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CON LA TESTA · CON EL ARTE · CON EL PENSAMIENTO · CON LA IMAGINACIÓN UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE BOGOTÁ JUNIO 2014 ISSN 1794-6239 www.revistacontestarte.com JUNIO 2014 REVISTA CONTESTARTE NO. 14

Revista Contestarte No 14

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Hemos preparado este nuevo número sobre «viajes», adoptamos la mirada de niño con su asombro infinito. Nos declaramos extranjeros en nuestras propias tierras y nos atrevemos a explorarlas más allá, aún del desplazamiento de nuestra propia corporeidad. Narramos las travesías de curiosos personajes; exploramos el mundo de los viajes introspectivos, los viajes hacia la muerte, hacia nuevas tierras, al espacio mismo. Abrazamos la transformación recorriendo senderos que levanten de sus cimientos las antiguas certezas de polvo.

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CON LA TESTA · CON EL ARTE · CON EL PENSAMIENTO · CON LA IMAGINACIÓN

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIASEDE BOGOTÁ

JUNIO 2014ISSN 1794-6239

www.revistacontestarte.com

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REVISTA CONTESTARTE2014: No. 14 / ISSN 1794-6239Universidad Nacional de ColombiaSede BogotáFacultad de Ciencias Humanas

CONTACTO DEL [email protected]://www.facebook.com/revistacontestarte@revContestartehttp://revistacontestarte.com/issuu.com/gestiondeproyectos

RECTORIgnacio Mantilla Prada

VICERRECTORDiego Fernando Hernández

DIRECTOR BIENESTAR SEDE BOGOTÁÓscar Oliveros

COORDINADORA PROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOSElizabeth Moreno Domínguez

DECANO FACULTAD DE CIENCIAS HUMANASRicardo Sánchez Ángel

DIRECTORA BIENESTAR FACULTAD DE CIENCIAS HUMANASMaría Elvia Domínguez Blanco

COMITÉ EDITORIALProfesor. Luis Eduardo Gama BarbosaDepartamento de Filosofía

CORRECCIÓN DE ESTILOXavier Páez OchoaAlbalucía del Pilar Gutiérrez

DIAGRAMACIÓN Y DISEÑOCristian Felipe Niño Neuta

IMAGEN DE PORTADA Y CONTRAPORTADAImagen de portada: Fotografía. Camilo ZambranoImagen de contraportada: Haciendo maletas. Camilo Zambrano.

EQUIPO DE COLABORADORES

COLABORADORES Fernando Guinard. MAREA

FUNDADORES Julio Enrique Bohórquez & Catalina Bohórquez Mendoza

EDITORASCatalina Bohórquez Mendoza & Johanna Forero Rodríguez

CONSEJO EDITORIALJubelly Stefany Amado, Ángela Blanco, Johanna Forero Rodríguez, Alejandra Guarín Téllez, Johan Andrés Funeme, Carlos Eduardo Melo Montaña, Luis Felipe Pulido, Jorge Sanabria, Juan Diego Zabala & Esteban Zabala Gómez.

COMITÉ DE LITERATURACatalina Bohórquez Mendoza, Julio Enrique Bohórquez, Jenny Bernal, Daniel Mauricio Vanegas Restrepo.

IMPRESORGRACOM. Grá�cas Comerciales

Permitida la reproducción total o parcial de los artículos publicados en los números de la Revista Contestarte con el debido crédito de los autores.

Contestarte es una revista cultural de la Universidad Nacional de Colombia y de los estudiantes vinculados al Grupo Estudiantil Contestarte. Los textos presentados en la siguiente publicación expresan la opinión de sus respecti-vos autores y la Universidad Nacional no se compromete directamente con la opinión que estos pueden suscitar.

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANASDIRECCIÓN DE BIENESTAR UNIVERSITARIO

ÁREA DE ACOMPAÑAMIENTO INTEGRALPROGRAMA GESTIÓN DE PROYECTOS

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ContenidoContestarte

junio 2014 -N° 14

EDITORIALTránsitos

Johanna Haydee Forero Rodríguez

PERSONAJE Adrian Cussins: travesías de un pensador

Johanna Haydee Forero Rodríguez

HISTORIA La integración de la mujer en la Fuerza Aérea Colombiana

Daniel Mauricio Vanegas Restrepo

Una aproximación entre el viaje etnográfico y La OdiseaEsteban Zabala Gómez

De piratas, asesinos, héroes y algo más Jubelly Stefany Amado González &

Johan Andrés Funeme Molano

ARTES PLÁSTICASExpedición Gaüer

Laura Jimena Ortiz Hernández

La fronteraJuan Pablo Nieto Oliveros

Tiempo muerto: subtexto de unas fotografíasDamián Angulo Chico

CRÓNICA El agárico, un viaje maravilloso

Ángela María Blanco Nieto

Animales: expedición al servicio de la guerraCarlos Eduardo Melo Montaña

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ESPACIO & TIEMPO

Viajando a través del tiempoJorge Sanabria

El último viajeCarlos Santiago Amezquita Villamizar

¿Viajes sin retorno?: regreso de la muerte y experiencia cercana a la muerteAlejandra Guarín Téllez

LITERATURA CUENTO

Sin lugar para leerLina Zarama Villamizar

Los viajes imposiblesWilliam Alfonso Cuevas Ortega

POESÍA

Homo Viator Javier Rodrizales

De campamentoLiliana Gastelbondo

Elegía de medianocheJosé Manuel Elías Cabana

Viajando en dirección surHernán Garrido

ANECDOTARIO

Babel: la lengua y la patriaCatalina Bohórquez Mendoza

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EDITORIAL

Fotografía: Caballito verde. Camilo Zambrano

«...hemos preparado este nuevo número sobre «viajes», adoptamos la mirada de niño con su asombro infinito.»

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TránsitosJohanna Haydee Forero Rodríguez[1]

En Contestarte No. 13, las creencias expandieron sus raíces. Nos ofrecieron un mundo definido, acabado y finito. El alma se entregó a la serenidad de lo conocido; sació las

curiosidades de una mirada sin rumbo hasta fijarla en metas co-munes, en identidades precisas; reposó su figura sobre la habitua-lidad desmedida. Y a través de Contestarte No. 14, reclamando el cuerpo el arriesgado juego de la vida, rendimos la carne a un placer hedonista. Así, luchamos contra la caducidad del tiempo, contra las certidumbres de mármol; recuperamos nuevas las calles recorridas, los rostros cotidianos, los retratos nuestros en otros ojos proyectados.

Por eso hemos preparado este nuevo número sobre «viajes», adop-tamos la mirada de niño con su asombro infinito. Nos declaramos extranjeros en nuestras propias tierras y nos atrevemos a explorar-las más allá, aún del desplazamiento de nuestra propia corporei-dad. Narramos las travesías de curiosos personajes; exploramos el mundo de los viajes introspectivos, los viajes hacia la muerte, ha-cia nuevas tierras, al espacio mismo. Abrazamos la transformación recorriendo senderos que levanten de sus cimientos las antiguas certezas de polvo.

[1] Estudiante de Filosofía y candidata a Maestra en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.

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PERSONAJE

Fotografía: Música de papel. Andrés Felipe Barriga.

«Cuando uno llega a un lugar nuevo sin conocer el idioma, normalmente puede interpretar la idea de lo que están diciéndole viendo los gestos, en Colombia no»

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«Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas »

Adrian Cussins: travesías de un pensador

Hipólito Taine

Johanna Haydee Forero Rodríguez [2]

E n 1741, las tropas del Reino de Gran Bretaña y el Reino de España se enfrentaban en la Guerra del Asiento por la con-solidación de la presencia de las colonias en el Caribe. Los

ingleses pretendían atacar el puerto más importante del virreinato español, instaurado en Cartagena, con la mayor cantidad de mate-rial bélico empleado en las guerras americanas; mientras la tropa española disponía tan solo de unos pocos soldados y seis naves para su defensa. Sin embargo, el plan británico fue descubierto a tiempo por los hispanos quienes supieron valerse de los recursos que dis-ponían a mano. Así fue como el banco de arena que bloqueaba el acceso al canal de Bocagrande tuvo un rol definitivo para el resul-tado final de la disputa, obligando a que varios barcos enemigos tuvieran que desviarse hacia el canal de Bocachica donde fueron finalmente atacados hasta obtener la victoria de la Corona Española. Poco tiempo después la Corte ordenó fortalecer el dique que otorgó el triunfo para mantener el puerto cartagenero a salvo de cualquier otro intento de invasión.

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[2] Estudiante de Filosofía y candidata a Maestra en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia.

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Siglos después, otro inglés arribaba a la misma costa aunque esta vez para ser conquistado por esas tierras. Adrian Cussins domaba el timón de Haecceia, su velero, mientras el mar colombiano le daba la bienve-nida en medio de una brisa agitadora que estremecía aún más el encuentro de olas. Llevaba ya varios días sin conciliar sueño. Poco a poco una enorme emo-ción colmaba su alma, la ciudad se desnudaba hermo-sa ante sus ojos tras el canal de Bocagrande. Los otros navíos que llegaban se desviaban hacia otro rumbo. Cussins, conmovido por la belleza, movido por el cansancio, seguía directo por aquel canal para alcan-zar tierra firme sin saber que los años conservaban bajo el mar el dique que retuvo a sus ancestros.

Imágenes

La aventura comenzó mucho tiempo atrás con una imagen. En su infancia, Cussins se había visto a sí mismo dentro de un barco dotado de libros por todas partes. El origen de aquella visión era casi un miste-rio. Nunca tuvo ninguna relación con navíos y su vida había transcurrido, hasta entonces, en ciudades al interior de Inglaterra. Con el paso de los años a esa re-velación se sumaron otras, pero quizá una de las más fuertes consistía en imaginarse a sí mismo escribien-do filosofía en esa oficina flotante. No había un plan. Tenía ante sí ese par de imágenes en todo sentido más poderosas que un proyecto de vida, aunque a prime-ra vista un poco lejanas e irrealizables. Sin embargo, supo conectarlas a través de sí mismo, de conjugar la potencia de sus deseos y acciones; y, cuando ya era un hombre maduro, mandó construir un velero, fijó en él con firmeza sus libros y se preparó para entregarse al mar viviendo su filosofía. Emprender la travesía planteaba múltiples retos.

El primer problema que tuve era que en realidad yo no sa-bía cómo navegar. Pensé que sí. Tenía esa vaga impresión de mí como un niño en el mástil, en lo alto del barco. Y esa era la única experiencia que poseía. Cuando intenté navegar me pareció absurdo. No sabía cómo moverme hacia adelante, cómo debía salir... Y finalmente pude. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)

Un presagio de nuevos descubrimientos y experien-cias se abría. Para cruzar el Atlántico había acordado zarpar en compañía de dos grandes amigos suyos. Uno de ellos trabajaba en una constructora de casas pero se vio implicado en una disputa judicial con un cliente, lo que le impidió viajar. El otro amigo era un escritor de obras de teatro que se autosostenía dise-ñando páginas web y, justo antes de salir, una compa-ñía de Los Ángeles lo contrató para hacer un montaje teatral así que tampoco lo acompañó en el viaje. Entonces, a pesar de que no hablaba español, Cussins decidió quedarse un tiempo en la Marina de Barcelona donde cada mañana se despertaba mirando a través de la ventana hacia una estatua de Colón que apuntaba con su dedo al Nuevo Mundo.

Pensé: ¡es allá!... Una noche después de que mi segun-do amigo llamó para decir que no podía viajar, salí a un bar. Estuve hablando con cualquier persona que pudiera escucharme. Buscaba alguien que quisiera ser mi acom-pañante. Conocí a un hombre que se llamaba Bill, le pre-gunté qué tanta experiencia tenía en la navegación y me respondió que nunca había navegado en su vida. Pero el hombre me agradó y lo cité para hablar al siguiente día en la bahía, pensando que probablemente no llegaría y fue. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)

Cussins y Bill conversaron durante largo rato. Antes de iniciar el viaje de manera oficial, tenían que embar-case hacia Antigua para que Bill se despidiera de su esposa y su hija. Sin imaginar la forma en que ese epi-sodio marcaría la relación entre Cussins y la esposa de su nuevo compañero de viaje. El aeropuerto, ubicado cerca de la costa, era el punto de encuentro acordado. El velero no podía entrar mucho en la zona por lo que anclaron a una distancia prudente y Bill bajó a des-pedirse en una lancha inflable con un motor de dos tiempos y equipado con un radio. Llamó para avisar que volvería a las 9:00 pm y Cussins tomó la medida de un grado de su brújula para moverse un rato du-rante la espera. Hasta que por fin la hora acordada se estaba aproximando. A las 8:45 de la noche, el viento empezaba a soplar con fuerza, la oscuridad cubría la superficie marina y, cuando el filósofo volvía sobre

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el camino, colisionó contra un arrecife de superficie puntiaguda.

Tomé un remo de madera para hacer palanca y salir del arrecife, pero por más y más fuerza que hacía seguía atascado, el remo se rompió en dos. Había empezado a llover, la corriente de viento se intensificaba. Era un poco absurdo, no empezaba a cruzar el Atlántico y per-manecía ahí atascado cerca de la costa. Entonces hice lo que sentí que tenía que hacer. Salí al arrecife e intenté empujar el velero hasta sacarlo. No llevaba zapatos, an-daba en pantaloneta y camiseta. Sabía que si bajaba me iba a cortar los pies, pero no encontraba mejor forma de liberarme y llegar allá pronto. Logré librarme del atasco, mis piernas estaban laceradas hasta las rodillas. Llegue a la costa y ahí esperaba Bill con su familia y sus elegantes maletas españolas. La imagen ante los ojos de la esposa de Bill era de un lugar desolado, con mal

viento, oscuro, y yo aproximándome en el barco con los pies sangrantes. ¡Qué tipo de hombre se llevaría a su esposo! Ella tenía la boca totalmente abierta. Pusieron todo en la lancha y yo acudí con todos los elementos necesarios para ayudarle a Bill a volver a la embarcación. Las olas se elevaban a gran altura, el agua entraba a la lancha, las maletas comenzaron a mojarse poniéndose cada vez más pesadas. Llegamos a un punto en que no avanzá-bamos, sino que comenzábamos a hundirnos. Así que Bill intentaba sacar el agua lo más rápido que podía y en el apuro arrancó la manguera de la gasolina. El mo-tor se llenó de agua y se apagó. Entonces dijo: «no hay problema, aún tenemos los remos». Y lo que estaba en nuestro poder eran esos pedazos de madera. Nos inva-dió un mal estado de ánimo, pero llegamos. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)

Fotografía: Alejandra Cevallos

El tránsito y el arribo a Colombia La primera parte del recorrido tuvo por rumbo la costa holandesa y las islas próximas a ella. El objetivo era atravesar el Atlántico hasta llegar a América. Den-tro del itinerario, Haecceia pasó por algunos puertos norteamericanos. Su vela púrpura con rosa aspiraba

a alcanzar como destino último el canal de Panamá y permanecer en aquel puerto.

Pero siempre ocurrían todo tipo de problemas. Aho-ra aparecía en mi mente otra imagen en la que buscaba una isla en el Pacífico, una que no tuviera nada, una isla abandonada donde yo pudiera anclar cerca y permane-

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cer un tiempo en ella. Entonces necesitaba pasar por Panamá, pero antes decidí hacer una parada en Cartagena. La idea era simplemente estar unos días ahí, anclar el velero y luego seguir. Nunca tuve la idea de que-darme y en el fondo no sé exactamente por qué lo hice. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)

Dos acompañantes de travesía permanecieron por prolongado tiempo habitando el velero mientras li-diaban con el mareo, las dificultades para moverse y la potencia de las mareas. Amotinados contra el Ca-pitán decidieron desistir de la misión y volver a tierra estable. Después de dejarlos, Cussins se entregó a su tarea. Las corrientes próximas a la Costa Caribe co-lombiana reflejaban las olas provenientes de Europa y el acceso a la rivera era casi inalcanzable. Cuando se aproximaba al puerto caribeño por Bocagrande, ha-cia la puerta en que sus ancestros abrazaron la derro-ta, Cussins advirtió una señal de peligro, maniobró con destreza el timón del velero y entró triunfante por Bocachica como los otros marinos. No pasó mu-cho tiempo desde que ancló su barco para salir a ca-minar y enamorarse profundamente de estas tierras.

Cuando uno llega a un lugar nuevo sin conocer el idioma, normalmente puede interpretar la idea de lo que es-tán diciéndole viendo los gestos, en Colombia no. Había cosas que podía adivinar pero eran más con las que sentía que no había una relación en-tre los gestos y las palabras. También a veces creo que aquí los colores de la vida son más vivos. En algún momen-to pensé: aquí hay algo raro, llegué en un barco, he pasado por varias si-tuaciones y ahora me quedo acá, es extraño. Hasta que, rememorando las historias de mis antepasados, recordé que los pa-dres de mi papá vivieron en Rusia, en el periodo de la persecución antisemita. Ellos tuvieron que salir re-pentinamente en un barco. No importaba qué barco era, ni por donde fuera. Creyeron que este llegaría a América pero en realidad llegó a la costa oriental de In-glaterra y les pareció mejor. Empezaron a vivir allá solo

porque ahí llegó el barco. Creo que hubo un eco de esa historia en mí, hay un reflejo de esa aventura en mi vida, aunque en circunstancias distintas. (Cussins, comunica-ción personal, 21 de febrero de 2014)

Y quizá parte del embrujo que ha mantenido a Cussins en el país está justamente en eso, no hay un único motivo firme para permanecer acá. Una de las razones que lo inspiraron a abandonar su patria era la determinación absoluta en la que se sentía inmerso: dueño de ciertos derechos y deberes, de alguna parte del territorio, con posibilidades de iniciar solo tales o cuales empresas estaba encerrado dentro de oportu-nidades finitas. Ante sus ojos Colombia se dibujaba libre en ese sentido, indeterminada. Todas las opcio-nes se abrían frente a él con una magia absorbente, con un encanto delirante. La fascinante versatilidad de su carácter siempre lo hizo sentirse un extranje-ro en su país de nacimiento, en su familia. El viaje, con la suma de todos los eventos que trascurrieron, generó una trasformación que apoyó en gran medi-da todo ese sentimiento y reafirmó el soporte de su filosofía.

Fotografía: Alejandra Cevallos

Bogotá y la Universidad Nacional de Colombia Sorprendido por Colombia y después de permanecer algún tiempo en Cartagena, la curiosidad de Cussins lo condujo a desear explorar mucho más el país. No conocía a nadie, no hablaba el idioma, no tenía traba-

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jo. Tomó un avión hacia Bogotá y decidió hospedarse en zonas aledañas a la Uni-versidad Javeriana. La fuerza del azar echó sus dados. En ese momento, la Javeriana estaba organizando un congreso de filosofía al que el inglés asistió, pero no enten-dió mucho. Le resultaba asombroso que terminado el congreso sus colegas salieran a cerrar las charlas bailando salsa en cualquier discoteca. En los congresos donde había participado, los cierres eran diferentes, la gente simplemente se marchaba. Al poco tiempo la universidad privada abrió convocatorias docentes. Se postuló e ingresó de inmediato a las aulas. La oportunidad para él consistía en aprender el idioma, la realidad, en aferrarse más a esta tierra. En la Javeriana todos eran muy amables con él, todos hablaban su idioma para lograr comunicarse, salvo una co-lega. Durante largo tiempo lo interrogaba sobre las razones que lo condujeron a quedarse acá. Día a día Cussins inventaba respuestas nuevas, encontraba razones nuevas, solo hasta que confesó que se había tratado de un error de navegación ella no dejó de interrogarle. Pasado un tiempo a Cussins dejó de agradarle la univer-sidad, algunas de sus políticas. El departamento de la Universidad Nacional de Colombia abrió convocatoria.

Cuando supe que el Departamento de Filosofía estaba buscando a alguien me gustó mucho la idea. Me llamaba la atención lo que ahí se hacía. Estar en la Nacional era algo muy diferente. Disfruto de ir allí, los estudiantes hablan, todos están haciendo algo distinto en el departamento. Me atrajo bastante el hecho de que fuera una universidad pública. Hay más de Colombia en la Universidad Nacional. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014)

Compartir con pares investigadores, ver constantemente la diversidad étnica, cul-tural e intelectual del país es un atractivo importante. También las manifestacio-nes de libertad, las voces de cambio, la Nacional es una pequeña Colombia a la que se puede acceder fácilmente.

Transición Pero más allá del descubrimiento y la aventura, el viaje fue un evento transformador.

Lo más extraordinario de todo era ponerme a mí mismo en una situación en la que no me alejaba mucho de sentirme como bebé. En diferentes circunstancias me encontraba en un estado de no saber nada o muy poco sobre ciertas cosas. Probablemente en lo primero que uno piensa es en la dificultad de aprender a navegar, pero también necesi-taba aprender a caminar. Cuando todo está en movimiento caminar es algo realmente incómodo. Tuve que ingeniármelas para poder cocinar, aprender a dormir y hacer otras cosas básicas como comer. (Cussins, comunicación personal, 21 de febrero de 2014).

La ruptura, el cambio, la novedad, ser extranjero son sensaciones que en Cussins contribuyeron significativamente en el cultivo de su ser, de esa personalidad lla-mativa, del genio de su mente. Tanto en el barco como en tierra colombiana el

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Bibliografía

Vargas Martínez, Gustavo. (1934). Vernon en Cartagena, 1741: nuevos datos sobre su derrota. Banco de la República. Recuperado el 22 de febrero de 2014 de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/revistas/credencial/mayo1997/may973.htm

Marco Doria, Enrique. (1998). Cartagena de Indias: puerto y plaza fuerte. El dique de Bocagrande. Recuperado el 22 de febrero de 2014 de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/cartage/cartage7.htm

resurgimiento del estado de infancia lo devolvieron a esa nada, inde-terminada y moldeable dotada de una potencia infinita para proyec-tarse y construirse frente a otro. En Colombia, la lengua, la gente, la propia forma de filosofar volvían a adquirir un carácter novedoso donde todo parece que ya está sentado, acabado para siempre. A través de su experiencia se refleja el distanciamiento de esa concep-ción, la aplicabilidad y las consecuencias de abrirse a un todo nuevo. Unificó un grupo de elementos diferentes que lo hicieron vivir su filosofía que, ante los ojos de sus estudiantes, lo dibujan como fi-losofía misma. El viaje fue la forma práctica de volver a la filosofía como forma de vida.

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HISTORIA

Fotografía: mujeres. Javier de la cuadra. «El traslado permite el encuentro con otros espacios y gentes, y consiste en un desplazamiento, por lo general, del hogar hacia lo desconocido »

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La integración de la mujer en la Fuerza Aérea Colombiana

Daniel Mauricio Vanegas Restrepo [3]

Estampilla: Historia de la aviación colombiana. Dornier Wal. 1924. Archivo: Familia Bohórquez.

Cuando un hombre mira el cielo y ve un ave volando con agilidad y elegancia frente a sus ojos, nace en su interior uno de los deseos más antiguos de la humanidad: poder

volar. Una vez el ave sale de su vista, el hombre vuelve a la realidad. Mira al frente y retoma su vida. Una mujer se dirige a su lugar de trabajo en un bus de transporte público. Va pensando en la comida que les hará esa noche a sus cuatro hijos, en el recorrido que deben haber realizado hasta su colegio, en el trayecto que ella hace en este momento para llegar a su oficina. El bus para en un semáforo en rojo. Ella alza su mirada al cielo y ve pasar un par de aves que le causan un vacío en el estómago. Una emoción que le hace palpitar el corazón. Recuerda que ese día tendrá su primera clase de vuelo.

