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154 Revisión Neurosciences and History 2015; 3(4): 154-165 Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turgenev L. C. Triarhou Laboratorio de Neurociencia teórica y aplicada, Universidad de Macedonia, Tesalónica, Grecia. RESUMEN Este artículo compara la interpretación que hizo el histólogo español Santiago Ramón y Cajal (1905), una de las mayores personalidades en neuroanatomía, con la realizada por el novelista ruso Iván Turguénev (1860), conocido entre los neuroanatomistas por poseer el cerebro de mayor tamaño registrado entre personalidades destacas, de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Estos dos académicos, en una sorprendente convergencia, hacen eco de dos concepciones afines de la obra épica cervantina como compendio de la vida humana. El Quijote repre- senta el summum del honor y el altruismo, y una crítica al materialismo contemporáneo, a través de su devoción a la verdad, la belleza y la virtud. Turguénev lo compara con Hamlet: estos son ‘modelos humanos’ opuestos en los que se encarnan rasgos psicológicos que se combinan para formar la personalidad de todos los seres humanos. Para Cajal, la lealtad del Quijote al deber debe encontrarse en el epicentro de cualquier ciencia que se preste, la ambición más loable infundida con amor universal. Para Turguénev, el amor es la única ley válida, no sólo como una emoción simple, sino como la verdadera existencia. PALABRAS CLAVE Santiago Ramón y Cajal, Iván Serguéyevich Turguénev, cuarto centenario de don Quijote, ensayo crítico, historia de las neurociencias Autor para correspondencia: Dr. Lazaros C. Triarhou Correo electrónico: [email protected] Recibido: 27 agosto 2015 / Aceptado: 13 octubre 2015 © 2015 Sociedad Española de Neurología Turguénev, habiendo finalizado su manuscrito el 28 de di- ciembre de 1859, lo presentó ante la Sociedad de Ayuda a los escritores y científicos necesitados de San Petersburgo el 10 de enero de 1860 (por aquel entonces Cajal contaba con casi 8 años). La transcripción de la conferencia se pu- blicó en la revista Sovremennik (el contemporáneo) de Ni- kolai A. Nekrasov en el mismo mes 8 . Turguénev repitió dicha presentación en diferentes reuniones de la Sociedad a petición de sus miembros y del público en general. En 1944, el editor José García Perona de Madrid, tuvo la brillante idea de perfeccionar una pequeña obra en car- toné que contenía las opiniones vertidas por el célebre don Santiago sobre las mujeres con la expresión literaria más interesante, y más ignorada en la época, de Cajal so- bre don Quijote y el Quijotismo. El prologuista de la obra, Eduardo Arriaga, afirma que el ensayo es muy digno de ser conocido por los lectores, ya que se trata de “un recio aldabonazo, fustigador romántico del torpe materialismo imperante en estos últimos tiempos” 9 . Introducción El ingenioso Hidalgo (1605) y Caballero (1615) don Quijote de La Mancha acaba de comenzar su quinto si- glo de vida 1 . En este artículo, detallaremos dos origina- les interpretaciones de este clásico atemporal. La primera pertenece a una de las mentes más destacables de la neuroanatomía 2,3 , el histólogo español Santiago Ra- món y Cajal (1852-1934), doctor honoris causa en 1894 por la Universidad de Cambridge. La otra viene de la mano del dueño de uno de los cerebros de mayor tama- ño que la neuroanatomía haya podido registrar, el no- velista y dramaturgo ruso Iván S. Turguénev (1818-1883), doctor honoris causa en 1879 por la Uni- versidad de Oxford (figura 1). Con motivo de la celebración del tercer centenario del na- cimiento del ingenioso Hidalgo, Cajal presentó una con- ferencia sobre el tema el 9 de mayo de 1905 en el Colegio Médico de San Carlos, un año antes de que le concedieran el premio Nobel de fisiología y medicina 7 . Por otro lado,

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Revisión Neurosciences and History 2015; 3(4): 154-165

Corresponding author: Dr Matthew Luedke E-mail: [email protected]

Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turgenev L. C. Triarhou Laboratorio de Neurociencia teórica y aplicada, Universidad de Macedonia, Tesalónica, Grecia.

RESUMEN

Este artículo compara la interpretación que hizo el histólogo español Santiago Ramón y Cajal (1905), una de lasmayores personalidades en neuroanatomía, con la realizada por el novelista ruso Iván Turguénev (1860), conocidoentre los neuroanatomistas por poseer el cerebro de mayor tamaño registrado entre personalidades destacas, deEl ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Estos dos académicos, en una sorprendente convergencia, haceneco de dos concepciones afines de la obra épica cervantina como compendio de la vida humana. El Quijote repre-senta el summum del honor y el altruismo, y una crítica al materialismo contemporáneo, a través de su devocióna la verdad, la belleza y la virtud. Turguénev lo compara con Hamlet: estos son ‘modelos humanos’ opuestos en losque se encarnan rasgos psicológicos que se combinan para formar la personalidad de todos los seres humanos.Para Cajal, la lealtad del Quijote al deber debe encontrarse en el epicentro de cualquier ciencia que se preste, laambición más loable infundida con amor universal. Para Turguénev, el amor es la única ley válida, no sólo comouna emoción simple, sino como la verdadera existencia.

