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consumismo

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  • ENSAYO

    CONSUMO Y"SOCIEDAD DE CONSUMO"

    Fernando Moreno V. *

    No es necesario asumir la perspectiva neo o paramarxista en elorigen de la denuncia de "la sociedad de consumo" se sostieneen el presente ensayo para reconocer que el consumismo es unadeformacin que implica una inversin de la justa relacin entre elser y el tener. All donde la exigencia del verdadero desarrollohumano supone que el tener se ponga al servicio del ser, elconsumismo suplanta el ser por el tener.Esto, no obstante, no debe llevar a desconocer advierte elautor el carcter natural e indispensable del consumo mismo. Aeste respecto, y en los lmites de lo instrumental, se seala, debeafirmarse que el desafo que se le presenta a la mayor parte de lahumanidad es el de consumir suficientemente. El hombre mismoes un animal racional de consumo.

    * Doctor en Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad de Lovaina.Profesor de la Universidad Gabriela Mistral. Miembro de Nmero de la Academiade Ciencias Sociales, Polticas y Morales del Instituto de Chile. Miembro delConsejo Asesor del Centro de Estudios Pblicos. De sus numerosaspublicaciones pueden destacarse los libros Iglesia, poltica y sociedad(Santiago: Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1988) y De la fe a laideologa (Santiago: Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1989); y entresus ensayos ms recientes "La economa en la perspectiva de la doctrina socialde la Iglesia", Estudios Pblicos, 45 (verano 1992).

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    Los problemas del consumismo y de la "sociedad de consumo" hansido sealados en nuestro tiempo por escritores y polticos neo oparamarxistas, cuando menos "fronterizos".1

    A pesar de todo el sesgo ideolgico de la denuncia implcita en estaconsideracin del problema, no ha sido difcil reconocer la parte de verdadque haba en ella. Esto, as como la referencia a principios "antiguos" queintegran el patrimonio doctrinal de la Iglesia, se encuentra en la base de lapreocupacin y del eco eclesiales que, desde Pablo VI, han venido refiriendoexplcita y crticamente al consumismo y a la "sociedad de consumo". YaLen XIII, no obstante, haba establecido el marco, si no el fundamento dela crtica eclesial ulterior, cuando en su encclica Sapientiae Christianae (10de enero de 1980) afirma que "si una sociedad no persigue ningn otro finque la utilidad exterior y los bienes que incrementan el agrado y el gozo devida; si ella no da a Dios ningn lugar en el gobierno de los hombres, nitiene cuenta de las leyes morales, se separa culpablemente de su fin y de lasprescripciones de la naturaleza. Es, entonces, ms un simulacro y unacaricatura de verdadera sociedad que una sociedad y comunidad humanas".2

    Es claro que lo que Len XIII cuestiona no es la disposicin y el usode los bienes materiales sino su prosecucin exclusiva, que lleva a excluir aDios mismo de la sociedad. No siendo los bienes materiales el fin ltimodel hombre sino un medio para l (o para otros fines intermediarios), laconstatacin emprica de que "mientras ms progresa el bienestar fsico msse acenta la decadencia de los bienes del alma",3 no puede dejar indiferentea la Iglesia, por mucho que, por otro lado, y sin contradiccin ninguna, ellaexhorta a facilitar o a procurar el uso por parte de todos, y proporciona-damente, de los bienes que directa o indirectamente Dios da a los hombres.

    Sin que la expresin haya sido utilizada por Len XIII,4 lo que estaqu en cuestin es que el tener (o tener ms) no se lleve a cabo a costas delser (o ser ms) sino para l. Si "tener ms" es "necesario para permitir alhombre ser ms hombre, aquello lo encierra como en una prisin delmomento que se convierte en el bien supremo que impide mirar ms all",dir luego Pablo VI, como haciendo eco al juicio Leonino.5 El hombre,

    1 Vase, por ejemplo, Henri Lefebvre, La vie quotdienne dans le monde

    moderne (Pars: Gallimard).2Citada en Patrick de Laubies, La pense saciale de l'Eglise Catholique

    (Pars: Albatros, 1980), p. 31.3Ibdem.4 Lo ser por Pablo VI, por primera vez en el magisterio eclesial.

    5Populorum progressio (26 de marzo de 1967), N 19. Vase tambinN 6 de la misma encclica.

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    "no se hace entonces esclavo de los objetos que produce?".6 El que losbienes superiores no deban ser sacrificados en aras de los bienes inferioresno implica que estos ltimos sean de suyo desdeables; al revs: sonpropiamente bienes, y como tales legtimamente deseables. Pero el hombremismo (en su "corazn", podramos decir en trminos bblicos) no debedejarse como arrastrar por ellos.