Esta situación no parece imposible hoy día, época en la que los dere-chos de la mujer ocupan su justo puesto en la sociedad. Sin embar-go, en los años 50 en la ciudad de Bogotá, la situación era distinta.

[3] Estudiante en Estudios Literarios, Universidad Nacional de Colombia.

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La población femenina no tenía voz ni representación social y se encontraba en gran medida ligada a la voluntad de los hombres. Este escenario cambió en el año 1957, cuando el General Rojas Pinilla, presidente de la República, les otorgó a las mujeres el derecho a la ciudadanía y el poder de ser elegidas y elegir cargos públicos. Decisión que se concretó con la asignación de cédulas, siendo Carola Correa, mujer del primer mandatario, identificada con el número de documento 20.000.001, a partir del cual se empezó el registro de los docu-mentos femeninos (Silva, 2007, §. 3). Finalmente, el primero de diciembre de 1957, una vez instalado el Frente Nacional, 1´835.255 mujeres ejercie-ron su derecho al voto (Registraduría Nacional, 2012, §.1), plasmando la voluntad femenina en la historia co-lombiana por primera vez, hecho que inició un proceso social dirigido a buscar la igualdad de condiciones en-tre ambos sexos. Sin embargo, aunque en el papel las únicas diferencias que hubo entre hombres y mujeres eran las letras que se utilizaban para escri-birlos, la realidad social mostró que el prejuicio machista aún se imponía y la lucha de las mujeres por una igualdad apenas comenzaba. En el mundo laboral, por ejemplo, las mujeres ocuparon un lugar menor, nunca la cabeza en mando. Por lo tanto, en medio de una sociedad controlada por hombres, donde se pasaban por alto los derechos recién adquiridos, que una mujer hubiera tenido la posibilidad de incursionar en un área que se pensa-ba meramente masculina, como lo es la aviación, es algo digno de mencionar.

Fotografía: María Jaramillo

Carmen Leonila Torres de Franco fue una de las primeras mujeres en la historia nacional en pilotar un avión. Una madre pionera que demostró el potencial femenino en áreas que se creían de dominio masculino. Siendo una secretaria en las oficinas de sam , Sociedad Aeronaútica de Medellín, su interés la llevó a relacionarse con los pilotos oficiales de la aerolínea, quienes le dieron clases particulares, hasta que logró pilotar aviones de carga en varias ocasiones. No obs-tante, nunca recibió el título de piloto. Las incursiones de Carmen Leonila en el vuelo se quedaron en el anonimato, existiendo como anécdotas familiares dignas de resaltar y no dejar caer en el olvido. Recuerdos de acciones que rompieron paradigmas sociales frente a los ojos testigo. Años después, esta clase de acciones se sumaron a las de otras mujeres apasionadas por el vuelo, logrando el reconocimiento que permitió el ingreso de la primera promoción de mujeres en la Fuerza Aérea Colombiana (fac) el 16 de abril de 1979. Se demostró con hechos que la igualdad de capacidades entre hombres y mujeres era una rea-lidad y que el machismo constituía un prejuicio mandado a recoger.

Un grupo de cuatrocientas aspirantes femeninas fueron sometidas a pruebas físicas, psicológicas y de conocimiento para formar parte de la primera generación de mujeres que ingresaba a la fac. Final-mente se eligieron cuarenta, de las cuales dos decidieron abandonar la empresa. En el primer caso, la aspirante descubrió que esa no era su profesión y se retiró a los diez días de iniciar el curso. El segundo caso tuvo lugar como resultado de la sumatoria de una fractura en un brazo, junto con el fallecimiento de la madre de la candidata. El res-to de las integrantes continuó hasta finalizar el curso, enfrentándose con un sinfín de obstáculos que las pusieron a prueba diariamente.

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Estampilla. Correo Aéreo. Chile. Archivo Familia Bohórquez

Las instalaciones de la Escuela de Aviación Militar, emavi, donde estaba ubicada la promoción, debieron ser acondicionadas para re-cibir al personal femenino. El cambio que se dio con mayor urgencia fue la remodelación de la sección sanitaria: hacer una división entre los baños y duchas de hombres y mujeres. También debió realizarse la adaptación del uniforme, que estuvo formado, inicialmente, por una fatiga azul y zapatos de tacón corrido de ocho centímetros y medio de alto, prenda que causó lesiones hasta que después de un tiempo cambiaron por zapatos de civil. Los moretones y golpes en el rostro producto de la descarga de los fusiles, mientras aprendieron a acomodarlos cerca a la clavícula y a la cara; el rechazo por parte de los discrepantes de la iniciativa; la competencia física e intelectual, en la que con satisfacción lograron posicionarse varias veces en un nivel superior sobre las promociones masculinas; fueron algunos de los tropiezos más comunes. Estos en-tre muchos otros inconvenientes, fueron superados con gran satis-facción frente a los integrantes de la emavi, pero sobre todo frente a la vista del Mayor General Rafael Rivas Forero, gestor y primer defensor de la iniciativa de abrirle un espacio a la mujer. Finalmente, tras tres meses de intenso trabajo, la primera genera-ción de mujeres de la Fuerza Aérea Colombiana desfiló en la mar-cha militar del 20 de Julio de 1979, caminando por la Avenida 68 hasta la sede del diario El Espectador, en la calle 100, ante la vista

de la multitud que asimilaba el hecho de ver a un grupo de mujeres marchar con tacón y espada, consolidadas como militares profesionales. Esta primera generación dio paso a que las siguien-tes promociones de mujeres que ingre-saron a la fac tuvieran una mayor acep-tación, abriéndose camino gracias a su profesionalismo en el mundo militar hasta alcanzar altos cargos. De la primera generación del 79, hubo una división de profesiones en las cua-les las integrantes se especializaron, formando cuatro grupos. El primero se concentró en el estudio de la sanidad, contó con médicos, enfermeras jefes, psicólogas, psicopedagogas y bacterió-logas. El segundo, se dedicó a la rama administrativa preparando contadoras, administradoras, economistas, ingenie-ras y arquitectas. El tercero, era un gru-po jurídico de abogadas más una comu-nicadora social. Por último, se instauró un grupo militar en el que una de las as-pirantes llegó a ocupar el grado de Ca-pitán, veintinueve fueron ascendidas al de Mayor, tres al de Teniente Coronel y seis al de Coronel (Hauzer, 2009, §.13). En el año 2000 durante el mes de di-ciembre, se graduaron un total de se-senta y cuatro alumnas, que conforma-ron la primera promoción de mujeres en el cargo de pilotos profesionales. De esta forma, se reafirmó el lugar activo de las mujeres tanto en la Fuerza Aérea como en la sociedad colombiana; y se materializó el esfuerzo de cientos de mujeres pioneras, quienes gracias a su arrojo y sacrificio, le abrieron gran can-tidad de puertas a nuevas generaciones de mujeres que, hoy, disfrutan de una voz y poder decisión.

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Carmen Leonila hizo parte de este grupo de mujeres emprende-doras y progresistas que aportaron su grano de arena, desafiando a la sociedad con acciones fieles a sus sentimientos, sin dejar que los prejuicios las opacaran. Curiosamente, Carmen Leonila cambió la compañía de las grandes aves de acero por un criadero de aves pe-queñas y emplumadas, comúnmente conocidas como pollos.

Referencias bibliográficas

(2012). Comunicado de Prensa No.046 de 2012. Recuperado el 21 de febrero de 2014 de: http://www.registraduria.gov.co/Con-datos-y-cifras-sobre-las.html

Caipa, E. (2006). Una Piloto Militar en instrucción de soldados. Recuperado el 18 de febrero de 2014 de: http://www.revistaaeronautica.mil.co/?idcategoria=56131

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« Háblame, Musa, del ingenioso héroe que peregrinó tanto tiempo,vio las ciudades y observó las costumbres de las gentes »

Una aproximación entre el viaje etnográfico y La Odisea

Homero. La Odisea. I. 1-2

Esteban Zabala Gómez [4]

Recreación Canto VII de La Odisea. Natalia Fernanda Madrid Vidales. Ilustración 2014

[4] Estudiante Antropología. Universidad Nacional de Colombia.

Es difícil pensar la antropología ajena a los viajes, y no me re-fiero exclusivamente a aquellas travesías realizadas a regiones alejadas de la urbe o hacia los lugares más recónditos del pla-

neta, pues desde un escritorio pueden emprenderse también los viajes más sorprendentes, los introspectivos. La etnografía, método investi-gativo usado frecuentemente en el oficio antropológico—y en otras disciplinas—, en donde se observa y se estudia a un grupo de per-sonas específico es, quizás, el puente entre la antropología y el viaje.

La etnografía consiste en el ejercicio de desplazarse a algún lugar, via-jar para registrar información, conocer aquel lugar a donde se llegó y, por qué no, intentar vivir y sentir como se hace en dicho sitio. Y

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es que el viaje no es importante solo para el etnógrafo, sino para el humano en general, pues el ser humano ha estado en una constante travesía. Aquí surge la figura de Odiseo, hijo de Laertes, aquel «ingenioso héroe que peregrinó tanto tiempo, vio las ciudades y observó las costumbres de las gentes» (Homero, 2008. 1. 1-2). Héroe nacido en Ítaca, que al terminar la guerra de Troya tuvo que pasar diez años por fuera de su hogar, viajando a lo largo del Mediterráneo y por supuesto, conociendo nuevos lugares y personas. Pensando en la obra de Homero y al mismo tiempo en el oficio del etnógrafo me di cuenta de que en este poema se nos relata la historia de un etnógrafo, o más bien, un protoetnógrafo. Así pues, podemos encontrar en las letras de Homero una convergencia con aquel oficio. Esto lo podemos ver bien en el momento en que Odiseo llega al país de los feacios y es hospedado por Alcínoo, el rey. En un festejo en honor al invitado y ya maltrecho Odiseo, el rey de los feacios manda a llamar al aedo Demódoco a quien le pide que relate y cante lo sucedido en Troya. En el transcurso del can-to, nuestro héroe rompe en lágrimas y luego empieza a relatar sus experiencias, lo que tuvo que soportar y vivir desde que salió de Troya. Tenemos entonces al viajero que luego de hacer un recorrido llega a comen-tar sus vivencias, sus experiencias y sus pensamientos.Es además interesante, pues a lo largo de La Odisea se pueden encontrar conceptos o acciones en semejanza con el quehacer antropológico: el encuentro con el otro, la oposición salvaje-civilizado, los ritos de paso, hospitalidad e incluso, la posibilidad de enamorarse de una «nativa», así como le pasó a nuestro héroe.

El retorno del viajero

Marc Augé, exdirector de la Escuela de Altos Estu-dios en Ciencias Sociales, define al viaje como el tras-lado en el tiempo y el espacio. El traslado permite el encuentro con otros espacios y gentes, y consiste en un desplazamiento, por lo general, del hogar hacia lo desconocido. Añadido a lo anterior, Augé dice que

el viaje es indivisible del retorno, por lo cual para el etnógrafo es indispensable regresar, cuando lo hace vuelve al encuentro consigo mismo (Augé, 2013).

Entonces, cuando leemos La Odisea, vemos que su tema central se desarrolla entorno al retorno de un héroe y viajero. El nostos [νόστος] es el concepto grie-go que define el regreso a casa, ese nostos turbulento que tuvo Odiseo y que suelen tener los etnógrafos para proseguir en su labor, pues así como el etnógrafo viaja en busca de encuentros, experiencias y en busca de información y de conocimientos, este personaje suele volver para presentar, usualmente, su trabajo de campo en un texto. En el caso de Odiseo el regreso fue obstruido principalmente por el dios de los ma-res y agitador de tierras, Poseidón, pues la cólera del dios empezó a arder desde que Odiseo cegó a su hijo Polifemo. Además de esto, tuvo algunos obstáculos amorosos: el laertida, en un momento del viaje, llegó a los terrenos de Circe, quien lo retuvo por un año, luego apareció Calipso, la ninfa, que por siete años lo detuvo, incluso le ofreció a Odiseo la inmortalidad siempre y cuando él se quedará con ella, pero a nues-tro héroe no le importaba nada más que el regreso.

Finalmente, el rey de Ítaca se pudo librar del dios gracias a la ayuda de Atenea, quien pidió ayuda a los Olímpicos para que el héroe pudiera regresar a su tie-rra. Y el volver es bastante importante tanto en el poe-ma como en el trabajo del etnógrafo. Así, para Odiseo y por lo tanto para el hombre de la Grecia arcaica, vol-ver al hogar era parte de la victoria y por supuesto par-te importante de su honor. El retorno es importante para ambos, etnógrafo y héroe, pues es el cierre de un ciclo, permite el descanso y la retroalimentación. Para el héroe es importante, pues la tierra en donde se na-ció es de importancia en la Antigua Grecia y por tanto tiene igual importancia regresar a ella. Laodamante, hijo de Alcínoo describe así el hogar: «Lo mejor es la tierra de uno por muy rica que sea la casa que uno ha-bita por fuera»(Homero, 2008.ix. 34-35). Por otro lado, el regreso permite al etnógrafo completar su ob-jetivo, compartir al mundo —o a la academia—lo que experimentó y lo que estudió.

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Siguiendo esta idea, como menciona Augé (2013), el regreso desempeña un rol fundamental puesto que le permite al antropólogo vivenciar un encuentro consi-go mismo. El retorno se presenta como el momento en que el etnógrafo sale de la otredad y vuelve a su yo, contrasta esos dos mundos y se construye nuevamen-te. Respecto a este pensamiento, me atrevo a afirmar que solo en parte tiene razón, el regreso sí permite un encuentro consigo mismo, pero esto no sucede úni-ca y exclusivamente en ese preciso instante. Mientras se está en la lejanía —y con esto no me refiero a una posible lejanía geográfica o física únicamente—la dis-tancia en sí permite también el auto encuentro. En este sentido, podemos traer a colación un fragmento de Tristes Trópicos donde Claude Lévi-Strauss expresa lo siguiente: «el viaje es una exploración de los de-siertos de mi memoria más que de los que me rodean, el choque con el otro permite ver lo que no hay en mí» (Lévi-Strauss, 1972, p. 380).

Odiseas antropológicas

Ya varios antropólogos a través de sus etnografías nos han mostrado lo engorroso que puede llegar a ser una travesía de estas, de nuevo Lévi-Strauss en su texto Tristes Trópicos dejó en claro esta idea. Una de esas turbulencias sucedió con la llegada de su barco a Puerto Rico, pues en el transcurso entre Marsella y Puerto Rico la legislación había cambiado y los pa-peles que tenía Lévi-Strauss no eran los indicados. Además, el fbi sospechaba que fuese un enviado de los alemanes, esto en el contexto mundial de 1941. En cuanto a Odiseo, se podría decir que todo su viaje de regreso fue turbulento, al salir de Troya y encon-trarse con los cicones, murieron compañeros suyos, luego se encuentra con los lotófagos, comedores de la planta de loto, la cual hacía olvidar, un gran peligro para el héroe, pues le haría desconocer su nostos. No olvidemos también a los lestrigones, quienes se comie-ron a otros compañeros itacenses. Por supuesto que con esto no pretendo generar una idea errónea respec-to al viaje, este no es siempre una odisea, ya bien nos lo mostró Nigel Barley en su etnografía de los dowayos

de Camerún, en donde —a pesar de los tropezones— disfrutó y aprendió de aquella aventura.

El estudio etnográfico en La Odisea

Gómez Espelosín comenta que La Odisea es un re-lato de viaje, un texto etnográfico hecho poema, en donde su protagonista no encuentra extranjeros y por eso evoca la diversidad de los lugares a través de los que viaja, poblándolos con monstruos y seres fantás-ticos (Gómez, 2004, p. 15). Esto conduce a pensar en el concepto de alteridad —la vista del otro desde la posición del yo permitiendo así una cohesión entre las partes— y por supuesto, en el del otro ligado a la figura del salvaje. En cuanto al tema del salvaje, procedemos de la mis-ma forma que como figura a lo largo del recorrido del Laertiada. Resulta interesante mostrar cómo lo salva-je está presente en este texto, tenemos como ejemplo el encuentro con los lestrigones, pero sobre todo con la hechicera Circe y el cíclope Polifemo. Por un lado, tenemos a Circe, diosa rodeada de bestias y practican-te de la hechicería, con la habilidad de transformar a los seres humanos en animales, los mismos que la ro-dean. Circe es además tía de Medea, otra famosa he-chicera protagonista de los viajes de Jasón —Medea es la figura de la barbarie por excelencia—. Volviendo a Circe, ella es la representación de la magia en opo-sición a Odiseo, que es la representación de la ciencia y la lógica. Ya desde los comienzos de la antropología como disciplina, situada en un contexto colonialista y posteriormente evolucionista, se ha encontrado esta oposición, la magia en representación de lo salvaje y del pensamiento silvestre y la ciencia en representa-ción de lo civilizado y el pensamiento domesticado, una percepción que se ha ido transformando y re-pensando en el transcurso del viaje introspectivo de la disciplina, pues al igual que el viajero que cambia gracias al viaje, la antropología ha ido cambiando en el viaje a través del tiempo. Por otro lado, tenemos a Polifemo, resulta interesante el contraste que se puede hacer de su imagen frente

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a la de Odiseo. Este representa la figura del hombre ingenioso, versado, tiene como guía y protector a Atenea, diosa de la civilización, entre muchos otros aspectos. Mientras Polifemo, hijo de Poseidón, es un ser deforme, alejado de todo rastro de civiliza-ción, antropófago y ajeno a las normas de conducta, como la hospitalidad. La dicotomía que esta compa-ración suscita es bien conocida dentro de los saberes antropológicos, como se mencionó anteriormente. Polifemo representa aquí la figura de lo exótico y del salvaje. Una tradición, o más bien, una regla moral que Polifemo omite y que además reta es la hospitalidad. A lo largo del texto se puede ver cómo la hospitalidad hace parte importante de la cultura griega de enton-ces, y por supuesto aquel que no cumpla dicha ley es, en primera instancia, una persona no grata para Zeus, hospitalario patrono protector de los extranjeros.

Otro aspecto importante dentro del salvajismo de Polifemo es la ausencia de los valores morales, el ob-jetivo de estos relatos y de estos mitos es fortalecer las tradiciones y reforzar los valores. Por eso Polifemo produce tanta aversión a sus visitantes en la narra-ción, pues está alejado de todo rastro de humanidad y la carencia de valores «salvajizan» aún más a este personaje. «A diferencia de los seres humanos, que viven en asentamientos, el caníbal vive en una cueva entre los matorrales (de olivo en este caso) como un animal salvaje. El caníbal caza a los seres humanos, a los que llama presas y cocina la carne humana junto con la carne animal. El caníbal es además de contex-tura robusta y muy velludo, con órganos genitales su-perdesarrollados» (Douglas, 1998, p. 25). En esos dos ejemplos podemos visualizar cómo la fi-gura de lo salvaje ha perdurado a través de los tiem-pos, pues con la llegada de los españoles y los escri-tos de crónicas se pensó al indígena, inmerso en esa otredad, como lo salvaje. El español al no encontrar un marco de referencia similar al suyo, sino contrario, adjudicó este estatus a las comunidades descubiertas atribuyéndoles la característica máxima del salvajis-

mo, la antropofagia; y a pesar de los siglos que han pasado desde entonces, se conserva aún el imaginario del indio salvaje y antropófago, siendo en la antigua Grecia el bárbaro como el otro, el extranjero, aquel ser que habla otra lengua, usuario de magia quizás —Circe y Medea sirven de ejemplo— y también el ser antropófago, ya mencionamos a Polifemo y por supuesto, los lestrigones.

Consideraciones finales

En este texto no se pretende explicar una obra tan compleja como La Odisea, ni mucho menos explicar un oficio igual de complejo y valioso como la antropología en su totalidad. Tampoco me gustaría que se piense que la antropología es solo lo que aquí está plasmado, pues como ya dije, este es un oficio complejo, laborioso y hermoso. Lo que aquí se pretende es hacer una reflexión o quizás un «recorderis» de aquellos conceptos que de alguna forma marcan el quehacer antropológico, esto unido a la aparente similitud que hay entre el etnógrafo y Odiseo el de miles de ingenios, que así como el antropólogo y el viajero, hace uso de su genio para poder afrontar las distintas pruebas a superar.

En este punto, se puede visualizar ya la tremenda im-portancia de los viajes en la etnografía, en sus reali-zadores y, por supuesto, la influencia que tienen en las personas. La etnografía llegaría a ser entonces un valioso puente, pues transmite aquella información privilegiada que se adquirió, transformándola en poe-sía, en vida, en parte del hombre mismo, del antropó-logo. El viaje es, además, un facilitador, pues otorga la posibilidad de aprender sobre otros mundos, estimu-lando encuentros. Un claro ejemplo de esto nos lo puede dar Fred Murdock, etnógrafo creado por la mano de Jorge Luis Borges. Murdock, como etnógrafo, viaja a las praderas del Oeste con el fin de estudiar la tri-bu de aquel lugar, sus ritos, su lengua y sus secretos, esto para volver y poder escribir su tesis. Esta tarea la cumple a cabalidad, convive con la comunidad, se

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compenetra y además, logra soñar lo que ellos sueñan, en otra len-gua y otra lógica que hasta ese momento él desconocía. El etnógrafo se encuentra con personas distintas a él, gracias a esto Murdock, un joven perdido, logra encontrarse a sí mismo, así que decide volver a la ciudad pero vuelve con un nostos distinto, pues decide dejar de lado su investigación, en vez de esto, aplica lo que aprendió en el viaje para su vida cotidiana. El ejemplo de Borges es claro para corroborar la importancia del viaje en la etnografía, que por supuesto tiene un compromiso con aquellos parajes y gentes de las cuales escribe, pero tiene también un enriquecedor valor introspectivo que puede llegar a ser, también, poesía, cuento, literatura y mito, así como La Odisea, todos susten-tados bajo la misma estructura, la del viaje.

Referencias bibliográficas

Augé, M. (2013). El tiempo en ruinas. Conferencia realizada el 01 de octubre en el Museo del Oro.

Barley, N. (2004). El Antropólogo Inocente. Barcelona: Editorial Anagrama.

Douglas, M. (1998). Los usos de la vulgaridad: una lectura francesa de caperucita roja en Estilos de pensar: ensayos críticos sobre el buen gusto. Barcelona: Editorial Gedisa.

Gómez Espelosín, J. (2004). La Odisea y la invención del bárbaro avant la lettre. Vivir en tierra extraña: emigración e integración en el mundo antiguo. Barcelona: Editorial Publicación I Edicions.

Homero. (2008). La Odisea. Traducción de Carlos García Gual. Barcelona: Editorial del Nuevo Extremo.

Lévi-Strauss, C. (1972). Tristes Trópicos. Argentina: Editorial de Buenos Aires.