PALABRAS CLAVE

Santiago Ramón y Cajal, Iván Serguéyevich Turguénev, cuarto centenario de don Quijote, ensayo crítico, historiade las neurociencias

Autor para correspondencia: Dr. Lazaros C. TriarhouCorreo electrónico: [email protected]

Recibido: 27 agosto 2015 / Aceptado: 13 octubre 2015© 2015 Sociedad Española de Neurología

Turguénev, habiendo finalizado su manuscrito el 28 de di-ciembre de 1859, lo presentó ante la Sociedad de Ayuda alos escritores y científicos necesitados de San Petersburgoel 10 de enero de 1860 (por aquel entonces Cajal contabacon casi 8 años). La transcripción de la conferencia se pu-blicó en la revista Sovremennik (el contemporáneo) de Ni-kolai A. Nekrasov en el mismo mes8. Turguénev repitiódicha presentación en diferentes reuniones de la Sociedada petición de sus miembros y del público en general.

En 1944, el editor José García Perona de Madrid, tuvo labrillante idea de perfeccionar una pequeña obra en car-toné que contenía las opiniones vertidas por el célebredon Santiago sobre las mujeres con la expresión literariamás interesante, y más ignorada en la época, de Cajal so-bre don Quijote y el Quijotismo. El prologuista de la obra,Eduardo Arriaga, afirma que el ensayo es muy digno deser conocido por los lectores, ya que se trata de “un recioaldabonazo, fustigador romántico del torpe materialismoimperante en estos últimos tiempos”9.

Introducción

El ingenioso Hidalgo (1605) y Caballero (1615) donQuijote de La Mancha acaba de comenzar su quinto si-glo de vida1. En este artículo, detallaremos dos origina-les interpretaciones de este clásico atemporal. Laprimera pertenece a una de las mentes más destacablesde la neuroanatomía2,3, el histólogo español Santiago Ra-món y Cajal (1852-1934), doctor honoris causa en 1894por la Universidad de Cambridge. La otra viene de lamano del dueño de uno de los cerebros de mayor tama-ño que la neuroanatomía haya podido registrar, el no-velista y dramaturgo ruso Iván S. Turguénev(1818-1883), doctor honoris causa en 1879 por la Uni-versidad de Oxford (figura 1).

Con motivo de la celebración del tercer centenario del na-cimiento del ingenioso Hidalgo, Cajal presentó una con-ferencia sobre el tema el 9 de mayo de 1905 en el ColegioMédico de San Carlos, un año antes de que le concedieranel premio Nobel de fisiología y medicina7. Por otro lado,

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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Las traducciones al inglés de ambas ponencias se realizaronen los años 6010,11 y en fechas posteriores más recientes12,13.

El idealismo incorregible de Cajal

El médico y abogado inglés J. H. Harley Williams(1901-1974), quien había prestado servicio como ins-pector médico de la asociación nacional para la preven-ción de la tuberculosis y director general de laasociación cardiotorácica de Gran Bretaña, concediócon justicia el sobrenombre de “el Don Quijote del mi-croscopio”14 a Cajal, el devoto explorador de lo infini-tésimamente pequeño que se identificaba con losprincipios del quijotismo y los convertía en hechos.

Las interpretaciones desde el punto de vista psiquiátricodel Quijote se convirtieron en algo común con el cambiode siglo. Por ejemplo, el presidente de la Academia Mé-dico Quirúrgica aragonesa y posterior rector de la Uni-versidad de Zaragoza (1913-1928), Ricardo Royo-Villanova (1868-1943), realizó una conferencia en 1905en la que describía, entre otros aspectos, los síntomasmorfológicos, físicos y mentales, las atrocidades, estadoscinestésicos, alteraciones psicosensoriales, delirios, cau-sas y desenlace de la locura de Don Quijote, “a la luz dela ciencia actual”15.

Acorde con su costumbre de no confiar ni en su memo-ria ni en la improvisación, Cajal leyó su ponencia en

Figura 1. A la izquierda, foto de estudio de Ramón y Cajal realizada por José Pardo (1900-1931) y fechada en 1922. A la derecha, retrato al óleo sobre lienzode Iván Turguénev realizado por Alexei A. Harlamoff (1840-1925) en 1875. Fuentes: Cajal, Instituto de Investigaciones Oftalmológicas Ramón Castroviejo,Madrid [http://biblioteca.ucm.es]; Turguénev, Museo Estatal Ruso, San Petersburgo [http://www.liveinternet.ru/users/bo4kameda/post340071473].

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1905, evento que supuso todo un éxito según la prensade la época. El discurso era el perfecto ejemplo del es-píritu cajaliano: testimonio del profundo amor por laciencia del ponente y su inconfundible visión de la cul-tura española16. Además, ofrecía una nueva perspectivadel héroe de Cervantes quien fue ganando la considera-ción de los docentes con el transcurso de las décadasposteriores17.

