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Revista Calle Elvira. Otoño 2013

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Revista Calle Elvira en su número de Otoño 2013, dedicada al Milenio del Reino de Granada.

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Page 1: Revista Calle Elvira. Otoño 2013

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C A L L E E LV I R A Desde 1971

añocuarentaytres

númerocientosetentaotoño2013

Segunda Época

Dirección/Rodrigo Gómez Jiménez

Consejoderedacción/ Carmen María Jiménez Navarro

Mª Dolores F.-FígaresJorge de la Chica

Rafael Gómez Jiménez

Consejoasesor/Rafael Gómez BenitoPablo Ruiz González

Andrés CárdenasArmando López-Murcia

Juan Antonio IbáñezJorge Ferreira

Tito Ortiz

Edita/Calle Elvira

DiseñoyMaquetación/Rodrigo Gómez Jiménez

Impresión/Impresiones Guadajoz S.L.L.

Ilustracióndeportada/Torre de la Cautiva.Fotografía de Carmen María Jiménez Navarro/Segundo Premio del I Concurso Maratón de fotografía de la Alhambra y GeneralifeIlustracióndecréditos/Litografía/Alicatados del Salón de Embajadores/Colección del Museo Arqueológico de Granada

©Fotografías,sus autores©Textos,sus autoresISSN: 2255-3134Depósito Legal: GR.77-1971

[email protected]

trimestraldearteyculturagranadina

Page 4: Revista Calle Elvira. Otoño 2013

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Los reyes nazaríes del reino de GranadaMaría Jesús Viguera Molins

El Patio de la Acequia, el jardín del GeneralifeRafael de la Cruz Márquez

La medicina que se conoció en al- Andalus Camilo Álvarez de Morales Ruiz-Matas

Las Casas al pie de la Torre del Capitán en la Alhambra. Nuevos datos para su comprensiónCarlos Vílchez Vílchez

Un curioso hallazgoEnrique Nuere

Notas sobre la AlhambraBasilio Pavón Maldonado

La Alhambra como yacimiento literario José Carlos Rosales

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Especial CALLE ELVIRA

con el MILENIO del REINO de GRANADA

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EfeméridesUna corona, cien añosJavier Martínez-Cañavate Gallo

Arte y PatrimonioLa Villa Romana de los Mondragones Ángel Rodríguez Aguilera

Lápidas conmemorativas en el AlbaicínJosé Luis Garzón Cardenete

La ProvinciaCasa García de Viedma. El nacimiento de un museo en plena crisis.Venancio Galán Cortés

SiluetasMesa de León en las mazmorras de la audiencia de GranadaFrancisco Gil Craviotto

Manuel Morell Gómez, un investigador aficionado, enamorado de GranadaElena Fernández Morell

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LOS REYES NAZARÍES DEL REINO DE GRANADAMaría Jesús Viguera Molins

El Reino nazarí de Granada fue el único que sobrevivió a

las amplias conquistas cristia-nas de pleno siglo XIII

Último territorio de al-Andalus

a larga y última unificación de al-Andalus bajo la dinastía de los Nazaríes, entre 1232 y 1492, estuvo precedida, desde los comienzos anda-

lusíes en 711, por la oscilación entre períodos cen-trípetos y centrífugos. Primero fue la larga aunque debatida unidad omeya, hasta principios del siglo XI, luego las primeras taifas, seguidas por la unificación almorávide, a fines de aquel siglo XI, nuevas taifas después, en pleno siglo XII, antes de la unificación almohade, que se rompió hacia 1238 por un nue-vo período de taifas, en el ya reducido territorio andalusí.

El reino nazarí de Granada fue, en principio, una más entre las taifas surgidas al decaer el Imperio magrebí de los Almohades, y la única que sobrevivió a las amplias conquistas cris-tianas de pleno siglo XIII. En tanto dejó de haber otro territorio andalusí, a lo largo del XIII, este reino gra-nadino, dejó de ser ‘taifa’, ‘territorio autónomo’, para

ser todo el al-Andalus restante, amparado entre montes y mar, durante dos siglos y medio aún, hasta 1492, aglutinado por la dinastía de los Banū Naṣr o Naṣríes, que castellanizamos en ‘Nazaríes’, también llamados Banū l-Aḥmar1.

Las tierras que quedaban en al-Andalus, las de Almería, Málaga y Granada se apiñaron para sobre-

vivir, bajo un linaje andalusí, los Nazaríes, que por primera y última vez en toda la histo-ria andalusí fueron capaces de aglutinar el territorio unido, aunque sólo fuera ya un resi-duo de 27.000 km2, y mante-

nerlo con suficiente estabilidad durante el sorpren-dente trascurso de dos siglos y medio, tanto como

1Historia de España Menéndez-Pidal, vol. VIII-3: El reino nazarí de Granada (1232-1492). Política. Instituciones. Espacio y economía; e Historia de España Menéndez-Pidal, vol. VIII-4: El reino nazarí de Gra-nada (1432-1492). Sociedad. Vida y Cultura, coordinación, prólogo y co-autoría Mª. J. Viguera Molins, Madrid, Editorial Espasa Calpe, 2000, 604 y 549 pp.

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Lema nazarí en yeserías de la Alhambra

Con el Milenio

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se estiró la situación internacional, entre cuyas po-tencias Granada supo usar una hábil diplomacia, mientras ese peligro exterior aglutinaba lo interior.

Dos siglos y medio en seis períodos

Seis períodos marcan la evolución política del reino nazarí de Granada: 1, su constitución, entre 1232 o 1237 y 1309 (desde el emir Muḥammad I al emir Muḥammad III); 2, primera crisis, entre 1309 y 1333 (desde el emir Naṣr al emir Muḥammad IV); 3, su apogeo, entre 1333 y 1391 (desde el emir Yūsuf I al emir Muḥammad V); 4, decadencia, entre 1391 y 1464 (desde el emir Yūsuf II al emir Sacd); 5, efímera recuperación, desde 1464 a 1482, con el emir Abū l-Ḥasan o Muley Hacén; y 6, el final, desde 1482 a 1492, con las agitaciones de los años últimos de Mu-ley Hacén, y las luchas civi-les, hasta Boabdil, y por fin las conquistas cristianas de todo el territorio, sin escapada, con la caída de las tres grandes ciudades del reino Nazarí: Málaga (1487), Almería (1489) y Granada (1492).

Fundó este reino Nazarí un modesto personaje, militar de frontera, llamado Muḥammad b. Yūsuf b. Naṣr, que pretendía descender de un Compañero del Profeta, asegurándose así prestigio y legitimidad. Se hizo proclamar emir en su ciudad de Arjona, en 1232, con dominio en Jaén y Porcuna, y al cabo de cinco años logró ser reconocido en Granada, donde instaló su capital. Rivalizó con otras taifas andalusíes, sobre todo con Ibn Hūd de Murcia (m. en 1238), anticipán-dose a tratar con Fernando III, que avanzaba por el valle del Guadalquivir, tomando Córdoba, en 1236.

Muḥammad I, emir en Granada desde 1237, se anexionó Almería al año siguiente, y Málaga poco después. Jaén capituló ante los castellanos en 1246, y Muḥammad I firmó su entrega a Fernando III, recono-ciéndose su vasallo, y luego a Alfonso X, pagándoles parias. Procurando equilibrar la presión de sus dos

principales vecinos, y aliados alternativos, Castilla y el Magreb, los sultanes granadinos siguieron nadan-do entre varias aguas, en su política exterior. En el interior, el fulgor aparente de legitimidad política es-talla en conflictos dinásticos, que se suceden hasta casi el final del Emirato. Su apogeo, en el siglo XIV, lo marcaron sobre todo Yūsuf I (1333-1354) y Muḥam-mad V, que muere en 1391.

El territorio de al-Andalus se fue reduciendo du-rante sus ocho centurias, con retroceso más o menos acelerado, lo cual es una de las grandes cuestiones

de la Historia andalusí, cuyas causas hay que bus-carlas en la propia entidad política y militar andalusí, en su evolución económi-ca y sociocultural. Hay que buscarlas también en fac-tores externos, en la situa-ción relativa de al-Andalus frente al auge político, social, económico y mili-tar europeo, proyectado sobre el amplio marco del Mediterráneo, expansión europea que logró en el Mare Nostrum imponer-se en rutas y monopolios comerciales desde el siglo XIII, ocupar toda la Penín-sula Ibérica desde el siglo XV, e, incluso, empezar a establecerse por la ribera sur del Mediterráneo.

Emirato o sultanato de los Banū Naṣr, o Nazaríes

En el territorio “granadino”, formado por las an-tiguas coras de Granada, Málaga, Almería, Ronda, y parte de la de Algeciras, se estableció entre 1237 y 1492 una entidad política, denominada ‘emirato’ o ‘sultanato’, regido por la dinastía de los Banū Naṣr o Banū l-Aḥmar. Fue el último Estado andalusí, so-bre cuyo ámbito y sobre cuya capital, Granada, vino a instalarse, con ellos, los Nazaríes, una nueva di-nastía, sin continuidad respecto a los poderes an-teriores, y formando un conjunto espacial sin ante-cedentes en la geopolítica andalusí. Ningún vínculo dinástico une la taifa granadina de los beréberes Zīríes, llegados en el s. XI del Norte de África, con la

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Dirham Muḥammad I (630/1237-672/1273): Ceca Garna-ta;[col. Tonegawa: www.andalustonegawa] Leyenda: Amir al-muslimin Muhammad ibn Yusuf ibn Nasr. Ceca Garnata.

Dinar de Boabdil Garnata [col. Tonegawa: www.andalustonegawa]

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Granada nazarí de los giennenses Banū Naṣr. En con-traste, las coherencias dinásticas y territoriales son más evidentes en la historia peninsular cristiana me-dieval, sin las fisuras andalusíes entre los sucesivos grupos de poder.

Características de las dinastías andalusíes son la discontinuidad política y fronteras con grandes variaciones, pero estructuras administrativas muy estables porque se asientan en el Derecho islámi-co. A la fuerte entidad de estas estructuras estata-les, ahora también en el último y reducido espacio de Granada, que se encontraba y se sentía desde el exterior amenazado, se debe principalmente su ex-traordinaria duración de dos centurias y media, a pesar del azaroso, y en muchas sucesiones violento e inestable, discurrir de la dinastía nazarí. Su territo-rio apenas se escindió, sino cuando algún “rebelde” o algún pretendiente al trono granadino se alzaron, por un tiempo, en algunos lugares, de igual forma que por algunos años los Benimerines dominaron algunos enclaves granadinos.

Dejando aparte estos episódicos desgajes terri-toriales, la soberanía nazarí logró “territorializarse”, en torno a unas estructuras de gobierno que podemos califi-car de islámicas clásicas, a ni-vel de un emirato, desde luego, pero con toda la maquinaria administrativa usual, que si-glos antes de los Nazaríes ha-bía completado su tradicional funcionamiento.

También en la Granada na-zarí, esta rección y admistra-ción del Estado es competen-cia máxima del soberano, que la delega en “servidores” (ahl al-jidma), a quienes nombra y cesa según su voluntad, a los más altos, sólo ante él responsables, que a su vez encargan competencias a otros, de forma escalonada, hasta llenar todas las funciones político-administrativas, económicas, mi-litares y judiciales, muy diversificadas y concretas. Este entorno político y administrativo es requisito de legitimación, como también arrogarse en ocasiones títulos honoríficos, y adoptar signos soberanos y de escenificación del Poder, como hicieron los reyes Na-zaríes. Recordemos tan sólo el lema dinástico: wa-lā gālib illa Allāh, presente por doquier, y también en el escudo heráldico de la Banda, tan exhibido en la Alhambra.

A los soberanos Nazaríes solemos llamarles “re-yes”, o “sultanes”. “Rey” en la denominación cristia-na de los Nazaríes es una trasposición de su función soberana, y equivale prioritariamente a los términos árabes sulṭān Garnāṭa, amīr, y amīr al-muslimīn. Los textos árabes evitaron aplicar a los Nazaríes la deno-minación de mālik (“rey”), seguramente por sus con-notaciones de autoridad forzada y sin conformación religiosa. No se apoya, pues, en tal término el más habitual título castellano de “rey” que se encuentra en todo tipo de referencias cristianas sobre el emir nazarí, bien como “rey de Granada”, bien como “rey moro”, utilizándose alguna vez en traducciones ro-manceadas de documentos árabes la fórmula de “emperador de los moros”.

No parece probado que los emires Nazaríes se titularan oficialmente “Califa”, con todas las impli-caciones político-religiosas que esto conlleva. Lo mismo que ocurrió con algunas otras dinastías, in-cluso contemporáneas suyas como los Benimerines del Magreb, la denominación no debió pasar de ser halagüeña. Ibn Simāk, en su florilegio de anécdotas, titulado Kitāb al-Zaharāt, apenas cuenta noticia nin-

guna sobre los Nazaríes, pero al final les halaga en su colofón llamándoles con el título que oficialmente no osaron llevar de “emir de los creyentes y califa del Señor de los Mundos” (amīr al-mu’minīn wa-jalīfat rabb al-al-cālamīn), aprovechando in-cluso la anfibología de jalifa: título exacto de “Califa” y el más generalizable a todo soberano de “Vicario de Dios”.

Otro de los aspectos esen-ciales del reino Nazarí fue la Cancillería palatina u “oficina

de escritura” (al-kitāba)2, que poseyó destacada im-portancia en su vida política y administrativa, y ade-más en la actividad cultural, pues los secretarios de la Corte, junto a la producción de las escrituras y ac-tas oficiales, constituyeron un ostentoso círculo de letrados, voceros además de la adecuada categoría y actividades soberanas, procurando su propaganda y legitimación, lo cual efectúan en composiciones

2Mª. J. Viguera Molins, “Á propos de la chancellerie et des docu-ments nasrides de Grenade (XIIIe-XVe siècles)”, vol. monográfico Les relations diplomatiques entre le monde musulman et l’occident latin (XIIe-XVIe siècles), eds. Denise Aigle y Pascal Buresi (eds.), Oriente Moderno (Roma), LXXXVIII (2008), 471-483.

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Escudo de la Banda, con el lema nazarí

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literarias a través de los mejores recursos de su verso y su prosa. Así, en este cargo confluyen todas estas series de requerimientos y habilidades, lo cual impli-ca la trascendencia de su función a lo largo de toda la civilización araboislámica, asociada la estructura estatal y la cultura árabe escrita.

El reino de Granada contó con una serie de visi-res, secretarios y literatos de realce, como el gran Ibn al-Jaṭīb, clara conciencia de cómo tenía que ser representada Granada, al que dedicó escritos mag-níficos, como la gran enciclopedia granadina que es la Iḥāṭa y su compendio de al-Lamḥa al-badriyya, desde cuyo mismo título “Resplandor de la luna lle-na acerca de la dinastía nazarí”3 ya está auroleando a la dinastía y a su reino, sobre el que acumula todo tipo de elogios, como: “la tierra de Granada es de tan excelentes condiciones”, y productos… la gran ciu-dad bien “tiene tantos habitantes…”, “la ciudadela de la Alhambra, corte real, domina la población… coronándola con sus blancas almenas y sus elevados alcázares, que deslumbran los ojos…”. Su imagen global del reino nazarí no puede ser más halagüeña. Es propaganda y a la vez planteamiento estratégico de la gobernación del reino.

Las pautas de la Cancillería nazarí tienen sus precedentes y paralelos en las anteriores y en las coetáneas islámicas. Dentro de este conservaduris-mo general, cada dinastía se procuraba la presentación y etiquetas más convenientes, un cierto estilo propio, por ejemplo en la utilización por los Nazaríes del papel rojizo, y en otros aspectos formales y formulísticos, como la validación (calāma) característica, con que finalizaban los escritos oficia-les, y que en caso del primer rey nazarí, Muḥammad I fue: lā gālib illa Allāh. Se conservan documentos gra-nadinos en lengua árabe, bien reproducidas en co-pias posteriores, bien en sus originales, por ejemplo cartas de los emires nazaríes, “del tipo de las que se ha dado en llamar cartas bermejas, por encontrarse escritas en un tipo de papel característico de tono carmesí, y que en árabe se suelen denominar con el tecnicismo Rasa’il mulūkiyya, o “cartas reales”4. Este

Recodar la historia, reflexionar sobre sus suce-sos y conmemorar sus efemérides nos procura más comprensión sobre nosotros mismos y sobre los otros, es decir sobre el conjunto del mundo, sin esci-siones. Desde el presente, recurrimos al pasado para

que su análisis nos ilumine, y procuremos mejorar el porve-nir, gran construcción colecti-va, que también se basa en el entendimiento de lo que ya ha ocurrido, con sus significados y sus lecciones resplandecien-tes y oscuras, pero maestras del presente y el futuro.

Si esto es así en general, en concreto resulta es-pecialmente luminoso que Granada considere toda su Historia, sin exclusiones, y atienda a todos sus le-gados, cada uno en sus aniversarios oportunos. Han pasado mil años, contando con las aproximaciones de todas las datas, desde que Granada surgió como ciudad, con las funciones y las formas urbanas de las medinas en al-Andalus, para sobresalir desde en-tonces como brillante capital entre otras capitales, y como pertinaz corte palatina, cuyo sentido profun-do de realce político y cultural reaparece hasta hoy, pasando por el hito bien revelador del palacio de Carlos V, allí en la Alhambra. Y esto así, no sólo en la neta materialidad preciosa de los edificios acumula-dos en la colina roja, sino en sus no menos preciosos simbolismos de cuanto se transmite de una civiliza-ción a otra, de cuanto comparten y pueden compartir las diversas culturas, reuniéndolas en un natural resul-tado -incluso propósito- de colaboración humana y de inter-comprensión.

Conmemorar nos enseña

3Ibn al-Jaṭīb, Historia de los Reyes de la Alhambra. Resplandor de la luna llena acerca de la dinastía nazarí, estudio preliminar Emilio Molina López; traducción José María Casciaro, Granada, Universi-dad de Granada, 2ª ed., 2011.4F. Muriel Morales, “Tres cartas de la Cancillería de Muhammad IX de Granada”, al-Andalus-Magreb, 5 (1997), 171-188, espec. p. 172.

papel propio de los Nazaríes estaba conectado con su apelativo de Banū l-Aḥmar, y exhibía su color he-ráldico, que era el rojo.