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De piratas, asesinos, héroes y algo más

Jubelly Stefany Amado González & Johan Andrés Fúneme Molano[5]

Mucho se ha escrito sobre las aventuras y viajes de los pi-ratas, mas no de su forma de vida. La idea de una vida llena de aventura y feliz nos ha llamado la atención

desde la infancia, cautivándonos con el misterio y la fantasía que ello propone, donde las historias fascinantes y prácticas curiosas incitan a nuestra imaginación e instigan nuestro sentido de aven-tura. Sin embargo, a pesar de ser tan apasionante, la vida del pirata no es como se piensa popularmente, es una vida llena de peligros y tropiezos, llevada en extremo al libertinaje: ron o vino, burdeles y juegos de azar, despilfarraban alegremente sin medida ni prudencia, mofándose a gran escala de la sociedad convencional.

Cada vez que escuchamos algo sobre piratas y sus aventuras, se suele imaginar el típico hombre intrépido, aventurero, impetuoso y, sobre todo, criminal en altamar, que se entrega a la búsqueda de cofres lle-nos de monedas de oro. Estas representaciones son producto de diver-sas influencias literarias como La Isla del Tesoro de Robert Stevenson y Peter Pan de James Matthew Barrie. Este atractivo por los piratas, que no solo sintieron las personas del siglo xix como Stevenson y Ma-tthew, sino también las de esta era, obedece a la necesidad de rebeldía en las personas que invita a sobrepasar las barreras cotidianas, buscan-do la tan anhelada libertad que la figura del pirata refleja. Esta canonización que hacemos de los piratas como héroes, que con su propio sudor dirigen los vientos de su destino, es diluida al contrastarla con los hechos cometidos entre 1650 y 1730, también conocida como La Edad de Oro de la Piratería. Los piratas eran los seres más odiados en esa época, considerados como enemigos de la humanidad. Asesinatos, chantajes, traiciones, violaciones y pillajes eran las actividades comunes a las que destinaban su vida. Los pi-ratas representaban al propio diablo, al mal, que con sus métodos macabros y siniestros regía en altamar.

[5] Estudiantes de Filosofía. Universidad Nacional de Colombia.

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Las dos perceptivas anteriores ignoran, como lo lla-mamos, los atractivos de la vida pirata, notados por los marineros de dicha época; una vida autentica, me-jor y elegible. Por eso, para conocer un poco mejor la vida de los piratas es indispensable mirar en primer lugar las posibles causas para la escogencia de este tipo de vida, observar sus costumbres y principios. No se puede mirar al pirata como un recipiente vacío, que actúa influenciado por el mal o por el bien, ya que esto significaría quitar al hombre,«bajo el parche», aspectos característicos como soñar, sentir, actuar se-gún sus decisiones, en búsqueda de una vida mejor.

De corsarios a piratas, un paso entre la legalidad

En Inglaterra, en el siglo xv, la actividad portuaria fue de suma importancia para la economía del país, no solo porque permitía la administración del sector comercial, sino porque daba paso al desarrollo estra-tégico en caso de guerra. En la antigüedad, estas dos razones incitaron el inicio de las primeras travesías por el mar, siendo principalmente la segunda razón la que motivó el surgimiento de los Corsarios (marine-ros que obtenían riquezas para el Monarca mediante el ataque de buques pertenecientes a países enemigos de forma legal). En su mayoría, los piratas de Inglaterra se iniciaron en la piratería después de un tiempo como corsarios. Por ejemplo, Henry Avery (1653) al ser enviado a favor de España en su guerra contra Francia, y después de ocho meses sin recibir remuneración por su trabajo, decidió liderar un motín a su propio barco. Allí, ade-más de serle otorgado el título de Capitán, también fue reconocido con respeto entre su tripulación, lle-gando a ser poseedor de una gran fortuna. Asimismo, fue conocido como uno de los piratas más sanguina-rios y crueles, pues lideró saqueos violentos mientras fue capitán de la nave a la que llamó Fancy. Otro gran pirata fue el tan conocido Barbanegra (1618) uno de los piratas más temidos en su época, no por sus barbaries, ya que se asegura que nunca

mató a nadie por su cuenta, sino por su terrorífica apariencia, un aspecto demoniaco y oscuro. Pasó de corsario a pirata debido a la falta de empleo al llegar la época de paz. El ser corsario solo era permitido en épocas de guerra. Inició su carrera como pirata en compañía de otros marineros, con un buque fran-cés de cuarenta cañones al que llamó Venganza de la Reina Ana, con el que emprendió un bloqueo de diez días en el que asaltó de ocho a nueve barcos sin el uso de la violencia. En cuanto a los inicios dentro de la vida pirata, uno de los motivos más comunes era el desacuerdo con las leyes estatales. Un ejemplo de ello se ve reflejado en Thomas Salkeld, quien tras su desacuerdo con Jacobo i por la firma de la paz con España, decidió convertirse en pirata. Esta conversión perseguía tanto hacerle frente al Rey como conseguir grandes fortu-nas. De esa manera, uno de los acontecimientos más llamativos de este gran personaje es el suceso en la isla de Lundy, un espacio propicio para el escondite, donde tomó el poder y se hizo llamar «rey». En ese cargo se desempeñó por poco tiempo debido al mal trato que ejercía sobre sus esclavos, quienes llevaron a cabo una revolución, conduciéndolo a fracasar en su empeño y dejándolo al borde de la muerte. Por otro lado, y retomando la literatura romántica acer-ca de los piratas, se ha representado a los piratas como seres analfabetas, aunque eso es un tanto equivocado. Piratas como Barbanegra sabían leer y escribir, pero quizá el ejemplo más significativo del pensador pira-ta es William Dampier (1651). Este, a pesar de ser un asesino y traicionero en cuanto le convenía, comenzó su aventura como pirata motivado por el conocimien-to y la ciencia. Inició con pequeños viajes a Francia y Terranova para después convertirse en bucanero (que a diferencia de los corsarios, eran marineros del Cari-be). Incluso Darwin era gran amante de sus hazañas y Dampier adoraba cualquier libro de investigación, al punto de que escribió diferentes obras de las cuales la más conocida es Nuevo viaje alrededor del mundo. Ese texto le otorgó no solo un gran reconocimiento, sino que enriqueció la cultura de la gente y su lenguaje.

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Pactos y contratos, más allá de la visión común de los piratas

En una época donde el sistema de gobierno predomi-nante era el monárquico, sorprende la presencia de deseos de una vida mejor en la cual se toman drásticas medidas en virtud de alcanzar tal anhelo. Con ese an-helo, los piratas se organizaban por medio de pactos equitativos, principios de igualdad, y un carácter de contracultura. Además, un aspecto a destacar es la valentía que tenían para tomar la vida de los pelos, haciéndose cargo de ella, sin esperar que el bienestar y la felicidad vinieran caídos del cielo. A pesar de ser una estirpe perpetradora de actos van-dálicos y fechorías atroces, no dejaban a la deriva el velero de su vida por el ancho mar, pues eso reduciría sus posibilidades de triunfo. Por ello, no es posible ig-norar sus organizaciones, si se quieren comprender las formas y estilos de vida. Uno de los ejemplos más no-tables de tales organizaciones y de un pacto equitativo se encuentra enel relato de Alexander Exquemelin so-bre la vida y costumbres de los bucaneros, y en el códi-go de los piratas Condiciones y Términos del Trabajo de la tripulación de Bart «el Negro». En el primer caso, Exquemelin muestra el grado de organización que tenían las sociedades bucaneras. Cuando los bucaneros partían hacia alta mar co-municaron el proyecto a los hombres que estaban dispuestos a navegar. A partir de ello, deliberaron conjuntamente cuál debía ser su destino para provi-sionar el barco. Ya solucionados los preparativos del viaje, toda la tripulación decidió cuál debía ser su destino. Cuando alcanzaron un conceso en la deci-sión, colectivamente redactaron un acuerdo, donde se especificaron los porcentajes de dinero necesarios para la travesía. Así, el excedente (a causa de restar lo apresado con aquel fondo de capital común) se debía repartir en tantas partes iguales como hombres hu-bieran viajado a bordo. Por último, para garantizar una repartición equitativa y evitar engaños por parte de la tripulación, todos tenían que jurar ante la bi-blia que, una vez apresado un barco y saquearlo, no

se poseía nada del botín para sí mismo. Si a un pirata se le encontraba algo guardado, era expulsado de la comunidad. Estas normas garantizaban el funcionamiento de las comunidades piratas y, además, estimulaban sus pe-culiares formas de vida, ya que se basaban en princi-pios de igualdad, autonomía de los sujetos y libertad, que generaban un ambiente ideal para posibilitar sus prácticas excesivas.

Un ejemplo de pactos en comunidades piratas es el código que mencionamos anteriormente. En él apa-rece un cúmulo de reglas aceptadas por la tripulación, que proporcionaban los ambientes agradables para el desarrollo normal de las vidas de los piratas. Figuran reglas como el derecho al voto, métodos para el repar-timiento del botín ganado, normas para la conviven-cia y la unión de la comunidad (como no jugar a las cartas en el navío, abandonar en una isla al que aban-done el combate o el duelo como solución a diferen-tes problemas) y cosas como un seguro de vida laboral (dinero que se le otorgaba a un pirata por alguna heri-da irreparable, como el perder una parte del cuerpo). Estas formas de organizarse desmienten pero a la vez aprueban la idea de los piratas como absolutos anar-quistas. Las aventuras emprendidas no tenían ninguna posibilidad de éxito sin tales acuerdos. Esto desmo-tivaba a la tripulación para soportar los diversos tor-mentos únicamente por el fin deseado, pero la decisión de tomar sus caminos, de rechazar la intervención de terceros (como el estado y la iglesia) y de conseguir sus deseos por sus propias manos prueban el sentido anár-quico del pirata.

Esto parecerá utópico y fantasioso, pero la expedi-ción que realizó Henry Morgan para hacer la toma de Panamá habla por sí sola. En el viaje, Morgan junto con sus hombres buscaban saquear y apropiarse de esta ciudad que era una de las más importantes del reino español en las colonias. Esta intención quería llevarse a cabo con el uso de botes, pero debido al pésimo clima, tuvo que realizarse a pie. Para ello de-

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cidieron cargar poco equipaje, con la esperanza de encontrar peque-ños poblados y abastecerse en ellos, pero como terminó causando un avance lento y la aventura era vigilada por espías indios, al llegar a dichos poblados no encontraron más que soledad. Después de días de hambre y mucho esfuerzo físico, los piratas decidieron comerse las bolsas de cuero cortándolas en tiras para luego machacarlas o golpearlas contra una roca. Luego las hervían y eran digeridas con facilidad. Morgan, al notar tales dificultades, animaba a sus hom-bres, augurándoles tiempos de gloria, después de saqueada la ciudad de Panamá. En últimas, la vida de un pirata estaba llena de muchos peligros e implicaciones que, para la mayoría de las personas, serían indesea-bles hasta para el más ruin y cruel de los humanos; superado y lleva-dero, no solo por la ambición del dinero, sino también por un esta-do anhelado de plenitud, manifiesto en la sensaciones indomables de explorar y descubrir el mundo libremente. Esto es posible, como nos lo enseñan los piratas, buscando lo que se desea con el propio esfuerzo y acarreando con todas sus consecuencias, y en últimas, ser amos y señores de nuestro propio destino.

Realidad vs. fantasía

Siendo así, ¿dónde queda el pirata con un parche en el ojo, una pata de palo, una mano de garfio, un loro en su hombro, buscador y creador de mapas de tesoros? Bien, nos hemos dado cuenta de que la vida del pirata no está solo llena de aventuras y de magia, es una vida llena de peligros, asesinatos, saqueos y sangre, en donde sobrevivir es una for-tuna y tener una buena calidad de vida, llena de comodidades y demás lujos es nulo. Sin embargo, el lema de «una vida corta pero feliz» es cumplido a cabalidad por estos increíbles piratas, quienes sin impor-tar el mañana disfrutaban del día a día, y quienes seguirán sirviendo de inspiración para fascinantes historias y leyendas, estimulando en grandes y niños, nuestro espíritu aventurero e investigador.

Bibliografía

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Reeves, Vic. (2010). Piratas. History Channel.

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Stevenson, Robert. (1998). La Isla del Tesoro. México: Editorial Porrúa.

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ARTESPLÁSTICAS

Fotografía: Viaje V. Juan Pablo Nieto

« Pero si la ciudad continúa creciendo y la frontera se sigue desplazando, ¿en dónde comienza el viaje? »

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La expedición Gaüer

Laura Jimena Ortiz Hernández [6]

Era el año 1854, cuando bajo la campaña de Eichelhaus en Berlín y en colaboración con

el geólogo Frank Vogel-Rothstein, Herman Alphonsus Gaüer fue envia-do a territorios selváticos en América del Sur para el estudio de nuevos espe-címenes botánicos con cualidades me-dicinales. En Alemania, para aquella época, se había logrado sintetizar una toxina especial extraída de la especie incertae para uso medicinal, y aunque no funcionaba del todo en la práctica, se sabía que en los bosques de la re-gión subtropical mesotérmica andina se encontraba una especie específica cuyas toxinas pudieran ser reducidas y convertidas en componentes para fármacos como mesatilazina y tetrasi-nol. Así describe Gaüer el entorno de la expedición:

[6] Diseñadora Gráfica. Universidad Nacional de Colombia.

Grabado: Campaña de Gaüer. Francisco Miranda Salamanca. 1855.

Estando en la región de San Alonso resulta particular el encuentro con los bosques húmedos. Luego de partir desde el pueblo, el calor sofocante provocó una demora de cinco días más de los previs-tos, ya que según nuestros cálculos y los relatos de las personas del pueblo, la temperatura en esta época del año bajaría por las lluvias. Sin embargo, nos encontramos con una sequía inespera-da y algunos de nuestros perros sufrieron las consecuencias del desespero por el calor, además del hecho de que muchas de las provisiones alimenticias que traíamos para el viaje se descompu-

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sieron rápidamente. Es necesario apresurar el paso dentro del bosque, alcanzar el piedemonte donde la temperatura debe bajar un poco y regresar pronto a San Alonso, de lo contrario el alimento se agotará y aunque teniendo el conocimiento sobre algunas plantas y frutos comestibles del lugar, podemos cor-rer el riesgo de padecer envenenamiento. Tememos también por la aparición de insectos dípteros que pensamos que son erebia caelum, una especie de mosca que se ha asentado en nuestros campamen-tos, y al tener contacto con nuestra comida, ha pro-ducido fiebres y escalofríos en algunos miembros de la expedición.

Grabado: Herman Alphonsus Gaüer. Francisco Miranda Salamanca. 1855.

El descubrimiento de la planta Incertae sedis marcó un gran suceso para la expedición de Gaüer, además de la sorprendente mitología en torno a ella que hasta la fe-cha era desconocida. El hecho de encontrar una espe-cie botánica tanto de hábito terrestre como de hábito epífito dio a entender al grupo de investigadores que se trataba de una especie nueva. Escribe Gaüer en uno de sus diarios de campo:

Contaban los lugareños que aquella planta de bul-bo tunicado era considerada como una especie de

espíritu viajero que crecía en lugares inusuales, in-ciertos –de allí el nombre que se le daría más tar-de, bajo clasificaciones taxonómicas, Incertae sedis: ubicación incierta. En tiempos remotos, la toxina extraída de la planta era utilizada como un veneno de caza que era colocado en la punta de las flechas de cacería mediante un proceso que la hacía más potente, mediante el cual era extraída del tallo y combinada con veneno de ranas, almacenada y po-tencializada. Esto nos acerca cada vez más a la idea de que se trate de una especie nueva, diferente de las ya estudiadas Incertae magna e Incertae luceati, descubiertas en la expedición de 1842.

Grabado: Incertae magna e Incertae luceati. Francisco Miranda Salamanca. 1855.

Como resultado de este viaje, Gaüer escribió cuatro volúmenes sobre sus investigaciones en la obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente entre 1856 y 1862, y en colaboración con otros importan-tes bo tánicos de la época, fueron publicados los siete volúmenes de Nuevos géneros y especies de plantas. A

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Gaüer se le atribuye también el descubrimiento de nemátodos del género dytilenchus, algunas especies de moscas tropicales y el escara-bajo odontotaenius cervus.

Grabado: incertae sedis. Francisco Miranda Salamanca. 1855

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Q ueriendo alejarme del agobio que me produce la ciudad, el proyecto La frontera me lleva a buscar el desahogo que me trae el paisaje de la Sabana de

Bogotá. Así, este tiene su origen en un viaje que realizo saliendo de una ciudad que en constante crecimiento está desplazando su frontera. Pero si la ciudad continúa creciendo y la frontera se sigue desplazando, ¿en dónde comienza el viaje?

La fronteraJuan Pablo Nieto Oliveros [7]

[7] Estudiante Especialización en Fotografía. Universidad Nacional de Colombia.

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Este viaje, que es una búsqueda, me ha llevado a encontrar elementos de lo rural y lo urbano que se mezclan en esta frontera. Aparecen sin una lógica aparente, signos de que la naturaleza de esta frontera es estar en constante cambio, mientras voy viajando sin saber qué voy a encontrar. Tengo la idea y el anhelo de encontrar el paisaje alejado de la ciudad, pero lo que encuentro es la amenaza de la ciudad que se abalanza sobre este otro lugar, el cual estoy buscando para desahogarme.

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Me ubico en la carretera a cierta hora con una luz que me permite mostrar los elementos que me parecen más pertinentes de esta frontera: dibujo con las lu-ces de los carros, de los postes, de las construcciones lejanas, que iluminan la carretera, los cercados, los ár-boles y potreros, las casas, los edificios lejanos, la ne-blina. Encuentro de pronto grandes elementos, como puentes y estaciones de servicio, y estos me recuerdan que están ahí para que yo pueda realizar este viaje, el viaje es en sí una construcción.

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Tiempo muerto:subtexto de unas fotografías

Damián Angulo Chico [8]

Fotografía: Damián Angulo

[8] Egresado de Cine y Televisión y Especialista en Fotografía. Universidad Nacional de Colombia. Fotografías del autor.

Empiezo mi reflexión con el texto que desarrollé en con-junto con mi proyecto fotográfico. Aunque consciente de que la fotografía tiene toda la fuerza plástica expresiva para

comunicar, estas pocas palabras en yuxtaposición fueron saliendo como raíces de entre mis retratos, razón por la cual quiero compar-tir mi subtexto con aquellas personas que deseen acercarse más a mi proyecto.

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—Dos vidas diferentes. Separadas. Lejanas. El campo y su gemelo antónimo, la ciudad. En un polo rige el color transparente, el aroma verde y los sonidos que se pueden escuchar por separado. En el polo opuesto manda el gris arriba y abajo, el horizonte cercano, la noche sobreexpuesta y los tonos lavados. Ellos dos viven circunstancias similares, viven una edad en que la mayor parte de su tiempo están apartados del mundo físico y recaen en la contemplación.

En el transcurso de 24 horas y un espacio entero para detallar minuciosamente, de todo lo que puede pasar en un día común en la vida de dos viejos, una pequeña fracción de todo ese tiempo y miles de acontecimientos, lo que menos sucede es la palabra.

Cómo describir entonces a dos personas de 90 años, si no es fijándose en cosas tan mínimas que suceden a su alrededor: el polvo, las grietas, las cosas viejas, la luz, la ausencia de los demás, los recuerdos… y de todo esto el dejo. El sabor a nostalgia que persiste una vez ha terminado cualquier proceso.

Fotografía: Damián Angulo

Y entonces qué pasa por su cabeza cuando transitan los días con una misma expre-sión, una mínima movilidad y con la aparente sensación de que cada día es y va a ser igual al anterior. Sus espacios no cambian, no se mueven, solo los acompañan y envejecen al mismo tiempo que ellos. La gente no se detiene a hablarles, no los miran, y es absurda la forma en que se configura un rol que todos asumimos sin ningún problema: el rol del viejo.

Cada vez que me transporto a sus dimensiones (los mundos en que viven mi abue-lo y mi tío abuelo), el espacio se establece de una manera diferente y deja de impor-

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tar mi historia. Comienza otro cuento donde todos los sonidos se acallan un poco y el tiempo se dilata para contar con más calma y exactitud qué es la vida, qué es el silencio y qué es el tiempo.

El tiempo muerto que genera el silencio oral, agudiza otros sentidos y permite que los ojos hablen. Ese es el momento en que ellos dos se vuelven a encontrar, el mismo momento en el que los podemos encontrar todos los demás. Tiempo de parar un poco y ver lo que tenemos, lo que somos.

Fotografía: Damián Angulo

Sé qué es lo que sienten porque soy parte de ellos. Siento que tengo una memoria heredada. Y yo sí sé enumerar cada diferencia entre un lugar y el otro. Es como tener la responsabilidad de contar una historia familiar.

Noventa años después, sobreviven a la vida dos hombres. Son gemelos. Nacen en el campo y crecen juntos, uno de ellos migra a la ciudad, constituye una familia y una vida. Su hermano decide quedarse en el campo, se casa también, tiene familia y un terreno donde sembrar y cosechar. Pero, son iguales.

Esta es mi historia. De mis gemelos de 90 años que son un punto de inflexión en mi vida, y aunque poco o casi nada hablen, tienen el mundo en sus manos.

Estas fotografías son mi autorretrato, un documento familiar y un ojal de puerta a sus propias familias. Una pared blanca de un museo. Una pared que muestra el resultado de un proceso, historias intimistas que cada fotógrafo decide compartir con el mundo. Realmen-te no es nada superficial exponer. En esas paredes estamos todos colgados, estamos

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exhibiendo una parte de nuestras entrañas: fijaciones bizarras, enfermizas, traumas, miedos o alegrías; son nuestros procesos de pensamiento dispuestos en un lugar públicamente visible para que espectadores des-conocidos se acerquen y echen un vistazo adentro de nuestra cabeza. ¿Mi reflexión? Tengo una fijación con el espectador; en ese sentido, exponer, representa para mí, la liber-tad de mis ideas que salen disparadas con un simple detonante: los ojos de alguien. Son como esperma-tozoides, miles de ellos, que saltan de las fotografías y pueden llegar a generar vida, algunos de ellos, muy pocos; mientras la mayoría van a morir en la misma estructura, en objetos inertes, en ideas confusas. Pero en caso de generar vida, cuando logran entrar en la ca-beza o en los sentidos de alguien, el proceso químico es tan asombroso e inquietante, como la luz inicial de un parto. Y es ahí, cuando una chica se para al fren-

te de mis fotos, se queda aislada del mundo por un momento y comienza a llorar; olvida que está en una inauguración, en un museo; y simplemente da rienda suelta a su interpretación, a sus sentidos, borra a la gente y se sumerge. Esta fue una experiencia increíble. Me afectó porque me hizo dar cuenta de la magnitud de mi trabajo y al mismo tiempo de las posibilidades del instrumento en conjunción con las ideas. En ese momento mis fotos brillaron, se completaron y borraron la tristeza por la imposibilidad de tener en el museo a los pro-tagonistas de mi historia frente a frente, con lo que su nieto hizo.

El proceso ha concluido.