Cajal descubrió a Don Quijote a la edad de 11 años. Alprincipio, “no se encontraba en situación de apreciar ensu totalidad la valía suprema de la inestimable joya deCervantes” y le disgustaba “lo malparado que el esfor-zado caballero quedaba en casi todos sus lances y aven-turas”; su profundamente realista punto de vista eraopuesto al “idealismo incorregible” del joven mucha-cho18. Esta interpretación inicial se fue disipando con eltiempo, de forma que en lo sucesivo citaría sin cesar laobra inmortal de Cervantes en sus propias obras litera-rias. Cajal coincide con la visión de que el Quijote noera un loco, sino un caballero de férreos ideales que ha-bía optado conscientemente por ser profundamente leala sus convicciones y deberes. En su discurso, Cajal con-sidera al hidalgo “un ideal de humanidad, magnificenciay justicia” y sugiere que esos valores, en lugar de ser in-dicios de enfermedad, eran elementos siempre impres-cindibles en cualquier ciencia legítima19,20.

En sus memorias, Cajal recuerda cómo fue capaz de cap-tar la idea central detrás de la grandiosa concepción deCervantes:

...desterrar las locuras y disparates de las novelascaballerescas para fundar la obra artística sobre lossólidos cimientos de la experiencia; que, al fin y alcabo, sólo las narraciones artísticas de sucesos ve-rosímiles, ingeniosamente tejidas con elementosde la vida real, alcanzan el alto privilegio de ense-ñar, edificar y deleitar18.

En el tercer capítulo de Reglas y consejos sobre investiga-ción científica21 en el que analiza los méritos éticos de uncientífico investigador, Cajal hace mención al Quijote enun par de ocasiones. En un principio reafirma la visióndel fisiólogo francés Charles Richet (1850-1935) de queel hombre como genio combina el idealismo del Quijotecon el sentido común de Sancho:

Algo de esta feliz conjunción de atributos debe po-seer el investigador: temperamento artístico quele lleve a buscar y contemplar el número, la belleza

y la armonía de las cosas, y sano sentido crítico ca-paz de refrenar los arranques temerarios de la fan-tasía y de hacer que prevalezcan, en esa lucha porla vida entablada en nuestra mente por las ideas,los pensamientos que más fielmente traducen larea lidad objetiva21.

Cajal continúa defendiendo una verdad común: en mayoro menor media, las ansias de aprobación y reconocimien-to son capaces de mover a las personas, en especial aaquellos que poseen un corazón bondadoso y una mentelúcida.

Empero, cada cual busca la gloria por distinto ca-mino, uno marcha por el de las armas, tan celebra-do por Cervantes en su Quijote, y aspira aacrecentar la grandeza política de su país, otrosvan por el del arte, ansiando el fácil aplauso de lasmuchedumbres, que comprenden mucho mejor labelleza que la verdad, y unos pocos solamente encada país, y singularmente en los más civilizados,siguen el de la investigación científica, el solo de-rrotero que puede conducirnos a una explicaciónracional y positiva del hombre y de la naturalezaque le rodea21.

Cajal se aferra a la idea de que dicha ambición es una delas más nobles y loables que se pueden perseguir, porque,quizás más que ninguna otra, se encuentra impregnadacon la fragancia del amor universal y la benevolencia. Co-rregir los vicios y los defectos mentales de la raza españolarepresentaría un acto de pedagogía extraordinario y deverdadera regeneración6.

El Quijote representa el símbolo más perfecto del ho-nor y altruismo, la personificación más exquisita quejamás se haya creado de la sublime abnegación. El pro-tagonista se embarca en una campaña para “rectificarlas palabras, corregir los abusos y compensar las injus-ticias”6.

Todo soñador que se precie aspira a hacer realidad sussueños y de carne y hueso sus quimeras introduciendo enel mundo un tipo humano que sea diferente y superior alactual.

Esta importante ley psicológica, bien conocida deCervantes, se cumple en don Quijote. Durante suardiente apostolado, no recurrirá a la sugestión yal milagro, recursos dialécticos del manso propa-gandista religioso, sino a las violencias de la con-tradicción y a los rigores de la espada. Nada decobardes componendas con las insidias é iniqui-dades de los fuertes. De dura roca son las concien-cias y a botes de lanza deben esculpirse.6

L. C. Triarhou

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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Si a tan admirable encarnación de la religión del de-ber y del altruismo no hubiera añadido Cervantesalgunos rasgos patológicos, el tipo de don Quijote,con ser de contextura ciclópea, habría quedado re-ducido a las modestas proporciones de un filósofopráctico, un tanto exaltado e imbuído de arroganteconfianza en su buena estrella y en la excelsitud desu misión. Queriendo esgrimir el arma poderosa delridículo contra los libros de caballería, juzgó al efec-to indispensable desconceptuar y achicar un tanto,con el estigma de la locura, la simpática figura delingenioso hidalgo, cuyo entendimiento agudísimoy genial fué presa y juguete de ilusiones, alucinacio-nes, obsesiones é ideas delirantes.6

Cajal también afirma que “Y nos preguntamos, con in-quietud en el alma y lágrimas en los ojos: ¿Cómo? ¿Esta-rán también condenados a perecer irremisiblementetodos los altos idealismos de la ciencia, de la filosofía y

de la política? ¿Reservado queda no más a la demenciaafrontar los grandes heroismos y las magnas empresashumanitarias?”6 (figura 2).