Otro de los puntales del reino Nazarí de Granada fue su organización judicial, extensa red por todo el territorio, capaz de garantizar la estructura estatal y la vida cotidiana, con sus transacciones, y con el conjunto de sus manifestaciones, incluidas las reli-giosas, con el control férreo de heterodoxias y ten-dencias que les resultaban sospechosas, como el su-fismo, que en el Reino estuvo comparativamente tan constreñido desde los medios oficiales. La judicatu-ra tuvo en el reino Nazarí grandes figuras también, entre ellos los grandes cadíes de la capital.

Resulta especialmente luminoso que Granada considere toda su

Historia, sin exclusiones, y atienda a todos sus legados, cada uno en

sus aniversarios oportunos

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EL PATIO DE LA ACEQUIA,EL JARDÍN DEL GENERALIFE

Rafael de la Cruz Márquez

l Generalife, asentado sobre las faldas del Cerro del Sol, y enfrentado a la ciudad de la Alhambra y al Albaicín, era una almunia medieval, de uso productivo y de recreo de los monarcas nazaríes (ss. XIII-XV), recorrida longitudinalmente por las acequias Real y del Tercio, que permitían el mantenimiento de amplias huertas,

numerosos árboles frutales y ornamentales en torno al Palacio que lo preside, así como íntimos jardines en el seno de los espacios edificados. La finca se encuentra desde entonces organizada en terrazas gracias a la disposición de gruesos muros de conten-ción, con las edificaciones en la parte alta de la propiedad, al borde de la ladera que desciende escarpada hasta el río Darro.

Aunque muchas veces olvidadas, la pervivencia en la autenticidad de sus huertas, en su imagen y uso, desde época medieval hasta la actualidad, les otorga una excepcional singularidad e importancia, al menos en un ámbito histó-rico y monumental, pues casos razonablemente similares, como las huertas de los Reales Alcázares de Sevilla o las del Alcázar de Córdoba, desaparecieron por completo siglos atrás para ser convertidas en jardines.

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LOS JARDINES DEL GENERALIFE

Sin duda, los del Generalife son los más afamados jardines del monumento nazarí. Ello es debido, por una parte, a ese carácter agrícola y recreativo que desde su origen tuvo la finca, a diferencia de la estructura y funciones urba-na, militar, administrativa y residencial de la ciudad alhambreña, donde los espacios abiertos siempre tuvieron una menor aunque exquisita representación.

También, en el Generalife es posible encontrar muy diferentes tipologías de espacios ajardinados, de acuerdo con los diferentes momentos de su creación, desde los medievales (Patio de la Acequia), los románticos (Jardines Altos) o los contemporáneos (Jardines Nuevos de la Rosaleda y del Teatro al aire libre).

El emplazamiento, sobre una colina que permite el disfrute de amplias panorámicas sobre el Albaicín, el Sacro-monte y la propia Alhambra, enriquece la experiencia sensitiva del visitante en la que la luz, el color, los aromas y los múltiples juegos y formas del agua se suman con asombrosa conjunción.

El Generalife actual, como también la Alhambra, es resultado de numerosas ampliaciones y modificaciones reali-zadas tanto en época musulmana como cristiana. El carácter vivo y perecedero del material vegetal que compone cultivos y jardines, y los cambios que las modas, técnicas y experiencias importadas del exterior se experimenta-ron también en el Generalife, hacen que en numerosas ocasiones se confundan el origen y el estilo de los diversos jardines.

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EL PATIO DE LA ACEQUIA

Bien siguiendo el acceso antiguo por el llamado Callejón Medieval, desde la Cuesta del Rey Chico, o bien la entra-da más moderna desde los Jardines Nuevos asentados sobre parte de la Huerta Grande, tras el paso por sendos patios de ingreso y una estrecha y empinada escalera se entra al Palacio del Generalife, en cuyo seno se halla uno de los jardines más genuinos y quizás más bellos del recinto monumental, el Patio de la Acequia.

La habitual presencia en este jardín del arrayán propició que, en ocasiones, se denominara este espacio como Patio de los Arrayanes del Generalife, denominación que a principios del s. XVI alternaba con la de Patio de la Acequia e, incluso, con la de Patio de la Alberca (tal vez porque en algún momento la anchura de la acequia pudo ser superior a la que ahora conocemos). La toponimia que nos ha llegado a la actualidad comparte también su uso, sobre todo a nivel local, con el de Patio de la Ría.

De forma alargada y atravesado longitudinalmente por la Acequia Real, se trata de un patio-jardín en crucero, como el del Patio de los Leones o los riad del Norte de África, con cuatro eras de cultivo semihundidas y rodeadas de andenes perimetrales.

Tiene unas dimensiones aproximadas de 48’70 x 12’80 m aunque su forma es ligeramente irregular pues el pabe-llón edificado al Norte se encuentra algo inclinado respecto al eje del Patio que marca la Acequia Real. Cerrado al paisaje en época medieval, el cual sólo se disfrutaba desde un pequeño pabellón situado frente al eje menor del crucero, en la primera época cristiana se dotó de una galería abierta hacia la Alhambra y la huerta Colorada.

La fisonomía del Patio, plantas, estructuras, formas y usos jardineros han cambiado de forma notable con el paso de los siglos aunque, desde su origen, en el s. XIII, nunca ha dejado de ser jardín lo que le otorga una excepcional singularidad a nivel mundial.

Aunque la Alhambra y el Generalife fueron objeto de numerosas pinturas, dibujos, grabados, litografías e ilustra-ciones de diferente técnica y propósito sobre todo con la atracción y fervor de que fueron objeto por los viajeros románticos desde principios del s. XIX, no siempre estos trabajos estaban exentos de licencias artísticas que falsea-ban formas y proporciones restando utilidad documental a las obras como reflejo fiel del estado de los lugares y elementos ilustrados.

La fotografía, con su irrupción a partir de 1840 y su decidida utilización desde el último tercio del s. XIX, ostenta un valor testimonial claro e insustituible para identificar con mayor fidelidad la Alhambra y el Generalife de aquellos años. El estudio de Jean Laurent (1816-1886), que ostentó el título de “Fotógrafo de Su Majestad la Reina” entre 1861 y 1868, fue, con seguridad, el más prolífico y el que tuvo mayor proyección internacional habiendo realizado al menos ocho grandes catálogos entre 1861 y 1880, en los que, a veces, se incluían imágenes actualizadas de catálogos anteriores. Su obra tuvo gran eco comercial en Europa e incluía más de 400 imágenes sobre Granada y la Alhambra1.

Evidentes son algunos de los cambios que se aprecian entre la imágenes de 1865, captada por Laurent, y la que hemos recogido nosotros en la actualidad. La primera y más evidente se refiere al tipo y formas de la vegetación, más densa y de mayor talla en la primera imagen. A cada lado de la ría, se desarrollan arcos apuntados de ciprés recortado que, como demuestran otras imágenes inmediatas en el tiempo2, contarían con remates en forma de vela en el vértice central de la ojiva. El uso del ciprés como material vegetal objeto de recorte, pinzado y atado para

1PÍÑAR SAMOS, J, “Turismo emergente y mercado fotográfico en torno a la Alhambra (1842-1915)”, En la Alhambra: Turismo y Fotografía en torno a un Monumento [catálogo de la exposición], Patronato de la Alhambra y Generalife, Caja Granada, Granada, 2006.2Como la de José García Ayola, “Generalife (Patio de la Alberca)”, de alrededor de 1870. Archivo del Patronato de la Alhambra y Generalife, F-05394.

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la creación de formas singulares (columnas, arcos, habitaciones, cenadores,…) fue muy habitual en la jardinería granadina del siglo XIX hasta bien entrado el XX, llegando a constituir un elemento de identidad del jardín local que llegaría a ser reconocido e imitado nacional e internacionalmente.

La profusa vegetación de la imagen de Laurent, con numerosos matas y pequeños arbustos que dificultan la apreciación de los elementos edificados es sustituida ahora por una paleta vegetal de especies más bajas y variada coloración floral. Entre ellas, y según la época del año, es posible encontrar flor de la miel, violeta, armeria, agui-leña, margarita de los prados, orégano, mejorana, ajedrea, carraspique,… Diversos cultivares de rosas antiguas, damascenas y gálicas, puntualizan más esbeltamente los cuadros de flor, a lo que también contribuyen lirios, milenramas, espliego, toronjil, milamores, ajo morisco, alhelí,…

Elemento constante en ambas imágenes, cómo no, el arrayán, la planta de mayor raigambre en los jardines na-zaríes, se presenta en ambos momentos alineado en setos a lo largo de las márgenes de la acequia, si bien no se halla recortado en la imagen del XIX y sí ahora, reforzando el papel singular que la acequia ostenta en el jardín. Por el contrario, las matas de arrayán se hallaban entonces sostenidas con encañados trenzados en celosía a cartabón para evitar la invasión de los andenes inmediatos a la acequia.

Laurent recoge también parcialmente la presencia al fondo de un gran abeto rojo que se mantendría hasta me-diados del s. XX y que resulta notablemente incongruente con cualquier pretendida interpretación del carácter “árabe” de este jardín en ese tiempo. Hoy, como elementos arbóreos, sólo se encuentran cuatro ejemplares añosos de granado junto al crucero central del Patio.

También en consonancia con la tradición jardinera granadina, numerosos macetones (quizás de boj y de calas) orlaban la acequia en toda su longitud, siendo usado hoy sólo para evitar el paso incontrolado de visitantes por el interior del Patio, lo que desfiguraría su imagen, comprometería la conservación del jardín y supondría un cierto riesgo de caída al canal.

Y es que, no debería pasar desapercibido, la presencia de turistas es otro de los grandes cambios experimentados en este espacio. Recordamos que, hasta 1921, los titulares de la Casa de los Marqueses de Campotéjar mantuvie-ron el uso, administración y disfrute del Generalife que habían ostentado desde el s. XVI, por lo que las visitas a la almunia se hacían de forma muy restringida y limitada a círculos de personas conocidas por los poseedores y administradores de la almunia y a delegaciones de carácter institucional o aristocrático, como el caso de la reina Isabel II, que, en visita por Granada en octubre de 1862, se desplazó para conocer la Alhambra y el Generalife.

La imagen de Laurent, vista con detenimiento (p.ej., en el borde inferior de la fotografía), permite identificar por primera vez la presencia de los surtidores que aún hoy mantienen los juegos de agua tan característicos de este jardín y de los que no existe registro gráfico o testimonio incuestionable anterior por lo que debe interpretarse su establecimiento en un momento previo inmediato. Aunque esta imagen se realizó cuando los caños de agua se hallaban cortados, la identificada con la referencia 242 bis, de igual autor, fecha y motivo, los recoge en funciona-miento, presentando una altura de los finos caños de agua semejante a la de los propios arcos de ciprés (del orden de los 3 metros), notablemente superior a la que hoy suelen mostrar (en torno a 1’5 m), acorde entonces con los cánones “arabescos” que se tenían de la arquitectura, la jardinería y el agua ornamental.

Después de los trabajos de restauración del Patio de la Acequia llevados a cabo entre 1999 y 2003, cuando se recuperó el nivel rehundido de las eras de cultivo y se restableció una imagen vegetal más coherente con el origen medieval del jardín aunque conjugándola con unas necesidades de visita tan intensas como las que tiene todo el recinto monumental de la Alhambra y el Generalife, este jardín recupera también su papel en la historia y la cultu-ra, y mantiene su esencial vocación como lugar de belleza, de emoción y de deleite. Aunque la armonía del conjun-to de todos los diferentes espacios y huertas de la almunia nazarí, y su inseparable conjunción con el paisaje hacen que este lugar se encuentre entre los de mejor memoria para los granadinos y visitantes, el Patio de la Acequia es sin duda El Jardín del Generalife.

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a ciencia árabe, en general, y la medicina, de modo concreto, se formaron con la mezcla de sus propios conocimientos y, sobre todo, de

los saberes griegos, persas e hindúes. En Bagdad se creó la llamada Bayt al-hikma o “Casa de la Sabidu-ría”, fundada en el siglo IX por iniciativa de los califas abbasíes Harun al-Rašid y al-Ma’mum, en donde se procedería a traducir al árabe las obras acopiadas en botines de guerra o intercambios, procedentes de estas culturas .

Se iban a formar los dos grandes bloques científi-cos: por una parte las llamadas “ciencias de los an-tiguos”, referidos fundamentalmente a los griegos, que eran medicina, aritmética, geometría, astrono-mía, música, alquimia, filosofía y mecánica, y por la otra las consideradas “ciencias de los árabes”, que eran teología, gramática y ciencias jurídicas.

La medicina fue la que mayor desarrollo alcan-zó y la que tuvo una influencia posterior en Europa más notable. De ella destacan dos vertientes, la que se puede considerar erudita y otra que presenta ele-mentos populares llenos de aspectos mágicos y re-ligiosos.

Los orígenes

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LA MEDICINA QUE SE CONOCIÓ EN AL-ANDALUSCamilo Álvarez de Morales Ruiz-Matas

En la medicina científica la mayor aportación co-rrespondió a Grecia, concretada en aspectos anató-micos, fisiológicos y terapéuticos. Fue clave la teoría humoral, que consideraba como elementos funda-mentales del organismo cuatro sustancias líquidas, o “humores”, que eran la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Estas ideas, la presencia de voces grie-gas y las continuas referencias a grandes autores, como Aristóteles, Galeno, o Hipócrates, serán una constante a lo largo de la historia de la medicina árabe.

Junto a las aportaciones foráneas, el otro elemento que formaba parte de la medicina árabe era el de sus propios conocimientos, constituidos por una serie de prácticas empíricas y de elementos mágico-religiosos, muchos de ellos anteriores al Islam y otros de los pri-meros tiempos. La convivencia entre las dos medici-nas, la científica y la creencial, se mantuvo a lo largo de siglos, dándose la circunstancia en el caso de al-An-dalus, que cuando la primera se diluyó en traducciones latinas y se divulgó por Europa la segunda se mantuvo pujante en tierras peninsulares, y a lo largo del siglo XVI los moriscos siguieron empleando artes curativas que se habían conocido en nuestras tierras a partir del IX.

Curando lumbalgia/Siglo XVI

Con el Milenio

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En al-Andalus tardaría algún tiempo en conocerse la nueva ciencia que se estaba formando en Oriente. Los musulmanes que entonces ocupaban tierras de la Península eran, en su mayoría, hombres de armas cuyo interés se orientaba, prioritariamente, a resolver problemas de índole militar y a organizar la adminis-tración del territorio. Ante la ausencia de ciencia pro-pia, la de los mozárabes era la única que existía en la Península, con una especial predominancia en el caso concreto de la medicina. Era aquella una ciencia que se conservaba, fundamentalmente, en los monasterios y estaba basada en los textos latinos clásicos o había sido elaborada por hombres de ciencia del periodo vi-sigodo, teniendo como gran exponente a san Isidoro de Sevilla y sus Etimologías.

Mediado el siglo IX, al-Andalus empieza a recibir hombres y escritos que desde las principales ciudades orientales traían nuevos conocimientos científicos que aquí aún se ignoraban. Esto iba a suponer, a su vez, el despertar de inquietudes entre los andalusíes cultos que viajaron Oriente en busca de los maestros que allí había. Desde el poder político, el emir Abd al-Rahman II propiciaba y protegía el ambiente cultural y creaba un clima que lo hacía atractivo a los eruditos orientales, que vieron en Córdoba un lugar interesante en el que establecerse.

La medicina en al-Andalus

LA MEDICINA QUE SE CONOCIÓ EN AL-ANDALUS

La medicina científica. Sus distintas ramas

Dentro de un todo, que sería la medicina, sin en-trar en el terreno de las especialidades, que es algo muy prematuro en estos momentos, sí podemos ha-blar de ramas médicas. Serían éstas, la farmacología, la higiene, la pediatría, la obstetricia, la anatomía, la oftalmología y ya en otro ámbito, la cirugía en gene-ral con, aspectos más concretos como podría ser la odontología. La más desarrollada, con diferencia, fue la farmacología, para la que se contaba con el prece-dente de la Materia Médica de Dioscórides, y la menos la cirugía, de la que sólo se conocen tres tratados es-pecíficos. También se desarrolló poco la anatomía, debido a condicionantes religiosos que impedían la disección de cadáveres, por lo que las noticias de los griegos, especialmente las de Galeno, siguieron vi-gentes a lo largo de los siglos. No obstante, y siguien-do a Galeno, la anatomía se vinculaba estrechamente con la fisiología y en las obras de los primeros autores árabes se hacen descripciones anatómicas de cierta extensión.

Entre las obras que se escribieron sobre estos te-mas encontramos tratados sobre venenos, listas de

simples por orden alfabético, farmacopeas concebi-das como recetarios o formularios de hospitales, en las que se ocupaban de los medicamentos compues-tos, cuadros sinópticos, sustitutos de los medicamen-tos, usos particulares de los medicamentos para usos concretos, y tratados sobre higiene (concebidos como obras para la conservación de la salud). En casos con-cretos, sobre todo debidos a grandes autores, encon-tramos obras de carácter general en donde se nos ha-bla del cuerpo humano, sus funciones, sus dolencias y el modo de curarlas (anatomía, fisiología, terapéuti-ca, farmacología, ...). En mucha menor medida, algu-nos textos dedicados a cirugía, obstetricia y pediatría (estas dos casi siempre juntas) u oftalmología.

El siglo X, el del califato de Córdoba, supuso el momento de verdadero desarrollo de la ciencia an-dalusí. Tal ciencia se asienta ya en una Córdoba con peso propio, contando a su favor con el interés que muestran los dos primeros califas Abd al-Rahman III y al-Hakam II, su hijo. En el caso concreto de la medici-na, fue determinante la llegada a la ciudad de la obra de Dioscórides, la célebre Materia Médica, texto que recogía gran número de sustancias medicamentosas, especialmente elementos vegetales, tan importante y que tanto revuelo levantó. Fue un regalo enviado des-de Bizancio por el emperador Constantino Porfiroge-neta al califa Abd al-Rahman III.