Junio de 2010

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CRÓNICA

Fotografía: Javier de la Cuadra « Somos muchos los que soñamos con realizar un viaje por la mayor cantidad de lugares nuevos para conocer y acercarnos a otras culturas y, por qué no, a nosotros mismos »

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« Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte. Hombres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginario »

El agárico, un viaje maravilloso

L. F. Céline.

Ángela María Blanco Nieto [9]

A lternativas de viaje existen por montones. Basta con ase-gurarse un par de tiquetes y ya está. El viajero ávido y a la expectativa de otros aires prepara su maleta y sus corotos

para abordar un bus, una flota, un avión —en el más cómodo de los casos—, un barco, un carro, una moto o una bicicleta si de aventura se trata. El viajante prevé su ruta y sus posibles escalas. Los destinos, aunque variados, resultan predecibles: calor o frío. De seguro irá al mar o al nevado, visitará a un familiar —un amigo— al que no ve hace mucho tiempo y con suerte pisará tierra extranjera. Mientras tanto y sin importar qué tan improvisada sea la marcha emprendida, el viajero intuirá la duración de su salida, el momento de su llegada, será un viaje más o menos calculado. Habrá fotografías de paisajes o monumentos, marcas en la piel, souvenirs y la nostalgia de regresar a casa por fin.

Viajar, como actividad recurrente, no tiene misterio alguno. Trae consigo las emociones propias del miedo o el nerviosismo exage-rado: como la alegría y la satisfacción. Sí, es una experiencia diga-mos única y con todas sus complicaciones hasta sorprendente. Pero, ¿qué tal sería viajar de una forma que pase por alto todas estas con-venciones? El lugar de arribo, las personas o cosas que serán acom-pañantes, las sensaciones y demás serán un completo enigma; un viaje en el que no sean necesarios ni tiquetes ni equipaje y, en el que hay un desplazamiento sin desplazamiento considerable del cuerpo, que no haya tiquetes, reservaciones, y —quién sabe— garantías de que quien se encamine sea el mismo que regrese. Con semejantes características no es difícil imaginar un viaje como el de los sueños: se cierran los ojos y una mezcla entre recuerdos e imaginación hace de las suyas, se inicia el viaje y ya está. Pero no. No se trata de un sueño, es decir, no del todo. Pues tan único como

[9] Estudiante de Literatura. Universidad Nacional de Colombia.

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el viaje de la escena onírica es el viaje de la introspección inducida. El viaje de la intoxicación con el agárico, llamado comúnmente hongo alucinógeno, es sin duda un viaje auténtico y misterioso. Producirá muchas más expectativas y ansias que un viaje normal, y cómo no, una de sus propiedades —la alucinación— le muestra a su viajero cosas, estados y formas que de ningún otro modo vería, tocaría, sentiría. Una experiencia mejorada y viva de lo que vemos cuando vamos a la cama.

No se trata de cualquier hongo, este es uno estercoloso o, en otras palabras, que brota de los desechos de un animal bastante común y noble: la vaca. ¿Sorprenden-te? Sus efectos y lo que ese pequeño hongo —de aspecto ocre y de tallo estrecho— provoca sí que son sorprendentes. Basta con un par de bocados y sus efectos no tardan en maravillar a quien los da: un chorro infinito de colores cae a borbotones ante sus ojos, entre mezclándose, danzando, las formas y los contornos se confun-den. Un ancho paisaje de luz y colores se abre ante el viajero que absorto contem-pla el gran espectáculo. El agárico con su pie alargado, sus laminillas que se encuentran bajo su sombrerito color marfil, es el tiquete a una región de espléndidos colores, a una ciudad desco-nocida y sin embargo muy familiar, muy agradable. El cuerpo contempla y no se mueve copiosamente, pues el movimiento y la agitación de afuera están adentro. La felicidad hecha colores la experimenta el alma, el espíritu. Si no responde a las convenciones establecidas del viaje común sí lo hace con otro tipo de convenciones: las ancestrales. Pues lo que quizá muchos no saben es que la ingesta desmesurada y contraproducente de hongos sagrados no es una práctica contemporánea como lo son otras sustancias psicoactivas ofrecidas en alguna fies-ta adolescente. Ni contemporánea ni mucho menos exclusiva de las regiones que hoy comprenderían El Nuevo Mundo[10]. Los pocos o nulos vestigios no suponen que el culto y la adoración al hongo no hayan estado presentes. La intoxicación era y es ritual, se hacía en ocasiones especiales. La tradición supone sus efectos como curativos, tranquilizantes y estimulantes. La alucinación es la comunicación directa con Dios pues el hongo es «la carne de Dios». Justo como nos lo cuenta la mitología azteca, el dios-hongo o Teonanacatl—quien brota de la tierra— es el encargado de conducir al viajero a lugares tan extravagantes como placenteros. Entonces se creía que el agárico tenía propiedades anunciadoras, y era fuente fiel de revelación: el agárico psilocybe por antonomasia símbolo de la alucinación. Todo esto puede resultar más creíble si se cita un argumento de autoridad. R. G. Wasson, un apasionado por los hongos o —como él mismo se denominaba: «micófilo»—, nos evidencia su viaje mágico:

[…] la ventaja de los hongos es que permite a muchos (si no a todos) el alcanzar este estado sin tener que sufrir las mortificaciones de Blake y de San Juan. Los hongos permiten atestiguar, más claramente de lo que nuestro ojo perecedero

[10] En Europa también se trata de un uso ancestral; de las tribus de Siberia, Tartaria y de los Urales. Claro está que no se trata ni de la misma especie ni del mismo género de hongo. Para ampliar información puede buscar: La seta de los locos.

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puede ver, cosas que van más allá del horizonte de esta vida; viajar hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, el ingreso en otros planos de existencia, e incluso (como dicen los indios), conocer a Dios… Todo lo que uno ve durante esa noche tiene una cualidad prístina: los paisajes, los edificios, las talladuras, los animales… se ven como si hubieran salido directamente del taller del Hacedor (1972a, p. 197-198).

El viaje con el hongo maravilloso se pasea en la consciencia del viaje-ro, cuando no es el mejor o el más extraño será el más inolvidable de los viajes. Un viaje en el que se sabe en qué momento comienza, no cuándo se acaba. Para qué horarios si la noción espacio temporal se extravía por completo. El agárico conducirá a su viajero —seguidor indígena o no— a profundidades que solo él mismo conoce, irá a su interior. Asimismo como puede llevarlo hasta ciudades floridas y paradisíacas, puede quizá arrastrarlo al infierno. La mitología maya explicaría, más exactamente Stephan Borhegyi (1961), quien nos deja la pregunta de por qué los nueve señores de Xibalbadel Popol-Vuh están íntimamente ligados a los ídolos de los hongos. Con todo y lo anterior, sabemos pues que del amplio abanico de formas de viajar, dar un paseo con los hongos resulta el más excén-trico y arriesgado. El más maravilloso:

Wasson emergió de lo que posteriormente calificó como un suce-so que despedazó lo más profundo de su alma, convencido de que los poderes mágicos que los indios habían atribuido desde tiempos antiguos a sus reverenciados hongos eran de hecho muy reales, y de que la química sola jamás podría dar cuenta completa de la ex-periencia de un misterio inefable, semejante a los de los griegos en la antigüedad, con la participación simultánea de todos los sen-tidos… «la persona que come hongos se suspende en el espacio; es un ojo desmembrado, invisible, incorpóreo, que ve pero no es visto; en verdad, él es lo cinco sentidos desmembrados, todos ellos entonados al máximo de sensibilidad y de la conciencia, todos ellos fusionándose el uno con el otro de la manera más extraña, hasta que, pasivo, por completo, se convierte en un receptor puro, infini-tamente delicado, de sensaciones». (p. 198)

Bibiografía

Furst, P. (1989). Alucinógenos y cultura. México: Fondo de Cultura Económica.

Graff, G. (1960). Los hongos extravagantes. Trad. R. S. Torroella; ilustración: Judith Bledsoe. Barcelona: Timun Mas, S.A.

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Animales: expedición al servicio de la guerra

Carlos Eduardo Melo Montaña [11]

Fotografía: Sin título 3. Damián Angulo. Dimensiones: 5335 x 3543 px. Técnica: Fotografía & revelado digital. 2010

[11] Estudiante de Filosofía. Universidad Nacional de Colombia.

Todos soñamos con viajar

Somos muchos los que soñamos con realizar un viaje por la mayor cantidad de lugares nuevos para conocer y acercarnos a otras cultu-ras y, por qué no, a nosotros mismos; o visitar lugares ya conocidos para regresar junto a alguien, para revivir o evocar otro momento. Quién no ha soñado con conocer las pirámides de Egipto o con ir a Grecia y visitar el Partenón, con ir a caminar la Muralla China y sentir su grandeza. Quién no ha querido ir a lugares cargados de la magia de la naturaleza —por lo menos nosotros que vivimos muy

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cerca de la línea del Ecuador— viajar a presenciar los cambios de estaciones. O cuántos habrían preferido no haber es-tado en ese lugar para no ser secuestra-dos y llevados a la fuerza a otro sitio. En este escrito hablaremos del viaje cuan-do se hace sin tener plena voluntad de realizarlo, pero no será sobre historias donde se enfrentan voluntades huma-nas solamente, sino que abordará la relación entre el ser humano y los ani-males, siendo estos últimos obligados a desplazarse al campo de batalla, para tomar partido en medio de una guerra que no justifica las vidas perdidas. Tan-to animales humanos como animales no humanos se marchan hacia donde se dan los enfrentamientos armados y trabajan en equipo para acabar con los animales del otro bando. Hay viajes que no son tan afortunados o deseados. Por ejemplo, para hacer referencia a una realidad muy dura y que nosotros en Colombia conocemos bien, podemos rememorar los secues-tros, o los desplazamientos producto de la violencia, e incluso los exilios que se deben hacer de manera inmediata o casi inmediata. En estos desafortunados casos, contrario a los que se nombraron anteriormente, no se puede elegir, no se puede planear, no se llega a disfrutar, son viajes que van en contra de nuestra voluntad. Y digo «nuestra» voluntad para hacer notar dos cosas: primero, para incluir a todos los humanos en esto, me incluyo y siento que cada uno de estos viajes forzosos nos afecta a to-dos; y segundo, para mostrar una dis-tinción y hacer saber que hay otros seres de los que no he hablado hasta ahora y que también se ven obligados a realizar viajes de manera forzada.

Los animales y su viaje a la muerte

Fotografía: Ambulance Dog. 1915. W. E. Mason. Dogs of all Nations

Ahora sí quiero hablar de ellos, de esos seres que no había incluido en los viajes. No tengo muchas bases o razones para poder decir si ellos tienen o no conciencia o si tienen capacidades de ejercer o no la voluntad, pero lo que me atrevo a decir es que como seres vivos merecen el derecho de llevar por sí mismos su vida. Sí, hablo de los animales, los hermanos mayores —o menores, no lo sé— pero hermanos, a final de cuentas. Que no tienen nuestra misma voz ni lenguaje para hacernos saber qué piensan sobre lo que les hemos hecho y lo que les hemos impuesto los «seres dotados de razón». Y quiero dirigir mis reflexiones —y las suyas de paso generoso lec-tor— hacia una de las épocas más dolorosas que hemos vivido en la Tierra y en la historia de la humanidad: las guerras mundiales. Tomo elementos tanto de la Primera como de la Segunda sin un orden cronológico y en ocasiones sin dar pistas o referir a cuál per-tenece, pues el propósito no es más que retratar lo que tuvieron que pasar los animales.

No bastó con que muchos humanos perdieran y desperdiciaran sus vidas en esa absurda batalla, sino que era necesario también desgra-ciar y arrastrar, por cobardía o sagacidad (depende el punto de vis-ta), a los animales. Y fueron muchos los que estuvieron obligados a participar en viajes hacia el campo de batalla —para inmiscuirse en la guerra— en camino hacia la muerte, haya sido para ir al cam-po de batalla o para ser usados en experimentos. Conocemos casos donde hubo empleo de palomas, halcones, gatos, perros, caballos, elefantes y hasta también focas, delfines, camellos, ratas, murciéla-

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gos, canarios e insectos; y algunos otros que no conozco o que no nombro aquí. Son bastantes animales los que se han usado con fi-nes bélicos lo sé, pero solo me quiero centrar en este escrito en una parte de la historia del viaje hacia su final casi sentenciado, de dos de estos nobles seres. Ellos son: las palomas y los perros.

Las palomas ¿primeras en dirigir misiles?

La función principal que tenían las palomas era la de llevar men-sajes de una base a otra, para que los mensajes por radio no fueran interceptados por los ejércitos enemigos o cuando se averiaba el telégrafo. Eran palomas mensajeras, pero además de esto también fueron entrenadas para ser los primeros «misiles dirigidos», a los que luego de un entrenamiento se les podía encargar la labor de guiar dónde debía estallar la carga. Pero vamos por partes, primero hablaré de la función de mensajeras.

Fotografía: Avro Lancaster pigeons. 1942. Royal Air Force official photographer

En esta función, más honorable que la otra, no estaban exentas del peligro, debían atravesar toda la longitud del campo de batalla y du-rante el vuelo podían ser atacadas o alcanzadas por balas del ejército cuando abrían fuego contra ellas para que los mensajes no llegaran a su destino, o por los halcones peregrino entrenados para detenerlas en pleno vuelo. Las palomas mensajeras —lejos de lo que puede lle-gar a creerse—, no son animales entrenados para llevar mensajes de un lugar indeterminado a otro. No, no se les puede indicar un pun-to al que tienen que ir para que luego así lo hagan. Lo que sucede

es que ellas tienden a regresar al lugar donde nacieron, al nido o al palomar donde han sido criadas. De esa manera se desarrolla la labor de estos increíbles animales. Esta era la forma en que cumplían su misión las palomas: tras nacer en un palomar-base militar eran llevadas por los soldados al campo de batalla, y cuando requerían transmitir un men-saje a la base sin que fuera interceptado o cuando los equipos de comunicación fallaban, pues entraban en acción los «soldados» alados. «Una paloma con buen entrenamiento y en óptimas con-diciones meteorológicas puede cubrir cerca de mil kilómetros sin perderse y recorrer hasta ochenta kilómetros en una hora»(Samper, 2013, §.4). Se sabe del caso en que una paloma recorrió treinta y dos kilómetros en veinte mi-nutos y otra que voló durante cinco ho-ras para cumplir su objetivo. Pero entre sus trabajos no solo debían llevar datos de vital importancia hacia la base, tam-bién se contó con palomas de pocas capacidades que al no poder llegar a su palomar natal buscaban otro más cer-cano, llegando a la base enemiga —de forma prevista— y, por lo tanto, con ellas se enviaban de regreso mensajes que tenían datos falsos con la intención de engañar al enemigo. Por otro lado, no fue suficiente para los militares delegar estas riesgosas funciones a las palomas, sino que en-contraron para ellas una labor más, una en donde la vida de estos animales estaba realmente en juego. El objetivo en esta ocasión era que un misil llegara a un destino prefijado y determinado,

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pero la tecnología de hace sesenta años, más o menos, no estaba a ese nivel de desarrollo, así que se pensó en animales que guiaran estos objetos. El proyecto, Project Pigeon, luego llamado Porject Orcon (organic control), fue desarrollado por Estados Unidos duran-te la Segunda Guerra Mundial y en cabeza de Burrhus Frederic Skinner — ¡vaya casualidad!—, un psicólo-go estadounidense que defendió y trabajó en el con-ductismo. ¡Atención! No tengo datos que confirmen que las palomas que guiaban misiles fueron usadas realmente y de haberlos hay que sospechar de su vera-cidad. Lo digo porque sé que un hombre cegado por el poder —o por la promesa de este— haría lo que fuera. Quedo con la duda y la siembro en el lector. Con este proyecto pretendían guiar un misil a un objetivo deseado, así que tuvieron que modificar-los ampliando la parte delantera de este que ahora tendría un espacio para introducir la paloma. En su interior contaba con una pantalla en la parte frontal que le permitiría a la paloma seleccionar el objetivo y así dirigir el rumbo del arma. Estas pantallas esta-ban conectadas al control de vuelo, en donde se veía una imagen y si se presionaba sobre esta hacia allí, se movería el misil. La labor de la paloma que dejaban dentro era picotear sobre una imagen —estaba con-dicionada a conseguir alimento de esta manera— que aparecía en la pantalla determinando así la dirección del arma, que cuando hacía contacto con el blanco detonaba la carga explosiva. Skinner con el método de condicionamiento clásico (de Pavlov) modificó el comportamiento de las palomas para que llevaran a cabo esta terrible misión. El proyecto se canceló en 1944 porque el gobierno lo creía poco serio a pesar de su alta efectividad en los entrenamientos. Se retomó en 1948, pero volvió a cancelarse en 1953 porque se empezaron a usar sistemas electrónicos para guiar los misiles.

Algunas palomas, en todas estas travesías que pasa-ron, tuvieron la fortuna de regresar de la guerra y ter-minar su vida de forma apacible, pero fueron muchas las que murieron en la batalla.

El «mejor amigo» del perro lo ha sido solo por conveniencia

Fotografía: Marine war dogs. 1943. T.Sgt. J. Sarno

Ahora es momento de presentar a los perros. Estos seres que fueron usados en la guerra en distintas ma-neras: como vigías, paracaidistas, mensajeros, perros de trineos, detectores de explosivos y tropas enemi-gas, rescatistas y, lo más absurdo y cruel, como perros antitanque. Esta última forma mencionada sí es un viaje hacia la muerte, en el que cualquiera —o la ma-yoría— se rehusaría a participar.

Ellos cumplían la misión en contra de su voluntad, o con su voluntad doblegada, por medio del condi-cionamiento clásico de Pavlov, que es un aprendizaje de asociación en donde se establece una relación de dependencia entre dos estímulos para conseguir una reacción. Ambos estímulos se relacionan, buscando que luego con la presencia de uno solo se produzca la respuesta que provoca el encuentro de los dos. Refe-riré un ejemplo para que sea más claro. Una respuesta natural de los perros es que al contacto con la comida empiezan a salivar, pero Pavlov logró que salivaran

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sin la comida. Hacía sonar una campana (estímulo 1) antes de presentar la comida (estímulo 2), y cuando se le daba esta al perro, iniciaba la salivación (respuesta). Luego de un tiempo solo con el sonido de la campana el perro empezaba a salivar. Miremos algunas de las labores que llevaron a cabo los perros antes de hablar de su labor de antitanque. Los perros se usaron como mensajeros llevando reca-dos de una base a otra en pleno combate o sin este, porque había lugares de difícil acceso para vehículos y que podían constituir tareas peligrosas para los sol-dados —como si para los perros no lo fuera—. Por eso vieron en estos animales una buena oportunidad para que los mensajes llegaran rápido (cuando llega-ban), porque eran muchos los riesgos que se corrían al tratar de atravesar el campo de batalla: los ataques enemigos, los gases, las trampas, misiles que caían del cielo, las minas y tantos otros riesgos a los que se ex-ponían al empezar el desplazamiento para dar a co-nocer un mensaje. También fueron rescatistas, gracias a su gran olfato. En medio de tantos olores: pólvora, tierra removida y sangre, gases y quién sabe qué cosas más, ellos iban en busca de sus compañeros, a los cuales en ocasiones ha-bía que intervenir quirúrgicamente para, por lo me-nos, salvarles la vida; en otros casos ya era demasiado tarde el momento del encuentro. Podría seguir citan-do las labores de estos buenos «amigos del hombre» que no reciben todo lo que dan, pero debemos ir ter-minando con este escrito, así que veamos un poco de los perros antitanque. ¿Qué es esto de perros antitanque? Bueno, fue un método, un arma, que los soviéticos desarrollaron alrededor de 1941 cuando notaron que los alemanes avanzaban sin problemas gracias a sus poderosos ca-rros tanque que en la avanzada iban destruyendo sus resistencias. De algún modo debían detenerlos para no ser sometidos. Luego de indagar, descubrieron que una de las partes vulnerables de dichos vehícu-los se encontraba en la parte baja, supieron que ahí debían atacar. ¿Quién sería el primer valeroso solda-

do en ir, en pleno cruce de fuego, voluntariamente a poner un maletín con explosivos bajo un tanque, o en su trayectoria, para detenerlo? No sé si haya habido alguno humano, no conozco datos sobre esto, pero sí tenían algunos perros que podrían cumplir esta labor. Es aquí cuando se empieza a gestar la idea de ponerlos en la función de ir a morir bajo un tanque. Lo primero que hicieron con los perros fue entrenar-los para que fueran cerca a los tanques con una carga explosiva en un bolso que llevaban en el hocico y que la soltarían dejándola en el suelo para que estallara bajo el vehículo. Este método no fue lo suficiente-mente efectivo porque no cumplían siempre el ob-jetivo previsto, así que luego de buscar soluciones a estos errores y de estudiar las nuevas posibilidades... lo modificaron. ¡Ahora el perro se metería bajo el tan-que con una carga explosiva atada a ambos lados de su lomo para ser detonada al contacto con el vehículo! El funcionamiento de este artefacto consistía en que el canino llevaba una vara de madera de forma casi vertical en la parte más alta de la espalda que al tocar el vehículo se rompía, lo cual hacia detonar la carga explosiva que estallaba junto con el animal que moría. La forma de entrenarlos nuevamente fue por el mé-todo de condicionamiento clásico de Pavlov. Esta actividad empezaba por poner el alimento bajo los tanques encendidos, para que se fueran adaptando al sonido y meterse bajo el vehículo. Luego de hacerles saber que en ese lugar iba a estar el alimento y, luego de que los perros se habituaron, dejaban los perros un par de días antes de los enfrentamientos sin comida, garantizando con eso que al momento de ver un tan-que enemigo en la batalla, los perros irían corriendo bajo este para saciar su apetito, aunque lo único que encontrarían sería su destrucción.

Apreciaciones finales

La verdad, hablar de esto tan fuerte no es fácil y más al complementarlo con la cantidad de imágenes que hay sobre estos casos de abuso en la voluntad de los animales, o en el ejercicio de decidir por ellos. Hasta

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tal punto de insensatez es capaz de llegar el ser humano, demostrando una de sus características fundamentales: «la racionalidad».

No sé bien cómo algunos animales aún confían en los humanos des-pués de tanto daño que se les hace, ya sea experimentando con ellos, ya sea matándolos para «alimentar» a algunos, asesinándolos en la caza por entretenimiento de unos pocos, asesinándolos por sus pie-les o por partes de su cuerpo para hacer elementos que, en ocasiones, ni se usarán, o para tener un negocio con el tráfico de sus vidas o en la guerra como ya vimos. Sé, desde la experiencia, que algunas aves son precavidas cuando se les acerca un humano, pienso por ejemplo en las palomas torcazas, que cuando ven la cercanía del ser humano emprenden el vuelo para mejor ir a posarse en otro lugar. ¿Cómo puede el ser humano confiar en sí mismo luego del daño que (se) hace? ¿Qué es eso por lo que puede y vale la pena volver a creer en esos seres tan desgraciados?Saber que se puede moldear el comportamiento de los animales y realizarlo para procurarse el propio «bienestar» sin importar que eso sea nada significativo realmente y, además, acabar con la vida del otro sin tener en cuenta esa voluntad que tiene y le permite indagar por la realización de una acción o no. El ser humano no tiene el derecho de pasar por encima del otro y mucho menos el de decidir por alguien más en donde entra en juego algo tan importante como el vivir. Son tan nobles y valientes los animales que le entregan hasta su vida a los seres humanos, aunque ni siquiera estos sepan hacia dónde van. Me queda una pregunta más: ¿Y nosotros qué tan con-dicionados estaremos?