    Aqu la conversin a los bienes externos es, al mismo tiempo,aversin de Dios, como ya vio San Agustn; por ello, "ansiando ser ms, elhombre llega a ser menos".7

    Con el Segundo Concilio Vaticano, Juan Pablo II dir que "no esposible limitarse a tener ms, hay que ser ms".8 Y, aludiendo luego a la"civilizacin consumstica", es decir, a aquella "que consiste en un ciertoexceso de bienes necesarios al hombre, y a las sociedades enteras", afirmarque "el hombre no puede renunciar a s mismo, ni al puesto que le espropio en el mundo visible; no puede hacerse esclavo de las cosas, de lossistemas econmicos, de la produccin y de sus propios productos".

    Y es que "una civilizacin con perfil puramente materialista, condenaal hombre a tal esclavitud; por ms que tal vez (...) esto suceda contra lasintenciones y las premisas de sus pioneros".9

    Es indudable que para Juan Pablo II "hay naciones que dan excesivaimportancia al crecimiento econmico y a la posesin de los bienesmateriales, descuidando las cosas del espritu".10 Pero, como recuerda elPapa actual con el Concilio ltimo, una vez ms, "el hombre vale ms porlo que es que por lo que tiene".11 El "tener", sin ser de suyo antinmico conel "ser", debe prestarse para el desarrollo y perfeccin de cada sujetopersonal. "El mal no consiste en el 'tener' como tal, sino en el poseer queno respeta la calidad y la ordenada jerarqua de los bienes que se tienen".12La importancia de este juicio pontificio, dado en Sollicitude rei socialis,nos parece proporcional a la denuncia crtica del ms reciente magisterioeclesial,13 la cual adquiere, en la misma encclica, como paradoja, una

    Octogsima adveniens (14 de mayo de 1971), N 9.Civitas del, XIV, 13.Discurso de Puebla (28 de enero de 1979), DI, 4, y, Gaudium et spes, 35.

    Vase, tambin, Redemptor hominis (4 de marzo de 1979), N 16.Redemptor hominis, 16.

    Homila en Limerick (Irlanda, 1 de octubre de 1979), 3. Hay aqutambin un eco al juicio de Len XIII, antes referido.

    Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), N 26, y, Gaudium etspes. 35.

    Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de 1987), N 28.Desde 1965 adelante.

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    radicalidad inusitada en relacin al problema. En relacin a lo que laencclica en cuestin designa como "superdesarrollo", se afirma que ste"consiste en la excesiva disponibilidad de toda clase de bienes materialespara algunas categoras sociales", lo cual "fcilmente hace a los hombresesclavos de la 'posesin' y del goce inmediato, sin otro horizonte que lamultiplicacin o la continua sustitucin de los objetos que se poseen porotros todava ms perfectos". "Es se dice la llamada civilizacin del'consumo' o consumismo, que comporta tantos 'desechos' o 'basuras'. Unobjeto posedo prosigue la encclica, y ya superado por otro ms per-fecto, es descartado simplemente, sin tener en cuenta su posible valor per-manente para uno mismo o para otro ser humano ms pobre. Todos somostestigos de los tristes efectos de esta ciega sumisin al mero consumo: enprimer trmino, una forma de materialismo craso, y al mismo tiempo unaradical insatisfaccin, porque se comprende rpidamente que si no se estprevenido contra la inundacin de mensajes publicitarios y la ofertatentadora de productos cuanto ms se posee, ms se desea, mientras lasaspiraciones ms profundas quedan sin satisfacer, quizs incluso sofoca-das".14 Todo esto es tanto ms grave cuando el "tener de algunos" se hace a"expensas del 'ser' de tantos otros",15 aun si, en este caso, se est recono-ciendo implcitamente la bondad y la necesidad del "tener".

    La sociedad de consumo, en sntesis, "excluyendo (...) los valoresespirituales", reduce "al hombre a la esfera de lo econmico y a lasatisfaccin de las necesidades materiales";16 altera su verdadera jerarqua devalores "al provocar de manera desenfrenada los instintos y las tendencias algoce inmediato".17 As, muchos hombres consumen su existencia "en ungoce que se propone como fin en s mismo".18 Esto acarrea, comoconsecuencia, el derroche de los bienes producidos, as como de "losrecursos de la Tierra y su misma vida".19

    Ahora bien, el sesgo pastoral de toda esta enseanza, as como suriqueza moral y su fuerza exhortativa, no pueden llevar a olvidar que elhombre es un ser espiritual y corpreo que, dada su materialidad, necesita debienes homogneos a ella para existir, vivir y desarrollarse. Aunque no sonlos bienes primeros (los ms importantes), los bienes materiales son para el

    Sollicitudo rei socialis, 28.Ibdem, N31.Centesimun annus (1 de mayo de 1991), N 19.Ibdem, II, 4, y Ethicorum, IX, 8.29.Ibdem N 36.Ibdem N 27.