Reflejo fiel de la vida, sucédense en la inmortal no-vela, como en el cinematógrafo de la conciencia hu-mana, estas dos emociones antípodas y alternantes:el placer y el dolor.6

¡Oh qué gran despertador de almas é instigador deenergías es el dolor! Comparables a enjambre demarinos noctilucos, cuya fosforescencia se exaltaal choque de la hélice del navío, las perezosas cé-lulas cerebrales sólo encienden su luz bajo el látigode las emociones penosas.6

Cajal repetía este dictamen en sus reflexiones sobre el ge-nio, el talento y la necedad en sus Charlas de café:

Figura 2. Don Santiago contempla al Quijote: "Cuestiones árduas y dificilísimas para cuya solución fuera imprescindible conocer todos los repliegues y re-covecos de la complicada mente de Miguel" (Ramón y Cajal, 1905) Fuentes: Foto de Cajal, Biblioteca Real de Dinamarca y Biblioteca de la Universidad deCopenhague [http://www.kb.dk/images/billed/2010/okt/billeder/object146612/en/]; bosquejo del Quijote, publicación electrónica Muy Interesante, Madrid[http://www.muyinteresante.es/tag/locura].

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L. C. Triarhou

Cuentan los naturalistas que el noctiluco minús-culo protozoario a que deben las olas del mar sumisteriosa fosforescencia, acrecientan notable-mente su fulgor cuando es brutalmente excitado.Así ocurre también con muchas personas: su cla-rividencia se revela solamente al in dignarse.22

Quizás el privilegiado cerebro de Cervantes nece-sitó asimismo, para llegar al tono y hervor de lainspiración sublime, de la punzante espuela deldolor y del espectáculo desolador de la miseria.6

Es la cómica figura de Sancho Panza la que consuela elespíritu de Cervantes. Gracias a esta compensación emo-cional, el escritor mantiene la serenidad de su mente y lavivacidad y plasticidad de su imaginación. El pintorescoy encantador escudero soporta la abrumadora carga de

la angustia y la desgracia. “¿Qué otra cosa representa eldonairoso y regocijado tipo de Sancho sino el artísticocontrapeso emocional del quejumbroso y asendereadoCaballero de la Triste figura?”6

Sólo más tarde, (...) aprendí (...) a apreciar en suvalor exacto la maravillosa armonía resultantedel contraste entre los soberbios tipos de DonQuijote y Sancho; personajes que — según se hadicho muchas veces — con ser altamente ideales,vienen a ser los más reales y universales conce-bibles, porque simbolizan y encarnan los dos mo-dos antípodas del sentir y del pensar humano18.

Las personalidades ficticias trascienden las fronteras dela fábula e invaden la vida real. De hecho, la obra épicacervantina supone un resumen y un compendio de la vida

Figura 3. Páginas de título de las ediciones de 1605 de Hamlet de William Shakespeare y Don Quijote de Miguel de Cervantes. Fuentes: Shakespeare[http://farm7.staticflickr.com/6201/6112444492_8f16d9cdaa_o.jpg]; Cervantes [http://www.pinterest.com/pin/395683517233686128].

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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humana. Es decir, era inevitable que el “caballero errantede la neurología y amante de la escritura” no pudiera abs-tenerse de comentar el estado del quijotismo contempo-ráneo, tal y como él lo vio y como lo hubiera ansiado ver23.

Apóstoles abnegados de la paz y de la beatitud so-ciales, los verdaderos Quijotes siéntense abrasadospor el amor a la justicia, para cuyo triunfo sacrificansin vacilar la propia existencia, cuanto más los ape-titos y fruiciones de la sensibilidad. En todos sus ac-tos y tendencias ponen la finalidad, no dentro de sí,en las bajas regiones del alma concupiscente, sinoen el espíritu de la persona colectiva, de que se re-conocen células humildes y generosas.6

Los rasgos exquisitamente quijotescos de la sed devora-dora de gloria, el desprecio a la vida, y la sana ambiciónde poder y de mando son pasiones que templan y subli-man caracteres. Como si arrancados de las Vidas de Plu-tarco fueran, la energía de la voluntad indomable y elansia de nombradía constituyen dos fuerzas motrices.

El quijotismo de buena ley, es decir, el depurado delas roñas de la ignorancia y de las sinrazones de lalocura, tiene, pues, en España ancho campo en queejercitarse: descuajar y convertir en ameno y pro-ductivo jardín la impenetrable selva de la naturaleza;modelar y corregir, con el buril de intensa cultura,nuestro propio cerebro, para que en todas las esferasde la humana actividad rinda copiosa mies de ideasnuevas y de invenciones provechosas al aumento yprosperidad de la vida...6

El existencialismo psicológico de Turguénev

El elegante estilista Turguénev se define por el trasfondohegeliano de su producción literaria y el coraje con el quedenunció la opresión a la clase obrera de su tiempo. Suensayo crítico Hamlet y Don Quijote (“los dos modeloshumanos”) compara las dos obras que habían sido publi-cadas al mismo tiempo (figura 3). Incluso sus autores fa-llecieron con 11 días de diferencia: Cervantes el viernes22 de abril de 1616 y Shakespeare el martes 3 de mayo delmismo año. En Hamlet y Don Quijote, Turguénev con-trasta las dos personalidades de los dos personajes, con-siderando los componentes psicológicos que se combinanen mayor o menor medida en cada persona para formarla naturaleza humana.