Referencias bibliográficas

Samper, D. Cuando las palomas van a la guerra. Recuperado el 10 de diciembre de 2013 de: http://www.revistacredencial.com/credencial/content/cuando-las-palomas-van-la-guerra

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ESPACIO Y TIEMPO

Fotografía: Transmilenio. Javier de la Cuadra

«...¿qué podría impedirme que me volviera un sicópata del tiempo, si es que el viaje al pasado realmente fuera posible? »

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«The distinction between past, present and future is only an illusion, however persistent.»Palabras de Albert Einstein en una carta a Michele Angelo Besso, 21 de Marzo de 1955.

Viajando a través del tiempo Jorge Sanabria [12]

Imagen: Galaxia espiral barrada, NGC 1300, constelación de Erídano. http://hubblesite.org/newscenter/archive/releases/2005/01/image/a/. Su luz viaja a través del espacio-tiempo y nos llega luego de 69 millones de años. No podemos saber cómo es actualmente, está bastante lejos en el tiempo y el espacio.

Un continuo amanecer

Siete de julio, día de mi cumpleaños. Aún con algo de sueño logro sentir la luz del sol en mi ventana, observo mi reloj y son las siete de la mañana. Me levanto y me preparo un café, luego pasan muchas cosas durante el día, entre ellas una gran celebración por mis treinta años de edad, en la noche me acuesto de nuevo en mi cama y vuelvo a dormir. Cuando despierto de nuevo, aún con algo de sueño, logro sentir la luz del sol en mi ventana, observo mi reloj y son las siete de la maña-na. Entonces me levanto y me preparo un café. Por un momento me siento confundido, hay algo raro en el ambiente, siento un déjà vu, no sé si es siete u ocho de julio. Es decir, ¿cómo puedo saber si aquel día de ayer fue tan solo un sueño o fue real?

Por si las dudas, enciendo la televisión y allí esta, ¡es siete de julio, todo fue un sueño! Pero, y ¿qué tal si no fue un sueño?, ¿cómo pue-

[12] Estudiante de Física, Universidad Nacional de Colombia.

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do estar seguro de que, en alguna extraña forma, cuando estuve durmiendo, no viajé al pasado un día antes para cumplir de nuevo treinta años de edad? Decido no complicarme la vida pensado en ello. Sin embargo, este día transcurre tal como soñé que pasaría. Estoy muy extrañado, aún así en la noche me acuesto de nuevo en mi cama y vuelvo a dormir.

Cuando despierto todavía tengo algo de sueño, pero logro sentir la luz del sol en mi ventana, así que observo mi reloj y resulta que son las siete de la mañana, me levanto y preparo un café. ¡Hoy es ocho de julio! exclamo dentro de mí y sonrío, en seguida enciendo mi televisor para ver las noticias. ¿Qué pasa? ¿Otra vez es siete de julio? ¡Imposible! De modo que reviso mi teléfono, el periódico, Internet, en todas partes, pero la respuesta es la misma: ¡nuevamente es siete de julio! Todos se alegran por mí, ¡he cumplido treinta años! Pasa el día y todo es igual que ayer y que hace dos días. Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Acaso todo fue un largo y raro sueño o cómo puedo estar seguro de que, en alguna extraña forma, cuando estuve durmiendo no viajé al pasado un día antes para cumplir de nuevo treinta años de edad? Viajando al pasado

Fotografía: Observatorio del Desierto de la Tatacoa, Huila, Colombia. Camilo Zambrano

Si en unos cuantos años viajara en el tiempo algunas décadas al pasado, y como locura científica comprara un arma, buscara a mi abuelo en su juventud antes de haber engendrado vida alguna y lo matara, entonces mi padre y yo nunca habría-mos nacido. Nunca habría podido abordar una máquina del tiempo al pasado y

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por consiguiente tampoco matar a mi abuelo, ni estar escribiendo esto. Pero todo ello se supone ocurrió, así que ¿cómo es posible?

A esta corta, dramática e hipotética historia mental, relatada por tantos autores y de múltiples maneras, se le conoce como la «paradoja del abuelo»[13] y para mu-chos representa una prueba en contra de la posibilidad real de un viaje al pasado. Pues ¿qué podría impedirme que me volviera un sicópata del tiempo, si es que el viaje al pasado realmente fuera posible?

En contra de esta paradoja, existen soluciones teóricas interesantes. Los libros de ciencia ficción arrojan algunas luces al respecto. Encontramos historias donde la línea del tiempo se cuida a sí misma. Un robot que viaja al pasado para evitar el apocalipsis robótico se frustra en su tarea porque alguien adquiere su tecnología y gracias a ella se crea el apocalipsis robótico. Un hombre que construye una má-quina del tiempo para salvar la vida de su amada en el pasado, siempre que regresa al presente ella ha vuelto a morir, por lo que sigue volviendo al pasado para sal-varla; de vivir ella nunca hubiera construido la máquina del tiempo. Estas y mu-chas otras historias son un ejemplo de una posibilidad teórica donde la línea del tiempo permanece inalterable, aun cuando creemos que la estamos modificando. ¡Como una forma de la naturaleza de dar consistencia a algo inconsistente!

Esto parece atraparnos, dejarnos algo aburridos quizás, ¿desalentarnos tal vez? En realidad no, todo lo contrario; la mente humana no puede quedarse inmóvil ante un asunto tan inquietante. Hay multitud de teorías al respecto, unas más famosas o creíbles que otras, pero alguna de ellas, en algún momento, ¡arrojará una solución! ¿Que cómo lo sé? Solo digamos que soy un viajero del tiempo y les estoy contando todo esto a manera de chisme. Es decir, así como alguien puede estar tan loco para viajar al pasado y matar a su abuelo, ¡no falta el viajero del tiempo al que solo le importa el chisme! Está bien, solo bromeo, no soy bueno bromeando. Al fin de cuentas, el ser humano solo hace divagaciones basado en teorías que pueden estar o no cercanas a la realidad.

Sin embargo, cualquier cosa sería posible, hasta la más grande locura, desde los usos más grandiosos hasta los más absurdos, si algún día el ser humano logra hacer posible el viaje en el tiempo hacia el pasado. Habría historiadores que úni-camente viajarían para asegurarse de relatar muy bien los acontecimientos más importantes; los actores, que volverían a conocer muy bien cada personaje para, a su regreso, interpretarlo sin equivocaciones; los artistas, que viajarían a dibujar a la bella Cleopatra en sus años más gloriosos; los políticos, que regresarían a su época de niñez para cambiar su forma de ver el mundo; los sicópatas, que matarían a sus abuelos, los chismosos como yo y quién sabe cuántos más que harán de este mundo algo tan loco que ni yo, en mi inmensa locura, puedo llegar a predecir.

[13] También llamada paradoja del viaje en el tiempo, acuñada probablemente por primera vez por René Barjavel en su novela Le voyageur imprudent. Semanario francés Je suis partout, 1943.

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Viajando al futuro

Veintisiete de noviembre de 2030, un par de gemelos en idénticas condiciones nacen completamente sanos y sin ninguna particularidad más allá de la usual. Con el tiempo ambos crecen, estudian y hacen sus vidas. Carlos, con un gran placer por la fotografía y Luis, un dedicado astronauta.

Es el año 2050. La misión: viajar al planeta habitable más cercano a la tierra, a una distancia de 20 años luz, justo la necesaria para ser observado por los satélites terrestres. Carlos está dedicado a fotografiar modelos y tiene una vida bastante particular, mientras tanto su dedicado hermano Luis emprende un viaje a las afue-ras del Sistema Solar. El viaje para Luis tarda 13 años ida y vuelta, se desplaza a una rapidez promedio de 0,95 veces la de la luz en el vacío y tan solo tarda unos pocos días en el extraño planeta cuando la nostalgia de su planeta natal le obliga a volver.

Al regresar, Luis tiene treinta y tres años y extraña las hamburguesas, mientras que su hermano Carlos está pensionado por su trabajo en un famoso diario y es reco-nocido por sus grandes contribuciones al periodismo y, por cierto, está próximo a cumplir sus sesenta y dos años de edad. Aun así, Carlos desempolva su antigua cámara fotográfica para tomar una histórica fotografía: un par de gemelos que a pesar de haber nacido el mismo día y en el mismo lugar, para entonces se llevan vein-tinueve años de edad. Mientras Luis, todavía joven, es bastante apetecido por el sexo opuesto, entre otras cosas por ser el primer astronauta en viajar fuera del Sistema Solar, Carlos, envejecido, hace mucho tiempo tiene un hogar y una esposa que junto con él ha vivido una vida larga y plena. ¡Luis ha viajado casi treinta años al futuro!

La teoría de la relatividad atribuye este efecto a la aceleración; sin embargo, aparente-mente desde el punto de vista de cada uno, es el otro quien acelera mientras que uno de ellos está en reposo. Entonces, ¿porqué Carlos envejece y Luis no lo hace tanto?

A esta interesante historia, la cual puede ser contada de múltiples maneras y con diferentes distancias y tiempos, hoy se le conoce como la paradoja de los gemelos[14] y es un muy bello ejemplo del viaje al futuro, bajo las leyes actuales de la física.

Según Einstein, es aquel que experimenta la fuerza el que permanece más joven, en este caso la fuerza de la nave que acelera a Luis hacia el espacio y luego en su aventura de regreso; mientras que Carlos en ningún caso logra sentir fuerza alguna en la Tierra, debido al viaje de su hermano. En realidad, si prestamos atención, ¡no existe paradoja alguna!

Nuestra historia es una realidad teórica: realidad, porque estamos seguros hoy día de los cambios en las medidas del tiempo, realizadas por dos observadores en las condiciones descritas anteriormente; teórica porque actualmente no poseemos la tecnología suficiente para realizar un viaje de esta naturaleza y acelerar una nave

[14] También llamada paradoja de los relojes, fue propuesta por Albert Einstein en su desarrollo de la teoría de la relatividad especial.

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a una rapidez cercana a la de la luz en el espacio vacío. Pero tal vez para el año 2050 Carlos y Luis hagan la diferencia.

Ahora, eso no quiere decir que el viaje en el tiempo hacia el futuro sea una imposibilidad práctica en la actualidad, para nada es así. En realidad hoy todos somos viajeros del tiempo, cuando subimos a un bus, montamos en un avión, incluso cuando caminamos. La dife-rencia está en la cantidad, en el intervalo de tiempo. A mayor rapi-dez del viaje, mayor será la diferencia en el intervalo de tiempo con respecto a un observador en reposo. Actualmente se han medido va-lores significativos en relojes atómicos empleados en experimentos, realizados[15] por ejemplo, mediante viajes en aviones supersónicos a grandes distancias; no lo suficientemente significativos para que los podamos sentir a simple vista, pero sí lo suficiente para estar seguros de que algún día una situación como la de Carlos y Luis pueda ha-cerse demostrable. La teoría de la relatividad y el viaje en el tiempo hacia el futuro son hoy en día una realidad.

¿Por qué viajar en el tiempo?

¿Quién hay entre los hombres y mujeres de este mundo que no haya soñado alguna vez con el viaje en el tiempo? Vivir de nue-vo aquel instante tan memorable, compartir de nuevo con aquella persona que ya no está, conocer en vivo a aquellos humanos que cambiaron el mundo para siempre, viajar al futuro y conocer las maravillas tecnológicas que de otro modo nunca conoceremos, conocer el principio y el fin de la Tierra o del mismo Universo, reparar los errores de la vida, decir aquello que nunca se dijo, vivir aquello que nunca se vivió, amar a aquella persona que rechazamos y que ahora extrañamos, alejarnos de aquella que nos hizo tanto daño, conocer si esta vida que ahora tenemos y si las decisiones que ahora tomamos son realmente las correctas… Poseer aquel domi-nio del tiempo, el conocimiento de todo lo que es, ha sido y será alguna vez. Tanto poder tendríamos como cuando se escribe un libro, el de escribir y borrar a nuestro antojo todas sus partes, hasta el más mínimo detalle.

Tal vez Dios sea un viajero del tiempo, con un gran libro abierto, y escribe nuestras historias una por una, hasta los más pequeños detalles. No lo sé, pero nosotros los humanos, interesados en la ciencia, en nuestra continua búsqueda de la verdad, no queremos detenernos. Anhelamos encontrar a Dios algún día, aquí o en algún otro tiempo del pasado, presente o futuro y escribir junto con Él la historia del universo.

[15] Experimento de Hafele y Keating. J.C. Hafele and R. E. Keating, Science 177, 166 (1972). Ver: http://hyperphysics.phy-astr.gsu.edu/hbasees/relativ/airtim.html

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El último viaje Carlos Santiago Amezquita Villamizar [18]

L os astros son difusos, sólidos apenas en apariencia. Afuera, en el Universo, el cuerpo no es solo la única frontera sino que se convierte en nave, en recipiente de una mente inca-

paz de tocar, pues aunque rodeado de puntos de luz que salpican la oscuridad, jamás podrá sostener en sus manos los cuerpos celestes que se le presentan. Finalmente, cuando el hombre pise suelo de otros planetas, de satélites naturales, o incluso cuando se sumerja en gigantescas concentraciones de gases, en la paradoja de planetas sin piso donde asentarse, ya no estaremos en el espacio exterior, lo que toquemos será parte de un adentro cualquiera. Estar flotando en la inmensidad de ese afuera infinito, en el universo profundo, significa la condena a estar atrapados dentro de nosotros mismos en un ex-tremo que ni la psicología ni la filosofía pueden imaginar todavía.

«La radiación cósmica galáctica representa una amenaza importan-te para los futuros astronautas» (Cherry, 2012), advirtió Michael Kerry O’Banion, profesor de la Universidad de Rochester, cuando se analizaron las posibles consecuencias de un viaje a Marte. Partí-culas cargadas de energía que viajan a velocidades casi tan grandes como la de la luz recorren el Universo estrellándose con cualquier objeto que se cruce por su camino, atravesando cualquier superficie que no sea lo suficientemente densa como para contrarrestarlas. La magnetósfera (el campo magnético que rodea a la Tierra) y la at-mósfera de la Tierra son una de esas superficies capaces de salvarnos de las cascadas de radiación cósmica que cada segundo atracan en nuestras fronteras. En condiciones normales, partículas radiactivas con una cantidad de energía menor a un límite máximo llamado energía de corte magnético son absorbidas por la magnetósfera, si-guiendo la corriente de energía que va de Polo Norte a Polo Sur para luego abandonar la Tierra y continuar con su viaje a través del espa-

[18] Estudiante de Cine y Televisión. Universidad Nacional de Colombia.

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cio. Sin embargo, si la energía de las partículas es su-perior al límite, atraviesan la magnetósfera solo para ser rechazadas por las capas superiores de la atmós-fera terrestre. Pocas partículas de radiación cósmica galáctica logran ingresar al planeta gracias a estos dos poderosos escudos. En el espacio exterior no conta-remos con ninguna de estas protecciones, seremos cobijados únicamente por nuestro cuerpo y nuestro vehículo de transporte interestelar. Lamentablemen-te ni la piel humana ni el metal de una nave espacial pueden sobrevivir al bombardeo de partículas.

Tiempos muy largos de exposición al espacio exterior pueden significar sucumbir ante unas condiciones para las que no estamos preparados. Esto provocaría degeneración en las neuronas y en el proceso de si-napsis en puntos muy específicos del cerebro, parti-cularmente aquellos relacionados con la memoria, es decir, que puede causar Alzheimer. Eso significa que si viajamos a otro planeta probablemente no recor-daremos de dónde venimos ni por qué estamos allí. Pero a pesar de que no recordemos nuestro presente ni nuestro pasado más próximo, la sombra de la me-moria desembarcará con nosotros en tierras foráneas. Presencias misteriosas, figuras difusas aparecerán frente a nosotros, nos contarán historias mágicas y oscuras de lugares más lejanos que cualquier estrella, nos hablarán de la remota imagen de alguna calle per-dida en una ciudad naranja. El miedo, la muerte, el amor, todas las rupturas vendrán de vez en cuando como un espejismo, jaladas por cientos de ángeles, niños y hombres con chaquetas de paño o pantalo-nes oscuros. Cuando la pérdida de la memoria llegue, será la memoria el más cruel de los castigos. Todo aquel que haya conocido a una persona que sufra la enfermedad de Alzheimer sabrá entender a lo que me refiero. El delirio constante, los fantasmas que llegan con la promesa del descanso o de una vida perdida se funden con la realidad, dejando al sujeto a merced de sus experiencias sin posibilidad de aprendizaje ni reflexión, limpios de poesía o ciencia. De vez en cuando las descargas eléctricas encuentran su destino y se puede sospechar que quizás nada de lo que se ha

vivido es real, la enfermedad se anuncia a sí misma mientras destruye su propio rastro. En este mundo de sueños se crearán los nuevos vesti-gios de la humanidad y cada hombre, cada mujer, cada oleada de nuevos colonos descubrirá los rastros de vida inteligente, formas de arte insospechadas, y cree-rán (porque tampoco podrán recordar) que acaban de nacer. ¿Qué clase de mundo será el nuevo mundo? Una fantasía chamánica donde ancestros, viejos dio-ses esperarán en el umbral preparados para enseñar-les a los viajeros la imagen vaga de una urbe llamada Bogotá o Estambul, en donde otros que eran como ellos florecieron alguna vez. ¿No será el tormento de estas visiones motor para querer construir naves espa-ciales que los puedan llevar a esa Tierra lejana donde los dioses tendrán forma física y no serán nunca más solo voces en el aire? ¿Se esconderá acaso detrás de estas especulaciones el origen de la vida humana? La caída de la carroza tirada por corceles voladores quizás sea el desembarco de una nave nodriza que en el pasado nos trajo sin pista alguna del camino. Lo más probable es que generaciones antiquísimas tu-viesen recuerdos más claros acerca de la llegada del hombre a la Tierra. Ha sido el paso del tiempo el que ha convertido esta duda en método, en ciencia y arte, en religión y razón. No obstante, la naturaleza del delirio se mantiene enraizada en la experiencia humana. Astronautas contemporáneos afirman sufrir ocasionalmente difi-cultades cognitivas, dicen no tener noción de cuánto tiempo ha pasado desde que estuvieron allí, al otro lado de la conciencia del presente, del tiempo. Qui-zás, estos astronautas sean como nuestros padres, se-res primarios que han visto colores impronunciables y ahora están sumidos en un mundo nuevo, en su ho-gar, junto a sus hijos tratando de comprender cómo funciona un tenedor o quién diablos es esa figura que les acaricia la cabeza. La atmósfera ya no podrá curar sus heridas. Volver al planeta Tierra no significa salva-ción alguna. En principio, no sabemos cuántas veces hemos estado aquí.

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En todo caso, podemos preguntarnos si es posible sobrevivir sin memoria; lo más probable es que no, pues esto destruiría las relaciones sociales, esenciales para la supervivencia. Sobre todo porque la enfer-medad de Alzheimer normalmente culmina con el aislamiento y la introspección. Sin embargo, el pro-ceso de esta enfermedad suele tardar unos siete años en destruir el cerebro del paciente, tiempo suficiente para llegar a Marte o incluso a otro planeta cercano, tiempo suficiente también para la reproducción, que podría salvaguardar el futuro de la humanidad. Es un hecho que la nueva progenie (o al menos un porcen-taje) traería en sus genes la enfermedad y la trasmitiría a lo largo de las generaciones hasta que la evolución la elimine o al menos la transforme. Esto, por supues-to, no garantiza la aniquilación de la especie sino que ofrece un panorama al menos optimista sobre el viaje espacial con todos sus riesgos. Además, trae consigo otra posibilidad igualmente poética. Los nuevos individuos recibirán de sus padres una educación plagada de delirios y de historias erráticas que a fuerza de curiosidad y desesperación configu-rarán un relato, una Historia. De esta manera, es po-sible que los mayores se posicionen como videntes, creadores de nexos con aquello que sientan que pueda explicar el motor que ha llevado al ser humano a ocu-par un mundo, o en dado caso, por qué su mundo es un vehículo que navega el espacio, cuál es su destino y cuál es su origen.

Seguramente estos delirios devendrán en institucio-nes y establecerán un sistema organizacional. ¿No es acaso eso lo que cuenta la Historia de la humanidad en la Tierra? ¿No es el totemismo o la religión pre-cisamente eso, una estructura basada en visiones y comunión con las mismas? Eventualmente la ciencia reorganizará estas visiones y las descompondrá en es-quemas materiales capaces de ser asimilados de forma más práctica. Aun así, la mitificación de la ciencia tie-ne el rastro de la magia y puede fácilmente fusionarse con el deseo de explicar las antiguas visiones fantás-ticamente. Un ejemplo es la actual sobreinterpreta-

ción popular de la mecánica cuántica atribuyéndole características metafísicas es una evidencia poderosa del deseo de mantener vigente al mito por encima de cualquier otra estructura o explicación. Ya muchos se han preguntado qué busca el hombre en las estrellas, ¿qué es lo que esperamos encontrar en otros planetas?, ¿vida inteligente?, ¿a nuestros crea-dores? Otros han repetido insistentemente que la sensación de soledad es una cualidad intrínseca de la humanidad y que el deseo de encontrar a otros po-bladores del Universo pretende sanarla. Nos hemos sentido perdidos en la inmensidad, flotando en una gigantesca roca, sin respuestas y llenos de preguntas, sin la certeza de la pertenencia ni del hogar.

Dentro de estas preguntas, siendo foráneo en esta ciudad en la que hoy escribo, recuerdo mi casa, a mi familia y a los lugares que alguna vez conocí. Pero el tiempo lejos de ellos también me ha hecho olvidar los pequeños detalles e incluso los grandes, dentro de mí yacen imágenes como fotografías que se difu-minan y de muchas de las cuales puedo dar fe solo por la fe misma. No encuentro ya muchas maneras de comprobar que lo que sé es genuinamente real. In-cluso en las ocasiones en que he regresado a los míos, en esa pequeña ciudad en la cual nací, no he podido confirmar ciertas especulaciones porque el mundo ha cambiado y yo también. No creo que eso me convier-ta en un enfermo, no necesariamente he de tener Al-zheimer pero me permite sentir cuán volátil es la me-moria. La misma intranquilidad que produce revisar los libros de historia y encontrar baches insalvables en la documentación. La terrible certeza de no poder revivir el momento en el que nací o los primeros años de mi vida. Una metáfora maravillosa que plantea la posibilidad de que nosotros como especie tampoco podamos saber cuál fue nuestro primer día aquí. Pero así como yo no puedo saberlo, siempre se mantendrá el deseo de regresar a ese lugar al que pertenecí pri-mero, aunque no recuerde el camino encontraré los medios para hacerlo y cuando esté allá, con el tiempo me iré nuevamente. No necesariamente estoy conde-

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nado a un ciclo infinito pero tal vez mis hermanos sí lo están, al igual que mis congéneres que quieren, por la más absurda necesidad introspectiva, por la más poderosa y aplastante de las visiones místicas, revivir su último viaje a las estrellas.