Seré muy escueto a la hora de dar nombres de mé-dicos, limitándome a señalar a los principales de cada época. En el caso del siglo X, sin duda la gran figura fue Abu l-Qasim al-Zahrawi, muy conocido en la Euro-pa cristiana con el nombre de Abulcasis. Fue autor de una magna obra, al-Tasrif, compuesta de treinta trata-dos entre los que se ha destacado, tradicionalmente, el último de ellos por estar dedicado a la cirugía, rama de la medicina de la que se escribieron muy pocas obras.

Desaparecido el califato en los primeros años del siglo XI, en los reinos taifas se continuó la tarea que

Trepanación

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hasta entonces se venía realizando en Córdoba. De entre las distintas cortes, Toledo sobresalió en el campo de la ciencia, en el sentido moderno del término, por ser la ciudad que al-bergó más eruditos dedicados a ella, siendo importante la protección real, que favoreció el trabajo de los estudiosos que allí vivían.

La medicina iba a tener como nombre más representativo a Ibn Wafid, uno de los mejores farmacólogos de la historia de al-Andalus. Fue médico de la corte, erudito autor de obras, pero también un médico práctico que dedicó algunos de sus tratados a otros médicos que, como él, ejercían a diario su profesión.

El siglo XII fue, seguramente, el que más gloriosos nom-bres y hombres dio a la historia de la medicina andalusí. De ellos destacaría tres: Avenzoar, Maimónides y Averroes, figu-ras universales, tanto en Oriente como en Occidente. Aven-zoar, miembro de una familia dedicada a este arte y, según se dice, el primer médico andalusí que sólo se ocupó de medici-na, tanto en su vertiente práctica como erudita, siendo autor de varias obras. Averroes es a juicio de Vernet “el español que mayor influjo ha ejercido en todo lo largo de la historia so-bre el pensamiento humano”. Maimónides, filósofo, teólogo y médico judío nacido en Córdoba, aunque establecido du-rante la segunda mitad de su vida en Oriente, acabó sus días en el Cairo. Sus obras médicas acusan una orientación hacia aspectos higiénicos y de conservación de la salud, con alguna incursión en el campo de la farmacopea.

Otra característica, que nada tiene de nuevo pero que en estos dos autores se acentúa, es el carácter de polígrafos de los grandes sabios. Así, vemos a Averroes y a Maimónides ocuparse de teorías astronómicas, médicas o filosóficas con igual autoridad, al tiempo que ejercían su profesión sanitaria.

Acabado el periodo almohade, es decir, hablamos ya del siglo XIII, se abre una etapa en la que, aun haciéndose eviden-te la decadencia científica, todavía dura el impulso de los si-glos anteriores y siguen floreciendo figuras y obras en nuestro suelo. Será un siglo en el que la presencia de Alfonso el Sabio y de la Escuela de Traductores de Toledo va a suponer un fac-tor decisivo pues, además de contribuir a notables empresas científicas, hará posible que Europa conozca plenamente lo que en al-Andalus se había hecho en los siglos anteriores, es-pecialmente en el XI y el XII, el de los mejores logros.

A partir del siglo XIII la España musulmana quedó reduci-da al Reino de Granada. Sin duda la gran referencia de este periodo fue Ibn al-Jatib, tal vez la última gran figura de las ciencias y el pensamiento en la historia de al-Andalus. Con amplia y notable intervención en la política granadina, poe-ta, biógrafo e historiador, fue la medicina el campo del saber científico que más le ocupó. Figuran en su haber obras sobre higiene, embriología, patología, un tratado sobre la Peste, compuesto con ocasión de la gran epidemia de Peste Negra que arrasó Europa a mediados del siglo XIV, y un poema de ca-rácter didáctico.

La Granada nazarí albergó dos instituciones hasta entonces

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El legado a EuropaLas primeras traducciones del árabe al latín se hicieron en

la Marca Hispánica, ya en el siglo X. Se comienza a tener con-ciencia de lo superior que era lo que los árabes podían ofrecer a lo que ellos poseían, y el interés se despierta.Habrá un breve intervalo en el siglo XI en el que cesan las traducciones, en par-te por la disolución del califato cordobés y la aparición de los reinos taifas.

A partir del siglo XII la traducción al latín vuelve a intere-sar. Ampliado el marco geográfico de la España cristiana, a sus principales ciudades vienen clérigos y estudiosos que buscan la ciencia árabe. Así, Barcelona, Toledo o Tarazona son centros donde se vierten al latín, y también al hebreo, los textos árabes.

El siglo XIII es el más importante en esta faceta de trasvase de la ciencia árabe a Europa. La corte del rey Alfonso adquirió papel primordial en la tarea de traducir textos árabes, con la peculiaridad de que, a partir de estas fechas, las traducciones hebreas alcanzan, prácticamente, el mismo volumen y nivel de las latinas. También con Alfonso X se inician las traducciones del árabe al romance.

Europa, por su parte, iba a conocer el nacimiento de las primeras universidades, con lo que los núcleos interesados y receptores de la ciencia árabe se amplían y serán ya tres las instituciones poderosas que busquen y reciban esta ciencia: la iglesia, las cortes y las universidades. No olvidemos las sinago-gas a las que también afluían las traducciones hebreas.

En los siglos siguientes (XIV-XVI) el número de traducciones desciende, pero lo importante ya se había hecho. Su difusión en las universidades, favorecida por la aparición de la impren-ta en Europa, contribuyó a que lo mejor del pensamiento eu-ropeo conociera y diera a conocer la ciencia árabe que, en no pocos casos, llegó hasta el siglo XVIII.

Con la introducción de la ciencia árabe en Europa a través de las traducciones, la cultura andalusí habrá cumplido una etapa fundamental en la historia de la ciencia universal. Al-An-dalus había sido intermediaria entre Oriente y Europa dando a conocer los saberes griegos traducidos al árabe y, gracias a este papel de trasmisores, el mundo civilizado pudo enlazar la Antigüedad clásica con el Renacimiento, que, posiblemente, no hubiera existido si el Islam no hubiera rescatado la cultura grecorromana.

inexistentes en al-Andalus: la madraza y el maristán. Otros lu-gares hubo antes que realizaron funciones equivalentes, pero nunca con la similitud de los que en Oriente habían sido de uso extendido y largo. Al-Andalus, justo cuando iba a desaparecer como tal, se terminaba de asimilar a sus orígenes orientales.

Desaparecido el reino nazarí, aún quedaría como vestigio de una ciencia andalusí, ya totalmente reducida a la medicina, la practicada por los moriscos. Será una medicina sin figuras destacadas en la que sólo quedan unos hombres que ejercen su arte en contacto con el pueblo, hombres cuya calificación científico-profesional se podría asimilar más a la de sanador que a la de médico.

Dibujo anatómico/Siglo XV

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LAS CASAS AL PIE DE LA TORRE DEL CAPITÁN EN LA ALHAMBRA. NUEVOS DATOS PARA SU COMPRENSIÓN

Carlos Vílchez Vílchez1

gradezco a Rodrigo Gómez Jiménez la invi-tación para participar en este número de la renovada revista Calle Elvira dedicado espe-

cialmente a la Alhambra, a la que tanto amor dedico.Leopoldo Torres Balbás, Arquitecto-Director de

la Alhambra de 1923 a 1936, halló en la zona Sur del Secano en 1930 una serie de restos de casas naza-ríes al pie de la torre del Capitán, que excavó (en el sentido de la excavación no científica que existía en aquel momento en España), desde ese año has-ta 1933, consolidando y recreciendo los muros de dos casas, que estudió con otras de la Alhambra en 19342. Nos hemos permitido tomar el nombre de nuestro artículo de la denominación que dio desde el primer momento Torres Balbás a éstas: casas al pie de la torre del Capitán. Realmente encuentra res-tos de cinco viviendas, dos occidentales conserva-das bastante bien en planta que son las que restaura y estudia en 1934, pero no trabaja ni estudia las tres orientales, más pegadas a la bab al-Gudur (puerta de los Pozos o de Siete Suelos), sin duda porque esta-ban muy deterioradas, quedando muy pocos muros

y habiendo sido modificadas en la etapa cristiana. A estas tres casas dedicaremos este pequeño artí-culo, en él proponemos una primera hipótesis de su estructura. Como elementos comunes a todas las viviendas nazaríes, incluso nos atreveríamos a decir que a todas las andalusíes, es el patio central y una o dos habitaciones principales con alhanías laterales.

Torres Balbás también será el que localice la ca-lle medieval, recuperándola como calle principal en 1931, la que aún hoy utilizamos, más alta que el camino de carruajes que había abierto Modesto Cendoya en noviembre de 19083. En su momento nosotros definimos el gran palacio del Secano a Sur del exconvento de San Francisco, lleno de silos y almacenes, hornos y tenerías, como el palacio

1IES Padre Manjón de Granada. Grupo de Investigación “Laboratorio de Arqueología y Arquitectura de la Ciudad” (HUM104). Escuela de Estudios Árabes de Granada (C.S.I.C.). Proyecto I+D+i “Ciudades nazaríes: estructura urbana, sistema defensivo y suministro de agua” (HAR2011-30293). Escuela de Estudios Árabes de Granada (C.S.I.C.). 2Leopoldo Torres Balbás. “Planta de casas árabes en la Alhambra”. Al-Anda-lus, II (1934), pp. 384-387; Carlos Vílchez Vílchez. La Alhambra de Leopoldo Torres Balbás (obras de restauración y conservación. 1923-1936). Granada: Ed. Comares, 1988, pp. 375-395.

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Lám. 1. Casas 1, 2 y parte de la 3 al pie de la torre del Capitán/(Archivo de Fotografías del Patronato de la Alhambra. 2013)

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del administrador de los bienes del sultán: al-muh-tasib (Almotacén)4. Al Sur pues de la calle medieval hasta el foso paralelo de la muralla meridional en-tre la torre del Capitán y la puerta de Siete Suelos se hallan estas cinco viviendas de uso doméstico, no palatino, que denominaremos de Oeste a Este, 1, 2, 3, 4 y 5. Don Leopoldo hizo plano de las dos prime-ras, delineado por su ayudante Manuel López Bue-no. Haremos una somera descripción las dos casas occidentales (1 y 2), porque han sido ya muy bien estudiadas: son dos casas, orientadas de Oeste a Este, con patio central con pequeña alberca una y otra la base de una pila de mármol, y entorno a él las estancias principales rectangulares con alhanías en sus extremos. Las dos tienen cuadra, y lógicamente retrete. La casa 2 conserva el arranque de dos esca-leras que nos indica que tenía planta alta. Entre las dos se conservaba una pendiente calle empedrada en donde están las entradas5.(Lám. 1, Fig. 3)

Hemos comprobado en la planimetría histórica que sólo podemos observar estas casas en la “Plataforma”

de Ambrosio de Vico (1613), donde vemos tejados de casas al lado occidental de la puerta de Siete Suelos, lo que nos indica una primera reutilización de estas casas por los cristianos ya desde el siglo XVI. No nos proporciona datos el “Plano General de la Fortaleza de la Alhambra” de José de Hermosilla (1766), y to-dos los planos posteriores que lo único que hacen es copiar casi literalmente el plano de los Académicos: Laborde (1806), Murphy (1810), Girault de Prangey (1832-1833), y Owen Jones (1842-1845). En la segun-da mitad del siglo XX se realizó un “Plano General de la Alhambra y Generalife”, bajo dirección del Arqui-tecto-Director Francisco Prieto Moreno Pardo, y la de-lineación de Manuel López Bueno. Es el Plano nº 2084,

3Ibidem. p. 377. Curiosamente no se ve el plano parcelario famoso de 1908 esa fecha, que sería anterior a noviembre. En el Archivo de Planos de la Al-hambra hemos localizado un Plano General de la Alhambra de Modesto Cendoya (nº P000048, del que no conocemos la fecha exacta, pero que debe ser anterior a 1920 porque todavía no había talado la Alamedilla del Partal), donde la calle del Secano está totalmente pegada al foso meridional, y luego curva hasta llegar a la torre de las Infantas. No se ven estas casas.4Carlos Vílchez Vílchez. La Alhambra de Leopoldo Torres Balbás, pp.377-381.

Lám. 2. Restos de muros de las casas 4 y 5 al pie de la torre del Capitán/(Archivo de Fotografías del Patronato de la Alhambra. 2013)

Fig. 1. Plano de la Alhambra de la etapa francesa/1811/Detalle de la zona de Siete Suelos.

Fig. 2. Plano con los restos arqueológicos de las cinco casas al pie de la torre del Capitán/(Restitución de Carlos Vílchez (2013), tomada del plano de Leopoldo Torres Balbás de 1934, del plano de Francisco Prieto-Moreno de hacia 1973 (APA), y de los restos conservados “in situ”)

Fig. 3. Plano restitutivo arqueológico hipotético de las cinco casas al pie de la torre del Capitán/(Carlos Vílchez. 2013)

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y debe ser de fecha posterior a 1973, porque aparece ya dibujado el nuevo puente de Prieto-Moreno que unía Alhambra y Generalife. A ese plano se le han ido añadiendo restos encontrados, entre ellos los de las casas 3, 4 y 5 al pie de la torre del Capitán, pero con poca definición.

Las casas 3, 4 y 5 no los excavó bien Leopoldo To-rres Balbás porque eran, según el “Diario de Obras” viviendas árabes con reformas cristianas del siglo XVI, corroborado porque había gran cantidad de parcheos en muros, y olambrillas y piezas vidriadas de esa época6. En la etapa de Jesús Bermúdez Pare-ja, en los años 1950 y 1960, se ha seguido haciendo prospección, y donde se ha podido excavación, y se ha consolidado, más tarde, una pequeña parte de la casa 3.

El gran problema que hay en esta zona es la fuer-te pendiente desde la calle medieval hasta el foso meridional, y si observamos el plano de Torres Bal-bás la mayoría de las solerías y algunos muros de la parte meridional de las casas, la pegada al foso, por desgracia se han perdido por el arrastre continuo de las lluvias. Pero además, gracias a la publicación el “Plano de la Alhambra”, de la etapa francesa en 18117, vemos otra causa del deterioro de las casas 3, 4 y 5: los franceses fortificaron la zona de la puerta de Siete Suelos y el revellín de 1492-1505, adosan-do a Este y Oeste de la puerta, sobre muralla hacia adentro, dos fortines con troneras de artillería (Fig. 1). Estas casas fueron sin duda más afectadas por el fortín occidental francés que además fue volado en 1812, junto a todo el paño de muralla meridional de la Alhambra, por el general Eduard Milhaud, sustitu-to del general Horace Sebastiani el gran expoliador del patrimonio granadino8.

A pesar de esas dos causas del profundo deterio-ro de esta zona vamos a intentar hacer un estudio hipotético de las casas 3, 4 y 5, basándonos en los pocos restos arqueológicos que tenemos y en la es-tructura conocida de la casa nazarí (Figs. 1 y 2). Sus entradas se harían desde callejones o adarves desde

la parata superior, que queda por explorar. La casa 3 está unida a la casa 2 con un muro medianero que, según los restos señalados por Torres Balbás, era de hormigón (tapial) en su base. La entrada está en su lado septentrional, dando a un pequeño zaguán que tiene un poyo de obra, solado con ladrillo, y debería haber unas escaleras, de las que no quedan huella para bajar al nivel principal. Su estructura está cen-trada por un patio, que podría tener una posible base para una pila de mármol, de la que no se han encontrado huellas, y estancias, al Sur alargada, sin huellas arqueológicas excepto el arranque de un muro, y en el ángulo N.O. el retrete, y al Norte dos pequeñas habitaciones casi gemelas que conservan las mochetas de las puertas. Las estancias principa-les están a poniente y levante: la primera es rectan-gular y solada de ladrillo, y en sus extremos en vez de tener alhanías normales tiene poyos de obra so-lados también de ladrillo, a modo de camas (se con-serva sólo la septentrional, y la otra sala es también rectangular, más larga pero no tenemos restos que nos indiquen su distribución interior. La casa 4 (Lám. 2, Fig. 3), está más deteriorada y tendría su entrada por el lado septentrional, pero no logramos saber en qué lugar exacto; hay un patio central, que como en la 3 podría tener una posible base para una pila de mármol de la que no se han encontrado huellas, y estancias, al Sur alargada, sin huellas arqueológicas, y el retrete se halla en el ángulo N.O. Al Norte del pa-tio hay una pequeña habitación que da paso a una estancia cuadrada que parece tendría una alhanía a levante. La estancia principal está a levante: es rec-tangular y solada de ladrillo, y en sus extremos en vez de tener alhanías normales tiene poyos de obra solados también de ladrillo, a modo de camas. Se conserva sólo el septentrional. De la casa 5, la más oriental, sólo quedan algunos restos de muros al Norte, y al Sur se halló una meseta en alto con so-lería de ladrillo, que nosotros interpretamos como parte de una escalera, que indicaría la existencia de un piso alto (Fig. 3). En esta zona meridional del Secano en general la mayoría de las construcciones, sean hornos o casas, están excavadas en el terreno madre, “la formación Alhambra”, que dejan una hue-lla en negativo, y después todo se recubría general-mente con ladrillo. Estas casas pensamos nosotros hoy que fueron un conjunto de viviendas pertene-cientes a funcionarios de la cancillería nazarí.