Fue en el año 1860 cuando una de las primeras novelasde Turguénev, Primer amor, basada en agridulces recuer-dos de su infancia vio la luz y cuando el autor dio su con-ferencia Hamlet y Don Quijote. Uno de los asistentes fueFiódor Dostoyevski, que acababa de volver de su exilio

en Siberia; de hecho, el trágico héroe de su novela El idio-ta de 1869 recuerda al Quijote en varios aspectos24. Laidea del hombre dividido entre el escepticismo egocén-trico de Hamlet y la generosidad idealista del Quijote pa-recen penetrar las propias historias de Turguénev.

Turguénev escribe que todas las personas viven, conscienteo inconscientemente, en función de sus ideales, ciertosprincipios que no cuestionan en virtud de lo que percibencomo verdadero, bello o valioso11. Muchos se aferran a susideales sin ni siquiera planteárselos o cuestionarlos; algu-nos los someten a análisis sobre la base de su propia ma-nera de razonar. En las personas del tipo de Hamlet, losideales viven en su interior, en cambio, en los que pertene-cen al tipo del Quijote, los ideales residen en su exterior.

En su obra, Turguénev hace resurgir la creencia en algoeterno, una verdad que aboga por el sacrificio alcanzable.El Quijote está comprometido con un ideal que le permitesufrir agonía y sacrificar su vida, ya que la vida sólo cuen-ta con sentido cuando se concibe como una forma de al-canzar ese ideal e instaurar la justicia en el mundo. Así,Turguénev resalta la libertad para hacer del Quijote lafuerza moral de su espíritu, la integridad de su persona-lidad y carácter, determinación, perseverancia, persisten-cia y voluntad.

La visión del mundo de Turguénev, tal y como presentaen su artículo, ofrece una rompedora interpretación delQuijote que jugó un papel fundamental en su carreraliteraria y supuso una importante contribución al estu-dio de Cervantes en la Rusia del siglo XIX. El ideal psi-cológico propuesto por Turguénev en su interpretacióndel Quijote pone en tela de juicio la visión generalmen-te aceptada de Turguénev como pesimista25. Al contra-rio, el escritor siempre ha buscado solucionar lasrelaciones humanas a través de un apasionado amorpor la vida y por los de su especie, y a través de la nos-talgia constante de un ideal que se materializa como unmejor orden de la naturaleza humana. Contraponeconstantemente la angustia existencial de Hamlet a ladiversión del Quijote.

Hacia el final del ensayo, Turguénev da a entender que elhéroe de Cervantes es una de esas personas destinadas ahacer grandes cosas. Sin estos personajes, la humanidadno avanzaría, y los diversos Hamlets no tendrían nadaque contemplar: “Los quijotes descubren y los hamlets es-cudriñan”. Las analogías entre el comportamiento del hi-dalgo y el caballero podrían haber lógicamente llevado aTurguénev a llegar a la conclusión de que El Quijote es

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un gentleman inglés, quien con la romántica perspectivade las mentalidades nacionales (norte-sur) fue en contrade sus propias palabras.

Es más, un Quijote que no hubiera sufrido desventurasno habría llamado la atención de Turguénev. El escritorruso creía que la ley del amor es la única norma válida,considerando el amor no como una simple emoción si-no como una forma de ser, como la verdad de la exis-tencia. En ese contexto, observó analogías entre elhéroe de Cervantes y Cristo (Turguénev consideraba aCristo, divinidades aparte, un revolucionario26). El éxitode la existencia del Quijote reside en las prioridades dela humanidad y no en eventos aislados. Todo pasará ytodo se desvanecerá, tanto las glorias militares, comoel poder, o la genialidad sin paragón acabarán convir-tiéndose en polvo. Pero las buenas acciones no se disi-parán con el humo, sino que perdurarán más que la másresplandeciente de las bellezas: “El amor nunca pasará.Las profecías perderán su razón de ser, callarán las len-guas y ya no servirá el saber más elevado” dijo el Após-tol San Pablo27.

También comparó a Hamlet y don Quijote el escritor ypintor galés Leonard Williams (1871-1934), correspon-sal de The Times en Madrid y académico correspondien-te de la Real Academia de Bellas Artes de SanFernando28, quien había expresado que la creación deun personaje, cuyos intereses personales podían equi-pararse o superar a los de su creador, es la única premisade los grandes maestros de la ficción. Ejemplos de estoson Homero, Dante, Velázquez, Cervantes y Shakespe-are. Bien es cierto que las obras más célebres del grandon Diego Rodríguez de Silva y Velázquez son las quemás han quedado para la posteridad, en comparacióncon sus obras mitológicas, como El triunfo de Baco, enel que puede verse a un grupo de borrachos que pocotienen que ver con el dios de la Antigüedad, y La Fraguade Vulcano, cuyos personajes parecen más bien sacadosde un gimnasio de los de hoy en día que del cortejo deuna divinidad. Es más, en un limitado mundo cuya ca-racterística es su tranquilidad, sólo los criminales o losdesquiciados pueden arrancar la costra de la sociedad ytraer con ellos el verdadero progreso. En el caso de Cer-vantes, ya que el criminal era inadmisible, el Quijote te-nía que estar loco. Sin embargo, como complemento alQuijote español, contamos con un Quijote cuyo carácteres a la vez regional y extraterritorial, que es también co-mo el hermano de todos nosotros. Es palpable que tantoel Príncipe de Dinamarca como el Caballero de La Ma-