Referencias bibliográficas

Cherry JD, Liu B, Frost JL, Lemere CA, Williams JP, et al. (2012).Galactic Cosmic Radiation Leads to Cognitive Impairment and Increased Aβ Plaque Accumulation in a Mouse Model of Alzheimer’s Disease. PLoS ONE 7(12). Recuperado en 2013 de: http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0053275

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¿Viaje sin retorno?: regreso de la muerte y experiencia cercana a la muerte

Alejandra Guarín Téllez [19]

La muerte, por tratarse del destino seguro y final del ser hu-mano, despierta reverencia y temor. Cada cultura ha confi-gurado rituales y figuras mortuorias propias, con el fin de

conjurar el miedo y establecer distinciones precisas entre el mundo de los vivos y los muertos. Sin embargo, la frontera pareciera ser más borrosa. Algunos se escapan a las leyes biológicas y vuelven, a pe-sar de las configuraciones sociales y rituales culturales que quieren mantener dicha división.

Una somera revisión de la literatura existente hace pensar que este regreso de aquel viaje sin retorno es una experiencia más bien excep-cional, reservado a personas con algún talento especial, deidades o que llevaron una vida caracterizada por el buen actuar. La eternidad ultraterrena ha sido inquietud que ha perseguido al hombre desde siempre. Así, abundan testimonios de personas que tras haber ex-perimentado la muerte prontamente vuelven a la vida, con relatos parecidos y sobrecogedores sobre lo que esperaría al hombre tras el fin de su existencia física.

Muerte, cosmogonía y literatura

En muchas mitologías es posible encontrar alusiones al mundo de los fallecidos y a las deidades que dirigen el tránsito de los mortales entre el plano de la vida y la muerte. La tradición oral, leyendas y supersti-ciones se convierten en advertencia para los vivos: una vida correcta se convierte en garantía de una posteridad agradable. Incumplir las reglas es promesa de castigo, dolor y crujir de dientes. El regreso del inframundo por lo general está acompañado de vicisitudes.

Puede entenderse que la creencia en un más allá que se rige por las antinomias de castigo y recompensa deriva de ciertas necesidades

[19] Historiadora Universidad Nacional de Colombia. Estudiante de Sociología Universidad Nacional de Colombia.

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que son comunes a todas las culturas, y que son idén-ticas a la necesidad de generar filiaciones religiosas: consuelo, enfrentar los temores, hallar sentido a la vida y explicar lo incomprensible.

La mitología griega nos habla de Orfeo y Euridíce. Él, virtuoso músico, se niega a continuar viviendo sin su esposa. Se arriesga entonces a bajar al inframundo, armado tan solo con su lira. La curiosidad de ella im-pide el regreso satisfactorio de ambos al mundo de los vivos. (Muller, 1990,p. 140-41) Odiseo, en medio de su periplo para volver a Ítaca, arriba a los confines del Océano para llegar al palacio de Hades y hablar con el adivino Tiresias (Homero, 2001, p. 168).

Los egipcios construyeron una precisa cosmogo-nía, que entronizaba a Osiris como rey y señor de la Necrópolis. Anubis, a la manera del barquero ciego Caronte, guiaba a los espíritus al otro mundo, donde el dios de los muertos los juzgaría con el peculiar mé-todo de la balanza, que oponía el peso del corazón al de una pluma. Si aquél resultará más ligero que esta, se le franqueaba la entrada al Yaru, una suerte de pa-raíso. De lo contrario, se arrojaba al Ammit, mons-truoso necrófago (Espinosa, 2012, p. 19).

El folclore oriental también es rico en historias de ex-periencias cercanas a la muerte. El énfasis se encuen-tra en el enfoque contemplativo de los individuos sobre su propia vida. El budismo, que se había intro-ducido en China en el siglo ii, prometía el ingreso a una Tierra Pura, a la que el moribundo era trasladado frente al Yama, o Rey de la Ley. Hay testimonios de visitas tanto al cielo como al infierno, una bipolaridad que se repite en los testimonios europeos del período medieval (McLenon, 1991, p. 320).

La concepción escatológica del cristianismo, quizás la más difundida en nuestro medio, esboza la existencia de dos parajes: el cielo y el infierno. El primero es un premio al bien. El segundo es el más cruel castigo a todos los males y pecados, incluso los más triviales. El temor frente a la muerte se exacerbó, en este marco, durante la Edad Media, debido a la cercanía de la mis-

ma: guerras, hambrunas y enfermedades hacían que la parca acechara constantemente (Delumeau, 2002, p. 254). Huelga recordar que el caso más famoso de resurrección es, precisamente, el de Jesucristo, base indiscutible del credo cristiano.

El Apocalipsis, atribuido a San Juan, establece la idea del Juicio del Fin de los Tiempos, en el cual habrán de ser juzgados los muertos y arrojados a un abismo incandescente quienes no tengan su nombre escrito en el Libro de la Vida debido a las acciones cometidas en la vida. Los elegidos habitarán en una nueva tierra, en la nueva Jerusalén, hecha de oro puro y decora-da con piedras preciosas, bañado por un río de vida (S.A., Apocalipsis, 20 y 21).

Una interpretación más reciente (y liberal) de la doc-trina cristiana habla de la resurrección de las almas encarnadas en los cuerpos que cada cual merezca, conservando la identidad personal de los mismos. El infierno y el cielo, por su parte, son vistas como una figura creada por las religiones y las jerarquías ecle-siásticas para mantener al pueblo sometido y aterro-rizado. Así, el infierno sería realmente la inmersión de una persona en el mal y el cielo la gratificación personal (Boff, 1977,p. 39 y 83).

Hay que señalar también una clase especial de expe-riencias: las de aquellos que aparentaban estar muer-tos y luego despertaron, algunas veces en sus tumbas y otras en su propio funeral, para terror de sus deudos y allegados. La catalepsia, sutil condición que simu-laba el fin de todo signo vital, constituía un miedo recurrente en el siglo xviii y xix. No ayudaban a mer-marlo las historias de sepultureros que supuestamen-te oían gritos y gemidos aterradores y se encontraban con ataúdes entreabiertos, decorados por dentro con dicientes marcas de arañazos o escabrosas pruebas de auto-canibalismo (Aries, 1984,p. 330).

Mención aparte merece la rica literatura y folclore existentes alrededor de fantasmas. Si bien estos no regresan físicamente al mundo terreno, su espíritu sí retorna para tormento de los vivos. Sus propósitos va-

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rían mucho: la venganza, el amor, el desconocimiento de su estado. Es recurrente el tema del espíritu que, por haber dejado algún asunto pendiente, vuelve a buscar ayuda para poder descansar en paz. Esta fascinación aparente por la muerte cesó, en la vida real, a finales del siglo xix, dejando una impronta duradera en relatos que mezclaban lo erótico con lo tanatológico.

La tradición vampírica, cuyo mejor exponente es el Drácula de Stoker, se basa en el efectivo relato de las andanzas, por lo general siniestras, de estos muertos vivos, que salen de sus tumbas en las noches en busca de sangre que les permita prolongar su existencia mal-dita. Ya en el siglo xx, y gracias a películas como La noche de los muertos vivientes, se popularizó la figura del zombi. En la tradición haitiana, este es una suerte de esclavo despojado de su voluntad gracias a bebedi-zos diversos. En cine y televisión se trata de personas que mueren por cuenta de algún virus o enfermedad y regresan a perseguir a los pocos sobrevivientes y darse un festín con sus cuerpos y cerebros.

La experiencia cercana a la muerte: fe y ciencia

En los años setenta el best-seller de Raymond Moody, Vida después de la vida, recopilaba diferentes expe-riencias en el umbral de la muerte y perfiló un fenó-meno particular: la persona oye que se le considera muerta, luego oye un zumbido y atraviesa el túnel, desde la distancia puede ver su cuerpo y observar la situación. Después se encuentra con un «ser de luz» que actúa como guía y ayuda a evaluar su existencia. Finalmente entiende que aún no es su momento y re-gresa, transfigurado (Espinosa, 2012, p. 45).

Esta situación se ha denominado, en épocas recientes, como Experiencia Cercana a la Muerte o ecm. Moody señaló quince características. Además de las ya mencio-nadas, hay otras que lo constituyen como un fenómeno metafísico: la revisión de la vida propia como una pelí-cula, el doloroso pero comprendido regreso a la vida, la agudización de los sentidos, el cese del terror a la muer-te y el amor a la vida (Sueiro, 1991, p. 130-131).

Así, la ecm es una experiencia que ahonda en los as-pectos físicos y espirituales de la muerte. No siempre se trata de accidentes. Personas ya desahuciadas ex-perimentan convulsiones y alegan no sentir temor a la muerte, expirando con serenidad y alegría. No es inusual que quien regrese sienta aprehensión frente a lo sucedido, pues no quiere ser tomado por loco (Ca-llanan, 1991, p. 327). Sin embargo, a medida que se han acumulado los testimonios, muchos reconocen la excepcionalidad de la experiencia y los beneficios positivos para su vida.

Los testimonios son increíblemente vívidos y nume-rosos. En el caso colombiano, quizás el más notable de estos sea el de Gloria Polo. En 1999, mientras se desplazaba en predios de la Universidad Nacional de Colombia durante una fuente tormenta, un rayo la cogió a ella y a su sobrino, quien se hallaba a su lado. Él fallece al instante, mientras que ella emprende una lucha por su vida con la mayor parte de su cuerpo que-mado (Polo, S. A, p. 1).

La ecm debe entenderse también como experiencia mística de conciencia extraordinaria, con una percep-ción distorsionada de la propia corporalidad. La tras-cendencia en el tiempo y el espacio resultan incom-prensibles desde una perspectiva física y científica. Así, desde esa perspectiva se pueden comprender la unidad de los testimonios, la inefabilidad de lo vivi-do, lo paradójico de la situación y el sentido de sacra-lidad que adquieren la vida, la naturaleza y el mundo (Penacchio, 1986, p. 67-68).

Estudios más recientes sugieren, desde una perspecti-va clínica, que la ecm es tan solo una alteración neu-rológica transitoria, achacable a la falta de oxígeno en el cerebro y de riego sanguíneo en el globo ocular (Gaona, 2012). Esto explicaría, en parte, por qué la similitud de las experiencias en todos los casos. Qui-zás sea, sin embargo, una muestra de la incapacidad de la ciencia de probar o desmentir el fenómeno, de-jando abierta todavía la incertidumbre y la inquietud sobre lo que se encuentra en el «más allá».

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Referencias bibliográficas

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Boff, Leonardo. (1977). La vida más allá de la muerte: el presente, su futuro, su fiesta, su constestación. Bogotá: Confederación Latinoamericana de Religiosos, Secretariado General.

Callanan, Margaret. (1994) (Número 3). Dealing with death: back from beyond. The American Journal of Nursing.

Delumeau, Jean. (2002) El miedo en Occidente. Madrid: Taurus.

Espinosa, Ricardo. (2012). Experiencias cercanas a la muerte: reflexiones alrededor de su estudio. Ciudad de México: Asociación Mexicana de Tanatología.

Gaona, José Miguel. (2012) Al otro lado del túnel. Madrid: La esfera de los libros.

Homero. (2001). La Odisea. Bogotá: Casa Editorial El Tiempo.

McLenon, James. (1991) (Número 2). Near-death folklore in Medieval China and Japan: A comparative analysis. Asian Folklore Studies, (50).

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Polo, Gloria. (s.a). (1987). Testimonio de Gloria Polo. Bogotá: S.D. (S.A). Dios habla hoy: la Biblia con Deuterocanónicos. Bogotá: Sociedades Bíblicas Unidas.

Sueiro, Víctor. (1991). Más allá de la vida. Buenos Aires: Planeta.

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LITERATURACuento & Poesía

Fotografía: Javier de la Cuadra

« Hay que partir con la esperanza de volver y hay que volver con la esperanza de partir »

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Sin un lugar para leer Lina Zarama Villamizar [18]

Me dije que leería en el tren, pero a última hora mi her-mana decidió viajar conmigo: no paró de hablar todo el trayecto sobre los miles de planes de trabajo que pla-

neaba hacer en la gran ciudad a la que nos dirigíamos, por lo cual prefería hacer un viaje preparatorio para conocer el lugar. A medida que el tren avanzaba, mermaban los bosques y aumentaban los ca-rros y edificios. Me dije entonces que leería en casa de él, pero al llegar me recibió felizmente con una gran cena. No se enojó por tener que hospedar también a mi hermana para que no tuviera que buscar un hotel ya tan tarde, incluso quiso hacer gala de su genero-sa sonrisa y hospitalidad al invitarla a quedarse en su casa el tiem-po que quisiera. Nos quedamos comiendo y bebiendo hasta tarde alimentos fríos y sin condimentos. Me dije que leería a la mañana siguiente, pero mientras me desperezaba en la cobijas llegó él y no dejó de endulzar con palabras y caricias hasta el hastío, luego me arrastró a su restaurante favorito. Salí con él convencida que leería después de comer, pero me invitó a caminar largo rato, me habló de su vida, de sus planes, de sus cambios, de sí mismo hasta el abismal vacío de las palabras. Las calles estaban atestadas de gente que cami-naba rápidamente, evadía miradas nerviosamente, se aferraba a sus cosas con desconfianza; los carros pitaban hasta ensordecer el aire y se estancaban continuamente; todas las ventanas tenían las cortinas cerradas; el denso aire hacía agotadora la respiración mientras oscu-ras y pesadas nubes se movían a su lado. Aún no había leído nada ni lograba que surgiera en mí sentimiento alguno por este viaje al que él me había invitado. Pensé que leería cuando volviéramos a casa, pero allí estaba mi hermana para hablarnos de su trabajo, de sus planes, de sus posibles nuevos contratos, de sus dudas, de sus espe-ranzas, de sus posibles cambios, de sí misma hasta ahogar la sala del eco de palabras vacías. Quería leer, sumergirme en historias muertas que jamás han existido para hacerlas existir una vez más, pero todos parecían tan llenos de futuro y planificaciones y cambios y con tan-

[18] Estudiante Estudios Literarios. Universidad Nacional de Colombia.

Cuento

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tas ganas de hablar de ello y de sí mismos que no me dejaban ningún rincón sin el ruido de su voz. Me dije que leería a la mañana siguiente, pero terminé dejándome arrastrar al bar favorito de él aquella noche; irritada, tomé más de lo que mi cuer-po puede procesar mientras puede seguir manteniéndose de pie: al día siguiente me levanté muy tarde y con dolor de cabeza a martillazos. No había nadie ni nada que comer. Pensé que leería después de comer algo, salí a alguna cafetería cercana. Seres anónimos le servían maquinalmente a seres sin rostro pero con billeteras, nadie te miraba a los ojos pero te devoraban a hurtadillas. Al salir de la cafetería no me apetecía leer en parques, llenos de sol hasta la ceguera, llenos de niños gri-tando hasta la sordera, llenos de gente desocupada hasta el ahogamiento; así que volví al apartamento. Abrí por fin el libro, al fin un lugar donde no era invitada ni extranjera, donde podía disolverme en historias y palabras que recorrían infinitos laberintos y me enfrentaban a quienes he sido, a mis recuerdos, a mis sin salidas, a mis voces mudas y tantas cosas, tantas cosas… Pero entonces el orgásmico grito de una mujer desesperada quebró mi atmósfera. Enfurecida fui al cuarto de visitas donde estaban mi hermana y él entrelazados, ambos me miraron con delicia y culpabilidad. «No me dejan leer», les dije, y me fui definitivamente de esa gran ciudad ajena con mi libro bajo el brazo.

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Los viajes imposibles William Alfonso Cuevas Ortega [19]

El viejo se subió al taxi, pobrecito, porque supuso que lo lleva-ría a su casa y así retornaría a la muy segura e inconmovible rutina en la que se le pasaban los días en un sosiego asfixian-

te, donde la única actividad permitida era la elaboración de una miríada de manillas inútiles porque a él nunca le quedaban bien. Tenía que hacerlas porque su hija se lo mandaba como si su vida dependiera de ello, como si las fueran a vender y la venta les diera lo del mercado. Pero lo cierto era que una vez Arquímedes finalizaba una manillita, Gloria se la quitaba frenéticamente y se la llevaba a su habitación sin tan siquiera felicitarlo, momento en el cual repro-chaba y maldecía la mala ejecución de su padre al constatar que la manilla había quedado fea. Entonces se cogía la cabeza como una histérica y terminaba por desbaratar la manilla entre lágrimas. No podía aceptar que su padre sufriera párkinson, y por ello lo condenó a un régimen inútil y pendejo donde las manillas priman, pensando que las tareas de motricidad fina le podrían regenerar las neuronas perdidas y recuperar al hombre que alguna vez fue.

Evidentemente no pasó de ese modo. Gloria olvidó que esta era una condición de-ge-ne-ra-ti-va, y por lo tanto, pasara lo que pasara, há-gase lo que se hiciera, Arquímedes se estaba degenerando, no como los que andan sobándole el culo a la gente en los buses apretujados, sino que sus movimientos se deterioran de tal grado que hasta coger un vaso de agua se vuelve una actividad torturante porque él sabe lo que tiene que hacer, pero no puede hacerlo. Y esa imposibilidad lo llena de rabia y desmoralización, y lo vuelve apático y le quita las ga-nas de hacer cualquier cosa, porque cualquier cosa la va a hacer mal. Súmele a esto la repetición ad infinitum de la misma manilla por obra y gracia de la hija desquiciada, y una sobreprotección obsesiva que llegó al extremo de impedir cualquier contacto de Arquímedes con la calle por temor a que algo le pase. Es que ni al médico podía

[19] Psicólogo. Universidad Nacional de Colombia.

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salir porque el neurólogo era un amigo que hacía la consulta en la casa.

La suma y acumulación de todos estos factores de-generaron en un efecto de aburrimiento tal que Arquímedes estaba pensando en matarse. Pero no dijo nada por temor a que su hija le trajera a un psiquiatra a domicilio, además, realmente él nunca fue suicida. Lo pensaba porque de pronto así hacía menos estorbo y hasta Gloria podría estar en paz. Pero él era pragmáti-co y en una de sus interminables horas tratando de en-sartar una pepita en el hilo pensó que la mejor idea era irse y dejar de joder con esas putas maricadas (en sus palabras). El problema era la ejecución de un plan que ni siquiera se le ocurría de manera muy precisa. Y una vez ocurrido se retornaba al principio del problema: cómo ejecutarlo y llevarlo a la práctica, porque con esa manera de moverse la praxis se quedaría en una idea vaga e ilusa sin solución viable.

Pero además de pragmático, Arquímedes sabía ser arriesgado: simplemente cogió sus tarjetas del banco y se fue de la casa. Sin embargo, esto que suena tan simple no lo fue tanto por una acumulación de varios factores; póngase en los zapatos de Arquímedes y lo verá: imagínese tener que esperar a que Gloria se vaya a dormir la siesta de la tarde para poder buscar las tarjetas de crédito que ella esconde meticulosamente en la mesita de noche. Usted ya sabe dónde las ubica, pero la dificultad reside en tratar de tomarlas sin que ella lo note, intente coger algo sigilosamente mien-tras las manos le tiemblan sin control cuando están quietas, inténtelo con un par de manos que se ponen rígidas y lentas cuando usted necesita velocidad y pre-cisión. Trate de hacer una huida cuando por fin logra cogerlas milagrosamente, siendo que su marcha se re-duce a una sumatoria de pasos ridículos y diminutos que se combinan con la inclinación hacia adelante del tronco y el tener que girar casi que robóticamente, como un solo bloque, más o menos de la misma for-ma en que se gira una nevera. Una vez más, halle la forma de abrir la puerta con esas manos que ya no le sirven para nada. Trate de vivir con una enfermedad que se le ha venido encima de a poquitos, como si le cargaran una serie de bultos sobre las espalda.

Por último, cierre los ojos y experimente la sensación de una libertad ganada a pulso tan pronto como pisa la calle. Haga de cuenta que los pitos de los carros sue-nan como las olas de un mar lejano y que se encuentra ahí, pisando la playa y sin temblor. Quiere estar allá tomando ron en una hamaca mientras espera la muer-te en medio del sopor y la pereza.

La vida no es tan fácil, infortunadamente. Arquímedes tenía la firme intención de viajar y conocer lo que no conoció en sus años mozos por estar trabajando, pero realmente no tenía muy claro lo que estaba haciendo y terminó vagando en una especie de nomadismo infe-cundo. Recorrió con su marcha de pequeños pasos los andenes atestados de una ciudad dura e indiferente, imaginando viajes imposibles. Cuando se cansó de los empujones y de que nadie le respondiera una sola pre-gunta, desistió de su fantasioso viaje y quiso regresar a casa porque tenía hambre. Estiró la temblorosa mano y paró el taxi que da inicio a esta historia.

—Buenas noches, señor. ¿A dónde lo llevo?—A mi casa.

Gregorio miró por el retrovisor el rostro inexpresi-vo y enjuto del anciano delgadísimo que tenía por pasajero y arrancó. Tomó el celular como si tomara el radioteléfono y dijo algunas cosas que nadie com-prendió. Unas cuadras más adelante, se detuvo. Las puertas de atrás se abrieron e ingresaron al carro dos personas jóvenes que se hicieron a lado y lado de Ar-químedes y lo rodearon y con toda la confianza del mundo lo abrazaron como si fuera el abuelo.

—¡Tons qué cucho! ¿Sí se acuerda de mí, llave? La mirada de Arquímedes al muchacho resumió la descarga de adrenalina que le hizo sentir un vacío en el estómago, el incremento de la tasa cardiaca y de la sudoración que normalmente prepararía a cualquier mamífero para la huida. Pero en este caso la huida era imposible porque no había por dónde y no tenía músculos que respondieran a la orden de evitar el pe-ligro inmediato. Así que lo máximo que podía hacer el viejo era soltar esa mirada aterrada porque intuía

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que algo malo le iba a pasar. Porque sabía que ese no era un buen muchacho. —No, joven. No recuerdo (escasamente podía recor-dar el rostro de Gloria).—Frescavena ñero, que de este sí se acuerda. Pezuñas intentó afeitarle la cara al viejo con la navaja luego de su última interpelación, pero como estaba sin filo no le cortó ningún pelo. Gregorio frunció el ceño y miró a Pezuñas por el retrovisor con gesto reproba-torio. Nunca le gustaron sus impulsos de andar inti-midando a los pasajeros. Él prefería un trabajo limpio, silencioso, contundente. Por ese motivo le vociferó: —¡Pezuña!, deje quieto al señor y hagamos esta vuel-ta rápido. Y luego al otro individuo: —¡Mire a ver Carecráter si controla a su hermanito!—¡A mí no me joda, Carroloco! Más bien arranque esta lora y le sacamos las lucas a este cucho. Matías optó por hablar al oído de (a quien el mote del peladito le trajo a la cabeza el apetito de tomar caldo) casi como un confidente: —Vea cucho, la vuelta es simple, nos vamos a los ca-jeros y usted nos da la plata que tenga en las cuentas; luego lo dejamos sano en su casa. No tenga miedo que no le vamos a hacer nada, deje de andar temblando.Arquímedes no respondió. Se detuvieron frente a un cajero solitario que pare-cía esperar incólume la escena que se le venía encima. Pezuñas bajó con Arquímedes y le solicitó que sacara toda la plata de la cuenta. Al viejo no le quedó más remedio que obedecer. O intentarlo. El acto de meter la tarjeta en el cajero era un imposible y la tardanza desesperó al adolescente, quien quiso esperar afuera con la cabeza gacha para que las cámaras no lo regis-traran, pero al ver la demora y la torpeza de la víctima se metió al cajero e insertó la tarjeta en la ranura.