195Leopoldo Torres Balbás. “Planta de casas árabes en la Alhambra”, pp. 384-397-; Carlos Vílchez Vílchez. La Alhambra de Leopoldo Torres Balbás, pp. 377-395; Antonio Orihuela Uzal. Casas y palacios nazaríes. Siglos XIII-XV. Bar-celona: El Legado Andalusí y Lunwerg editores, 1996, pp. 167-170; Jesús Ber-múdez López. La Alhambra y el Generalife. Guía oficial. Madrid: Patronato de la Alhambra y el Generalife y TF. Editores, pp. 209-210. Jesús Bermúdez me ha comentado la importancia de la calle que partiendo del foso entre las casas 1 y 2 asciende hasta la calle medieval principal, y llegaría por la zona exterior del palacio del exconvento de San Francisco hasta la bab al-Faray o puerta del Consuelo, llamada en la etapa cristiana del Arrabal. El profesor Antonio Malpica y su equipo han realizado una prospección en la década del 2000 de la zona meridional más pegada al foso. Esperamos sus resultados que sin duda darán más luz para la investigación.6Carlos Vílchez Vílchez. La Alhambra de Leopoldo Torres Balbás, p. 375.

7Juan Calatrava y Mario Ruíz Morales. Los planos de Granada. 1500-1909. Grana-da: Diputación de Granada, 2005. pp. 84-90. Colec. Los Libros de la Estrella, 26.8César Girón. “El General que ocupó Granada. Horace Sebastiani de la Porta”. Garnata, 1 (2010), pp. 160-162.

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l trabajar en la restauración de unas armaduras de

cubierta de una antigua corrala madrileña del si-

glo XVII, en un arcón arrumbado entre sacos viejos

y otras porquerías, encontré un rollo de papeles atados con

una cinta verde. El papel que los envolvía rezaba: “propiedad

de Enrique Garavato”1, y entre los que había, que me costó

desenrollar sin que se deshicieran, me llamó la atención un

relato incompleto que muestro a continuación, y que tiene el

aspecto de formar parte de una carta, pero como ni el principio

ni el final aparecen, nada más puedo decir del mismo.

UN CURIOSO HALLAZGOEnrique Nuere

1Enrique Garavato es un personaje de ficción que creé para tratar de explicar el papel del carpintero al final de la Edad Media. Es el protagonista del Nuevo Tratado de la Carpintería de lo Blanco. Ed. Munilla Lería. 2002

Paño de Comares

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Me refiero al palacio de los reyes moros que en Gra-nada me enseñó Astasio Bracamonte, (a la sazón escudero del Conde de Tendilla), y que en todos los días de mi vida juro que nada vi, que pudiera com-pararse.

Todo lo que allí se encuentra es digno del mayor asombro, pero como estaría hasta el alba si preten-diera relatar todas las maravillas de aquel palacio, me ceñiré a lo que a mi oficio atañe, es decir a la carpintería del lazo, y especialmente al recinto que llaman palacio de Comares, donde se encuentra la mayor armadura que jamás he visto, y lo que más me sorprende es que a pesar del enorme vano que separan sus muros, de más de trece varas en cuadro, carece de tirantes, algo que sólo puede explicarse porque su empuje lo aguante el enorme espesor de los muros en los que apoya, que aunque medirlos no pude, por lo que pude apreciar, dudo que tuvieran menos de diez pies castellanos.

Ante mi asombro, viendo lo que aquello me in-teresaba, Astasio me llevó a ver a un moro llamado Masûd bin Najjâr, carpintero e hijo de carpintero, como según me explicó indicaba su nombre, que trabajaba en el palacio y que conocía a la perfección toda la técnica que se empleaba en la confección de tan maravillosas techumbres, quien tras mostrarle mi asombro por la perfección del techo que acaba-ba de ver en el salón que llamaban de Comares, y preguntarle como se podía sujetar aquella enorme estructura en la que no se apreciaban pares, limas ni manguetas de ningún tipo, se dispuso a acompañar-

me para enseñarme algo que muy pocos conocían, su parte trasera.

Aquella excursión fue realmente fascinante, subi-mos varios pisos dando vueltas y revueltas por una estrecha escalera, por la que también subía el sul-tán en los fríos inviernos, para acomodarse en una estrecha y larga sala que daba al gran patio, bien soleada y mucho más cálida que su alcoba del piso bajo, finalmente, tras dejar la entrada de dicha alco-ba a mitad de la escalada, llegamos a lo más alto, y allí Masûd encendió una tea que traía para iluminar-nos, y me hizo pasar por un estrecho y bajo portillo, a un tablón cuyo otro extremo se apoyaba en uno de los paños del artesonado.

El espacio entre el trasdós de la obra carpinte-ra y la bóveda esquifada de tapial que la cubría era realmente agobiante, apenas se cabía derecho, pero al menos me permitió observar como estaba cons-truido el enorme techo. No existía ningún tipo de estructura, se trataba de grandes tableros formados por tablones, que según me explicó Masûd, se unían entre sí con varillas de hierro que garantizaban la in-movilidad de unos respecto de los otros, y por sus extremos, sendos tablones perpendiculares clava-dos a todos ellos, los mantenían en un mismo pla-no. Era una obra cuya tosquedad contrastaba con la perfección de su decoración, al verla desde el salón.

Explique a Masûd que en Castilla hacíamos que la decoración geométrica se integrara en las propias maderas que componían la estructura del conjunto, a lo que me respondió que ellos también lo hacían

Paño de Comares

El Partal

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así en ocasiones, pero nunca en conjuntos tan gran-des como el de Comares, aunque en el mismo Gra-nada, en la huerta grande de Almanxarra, había otro palacio2, algo menor, pero en el que habían hecho su techo por el procedimiento que yo le estaba indican-do. De todas formas, el sistema que preferían era el que acabábamos de ver, por dar libertad total al di-seño geométrico, pues le parecía que nuestro siste-ma limitaba enormemente la libertad del carpintero.

No pudimos estar mucho rato en aquel espacio tan angosto, pues el humo que producía la tea em-pezaba a dificultar la respiración por lo que volvi-mos a bajar para seguir disfrutando de los techos de aquel asombroso palacio.

Astasio acabó por dejarnos solos, pues empeza-ba a aburrirle nuestra conversación, llena de térmi-nos técnicos, la mitad de los cuales no entendía, y nos emplazó para que fuera a reunirme con él en su casa cuando acabáramos, justo detrás de la mezqui-ta del palacio que llamaban del Partal, y que como Comares, también dominaba las abruptas laderas que descendían hasta el Darro y que tan buena de-fensa proporcionaban.

En varios momentos de la interesante conversa-ción que mantenía con Masûd yo me refería a los car-tabones de lazo, como si fuera algo que lógicamente el conociera, y lo más asombroso de todo es que en un momento concreto, con cierta cara de asombro Masûd me preguntó:

- ¿Que diablos son esos cartabones de los que constantemente me hablas?

- ¿Es que vosotros no los usáis, entonces cómo hacéis vuestros trazados?

- Con regla y compás, ¿cómo si no?Y entonces, el asombrado fui yo, que tuve que ex-

plicar cómo teníamos un juego de cartabones para cada rueda de lazo, y cómo los usábamos para ha-cer nuestros trazados, del mismo modo que siempre habíamos usado cartabones para realizar nuestras armaduras de cubierta, algo que nos permitía me-dir todos sus componentes con total precisión, y que aprendí de mi padre, que lo aprendió del suyo, y así generación tras generación hasta remontarnos a muchos siglos atrás, pues así estuvieron hechas las armaduras de cubierta más antiguas que yo llegue a conocer, como las que pude ver en un viaje a Toledo, donde visité varios palacios de la antigua nobleza vi-sigoda, que aunque nada tenían que ver en cuanto a la decoración con lo que hoy se estila, técnicamente estaban resueltos con el mismo fundamento con los

que actualmente hacemos.Cuando acabamos nuestra conversación me despe-dí de Masûd y me fui a reunirme con Astasio, quien me enseñó la pequeña mezquita para que viera su pequeña armadura, de lazo de ocho, que como Masûd había comentado estaba resuelta de igual modo al que nosotros las hacíamos, es decir, su tra-zado decorativo lo componían los propios elemen-tos estructurales, y ciertamente, en cuanto a belleza, no era comparable al rico trazado que acababa de contemplar en el Salón de Comares, pero tengo que reconocer que aquel pequeño espacio tenia un es-pecial encanto.

Pero lo que más me sorprendió del exterior de la cubierta, fue la extraña forma de realizar sus aleros, cuyos canecillos no estaban horizontales como los que nosotros hacemos, sino inclinados, sin poder entender la razón que lo justificara. Por más vueltas que le daba siempre llegaba a la misma conclusión, no habría manera de colocar aquellos canecillos sin la colaboración de un albañil, y poner de acuerdo a dos oficios para hacer un trabajo siempre acababa dando problemas, era más lógica nuestra forma de hacer, al llegar al final del muro, el albañil dejaba empotrados unos nudillos de madera que nosotros le dábamos, en lo alto del muro, y ahí fijábamos nuestras soleras a partir de las cuales se iniciaba todo el estribamiento, y el resto de los trabajos, sin que nadie condicionara nuestro ritmo.

Astasio se impacientaba oyendo mis argumen-tos, que en el fondo nada le interesaban, y de que yo no dejara de mirar y mirar todo lo que allí había …

Aquí se acaba lo escrito en aquellos papeles, pero afortunadamente, también había unos dibujos intere-santes, que igualmente adjunto .

En estos dos dibujos, Enrique Garavato parece querer dejar clara la diferencia constructiva entre el techo ataujerado de Comares y la pequeña armadura apeinazada del oratorio del Partal.

En Comares, el diseño geométrico se realiza con un conjunto de pequeñas tabitas, (taujeles) que se clavan sobre una gran superficie formada por un serie de tablones, unidos entre si mediante varillas de hie-rro encajadas en sendos taladros de cada tablón. Dos nuevos tablones, perpendiculares a los anteriores, se colocan en el trasdós del conjunto, en sus extremos.

En cambio, en la armadura del Partal, las piezas que forman la estructura de la cubierta, son las que también componen el diseño de lazo.

Enrique Nuere, carpintero de lo blanco, junio de 20132Palacio de Dar al-Bayda, hoy conocido como Santo Domingo el Real

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NOTAS SOBRE LA ALHAMBRABasilio Pavón Maldonado

n la revista Tudmir1 María Carmen López Per-tiñez y Mariangeles Gómez Ródenas publican el interesante artículo “Los canecillos del Mu-

seo de Santa Clara de Murcia. Primera aproximación a sus aspectos materiales, decorativos y cronológi-cos”. Las piezas, que las autoras sitúan entre los si-glos XII y XIII, presentan sorprendentes semejanzas con canes granadinos que van del siglo XI al XIV pues-tas de manifiesto por las autoras, tema sobre el que insisto yo ahora aportando matizaciones y algunas

piezas nuevas nazaríes y mudéjares. En primer lugar refiriéndome a las figura 1, canecillo de alero (1), según dibujo o interpretación de López Reche, cuya decoración o atauriques llevan a los canes grana-dinos del siglo XI, A, B, C, D de la figura 2, algunos publicados por Gómez-Moreno en Ars Hispaniae III. Con posterioridad yo publiqué los dibujos de canes 1 y 2 en mis Estudios sobre la Alhambra2 correspon-dientes a aleros del pabellón norte del Generalife y al palacio del Partal de la Alhambra, cuyos costados

1. Aleros y alfarjes

1Tudmir, 1. 21975.1977.

Figura 1. Canecillos de Santa Clara de Murcia, 1, 2; de San Andrés de Calatayud, 3; mudéjares, 3-1, 4, 5; nazarí, 6, 7.

Figura 2. Canecillos granadinos del siglo XI, A, B, C, D, F; To-ledo, B-1; decoración de la Aljaferia, E; canecillo del Gene-ralife, 1; canecillo del Partal, 2

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Con el Milenio

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lucen el mismo tipo de ataurique de las piezas ziríes vistas de Granada, D y C, por cierto ya empleado en los estucos de la Aljaferia de Zaragoza (E). El arcaís-mo de los canes vistos nazaríes no se repetirán en adelante en Granada.

Volviendo a la figura 1 el canecillo (2) de Santa Clara de Murcia, según dibujo de López Roche, ense-ña en los costados los típicos ganchos o rizos, naci-dos en canes de piedra de Madinat al-Zahra, que van a dar lugar al decorado de 8 de canecillos alhambre-ños de los palacios de Muhammah V (6), según dibu-jo de Valentín Picatoste publicado por Torres Balbás. Si bien para explicar más o mejor ese tipo de deco-rado aporto ahora el canecillo (3) proveniente de la iglesia de San Andrés de Calatayud el cual según estudio de Valero Herrera Ontañón vendría de mez-quita local del siglo XI o tal vez del X correspondiente a alfarje, según este autor. Obsérvese que los rizos en esta pieza se dan en la nacela y en la horizontal inferior de los costados, como se ve en otra pieza mudéjar publicada por Torres Balbás (3-1). Además, nuevo ejemplar mudéjar (5) que publiqué en 19623, toledano, reiterado en piezas del convento de Santa Clara la Real de Toledo publicadas por Balbina Mar-tínez-Caviro4(4); aunque en estas piezas toledanas el dibujo de los ganchos de los costados cuelgan de dobles cintas verticales, lo cual podría adelantarse a canecillos detectados en la Alhambra según piezas dibujadas por López Reche (7), que este considera de procedencia desconocida. Y un dibujo más de parte de canecillo procedente del patio de Machuca de la Alhambra que publiqué en mis Estudios sobre la Alhambra (8) esta vez los rizos dibujados sólo en la nacela del can. Referente al origen de rizos o roleos presentes en la curva de nacela y en parte de la hori-zontal orienta la piza toledana (A) de época taifa del Museo Arqueológico de Santa Cruz de Toledo.

El uso de este tipo de canecillo en estructuras le-ñosas tiene estas dos vertientes: aleros muy salidos dispuestos en pendiente y canecillos como soportes

de vigas maestras de techos planos o alfarjes. Serán piezas de alero aquellas que tienen en el cabo esco-tadura inclinada (figura 2, A) y de alfarje los canes con escotaduras verticales para encaje de la tabicas (figura 2, B), ambas piezas de estructuras granadi-nas del siglo XI. En Toledo, en el llamado palacio del Temple, estudiado por Cabañero Subiza y Valero He-rrera Ontañón5, se da por primera vez el modelo de alfarje (B), según dibujo (B-1) de dichos autores, lo cual significa que el alfarje toledano podría fechar-se en el siglo XI, a tenor de la pieza (A) de la figura 2, y no mudéjar de siglos posteriores. En definitiva, en al-Andalus desde el siglo X se dieron alfarjes con canes con modelo más remoto en la Gran Mezquita de Qayrawan del siglo IX-XI6 (figura 3, 2, según dibujo de G. Marçais), su estructura remedada en la cubier-ta de la iglesia de San Millán de Segovia (1), según estudio de Torres Balbás, Cabañero Subiza y Valero Herrera Ontañón7; del alfarje del palacio del Temple toledano es el esquema (3) de los citados autores. De techos planos en la Alhambra sólo se dispone del modelo de al-haniyyas del Generalife (4) pero des-provisto de canes sus vigas maestras. Respecto a la inclinación de canes de aleros representativos son el alero toledano conservado en el Museo Arqueológi-co de la Alhambra (5)8 y pieza de alero de la vivienda alta de la Sala-Qubba de Abencerrajes del Palacio de los Leones, según dibujo de la libreta verde de Cen-doya (6).

3“Iglesia mudéjar desconocida en la provincia de Toledo”, Al-Andalus, XXVII, 1962.4Martínez-Caviro, B., “El arte mudéjar en el Convento de Santa Clara la Real de Toledo”, Arch. Esp. de Arte, 185, 1973.5“La Casa-Palacio del Temple de Toledo”, Artigrama, 15, 2000.6L´Architecture musulmane d´Occident, 1954; Coupole et plafonds de la Grande Mosque de Kairpuan, Tunis, 1926.7Torres Balbás, l., “El más antiguo alfarje conservado en España”, Al-Andalus, IX, 1944; Cabañero Subiza, B., Herrera Ontañón, V., “La techumbre mudéjar de la iglesia de San Millán de Segovia. Estudio de una obra maestra de arte taifal digna de ser recuperada”, Artigrama, 14, 1999.8Pavón Maldonado, “Alero mudéjar toledano del Museo Arqueológico de la Alhambra”, Al-Andalus, XXXIV, 1969.

Figura 3. Alfarjes, 1, 2, 3, 4; canecillos mudéjares y naza-ríes, 5, 6.

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2. Notas sobre el naturalismo de la Alhambra de Muhammad V.

Sobre la irrupción del naturalismo en la Alhambra, vía mudéjar de palacios toledanos de la segunda mitad del si-glo XIV, tratamos M. Gómez-Moreno9 y yo10. Voy a referirme ahora a algunos pormenores referidos a la pintura de los diez supuestos reyes de la Sala de Justicia del Palacio de los Leones. Concretamente me centro en los dibujos de vegeta-les que adornan los cojines en que se sientan los diez per-sonajes (figura 4, 7). De ellos sobresale el dibujo de cojín (A) correspondiente al personaje (A-1)11. Tiene especie de vege-tal, hom o árbol de la vida oriental con dos aves afrontadas con las cabezas vueltas mirándose entre sí. Este icono de investigarle nos llevaría a remotos precedentes islámicos y preárabes. Los ejemplos más próximos dentro de la órbita del Islam occidental: 1, de placa de piedra de la taifa toleda-na (Museo Arqueológico de San Cruz de Toledo); 2, pintura de viga de madera del Museo de Arte de Cataluña, en mi cri-terio de arte mudéjar toledano del siglo XIII; 3, dos ejemplos de cerámica estampillada12, cerámica estampilla de Huelva y tejido hispanomusulmán de The Montreal Museum of Fine Arts); 4, marfil califal de al-Andalus; 5, de tejido hispanomu-sulmán de la catedral de Fermo13; 5-1, de fustes del claustro de la catedral de Monreale; 6, de las pinturas de la Capilla Palatina de Palermo.