cha son vulnerables y extremadamente humanos. AlQuijote se le ha llamado “el símbolo de la fe”. Siguiendoesta misma analogía, Hamlet es “el símbolo de la duda”.Y en palabras de Williams29, “la fe y la duda sostienenentre sí el mundo en equilibrio”.

Al trazar un paralelismo entre Shakespeare y Cervantes,Turguénev yuxtapone puntos divergentes y elementoscomunes: “solo queríamos señalar dos actitudes diferen-tes del hombre hacia su ideal. A continuación, tratare-mos de demostrar de qué modo, en nuestra opinión,esas dos actitudes diferentes se encarnan en los dos mo-delos elegidos.”8

El escritor argentino Bernardo Verbitsky (1907-1979),hijo de emigrantes rusos, también publicó un ensayotitulado Hamlet y Don Quixote un siglo después deTurguénev.30 En su ensayo, Verbitsky plasma las simi-litudes entre los dos personajes, Hamlet y Quijote, ytraslada las experiencias vitales de Shakespeare y Cer-vantes a sus héroes. Considera a Hamlet, así como alQuijote, un hombre con una sensibilidad especial y cu-yas acciones no son siempre bien entendidas31.

Según Turguénev, en Cervantes no encontraremos la len-gua fastuosa de Shakespeare, pero tampoco cabezas cor-tadas, ni ojos arrancados, ni todos esos arroyos de sangre,esa crueldad acerada y ciega, esa huella terrible de la EdadMedia, esa barbarie que lentamente ha ido desaparecien-do de las porfiadas naturalezas septentrionales8.

Cervantes extrae toda su riqueza de su propia alma,límpida, dulce, llena de experiencias humanas, perono se ensaña con ella: no en vano, en el transcursode sus siete años de duro cautiverio, Cervantesaprendió, como él mismo nos dice, el oficio de la pa-ciencia. Sus dominios son más estrechos que los deShakespeare; pero en él, lo mismo que en cualquierser vivo, se refleja todo lo humano.8

Don Quijote no se ocupa de su propia persona, se res-peta a sí mismo y respeta a los otros, y no siente deseosde vanagloriarse.

Hamlet, en cambio, a pesar del ambiente cortesano,a veces nos parece—perdónenme por la expresiónfrancesa— ayant des airs de parvenu. Es un hombreasustadizo, a veces incluso grosero, que presume desí mismo y se burla de los otros. No obstante, poseela facultad de expresarse de forma original y justa,una facultad inherente a toda persona que reflexio-na y cultiva su espíritu y que, por tanto, resulta to-talmente inasequible para don Quijote.8

El principio del análisis lleva a Hamlet a la tragedia, elespíritu del entusiasmo lleva a don Quijote a la comici-

L. C. Triarhou

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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dad: pero en la vida, rara vez se encuentran situacionesabsolutamente cómicas y absolutamente trágicas.

La aparición simultánea de don Quijote y Hamlet fue alos ojos de Turguénev un incidente extraordinario. En es-tos dos héroes, identifica la personificación de dos poloselementales de la naturaleza humana. Todos los seres hu-manos, en su opinión, pertenecen más o menos a uno deestos tipos psicológicos: “... gracias a la sabia disposiciónde la naturaleza, no hay ni Hamlets ni don Quijotes ab-solutos: esos modelos son solo expresión última de dosdirecciones, de dos jalones, plantados por los poetas endos caminos distintos.”8

El espíritu que ha creado este modelo (Hamlet) esel espíritu de un hombre septentrional, un espíritureflexivo y analítico, un espíritu pesado, sombrío,privado de armonías y tintes luminosos, que no secontenta con las formas elegantes y a menudo limi-tadas; en definitiva, un creador profundo, intenso,plural y libre.8

En la creación de Don Quijote se advierte el espíritu deun hombre del sur, un espíritu luminoso, alegre, ingenuo,sensible, que no busca la profundidad de la vida, que nola abraza, sino que rechaza todas sus manifestaciones.8

¿Qué representa don Quijote? Ante todo, la fe; la fe en al-go eterno, inmutable; en una palabra: en la verdad, en laverdad que se encuentra fuera del individuo, pero que esposible alcanzar; que exige un servicio y sacrificios con-tinuos. El don Quijote de Turguénev está impregnado porcompleto de la lealtad al ideal. Su voluntad es inquebran-table. Considera vergonzoso vivir para sí mismo, preocu-parse de su persona. Él vive para los demás, para sushermanos, para extirpar el mal. Este loco caballero an-dante es la criatura más profundamente moral que existeen el mundo, es un servidor de sus ideas, que le iluminancon su fulgor.8