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    hombre los primeros bienes;20 sin stos, simplemente no existe realmente.En este sentido, el hombre es, evidentemente, un ser de necesidades mate-riales, y por all, es un ser de consumo; si no consume se consume, po-dramos decir. De ah que, como dijera Santo Toms comentando aAristteles, "la indigencia humana contiene todas las cosas (...)";21 lo cual,al tiempo que define ya la necesidad, constituye el principio del consumo.

    Pero "los bienes exteriores se ordenan a los anteriores", como elcuerpo se ordena al alma; y son "buenos para el hombre en cuanto sirven albien de la razn; pero cuando lo impiden, entonces se convierten en malespara el hombre".22

    Ahora, el uso de los bienes materiales, que define propiamente elconsumo, si bien debe implicar una bsqueda de aqullos, debe orientarse, almenos en ltimo trmino, a adquirir y practicar las virtudes, en lo cualconsiste la verdadera felicidad y el bien, como ya vio Aristteles.23 Amenudo, sin embargo, lo que ocurre es que tienden a ser buscados por smismos; y esto, en la medida en que se ve en su posesin y uso la causapropia de la felicidad y del bien.24

    Esta inversin, que conduce a hacer de los medios fines, y fines delos medios, se expresa con una cierta ilimitacin, o en un dinamismodifcilmente controlable; y es que el apetito humano es por naturalezailimitado, y "la mayora del gnero humano vive para satisfacer elapetito".25 Aun el magnnimo reconoce la utilidad de los bienes exteriores,pero "la multitud misma" convierte esos bienes "en los mayores bienes".26Se opone as a las exigencias propias a la virtud de templanza, o a las delhombre templado, quien, como deca San Agustn, no desea los bienesexteriores por s mismos, sino que se sirve de ellos para las necesidades yobligaciones de esta vida, "con la moderacin del usufructuario y no con lapasin del amante".27

    Santo Toms llama necesario "aquello sin lo cual no se puede vivir deuna manera conforme a su condicin, y al rango propio y de las personas que setiene a cargo", Suma de Teologa, II - II, q. 32 a 6.

    Ethicorum, V, 9.Santo Toms de Aquino, Suma contra los gentiles, DI, 141.La Poltica, VII, 1; Ethicorum, I, 9. Comentando a Aristteles, Santo

    Toms seala que "el mismo exceso de los bienes de la fortuna impide lafelicidad, en cuanto algunos, por esto, son impedidos de la operacin virtuosa,en la cual consiste la felicidad" (Ethicorum, VII, 13).

    La Poltica, VE, 12.Ibdem, E, 4, y Ethicorum, IX, 8.Santo Toms de Aquino, Suma de Teologa, II - II, q. 129, a. 8.Citado por Santo Toms de Aquino en Suma de Teologa, II - II, q. 141,implcita aqu la nocin de lo superfluo, es decir, de "lo que no se

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    Queda en pie, sin embargo, que ni Aristteles ni San Agustn niSanto Toms de Aquino dejan de reconocer la bondad y utilidad de losbienes exteriores, all mismo donde, por otro lado, ellos critican su usodesproporcionado o desordenado. 'Todas las cosas delectables que se ofrecenal uso del hombre, se ordenan a las necesidades de esta vida como a sufin".28 Son aqullas meros medios, cuyo valor (o cuya virtud) resideprecisamente en ser proporcionadas al fin.29 De suyo, la preocupacin porellas "no est prohibida"; lo est slo el afn "superfluo y desordenado" a surespecto.30

    Aristteles haba ya constatado que el exceso de bienes exteriorescorrompe a los hombres por su exceso mismo31 Y esta corrupcin es almismo tiempo una alteracin radical de la buena vida, es decir, de la vidasegn la virtud. El exceso de bienes instrumentales (exteriores y materiales)"necesariamente daa o no hace bien a su poseedor".32 La cantidad de bienesexteriores delata hasta cierto punto (al menos en el caso de una cantidadmediana o en el de una posesin exagerada) la disposicin de su poseedorfrente a ellos. En este sentido se puede decir que, de suyo (y tal vez engeneral), una cantidad proporcionada de bienes exteriores supone unareferencia instrumental a stos, all donde una cantidad excesiva delata msbien (o generalmente) una valoracin finalista de aqullos. Pero "los bienesexteriores son medios relativos a un fin" y, por ello, el hombre que losdesea los desea legtimamente si "respeta la proporcin entre los medios yel fin"33 evitando, por all, cualquiera indebida inversin de los trminos."Los bienes temporales son sometidos al hombre para que l use de ellossegn la medida de sus necesidades, y no para que ponga en ellos su fin, yles dedique una solicitud superflua".34

    Santo Toms liga la posesin desproporcionada y el uso desordenadode los bienes materiales a la codicia y a la avaricia (pecado capital y

    necesita para la mantencin no slo del individuo como tal, sino de las personasque tiene a su cargo, as como de aquellos con quienes, dada su situacin, estobligado a convivir" (Ibdem II - II, q. 32, a. 5).