—¡Ponga pues la clave cucho, o le rayo esa jeta!El problema es que no se podía concentrar. Trataba de recordar la clave pero se le atravesaba en la cabe-

za la imagen amenazante del cuchillo del Pezuña, o peor, la manilla interminable de Gloria. Finalmente se perdió en el deseo íntimo de recorrer las montañas peinadas por nubes semejantes a un derramamiento de leche en cámara lenta, que se vio interrumpido por el furioso golpe del ladrón, pues no comprendía la ra-zón por la cual el viejo se la pasó oprimiendo números al azar sin tan siquiera mirarlos. Gregorio y Matías observaron desde el taxi la escena del muchachito gritándole al viejo como si fuera un niño pequeño que ha hecho alguna maldad. La esce-na era patética y preocupante porque el mocoso había cometido todas las imprudencias que no se deberían cometer en una vuelta como estas. Por eso Matías le gritó a Simón que lo dejara en paz y lo subiera al carro. —¡Pero qué! Si este cucho se las da de valiente y no quiere sacar la plata.

Matías se bajó del taxi corriendo y le pegó una pa-tada al muchachito en el culo. Lo sacó del cajero a empellones y lo obligó a subirse al carro.—¡Allá te quedás, huevón!—. Sintió en la mirada de Gregorio su insistencia en dejar de hacer esas vueltas antes que asociarse con un adolescente impulsivo, después de todo, ellos eran inexpertos y torpes, por lo que era muy probable que los cogieran si seguían como ve-nían. Es cierto que él lo había convencido de conti-nuar, porque confiaba en su hermano y quería seguir ganándose la plata así, facilito. Sintió entonces el arre-pentimiento de acceder a su mente como un gorgojo tenaz que no deja de roer sus convicciones.

—Mire señor, es simple, concéntrese y ponga la clave. Venga le ayudo porque esa tembladera no lo va a dejar hacer nada.

Realizó todos los pasos él mismo en el cajero, de manera que el viejo solo tenía que insertar la clave. Matías le hizo la solicitud nuevamente. Pero el viejo era sordo a sus peticiones, comenzó a ver manchas ne-gras sobre las teclas, como si se le borrara la vista por sectores. Pensó que estaba loco y que estaba viendo cosas que no existían. Entonces señaló hacia las man-

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chas, como preguntándole al hombre que tenía a su lado si acaso él también las veía.

Matías supuso que le estaba enseñando la clave y opri-mió las teclas que señaló el viejo. La clave era inco-rrecta. Insertó la clave nuevamente y salió un anun-cio en la pantalla que decía «tarjeta bloqueada». Le pegó un puño a la pantalla y luego se dio la vuelta y respiró hondamente para sofrenar su ira e intenso dolor. Como tenía los ojos cerrados y estaba tan con-centrado no se percató de las motos que se detuvieron rodeando al taxi. Fue la peste de orines que empezó a salir del pañal rebosante de Arquímedes la que lo obligó a abrir los ojos y percibir la confusión de sire-nas y hombres armados que le apuntaban a la cabeza y lo tiraban al suelo e inmovilizaban sus manos con unas esposas. Desde el suelo vio a su hermano abatido a tiros luego de que enterró el cuchillo en el cuello de uno de los policías. Una mueca de tristeza se dibujó en su rostro. Empezó a llorar y a gritar a rabiar mien-tras Arquímedes seguía de pie en el cajero, confundi-do por la rapidez de la escena y sin percibir el hedor. En eso terminó su viaje.

A todos se los llevaron a la estación de policía. A Pezuñas le tomaron fotos y lo recogieron los de la policía judicial envuelto en una bolsa negra y en una camilla de metal, luego reposó de manera indefinida en una morgue.

En la requisa los policías encontraron una tarjeta con los números telefónicos de contacto, por lo que decidieron llamar a quien debería ser su familiar más cercano.

Ella miró el teléfono como si el timbre trajera la premonición de una condena inapelable. Cuando respondió y escuchó la voz del otro lado explicando que habían encontrado a un hombre con las carac-terísticas de su padre y que había sido víctima de un paseo millonario, lloró. No la embargaba la felicidad sino la certeza de saber que el fardo de su cuidado recaía nuevamente sobre sus espaldas. Porque si ha-bía un motivo para presionarlo durante meses con las manillas, dejar siempre las tarjetas sobre la mesa y la puerta de la casa abierta, era que se largara y no volviera más.

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Homo ViatorJavier Rodrizales [20]

El refugio y el asiloson los lugares del desarraigo,por voluntad propiao violencia de los amos del mundo,quienes actúan en nombre del silencio.

Los sintierra, los apátridas,los nómades y los migrantes,los desplazados y la muerte,se agitan por las comarcas a través de los cuatro vientos,buscando raíces, sembrando sollozos,exorcizando fantasmas, devanando sueños;liberándose de consonancias heredadasy construyendo universos nuevos,mejores que el que les ha tocado vivir.

Somos habitantes del mundo,forasteros en tierra ajena;un volver a casa sin volver,andar los caminos sin dejar huellas,las mismas que se confundieronde tanto andar y desandar…

[20] Licenciado en Filosofía y Letras, Maestro en Etnoliteratura, Candidato a Doctor en Ciencias

de las Educación.

Poesia

«Hay que partir con la esperanza de volver y hay que volver con la esperanza de partir»

Jorge Gaitán Durán

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De campamentoLiliana Gastelbondo [21]

Las tiendas eran como los viajes y la independencia aunque durmiéramos al lado de nuestra casa.

Caminábamos durante la medianoche o jugábamos sin cansancio a ser adultos sin conocer el idioma, solo los gestos y sus efectos.

Flotábamos por la calle en medio de guerras de globos de agua corríamos, hacíamos ruido, pasábamos por tu lado.

Y tú sin ver ni entendernos oías el rumor blanco de puertas cerradas.

[21] Profesional en Estudios Literarios. Universidad Javeriana

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Elegía de medianoche

José Manuel Elías Cabana [22]

A Cayetano Elías, un grito sobre la voz del viento.

A Manuel Santiagolo agarró la madrugada,cortando las estrellas con las manos…

Se le apagaron los angustiadosgritos de los ojos y en la mordaza quedaron escritas sus palabras…

Le cesaron las voces clementes de la sangrey lo cubrieron los brazos opresores de las sombras…Luego,saltaron los piojos torturados de su barba.

Desde niño, le contaronla historia de mil noches derramadas en el vientrede la patria y de mil bocas de fuego lamiendo sus entrañas con sus afiladas lenguas de acero inoxidable.Entonces…le trepó por la médula la iracundia,diseminó su paso por la vida de las selvas y las aulasy las calles y ciudades de esta Colombia sueltaen el subsuelo de sus hombres.

Respiró por una y por mil veces el aire podridodel ambiente y optó por cazar estrellas en los caminos cansados de la noche…en sandaliaso con botas, con mochila y con bluyinesy los piojos torturados de su barba.A Manuel Santiagolo agarró la madrugadacortando las estrellas con las manos.

Y amaneció de nuevo,una voz de alas quebradas, inflamándose, nacientecomo un sol de hoguera y sangre con un tiro a las espaldas. [22] Escritor cianeguero

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Viajando en dirección Sur

Hernán E. Garrido [23]

Te desprendiste de mi cuerpo, caíste súbitamente,escalón por escalón.Primero fueron mis labios,luego fueron mis brazos los que se olvidaron de ti.

Te fuiste perdiendo de él poco a poco. Ya fue tarde cuando me buscaste desesperadamente, no me encontraste, andaba al lado del río observando a la Luna en ese mismo lugar donde me dejaste.¡Planeando junto a ella, mi viaje en dirección Sur!

No llores que los poetas no lloran, no llores que ya la Luna que nosmiraba se desangró llorando tu partida,se descolgó del cielo y vagó levemente por el mundo durante varias horas.Me puse a contemplarla esa noche que se hundió en lo profundo del Calle-Calle a llorar a solas.

[23] Departamento de Astronomía. Universidad de

Concepción

«Al primer amor se le quiere más, a los otros se les quiere mejor»

Antoine de Saint-Exupery

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No llores que no fui de fuego, ni de viento en tu vida.Quise ser una hoja y no pude.¡De pronto, pude ser de aguamientras tú estabas!

Agua que brotó de mis ojos cuando te lloraba. Agua que fluyó eterna, inquieta por la vida, buscandotus labios para ser besados.Agua que se derramó en tu cuerpo cuando cerrabas tus ojos y abrías tus labios callados dentro de los míos.

Fui de agua entero, fui ese río que en tu vida bajaba suavemente porcada una de tus curvas, haciendo remolinos en tus pechos,hundiendo llanamente sobre tu ombligo, para terminar en ese mar que se abría como tus piernas donde encontrabami amor en cada noche.

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ANECDOTARIO

Fotografía: Camilo Zambrano

« I és llavors quan en aquesta‘ anada a qualsevol part’ apareixerà una doble càrrega, la del camí que es recorre en temps present i la del camí ja recorregut. »

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Babel: la lengua y la patria Catalina Bohórquez Mendoza [24]

Lo que en los días de la construcción de La torre de Babel era un «castigo», actualmente es un atractivo excepcional y extraordinario cuando viajamos alrededor del mundo. Viajar para escuchar la sensualidad del francés, la

agresividad del alemán, la curiosidad por la escritura del mandarín, coreano y ja-ponés, y, por supuesto, la musicalidad del italiano y el catalán, es un placer a la hora de tomar un avión, de subirse a un velero, de armar las maletas. He aquí algunas de esas experiencias de viajes en versión bilingüe, para que a diferencia de Babel, podamos entender a estos viajeros.

Il Suk Lyu

Nacionalidad: coreano. Destino: Corea-Colombia

안녕하세요. 저는 2년간콜롬비아에서자원봉사단원으로일하면서여러가지좋

은경험을했습니다. 보고타, 칼리, 카르타헤나, 안티오키아등에도가보았고,

칼리에서는살사레슨을듣기도했습니다.

제가만났던콜롬비아사람들은정이많고좋은사람들이었습니다.

직장에서회의하면서, 그리고친구들과대화하면서스페인어도늘었고라틴댄스

도연습했습니다. 참으로귀중한경험이었다고생각합니다.

Hola. Mientras trabajaba en Colombia por dos años como voluntario, tuve opor-tunidad de hacer muchas cosas interesantes. Conocí lugares como Bogotá, Cali, Cartagena y Antioquia, y aprendí a bailar salsa en Cali. La gente que conocí en Colombia fue cariñosa y amable. Practiqué mucho el español con los colegas en las reuniones y con los amigos en mi tiempo libre. Conocí mucha gente, aprendí a bailar y lo pasaba muy bien en Colombia. Fue una experiencia preciosa.

[24] Filósofa de la Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Gerencia y Gestión Cultural de la Universidad del Rosario. Candidata del Máster en Edición. Universidad Autónoma de Barcelona, España.

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Carlos Andrés Barbosa Cepeda

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Japón

光をするためにも、生活をするためにも、日本に行く外国人たちは日本が西

洋の国とくらべるとずいぶん異なると思うことが多い。それでも、19世紀

から国米諸国から受けた影響がよく分からないと、現代の日本の国況は理解で

きない。まだ自分の国統を守ることができるが、同時に特別な西洋の国にな

りました。日本はなんとか同時に西洋国と非西洋国である。 あそこにもう2

度(2002年と2013年に)行ったことがある。その旅の国国は上記に

言ったことに合ったと思う。暖かい煎茶にある自動販国機、自動ドアとお

寺、漫国と映国、箸とフォ国クとスプ国ン。国米のものとアジアのものも同じ所

に見つかるだけでなく、そんなものはもう別国にすることができないだろ

う。

Sea que vayan por turismo o para residir, es muy común que los extranjeros que visitan Japón lo encuentren muy diferente a los países de Europa y Norteamérica. Sin embargo, no es posible entender el Japón contemporáneo sin entender las influencias que recibió de dichos países desde el siglo xix. Si bien logra conser-var una tradición propia, al tiempo se ha convertido en un occidental más bien especial. De alguna manera, Japón es al tiempo un país occidental y un país no occidental. He ido al país del sol naciente dos veces: en 2002 y 2013. Pienso que en estos viajes mi experiencia ha concordado con lo dicho arriba. Máquinas dis-pensadores que ofrecen té verde caliente; puertas automáticas y templos; manga y cine; palillos, tenedores y cucharas. No solo se encuentran las cosas occidentales y asiáticas en los mismos lugares; además, parece que ya no es posible separarlas.

Fotografía: Semáforo peatonal. Para uso de peatones y bicicletas. Carlos Barbosa

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Sergio Rodríguez Carreño

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-China

北平的冬天

我国在国不国楚北京的国是国国国国的。也国是国国多的工国,国国国我国提供防国的国,反正

美白的皮国不能国黑,国然出国要穿像盔甲的几国衣服。国了国身或社交,去中国国国

的洗浴是好国法。洗浴里,富有的商人或普通的国国老国都是国一件毛巾的弱国裸

体人。里面我国都是平等的。

Invierno en Peking

En realidad aún no estoy seguro de dónde viene la niebla de Beijing. Puede ser desde las infinitas fábricas que ofrecen sus humaredas para protegernos del sol. Después de todo para tener una tez blanca hay que protegerse de cualquier ex-posición, aunque en el frío de invierno eso estemos cubiertos con varias capas de ropa que más parece una armadura. Para sentir un poco de calor o socializar un poco, una visita a uno de las saunas tradicionales chinas no está nada mal. Allí el empresario adinerado o el profesor de matemáticas son solo hombres vulnerables desnudos en una piscina, provistos tan solo de una toalla de manos. Por lo menos allí dentro todos somos iguales.

在国国的春国

通国几一家国工国后,我到海国的国国市。放鞭炮令我知道”年”快到了,我国要把国

赶走了,国然每天二十四国小国有爆炸的国。国着几国国国国酒我在海国国一国,而房子

里人国包国子国和最高度的白酒。国国家服国的日子后,工人国于能跟家人一起国的

一天。我自己因国我主人的奶奶去世了,我国要等三年在能拜年。恭喜国国!

Año nuevo en Qingdao

Después de atravesar varios kilómetros de fábricas de acero, llego a la playera ciu-dad de Qingdao. La pólvora me avisa que el fantasma Nian está por llegar y hay que ahuyentarlo, aunque eso signifique 24 horas de pólvora por varias semanas. Provisto de varias cervezas alemanas, camino por las playas de la ciudad, mientras las familias reunidas preparan jiaozi y se embriagan con el más fuerte de los lico-res. Después de meses de duro servicio a su país, este es uno de los pocos días que muchos trabajadores se encuentran con sus familias. Yo, por mi parte, no puedo celebrar este día pues la abuela de mi anfitrión falleció este año y debe esperar tres años para unirse al júbilo del país. ¡Gonxi facai! todos somos iguales.

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Me embarqué en mi viaje con un par de maletas llenas principalmente de ropa, estampas de varios santos bendecidos en mi presencia por el cura de Sincé, café, bocadillos y varias pacas de cigarrillos. Estos últimos tres se suponía habrían sido buenos regalos para los extranjeros gentiles que encontraría en el camino. Lástima que los italianos no aprecian los mentolados y que los pielroja sin filtro por algún motivo les resul-tan muy fuertes. Bien. Muy bien: no tuve que comprar mi humo a precios prohibitivos por un par de meses. Me lo advirtió Kavafis muchos años antes, cuando era un adolescente con sobrepeso, que debía emprender mi viaje sin miedo, deseando que fuera largo y, pala-bras más palabras menos, lleno de peripecias. Pero ya con el Atlántico treinta mil pies bajo mis pies rogaba, empuñando las catorce estampitas, cagado del susto, no encontrar ni lestrigones ni cíclopes y que no lleva-ra en el alma al feroz Poseidón. Las peripecias estaban ok, siempre que fueran del tipo de aventuras que vive Tintín en El Cetro de Ottokar (¡después de todo iba a vivir en la tierra de Bianca Castafiore!). Y en lo que respecta a la duración, estaba burocráticamente espe-cificada en los términos de referencia de la convocato-ria 529 de doctorados en el exterior.

Pasaron ya tres veranos, tres inviernos, y en un labora-torio con una vista mozzafiato de los Alpes centrales aprendí a producir con materiales inertes membra-nas nanofibrosas, igualmente inertes. ¿Aprender a espichar botones de máquinas hermosas y a hacer mediciones con desafuero y con instrumentos dife-rentes que expelen diferentes niveles de radiactividad, para luego volver a Ítaca a enseñar a otros cómo ha-cerlo? No. Este viaje fue algo más que eso. Este viaje es y siempre fue un fin en sí mismo. Y sí, me detuve en mercados a comprar bellas mercancías y acudí a ciudades antiguas vueltas ruinas y bailé en fiestas en hangares sucumbentes y aprendí a hablar en otras len-guas vulgares y nadé en otros mares y, ya casi al final, me concedí también asistir a las tres ceremonias de Gómez Jattin, ese Kavafis del valle del Sinú. Por eso

Sono partito per il mio viaggio con un paio di vali-ge piene soprattutto di vestiti, immaginette di santi, benedetti in mia presenza dal curato di Sincé, caffè, bocadillos e diverse stecche di sigarette. Queste ultime tre cose sarebbero dovute essere regali per gli stranie-ri gentili che avrei incontrato. Peccato che gli italiani non apprezzano le sigarette al mentolo e che le pielro-ja senza filtro per qualche motivo le trovano troppo forti. Bene. Molto bene: non ho dovuto comprare il mio fumo a prezzo proibitivo per un paio di mesi. Mi aveva avvertito Kavafis molti anni prima, quan-do ero un adolescente sovrappeso, che avrei dovuto intraprendere il mio viaggio senza paura, augurando-mi che la strada fosse lunga, fertile in avventure e in esperienze. Però già con l’Atlantico trentamila piedi sotto i miei piedi pregavo, impugnando le quattordici immaginette, facendomela addosso, di non incontrare né Lestrigoni né Ciclopi e di non portarmi nell’anima l’irato Nettuno. Le peripezie avrebbero potuto anche andarmi bene, a patto che fossero del tipo di avven-ture che vive Tintin in Lo scettro di Ottokar (dopo tutto stavo andando nella terra di Bianca Castafiore!). E per quanto riguarda la durata, era stata stabilita bu-rocraticamente nei termini del bando 529 per dotto-rati all’estero.

Sono ormai passati tre estati, tre inverni, e in un la-boratorio con vista mozzafiato delle Alpi centrali ho imparato a produrre con materiali inerti membrane nanofibrose, altrettanto inerti. Imparare a schiacciare bottoni di apparecchiature affascinanti e a fare misu-razioni con furore e con strumenti diversi che emet-tono diversi livelli di radioattività, per poi tornare a Itaca a insegare ad altri a fare la stessa cosa? No. Il viaggio è stato qualcosa di più. Questo viaggio è ed è sempre stato fine a se stesso. Ho indugiato in empori a comprare merci fini e sono andato in antiche città di-ventate rovine e ho ballato in feste in hangar cadenti e ho imparato a parlare altre lingue volgari e ho nuotato in altri mari e, quasi alla fine, mi sono anche concesso di partecipare alle tre cerimonie di Gómez Jattin, quel

Carlos Fuenmayor

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Italia

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te digo, ¡hey tú!, querido lector ad portas de volverse un adulto contemporáneo, que probablemente tienes pensado pasar los papeles a la próxima convocatoria, deja ya la pereza y echa pues ya pa’ la pieza, presenta el maldito toefl, vacúnate, y si el sur es el nuevo norte dirígete al sur, o al norte, a una península cualquiera, ojalá lejos. A menos que el avión caiga antes de llegar, valdrá la pena. Y si se cae también, morir en un ac-cidente aéreo es siempre una suerte romántica, ¿no? Yo, con la noticia de que Penélope decidió que estaba cansada (o cansado, en mi caso) de las cuentas tele-fónicas y no podría esperarme más, deduzco que lo único que me quedará serán los perfumes placenteros de mi mínima odisea. Y ahora mientras la nieve del último invierno se derrite, seguiré cultivando nuevos adioses dolorosos, como si ya no fueran suficientes, y me dirigiré de regreso a Ítaca, que estará llena de hue-cos y trancones como siempre.

Kavafis della valle del Sinú. Per questo ti dico, ehi tu, caro lettore che stai per diventare un adulto contem-poraneo, che probabilmente hai pensato di mandare gli incartamenti al prossimo bando, rompi gli indugi e datti una mossa, fai il maledetto toefl, vaccinati, e se il sud è il nuovo nord vai verso sud, in una penisola qualsiasi, meglio se lontana. A meno che l’aereo cada prima di arrivare, ne varrà la pena. E anche se dovesse cadere, morire in un incidente aereo è pur sempre una sorte romantica, giusto? Io, da quando ho saputo che Penelope aveva deciso di essere stanca (o stanco, nel mio caso) delle bollette del telefono e che non avrebbe potuto aspettarmi ancora, ho capito che l’unica cosa che mi rimarrà saranno gli inebrianti profumi di ogni sorta raccolti nella mia odissea minima.E ora, mentre la neve dell’ultimo inverno si scioglie, continuerò a coltivare nuovi addii dolorosi, come se non bastassero, e inizierò il mio ritorno a Itaca, che sarà piena di buche nelle strade e di ingorghi di macchine, come al solito.

Erika Mabel Jaramillo Coronado erikajaramillo.net

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Barcelona, España

Un viaje se dice es entre otras cosas el «traslado que se hace de una parte a otra por aire, mar o tierra» y, aunque la circunstancia física está implícita en él, creo que en muchos casos el viaje conlleva a un sinfín de traslados, pues si bien un traslado es «llevar a alguien de un lugar a otro» el viajero siempre estará no sé si maldecido o bendecido por una suerte de ubicuidad, pues aunque su cuerpo esté en movimiento o esté ya ubicado en otra parte, el viajero estará a su vez con-tinuamente mental o sentimentalmente transportán-dose desde dicho lugar en que se sitúa físicamente a otro alejado de aquel. Y es entonces cuando en esa «ida a cualquier parte» aparecerá una doble carga, la del camino que se recorre en tiempo presente y la del camino ya recorrido. Esa doble carga hará que por momentos el viajero sienta como si dichos mo-vimientos le fragmentaran, pero puede que solo sea una sensación y que ese partirse, separarse en partes, sea también un distribuirse, repartirse entre varios, es decir, hacerse más. Entonces esas cargas serán el viati-

Un viatge es diu és entre altres coses el ‘trasllat que es fa d'una part a una altra per aire, mar o terra’ i, en-cara que la circumstància física està implícita en ell, crec que en molts casos el viatge comporta a un sense fi de trasllats, doncs si be un trasllat és ‘portar a algú d'un lloc a un altre’ el viatger sempre estarà no se si maleït o beneït per una espècie d'ubiqüitat, doncs encara que el seu cos estigui en moviment o estigui ja situat en una altra part, el viatger estarà al seu torn contínuament mental o sentimentalment transpor-tant-se des d'aquest lloc en què se situa físicament a un altre allunyat d'aquell. I és llavors quan en aquesta ‘anada a qualsevol part’ apareixerà una doble càrrega, la del camí que es recorre en temps present i la del camí ja recorregut. Aquesta doble càrrega farà que per moments el viatger senti com si aquests movi-ments li fragmentessin, però pot ser que només sigui una sensació i que aquest partir-se, separar-se en parts sigui també un distribuir-se, repartir-se entre varis, és a dir, fer-se més. Llavors aquestes càrregues seran el

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cum; entendido primero como la provisión de cosas necesarias para un viaje, y segundo como el impuesto de paso que un viajero debía pagar por usar el camino. Y como la palabra viaje proviene del catalán viatge, siendo esta una corrupción del latín viaticum que nos dio viático y este proviene de vía (camino), me deten-go aquí, desde esta orilla del Mediterráneo y a su vez con gran parte de mí en el Trópico.

viaticum; entès primer com la provisió de coses ne-cessàries per a un viatge, i segon com l'impost de pas que un viatger havia de pagar per usar el camí. I com la paraula viaje prové del català viatge, sent aquesta una corrupció del llatí viaticum que ens va donar viá-tico i aquest prové de via (camí), em detinc aquí, des d'aquesta riba del Mediterrani i al seu torn amb gran part de mi en el Tròpic.