Por lo que se refiere a la decoración naturalista de los otros cojines (7) resulta ser de moda mudéjar toledana con repercusión en la cerámica alhambreña de la segunda mi-tad del siglo XIV (8) (10), incluido el friso de fino estucado de debajo de los diez supuestos reyes de la Sala de Justicia (9)14 cuya mano ejecutoria sin duda es toledana. Reiterado el (9) en la figura 5 (2) de cuyo escudete se ha borrado la banda cristiana de Pedro I que figura entre dos leones sedentes re-presentados en los cabos de la reunión de los diez supues-tos reyes15. Esta figura 5 recoge el origen de las enjutas con ataurique naturalista del arco de entrada a la Sala de la Bar-ca del Palacio de Comares de la Alhambra (7 ) (8). Se inicia este proceso en la sinagoga de El Tránsito de Toledo de ha-cia el año 1357: friso con roleos de tallos y hojas naturalistas

de parra (1) como modelo de la portadita de la Capilla Real de Córdoba de 1372 (6) enteramente decorada con decoración naturalista toledana, excepcionalmente

aquí los leones heráldicos de testas co-ronadas, como el leoncillo (4) de yese-rías del palacio mudéjar de Tordesillas; el escudo (3) de yeserías de El Tránsito.

9Arte del Islam, Labor, 1961, p, 741.10Pavón Maldonado, Arte toledano: islámico y mudéjar, 1973.11Pavón Maldonado, Arte toledano y “Nueva aproximación a la data de la Puerta de Bibarrambla y a las pinturas de la Sala de Justicia de la Alhambra (pinturas de los diez personajes árabes)”, Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 53, 2004.12Pavón Maldonado, El arte hispanomusulmán en su decoración floral, 1981-1990.13Ciampini, l., “Los dibujos del tejido de la Capa de Fermo: una interpretación simbólica”. Actas XIII Congreso CEHA, I, 2000.14Arte toledano.15Pavón Maldonado, arte toledano y “Escudos y reyes en el Cuarto de los Leones de la Alhambra”, Al-Andalus, XXXV, 1970; “Notas sobre el escudo de la Orden de la Banda en los palacios de don Pedro I y de Muhammad V”, Al-Andalus, XXXVII, 1972.

Figura 4. Naturalismo en la Alhambra. Del cojín de uno de los supuestos reyes, pintu-ras de la Sala de Justicia, A, A-1

Figura 5. Sinagoga de El Tránsito de Toledo, 1, 3; Capilla Real de Córdoba, 6; enjuta de arco de la sala de la Barca de la Alhambra, 7-8.

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3. Sobre los supuestos reyes sentados de la Sala de Justicia

A la derecha uno de los personajes sentados, el dibujo de vegetales del cojín se da en techo pintado de los baños del palacio mudéjar de Tordesillas; sobre el dibujo de dos personajes dialogando dibujo mío de antes de la restaura-ción de las pinturas17. Nuestro personaje está sentado en co-jín colocado sobre un bancal corrido con paralelo de la par-te cristiana en miniaturas de la Biblioteca Nacional, según publicación de Domínguez Bordona, la ilustración lleva por título “ Sínodo de obispos y eclesiásticos” (s. XIII)18 dialogan-do dos a dos sentados en banco corrido (ilustración inferior de la derecha). Y de la parte musulmana algunas estampas de las pinturas del techo de la Capilla Palatina de Palermo (s. XII)19 atribuida a artistas islámicos de la banda occiden-tal20 (ilustración superior de la parte derecha ala derecha):

Siguiendo con el naturalismo toledano de El Tránsito repa-ramos en el tema vegetal (1) (2) de la figura 6 con el paralelo (3) de techo adintelado de las galerías del Patio de los Leo-nes de la Alhambra.

Para finalizar y sin abandonar la sinagoga toledana en el muro de los pies de ella en alto se da friso entre dos venta-nas con celosía, aquél con senda repisas o mensulillas por apoyo, por el dibujo y posición semejantes a las de portada de la casa adjunta al Baño Real de la Alhambra de Muham-mad III (5) ubicado en la Calle Real Alta (figura 7)16.

16Estudios sobre la Alhambra, I.17Arte toledano y “Nuevas aproximaciones…”.18Pavón Maldonado, Tratado de arquitectura hispanomusulmana III. Palacios, 2004.19Monneret de Villard, La pitture musulmane al soffitto della Cappella Palatina in Palermo, Roma, 1950.20Pavón Maldonado, Página Personal de Internet, Arquitectura y decoración en el Islam Occidental. España y Palermo.

dos personajes de la corte de Ruggero II sentados sobre cojines de cierta altura, no sobre esteras tendidas en el suelo o plataforma como era habitual en multi-tud de estampas que ilustran marfiles, tejidos, cerámica, yeserías y maderas de arte islámico.

Figura 6. Decoración naturalista de El Tránsito, 1, 2; composición vegetal de techo plano de galería del patio de los Leones de la Al-hambra.

Figura 7. Friso con mensulillas debajo, El Tránsi-to, 1; el paralelo de la portada de los baños de la Alhambra, 2, 3.

Figura 8.

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LA ALHAMBRA COMO YACIMIENTO LITERARIOJosé Carlos Rosales

l recinto monumental de la Alhambra es algo más que un espacio patrimonial o histórico. Pues, como ya he señalado en otros lugares

(por ejemplo, en la revista digital Olvidos), “los re-cintos de la Alhambra y el Generalife tienen una na-turaleza múltiple […]. Por un lado representan uno de los yacimientos patrimoniales más fructíferos de la península Ibérica, […] pero al mismo tiempo son un lugar para el recreo y el ocio […] [y] un soberbio pulmón vegetal que adorna y purifica los paisajes y el aire de Granada”. A todo ello podría añadírsele su enorme hospitalidad cultural mantenida con gene-rosidad durante decenas de años o, incluso, esa en-trañable capacidad como espacio habitual de juegos infantiles, de escondites, persecuciones o merien-das, y que fueron una de las delicias más entraña-bles, durante buena parte del siglo pasado, para los

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Torre de los Abencerrajes/Fotografía Rafael Gómez Benito

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niños de Granada. La Alhambra, por fortuna, tiene muchas naturalezas; y no es extraño que sea de este modo: así suele ocurrir con aquellos espacios patri-moniales que se han mantenido vivos de generación en generación, de siglo en siglo.

Una de las múltiples naturalezas de la Alhambra, y tal vez la más fértil, es la que le proporciona la tra-dición literaria, y no sólo en lengua española. De al-guna manera la colina de la Sabika es –también- un yacimiento literario. Prueba de ello es la colección de placas o de lápidas que, repartidas por todo el recinto nazarí (y sus aledaños), nos recuerdan el per-fil poético de un espacio que no sería el mismo sin la aportación de las tradiciones poéticas de las dos orillas del Atlántico. Citemos algunas de esas placas conmemorativas, sólo las referidas a los poetas en lengua española que moraron en el recinto, escribie-ron sobre él o vivieron entre sus muros experiencias que influyeron decisivamente en su labor literaria: en el Generalife hay dos, la dedicada la leyenda del ciprés de la Sultana y la referida a la conversación que mantuvieron en esos lugares el embajador de Venecia, Andrea Navagero, y Juan Boscán. Cerca del Carmen de los Mártires hay una dedicada a San Juan de la Cruz; en una de las torres de la Alcazaba está la dedicada al poeta mexicano Francisco de Icaza. En el paseo central, junto a la fuente del Tomate, está el conjunto escultórico que glosa las tensiones aní-micas o conceptuales de Ángel Ganivet. Dedicadas a Francisco Villaespesa hay dos, una junto a la puerta de las Granadas y otra en el jardín de los Adarves. La dedicada a Federico García Lorca se encuentra en la cuesta de los Chinos. En el pabellón de entrada, jun-to a las taquillas, se grabó con motivo de su centena-rio el poema que Jorge Luis Borges escribió sobre la Alhambra. Y en la plaza de los Aljibes hay un mosaico que nos habla del Concurso de Cante Jondo que en 1922 organizaron Federico García Lorca y Manuel de Falla. Y aún podríamos citar las palabras de Juan Ra-món Jiménez (“se fué a Granada por silencio y tiem-po, / y Granada le sobredió armonía y eternidad”) dedicadas a la estancia de Manuel de Falla en la calle Real de la Alhambra, entre 1920 y 1922 (en un primer

momento en la pensión Carmona y,un poco más tar-de, en el Carmen de Santa Engracia),antes de fijar su residencia semidefinitiva en la Antequeruela; pues, como todos saben, la guerra civil española de 1936 alteró dramáticamente los planes de Falla, exiliado en Argentina desde septiembre de 1939. Todas estas placas y mosaicos recogen una mínima parte de la memoria poética de la Alhambra (en lengua españo-la), pues son muchos los acontecimientos y visitas que merecerían un gesto semejante. Pensemos en la coronación de José Zorilla como poeta nacional en el palacio de Carlos V (22 de junio de 1889), o en la visita de Rubén Darío a principios del siglo pasa-do, o en la de la poeta cubana Fina García Marruz, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011. Ya lo dije antes: la Alhambra es un yacimiento literario del que sólo recordamos una mínima par-te.Como ya destaqué en otra ocasión, “la Alhambra es una ciudadela de palabras, no sólo de palabras, pero también de palabras, pues al lado de la arcilla y el yeso, junto a materiales tan humildes como el ladrillo, la madera o el agua, las palabras también han contribuido, y decisivamente, a la conformación de este célebre conjunto monumental. Y no estamos pensando sólo en los versos epigrafiados o inscritos en los muros de los palacios nazaríes, nos referimos sobre todo a la palabra poética con la que se ha ido construyendo, siglo tras siglo, una memoria literaria sin la que la Alhambra física y real no sería lo que hoy es […].Sin los innumerables poemas escritos sobre la Alhambra y sus alrededores -de los romances fron-terizos de la guerra de Granada al orientalismo más exótico de José Zorrilla, del sensualismo modernista de Manuel Reina a la visión estilizada que del mundo nazarí nos ofrecen los romances moriscos de Ginés Pérez de Hita- nada de lo que miramos en la colonia de la Sabika sería visto de la misma forma; tal vez, en algún caso, ni siquiera sería mirado.” (Memoria poé-tica de la Alhambra, edición de José Carlos Rosales, Sevilla, 2011).

Veamos algunos ejemplos referidos al emblemático patio (o palacio) de los Leones. Luis de Góngora (1561-1627), en su romance dedicado a Granada, escribió:

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El poeta antequerano Agustín de Tejada Páez (1567-1635) estudió en la Universidad de Granada, formó parte de la Academia de Pedro de Granada Venegas y también escribió un romance dedicado a Granada del que reco-gemos las siguientes estrofas:

[...] Y en patios y salas ricas,¡qué graciosa el agua clarapor las albercas ondea,por las fuentes corre y salta! Y sobre f ieros leones,tallados en piedras albas,¡con qué aprisa en una pilaondas vierte y f ieras baña!, bastante encarecimientode no comparable casa,pues leones por lo menosson azacanes del agua [...].

Otro poeta que también residió en Granada fue Agustín Collado de Hierro (1582-1640?). Durante su estancia en la ciudad, escribió un complejo y extenso poema al que tituló “Granada”. Reproducimos una de las estrofas del Libro IX:

Doce leones que de la Marmariaparece que pisaron las regionesy de relieve entero la ordinariaforma de sus reales perfeciones,o todos obediencia voluntariaen el cuarto gentil de los leones,o cada uno de su fuente el Astro,grande copa sustentan de alabastro.

[...] Y a ver de la fuerte Alhambralos edif icios reales,en dos cuartos, divididos,de Leones y Comares,do están las salas manchadasde la mal vertida sangrede los no menos valientesque gallardos Bencerrajes,y las cuadras espaciosasdo las damas y galanesocupaban a sus Reyescon sus zambras y sus bailes;y a ver sus hermosas fuentesy sus profundos estanques,que los veranos son lechey los inviernos cristales [...].

Imagen 1 y 2/Detalles del Testero de la Mezquita del Harén, en los Reales Alcázares de la Alhambra/Litografía/ Colección del Museo Arqueológico de Granada.Imagen3/Puerta del Vino/Litografía/ Colección del Museo Ar-queológico de Granada.

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El poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) visitó Granada entre finales de 1903 y principios de 1904; la crónica de esa visita fue incluida en su libro de viajes Tierras solares(1904) y a ella pertenecen las siguientes líneas:

[...] El agua por todas partes, en las copiosas albercas, en los estanques que reproducen las bizarrías arquitecturales, en las anchas tazas como la que sostienen los leones del famoso pa-tio, o simplemente brotando de los surtidores colocados entre las lisas losas de mármol. Com-prendían aquellos príncipes imaginativos que hablaban en tropos pomposos, que la vida tiene hechizos que hay que aprovechar antes de que sobrevenga la fatal desaparición [...].

Terminemos este rápido recorrido poético por el patio de los Leones con las dos estrofas finales del poema “Salas del patio de los Leones”, del granadino Antonio Carvajal (1943), incluido en su libro Testimonio de invierno (Madrid, 1990):

[...] Corazón encendido de nostalgias,de sueños imposibles, de un deseoque se llamó felicidad y ahoraperdió hasta el nombre, el nombre y la f iguracon que el alma quedara modelada.

Que calla el Dios. Y el hombre, arrodillado,mira el cielo en el agua, ve las nubesromperse y -quieta el agua- transformarseen puro azul de ausencia su mirada.Y cuenta las monedas. Y se vuelvey reposa en la fresca laceríadel azulejo quieto: Así, ordenadosu pensamiento en simulada estrella,mide la tierra, mide el cielo, midela duración exacta de sus pulsos,desprecia el oro y sale al patio quietopara aspirar la brisa que le llegade un próximo ciprés, de un Dios perdido.

Hay que insistir una vez más: la Alhambra es un yacimiento literario, el lugar donde nos esperan todas esas miradas poéticas que hicieron de los espacios nazaríes lo que hoy son, un lugar múltiple y cambiante, misterioso, diáfano.Esta memoria poética contribuyó, ya desde tiempos remotos, a configurar la imagen que los visitan-tes-sean propios o extraños, españoles o extranjeros- tienen de la Alhambra, incluso antes de haberla conocido. Bastaría subir una vez más a la colina de Sabika y, recordando los poemas que desde allí se concibieron, mirar y percibirlo.

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Ilustración/Pablo Ruiz G.

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«Soy corona en la frente de mi puerta: envidia al Occidente en mí el Oriente. Al-Gani billah mándame que aprisa paso dé a la victoria apenas llame. Siempre estoy esperando ver el rostro del rey, alba que muestra el horizonte. ¡A sus obras Dios haga tan hermosas como son su temple y su figura»

Ibn Zamrak “El poeta de la Alhambra”

Fin del Especial Calle Elvira con el Milenio del Reino de Granada

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UNa corona,

cien años

Javier Martínez-Cañavate Gallo

ecordaremos que es de estilo rena-cimiento español, de oro y piedras preciosas, y vale 200.000 pesetas. En el borde inferior lleva la siguiente ins-

cripción: El pueblo de Granada costeó por suscripción popular esta corona, que ofrece a su Patrona la Virgen de las Angustias, en el día de su coronación canónica. Gra-nada, 20 de septiembre de 1913”.

El Defensor de Granada, 16 de septiembre de 1913.

El testimonio periodístico refleja la solemnidad de la coronación de la Patrona de Granada, la Virgen de las Angustias. La iniciativa y el empuje de los granadinos en su campaña por la coronación de su patrona terminó felizmente con la aprobación el 30 de abril de 1913 de Giuseppe Sarto, el papa Pío X, fallecido tan solo un año después.

La Virgen de las Angustias une a los granadinos, como hizo hace cien años, cuando un grupo de fieles fue ca-paz de aportar su propio dinero para conseguir una co-rona para su patrona. Una causa común, algo que hoy parece imposible, logró lo más difícil.

En 1913, encabezada por el Arzobispo de Granada, José Messeguer y Costa, una comisión pro-coronación comienza los trámites. Monseñor fue el primero en dar ejemplo, donando las primeras mil pesetas de forma simbólica.

EFEM

ÉRIDES

“R Hablamos de una de las primeras vírgenes coronadas en Andalucía, después de la Virgen de los Reyes de Sevi-lla y la Virgen de la Cabeza de Andújar.

El Año Santo Jubilar Mariano concedido por Benedicto XVI desde el 15 de septiembre de 2012 hasta 31 de di-ciembre de 2013 nos permite celebrar este centenario de una manera muy especial. La Magna Mariana salió a las calles de Granada, con 33 hermandades de toda la provincia.

El 18 de mayo fue un sábado diferente y único, regado por el chispeo del agua, que sofocó la emoción pero la fue acrecentando, embelleciendo la ciudad. Imágenes marianas de Ugíjar, Loja, Motril, Almuñécar, o Alhama acompañaron a la Patrona por las calles de Granada. La imagen de nuestra madre doliente no solo genera compasión y fe, sino que nos empuja a salir a su en-cuentro, a consolarla en ese trance, que en el fondo no es más que mitigar el dolor que nos invade, porque en un instante nos sentimos a su lado, derramando lágri-mas sin remedio.

Conmemoramos ahora el centenario de un aconteci-miento irrepetible, la manifestación del fervor de los granadinos hacia su Patrona, su protectora. La Basíli-ca es un refugio acogedor para los que rezan y medi-tan cada día bajo su amparo. Su puerta, en la Carrera, admira a personas frenando su paso y santiguándose

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UNa corona,mientras murmuran un Ave María cada minuto, cada hora, cada día.

Y cada cien años, todo un logro, ce-lebraremos la coronación canóni-ca de la Virgen de las Angustias, la imagen de Granada y también de sus pueblos. El último domingo de septiembre, cualquier visitante, un turista cualquiera, percibe desde pri-mera hora que no se trata de un día normal.

La ciudad se inunda de fe, de curiosi-dad, de amor, de vida. Madruga para el Rosario de la Aurora, esperando en silencio a su paso. Las calles aguar-dan impacientes, han visto a millo-nes de granadinos a lo largo de la his-toria unidos por la Patrona, la madre de todos, confortada por el calor de sus hijos.

Granada se vuelca con la Virgen, llue-va o truene. Las angustias se convier-ten en esperanza, y la esperanza en ilusión. El año siguiente estará allí, esperándonos, dando ejemplo de cómo enfrentarnos al dolor intermi-nable y la pesadumbre con entere-za. Cuando creemos que se acaba el mundo, nuestro mundo, diminuto y limitado, basta con mirarla a los ojos para sanar el alma.