Por último, Turguénev ve en la figura de Sancho cómo elsentido común prevalece junto con una devoción incon-dicional sin la más mínima expectativa de recibir nada acambio. Al igual que Sancho, don Quijote tampoco ansíaninguna recompensa que no sea un grato recuerdo parala posteridad. Según Cajal, Quijote solamente cede a lasinexcusables leyes de la cortesía y de la buena crianza.6

Tras expresar su agradecimiento a su público, Turguénevconcluye:

Nos consideraremos felices si con las indicacionessobre esas dos direcciones fundamentales del espí-

ritu humano, de las que les hemos hablado, hemosdespertado en ustedes alguna reflexión, aunque nosea coincidente con las nuestras.8

Conclusión

A primera vista, se podría observar una aparente para-doja o incluso la ausencia de un lazo sólido entre la neu-rociencia propiamente dicha y el foco de esta discusión,ya que no se han investigado ni mostrado datos realesneurobiológicos de base o prácticos en algún sentido. Sinembargo, el Quijote es un personaje en tal magnitud uni-versal que sus valores son aplicables a cualquier ámbito,como por ejemplo tanto en el entorno científico como elartístico. Es por este motivo que se convirtió en una fuen-te de inspiración y en un modelo para Cajal, a la vez quesupuso un excelente ideal para Turguénev, a la par quecercano a sus principios existenciales. Al comparar las in-terpretaciones de estos dos distantes aunque excepciona-les pensadores, observamos en ellas una proximidad encuanto a la idea del Quijote: el altruismo y la fiel adhesióna sus propios principios que antepone sobre las extendi-das tendencias materialistas, un verdadero revuelo parala sociedad del siglo XVII, así como para los valores dehoy en día.

En una sorprendente convergencia a pesar de una distan-cia en el tiempo de 45 años, don Santiago se hace eco dela filosofía de Iván S. Turguénev. Las innovadoras lecturasde los dos intelectuales resuenan como ideas poco comu-nes dentro de sus contextos culturales (figura 4). La visióncompartida argüía que con el Quijote, Cervantes princi-palmente quería ofrecer una parodia de los libros de ca-ballería. A los ojos de Cajal, el héroe es un caballero quese comporta como un loco pero que habla como un sabio.Con sus acciones, el Hidalgo denuncia la decadencia dela sociedad, sugiriendo con igual fuerza, cualquier posibledesenlace. Antes que Cajal, Turguénev ve al Quijote comoalgo más que el Caballero de la Triste Figura, un perso-naje creado para satirizar los libros de caballería medie-vales. Él ve más a ese amable interlocutor de duques yduquesas y sabio mentor de su escudero-gobernador queaparece especialmente en la segunda parte publicada en1615, que al cómico y ridiculizado bufón.8

En la Rusia de su tiempo, Turguénev tuvo que alejarsedel entorno tradicional que predominaba en la época: loslectores rusos del siglo XVIII y principios del XIX per-cibían al Quijote desde un prisma bastante negativo, co-mo un personaje inseguro y turbio32. El propio nombrede Kihot era sustituido por el de bufón con demasiada

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frecuencia, llegando a ser un epíteto socarrón en los la-bios de los rusos de a pie, con todas las características deuna caricatura cabalgando un famélico rocín. En el vo-cabulario del día a día, el término Quijotismo era sinó-nimo de palabrería romanticona.

Un aspecto interesante en don Quijote es la libertad. ParaCervantes y para su alter ego don Quijote, «La libertad,Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hom-bres dieron los cielos»1. Esta idea es primordial y puede quesea el trasfondo y principal puntal del inspirador compor-

tamiento del Quijote. Solo gozando de libertad, pueden loshombres dedicarse a esos ideales y superar los intereses es-tablecidos. Y la libertad no sólo es arrebatada cuando se esencarcelado, como lo fue Cervantes en dos ocasiones, enSevilla y en Argelia, sino también cuando se es esclavo defines meramente materialistas. No resulta sorprendenteque la clave del existencialismo sea también la libertad. EnEl existencialismo es un humanismo33, Jean-Paul Sartre re-salta que el existencialismo no consiste en quietismo o enpesimismo, sino en la subjetividad y las opciones, que sonhechos fundamentales en los seres humanos, de manera

L. C. Triarhou

Figura 4. Ilustración de Salvador Dalí del capítulo I, 'Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo don Quijote de la Mancha', primeraparte de la Vida y Logros del Famoso Don Quijote de la Mancha (1945). Tinta india sobre papel, 252×196 mm. Detalle del frontispicio del libro Don Quixotede La Mancha Ilustrado por Salvador Dalí (Figueres: Distribucions d’Art Surrealista; 2004).

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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que las opciones son la salida, y la libertad, un auténticoregalo, es el modo. El resultado es que, gracias a esa liber-tad, uno puede darle forma a su propia libertad, lo que re-presenta un punto de unión entre Sartre y Cervantes, yaque en opinión del escritor español “Cada hombre es hijode sus obras”. Por todas estas razones, el existencialismoparece tan factible para Turguénev como para Cajal: go-zando de libertad, ambos persiguieron los ideales del Qui-jote, que pavimentaron sus trayectorias vitales y sus obras.Así, el existencialismo se aplica a ambas figuras o se puedeoptar por una alternativa terminológica más específica enel caso de Turguénev.