    28Ibdem.29Suma de Teologa, II - II, q. 188, a. 7. Tambin,II - II, q. 83, a. 6.30Suma de Teologa, II - II, q. 83, a. 6.31Gran Moral, II, 5.32La Poltica, VII, 1.33Suma de Teologa, II - II, q. 118, a. 1.34Suma de Teologa, II - II, q. 55. a. 6.

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    vicio),35 es decir, especialmente, al "deseo inmoderado de riquezas" en queconsiste la primera.36

    Ms all de Aristteles, por consiguiente, el Aquinate ve en estedesorden, y en esa desproporcin, un correlativo alejamiento del hombre desu verdadero bien, aun si de suyo "el bien perecedero, a menos que se hagade l un fin, no se presenta como un trmino opuesto al bien imperece-dero".37 Es, digmoslo una vez ms, "la solicitud ilcita por las cosastemporales" lo que lleva al hombre a alejarse "de los bienes espirituales alos que debe dedicarse principalmente".38

    Ahora bien, el hecho de que los bienes exteriores sean materiales eslo que, independientemente de cualquiera consideracin teolgica, les da elcarcter de instrumentos y, segn el ordenamiento al fin a que estndestinados, los somete "a una cierta medida".39 Es esta medida la que regulael uso de los bienes exteriores, determinando al mismo tiempo la calidadmoral (bien o mal) de su posesin. Siendo el uso en relacin a un fin elobjeto de la posesin, podra decirse que el problema de la "sociedad deconsumo" est en pasar del uso legtimo y deseable al puro goce, en cuantoste "comporta un movimiento absoluto del apetito hacia su objeto".40 Nosiendo de suyo reprobable el goce de algo, lo que crea problema es lasuplantacin del uso por el goce. Una vez ms aparece aqu que aun estandola posesin positivamente consagrada por el orden natural y divino de lascosas, "el uso de un bien personal no es necesariamente bueno de por s,cualquiera sea la manera que ello ocurra";41 la orientacin efectiva al fin, laregulacin normativa que all se fundamente, y la proporcin inherente a lacalidad misma del bien (material) determinan la bondad o maldad de ese uso(y acto). En este sentido, tambin el derroche que comporta el consumismo(no el debido, "racional" y deseable consumo) contribuye a fundamentar eljuicio crtico frente a aqul. El derroche, inherente al consumismo, implicala tendencia a conducir al mximo absoluto de sus posibilidades la explo-tacin de un bien material, all donde lo normal es no llevar esa explotacin

    Ibdem, I - II, q. 84, a 1, y II - II, q. 118, a. 1.Ibdem, I - II, q. 84, a. 1.Ibdem, I - II, q. 88, a. 1.Ibdem, II - II, q. 55. a. 6.Ibdem, I - II, q. 32, a. 7. Lo contrario ocurre con los bienes

    espirituales, en los cuales el exceso no es posible.Ibdem, I - H, q. 16, a 2.C. Spicq, "Renseignements techniques", [en edicin francesa Descle,

    1947], de la Suma de Teologa (II - II, qq. 63-66).

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    sino a un mximo relativo a los requerimientos del "servicio al serhumano".42

    A esta altura de nuestro anlisis aparece la conveniencia de situar lacuestin del consumo, y de su alteracin consumista, en el marco msamplio de consideraciones relativas al desarrollo integral y la calidad de vida.

    Y ello, porque es en esta insercin donde adquiere sentido hoy y enun mbito ampliado a escala del mercado mismo tanto la valoracin delconsumo como, diversamente, la crtica de la "sociedad de consumo". Ladoctrina ya acuada sobre el desarrollo y lo que se ha dado en llamar "calidadde vida" suponen planteamientos antropolgicos fundamentales, los cualesal tiempo que permiten apreciar mejor el valor para el hombre de los bienesexteriores y de su buen uso, ayudan a "calibrar", si pudiera decirse, el que"el hombre se siente inclinado a unirse a las cosas inferiores a Dios,tomndolas como fin (...) por ignorar la dignidad de su propia naturaleza.De ello resulta que algunos, al considerar slo la naturaleza corprea ysensitiva, que es lo que tienen de comn con los dems animales, busquenuna bienaventuranza propia de bestias, en las cosas corporales y en los

    C. Spicq, "Renseignements techniques", [en edicin francesa Descle,1947], de la Suma de Teologa (II - II, qq. 63-66).

    Suma Contra los Gentiles, IV, 54, p. 343.

    placeres sensibles", para decirlo una vez ms con el doctor Anglico.43

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