El esfuerzo de Monseñor Messeguer y el grupo de fieles granadinos se tradujo en 1913 en la coronación canónica de la Patrona de Granada, que no es más que una declaración de amor de sus fieles, un abrazo eter-no que jamás podrá devolver todo lo que ha dado.

Percibimos hoy las coronas como

algo antiguo, desfasado, que ni siquiera portan los reyes como mani-festación de su grandeza. Esta corona es exactamente al revés, porque engrandece lo pequeño, la prudencia, la humildad, el silencio, el hága-se en mí según tu palabra.

El 20 de septiembre de 1913, día de la coronación, fue un día radiante y soleado después de una semana lluviosa, cuentan las crónicas. En todo este tiempo, Granada y los granadinos hemos cambiado mucho, pero la Virgen de las Angustias siempre ha estado ahí, en su casa, que es la casa de todos.

Hasta dentro de otros cien años.

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Nuestra Señora de las Angustias/ colección de José Cecilio Cabello Velasco

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El arzobispo de Granada monseñor Meseguer y Costa en el momento de la Coronación de la Virgen de las Angustias/Fotografía José Martínez Rioboó/Archivo de la Fundación Rodríguez-Acosta, donación Martínez Sola

La infanta de España espera el paso de la Virgen/Fotogra-fía José Martínez Rioboó/Archivo de la Fundación Rodrí-guez-Acosta, donación Martínez Sola

Paso de la Virgen de las Angustias por el arco efímero de Gran Vía/Fotografía José Martínez Rioboó/Archivo de la Fundación Rodríguez-Acosta, donación Martínez Sola

Momento en el que el arzobispo da la bendición al pueblo/Fotografía José Martínez Rioboó/Archivo de la Fundación Ro-dríguez-Acosta, donación Martínez Sola

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PRODUCTOS DE GÜEJAR SIERRA

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ARTEYPATRIMONIO

En los últimos meses hemos asistido a la aparición de un nuevo yacimiento arqueológico en Granada que viene a completar el conocimiento histórico que teníamos de la ciudad y su entorno en época romana.

Se trata del que hemos venido a llamar como villa romana de los Mondragones, por su emplazamien-to en el antiguo cuartel del mismo nombre.

Se localiza junto al antiguo cauce del río Beiro, en una zona de descenso suave hacia la Vega de Gra-nada y situado a unos 1,7 km del antiguo núcleo urbano del Municipium Florentinum Iliberritanum, enclavado en la parte más alta del Albaicín1.

Su aparición está vinculada a las obras de cons-trucción de un aparcamiento subterráneo, zona deportiva y comercial en la parcela municipal del Plan Especial de los Mondragones que pretende reordenar urbanísticamente los antiguos terrenos del Ministerio de Defensa2. Se encuentra por tanto en una zona periférica del casco histórico y en la que no existían referentes patrimoniales, al menos hasta la fecha. El hallazgo se produjo a principios del mes de enero del presente año, y dado que nos encontra-mos en las afueras del conjunto histórico, las obras carecían de cautela arqueológica alguna, ya que no

APARICIÓN DEL YACIMIENTO

LA VILLA ROMANA DE LOS MONDRAGONES

Ángel Rodríguez Aguilera

1Para conocer más sobre la Granada romana en general ORFILA PONS, M., FlorentiaI liberritana. La ciudad de Granada en época romana, Granada, 2011. Para la Antigüedad Tardía, SALVADOR VENTURA, F., Hispania me-ridional. Entre Roma y el Islam. Economía y sociedad, Granada, 1990, y el trabajo más reciente de ROMÁN PUNZÓN, J., “Algunas consideraciones so-bre Eliberri en época Tardoantigua”, Anales de Arqueología Cordobesa, 16, 2005. Para la arqueología en Granada RODRÍGUEZ AGUILERA, A., Granada Arqueológica, Granada, 2001.2Los promotores de la obra ha sido la empresa NUOVIT S.L. a quien desde aquí queremos agradecer la paciencia y comprensión mostrada durante el tiempo que han durado los trabajos de investigación arqueológica

Detalle del mosaico con motivo circular/Siglo IV d.C.

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Las primeras semanas, el equipo de arqueólogos que hemos participado en la intervención, orga-nizamos unos trabajos previos de limpieza de los perfiles resultantes con el fin de poder hacer un primer análisis, aún muy preliminar. Se dedujo del

ARTEYPATRIMONIO

ORGANIZACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN

se preveía la existencia de restos arqueológicos. De hecho, si observamos el Plan General de Orde-nación Urbana de Granada, comprobamos cómo queda fuera de las áreas de protección. No obs-tante, la Ley de Patrimonio de Andalucía regula la aparición de los hallazgos casuales, que es la figu-ra a la que debemos vincular los restos excavados en el yacimiento.

Tras la aparición de los primeros indicios, que eran muros de mampostería y de sillares de piedra are-nisca de gran potencia, se determinó que era ne-cesario realizar una serie de estudios con el fin de valorar la importancia del hallazgo3.

mismo que nos encontrábamos ante un yacimien-to de época romana, inédito hasta la fecha, y que ocupaba como mínimo una extensión superior a los 5.000 m2.

Evidentemente, con estos datos desconocíamos aún la entidad del hallazgo y su importancia. Tam-bién la incidencia sobre la obra y viceversa, de la obra sobre el Patrimonio Histórico. Era el momen-to de plantear una investigación de mayor alcance.

Para ello, y atendiendo al estado en que se en-contraba la parcela en la que ya se habían hecho importantes movimientos de tierras, se dividió en dos zonas. La Zona A era la más próxima a la C/ Ribera del Beiro y en la que se había excavado la mayor parte. La Zona B se corresponde con la par-te trasera de la parcela y ocupaba más o menos la mitad de toda su superficie, englobando en gran medida el yacimiento arqueológico. En la primera se documentó una necrópolis de época romana, fechada en torno al siglo I d.C., con varios conjun-tos de sepulturas, con distintos tipos de enterra-mientos y separados entre sí por amplios espacios

Vista aérea de la Villa Romana de los Mondragones

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43En primer lugar nos encontramos ante un asenta-miento de planta muy regular y compacta ya que se han podido delimitar al menos dos de sus mu-ros de cierre, con una fachada y acceso por el sur y otra por el oeste. Interiormente, y siguiendo el eje suroeste-noreste, existe un vial o calle que divide en dos la finca. En la zona más oriental se concen-tran espacios artesanales y en la occidental la ma-yor parte de los edificios.

LA VILLA ROMANA DE LOS MONDRA-GONES

3La intervención se ha realizado con un equipo de arqueólogos forma-do, además por el que firma, por José M. García-Consuegra Flores, Julia Rodríguez Aguilera y María Pérez Tovar. También hemos contado con la colaboración de Purificación Marín Díaz para el análisis de los mosaicos y de Ángela Martín Sevilla en el estudio antropológico4Actualmente, sólo está excavado parcialmente, quedando pendiente la fina-lización de la intervención en este sector que es, además, el que será puesto en valor e integrado dentro de la obra.

vacíos. Formaban parte de la zona periférica del yacimiento y en el que nunca llegó a saturarse su ocupación como lugar de enterramiento.

Sin embargo, en la Zona B los resultados fueron mucho más espectaculares. Tras una primera lim-pieza superficial para delimitar en extensión toda la superficie y obtener una primera planta de los edificios allí enterrados, procedimos a su excava-ción en extensión. Para poder abordarlo con una metodología científica procedimos a crear 7 áreas de excavación atendiendo a los conjuntos estruc-turales homogéneos.

Los resultados de la investigación nos mostraron parte de una villa romana, con una cronología que abarca desde el siglo I d.C. hasta los siglos VI-VII

d.C., con una ocupación casi ininterrumpida. Este hecho convierte el yacimiento en un magnífico lu-gar para poder investigar y conocer la transición del Mundo Antiguo a la Antigüedad Tardía y Edad Media en el caso de Granada, del que desconoce-mos gran parte de este proceso.

Pero antes de insistir más en esta cuestión, vea-mos algunos de los elementos más significativos de la villa.

Vista aérea del mosaico que parte de dos cuadrados/Siglo IV d.C.

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Destaca la existencia de una gran molino de aceite que tras su excavación4 se nos presenta como un magnífico ejemplo en el que se identifican sus par-tes más singulares, como son el torcularium que es la zona de prensado, la cella olearia, o almacén con depósitos para el aceite y su decantado, y el tabulatum, o espacio destinado al almacenamien-to y tratamiento de la aceituna de forma previa a su manipulación para obtener el aceite.

Es especialmente llamativo que en este yacimien-to las zonas de prensado, o arae, son -a diferencia de los conocidos en la Vega de Granada- de piedra de Sierra Elvira y no de ladrillo, evitando de esta forma que el aceite fuera absorbido por la cerámi-ca. Están circundadas por un canal que termina en un conducto, también de piedra, que vierte por medio de una gárgola en la cella olearia. Consta de cuatro prensas, lo cual nos indica el elevado nivel

de producción que tuvo di-cha villa, pues las conoci-das hasta ahora son de una o dos5.

En el extremo norte exca-vamos parte de la casa del propietario, o al menos algunas de sus dependen-cias. El molino y la domus quedaban separados por un espacio abierto, a modo de plaza, para aislar y sepa-rar las zonas domésticas de las de producción, evitando los ruidos y olores, siempre molestos.

La vivienda responde al tipo de casa con peristilo, es decir, con patio central ro-deado de columnas, si bien estas últimas ya habían desaparecido en su totali-dad, probablemente objeto de expolio tras el abandono del asentamiento. El patio

central tiene un estanque rectangular en el centro con exedras en el centro de cada uno de sus lados. Originalmente fue diseñado como un jardín con dos zonas de cultivo diferenciadas, manteniendo esa estructura de exedras, si bien en un momento más tardío, en torno al siglo IV d.C., se transformó en un estanque con fuente en el interior. A este mismo momento pertenece la dotación de mosai-cos en las estancias principales.

Son sin duda, unos de los elementos más llama-tivos de la excavación y se han documentado res-tos de al menos 6 mosaicos. Los que mejor estado de conservación presentaban son los de las aulas o estancias que cerraban la casa por el oeste. Se trata de dos mosaicos con decoración geométrica y policromada. Uno de ellos desarrolla su diseño

5Las más conocidas son las de Armilla, La Zubia, Híjar y Las Gabias. Tam-bién en las proximidades del pantano del Cubillas se conocen y se han excavado algunas, como la del Cortijo del Canal.6Aparecieron varias monedas en la preparación del mosaico, una de ellas de la época de Julio II, fechada entre el 355 y el 360 d.C.

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Detalle del mosaico que parte de dos cuadrados/Siglo IV d.C.

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El registro arqueológico nos indica que el yaci-miento debió abandonarse alrededor del siglo VII d.C., si bien es una incógnita conocer en este momento si este hecho afectó a todo este asenta-miento o sólo a este sector ya que se ha demostra-do que su extensión supera lo investigado por no-sotros. Futuras intervenciones y excavaciones en las parcelas colindantes nos ayudarán a completar y conocer mejor este yacimiento arqueológico, tan singular, que permite hacer un recorrido por una parte importante de la historia de Granada, proba-blemente la menos conocida.

INVESTIGACIÓN PARA EL FUTURO DE LA VILLA DE LOS MONDRAGONES

Junto a la fachada de entrada a la villa por el sur se concentra la mayor parte de los enterramien-tos. En este sector se han excavado un total de 65 tumbas, la mayor parte con inhumaciones múlti-ples en su interior, ya que el número provisional de individuos asciende a 1357. Pero lo que es más significativo es que existe una clara intencionali-dad de concentrarse en este lugar por la existencia de un edificio singular. Construido en el siglo VI d.C., sobre una zona ocupada por el vertedero de la villa, sólo se conservaba su cimentación. Tiene planta rectangular y en su interior tuvo un diseño tripartito con bóveda central, ya que se ha exca-vado los cimientos de cuatro pilares cruciformes. Las estancias laterales quedan ocupadas por en-terramientos, quedando exento el centro del edifi-cio. La funcionalidad del mismo es difícil de deter-minar con precisión, debido al elevado grado de destrucción y expolio, pero podría tratarse de un pequeño oratorio privado que derivó con el paso del tiempo en un lugar de culto de las primeras co-munidades cristianas.

CRISTIANISMO Y CEMENTERIO EN ÉPOCA VISIGODA

partiendo de dos cuadros centrales, mientras que el otro lo hace desde un motivo circular. Son fre-cuentes los motivos de triple sogueado, ruedas, elementos geométricos y otros de inspiración ve-getal. Fueron instalados en las estancias con pos-terioridad al año 355-360 d.C.6 inutilizando el siste-ma de calefacción de las habitaciones y bajando la cota del pavimento por debajo de la del patio. En el extremo sur, y junto al patio, documentados una estancia con dos ábsides, uno en cada extremo, in-terpretada como pequeño triclinium, o comedor.

Como hemos dicho anteriormente el yacimiento muestra una dilatada ocupación, y después de la fase de crecimiento y monumentalización del si-glo IV d.C. asistimos a un proceso de cambio muy importante. Algunas de las antiguas dependencia del molino se transforman en espacios domésti-cos, se dividen y reducen las estancias, se ocupan zonas anteriormente edificadas utilizando técni-cas constructivas mucho más pobres y se crea un cementerio en época tardía que llega hasta el siglo VI d.C.

7El número total de individuos es provisional, y la caracterización de la población (edad, sexo, patologías etc..) se encuentra en proceso de estu-dio. El análisis antropológico corre a cargo de Dña. Ángela Martín Sevilla.

ARTEYPATRIMONIO

Tumba con restos humanos/Época visigoda

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LÁPIDAS CONMEMORATIVAS EN EL ALBAICÍN

José Luis Garzón Cardenete

Las inscripciones conmemorativas que esmaltan las calles y plazas de nuestra ciudad pretenden ser la crónica de las noticias que nuestros antepasa-dos dejaron escritas para nuestro conocimiento y memoria. Es en los barrios más antiguos donde encontramos una mayor riqueza de estos docu-mentos, que –aunque puede haber de muchos ti-pos– lo más usual es que evoquen a vecinos que los habitaron, y cuanto más popular sea la zona, más amplio será el catálogo de los recuerdos que han quedado fijados en sus muros y paredes.

Un paseo reposado y con los ojos bien abiertos por una barriada granadina tradicional –el Albai-cín, por ejemplo– nos llevará a encontrar decenas de estos testimonios materializados en muy dife-rentes materiales. Los soportes sobre los que se plasman estas memorias son también de muchos tipos: mármol, piedra, bronce, cerámica, cobre, e incluso –más modernamente– acero inoxidable. Si elegimos como único soporte la cerámica, nos encontramos placas de diferentes procedencias, capitaneadas por –como apuntaba en 1922, el es-critor José Mora Guarnido– “… nuestra chiquitita, modesta, original y peculiar Fajalauza”, como re-sulta lógico.

Así que, para aportar un testimonio de las lápidas granadino albaicineras realizadas en cerámica –y por razones de espacio– vamos a reducirlas a cua-tro que se pretende que sean representativas, de diferente temática y realizadas por diferentes ta-lleres.

Aparecen ordenadas por antigüedad y se fija su ubicación por si algún paseante curioso decide buscarlas:

SAN BUENAVENTURA La placa da nombre a la calle, en cuyo número 24 se encuentra. Se trata de un espacio notable, ya que cuenta con varios edificios moriscos de índo-le doméstica –propios del siglo XVI– en uno de los cuales se encuentra el azulejo policromado que ocupa su asentamiento original, con la iconografía de San Buenaventura. Posiblemente sea la mues-tra más interesante de todas las que se conservan en este histórico barrio.

Se trata de una cerámica que mide 82 x 61,5 cm y está compuesta por doce mosaicos. Presenta una decoración muy colorida y debe proceder de algún

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ARTEYPATRIMONIO

testimonio como segura protección social. Poco más se puede decir.

ANDRÉS MANJÓN Y MANJÓNSacerdote y pedagogo.Sargentes de la Lora (Burgos), 1846/ Granada, 1923.

La placa que fija el recuerdo del sacerdote bur-galés mide 112 x 143 cm, está compuesta por 25 azulejos y se puede admirar en el Paseo del Padre Manjón, nº 4. Se trata de una producción trianera, específicamente del alfar Mensaque, Rodríguez y Cía. Fue colocada en noviembre de 1925, merced a la iniciativa de un grupo de avemarianos de Sevi-lla, admiradores del maestro.

La correspondiente inscripción reza:

1846 +1923 PASEO DEL P. MANJÓN

ESCUELAS SEMINARIO DEL DE

AVE MARÍA MAESTROS1888 1905

alfar trianero, pudiendo fecharse en el siglo XVIII. Aparece roto y descascarillado, lo que resulta nor-mal, teniendo en cuenta que lleva a la intemperie más de trescientos años.

En su parte inferior presenta la inscripción siguien-te:

S. BVENA BENTURA, ADEVOCIÓN DE MIGUELBERDEXO,Y DE TOMASA BALLESTER.

San Buenaventura fue un santo que alcanzó las dignidades de obispo y cardenal. De nacionalidad italiana, en cumplimiento de un voto que su ma-dre hizo de consagrarlo a Dios si salía de una gra-ve enfermedad que padeció en su niñez, tomó el hábito de San Francisco. Con treinta y cinco años, destacó de tal manera en ciencia y santidad que fue elegido ministro general de su orden.

La relación espiritual que ha podido existir entre los promotores de la lápida y el santo reproduci-do se ignora. Cabe la posibilidad de que debie-ran algún favor de tipo religioso al franciscano o quizás – siendo cristianos nuevos y para evitarse problemas con su entorno– colocaron el piadoso

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ARTEYPATRIMONIO

Don Andrés Manjón, de familia de campesinos po-bres, estudió en el Seminario de Burgos, aunque renunció a recibir las órdenes religiosas. Entre los años 1869 y 1872 se doctora en Derecho y Teología en Valladolid y finalmente gana la cátedra de Dere-cho canónico en Santiago de Compostela. En 1880 aparece en el mismo puesto en Granada, donde trabajará durante 38 años. En 1885, es nombrado catedrático en la recién creada facultad de Dere-cho de la abadía del Sacromonte y posteriormente canónigo de la misma y ordenado sacerdote.