En la España de Cajal, Quijote era en ocasiones un tér-mino desdeñoso que se atribuía a los lugareños por partede los extranjeros y algunos españoles, y el término qui-jotismo servía para indicar gestas y aspiraciones que ha-bían culminado en fracaso, tenazmente ancladas a unpasado imposible, incapaz de adaptarse a la realidad. Yesto es solo parte de la historia. En aquella época, los in-telectuales más sobresalientes eran auténticos entusiastasde Cervantes y le dedicaron tiempo y célebres ensayos.Sirva como ejemplo el nombre de Benito Pérez Galdós,quizás el segundo autor más importante de la literaturaespañola sólo después del mismísimo Cervantes, quienusó al Quijote y la vida de Cervantes como fuente de ins-piración para los personajes de sus novelas tanto realistas(La desheredada, 1881, o Lo prohibido, 1884-1885) comomás espirituales (Misericordia, 1897). El culmen de su de-voción llega cuando en el final de sus días, cuando ya es-taba totalmente ciego, recrea el viaje de don Quijote alToboso34–36. En la misma línea, la primera obra de JoséOrtega y Gasset, Meditaciones del Quijote, y Vida de DonQuijote y Sancho de Miguel de Unamuno se publicaronen 1914. Así, Cajal se encontraba rodeado por una atmós-fera de fervientes seguidores del Quijote, con los que in-tercambiaba ideas y correspondencia con asiduidad37.

Los ensayistas Turguénev y Cajal coinciden con Goethe:“Aquél que quiera comprender a un poeta, debe entraren sus dominios”. Turguénev consideraba la traduccióndel Quijote al ruso un asunto de extrema importancia yun verdadero servicio público; incluso se planteó llevara cabo esta misión él mismo: los conocimientos de es-pañol de Turguénev, gracias a su apasionado amor porla mezzo-soprano Pauline Viardot y la relación con lafamilia de la cantante de ascendencia española, le bas-taron para considerar la posibilidad de traducir a Cer-vantes al ruso. Entre 1867 y 1869, Viardot compuso tresóperas de cámara con libreto de Turguénev: Trop de

femmes, L’ogre y Le dernier sorcier38. “...Un reconoci-miento general espera al escritor que nos ofrezca esaobra única en toda su belleza”8.

Turguénev comenta: “Es verdad que en nuestra épocalos Hamlets son bastante más numerosos que los Qui-jotes, pero estos últimos aún no han desaparecido.”8 Ca-jal afirma: “Aunque nos duela en el alma el confesarlo,es fuerza reconocer y declarar que a España, fuera de susépocas más gloriosas, si le sobraron los Sanchos, le fal-taron a menudo los Quijotes.”6

Cajal detalla la afinidad espiritual entre el Quijote y sucreador, quien fue el reflejo de una parte o incluso muchodel héroe. Para adivinar las condiciones psicofisiológicasque llevaron al príncipe de nuestros prosistas a tal mag-nífica concepción, Cajal hurga en los sombríos años deCervantes como héroe de Naupaktos (o Lepanto), muti-lado al primer encuentro, y prisionero en el caos tenebro-so de la celda inmunda de la sevillana cárcel, de la quesurgió un nuevo libro y a su vez un hombre nuevo. Suspáginas nos ofrecen la síntesis de su vida: sus luces y som-bras, sus cimas y sus abismos. Cervantes caracteriza lasdesgracias que amargan la existencia de quien vive en pre-sidio, donde, en realidad, “toda incomodidad tiene suasiento y donde todo triste ruido hace su habitación”1. Alo que Cajal añade: “Los grandes desencantos desimantanlas voluntades mejor orientadas y deforman hasta los ca-racteres más enteros”6.

Cajal pone fin a su ensayo sobre la psicología de don Qui-jote alabando el estudio de la historia:

Consideradas desde el punto de vista moral, sonlas naciones síntesis supremas de ensueños y aspi-raciones comunes, sublime florecimiento, de unaplanta cuyas múltiples raicillas se extienden y nu-tren por todos los corazones. De buena gana com-pararía yo también los grandes pueblos a esaspoéticas islas de coral que emergen del mar en lasaugustas soledades oceánicas. Si, con soñadoresojos de artista, os embelesáis contemplando lasrientes y apacibles costas festoneadas de blancasespumas, las flores peregrinas y fragantes, los co-losales árboles cuyas copas semejan cimbreantecoro de las aves del cielo, pensaréis que aquel pa-raíso surgió espontáneamente por extraño capri-cho de Anfítrite; pero examinad el subsuelo con elreposado análisis de la ciencia, descended al fondodel mar (lo que vale tanto como remontarse en laHistoria); y al sorprender en los calcáreos colosa-les estribos la obra y las reliquias de miriadas deseres ínfimos y obscuros, comprenderéis que todoaquel grandioso florecimiento de lo alto represen-ta la construcción secular y obstinada de innume-rables y abnegadas existencias.6

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Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.

AgradecimientosEl autor quiere agradecer a los revisores anónimos quetan generosamente aportaron sus comentarios.

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Dos lecturas del Quijote: Cajal y Turguénev

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