de expresión de la vida humana están fuertemente ligadas a los estratos de la vida social, a los cuales los especialistas, consciente o inconscientemente representan; por ello es que las tensiones sociales se reproducen en la esfera estética. Por un lado se encuentran las tendencias que siguen los modelos artísticos del pasado; hay una inclinación por apuntar a una versión idealizada de la existencia humana. Del otro lado nos encontramos en una búsqueda por hacer estallar formas ya existentes y,

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asimismo, hallar otras nuevas y propias de las relaciones y experiencias de la sociedad industrial.

El autor identifica dos tipos de tendencias del estilo Kitsch: la progresiva, cuyo propósito principal es la imposición del contenido sobre la forma; y la conservadora, en la que la forma se impone sobre el contenido. Es, además, en esta bipolaridad que se refleja la tensión social. La clase dominante, al distanciarse de sus dominados, comienza a dar mayor importancia al “cómo” se presenta, a la ostentación formal; mientras que para los grupos emergentes, la idea y el contenido ―el “qué”―, obviados por la clase dominante, son incontrastablemente más importantes que la forma. De ahí que, sentimental o intencionado, el tema tiene predominio sobre la forma en las obras, buenas o malas, de la época Kitsch.

De acuerdo con Elias, todo esto responde a que los distintos grupos de la masa puedan emerger, dificultando así que la “buena sociedad”, los círculos atendidos por especialistas aislados de la masa, continúen dictando la norma del gusto. Los cambios tecnológicos traen consigo un nuevo mecanismo de producción estética que dista completamente de los que la precedieron.

Pero lo que el autor se plantea es si el Kitsch pudo haber existido en épocas pasadas, esto es factible de haberse dado las condiciones de producción similares a las señalas, pero de confirmarse, entonces el calificativo de Kitsch es completamente insustancial.