Un día, desde el interior de una cueva, oye cantu-rrear la doctrina cristiana a unas niñas y entra en contacto con su maestra –la maestra amiga para don Andrés, antigua hospiciana, madre de tres hijos y tomada por loca– y de ella escribe: Aque-lla pobre e ignorante mujer me enseñó mucho más que los amigos sabios y cuerdos… Y para redimir a los abundantes niños y jóvenes marginados del Sacromonte, funda unas escuelas al aire libre: las del Ave María, donde se ocupa de su enseñanza y educación con una pedagogía propia.

PEDRO SOTO DE ROJASSacerdote y poeta. Granada, 1584/1658.

El barro que recuerda a este ilustre granadino está colocado en el lugar donde vivió: Casa de los Mas-

carones en la calle Pagés, nº 20. Sus dimensiones son 60 x 60 cm –formado por nueve azulejos de cerámica de Fajalauza– con decoración en azul co-balto. La pieza procede de la albaicinera Fábrica San Antonio y fue magistralmente dibujada por el artista –también granadino– Hermenegildo Lanz. Para completar la información sobre la lápida cabe decir que se colocó el 28 de octubre de 1926, como iniciativa de la Tertulia literaria El Rinconcillo.

La inscripción que recuerda al poeta reza:

En esta casa tuvosu “Paraiso” en el si-

glo XVII el poeta grana-dino D. Pedro Soto de

RojasJulio de 1926

Soto de Rojas estudia Cánones y Teología en su ciudad natal y posteriormente marcha a Madrid donde se relaciona con la aristocracia, llegan-do a ser secretario del Conde-Duque de Olivares, al tiempo que contacta con los círculos de Lope, Góngora y Vélez de Guevara de cuyo barroquismo estuvo siempre muy influido.

Se ordena sacerdote y en 1616 –gracias al Con-de-Duque– retorna a Granada transformado en canónigo de El Salvador y más tarde es nombrado letrado del Santo Oficio. Su labor en estos cargos le conducen a confrontaciones con el cabildo gra-nadino que le acaban llevando a la cárcel.

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ARTEYPATRIMONIO

Desengañado y lleno de pesadumbre decide re-cluirse en sí mismo para lo cual se construye un carmen en el Albaicín, donde vivirá el resto de sus días, y donde escribirá la mayor parte de su obra, en la que destaca Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos. Para Federico García Lorca la más exacta definición de Granada.

TRINIDAD GARCÍA ROLDÁNAma de casaGranada, 1924/1988.

La lápida se encuentra en la fachada de la casa nº 15 de la calle Horno de San Agustín. De una sola pieza y dimensiones 29,5 x 34,5 cm, sale de la Ce-rámica M. Yedra, del mismo Albaicín. Se coloca en marzo de 1989 –con motivo del fallecimiento de Trinidad– por iniciativa de Evaristo Sánchez Ba-rros, su marido. Es, sin duda, uno de los recuerdos más humanos y conmovedores que se pueden ver en todo el barrio.

Dice así:

En el año 1948 –iglesia de San Bartolomé– Trini, una gentil carnicera, contrae matrimonio con Eva-risto, un flamante camarero. Van a estar unidos cuarenta años y tendrán dos hijos. La vida de la pareja transcurrirá siempre en el ambiente apaci-ble del Albaicín.

Sus virtudes humanas, su gran simpatía natural, su trato afable y abierto, junto con su trabajo en la carnicería hacen de la albaicinera una persona muy conocida y querida en todo el barrio.

Cuando su compañera muere, Evaristo, como tes-timonio del cariño que siempre sintió por ella, de-cide materializar su memoria y, tras redactar un emocionado texto de recuerdo, encarga el azulejo en el mismo barrio y un amigo lo fija en el reposa-do rincón, testigo de tantas horas felices, donde se puede ver.

Aquí vivió,Trinidad García Roldánalbaicinera legítima por suscuatro costaos.

Hay cosas que se van y vuelven,pero hay cosas que se van y no vuelveny Trinidad se fue para no volverjamás. Su esposo Evaristo1924/1988

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ASESORÍAFISCAL Y CONTABLE

J. Javier Arévalo López

ECONOMISTA ASESOR FISCAL

C/MARQUÉS DE LA ENSENADA, 2ESCALERA B-1ºC18004 GRANADA

Telf: 958 26 36 55Fax: 958 26 68 62

Móvil: 652 917 956

[email protected]

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52Es muy difícil en los tiempos que corren la inversión de dinero en temas culturales y mucho menos en la realización de un museo, cuando vemos que la cultura es uno de los primeros pilares en los que recortan los políticos en época de crisis. Muy lejos han quedado ya las grandes exposi-ciones, el llamamiento de arqui-tectos de renombre en concursos internacionales para la creación o ampliación de algún museo, muy lejos ha quedado la foto del político de turno y su presencia en la mayoría de los medios de comunicación corriendo la cor-tinita roja de la placa inaugural.

Y todo esto debido a la crisis económica en la que el país está sumido desde el año 2007 y que no se sabe cuándo saldremos. Pero a la par que nacía esta devastadora situación económica nacía en la locali-dad granadina de Armilla el Museo Etnográfico Casa García de Viedma, un museo por y para el pueblo, comenzando en 2008 la gestión del mismo, llevan-do a cabo para ello la rehabilitación de un inmueble del siglo XVIII perteneciente a una familia de terrate-nientes de este pueblo, los García de Viedma, exis-tiendo un enorme interés por parte del Ayuntamien-to en dotar a su pueblo con un museo que mostrase no solo la historia del pueblo en sí, sino también, con la intención de recuperar la memoria de las gentes del lugar y para ello decide rehabilitar una de las po-cas casas solariegas que quedan en este municipio de la Vega Granadina para albergar una colección de objetos donados por el pueblo.

La rehabilitación del edificio ha sido realizada por el arquitecto Fernando Arellano Cariñanos y su equi-po, con un presupuesto muy ajustado. Dicho equipo ha respetado en su totalidad la tipología de la casa a pesar de las vicisitudes encontradas en ella, siendo la recuperación de la conocida como la parte “vieja” del edificio, lugar donde está ubicado el museo pro-piamente dicho, (IMAGEN 1) una larga y ardua labor por cómo se encontraba debido al abandono y al

VENANCIO GALÁN CORTÉS

CASA GARCÍA DE VIEDMA

EL NACIMIENTO DE UN

MUSEOEN PLENA CRISIS

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paso de los siglos, y donde se han recuperado seis estancias de la casa: las cuadras, la sala de aperos y labranza, la habitación de las tinajas y la cocina, todas ellas ubicadas en la parte inferior de la mis-ma, la sexta estancia rescatada ha tenido lugar en la parte superior de la casa y correspondía al antiguo pajar usado como sala de exposiciones temporales bajo el nombre de Sala Miguel Hernández. Junto al trabajo de recuperación arqueológica de muros, te-chumbres y elementos sustentantes se proyectaron nuevas salas con diversos usos y se procedió a la modernización del edificio adecuándolo a los nue-vos tiempos y a que cumpla su nueva función social, eliminando para ello barreras arquitectónicas y do-tándolo de un ascensor. La inclusión de elementos totalmente modernos a modo decorativo, como es el uso del acero corten, ha sido un total acierto por parte de este equipo de arquitectura y que usado en su justa medida como es el caso (IMAGEN 2) trasmi-te al visitante un diálogo entre la modernidad y la tradición arquitectónica donde se aprecia una evo-lución en la historia de la arquitectura no solo mos-trando la diversidad de los materiales constructivos sino también el gusto de la sociedad. Ha sido tal la sensibilidad que ha tenido el arquitecto y su equipo a la hora de llevar a cabo la recuperación de todo lo que le ha sido posible, que incluso cuando han

tenido que levantar muros los han integrado con los restos que quedaban en pie. Han seguido fidedig-namente los parámetros de la restauración actual, usando el modelo original para realizar una copia casi mimética de los materiales de modo que mues-tren al visitante de forma sutil cuál es el original y cuál la restauración. Tengo que decir que bajo mi punto de vista como historiador del arte agradezco e invito públicamente a esos arquitectos que deciden “dejar su huella” de forma espantosa e irrespetuosa con la obra llegando incluso al punto de destruirla en su totalidad que éste es el modo adecuado de realizar la rehabilitación de un edificio y que aun usando nuevos materiales es posible crear un diá-logo perfectamente aceptable y entendible siempre que el papel protagonista lo tenga el edificio históri-co y no la intervención que se haga.

La superficie total recuperada tras la intervención ha sido de dos mil cuatrocientos diez metros cuadra-dos de terreno respecto a la casa siendo la superficie útil de la misma doscientos metros cuadrados.

El museo:La casa García Viedma tiene como objetivo ofre-

cer a la ciudadanía una multiplicidad cultural y para ello cuenta con diversas estancias como una biblio-teca municipal, un salón de actos, tres patios pre-vistos para la realización de actividades culturales

La Provincia

En la localidad granadina de Armilla se encuentra

el Museo Etnográfico Casa García de Viedma, un museo por y para el

pueblo

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de diversa índole, además de cuatro grandes salas de exposiciones temporales y el museo etnográfico propiamente dicho compuesto por las cuadras, la sala de aperos y labranza, la sala de las tinajas y la cocina.

El término museo etnográfico es un término que a lo largo de la historia ha sido, y en cierta medida sigue siendo un problema. La aparición de estos museos tiene lugar durante la segunda mitad del si-glo XIX y serán una constante hasta día de hoy. Ese sentimiento identificativo que nace a finales del XIX y que se asienta en el siglo XX con el fin de mostrar la singularidad de un pueblo, es algo que a día de hoy sigue patente en estos museos los cuales tienen como fin mostrar al público su propia identidad, dar a conocer su propio modelo de vida, algo que vemos de forma indiscutible en este museo donde se intenta mostrar el modo de vida de un pueblo, el armillero, a través de una colección de objetos do-nados o legados por los vecinos del lugar de forma totalmente desinteresada para mostrar al visitante

el modo de vida que antaño tuvieron sus antepasados. Objetos que van desde ape-ros de labranza a objetos domésticos, como pueden ser utensilios propios en las matan-zas, testigos mudos del paso de una época que poco a poco va cayendo en desuso y po-siblemente caerá en el olvido. Herramientas que nos trasportan a vivencias relativamen-te cercanas en el tiempo ya que en algún momento de nuestra vida hemos asistido a una matanza familiar o vecinal pero que seguramente, y por desgracia, generaciones venideras solo verán estos utensilios como objetos en un museo. Ha sido la historiogra-fía y la ciudadanía en general los culpables de que no veamos estos museos como tales, debido a la colección que exponen ya que el ser humano tiende a ver museo donde exis-ten objetos catalogados como obras de arte relacionando esta catalogación a pintura y escultura y no consideramos dignas de esta mención herramientas o utensilios, cerámi-cas u objetos que todos podemos tener en casa y que han sido utilizados por nuestros antepasados más cercanos de forma diaria. Esta visión es una problemática a la hora de gestar un museo etnográfico, pero que en Armilla no ha sido tenido en cuenta por su ciudadanía los cuales se han convertido en modernos mecenas del Siglo XXI, con el simple gesto de ceder parte de sus objetos personales a la institución.

Un museo etnográfico al igual que cual-quier otro tipo de museo, no debe ser la acumulación de objetos. De nada sirve la re-creación de una sala varias veces y de nada sirve que en una misma sala exista el mismo utensilio de forma repetida. El resultado de una acumulación inútil es el aburrimiento y el cansancio que tendrá el público tras vi-sitar el museo y para que esto no ocurra es necesario realizar una selección pues hay

La aparición de estos museos tiene lugar durante la se-

gunda mitad del siglo XIX y serán una constante hasta

el día de hoy

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que tener en cuenta que no es necesario la exposición de muchos objetos sino que la forma en la que se exponen sea clara, algo que aquí se ha hecho de forma exhaustiva gracias a la labor de la Historiadora del Arte Victoria E. Sánchez Ramos, responsable del museo, y “museógrafa” del mismo. Se aprecia en el museo que su selección es la adecuada no solo al discurso que el museo quiere trasmitir sino también que se adecua al espacio en el que están expuestos los ob-jetos siendo la única sala en la cual no exis-te ningún elemento expositivo la conocida como sala de las tinajas (IMAGEN 3) en la cual se encuentran enterrados en el suelo seis grandes recipientes que según los estu-dios que se han y se están realizando de las mismas pueden estar datadas en el Siglo XV. Seis tinajas de más de dos metros de pro-fundidad que servían para almacenar dife-rentes tipos de alimentos, tinajas en las que aparece el alfar con forma de estrella jas-peada y de cruz lo que ayuda a realizar una datación aproximada. Esta sala encierra un secreto más; la presencia de señales en los muros tales como cuentas de las algarrobas y un dibujo de un caballero parecido al del escudo que hay en la fachada de la casa, tes-tigos mudos recuperados gracias a la buena rehabilitación de esta estancia.

Pero este museo sigue creciendo y tiene una planificación para el futuro con el fin de conseguir unos objetivos tales como la re-cuperación de la memoria de las personas mayores que vivieron en la casa. Este museo quiere llegar a ser un centro de divulgación cultural y pedagógica. Pretende aumentar la oferta cultural del municipio, la creación de un fondo y un archivo del museo catalo-gando para esto las piezas del mismo.

En resumen tengo que decir que es cierto que estos museos presentan una problemática

en muchos ámbitos como ya se ha comentado, pero hay que tener en cuenta que, a pesar de la negativa que tienen los antropólogos frente a estos museos como método de estudio científico del ser humano y de la sociedad de una determinada época, es una forma de conocer el contexto cultural, social, y el comportamiento de una sociedad; a pesar de que los historiadores del arte los veamos como museos de “segunda fila” por no tener obras de arte y de que hasta nos sorprenda que exista un catálogo con ob-jetos expuestos debido a esa falta de “valor” de la cual nosotros mismos somos los culpables, a pesar de todo lo comentado lo que sí es una realidad es la aceptación que tienen estos museos para la mayoría del público debido a la cercanía que siente gran par-te del mismo con los objetos expuestos.

Estamos ante un joven museo, La Casa García de Viedma a cuyo frente está una joven responsable Victoria E. Sánchez a la cual le doy un humilde con-sejo tomando una cita de Frédéric Mistra de 1899, un poeta francés que al ver un museo etnográfico del sur de Francia exclamó: “Es la mejor lección de his-toria y patriotismo de apego al territorio y de amor a los antepasados que puede darse a todos”. Si sigues por el camino por el que vas, Victoria, conseguirás que esta cita en el Museo Etnográfico de Armilla sea una realidad. Y al lector le digo que merece la pena visitarlo y que lo pueden hacer de Jueves a Sábado por la tarde de 18: 00 h. – 21:00 h. y Sábados y Do-mingos por la mañana de 11:00 h. a 14:00 h. en la plaza de la Aurora en Armilla

La Provincia

Datadas en el Siglo XV, seis tinajas de más de dos

metros de profundidad que servían para almacenar

diferentes tipo de alimentos

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MESA DE LEÓN

Francisco Gil Craviotto

EN LAS MAZMORRAS

n 1886 –el año en que viene al mundo Alfonso XIII- Juan Pedro Mesa de León, después de una larga temporada en Al-mería, está de nuevo en Granada. Poco después de su llegada, el 22 de mayo de 1886, aparece La Publicidad, diario político republicano independiente. Su director es Mesa de León. Desde su

primer número el periódico hace gala de su republi-canismo que lo pregona a los cuatro vientos y con una osadía que roza la temeridad. Así es posible leer en su editorial:

Ese ideal político es la República, pues entendemos que es la única forma en que pueden hacerse efectivos los derechos, y al decir derechos, libertades a que el hom-bre es acreedor.

El joven Mesa de León siguió publicando artículos inflamados de republicanismo hasta que el 28 de septiembre, aparece en primera página el siguiente

DE LA AUDIENCIA DE GRANADA

E

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Juan Pedro Mesa de León/Óleo/Lienzo/Juan García Pedraza

MESA DE LEÓN

EN LAS MAZMORRAS

titular: Denuncia de la “Publicidad” y prisión de nues-tro Director. Estaba claro que el Poder había decidido poner punto final a tales excesos.