Sebastian Weber

Nacionalidad: Alemán. Destino: Alemania-Colombia

Hallo, heute möchte ich einen Teil meiner Geschi-chte teilen. Vor jetzt bereits bald drei Jahren stieg ich das erste Mal in ein Flugzeug um richtig weit weg zu fliegen, Kolumbien. Aber warte mal, ist das nicht das Land über das die Presse nichts gutes schreibt? Dro-genanbau, Verkauf, Enftführungen, Unruhen, nicht unbedingt ein Reiseland wo man hinmöchte, klingt ja nicht gerade einladend, aber gut ich war ja auch nicht zum Reisen da, ich bin gekommen um zu hel-fen, helfen in einem Projekt in dem ich freiwillig ar-beiten sollte. Trotz der vielen negativ Empfehlungen von Bekannten und Verwandten entschied ich mich dennoch nach Kolumbien zu fliegen. Mein bis dahin längster und unangenehmster Flug und dennoch

Hola, hoy quiero compartir parte de mi historia personal. Hasta ya casi tres años entré a un avión, la primera vez para volar muy lejos, destino Colombia. ¡Pero espera!, ¿no es eso el país sobre que la prensa no escribe nada bueno? Producción y venta de drogas, secuestros, disturbios, no necesariamente un país al que uno quiere viajar, no suena muy hostil, pero en fin, no fui para viajar, fui para ayudar, ayudar en un proyecto en que trabajé como un voluntario. A pesar de las malas recomendaciones y referencias de fami-liares y conocidos, decidí ir a Colombia. Fue el vuelo más largo e incómodo que he tenido por lo menos hasta allá en mi vida, por lo menos el tiempo pasó rá-pido hablando con los otros voluntarios. Sin poder

Fotografía: Sebastián Weber

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verging die Zeit schnell, man vertrieb sie sich in dem man mit weiteren Freiwilligen sprach. Ohne wirklich Spanisch zu sprechen nach Südamerika, zu einem der ‘gefährlichsten’ Länder der Welt, ein Fehler?

Rückblickend keineswegs. Ich habe erreicht was ich erreichen wollte und zum Schluss bin ich sogar noch über das Ziel hinausgeschossen. Ich habe die schönen Seiten Kolumbiens kennen gelernt und die Schlechten entschärft. Unter den schönen Dingen ist die Vielfalt und Diversität die es in diesem Land gibt. Dies bezogen zum Beispiel auf die Kultur die in diesem Land sehr unterschiedlich sein kann und Wörtern einen ganz verschiedenen Sinn geben kann (‘perico’ zum Beispiel). Die Natur ist bombastisch, auch wenn viele Kolumbianer noch lernen müssen ihr wertvollstes Gut für die kommenden Generatio-nen zu bewahren.

Einer der schönsten Dinge Kolumbiens ist meiner Meinung nach die Offenheit und Freude der Mens-chen, etwas das ich von meinem Land, Deutschland, gar nicht kenne. Obwohl sie manchmal ehrlicher sein könnten,gehen die Menschen freundlicher aufeinan-der zu und scheinen zu ‘Strahlen’, obwohl ihre Situa-tion sogar ser schwer für sie sein kann. Der Familien-zusammenhalt hier ist weitaus höher als ich es je in einem europäischen Land gesehen habe.

Natürlich hat das Land auch seine Schattenseiten, es gibt einen inneren Konflikt, der sich durch alle Klassen frisst und auch Unsicherheit verursacht. Fast 3 Jahre und 5 Versuche mir Wertgegenstände mit Drohungen oder Waffen zu entwenden, Polizis-ten die dem ganzen wortlos oder machtlos gegenü-berstehen oder mit den Schultern zucken wenn man Falschgeldverbreitung ihrer eigenen Währung un-terbinden möchte (natürlich sind nicht alle gleich, ich habe jedoch viele schlechte Erfahrungen dies-bezüglich gehabt). Einfach anders, als man es von seinem eigenen Land gewöhnt ist. Kolumbien hat viele schöne Seiten und so wie es meist in der auslän-dischen Presse dargestellt wird wenn nur über Mor-de, Entführungen und Drogenexport geschrieben wird, ist es hier nicht.

hablar apropiadamente el español yendo a Suraméri-ca a uno de los países más «peligrosos» del mundo, ¿un error?

Retrospectivamente para nada. He logrado lo que quise y en el final aún mucho más. He logrado encontrar las bellas caras de Colombia y disminuir la fuerza de las malas. Una de las cosas bonitas es la variedad y diversidad que existe aquí. Esto se refiere por ejemplo a la cultura, que en el país puede ser muy distinto con palabras que tienen muchos sentidos (por ejemplo el «perico»). La naturaleza es muy impresionante, aunque hay muchos colombianos que aún tienen que aprender cómo apreciar y conservar su riqueza más importante para las siguiente generaciones.

Una de las cosas más bellas de Colombia sigue sien-do la franqueza y alegría de la gente, algo que en mi país, Alemania, no existe así. Aunque podrían ser más sinceros de vez en cuando, la gente se acerca más amigable y tienden a «brillar» de alegría a pesar de la situación que puede ser hasta pesada para ellos. La cohesión familiar es notablemente elevada compa-rándolo con un país europeo.

Claro que sí tiene este país también sus lados oscu-ros, existe un conflicto interno, que traspasa toda clase de gente causando inseguridad. Casi tres años y cinco intentos de robarme objetos de valor con ame-nazas y armas, la policía que no responde palabras o simplemente está sin poder suficiente, dándole igual si uno quiere impedir la falsificación de billetes de su propia moneda (claro que no todos son iguales pero he tenido muchas malas experiencias con eso). Es di-ferente como lo conozco de mi país. A pesar de eso como dicho, Colombia tiene muchas partes bonitas y no consiste únicamente de homicidios, secuestros y exportación de drogas, como escribido en la mayoría de prensa extranjera.

Empecé a querer a este país, y aunque es difícil a ve-ces superar las diferencias culturales, he hecho el in-tento de conseguir mi felicidad aquí. Me acuerdo de una publicidad «el riesgo es que te quieras quedar».

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Ich habe angefangen das Land zu mögen und obwohl es manch-mal schwer ist den kulturellen Unterschied zu überwinden habe ich dennoch den Versuch gemacht mein Glück in Kolumbien zu finden. Ich erinnere mich an eine Werbung „Die Gefahr ist dass du bleiben möchtest”. Nun mein freiwilliges soziales Jahr ist schon lange beendet, ich habe mich entschieden hier Medizin zu stu-dieren. Warum? Weil mir das Land so sehr gefallen hat dass ich länger bleiben wollte. Für Medizin war es natürlich nötig gewesen Spanisch zu können, aber in meiner freiwilligen Arbeit habe ich die Möglichkeit gehabt Freundschaften zu schliessen die mich auch dahingehend unterstützt haben die spanische Sprache zu erlernen. Heute habe ich es geschafft, ich studiere in der Univer-sidad Nacional, der gleichen Universität in der ich als Freiwilliger gearbeitet habe um z.B. den Studenten Englisch und Deutsch beizubringen.Ich bin kein „primíparo” mehr, bin über mich selbst hinausgewachsen, und dies auch Dank der Menschen die mich in diesem Prozess unterstützt haben, viele Kolumbianer und einige „Ausländer”.

Salut, je m’apelle Florentin. Je suis français et viens de Lyon et suis depuis août dernier en échange universi-taire ici à Bogotá. Je suis là depuis 7 mois. Je suis trés content de mon experience et me sent à moitié colom-

Pues mi año de voluntariado está ter-minado hace rato, tomé la decisión de estudiar medicina aquí. ¿Por qué? Porque me gustó tanto que quise per-manecer más y vivir aquí. Fue necesa-rio obviamente poder hablar español, pero durante mi año de trabajo social aprendí mucho gracias a amigos que encontré y que me apoyaron en este proceso. Hoy lo he logrado, estudio en la Universidad Nacional, la misma en que anteriormente trabajé en un vo-luntariado para por ejemplo apoyar a estudiantes aprender inglés y alemán. Ya no soy «primíparo», crecí como persona, y eso gracias a la gente que me apoyaban en este proceso, muchos co-lombianos y unos extranjeros.

Florentin Goulefer

Nacionalidad: francés. Destino: Francia-Colombia

Hola. Me llamo Florentino. Soy francés y vengo de Lyon en Francia. Estoy de intercambio universitario desde el pasado mes de agosto acá en Bogotá. Vivo acá desde hace siete meses. Me siento muy feliz de

Fotografía: melodía a dos tiempos. Camilo Zambrano

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Passer des habitudes cotidiannes dans votre pays à des habitudes dans une nationfrancaise est compliqué mais très emotif. Au dedut je rêvais de la ville lumière et je me réveillais inquiet parce que je ne croyais pas que j’irais à ce magic lieu grâce à un programme d’as-sistant d’espagnol. Je viváis nerveux presque pareil au moment oú on devient père parce qu´on ne sais jamais comment sera le petit garcon, cependantcette sensation disparaît et s’oublie un mois ou deux après parcourant les rues parisiennes libre, content et tran-quile au milieu des escultures et des allures minces des francais.

Comme un bon ‘Latino’ j’ai reussi convancre aux professeurs d’espagnols du Lycée pour faire un cour de salsa oú les étudiants pourrais pratiquer quelques mots d’espagnol au rythme des chansons desartistes connus comme Joe Arrrollo, Nelson y sus estrellas, La 33 et d’autres. Ca a éte incroyable de voir une presen-tation de plusiers couples qui ont reussi a rompre avec le stereotype du Francais ‘tieso’.

J’ai connu vraiment le concept ‘d’aperitif alcoholic’ avant de n’importe quel dinner ou repas, j’ai appris aussi à boire du vin y du caféaprès de chaque dejeu-ner, j’ai dû oublier les jus du fruit et survivre à base

Pasar de las costumbres que vives en tu país a las de una nación francesa es complicado pero muy emo-cionante. Al principio tenía sueños con la Pasar de las costumbres que vives en tu país a las de una nación francesa es complicado pero muy emocionante. Al principio tenía sueños con la Ciudad Luz y me des-pertaba inquieto porque no podía creer que iría a este mágico lugar gracias a un programa de asistente de español. Vivía nervioso como cuando vas a tener un hijo porque no sabes cómo será pero esto se quita y se olvida cuando llevas un mes o dos recorriendo las calles parisinas, libre complacido y tranquilo en medio de sus esculturas y las figuras delgadas de los franceses.

Como buen «latino» logré convencer a las profeso-ras de español para hacer un curso de Salsa donde los estudiantes pudieran practicar algunas palabritas de castellano al son del Joe Arroyo, Nelson y sus estre-llas, Fruco y la 33, entre otros. Fue increíble ver una presentación de varias parejas que lograron romper con el cliché del francés «tieso».

Logre conocer el concepto de apero un pequeño aperitivo alicorado antes de cualquier cena o comi-da, a tomar vino y café después de cada almuerzo, a olvidarme del jugo de pura fruta y mantenerme a

Juan Carlos Rodríguez

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Francia

bien. J’ai vraiment amelioré mon espagnol et ai appris de nouveau mots comme: ‘mucha hueva’ ou ‘bacano’. J’ai aussi appris à jouer un bambuco à la guitarre. Le fait de pouvoir manger à tous les coins de rue des em-panadas ou des arepas est quelque chose que j’apprecie vraiment. Quand je vais rentrer en France je tournerai sûrement trés bizarre de ne trouver de salsa aji. Je den-ne aussi des cours de français depuis 3 mois.

J’entends bien profiter des quelques mois qu’il me res-tent et j’aimerais beaucoup pouvoir voyager dans l’axe du café avant de rentrer. À bientôt et prennez soin vous.

mi experiencia y me siento muy colombianizado. Mejoré muchísimo mi español y aprendí nuevas pa-labras como «mucha hueva» o «bacano». También aprendí a tocar un bambuco a la guitarra. El hecho de encontrar empanadas o arepas en cada esquina es algo que aprecio mucho (y que no es común en Francia). Cuando vaya a volver, seguro que me parecerá muy raro el hecho de no poder encontrar salsa de ají. Tam-bién doy clases de francés desde hace tres meses.

Tengo mucho ánimo para disfrutar de los pocos me-ses que me quedan y me encantaría poder viajar al Eje Cafetero antes de regresar. ¡Hasta pronto! Cuídense.

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d’eau et d’abundance des verdures. J’ai gouté aussi la delice du chocolat fondu dans le café noir etje me suis habituéà parcourir la ville dans mon velo, a memoriser quelques poèmes de Baudelaire et à me plonger dans les livres. Mais j’aicompris aussi que pour les francais mettre le fromage dans une boisson du chocolat est dégoulase surtout quand il se fond grâce a l’action de la chaleure. Recomendé: Nepas le fairedevant un francais.

Les amities que j’ai fait ont été formidables, tout d’abord un francais avec un prenom russe Dimitri, qui parlait es-pagnol avec accent argentin parce que sa copine étais ar-gentine bien sûr et parce qu’il a habité à Buenoa Aires 1 an. il étudiait l’espagnol comme carriére,un peu moi, mais à l’inverse.Après mes amis latinoamericains.Jáu partagé beaucoup de moments formidable etIls ont semé vraiment le desir de decouvrir et connaitre la richesse de notre conti-nent Latinoamericain.

C’est qui m´a paru bizarre ca a étéle concept de toilet-te francais. Ils separent de la bagnoiredans une chambre minuscule et éloigné l’inodore, furni d’un meuble oú on peut mettre plusiers types de magazines et revus d’art, cri-tique litteraire ou pinture pour faire plus interesant cette indispensable obligation humaine. De plus, dansles murs et la porte il y a toujours des belles photos,descartes pos-tales ou des souvenirs.

Pour finir mes derniéres impressions:

La tecnologie est partout mais aussi la tradition.Le compromis avec le reciclagedans ces grands poubelles noires et vertesest admirable.

Des plats delicieux: la raclette (fondre different types de fromage sur des pommes de terre sans peau), le cro-que-monsieur (un sándwich avec sauce bechamel),la quiche dans ses different presentations (une tarte salé), ‘l’autriche’, les huitres, le crabe,le fois graset le canard bien sûr. Fin.

base de agua y abundante verdura, a meter y de-rretir el chocolate en el tinto, a utilizar bicicleta todo el tiempo, a memorizar algunos poemas de Baudelaire, a sumergirme en los libros y a enten-der que al francés le parece asqueroso meter el queso en el chocolate, sobre todo cuando sale derretido como fondue; recomendado: no lo hagan delante de un francés.

También fueron grandiosas las amistades que hice, primero con un francés con nombre ruso: Dimitri, que hablaba español con acento argen-tino porque su novia era argentina y había vivido en Buenos Aires un año con un programa pareci-do al que estaba haciendo yo en Francia. Algo así como yo pero al revés. Y luego con mis compañe-ros latinoamericanos. Fueron ellos quienes verda-deramente sembraron en mí el deseo de descubrir y conocer la grandeza y la riqueza de nuestro con-tinente latinoamericano.

Algo que me pareció curioso fue el concepto de baño que utilizan los franceses en sus casas. Se-paran en un cuartico chiquito y alejado la tasa, disponiendo de un mueble donde se colocan varios tipos de revistas de arte o de críticas litera-rias para hacer más intelectual esta indispensable obligación humana.

Además, los muros y la puerta casi siempre están muy bien decorados con muchas postales fotos o recuerdos.

Para concluir, me gustó mucho su gastronomía y su cuisine, delicias como la Raclette (papas sa-ladas con queso francés), un sandwich llamado Croque-Monsieur (el sándwich normal con salsa bechamel), la quiche en todas sus variedades, el avestruz, las ostras, el cangrejo, el hígado de pato y el pato obviamente.

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Fotografía: Valparaíso. Chile. Andrés Sánchez

Cuando estuve por primera vez en una ciudad que prometí visitar, se me desmoronó el alma al ver una ciudad tan sucia y peligrosa, las imágenes de los libros y mi ciudad natal volvieron a mi mente, y de los rela-tos de viajeros, lo que fue la capital argentina en sus años de gloria, no queda mucho. Quizás es allí en las clases medias y medias bajas donde está el verdadero folklore de los pueblos, puesto que es donde más hay movimientos, necesidades, aspiraciones, todo cambia constantemente, conocí la Cumbia que no es la co-lombiana.

Fui amigo de un hombre que tocaba flauta y camina-ba con muletas, recorría el mundo con sus tres pier-nas. Otra vez conocí un caminante que tenía una ca-miseta de Herbalife y lucía grandes dregs pegoteados con semen y bóxer. No olvido la vez que caminé con un hippie citadino que se encontró unos hongos en el estiércol de una vaca y se los comió. Otra vez cono-cí una prostituta que me hospedó en las comunas de Medellín. He conocido gente cocinando en tarros de

leche Klim, he trabajado recogiendo botellas en la ca-lle, todo esto, aprendiendo de mis viajes, aprendiendo de las realidades de la vida, aprendiendo a ser humano entablando relaciones con los otros.

Los viajes hacen tu experiencia de vida mejor, nunca vuelves de un viaje siendo el mismo. No es lo mismo si viajas sin amigos, tengo mis reservas frente a los que, en grades homenajes a la montaña, se internan solitarios a coronar la cima. Pienso que sanar es una forma de caminar.

Siempre he querido recorrer Colombia a lo Forrest Gump, a pie, trotando, caminar el país entero en un acto tan simbólico y artesanal, que me devuelva a los tiempos en que no había ruedas por los Andes. Mis padres perdieron toda una herencia, por vivir el sueño que tuvieron de jóvenes de viajar por tierra y recorrer toda Suramérica como mochileros. Una vez estuve en la Sierra Nevada de Santa Marta y me perdí al punto que volé y conocí habitantes de otras dimen-

Jorge Vasco Zapata

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Chile

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siones que viven en Venus. Jamás podré olvidar que viajé con mi hija de dos me-ses a Cartagena, tarde conocí esta ciudad, pero no me podía morir sin conocerla. Recomendable el viaje a las inencontrables termas del Tolima. Cómo olvidar el topless las playas de Miami, comer pizza barata y andar en bicicleta por las calles de Hollywood, Guitar Center en Los Ángeles.

Mi patria es el mundo, como decía Séneca, habitante del planeta tierra, terríco-las, soy un ser cósmico, un hermano que trabaja solo para poder dormir y soñar tranquilo. Muchos trabajan para comer en vigilia. Yo trabajo para poder hacerme a un techo, a una buena cama, y dormir lo más tranquilo que pueda en las noches. Tengo que escribir un guión de la vez que con unos amigos de universidad fuimos a una finca y pasó todo lo malo que puede pasar en un paseo de amigos univer-sitarios. A veces extraño no haber tenido una cámara de fotografía digital como las de ahora, para tantos paisajes que son recuerdos que enmarcan mi alma: un amanecer en el Llano, un atardecer en el Pacífico, las rocas volcánicas del Guavia-re, las hermosas playas del Tayrona, la ruta al Putumayo que parece una locación de Jurasic Park.

Ahora que lo pienso, nunca he salido del continente americano. Pienso en viajar al otro lado del Atlántico, para recorrer las ciudades históricas, hacer un posgrado y volver. Me he encontrado con varios caminantes, mochileros, viajeros europeos que dicen soñar lo mismo desde Europa: sueñan con ahorrar y conocer México, bajar por la ruta panamericana, llegar a Colombia por el Golfo de Urabá, conti-nuar ruta hasta Machu Pichu en Perú; seguir a la Patagonia argentina y volver por Brasil. Algunos ni siquiera pasan la línea del ecuador en sus vidas.

Otra cosa es ser inmigrante, cuesta mucho adecuarse a otra sociedad, a otra co-mida, a otros humores y chistes, cuesta ser aceptado, cuesta emprender y ganarse la vida. Los viajes traen consigo muchas cosas buenas y hermosas, algunas veces vale la pena endeudarse por estar en un hotel de cuatro estrellas que tenga Spa, y efectivo para andar en taxi o hacer el city tour. Aunque suene muy burgués, vivir como burgués es una nota.

Qué más me depara la vida en cuanto a los viajes. Creo que todo es alcanzable, solo me faltarían días para poder estar y visitar nuevos lugares, antes de emprender aquel viaje sin retorno, aquel sueño eterno y profundo. Encomiendo y deseo a todos los lectores dichosos y fructíferos viajes llenos de aprendizaje y experiencias.

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Carta para permanecer: Desconocido/a lector/a:

Hoy, viernes 20 de noviembre de 2009, a cuarenta y dos días de mi regreso, y habiéndose cumplido desde mi llegada doscientos sesenta y seis días, (ocho meses, veinte días) he decidido, con el ánimo de equilibrar mi futura ausencia con mi presente efímero, escribirle a usted.

Cuando ya no esté aquí, sé con certeza que esta ciudad no dejará de estar en mi vida, en mi mente y corazón, en mis recuerdos, en las fotos, en los olores, en los contactos y conocidos, en los souvenirs, en los empaques de alfajores que he guardado desde que me comí el primero, en las tarjetitas de subte, los boletos de colectivo converti-dos en barquitos que terminaron naufragando en mi bolsillo, en los amigos que dejé mientras viví en la ciudad de La Plata, en los libros que leí, en esta carta que le escribo y otras cosas varias...

...Pero inevitablemente, yo, dejaré de estar en esta ciudad y la ausen-cia será la primera evidencia de mi paso por este lugar.

Ahora bien, le escribo a usted, que no me conoce, porque quiero que sepa que alguna vez estuve aquí, que caminé cerca de donde está (tal vez al lado de usted... pero eso nunca lo sabremos), que usé este sobre y lo puse donde lo encontró hoy. Todo esto solo para quedar por un instante en su vida, en su tiempo, para dejar un pequeño rastro de mí en esta ciudad, porque usted es «esta ciudad».

Entonces, quisiera pedirle que me cuente algo, de esta ciudad, de usted. Puede ser lo que quiera y puede ser hoy, puede ser mañana... puede ser en un año o dos. Esto es para saber si esta carta cumple su propósito y me ayuda a no ser solo una ausencia.

Gracias por leer y por ser un presente. Me despido, Alina.

Carolina Alarcón Leguizamón

Nacionalidad: colombiano. Destino: Colombia-Argentina

Estampilla: República argentina. 1936. Archivo: Familia Bohórquez.

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