¿Qué ha ocurrido? La razón invocada, como muy bien precisa La Publicidad, es el artículo de fondo titulado El Ejemplo. Pero, ¿que hay detrás de todo esto? Para responder a esta pregunta es preciso hacer marcha atrás algunos meses. Recordemos: El día 17 de mayo de 1886 viene al mundo el futuro Alfonso XIII y el 19 de septiembre, tiene lugar la intentona de Villacampa que, después de un saldo de varios cientos de muertos, terminó en un rotundo fracaso. Tal intentona pone al rojo vivo la situación de los republicanos españoles. El trago más amargo llegó cuando los consejos de guerra dictaron los severos fallos que eran de esperar. El bri-gadier Villacampa, el teniente González y los sargentos Velázquez, Cortés, Bernal y Gallego fueron condenados a muerte y a reclusión militar perpetua unos trescien-tos procesados. La única puerta abierta que quedaba para salvar a estos infelices -el verdadero comandita-

rio, Ruíz Zorrilla, quedaba a buen recaudo en su exilio de Francia- era el indulto. La prensa republicana que, dada su mínima audiencia, hasta entonces habían gozado de una gran tolerancia por parte del Gobier-no, ahora empieza a ser vigilada muy de cerca por los fiscales gubernamentales. Antes de que el joven Juan Pedro Mesa de León pisara la cárcel de la Audiencia de Granada, ya lo habían hecho en Madrid los directores de El Liberal y otros periódicos republicanos de la ca-pital que fueron los primeros en reaccionar. A pesar de estos precedentes, nuestro joven director decidió coger el toro por los cuernos y el día 28 de aquel mes de septiembre apareció en la primera página de La Pu-blicidad el polémico artículo que daría con sus huesos en la cárcel. Al analizar hoy aquel editorial de Mesa de León, uno queda gratamente sorprendido ante su habilidad de argumentación y sutileza de su pluma. Merece la pena comentarlo. Podemos dividirlo en cinco partes clara-mente diferenciadas:

DE LA AUDIENCIA DE GRANADA

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a) Introducción. El periodista pone al corriente al lector del luctuoso suceso. b) Alegato contra los jue-ces militares. ¿Quiénes son los jueces que disponen de la vida de esos desventurados?, se pregunta Juan Pedro. Pues los mismos -responde al lector- que mo-mentos antes combatían contra ellos. A partir de este momento queda claro que la imparcialidad de estos jueces deja mucho que desear. c) Exhortación contra la pena de muerte en general y, de una manera muy especial, cuando se aplica por motivos políticos, que termina calificándola de “barbarie de los tiempos de la Edad Media, conservada en los tiempos modernos que se jactan de su progreso y civilización. d) Entron-que con la situación española de los últimos años, con unas alusiones muy claras a Sagasta -en ese momento en el poder- y unos dardos muy bien afilados contra los conservadores que, desde la oposición, azuzaban al Gobierno para que hiciese uso del rigor y el escar-miento. “España, es sin duda, -nos dice- la nación don-de más sangre se ha vertido por causas políticas”.

e) Una llamada a la misericordia, desde el escepti-cismo, que se podría resumir en el siguiente axioma: sólo los hombres superiores son capaces de perdonar. Pide misericordia para los vencidos, no porque sean republicanos, sino simplemente porque son personas. Termina con una frase terrible, alusiva a los comienzos del reinado del recién nacido rey Alfonso XIII: Primera ola de sangre, que baña la cuna de un niño. El juez que, cumpliendo órdenes de arriba, fue a in-tervenir los números de La Publicidad y a detener a su director, ni remotamente pudo vislumbrar la propa-ganda que, sin proponérselo, le hacía al periodista y al periódico. En el número del día 28 de septiembre La Publicidad da cuenta de la detención de su direc-tor y el 29 puede anunciar a toda plana la cantidad de personalidades que han pasado por la prisión de la Audiencia a visitar al detenido. Entre ellos, nada menos que Mariano de Cavia de visita en Granada. Al día siguiente, 30 de septiembre, la lista se amplía

Portada del libro Mesa de León un periodista entre dos siglos (1859-1937)/Francisco Gil Craviotto

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con nuevas visitas. Entre ellas tres comisiones de estu-diantes. También aparece una nota muy importante: el eminente jurisconsulto y profundo filósofo don Nico-lás Salmerón y Alonso se va a encargar de la defensa de nuestro querido director. ¿Le interesaba al Poder hacer del director de La Pu-blicidad un nuevo mártir de la causa republicana? En modo alguno. Mucho menos que Nicolás Salmerón to-mase cartas en el asunto y transformase la defensa del detenido en una tribuna de exaltación republicana. Por otra parte, ¿No había comenzado la reina Regente por conceder el indulto a los que habían intentado ter-minar para siempre con la monarquía? El 6 de octubre podemos leer en el mismo periódico:

Ayer, a las cinco de la tarde, recobró bajo fianza la liber-tad nuestro muy querido director don Juan Pedro Mesa de León.

¿Había llegado al fin, tras una semana en las mazmo-rras, la deseada paz para Mesa de León? En modo al-guno. Sus enemigos dejaron pasar unos meses hasta que el asunto quedara lo suficientemente olvidado y, en los comienzos de abril del año 1887, le enviaron un matón que, estaca en mano, le proporcionó tal paliza que lo mantuvo más de un mes en la cama. Tiempo más que suficiente para comprender que sus enemi-gos jamás lo dejarían en paz y que su mejor solución era largarse. La naturaleza también andaba revuelta: el día 14 de mayo de aquel lejano año 1887, a las tres de la tarde, el cielo descargó una terrible tormenta de agua en Granada que a las seis de la tarde provocó varios re-ventones del embovedado del río Darro con la consi-guiente inundación de toda aquella zona. Unos días después Juan Pedro Mesa de León abando-na Granada.

Mesa de León, a los 29 años

Josefina, prima de Juan Pedro y después su esposa

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MANUEL MORELL GÓMEZ, UN INVESTIGADOR AFICIONADO,

ENAMORADO DE GRANADA

Elena Fernández Morell

odría tratar de hablar sobre Manuel Morell Gómez solamente como un investigador apasionado por Granada, su ciudad de origen y donde vivió toda su vida, pero no es posible para mí separar esta faceta de mi relación con él, mi abuelo, con quien estuve trabajando y a la par aprendiendo durante un corto espacio de tiempo, ayudándole a ordenar algunos de sus documentos y trabajos, y quien me transmitió

una gran admiración por la historia de Granada y sus gentes, siendo para mí una gran ayuda en muchos de mis proyectos como estudiante de Historia del Arte.

Hijo de José Morell Cuéllar y Mª del Carmen Gómez Rodríguez, nació en Granada en 1927, donde vivió y trabajó casi toda su vida, concretamente en la Carrera de la Virgen. Estudió Ciencias Químicas licenciándose en 1950 y se incorporó a trabajar en el negocio familiar, una empresa fundada por su padre en 1926 de venta de material y maquinaria eléctrica, que contaba con unos almacenes en Carrera del Genil nº 20. El 22 de septiembre de 1955 se casó con Soledad Parera Vialard, hija del farmacéutico y concejal del Ayuntamiento Don Anto-nio Parera Riquelme y de Soledad Vialard Márquez, con quien tuvo diez hijos. A pesar de su afición por todo lo que estuviera relacionado con Granada, poco pudo Manuel Morell dedicarse a la tarea investi-gadora durante toda su vida laboral, actividad que, unida a ser padre de una gran familia, ocupaba prácticamente todo su tiempo. Hubo de limitarse pues a ir guardando toda la información que llegaba a sus manos sobre Granada, así como documentos de algunos miembros de su familia que ya anteriormente se habían ocupado de guardar, escribir, e investigar sobre lugares y gentes de Granada. Sería una vez jubilado, cuando pudo tener una dedicación casi exclusiva a todo lo que expondré a continuación, siendo gran parte de ello fruto de haber ido guardando toda su vida documentos que pudieran ser de interés, especialmente procedentes de su abuelo, Don Luis Morell Terry, inge-niero agrónomo, sobre cuyas obras mi abuelo trabajaría para editar-las, unas como facsímiles, otras inéditas.

Lo primero que vio la luz (en 1978) fue una edición facsímil de “El Corpus de Granada de 1741”, que reproduce la obra que dedicara

P

Manuel Morell Gómez/Fotografía Torcuato Recover Soler

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a Granada el P. Bernardo Rodríguez, presbítero de los clérigos menores y que constituye un documento his-tórico sobre nuestra ciudad que nos acerca a tan em-blemática e importante fiesta.

Sin embargo, es a finales de la década de los ochen-ta, tras la jubilación, cuando mi abuelo puede dedi-carse por fin a la tarea investigadora y trabajar con los documentos que con tanto mimo había ido conser-vando. Comenzó por el entorno más cercano visitando a diario durante varios años el Archivo Eclesiástico de Dílar y luego el de su Ayuntamiento. Después continuó con el Archivo Municipal del Palacio de los Córdoba, donde recogió, durante cuatro o cinco años y casi a diario, datos de miles de padrones, ins-cripciones, matrimonios, nacimientos y defunciones...trabajo que completaría con datos recogidos en el Archivo de la Diputación y referentes especialmente a hechos y acontecimientos del siglo XIX (terremotos, epidemias...).

Fruto de este trabajo surgirían las si-guientes publicaciones:

▶ “Dílar, huellas de su historia”. Es el más complejo de los trabajos de investi-gación que realizó y que tiene su punto de partida en un Concurso de Investiga-ción Histórica convocado en 1975 y al que mi abuelo se presentó con parte de lo que años más tarde constituiría este libro. Este pri-mer intento por sacar a la luz los primeros resultados que un aficionado a la investigación había recabado en sus ratos libres, no se pudo ver terminado hasta 1996, año en que finalmente pudo ser publicado el libro de Dílar. Unas palabras escritas por Manuel Mo-rell como “justificación” para el mencionado concurso ayudarán quizás al lector a comprender las inquietu-des que lo llevarían a realizar toda esta labor.

“Varios años hace que al llegar a mis manos algún libro de pasados siglos y comenzara su lectura por mera curiosidad, se fue despertando en mi ánimo, al re-correr sus páginas, una inquietud de profundizar en el conocimiento de la vida, costumbres, hechos y ambien-tes que rodaron las pasadas generaciones, y muy espe-cialmente, aquellas, cuyo quehacer diario se desarrolló entre las sierras, ríos, paisajes y monumentos de esta Granada donde siempre he vivido, y a cuyo desenvolvi-miento contribuyeron a través de los siglos.

En este estado de espíritu, tuve conocimiento de los Libros de Apeo y Catastro existentes en el archivo del Ayuntamiento de Dílar (Granada) de los siglos XVI y XVII, y, posteriormente, de un muy completo archivo en

su Iglesia Parroquial, que abarca desde mediados del siglo XVI hasta nuestros días; su lectura y estudio se con-virtió, desde entonces, para mí, en la primera afición, a la que he dedicado, solo por satisfacción personal, muchas horas del día en ratos libres, de la noche, vaca-ciones, etc. ya que mi habitual actividad, que demanda bastante dedicación, es de muy diferente índole.”

“Dílar, huellas de su historia” es el mayor com-pendio de información que hasta ahora existe sobre este pueblo de Granada pues en él no solo podemos encontrar datos históricos y geográficos sino también referentes a sus gentes, industrias, etc. completándo-se con ilustraciones a color y un mapa topográfico del

municipio que sirven de gran ayuda a todo aquél que quiera conocer un poco más de Dílar.

▶ “Efemérides Granadinas”. En 1892, estando Granada celebrando el IV Cen-tenario del fin de la Reconquista, Luis Morell Terry publicó la primera edición de “Efemérides Granadinas” donde re-cordaba muchos de los hechos aconte-cidos en los siglos anteriores. Un siglo después Manuel Morell Gómez rescata el trabajo realizado por su abuelo y publi-ca esta segunda edición completada con un índice onomástico y otro cronológico que, junto con unas pinceladas biográfi-

cas del autor, facilitarán la consulta y comprensión de esta obra que prologa Antonio Gallego Morell.

▶ “Equivalencias métricas de la Provincia de Gra-nada”. Es un pequeño facsímil de un trabajo realizado por Luis Morell Terry en 1909 con el objeto de facilitar la comprensión de los sistemas de medida que ha-bíanse incorporado con una ley dos décadas atrás y aún resultaban de compleja aplicación para gran par-te de la población. En este pequeño y manejero libro, Morell Terry expone los nuevos sistemas de medida y sus equivalencias con los utilizados en los siglos an-teriores.

▶ “Granadinos de Logroño. Centenares de familias riojanas potenciaron el comercio granadino en el siglo XIX.” Granadinos de Logroño; supongo que al menos curioso debe resultar el título de este libro, y no responde sino precisamente a la curiosidad de mi abuelo este trabajo, con el que pretendió hacer home-naje a los logroñeses en Granada, a muchos de los cua-les cuenta haber oído nombrar en casa durante su ni-ñez y juventud. A esto, unir el interés suscitado por la

Elaboración y Comercio del Aceite de Olivas/Luis Morell Terry

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cantidad de vecinos procedentes de Logroño que figu-raban en los padrones del Archivo Histórico Municipal revisados para elaborar el libro al que a continuación me referiré. Fruto de esto es este trabajo en el que se pone de manifiesto la influencia que estos logroñeses, hoy riojanos, ejercieron sobre el comercio granadino de los siglos XIX y XX; recogiéndose en él una relación de casi quinientos cabezas de familia, su actividad, domicilio, procedencia...datos que son estudiados con minuciosidad.

▶ “De la vecindad de Granada entre los años 1800 a 1935. / Noticias Históricas de Granada a través de sus calles”. La publicación de este volumen en el año 2002 recoge dos trabajos de dos autores distintos, uno de mi abuelo Manuel Morell y otro del suyo, Luis Morell Terry. Si bien no tratan el mismo tema, he de decir que ambos se comple-mentan, pues, en líneas generales, abordan un mismo marco espa-cial y cronológico. “De la vecindad de Granada de 1800 a 1935” es una labor de recogida de datos en donde podemos encontrar datos de identidad de unas 15.000 per-sonas que, entre los años citados, fueron vecinos de nuestra ciudad. Puede ser de mucho interés para todo aquel que busque saber de algún familiar, vecino o allegado granadino, pues podemos loca-lizarlos si conocemos el apellido, domicilio, origen o actividad.

“Noticias históricas de Granada a través de sus calles” es un escrito de los que, con mu-cho cariño, mi abuelo guardaba del suyo. Está publica-do tal como lo redactase, a principios del siglo XX, don Luis Morell Terry y es, a mi juicio, una obra interesantí-sima y totalmente desconocida que puede ser de gran ayuda a todo aquel, ya curioso, ya investigador, que quiera saber sobre Granada, el porqué de los nombres de muchas de sus calles, hechos que en torno a ellas acontecieron, gentes que en ellas vivieron...

▶ “Elaboración y comercio del Aceite de Olivas. Me-moria presentada a la Excma. Diputación de Gra-nada por Luis Morell Terry”. Este pequeño libro es un facsímil de una memoria realizada por Luis Morell Terry tras haber sido enviado para estudiar en la Pro-venza y los Alpes Marítimos todo lo relacionado con

la industria oleícola y que ya fue impreso en 1889. Como el autor relata en la introducción, se trata de un encargo que recibió del Presidente de la Diputación Provincial y la Liga Agraria que los designaron como la persona indicada para estudiar la elaboración de los aceites del Mediodía en Francia y su comercialización en el mercado de Marsella. A la vista de la situación económica que atravesaba nuestra producción oleí-cola y en un intento por evitar asistir al desplome de nuestra producción olivarera, don Luis Morell Terry de-cidió aceptar la honrosísima misión que la Diputación y los olivareros se dignaban confiarle. Es un trabajo de gran interés pues analiza la situación de la industria

del aceite en los lugares citados y propone algunas ideas para me-jorar la venta y exportación de los aceites granadinos, pues “todos los granadinos, cualquiera que sea su profesión u oficio, deben estar interesados en la prosperidad de la agricultura, fuente primordial de la riqueza pública y coadyuvar a cuantos medios tiendan a levan-tarla de la postración en que yace.”

De mi abuelo don Manuel Mo-rell Gómez podría seguir contando muchas cosas, de sus intereses, sus afanes por continuar investi-gando, por conocer datos sobre sus antepasados, etc. Sin embar-go, creo que con estas líneas dejo reflejado lo más sustancial de su trabajo como investigador aficio-nado, preocupado simplemente de que lo que él sabía no quedara oculto sino reflejado en sus libros,

por lo que puso también tanto interés en sacar a la luz los escritos que de su abuelo Luis conservaba. Ese ha sido siempre su propósito, que no se perdiese el traba-jo realizado, sino darlo a conocer. Hoy, la edad ya no le permite continuar con la labor investigadora, pero sin duda gustará de saber que sus libros son leídos y sirven de ayuda a aquellos que quieran saber de nues-tra ciudad, sus costumbres, sus gentes. Con 86 años Manuel Morell Gómez vive hoy tranquilo en el pueblo sobre el que tanto trabajó, Dílar; acompañado de su esposa Soledad y de la familia que ambos han forma-do. A día de hoy, diez hijos, veintinueve nietos y dos biznietas.

Luis Morell Terry/Fotografía Archivo Manuel Morell

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Hay dos otoños. Yo creo que todas las estaciones del año deberían dividirse, al menos por dos, y que nunca empiezan cuando señalan los calendarios. Nunca el otoño empieza el 21 de septi-embre y nunca el frío del invierno aparece el 21 de diciembre.

Hay un otoño dulce de los últimos higos isabeles y serbas ya maduras, de membrillos, azofai-fas, almecinas y acerolas; de granadas preñadas de rubíes y de todos esos frutos secos (castañas, nueces, almendras) que a la Virgen de las Angustias tanto le gusta ver en las calles de su Granada cuando sale en procesión. Este primer otoño, de septiembre y octubre, es el de los meses de la abundancia, de la recogida de frutos y cereales, el otoño de vendimias, el de los primeros celajes vespertinos en la vega y el aire fresquito de las madrugadas. El de los atardeceres mágicos, que buscan los guiris desde nuestros miradores, con la Alhambra al fondo. Luego viene el otoño de lluvias mansas, de cielos grises, de los primeros abrigos, de los días más cortos, de mañanas frías y desapacibles y tardes en las que reina el viento en las calles y mete a la gente en sus casas.

Esteban de las Heras Balbás

José García Ayola/Río Darro desde el Puente de las Chirimías

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... Del eco de la ciudaden el “carmen” me refugio:¡isla de la soledad!

Sobre la tapia el ciprés;el sol por las cuatro esquinas,claro-oscuro de ajedrez.

¡Plaza de San Nicolás!en tus altos miradorespaisajes para soñar.

Tragedia de cal y canto;“soleares” en la noche,honda pena y alto llanto.

Cara y cruz del Albaicín;calles que suben al cielo,penas que no tienen fin...

¡ALBAICÍN!Impresiones

Miguel Ruiz del Castillo

Antonio Ureña/Vista de la Alhambra desde el Albayzín

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OTOÑO

... Del eco de la ciudaden el “carmen” me refugio:¡isla de la soledad!

Sobre la tapia el ciprés;el sol por las cuatro esquinas,claro-oscuro de ajedrez.

¡Plaza de San Nicolás!en tus altos miradorespaisajes para soñar.

Tragedia de cal y canto;“soleares” en la noche,honda pena y alto llanto.

Cara y cruz del Albaicín;calles que suben al cielo,penas que no tienen fin...

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